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Ezequiel Adamovsky
Agradezco los comentarios que sobre versiones anteriores de este trabajo realizaron
Alejandro Cattaruzza, Ana Virginia Persello, Enrique Garguin y Mirta Lobato.
1. Ver John Johnson, Political Change in Latin America: The Emergence of the Middle
Sectors (Stanford, CA: Stanford Univ. Press, 1958); además de los trabajos mencionados
más abajo, Germani tuvo gran influencia en la serie de publicaciónes editadas por Theo
Crevenna, Materiales para el estudio de la clase media en la America Latina (Washington, DC:
Unión Panamericana, 1950).
2. Ver Michael F. Jiménez, “The Elision of the Middle Classes and Beyond: History,
Politics, and Development Studies in Latin America’s ‘Short Twentieth Century’ ”, en
Jeremy Adelman, ed., Colonial Legacies: The Problem of Persistence in Latin American History
(New York: Routledge, 1999), 207 – 28.
canistas, viene dejando de ser una entidad cuya existencia social se presupone,
para convertirse en un tipo de identidad específica (y por ello contingente) cuya
emergencia es necesario explicar en contextos políticos precisos.3 Sin embargo,
ni la clase media argentina, ni su relación con la UCR, han recibido todavía la
atención de los académicos.
El objetivo de este artículo es contribuir al debate analizando los modos
en los que la UCR pudo haber participado en la constitución de una “clase
media” en Argentina, y los contextos políticos específicos en los que esto tuvo
lugar. Sostendremos que, más que canalizar los intereses de una clase media
previamente existente, la UCR contribuyó a la formación de tal identidad social
mediante apelaciones discursivas motivadas más por necesidades y oportuni-
dades político-ideológicas que por una vocación de vehiculizar intereses secto-
riales particulares. Como tendremos oportunidad de observar, los hallazgos de
nuestro trabajo muestran un marcado desfasaje temporal entre los tempranos
procesos de cambio de la estructura de la sociedad y de la economía argentinas
(que comunmente se nombran como “modernización” y que han sido amplia-
mente documentados), y el surgimiento relativamente tardío de una identi-
dad sociopolítica de “clase media”. Aunque circunscriptas al caso argentino
— supuestamente la más “clase media” de las naciones del subcontinente — , las
razones de tal desfasaje pueden contribuir a repensar otros casos en América
Latina y en otras zonas periféricas.
“¿Qué hay de clase media en la Unión Cívica Radical, 1912 – 1930?”, manuscrito inédito,
1995.
7. Aníbal Viguera, “Participación electoral y prácticas políticas de los sectores
populares en Buenos Aires, 1912 – 1922”, Entrepasados, no. 1 (1991): 5 – 33.
8. Paula Alonso, Entre la Revolución y las urnas: Los orígenes de la UCR y la política
argentina en los años ’90 (Buenos Aires: Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1994),
17 – 18.
9. Ver Esther María Torino, Azucena del Valle Michel y Rubén Emilio Correa,
“Radicalismo en Salta: Grupos y clubes políticos en los orígenes de la Unión Cívica Radical
de Salta (1876 – 1891)”, Cuadernos de Humanidades (Universidad Nacional de Salta), no. 8
(1996): 251 – 83; Gardenia Vidal, Radicalismo de Córdoba 1912 – 1930: Los grupos internos:
Alianzas, conflictos, ideas, actores (Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, 1995); María
del Mar Solís Carnicer, “Autonomistas, liberales y radicales: La definición de las identidades
políticas en Corrientes en el período 1909 – 1930”, XII Congreso Nacional y Regional de
Historia Argentina (Separata), Academia Nacional de la Historia, La Plata, 2003.
10. Un ejemplo significativo es el de la Nueva historia argentina, suma del conocimiento
historiográfico local en 10 volúmenes, publicada en 2000 por un grupo de prestigiosos
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 213
profesionales. Waldo Ansaldi afirma allí que “la clase media urbana” era la “base social
clásica del electorado radical” durante los primeros gobiernos de la UCR. Cf. Nueva
historia argentina, 10 vols. (Buenos Aires: Sudamericana, 2000), vol. 6, p. 50. Ver también
vol. 7, p. 202 – 38. Afirmaciones similares pueden hallarse en numerosas narrativas
generales de la historia argentina originadas en el campo académico, incluyendo los
influyentes estudios de Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición (Buenos
Aires: Paidós, 1965), 223 – 27; y de José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina (1946;
Buenos Aires: FCE, 1987 ), 205 – 18; la Historia Argentina en 8 volúmenes, dirigida por
Tulio Halperín Donghi (Buenos Aires: Paidós, 1972), vol. 6, pp. 53 – 56; y el fascículo
titulado “La clase media en el poder [1916 – 1930]”, dirigido por Haydée Gorostiegui
de Torres y publicado en la serie de divulgación popular Polémica (Primera Historia
Argentina Integral), no. 56 (Buenos Aires: CEAL, 1971). La tesis de la UCR como
partido de clase media es un lugar común en estudios específicos sobre ese partido, entre
otros (además de los ya mencionados supra, y dejando de lado los innumerables textos
ensayísticos o polémicos), Luis Alberto Romero et al., El Radicalismo (Buenos Aires:
CEPE, 1969); Roberto Ferrero, Sabattini y la decadencia del yrigoyenismo (Buenos Aires:
Mar Dulce, 1982).
