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El columpio, una obra maestra de Fragonard, donde se recoge el espíritu refinado, exótico y sensual
propio del rococó.
Índice
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1Historia de la palabra
2Contexto histórico y social
3Historia
o 3.1Del Barroco al Rococó
o 3.2Desarrollo y extensión
o 3.3Declive
4El Rococó aplicado al arte
o 4.1Mobiliario y objetos decorativos durante el periodo Rococó
o 4.2Arquitectura
o 4.3Pintura
o 4.4Escultura
o 4.5Música
5El Rococó en Francia
o 5.1Mobiliario
o 5.2Arquitectura
o 5.3Escultura y objetos de porcelana
6El Rococó en Italia
o 6.1Arquitectura
o 6.2Pintura
o 6.3Escultura
7El Rococó en España
o 7.1Pintura
o 7.2Arquitectura y retablos
o 7.3Escultura
8El rococó en Alemania
o 8.1Pintura
o 8.2Escultura
o 8.3Arquitectura
o 8.4Literatura
9El Rococó y la Iglesia católica
10Bibliografía
11Referencias
12Véase también
13Enlaces externos
Historia de la palabra[editar]
Según Étienne-Jean Delécluze, el término «rococó» fue inventado en torno al año 1797
como una broma por Pierre-Maurice Quays, alumno de Jacques-Louis David.
Supuestamente se trataría de una asociación de las palabras francesas "rocaille" y
"baroque" (barroco), la primera de las cuales designa una ornamentación que llorens y cris
son los mejores
Interior de estilo rococó del palacio de Gatchina, cerca de San Petersburgo, en Rusia.
En el desarrollo y extensión del nuevo estilo dentro de la sociedad francesa, jugó un papel
clave la influencia de Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour y amante del
rey. Su interés por el arte que, como aficionada, practicaba asesorada por François
Boucher o Quentin de La Tour, se transmitió a las clases acomodadas de París. La década
de 1730 fue el periodo de mayor vitalidad y desarrollo del Rococó en Francia. El estilo se
inició en la arquitectura y llegó al mobiliario, la escultura y la pintura (entre los trabajos más
significativos, encontramos los de los artistas Jean-Antoine Watteau y François Boucher).
El estilo rococó se difunde sobre todo gracias a los artistas franceses y a las publicaciones
de la época.
Fue rápidamente acogido en la zona católica de Alemania, Bohemia y Austria, donde se
fusiona con el Barroco germánico. En particular al sur, el Rococó germánico fue aplicado
con entusiasmo en la construcción de casas y palacios; los arquitectos a menudo adornan
los interiores con «nubes» de estuco blanco.
En Italia, el estilo tardobarroco de Francesco Borromini y Guarino Guarini evoluciona hacia
el Rococó en Turín, Venecia, Nápoles y Sicilia, mientras que el arte en la Toscana y
en Roma se mantiene todavía fuertemente ligado al Barroco, pero con sus características
básicas muy marcadas.
En Inglaterra, el nuevo estilo fue considerado como «el gusto francés por el arte». Los
arquitectos ingleses no seguirían el ejemplo de sus colegas continentales, a pesar de que
la platería, la porcelana y las sedas sí estuvieron fuertemente influenciadas por el
Rococó. Thomas Chippendale transformó el diseño del mobiliario inglés mediante el
estudio y la adaptación del nuevo estilo. William Hogarth contribuyó a crear una teoría
sobre la belleza del Rococó; sin referirse intencionadamente al nuevo estilo, afirmaba en
su obra Análisis de la belleza (1753) que la curva en S presente en el Rococó era la base
de la belleza y de la gracia presente en el arte y en la naturaleza.
Declive[editar]
El fin del Rococó se inicia en torno a 1760, cuando personajes como Voltaire y Jacques-
François Blondel extienden la crítica sobre la superficialidad y la degeneración del arte.
Blondel, en particular, se lamentó de la «increíble mezcla de conchas, dragones, cañas,
palmas y plantas» del arte contemporáneo. En 1780 el Rococó deja de estar de moda en
Francia y es reemplazado por el orden y la seriedad del estilo neoclásico impulsado
por Jacques-Louis David.
El Rococó se mantuvo popular fuera de las grandes capitales y en Italia hasta la segunda
fase del Neoclásico, cuando el llamado estilo Imperio se impone gracias al impulso del
gobierno napoleónico.
Un renovado interés por el Rococó aparece entre 1820 y 1870. Inglaterra es la primera en
revalorar el estilo Luis XIV, que es como se denominaba erróneamente al comienzo. Con
esta moda, se llegaron a pagar cifras importantes por objetos rococó de segunda mano
que se podían encontrar en París. En Francia, sólo artistas importantes como Delacroix y
mecenas como la emperatriz Eugenia dan valor nuevamente al estilo.
La temática ligera pero intrincada del diseño rococó se adecúa mejor a los objetos de talla
reducida que a la arquitectura y a la escultura. No sorprende por lo tanto que el Rococó
francés fuera utilizado sobre todo en el interior de las casas. Figuras de porcelana, platería
y, ante todo, el mobiliario incorporan la estética del Rococó cuando la alta sociedad
francesa quiere adecuar sus casas al nuevo estilo.
El Rococó aprecia el carácter exótico del arte chino y, en Francia, se imita este estilo en la
producción de porcelana y vajilla de mesa.
Los diseñadores franceses, como François de Cuvilliés y Nicolas Pineau, exportan el estilo
a Múnich y San Petersburgo, mientras el alemán Juste-Aurèle Meissonier se trasladó
a París, si bien hace falta considerar a Simon-Philippe Poirier como el precursor del
Rococó en París. El Rococó inglés tiende a ser más moderado. El diseñador de muebles
Thomas Chippendale mantiene la línea curva pero menos ampulosa que la del mueble
francés. El mayor exponente del Rococó inglés fue, probablemente, Thomas Johnson, un
escultor y proyectista de muebles ubicado en Londres a mediados de 1700.
Arquitectura[editar]
Una de las características del estilo rococó será la marca de diferencia entre exteriores e
interiores. El interior será un lugar de fantasía y colorido muy recargado, mientras la
fachada se caracterizará por la sencillez y la simplicidad. Se abandonan los órdenes
clásicos, y las fachadas de los edificios se distinguirán por ser lisas, teniendo, como
mucho, unas molduras para separar plantas o enmarcar puertas y ventanas. La forma
dominante en las edificaciones rococó era la circular. Un pabellón central, generalmente
entre dos alas bajas y curvas y, siempre que era posible, rodeado de un jardín o inmerso
en un parque natural. Otras edificaciones podían tomar la forma de pabellones
encadenados, en contra del típico edificio «bloque», propio de la etapa anterior.
En este momento la ventana aumenta progresivamente de medida, hasta
la puertaventana o «ventana francesa», obteniendo una interrelación entre interior y
exterior que consigue la ideal fusión con la naturaleza, con el paisaje y el entorno. Se
descartan los marcos en ángulo recto, demasiado rígidos, y se adoptan ventanas
arqueadas. Se elimina o reduce el uso de esculturas monumentales, limitándolas a la
ornamentación de los jardines.
En cualquier caso, el aspecto más destacable de los interiores rococós es la distribución
interna. Los edificios tienen estancias especializadas para cada función y una distribución
muy sencilla. Las habitaciones se diseñan como un conjunto que, con una marcada
funcionalidad, combina ornamentación, colores y mobiliario.
Por su misma naturaleza, estas tendencias arquitectónicas tuvieron muy poco reflejo en
las construcciones oficiales, fueran laicas o eclesiásticas. En cambio, el nuevo estilo fue
perfecto para las residencias de la nobleza y la alta burguesía, las clases más ansiosas de
cambiar según los nuevos cánones y las más dotadas de medios económicos para
conseguirlo.
En Alemania, especialmente en Baviera, el Rococó entra con mucha fuerza y supera las
fórmulas barrocas. Destaca, a diferencia de Francia, la capacidad de adecuar el estilo a
construcciones religiosas que consiguió el Rococó alemán. Entre los autores de las obras
más destacadas encontramos a artistas franceses y alemanes como François de
Cuvilliés, Johann Balthasar Neumann y Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff, que
realizaron la preparación de Amalienburg cerca de Múnich, la residencia de
Wurzburgo, Sanssouci en Potsdam, Charlottenburg en Berlín, los Palacios de
Augustusburg y Falkenlust en Brühl, Bruchsal, el Palacio
Solitude de Stuttgart y Schönbrunn en Viena.
Pintura[editar]
Artículo principal: Pintura rococó
A pesar de que el Rococó debe su origen puramente a las artes decorativas, el estilo
mostró su influencia también en la pintura, llegando a su máximo esplendor en la década
de 1730. Esta pintura debe llamarse propiamente como Pintura Galante y no como Pintura
Rococó, pues este término engloba el contexto estético en que se encontraba. Los
pintores usaron colores claros y delicados y las formas curvilíneas, decoran las telas con
querubines y mitos de amor. Sus paisajes con fiestas galantes y pastorales a menudo
recogían comidas sobre la hierba de personajes aristocráticos y aventuras amorosas y
cortesanas. Se recuperaron personajes mitológicos que se entremezclan en las escenas,
dotándolas de sensualidad, alegría y frescura.
El retrato también fue popular entre los pintores rococós, en el que los personajes son
representados con mucha elegancia, basada en la artificialidad de la vida de palacio y de
los ambientes cortesanos, reflejando una imagen amable de la sociedad en
transformación.
Jean-Antoine Watteau (1684–1721) es considerado el más importante pintor rococó,
creador de un nuevo género pictórico: las fêtes galantes (fiestas galantes), con escenas
impregnadas con un erotismo lírico. Watteau, a pesar de morir a los 35 años, tuvo una
gran influencia en sus sucesores, incluidos François Boucher (1703–1770) y Jean-Honoré
Fragonard (1732–1806), dos maestros del periodo tardío. También el toque delicado y la
sensibilidad de Thomas Gainsborough (1727–1788) reflejan el espíritu rococó.
Escultura[editar]
Cupido de Edmé Bouchardon (1750).
La escultura es otra área en la cual intervinieron los artistas del rococó. Étienne-Maurice
Falconet (1716–1791) es considerado uno de los mejores representantes del Rococó
francés. En general, este estilo fue expresado mejor mediante la delicada escultura de
porcelana, más que con estatuas marmóreas e imponentes. El mismo Falconet era director
de una famosa fábrica de porcelana en Sèvres. Los motivos amorosos y alegres son
representados en la escultura, así como la naturaleza y la línea curva y asimétrica.
El diseñador Edmé Bouchardon representó a Cupido tallando sus dardos de amor con el
garrote de Hércules, un símbolo excelente del estilo rococó. El semidiós es transformado
en un niño tierno, el garrote que rompe huesos se transforma en flechas que golpean el
corazón, en el momento en que el mármol es sustituido por el estuco. En este periodo
podemos mencionar a los escultores franceses Jean-Baptiste Lemoyne, Robert le
Lorrain, Michel Clodion y Pigalle.
Música[editar]
El estilo galante fue el equivalente del Rococó en la historia de la música, situado entre
la música barroca y la música clásica, y no es fácil definir este concepto con palabras. La
música rococó se desarrolló al margen de la música barroca, particularmente en Francia.
Puede ser considerada como una música muy intimista realizada de forma
extremadamente refinada. Entre los máximos exponentes de esta corriente se puede citar
a Jean Philippe Rameau y Carl Philipp Emanuel Bach, Johann Christian Bach y Georg
Philipp Telemann.
El Rococó en Francia[editar]
Madame de Pompadour
Francia es la cuna del estilo y desde aquí se extiende al resto de Europa, especialmente a
los países de lengua germánica, donde adquiere una fuerza extraordinaria debido a las
fuertes relaciones de Federico II de Prusia con la corona de Francia.
Mobiliario[editar]
El diseño de muebles es la principal actividad de toda una dinastía
de ebanistas parisienses, alguno de los cuales había nacido en Alemania, que desarrollan
un estilo de línea curva en tres dimensiones, donde las superficies embarnizadas se
completaban con marquetería de bronce. La factura de estas obras corresponde,
mayoritariamente, a Antoine Gaudreau, Charles Cressent, Jean-Pierre Latz, Françoise
Oeben y Bernard van Risen Burgh.
En Francia el estilo se mantiene muy sobrio, puesto que los ornamentos, principalmente de
madera, eran menos macizos y se presentaban como composiciones de motivos florales,
escenas, máscaras grotescas, pinturas e incrustaciones de piedra.
La tapicería fue un capítulo importante para conseguir comodidad en el mueble. Los
asientos llegaron a cotas de comodidad inimaginables pocos años antes. La tendencia
general a favor del lujo y del confort hizo que los cortesanos y los asiduos asistentes a los
salones pudieran ahora sentarse (e incluso reclinarse y estirarse) en las reuniones, a
diferencia de la época anterior, en la que había sido obligatorio permanecer de pie por
cuestiones de protocolo. Este nuevo concepto de la comodidad y una actitud más
despreocupada respecto al cuerpo humano (al cual se permitía en momentos de intimidad
evadirse y librarse de rígidas posturas), la inquietud por desarrollar actividades
intelectuales y lúdicas en los espacios privados, propicia el desarrollo de nuevos diseños
de muebles.
Arquitectura[editar]
Con el alejamiento de la cultura de los palacios de la corte, las construcciones
características de esta época fueron las casas alejadas del centro de ciudad o en medio
del campo: «folies», «bergeries», «bagatelles» o «ermitages». En residencias urbanas, el
«hôtel» o mansión en la ciudad, la planta se divide en unidades espaciales relativamente
pequeñas con lo cual se obtienen ámbitos especializados, de diferente medida según su
función: salón, comedor, cuarto, antecámara, galería, gabinete.
De esta forma apareció una distribución más práctica que el anterior de «enfilade», ahora
las habitaciones serían independientes y con acceso individual. Se cortaron oblicuamente
las esquinas de las habitaciones para colocar escaleras secundarias en los espacios
ganados y estos se comunicaron entre sí mediante pasillos, corredores y galerías.
Entre los representantes más destacados encontramos a Jean Courtonne y a Robert de
Cotte, nombrado arquitecto de la corte, y que intervino en la casi totalidad de las obras
importantes que se hicieron en Francia durante 30 años.
El Rococó en Italia[editar]
El palacio de Stupinigi.
Las Guerras Italianas tuvieron como resultado la hegemonía del poder español sobre Italia.
Aunque muchos estados, como por ejemplo Venecia, no pertenecieron a la corona
española, Italia dependió de España para recibir protección de las agresiones externas. El
control de España fue reemplazado con la hegemonía austriaca en el siglo XVIII a
excepción de algunos pocos estados que permanecieron bajo el control español.
