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Capitulo II

Salud Mental

2.1 Como se construye la identidad de género de las mujeres

Largarde (2012) menciona que es un proceso que se va construyendo desde el

aprendizaje temprano, cuando todavía no existe posibilidad de pensamiento crítico en el niño o la

niña. En ocasiones se realiza de forma expresa, pero generalmente se produce de forma no verbal

e inconsciente, mediante los modelos de género familiares, del padre y de la madre, aplicando

enérgicos “refuerzos afectivos” a las hijas o hijos que son siempre fortalecidos en la misma

dirección, por el resto de los agentes socializadores (escuela, religión, medios de comunicación,

publicidad, etc.).En un principio, se parte de refuerzos afectivos semejantes para niños y niñas,

pero después de los primeros años se van introduciendo otro tipo de refuerzos de género, para las

mujeres, que son todos los relacionados con el ser y estar para los demás (ser buena hija,

hermana, esposa, madre, amiga, compañera), con la búsqueda del amor romántico (el buen

esposo) y, posteriormente del amor desinteresado que ofrecen los hijos. Todos estos mandatos de

género apoyados en lo afectivo se van interpretando en pensamientos, emociones y conductas de

género aprendidas, que guían a cada persona según el modelo impuesto, convirtiéndose en su

propia identidad de género.

Siguiendo a Lagarde en el año 1994 indica que la identidad de las mujeres “es el

conjunto de características sociales, corporales y subjetivas que las caracterizan de manera real y

simbólica de acuerdo con la vida vivida”. Es posible proponer que desde el punto de vista social,

existe una legitimación ideológica del conjunto de comportamientos y/o conductas que se
asignan a la mujer. Casanova (1989), menciona que tales comportamientos conforman “mitos”

sobre un deber de ser femenino. Estos serían transmitidos a través de la sucesión generacional de

abuela, madre e hija, los que a su vez los refuerzan diversas instituciones sociales para la

sustentación del sistema imperante. La condición de la mujer está constituida por el cúmulo de

características de un mismo conjunto genérico que comparten.

Basaglia, (en Lagarde, 1994). Señala que se define a la mujer como un ser social y

cultural genérico, como ser para y de los otros, el deseo femenino organizador de la identidad, es

el deseo por los otros”

Brenes (1990) sintetiza las características centrales de la mujer: anteposición de las

necesidades de los otros a las suyas propias, no expresar sus opiniones para no ofender o como

una forma de gentileza hacia los demás, no tomar iniciativas. Asimismo muchas veces se plantea

el ser para otros como el eje constitutivo de la feminidad, “quizá no haya nada que movilice tanto

a una mujer como el tratar de poner sentido a su vida actuando de ‘samaritana’ con otro más

necesitado que ella”(en Santa Cruz,1997)

La ideología del altruismo femenino las lleva a enfatizar la búsqueda de consensos, y no

la confrontación de intereses hacia los demás. El discurso moral materno, que se desprende de la

definición tradicional que la familia nuclear hace de la identidad femenina, tiene que ver con una

identidad congelada y tradicional en los roles de madre y esposa. Para Schmuckler (1988) el

discurso moral materno prepara a la mujer para entregar su vida a sus hijos y el sacrificio

personal que ella les brinda para el bienestar de ellos. Las mujeres no deben reconocer el interés

por sí mismas como personas, aceptando en exclusividad su rol maternal para garantizar la

unidad familiar. Se define de esta forma la identidad femenina como altruista, en que sus deseos

personales se invalidan frente al discurso moral materno. La madre, así definida no puede
discriminarse del grupo familiar con deseos o fines diferenciados, y menos aún reconocer que

estos deseos puedan estar en contraposición con el grupo.

Las raíces de esta configuración de la identidad en la mujer, es posible rastrearlas en la

historia de la humanidad. Existen relatos muy ancestrales que aluden a diversas figuras que

inciden directamente en la producción de una valoración hacia la mujer. Esta serie de íconos se

inicia inevitablemente con Eva, la primera mujer, la extraída de la costilla de Adán,

paralelamente el relato menos conocido de Lilith, una mujer demoníaca y anterior a Eva, que

habría abandonado a Adán por haber insistido en gozar de completa igualdad con su marido. Eva

es desde este punto de vista, el prototipo de mujer deseable dentro del orden patriarcal; esposa,

fiel y obediente, madre múltiple y sufrida.

