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HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS

MATERIALES DIDÁCTICOS I:
CULTURAS PREHISPÁNICAS
DirectorDOMÍNGUEZ
CARLOS de la serie:
RAFAEL LÓPEZ
RAFAEL BRIONES GUZMÁN
(Eds.)
Autores
MIGUEL ÁNGEL SORROCHE CUERVA
ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA


Y FILIPINAS

MATERIALES DIDÁCTICOS I:
CULTURAS PREHISPÁNICAS

GRANADA
2004
Reservados todos los derechos. Está prohibido reproducir o transmitir esta publicación, total
o parcialmente, por cualquier medio, sin la autorización expresa de Editorial Universidad de
Granada, bajo las sanciones establecidas en las leyes.

© LOS AUTORES (Grupo de Investigación del PAI, HUM 002).


COORDINACIÓN TÉCNICA: GUADALUPE ROMERO SÁNCHEZ.
© UNIVERSIDAD DE GRANADA.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS. MATERIALES
DIDÁCTICOS I: CULTURAS PREHIPÁNICAS.
© DIRECCIÓN DE LA SERIE: RAFAEL LÓPEZ GUZMÁN.
© ISBN: 84-338-3044-9. Depósito legal: GR-1.582-2003.
© Edita: Editorial Universidad de Granada, Campus Universitario
© de Cartuja. Granada.
© Fotocomposición: Taller de Diseño Gráfico y Publicaciones, S.L. Granada
© Imprime: Imprenta Comercial. Motril. Granada.
© Printed in Spain Impreso en España
INTRODUCCIÓN

Llevar a cabo un estudio sobre la producción de las manifestaciones culturales,


con anterioridad a la llegada española a América y las Islas Filipinas, es sin duda
una labor apasionante que pretende ser un trabajo de síntesis, en el que se expon-
gan las pautas necesarias para la comprensión de ambos procesos culturales. Los
acontecimientos que se sucederán desde finales del siglo XV en territorio america-
no y hasta la conquista de Filipinas por Legazpi en 1565, supondrán el contacto de
la cultura occidental con dos ámbitos sociales en los que se constatarán unos nive-
les de desarrollo desiguales y hasta ese momento desconocidos.
No se puede olvidar que la máxima extensión a la que llegó el Imperio español
en el siglo XVI, se logró gracias a la incorporación a su dominio de las tierras que
conforman el continente Americano y aquellas posesiones del Océano Pacífico que
fueron redescubiertas, tras la primera vuelta al mundo ejecutada por Fernando de
Magallanes y Juan Sebastián Elcano entre 1519 y 1522.
En ese sentido, la llegada del hombre occidental a América puso de manifiesto,
por un lado que el objetivo inicial de alcanzar las islas de las Especias, por otra
ruta que no fuera la portuguesa del cabo de Buena Esperanza, no se había cumpli-
do y sobre todo evidenció la existencia de una vasta extensión de tierra habitada,
desconocida hasta ese momento y sobre la que se había desarrollado un conjunto
de culturas, con un diferente grado de evolución y entre las que existían algunas
que alcanzaron cotas de verdaderas civilizaciones.
El estudio de la historia del arte americano, obliga a iniciar la andadura desde
las primeras etapas en las que se tiene registrada la presencia de una producción
cultural y artística, de la suficiente entidad como para considerarla una cualidad
inherente de las sociedades que la generan, siendo indispensable analizar aquellos
períodos más destacados, fundamentalmente por el peso que tendrán en etapas
posteriores modernas e incluso contemporáneas.
El material es ingente, algo que no es nuevo, lo que nos ha obligado a llevar a
cabo una serie de selecciones que han procurado mantener la idea de una visión
global de lo existente. A la etapa anterior a la llegada del hombre europeo a Amé-
8 INTRODUCCIÓN