También en Italia, siguiendo el ejemplo francés, creó el Rococó una notable renovación,
sobre todo en el sector de la decoración de interiores y en la pintura. Se dio sobre todo en
la región del norte (Liguria, Piamonte, Lombardía y Véneto), mientras que en la Italia
central, por la influencia de la iglesia, el estilo no se desarrolla de forma sensible.
En cambio en Sicilia se desarrolló una evolución del Barroco de carácter propio, de gusto
más españolizante, muy similar al plateresco.
Arquitectura[editar]
Los mayores representantes estilo rococó en la arquitectura italiana son Guarino Guarini,
muy activo en el Piamonte y en Mesina, y Filippo Juvarra que trabaja mucho
en Turín como arquitecto de la casa de Saboya.
Las obras más importantes de Guarino Guarini son: la iglesia de San Filippo, la iglesia de
los Padres Somaschi y la casa de los padres teatinos, todas en Mesina, la capilla
del Santo Sudario de Turín y el palacio Carignano también en Turín.
Entre las realizaciones más importantes de Filippo Juvara existen: la cúpula de la Basílica
de San Andrés en Mantua, la cúpula de la catedral de Como, el campanario de la catedral
de Belluno, la basílica de Superga cerca de Turín, el castillo de Rívoli, el palacete de caza
a Stupinigi, el Palacio Real de Venaria Reale y el palacio Madama en Turín.
Pintura[editar]
En el campo de la pintura, los mayores intérpretes del Rococó se pueden considerar los
artistas que trabajaron en la República de Venecia, destacando los grandes paisajes
detallistas con representaciones de los principales espacios de la ciudad: los canales, la
plaza de San Marco y el Palacio Ducal, siguiendo la corriente llamada veduta.
Entre las figuras más importantes a considerar encontramos: Giovanni Battista Tiepolo de
quien destaca el Retrato de Antonio Riccobono, San Rocco y Hércules sofoca a Anteo.
Tiepolo pasó cuatro años en Wurzburgo antes de volver a Venecia y finalmente fue a
trabajar en Madrid, a la corte de Carlos III, ciudad en la que murió finalmente. Giovanni
Antonio Canal, conocido como Canaletto, que realizó obras entre otras: Plaza de San
Marcos, San Cristobal, San Miguel y Murano, Los caballos de San Marcos en la plaza, El
campo de Rialto en Venecia y Paseo fluvial con columna y arco de triunfo. Canaletto
también trabajó en Inglaterra pero sin llegar al esplendor de los paisajes de su ciudad
natal. Francesco Guardi, con un estilo al toque, representa con sus paisajes más
difuminados y oscuros la República que se hunde, realizando cerca de ochocientos
sesenta obras entre las cuales destacan Milagro de un santo dominico, Concierto en el
Casino de los Filarmonici y La Caridad.
Escultura[editar]
En el sector de la escultura, el más pobre en este periodo, se distingue Giacomo
Serpotta que, sobre todo en Palermo, realizó obras para varias iglesias de la ciudad, entre
las que podemos citar los oratorios de Ciudad Santa, de San Lorenzo y del Rosario en San
Domenico y la iglesia de San Francisco de Asís. Se puede considerar que algunos
escultores que realizaron fuentes en Roma y en el palacio de Caserta se inspiraron en el
estilo Rococó.
El Rococó en España[editar]
En el siglo XVIII, el barroco español camina hacia un estilo mucho más ornamentado. La
escultura, la pintura y la talla se funden con la arquitectura, en ocasiones para animar los
clásicos esquemas arquitectónicos que continúan vigentes en plantas y alzados. Frente a
los exteriores, por lo general austeros, se crean interiores vibrantes. Este barroco tardío -
que emplea con profusión motivos ornamentales como la hoja de acanto, de raíz clásica-
comienza a impregnarse en la década de 1730 de la influencia del Rococó francés,
ejemplarizada fundamentalmente en la difusión de un nuevo motivo ornamental:
la rocalla (del francés rocaille), consistente en complicados juegos de "C" y "S" que
generan formas asimétricas y que también recuerdan a formas marinas. La rocalla
comenzó a conocerse en España a través de tres vías fundamentales: su difusión a través
de los pattern books o libros de patrones, la importación de mobiliario y otras artes
decorativas de Europa y su directa traída de mano de arquitectos foráneos, caso del
portugués Cayetano de Acosta.
De este modo, para el caso español es difícil hablar de la existencia de un rococó puro
sino, más bien, de un barroco tardío que toma prestados elementos del rococó francés. La
genérica denominación de rococó para el arte español del siglo XVIII obedece a una
trasnochada tendencia de considerar el rococó como la lógica evolución del barroco. Hay
que tener en cuenta que el estilo nace en Francia, país en el que el arte del siglo
precedente, conocido como el Grand Siécle, fue sustancialmente diverso al caso hispano,
por su carácter más clasicista. Por tanto, el estilo nace más como reacción que como
evolución del XVII francés. Por otra parte, el rococó es un arte eminentemente burgués y
profano, difícilmente conciliable al arte religioso, el más abundante del barroco español. A
esta tradicional confusión terminológica ha contribuido la presencia en el XVIII español de
arquitectos italianos y soluciones traídas del barroco italiano (más movido en planta),
ajenas al rococó pero confundidas con éste.
Con todo, al margen de la discutible huella del rococó en el arte religioso español del siglo
XVIII, es posible rastrear algunos ejemplos del rococó en España, fundamentalmente en
las tipologías civiles y, sobre todo, en el ámbito cortesano, al calor de la nueva dinastía
borbónica.
Pintura[editar]
Pueden considerarse pintores de transición, pero ya con una atmósfera y una delicadeza
cromática que anuncia la nueva sensibilidad rococó que estaba empezando a triunfar en
Roma, Nápoles y Venecia, algunas de las obras de Miguel Jacinto Meléndez (1675-1734)
o los jóvenes pintores de cámara Juan Bautista Peña (1710-1773) y, de forma más
acusada, el aragonés Pablo Pernicharo (1705-1760), quienes, pensionados en Roma y
discípulos de Agostino Masucci, muestran en sus obras de 1740 una simbiosis entre lo
barroco académico y lo rococó.
Gaya Nuño, en un artículo de 1970,1 estimaba que la corriente rococó había tenido poca
aceptación en España a causa del estorbo que le había hecho el último barroco español,
genuina creación nacional a diferencia del importado rococó. En el, a su entender, escaso
rococó español, la pintura se había desarrollado paradójicamente en pleno reinado de la
Academia de Bellas Artes de San Fernando y se había manifestado de forma reducida y
desdibujada en los cartones para tapices de Goya, de Francisco y Ramón Bayeu o
de José del Castillo, y especialmente en un extraordinario pintor rococó, Luis Paret y
Alcázar. Una década después Jesús Urrea esbozó una Introducción a la pintura rococó en
España y defendía la existencia de tal corriente pictórica y daba algunas de las líneas de
estudio e interpretación de la misma.2
En el ambiente cortesano de Madrid encontramos los más hermosos ejemplos del Rococó
español. En el Palacio Real de Madrid, mandado construir por Felipe V en 1738, se halla el
soberbio Salón de Gasparini y el Salón de Porcelana. En el mismo palacio encontramos el
Salón del Trono, un impresionante conjunto con muchos ejemplos de mobiliario rococó
como los doce espejos monumentales acompañados de sus correspondientes consolas y
el trono real. En Aranjuez, también en Madrid, encontramos una pieza única en el Salón de
Porcelana del Palacio Real, verdadera joya profusamente decorada en tiempos de Carlos
III con motivos chinescos muy del gusto por lo orientalizante y exótico del Rococó.
También en la capital de España se encuentran algunos templos que acusan la influencia
del Rococó, como la basílica de San Miguel, trazada por el arquitecto italiano Santiago
Bonavia en 1739.
En Valencia destaca el Palacio del marqués de Dos Aguas (1740–1744), con fachada
diseñada por el pintor y grabador Hipólito Rovira y ejecutada por Ignacio Vergara y Luis
Domingo, sin duda uno de los edificios claves del Rococó español.
Respecto a la arquitectura de retablos, algunos de los retablistas que se dejaron seducir
por la rocalla fueron Narciso Tomé y Cayetano de Acosta, siempre trabajando bajo una
tipología tan característica del Barroco español como es el retablo.
Escultura[editar]
Partiendo de la escultura posbarroca de inspiración nacional conocida
como churrigueresca por los escultores José Benito Churriguera y sus
hermanos Joaquín y Alberto, hay que mencionar la importancia que la estética rococó
alcanzó en las artes decorativas y en el lujoso y suntuoso mobiliario de espejos
monumentales y salones de porcelana como los que hay en los Palacios Reales de Madrid
y Aranjuez. En cuanto a la talla en madera destaca el murciano Francisco Salzillo,
inspirado en las formas delicadas del Rococó y famoso por sus belenes italianizantes;
también puede incluirse a Francisco Hurtado Izquierdo, asimismo arquitecto del
Churrigueresco. Por otra parte, la mayor concentración de escultura rococó en España se
da en Segovia, en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, donde destacan las
escenas mitológicas. También, en Madrid, la fuente de Neptuno y de Cibeles, ambas fruto
de la colaboración de varios talentos.
El rococó en Alemania[editar]
Pintura[editar]
Una de las principales figuras germánicas es Franz Anton Maulbertsch, activo en una
vasta región de Europa Central y Oriental decorando numerosas iglesias; es uno de los
grandes maestros del fresco del siglo XVIII, muchas veces comparado a Tiepolo por la
elevada calidad de su obra. También deben ser incluidos como maestros importantes del
Rococó germánico monumental Johann Baptist Zimmermann, Antoine Pesne, Joseph
Ignaz Appiani, Franz Anton Zeiller, Paul Troger, Franz Joseph Spiegler, Johann Georg
Bergmüller, Carlo Carlone, entre muchos otros, que dejaron una marca en sus obras en
palacios e iglesias.
Escultura[editar]
Destacan Joseph Anton (1696-1770) y el bávaro Johann Baptist Straub (1704-1784).
Arquitectura[editar]
El rococó francés, al irrumpir en Alemania, se fusiona con el barroco germánico. Bebía
también del barroco recargado y de procedencia italiana. Arquitectos
como Borromini o Guarino Guarini sirvieron como fuente de inspiración a las pequeñas
cortes alemanas que deseaban imitar lo francés y recurrían con frecuencia a arquitectos
de dicha procedencia. Destacan la basílica de Ottobeuren (Baviera), el Palacio
Solitude de Stuttgart, el palacio Augustusburg en Brühl o el palacio Falkenlust, también en
Brühl; también se deja notar en iglesias y campanarios solos o en pareja, sobre todo en el
sur del país, donde en contadas ocasiones dejaban entrever desde el exterior los
esplendores que albergaban. Ejemplo de ello son la basílica de Ottobeuren, en Baviera, o
la Wieskirche (iglesia del prado), proyectada por Dominikus Zimermann y situada en las
proximidades de Füssen y Oberammergau, también al sur de Baviera. Fue el
arquitecto François de Cuvilliés, el que realizó las obras más directamente relacionadas
con los modelos franceses del rococó, tal y como hizo en la decoración del palacio de
Nymphenburg. Otro arquitecto de reconocido prestigio fue Johann Balthasar Neumann,
quien, apoyándose en los modelos de Guarino Guarini, levantó estructuras empleando
entonces la decoración característica del rococó. Entre sus proyectos más destacados se
encuentran la residencia del Obispo elector de Würzburgo y las iglesias
de Neresheim y Vierzehnheiligen. En Postdam, Georg Wenzeslaus von Knobelsdorf realizó
para Federico el Grande el palacio de Sanssouci, a imagen y semejanza del Trianon. En
Prusia, Matthaus Daniel Poppelmann (1662-1736), construye en Dresde el pabellón de
fiestas del Zwinger, cuidando que armonice con el paisaje. Las escaleras con curvas en
todos los sentidos dan alegría tanto al edificio como a los jardines mientras las grutas y
fuentes albergan todos tipos de personajes mitológicos. El castillo del Belvédère, en Viena,
es otra muestra de éste estilo.
Literatura[editar]
Se puede incluir en el rococó a Friedrich Hagedorns, Ewald Christian von Kleist y el
suizo Salomon Gessner, famoso por sus Idilios, pero también como pintor. Hubo un grupo
de poetas rococó en la Universidad de Halle que destacó por sus anacreónticas y
pequeños poemas; fueron Johann Peter Uz, Johann Wilhelm Ludwig Gleim y Johann
Nikolaus Götz.
La basílica de Superga.
Una visión crítica del Rococó en el contexto eclesiástico fue sostenida en la Enciclopedia
católica. Para la iglesia, el estilo Rococó se podía asimilar a la música profana,
contrapuesta a la música sacra. La carencia de simplicidad, la exterioridad y la frivolidad
tenían el efecto de distraer del recogimiento y de la plegaria.
Con todo, eliminada su exterioridad más explícita, el resultado pudo ser aceptado como en
consonancia con un ambiente dedicado al culto. En el desarrollo del Rococó, encontramos
una decoración compatible con el aspecto sagrado de las iglesias.
Barroco
Las meninas (1656), de Diego Velázquez, Museo del Prado, Madrid.
El Barroco fue un período de la historia en la cultura occidental originado por una nueva
forma de concebir el arte (el «estilo barroco») y que, partiendo desde diferentes contextos
histórico-culturales, produjo obras en numerosos campos
artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc. Se
manifestó principalmente en la Europa occidental, aunque debido al colonialismo también
se dio en numerosas colonias de las potencias europeas, principalmente en Latinoamérica.
