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1. ¿QUÉ ES LA CATEQUESIS?

El ministerio de la Palabra puede asumir distintas formas:

1. Evangelizar: Es el primer anuncio destinado a despertar la fe

2. Celebración de la fe. Es un encuentro con Dios y con los hermanos mediante el cual celebramos y
actualizamos la salvación realizada por Jesús.

3. Teología: El desarrollo sistemático e investigación de la verdad de la fe.

4. Catequizar. Tomar esa fe, por la doctrina, en algo vivo y eficaz.

1. Evangelizar:

En el Directorio Catequístico General se presenta la evangelización como una forma del Ministerio
de la palabra cuya misión es encender inicialmente la fe. En este sentido podría identificarse con
la predicación misionera es el primer anuncio de Cristo a aquellos que no lo conocen.

La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandí de Pablo VI, en cambio, presenta la evangelización


como algo más amplio. Es llevar la Buena Nueva de Cristo a toda la humanidad para que,
mediante su fuerza, se produzca una transformación y un crecimiento en la fe.

Estas dos concepciones no son contradictorias, sino que enfocan distintos aspectos de la tarea
evangelizadora: la primera aborda la evangelización con un enfoque más restringido, ubicándola
dentro del Ministerio de la Palabra, y la segunda lo hace de manera mucho más amplia.

La Evangelización precede a la catequesis, ya que ésta supone al hombre evangelizado, pero que
no ha profundizado su fe

2. Celebración de la fe:

Nos reunimos en comunidad para celebrar y actualizar la obra de Dios en nuestra vida Mediante
ciertos gestos y palabras realizamos y actualizamos la salvación que Dios quiere regalarnos. Dios
realiza hoy la salvación en nosotros por medio de las celebraciones litúrgicas. La celebración
comunitaria de la fe es también fuerza en el peregrinar, ya que implica un compromiso de caridad,
un esfuerzo siempre renovado por sentir como siente Cristo Jesús, y una continua conversión.

Dice el catecismo de la iglesia Católica. “La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la
Iglesia y al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza, Por tanto, es el lugar
privilegiado de la catequesis del Pueblo de Dios. La catequesis está intrínsecamente unida a toda
la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía,
donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres” (CIC, 1074).

3. Teología.

La teología implica considerar todas las cosas a la luz de la Revelación que Dios ha hecho a los
hombres. Es ver la realidad desde la perspectiva de la fe. Para acceder a las verdades reveladas
por Dios es necesaria la Fe. El teólogo estudia la Revelación, no para modificarla, cuestionarla o
criticarla, sino para buscar la mejor manera de explicar su contenido para que la gente lo entienda.
También implica considerar los problemas que enfrenta el hombre contemporáneo, a la luz de las
verdades reveladas.

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4. Catequizar: Viene de la palabra griega KateKein, que significa “hacer resonar”

“Se llama catequesis a la acción de transmitir en forma sistemática y organizada los datos
fundamentales de la fe, tratando de llegar a la vivienda del mensaje”.

El Papa Juan Pablo II en la Exhortación Catechesi Trandendae nos dice que:

- La catequesis es una enseñanza sistemática y organizada.

- Inicia a la persona en la plenitud de la fe

- Es fiel a las enseñanzas fundamentales de la iglesia

- Tiene en cuenta la cultura de quien la recibe: edad, situación social, nivel intelectual, etc.

- Más que contenidos, transmite una forma de vida.

- En toda catequesis integral hay que unir siempre de modo inseparable:


El conocimiento de la Palabra de Dios
La celebración de la fe en los sacramentos;
La confesión de la fe en la vida cotidiana

Catequesis y Evangelización

“El camino principal de la evangelización es siempre la catequesis”. Juan Pablo II

La Catequesis y la Evangelización son dos ministerios que guardan entre sí relaciones profundas
de integración y de complemento recíproco.

Decíamos más arriba que, teóricamente, la evangelización realiza el primer anuncio del evangelio
que mueve a la conversión; y la catequesis persigue y se encarga de llevar esa fe inicial hacia su
madurez, mediante un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de
Jesús.

Pero, muchas veces, en la práctica catequética nos encontramos con cristianos, niños, jóvenes o adultos,
que de hecho nunca han realizado una adhesión personal al mensaje de la revelación. Por eso, nuestra
catequesis debe ser eminentemente evangelizadora sin presuponer una realidad de fe, ya que el proceso
de desintegración de la familia, la falta de adecuada formación religiosa de los adultos y la
secularización, hacen cada vez más necesaria una “evangelización de los bautizados” (cf. Medellín, 9).

Algunos niños, bautizados en su infancia, llegan a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna
iniciación en la fe, y sin tener todavía adhesión alguna a Jesucristo.

Otros niños no han sido bautizados, ya sea porque sus padres aceptaron tardíamente la educación
religiosa o porque decidieron esperar hasta que fuera más grande “para que elija”

Muchos preadolescentes y adolescentes, que han sido bautizados y que han recibido sistemáticamente
una catequesis, así como los sacramentos, dudan en comprometer o no su vida a Jesucristo, cuando no
se preocupan por esquivar lo formación religiosa en nombre de su libertad.

