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DELITOS DE FALSEDAD
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E. Cuello Calón, Derecho Penal, t. II, pp. 185-186.
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DERECHO PENAL
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Laje Enaya, Comentarios al C.P., t. IV, p. 175.
3
Cfr. Bacigalupo, Enrique, Estudios sobre la parte especial del derecho penal, Ma-
drid, 1994, p. 415.
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4
Creus, Carlos, D.P., parte especial, B. Aires, 1983, t. II, p. 416.
5
Orts Berenguer, E., D.P., parte especial, Valencia, 1990, p. 194.
6
Ibídem, p. 194.
7
Maggiore, Giuseppe, D.P., Bogotá, 1955, t. III, p. 507.
8
Citado por Fontan Balestra, Carlos, D.P., parte especial, p. 930.
9
Maggiore, op. cit., t. III, p. 508.
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Fontán Balestra, op. cit., p. 930.
11
Creus, op. cit., t. II, p. 409.
12
Carrara, Francesco, Programa, t. IV, párrafos 2363 y 2381.
13
Muñoz Conde, D.P., parte especial, p. 440.
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I. DE LA MONEDA FALSA
2. ASPECTOS GENERALES
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E. Orts, op. cit., p. 212.
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El art. 162 expresa: “El que sin autorización fabricare moneda que
tenga curso legal en la República, aunque sea de la misma materia,
15
Cfr. Orts, op. cit., p. 211.
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Históricamente, moneda de vellón corresponde a aquella no fabricada con
metales nobles, sino de aleación de plata con cobre o sólo de este último metal.
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4. FALSIFICACIÓN DE MONEDAS
El C.P. se refiere a estas figuras en los arts. 163 y 165, que dife-
rencian si lo que se falsifica es moneda de curso legal en el país
o si se trata de otro tipo de moneda. En ambos casos se vuelve a
distinguir si la falsificación se refiere a monedas de oro o plata
o de vellón (moneda divisionaria generalmente elaborada con
cobre u otro metal no precioso).
Como se hizo notar en el párrafo precedente, por falsifica-
ción se entiende confeccionar moneda de material distinto al
que se emplea para elaborar la moneda oficial, pero con igual
apariencia.
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Autores como Cuello Calón estiman que si se elaboran diversos tipos de
moneda legal con cuños diferentes, habrá tantos delitos como sea el número de
cuños empleados (D.P., t. II, p. 207).
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En el art. 167 se describe esta figura: “El que de concierto con los fal-
sificadores o cercenadores, tomare parte en la emisión o introducción
a la República de la moneda falsificada o cercenada, será castigado
con las mismas penas que por la falsificación o cercenamiento
corresponderían a aquéllos según los artículos anteriores”.
El delito supone siempre la comisión previa de otro, en esta-
do de consumación, que tenga como objeto la moneda falsa, que
puede ser su fabricación, falsificación o cercenamiento. En el art. 167
se castiga una actividad posterior a la comisión de los otros deli-
tos, pero que configura a su vez un acto típico autónomo.
El tipo objetivo de la figura comprende dos clases de comporta-
mientos relacionados con la moneda falsa: el primero es introdu-
cirla al territorio nacional y el segundo hacerla circular (emisión);
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Para Labatut se estaría ante un caso de coautoría en el delito de introducción o
circulación de la moneda falsa, pues considera que tratándose de la fabricación de mo-
neda el legislador incurrió en omisión al no tomar en cuenta a los que incurren en las
conductas en comentario; por ello, se inclina por considerarlos como coautores en el
delito de fabricación de moneda descrito en el art. 162 (D.P., t. II, p. 52). Etcheberry,
sin perjuicio de que a su juicio y en puridad se trataría de una conducta de encubri-
miento, concluye que constituye un tipo autónomo (D.P., t. IV, pp. 140-141).
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El art. 168 se ocupa de esta figura: “El que, sin ser culpable de la
participación a que se refiere el artículo precedente, se hubiere
procurado a sabiendas moneda falsificada o cercenada y la pusiere en
circulación, sufrirá las penas de presidio menor en sus grados
mínimo a medio y multa de once a veinte unidades tributarias
mensuales”.
