You are on page 1of 4

Caso Nº 2

El Sr Juan Murgui inicia Juicio de repetición en contra del Sr Carlos Velazco basándose en un contrato de locación que celebra
Marina Murgui en calidad de Locataria y Carlos velazco en calidad de Locador. En dicho contrato el actor se constituye en fiador
de la locataria. Manifiesta en la demanda que a los quince dias de celebrado el contrato (15/6/04) la inquilina solicita que el
suministro del servicio electrico perteneciente a dicho inmueble se preste a su nombre, constituyéndose asimismo el accionante
en fiador ante la Epec. Sigue diciendo que en el mes de Junio de 2006 , la arrendataria restituye el inmueble a los propietarios,
retomando los mismos la posesión plena. Desde el mes de junio de 2004 hasta marzo de 2007 inclusive, la energía eléctrica fue
efectivamente prestada en el inmueble de propiedad del demandado, no obstante lo cual fue pagado por el actor. El 2 de mayo de
2007 la Sra Fabiola Anitori solicita se coloque a su nombre el medidor Nº 36548, perteneciente a la vivienda propiedad de los
accionados. Resalta en su libelo introductorio que la cláusula sexta del convenio reza: “La fianza y garantía subsistirá aún
vencido el contrato y hasta tanto el locatario restituya al locador la unidad arrendada y entregue comprobantes de pagos de luz y
gas que debe abonar el locatario”. Finaliza afirmando que si finalizó la obligación principal también se extingue la accesoria,
que se ha producido un cambio de deudor (novación subjetiva. Cita las siguientes normas legales 1197, 1198,1199,1986,525 y
2047 del Código Civil
Corrido el traslado de la demanda al Sr Carlos Velazco, afirma que en el caso no existe relación jurídica sustancial entre la actora
y los demandados. Argumenta en su defensa que la cláusula séptima del contrato dice” que el locatario deberá solicitar la
conexión a su nombre del servicio de energía eléctrica y solicitar la baja al momento de la entrega del inmueble”, esto último no
sucedió, solicita el rechazo de la demanda interponiendo la excepción de falta de acción.
Al respecto se presenta las siguientes cuestiones:
1. Cuáles son los institutos jurídicos en juego que presenta el caso en cuestión?
2. Conceptualice la teoría de los actos propios.
3. Enumere los requisitos de procedencia de dicha teoría.
4. Como Juez de la causa: ¿Cómo resuelve la cuestión?
5. Elabore 5 preguntas teniendo como eje ”que pasaría si…” que le insinúa el presente caso a los fines de intercambiar
opiniones con el resto de sus compañeros.

Al respecto se presenta las siguientes cuestiones:


6. ¿Cuáles son los institutos jurídicos en juego que presenta el caso en cuestión?
En el caso en cuestión se presentan diversos institutos jurídicos, que dan el marco para la consideración o no de la acción pretendida.
Si bien hace referencia a:
- Contratos: tanto de locacion como de suministro.
- Fianza.
- Obligaciones derivadas de ellos.
- Acción de Repetición o de Reembolso.
- Novacion.
Es necesario resaltar que la lo mas importantes es determinar si es procedente la Acción de Repetición, y en su caso, como se
resolvería.
7. Conceptualice la teoría de los actos propios.

La Doctrina de los actos propios proclama el principio general de derecho que norma la inadmisibilidad de actuar contra los
propios actos. Constituye un límite del ejercicio de un derecho subjetivo, de una facultad, o de una potestad, como consecuencia del
principio de buena fe y, particularmente, de la exigencia de observar, dentro del tráfico jurídico, un comportamiento consecuente.

Esta teoría ha sido definida tanto por autores nacionales y extranjeros quienes afirman que "a nadie le es lícito hacer valer un
derecho en contradicción con su anterior conducta, cuando esta conducta interpretada objetivamente según la ley, según las
buenas costumbres o la buena fe, justifica la conclusión de que no se hará valer el derecho, o cuando el ejercicio posterior choque
contra la ley, las buenas costumbres o la buena fe".

