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sea simple será expresado por una co mbinación de palabras ... )) (<<La filo·
sofía del atomismo lógico», n , p. 197 de Logic and Knowledge). Un len-
guaje semejan te tiene la ventaja de que muestra a simple vista la estructura
lógica de los hechos que afirma o niega . Según Russell , de esta clase pre-
tende se r el lenguaje de los Principia Mathematica, con la única diferencia
de que este lenguaj e posee sintaxis, pero c;:¡ rece de vocabu lario: «es el tipo
de lenguaje que, si le añadiéramos un vocabulario, sería un lenguaje lógica-
mente perfec to) (loc. cit., p. 199).
Ha y que entender lo que Russell quiere decir. Los Principia Mathematj-
ca, como todo cálculo lógico , tienen su vocabu lario, a saber, el conjunto
de signos con los que se componen sus fórmulas en aplicación de sus re-
gIas. Pero lo que Russell quiere dat a entender es que un lenguaje lógica-
mente perfecto podría ser un lenguaje que, poseyendo un vocabulario, no
de signos lógicos, sino de palabras, como las del lenguaje natural, tuviera
una sintaxis, unas reglas de estructuración y composición de oraciones,
como las de aquel cálculo lógico.
Los lenguajes naturales, las lenguas humanas, no son de esa manera. Y
esto, que es una desgracia desde el punto de vista filosófico , es -para
Russell- una ventaja a efectos prácticos de comunicación . A diferencia
de un lengul'lje lógica mente perfecto, el lenguaje ordinario se caracte riza
por la ambigüedad de sus palabras, de tal manera que, cuando alguien usa
una palabra, no sign ifica por medio de ella la misma cosa que otra perso-
na. Esto, que a primera vista podría parece r un inconveniente, no lo es en
realidad, y lo grave sería que todos los hablantes significara n, con sus
palabras , las mismas cosas, pues la comunicación resultaría imposible. ¿Por
qué? Porque «el significado que uno dé a sus palabras tiene que depender
de la naturaleza de los objetos con los que esté fami liarizado, y puesto
que las diferentes personas están familiarizadas con diferentes objetos, no
podrán hablar entre sí a menos que den a sus palabras sign ificados muy
diferentes ) (loe . cit., p. 195). Así -y el ejemplo es de Russell- , quien
ha paseado por PiccadilIy, y es tá por consigu iente familiari zado con esta
calle de Lond res, da al término «Piccadilly» un significado distinto del
que le dará una persona que nunca haya estado all í, por muchas cosas que
sepa de ese lugar. Si insistiéramos en un lenguaje caren.e de ambigüedad ,
no podríamos hablar de las cosas que conocemos a quienes no las conocen.
Vale la pena detent:rse en lo anterior, porque están ahí presentes va-
rios rasgos caracterÍsicos de la teoría del significado de Russell. En primer
lugar, se obse rvará que el significado depende del conoci miento por
familiaridad (knowledge by acquaintance) o conocim iento directo, que Ru s-
sell , en or ros lugares, ha contrapuesto al conocimiento por descripción
(por ejemplo, en el cap. 5 de Los problemas de la filosofía). El conocimien-
to direcro excluye la mediación de procesos de inferencia o de conocimien-
to de verdades. Los datos sensibles constituyen la apariencia de un objeto
material , como color, forma , dureza, etc., son ejemplo de algo que se co-
noce directamente por fa miliaridad . El conocimiento del objeto como tal
es, en ca mbio, un conocimiento por descripción: supone, no s610 mis
6. A fa busca def lenguaje perfecto 191
directo es propio y particular de cada cual, y por ello, «todos los nombres
que se usen serán privados de un hablante y no podrán entrar en el
lenguaje de otro» (toc. cit. , p. 198). Esto, desde el punto de vista de su
vocabu lario. Desde el pumo de vista de su sintaxis, la referencia de Russell
a los Principia Mathematica nos pone en la pista de un rasgo fundamental
que no puede faltar en ningún lenguaje pe rfecto: la extensionalidad, esto
es, que todas sus oraciones complejas puedan descomponerse en oraciones
simples, de tal modo que la verdad o falsedad de aquellas sea una función
de la verdad o fa lsedad de las últimas, como ocurre en cualquier cálculo ló-
gico estándar. Ello implica que un lenguaje perfecto está constituido por
oraciones que pueden ser verdaderas o falsas, esto significa que solamente
es candidata a la perfección lógica aquella porción del lenguaje que utiliza-
mos para declarar los hechos, para hablar de lo que acontece, es decir,
aquella porción del lenguaje que empleamos en el discurso declarativo o
asertórico. Es la misma reducción que -como hemos visto-- había
efectuado Frege. Por lo que respecta a Ru ssel1, podemos decir, siguiendo
::;u terminología, que se trata de un lenguaje compuesto por proposiciones,
ya que una proposición es - segú n Russell- una oración en el modo
indicativo, una oración qu e afirma algo (a diferencia de aquellas oraciones
que expresan pregun tas, mandatos o deseos); la proposición es el vehícu-
lo de la verdad y de la falsedad (op. cit., 1, p. 185).
