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TODO LO SOLIDO Traduecién de TODO LO SOLIDO SE a i DESVANECE EN EL AIRE. La experiencia de la modernidad Cattos Mawe. Gower Sean i ARQUITECTO INTRODUCCION. LA MODERNIDAD: AYER, HOY Y MANANA Hay una forma de experiencia vital —la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demas, de las posibilidades y los pe~ Tigros de la vida— que comparten hoy los hombres y mujeres de todo emundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias la «mo- demidad», Ser modernos ¢s encontramos en un entorno que nos pro~ mete aventuras, poder, alegria, crecimiento, transformacién de noso- tos y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo Jp que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los en- tomos y las experiencias modemnos atraviesan todas las fronteras de la geografiay Ia etna, de la clase y la nacionalidad, de la religion y In eologia: se puede decir que en este sentido la modernidad une @ toda la humanidad. Pero es una wnidad paradéjca, la unidad de la des- lunign: nos arroja a todos en una voragine de perpetua desintegra~ in y renovacin, de lucha y contradiccién, de ambigiiedad y an- fqstia, Ser modemnos s formar parte de un universo en el que, como tijo Marz, «todo lo sélido se desvanece en el aire». “Las personas que se encuentran en el centro de esta vordgine son propensas a creer que son las primeras,y tal vez las tinicas, que pa San por ella; esta creencia ha generado numerosos mitos nostalgicos ide un Paraiso Perdido premoderno. Sin embargo, la realidad es que tun niimero considerable y creciente de personas han pasado por ella durante cerca de quinientos afos. Aunque probablemente la mayorta {de estas personas han experimentado la modernidad como una ame- fnaza radical a su historia y sus tradiciones, en el curso de cinco si- tlos ésta ha desarrollado una historia rica y una multitud de eradi- Fiones propias. Deseo explorar y trazar el mapa de estas tradiciones, Comprender las formas en que pueden nutrir y enriquecer nuestra propia modemnidad, y las formas en que podrian oscurecer © empo- Brecer nuestro sentido de lo que es la modernidad y de lo que pue- de ser. ‘La vorigine de la vida moderna ha sido alimentada por muchas 2 Marball Berman fuentes: los grandes descubrimientos en las ciencias fisicas, que han cambiado nuesteas imAgenes del universo y nuestro lugar en él lain Gustializacién de la produccién, que transforma el conocimiento ‘ientifieo en tecnologia, crea nuevos entornos bumanos y destruye Jos antiguos, acelera el ritmo general de la vida, genera nuevas for~ mas de poder colectivo y de lucha de clases; las inmensas alteracio- nes demogrificas, que han separado a millones de personas de su hé- bitat ancestral, lanzdndolas a nuevas vidas a través de medio mundos clerecimiento urbano, rapido y a menudo caético; los sistemas de co municacién de masas, de desarrollo dinmico, que envuelven y unen 4 las sociedades y pueblos mas diversos, los Estados cada vez. mas po- derosos, estructurados y dirigidos burocraticamente, que se esfuer- zan constantemente por ampliar sus poderes; los movimientos socia- les masivos de personas y pueblos, que desafian a sus dirigentes po- Iiticos y econémicos ¥ se esfuerzan por conseguir cierto control so- bre sus vidas; y Finalmente, conduciendo y manteniendo a todas es tas personas € instituciones un mercado capitalsta mundial siempre ten expansidn y dristicamente fluctuante, En el siglo XX, los procesos Sociales que dan origen a esta voragine, manteniéndola en un estado dle perpetuo devenir, han recibido el nombte de « modernizacién». Es- tos procesos de la historia mundial han nutrido wna asombrosa va~ HHedad de ideas y visiones que pretenden hacer de los hombres y mu- jeres los sujetos tanto como los objetos de la modernizaciOn, darles Ulpoder de cambiar el mundo que esta cambisndoles, abrise paso a través de la vordgine y hacerla suya. A lo largo del siglo pasado, es- tos valores y visiones Ilegaron a ser agrupados bajo cl nombre de tinodetnismor. Este libro es un estudio de la diléctica entre moder- nizacién y modernismo. ‘Con [a esperanza de aprehender algo tan amplio como la historia. de la modernidad, la he dividido en tres fases. En la primera fase, Gque se extiende mis o menos desde comienzos del siglo XVI hasta fi- eles del XVI, fas personas comienzan a experimentar Ja vida mo- ‘demas apenas si saben con qué han tropezado, Buscan desesperada~ mente, pero medio a ciegas, un vocabulario adecuado; tienen poca 0 nnula sensacién de pertenecer 2 un piblico 0 comunidad moderna en fl seno de la cual pudieran compartir sus esfuerzos y_ esperanzas. ‘Nuestra segunda fase comienza con la gran ola revolucionaria de I década de 1790, Con la Revolucién francesa y sus repercusiones, sur- ge abrupta y espectacularmente el gran piblico moderno. Bste p= blico comparte [a sensacién de estar viviendo una época re La modernided: ayer, boy y mana 3 naria, una época que genera insurreeciones explosivas en todas las di- mensiones de