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Los especialistas identifican en estos registros cuáles son las ondas principales y las
secundarias, ya que se aprecia una marcada diferencia cuando llegan las ondas S, y
con esto se puede definir el tiempo en que llegó cada tipo de onda.
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Acelerograma y llegadas de ondas P y S [gráfica]. (s.f.).
Una vez establecidas las diferencias entre las velocidades de las distintas ondas
sísmicas y, por lo tanto, del tiempo de llegada a un cierto punto de medición, basta con
realizar algunos cálculos para obtener la distancia a la que se originó el sismo
registrado. Si la velocidad se calcula como la distancia recorrida por las ondas entre el
tiempo usado, podemos calcular la distancia (d) como el producto de la velocidad (v)
por el tiempo de arribo (t) (d = v · t); conocemos la velocidad promedio de cada tipo de
ondas, y el tiempo se determina en el registro sísmico medido. Este cálculo se puede
hacer con la diferencia de tiempos de llegada de las ondas P respecto de las ondas S y
la diferencia de velocidades. Con este cálculo se conoce a qué distancia del punto de
medición se originó el sismo, pero con una sola estación no se puede saber en qué
dirección ocurrió.
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Localización del epicentro [mapa]. (s.f.).
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Sin embargo, si se tiene un segundo punto de medición y se calcula su distancia al
epicentro (S2 en el mapa), se puede trazar un segundo círculo. En este caso el
epicentro estará en uno de los dos puntos en que intersectan dichos círculos.
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Otra característica de la propagación de las ondas es que el movimiento, con la
distancia, va decayendo en amplitud. A este fenómeno se le conoce como atenuación
de las ondas sísmicas; indica que a mayor distancia, los movimientos son cada vez
más pequeños ya que la energía cinética se va disipando en el trayecto. Por lo tanto,
los mayores efectos sísmicos se tienen siempre en la zona epicentral (cerca del
epicentro), y los efectos destructivos van disminuyendo con la distancia. Por ejemplo,
en el siguiente mapa se muestran los registros de aceleraciones, graficados a la misma
escala vertical y horizontal entre sí, de un sismo del 25 de abril de 1989, medido en la
dirección norte-sur (componente norte-sur). Nótese que cerca del epicentro, en la costa
del estado de Guerrero, las aceleraciones son sumamente grandes comparados con
los registros medidos a decenas y cientos de kilómetros, los cuales se reducen
notablemente. Asimismo, en esta figura se aprecia otro fenómeno que se discutirá más
adelante y que se conoce como efecto de sitio, ya que en lugares como la ciudad de
México vuelven a amplificarse los movimientos sísmicos. Otra característica digna de
notar es que el registro en el epicentro es muy intenso, pero breve; en cambio, a la
distancia la duración del movimiento se alarga.
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Escalas de intensidad
En sismología la intensidad de un sismo se refiere a los efectos sentidos en un lugar
determinado; se asigna en función de la percepción de las personas y los daños en las
construcciones y efectos en el sitio.
I. Detectado sólo por instrumentos VIII. Difícil conducir vehículos, daño severo en
mampostería pobre, daño ligero en mampostería
II. Sentido por personas en reposo en pisos buena pero sin diseño, grietas en taludes inclinados
superiores
IX. Pánico general, adobe destruido, daño severo a
III. Lámparas oscilan mampostería buena pero sin diseño, daño severo a
edificios con marcos
IV. Ventanas y puertas crujen
X. Mampostería destruida, edificios dañados o
V. Sentido en la calle, objetos inestables destruidos, puentes destruidos, daño en presas, rieles
desplazados, puertas se abren y cierran deformados
VI. Sentido por todos, vidrios se quiebran, XI. Daño general en construcciones, rieles muy
objetos caen de estantes y libreros, daño deformados, ruptura de tuberías enterradas
ligero en adobe
XII. Destrucción total, masas de roca desplazadas,
VII. Dificultad para estar de pie, sentido en objetos lanzados al aire
vehículos andando, daño severo en adobe,
daño ligero en mampostería pobre
Sin embargo, esta medición resulta un tanto subjetiva, debido a que la cuantificación
depende de la sensibilidad de cada persona y de la apreciación que se haga de los
efectos. También depende de la calidad de las construcciones en cada lugar en donde
se evalúe; necesariamente, en lugares con muchas construcciones vulnerables habrá
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más daños que en otros lugares donde se tenga mejor calidad de las edificaciones.
Además existe el problema de que en zonas no pobladas no hay ni personas que
sientan el efecto del sismo ni construcciones que se dañen. Esta escala reviste, sin
embargo, una forma muy útil de catalogar los daños después de un sismo y permite
incluso la elaboración de mapas de intensidades sísmicas para sismos determinados,
como el que se muestra a continuación. Este mapa es del sismo de Oaxaca del 30 de
septiembre de 1999, en el cual se marca con líneas de igual intensidad sísmica (o
isosistas) las regiones para cada grado de la escala MM desde el grado VIII en el
epicentro hasta grado II.
Por último, debe señalarse que hay otras posibles representaciones de la intensidad
basadas en otro tipo de datos más objetivos, incluso medidos por instrumentos, como
puede ser un mapa de desplazamientos máximos o de aceleraciones máximas del
terreno, lo que proporciona información instrumental interesante de qué tan intenso se
percibió el sismo en distintos puntos del país.
Escalas de magnitud
Con el objetivo de comparar el tamaño de los terremotos en todo el mundo, era
necesaria una medida que no dependiera –como la escala de intensidad– de la
densidad de población ni del tipo de construcción. La manera de evaluar el tamaño real
de un sismo está relacionada con la cantidad de energía liberada, que es
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independiente de la ubicación de los instrumentos que la registran. Es decir, se
determina un único valor de magnitud para cada sismo independientemente de “cómo
se sintió” o los daños que pudo haber ocasionado.
Charles Richter [fotografía]. (2005). Tomada de [Nota técnica: Centro Nacional de Prevención de Desastres. (2005). Fascículo
Sismos. (5ª ed.). México: Autor.]
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Por lo tanto, la energía liberada por un sismo crece exponencialmente en función de la
magnitud. En efecto, una diferencia de un grado de magnitud entre dos sismos
cualesquiera implica, en términos de energía liberada, una diferencia de 32 veces.