Así pues, las oraciones complejas de nuestro lenguaje perfecto estarán
compuestas de oraciones simples unidas por palabras que , corno «y», «o»,
<mo», «si ... entonces», ete., representan los modos de composición verita-
tivo-fu ncional. ¿De qué forma serán las oraciones simples? Estas oraciones,
que Ru ssell deno mina «proposiciones atómicas», describirán el tipo más
simple de hecho, lo que, siguiendo la misma analogía, llamará «hechos ató-
micos». De aquí el nombre de «(atomismo lógico» para su teoría: se trata
de llegar a los últimos elementos que el análisis lógico del lenguaje pueda
encontrar en éste', y puesto que el lenguaje, en lo que es filosóficamente re-
levante, y de acuerdo con el principio de isomorHa, corresponde estructu-
ralmente a los hechos, por lo mismo llegaremos a los últimos elementos
de la realidad. En este sentido, el análisis de Russell va de la lógica a la
metafísica a través de la filosofía del lenguaje.
Para Russell. los hechos más simples que se pueda imaginar, los hechos
atómicos, son los que consisten en la posesÍón de una cualidad por una cosa
particular, por ejemplo , el hecho descrito por la proposición «Eso es
blancQ). Aquí tenernos algo, aquello a 10 que se refiere el término «eso», y
el color que le atribuimos. Una proposición tal es, desde luego, muy di-
ferente de una proposición como «Esa tiza es blanca». En este caso, al con~
siderar algo como tiza, le estamos atribuyendo ciertas propiedades, algunas
muy complejas, que sin duda nos llevan más allá de los meros datos sen-
sibles que ahora tenemos del objeto en cuestión. El término «tiza» encierra
una complejidad que lo excluye corno candidato a constituyente de una
proposición atómica . Por eso, y para no prejuzgar nada sobre dicho ob-
jeto, nos limitamos a utilizar un pronombre demostrativo como «eso».
6. A la busca del lenguaje perfecto 193
Suponemos, de otra parte, que una cualidad como un color es el tipo más
simple de cualidades, y por consiguiente no analizable o descomponible
ulteriormente. Hay que tener en cuenta que lo relevante aquí es el color
en Cllanto percibido, y no en cuanto realidad física que puede estudiarse
cienríficamente. Por ello, el que pueda definirse un color en términos de una
determinada longitud de onda es irrelevante para el análisis de Russell. Se
trata, no de un análisis físico, sino lógico, aunque tomando este último
término con una amplitud peculiar, pues, corno ya hemos visto, en él es un
presupuesto básico el principio de familiaridad. Esto quiere decir que
los términos de las proposiciones atómicas poseen significado en cuanto
designan objetos de conocimiento directo , y así se explica que los ejem-
plos que Russell suministra correspondan a hechos atómicos que son,
claramente, datos se nsibles (loe. cit., pp. 198 Y ss.).
El tipo más simple de hecho consiste, pues, en la posesión de una cua-
lidad simple por una entidad particular. Hechos levemente más complejos
son los que consisten en relaciones diádicas, como el descrito por la propo-
sición «Eso está junto a aquello». El tipo siguiente será el de relaciones
triádicas , como el hecho descrito por «Eso está entre aquello y aquello
otro» . y así sucesivamente. Todos estos hechos son atómicos para Russell,
y constituyen una jerarquía de complejidad. En todo hecho atómico hay,
pues, una propiedad o una relación , más una o varias entidades que son,
respectivamente, sujeto de aquélla o ésta. A estas entidades les llama
Russell , abreviadamente, «particulares». Se reconocerá aquí la forma de
las funciones proposicionales de cualquier cálculo lógico estándar: Px,
Rxy,. Rxyz, elC. Un particular es, por tanto, un sujeto de propiedades
y de relaciones. Pero ¿en qué consiste? Russell no dirá nada más. La
definición de «particular» es puramente lógica y, por consiguiente, nada
puede decir más de lo dicho. Al lógico, como tal , no le interesa la
cuestión de en qué consiste un particular, ni de si es posible o no en-
contrar particu lares en el mundo. Todo esto son cuestiones empíricas
sobre las cuales el lógico, en cuanto tal, carece de competencia: «el lógico
nunca da ejemplos, porque es una de las características de una proposición
lógica el que no es necesario saber nada acerca del mundo real para poder
entenderla» (<<La filosofía del atomismo lógico», 11, p. 199 de Logic and
Knowledge). Simplemente añadirá que los particulares, como las sustan-
cias en diferentes doctrinas tradicionales, son autosubsistentes y lógica-
mente independientes entre sí. Que haya uno solo en el mundo o más
de uno, y en este caso, cuántos, es ya una cuestión puramente empírica.
Hay que añadir que, en ocasiones, Russell se refiere a los particulares
de tal modo que parecería que entiende por particular algo equivalente a un
hecho atómico. Así, cuando habla de los particulares como «pequeñas
manchas de color o sonidos» (op. cit., l, p. 179), da la impresión de que el
particular es un dato sensible, y por 10 tanto, un hecho atómico. Sus de-
claraciones en la segunda conferencia, que acabamos de ver, son tan claras
que deben deshacer el equívoco.
194 Principios ce Filosofia del Lenguaje
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