Finalmente los adultos mismos no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe, como
consecuencia de un ambiente notoriamente incrédulo y positivista.

La catequesis deberá, muchas veces, desempeñar también funciones propias de la evangelización. Es


decir, deberá preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe sino de suscitarla continuamente con la
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ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en
aquellos que están aún en el umbral de la fe.

¿Qué implica concretamente “Madurez en la fe”?

- La catequesis puede asumir distintas formas: sistemática, ocasional, individual, comunitaria,


escolar, parroquial, de niños, de adultos, pero todas deben apuntar al mismo objetivo: llevar, tanto
a la persona que la recibe, como a las comunidades, a la madurez en la fe.
- Como una aproximación de lo que entendemos por “madurez en la fe” daremos algunos puntos:
- Adherir el mensaje de Jesús viviendo el amor a Dios y a los hermanos,
- Conocer el misterio de salvación y reconocer a la Iglesia cono su instrumento,
- Participar activa, consciente y auténticamente en la liturgia de la Iglesia y en la oración personal,
- Reconocer la presencia y acción de Dios a través de los signos de los tiempos,
- Tener una actitud ecuménica. Conociendo con claridad la enseñanza de la iglesia y su diferencias
- Con otras doctrinas y promoviendo el diálogo con otras religiones con una actitud abierta y
respetuosa que tienda a la unidad,
- Orientar nuestras acciones en función de los bienes futuros.

Lecturas

“Evangelizar significa para la iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la comunidad y, con
su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad. Pero la verdad es que no hay
humanidad nueva sino no hay en primer lugar hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la vida
según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es, por consiguiente, este cambio interior y, si
hubiera que resumirlo en una palabra, diríamos sería que la iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza
divina del mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de
los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos.”
(Evangelio Nuntiandi 18).

“El ministerio de la palabra asume múltiples formas, entre las cuales se cuenta la catequesis, según las
diversas condiciones en que se ejerce y los fines que trata de alcanzar. Se da la forma que se llama
evangelización, o predicación misionera, que tiene cono fin excitar inicialmente la fe, de suerte los
hombres adhieran a la palabra de Dios. Sigue la forma catequística, “cuya meta es que en los hombres la
fe, iluminada por la doctrina, se torne viva, explícita y activa”. Añádase la forma litúrgica, en el ámbito de
la celebración litúrgica, especialmente eucarística (por ej. La homilía) esta finalmente la forma teológica,
es decir, el desarrollo sistemático y la investigación científica de las verdades de la fe”
(Directorio Catequístico General, 17)

“Desde la infancia hasta el umbral de la madurez, la catequesis se convierte, pues, en una escuela
permanente de la fe y sigue de este modo las grandes etapas de la vida como faro que ilumina la ruta del
niño, del adolescente y del joven”
(Catechesi Tradendae, 39).

Para compartir en grupo

1. ¿De qué forma podemos implementar estos cuatro ministerios en nuestra actividad apostólica?
2. ¿Cuándo evangelizar y cuándo catequizar?
3. Que implica para nosotros la expresión “madurez en la fe”?

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2. SABER Y CREER

Hay dos enfoques sobre lo que es la fe que han determinado dos formas de encarar la Catequesis.

1. La fe como tener algo verdadero: Tener por verdadero todo aquello que Dios ha revelado y propone por
medio de la iglesia para ser creído. Se subraya la vertiente intelectual. Se define la fe como la afirmación de
ciertas verdades, dogmas o doctrinas se usan frases como “creemos que…” “creer en algo”.
2. La fe como acto subjetivo-existencial se pone el acento en la experiencia, en lo vivencial. Más que la
adhesión a tal o cual idea, en entrar en relación con Dios. Ni las formas dogmáticas, ni las doctrinas son
directamente objeto de la fe. Unamuno nos dice que la fe no es una mera adhesión del intelecto aun
principio abstracto, a una formula sin contenido, si no un acto de abandono y de entrega cordial de la
voluntad, una serena confianza.

¿Con cuál nos quedamos?

La fe no se reduce a un saber por lo tanto la catequesis no se reduce a una enseñanza. A veces tendemos a
enseñar la fe como si bastara saber para creer. Exponemos las verdades reveladas como una doctrina que se dirige
a la inteligencia y a la memoria. Y se llama Misterio a todo aquello que no se puede comprender. Esta forma de
catequizar se quedaba en el conocimiento, olvidando que se puede saber sin creer.

Pero no se puede creer sin un saber, por lo que la catequesis comporta necesariamente una enseñanza. No hay fe
real y auténtica sin la existencia de un saber religioso, sin la adhesión a un hecho revelado. La revelación para ser
“creída”, primero debe ser “sabida”. Por tanto, si bien es verdad que la Catequesis no se reduce a una enseñanza,
requiere, supone e integra una enseñanza. Esto es evidente. No se puede creer sin creer a Alguien, y
específicamente acerca de Algo. El primer polo, la Fe en algo que hace alusión al contenido, la doctrina, el dogma.
El segundo polo, La Fe en alguien o subjetividad, actitud existencial religiosa del creyente. La formulación podría ser
la siguiente: “Yo te creo y confío en todo cuanto me dices”. Porque creo en Dios, le creo a Dios.