El comportamiento sancionado importa una doble acción:
procurarse moneda falsa o cercenada y luego ponerla en circulación
en el país. Por procurar se entiende cualquier medio apto que le
suministre al sujeto activo las monedas falsas, puede ser adquirién-
dolas mediante compra, apoderándose de ellas, sustrayéndolas,
encontrándolas u otro sistema útil al efecto; pero el único recurso
del cual no puede valerse es el de concertarse con los sujetos que
realizaron la falsificación o el cercenamiento. De suceder tal cosa
el hecho se desplaza al tipo sancionado por el art. 167, pues el
21
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 141.
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Cfr. Fontán Balestra, op. cit., p. 949.
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23
Orts, E., D.P., p. 216.
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Así lo estiman Soler, D.P., t. V, p. 288; Etcheberry, D.P., t. IV, p. 142.
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Autores como Etcheberry remiten esta situación derechamente al delito
descrito en el art. 473, que en la generalidad de los casos será la hipótesis adecuada
(D.P., t. IV, p. 138).
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Cfr. Etcheberry, quien expresa que respalda tal interpretación la circuns-
tancia de que la norma se recogió del Código Penal belga, que no hacía distinción
entre tentativa propiamente y delito frustrado (D.P., t. IV, p. 143).
27
Orts, D.P., p. 219.
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Véanse las Actas Nos 37 (de 15 de mayo de 1871) y siguientes.
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Fuensalida, Alejandro, Concordancias y comentarios del Código Penal chileno,
t. 2º, pp. 116 y ss., Lima, 1883.
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Opinión distinta tiene Etcheberry, para quien entre el Decreto Ley Nº 726 y
las normas del Código, se daría una situación de concurso aparente que conforme
al principio de especialidad se debería resolver –a su juicio– en el sentido de aplicar
las leyes especiales (D.P., t. IV, p. 144).
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Hay opiniones discrepantes; se sostiene que la disposición recién citada
habría derogado tácitamente el art 172, que castiga la falsificación de billetes de
banco (en ese sentido, Etcheberry, D.P., t. IV, pp. 145-146). Aquí no se comparte
tal criterio.
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El art. 172 expresa: “El que falsificare bonos emitidos por el Esta-
do, cupones de intereses correspondientes a estos bonos, billetes
de banco al portador, cuya emisión estuviere autorizada por una
ley de la República, será castigado con las penas de presidio
menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mí-
nimo y multa de veintiuna a veinticinco unidades tributarias
mensuales”.
La conducta castigada consiste en falsificar los documentos
que se indican en la disposición, y por falsificar ha de enten-
derse cualquiera modificación que se haga en un documento
que altere su valor o la elaboración íntegra de uno de ellos sin
estar autorizado por la ley (o sea imitarlos).33 Se comprenden,
además, las emisiones realizadas por quienes pueden hacerlas,
pero cuando las llevan a cabo fuera de los casos legalmente
permitidos. La expresión falsificare tiene un alcance amplio y
comprensivo de las alternativas señaladas, siempre que estén en
situación de afectar a la fe pública en el tráfico monetario.
32
Actas Nos 37 y siguientes de la Comisión Redactora.
33
Labatut, Gustavo, D.P., t. II, p. 54.
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Acta Nº 39 de la Comisión Redactora, de 22 de mayo de 1871.
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Ibídem.
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El art. 174 describe esta figura penal: “El que falsificare acciones o
promesas de acciones de sociedades anónimas, obligaciones u otros títulos
legalmente emitidos por las Municipalidades o establecimientos públicos
de cualquiera denominación, o cupones de intereses o de dividendos
correspondientes a estos diversos títulos, será castigado con pre-
sidio menor en sus grados medio a máximo y multa de once a
veinte unidades tributarias mensuales, si la emisión hubiere tenido
lugar en Chile, y con presidio menor en su grado medio y multa
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El art. 176 sanciona esas acciones: “El que sin ser culpable de
la participación a que se refiere el artículo anterior, se hubiere
procurado a sabiendas y emitido esos bonos, acciones, obligaciones, bi-
lletes o cupones falsificados, sufrirá las penas de presidio menor en
sus grados mínimo a medio y multa de once a veinte unidades
tributarias mensuales”.