rica, se la conoce como prehispánica, haciendo con ello alusión al período de


tiempo en el que se desarrollaron las culturas americanas más importantes. Aunque
no vamos a entrar a calibrar lo acertado o no de términos como prehispánico,
precolombino, precolonial, precortesiano, etc., es evidente, que dicha discusión
conceptual, pone de manifiesto la necesidad de definir un período que destaca por
la importancia en la ejecución y solidez de las manifestaciones artísticas y cultura-
les desarrolladas a lo largo de su duración.
Lo imposible de poder abarcar todo el territorio americano, desde Alaska hasta
Tierra de Fuego, ha hecho centrarnos en las dos áreas más importantes de la deno-
minada como América Nuclear, la mesoamericana y la región andina, en las que se
puede hablar ciertamente de la existencia de civilizaciones urbanas estables. Estos
dos focos que no anulan a los restantes territorios, se caracterizarán por ser los más
conflictivos en sus relaciones con la maquinaria político —militar-religiosa-admi-
nistrativa—, que a partir del siglo XVI entra en contacto con ellas. La consolida-
ción de las sociedades que las formaban, les convierte en ámbitos imprescindibles
a partir de los cuales poder entender e interpretar aspectos y elementos de las
manifestaciones culturales no sólo producidas en ellas, sino de aquellas otras ante-
riores de las que provenían y que funcionaron como germen a partir del cual inclu-
so llegaron a proyectarse en períodos futuros.
La elección no es ni arbitraria ni original. Lo ideal hubiese sido analizar todas y
cada una de las áreas culturales en las que se suele dividir América, pero los obje-
tivos del proyecto al que pertenece este texto han obligado a esta reducción, to-
mándonos la salvedad de incluir las producciones prehispánicas en el archipiélago
filipino, una de las grandes olvidadas en los trabajos sobre aquellos territorios que
estuvieron bajo la dominación española, básicamente desde inicios del siglo XVI
hasta finales del siglo XIX, y que son un exponente claro y antesala para la com-
prensión de la importante producción cultural que se generará en el archipiélago
asiático.
El contenido de este libro se organiza en 14 capítulos y cuatro apéndices, con los
que se quiere abordar y proporcionar al alumno de la disciplina de Historia del Arte
Prehispánico, toda la información necesaria para una aproximación e interpretación
globales, de la producción cultural y artística generadas en América y Filipinas con
anterioridad a la presencia del hombre occidental en ambos territorios. Se ha querido
evitar una exposición diacrónica en el análisis de la producción cultural de los diversos
pueblos que han ido aparecido en cada uno de ellos, justificando dicha decisión la clara
intención de no querer recurrir a planteamientos excesivamente lineales que llevaran a
una equivocada y rígida visión del tema. Por ello se eligió la posibilidad de afrontar el
discurso desde una aproximación temática, que permitiera no perder de vista, no solo la
evolución interna de cada uno de los capítulos sino sus consecuencias derivadas de las
relaciones entre grupos contemporáneos.
De ahí que los campos que se abordan pretendan ser los esenciales para el
conocimiento de esta materia, procurando incorporar algunos genéricos que ayuda-
rán a crear una base adecuada para la asimilación de ideas posteriores. Urbanismo,
arquitectura, pintura, escultura, cerámica, orfebrería, y artes decorativas, han sido
entre otras, las materias elegidas.
INTRODUCCIÓN 9

