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Mitos y verdades de los túneles

Los conductos subterráneos funcionaban, según los historiadores, como sótanos, depósito
de mercadería y/o desagües fluviales. Hay trabajos en Santa María la Mayor y San Ignacio
Domingo 12 de mayo de 2013 |

Santa María La Mayor. | El año pasado terminaron de restaurar el conducto.


POSADAS.
Si algo quedó aferrado al imaginario colectivo es que estas tierras esconden aún el
oro de los jesuitas. Y siguiendo esa premisa – que muchos historiadores tildarán de
fábulas – están los que emprendieron innumerables búsquedas del tesoro. Es el
caso de Don Alfredo Zubreski, un vecino de Apóstoles que descubrió un túnel y
realizó una excavación hasta que se encontró con la objeción de parte del dueño
del terreno lindante. El hombre se hizo famoso en 1977 con este hallazgo y hoy ya
es todo un personaje en la localidad. Hasta inspiró una película.
Versiones hay por montones. Y cada trabajo arqueológico reaviva la imaginación y
el debate entre la ciencia y la intuición. Sobrevuelan con fuerza otras dos ideas:
que los túneles servían para hacer contrabando o bien de refugios ante la invasión
de los bandeirantes.
Conviene hacer una pausa aquí y especificar que los estudiosos y, de hecho, el
mismo terreno lo evidencia reconocen los conductos subterráneos, en tanto tenían
diferentes funciones de acuerdo a las características. Unos funcionaban como
sótanos, otros como depósito de mercadería o bien como desagües fluviales.
“Los túneles Santa María responden a dos intervenciones grandes. También en San
Ignacio se trabajó en parte de estos conductos, principalmente limpieza y
consolidación, tiene unos cien metros. El de Santa María la Mayor son desagües
fluviales, el agua de los techos del templo desembocaban en ese conducto y ese
conducto desembocaba en la huerta. Se origina en el templo, atraviesa el colegio
y desemboca en la huerta” describe la arqueóloga Alejandra Smith, integrante del
Programa Provincial de Misiones Jesuíticas.
“En San Ignacio el conducto subterráneo tiene entre 110 y 120 metros de longitud
combinan a cielo abierto y después subterráneo. Los conductos que se han
trabajado hasta el momento en la provincia de Misiones, algunos son sótanos para
conservar los alimentos. San Ignacio, por ejemplo, tiene entre la cocina y el
comedor un depósito para guardar mercaderías. Tienen escalera, ventilación
adecuada para conservar la comida”, señala, y agrega rápidamente: “yo no podría
decir que no fueron ocupados como refugios pero no tendría sentido moverse o
esconderse en un espacio tan reducido”.
Por otra parte, Esteban Snihur recuerda: “el túnel de Apóstoles que destapó Don
Zubreski en la década del 70’ está en una propiedad privada. Se encontraron
muchas escorias y estaba justo debajo de donde funcionaban los talleres de la
reducción, entonces se llegó a la conclusión que ese túnel era un conducto de aire
del horno de fundición. Porque evidentemente había un horno”.

Personaje de película
En el año 1981 se estrenaba una película nacional La Conquista del Paraíso filmada
en El Soberbio y dirigida por Eliseo Subiela. Seis años antes el director había
venido de luna de miel a Misiones y se enteró de la existencia de un sugestivo
actor de un mundo imposible que habita el paisaje urbano. Dos horas duró la
charla que el cineasta, grabador de por medio, mantuvo con Alfredo Zubreski para
que de esa forma hilvanara el guión cinematográfico donde el “topo” es uno de los
personajes principales.
Este singular personaje, popular por transitar con su bicicleta por las calles de
Apóstoles y famoso después de la década del 70, se dedica a arreglar máquinas de
coser y relojes antiguos de pared, pero su pasión son las excavaciones. Más de
medio siglo de peregrinar por lugares señalados como seguros en busca del “túnel
de los jesuitas”, de vasijas de oro y tesoros escondidos que parecen serle esquivos
por los siglos de los siglos.