El tipo penal aquí descrito requiere que el sujeto no haya
tenido intervención subjetiva ni material en la falsificación de
los documentos falsos, pero sí que haya realizado actividad
dirigida a proveerse de ellos y a hacerlos circular (emitirlos),
siempre que concurra además el elemento subjetivo de estar en
conocimiento de que son falsos. Es un delito de mera actividad, com-
prensivo copulativamente de dos comportamientos: proveerse de
los bonos o acciones y luego de ponerlos en circulación.
Si el sujeto obtuvo los documentos falsos de buena fe, o
sea sin conocimiento de su falsedad, pero adquirió ese cono-
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Un reparo análogo hizo A. Fuensalida cuando el Código estaba en los
primeros años de su vigencia, quien atribuyó el criterio seguido a un error de la
Comisión Redactora, que habría recogido sin mayor análisis preceptos del Código
Penal belga (arts. 162 y 166).
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Labatut, D.P., t. 2º, p. 55.
38
Fuensalida, op. cit., t. 2º, p. 134.
39
Del Río, Elementos, p. 376.
40
Etcheberry, D.P., t. IV, p. 148.
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41
Acta Nº 40 de la Comisión Redactora, de 27 de mayo de 1871.
42
Labatut, D.P., t. 2º, p. 55.
43
Fuensalida, op. cit., t. 2º, p. 124.
44
Cfr. Córdoba Roda, Comentario, t. III, p. 768.
41
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42
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45
Cfr. Fuensalida, op. cit., t. 2º, pp. 127-128.
46
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 151.
47
Así lo estimó la Comisión Redactora, “entonces no hay verdadera falsifi-
cación, pues no existen las apariencias de verdad que caracterizan a aquélla, y el
empleo de tales objetos importa sólo un engaño” (Sesión Nº 40, de 27 de mayo
de 1871).
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48
Así Etcheberry, D.P., t. IV, p. 151.
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49
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 152.
49
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Fuensalida critica severamente la posición adoptada por los redactores,
más aun cuando en la sesión Nº 40, de 27 de mayo de 1871, habían limitado su
regulación a determinados delitos del párrafo (op. cit., t. II, p. 135).
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51
Fuensalida, op. cit., t. II, p. 136.
52
Sesiones de la Comisión Redactora Nos 41 y 42, de 2 y 5 de junio de 1871,
respectivamente.
51
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53
Quintano Ripollés, op. cit., t. 2º, p. 100.
52
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54
Véanse el acta Nº 42, de 5 de junio de 1871, y las siguientes.
53
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55
Por lo demás, al iniciar el tratamiento de estas figuras penales la Comisión
Redactora expresó que se atendría a la nomenclatura del Código Civil en esta
materia, el que en los arts. 1698 y siguientes emplea la palabra instrumentos, y dejó
constancia que pensaba titular los párrafos respectivos como De la falsificación de
documentos públicos o auténticos y De la falsificación de instrumentos privados (Sesión
Nº 41, de 2 de junio de 1871).
56
Pacheco expresa que “documento es todo lo que da o justifica un derecho,
todo lo que asegura una acción, todo lo que prueba aquello en que tiene interés
una persona” (op. cit., t. 2º, p. 295).
57
Cuello Calón, op. cit., t. 2º, p. 233.
54
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58
Quintano Ripollés, op. cit., t. II, pp. 111-112.
59
E. Orts B., op. cit., p. 229.
60
Etcheberry, D.P., t. IV, pp. 156-157.
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61
Cfr. Creus, D.P., parte especial, t. 2º, p. 440.
62
La referida disposición es citada por Etcheberry para respaldar, entre otras razo-
nes, el alcance amplio que le otorga a la expresión “documento” (D.P., t. IV, p. 157).
