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Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

Instituto Pedagógico de Caracas.


Departamento de Lengua y Literatura.
Cátedra: Análisis Literario.
Asignatura: Cultura y discurso literario.

Evolución de la concepción de literatura y gestación


de su definición en los siglos XVIII y XIX.

Profesora: Memphis Vaamonde.


Alumnas:
Lisseth González.
CI: 15.605.303
Mariana García.
CI: 27.475.923.
Sección I.

Caracas, 5 de febrero del 2018.


Evolución de la concepción de literatura.

El término “literatura” no es inmutable y, gracias a ello, ha sufrido una


transformación a lo largo del tiempo. Desde luego, no siempre ha sido
concebida de la misma manera por lo que encontrar un origen concreto es
complicado, sin embargo, al revisar la etimología, la palabra remite a “littera”,
que significa “letra”, denominando así todo lo fijado mediante ellas, sin tomar
en cuenta al carácter artístico, estético o de transmisión oral.
Es conocido que existe un conjunto de textos que son leídos y
catalogados como literatura, sin embargo, definirla con precisión siempre ha
sido una tarea compleja, pues dichas obras cambian de acuerdo con la
cultura y el contexto histórico en el cual son leídas e interpretadas. En sí, no
existe una manera de delimitar la esencia que compone a una concepción de
literatura, pues esto se ha puesto en juego desde sus inicios.
Las primeras definiciones de literatura datan del siglo XV, sin embargo,
no era una palabra frecuente, por lo que suele asociarse más con
aproximados o sinónimos, al estilo “bellas letras” o “retórica”. No es hasta el
siglo XVIII que el uso del término literatura se hace más frecuente, a la par
que se consolida y se va modificando, sobretodo en Europa, empleando
“literatura” para designar a los textos escritos con una intención plenamente
estética.
A medida que se fue consolidando el concepto, comenzaron a
producirse los primeros estudios dedicados a la literatura, intentando hacer
una reflexión crítica sobre ella, partiendo de la historia y del saber que existe
una amplia gama de “historias literarias” imposible de delimitar, pues no hay
una manera de englobar todo lo que ella abarca. En tal sentido, aparecen a
finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII las primeras concepciones de
literatura.
Para 1797, Jovellanos, escritor español, compone su discurso “Oración
sobre la necesidad de unir el estudio de la Literatura al de las Ciencias”,
donde emplea la expresión “buenas letras” para referirse al arte de la
expresión escrita. En Francia y Alemania comienzan a aparecer textos como
“Elementos de la literatura” (1787) de Marmontel, escritor y dramaturgo
francés, o “De la literatura considerada desde las instituciones sociales”
(1800), escrito por la filósofa francesa Madame de Staël, donde se emplean
términos similares para hablar de dicho arte.
Entre 1782 y 1806 Juan Andrés, jesuita español, publica “Origen,
progresos y estado actual de toda la literatura”, donde se comienza a aplicar
el término “literatura” de manera más formal y da pie a una nueva concepción
de literatura:

Mi intento, tal vez demasiado temerario y atrevido, es dar una


perfecta y cabal idea del estado de toda la literatura, cual no creo
se encuentre en autor alguno. Tenemos infinitas historias
literarias, unas de naciones, provincias y ciudades, otras de
ciencias y artes particulares, todas en verdad utilísimas para el
adelantamiento de los estudios (p, 52).

Desde los inicios, la literatura ha surgido como un reflejo del mundo.