11. Ver Luis Alberto Romero, “El apogeo de la sociedad de masas”, Revista Digital
8, no. 50 (julio 2002), http://www.efdeportes.com/efd50/romero.htm; también Leandro
Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura y política: Buenos Aires en la
entreguerra (Buenos Aires: Sudamericana, 1995); Ricardo González Leandri, “La nueva
identidad de los sectores populares”, en Nueva historia argentina, 10 vols. (Buenos Aires:
Sudamericana, 2000 – 2002), vol. 7, pp. 201 – 38.
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12. Ver Luciano de Privitellio, Vecinos y ciudadanos: Política y sociedad en la Buenos Aires de
entreguerras (Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2003), 208 – 9.
13. Karush ha también matizado la idea de la UCR como canal que habría permitido
el ascenso social de nuevos grupos sociales a altas posiciones dentro de la élite política.
Matthew B. Karush, Workers or Citizens: Democracy and Identity in Rosario, Argentina
(1912 – 1930) (Albuquerque: Univ. of New Mexico Press, 2002), 50 – 51, 203.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 215
14. Ver Ezequiel Adamovsky, “Aristotle, Diderot, Liberalism, and the Idea of ‘Middle
Class’: A Comparison of Two Contexts of Emergence of a Metaphorical Formation”, History
of Political Thought 26, no. 2 (Spring 2005): 303 – 33; Geoffrey Crossick, “Formation ou
invention des ‘classes moyennes’? Une analyse comparée: Belgique-France-Grande-Bretagne
(1880 – 1914)”, Belgisch Tijdschrift voor Nieuwste Geschiedenis 26, nos. 3 – 4 (1996): 105 – 38;
Mechtild Fischer, Mittelklasse als politischer Begriff in Frankreich seit der Revolution (Göttingen:
Otto Schwartz, 1974); Gilles Le Béguec, “Prélude à un syndicalisme bourgeois: l’Association
de défense des classes moyennes (1907 – 1939)”, Vingtième Siècle, no. 37 (janvier – mars 1993):
93 – 104; Marie-France Piguet, Classe: Histoire du mot et genèse du concept des Physiocrates aux
historiens de la Restauration (Lyon: Presses Universitaires de Lyon, 1996); Klaus-Peter Sick,
“Le concept de Classes Moyennes: Notion sociologique ou slogan politique?” Vingtième
Siècle, no. 37 (janvier – mars 1993): 13 – 33; Dror Wahrman, Imagining the Middle Class: The
Political Representation of Class in Britain, c. 1780 – 1840 (Cambridge: Cambridge Univ. Press,
1995); Jean Ruhlmann, Ni bourgeois ni prolétaires: La défense des classes moyennes en France au
XIXe. siècle (Paris: Seuil, 2001).
15. Los pocos estudios para el caso de Latinoamérica revelan también, sin embargo,
interesantes particularidades, como la combinación de las identidades de clase media con
ilusiones de respetabilidad nacional tanto como social, y con estrategias para ordenar las
jerarquías raciales. Ver Brian P. Owensby, Intimate Ironies: Modernity and the Making of
Middle-Class Lives in Brazil (Stanford, CA: Stanford Univ. Press, 1999); David S. Parker, The
Idea of the Middle Class: White-Collar Workers and Peruvian Society, 1900 – 1950 (University
Park: Pennsylvania State Univ. Press, 1998); Patrick Barr-Melej, Reforming Chile: Cultural
Politics, Nationalism, and the Rise of the Middle Class (Chapel Hill: Univ. of North Carolina
Press, 2001).
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 217
18. Ver Ana Virginia Persello, El Partido Radical: Gobierno y oposición 1916 – 1943
(Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2004), 18. Ver también Marcelo Padoan, Jesús, el templo y los
viles mercaderes: Un examen de la discursividad yrigoyenista (Bernal: Universidad Nacional de
Quilmes, 2002). Matthew Karush sostiene que el rechazo de la mayoría de los radicales a
las identificaciones de clase y su apego al idealismo republicano forman parte de una actitud
general de las élites políticas argentinas de la época. Así, para enfrentar el desafío que
significaba la política de masas, adoptaron un concepto de ciudadanía y de democracia “no
pluralista”, que apelaba exclusivamente a un “pueblo” abstracto, y resultaba por ello incapaz
de reconocer y representar los legítimos intereses de las diversas clases sociales. Ver Karush,
Workers or Citizens, 2 – 3.
19. Hipólito Yrigoyen, Mi vida y mi doctrina (Buenos Aires: Leviatán, 1981), 137 – 38.
20. Ver Leandro Alem, Mensaje y destino, 8 vols. (Buenos Aires: Raigal, 1956). Las
diferencias de clase eran igualmente ajenas al lenguaje de los jóvenes protagonistas de la
fundación de la Unión Cívica. Ver Jorge Landenberger y Francisco Conte, eds., Unión
Cívica: Su origen, organización y tendencias (Buenos Aires: s./e., 1890).
21. Ernesto Laclau, La formación política de la sociedad argentina (Buenos Aires: Araujo,
1928), 59 – 61.
22. Raúl F. Oyhanarte, Radicalismo de siempre, 3ra. ed. (La Plata: Club Radical de
Hombres Libres, 1932), 93.
23. Ricardo Rojas, El radicalismo de mañana (Buenos Aires: Rosso, 1932), 213, 223.
24. Marcelo T. de Alvear, ¡Argentinos! Acción cívica (Buenos Aires: Gleizer, 1940), 46.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 219
29. Luis Reyna Almandos, La demagogia radical y la tiranía (1916 – 1919), 2da. ed.
(Buenos Aires: El Ateneo, 1920), 26, 79.