la vida personal, social y politica. Al mismo tiempo, el pablico moderno del siglo x1X puede recordar lo que es vivir, mate- Fal y espiritualmente, en mundos que no son en absoluto modernos. De sta dicotomia interna, de esta sensacién de vivir simultineamen- te en dos mundos, emergen y se despliegan las ideas de moderniza~ ‘én y modernismo. En el siglo XX, nuestra fase vercera y final, el pro- eso de modernizacin se expande para abarcar précticamente todo eI mundo y la cultura del modernismo en el mundo en desarrollo con- ‘igue triunfos espectaculares en el arte y el pensamiento. Por otra par tea medida que el piblico moderno se expande, se rompe en una itud de fragmentos, que hablan idiomas privados inconmensu- tables la idea de la modernidad, concebida en numerosas formas frag nentarias, pierde buena parte de su vivera, su resonancia y su pro~ fundidad, y pierde su capacidad de organizar y dar un significado a la vida de las personas. Como resultado de todo esto, nos encontra- mos hoy en medio de una edad moderna que ha perdido el contacto con las raices de su propia modernidad. Si en la primera fase de Ia modernidad hay una voz moderna ar- queripica, antes de las revoluciones francesa y americana, ésta es la dz Jean-Jacques Rousseau. Rousseau es el primero en utilizar Ja pa~ labra moderniste en el sentido en que se usaré en los sighos KIX y XXs ¥ es a fuente de algunas de nuestras tradiciones modernas mas vita~ kes, desde la ensofiacién nostilgica hasta la introspeccién psicoanali- tica y la democracia partcipativa. Rousseau fue, como todo cl mun- do sabe, un hombre de profundos conflictos. Gran parte de su an- gusta emana de las peculiaridades de su propia vida en tensién, pero tigo de ella se deriva de su aguda sensbilidad hacia las condiciones Sociales que estaban empezando a configurar las vidas de millones de personas. Rousseau asombré a sus contemporineos al proclamar que fr sociedad europea estaba «al borde del abismor, en visperas de los alzamientos revolucionarios mas explosivos. Experimentaba la vida ‘otidiana en esa sociedad —especialmente en Pars, su capital — como tun torbellino, le tourbillon socal. ¢Cémo iba iduo a mover- se y vivir en el torbellino? + Emile, ou de Péducation, 1762, 08a las Onwores completes de Rouseas (Pars, Galima tle Rousseau de tonrbillon rial y de emo sob Score cl carter valuble de [a soiedsd europea y Tos fuuroslevant nario, Emile, typ. 2525, p. 468; 1, pp- 507-508. Marshall Berman En la novela romantica de Rousseau La nueva Eloisa, su joven hé- Saint-Preux, real desde las profundidades del tou bo de su asombro y su miedo. Saint-Preux expetimenta la vida metropolitana como «un choque per- petuo de grupos y cabalas, un flujo y reflujo continuo de prejuicios ¥ opiniones en conflicto [..] Todos entran constantemente en con- tradiccién consigo mismos» y «todo es absurdo, pero nada es cho- ante, porque todos estin acostumbrados a t al que «lo bueno, lo malo, fo hermoso, tencia local y limitada». Se presen de nuevas experiencias, pero el que quiera gozarlas «debe ser mis aco- modaticio que Aleibiades, con su pablico, a ajustar su espiritu a eada paso». Al cabo de unos pocos meses en este ambiente, estoy comenzand a seni embriagueren que te sumerge esta vida ata Y¥ wmultuoss La muleud de abjece que pasan ane mis jon, me ease ver Sgo. De todas as cons gue me mpresonan mo hay ning que cate mi corezbn,eungue todas juntas perturben mis sendos,halélome aun soy ys quien pertenencors eafrma st compromiso con su primer amor; sin embargo, como él ‘mismo dice, teme que «no sepa un dia que voy a amar al siguientes. Anhela desesperadamente algo sdlido a lo que asitse, pero «sdlo veo famtasmas que bieren mi vista, pero desaparecen en cuanto trato de auraparlos» 2, Esta atmésfera —de agitacion y eurbulencia, vértigo y ‘embriaguez psiquicos, extensién de las posibilidades de la experien- cia y destruccién de las barreras morales y los vinculos personales, expansién y desarreglo de la personalidad, fantasmas en las calles y en el alma— es la atmésfera en que nace la sensibilidad moderna, Si avanzamos unos cien atios y tratamos de identificar los ritmos y tonos distintivos de la modernidad del siglo XIX, lo primero que advertimos es el nuevo pai ado, diferenciado y dindmico en el que tiene lugar la experiencia modema, Es un pai- a nowclle Heloise, 1761, segunda part, cans 14 y 17. En Ocweres rome ‘xaminado eon condos y temas igcramente diferent, a La moderidad: ayer, boy y maton 5 saje de miquinas de vapor, fabricas automaticas, vias férreas, nuevas Yy vastas zonas industriales; de ciudades rebosantes que han crecido de la noche a la mafiana, frecuentemente con consecuencias humanas pavoroses; de diatios, telegramas, telégrafos, teléfonos y otros me- dios de comunicacién de masas que informan a una escala cada vex mas amplia; de Estados nacionales y acumulaciones multinacionales de capital cada vez ms fuertes; de movimientos sociales de masas que luchan contra esta modernizaci6n desde arriba con sus pr formas de modernizacién