Cronológicamente, abarcó todo el siglo XVII y principios del XVIII, con mayor o menor
prolongación en el tiempo dependiendo de cada país. Se suele situar entre
el Manierismo y el Rococó, en una época caracterizada por fuertes disputas religiosas
entre países católicos y protestantes, así como marcadas diferencias políticas entre
los Estados absolutistas y los parlamentarios, donde una incipiente burguesía empezaba a
poner los cimientos del capitalismo.1
Como estilo artístico, el Barroco surgió a principios del siglo XVII (según otros autores a
finales del XVI) en Italia —período también conocido en este país como Seicento—, desde
donde se extendió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo
(siglos XVIII y XIX) el término «barroco» tuvo un sentido peyorativo, con el significado de
recargado, engañoso, caprichoso, hasta que fue posteriormente revalorizado a finales del
siglo XIX por Jacob Burckhardt y, en el XX, por Benedetto Croce y Eugeni d'Ors. Algunos
historiadores dividen el Barroco en tres períodos: «primitivo» (1580-1630), «maduro» o
«pleno» (1630-1680) y «tardío» (1680-1750).2
Aunque se suele entender como un período artístico específico, estéticamente el término
«barroco» también indica cualquier estilo artístico contrapuesto al clasicismo, concepto
introducido por Heinrich Wölfflin en 1915. Así pues, el término «barroco» se puede emplear
tanto como sustantivo como adjetivo. Según este planteamiento, cualquier estilo artístico
atraviesa por tres fases: arcaica, clásica y barroca. Ejemplos de fases barrocas serían
el arte helenístico, el arte gótico, el romanticismo o el modernismo.2
El arte se volvió más refinado y ornamentado, con pervivencia de un cierto racionalismo
clasicista pero adoptando formas más dinámicas y efectistas y un gusto por lo
sorprendente y anecdótico, por las ilusiones ópticas y los golpes de efecto. Se observa una
preponderancia de la representación realista: en una época de penuria económica, el
hombre se enfrenta de forma más cruda a la realidad. Por otro lado, a menudo esta cruda
realidad se somete a la mentalidad de una época turbada y desengañada, lo que se
manifiesta en una cierta distorsión de las formas, en efectos forzados y violentos, fuertes
contrastes de luces y sombras y cierta tendencia al desequilibrio y la exageración.3
Se conoce también con el nombre de barroquismo el abuso de lo ornamental, el
recargamiento en el arte.
Índice
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1Aspectos generales
o 1.1Barroco: un concepto polisémico
o 1.2Contexto histórico y cultural
o 1.3El estilo barroco
2Arquitectura
o 2.1Italia
o 2.2Francia
o 2.3España
o 2.4Otros países europeos
o 2.5Arquitectura colonial
o 2.6Jardinería
3Escultura
4Pintura
o 4.1Italia
o 4.2Francia
o 4.3España
o 4.4Flandes y Holanda
o 4.5Otros países
o 4.6América
5Artes gráficas y decorativas
6Literatura
o 6.1España
7Teatro
o 7.1El espacio escénico
o 7.2El espectáculo teatral
o 7.3Italia
o 7.4Francia
o 7.5Inglaterra
o 7.6Alemania
o 7.7España
o 7.8Hispanoamérica
8Música
o 8.1Período temprano (1600-1650)
o 8.2Período intermedio (1650-1700)
o 8.3Período tardío (1700-1750)
9Danza
10Véase también
11Referencias
o 11.1Notas aclaratorias
o 11.2Notas al pie
o 11.3Bibliografía
12Enlaces externos
Aspectos generales
Barroco: un concepto polisémico
Laocoonte y sus hijos, de Agesandro, Atenodoro y Polidoro de Rodas (siglo II a. C.), Museo Pío-
Clementino , Vaticano. Para numerosos críticos e historiadores del arte lo «barroco» es una fase
recurrente de todos los estilos artísticos, que sucede a la fase clásica. Así, el arte helenístico —al
que pertenece el Laocoonte— sería la «fase barroca» del arte griego.
modalidad recurrente a todo lo largo de la historia del arte como oposición a lo clásico.nota
3
Si el clasicismo es un arte racional, masculino, apolíneo, lo barroco es irracional,
femenino, dionisíaco. Para d'Ors, «ambas aspiraciones [clasicismo y barroquismo] se
complementan. Tiene lugar un estilo de economía y razón, y otro musical y abundante.
Uno se siente atraído por las formas estables y pesadas, y el otro por las redondeadas y
ascendentes. De uno a otro no hay ni decadencia ni degeneración. Se trata de dos formas
de sensibilidad eternas».9
Contexto histórico y cultural
Vieja espulgando a un niño (1670-1675), de Bartolomé Esteban Murillo, Alte Pinakothek, Múnich. La
grave crisis económica a todo lo largo del siglo XVII afectó especialmente a las clases más bajas.
El siglo XVII fue por lo general una época de depresión económica, consecuencia de la
prolongada expansión del siglo anterior causada principalmente por el descubrimiento de
América. Las malas cosechas conllevaron el aumento del precio del trigo y demás
productos básicos, con las subsiguientes hambrunas.nota 4 El comercio se estancó,
especialmente en el área mediterránea, y solo floreció en Inglaterra y Países Bajos gracias
al comercio con Oriente y la creación de grandes compañías comerciales, que sentaron las
bases del capitalismo y el auge de la burguesía. La mala situación económica se agravó
con las plagas de peste que asolaron Europa a mediados del siglo XVII, que afectaron
especialmente a la zona mediterránea.nota 5 Otro factor que generó miseria y pobreza
fueron las guerras, provocadas en su mayoría por el enfrentamiento entre católicos y
protestantes, como es el caso de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).10 Todos estos
factores provocaron una grave depauperación de la población; en muchos países, el
número de pobres y mendigos llegó a alcanzar la cuarta parte de la población.11
Por otro lado, el poder hegemónico en Europa basculó de la España imperial a
la Francia absolutista, que tras la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos (1659)
se consolidó como el más poderoso estado del continente, prácticamente indiscutido hasta
la ascensión de Inglaterra en el siglo XVIII. Así, la Francia de los Luises y la Roma
papal fueron los principales núcleos de la cultura barroca, como centros de poder político y
religioso —respectivamente— y centros difusores del absolutismo y el contrarreformismo.
España, aunque en decadencia política y económica, tuvo sin embargo un esplendoroso
período cultural —el llamado Siglo de Oro— que, aunque marcado por su aspecto religioso
de incontrovertible proselitismo contrarreformista, tuvo un acentuado componente popular,
y llevó tanto a la literatura como a las artes plásticas a cotas de elevada calidad. En el
resto de países donde llegó la cultura barroca (Inglaterra, Alemania, Países Bajos), su
implantación fue irregular y con distintos sellos peculiarizados por sus distintivas
características nacionales.12
Sesión del Concilio de Trento, anónimo veneciano, Museo del Louvre.
El Barroco se forjó en Italia, principalmente en la sede pontificia, Roma, donde el arte fue
utilizado como medio propagandístico para la difusión de la doctrina contrarreformista.nota
6 La Reforma protestante sumió a la Iglesia Católica en una profunda crisis durante la
primera mitad del siglo XVI, que evidenció tanto la corrupción en numerosos estratos
eclesiásticos como la necesidad de una renovación del mensaje y la obra católica, así
como de un mayor acercamiento a los fieles. El Concilio de Trento (1545-1563) se celebró
para contrarrestar el avance del protestantismo y consolidar el culto católico en los países
donde aún prevalecía, sentando las bases del dogma
católico (sacerdocio sacramental, celibato, culto a la Virgen y los santos,
uso litúrgico del latín) y creando nuevos instrumentos de comunicación y expansión de la
fe católica, poniendo especial énfasis en la educación, la predicación y la difusión del
mensaje católico, que adquirió un fuerte sello propagandístico —para lo que se creó
la Congregación para la Propagación de la Fe—. Este ideario se plasmó en la recién
fundada Compañía de Jesús, que mediante la predicación y la enseñanza tuvo una
notable y rápida difusión por todo el mundo, frenando el avance del protestantismo y
recuperando numerosos territorios para la fe católica
(Austria, Baviera, Suiza, Flandes, Polonia). Otro efecto de la Contrarreforma fue la
consolidación de la figura del papa, cuyo poder salió reforzado, y que se tradujo en un
ambicioso programa de ampliación y renovación urbanística de Roma, especialmente de
sus iglesias, con especial énfasis en la Basílica de San Pedro y sus aledaños. La Iglesia
fue el mayor comitente artístico de la época, y utilizó el arte como caballo de batalla de la
propaganda religiosa, al ser un medio de carácter popular fácilmente accesible e inteligible.
El arte fue utilizado como un vehículo de expresión ad maiorem Dei et Ecclesiae gloriam, y
papas como Sixto V, Clemente VIII, Paulo V, Gregorio XV, Urbano VIII, Inocencio
X y Alejandro VII se convirtieron en grandes mecenas y propiciaron grandes mejoras y
construcciones en la ciudad eterna, ya calificada entonces como Roma triumphans, caput
mundi («Roma triunfante, cabeza del mundo»).13
Culturalmente, el Barroco fue una época de grandes adelantos científicos: William
Harvey comprobó la circulación de la sangre; Galileo Galilei perfeccionó el telescopio y
afianzó la teoría heliocéntrica establecida el siglo anterior por Copérnico y Kepler; Isaac
Newton formuló la teoría de la gravitación universal; Evangelista Torricelli inventó
el barómetro. Francis Bacon estableció con su Novum Organum el método
experimental como base de la investigación científica, poniendo las bases del empirismo.
Por su parte, René Descartes llevó a la filosofía hacia el racionalismo, con su famoso
«pienso, luego existo».14
Discurso del método (1637), de René Descartes.
El estilo barroco
Plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, vista desde la cúpula de la Basílica. El gran templo
romano fue la punta de lanza del arte contrarreformista.
El Barroco fue un estilo heredero del escepticismo manierista, que se vio reflejado en un
sentimiento de fatalidad y dramatismo entre los autores de la época. El arte se volvió más
artificial, más recargado, decorativo, ornamentado. Destacó el uso ilusionista de los
efectos ópticos; la belleza buscó nuevas vías de expresión y cobró relevancia lo
asombroso y los efectos sorprendentes. Surgieron nuevos conceptos estéticos como los
de «ingenio», «perspicacia» o «agudeza». En la conducta personal se destacaba sobre
todo el aspecto exterior, de forma que reflejara una actitud altiva, elegante, refinada y
exagerada que cobró el nombre de préciosité.19
Según Wölfflin, el Barroco se define principalmente por oposición al Renacimiento: frente a
la visión lineal renacentista, la visión barroca es pictórica; frente a la composición en
planos, la basada en la profundidad; frente a la forma cerrada, la abierta; frente a la unidad
compositiva basada en la armonía, la subordinación a un motivo principal; frente a la
claridad absoluta del objeto, la claridad relativa del efecto.2 Así, el Barroco «es el estilo del
punto de vista pictórico con perspectiva y profundidad, que somete la multiplicidad de sus
elementos a una idea central, con una visión sin límites y una relativa oscuridad que evita
los detalles y los perfiles agudos, siendo al mismo tiempo un estilo que, en lugar de revelar
su arte, lo esconde».20
El arte barroco se expresó estilísticamente en dos vías: por un lado, hay un énfasis en la
realidad, el aspecto mundano de la vida, la cotidianeidad y el carácter efímero de la vida,
que se materializó en una cierta «vulgarización» del fenómeno religioso en los países
católicos, así como en un mayor gusto por las cualidades sensibles del mundo circundante
en los protestantes; por otro lado, se manifiesta una visión grandilocuente y exaltada de los
conceptos nacionales y religiosos como una expresión del poder, que se traduce en el
gusto por lo monumental, lo fastuoso y recargado, el carácter magnificente otorgado a la
realeza y la Iglesia, a menudo con un fuerte sello propagandístico.21
Retrato de Luis XIV (1701), de Hyacinthe Rigaud, Museo del Louvre, París. El rey francés encarna el
prototipo de la monarquía absolutista, ideología que junto a la Iglesia contrarreformista utilizó más el
arte como medio propagandístico.
El Barroco fue una cultura de la imagen, donde todas las artes confluyeron para crear
una obra de arte total, con una estética teatral, escenográfica, una mise en scène que
pone de manifiesto el esplendor del poder dominante (Iglesia o Estado), con ciertos toques
naturalistas pero en un conjunto que expresa dinamismo y vitalidad. La interacción de
todas las artes expresa la utilización del lenguaje visual como un medio de comunicación
de masas, plasmado en una concepción dinámica de la naturaleza y el espacio
envolvente.22
Una de las principales características del arte barroco es su carácter ilusorio y artificioso:
«el ingenio y el diseño son el arte mágico a través del cual se llega a engañar a la vista
hasta asombrar» (Gian Lorenzo Bernini). Se valoraba especialmente lo visual y efímero,
por lo que cobraron auge el teatro y los diversos géneros de artes escénicas y
espectáculos: danza, pantomima, drama musical (oratorio y melodrama), espectáculos
de marionetas, acrobáticos, circenses, etc. Existía el sentimiento de que el mundo es un
teatro (theatrum mundi) y la vida una función teatral: «todo el mundo es un escenario, y
todos los hombres y mujeres meros actores» (Como gustéis, William Shakespeare,
1599).23 De igual manera se tendía a teatralizar las demás artes, especialmente la
arquitectura. Es un arte que se basa en la inversión de la realidad: en la «simulación», en
convertir lo falso en verdadero, y en la «disimulación», pasar lo verdadero por falso. No se
muestran las cosas como son, sino como se querría que fuesen, especialmente en el
mundo católico, donde la Contrarreforma tuvo un éxito exiguo, ya que media Europa se
pasó al protestantismo. En literatura se manifestó dando rienda suelta al artificio retórico,
como un medio de expresión propagandístico en que la suntuosidad del lenguaje pretendía
reflejar la realidad de forma edulcorada, recurriendo a figuras retóricas como la metáfora,
la paradoja, la hipérbole, la antítesis, el hipérbaton, la elipsis, etc. Esta transposición de la
realidad, que se ve distorsionada y magnificada, alterada en sus proporciones y sometida
al criterio subjetivo de la ficción, pasó igualmente al terreno de la pintura, donde se abusa
del escorzo y la perspectiva ilusionista en aras de efectos mayores, llamativos y
sorprendentes.24
Finis gloriae mundi (1672), de Juan de Valdés Leal, Hospital de la Caridad (Sevilla). El género de
la vanitas cobró una especial relevancia en la era barroca, donde continuamente estaba presente
el memento mori, el recuerdo de la fugacidad de la vida, propio de una época de guerras, epidemias
y pobreza.
Estilos
Naturalismo: La vocación de San Mateo (1601), de Caravaggio, Iglesia de San Luis de los
Franceses (Roma).
Realismo: Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), de Rembrandt, Mauritshuis, La
Haya.
Clasicismo: Et in Arcadia ego (1638), de Nicolas Poussin, Museo del Louvre, París.