CAPÍTULO PRIMERO

EL ESPACIO GEOGRÁFICO, POBLAMIENTO Y ÁREAS


CULTURALES

La estrecha vinculación que guardan las culturas prehispánicas en América con


el medio en el que se desarrollan, obliga a una aproximación a las características
geográficas del mismo. Se trata sin duda de uno de los aspectos que más sobresalen
al estudiar el arte prehispánico, no solamente por su grandiosidad, que desde los
primeros momentos se inserta en los esquemas mentales y religiosos de sus habi-
tantes, sino sobre todo en función de su capacidad para modificar las característi-
cas propias de los grupos que sobre él se asientan, llegando a ser un determinante
de sus características culturales. Se trata de un elemento, cuya consideración den-
tro de las disciplinas que estudian al hombre y su cultura no es nueva, y aunque se
pueda caer en una posición determinista a la hora de valorar su influencia sobre
aspectos concretos, sobre todo en niveles de estudio muy especializados, se hace
necesaria su presencia ya que son cada día más evidentes las constataciones que
muestran como en determinadas fases de desarrollo cultural, las relaciones entre
determinadas sociedades y el ambiente en el que se desenvuelven son tremenda-
mente estrechas.
Una dependencia del medio que es mayor en aquellas etapas evolutivas que no
han logrado alcanzar un grado de desarrollo técnico suficiente como para desligar-
se de la naturaleza que las ve surgir, generando unas relaciones que llegan a ser tan
íntimas, que la vinculación entre cultura y medio no se entiende sin que la modi-
ficación de cualquiera de los dos afecte de una manera muy estrecha a la otra. Por
tanto, podemos hablar de una relación con una clara doble dirección, donde el
ambiente llega a determinar a la cultura que sobre él se desarrolla y a su vez, ésta
determina y modifica a ese espacio natural.
El continente americano está formado por dos enormes extensiones de tierra que
constituyen la superficie más amplia del planeta dispuesta en el sentido de los
meridianos, situación que condiciona que se den en él todos los climas del planeta,
10 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MAPA DEL CONTINENTE AMERICANO.

fundamentalmente por las diferencias de latitud que se pueden encontrar en toda su


extensión. A ello se suma la existencia de una cadena montañosa, cuyos relieves
más importantes están en las Montañas Rocosas en Norteamérica, y los Andes en
Suramérica, que recorre como un todo unitario el continente de norte a sur a lo
largo de su costa occidental, funcionando como una columna vertebral que propor-
ciona una amplia variación altitudinal, en algunas ocasiones en muy poco espacio
de territorio, convirtiendo también a la altitud y a la longitud, en claros factores
que influirán en el desarrollo de los grupos humanos.
La presencia de esta cadena montañosa genera una asimetría por la clara dis-
posición de los accidentes orográficos más importantes en el vertiente occiden-
tal, a lo largo de toda la costa del Pacífico, dando lugar al desarrollo de grandes
llanuras en el este que son recorridas por algunos de los ríos más caudalosos de la
Tierra, como el Mississipi-San Lorenzo en América del Norte y el Orinoco, Ama-
zonas y Paraná-Río de la Plata en América del Sur. Por lo tanto, longitud, latitud
y altitud, son a priori, tres factores muy a tener en cuenta al estudiar la geografía
americana.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 11

Dentro del área mesoamericana, los ambientes geográficos que podemos encon-
trar son diversos destacando la costa del Golfo, el Valle de México, los Valles de
Oaxaca y la Península del Yucatán, sin olvidar el occidente mexicano y la costa
del Pacífico, todos ellos espacios en los que se desarrollaron por ejemplo culturas
como la olmeca, zapoteca, tolteca, azteca o maya.
El Golfo de México va a ser el escenario en el que aparezca la primera de las
grandes culturas mesoamericanas, la olmeca. Con un clima tremendamente oxidan-
te, este sector de la costa oriental mexicana que comprende los actuales estados de
Veracruz y Tabasco, está surcado por una serie de ríos caudalosos como el Coatza-
coalcos, Pánuco, Papaloapán y Tonalá, que estructuran y definen una región panta-
nosa en la que llegaron a funcionar como importantes vías de comunicación, dadas
las dificultades para transitar por un interior terrestre tremendamente frondoso y
montañoso. En este sentido, la vegetación selvática, favorecida por las altas tempe-
raturas de la zona y una media pluviométrica en torno a los 1500 mm anuales, se
convirtió en un inconveniente para el desarrollo de una agricultura que constante-
mente tenía que ganarle terreno para generar campos de cultivo.
Junto a la anterior, el Valle de México es otra de las regiones en la que nos
vamos a detener y a la que se le dedicará una especial atención. Se conforma como
una depresión rodeada por elevaciones de variable altitud que se alza a más de dos
mil metros sobre el nivel del mar y que con sus aproximadamente ocho mil kilóme-
tros cuadrados de superficie y sus cien kilómetros de longitud de norte a sur, está
limitada por valles tan importantes como los de Puebla y Toluca. Todo su centro lo
ocupaba el Lago de Texcoco, en cuyas orillas surgieron importantes aglomeracio-
nes humanas, desde el período Arcaico hasta la caída de Tenochtitlán.

