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ARGENTINA:

Exposición de Marian Moya, Programa de Patrimonio Cultural Inmaterial de


Argentina:

En la Argentina estamos trabajando en el Programa de Patrimonio Inmaterial de la


Secretaría de Cultura de la Nación, que depende de la Presidencia de la Nación, y se
pretende hacer un programa de alcance nacional, para lo cual tenemos algunas ventajas y
problemas para poder pensar una política de patrimonio. Estos problemas vienen siendo
arrastrados históricamente, pero hay una perspectiva por la cual pensamos que la situación
está cambiando.

En primer lugar, como nosotros siempre planteamos reflexiones, parece que en la Argentina
no estuviéramos haciendo nada, pero en realidad estamos pensando y pensar es hacer
también. Nos parece importante esta etapa de reflexión porque a partir de las experiencias
de otros y de lo que nosotros podamos trabajar conceptualmente, tenemos la esperanza de
poder evitar algunos errores o no cometer demasiados, y si los cometiéramos tal vez
tendríamos que volver para atrás y sería más complicado. La Argentina está rezagada en
políticas y proyectos el PCI, el programa nacional de PCI está en la Dirección Nacional de
Patrimonio y Museos, que se creó en el año 2004, y que depende de la Secretaría de Cultura
de la Nación. Algunas acciones se han llevado a cabo desde la Dirección, pero fueron
acciones aisladas que no están enmarcadas en ninguna política, por ejemplo, la Declaratoria
del Tango, el Chamamé, que fueron acciones aisladas. Las políticas en general han sido
erráticas y desarticuladas hasta ahora, y estamos tratando ahora de hacer una articulación a
nivel nacional. Donde sí se ha trabajado de forma más consistente es en el gobierno de la
ciudad de Buenos Aires, en la Comisión de Patrimonio Histórico, donde se llevó a acabo un
proyecto que curiosamente tuvo continuidad y sobrevivió a las distintas gestiones políticas,
de distinto signo político. Este fue un fenómeno muy extraño en el contexto político de la
Argentina, sobrevivió durante 8 años ese proyecto y se pudo elaborar el Atlas de Fiestas,
celebraciones, rituales y conmemoraciones, que finalmente se interrumpió el año pasado,
pero de ese proyecto quedó un producto bastante interesante. Se hizo un relevamiento de
las manifestaciones festivas de la ciudad de Buenos Aires y se subió a Internet y tuvo
buenos resultados como experiencia.

Desde la perspectiva nacional, decíamos que no teníamos una política, hay una Ley
Patrimonio Arqueológico y Paleontológico del 2003, pero a nivel nacional todavía no hay.
Sin embargo, a nivel de las provincias, en algunas provincias se han tomado en serio el
tema del patrimonio, incluso en algunos casos han incluido algunos artículos de su
legislación que contemplan el patrimonio inmaterial. La Argentina tiene una organización
federal a nivel de nación, y eso tiene ventajas y desventajas. Entre las ventajas se encuentra
el hecho que pueda elaborarse una política cultural a nivel nacional pero descentralizada.
Hay una decisión política por parte de la Secretaría de Cultura en políticas culturales, que
se orienta a que éstas sean descentralizadas. Este es un reclamo permanente de las
provincias, que consideran que las acciones de política cultural siempre están centralizadas
en Buenos Aires, y eso también genera desconfianza, falta de credibilidad en los proyectos
que puedan partir de la Nación. Entonces, se están planteando las acciones en este sentido.
La desventaja de tener una estructura federal, es que como todo está descentralizado y cada
provincia tiene su propia legislación, y desarrolla sus propias acciones, se priorizan algunos
temas y otros no, y eso también necesitaría una cierta articulación a nivel nacional y es lo
que nosotros estamos tratando de resolver. Una de las cuestiones que se trataron en el
Seminario de Alta Gracia fue la necesidad de que la nación inicie un proceso de selección y
priorización de manifestaciones, justamente para ordenar este panorama caótico que por
ahora se presenta en la Argentina.