Conclusión:

Busquemos que la fe no sea sin un saber, y que no se enseñe un saber que no sea en vistas de un creer mejor, de
una fe madura.

No convirtamos nuestra catequesis, en un sentimentalismo basado exclusivamente en la afectividad. Pero tampoco


reduzcamos nuestra actividad catequística a explicar, por muchas cartulinas, dinámicas y recursos que utilicemos.

Lecturas

“Si es verdad que ser cristianos significa decir “SI” a Jesucristo, recordemos que este “si” tiene dos niveles: consiste
en entregarse a la Palabra de Dios y apoyarse en ella, pero significa también, en segunda instancia esforzarse por
conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa Palabra”

“La fe cristiana, por la que una persona de el “si” a Jesucristo, puede ser considerada en un doble aspecto: 1) Como
adhesión a Dios que se revela, hecha bajo el influjo de la gracia. En este caso la fe consiste en entregarse a la
palabra de Dios y confiarse a ella (fides qua). 2) Como contenido de la Revelación y del mensaje evangélico. La fe,
en este sentido, significa el empeño por conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa palabra (fides quae).
Estos dos aspectos, por su propia naturaleza, no pueden separarse. La maduración y crecimiento de la fe exigen
que ambas dimensiones progresen orgánica y coherentemente. Sin embargo, por razones metodológicas, ambos
pueden considerarse separadamente”. (Directorio Catequístico General, 92).

Para compartir en grupo

1. Saber y creer: ¿Cómo podemos integrar en nuestra actividad catequística ambas dimensiones de la fe cristiana?
2. ¿Se puede enseñar la fe? ¿Hay que enseñarla?
3. ¿Con qué criterios presentar el saber para lograr un creer mejor, una fe madura?

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3. LA CATEQUESIS NACE DE LA PALABRA DE DIOS

Estar abierto al Dios que habla

Dios se dio a conocer personalmente a los hombr5es por medio de la Revelación. Quiso que todas sus
criaturas conocieran su Plan para invitarlas a vivir en comunión con Él.

Esta Revelación de Dios consta de hechos y palabras que se iluminan mutuamente. Por un lado, Dios se
vale de los acontecimientos históricos de la salvación de los hombres, y, por el otro, utiliza a personas
inspiradas por Él, para iluminen tales sucesos y los pongan por escrito. Los cristianos creemos que la
Biblia no es un libro como los demás, porque contiene el << Tesoro>>, de la Palabra de Dios dirigida al
hombre.

La Palabra viva de Dios, proclamada, celebrada, testimoniada y traducida en la comunidad, fue fijándose
lentamente, durante siglos, para convertirse en documento escrito, sustancial e indispensable hasta llegar
hacer “Regla Suprema” de la fe de la iglesia. Y ello como resultado de una misteriosa alianza y de una
acción fecunda del espíritu (inspiración), en la comunidad creyente, y del autor sagrado que puso en
juego toda su experiencia de hombre y de discípulo.

Por eso ningún otro escrito es comparable a la santa Escritura que la Iglesia acoge, conservar, medita,
investiga y proclama como el gran documento de su fe

Es este amor de un Dios que se revela, y su deseo de que todos los hombreas lo conozcan, el que nos
mueve a anunciara la Palabra de Dios a todos los hombres.

La Palabra de Dios es un mensaje que hay que transmitir al mundo entero.

El catequista debe expresar fielmente y presentar de una manera apta la Palabra de Dios. Él es un
instrumento por medio del cual la palabra divina se hace presente. Por eso, La catequesis extraerá
siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la
Escritura. El catequista debe introducir a una justa comprensión de la Biblia y a su lectura fructífera, para
que sus alumnos puedan describir la verdad divina que contiene, y se sientan movidos a dar una
respuesta generosa, al mensaje que Dios les dirige por su palabra. En diversos países, existen
publicaciones que sirven de guía para interpretar correctamente las escrituras y para actualizarlas de
manera valida. De otra manera, existe el peligro de contentarse con un comentario superficial, que no
“Saje todo el jugo” posible a la palabra de Dios. La presentación de los evangelios se debe hacer de
modo que provoque un encuentro con Cristo, que da la clave de toda la revelación bíblica y transmite la
llamada de Dios a la cual cada uno debe responder.

Dios sale al encuentro del hombre en Cristo Jesús. “Jesús, de quien procede toda nuestra religión, es la
“Palabra” que se ha hecho Hombre; el verbo divino hecho carne, que ha venido al mundo para anunciar el
reino de Dios. Jesús es el maestro de la humanidad. El designio de su obra está fundado en la escucha,
aceptación y aplicación de su palabra. Si el destino del hombre depende de este encuentro con Cristo, a
través de la enseñanza enunciada por una parte, la de Cristo, y acogida como norma de vida por la otra
parte, es decir, por los que siguen la fe, se puede vislumbrar la gran importancia primaria del contacto del
hombre con la catequesis. (Pablo VI, enseñanzas al pueblo de Dios, 5 octubre 1997)

“Vayan y enseñen”… Jesús, después de la resurrección, les confía a los apóstoles la misión de hacer
discípulos a todas las gentes: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he
mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 19-20).

