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Generación del 98

Nómina

Formado inicialmente por el llamado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y Maeztu), entre los
integrantes más significativos de este grupo podemos citar a Ángel Ganivet, Miguel de
Unamuno, Enrique de Mesa, Ramiro de Maeztu, Azorín, Antonio Machado, los hermanos Pío y
Ricardo Baroja, Ramón María del Valle-Inclán y el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Algunos
incluyen también a Vicente Blasco Ibáñez, que por su estética puede considerarse más bien un
escritor del Naturalismo, y también al dramaturgo Jacinto Benavente. No debe incluirse a José
Ortega y Gasset, que es considerado casi unánimemente como perteneciente a la generación
del 14.[cita requerida]

Artistas de otras disciplinas pueden también considerarse dentro de esta estética, como por
ejemplo los pintores Ignacio Zuloaga y Ricardo Baroja, también escritor este último. Entre los
músicos destacan Isaac Albéniz y Enrique Granados.

Miembros menos destacados (o menos estudiados) de esta generación fueron Ciro Bayo
(1859-1939), los periodistas, ensayistas y narradores Manuel Bueno (1874-1936), José María
Salaverría (1873-1940) y Manuel Ciges Aparicio (1873-1936), Mauricio López-Roberts, Luis Ruiz
Contreras (1863-1953), Rafael Urbano (1870-1924) y muchos otros.

La mayoría de los textos escritos durante esta época literaria se produjeron en los años
inmediatamente posteriores a 1910 y están siempre marcados por la autojustificación de los
radicalismos y rebeldías juveniles (Machado en los últimos poemas incorporados a Campos de
Castilla, Unamuno en sus artículos escritos durante la I Guerra Mundial o en la obra ensayística
de Pío Baroja).

Centros de reunión

Fotografía de Pío Baroja.

Benavente y Valle-Inclán presidían tertulias en el Café de Madrid; las frecuentaban Rubén


Darío, Maeztu y Ricardo Baroja. Poco después Benavente y sus seguidores se fueron a la
Cervecería Inglesa, mientras que Valle-Inclán, los hermanos Machado, Azorín y Pío Baroja
tomaban el Café de Fornos. El ingenio de Valle-Inclán le llevó luego a presidir la del Café Lyon
d'Or y la del nuevo Café de Levante, sin duda alguna la que congregó a mayor número de
participantes.

Revistas

Los autores de la generación del 98 se agruparon en torno a algunas revistas características,


Don Quijote (1892-1902), Germinal (1897-1899), Vida Nueva (1898-1900), Revista Nueva
(1899), Plenitud (1901-1902), Electra (1901), Helios (1903-1904), Alma Española (1903-1905) y
Los Helechos ( 1894-1895).

Libros de memorias

No fueron muy aficionados los autores del 98 a hablar de sus compañeros. Pío Baroja dejó
bastantes recuerdos de ellos en dos libros de memorias, Juventud, egolatría (1917) y los siete
volúmenes póstumos Desde la última vuelta del camino. Ricardo Baroja hizo lo propio en
Gente del 98 (1952). Unamuno dejó varios textos autobiográficos sobre su juventud, pero
pocos sobre su edad madura.

Características

Los autores de la generación mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se


opusieron a la España de la Restauración; Pedro Salinas ha analizado hasta qué punto pueden
considerarse verdaderamente una generación historiográficamente hablando. Lo indiscutible
es que comparten una serie de puntos en común:

Joaquín Sorolla, Antonio Machado (diciembre de 1917). Óleo sobre lienzo. Hispanic Society of
America (Nueva York). Sorolla se lo regaló a Machado, compañero suyo en la Institución Libre
de Enseñanza, "como un poema personal".

Distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su
preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el ser
de España, que continuó aún en las siguientes generaciones.

Sienten un gran interés y amor por la Castilla de los pueblos abandonados y polvorientos;
revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y espontáneo. Recorren las dos
mesetas escribiendo libros de viajes, resucitan y estudian los mitos literarios españoles y el
romancero.

Rompen y renuevan los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas en
todos ellos. En la narrativa, la nivola unamuniana, la novela impresionista y lírica de Azorín,
que experimenta con el espacio y el tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas;
la novela abierta y disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la novela casi teatral y
cinematográfica de Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán
o los dramas filosóficos de Unamuno.

Rechazan la estética del realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y de


carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la lengua de la calle, de
sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron las palabras tradicionales y castizas
campesinas.

Intentaron aclimatar en España las corrientes filosóficas del irracionalismo europeo, en


particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur Schopenhauer
(especialmente en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio
Machado).

El pesimismo3 es la actitud más corriente entre ellos y la actitud crítica y descontentadiza les
hace simpatizar con románticos como Mariano José de Larra, al que dedicaron un homenaje y
Carmen de Burgos, una biografía.

Ideológicamente comparten las tesis del regeneracionismo, en particular de Joaquín Costa,


que ilustran de forma artística y subjetiva.

Ofrecen un carácter subjetivo en sus obras. La subjetividad toma mucha importancia en la


generación del 98 y en el modernismo.

Azorín, retrato de Ramón Casas

Por un lado, los intelectuales más modernos, secundados a veces por los propios autores
criticados, sostenían que la generación del 98 se caracterizó por un aumento del egotismo, por
un precoz y morboso sentimiento de frustración, por la exageración neorromántica de lo
individual y por su imitación servil de las modas europeas del momento.

Por otra parte, para los escritores de la izquierda revolucionaria de los años treinta, la
interpretación negativa de la rebeldía noventayochesca se une a una fundamentación
ideológica: el espíritu finisecular de protesta responde al sarampión juvenil de un sector de la
pequeña burguesía intelectual, condenado a refluir en una actitud espiritualista y equívoca,
nacionalista y antiprogresiva. Ramón J. Sender mantenía todavía en 1971 la misma tesis
(aunque con supuestos diferentes).

Los problemas a la hora de definir a la generación del 98 siempre han sido (y son) numerosos
ya que no se puede abarcar la totalidad de experiencias artísticas de una extensa trayectoria
temporal. La realidad del momento era muy compleja y no permite entender la generación
basándose en la vivencia común de unos mismos hechos históricos (ingrediente básico de un
hecho generacional). Esto se debe a un triple motivo:

La crisis política de finales del siglo XIX afectó a bastantes más escritores que los englobados
en la generación del 98.

No se puede restringir la experiencia histórica de los autores nacidos entre 1864 y 1875 (fechas
de nacimiento de Unamuno y Machado) al resentimiento nacionalista producido por la pérdida
de las colonias. Se afianzaba además por aquellos años en España una comunidad social y
económica casi moderna.

El auge del republicanismo y la pugna anticlerical (1900-1910), así como importantes huelgas,
sindicalismo, movilizaciones obreras o atentados anarquistas.

Sin embargo cabe preguntarse, ¿cómo es que la generación del 98 no tomó nombre del
modernismo, ya que surgen paralelamente y persiguen metas parecidas?

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