30. Citado en Ricardo Sidicaro, La política mirada desde arriba: Las ideas del diario La
Nación, 1909 – 1989 (Buenos Aires: Sudamericana, 1993), 111.
31. “Personalista” y “antipersonalista” remiten a la división interna la UCR de
mediados de la década de 1920 entre los partidarios del presidente Yrigoyen y sus
detractores.
32. Argentina, Cámara de Senadores de la Nación, Diario de Sesiones, 1932, vol. 2, p. 53;
1936, vol. 3, pp. 460 – 61.
33. Viguera, “Participación electoral y prácticas políticas”, 14, 24.
34. Viguera, “Participación electoral y prácticas políticas”, 17.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 221
Aunque tales extremos contrastan con el estilo más circunspecto que cul-
tivaban la mayoría de los radicales de entonces, no faltan, en los años marcados
por el peronismo, llamados como los de Arturo Frondizi para que la UCR abri-
era más sus filas a los obreros, o los de Crisólogo Larralde para que el partido
reclamara su lugar de iniciador y verdadero guardián de las políticas sociales.41
40. Yderla G. Anzoátegui, Alem e Yrigoyen: Cantos de exaltación lírica (Buenos Aires:
s./e., 1950).
41. Ver Arturo Frondizi, Petróleo y política, tomo 5, vol. 1 de la serie Hipólito Yrigoyen:
Pueblo y gobierno (Buenos Aires: Raigal, 1954), lxxi; Crisólogo Larralde, Antecedentes de la
política social argentina (folleto) (Avellaneda, 1945). Larralde publicó también otros textos
sobre las políticas de la UCR hacia los obreros. Resulta interesante que, en el texto citado,
el autor se ocupa cuidadosamente de resaltar su propia niñez humilde.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 223
Esta notable referencia a la historia forma parte del enérgico discurso de Caba
llero en defensa de los obreros, en este caso en oposición a las subas de los pre-
cios de los alquileres que se discutían entonces. En el mismo discurso, el senador
identifica claramente a la UCR como un partido que representa los intereses de
las “masas criollas desposeídas” contra el “egoísmo” de la “libre concurrencia”,
la “economía individualista” y la “extensión ilimitada del derecho de propiedad”,
que han “cubierto la tierra de revoluciones y crímenes”. La cita de Caballero es
interesante en la medida en que utiliza la expresión “clase media” con un sentido
un tanto anacrónico, como solía utilizarse en época del gobierno de Guizot en
Francia o en la Inglaterra decimonónica — es decir, como sinónimo de “bur-
guesía” y en vinculación con la clase alta como un todo, antes que en referencia
a un estrato intermedio entre la burguesía y los trabajadores. En la visión de
Caballero, la misión de la UCR era combatir los intereses de la “clase media”/
burguesía en favor de las masas, incluso, con mayor efectividad que el propio
socialismo. Su curiosa utilización de la expresión que nos incumbe con sentido
negativo, aunque no tenga paralelo en textos de otros radicales, es indicativa de
que en la época no estaba claramente definido a qué grupo social refería el con-
cepto, ni que la UCR fuera o debiera ser representante de alguna “clase media”.
En nuestra investigación, no hemos encontrado evidencias significativas
que indiquen que los radicales utilizaran con alguna frecuencia el concepto
de “clase media” como parte de su vocabulario político y con sentido positivo
antes de 1924. Incluso en los años subsiguientes continuó siendo relativamente
inusual. Tampoco existen evidencias contundentes que indiquen que la UCR
fuera percibida por otros como un partido “de clase media” antes de esa fecha
(salvo, quizás, entre grupos izquierdistas). Cierto, existe un estudio que Leo-
poldo Maupás publicó en 1912 en la Revista Argentina de Ciencias Políticas, en el
que se caracteriza a la UCR como el partido que representaría (más por su base
electoral que por su dirigencia) a la “burguesía media” o “clase media”, un grupo
social que — reconoce el autor — permanece aún como una abstracción, ya que
carece de “solidaridad” interna entre sus componentes y de dirigentes que la
42. Ricardo Caballero, Discursos y documentos políticos (Buenos Aires: El Inca, 1929),
338 – 44. En 1939 Caballero todavía utilizó la expresión “clase media” con el mismo sentido:
Argentina, Cámara de Senadores de la Nación, Diario de sesiones, 7 y 8 sept. 1939, vol. 2,
p. 253.
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representen, y tiende a identificarse con la clase alta.43 Sin embargo, las opin-
iones de Maupás — a veces esgrimidas en trabajos historiográficos como prueba
de que la UCR era evidentemente un partido “de clase media” — no pueden
generalizarse, ya que son claramente infrecuentes para la época, y por lo demás se
expresan mediante herramientas conceptuales de origen académico que no nece
sariamente reflejan el vocabulario político predominante en ese momento.44
Los contextos en que aparece utilizada la expresión “clase media” y sus vari-
antes en textos radicales sugieren que la novedad terminológica fue introducida
con fines ideológicos precisos.