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Este mandato del Señor orientó toda su vida.

El libro de los Hechos de los Apóstoles atestigua que fueron fieles a su vocación y a la misión recibida.
Los miembros de la primitiva comunidad cristiana “se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza
de los apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”.
(Hechos 2, 42).

En Pentecostés, la Iglesia recibe la misión de anunciar y establecer entre los pueblos el Reino de Cristo,
Los Apóstoles fueron por todas partes predicando la palabra y transmitieron a sus sucesores la misión de
enseñar.

Desde los Apóstoles, la Iglesia siempre se ha preocupado por transmitir su fe a todos los hombres. No es
posible resumir aquí, ni siquiera brevemente, la obra de todos aquellos misioneros que entregaron su vida
en los diversos períodos de la historia, en todos los continentes y en los contextos sociales y culturales
más diversos para predicar el Evangelio.

Ciertamente las dificultades no han faltado nunca.

Pero las enseñanzas del Señor se han difundido por toda la tierra.

La Iglesia, a través de todos sus miembros, está llamada a cumplir el mandato misionero del Señor con
absoluta fidelidad y valentía.

Es evidente, ante todo, que la catequesis ha sido siempre para la Iglesia un deber sagrado y un derecho
imprescriptible.

Cuando más capaz sea la Iglesia, a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis – por
encima de otras obras e iniciativas cuyos resultados podrían ser más espectaculares -, tanto más la
Iglesia encontrará en ella una consolidación de su vida interna como comunidad de creyentes y de su
actividad externa como misionera.

La acción catequética es una tarea absolutamente primordial de la misión de la Iglesia. Por eso, deben
consagrarse a la catequesis los mejores recursos en hombres y energías, sin borrar esfuerzos, fatigas y
medios materiales, para organizarla mejor y formar personal capacitado. En ello no hay un mero cálculo
humano, sino una actitud de fe.

Iluminar la vida

El hombre pone en marcha su existencia tensionado por su “proyecto de vida”, que constantemente lo
llama a caminar en una determinada dirección. Esa marcha es una búsqueda y consecución constante de
valores.

La sociedad en que vivimos hoy nos “bombardea” con propuestas de vida, pautas de conducta,
orientaciones… Es importante saber distinguir, a la luz del Evangelio, donde están los valores y donde los
anti-valores en esas sugerencias. Hay que aprender a “mirar” la vida y al mundo desde la mirada de
Jesús.

El vivir el estilo cristiano es una exigencia seria. El catequista es, primordialmente, un testigo, alguien
alcanzado por el Señor y que reconoce el valor del testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada
a Dios.

La catequesis actual debe asumir totalmente las angustias y esperanzas del hombre de hoy, a fin de
ofrecerle las riquezas de una salvación integral en Cristo, el Señor. Por ello debe ser fiel a la transmisión
del Mensaje bíblico, no solamente en su contenido intelectual, sino también en su realidad vital encarnada
en los hechos de la vida del hombre de hoy.
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Este anuncio no debe realizarse solamente como el recuerdo de las maravillas que Dios realizó en el
pasado, sino que, la revelación debe servir para interpretar nuestra época, los signos de los tiempos y las
cosas de este mundo, ya que a través de todo ello Dios sigue obrando su salvación a favor de los
hombres.

La catequesis busca llevar a los cristianos hacia la madurez en la fe para que sean capaces de reconocer
en cada momento y en cada encuentro con los demás, la invitación de Dios que los llama a realizar su
plan de salvación.

La catequesis nos ayuda interpretar la realidad a partir de las enseñanzas de Jesús, para vivir, como
decía el P. José kentenich, “con la mano en el pulso de los tiempos y el oído en el corazón de Dios.

“El objetivo de la catequesis es formar hombres comprometidos personalmente con Cristo, capaces de
participación y comunión en el seno de la Iglesia y entregados al servicio salvífico del mundo”. (Puebla,
1000).

Lecturas

“En consecuencia, la catequesis debe iluminar con la palabra de Dios las situaciones humanas y los
acontecimientos de la vida para hacer descubrir en ellos la presencia o la ausencia de Dios.”
(Puebla 997)

“La catequesis debe nutrirse de la Palabra de Dios leída e interpretada en la Iglesia y celebrada en la
comunidad para que al escudriñar el misterio de Cristo ayude a presentarlo como Buena Nueva en las
situaciones históricas de nuestros pueblos.” (Sto. Domingo 2,33)

Para compartir en grupo

1. ¿De qué manera utilizamos la Biblia en nuestra tarea catequística?


2. ¿Cuáles son las formas incorrectas de utilizar la palabra de Dios en la tarea catequística?
3. ¿Qué criterios podemos extractar que nos sirvan de guía para una utilización correcta de la misma?
4. ¿De qué manera la figura de Cristo, debe iluminar la manera en que utilizamos e interpretamos la
Palabra de Dios?
5. ¿Cómo debe ser nuestra tarea catequística para de ella surjan hombres comprometidos con la
realidad y el mensaje de salvación de nuestro Señor?