Por ello, los primeros textos que se muestran como literatura tienen un
profundo sentido mitológico y religioso, que habla de las prácticas y
creencias; quienes vivían en aquel momento manejaban, hechos sobre
tablillas de madera, cuevas y tradiciones orales que datan del siglo V hacia
atrás, que fueron escritas y estudiadas posteriormente. A partir del siglo VI,
comienza a conocerse la literatura medieval, que se enfocaba en la
formación de las sociedades que hoy se conocen y que abarca una
pluralidad de escritos que van desde los más sagrados hasta los más
profanos; entre ellos destacan Amadís de Gaula y El cantar del Mio Cid, que
reflejan el cambio social para aquella época y el surgimiento de los
caballeros como figuras que persiguen un ideal que los lleva a la aventura,
intentando mantener sus principios.
Esto dio pie a lo que se conoció como Edad Moderna, desde el siglo XV
en adelante, donde surgieron movimientos literarios como el Renacimiento,
donde comienza a verse la distinción de géneros literarios, que se conocían
como poesía lírica, épica y dramática, que se ejecutaban bajo una serie de
parámetros y que dieron pie a obras como La Divina Comedia y La Celestina,
que se debatían entre el drama y la comedia para mostrar actitudes y
cuestionamientos morales hacia los miembros de una sociedad. A partir de
allí, comienza la época del Barroco, que trajo a escritores fundamentales
como Luis de Góngora y Argote, Lope de Vega o Tirso de Molina, que
rompieron con las reglas y dieron pie a la libertad artística y la fusión de
géneros.
En el siglo XVIII se recupera de nuevo la concepción clásica del género
literario y se le otorga al movimiento el nombre Neoclasicismo, ya que
recupera las formas antiguas y rigurosas de escritura y comienza a distinguir
los géneros literarios y a evaluar las obras como mayores (tragedia y épica) y
menores (lírica, comedia, canciones), trayendo consigo nuevas reglas y
grandes hombres como Voltaire, Montesquieu y Rosseau, enfocándose la
renovación del conocimiento dentro del nuevo mundo.
Luego de dicho proceso, comienza a gestarse el Romanticismo en el
siglo XIX, que se abre ante los sentimientos del autor y que se queja ante el
surgimiento de la modernidad, a través de obras como Los Miserables, Las
desventuras del joven Werther o Frankenstein, que hablan del sufrimiento del
hombre en sociedad y su interacción con el mundo formado y estudiado en
los movimientos anteriores. Desde el siglo XX se conoce como literatura
moderna todo lo publicado y se basa en la relación de la humanidad con la
modernidad y una sociedad avasallante que evoluciona a pasos agigantados
y que construimos día a día.
En sí, se puede ver que la literatura parte de realidades muy
heterogéneas, que vienen de distintos tipos de cultura o de escritura, dando
origen a las distinciones que hoy en día se conocen. Paulatinamente, van
forjándose conceptos a través de las obras que permiten definir su formación
hasta llegar a lo que es hoy en día. A partir de allí, han surgido diversos
postulados sobre la idea que se ha tenido sobre ella a lo largo de la historia,
es decir, se ha podido ver cómo ha ido evolucionando.
Hoy en día y gracias a la evolución que el concepto y el objeto de la
literatura ha tenido, entendiéndola como un uso particular del lenguaje, se ha
podido apreciar que en un principio fue concebida como una actividad
plenamente estética y comunicativa, que narraba lo que sucedía y que, con
el tiempo, ha llegado a ser lo que en la contemporaneidad se conoce como
literatura, que se encarga de manejar un sentido universal, que incluye la
crítica, la denuncia y la expresión de un tema particular, que es el reflejo de
la humanidad y permite que la sociedad se haga en ella, siendo así un
impulso a cuestionar lo dicho, que se enmarca dentro de un canon
establecido.
En tal sentido, se toman los planteamientos del crítico Meyer Howard
Abrams, que se basó en los cuatro elementos que forman parte de la
literatura: autor, lector, obra y universo, para armar cuatro concepciones
básicas para formular su idea a lo largo de la historia.
Según el autor, la concepción mimética es la más antigua conocida y se
basa en la idea de que el arte es una imitación, bien sea de las acciones
humanas, la naturaleza o de la realidad. Por otra parte, la concepción
pragmática plantea una fundamental relación entre la obra y el lector, pues
supone que la primera es un vehículo para producir algo entre ambos, bajo la
creencia de que la literatura es un instrumento con una finalidad moral, que
disfraza una enseñanza o doctrina, que busca una determinada respuesta en
los espectadores, cosa que dominó la literatura hasta el siglo XVIII, donde
comenzó a verse “lo bello” como un medio para “instruir”.
En ese mismo orden de ideas, destaca la concepción expresiva donde
se desplaza ese interés hacia la espontaneidad del autor, donde la
subjetividad y las necesidades emotivas del escritor son la causa y la
finalidad del arte. Así, se valora la contemplación interior y se afirma como
prioritario todo lo que parte de la razón y el corazón, siendo producto de la
imaginación, que se expresa mediante un lenguaje simbólico cuyo significado
se encuentra detrás de lo aparente. Como consecuencia de esa valoración,
el autor propone una concepción objetiva que se basa en ver la literatura
como un lenguaje con un valor en sí mismo, que se une con la recepción del
lector, con la intención del autor y con la subjetividad del mundo, en un arte
que solo responde a sí mismo.
Al hablar de la concepción de literatura, de ese conjunto de elementos
que copulativamente intervienen en la formación de su concepto, se parte de
su origen como una construcción humana que inicia con la razón y que es el
reflejo del quehacer del hombre, dejando ver su grado del pensar que
construye la literatura. Por ello, ha sido vista desde ángulos distintos que la
han hecho evolucionar, pues surgió como un uso especial de la escritura,