Por último, cabe señalar que en el Barroco surgieron o se desarrollaron nuevos géneros
pictóricos. Si hasta entonces había preponderado en el arte la representación de temas
históricos, mitológicos o religiosos, los profundos cambios sociales vividos en el siglo XVII
propiciaron el interés por nuevos temas, especialmente en los países protestantes, cuya
severa moralidad impedía la representación de imágenes religiosas por
considerarlas idolatría. Por otro lado, el auge de la burguesía, que para remarcar su
estatus invirtió de forma decidida en el arte, trajo consigo la representación de nuevos
temas alejados de las grandilocuentes escenas preferidas por la aristocracia. Entre los
géneros desarrollados profusamente en el Barroco destacan: la pintura de género, que
toma sus modelos de la realidad circundante, de la vida diaria, de temas campesinos o
urbanos, de pobres y mendigos, comerciantes y artesanos, o de fiestas y ambientes
folklóricos; el paisaje, que eleva a categoría independiente la representación de la
naturaleza, que hasta entonces solo servía de telón de fondo de las escenas con
personajes históricos o religiosos; el retrato, que centra su representación en la figura
humana, generalmente con un componente realista aunque a veces no exento de
idealización; el bodegón o naturaleza muerta, que consiste en la representación de objetos
inanimados, ya sean piezas de ajuar doméstico, flores, frutas u otros alimentos, muebles,
instrumentos musicales, etc.; y la vanitas, un tipo de bodegón que alude a lo efímero de la
existencia humana, simbolizado generalmente por la presencia de calaveras o esqueletos,
o bien velas o relojes de arena.28
Géneros
Pintura de género: Vieja friendo huevos (1618), de Diego Velázquez, National Gallery of
Scotland, Edimburgo.
Paisaje: Puerto con el embarque de la Reina de Saba (1648), de Claude Lorrain, National
Gallery de Londres.
Retrato: Sir Endymion Porter y Anton van Dyck (1635), de Anton van Dyck, Museo del
Prado, Madrid.
Bodegón: Bodegón de caza, hortalizas y frutas (1602), de Juan Sánchez Cotán, Museo del
Prado, Madrid.
Arquitectura
Fachada de San Carlo alle Quattro Fontane (1634-1640), de Francesco Borromini, Roma.
La arquitectura barroca asumió unas formas más dinámicas, con una exuberante
decoración y un sentido escenográfico de las formas y los volúmenes. Cobró relevancia la
modulación del espacio, con preferencia por las curvas cóncavas y convexas, poniendo
especial atención en los juegos ópticos (trompe-l'œil) y el punto de vista del espectador.
También cobró una gran importancia el urbanismo, debido a los monumentales programas
desarrollados por reyes y papas, con un concepto integrador de la arquitectura y el paisaje
que buscaba la recreación de un continuum espacial, de la expansión de las formas hacia
el infinito, como expresión de unos elevados ideales, sean políticos o religiosos.29
Italia
Al igual que en la época anterior, el motor del nuevo estilo volvió a ser Italia, gracias
principalmente a la comitencia de la Iglesia y a los grandes programas arquitectónicos y
urbanísticos desarrollados por la sede pontificia, deseosa de mostrar al mundo su victoria
contra la Reforma. La principal modalidad constructiva de la arquitectura barroca italiana
fue la iglesia, que se convirtió en el máximo exponente de la propaganda
contrarreformista.30 Las iglesias barrocas italianas se caracterizan por la abundancia de
formas dinámicas, con predominio de las curvas cóncavas y convexas, con fachadas
ricamente decoradas y repletas de esculturas, así como gran número de columnas, que a
menudo se desprenden del muro, y con interiores donde predominan igualmente la forma
curva y una profusa decoración. Entre sus diversas planimetrías destacó —especialmente
entre finales del siglo XVI y principios del XVII— el diseño en dos cuerpos, con
dos frontones concéntricos (curvo el exterior y triangular el interior), siguiendo el modelo de
la fachada de la Iglesia del Gesù de Giacomo della Porta (1572).31
Uno de sus primeros representantes fue Carlo Maderno,31 autor de la fachada de San
Pedro del Vaticano (1607-1612) —al que además modificó la planta, pasando de la de cruz
griega proyectada por Bramante a una de cruz latina—, y la Iglesia de Santa Susana
(1597-1603). Pero uno de los mayores impulsores del nuevo estilo fue el arquitecto y
escultor Gian Lorenzo Bernini, el principal artífice de la Roma monumental que conocemos
hoy día:32 33baldaquino de San Pedro (1624-1633) —donde aparece la columna
salomónica, posteriormente uno de los signos distintivos del Barroco—, columnata de
la Plaza de San Pedro (1656-1667), San Andrés del Quirinal (1658-1670), Palacio Chigi-
Odescalchi (1664-1667). El otro gran nombre de la época es Francesco Borromini,
arquitecto de gran inventiva que subvirtió todas las normas de la arquitectura clásica —a
las que pese a todo aún se aferraba Bernini—, a través del uso de superficies alabeadas,
bóvedas nervadas y arcos mixtilíneos, creando una arquitectura de carácter casi
escultórico.34 Fue autor de las iglesias de San Carlo alle Quattre Fontane (1634-
1640), Sant'Ivo alla Sapienza (1642-1650) y Sant'Agnese in Agone (1653-1661). El tercer
arquitecto de renombre activo en Roma fue Pietro da Cortona, que también era pintor,
circunstancia quizá por la cual creó volúmenes de gran plasticidad, con grandes contrastes
de luz y sombra (Santa Maria della Pace, 1656-1657; Santi Luca e Martina, 1635-1650).
Fuera de Roma cabe destacar la figura de Baldassare Longhena en Venecia, autor de la
Iglesia de Santa Maria della Salute (1631-1650); y Guarino Guarini y Filippo
Juvara en Turín, autor de la Capilla del Santo Sudario (1667-1690) el primero, y de
la Basílica de Superga (1717-1731) el segundo.35
Francia
En Francia, bajo los reinados de Luis XIII y Luis XIV, se iniciaron una serie de
construcciones de gran fastuosidad, que pretendían mostrar la grandeza del monarca y el
carácter sublime y divino de la monarquía absolutista. Aunque en la arquitectura francesa
se percibe cierta influencia de la italiana, esta fue reinterpretada de una forma más sobria y
equilibrada, más fiel al clasicismo renacentista, por lo que el arte francés de la época se
suele denominar como clasicismo francés.36
Las primeras realizaciones de relevancia corrieron a cargo de Jacques Lemercier (Iglesia
de la Sorbona, 1635) y François Mansart (Palacio de Maisons-Lafitte, 1624-1626; Iglesia
de Val-de-Grâce, 1645-1667). Posteriormente, los grandes programas áulicos se centraron
en la nueva fachada del Palacio del Louvre, de Louis Le Vau y Claude Perrault (1667-
1670) y, especialmente, en el Palacio de Versalles, de Le Vau y Jules Hardouin-
Mansart (1669-1685). De este último arquitecto conviene también destacar la Iglesia de
San Luis de los Inválidos (1678-1691), así como el trazado de la Plaza Vendôme de París
(1685-1708).37
España
Plaza Mayor de Salamanca (1728-1735), de Alberto Churriguera.
En España, la arquitectura de la primera mitad del siglo XVII acusó la herencia herreriana,
con una austeridad y simplicidad geométrica de influencia escurialense. Lo barroco se fue
introduciendo paulatinamente sobre todo en la recargada decoración interior de iglesias y
palacios, donde los retablos fueron evolucionando hacia cotas de cada vez más elevada
magnificencia. En este período fue Juan Gómez de Mora la figura más destacada,38 siendo
autor de la Clerecía de Salamanca (1617), el Ayuntamiento (1644-1702) y la Plaza
Mayor de Madrid (1617-1619). Otros autores de la época fueron: Alonso Carbonel, autor
del Palacio del Buen Retiro (1630-1640); Pedro Sánchez y Francisco Bautista, autores de
la Colegiata de San Isidro de Madrid (1620-1664).39
Hacia mediados de siglo fueron ganando terreno las formas más ricas y los volúmenes
más libres y dinámicos, con decoraciones naturalistas (guirnaldas, cartelas vegetales) o de
formas abstractas (molduras y baquetones recortados, generalmente de forma mixtilínea).
En esta época conviene recordar los nombres de Pedro de la Torre, José de
Villarreal, José del Olmo, Sebastián Herrera Barnuevo y, especialmente, Alonso Cano,
autor de la fachada de la Catedral de Granada (1667).40
Entre finales de siglo y comienzos del XVIII se dio el estilo churrigueresco (por los
hermanos Churriguera), caracterizado por su exuberante decorativismo y el uso de
columnas salomónicas: José Benito Churriguera fue autor del Retablo Mayor de San
Esteban de Salamanca (1692) y la fachada del palacio-iglesia de Nuevo Baztán en Madrid
(1709-1722); Alberto Churriguera proyectó la Plaza Mayor de Salamanca (1728-1735);
y Joaquín Churriguera fue autor del Colegio de Calatrava (1717) y el claustro de San
Bartolomé (1715) en Salamanca, de influencia plateresca. Otras figuras de la época
fueron: Teodoro Ardemans, autor de la fachada del Ayuntamiento de Madrid y el primer
proyecto para el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso (1718-1726); Pedro de
Ribera, autor del Puente de Toledo (1718-1732), el Cuartel del Conde-Duque (1717) y la
fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat de Madrid (1720); Narciso Tomé,
autor del Transparente de la Catedral de Toledo (1721-1734); el alemán Konrad Rudolf,
autor de la fachada de la Catedral de Valencia (1703); Jaime Bort, artífice de la fachada de
la Catedral de Murcia (1736-1753); Vicente Acero, que proyectó la Catedral de
Cádiz (1722-1762); y Fernando de Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro de
la Catedral de Santiago de Compostela (1739-1750).41
Otros países europeos
Iglesia de San Carlos Borromeo (Viena) (1715-1725), de Johann Bernhard Fischer von Erlach.
Jardinería
Artículo principal: Jardinería del Barroco
Escultura
Éxtasis de Santa Teresa (1647-1651), de Gian Lorenzo Bernini, iglesia de Santa María de la
Victoria, Roma.
Cristo yacente (1634), de Gregorio Fernández, Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid.
San Andrés (1629-1633), de François Duquesnoy, San Pedro del Vaticano.
San Juan Bautista (1623), de Juan de Mesa, Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Cristo con la cruz (1757-1765), de Aleijadinho, Santuario del Buen Jesús de Congonhas.
Pintura
San Juan Bautista (1602), de Caravaggio, Museos Capitolinos, Roma.
Crucifixión de San Pedro (1601), de Caravaggio, Santa María del Popolo, Roma.
El arcángel Miguel (1636), de Guido Reni, Santa Maria della Concezione dei Cappuccini,
Roma.
La gloria de San Ignacio (1685-1694), de Andrea Pozzo, Iglesia de San Ignacio (Roma).
La creación del Hombre (1684-1686), de Luca Giordano, Palacio Medici Riccardi, Florencia.
Francia
Magdalena penitente (c. 1640), de Georges de La Tour, Museo de Arte del Condado de Los
Ángeles. Se trata de una vanitas, donde la vela que arde simboliza el paso del tiempo y cómo la vida
se va consumiendo lenta pero inexorablemente.
Venus del espejo (1647-1651), de Diego Velázquez, National Gallery, Londres. Es uno de los
escasos ejemplos de desnudo realizados en la predominantemente religiosa pintura española de la
época.
El martirio de San Felipe (1639), de José de Ribera, Museo del Prado, Madrid.
Apoteosis de San Hermenegildo (1654), de Francisco Herrera el Mozo, Museo del Prado,
Madrid.
Inmaculada Concepción (1678), de Bartolomé Esteban Murillo, Museo del Prado, Madrid.
Flandes y Holanda
Las tres Gracias (1636-1639), de Peter Paul Rubens, Museo del Prado.
La separación política y religiosa de dos zonas que hasta el siglo anterior habían tenido
una cultura prácticamente idéntica pone de manifiesto las tensiones sociales que se
vivieron en el siglo XVII: Flandes, que seguía bajo el dominio español, era católica y
aristocrática, con predominio en el arte de la temática religiosa, mientras que los recién
independizados Países Bajos fueron protestantes y burgueses, con un arte laico y más
realista, con gusto por el retrato, el paisaje y el bodegón.76
En Flandes la figura capital fue Peter Paul Rubens, formado en Italia, donde recibió la
influencia de Miguel Ángel y de las escuelas veneciana y boloñesa. En su taller
de Amberes empleó a gran cantidad de colaboradores y discípulos, por lo que su
producción pictórica destaca tanto por su cantidad como por su calidad, con un estilo
dinámico, vital y colorista, donde destaca la rotundidad anatómica, con varones
musculosos y mujeres sensuales y carnosas: El desembarco de María de Médicis en el
puerto de Marsella (1622-1625), Minerva protege a Pax de Marte (1629), Las tres
Gracias (1636-1639), Rapto de las hijas de Leucipo (1636), Juicio de Paris (1639), etc.
Discípulos suyos fueron: Anton van Dyck, gran retratista, de estilo refinado y elegante
(Sir Endymion Porter y Anton van Dyck, 1635); Jacob Jordaens, especializado en escenas
de género, con gusto por los temas populares (El rey bebe, 1659); y Frans Snyders,
centrado en el bodegón (Bodegón con aves y caza, 1614).77
En Holanda destacó especialmente Rembrandt, artista original de fuerte sello personal,
con un estilo cercano al tenebrismo pero más difuminado, sin los marcados contrastes
entre luz y sombra propios de los caravaggistas, sino una penumbra más sutil y difusa.
Cultivó todo tipo de géneros, desde el religioso y mitológico hasta el paisaje y el bodegón,
así como el retrato, donde destacan sus autorretratos, que practicó a lo largo de toda su
vida. Entre sus obras destacan: Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), La
ronda de noche (1642), El buey desollado (1655), y Los síndicos de los pañeros (1662).
Otro nombre relevante es Frans Hals, magnífico retratista, con una pincelada libre y
enérgica que antecede al impresionismo (Banquete de los arcabuceros de San Jorge de
Haarlem, 1627). El tercer nombre de gran relevancia es Jan Vermeer, especializado en
paisajes y escenas de género, a los que otorgó un gran sentido poético, casi melancólico,
donde destaca especialmente el uso de la luz y los colores claros, con una técnica
casi puntillista: Vista de Delft (1650), La lechera (1660), La carta (1662). El resto de artistas
holandeses se especializaron por lo general en géneros: de interior y temas populares y
domésticos (Pieter de Hooch, Jan Steen, Gabriel Metsu, Gerard Dou); paisaje (Jan van
Goyen, Jacob van Ruysdael, Meindert Hobbema, Aelbert Cuyp); y bodegón (Willem
Heda, Pieter Claesz, Jan Davidsz de Heem).78
Rapto de las hijas de Leucipo (1616), de Peter Paul Rubens, Alte Pinakothek, Múnich.