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alude a los escritos privados o al que los hizo o firmó (art. 478), o a
papeles o cartas (art. 479), letras o firmas (art. 480). En consecuen-
cia, el concepto que se ha de tener para efecto de los tipos en
comentario, es el que ha recogido tradicionalmente la doctrina
española, como manifestación de voluntad o consignación de hechos,
en forma escrita y más o menos permanente, realizada por una persona,
que puede tener consecuencias jurídicas. Por esa interpretación se
inclinan autores como Cuello Calón,63 Muñoz Conde,64 Cór-
doba Roda65 y en Chile Labatut66 y Bustos.67 Es útil precisar, sin
embargo, que a la noción de documento no le es exigible que
además constituya un medio de prueba; puede serlo, pero no es
necesario que tenga ese carácter para que adquiera la calidad de
documento. Basta que se trate de algo escrito por una persona,
escrito que en cuanto a su duración en el tiempo ha de contar
con una relativa permanencia, y contener un pensamiento o la
descripción de un suceso.
63
Cuello Calón, D.P., t. 2º, p. 233.
64
Muñoz Conde, op. cit., p. 467.
65
Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 177.
66
Labatut, D.P., t. 2º, p. 59.
67
Bustos, Juan, D.P., parte especial, p. 412.
68
Sesiones Nos 41, de 2 de junio de 1871, y 42, de 5 del mismo mes y año.
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Etcheberry da una amplia argumentación sobre la necesidad de obtener
una noción de documento público, en la cual se incorpore el de documento
oficial, sin que sea necesario considera los preceptos civiles y procesales. Expresa
que por tal ha de entenderse “todo documento a cuya formación o custodia debe
concurrir un funcionario público obrando en su carácter de tal y en el cumpli-
miento de sus funciones legales”, pero en definitiva aparece como una afirmación
de autoridad peligrosamente amplia que podría abarcar, por ejemplo, los libros
cuyo depósito está a cargo de la Biblioteca Nacional. Con ello se extendería el
marco de aplicación del tipo penal falsificación a extremos inaceptables. No es
posible elaborar un concepto de documento público que se desprenda del Códi-
go Penal, pues siempre se chocará con la separación que hizo de los pasaportes,
que tienen las características de públicos en el campo civil; sin embargo, fueron
considerados separadamente de los comprendidos en el art. 193 como tales y se
les da un tratamiento independiente en el art. 199, junto con el porte de armas y
los certificados. Por otra parte, entre los documentos públicos en el Código Penal
se hace referencia a los partes telegráficos, que difícilmente podría equiparárseles
conforme a los criterios civiles.
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70
Pacheco, op. cit., t. 2º, p. 295.
71
Cuello Calón, D.P., t. 2º, p. 236.
72
Muñoz Conde, op. cit., p. 469.
73
Orts, op. cit., pp. 229 y ss.
74
Fernández, op. cit., t. 1º, p. 323.
75
Del Río, op. cit., p. 382.
76
Labatut, D.P., t. 2º, p. 59.
77
Bustos, D.P., parte especial, p. 411.
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al alcance que se les daba a esas palabras en los textos legales que
se usaban en la época en que fueron recogidas por la Comisión
Redactora y que le sirvieron de modelo, como también al senti-
do que los intérpretes de esa normativa les han reconocido con
posterioridad. En este aspecto son valederos los comentarios de
Pacheco, que analizando el art. 226 del Código español afirmaba
que eran los documentos “autorizados por el Gobierno, por sus
agentes, por los empleados que tienen el poder de hacerlo, por
las oficinas de toda clase, que con arreglo a su institución los
expiden”,78 noción que en una u otra forma se mantiene en la
doctrina española.79 Ante la ausencia de una conceptualización
dada por la ley, puede sostenerse que son documentos oficiales
“todos cuantos proceden de un organismo público generosamente
entendido” y aun aquellos que “no siéndolo por su origen, por
provenir, por ejemplo, de sujetos privados, han accedido a la
esfera pública, incluso, por el mero hecho de ser presentados
ante un organismo público”,80 que comprendería, entre otros,
los escritos privados, de origen particular –como una carta, un re-
cibo–, que se agregan o acompañan a un procedimiento instruido
por un funcionario público o que está bajo su custodia, en razón de
su cargo. El criterio señalado adquiere fuerza si se considera que
el art. 193 tiene su fuente en el art. 226 del Código de España
de la época, cuyo tenor es exactamente igual, salvo en cuanto a
la sanción, que fue modificada,81 y del agregado a su número 4
que se hizo durante la revisión del Proyecto, en el sentido de que
la falta a la verdad en el instrumento ha de referirse a aspectos
substanciales82 de la narración de los hechos; de no ser así no ha-
bría falsificación punible. De manera que la norma fue acogida
en el sistema nacional con el mismo alcance que se le reconocía
78
Pacheco, op. cit., t. 2º, pp. 295-296.
