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Dentro del movimiento modernista en México, la figura más destacada junto con la
del iniciador y magnífico prosista Manuel Gutiérrez Nájera es, sin duda, la de Amado
Nervo, autor que ha gozado de extraordinario éxito popular a lo largo del tiempo.
A finales de 1895 publica su primera novela: El Bachiller y tres años más tarde sus
primeros libros de poemas, Perlas negras y Místicas, formados por algunas poesías que
ya habían aparecido dispersas en distintos periódicos y revistas.
Hacia 1900 viaja a Europa como corresponsal del periódico El Imparcial y, una vez
en París, entabla una profunda amistad con Rubén Darío y otros escritores del momento.
Allí también conoce al gran amor de su vida, la que años más tarde sería «la amada
inmóvil»: Ana Cecilia Luisa Dailliez; un amor que duró diez años y que sólo la muerte
de ella, en 1912, pudo romper.
Durante estos años publicó varios libros de poemas y algunas prosas: Poemas
(1904), El éxodo y las flores del camino y Lira heroica (1902), Las voces (1904), Los
jardines interiores (1905), En voz baja (1909). Dirigió, además, junto con Jesús
Valenzuela la Revista Moderna de México y fue nombrado segundo secretario de la
Legación mexicana en Madrid, una vez superados los exámenes para ingresar en el
Cuerpo Diplomático (1905), cargo que desempeñó hasta 1914 en que, debido a la
Revolución Mexicana, fueron destituidos todos los diplomáticos de este país acreditados
en el extranjero. En este mismo año publica Serenidad al que seguirá en 1917 Elevación
y en 1918 como cumbre de su arte, Plenitud.
Poesía
Su obra poética es muy extensa y «evoluciona de un romanticismo modernista,
visual y sonoro, a una poesía desnuda, abstracta, conceptual, voluntariamente prosaica y
narrativa, exenta de "procedimientos"»3.
Ya en estas composiciones, pues, están presentes los dos temas que jamás
abandonarán la poesía del mexicano: la religión y el amor.
Pero al hablar del carácter romántico de la poesía de Nervo no podemos olvidar los
primeros poemarios publicados en vida del autor: Perlas negras de 1898 (poemas
aparecidos en El Mundo en 1895), Místicas (1898), Poemas (1901), El éxodo y las
flores del camino (verso y prosa, 1902) Lira heroica (1902) y Los jardines interiores
(1905), aunque en ellos ya se apunte, a veces, un cierto gusto por el modernismo y sus
formas, con los que se consagró ante el público.
Es ésta una etapa en la poesía de Nervo que nos descubre uno de los rasgos
característicos a lo largo de la vida y de la obra del escritor: su sinceridad. Siguen
siendo poemas de juventud y en ellos se nota la influencia de los simbolistas franceses -
Verlaine principalmente-, Manuel Gutiérrez Nájera y Julián del Casal. Hay todavía
presencias románticas manifestadas en la protesta o denuncia del escritor ante la vida y
sus situaciones injustas, donde conviven la pobreza con la riqueza y el placer con el
dolor.
En estos momentos Nervo conocía la felicidad. Desde 1901 tenía el amor de Ana
Cecilia Luisa Dailliez y no pedía nada más a la vida. La misma sencillez se desprende
de Serenidad (1914), publicado dos años después de la muerte de la amada. En él se nos
muestra como un poeta cristiano y el erotismo juvenil ya es sólo un recuerdo que
desaparecerá por completo en Elevación (1917).
Amado Nervo ha ido alejándose poco a poco del modernismo para entrar en sí
mismo. Ha llegado a su madurez como escritor y de ahí el tratamiento de los temas
religioso-filosóficos. En Elevación utiliza toda clase de rimas, versos libres y huye de la
excesiva utilización de imágenes en los poemas. Ha llegado a la simplificación del
poema (que supone una fácil lectura y de ahí su éxito6) y a través de ella a esa
tranquilidad de espíritu que buscó a lo largo de su vida, siempre por medio del amor.
Por ello, en mayo de 1915, cuatro años antes de morir, escribía:
El primero le ha valido el título de «poeta del amor» y está escrito en una época de
crisis: después de la muerte de Ana Cecilia Dailliez. Plenamente modernista por el tema
y por la métrica, en él nos explica la historia de su relación amorosa a través del tiempo
y desde el momento en que la mujer ya ha muerto.
El arquero divino y La última luna son también versos en la misma línea temática y
formal. Este último título le ha sido dado por Alfonso Méndez Plancarte al publicar el
cuaderno íntimo del último amor de Nervo en Buenos Aires en 1919.
Podemos terminar con las palabras de Raúl H. Castagnino que resumen el quehacer
poético del autor:
Prosa
La obra en prosa de Nervo es también de una extensión considerable. Francisco
González Guerrero nos dice que «la fama del poeta ha dejado en segundo término al
prosista. Hay quienes ignoran las mejores prosas de Nervo...»8.
Podemos hablar de tres vertientes en la prosa del mexicano: por una parte, los textos
periodísticos, ensayos literarios y crónicas; por otra, la obra narrativa, donde se reúnen
novelas y cuentos; y finalmente la prosa poética.
Con respecto a los primeros hay que decir que son en su mayoría textos muy breves
que contienen una gran dosis de ingenio y humor. Colaboró en El Correo de la Tarde de
Mazatlán a través de reseñas de los bailes ofrecidos allí y en ellos se atiene al gusto de
la época, describiendo en un estilo muy romántico a las jóvenes que asistían a las
fiestas. Aparecen estas crónicas bajo el seudónimo de Román.
En el cuento «La serpiente que se muerde la cola» sería posible observar una
referencia al mito del eterno retorno11. Y en «El ángel caído» nos cuenta la historia de
un ángel que llega a la tierra donde lo encuentran dos niños con quienes va a compartir
los juegos y todos los sucesos de la vida cotidiana. Desde el comienzo hasta el final del
cuento nos movemos en el plano de la fantasía y observamos el suave lirismo que se
desprende de la narración.
Hay que recordar también las obras narrativas publicadas en España (Almas que
pasan, El diablo desinteresado, El diamante de la inquietud, Una mentira, Un sueño, El
sexto sentido y Amnesia) entre los años 1916 y 1918.
Concluyamos con unas breves palabras sobre la prosa poética del autor en la que se
pueden incluir los textos del El éxodo y las flores del camino, La amada inmóvil y
Plenitud. El primero nos ofrece una crónica en la que se pone de manifiesto su
adoración por la capital francesa que contrasta con las meditaciones filosóficas de
Plenitud, que pueden ser consideradas como la cumbre espiritual del autor. En La
amada inmóvil encontramos la historia de la muerte de Ana Cecilia Luisa Dailliez
recreada por quien más la amó. Con respecto a esta prosa poética, podemos concluir
haciendo nuestras las palabras de Manuel Durán:
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