Mencionando algunas ideas con respecto a las políticas, hay cuestiones que ya se referían
en este Taller, por ejemplo, que las políticas muchas veces son reparatorias o
compensatorias, y cuando las políticas y las medidas resultan paliativas y no están
pensadas, sobre todo las medidas en el terreno cultural, y no contemplan la inserción
estructural de los grupos que están involucrados y la participación social de estas personas
involucradas, y además proporcionando los recursos necesarios para poder incrementar su
poder social, entonces estas políticas no van a ser sustentables, no van a poder ser seguidas
en el mediano o largo plazo.

Otro de los temas en este sentido, en el experimental, el poder social de los grupos en
desventaja, podemos pensar en la capacitación como medidas muy paternalistas, de arriba
hacia abajo, pero en realidad siempre me viene a la mente un ejemplo de un cacique de
Venezuela, que decía que cuando se llevan a cabo políticas culturales o se hacen
investigaciones en los grupos indígenas, siempre se va a buscar el conocimiento local de los
grupos cuando ellos también están necesitando un conocimiento global, en el sentido que
ellos también necesitan saber cómo operar en Internet, no solamente materialmente, sino
también adquirir las capacidades simbólicas para operar todos los recursos que ofrece la
globalización y que a ellos los pondrían en mejores condiciones para poder negociar sus
propias reivindicaciones sin tantos intermediarios, y me parece que es algo que se pierde de
vista; el otro punto, concebir al sujeto como productor y políticamente activo y no como
necesitado, evitar las políticas de verticalidad y la necesidad de conexión con los problemas
políticos y económicos, y no pensar las políticas desarticuladas de la estructura económica
y política, y así apuntar a medidas de transformación productiva con desarrollo cultural.
Vemos algunas personas que están accediendo a Internet y aprendiendo a usar las
herramientas informáticas.

Otro tema es que la política cultural, además de ocuparse de temas culturales, también es
un producto cultural en sí, por esto todos los elementos que componen la política, la
normativa, las intenciones, los valores, los objetivos siempre son culturales, ideológicos y
políticos. Se necesita desnaturalizar este tema y tener en cuenta que cuando se está
elaborando políticas, aunque participen las comunidades, voy a decir “comunidades” de
forma entrecomillada, ya que es uno de los temas que después me gustaría mencionar,
cuando se plantea la formulación de políticas de una manera compartida entran en diálogo
distintos universos de significación, o marcos de creencias, incluso el que propone el
Estado. Entonces cuando no se tiene conciencia de que estamos frente a distintos marcos
de creencias, negociando para poder elaborar esos marcos, o esos universos de significación
que buscan imponerse unos sobre los otros, podemos perder de vista el hecho que en
realidad todas las sociedades tienen su propias políticas, tal vez no están formalizadas como
las nuestras, en la sociedad occidental, pero aunque no tengan esos niveles de
formalización, existen. Por ejemplo, en cualquier sociedad que se tenga que tomar una
decisión, hasta en la familia, o en las comunidades para participar en reformas de la tierra,
se procede a tener alianzas con otros grupos, o incluso para ver si se acepta o no un
antropólogo, se ponen en acción mecanismos para la construcción de consensos, se dan
discusiones y debates dentro del grupo, y esto ya constituyen formas de implementar
políticas.

El problema, pienso, es cuando no hay un debate abierto y se impone un marco sobre los
demás, y eso pasó con la Declaración del Tango en Argentina: no hubo un debate público
orientado a ver cómo se presentaba el dossier, los contenidos, etc., y creemos que es un
tema que nosotros tenemos que revisar. Y es importante la participación de la comunidad,
primero porque permite evitar el posible choque de intereses entre la propuesta externa y la
planificación propia de los grupos. Es importante por esto, las políticas propias de los
grupos que hablábamos recién, respetar la diversidad también en esta situación concreta de
la elaboración de las políticas, aprovechar los mecanismos que ya existen dentro de las
comunidades y potenciar así los beneficios de las políticas porque los grupos serán los que
van a estar familiarizados con los temas que se están discutiendo, y quizás a través de los
propios mecanismos de las sociedades, se pueda llegar más rápido a las soluciones y
reconocer a los grupos en su agencia.