que formaba parte de una burguesía intelectual y que poco a poco fue
bajando de estrato y cambiando de uso, hablando desde la formación de
nuevas sociedades, hasta la crisis del hombre moderno dentro de un mundo
tecnológico.
En un primer momento, lo que convierte a la literatura en un medio
fundamental y singular es su ejemplaridad y universalidad, pues conduce
según indica Culler (2000) a “comprometer nuestra mente en cuestiones
éticas e inducirnos a examinar conductas humanas” (p. 51). Por ello, hoy en
día se puede observar su concepción desde una visión que permite afirmar
que lo literario es un concepto inestable por sus diversos puntos de vista, que
hoy en día se ven como una expresión artística que ha evolucionado hasta
convertirse en un medio definible según el lector.
Gestación de la actual definición de literatura en los siglos XVIII y
XIX.
Lo que hoy en día se llama literatura se compone de discursos y obras
que utilizan el lenguaje en pro de un objetivo y que ha ido evolucionando con
el tiempo. Solo desde el origen e podrá entender la literatura en estos
tiempos, por ello, se parte del siglo XVIII, donde comienza a surgir este
concepto, para el análisis.
A finales del siglo XVIII se van estructurando distintas concepciones
sobre literatura, dando origen a la que la ha delimitado como el arte de la
expresión verbal, sin limitarse únicamente, como se venía haciendo, a
nombrar, de manera general los escritos y el conocimiento derivado de los
libros. Ya se hablaba de que la literatura adorna, enriquece y avalora el
espíritu, dando pie a que se vea como un medio artístico que dota a la
palabra de hermosura y perfección.
A lo largo del siglo XVIII el uso del término literatura se hace más
frecuente, a la vez que su sentido se va modificando. Tomando en cuenta los
planteamientos de Eagleton (1998), se observa que en el siglo XVIII el
concepto de literatura abarcaba todo el conjunto de escritos apreciados en la
sociedad, que iban desde la filosofía hasta las cartas y poemas. Se veía un
texto como literario según como se adaptaba a ciertas normas de la cultura y
las letras, bajo un criterio plenamente ideológico, que incorporaba los valores
y los gustos de una clase social particular para clasificarlo como tal. Por ello,
dicho concepto estaba impregnado de valores morales de esa época que se
afianzaban en la expresión verbal y escrita, a través de conceptos
fundamentales sobre la razón, la naturaleza, el orden o el decoro que se
simbolizaban en el arte, al que podían acceder ciertos estratos de la
sociedad.
El sentido la literatura fue creciendo pues se incrementó su
“importancia, porque hacía falta buscar la unión de las clases medias, cada
vez más poderosas pero espiritualmente burdas, con la aristocracia
gobernante, difundir las buenas maneras, los gustos "correctos" y las normas
culturales de aceptación general” (Eagleton, 1988, p. 15), lo que incluía un
conjunto de instituciones ideológicas que se paseaban entre tratados
estéticos, manuales de moralidad y cuestiones sociales. Así, se puede ver
que para aquel momento la literatura no se asociaba con conceptos como
“búsqueda personal”, “imaginación”, “experiencia”, “denuncia” y un largo
etcétera con el que la asocia hoy, sino que se vinculaba únicamente al uso
de la palabra de un modo distinto al coloquial.
No es hasta el siglo XIX que, tras el período romántico, las definiciones
de “literatura” comienzan a tomar fuerza, pues lo literario empieza a
convertirse en un sinónimo de lo imaginativo y se escribe sobre lo que
sucedía a través de escenarios aparentemente inexistentes. Dicho arte
aparece, entonces, como un medio espontáneo, creativo, con profundos
nexos sociales, políticos y filosóficos, bajo un modo técnico de escribir, que
se convirtió en un vehículo para la ideología y la imaginación, cuya misión se
basó en transformar a la sociedad mediante las letras en nombre de los
valores y el sentir social, bajo un compromiso con el contexto histórico.
Por ello, en el siglo XIX, la literatura se consolida y comienza a alejarse
de cuestiones plenamente estéticas para tomar un sentido social, bajo una
alternativa absoluta ante lo que sucedía en el mundo, defendiendo causas
que se consideraban menores, dando pie a la visión estética y reflexiva que
hoy en día se maneja sobre literatura, ya que comenzaron a adquirir un
nuevo significado, pues ella misma era su propia finalidad, muy por encima
de cualquier otro carácter, siendo el arte un ejercicio libre, donde los nexos
sociales e ideológicos fueron desplazados, para trabajar a favor de un bien
común en pro de construir un modelo ideal (o todo lo contrario) de la
sociedad humana como lo se le conoce hoy en día.
El mencionado autor sostiene, que esto sucede gracias al fracaso de
la religión a partir del siglo XIX. A mediados de la época victoriana, esta
forma ideológica se vio en problemas, pues ya no movía masas como solía
hacerlo, corriendo el peligro de esfumarse. Por ello, preocupaba pues la
religión ofrecía una forma muy eficaz de control ideológico, que comenzaba a
perder las posibilidades de seguir sobreviviendo, ya que el “cemento social
excelente dentro de una misma organización que abraza al campesino
devoto, a la clase media culta y liberal y al intelectual interesado en la
teología” (p.18 ); dejó de tener validez dentro de la racionalidad.
A partir de allí, se ve a la literatura como un medio de salvación que, de
no haber surgido de una honda crisis ideológica, no tendría la abundancia
que hoy en día se le conoce. Al respecto, Eagleton (1988) sostiene que:
A medida que la religión deja de proporcionar el cemento social,
los valores afectivos y las mitologías básicas que sirven de
soldadura en medio de la turbulencia social de una sociedad
dividida en diversas clases, la literatura se va transformando, a
partir de la época victoriana, en vehículo destinado a transportar
esa carga ideológica. (p. 18)