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4. LA CATEQUESIS: ANUNCIO DE CRISTO

No cualquier actividad puede ser llamada catequesis. En los últimos documentos la iglesia ha insistido
este tema: “Una enseñanza cualquiera, incluso de contenido religioso, no es, sin más, catequesis. En
cambio, cualquier palabra que llegue al hombre en su situación concreta y lo impulse a encaminarse
hacia Cristo puede ser realmente una palabra catecumental. La palabra genuinamente catequística
transmite fundamentalmente los núcleos esenciales o sustancia vital del anuncio evangélico, que nunca
puede ser cambiado o silenciado”. (Mensaje del Sinodo al pueblo de Dios, 8-1977).

En estas palabras, resuenan otras escritas por el papa Juan Pablo II: 6 “en la catequesis se transmite no
la propia doctrina o la de otra maestro, si no la enseñanza de Jesucristo, la verdad que Él comunica o,
más exactamente la verdad que Él es. Así, pues, hay que decir que en la catequesis lo que se enseña es
a Cristo, el verbo encarnado del Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a Él; el único que enseña es
Cristo y cualquier otro lo hace e la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su
boca. La constante preocupación de todo catequista, cualquiera que sea su responsabilidad en la Iglesia,
debe ser la de comunicar, a través de su enseñanza y su comportamiento, la doctrina y la vida de Jesús”.
(catechesi Tradendae, 6)

Actualmente, con el auge de las dinámicas grupales y los medios audiovisuales, el catequista corre el
riesgo de quedarse deslumbrado por estos medios, olvidándose del fin para el cual los emplea: el
anuncio de la persona de Jesús. Por eso, digámoslo bien claro: nuestras clases podrán ser muy
dinámicas y entretenidas, con cantidad de juegos, cantos, videos, y recursos, pero Si no hay anuncio de
Cristo nuestra actividad No es catequesis.

Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la frase de Jesús: “Mi enseñanza no es mía, sino del
Padre que me ha enviado” (Juan 7,16).
Concretamente catequizar significa:

La catequesis es anuncio de Cristo, esto significa que más que una Verdad, se debe anunciar una
Persona: Jesús de Nazaret.

La vida y las enseñanzas de Cristo deben iluminar la vida real y concreta de cada cristiano.

La catequesis, por tanto, no predica ni una nueva ideología, ni un sistema de verdades abstractas, sino a
Jesús en su existencia concreta y en su mensaje total. El catequista debe proclamar el mensaje de Cristo
y de su Iglesia, sin pasar por alto ni deformar nada.

Anunciar a Jesús no significa, solamente, que yo comience hablando de Él, sino que la persona que me
escucha crea más en Él.

Anunciar a Jesús significa que logre que los catecúmenos realicen el encuentro con Él. La misión del
catequista es la de guiar a la persona al encuentro con Cristo vivo y, una vez producido éste, retirarse
silenciosamente. “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”, esta máxima debe obrar siempre
como advertencia para que el catequista no se convierta en un obstáculo para el encuentro con Jesús.

Anunciar a Jesús no significa que yo enseñe la vida y las enseñanzas de Jesús como si se tratara de un
personaje histórico del pasado sin vigencia actual, sino que se debe presentar a un Jesús actual, vivo,
cuyo mensaje sigue siendo valederos también hoy. El creyente, deseoso de profundizar en su fe y de
vivirla plenamente, debe encontrar en la catequesis respuesta a los interrogantes que su vida le plantea,
luz para ver os problemas de la sociedad desde la perspectiva de Dios, estímulo para seguir creciendo,
buscando, comprometiéndose…..

Anunciar a Cristo es preparar el terreno para que la semilla que se siembra en el corazón del
catecúmeno dé frutos abundantes. El catequista es una persona de oración que como San Pablo sabe
que lo importante no es quién plantó o quién regó, sino que el que hace crecer es dios (ver 1 Cor 3,6). El
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primer acto de sabiduría del catequista es reconocer la acción de Dios que abre y sostiene los caminos
de la fe.

Esta enseñanza es progresiva y nunca se agota. Es un camino gradual y continuo hacia el


descubrimiento de la persona de Cristo.