Casanova (1989) concluye que a partir de este relato que la mujer no habría sido hecha

libremente, sino en función del hombre, derivada de otro, “el mito de Eva es el relato de la

esclavitud como castigo divino”. Otra de las figuras centrales es María, el prototipo de la

abnegación y la pureza, a juicio del autor, la santidad más absoluta estriba en la maternidad

virgen. La Virgen se convierte en el modelo de las mujeres. Escogida por Dios, madre de su hijo,

dispuesta a todo sacrificio, mártir del dolor. Así el mito de la virginidad en nuestra cultura, anula

la vida sexual de la mujer, en post de la maternidad. De esta forma se va construyendo lo

femenino ligado a estas figuras ancestrales, con un contenido fuertemente maternal signado por

la entrega y el sacrificio, así otra de las conceptualizaciones que se desprenden de los íconos

femeninos que la historia plantea, es el “instinto materno”.

Para Badinter (1981) apoyar el amor maternal solo en un instinto, implica aceptar que

este comportamiento se encuentra consolidado en la naturaleza de la mujer, en donde no importa

el tiempo y lugar que la rodeen. Por lo que supone que, al convertirse la mujer en madre,
encuentra en la maternidad su nueva condición, como si se tratara de una actividad preformada,

mecánica y necesaria. Se educa a la mujer y se le transmite la creencia de que el amor brindado

por una madre es diferente.Es imposible desconocer que el amor-materno se haya ligado a la

tradición y el deber, y que éste no se presenta de manera espontánea en cuanto nace el niño.

Siguiendo a Friday (1981) “esta es la tiranía de la noción de instinto maternal, con ella se

idealiza la maternidad más allá de la capacidad humana, la madre siente una mezcla de amor y

resentimiento, de afecto e irritación ante el hijo, pero no puede permitirse saberlo”. En la cultura

la identidad femenina parece estructurarse en gran parte alrededor de la maternidad, aún hoy, una

gran mayoría de mujeres afirman que una mujer sin hijos está incompleta, que la educación de

las mujeres se sigue dirigiendo a su papel de madre y esposa, que para muchas adolescentes un

embarazo es, sencillamente, la reconfirmación de su condición de mujeres precisamente en la

etapa de la vida en que debe consolidarse la “identidad sexual” (Corona y Ehrenfeld, 1985).

Sin embargo en toda esta asignación cultural e histórica es preciso verificar, a juicio de

Lagarde (1994) una transformación relevante que viven las diversas sociedades contemporáneas,

que es la desestructuración de la identidad femenina patriarcal. En ámbitos diferentes ocurren

cambios sociales, económicos, políticos, científicos y culturales que contribuyen a la

transformación esencial de la feminidad, del ser mujer y de las mujeres mismas. Dichos cambios

han ocurrido a las mujeres, a los hombres, a la organización genérica, en la sociedad, en las

instituciones civiles y políticas o la misma cultura. Se plantea entonces que la división genérica

del trabajo ya es otra. Ya no corresponde a la división sexual tradicional, que colocaba

(ideológicamente) a las mujeres en la reproducción y a los hombres en la producción. Ahora de

manera unilateral las mujeres están en ambos espacios. Sin embargo, en la vida privada y

doméstica su trabajo es invisible.


(Larguía, 1977), en lo público es infravalorado y se considera impropio e inadecuado para

la mujer, a pesar de la evidencia milenaria de que es su espacio, simplemente porque siempre ha

producido. Se ha revisado entonces los fundamentos en los cuales se asienta la construcción

cultural de la feminidad, y las transformaciones que implica la inserción laboral de la mujer en lo

público, sin embargo es preciso profundizar aún más en el imaginario social que homologa mujer

con madre, una teoría que dibuja en el culto mariano la expresión fundamental de la feminidad, y

que se cruza con el modelo de presencia/femenina y ausencia/masculina en las relaciones de

género.