VISTA DE LA CORDILLERA ANDINA EN LAS PROXIMIDADES DE MACHU PICCHU.


(PERÚ).
12 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PANORÁMICA DE LA COSTA DEL GOLFO DE MÉXICO EN EL ESTADO DE


VERACRUZ. (MÉXICO).

El régimen hidrológico que condiciona el nivel del lago, el carácter lacustre del
mismo, junto a otros determinantes climáticos, han influido tanto en la distribu-
ción y características de los asentamientos en la zona, como en la misma naturaleza
que se disponía en él, afectando a la vegetación de su interior, a las abundantes
áreas boscosas que se distribuyen en sus alrededores, etc., dos testimonios claros
del largo proceso antrópico del espacio, que ha llevado a las actuales característi-
cas geográficas del lugar en el que se asienta la ciudad de México.
Los numerosos volcanes que salpican la región, son testimonio de la juventud
del relieve americano, y en el que éstos no solamente se han convertido en refe-
rentes ordenadores del lo que podríamos denominar como espacio mágico – reli-
gioso, para las gentes que han habitado en estos lugares, sino que en parte son la
explicación de empleo de un tipo de piedra muy característico y que predomina
en muchas de las construcciones y obras de infraestructura de la región, el tezon-
tle.
Los Valles de Oaxaca, son el tercer ámbito geográfico destacado en Mesoaméri-
ca. Se trata de un nudo geográfico de comunicaciones en el que confluyen, en un
territorio situado al sureste del Valle de México, tres valles que desde etapas ini-
ciales se convirtieron en vías de comunicación y de asentamiento gracias a sus
tierras fértiles. Etla, Zaachila y Tlacolula, conforman una red de tránsito fundamen-
tal en cuyo centro surgió, aproximadamente hacia el siglo VIII a.C. el importante
enclave de Monte Albán, capital zapoteca y uno de los núcleos más prolíficos de
Mesoamérica. Sería también con el tiempo, el lugar en el que se desarrollaría el
pueblo mixteca.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 13

VALLE DE MÉXICO.
14 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VALLE DE ZAACHILA DESDE MONTE ALBÁN. OAXACA (MÉXICO).

Por último la península del Yucatán, territorio en el que se desarrollará la cultu-


ra Maya, está formado por distintos paisajes que contrastan entre sí como el altipla-
no de Chiapas y las tierras altas de Guatemala, la Costa del Pacífico, el bosque
tropical de las cuencas de los ríos Usumacinta y Motagua o la zona del Petén, y las
tierras bajas de Chenes y Puuc. En esta amplia y variada geografía destacarán
ciudades como Kaminaljuyú, Abaj Takalik, Palenque, Piedras Negras, Caracol,
Chichén-Itzá, Tulum, Tikal, Mayapán, Coba, Yaxchilán, etc.
Se conforma en sí, en su sector centro- septentrional, como una plataforma geológica
que se genera en el Terciario, estando básicamente compuesta por margas arenosas,
calizas y conglomerados marinos que articulan una extensa planicie kárstica. Solamen-
te hacia el oeste se transforma en una llanura aluvial en las actuales costas de Campeche
y Tabasco, como prolongación del Golfo de México, un aspecto éste básico para enten-
der el predominio de la piedra caliza como material en las construcciones de la zona. La
carencia de corrientes fluviales superficiales ha originado una circulación subterránea
del agua que en determinados puntos ha provocado el hundimiento de esa capa caliza,
abriendo al exterior grandes pozos o cenotes que no sólo acabarán siendo una de las
fuentes principales de abastecimiento de agua para los pueblos asentados en este terri-
torio, sino que adquirirán un sentido religioso que los convertirá en referentes y puntos
de peregrinación y sacrificio destacados.
La otra gran área cultural que va a centrar nuestra atención es la región andina. Se
caracterizará por su extensión y por el enorme contraste que presenta internamente
entre la costa y el interior. Mientras que el litoral fue lugar de asentamiento de las
primeras culturas de las que se tienen noticia en Suramérica, en la actualidad se articula
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 15

PANORÁMICA DE LA PLANICIE DEL YUCATÁN EN EL PUUC.