La utilización del concepto de “clase media” en el discurso radical tiene que ver
con exploraciones orientadas a movilizar más efectivamente una base de apoyo
electoral y protegerse de amenazas tanto por “por arriba” (la oligarquía recalci-
trante) como “por abajo” (la orientación insurgente de la clase trabajadora). En
el contexto de la década del veinte, cuando los conservadores mantenían aún el
control de importantes resortes de poder, la defección de los “antipersonalistas”
y su acercamiento a la élite tradicional suponía una amenaza seria a la gober
nabilidad. Por otro lado, la presencia inquietante de grupos de acción directa
de masas (como la Liga Patriótica por derecha, y los anarquistas por izquierda),
comenzaba a señalar la dificultad de la democracia liberal para integrar las fuer-
zas centrífugas que amenazaban el sistema de representación. En Argentina
(como en el resto del mundo) crecía la disconformidad respecto de la vague-
dad e indefinición del discurso republicano tradicional. Más visiblemente luego
de 1930, pero ya desde tiempo antes la gran prédica que lograban los modelos
corporativos de representación de intereses socioeconómicos y el nuevo auge
de la política revolucionaria de masas ponían en cuestión los modelos de repre-
45. Los Principios (Córdoba), 16 oct. 1915. Citado en Gardenia Vidal, “Los partidos
políticos políticos y el fenómeno clientelístico luego de la aplicación de la Ley Sáenz Peña:
La UCR de la provincia de Córdoba 1912 – 1930”, en Fernando J. Devoto y Marcela P.
Ferrari, eds., La construcción de las democracias rioplatenses: Proyectos institucionales y prácticas
políticas 1900 – 1930 (Buenos Aires: Biblos, 1994), 189 – 217, cita en p. 196.
46. “En vísperas de la victoria”, La Epoca, 11 nov. 1924, p. 1.
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47. Manuel Ortíz Pereyra, La tercera emancipación (Buenos Aires: Lajouane, 1926),
xii – xx.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 227
48. Joaquín Castellanos, Acción y pensamiento (Buenos Aires: Pellerano, 1917), 101.
49. De hecho, en las raras apariciones de la expresión “clases intermedias” o “clase
media” en textos anteriores de Castellanos, la clase en cuestión no aparece como un grupo
valorable o particularmente ligado a la misión de la UCR. Ver Joaquín Castellanos, Labor
dispersa (Lausanne: Payot, 1909), 122, 293.
50. Víctor M. Molina, Instituto Nacional de Casas para Trabajadores, tirada aparte del
Diario de sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, s./e., s./l., 1921.
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57. Antonio B. Toledo, El Partido Radical (o la lucha por la democracia) (Buenos Aires:
s./e., 1931), 6, 174 – 75.
58. Así, en un notable manual de política social publicado en 1927, Daniel
Antokoletz – por entonces Jefe de la División de Legislación del Departamento Nacional
del Trabajo y profesor de la UBA – afirma que la “cuestión social” no es “una cuestión
obrera solamente, sino una cuestión social aplicable a la clase media, al trabajo intelectual, al
trabajo manual”. Daniel Antokoletz, Curso de legislación del trabajo, 2 vols. (Buenos Aires: El
Ateneo, 1927), vol. 1, pp. 9, 21. Aunque escape a los alcances de este trabajo, es interesante
resaltar que uno de los partidos provinciales herederos de la UCR, el Bloquismo sanjuanino,
parece haber tenido una noción más clara de la importancia de desarrollar políticas estatales
focalizadas en la defensa de la “clase media”. Ver P. José Gallardo, Definición doctrinaria del
Bloquismo sanjuanino (Rosario: Americana, 1932), 201 – 3.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 231
59. “El sufragio revolucionario termina con el voto sumiso y el cambio violento,
expresa en una carta abierta el Dr. Raúl Oyhanarte”, Crítica, 4 feb. 1936, p. 8. Ver también
Raúl F. Oyhanarte, El sufragio revolucionario (La Plata: s./e., 1946), 63, 98. Otro ejemplo
contemporáneo de asociación entre “clase media”, moderación y UCR, puede hallarse en
Alcides Greca, Tras el alambrado de Martín García (Buenos Aires: Tor, 1934), 157. Dirigente
radical, Greca ocupó una banca de diputado nacional hasta el golpe de 1930.
60. Carlos M. Noel, La democracia en América; Definiciones sobre el izquierdismo radical
(Buenos Aires: s./e., 1933), 26.
61. Carlos M. Noel, Principios y orientaciones (Buenos Aires: Gleizer, 1939), 107.
62. Ver Persello, El Partido Radical, 218 – 20.
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63. Marcelo T. de Alvear, ¡Argentinos! Acción cívica (Buenos Aires: Gleizer, 1940), p. 191.
64. Félix Liceaga, “Proyecto de resolución enviado a la Comisión de Propaganda del
Comité Capital de la Unión Cívica Radical, 27 de diciembre de 1940” (e idem, del 25 de julio
de 1941), en Archivo Emilio Ravignani (Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr.
Emilio Ravignani”), caja 3 (UCR), fojas 39, 40, 59 y 60.
65. Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de sesiones, 22 y 23 sept. 1942,
vol. 5, p. 468.
66. “Diputados de todos los sectores proclamaron su propósito de colaborar con la
sanción de la Ley reprimiendo los monopolios y negocios en cadena”, La Defensa, no. 414
(22 agosto 1942): 4 – 9. Cita en p. 5.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 233
Entre los dirigentes radicales, Alejandro Maino fue uno de los más fuertes
defensores de la “clase media” y del papel moderador de la UCR. Maestro de
escuela de orígenes relativamente modestos, Maino ingresó a la UCR en 1910.