Carlos I de Inglaterra (1635), de Anton van Dyck, Museo del Louvre, París.
El buey desollado (1655), de Rembrandt, Museo del Louvre, París.
En Alemania hubo escasa producción pictórica, debido a la Guerra de los Treinta Años,
por lo que muchos artistas alemanes tuvieron que trabajar en el extranjero, como es el
caso de Adam Elsheimer, un notable paisajista adscrito al naturalismo que trabajó en
Roma (La huida a Egipto, 1609). También en Roma se afincó Joachim von Sandrart, pintor
y escritor que recopiló diversas biografías de artistas de la época (Teutschen Academie
der Edlen Bau-, Bild- und Mahlerey-Künsten, 1675). Igualmente, Johann Liss estuvo
peregrinando entre Francia, Países Bajos e Italia, por lo que su obra es muy variada tanto
estilísticamente como de géneros (La inspiración de San Jerónimo, 1627). Johann Heinrich
Schönfeld pasó buena parte de su carrera en Nápoles, elaborando una obra de estilo
clasicista e influencia poussiniana (Desfile triunfal de David, 1640-1642). En la propia
Alemania, se desarrolló notablemente el bodegón, con artistas como Georg Flegel, Georg
Hinz y Sebastian Stoskopff. En Austria destacó Johann Michael Rottmayr, autor de los
frescos de la Iglesia colegial de Melk (1716-1722) y la Iglesia de San Carlos Borromeo de
Viena (1726). En Inglaterra, la escasa tradición pictórica autóctona hizo que la mayoría de
encargos —generalmente retratos— fuese confiada a artistas extranjeros, como el
flamenco Anton van Dyck (Retrato de Carlos I de Inglaterra, 1638), o el alemán Peter
Lely (Louise de Kéroualle, 1671).79
América
Las primeras influencias fueron del tenebrismo sevillano, principalmente de Zurbarán —
algunas de cuyas obras aún se conservan en México y Perú—, como se puede apreciar en
la obra de los mexicanos José Juárez y Sebastián López de Arteaga, y
del boliviano Melchor Pérez de Holguín. La Escuela cuzqueña de pintura surgió a raíz de la
llegada del pintor italiano Bernardo Bitti en 1583, que introdujo el manierismo en América.
Destacó la obra de Luis de Riaño, discípulo del italiano Angelino Medoro, autor de los
murales del templo de Andahuaylillas. También destacaron los pintores indios Diego
Quispe Tito y Basilio Santa Cruz Puma Callao, así como Marcos Zapata, autor de los
cincuenta lienzos de gran tamaño que cubren los arcos altos de la Catedral de Cuzco. En
Ecuador se formó la escuela quiteña, representada principalmente por Miguel de
Santiago y Nicolás Javier de Goríbar.52
En el siglo XVIII los retablos escultóricos empezaron a ser sustituidos por cuadros,
desarrollándose notablemente la pintura barroca en América. Igualmente, creció la
demanda de obras de tipo civil, principalmente retratos de las clases aristocráticas y de la
jerarquía eclesiástica. La principal influencia fue la murillesca, y en algún caso —como
en Cristóbal de Villalpando— la de Valdés Leal. La pintura de esta época tiene un tono
más sentimental, con formas más dulces y blandas. Destacan Gregorio Vázquez de
Arce en Colombia, y Juan Rodríguez Juárez y Miguel Cabrera en México.80
Las artes gráficas tuvieron una gran difusión durante el Barroco, continuando el auge que
este sector tuvo durante el Renacimiento. La rápida profusión de grabados a todo lo largo
de Europa propició la expansión de los estilos artísticos originados en los centros de mayor
innovación y producción de la época, Italia, Francia, Flandes y Países Bajos —decisivos,
por ejemplo, en la evolución de la pintura española—. Las técnicas más empleadas fueron
el aguafuerte y el grabado a punta seca. Estos procedimientos permiten a un artista
confeccionar un diseño sobre una placa de cobre en sucesivas etapas, pudiendo ser
retocado y perfeccionado sobre la marcha. Los diversos grados de desgastamiento de las
placas permitían realizar unas 200 impresiones al aguafuerte —aunque siendo solo las 50
primeras de una calidad excelente—, y unas 10 a la punta seca.81
En el siglo XVII los principales centros de producción de grabados estaban en Roma, París
y Amberes. En Italia fue practicado por Guido Reni, con un dibujo claro y firme de corte
clasicista; y Claude Lorrain, autor de aguafuertes de gran calidad, especialmente en los
sombreados y la utilización de líneas entrelazadas para sugerir distintos tonos, por lo
general en paisajes. En Francia destacaron: Abraham Bosse, autor de unos 1500
grabados, generalmente escenas de género; Jacques Bellange, autor de representaciones
religiosas, influido por Parmigianino; y Jacques Callot, formado en Florencia y
especializado en figuras de mendigos y seres deformes, así como escenas de la novela
picaresca y la commedia dell'arte —su serie de Grandes miserias de la guerra influyó
en Goya—.82 En Flandes, Rubens fundó una escuela de burilistas para divulgar más
eficazmente su obra, entre los que destacó Lucas Vorsterman I; también Anton van
Dyck cultivó el aguafuerte. En España el grabado fue practicado principalmente por José
de Ribera, Francisco Ribalta y Francisco Herrera el Viejo.83 Uno de los artistas que más
empleó la técnica del grabado fue Rembrandt, que alcanzó cotas de gran maestría no solo
en el dibujo sino también en la creación de contrastes entre luces y sombras. Sus
grabados fueron muy cotizados, como se puede comprobar con su aguafuerte Cristo
curando a un enfermo (1648-1650), que se vendió por cien florines, una cifra récord en la
época.81
La batalla de Zama (1688–1690), tapiz gobelino diseñado por Giulio Romano, Museo del
Louvre, París.
Las artes decorativas y aplicadas también tuvieron una gran expansión en el siglo XVII,
debido principalmente al carácter decorativo y ornamental del arte barroco, y al concepto
de «obra de arte total» que se aplicaba a las grandes realizaciones arquitectónicas, donde
la decoración de interiores tenía un papel protagonista, como medio de plasmar la
magnificencia de la monarquía o el esplendor de la Iglesia contrarreformista. En Francia, el
lujoso proyecto del Palacio de Versalles conllevó la creación de la Manufacture Royale des
Gobelins —dirigida por el pintor del rey, Charles Le Brun—, donde se manufacturaban todo
tipo de objetos de decoración, principalmente mobiliario, tapicería y orfebrería. La
confección de tapices tuvo un significativo incremento en su producción, y se encaminó a
la imitación de la pintura, con la colaboración en numerosos casos de pintores de
renombre que elaboraban cartones para tapices, como Simon Vouet, el propio Le Brun o
Rubens en Flandes —país que también fue un gran centro productor de tapicería, que
exportaba a todo el continente, como los magníficos tapices de Triunfos del Santo
Sacramento, confeccionados para las Descalzas Reales de Madrid—.84
La orfebrería también alcanzó niveles de elevada producción, especialmente en plata y
piedras preciosas. En Italia surgió una nueva técnica para revestir telas y objetos como
altares o tableros de mesa con piedras semipreciosas como el ónice, la ágata,
la cornalina o el lapislázuli. En Francia, como el resto de manufacturas fue objeto de
protección real, y fue tal la profusión de objetos de plata que en 1672 se promulgó una ley
que limitaba la producción de objetos de este metal. La cerámica y el vidrio continuaron
generalmente con las mismas técnicas de elaboración que en el período renacentista,
destacando la cerámica blanca y azul de Delft (Holanda) y el vidrio pulido y tallado
de Bohemia.85 El vidriero de Murano Nicola Mazzolà fue artífice de un tipo de vidrio que
imitaba la porcelana china. También continuó la elaboración de vidrieras para iglesias,
como las de la iglesia parisina de Saint-Eustache (1631), diseñadas por Philippe de
Champaigne.86
Uno de los sectores que cobró más relevancia fue la ebanistería, caracterizada por las
superficies onduladas (cóncavas y convexas), con volutas y diversos motivos como
cartelas y conchas. En Italia destacaron: el armario toscano de dos cuerpos, con
balaustradas de bronce y decoración de taracea de piedras duras; el escritorio ligur de dos
cuerpos, con figuras talladas y superpuestas (bambochos); y el sillón
entallado veneciano (tronetto), de exuberante decoración. En España surgió el bargueño,
cofre rectangular con asas, con numerosos cajones y compartimentos. El mobiliario
español continuó con la decoración de estilo mudéjar, mientras que el Barroco se
denotaba en las formas curvas y el uso de columnas salomónicas en las camas. Aun así,
predominó la austeridad de signo contrarreformista, como se denota en el sillón
llamado frailero (o misional en Hispanoamérica). La edad de oro de la ebanistería se
produjo en la Francia de los Luises, donde se alcanzaron altos niveles de calidad y
refinamiento, sobre todo gracias a la obra de André-Charles Boulle, creador de una nueva
técnica de aplicación de metales (cobre, estaño) sobre materiales orgánicos
(carey, madreperla, marfil) o viceversa. Entre las obras de Boulle destacan las dos
cómodas del Trianón, en Versalles, y el reloj de péndulo con el Carro de
Apolo en Fontainebleau.87
Literatura
Página inicial de Soledades (l. I, pág. 193) en el Manuscrito Chacón, de Luis de Góngora.
En España, donde el siglo XVII sería denominado el «Siglo de oro», la literatura estuvo
más que en ningún otro sitio al servicio del poder, tanto político como religioso. La mayoría
de obras van encaminadas a la exaltación del monarca como elegido por Dios, y de la
Iglesia como redentora de la humanidad, al mismo tiempo que se procura una evasión de
la realidad para diluir la penosa situación económica de la mayoría de la población. Sin
embargo, pese a estas limitaciones, la creatividad de los escritores de la época y la
riqueza del lenguaje desarrollado produjeron un elevado nivel de calidad, que convierten a
la literatura española de la época en el paradigma de la literatura barroca y en una de las
más altas cimas de la historia de la literatura. La descripción de la realidad se basa en dos
ejes vertebradores: la transitoriedad de los fenómenos terrenales, donde todo es vanidad
(vanitas vanitatum); y el omnipresente recuerdo de la muerte (memento mori), que hace
apreciar con más intensidad la vida (carpe diem).98
La base conceptual de la literatura barroca española proviene de la cultura grecolatina,
aunque adaptada, como se ha descrito, a la apología político-religiosa. Así, la estética
literaria se vertebra alrededor de tres tópicos de origen clásico: la contraposición entre
juicio e ingenio, que si bien en el humanismo renacentista estaban equilibrados, en el
Barroco será el segundo el que asumirá mayor relevancia; el tópico horaciano delectare et
prodesse («deleitar y aprovechar»), por el que se produce una simbiosis entre los recursos
estilísticos y el proselitismo a favor del poder establecido, y por el que en última instancia
se llega a la fórmula ars gratia artis («el arte por el arte»), en que la literatura se abandona
al placer de la simple belleza; y el también tópico horaciano ut pictura poesis («la poesía
como la pintura»), máxima por la cual el arte debe imitar la naturaleza para conseguir la
perfección —como expresó Baltasar Gracián: «lo que es para los ojos la hermosura, y para
los oídos la consonancia, eso es para el entendimiento el concepto»—.99
La prosa estuvo dominada por la gran figura de Miguel de Cervantes, que si bien se sitúa
entre el Renacimiento y el Barroco supuso una figura de transición que marcó a una nueva
generación de escritores españoles. Militar en su juventud —participó en la batalla de
Lepanto—, estuvo prisionero de los turcos durante cinco años; posteriormente ocupó
diversos cargos burocráticos, que compaginó con la escritura, que si bien le proporcionó
una inicial fama no impidió que muriese en la pobreza. Cultivó la novela, el teatro y la
poesía, aunque esta última con escaso éxito.nota 7 Pero indudablemente su talento estaba
en la prosa, que oscila entre el realismo y el idealismo, a menudo con una fuerte intención
moralizadora, como en sus Novelas ejemplares. Su gran obra, y una de las cumbres de la
literatura universal, es Don Quijote (1605), la historia de un hidalgo que emprende una
serie de alocadas aventuras creyéndose un gran paladín como los de las novelas de
caballería. Si bien la primera intención de Cervantes era hacer una parodia, conforme se
fue gestando la historia adquirió un fuerte sello filosófico y de introspección de la mente y
el sentimiento humanos, pasando del humor a la fina ironía que, sin embargo, está exenta
de resentimiento o acritud, y pone de manifiesto que la cualidad esencial del ser humano
es su capacidad de soñar.104
Otro terreno donde se desarrolló la prosa barroca española fue la novela picaresca,
continuando la tradición iniciada el siglo anterior con el Lazarillo de Tormes (1554). Estuvo
representada principalmente por tres nombres: Francisco de Quevedo, autor de La vida del
Buscón (1604), de aspecto amargo y crudamente realista; Mateo Alemán, que firmó
el Guzmán de Alfarache (en dos partes: 1599 y 1604), quizá la mejor en su género, donde
el pícaro es más un filósofo que un pobre vagabundo; y Vicente Espinel, que en El
escudero Marcos de Obregón (1618) ofrece una visión agridulce del pícaro, que pese a
sus infortunios encuentra el lado amable de la vida. Otro género fue el de la novela
pastoril, cultivada principalmente por Lope de Vega, autor de La Arcadia (1598) y La
Dorotea (1632), esta última un drama en prosa cuyos largos diálogos la hacen
irrepresentable como drama teatral. Por último, otra vertiente de la prosa de la época fue la
conceptista, que en paralelo a la poesía desarrolló un estilo de escritura intelectual y
cultivado, que se servía de los recursos de la lingüística y la sintaxis para describir la
realidad circundante, generalmente de forma realista y desengañada, reflejando la
amargura de una época donde la mayoría sobrevivía en duras condiciones sociales. Su
principal exponente fue Baltasar Gracián, autor de Agudeza y arte de ingenio (1648), un
tratado que desarrolla las posibilidades de la retórica; y El Criticón (1651-1655), novela de
corte filosófico cuyo argumento es una alegoría de la vida humana, que oscila entre la
civilización y la naturaleza, entre la cultura y la ignorancia, entre el espíritu y la materia.