Así, la literatura comenzó a ser un medio para transformar a la sociedad


y controlarla desde todos sus estratos, como lo sigue haciendo en la
modernidad, bajo una labor humanizadora que suministra un escudo contra
el fanatismo y extremismo en todas sus variaciones. Desde el siglo XIX, la
literatura se ocupa de valores humanos universales y deja de lado cualquier
tipo de trivialidades, abriéndose para mostrar una verdad por encima de una
vida externa. Gracias a esas visiones, la literatura entrena a las masas para
adquirir el hábito del pensar y las convence de que existe otro punto de vista
más allá del propio. Hace partícipe al ser humano de una universalidad
avasallante, dentro de una actividad solitaria y contemplativa, dirigida al
mundo desde las emociones y la experiencia, en una misión ideológica que
está presente hasta la actualidad.
Por ello, se puede concluir que el sentido de la literatura comenzó en el
siglo XVIII y ha evolucionado hasta convertirse, en palabras de Culler (2000)
en el “vehículo de la ideología o que un instrumento para desarmarla”(p.28 ).
Bibliografía.

Culler, J. (2000). Breve introducción a la teoría literaria. Barcelona. Editorial


De Bolsillo. Disponible:
https://ayciiunr.files.wordpress.com/2014/04/0breve_introduccion_a_la_teoria
_literaria_01.pdf. (Consulta 2018, febrero 01).

Eagleton (1988). Una introducción a la teoría literaria. México. Fondo de


cultura económica. Disponible:
https://direccionmultiple.files.wordpress.com/2012/08/6542615-eagleton-terry-
una-introduccion-a-la-teoria-literaria.pdf (Consulta 2018, febrero 2).

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