Luego de ocupar cargos legislativos y ejecutivos en el municipio de San Pedro y
en la Provincia de Buenos Aires, fue elegido senador nacional en 1935 (aunque
renuncia al cargo en protesta contra el gobierno) y diputado entre 1938 y 1942.
Realizó una importante tarea de publicista radical como director del semanario
Yunque y a través de variados libros y folletos. Ya en su obra La función social de
la Unión Cívica Radical (1932) Maino se mostró fuertemente preocupado por el
avance del comunismo. Frente a tal amenaza, Maino presenta a la UCR como
punto intermedio “entre el capitalismo que explota al obrero y el estado que
lo explotará con el socialismo”. La UCR “anhela que sean propietarios todos,
porque comparte el pensamiento de que la propiedad es económicamente nece-
saria, y de que se justifica desde el punto de vista social, estimulando la previsión
y constituyendo la independencia personal”. En la parte propositiva, Maino pre-
senta la idea de introducir una serie de reformas impositivas que contribuyan a
la mayor igualación de las riquezas y, con ella, a la “paz social”.67 Algunos años
más tarde, envía al Congreso un extenso proyecto de reforma impositiva, que
proponía incorporar impuestos a los réditos y a las tierras por tasas progresivas,
suprimir varios impuestos que encarecían innecesariamente el consumo, y limi-
tar los costos de los arrendamientos y del préstamo de dinero. El proyecto fue
editado también como un folleto para el público, que apelaba, desde su propio
título, a la “clase media”: Hacia la elevación de los no poseyentes o poco poseyentes a
la clase media, por un régimen impositivo nacional (1938). En los fundamentos del
proyecto, tal como los presenta el folleto, la UCR aparece encarnando el justo
medio entre “la doctrina conservadora que en cuanto a distribución de la riqueza
mantiene su viejo egoísmo de clase” y las doctrinas “socializantes” que pretenden
“la supresión de la propiedad privada”. Así, la doctrina radical busca “la dismi-
nución de las desigualdades económicas de los habitantes de la República” pero
sin que esto suponga “una igualdad absoluta”. Citando a los políticos europeos
Francesco Nitti y Salvador de Madariaga, critica al comunismo, defiende la
utilidad de la propiedad privada, y argumenta en favor de la existencia de “vastas
clases medias, que son la columna de sustentación de la sociedad y el seguro con-
tra conmociones” que pudieran alterar la “paz social”. Más aún, la “clase media”
67. Alejandro Maino, La función social de la Unión Cívica Radical: Escuelas económicas, el
comunismo y la libertad, el plan radical (Buenos Aires: Rosso, 1932), 124 – 25, 138, 146 – 50.
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68. Alejandro Maino, Hacia la elevación de los no poseyentes o poco poseyentes a la clase media,
por un nuevo régimen impositivo nacional: Proyecto de ley presentado a la Honorable Cámara el 27
de julio de 1938 (Buenos Aires: s./e., 1938), 14, 16 – 17, 28, 30.
69. Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de sesiones, 20 julio 1939, vol.
2, pp. 546 – 75.
70. Alejandro Maino, El radicalismo ante el escrutinio (Buenos Aires: s./e., 1946), 29, 33,
38, 42.
71. Alejandro Maino, Una estructuración doctrinaria del radicalismo (Buenos Aires: s./e.,
1954), 85 – 86, 93, 97, 108.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 235
Sin desmedro de los casos anteriores, los intentos más sistemáticos y los llama-
mientos más importantes a orientar a la UCR hacia la “clase media” provini-
eron sin duda de la revista radical Hechos e Ideas. Dirigida por Enrique Eduardo
García, la revista tuvo una gran importancia entre 1935 y 1941 como tribuna
72. Luis Denegri, La doctrina radical, sus fundamentos científicos y lógicas conclusiones
(Buenos Aires: s./e., 1935), 12, 17 – 19, 53.
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73. Ver Alberto Gabriel Piñeiro, “El radicalismo social moderno: Hechos e Ideas
(1935 – 1941)”, en W. Ansaldi, A. Pucciarelli y J. C. Villarruel, eds., Argentina en la paz de dos
guerras, 1914 – 1945 (Buenos Aires: Biblos, 1993), 295 – 318; Ana Virginia Persello, “De la
diversidad a la unidad: Hechos e Ideas (1935 – 1955)”, en N. Girbal-Blacha y D. Quattrocchi-
Woisson, eds., Cuando opinar es actuar: Revistas argentinas del siglo XX (Buenos Aires: ANH,
1999), 273 – 302; Alejandro Cattaruzza, Historia y política en los años 30: Comentarios en torno
al caso radical (Buenos Aires: Biblos, 1991).
74. Ver Persello, El Partido Radical, 212 – 24.
75. Ver Hechos e Ideas, no. 13 (julio 1936).
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 237
81. “Hacia la dictadura” [editorial], Hechos e Ideas, no. 24 (agosto 1937): 259 – 61.
82. Ernesto C. Boatti, “La clase media y su organización política”, Hechos e Ideas, no. 27
(marzo – abril 1938): 128 – 29.
83. “Independencia Argentina” [editorial], Hechos e Ideas, no. 29 (julio – agosto 1938):
326; “Proyecto de reformas fundamentales a nuestro régimen impositivo, del diputado
Alejandro Maino”, Hechos e Ideas, no. 30 (sept. – oct. 1938): 121 – 29.