Contenido: En esta teoría no basta la mera contradicción de un acto previo con otro posterior. En base a la autonomía moral de todo
individuo, y considerando la falibilidad humana, toda persona tiene libertad y, por ende, puede corregir y enmendar sus
errores cambiando la futura conducta. El núcleo de la teoría del acto propio se halla en las expectativas legítimas (E.
Gandulfo). Dado que el individuo es un agente racional, puede planificar su futuro en base a ciertas razones, que son hechos,
creencias, deseos, etc. Ahora bien, el supuesto es que un agente, con su conducta, bajo ciertas condiciones de contexto -que no
indiquen precariedad o provisionalidad-, puede abrir o crear ciertas expectativas a terceros, que sean justificadas en razones, y
que sean legítimas según los principios del ordenamiento jurídico. Al planificar su desenvolvimiento en el tráfico, el tercero
puede invertir tiempo y esfuerzo, y el agente con su conducta inconsecuente puede cerrarle o frustrarle las expectativas,
causándole un daño injusto.

Esta teoría no es aplicable a cualquier tipo de problemas, desbordándose sin límites. Rige en aquellos casos que no están
regulados directamente por el Derecho positivo, ni están protegidas las expectativas por otras teorías, como por ejemplo, la de
la normatividad del contrato o la preclusión procesal. Es por ello que, para la figura del estoppel (según el Merriam-Webster Online
Dictionary, el estoppel es el impedimento legal de que alguien alegue o niegue un hecho que contradiga sus propios hechos o
declaraciones previos), esta prohibición no está fundada técnicamente en una "promesa" de base (Ch. Fried).

En la doctrina nacional, Alsina Atienza sostiene que la doctrina de los actos propios "se reduce a que quien, mediante cierta
conducta, positiva o negativa, infunde o crea en otra persona, la confianza fundada de que aquél mantendrá su comportamiento
en lo sucesivo, deberá, sí, mantenerlo efectivamente, aunque en su fuero interno hubiere abrigado otro propósito en realidad ".

En este orden de ideas, la Jurisprudencia ha sostenido que "las partes no pueden contradecir en juicio sus propios actos anteriores,
deliberados, jurídicamente relevantes y plenamente eficaces, como asimismo que devienen inadmisibles las pretensiones que ponen a
la parte en contradicción con sus comportamientos anteriores jurídicamente relevantes"

Es por ello que podemos afirmar que la teoría de los actos propios constituye un principio general del derecho derivado de
otro, cual es la buena fe , que sanciona como inadmisible toda pretensión lícita pero objetivamente contradictoria con
respecto al propio comportamiento anterior efectuado por el mismo sujeto.
Por último queremos subrayar que la teoría de los actos propios encuentra su fundamento último en la regla moral, que se funda en el
respeto de la buena fe, la protección de la confianza suscitada, el comportamiento coherente en bien de terceros y el rechazo a la
sorpresa y a la emboscada

Pero es del caso señalar que la doctrina de los actos propios excede el campo de las manifestaciones tácitas de voluntad, encuentra
aplicación tanto con relación a ellas, como respecto a manifestaciones expresas. En realidad la teoría funcional cuando se pretende
impugnar una conducta anterior (expresa o tácita), y el derecho pone límites a esa impugnación por estimarla contraria a la buena fe; o
cuando se pretende ejercitar algún derecho o facultad, también en contradicción con anteriores conductas jurídicamente relevantes, y
en pugna con la buena fe. Así, por ejemplo, cuando un acto está viciado de nulidad, ella no podrá alegarse por “el que ha ejecutado el
acto, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba” (artículo 1047), y “la persona capaz no puede pedir ni alegar la nulidad del
acto fundándose en la incapacidad de la otra parte” (artículo 1049).

Parece conveniente que la doctrina y jurisprudencia nacionales replanteen el tema, pues la teoría de los actos propios tiene ciertos
límites en su aplicación que no deben olvidarse; ya hemos visto que la conducta anterior no es obstáculo para que el sujeto
plantee la nulidad del acto, cuando esta nulidad fue instituida por la le para protegerlo de aprovechamientos injustos, o en
salvaguardia de su situación de inferioridad o incapacidad; tampoco puede esgrimirse como obstáculo la conducta
“contradictoria”, cuando se ha adoptado solamente en otra relación jurídica.