2.3.3 Síndrome de género: víctimas de abuso sexual en la infancia

Baita y Moreno (2015) manifiestan que el abuso sexual infantil o infanto-juvenil (ASI)

es una forma de violencia a la infancia. Sin embargo, su tratamiento en todas las instancias de

intervención presenta diferencias con el de las otras formas de violencia, y de manera especial en

la intervención que se lleva a cabo en el ámbito de la justicia.La violación hace referencia a un

episodio único, violento, en el que es común que se utilice la fuerza física de manera inmediata o

la amenaza de vida (por ejemplo, a través del uso de un arma), para lograr el sometimiento

instantáneo de la víctima y evitar o reducir la posibilidad de resistencia. En lo general es llevado

a cabo por un desconocido y el contacto del violador con la víctima comienza y termina en la

acción de violación. En cambio, el abuso sexual se desarrolla a lo largo de un tiempo a través de

una vinculación progresiva cuya finalidad última es el acceso al cuerpo del niño. Una vez que el

abusador sexual llega al contacto con el cuerpo del niño, ese contacto puede progresar a lo largo

del tiempo en su nivel de intrusividad, e incluso llegar a una penetración completa, propia de una
relación sexual. Es decir que, por lo general, existe un proceso en cuyo desarrollo el niño, niña o

adolescente queda entrampado por el adulto en un modo particular de relacionarse.

El abuso sexual infantil no ocurre solo en poblaciones marginales sino que abarca todas

las culturas y todas las clases sociales. La estimación de mayor demanda que hay en la actualidad

se debe a que recién ahora las personas involucradas se están animando a denunciarlo, lo que se

refleja en una mayor cantidad de consultas, tanto en el nivel hospitalario como en el privado.

El diagnóstico no es nada fácil y como suele pasar desapercibido durante mucho tiempo

deja marcas emocionales, que cuanto más antiguas, más difícil son de tratar. La confirmación

diagnóstica es difícil y se basa en el relato del niño, sus juegos, la historia clínica, el examen

físico y los exámenes complementarios. Sin embargo, pocas son las veces que se encuentran

signos físicos de certeza como los relacionados con enfermedades venéreas, desgarros en zona

genital o embarazo. La sospecha llega al consultorio por la demanda familiar (en general la

madre) o por sospecha de un profesional (médicos, maestros) ante signos indirectos

(masturbación compulsiva, lesiones genitales, vulvovaginitis reiteradas, trastornos de sueño,

enuresis, etc.).

El ámbito más frecuente donde se produce el abuso es el ámbito familiar, lo que hace su

abordaje más problemático. Cuánto más cercano a la familia es el acto de abuso más difícil es

trabajar, teniendo en cuenta, además, que en el caso de niños pequeños o personas con

discapacidad, la información solo llega a través de terceros.

Faller (2007) plantea que el abuso sexual es un tema social altamente controversial, Tanto

si se cree como si no se cree en una denuncia de abuso sexual, esto puede tener consecuencias

graves y de largo alcance para el niño, el adulto y las instituciones involucradas en dichos
alegatos. Por ejemplo, descreer de un develamiento apropiado por parte del niño puede dejar a la

víctima enun terrible riesgo. Por otro lado, creer, incorrectamente, que un niño ha sido abusado

sexualmente puede tener efectos devastadores, principalmente para el acusado.Entre los temas en

disputa en el abuso sexual se encuentran los alcances del problema, la exactitud de los relatos de

abuso del niño y del adulto, las técnicas y estrategias utilizadas por los profesionales al evaluar e

investigar los alegatos de abuso sexual, los métodos para la toma de decisiones acerca de la

probabilidad de que haya sucedido el abuso sexual, las intervenciones apropiadas en estos casos,

y el impacto del abuso sexual en las víctimas.

En América latina, 1 de cada 5 niños son abusados por un familiar cercano; en más del

50% hay evidencias de situaciones incestuosas; el 80% son amigos, vecinos o parientes.

Parece no haber una definición universal acerca de qué constituye el abuso sexual

infantil. La claridad de algunas de estas definiciones es obviamente útil, pero existen variaciones

considerables entre las que se adoptan en los diferentes estudios. Estas variaciones resultan muy

importantes porque pueden explicar algunas de las que se observan en las estadísticas de abuso

sexual infantil.