84. Ver “Glosas políticas” [editorial], Hechos e Ideas, no. 32 (mayo 1939): 277; no. 36
(marzo – abril 1940): 263; no. 37 (oct. 1940); “Proyecto de ley de financiación de la cosecha
1940 – 41 presentado a la Cámara de Diputados de la Nación por representantes de la UCR”,
Hechos e Ideas, nos. 38 – 39 (enero 1941): 285; François Perroux: “Límites y extralimitaciones
del concepto de clase”, Hechos e Ideas, no. 41 (nov. 1941). Sin desmedro de lo señalado, y
como bien ha demostrado Alejandro Cattaruzza, cabe destacar que la apelación a la clase
media no fue obstáculo para que, en un sentido bastante tradicional, Hechos e Ideas siguiera
presentando a la UCR como un partido policlasista, la “encarnación de la argentinidad”
toda. Ver Alejandro Cattaruzza, Hechos e Ideas (1935 – 1941): Una aproximación al pensamiento
político argentino, Tesis de Maestría inédita, Instituto Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 1992,
pp. 64 – 72.
240 HAHR / May / Adamovsky
tivos en su provincia natal en la década del treinta, hasta que fue electo diputado
nacional, banca que ocupó entre 1936 y 1940, y nuevamente entre 1942 y 1943.
Durante el gobierno de Frondizi tuvo a su cargo la Secretaría de Agricultura y
Ganadería, dependiente del Ministerio de Economía. Aunque ya había escrito
trabajos y dado discursos en defensa de los pequeños propietarios agrarios en la
década del treinta, su preocupación más general por la “clase media” comienza
hacia 1942. En su libro Política agraria y regulación económica, publicado ese año,
Horne se ocupa de demostrar la utilidad social de la existencia de una extensa
capa de pequeños y medianos productores rurales. En la Argentina del siglo
XIX no existía tal capa, hasta que las políticas de colonización, luego de 1852,
fomentaron la división de la tierra. Así se formó una “clase media” en el campo,
“con hábitos y costumbres civilizados”, que es “la que impulsa el progreso en
forma rápida, a pesar de que el latifundio continúa dominando”. Esa clase se
debilita a consecuencia de la crisis de 1930, y hoy se encuentra en una difícil
situación económica. Criticando los excesos del capitalismo y el liberalismo,
que no comprenden la “función social” que debe desempeñar la propiedad pri-
vada, Horne reclama mayor protección de la “clase agraria” mediana por parte
del estado, en forma de apoyo a las cooperativas, créditos baratos, y formas de
“regulación económica” o incluso de “economía dirigida”. Entre sus justifica-
ciones, Horne argumenta que esta “clase media” es “necesaria para el equilibrio
social y económico”, entre otras cosas, porque contribuye a descomprimir la
situación del proletariado en las ciudades.85 En Un ensayo social agrario (1957),
Horne vuelve a la carga en apoyo de la “clase media” rural, a la que imagina en
un futuro próximo desempeñando un papel de primer orden en la política nacio-
nal, en alianza con los trabajadores urbanos. El autor imagina que los sindicatos
de obreros, y las cooperativas agrarias, serán las “células de una nueva estructura
social y económica” que, junto con el creciente peso social de los técnicos y pro-
fesionales, transformará profundamente la estructura social del país, de la que
desaparecerá la minoría terrateniente y también “la antigua minoría burguesa
o financiera”.86
Durante los años marcados por el peronismo, los discursos de defensa de
la “clase media” dentro del radicalismo se vuelven menos visibles. En ocasiones,
legisladores radicales se manifestaron por la defensa de la “clase media”, sea
contra los efectos de la inflación sobre sus bolsillos, sea contra los proyectos
85. Bernardino C. Horne, Política agraria y regulación económica, 2da. ed. (Buenos Aires:
Losada, 1945), 39, 55 – 56, 93.
86. Bernardino C. Horne, Un ensayo social agrario: La colonia San José, Entre Ríos,
1857–1957 (Buenos Aires: Leviatán 1957), 79 – 80, 89 – 93.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 241
87. Ver los discursos de Arturo Frondizi y de Carlos H. Perette, Argentina, Cámara de
Diputados de la Nación, Diario de sesiones, 7 jul. 1950, vol. 2, pp. 945 – 51; 27 sept. 1954, vol.
3, pp. 1917 – 21.
88. Es sintomático que en 1947 el radical Leopoldo Velasco haya argumentado
extensamente en favor de una “filosofía del justo medio” asociada a la función política de la
UCR y contra la “demagogia” imperante, pero sin hacer mención de ninguna “clase media”.
Leopoldo Velasco, Pedro C. Molina, caballero de la libertad (Córdoba: Ross, 1947), 147 – 56.
89. Frondizi, Petróleo y política, 279, 288.
242 HAHR / May / Adamovsky
90. Eduardo Laurencena, “Hay que defender las pequeñas empresas”, Antinazi, no. 49
( 31 enero 1946): 1.
91. C. M. Almada Stessens, Bosquejo radical intransigente (Añatuya: s./e., 1947), 13,
41 – 42, 55.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 243
Habíamos mencionado a Julio R. Barcos como uno de los que más intensamente
participaron del interés por la “clase media” en el círculo de la revista Hechos e
Ideas. Su abordaje de la cuestión, sin embargo, desentona en el contexto de los
casos que hemos explorado aquí, por lo que merece un tratamiento aparte.