CHICHÉN ITZÁ (MÉXICO).

VISTA AÉREA DE LOS ANDES.


16 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

como una estrecha banda que recorre los países de Colombia, Ecuador, Perú y norte de
Chile y Argentina, en la que el desierto ha dominado todo el espacio geográfico. Su
extensión se ve salpicada solamente por ríos de corto recorrido que descienden desde
los Andes, y que generaron unos focos de poblamiento que, a manera de pequeños
oasis, permitieron el desarrollo de centros culturales gracias a la estabilidad de grupos
humanos que aprovecharon los escasos recursos hídricos de los que disponían. Será en
ellos en los que aparezca una incipiente agricultura que combinada con los aportes
alimenticios del mar, conformaría la base de la dieta de estos grupos.
En este sentido, muy relacionada con ella está la corriente marina de Humboldt
que desde el sur aporta agua fría a la costa peruana, enriqueciendo las posibilida-
des de pesca de todo el litoral, pero impidiendo que lleguen los vientos cálidos
cargados de lluvia desde el norte. Esta situación, que es la causante de la sequía
endémica de esta zona del planeta, provoca en no pocas ocasiones, que la corriente
fría se vea contrarrestada por otra cálida conocida como El Niño, que proveniente
de las zonas tropicales, calienta rápidamente el aire húmedo de la superficie del
agua, provocando lluvias torrenciales. La posibilidad de que se produzcan estos
desastres naturales se ha llegado a poner en relación con el auge o decadencia de
algunas de las culturas que se desarrollaron en la costa.
El interior, por el contrario se articula tremendamente condicionado por la pre-
sencia de los Andes que alcanzan alturas cercanas a los siete mil metros. Organiza-

VISTA DEL DESIERTO COSTERO DE PARACAS. (PERÚ)

dos en varias cadenas paralelas a la línea de costa, con confluencias nodales, dejan
entre ellas valles que dieron lugar a zonas de microclimas que fueron ocupados por
culturas como la chavín, wari o la inca, aprovechando todos sus recursos naturales,
y protagonizando algunos de los capítulos más impresionantes de adaptación del
medio a las necesidades humanas.
En esta región destaca el lago Titicaca, verdadero foco de civilización, que a
pesar del inconveniente de contar con un 2% de sal en su agua, limitó mucho la
explotación agrícola de su orilla, pero no evitó el que se desarrollará como área
habitada, generando toda una serie de mitos religiosos en torno a él, que le convir-
tieron en el lugar originario de diversos pueblos y punto de peregrinación a centros
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 17

como Tiahuanaco. Junto a él, las corrientes fluviales que recorren estos valles
interiores, generan algunas de los ríos más caudalosos del mundo, como el Mara-
ñón o el Vilcanota-Urubamba afluentes del propio río Amazonas que tiene en estas
estribaciones su nacimiento.

VISTA DE URUBAMBA EN UNO DE LOS VALES INTERIORES ANDINOS. (PERÚ).

A diferencia de la región mesoamericana donde no llega a ser un elemento


determinante, un factor importante a tener en cuenta en ésta, es el de la variabili-
dad de sus temperaturas, sobre todo en función de la altitud, un aspecto que afec-
tará tanto a la agricultura como a la propia distribución del hombre por los Andes.
En efecto, a los cuatro mil metros de altitud, las heladas son frecuentes, limitando
la práctica de la agricultura en alturas que llegan hasta los cuatro mil doscientos
metros. Por encima de ellas, el pastoreo se desarrolla hasta los cinco mil metros,
siendo este el límite de la presencia humana. En cambio, en cotas inferiores a los
cuatro mil metros, se comienzan a suceder los cultivos, que a lo largo del tiempo se
han visto muy modificados por el hombre.
Por último, todo este territorio limita al oriente con la selva amazónica, que se
extiende como verdadera frontera natural. Las culturas andinas vieron en ella un espa-
cio inescrutable e inhóspito, en el que tuvieron cabida multitud de relatos y mitos
fantásticos que alimentaron la imaginación de estos pueblos. No obstante, su historia
está por analizar, al constatarse a lo largo de su extensión, focos de hábitat en los que el
hombre logró imponerse al medio, una circunstancia que obligaría a replantearse histo-
riográficamente el estudio de esta zona americana siempre considerada como un lugar
apenas habitado por el hombre, prácticamente un desierto humano.
18 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA DESEMBOCADURA DEL AMAZONAS. (BRASIL).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 19