79
Véanse Cuello Calón, “aquellos que para satisfacer necesidades o convenien-
cias del servicio público, se firman o expiden por los funcionarios públicos en el
ejercicio de sus funciones…” (D.P., t. 2º, p. 236); Quintano (op. cit., t. 2º, p. 112);
Muñoz Conde, “no son más que una clase de los públicos, es decir, los expedidos
por los funcionarios en el ejercicio de sus cargos” (op. cit., p. 469); Córdoba, “aque-
llos que provienen de las entidades públicas en el desempeño de sus funciones o
fines” (op. cit., t. 3º, p. 789).
80
Orts, op. cit., p. 232.
81
Sesión de la Comisión Redactora Nº 42, de 5 de junio de 1971.
82
Sesión de la Comisión Redactora Nº 151, de 9 de junio de 1873.
60
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83
Etcheberry, D.P., t. IV, p. 171.
84
Así, Labatut, D.P., t. 2º, p. 63.
61
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85
Cfr. Labatut, D.P., t. 2º, p. 67.
86
Muñoz Conde, op. cit., p. 470.
87
Pacheco, op. cit., t. 2º, pp. 307-308.
62
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88
La jurisprudencia así lo ha declarado, véanse Gaceta, año 1949, 2º semestre,
Nº 86, p. 456 (C. de A. de Stgo., 11 de noviembre de 1949); R.D.J., t. L, parte 2ª,
sec. 4ª, p. 54 (C.S., 6 de mayo de 1953).
63
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89
Orts, op. cit., p. 240.
64
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90
Etcheberry, D.P., t. IV, p. 163.
65
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91
Orts, op. cit., p. 341.
92
Córdoba Roda, op. cit., t. III, p. 301.
93
Cfr. Cuello Calón, op. cit., t. II, p. 241; Córdoba Roda, op. cit., t. III, p. 202;
Orts, op. cit., p. 341; Etcheberry, D.P., t. IV, p. 165.
94
En este sentido, Del Río, Elementos, p. 382; Labatut, D.P., t. 2º, p. 61.
68
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95
En sentido contrario opina Etcheberry, para quien en ese caso no habría
falsificación, porque “si inventan nombre y firma de un funcionario inexistente,
no los comprenderá el tenor de esta disposición” (D.P., t. IV, p. 166).
96
Hay autores que en esta hipótesis distinguen si se presenta la firma como
perteneciente a una persona con cargo existente y en ejercicio de las funciones que
le corresponden, habría falsificación a pesar de que la persona y la firma fuesen
inventadas; si la firma creada se presenta como de una persona completamente
irreal, que tampoco se sindica como detentadora de una función o cargo público,
no correspondería adecuarla al tipo penal en estudio (Orts, op. cit., p. 243).
97
Cfr. Córdoba Roda, op. cit., t. III, p. 302; Orts, op. cit., p. 243.
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98
Cfr. Orts, op. cit., p. 244.
70
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99
Cfr. Orts, op. cit., p. 248.
100
Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 819.
101
Cfr. Labatut, D.P., t. 2º, p. 62; Cuello Calón, op. cit., t. 2º, p. 243, nota Nº 1;
Orts, op. cit., p. 244; Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 302. Disienten de tal opinión au-
tores como Quintano Ripollés, op. cit., t. II, p. 180, y Etcheberry, D.P., t. IV, p. 163.
71
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102
Cfr. Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 319; Etcheberry, D.P., t. IV, p. 163.