Lecturas

“Mientras uno dice: <<Yo soy de Pablo>> , y otro: <<Yo soy de Apolo>>, y otro <<Yo soy de Apolo>>, ¿no
son ustedes gente común y corriente? ¿Qué es Apolo? ¿Qué es Pablo?. Son servidores que recibieron
de Dios dones diferentes, y por medio de los cuales ustedes llegaron a la fe. Yo planté, Apolo regó, pero
el que hizo fue crecer fue Dios. De modo que el que planta no es algo, ni tampoco el que riega, si no Dios
que hace crecer. El que planta y el que riega están en la misma situación, y Dios pagará a cada uno
según su trabajo. Nosotros trabajamos con Dios y para Él, y ustedes son el campo de Dios y la
construcción de Dios. Yo puse los cimientos como buen arquitecto, pues recibi ese talento de Dios, y otro
construye encima. Que cada uno, sin embargo, se pregunte como construye encima. Pues nadie puede
cambiar la base; ya esta puesta y es Cristo Jesús. (1 Cor 3, 4-11)

“La fidelidad de Dios se expresa en la catequesis como la fidelidad a la palabra dada en Jesucristo. El
Catequista no se predica a sí mismo sino a Jesucristo, siendo fiel a su Palabra y a la integridad de su
Mensaje.” (Puebla 994)

Para Compartir en Grupo

1. Teniendo en cuenta que la catequesis debe procurar el encuentro con Cristo: ¿Qué medios
pedagógicos son realmente útiles para este fin?
2. ¿Dejamos lugar a la reflexión individual, a la participación, a lo que el mensaje “Le dice”
particularmente al catecumeno? ¿Qué lugar ocupa el silencio, como momento de encuentro con
Jesús en nuestra catequesis.
3. ¿Qué actitudes como catequista debemos evitar y cuales favorecer para lograr el encuentro de las
catecumenos con cristo?

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5. LA CATEQUESIS: ACCIÓN DE LA IGLESIA

El catequista no enseña su propio pensamiento, si no el de la Iglesia catequizar es una acción de toda la


Iglesia. Esto significa que cuanto más comulgue con el pensamiento total, vivo y activo de la Iglesia, tanto
más autentico educador en la fe será. Quiere decir también que la catequesis no es solo un conjunto de
lecciones o de clases, si no que es toda la comunidad la que catequiza.
En este sentido la verdad no esta en mi, en mi parroquia, en mi Colegio, en mi diócesis… si no en toda la
Iglesia.

Dice Juan Pablo II: “ La catequesis ha sido siempre y seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia entera
debe sentirse y querer ser responsable. Todo el que se ha adherido a Jesucristo por la fe y se esfuerza
por consolidar esta fe mediante la catequesis, tiene necesidad de vivirla en comunión con aquellos que
han dado el mismo paso. La catequesis corre el riesgo de esterilizarse, si una comunidad de fe y de vida
cristiana no acoge el catecúmeno en cierta fase de su catequesis, por eso la comunidad eclesial, a todos
los niveles, es doblemente responsable respecto a la catequesis: Tiene la responsabilidad de atender a la
formación de sus miembros, pero también la responsabilidad de acogerlos en un ambiente donde
puedan vivir, con la mayor plenitud posible lo que han aprendido”. (Catechesi tradendae, 16 y 24).

¿Cómo debe ser una comunidad para ser catequizadora?

La Catequesis se da en una comunidad que acepta la palabra de Dios. Podrá haber dudas y una continua
profundización. Pero un rechazo de Jesús o un descartar algunas cosas del evangelio, NO. Por eso, la
catequesis enseña a escuchar y aceptar la palabra de Dios.

La catequesis se da en una comunidad que celebra la palabrea de Dios en la liturgia. Toda catequesis
debe de celebrar la palabra de Dios. La liturgia se convierte en catequesis con su lenguaje concreto de la
palabra, cantos, gestos, ritos, acción, vida, llega y compromete a todo el hombre: Corazón, inteligencia,
sentidos. Proclama el misterio de Cristo en sus diversos aspectos, se convierte en “El lugar” de la
experiencia integral de la fe, donde la acción es contemplación. Ofrece al creyente la ocasión para
recuperarse y sentirse salvado por Dios. De este modo a liturgia nos acompaña en el camino de su vida
fortaleciendo nuestra fe, animando nuestra esperanza, reavivado nuestro Amor.

La catequesis se da en una comunidad que testimonia la palabra de Dios. No basta enseñar o predicar o
publicar la palabra de Dios se necesitan personas que demuestran que el evangelio puede ser vivido hoy.
Por eso, toda la catequesis forma testigo de Cristo.

Para quienes se abren a la fe de la comunidad constituye el ambiente del que se nutre; para los que
buscan la fe la comunidad transmite el anuncio por la palabra de quien catequiza y por la vida misma de
los hermanos; para los que crecen en la fe, la comunidad comunica la fuerza iluminante y persuasiva del
testimonio; par los que sienten amenazada su fe, la comunidad les ofrece la experiencia tangible de un
apoyo; para todos crea, en la corrección fraterna la atmósfera mas propicia par ala conversión.

Lecturas

“Supongamos un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su
capacidad de compresión y de aceptación, su comunión de vida y de destino con los demás, su
solidaridad en los esfuerzos de todos en cuento existe de noble y bueno. Supongamos, además, que
irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes,
y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos
cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así?
¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros?
Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y
eficaz, de la Buena Nueva” (Evangelii Nuntiandi, 21)

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“La obra evangelizadora que se realiza en la catequesis exige la comunión de todos: pide ausencia de
divisiones y que las personas se encuentren en una fe adulta y en un amor evangélico. Una de las metas
de la catequesis es precisamente la construcción de la comunidad. Se exige la colaboración de todos los
miembros de la comunidad eclesial, cada uno según su ministerio y carisma. Sin eludir responsabilidades
apostólicas y misioneras para que en la catequesis la iglesia edifique a la iglesia. (Documento de Puebla,
992-882).

