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Facultad de filosofía

Séptimo semestre sección 02


Miguel Angel Serafin Garcia
Seminario de tesis I
Mtro. Melahuac Felipe
17 de enero 2017

Texto introductorio de San Agustín


“El Problema del mal” en Las confesiones

Existe el problema del mal. Negarlo, sería ir contra la diaria experiencia personal y
social, o, en nuestro caso, el trágico dolor colombiano; y, en forma más amplia,
contra el sentido común, la filosofía y la historia de las religiones, quienes de
consuno han tratado de solucionarlo. Nada nuevo dijo el filósofo crítico francés
postkantiano Renouvier cuando moribundo pronunciaba estas palabras: "La vida no
puede tener interés para un pensador, sino a condición de buscar el método de
resolver el problema del mal".

El solo hablar del problema es ya problema difícil: cuánto más el resolverlo.


Solamente uno hasta aquí, creo, lo ha logrado, como veremos más adelante. El
problema se origina en dos verdades inherentes a todo ser y a toda la humanidad:
las de que todo tiende a la unidad y a la armonía; y en que el espíritu humano, como
personalizando esa tendencia, tiene la inquietud irresistible a la posesión del bien,
de la verdad y de la unidad.

Pero cada hombre y cada pueblo concebirá y sentirá el problema como suyo propio
y como único y tratará de darle su propia solución, sin comprender quizá que en el
fondo es el mismo problema de todos los tiempos y de todos los lugares. La filosofía
cristiana en su acostumbrada triple división histórica, a saber: patrística, escolástica
y neoescolástica, ha querido dar solución, o mejor, explicar la solución que Cristo,
con su nacimiento, pasión, muerte, resurrección y doctrina, dio a estos problemas.

Aquí solamente nos ocuparemos de la solución dada en la época patrística por uno
de sus representantes. Porque, como es sabido, con San Agustín quedó, puede
decirse, definitivamente sistematizada y explicada la doctrina cristiana sobre el
problema del mal.

En especial, la filosofía cristiana, fundamentándose en la teología, ha dado


respuesta a cuatro de los aspectos que el problema del mal presenta: ¿qué es el
mal? ¿Cuál es su origen y su causa (eficiente y final)? La redención del mal. El mal
y la Providencia. Algo en la penumbra ha quedado, lo que nosotros quisiéramos
desentrañar: el mal y la libertad.

A la primera cuestión: ¿qué es el mal? respondemos hoy, con una doctrina


elaborada ya a partir de los santos padres, que se distinguen dos aspectos en la

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esencia del mal: mal formal y mal material y que el mal formal consiste en una
"privación" o "carencia": 1) Mal formal: es aquello por lo que la cosa es mala o se
considera como mala; 2) Mal material: es la misma cosa en la que está el mal, o la
privación.

El mal y el orden del mundo

El pecado no cambió el orden del mundo o los planes de Dios y que Cristo, como lo
ha enseñado la escuela franciscana, se hubiera encarnado aunque no hubiera
habido pecado, ya que la esencia de Dios y su voluntad le hacen obrar en el hombre
y en el mundo la perfección.

Ves esencial al hombre el ser libre, al menos de hecho; luego Dios ordenó el mundo
según la condición del hombre y al modo de aquel para el que se ordenaba,
próximamente (el hombre) o remotarnente, (Dios). Con lo que el problema del mal
cae finalmente en la libertad del hombre e indirectamente en la de Dios.

Estando aún San Agustín en el maniqueísmo (el que con los persas, y aumentando
el dualismo, admitía dos principios: uno del bien, Ormuz; y otro del mal, Ahrimán)
era con frecuencia impresionado por el dilema que su amigo Ne- bridio solía
proponerle, y que podemos resumir en estos términos: Si el principio malo puede
dañar a Dios, ya Dios no será inmutable, por su violabilidad y corruptibilidad; y si no
le puede dañar, es inútil la lucha, y en consecuencia no hay ya dos principios ni
combate entre ellos.

Pero quedaba por resolver el problema del mal: ¿qué es el mal que a todos se
impone y atormenta?
Si no hay un Dios del mal ¿cuál es su causa y sllorigen? Inquietaba ahora al Agustín
convertido, la pregunta que se haría más tarde Boecio: "Si hay Dios, ¿de dónde se
originan los males? Y si no lo hay, ¿de dónde proceden los bienes?"