desde abajo; de un mercado rmundial siem- pre en expansidn que lo abarca todo, capaz del crecimiento més es- peetacular, capaz de un despilfarro y una devastaci6n espantosos, ca paz de todo salvo de ofrecer solidez y estabilidad. Todos los grandes ‘modernistas del siglo X1X atacan apasionadas tando de destrozarlo 0 hacerlo afiicos desde dentro; sin embargo, to- dos se encuentran muy sensibles a sus posi dernismo del siglo XIX y de las unidades que le instlan su diversi dad, si escuchamos brevemente dos de sus voces més distintivas Nietzsche, que es generalmente considerado como una de las fuentes pri ‘de muchos de los modernismos de nuestros tiempos, y ‘Marx, que no es normalmente asociado a ninguna clase de modernis- He aqui a Marx, hablando en un inglés incorrecto, pero podero- s0 en 1856, «Las llamadas revoluciones de 1848 no fueron mas que pequefios hechos episédicos», comienza, «ligeras fracturas y fisuras en la dura corteza de Ia sociedad europea. Bastaron, sin embargo, para poner de manifiesto el abismo que se extendia por debajo. De- ‘mostraron que bajo esa superficie, tan s6lida en apariencia, existian verdaderos océanos, que sélo necesitaban ponerse en movimiento para hacer saltar en pedazos continentes enteros de duros pefiascos>. Las clases dominantes de la reaccionaria década de 1850 dijeron al mundo que todo volvia a ser séido; pero no esti claro que ells mis- > Speach atthe anniversary of the People's Papers, en Robert C. Tucker, comp, The Mare-Engels reader, 2+ h, Norton, 1978 pp. 577-57, ‘nla fiesta deaniversatio del People's Ware en K. Mars y €. Engels Obras escogidas (en ae 2 vols» Madr, Akal, 1975, wal. pp. 368-309} En adelane ene velumen ard ciado como MER. Marshall Berman mas se lo creyeran. De hecho, dice Marx, «la atmésfera en la que vi- vvimos ejerce sobre cada uno de nosotros una presién de 20 000 libras [pero] gacaso la sentimos?» Uno de los objetivos més urgentes de Marx es hacer que la gente «la sienta»s ésta es la raz6n por Ia que sus i expresadas en imégenes tan intensas y extravagantes terremotos, crupciones volednicas, aplastante fuerza de miento modernista de nuestro siglo, Marx contin en presencia de un gran hecho caracteristico del gin partido se atrevers a negar», El hecho fundamental de la vida mo- dderna, tal como Marx la experimenta, es que ésta es radicalmente con- tradictoria en su base: Por un lado han despertado a Ja vida unas fuerzas indu de cuya existencia no hubiese podido sospechar siquiera ninguna de ls épo- cas precedentes, Por otro ldo, existen unos sintomas de d in mucho a los horrores que registra la histor propiedad mara Thumano, provocan el hambre y et de riqueza recién descubiertas se co 1p0, el hombre se su propia infamia. Hasta la pura luz de la ciencia patece no poder brillar mis que sobre el fondo tencbroso ignorancia. Todos nuestros inventos y progresos parecen dotar de vida uerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza material bruta Estas miserias y misterios llenan de desesperacién a muchos moder- nos. Algunos q ‘ ", Por lo tanto la sociedad moderna no s6lo es una jaula, sino que todos los que la habitan estin configurados por sus barrotes; somos seres sin espiritu, sin coraz6n, sin identidad se- xual o personal (cesta nulidad... reflejada (atrapada) en la ilusién de que se ha llegado...»), casi podriamos decir sin ser. Aqui, que en las formas futuristas y teenopastorales del moderismo, el bre moderno como sujeto —como ser vivo capaz. de respuesta, ju y accién en y sobre el mundo— ha desaparecido. Irdnicamente, los crlticos del siglo XX de la «jaula de hierro» adoptan la perspectiva de los guardianes de ésta: puesto que los que se encuentran dentro de ella estin desprovistos de libertad dignidad interior, la jaula no es lemente ofrece, a una raza de nulidades, el vacfo que necesitan y anhelan * capitalism, waducida a inglés por Talons ‘tea potent ye exprtn del cpitalismo, lgeramente la aducci, de acuerdo con la (College, Matin contemporary soci * En algunos de los ensayos posteriores de Weber se puede encontrar wna pers pestva mis dalctics, como por eemplo en «Politics a 2 vocations y «Science a0 (en Hans Gent y C. Ws Is profundiad y In visi caléties van siempre enrelazada, x mena en a misma frase, con una desesperacién cultural monoltica Marball Bermen Weber tenia poca fe en el pueblo, pero atin menos en sus clases ntes, ya fueran aristocraticas 0 burguesas, burocriticas o revo~ mnarias. De ahi que su postura politica, por lo menos durante los ltimos aos de su vida, fuera un liberalismo perpetuamente en ar- mas, Pero cuando el distanciamiento y el desprecio weberianos hacia hombres y mujeres modernos se separaron de la instrospeccién tica y del escepticismo weberianos, el resultado fue una politica ‘mucho més a la derecha que la del propio Weber. Muchos pensado- iglo XX han visto las cosas de esta manera: esas masas pul jan en las calles y en el Estado, no tienen una idad, una espiritualidad o una dignidad como la nuestra: ¢no ¢s absurdo entonces que estos «hombres masa» (u chombres vacios») tengan no sélo el derecho de gobernarse, sino también, a través de sus mayorias masivas, el poder de gobernarnos? En las ideas y gestos intelectuales de Ortega, Spengler, Maurras, T. S. Eliot y Allen Tate, ‘vemos cémo la perspectiva neoolimpica de Weber ha sido usurpada, distorsionada y magnificada por los moderaos mandatines y aspiran~ tesa arist6cratas de la derecha del siglo xx. Lo mis sorprendente, y lo mas inquietante, es la forma en que prosperd esta perspectiva entre algunos de los demécratas participa tivos de la reciente Nueva Izquierda. Pero esto es lo que sucedi6, por lo menos durante un tiempo, a finales de los afios sesenta, cuando el chombre unidimensional» de Herbert Marcuse se convirtié en el pa- radigma dominante del pensamiento critico. De acuerdo con este pa- radigma, tanto Marx como Freud estan obsoletos: no sélo las luchas les y de clase, sino también los contflictos y contradicciones col6gicos han sido abolidos por el estado de «administracién to Las masas no tienen «yo», ni «ello», sus almas estin vacias de ten~ si6n interior o dinamismo: sus ideas, necesidades y hasta sus suefios ‘eno son suyose; su vida interior esta «totalmente administrada», pro- sgramada para producir exactamente aquellos deseos que el sistema so- cial puede satisfacer, y nada mas. «Las personas se reconocen en sus, mmercancfas; encuentran su alma en su automévil, en su equipo de alta fidelidad, en su casa a varios niveles, en el equipamiento de su coci- ‘Ahora éste es un estribillo familiar del siglo xx, compartido por One-dimensional man: sdiesin the ideology of seanced industrial society, Bos- Pres 1964, p. 9 [El hombre wnidemensonal extdiosrobrelaideolog de lt 30- es avanzadas, Barcelona, Seix-Bartl, 196}. Le modermided: ayer, boy y maine quienes aman el mundo moderno y por quienes lo odian: la moder- nidad esta constituida por sus méquinas, de las cuales los hombres y las mujeres modernos son meramente reproducciones mecénicas. Pero es una parodia de la tradicion moderna del siglo XIX, en cuya Stbita Marcuse pretendia moverse, la tradicién critica de Hegel y Marx. Invocar a estos pensadores al tiempo que se rechaza su de la historia como una actividad agitada, una contradiccién dinémi «a, una lucha y un progreso dialécticos, es conservar de ellos poco ‘més que sus nombres. Mientras tanto, aun cuando los jévenes radi- cales de los sesenta lucharon por conseguir cambios que permitiesen ala gemte que les rodeaba controlar su vida, el paradigma «unidimen- sional» proclamaba que no habia cambio posible y que, de hecho, esa gente no estaba ni siquiera realmente viva. A partir de este punto se abrieron dos caminos. Uno fue la basqueda de una vanguardia que estuviera totalmente «fuera» de Ia sociedad moderna: «El substrato de los marginales y desclasados, os explotados y perseguidos de otras. sazas y otros colores, los parados y los inservibles» ". Estos grupos, ya estuviesen en los guetos 0 las cérceles de Norteamérica 0 en el Ter~ cet Mundo, podrian calificarse como vanguardia revolucionaria pues- to que supuestamente no habian sido alcanzados por el beso de la muerte de la modernidad. Desde luego tal bisqueda esta condenada ala futilidad; no hay nadie que esté o pueda estar «fuera» del mundo contemporaneo. A los radicales que, habiendo comprendido esto, to- maban sin embargo a pecho el paradigma unidimensional, les parecta que lo Ginico que quedaba era la futilidad y la desesperacidn. La atmésfera voluble de los sesenta generé un cuerpo amplio y vital de pensamiento y controversia sobre el sentido tiltimo de la mo- dernidad. En buena parte, lo mas interesante de este pensamiento gird naturaleza del modernismo. El modernismo de los se- senta se puede dividir a grandes raggos en tres tendencias basadas en las actitudes hacia la vida moderna en su conjunto: afirmativa, negs- bro en Partisan Review, oto de I nimero siguiente, inviemo de 1965, EL co finales de los sesenta, 74 [La dimensin sic, histica maligna, ha sido ¢l Mareuse ripido, cerrado y «unidimensional el que a arado mie atencion 9 eee. «ido mis inflvencia hasta aor, . Marshall Berman tiva y marginada, Puede que esta divisién parezea burda pero las ac- tudes reclenes hacia Ia modernidad tenden de hecho a ser mi ples y burdas, menos sutiles y dilécticas que las de hace un siglo. El primero de esos modernismos, el que intenta marginarse de la vida moderna, fue proclamado con més fuerza por Roland Barthes, cn literatura, y Clement Greenberg en las artes visuales. Greenberg alegaba que la dinica preocupacion legitima del arte modenista era el arte en si; es mas, para un artista el Gnico enfoque correcto, en cual- Guiera forma o género, era la naturaleza y los limites de ese género: el mensaje es el medio. Asi, por ejemplo, el tinico tema que un tor modernista podia permitirse era la lisura de la superficie (lien- zo, etc.) en que se realiza la pintura, porque «s6lo la lisura es nica y exclusiva del arte» ". El modernismo se presentaba, pues, como la busqueda