Para Compartir en grupo

1. ¿Qué cosas concretas debemos convertir en nuestra comunidad, para que su vida sea una anuncio
silencioso de la Buena Nueva de Jesús?
2. ¿Qué actividades debemos incorporar a nuestra tarea catequística para que sea impartida como una
acción de toda la iglesia y no solo del grupo o la persona que la enseña?
3. ¿De que manera podemos lograr que los destinatarios de nuestra catequesis continúen integrados a
nuestra comunidad y no se desvinculen una vez concluido el periodo de enseñanza? ¿Cómo suscitar
un compromiso concreto de participación y ayuda que vaya más allá del grupo de formación y
perseverancia?

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6. LA CATEQUESIS DA SENTIDO A LA VIDA

La ciencia trata de explicarnos a su modo como es el mundo. Se mantienen en el campo de lo observable


lo que no es demostrable ni comprobable no existe por lo tanto, las verdades contenidas en la fe no son
tenidas en cuenta.

Los cristianos, por la fe, recurrimos a una fuente que va más allá de los comprobables y de los
razonamientos: la revelación, la palabra de Dios nosotros los creyentes optamos por la fe: ver y entender
el mundo como le ve y lo quiere Dios.

No es que el cristiano deba rechazar los datos de a ciencia. Ciencia y religión cumplen distintas
funciones: la ciencia responde a las preguntas de nuestra mente sobre cómo funcionan las cosas; la
religión da respuestas a los interrogantes de nuestro corazón: de dónde venimos y adónde vamos y cuál
es el sentido de nuestra existencia.

La catequesis debe dar respuesta a estos interrogantes que surgen desde lo más profundo del corazón
del hombre de hoy para que, junto a Pedro pueda afirmar: “¿A quién iremos Señor, si sólo tú tienes
palabra de Vida Eterna?” (Juan 6, 68)

La felicidad es la realización de las aspiraciones más profundas del hombre. No hablamos de cualquier
deseo, sino de los anhelos más profundos. Alguien puede ser muy famoso y no ser feliz. Ser millonario, o
de una gran belleza física, o muy sabio y vivir una profunda decepción de la vida. Se han conseguido
algunos bienes o valores y, sin embargo, no se ha conseguido la felicidad. Por lo contrario, conocemos
gente que no posee algunos bienes. Más bien posee unos pocos y son felices ¿Por qué?.

Porque encontraron el tesoro escondido, el valor en el que descansa el corazón humano. No se trata de
poseer todos los bienes, sino de encontrar a Dios que responde al deseo más hondo del hombre. Cuando
se encuentra esta perla, aunque falte todo lo demás, el hombre se siente feliz.

La catequesis debe presentar a un dios que ofrece, al que quiere aceptarla, una Vida Nueva, una vida
distinta de la que a diario se nos propone en una sociedad que ve sólo valores en lo material y la
búsqueda desenfrenada del placer. Debe denunciar estos falsos dioses y proponer la liberación del
pecado a través de la gozosa aceptación del mensaje de Vida Eterna contenido en las enseñanzas de
Jesús.

Lecturas

“Vivimos en un mundo difícil donde la angustia de ver que las mejores realizaciones del hombre se le
escapan y se vuelven contra él, crea un clima de incertidumbre. Es en este mundo donde la catequesis
debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio de todos, “luz” y “sal”. Ello exige que la
catequesis les dé firmeza en su propia identidad y que se sobreponga sin cesar a las vacilaciones,
incertidumbres y desazones del ambiente. Entre otras muchas dificultades, que son otros tantos desafíos
para la fe, pongo de relieve algunas para ayudar a la catequesis a superarlas. (Catechesi Tradendae, 57)

“Es evidente que una catequesis que denuncie el egoísmo en nombre de la generosidad, que exponga el
sentido cristiano del trabajo, del bien común, de la justicia y de la caridad, una catequesis sobre la paz
entre las naciones, sobre la promoción de la dignidad humana, del desarrollo, de la liberación,
completará felizmente en los espíritus de los jóvenes una buena catequesis de las realidades
propiamente religiosas. La catequesis cobra entonces una importancia considerable, porque es el
momento en que el Evangelio podrá ser presentado, entendido y aceptado como capaz de dar sentido a
la vida y, por consiguiente, de inspirar actitudes de otro modo inexplicables: renuncia, desprendimiento,
mansedumbre, justicia, compromiso, reconciliación, sentido de lo Absoluto y de la invisible, etc., rasgos
todos ellos que permitirán identificar entre sus compañeros a este joven como discípulo de Jesucristo. La
catequesis prepara así para los grandes compromisos cristianos de la vida adulta” (Catechesi Tradendae,
39)
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Para compartir en Grupo

1. Realicemos una lista de todos nuestros valores. La ordenamos jerárquicamente de mayor a menor.
¿Cómo las hubiera ordenado Jesús? ¿Por qué la diferencia entre otra?
2. ¿De qué manera debemos dar nuestra catequesis para que Dios vulva a estar por encima de todas
las cosas?