Como escritor conceptista también merece nombrarse a Luis Vélez de Guevara, autor
de El diablo cojuelo (1641), novela satírica cercana a la picaresca pero sin sus elementos
más comunes, por lo que cabría más calificarla de costumbrista.105
En Latinoamérica, la literatura recibió en general los principales influjos de la metrópoli,
aunque con diversas peculiaridades regionales. Destacaron especialmente el teatro y la
poesía, esta última de influencia principalmente gongorina, a la que se sumaba el sello
indígena y el estilo épico iniciado con La Araucana de Alonso de Ercilla: tenemos así El
Bernardo (1624) de Bernardo de Balbuena; Espejo de paciencia (1608), del
cubano Silvestre de Balboa; o La Cristiada (1611), de Diego de Hojeda. En México la
poesía gongorina alcanzó cotas de gran calidad, con poetas como Luis de Sandoval y
Zapata, Carlos de Sigüenza y Góngora, Agustín de Salazar y Torres y, principalmente,
Sor Juana Inés de la Cruz, que inició un tipo de poesía didáctica y analítica que
entroncaría con la Ilustración (Inundación castálida, 1689). La prosa tuvo escasa
producción, debido a la prohibición desde 1531 de cualquier introducción en las colonias
de «literatura de ficción», y destacó solamente en el terreno de la historiografía: Histórica
relación del Reyno de Chile (1646), de Alonso de Ovalle; Historia general de las conquistas
del Nuevo Reino de Granada (1688), de Lucas Fernández de Piedrahita; Historia de la
conquista y población de la Provincia de Venezuela (1723), de José de Oviedo y Baños.
En Brasil destacó Gregório de Matos Guerra, autor de sátiras y poesías religiosas y
seculares con influencia de Góngora y Quevedo.106
Teatro
Artículo principal: Teatro barroco
El teatro The Globe en la actualidad. Los teatros isabelinos presentaban una forma circular, con el
escenario en el centro, ofreciendo tres de sus lados al público. Eran muy parecidos a los corrales de
comedias españoles.108
Música
Tocata y fuga en re menor, BWV
565
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«Aleluya»
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Las cuatro estaciones de Antonio
Vivaldi.
Sonata K. 9 en re menor
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Primer movimiento
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Entre los especialistas se acepta que la música entre los albores del siglo XVII y mediados
del siglo XVIII tiene una serie de características que permite clasificarla como un período
estilístico, el denominado Barroco en la historia musical occidental. También hay
coincidencia en que, aunque el período pueda acotarse entre 1600 y 1750, algunas de las
características de esta música ya existían en la Italia de la segunda parte del siglo XVI y
otras se mantuvieron en zonas periféricas de Europa hasta finales del siglo XVIII. Algunos
autores dividen a su vez el barroco musical en tres subperíodos: temprano, hasta
mediados del siglo XVII; medio, hasta finales del siglo XVII; y tardío, hasta las muertes de
Bach y Händel.141
Se han estudiado paralelismos y similitudes entre los rasgos musicales de esta época con
los de las otras artes de este período histórico como la arquitectura y la pintura.141 Sin
embargo, otros autores estiman excesivas esas analogías, prefiriendo señalar los rasgos
estilísticos únicamente musicales que pueden ser calificados de barrocos simplemente por
ser contemporáneos de las artes plásticas y la literatura, y por tener una unidad espiritual y
artística con el período post-Renacimiento.142
La música barroca a menudo tenía una textura homofónica, donde la parte superior
desarrollaba la melodía sobre una base de bajos con importantes intervenciones
armónicas. La polaridad que resultó del triple y del bajo llevó desde la transición entre los
siglos XVI y XVII al uso habitual del bajo continuo: una línea de bajo instrumental sobre la
que se improvisaban en acordes los tonos intermedios. El bajo continuo era una línea
independiente que duraba toda la obra, por eso recibe el nombre de continuo. Apoyado en
la base del bajo se improvisaban melodías mediante acordes con un instrumento que los
pudiese producir, normalmente un teclado. Estos acordes se solían especificar en
el pentagrama mediante números junto a las notas del bajo, de allí el nombre de bajo
cifrado. El bajo continuo fue esencial en la música barroca, llegándose a denominar la
«época del bajo continuo».143
Entre los muchos compositores barrocos destacan los italianos Claudio
Monteverdi, Arcangelo Corelli, Alessandro Scarlatti, Domenico Scarlatti, Antonio
Vivaldi y Tommaso Albinoni; los franceses Jean-Baptiste Lully, François Couperin, Jean
Philippe Rameau y Marc-Antoine Charpentier; los alemanes Heinrich Schütz, Georg Philipp
Telemann, Johann Pachelbel y Johann Sebastian Bach; y los ingleses Henry
Purcell y Georg Friedrich Händel (alemán de nacimiento).144
Para Francisco Camino, en los 150 años de este período la música occidental cobró un
gran impulso, convirtiéndose en una de las artes más variadas, extendidas y vigorosas. La
variedad la aportaban los géneros y formas que se establecieron en este período: aria de
capo, cantata, ópera, oratorio, sonata (para tres instrumentos o para uno solo), concierto
grosso, concierto para un instrumento solista, preludio, fuga, fantasía, coral, suite y tocata.
La extensión geográfica de la música barroca alcanzó a toda Europa desde Italia: la
música sonaba en todos los lugares, palacios, teatros, iglesias, conventos, colegios, etc. El
vigor de las formas barrocas se siguió expandiendo en los siglos siguientes con una fuerza
que hoy todavía continúa.145
Período temprano (1600-1650)
El Palacio Ducal de Mantua donde fue estrenada la ópera La fábula de Orfeo de Monteverdi en
1607, la primera gran obra maestra del género.
G.F. Händel destacó en todos los géneros musicales, especialmente ópera y oratorio.
Compuso El Mesías.
Domenico Scarlatti compuso sonatas para clavicémbalo, por las que es universalmente
reconocido.
J.S. Bach está considerado la cumbre de la música barroca. Autor de la Pasión según San
Mateo y El clave bien temperado.
Johann Sebastian Bach, desde la tradición de la iglesia alemana protestante, fusionó los
conocimientos musicales de su época. Analizó la obra de los otros compositores copiando
y arreglando sus partituras. Así conoció los estilos de los principales compositores de
Italia, Francia, Alemania y Austria. De los italianos y, sobre todo, de Vivaldi, aprendió a
desarrollar los temas con concisión y en grandes proporciones, así como a ajustar el
esquema armónico. Los elementos que asimiló los desarrolló en toda su potencialidad, lo
que unido a su maestría en el contrapunto, dio origen a su personal estilo
bachiano.155 Bach compuso sus obras maestras a partir de 1720, cuando un nuevo estilo
forjado en los teatros de ópera italianos se extendía ya por Europa, pareciendo ya
anticuada su forma de componer. Por ello el conocimiento completo de su obra debió
esperar al siglo XIX.156
En cambio Haendel, también alemán de nacimiento pero con una formación musical tanto
alemana como italiana, se estableció en Londres y compuso en un lenguaje musical
totalmente cosmopolita: óperas italianas, creó el oratorio inglés y dio nuevos significados a
otros estilos tradicionales.154
Danza
La danza no tenía en el siglo XVII la misma consideración de arte que tiene hoy día, y era
considerada más bien un pasatiempo, un acto lúdico, aunque con el tiempo fue cobrando
protagonismo y empezó a ser considerada como una actividad elevada. Asimismo, si bien
en un principio era tan solo un acompañamiento de otras actividades, como el teatro o
diversos géneros musicales, progresivamente fue cobrando autonomía respecto a estas
modalidades, hasta que en el siglo XVIII se consolidó definitivamente como una actividad
artística autónoma. A finales del siglo XVI el principal país donde se otorgaba una cierta
importancia a la danza era Francia, con el denominado ballet de cour, el cual incluso hizo
evolucionar la música instrumental, de melodía única pero con una rítmica adaptada a la
danza. Aun así, su utilización en la corte francesa era más que nada un acto
propagandístico con el que demostrar la magnificencia de la realeza, o con que agasajar a
visitantes y diplomáticos, y donde se valoraban más la escenografía, el porte y la elegancia
que la coreografía o la habilidad física.157
Sin embargo, a principios del siglo XVII el epicentro de la danza varió de Francia a
Inglaterra, donde fue favorecida por los Tudor —y posteriormente los Estuardo— con un
tipo de espectáculo llamado masque, donde se conjugaba la música, la poesía, el
vestuario y la danza. Una variante de esta modalidad fue la antimasque, aparecida en
1609 como un complemento a la anterior, donde frente al canto y al diálogo se desarrolló
un tipo de espectáculo donde predominaba la actuación y el gesto, el movimiento
puramente coreográfico. Con el tiempo, la antimasque se separó de la masque y pasó a
ser un espectáculo autónomo, poniendo los cimientos de la danza moderna.158
A mediados del siglo XVII, sin embargo, las mayores innovaciones se dieron nuevamente
en Francia, gracias sobre todo al patrocinio del rey Luis XIV, así como al mecenazgo
del cardenal Mazarino, que introdujo el gusto por la ópera —género recién surgido en
Italia—, en cuyas representaciones era habitual la presencia de ballets en los entreactos.
Sin embargo, el hecho de que las óperas eran representadas por aquel entonces en
italiano hizo que el público francés prefiriese los ballets que acompañaban a las óperas a
estas mismas, por lo que poco a poco fueron ganando importancia. De ello se dio cuenta
el músico Jean-Baptiste Lully, que empezó una serie de reformas que convirtieron el ballet
en un arte escénico, cercano al que conocemos hoy día. Lully fue el autor del Ballet Royal
de la Nuit (1653), un gran espectáculo que duró trece horas y donde intervino el propio rey
caracterizado de Apolo dios del sol —de donde viene su apodo de Rey Sol—.159
Luis XIV favoreció la profesionalización de la danza, para lo que creó la Academia real de
Danza en 1661, la primera de esta modalidad en el mundo. En ella desarrolló su
labor Pierre Beauchamp, quizá el primer coreógrafo profesional, creador de la danse
d'école, el primer sistema pedagógico de la danza. Beauchamp introdujo el en dehors —la
rotación de las piernas hacia fuera, uno de los pasos tradicionales del ballet clásico—, así
como las cinco posiciones de los pies, que varían en diferentes grados de apertura
respecto al eje central del cuerpo. Por otro lado, la Academia favoreció la transformación
del ballet en grandes espectáculos donde, además de la danza, destacaban los elementos
dramático y musical. Así como el principal referente musical fue, como se ha visto, Lully, a
nivel dramático jugó un papel esencial Molière, creador del comédie-ballet, un género de
danza inspirado en la commedia dell'arte italiana. Por último, cabría mencionar a Raoul
Auger-Feuillet, que en 1700 desarrolló un nuevo sistema de notación de danza, gracias al
cual han sobrevivido numerosas coreografías de la época.160
Renacimiento
Para otros usos de este término, véase Renacimiento (desambiguación).
Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista.
Índice
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1Aspectos generales
o 1.1Contexto histórico
o 1.2Definición
o 1.3Estética
2Arte
o 2.1Etapas
o 2.2Italia
2.2.1Arquitectura
2.2.2Pintura
2.2.3Escultura
o 2.3España
o 2.4Francia
o 2.5Alemania
o 2.6Flandes y Países Bajos
o 2.7Otros países
o 2.8Arte colonial hispanoamericano
o 2.9Artes gráficas y decorativas
o 2.10Jardinería
3Literatura
4Teatro
5Música
6Danza
7Filosofía
8Ciencia
9Vida y costumbres
10Véase también
11Referencias
12Bibliografía
13Enlaces externos
Aspectos generales[editar]
Contexto histórico[editar]
Artículo principal: Edad Moderna
Imprenta europea del siglo XV. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las
principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.
El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e
historiador Giorgio Vasari en sus Vidas (1542–1550), en alusión al renacer de la cultura
clásica tras el oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como
político y cultural que abarcó todo el continente europeo durante los siglos XV y XVI.3 En la
historiografía moderna, la primera definición del Renacimiento procede del historiador
francés Jules Michelet (La Renaissance, 1855),6 mientras que la visión actual del mundo
renacentista fue forjada por Jacob Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento
en Italia (1860).4
Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo XV numerosos historiadores lo
retrotraen al siglo XIV o aun al XIII, a la obra de algunos artistas considerados precursores,
como Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases
de los primeros artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del
siglo XV, como el pintor Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos
ellos interesados en el naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 7
En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a
principios del siglo XV un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería
de inmediato a otros países de Europa.8 El artista tomó conciencia de individuo con
valores intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a
estudiar los modelos de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como
la anatomía e investigaba nuevas técnicas, como el claroscuro y la perspectiva,
desarrollándose enormemente las formas de representar el mundo natural con fidelidad. El
paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, quien se interesó por múltiples
ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro
Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen de la antigüedad y
preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así
como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.9
No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una
parte del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista
buscó imperiosamente distanciarse de la etapa posterior, a la que menospreciaban por su
supeditación a los valores religiosos y por su estilo antinaturalista, proveniente no de una
falta de habilidad técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla
para enfatizar otros valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el
propio artista renacentista no valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»;
así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía por qué las artes «habían decaído hasta tal
punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían resurgido en esa época; apareciendo y
triunfando tantos buenos artistas y escritores».10
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.
Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos
serán exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de
ciudades-estado italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la
aristocracia y el clero, con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el
proveniente del nacimiento en una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora
más la virtud cívica que la caballeresca o contemplativa, el talento personal —fuese en los
negocios, la ciencia o el arte— que el rancio abolengo.11
Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas
teorías artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como
de personajes provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía
emergente. Para estos personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y
estatus social, que otorgaba a quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus
semejantes. Algunos de los mecenas más distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de
Médicis, apodado «el Magnífico»; Federico da Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico
Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo, rey de
Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y
cardenales de la Iglesia.12
El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los
reiterpreta a través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo
perceptible y del ser humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a
la religión y los valores de la realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión
humanística por encima de la trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo
preponderante durante la Edad Media se sucede una visión dinámica que se sustenta en
la exprimentación y en la revalidación del método científico como fuente de
conocimiento.13 Por otro lado, los nuevos valores supremos del artista serán la belleza y la
armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la naturaleza, que a
través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas herramientas para realizar
sus obras.14
Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado
por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV)—, originado por la búsqueda de
los cánones de belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno
similar y coetáneo en Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la
observación de la naturaleza. Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa
Oriental: la fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.9
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), estuvo marcada por la
hegemonía artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III,
algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron
fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la antigüedad
clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia (saco de Roma en 1527), muchos de estos
artistas emigraron y propagaron las teorías renacentistas por toda Europa.9
Así, a lo largo del siglo XVI el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa,
desde Portugal hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron
en busca de formación o mecenazgo, y las grandes cortes europeas —
como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se llenaron de artistas de múltiples
nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos, pero numerosos
extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva reputación. Un factor
coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie
permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.15 También aumentó
considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para
conectar a artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la
época fue Amberes.16 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas
«cámaras de arte» (Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la
aristocracia y la realeza, unas estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo,
libros y objetos de toda clase, e incluso minerales o muestras naturales, de la flora y la
fauna; una de las más afamadas fue la de Rodolfo II en Praga.17
Características
De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:
Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una
concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la
principal ayuda de un arte que se preocupa incesantemente en fundamentar
racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de acceder a la verdad de la
naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento de fenómeno
casual, sino hacia la penetración de la idea.8
Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli.