Por tanto el determinismo geográfico se refleja en la propia forma del continen-


te, con dos grandes masas de tierra unidas por el istmo de Panamá, condicionando
el tránsito y movimiento de animales y grupos humanos, y la propia comunicación
entre ambos territorios en una y otra dirección. A ello tenemos que sumar el carac-
terístico aislamiento de esta enorme masa terrestre, causado por la presencia de las
dos grandes extensiones de agua del Pacífico y el Atlántico, lo que sin duda con-
dicionó que los desarrollos de los pueblos prehispánicos estuvieran apartados de
ciertas influencias exteriores, fundamentalmente hasta el siglo XVI. Esta última
cuestión siempre ha estado en el centro de las teorías que sobre el poblamiento de
América se han propuesto.

LAGO TITICACA. (PERÚ-BOLIVIA).

LAS TEORÍAS DEL POBLAMIENTO DE AMÉRICA

Tras los primeros contactos con los habitantes de América, los europeos comen-
zaron a preguntarse cuál pudo haber sido el origen de la llegada de éstos a un
territorio tan extenso y alejado de Europa. En este sentido, ya en el siglo XX, se
definieron dos corrientes de pensamiento que buscaron dar respuesta a este proble-
ma. Por un lado los difusionistas o monogenistas defendían postulados que no
consideran la creación independiente del ser humano en América, sino inserta den-
tro de los ciclos vitales de traslación mundial desde el foco originario africano; por
otro los evolucionistas o poligenistas proponían la tesis de un origen independien-
te para las civilizaciones del Nuevo Mundo, sin ninguna relación con oleadas
exteriores provenientes de otros territorios.
20 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VISTA DE ALASKA. (ESTADOS UNIDOS).

El jesuita José de Acosta ya en 1590, planteó la hipótesis de que la entrada más


probable del hombre a estos territorios se produjera desde el norte, aprovechando
el paso natural del estrecho de Bering durante las glaciaciones, momento en el que
el contacto de los continentes euroasiático y americano, se realizaba gracias a la
capa de hielo y los pasillos de tierra surgidos por el descenso del nivel del mar.
Esta tesis difusionista, expuesta en un momento en el que aún no se había explora-
do esa región del planeta, se ha visto corroborada por hallazgos arqueológicos que
han puesto de manifiesto la existencia de varias vías de penetración que utilizaron
la costa de Alaska y algunos valles interiores.
Junto a este planteamiento, también se definió otra hipótesis a partir de estos
postulados difusionistas, que proponía la aparición del hombre en América por
distintas vías y no exclusivamente por la terrestre septentrional. En este sentido a
la existencia, como propone Paul Rivet, de dos posibles oleadas terrestres, habría
que sumar la de otras dos marinas que por el Pacífico habrían aportado elementos
melanesios y australianos, fundamentalmente en América del Sur. Una postura, que
si bien no acaba por definirse, si ha encontrado elementos que la corroboren con
los hallazgos de asentamientos costeros en Norteamérica, que vienen a plantear la
posibilidad de que el hombre no utilizase exclusivamente la vía terrestre para
llegar a América. De este modo, aún queda abierta la opción del Pacífico sur, a falta
de hallazgos que demuestren también allí esta misma posibilidad de llegada.
Respecto a la segunda de las posturas que defiende el postulado evolucionista
de un desarrollo independiente del hombre americano, no ha encontrado la acepta-
ción ni los refrendos arqueológicos de las anteriores, por lo que sus hipótesis ape-
nas si han conseguido avanzar desde sus planteamientos iniciales.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 21

ÁFRICA. PUNTO INICIAL DE LA DIFUSIÓN DE LA ESPECIE HUMANA


POR LA TIERRA.