del objeto de arte puro y autorreferido. Y es0 era todo: la relacién apropiada del arte moderno con-la vida social moderna era una total falta de relacién. Barthes puso esta ausencia bajo una luz positiva, incluso heroica: el escritor moderno «vuelve la espalda a la sociedad y se enfrenta al mundo de los objetos sin pasar por ninguna de las formas de la historia o la vida social» "8. ¥ asi el modernismo aparecia como un gran intento de liberar a los artistas modernos de las impurezas y vulgaridades de la vida moderna. Muchos artistas y escritores —y mis aiin, criticos de arte y literarios— se han mostra- do agradecidos a este modernismo por establecer la autonomia y dig- aidad de sus voaciones, Pero muy poco arts 0 eritores mo- desnos han permanecido fieles mucho tiempo a este modernismo: un free ain senitientoa peronalso relacions cocales esl desinado x parecer drido y carente de vida al cabo de poco. La libertad que con- fiere es la libertad de un sepulero hermosamente construido y per- fectamente sellado, LLuego vino la visién del modernismo como revolucién perma- rnente y sin in contra la totaidad de la existencia moderna: era la «tra- dicién de derrocar Ia tradicién» (Harold Rosenberg) ', una «cultura 5p. 100 i degree zer,taducida al inglés por Annette Lavers 8 [El grado cer de le extra, los aos sesenta porgue fue entonces cuando su impacto ‘gran excl, anton Francia como en Inglaterra y Estados Unidos. The tradition of the new, Horizon, 1959, p. 81 (La tradiadn de lo nuevo, Ce ‘La modermided: ayer, boy y maiana rr adversaria» (Lionel Trilling) 1, una «cultura de la negacién» (Renato Poggioli) ". Se decia que la obra de arte moderna «nos molesta con tuna absurdidad agresiva» (Leo Steinberg) ". Busca el derrocamiento lento de todos nuestros valores y se preocupa poco de la recons- truccién de los mundos que destruye. Esta imagen adquirié fuerza y credibilidad a medida que avanzaban los afios sesenta y se caldeaba 1 lima politico: hubo circulos en que el «modernismo» se convirtié cen el santo y sefa de todas las fuerzas en rebelién *. Obviamente «esto revela parte de la verdad, pero es demasiado lo que omite, Omi- te el gran romance de la construcci6n, fuerza erucial del modernismo desde Carlyle y Marx hasta Tatlin y Calder, Le Corbusier y Frank Lloyd Wright, Mark di Suvero y Robert Smithson. Omite la fuerza afirmativa y vitalizadora que en los modernistas de més altura va siempre entrelazada con el asalto y la revuelta: Ia alegria erétca, la belleza natural y la ternura humana de D. H. Lawrence, siempre wni- do en mortal abrazo con su célera y desesperacién nihilista; las figu- ras del Guernica de Picasso, luchando para mantener con vida a la vida misma, aun en su gemido de muerte; los Gltimos coros triunfa- les de A love supreme de Coltrane; Aliosha Karamazov, que en me- dio del caos y la angustia besa y abraza la tierra; Molly Bloom que cierra el libro modernista arquetipico con un «si dije si quiero Sin. Hay otto problema en la idea de que el modernismo no significa ‘mas que problemas: tiende a proponer como modelo de sociedad mo- derna una sociedad que en si misma est exenta de problemas. Omite todas «las perturbaciones ininterrumpidas de todas las relaciones so- ean theory of the avant-garde, "902" waduede del Finger, Harvard, 1968 Contemporary a andthe plight of pb Mase de Are Modern, en 1950 etitada en Hepes 142, edad en Btcoce, Tens or ee ember, Othe crt: confontasins with towns Commentary, noviembre de como inerodecibn 1967. Ese conlict eel tema central dela compilacion de Howe, que incuye cuatra autores antes ads, ju a los splendid Marsal! Berman iquietud y Ja agitacién perpetuas» que durante doscientos aiios han sido elementos fundamentales de la vida moderna. Cuando los estudiantes de la Universidad de Columbia se rebelaron en 1968, algunos de sus profesores conservadores describieron sus aeciones como «modernismo en las calles». Presumiblemente esas calles ha- brian estado tranquilas y en orden —jen el centro de Manhattan! — sélo con que de alguna manera se hubicra podido mantener a la cul tura moderna al margen de elas, confinéndola a las aulas universita- rias, a las bibliotecas y a los museos de arte moderno *. Si los pro- fesores hubiesen aprendido sus propias leeciones, habrian recordado cuinto del modernismo —Baudelaire, Boccioni, Joyce, Maiakov: Léger y otros— se ha nutrido de los problemas reales de las calles, modernas y ha transformado su ruido y disonancia en belleza y ver- dad, Irdnicamente, a imagen radical del modernismo como pura sub- versién ayud6 a alimentar la fantasia ncoconservadora de un mundo purificado de la subversién modernista. «E] seductor ha sido el mo- dernismon, escribia Daniel Bell en The culeural contradictions of ca- pitalism. «El movimiento moderno quebranta la unidad de la culeu- ra, thace pedazos la “cosmologia raciona.” en que se basa la vision burguesa del mundo consistente en una relacién ordenada entre tiem- oY espacio», etc. etc. Si fuera posible expulsar a la serpiente