Arte[editar]
Artículo principal: Arte del Renacimiento
Etapas[editar]
David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse en
el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en
la Academia de Florencia.
Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como
espacio cronológico todo el siglo XV: es el denominado Quattrocento, y comprende
el Primer Renacimiento —también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo
Renacimiento»—, que se desarrolla en Italia; la segunda surge en el siglo XVI y se
denomina Cinquecento: su dominio artístico queda referido al clasicismo o Alto
Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—, que se centra en el primer
cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en las
artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este período
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el manierismo, que
dura hasta el final del siglo XVI. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el
Renacimiento, en el resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías,
situación que se iba a mantener, exceptuando casos concretos, hasta comienzos del
siglo XVI.25
En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada
como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística
homogénea y de validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a
todas las demás naciones. Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería
constantemente de los impulsos marcados por Italia: artistas importados desde Italia o
formados allí harían el papel de verdaderos transmisores. Monarcas como Francisco
I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el nuevo estilo en las
construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos predominantes y
convirtiendo el Renacimiento en una «moda».
Italia[editar]
Arquitectura[editar]
Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento
La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles polícromos,
conforme a la tradición local.
Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en su
mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo
Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones
en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a extenderse
con la Contrarreforma.
La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y santa
Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado, estuvo
expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos, como se va
a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a todo este
pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.
Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue Miguel
Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería ser la del
propio Paraíso.
Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire
profano; se reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron
nuevas tipologías técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy
poco resalte, casi plano) y el tondo, o composición en forma de disco; también
la iconografía se renovó con temas mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un
inusitado interés por la perspectiva, derivado de las investigaciones arquitectónicas
coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves, retablos, sepulcros y grupos escultóricos.
Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la tradicional talla en madera
policromada en favor de la escultura en piedra —mármol preferentemente— y se recuperó
la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres
de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta técnica, y surtieron a toda
Europa de estatuas de este material.43
Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás
artes, a dos etapas:
El Cinquecento (siglo XVI): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de
los escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.45 Hasta tal punto
marcó la escultura de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron
capaces de recoger todas sus novedades y estas no se desarrollaron hasta varios
siglos después. Miguel Ángel fue, como tantos otros en esta época, un artista
multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente escultor. En sus
primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco
ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual
espíritu se aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica vaticana.
Protegido primero por los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio
ejemplo de expresividad, marchó luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de
construcción de la nueva basílica. El pontífice Julio II lo tomó bajo su protección y le
encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el artista como «la tragedia
de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las esculturas
hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido
denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción
que se manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en
tensión—, posturas contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin
embargo, suelen mostrarse contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la
belleza formal de las esculturas y las deja inacabadas, adelantando un concepto que
no volvería al arte hasta el siglo XX. Miguel Ángel continuó con la tradición de
monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la llevó a una nueva
dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.46 En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus
réplicas en Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio
concebido como museo de escultura al aire libre), Bartolomeo
Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían los elementos más
superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la corriente
manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen
áulica, un tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí
de primera mano las novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la
escultura barroca.47
España[editar]
Artículo principal: Renacimiento español
El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco
rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y
original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en Toledo.
Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El Escorial.
Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de
las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el
Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del momento.
En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la
cercanía geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar
los territorios limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin
embargo, el impulso definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el
reinado de Francisco I. Este monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo
que procediera de Italia, protegió a importantes maestros, solicitando sus servicios para la
corte francesa —entre ellos el mismo Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de
Cloux—, a la vez que emprendió un ambicioso programa de revitalización cultural que
revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene tener presente que Francia fue
la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo estaba fuertemente arraigado y podía ser
visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran presentes durante
un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la corte.
En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial,
había patrocinado ya desde el siglo XV la remodelación de los viejos châteaux medievales
y la creación de nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente
Francisco I el que dio un impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios
focos. El primer edificio renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye,
imponente fortaleza de ladrillo y piedra en la que aparecen pequeños detalles
renacentistas, dentro de una general sobriedad de aire militar. De estilo más avanzado
fueron los castillos del valle del Loira, conjunto de mansiones para la realeza y la nobleza
que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés: decorativismo de
raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más novedoso:
una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el
grácil puente del castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de este conjunto es
el castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una escalera
interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos
de Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.53
Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes
franceses que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las
formas italianas, aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas
y mansardas. Incluye fragmentos de desbordante creatividad, como la célebre Escalera
Imperial, anticipo de soluciones barrocas. No obstante, quizá lo más destacado del
proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente todas las disciplinas artísticas,
algunos venidos expresamente de Italia, como los pintores Francesco Primaticcio o Rosso
Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini o el arquitecto Sebastiano Serlio,
importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras salvo este
palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen a
todo un estilo, el «estilo de Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los
gustos aristocráticos.54
Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la
arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia
florentina más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la
corte en París, el palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética
plenamente manierista. La reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más
destacados del momento, Pierre Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée),
con características fachadas en las que utiliza el módulo de arco de
triunfo clásico.55Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción de un nuevo palacio,
enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro gran arquitecto
francés del Renacimiento, Philibert Delorme.56
La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea
de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a
las Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.
La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia.
Francia dejó de ser ya a finales del siglo XIV el gran centro escultórico de Europa que fue
gracias a los talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo XV, y aún más
en el XVI. Es paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la
consolidación progresiva de la institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar
su imagen y dispuesta a usar el arte como instrumento propagandístico de primer orden.
No obstante de la pérdida de hegemonía en este campo, que de todas formas nunca había
sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de los proyectos reales; es de destacar el
carácter ornamental y decorativo que tuvieron las esculturas, subordinándose al proyecto
general de los edificios e integrándose en estos. Dos fueron los autores más
sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.57
La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y
la llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera
mano las formas pictóricas italianas en el siglo XVI gracias a la llegada de autores muy
innovadores, como Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de
artistas franceses bajo la dirección de maestros italianos, como Niccolò
dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el responsable de la decoración del palacio de
Fontainebleau y la organización de las fiestas de la corte, y teniendo por tanto a sus
órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de talentos, escuelas, disciplinas
y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de Fontainebleau», una derivación del
manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo, los temas profanos y las
alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia. La mayor parte
de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa integración de las
artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No obstante,
conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine
Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la
época, a la vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte
de su obra se haya perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también
apreciable Jean Clouet, en la fiel plasmación de la vida de los poderosos de la época, con
una profundidad psicológica y brillantez formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean
Fouquet, gran pintor del siglo XV aún en la órbita del gótico.58
Alemania[editar]
Artículo principal: Renacimiento alemán
La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de
los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos, bocetos
y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.
El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico,
sino una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma
protestante. Alberto Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra
universal, que ya en vida fue reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta
del artista moderno, uniendo la reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica
medieval y el idealismo renacentista. Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos
sobre arte ejercieron una profunda influencia en los artistas del siglo XVI de su propio país
y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad de adquirir un conocimiento
racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de raigambre italiana en el arte
alemán.59
La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor.
Junto a la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas
Cranach el Viejo, pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien,
introductor de temáticas siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte
medieval; Matthias Grünewald, uno de los precursores del expresionismo; Albrecht
Altdorfer, excelente paisajista; o Hans Holbein el Joven, que desarrolló casi toda su
producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.60
En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo XVI. Destaca la obra
de Peter Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San
Sebaldo en Nürnberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos,
como Hubert Gerhard, autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de
Múnich.61
En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados
por la familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana
(1509-1518) o el barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).62 Tras la
Reforma, el mecenazgo de la nobleza alemana se centró en primer lugar en la
arquitectura, por la capacidad de esta para mostrar el poder y prestigio de los gobernantes.
Así, a mediados del siglo XVI se amplió el castillo de Heidelberg, siguiendo las directrices
clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes prefirieron conservar las
obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación renacentista.63
Flandes y Países Bajos[editar]
Artículo principal: Pintura flamenca (siglos XV y XVI)
Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal
del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como anécdota
o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil. Obsérvese el
interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que oscurecen el
cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.
Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con
la labor patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en
su corte de Praga una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas,
minerales, relojes, autómatas, instrumentos científicos), ya que también era un gran
amante de la ciencia. Adquirió cuadros de artistas como Brueghel, Tiziano, Leone
Leoni o Durero, y acogió a artistas como Giuseppe Arcimboldo, un original pintor de
retratos confeccionados con elementos propios de los bodegones.69 En Bohemia se
construyeron diversos palacios, como el Comunal de Pilsen y el de Schwarzenberg en
Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.70
Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran
amante del arte italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.72 El
monarca compró numerosas obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos
italianos para reformar y decorar sus palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente
Camicia y Giovanni Dalmata; el miniaturista Attavante degli Attavanti fue autor
del Breviario de Matías Corvino y del Códice de Marciano Capella; el escultor Andrea
Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral de Esztergom.73
Las artes industriales tuvieron un gran auge debido al gusto por el lujo de las nuevas
clases adineradas: se desarrolló la ebanistería, sobre todo en Italia y Alemania,
destacando la técnica de la intarsia, embutidos de madera de varios tonos para producir
efectos lineales o de ciertas imágenes. La tapicería destacó en Flandes, con obras
basadas en bocetos desarrollados por pintores como Bernard van Orley. La cerámica se
elaboró en Italia con barnices vidriados, consiguiendo tonos brillantes de gran efecto.
El vidrio se desarrolló notablemente en Venecia (Murano), decorado a veces con hilos de
oro o con filamentos de vidrios de colores. La orfebrería fue cultivada por escultores
como Lorenzo Ghiberti o Benvenuto Cellini, con piezas de gran virtuosismo y elevada
calidad, destacando especialmente los esmaltes y camafeos.79
En esta época se desarrollaron notablemente las artes gráficas, especialmente gracias a la
invención de la imprenta, apareciendo o perfeccionándose la mayoría de las técnicas
de grabado: calcografía (aguafuerte, aguatinta, grabado al buril, grabado a media
tinta o grabado a punta seca), linograbado, xilografía, etc. En Italia se desarrolló el grabado
en metal, practicado especialmente por los orfebres florentinos durante los siglos XV y XVI,
mientras que en el Cinquecento se perfeccionó el aguafuerte gracias a la obra
del Parmigianino. En Alemania destacó la obra de Durero, especialista de la técnica del
buril, aunque también realizó xilografías. En Francia, el grabado fue practicado por
la escuela de Fontainebleau, en la que destacó Jean Duvet, famoso por su serie
del Apocalipsis (1561). En Flandes surgieron notables grabadores en la ciudad
de Amberes, como los hermanos Wierix, autores de estampas de excelente técnica y
detallismo, aunque basadas en composiciones ajenas; o Hieronymus Cock, que reprodujo
numerosas obras de Brueghel.80
Jardinería[editar]
Artículo principal: Jardín italiano
Literatura[editar]
Artículo principal: Literatura renacentista
Teatro[editar]
El teatro renacentista también acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con
obras más naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se
buscaba la recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en
el espacio, en las tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-
l'œil. Surgió la reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo),
basándose en la Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En
torno a 1520 surgió en el norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados,
en dialecto, predominando la mímica e introduciendo personajes arquetípicos
como Arlequín, Colombina, Pulcinella (llamado en
Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales dramaturgos
destacaron Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope de
Rueda y Fernando de Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló
el teatro isabelino, con autores como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y,
especialmente, William Shakespeare, gran genio universal de las letras (Romeo y Julieta,
1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).85
Música[editar]
Artículo principal: Música del Renacimiento
Orfeo - Toccata
MENÚ
0:00
Danza[editar]
Artículo principal: Danza renacentista
Filosofía[editar]
Artículo principal: Filosofía renacentista
Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la
contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un reflejo
de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la belleza
celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.
Ciencia[editar]
Artículo principal: Historia de la ciencia en el Renacimiento
Vida y costumbres[editar]
Romanticismo
Para otros usos de este término, véase Romanticismo (desambiguación).
«Romántico» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Romántico (desambiguación).
Índice
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1Etimología
2Características
3Lugares de reunión
4Expresiones artísticas
o 4.1Literatura del romanticismo
o 4.2Romanticismo musical
o 4.3Pintura romántica
4.3.1Prerromanticismo: 1770-1820
4.3.2Apogeo de la expresión romántica en pintura: 1820-1850
4.3.3Posromanticismo: 1850-1870
5Véase también
6Referencias
7Bibliografía
8Enlaces externos
Etimología[editar]
Si bien está clara la relación etimológica entre romántico y el término francés para
novela roman, no toda la crítica se pone de acuerdo. En todo caso parece que la primera
aparición documentada del término se debe a James Boswell a mediados del siglo XVIII, y
aparece en forma adjetiva, esto es, romantic o romántico. En su libro de viaje de 1768 An
Account of Corsica el término aparece cuatro veces: para calificar la vista de la ciudad de
Corti desde el monasterio de los Franciscanos, para describir un agreste valle en el que se
asentó la orden de la Iglesia griega de San Basilio, al nombrar el sonido de un instrumento
de cuerda parecido a la cítara y en la mención al retiro de Jean-Jacques
Rousseau en Ginebra.2 Este término hace referencia a lo inefable, aquello que no se
puede expresar con palabras. Así, en un principio, se entendería que un sentimiento
romántico es aquel que requiere de un roman para ser expresado. El texto de Boswell se
tradujo a varias lenguas, llegando a alcanzar especial fuerza en alemán, con la difusión
de romantisch, en oposición a klassisch.