Esto también ya se habló ayer, no voy a entrar mucho en el tema, pero me parece
importante plantearlo y es lo que se nombró como lenguaje patrimonial y yo le llamo jerga
patrimonial. Hay una retórica que está estandarizada, por eso decía recién, hablaba de
comunidad, hasta cuando se habla de Estado es una noción que está como naturalizada, y
esto trae algunos vicios que es difícil de desterrar, porque nosotros podemos discutir la
categoría de comunidad, pero la categoría de comunidad la seguimos usando todos y me
incluyo, entonces me parece bien que la discutamos y la desnaturalicemos para también
entender hasta qué punto puede ser operativa en algunos casos. Por ejemplo, cuando hacen
uso de las categorías los grupos, las comunidades, pero también cuando esas categorías las
usamos nosotros, puede ocurrir que a la hora de elaborar las metodologías, no nos sirvan
como herramientas operativas. Si no se tornan herramientas operativas, es como tener
ladrillos que no están bien hechos y se va a ir abajo el edificio. Esas herramientas, nosotros
como técnicos, me parece que tenemos que revisarlas, y nunca va a haber exceso de
pensamiento en ese sentido. Porque además es un asunto que tiene implicancias políticas e
ideológicas, cuando se habla de “comunidad”, uno de los atributos que inmediatamente
asociados con las comunidades es la de armonía, homogeneidad, cuando sabemos que en
los grupos hay relaciones de poder, jerarquías y que nosotros que estamos inmersos en
estos proyectos no podemos desconocer.

Estas abstracciones están divorciadas de los procesos reales, y me parece que sería
conveniente atender más a los procesos concretos y locales, porque las realidades de cada
uno de los países que estamos acá no son las mismas, y se tiene que pensar también en
función de los procesos locales. Esto se desprende de un discurso liberal e idealista
podemos discutirlo en otro momento.

De modo que las preguntas que a nosotros se nos ocurre en las discusiones están
relacionadas con el hecho de si se mejorará las condiciones de vida de los actores, si habrá
consecuencias no deseadas para los grupos, sobre quiénes son los actores involucrados, y
otro punto que me gustaría enfatizar es cuando se habla demasiado de productos y nos
olvidamos de las relaciones sociales que hay detrás de los productos, a eso me refiero por
fetichización, esta tendencia de encubrir las relaciones sociales o las relaciones de poder
por detrás del objeto o producto que a nosotros se nos aparece a la vista empíricamente.
Otro punto se encuentra referido a quién detenta los mecanismos de control y quién marca
los límites de las negociaciones, cuáles son los supuestos culturales y políticos, porque a lo
mejor nosotros también somos agentes del estado, técnicos y si seguimos adelante sin
reflexionar, podemos volvernos como piezas de un sistema, estar alienados, y en el afán de
producir y mostrar resultados perdemos de vista las cuestiones que hacen valiosos nuestro
entrenamiento como antropólogos o como técnicos o gestores culturales, y por último,
cuáles son los procesos de defensa o protección de los intereses del grupo productor.
Después voy a volver a retomar algunas cosas.

La política de PCI está estrechamente vinculada con las políticas de identidades, esto
también es una de las cuestiones que se trató en Alta Gracia, por qué y para qué
necesitamos como sociedad tener un patrimonio inmaterial. Esta es una pregunta que
también hizo Gabriela López de Ecuador, y es la pregunta por lo que significa para el
Estado y la sociedad incluir manifestaciones culturales en procesos de patrimonialización,
eso también lo podemos discutir en los Talleres. Traje las preguntas pero no traje las
respuestas, y para pensar el patrimonio cultural, necesitamos vincular estos procesos con las
políticas de identidades.