La fascinante evolución política e intelectual de Barcos ha sido poco estudi
ada. Educador y publicista, anarquista en su época juvenil, en 1915 lo encontra-
mos llamando a la huelga y la sublevación general del pueblo, y despreciando
al radicalismo, “un partido político regresivo” al que “nada le queda por hacer
92. José V. Liceaga, En defensa de la soberanía nacional (III): Ensayo sobre la actual
orientación política de la Unión Cívica Radical (La Plata: s./e., 1947), 58, 61 – 62. El mismo año,
otro compañero de Liceaga en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, el
diputado radical Raúl Manzi, homenajeaba en un discurso el legado de Leandro Alem y el
mito fundacional de la Revolución de 1893 argumentando que ésta fue la manifestación “de
la clase media de un pueblo que había sido proscrita de los atrios por los intereses espurios
de esa plutocracia del Unicato”. Repr. en Leandro N. Alem, Obra parlamentaria, 6 vols. (La
Plata: s./e., 1949), vol. 1, p. 23.
93. Ver “La UCR del Pueblo y la reforma constitucional”, La Nación, 10 julio 1957,
p. 12. Recuérdese que nos referimos aquí a referencias explícitas a la “clase media”. Las
plataformas de la UCR desde mucho tiempo antes contenían medidas de protección de
la “pequeña industria y del artesanado autónomo”, de “reglamentación de las profesiones
liberales”, o de estímulo a las cooperativas de trabajadores y de “pequeños comerciantes”.
Ver la Plataforma electoral de 1937, inserta en Argentina, Cámara de Diputados de la
Nación, Diario de sesiones, 1952, vol. 3, p. 2291.
244 HAHR / May / Adamovsky
94. Julio R. Barcos, La felicidad del pueblo es la suprema ley: Cuadros de psicología política y
social (Buenos Aires: Otero, 1915), 106 – 9.
95. Julio R. Barcos, Política para intelectuales (Buenos Aires: s./e., 1931), 10, 15, 77, 120,
135 – 39, 145 – 51.
96. Julio R. Barcos, Por el pan del pueblo (Buenos Aires: Renacimiento, 1933), 46.
97. Debo este dato a Horacio Tarcus.
Acerca de la relación entre el Radicalismo argentino y la “clase media” 245
ales (para Barcos sinónimo de “clase media”) carecen de peso como clase. Sin
embargo, tienen en sus manos una función fundamental: la de imprimirle un
“sentido” a la acción que protagonizan otras clases. Ni el burgués ni el proletario
“tienen una idea propia”: rigen el mundo de la “producción material” pero “no
producen cultura”; la “ética de una y otra clase la ha manufacturado el intelec-
tual de la clase media”. Pero por ello mismo la “clase media” debe decidir en qué
bando se ubicará en el “proceso revolucionario” al que asistimos. La intención
de Barcos es alentarla a abandonar a la burguesía para ponerse al lado del prole-
tariado, como su “guía”, ya que éste, “por sí solo, no va a ninguna parte” y no es
menos carente de sentido de lo “espiritual” que la propia burguesía (ambos están
sumergidos en el “materialismo”). El intelectual, por el contrario, es un “genera-
dor de fuerzas morales” que debe ayudar a contrarrestar el “sprit-moutonier [sic;
espíritu de rebaño, E.A.] de las masas”, que por ser masas, justamente, carecen
de “personalidad individual”. Por lo demás, a fin de cuentas, también la intelec-
tualidad va camino a la “proletarización” por obra del desarrollo del capitalismo,
esa “civilización ultra materialista” que está llegando a su fin. Pero no imagina
Barcos un liderazgo intelectual de la clase obrera a la manera de la Revolución
rusa, que ha suprimido “la libertad interna del hombre”; el comunismo “no es
planta de nuestro clima”. Argentina, por obra de Yrigoyen y de la democracia,
es “un país de clase media”, donde incluso el minoritario proletariado asciende
a esa clase con facilidad: en nuestra democracia naciente no existen “clases irre
conciliables”, sino que todos devienen “clase media”, una clase que “ha de ser
con el tiempo clase única”. Por eso, mientras que “proletarizarlo todo” es el lema
soviético, “el nuestro sería hacer a todos propietarios”. Sin embargo, la crisis
económica y el control fraudulento del estado por parte de la “oligarquía” ame-
naza con hundir a la “clase media” en la miseria. Es hora entonces de que el pro-
letariado y la “clase media”, “el brazo y el cerebro de la Nación”, se junten para
quitarse de encima a “los zánganos de la colmena”, los miembros de la “oligar-
quía político-financiera” que “parasitan sobre ambas clases”. Es en esta tarea que
los intelectuales deben colaborar, librándose de su individualismo y egolatría: los
hombres de cultura deben “ponerse al servicio de la comunidad argentina” para
instruir al pueblo, organizar la economía, proteger la salud pública, y construir
el “yo colectivo” indispensable para la vida en sociedad:
la idea de “justo medio”. En otras palabras, el autor no imagina un futuro sin oli-
garquía, o sin enormes diferencias de riqueza, sino lisa y llanamente sin burgue-
sía. Cierto, ya habíamos encontrado, por ejemplo en Horne o incluso en Noel,
una apelación a la clase que nos incumbe asociada a una crítica del capitalismo
irrestricto, de la burguesía, del liberalismo, de la propiedad ilimitada, y a un lla-
mado a establecer una economía con un protagonismo mayor del estado. Horne
incluso llegaba a imaginar la progresiva desaparición de la burguesía como clase.