En los últimos años la jurisprudencia nacional ha vuelto a hacerse eco en fallos cada vez más numerosos de la teoría de los actos
propios. Sin duda ha contribuido a ello la incorporación de un texto expreso sobre el principio de la buena fe (artículo 1198), y la
actitud inteligente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que, desde hace algo más de una década, ha renovado en varias de sus
decisiones la inquietud sobre el tema, ejemplo que luego han seguido numerosos tribunales.
El principio cardinal de la buena fe ha adquirido una presencia insoslayable en el foro, estando llamado a acrecentar su
importancia, como prisma de análisis de las relaciones jurídica. Fallos judiciales de los más diversos tribunales de nuestro país, han
resuelto que "Nadie puede ponerse en contradicción con sus propios actos anteriores, a través del ejercicio de una conducta
incompatible con una anterior deliberada, jurídicamente relevante y plenamente eficaz".

8. Enumere los requisitos de procedencia de dicha teoría.


 Que los actos propios sean inequívocos, en orden a que intersubjetivamente pueda determinarse el sentido de los actos del
agente.
 Que entre la conducta anterior y la pretensión actual exista una incompatibilidad o una inconsecuencia, según el sentido que,
de buena fe, hubiera de atribuirse a la conducta anterior.
 Que en la conducta del agente no ha de existir ningún margen de error por haber actuado con plena conciencia para producir
o modificar el sentido del acto anterior.
 Que sea razonable la generación de la expectativa primigenia, considerando todas las razones disponibles. Por ejemplo, del
contexto no debe desprenderse que el acto prístino sea un acto de mera tolerancia.
 Que tal expectativa sea legítima, es decir, que guarde conformidad con los principios del ordenamiento jurídico.
 Que se produzca la frustración de tal clase de expectativa.
 Que se provoque un daño a terceros con la conducta cambiante; de lo contrario será irrelevante para el Derecho.

La doctrina nacional sostiene que la teoría de los actos propios requiere de tres condiciones básicas o requisitos para que pueda ser
aplicada: a saber:

1) Una conducta relevante y eficaz. la teoría de los actos propios requiere, para poder ser aplicada, la existencia de una
conducta anterior jurídicamente relevante y eficaz, es decir, una conducta vinculante que revele una determinada actitud de
una persona respecto de algunos intereses vitales.

2) El ejercicio de un derecho subjetivo por la misma persona que crea la situación litigiosa debido a la contradicción -atentatoria
de la buena fe- existente entre ambas conductas. La pretensión contradictoria: esta expresión, encierra distintos matices; por un
lado, es la emisión de una nueva conducta o un nuevo acto y, por otro lado, esta conducta o acto importa ejercer una
pretensión. Esta pretensión, que en otro contexto es lícita, resulta inadmisible por ser contradictoria de la primera conducta.
Es por ello que podemos afirmar que la pretensión contradictoria, teniendo como referencia un acto anterior, permite la defensa del
sujeto que ha receptado ambas conductas, que ha confiado en la primera de ellas y que ha actuado consecuentemente con dicha
confianza. Esta protección dada al agente receptor de la conducta por la confianza que en ella ha depositado es, en pocas
palabras, la aplicación concreta de la teoría de los propios actos.

3) La identidad de sujetos que se vinculan en ambas conductas. Los sujetos: El tercer elemento necesario para que pueda
aplicarse esta teoría es la necesidad de que los sujetos que intervienen en ambas conductas -como emisor o receptor-sean los
mismos.
En tal sentido, el sujeto activo, es decir la persona que ha observado determinada conducta -con fundamento en una facultad o derecho
subjetivo-debe ser el mismo que pretenda luego contradecir esa primera conducta. El sujeto pasivo, es decir la persona que ha sido
receptor o destinatario de ambas conductas, también debe ser el mismo. Es oportuno indicar que, tanto las personas físicas como
jurídicas pueden ocupar los lugares de sujetos activos y pasivos de la relación.