El conjunto de publicaciones que sobre la cuestión se han editado con las


teorías más diversas, habla de lo atractivo del tema, siendo básicamente entre los
siglos XVI y XIX, el período en el que todas ellas fueron expuestas, sobre la base
de preguntas como, ¿de qué lugar del Viejo Mundo provenía el Hombre america-
no?, ¿por dónde llegó a este territorio? y ¿en qué momento se produjo tal llega-
da?
En uno u otro caso, para poder conformar una respuesta adecuada a tales cues-
tiones se hace necesario considerar las propuestas de disciplinas como la Antropo-
logía Física, la Lingüística, la Etnología, la Paleobotánica y sobre todo la Arqueología.
Las distintas teorías que se han formulado respecto al tema se pueden concretar
en dos grupos claramente diferenciados. Las Clásicas-Fantásticas y las propiamente
científicas, tal y como lo expone el profesor Alcina Franch.
Respecto a las primeras, debemos englobar dentro de este grupo a las que
sitúan el origen del hombre americano en las tierras de Escandinavia, Inglaterra o
España sin olvidar las que hablan de la llegada de descendientes de los troyanos,
cartagineses, egipcios, judíos, polinesios, tártaros, chinos o incluso de la propia
Atlántida.
22 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Como señalábamos, la más aceptada es la propuesta por José de Acosta a


finales del siglo XVI y que se basaba en una serie de puntos como la unidad
racial del hombre americano, un entronque asiático-mongol, la entrada en suce-
sivas oleadas por el estrecho de Bering en un tiempo relativamente reciente, y
con un escaso nivel sociocultural que determinó un desarrollo autóctono claro.
Desde esta propuesta se han realizado otras, como la defendida por George C.
Vaillant, que han fundamentado la explicación de la diversidad física y lin-
güística del hombre americano, en la temprana separación de los distintos gru-
pos que accedían a estas tierras, lo que aceleró su distinta adaptación a espacios
geográficos diversos, dando lugar a una variedad que es la ha llegado hasta la
actualidad.
Esta teoría se ha refutado por parte de aquellos investigadores que defienden la
entrada por diversos puntos y no solamente el más septentrional. En este sentido
Paul Rivet defendió una serie de tesis, que intentaban explicar dicha cuestión,
fundamentada en el origen múltiple de lenguas y culturas americanas.
Para este autor las cuatro oleadas que determinaron el poblamiento de América
se desarrollaron dos de ellas por el estrecho de Bering, y por el Océano Pacífico las
restantes, constatando que los primeros aportaron el componente mongoloide y las
otras dos los componentes australiano y malayo-polinesio en la población indíge-
na americana. Una teoría que no deja de ser interesante, ya que si se corroborara
por medio de hallazgos, supondría la inclusión de todo el sudeste asiático en unas
dinámicas de emigración mucho más amplias y consolidadas que las que en la
actualidad se vienen aceptando.
Este problema de los orígenes de las civilizaciones amerindias sigue siendo una
de las grandes cuestiones abiertas de la historia de la Humanidad. Las secuencias
de la historia del Viejo Mundo no ofrecen oportunidad de comprobar la tesis de las
tradiciones culturales distintas que surgen de orígenes independientes, de modo
que debemos sopesar cualquier afirmación que pretenda resolver la cuestión.

PERÍODOS Y ÁREAS CULTURALES

Todo el desarrollo cultural de los distintos grupos que se distribuyen por el


continente americano, va a llevarse a cabo entre unas fechas que, conforme van
avanzando los estudios sobre los diversos hallazgos que se producen, se están
concretando y aclarando. A este respecto es aceptada la presencia del hombre en
América desde hace 40000 años, quién desde Alaska y hasta Tierra de Fuego en el
extremo más meridional, irá ocupando todo este territorio, estableciendo diferen-
cias evolutivas entre unas zonas y otras.
En líneas generales los períodos que vamos a seguir en este manual serán los
establecidos por el profesor José Alcina Franch, incorporando ciertas puntualiza-
ciones a algunos de ellos. Así, para todo el continente contaremos con un Período
Lítico desarrollado entre el 40000 y el 3000 a.C. con una subdivisión en dos
etapas. El Lítico Inferior entre el 40000 y el 15000 a.C.; y el Lítico Superior, entre
el 15000 y el 3000 a.C.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 23

VALLES DE OAXACA, GOLFO Y VALLE DE MÉXICO.