mo- dernista del jardin moderno, el espacio, el tiempo y el cosmos se arre- glarian por si solos. Entonces, presumiblemente, retornaria una edad de oro tecno-pastoral, y maquinas y hombres podrian vivir juntos fe- lices para siempre La visién afirmativa del modernismo fue desarrollada en los se- senta por un grupo heterogéneo de autores entre los que se inclufan John Cage, Lawrence Alloway, Marshall MeLuhan, Leslie Fiedler, id Poirier, Robert Venturi. En parte coincidié del pop art a comienzos de los sesenta. Sus temas do~ minantes eran que «debemos abrir los ojos a la vida que vivimose (Cage), y «cruzar la frontera, salvar el vacio» (Fiedler) ®. Ello signi- Basie Books, 1977, pp. 266-267. *2 hel, Call contradictions of exptaliom, Basic 2 "Cage, «Experimental musi», 1957, en Sence, Wesleyan, 1961, p. 12. «Cross the border, close the gape, 1970, en Fiedler, Collected eseys, Sein and Day, 1971, La modenided: ayer, hoy y maans a ficaba, en primer lugar, romper las barreras entre el «arte» y otras ac- tividades humanas tales como el espectéculo comercial, Ia tecnologi industrial, la moda y el disefio, la politica. También estimulaba a es- critores, pintores, bailarines, compositores y cineastas a romper las fronteras de sus especialidades para trabajar juntos en producciones yy actuaciones que combinaran diversos medios y crearan unas artes ims ricas y polivalentes. ara los modernistas de esta clase, que a veces se lamaban a si rmismos «posmodernistas», e] modernismo de la forma pura y el mo- dernismo de la revolucién pura, eran demasiado estrechos, demasia~ demasiado opresivos del espiritu moderno. Su ideal era fresco y lidico en un a cuenta se habia vuelto insoportablemente solemne, rigido y cerrado. E| modernismo pop recreé la apertura al mundo, la generosidad de visién, de algunos de los grandes modernistas del pasado: Baudelai- re, Whitman, Apollinaire, Maiakovski, William Carlos Williams. al6 en resonancia imaginativa a estos mo- demistas del pasado, nunca aprendié a recuperar su garra critica. Cuando un espiritu creativo como John Cage aceptaba el apoyo del shah de Irn y montaba espectaculos modernistas a pocos kilémetros del lugar donde gemian y morian prisioneros politicos, la falta de ima- in moral no era s6lo suya. El pro ie que el modernis- mo pop nunca desarroll6 una perspectiva critica que pudiera clarfi- car cuil era el punto en que la apertura al mundo moderno debia detenerse y el punto en que el artista moderno debe ver y decir eo; peto llevan widae separa, Sontag, ar Poirier The performing sll composions and ‘decompostions in everyday ie ‘Complexity and con= tradition in architecture, Mise ‘Art, 1966, y Venturi, Dene Se Brown y David Ienour, on Learing from Las Veg ton, John McHale, Reyner Banham y otros brcinicos que han cont ics pop, vase John Ruscly Suri Gablik, Pop art redefined, Praeger, 1970, y Charles Jencks, Modern mavements in arcitectare, Anchor, 1973, pp. 270-298 2 Marshall Berman que algunos de los poderes de este mundo tienen que desapa- ‘Todos los modernismos y antimodernismos de los sesenta, por lo tanto, tenian serios fallos. Pero su sola plenitud, junto a su intensi- dad y vitalidad de expresién, gener un lenguaje comtin, un ambien- te vibrante, un horizonte compartido de experiencia y deseos. Todas estas visiones y revisiones de la modernidad eran orientaciones acti- vas hacia la historia, intentos de conectar el presente turbulento con un pasado y un futuro, de ayudar a las hombres y mujeres de todo el mundo contemporéneo a sentirse c6modos en él. Todas estas ini- ciativas fracasaron, pero brotaron de una amplitud de visién e ima- ginacién y de un ardiente deseo de disfrutar del presente. Fue la sencia de estas visiones ¢ iniciativas generosés lo que hizo de los aiios setenta una década tan triste. Practicamente nadie parece hoy en dia ‘querer establecer la gran conexién humana que entraia la idea de mo- * Para un ejemplo de i 10 pop en su forma mis despreacupada, véase el mo- teto Philp Johnson, enwevistade por Susan Sontag, cso, pienso que en Nueva York cl semido exico et, de a max sera curios ¥ may moder mis dso que en culguet eta parte ih co Sass esparimentan moralment se vive em etade de indgnacion hor permane ‘peo [ran pero ve Gone una manera may mde de. {orRSON:(Supone que cambiar el sentido dela mora el hecho de que 0 por dos esr la moral como mato pas jogar et dad, porque no podamos so tort? Z¥ que estamos eambiando todo nex stra oa aa ccarelheho tam yes tae Sorenc: Bueno, pena que etamosaprendndo ls initacons de ela vena moral d a eorae. Civo que pone ser eno, Sanit {ornson: Pars daar smplemety dea cosas como Son: vemos la belera dem modo totalmente diene de como porblement vis Lev] Mumford Sowtnc: Bono, peo re que sors minmo veo cous a una epee de dbl nied, saver mormon) ORNS: de qu sie ter en cons bona? que es mucho mejor ser ribilit y olvidarte rode ssme atacan, ch, por, reaknente Z3ae0 10 cn [is deci, sé que mis amigor moral smucven por nada? imerrumpido por tartamudeos perpljos sien aunque claramente