Una pretensión contradictoria con esa conducta atribuible al mismo sujeto..."


Lo propio ocurre en la jurisprudencia española, donde es un principio corriente que “Los actos propios, para ser tenidos
como expresión de actuación oponible, deben ser aquellos que por su carácter trascendental o por constituir convención, o causar
estado, definen inalterablemente la situación jurídica de su autor, o aquellos que vayan encaminados a modificar o extinguir algún
derecho”. Se ha dicho también que “La esencia vinculante del acto propio, en cuanto significativo de la expresión del consentimiento,
es que se realice con el fin de crear, modificar o extinguir algún derecho, con exigencia de que origine un nexo causal eficiente entre
el acto realizado y su incompatibilidad con la conducta posterior, y fundamentado en un comportamiento voluntario, concluyente e
indubitado, de tal forma que defina, de modo inalterable, la situación del que lo realiza...”.
Consecuencia del Principio

Técnicamente la consecuencia básica es procesal (L. Díez-Picazo): la prohibición para el agente inconsecuente, de poder alegar
judicialmente el cambio de su conducta como hecho operativo o fundante de algún derecho o potestad propia, frente a ese tercero
confiado (exclusivamente). Es decir, afecta la legitimación procesal activa del agente o la legitimación pasiva procesal respecto de la
alegación de un derecho o excepción, calificando de inadmisible la pretensión o la defensa, sin que necesariamente afecte, en general,
la existencia de tal derecho o potestad (De ahí que sea una cuestión de resolución previa a la aplicación del principio iura novit curiae
respecto del resto del Derecho en discusión).

Sin embargo, hay algunas posiciones que piensan que sus efectos pueden extender más allá, hacia ámbitos sustantivos de
responsabilidad.

Ámbito de Aplicación

No sólo está reservado a disputas entre particulares, sino que también se extiende a la Administración Pública y al Ministerio Público,
con ciertas adecuaciones, en virtud del sometimiento al Imperio del Derecho. En efecto, en la medida en que tanto la Administración
Pública, como la Fiscalía, puedan generar las expectativas justificadas en los ciudadanos y defraudarlas, éstos pueden quedar
sometidos a esta regla. El cambio de sus conductas sólo debe producirse previo aviso a los ciudadanos (los criterios de fondo del
cambio quedan sometidos a otros principios). El Tribunal Constitucional español ha decretado que: "aunque tal doctrina puede ser
aplicable a las relaciones jurídicas regidas por el Derecho administrativo y por el Derecho público en general, como ha venido
reconociendo la jurisprudencia del Tribunal Supremo, sólo puede serlo con las necesarias matizaciones, que no la desvíen de los
principios rectores que constituyen su fundamento último, que son, como acabamos de recordar, la protección de la confianza y la
protección de la buena fe. Deriva de ello el que si el juego de tales principios puede encontrar alguna conexión con la idea de
seguridad jurídica, no tiene ninguna con el derecho de los ciudadanos a la igualdad ante la ley que consagra el art. 14..."(Sentencia
73/1988).

Resulta aplicable y razonable relacionar al tema en cuestión, la enumeración que realiza Moisset de Espanes: 1
Atenta contra la buena fe.
-El que pide el cumplimiento de un contrato cuya nulidad ha afirmado en otro pleito;
-El que después de alegar que ha pagado una deuda, reconociendo por tanto que es válida, invoca la inexistencia o nulidad del
contrato que le servía de causa;
-El que pide la nulidad de la venta hecha por su mandatario, después de haberse aprovechado del precio;
-El que ejercita derechos anteriormente renunciados;
-El que desconoce o niega una representación que anteriormente ha reconocido;
-El locador que pide la resolución del contrato por cesión cuando la ha consentido y convalidado;
-Quien impugna un testamento, que ha reconocido como válido para recibir un legado.

1
Por Luis MOISSET de ESPANÉS La Ley, 1983 - D - 523

You might also like