Las políticas de identidades en la Argentina, es bastante importante como punto porque


nosotros hemos hecho un recorrido histórico en la construcción del Estado-nación un poco
diferente en las sociedades de Latinoamérica. En la Argentina, a mediados del siglo XIX
comienza a elaborarse una construcción del Estado-nación basada en una Argentina blanca,
europea, inmigrante, basada en una narrativa que no glorifica el mestizaje, como en otras
sociedades de Latinoamérica, sino que glorifica la blanquedad, y esa blanquedad es
europea, inmigrante y cristiana. Cuando la Argentina se construye sobre esos pilares, por
supuesto, se incluye algunos sujetos y se excluyen un montón de otros sujetos que son los
que han estado invisibles hasta hace muy poco tiempo, sobre todo las poblaciones indígenas
y los afrodescendientes. Muy recientemente, podemos hablar de 30 años a lo mucho,
empezó muy lentamente un proceso de visibilización de estos grupos que habían estado
excluidos históricamente en la Argentina, pero no es un proceso fácil. Sin embargo, ahora
estamos mucho mejor que hace 40 años, esta cuestión de las identidades en la Argentina
quedó puesta de manifiesto con los festejos del Bicentenario, que fueron multitudinarios, se
llenó la Avenida de Mayo, que une el Congreso con la Casa de Gobierno, y que es como la
arteria que marca el poder en la ciudad de Buenos Aires, y llegaron todas las
representaciones de las comunidades indígenas haciendo un desfile, y fue una puesta en
escena en la ciudad de las comunidades indígenas que siempre están pensadas en territorios
rurales. Significaron un impacto visual y simbólico muy importante en Buenos Aires, el
desfile de la integración y también da cuenta de una sociedad que se está replanteando estas
cuestiones y la necesidad del debate público sobre estos temas, que en la Argentina nunca
se dio.

Por supuesto, todos estos temas están vinculados con otras de las cuestiones, que ya se han
mencionado. Cuando hablamos del PCI, que es la diversidad, y para poder garantizar una
política de diversidad efectiva es necesario algunas condiciones que tienen que ver con el
patrimonio cultural: primero, un marco democrático, en la Argentina nosotros podemos
decir que tenemos democracia, pero también tomarlo con pinzas, porque por ejemplo, uno
de los problemas que tenemos en la Argentina es que no se garantiza el funcionamiento de
la democracia como debería ser, y es el factor de la corrupción. A pesar que no se mencione
mucho ese tema en las discusiones de patrimonio inmaterial, es una variable que no se
puede soslayar y puede frenar proyectos y priorizar unas cuestiones por sobre otras de
manera muy arbitraria, teniendo en cuenta lo que está en juego en los temas de patrimonio
inmaterial.

Segundo, es una política de derechos humanos. En la Argentina, la política de derechos


humanos vino a reemplazar el vacío que hay con respecto a los derechos colectivos,
económicos, sociales y culturales. La Constitución de 1996 contempla, en algunos
artículos, los derechos colectivos, pero no es suficientes como para considerar un marco
legal adecuado para implementar políticas de patrimonio inmaterial, pero como en la
Argentina las políticas de derechos humanos son muy fuertes, los grupos portadores hacen
uso de esos marcos desde los derechos humanos en reemplazo de los derechos culturales y
les va bien, porque el asunto de derechos humanos es un debate que está bien instalado en
la Argentina y no hay cuestionamientos al respecto. Con un marco institucional sólido,
como hablaban los compañeros del Ecuador, la capacitación y el acompañamiento de los
grupos productores y de la sociedad civil, el debate público y abierto y la flexibilidad en la
negociación de los significados del PCI.

La pregunta que a nosotros nos preocupa es que surgieron casos en ese sentido, qué pasa
cuando los grupos productores o portadores, que es otra de las palabras que me hace ruido –
portadores-, no quieren vincularse directamente con proyectos del PCI propuestos desde el
exterior del grupo, sea desde el Estado o cualquier otra institución. En el caso de Argentina,
tenemos el ejemplo que es cuando se hizo el intento de la candidatura del Ngillatún 1. Este
proyecto de la candidatura del universo cultural mapuche fracasó cuando los indígenas del
lado chileno se fortalecieron en su poder de negociación, y con ese mayor poder que
tuvieron, en ese marco de las negociaciones dejaron caer el expediente de la candidatura
porque no estaban de acuerdo con la presentación del Ngillatún. El Ngillatún es una
ceremonia ritual mapuche, que tiene muchas connotaciones. Ayer me hizo recordar la
presentación de Roberto cuando hablaba de la integralidad del PCI, que hay
manifestaciones que no se pueden pensar como algo separado de la vida integral de la
sociedad. La concepción mapuche es bastante parecida y de ahí venía el cuestionamiento a
la presentación. Ellos pensaron: el Ngillatún es nuestro, nos pertenece y seremos nosotros
los que decidiremos qué es patrimonio desde nuestra concepción del mundo y si el
Ngillatún será patrimonio o no. Se guardaron el derecho de decidir ellos si querían que su
manifestación sea patrimonializada o no.