Horno, Santos y Molino (2001) manifiestan los efectos de la vivencia de unincesto en el

desarrollo evolutivo delniño o la niña varían según lassiguientes categorías:

 La duración del abuso (prolongado/esporádico) y su frecuencia del mismo. Cuanto más

frecuente y más prolongado es, más graves son sus consecuencias.


 La intensidad y el tipo de abuso. Depende del tipo de abuso al quesea sometido un o una

niño oniña, si se usa o no violencia, sihay o no penetración, lasconsecuencias del hecho

en eldesarrollo de la persona afectada.

 El uso o no de violencia física (agresión o abusos sexuales). Hay que entender que la

relación en está variable no es directa y lineal. Hay casos de abuso sexual en los que no

se emplea la violencia pero sí la manipulación, laamenaza o el engaño como lamayoría de

casos de incesto yaque en estos casos el agresor esconocido por la víctima.

 Losefectos serían mucho másprofundos y dañinos en eldesarrollo del niño o de la

niñarespecto de una agresión sexualpuntual, aunque haya violenciafísica. En otros casos

no será así, pero es fundamental la evaluaciónindividualizada de cada caso, cara su

abordaje terapéutico sinningún criterio a priori.

 La edad del agresor y de lavíctima. Tampoco este factorpresenta una relación lineal,

másbien depende del caso individual. Existen casos de incesto entre iguales con

consecuenciasgravísimas para el niño o la niña. Sin embargo, en principio ladiferencia de

edad es un agravante ya que acrecienta el abuso depoder, dificultándole al niño o a laniña

la revelación y, por lo tanto haciendo más probable surevictimización.


 La identidad del abusador (abusointrafamiliar o extrafamiliar), es decir, la relación previa

existenteentre el agresor y la o elsobreviviente. Las consecuenciasde un abuso son

siempre muchomás graves cuando existe unarelación afectiva previa entre elagresor y la

víctima, bajo talcondición este abuso toma elnombre de incesto.

 Características de personalidaddel niño o niña. Variables comosu asertividad o sus

habilidades sociales y cognitivas modulan losefectos de la vivencia del abusosobre el

niño.

 Ejecución y motivación. Losefectos del incesto se encuentrantambién condicionados no

solopor la ejecución del incesto, a la que se refieren todas las variablesanteriores, sino

también a lamotivación que guía la comisióndel hecho.

 Número de abusadores. Cuando elabuso ha sido perpetrado porvarios agresores, la

gravedad delas consecuencias para la o elsobreviviente se incrementa.

Mujeres para la salud (2012)Los abusos sexuales infantiles mayormente ocurren a lo

largo de mucho tiempo, meses o hasta incluso años. Se producen en todas las clases sociales y

en muchas niñas. Ello queda grabado profundamente en el interior de estas,pero

paradójicamente, en muchos casos los “olvidan”, como un mecanismo de supervivencia y sólo lo

vuelven a recordar en circunstancias muy específicas, como por ejemplo a veces ocurre durante

sesiones terapéuticas. Los síntomas que experimentan las víctimas de abuso sexual infantil,

coinciden, en el 70%, con la sintomatología propia de un estrés postraumático.


Durante el tiempo en el que las niñas están sufriendo los abusos, manifiestan diversos

miedos, problemas para conciliar el sueño, pesadillas y confusión, sobre todo sentimientos de

culpa, vergüenza, ira e incapacidad para dominar estas emociones. Se sienten indefensas ante el

mundo masculino, llegando a confundir el sexo con el afecto, los cuidados, el poder y el cariño.

Mientras en la pubertad, la mayoría de las abusadas suelen padecer secuelas similares,

entre las que destacan: dolores estomacales, cefaleas, trastornos del sueño y de la alimentación,

problemas de concentración, problemas menstruales, rechazo al propio cuerpo, baja autoestima,

depresión, ansiedad, fobias, comportamientos autoagresivos y autodestructivos, llegando incluso

a mutilarse con cortaduras, quemaduras y golpes.