San Agustín responde que de la "Corrupción del modo, de la belleza y del orden":
"Malum est corruptio modi, speciei aut ordinis• Esa es la naturaleza del mal, o sea:
la corrupción de esos tres bienes generales que encierran todos los otros bienes en
las criaturas tanto espirituales como materiales o corporales.

Establecido esto, cualquiera podría plantearse todavía otra cuestión: luego el mal
físico y el pecado y sus consecuencias ¿son necesarios al orden del universo? San
Agustín responde diciéndonos que Dios "determinó de una vez para siempre cómo
ha de desarrollarse el orden universal que estableció y nada dispone nunca por un
acto nuevo de su voluntad". De suerte pues, que el mal no varía en nada los planes
de Dios.

Resumiendo: el mal para San Agustín, es "privación" del bien. Esa privación puede
tener por objeto lo físico o lo moral. El mal no consiste, en este caso, ni en el bien
inferior ni en el superior, sino en la desviación de la voluntad de lo superior a lo

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inferior. Como es sabido, hay que tener en cuenta aquí que la maldad puede
depender de varias cosas: el objeto, las circunstancias y el fin.

De aquí que no exista el mal metafísico, aunque Leibniz sostiene que es esencial al
orden creado, por ser finito. Pero no existe el mal absoluto o metafísico: 10 opuesto
a la nada absoluta es el ser absoluto. O sea: lo opuesto al no-ser absoluto es el ser
absoluto. Pero ¿qué será lo opuesto al no ser relativo, o lo que es lo mismo: al ser
relativo, o sea, a la criatura? ¿Será otro absoluto relativo o lo que se ha dado en
llamar en la filosofía absoluto secundum quid? ¿Esto es, un ser perfecto en
determinada escala y en determinado orden de seres? Parece que esto fuera lo más
razonable y que fuera lo que Dios intenta y quiere de sus seres creados.

Porque el mal no es simple negación. El mal es corrupción; pero sólo se corrompe


lo que existe, y todo lo que existe es bueno, aunque no absolutamente. Se trata
entonces, de un mal relativo y de un bien relativo. Y por esto está sujeto a
corrupción: ya que es lo relativo lo corruptible. Lo absoluto es inmutable.

El mal metafísico sería entonces la negación del ser o del existir pleno. Pero ésta
no corresponde ni es esencial a la criatura. De lo contrario, todas las criaturas serían
malas por el solo hecho de no poseer el absoluto o por el solo hecho de ser criaturas.
Para evitar el mal en este caso no habría otro medio que impedir la creación.

El mal, pues, de que San. Agustín trata, es el de "privación" física o moral, o sea de
aquello que los seres debían tener adecuadamente a su respectiva naturaleza y que
no poseen., por una doble razón, que viene a resolverse en una sola: El que viniendo
de la nada, pueden sin repugnancia racional volver a ella (para el mal físico); y el
que por la imperfección y deficiencia de la voluntad y de la libertad, los seres
racionales tienden a un ser inferior en lugar de a uno superior (mal moral): motivos
estos que vienen a quedar resumidos en esto: ambos, o todo mal, proviene del
pecado, y del pecado la muerte.

De la doctrina de San Agustín sobre el problema del mal, que como podrá notarse,
es el compendio de la de Cristo, los apóstoles y los primeros padres de la Iglesia,
se infiere que también al mal físico corresponde el nombre de mal de pena del
pecado; y al mal moral que causa aquel, mal de culpa.

Los paganos no pudieron hallar una solución al problema del mal, porque, al menos
en una de las interpretaciones, no queriendo glorificar a Dios, como se los echa en
cara San Pablo, "Se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse
su insensato corazón y alardeando de sabios se hicieron necios, y trocaron la gloria
del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de
aves, cuadrúpedos y reptiles" (Romanos 1,18-23).

Bibliografía

Restrepo González, Publio; (2007). El problema del mal en San Agustín. Franciscanum. Revista de las ciencias del
espíritu, Mayo-Agosto, 97-117.

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