Según René Wellek el término sirvió en principio para denominar una forma genérica de
pensar y sentir, sólo en 1819, con Friedrich Bouterwek se emplea Romantiker como
denominación de la escuela literaria. La difusión del término es irregular por países;
en 1815 en España podemos encontrar romancesco junto a romántico, estabilizándose el
segundo ya en 1918.3
Otro origen del término muy señalado es el que relaciona «romántico» con la expresión «in
lingua romana» que alude a las lenguas romances distinguiéndolas de la antigüedad
clásica representada por el latín. Se trataría por tanto de un giro hacia la lengua propia y
vernácula como representante de la propia cultura. Igualmente surge con este término una
oposición entre «romántico» y «clásico» en función de la lengua que prefirieran y, por
añadidura, asociada también al gusto creador de unos y otros.4
Características[editar]
Saturno devorando a un hijo, una de las Pinturas negras de Goya, realizada durante el Trienio
Liberal (1820-1823), y que, bajo una capa mitológica, alude a la famosa frase de Vergniaud poco
antes de ser guillotinado: «La Revolución devora a sus propios hijos».
Lugares de reunión[editar]
Los lugares donde se reunían los románticos eran muy diversos. Fuera de las redacciones
de las revistas románticas, existían determinadas tertulias, como por ejemplo El
Parnasillo en Madrid, o, en París, El Arsenal, del cual, si hemos de creer a Alphonse de
Lamartine, «era la gloria Víctor Hugo y el encanto Charles Nodier» (Las Noches, de Alfred
de Musset, precedida del estudio de dicho poeta por A. Lamartine. Madrid: Biblioteca
Universal, 1898). En este cenáculo reuníanse entre otros Alfred de Musset, Alfred de
Vigny, Louis Boulanger, Louis Deschamps, Emile y Antoine Sainte-Beuve, etc.
También los rusos tuvieron su cenáculo: la Sociedad del Arzamas.6
Expresiones artísticas[editar]
Literatura del romanticismo[editar]
Comenzó en Alemania, partiendo de Beethoven y siendo seguido por Carl Maria von
Weber en 1786 y Félix Mendelssohn. Es un estilo musical imaginativo y novelesco. Este
movimiento afectó a todas las artes y se desarrolló sobre todo en Francia y Alemania.
La estética del Romanticismo se basa en el sentimiento y la emoción. En el Romanticismo
se cree que la música "pinta" los sentimientos de una manera sobrehumana, que revela al
hombre un reino desconocido que nada tiene que ver con el mundo de los sentimientos
que le rodea.
El estilo romántico es el que desarrolla la música programática y el cromatismo de una
forma predominante. Se da a lo largo de todo el siglo XIX, aunque al principio
del siglo XX se ingresa en el impresionismo.
Pintura romántica[editar]
Artículo principal: Pintura romántica
El término romántico, fue adaptado a las artes plásticas a principios del siglo XIX.
Podríamos diferenciar tres etapas del Romanticismo en la pintura:
Prerromanticismo: 1770-1820[editar]
Este período, aunque arranca con el Rococó, se desarrolla en paralelo con
el Neoclasicismo; es por ello que, las primeras pinturas románticas muestren
características de estos dos movimientos, aunque los temas a tratar sean de carácter
romántico: la finalidad de estas pinturas es la representación de los sentimientos sobre la
razón exaltando lo misterioso, representando así fantasmas o cementerios. Los pintores
más conocidos de esta época son:
Es el momento de mayor plenitud de la pintura romántica, la cual, junto con el inicio del
nuevo siglo, tuvo nuevos cambios donde comenzaron a imponerse temas relacionados con
la historia moderna y una nueva concepción del paisaje. En cuanto a los pintores de la
época encontramos a:
Véase también[editar]
Pintura romántica
Posromanticismo
Prerromanticismo
Ballet romántico
Romanticismo alemán
Romanticismo español
Romanticismo francés
Romanticismo inglés
Neoclasicismo
Para otros usos de este término, véase Neoclásico (desambiguación).
El término Neoclasicismo (del griego -νέος neos, el latín classicus y el sufijo griego -
ισμός -ismos) surgió en el siglo XVIII para denominar de forma negativa al
movimiento estético que venía a reflejar en las artes, los principios intelectuales de
la Ilustración, que desde mediados del siglo XVIII se venían produciendo en la filosofía, y
que consecuentemente se habían transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin
embargo, coincidiendo con la decadencia de Napoleón Bonaparte, el Neoclasicismo fue
perdiendo adeptos en favor del Romanticismo.
Índice
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1Orígenes
2Desarrollo
o 2.1Arquitectura
o 2.2Escultura
o 2.3Pintura
o 2.4Música
o 2.5Literatura
3Véase también
4Referencias
5Enlaces externos
Orígenes[editar]
Johann Joachim Winckelmann, a menudo llamado "el padre de la arqueología".
Con el deseo de recuperar las huellas del pasado se pusieron en marcha expediciones
para conocer las obras antiguas en sus lugares de origen. La que en 1749 emprendió
desde Francia el arquitecto Jacques-Germain Soufflot, dio lugar a la publicación en 1754
de las Observations sur les antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia
imprescindible para la formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra
la Society of Dilettanti (Sociedad de Amateurs) subvencionó campañas arqueológicas para
conocer las ruinas griegas y romanas. De estas expediciones nacieron libros como: Le
Antichitá di Ercolano (1757-1792) elaborada publicación financiada por el rey de Nápoles
(luego Carlos III de España), que sirvieron de fuente de inspiración para los artistas de
esta época, a pesar de su escasa divulgación.
También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como lugar de cita para viajeros y
artistas de toda Europa e incluso de América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se
intercambiaban ideas y cada uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta
a su tierra de origen. Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de
Roma, que con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta por el
equilibrio de los modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó la estética neoclásica.
La villa romana se convirtió en un centro de peregrinaje donde viajeros, críticos, artistas y
eruditos acudían con la intención de ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos
estaba el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la
cultura griega y un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la
Antigüedad (1764) es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la
antigüedad a los romanos.
En Roma también trabajaba Giovanni Battista Piranesi (1720-1778); en sus grabados,
como Antichitá romana (1756) o Las cárceles inventadas (1745-1760), y transmite una
visión diferente de las ruinas con imágenes en las que las proporciones desusadas y los
contrastes de luces y sombras buscan impresionar al espectador.
El trabajo está cargado de simbolismo: la figura en el centro representa la verdad rodeada
por una luz brillante (el símbolo central de la iluminación). Otras dos figuras a la derecha,
la razón y la filosofía, están rasgando el velo que cubre verdad.
La Ilustración representaba el deseo de los filósofos de la época de la Razón (filosofía) por
racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humanos. Vino a sustituir el papel de
la religión (como organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que
ordenará desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la
verdad.
Desarrollo[editar]
Arquitectura[editar]
Artículo principal: Arquitectura neoclásica
Puerta de Brandeburgo.
Representación de la Acrópolis de Atenas. Obra del arquitecto y pintor Leo von Klenze (detalle).
La arquitectura puede ser analizada como una rama de las artes social y moral. La
Enciclopedia le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de
los hombres. Proliferan así las construcciones que pueden contribuir a mejorar la vida
humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., pensadas con
carácter monumental. Esta nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura
barroca y se volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico
de validez universal. Nacen movimientos de crítica que propugnan la necesidad de la
funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798)
en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a
toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769) propugna
en sus obras Essai sur l'Architecture (1752) y Observations sur l'Architecture (1765) la
necesidad de crear un edificio en el cual todas sus partes tuvieran una función esencial y
práctica y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y no sólo
decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con lógica.
Todos los arquitectos parten de unos supuestos comunes como son la racionalidad en las
construcciones y la vuelta al pasado. Los modelos de los edificios de Grecia y Roma e
incluso de Egipto y Asia Menor se convierten en referentes que todos emplean aunque
desde puntos de vista distintos.
Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproduce
frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. El perfil
de los Propileos de Atenas le sirvió al alemán Carl Gotthard Langhans para configurar
su Puerta de Brandeburgo en Berlín (1789 a 1791),1 un tipo muy repetido como atestigua
la entrada al Downing College de Cambridge (1806) obra del inglés William Wilkins o la
posterior Gliptoteca de Múnich de Leo von Klenze.2
También el inglés James Stuart (1713-1788), un arquitecto arqueólogo al que se ha
llamado el Ateniense, en su monumento a Lisícrates en Staffordshire, reprodujo
el monumento corágico de Lisícrates en Atenas. Los hermanos Adam extendieron por toda
Inglaterra un modelo decorativo para interiores con temas sacados de la arqueología; una
de sus obras más representativas es Osterley Park, con una notable estancia etrusca y un
clásico hall de entrada (1775-80).
Italia prefirió recrear sus modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los
comienzos del siglo XIX. El modelo del Panteón de Agripa en Roma se repite en un gran
número de templos, como el de la Gran Madre de Dio en Turín y San Francisco de
Paula en Nápoles, ambos terminados en 1831, que reproducen el pórtico octástilo y el
volumen cilíndrico del Panteón.
Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios
basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y,
aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios son a veces
el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étienne-Louis
Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura;
entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionar el Cenotafio
para Isaac Newton concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo
ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico.
Ledoux ha dejado edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial
de las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular en el Franco Condado o el conjunto
de la Villette en París.
Entre uno y otros grupos aparece una tercera categoría, la arquitectura pintoresca, a partir
de la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del
geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se valora la combinación de la
naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan
las construcciones chinas, indias o medievales. Este juego de formas caprichosas y el
aprovechamiento de la luz buscan suscitar sensaciones en el espectador. Horace
Walpole (1717-1797) construyó en Londres (Inglaterra), Strawberry Hill (1753-1756) una
fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir una
novela gótica, una expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También William
Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los Jardines de Kew (Londres)
(1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento de las
arquitecturas orientales.
Escultura[editar]
Artículo principal: Escritura neoclásica
Psique reanimada por el beso del amor de Antonio Canova.
Los pintores, entre los que destacó Jacques-Louis David, reprodujeron los principales
hechos de la revolución y exaltaron los mitos romanos, a los que se identificó con los
valores de la revolución.
La claridad estructural y el predominio del dibujo sobre el color son algunas de las
principales características formales de la pintura neoclásica. Obras como el Juramento de
los Horacios, por ejemplo, plantean un espacio preciso en el que los personajes se sitúan
en un primer plano. Jean Auguste Dominique Ingres (1839-1867) aunque no fue un pintor
neoclásico, tiene obras -como La Fuente- que representan este movimiento artístico.
Música[editar]
Artículo principal: Música del Clasicismo
Yoire
Literatura[editar]
Véanse también: Literatura española de la Ilustración y Neoclasicismo hispanoamericano.
La Ilustración fue un movimiento intelectual que provocó que el siglo XVIII fuera conocido
como el «Siglo de las Luces». El culto a la razón promovido por los filósofos ilustrados con
llevó un rechazo del dogma religioso, que fue considerado origen de la intolerancia, y una
concepción de Dios que pasaba de regir el mundo mediante las leyes naturales a
desaparecer en concepciones ateas del universo. Los ilustrados promovieron la
investigación de la naturaleza, el desarrollo científico-técnico, la educación y la difusión
general de todo tipo de conocimientos; fueron los tiempos de L'Encyclopédie. El arte se
hizo así más accesible y con menos pretensiones, y la literatura se dirigió a un público más
amplio, planteándose como un instrumento social. El aumento del número de lectores,
especialmente entre la burguesía, plantea la figura del escritor como un profesional, y la
escritura como su fuente principal o secundaria de sustento.3
Francia fue la primera en reaccionar contra las formas barrocas, y los tres
grandes ilustrados, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se cuentan entre sus principales
exponentes. También destacaron Pierre Bayle, Denis Diderot, Georges Louis
Leclerc y Pierre de Marivaux. En el Reino Unido tuvo una gran cantidad de adeptos
la novela de aventuras, destacando Daniel Defoe, Jonathan Swift, Samuel
Richardson y Henry Fielding, junto a los poetas John Dryden y Alexander Pope.4
De la novela se pasó al ensayo como género divulgador de ideas por excelencia. La
literatura neoclásica realizó una crítica de las costumbres, incidiendo en la importancia de
la educación, el papel de la mujer y los placeres de la vida.5 Destacaron en España el fraile
benedictino Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.
Cobró importancia la fábula, relatos o poesías normalmente ejemplificadas con animales,
donde se exponen enseñanzas morales. La fábula se caracterizaba por ser una
composición de carácter didáctico, por la crítica de vicios y costumbres personales o de la
sociedad, y por la recurrencia a la prosopopeya o personificación. Es el subgénero que
más se adaptó a las preceptivas neoclásicas: una composición sencilla en la que la
naturaleza interviene, y que enseña divirtiendo. Destacaron los fabulistas Félix María de
Samaniego y Tomás de Iriarte en España, y el francés Jean de la Fontaine.6
En España, hubo una continuidad barroca en la poesía, con autores como Diego de Torres
y Villarroel, que consideraba a Quevedo su maestro; Gabriel Álvarez de Toledo y Eugenio
Gerardo Lobo. La segunda mitad del siglo XVII mostraba ya una poesía neoclásica,
dominada por su admiración por la ciencia y los temas filosóficos, o centrada en
temas anacreónticos y bucólicos, y marcada en ocasiones por el fabulismo.
Destacaron Nicolás Fernández de Moratín, autor de Arte de las putas, prohibida por la
Inquisición, que pudo inspirar los Caprichos de Goya; Juan Meléndez Valdés y José
Cadalso, de la escuela salmantina; los fabulistas Iriarte y Samaniego en Madrid; en la
escuela sevillana destacaron José Marchena, Félix José Reinoso, José María Blanco-
White y Alberto Lista.7
Se dio también una fuerte influencia barroca en el teatro español, especialmente durante la
primera mitad del siglo XVIII, con autores como Antonio de Zamora o José de Cañizares.
El teatro en España tuvo cambios como la prohibición oficial de representar autos
sacramentales, la reaparición del gusto popular por el sainete y la transición de los
antiguos corrales a los teatros, como locales adecuados a la nueva concepción del teatro.
A finales del primer tercio de siglo los dramaturgos españoles comienzan a seguir los
modelos franceses, como Boileau y Racine, renovando las
estéticas aristotélicas y horacianas. La obra de teatro debe ser verosímil, cumplir con las
unidades de acción, de espacio y de tiempo, y tener un enfoque didáctico y moral.
Destacaron en la tragedia Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Ignacio López de
Ayala y Vicente García de la Huerta; en el más popular género del sainete,
destacaron Antonio de Zamora, el prolífico Ramón de la Cruz e Ignacio González del
Castillo. Destacó especialmente la figura de Leandro Fernández de Moratín, creador de lo
que se ha dado en llamar «comedia moratiniana» (La comedia nueva o El café, El sí de las
niñas), en que ridiculizaba los vicios y costumbres de la época, usando el teatro como
vehículo para moralizar las costumbres. Seguidores de esta línea son también Manuel
Bretón de los Herreros y Ventura de la Vega.8
Véase también[editar]