quiere entrar cnet juego, no puede decdie del ‘Giada en Jencks, Modern movements in architecure, pp. 208-210 La modernided: ayer, hoy 7 maiana 2» dernidad. De aqui que el discurso y la controversia sobre el signifi- cado de la modernidad, tan vitales hace una década, ahora prictica~ mente hayan dejado de exis ‘Muchos incelectuales —artistas y literatos— se han sumergido en el mundo del estructuralismo, un mundo que simplemente deja la cuestién de la modernidad —junto con todas las demas cuestiones acerca del ser y 1a historia— fuera del mapa. Otros han adoptado una mistica del posmodernismo, que se esfuerza por cultivar la ignoran- cia de la historia y la cultura modernas, y habla como si todos los sentimientos, la expresividad, cl juego, la sexualidad y la comunidad humanos acabaran de ser inventados —por los posmnodemistas— y fueran desconocidos, e incluso inconcebibles una semana antes” “Mientras tanto, los cientifieos sociales, incémodos por los ataques cri- ticos a sus modelos tecnopastorales, han abandonaco la tarea de cons- ‘uit un modelo que pudiera ser mis fiela la vida moderna, En vez de eso, han dividido a modernidad en una serie de componentes se- parados —industrializacién, construccién del Estado, urbanizacién, desarrollo de los mercados, formacién de una elite— y se han opus to a cualquier intento de integrarlos en un todo. Ello los ha librado de generalizaciones extravagantes y totalidades vagas, pero también de tn pensamiento que pudiera comprometer sus propias vidas y exponents tr ‘The dexth The Language of postmodern ae Performance in post-modern cuba, Milwaukee, Coda Press, 1977 30 Boundary 2: jornal of postmodern iuerature. Para cities sobre la wotl- ‘had del proyecto, véase Rober Alter, «The self-conscious moment: reflections onthe math of post-modernism, Triguartry, a 33, primavera de 1975, pp 1 Mats Calinscu, Facer of modernity, Indiana, 1977, pp. 132-144, Nimeros lle Bowdary 2 sugieren slgunos de los problem inherens al concepto de pos imo, Eta revista eeuentement farcinante se ha interesao progresvament itor problemas diferentes en Douglas Davis, oP meets the fcre queenes, en Vilage Voie, 24d en lo que rexpecta al eatro, Richard Schechnes, 14 1981, M Marshall Berman cobras y su lugar en Ia historia ®. El eclipse del problema de la mo- dernidad en la década de los setenta ha si tuna forma vital de espacio piblico. Ha apresurado la desintegras de nuestro mundo en una agregacién de grupos privados de interés material y espiritual, habitantes de ménadas sin ventanas, mucho mas aislados de lo que necesitamos estar. ico autor de la pasada década que ha dicho algo sus- modernidad es Michel Foucault. ¥ lo que le y atormentada de variaciones sobre jaula de hierro y las nulidades humanas cuyas almas Las totalidades de Foucault absorben todas las facetas de la vida mo- derma. Foucault desarrolla estos temas con una inflexibilidad obsesi~ va y, de hecho, con rasgos sidicos, imponicndo sus ideas a sus lec~ tores como barrotes de hierro, haciendo que cada dialéctica penetre Foucault reserva su desprecio més feroz para las personas que imaginan que la humanidad moderna tiene la posibilidad de ser libre @Creemos sentir un acceso espontineo de deseo sexual? Simplemente somos movidos «por las modernas tecnologias del poder que toman la vida como su objeto», somos arrastrados por el «dispositivo de se- en Tra. eendenciageneral, 3 socalesafinaron y profundizaron econ jemplo, ving Leonard Markowits, Power and dict, change and modernity durante los setenta unos pocos ‘qpio de modernizacion. historia comparative. Vease Braudel, Captaliom and material Be, 1400-1 «ido por Mietm Kechan, Harper 8 Row, terthoughts on material cine. ido capitalism, wa The La modernided: ayer, hoy y means a5 su materialidad, sus fuerzas, sus energias, sus sensaciones y sus pla- ceres», ,Actuamos politicamente, derrocamos tiranias, hacemos re- voluciones, creamos constituciones con el fin de establecer ¥ prote- ger los derechos humanos? Mera «regresién de lo jurfdico», porque, desde la época feudal las constituciones y los cédigos son tinicamen- te «las formas que tornan aceptable un poder esencialmente norma- izador» %, @Usamos nuestros cerebros para desenmascarar la opre- lo que Fovcnultaparentemente intent hier? Meor dejo, 1¢ todas las formas de investigaci6n sobre la condicién humana po hacen sing mfr aloe indivifuoe de una nstanciadacplinait a otra» realzando, riunfal «discurso del poder». Cual- aquier critica suena av ceriticos estin en la «ma quina pandptica, dominados por sus efectos de poder que prolonga- mos nosotros mismos, ya que somos uno de sus engranajes» 7” Después de haber estado sometidos a esto durante cierto t nos damos cuenta de que en el mundo de Foucault no ha iguaje forma un tejido sin costuras, una jaula mucho y dentro de la cual no puede bi de hoy en dia quieren, al parecer, asfixiarse en puesta es, sospecho, que Foucault ofrece a una generacién de refu- giados de los sesenta una coartada histOriea mundial para explicar el sentimiento de pasividad e importancia que se apoder6 de tantos de atil tratar de resistir a las opresiones € ‘que hasta nuestros suefios de ‘obstante, una vez que comprendemos la total inutilidad de todo, po- demos por lo menos relajarnos. 