El caso de los afrodescendientes en la Argentina es otro caso, en la que los grupos no están
muy convencidos de patrimonializar sus manifestaciones. Entre los afrodescendientes, uno
de los organizadores, un representante nos dijo: “basta de palabras, nuestro patrimonio se
ve, se siente, no es hablado por otros”. De hecho, la salvaguardia de las manifestaciones de
afrodescendientes en la ciudad de Buenos Aires, la están llevado a cabo las organizaciones
de afrodescendientes, los mismos portadores, que tienen sus propios planes informales,
pero es un asunto de los propios grupos.

Para terminar, primero la reflexión: cuando nosotros decimos que no tenemos política, esto
también es una política, porque está basado en una decisión de que no tener una política no
es necesario para el país, eso ya es una forma de operar sobre la realidad, se supone que no
es necesaria una política cultural por eso no existe una política. El ejemplo de la
declaratoria del Tango es claro: no se necesita una política para llevar a cabo la declaratoria
del Tango, pero por eso estuvo plagado de desprolijidades como presentación, pero eso nos
hace reflexionar si es una buena política no tener política.

El segundo caso, y me estoy refiriendo a la UNESCO, si el país asume el compromiso


porque firmó la Convención y la ratificó, los compromisos tiene que ser cumplidos. Lo que

1
El Nguillatún es una ceremonia religiosa y tradicional del pueblo Mapuche, en la que elevan sus pedidos al
Dios Nguenechén, benefactor de su pueblo.
quiero decir con esto, es que no todas las políticas o no todas las acciones que tienen que
ver con el patrimonio inmaterial, tienen que estar dentro de la Convención. Hay ciertas
realidades locales, a lo mejor que exigen que se elaboren políticas por fuera de los
requerimientos de la Convención, porque tampoco se me ocurre que pueda haber una
política de salud pública que tenga que seguir todos los lineamientos de la OMS. Se debe
tener también cierta flexibilidad al pensar en este compromiso. No estoy diciendo que no se
tenga que cumplir, sino que uno puede pensarlo de forma más amplia, y por último, el
asunto de los derechos culturales, porque son importantísimos para la protección de las
manifestaciones de los grupos, pero en la realidad es como si estos no existieran. Es decir,
se priorizan los derechos individuales por sobre los derechos colectivos, porque la mayoría
vivimos en estados de corte liberal, con Constituciones de corte liberal, donde siempre lo
individual va a ser privilegiado sobre lo colectivo. Pero la realidad de un mapuche es que,
si tiene que interpelar al Estado por una restitución de tierras, no va a ser escuchado como
ciudadano argentino pero sí va a ser escuchado como miembro de la comunidad Mapuche,
porque hay leyes que sí contemplan la restitución de tierras a los pueblos aborígenes.

En este sentido, el uso político de lo étnico, importante para las comunidades, no parece
incorrecto sino válido, dentro de un marco que permite pocas posibilidades de acción a los
grupos en desventaja, y lo que decía antes es que nosotros tenemos una política de derechos
humanos que puede paliar momentáneamente las falencias que existen en el campo de los
derechos culturales en la Argentina, pero no sé si por mucho tiempo.

En el Bicentenario, no solamente hubo grupos indígenas que habitan la Argentina sino


también estaban representadas todas las colectividades que habitan la Argentina. Por
ejemplo, la comunidad japonesa, lo digo para no pensar sólo en términos de lo étnico como
lo indígena.

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