103
Cfr. Labatut, D.P., t. 2º, p. 62; Etcheberry, D.P., t. IV, p. 163; Muñoz Conde,
op. cit., p. 474.
72
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104
Cfr. Orts, op. cit., p. 245; Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, pp. 821-822.
105
Cfr. Orts, op. cit., p. 246.
73
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106
Cfr. Muñoz Conde, op. cit., p. 473; Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 832.
107
Opina en contra de esta interpretación Etcheberry, que limita la aplicación
del Nº 5 a la falsedad material (D.P., t. IV, p. 166) fundamentando en el sentido de
la expresión “alterar”, afirmación que aquí no se comparte.
108
Cfr. Orts, op. cit., p. 247.
74
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109
Supra, párrafo Nº 28.2.
76
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110
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 167.
111
Ibídem.
77
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112
Etcheberry, D.P., t. IV, pp. 169-170.
113
Revista, t. L, parte 2ª, sec. 4ª, p. 54, sent. de la C.S. de 6 de mayo de 1953;
Gaceta, año 1949, semestre 2º, Nº 89, p. 456, sent. de la C.A. de Stgo. de 11 de
noviembre de 1949.
114
Cfr. Córdoba Roda, op. cit., pp. 830 y 851.
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79
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115
Cfr. Muñoz Conde, op. cit., p. 472; Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 806;
Orts, op. cit., p. 239.
80
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Este tipo penal está descrito en el art. 194 en los siguientes térmi-
nos: “El particular que cometiere en documento público o auténtico
alguna de las falsedades designadas en el artículo anterior, sufrirá
la pena de presidio menor en sus grados medio a máximo”.
El sujeto activo le da carácter individual a esta figura, porque
se requiere que la falsificación la realice un particular, o sea una
persona que no es funcionario público y, si lo es, no actúe en
ejercicio de sus funciones. De modo que aquí se comprende
cualquier persona, no necesita ninguna característica especial,
salvo una negativa: no tener la calidad de funcionario público en
116
Así, Orts, que considera estas figuras como materiales o de resultado (op.
cit., p. 253).
117
Cfr. Muñoz Conde, op. cit., p. 476; Orts, op. cit., p. 254.
81
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118
Cfr. Labatut, D.P., t. 2º, p. 63; Etcheberry, D.P., t. IV, p. 168.
82
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119
Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 923.
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120
Opina en sentido contrario Etcheberry, para quien procedería hacer una
interpretación progresiva del tipo empleando criterios analógicos, por lo tanto
incorporar medios como los señalados a la figura delictiva en estudio (D.P., t. IV,
p. 172).
121
Cfr. Orts, op. cit., p. 258; Córdoba Roda, op. cit., t. 3º, p. 395.
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122
Muñoz Conde, op. cit., p. 478.
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123
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 170.
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DELITOS DE FALSEDAD
El art. 197 inciso primero dice: “El que, con perjuicio de tercero, co-
metiere en instrumento privado alguna de las falsedades designadas
en el artículo 193, sufrirá las penas de presidio menor en cualquie-
ra de sus grados y multa de once a quince unidades tributarias
mensuales, o sólo la primera de ellas según las circunstancias”.
El tipo objetivo describe el comportamiento material pro-
hibido, que consiste en falsificar un documento privado no
mercantil. Para señalar las formas de falsificación prohibidas, la
disposición hace referencia a las diversas hipótesis enumeradas
en los ocho apartados del art. 193, pero hay cierto consenso en
el sentido de que esta referencia es relativamente cierta, porque
no todas las maneras de falsificar un documento señaladas en el
art. 193 para los documentos públicos son posibles respecto de
124
Bustos, op. cit., p. 415.
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125
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 173; Bustos, op. cit., p. 415; Orts, op. cit., p. 260.
126
Etcheberry, D.P., t. IV, p. 272.
127
Cfr. Etcheberry, D.P., t. IV, p. 172.
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128
Cfr. Cuello Calón, D.P., t. 2º, p. 263; Bustos, op. cit., p. 415; Orts, op. cit.,
p. 261.
