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JOEL ROBBINS1
Sin embargo, resulta aún más problemático el hecho de que los con-
tenidos son rechazados en el proceso colonial, mientras que las for-
mas son adoptadas con frecuencia, y que el cristianismo debe ser
siempre contenido. Es evidente que en algunos lugares la gente ha
aceptado el contenido del cristianismo como una visión coherente y
Sin embargo, por más importantes que hayan sido estos obstáculos
culturales para frenar el desarrollo de una antropología del cristia-
nismo, me centro aquí en un conjunto de problemas diferente que se
corresponden con una historia sobredeterminada de lo ignorado, de
lo que no se puede ver. Estos problemas son los que, a falta de un
mejor término, se derivan de lo que llamaré la estructura profunda
de la teorización antropológica. Claramente, los problemas de la teo-
ría antropológica son también problemas de la cultura, pero a los
fines de este trabajo me propongo separar los problemas teóricos
que están profundamente arraigados en los culturales, a los que alu-
dí anteriormente. Lo hago porque pienso que los problemas teóricos
demostrarán con el tiempo que son los más difíciles de resolver.
Otro apoyo para las argumentaciones que establecen que los con-
versos en realidad no han cambiado es la clasificación de su discur-
so cristiano como trillado. Muy a menudo los antropólogos en con-
versaciones informales sostienen que, a pesar de que la gente con la
que trabajaban afirmaban que eran conversos, su cristianismo ad-
quirió un poco más de importancia que la tediosa -desde el punto de
vista del antropólogo- repetición de algunas fórmulas ya muy usa-
das sobre Jesús, Dios, el pecado, etc. No quiero quedarme en estos
problemas con mi argumentación, hasta tanto se dejen de lado los
aspectos trillados de todo discurso cultural, por ejemplo, o el hecho
de que apenas conduce al reconocimiento de la necesidad de un
modelo del papel positivo de la repetición en el discurso cristiano
(véase Harding 2000).
Un último ejemplo del caso Urapmin puede resultar útil para acla-
rar el acercamiento al sincretismo que sugiero. A pesar de que -como
señalé anteriormente- los Urapmin narran su historia como un cam-
bio radical en donde la nueva era de post-conversión/resurrección
no presenta continuidad con aquella del pasado, hay un ritual tradi-
cional que todavía practican con regularidad. El ritual es el sacrifi-
cio de cerdos para los espíritus de la naturaleza que hacen que la
gente enferme. Aunque los nativos le rezan a Dios antes de llevar a
cabo dichos sacrificios, les resulta muy difícil ver estos sacrificios
como rituales cristianos. ¿Deberíamos entonces proponer que los
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