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7. LA CATEQUESIS: MADURA EN LA FE

La educación puede entenderse como algo que debe darse afuera, algo que transmitir…

Darle a la persona aquello que le falta. Podríamos llenar esta imagen: “llenar la inteligencia”.

La educación se puede entender como algo a construir, formar a alguien, como algo a hacer, como algo a
desarrollar. La imagen que podría utilizar es “esculpir la personalidad”.

La educación se puede entender como un proceso de adaptación a la sociedad, como un proceso de


tomar conciencia de la realidad que nos rodea, como un proceso para alcanzar la libertad y autodominio,
un proceso de maduración que se va desarrollando en varias etapas. La imagen que podríamos utilizar
sería: “hacer crecer una planta”.

Traslademos estos conceptos a la catequesis:

- Si pensamos que el proceso educativo es transmitir conocimientos, nuestra catequesis se reducirá


a transmitir conocimientos sobre la fe.
- Si uno piensa que el proceso educativo es crear hábitos, entonces buscará inculcar en aquellos
que catequice hábitos de fe.
- Si uno piensa que educar ayuda a crecer y madurar, entonces su catequesis buscará hacer que
madure la fe de sus destinatarios.

La catequesis debe perseguir logar el encuentro entre dos personas: Dios y el hombre.

A lo largo de la historia, Dios respeto nuestra forma de ser comprender, nos “tuvo paciencia”. Con mucha
más razón nosotros debemos respetar a los catequizandos. El catecúmeno no es un envase vacío a
quien yo debo llenar de conocimientos. Es una persona que piensa, ama, espera, tiene problemas, tiene
alegrías, siente tristeza, tiene intereses… Por eso lo primero es conocerlo y, a medida que lo vaya
conociendo, voy a ver como vive un proceso de maduración en la fe muy particular y distinto a cualquier
otro.

Nuestra catequesis ha de tener un itinerario continuado que abarque desde la infancia hasta la edad
adulta, utilizando los medios más adecuados para cada edad y situación. Es nuestro deber como
catequistas conocer el proceso que vive, alentarlo, corregirlo, orientarlo, darle elementos que lo ayuden a
crecer, a organizar los valores de su persona según el Evangelio en marcha hacia una fe adulta y
comprometida.

Este peregrinar hacia el Señor, este progresivo descubrimiento de su revelación, exige diversas etapas y
no se debe pasar al momento siguiente antes de que el anterior haya sido asimilado.

La catequesis como proceso debe desembocar en hacer descubrir a la persona su puesto en el mundo y
en la Iglesia, para que cada uno se realice en la dimensión personal, en la dimensión social, y en su
dimensión espiritual.

Resumiendo:

La catequesis es la palabra de Dios que se encarna en la historia de los hombres dando sentido a su
vida, es el anuncio del misterio de Cristo y es una educación en la fe entendida como una constante
maduración.

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Lecturas

* “Todo bautizado, por estar llamado por Dios a la madurez de la fe, tiene necesidad y, por lo mismo,
derecho a una catequesis adecuada. En este sentido hay que recordar, ante todo, que el destinatario del
Evangelio es “ el hombre concreto, histórico”, enraizado en una situación dada e influido por unas
determinadas condiciones psicológicas, sociales, culturales y religiosos, sea conciente o no de ello. En el
proceso de la catequesis, el destinatario ha de tener la posibilidad de manifestarse activa, conciente y
corresponsablemente y no como siempre receptor silencioso y pasivo”. (Directorio Catequístico General,
167)

* “La catequesis impulsa a los creyentes a ser cada vez más conscientes de las responsabilidades
derivadas de la fe: el amor de Dios, la fidelidad a su Ley y el servicio desinteresado al prójimo. Estas tres
obligaciones lo llevan necesariamente a cumplir asimismo los deberes cívicos con lealtad y ejemplaridad,
como corresponde a miembros de la sociedad a que pertenecen y cuyo progreso moral y material debe
interesarle y urgirle a comprometerse en él generosamente”. (Pablo VI, Enseñanzas al Pueblo de Dios, 9
de Diciembre de 1977)

* “Dios, en su inmensidad, para revelarse a la persona humana, utiliza una pedagogía: se sirve de
acontecimientos y palabras humanas parta comunicar su designio; y lo hace progresivamente, por
etapas, para mejor acercarse a los hombres. Dios , en efecto, obra de tal manera que los hombres llegan
al conocimiento de su plan salvador mediante los acontecimientos de la historia de la salvación y las
palabras divinamente inspiradas que los acompañan y explican”. (Directorio Catequístico General, 38)

Para compartir en grupo

1. En nuestra tarea catequística: ¿Respetamos la situación concreta y “los tiempos” de nuestros


catecúmenos?
2. Conocimiento, hábitos, madurez… ¿Cómo combinar estos tres aspectos en la tarea catequística? ¿En
cuál de ellos ponemos el acento ¿Por qué?
3. ¿Cómo podemos aplicar la “pedagogía de Dios” a la labor catequística?

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