Pero esta espera en Barcos estaba clara y explícitamente relacionada con una
utopía tecnocrática en la que la burguesía y el mercado son reemplazados, como
clase rectora y mecanismo fundamental de organización del trabajo, por los
“intelectuales/profesionales” y el estado. Para ponerlo en términos de Barbara y
John Ehrenreich, estaríamos en presencia de un caso típico del anticapitalismo
propio de los sectores “profesionales-gerenciales” que floreció como ideología
en varios rincones del mundo y en distintos momentos a partir de principios del
siglo XX. Esta ideología alimentó una parte importante del movimiento social-
ista en todo el mundo, en buena medida liderado no por trabajadores sino por
profesionales o intelectuales que imaginaban un mundo científicamente orga-
nizado y coordinado por gente como ellos, más que uno en el que desapareciera
la desigualdad en cualquiera de sus formas.101 Las ideas de Barcos (y quizás tam-
bién las de Horne) reflejan sin duda una imaginación similar, y están también
en sintonía con una creencia, que se extendería a partir de fines de la década del
treinta, en la “convergencia” entre sociedades capitalistas y socialistas en virtud
de una “revolución gerencial” o “burocratización del mundo” por la expansión
del peso social y el poder de los administradores y burócratas (que controlaban
el proceso productivo en las empresas y el creciente aparato estatal) por sobre los
antiguos burgueses (cuyo poder derivaba de una propiedad privada que, según
creían, se hacía cada vez menos relevante).102 Aunque produzca extrañeza, este
tipo de ideas no eran totalmente extrañas en el radicalismo de los años treinta,
en los que la crisis de la democracia liberal fue terreno propicio para diversas
exploraciones y heterodoxias intelectuales. Lo que sí es peculiar es la asociación
de estas búsquedas con un llamado a la movilización de la “clase media”.
Conclusiones
“clase media” como parte del vocabulario radical se vincula claramente con
necesidades propiamente políticas. En general, el discurso en cuestión aparece
asociado a la estrategia retórica del justo medio, que apuntaba a recortar para
la UCR un espacio de legitimidad como portadora de un programa reformista
que, ilustrando, disciplinando, o desplazando a cierta élite socioeconómica (aquí
hay matices diferentes entre los autores), introdujera las medidas necesarias para
salvaguardar el orden social amenazado. La introducción del concepto de “clase
media” estuvo vinculada a la necesidad de actualizar el discurso liberal clásico
para dotarlo de mejores herramientas contra sus adversarios. Hemos considerado
a ésta una estrategia “contrainsurgente” en la medida en que busca contrarrestar
el igualitarismo “extremo” de los movimientos revolucionarios de caracter
plebeyo o “incivilizado”: frente a movimientos que amenazan con desconocer
toda jerarquía social, la estrategia del justo medio ofrece instaurar un “mejor
equilibrio” entre las clases (y así, en última instancia, salvaguardarlas). Debido a
su caracter supuestamente intermedio, se postula a la “clase media” como encar-
nación de ese equilibrio; al mismo tiempo, ese mismo apelativo “despega” a los
sectores a los que intenta referir de su posible solidaridad con los movimien-
tos insurgentes. Esta utilización contrainsurgente de la idea de clase media, y
su contexto propiamente político de emergencia, coinciden con el itinerario y
función de la misma idea en otros países y épocas.105 Los momentos específicos
de utilización de este complejo de ideas, y los contextos a los que aluden, no
dejan lugar a dudas. Se trata de conjurar la amenaza plebeya del anarquismo/
comunismo luego de 1917 – 1919, la del comunismo/fascismo a mediados de
los años treinta (e incluso los aspectos plebeyos del peronismo en los cuarenta)
reclamando una “tercera vía” reformista contra la obstinación y la amenaza de
la élite tradicional. La años 1924 – 1928, 1930, o 1935 — a partir de los cuales
percibimos una cierta intensificación del discurso de “clase media” — son clave
en este sentido: los primeros corresponden al “contubernio”, el segundo al golpe
de estado, y el tercero al levantamiento de la abstención por parte de la UCR
y la decisión de enfrentar a los conservadores en terreno electoral valiéndose
de un programa social renovado. Cabe destacar que por entonces también el
Partido Socialista, e incluso el Partido Comunista (embarcado en la política del
Frente Popular) habían salido a seducir electoralmente a la “clase media”.
En conclusión, los hallazgos aquí presentados confirman y a la vez cuestio-
nan la validez de la tesis de la UCR como partido “de clase media”. La confir-
man en la medida en que, a juzgar por el plano discursivo, el radicalismo puede
efectivamente considerarse un partido “de clase media”, aunque únicamente luego
ciones de empleados; de hecho, el APRA contó con vínculos estrechos con esas
organizaciones gremiales.106
Si nuestros hallazgos están en lo correcto, le emergencia de un discurso y
una identidad de clase media en Argentina sería más tardía que en Perú, un país
tradicionalmente considerado menos “moderno” en su estructura e identidades
sociales. Asimismo, la movilización política de esa identidad, en el discurso
aprista, se consolida antes que en la UCR, y parece tener menos componen-
tes contrainsurgentes que en el caso de los radicales. Este excursus compara-
tivo refuerza la necesidad de estudiar los contextos específicos de emergencia
de apelaciones políticas e identidades sociales, antes que tomarlos como función
relativamente necesaria de procesos de cambio socioeconómico (operación que
está implícita en el núcleo duro de la idea tradicional de la UCR como partido de
clase media, todavía hoy hegemónica en el campo académico argentino).