Los efectos a lo largo del tiempo son comparativamente, menos frecuentes que las

consecuencias iniciales, sin embargo el abuso sexual infantil forma un importante factor de

riesgo para el desarrollo de una gran diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta.

La información actualmente disponible tampoco permite establecer en esta etapa vital un único

síndrome específico, o conjunto de síntomas diferenciados, asociado a la experiencia de abuso

sexual, afectando éste a diferentes áreas de la vida de la víctima; así como no permite confirmar

la existencia de una relación lineal entre la experiencia de abuso sexual infantil y la presencia de

problemas psicológicos en la edad adulta, existiendo múltiples variables que parecen incidir en

esta relación. Los efectos a largo plazo del abuso sexual infantil han sido considerados

especulativos, destacando la dificultad que entraña su estudio, especialmente al ser comparados

con las consecuencias iniciales, y principalmente dada su interacción con otro tipo de factores

relacionados con el paso del tiempo (López, 1993).

Cuando llegan a la adultez llegan a desarrollar una serie de desórdenes psicológicos

derivados de la experiencia traumática a ello se le denomina Síndrome de Genero de Victimas.


Un conjunto de síntomas complejo que es necesario conocer para entender el sentido y

significado de sus conductas y sus reacciones.

Las alteraciones que caracterizan este Síndrome están relacionadas con las siguientes

áreas:

• Alteraciones en la regulación del afecto: experimentan estados de ánimo cambiantes,

preocupaciones suicidas crónicas, autolesiones, ira explosiva o inhibida, sexualidad compulsiva

o extremadamente inhibida.

• Alteraciones de la consciencia: sufren amnesia o hipermnesia para los hechos

traumáticos, episodios disociativos transitorios, despersonalización, experiencias revividas,

intrusivas o en forma de preocupaciones constantes.

• Alteraciones en la autopercepción: tienen fuertes sentimiento de invalidez, vergüenza o

culpa, sentimientos de deshonra o estigmatización, sentimiento de ser completamente diferente a

las otras personas. Pueden sentirse especiales o en total soledad, o creer que nadie puede

entender lo que le sucede.

• Alteraciones en la percepción de su agresor y en su relación con él: desde sentimientos

de venganza y atribuciones no realistas del poder del agresor, hasta quitar importancia a la

experiencia de abusos, idealización, sentido de relación especial o sobrenatural, aceptación del

sistema de valores o de racionalizaciones del agresor.


• Alteraciones en las relaciones con los demás: muchas abusadas necesitan aislamiento y

retiro, interrupción de relaciones íntimas, búsqueda repetitiva de un salvador, falta de confianza

permanente en los demás y fracasos repetitivos en la protección a sí mismas.

• Alteraciones en el sentido de permanencia: es muy frecuente experimentar pérdida de

fe, sentido de desesperanza y desesperación.


REFERENCIAS

Baita y Moreno (2015)Abuso sexual infantil Cuestiones relevantes para su tratamiento en la

justicia. UNICEF Uruguay. Recuperado

de:file:///C:/Users/Jose%20Rodriguez/Downloads/Abuso_sexual_infantil_justicia.pdf

Horno, P., Santos, A., Molino, C. (2001).Abuso sexual infantil: Manual de formación para

profesionales. Barcelona: Save the Children.

López, F. (1993). Efectos de los abusos sexuales a menores. En II Congreso Estatal sobre

Infancia Maltratada. Bilbao: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.

Victoria-Gasteiz.

Marcela Largade (2012) Cómo se construye la Identidad de Género de las Mujeres. Mujeres para

la salud. Atención especializada para mujeres. Revista A.M.S. Recuperado de:

http://www.mujeresparalasalud.org/spip.php?article54

Lagarde, M. (1990). Identidad Femenina. Recuperado de

:www.posgrado.unam.mx/publicaciones/omnia/anteriores/20/04.pdf
Muñoz (2015) Construcción de Narrativa de identidad de género femenina mujeres

víctimas de violencia sexo- amoroso. Universidad de Chile. Recuperado

de:http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/136100/Tesis%20Final%20Co

munitaria_Alina%20Mu%C3%B1oz.pdf;sequence=1

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