129
Para Etcheberry el perjuicio debe tener carácter pecuniario, porque lo
asimila al sufrido en el fraude (D.P., t. IV, p. 174). Para Cuello Calón el perjuicio
meramente moral queda incluido (D.P., t. 2º, p. 263).
130
Citado por Muñoz Conde, op. cit., p. 400.
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131
Es rechazada por Luis Cousiño M., La falsificación, pp. 23-25, 51-57; por
Etcheberry, D.P., t. IV, pp. 174-175; Bustos, op. cit., pp. 415-416. En España no la
comparten Muñoz Conde, op. cit., p. 480; Orts, op. cit., p. 261; Córdoba Roda,
op. cit., t. 3º, p. 942.
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DELITOS DE FALSEDAD
El inciso segundo del art. 197 describe este delito: “Si tales fal-
sedades se hubieren cometido en letras de cambio u otra clase de
documentos mercantiles, se castigará a los culpables con presidio
menor en su grado máximo y multa de dieciséis a veinte unida-
des tributarias mensuales, o sólo con la primera de estas penas
atendidas las circunstancias”.
La falsificación de letras de cambio y de documentos mer-
cantiles en el sistema nacional es una modalidad especial de la
falsificación de documentos privados, a diferencia de la legisla-
ción española que los trató junto con los documentos públicos
y oficiales. Lo recién anotado ofrece importancia, porque todo
lo que se ha expuesto con anterioridad sobre la falsificación
de los instrumentos privados y las características de su tipo
objetivo y subjetivo, rige en plenitud respecto de las letras de
cambio y documentos mercantiles. Esa semejanza se desprende
de las expresiones usadas por el inciso segundo del art. 197 –si
tales falsedades se hubieren cometido…– que no dejan lugar a dudas
que alude a las falsedades que se sancionan en el inciso primero,
con todas sus modalidades. Por lo tanto se requiere del perjuicio
allí exigido como integrante del tipo objetivo, que según lo ya
explicado debe ser abarcado por el dolo.
Adquiere individualidad esta forma de falsificación por el
objeto material sobre el cual recae la acción, que necesariamente tiene
que ser una letra de cambio o cualquier otro documento mer-
cantil; es un tipo especial en relación con el descrito en el inciso
primero del art. 197. La distinción tiene importancia entonces,
por cuanto la pena en ese caso es más rigurosa, presidio menor
en su grado máximo y multa, o sólo la primera. Cuando lo falsifi-
cado es un documento privado, debe establecerse como cuestión
previa si se trata o no de uno mercantil, porque sólo en este caso
se podrá hacer aplicación del tipo residual establecido en el inci-
so primero del art. 197. El Código Penal no precisó qué es lo que
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132
Orts, op. cit., p. 233.
133
Véase supra, párrafo 35.
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134
Véase el Repertorio de Legislación y Jurisprudencia del Código Penal, pp.
108-109.
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135
La señalada es la tesis que sostiene Luis Cousiño (La falsificación, pp. 43 y ss.).
136
En ese sentido, Etcheberry (D.P., t. IV, pp. 176-177).
94
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137
Lo expuesto corresponde al pensamiento de Pedro Ortiz (citado por Luis
Cousiño).
138
Así lo propone Rafael Fontecilla, Concursos de delincuentes, pp. 103-104.
139
Cfr. Labatut, D.P., t. 2º, p. 66.
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140
Revísense los numerosos fallos que adhieren a las diversas doctrinas comen-
tadas, citados en el Repertorio, pp. 71 y ss.
96
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El art. 201 describe esta situación: “El que hiciere uso del pasaporte o
porte de armas falso a que se refiere el artículo anterior, incurrirá
en una multa de seis a diez unidades tributarias mensuales.
97
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141
Así lo hace notar Etcheberry, D.P., t. IV, p. 181.
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142
Cfr. Orts, op. cit., p. 264.
143
Etcheberry, D.P., t. IV, p. 182.
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144
Véase supra, párrafo 44.
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145
Muñoz Conde, op. cit., p. 485.
146
Cfr. Labatut, D.P., t. 2º, p. 62; Etcheberry, D.P., t. IV, p. 182.
102
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147
Etcheberry, D.P., t. 2º, p. 163.
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