Patrimonio subterráneo
En 1989, operarios de Telecom estaban construyendo una caja subterránea en
Colón y Rivera Indarte de la capital de Córdoba. De pronto, una herramienta se
perdió en el fondo de un hueco. Se había redescubierto la Cripta Jesuítica del
Antiguo Noviciado, el sitio subterráneo emblemático de Córdoba.
La Docta tiene fama de que en sus entrañas existe una ciudad con túneles y
bóvedas construidos durante la época colonial por la Iglesia y otras instituciones
poderosas. El Grupo Speleotunel investiga el subsuelo cordobés para avalar o
refutar este mito.
En el camino encontraron varias sorpresas y también se toparon con el silencio de
algunas instituciones y la falta de cuidado del patrimonio por parte del Estado y de
las empresas constructoras.
En la Capital relevaron 16 espacios subterráneos históricos. Estos espacios se
suman a los más conocidos y que están protegidos como el Salón de Profundis
(Ituzaingó al 100), la cripta de la Casa de Huérfanas (Caseros al 100) y la Cripta de
la Iglesia de la Compañía (Obispo Trejo y Caseros).

“Con la expulsión de los jesuitas comenzó la


decadencia de los pueblos”
POSADAS. Docente, historiador y apasionado investigador de los pueblos jesuíticos.
Alfredo Poenitz fue rector del Instituto Hernando Arias de Saavedra de Posadas, y
actualmente se desempeña como miembro titular del Directorio de la Coneau. En
diálogo con El Territorio se refirió al desarrollo productivo de las misiones en la era
jesuítica y post jesuítica.
“En la época jesuítica el conjunto de los 30 pueblos tuvo un objetivo netamente
visionado, lo más importante era la evangelización, lo más importante era llevar el
cristianismo a esta etnia tan particular, tan religiosa, tan profundamente espiritual
como era la etnia guaraní.Pero, al expulsar a los jesuitas, los pueblos pasaron a
tener un objetivo productivo, o sea, pasaron a ser de centros misionales a centros
productivos y ahí es donde empiezan a cobrar importancia el espacio rural, el
espacio de la producción de los pueblos”, comenta Poenitz.

¿Cuán importante eran las estancias para el desarrollo agrícola?


La gente iba al trabajo en las estancias, donde no sólo había ganado, sino también
yebales y algodonales, todas las mañanas, se trabajaba durante el día y se
retornaba al pueblo generalmente a la noche. Es decir que la gente no vivía en el
espacio urbano. Para el cuidado permanente del ganado existían familias que
vivían en forma permanente en puestos de estancias, que a la vez servían de
postas en el camino que unía los pueblos. Es el caso de San Alonso, que era un
puesto de estancia de la reducción de Apóstoles. Ese puesto hoy está siendo
puesto en valor a través de un trabajo arqueológico. Con Snihur también
trabajamos otro caso, que fue el de la estancia de Jesús, también de Apóstoles,
que aún conserva restos.

¿Quiénes trabajaban? ¿Había líderes?


Se trabajaba a partir de cuadrillas. Probablemente existieron jefes de ellas. Pero
era tal la armonía reinante que el trabajo era un medio feliz de realizaciones como
comunidad. Todo se hacía por la comunidad, por lo tanto no constituía el trabajo
un peso, sino una forma de crecimiento junto a la comunidad. Era el sistema de
reciprocidad propio del pueblo guaraní, donde la promoción personal dependía del
crecimiento en conjunto con los demás miembros de la comunidad.

¿Qué sucedió con la expulsión de los jesuitas? ¿Cómo siguieron


trabajando en su sistema económico los guaraníes?
Expulsados los jesuitas, las Misiones pasaron a depender del Gobierno de Buenos
Aires. Cada pueblo pasó a ser administrado por particulares enviados desde la
Administración Central en Buenos Aires. Los pueblos ya no formaban un
"tupambaé", una comunidad, sino que pasaron a depender de sí mismos. Se
transformaron en unidades productivas individuales. Cada pueblo vendía sus
excedentes y estos se monetizaban en Buenos Aires, dinero con el que se
compraban los elementos que cada pueblo necesitaba. Este sistema, totalmente
contrario a la cultura ancestral guaraní, no funcionó. Tampoco los administradores
supieron entender la cultura guaraní. Y en poco tiempo comenzó la decadencia de
los pueblos. Lo que costó más de siglo y medio construir por parte de los jesuitas,
se derrumbó en apenas dos décadas.

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