2% The history of sexuality, vo chao! Hurley, Pantheon, 1978, p. a lad, vo. La voluntad de aber, Mads, Siglo XX, 1978 Discipline and punish the bint of the prison, 197 26-228 (Viglarycatigar, Necmonto del pris, Mi Maral! Berman En este contexto tan desolado, quisiera fesucitar el modernismo dindmico y dialéctico del siglo XIX. Un gran modernista, el eritico y poeta mexicano Octavio Paz, se ha lamentado de que la modernidad, scortada del pasado y lanzads hacia un futuro siempre inasible, vive al dia: no puede volver a sus principios y, asi, recobrar sus poderes de renovacién» *. Este libro sostiene que, de hecho, los modernismmos del pasado pueden devolvernos al sentido de nuestras propias raices modemas, rafces que se remontan a doscientos afios atris. Pueden ayudamos a asociar nuestras vidas con las vidas de sonas que estin viviendo el trauma de la modernizaci Kilmetros de cen. sociedades radi nuestra, y con los millones de personas que lo vivieron hace un siglo mis, Pueden iluminar las fuerzas y necesidades contradictorias que ‘nos inspiran y atormentan: nuestro deseo de estar arraigados en ‘un pasado social y personal estable y coherente, se0 de crecimiento —no solamente de erec también de crecimiento en experiencia, placer, conocimiento, idad—, crecimiento que destruye tanto los paisajes fisicos y socia- Jes de nuestro pasado como nuestros vinculos emocionales con estos mundos perdiddos; nuestras desesperadas lealtades a los grupos é:ni- 0s, nacionales, de clase y sexo, de los que esperamos que nos den una sidentidad» s6lida, y a Ja internacionalizacidn de la vida cotidia- na —de nuestros vestidos y objetos domésticos, nuestros libros y nuestra misica, nuestras ideas y fantasias— que difunde todas nues- tras identidades por todo el mapa; nuestro deseo de vivir de acuerdo on unos valores claros y sdlidos, y nuestro deseo de abrazar las po- sibilidadesilieitadas de la vida y 1a experiencia modernas que anulan todos los valores; ls fuerzas sociales y politicas que nos lanzan a con flictos explosives con otras personas y otros pueblos, aun si desarro- amos una sensibilidad y una empatia més profundas hacia nuestros enemigos designados y acabamos por darnos cuenta, a veces dema~ siado tarde, de que después de todo no son tan diferentes de noso- tos, Experiencias como éstas nos ligan al mundo moderno del si- glo XIX: un mundo en el cual, como dijo Marx «todo esti prefiado de su contrario» y «todo lo aire»; un mun= do en el cual, como ‘madre de la mo- eto esta vez desplazado a lo individual, a trent, 1967, tadcido del castellano alingléspor Helen Lane, 62 (Corrente ltema, Mésico, Siglo XXL, 1967], 1 moderided aye, boyy mana z la calle, a nuestro propio hijo, nues- mos y secretos reductos del de- luntads. Las maquinas modernas han cambiado conside- mente dura Jos as que separa alos modest del de nosotros; pero los hombres y las mujeres modern smo los vito Marty Nietzsche y Baudelaire y Dostoievsi podrian comenzar a sentirse totalmente a sus anchas. fare, Nietzsche y sus contemporineos experimencaron la mo- idad como una totalidad en un momento en que solo una pe- pate del mundo era verdaderamente moderna, Un siglo més rile, evando el proceso de modernizacién habia arrojado una de la que nadie, ni siquiera en el rincén mas remoto del mundo, pue- dle eseapar, podemos aprender mucho de los primeros moderista, Me vce nes eos oohr a ues Hem perdido mr trol de las contradicciones que ellos tuvieron que captar con ne os los momentos desu via dar nplemen- ler vivir. Paradgjicamente, es ‘que finalmente esos ech oral toeipesint i wodsraianba yee Uinismo que constituye nuestas vidas— mejor de lo que nosotros hos comprendemos. Si podemos hacer questras sus visiones y utli- than sus perspectivas para observar nuestro propio entorno con nue- “at ojorweremos que en nuesas vidas hay ns profundidad de lo que iced Sentiremos nuestra comunidad con las gentes de todo 1 mundo que han estado Iuchando con los mismos dilemas que no- fotros. ¥volveremos aconectar con una cultura modernistanotabl mente rica y vibrante, nacida de es ina culeura que cont he grandes reservas de fuerza y salud, si somos eapaces de recon cerla como propia. Tnvonces podvia resulta que el retroceso fuera una manera de avanzar: que recordar los modernismos del siglo XIX nos diera la vi- ‘én y el valor para crear los modernismos dl siglo XX1. Este acto tie retuerdo podria ayudarnos a devolver el modernismo a sus races, para que se nutra y renueve y sea eapaz de afrontar las aventuras y ligros que le aguardan. Apropiarse de las modernidades de ayer puede sera la vez una ertica de las modernidades de hoy y un acto tie fe en las modernidades —y en los hombres y mujeres modernos— die maiana y de pasado mafana.

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