PUNTO CENTRAL DE MESOAMÉRICA.

De esta manera, el arco temporal con el que trabajaremos para el área mesoame-
ricana se organizará en base a:

1) Período Formativo o Preclásico desarrollado entre el 3000 y el 400 a.C.


2) Período Protoclásico, entre el 400 a.C., y el 200 d.C.
3) Período Clásico, entre el 200 y el año 1000 d.C.
4) Período Postclásico, desde el año 1000 hasta la llegada de los españoles.

Por lo que se refiere a la región andina, estructuraremos su desarrollo en base a:

1) Período Precerámico entre el 4000 y el 1800 a. C.


2) Período Inicial, entre el 1800 y el 900 a.C.
3) Horizonte Antiguo, entre el 900 y el 200 a.C.
4) Período Intermedio Antiguo, entre el 200 a.C. y el 500 d.C.
5) Horizonte Medio, entre el 500 y el 1000 d.C.
6) Período Intermedio Tardío, entre el 1000 y el 1428 d.C.
7) Horizonte Tardío, entre el 1428 y 1532 d.C.

Existen otras periodizaciones empleadas fundamentalmente en América y que


sustancialmente varían la terminología empleada, con la que se busca sustituir
términos como Paleolítico o Neolítico, ligados a una visión eurocentrista de su
estudio. Aunque se trata de conceptos vinculados con etapas propiamente prehistó-
ricas, nos parece interesante al menos citarlas para poner de manifiesto el interés
existente en la búsqueda de una metodología propia, alejada de influencias exter-
nas y que responda a la realidad americana. Por ello términos como Arqueolítico y
Cenolítico, vienen a referirse a esos dos períodos de tiempo que se desarrollan
entre el 50000 y el 14000 a.C., el primero de ellos; y entre el 14000 y el 7000 el
segundo, con una inflexión en el año 9000 que marca la separación entre el Ceno-
lítico Inferior y el Superior.
24 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ÁREAS CULTURALES EN AMÉRICA DEL SUR.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 25

Las culturas americanas se van a desarrollar en lo que se viene denominando


como América Nuclear, término acuñado para referirse a la región del continente
que comprende las áreas de mayor complejidad y desarrollo sociocultural, densi-
dad de población, creatividad artística, etc. Englobaría un espacio que iría desde la
actual frontera de México con los Estados Unidos, hasta el norte de Chile y Argen-
tina. Un área tremendamente quebrada, que se subdividirá internamente, pero que
se contrapone al resto del continente donde encontraremos el desarrollo de esta-
díos culturales secundarios, con una evidente menor complejidad y que no se abor-
darán en nuestro estudio.
Internamente podemos hablar de tres grandes subdivisiones que serán las más
importantes desde el punto de vista del desarrollo, las áreas Mesoamericana, Inter-
media y Andina.
Con el nombre de Área Mesoamericana, término utilizado por primera vez por
Paul Kirchhoff en 1947, nos referiremos a una unidad territorial comprendida entre
la línea que iría desde los estados occidentales de Sonora y Sinaloa hasta el San
Luis de Potosí en el Golfo de México y la región Huasteca. La frontera meridional
incluiría la parte occidental de Honduras y el Salvador, llegando hasta la Península
de Nicoya en el Pacífico.
La variedad de este espacio se refleja en los paisajes que se definen destacan-
do varios espacios claramente diferenciados como son la zona del Golfo de México
donde se desarrollan culturas como la olmeca, la totonaca y la huasteca. El pro-
pio Valle de México, donde encontramos culturas como la teotihuacana, la tolte-
ca, o la azteca. La Península del Yucatán, con la maya, extendida también por
tierras de los actuales países de Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. O la
región de los Valles de Oaxaca donde se desarrollarán culturas como la zapoteca
y mixteca.
La zona intermedia, verdadero punto de unión entre las dos áreas más importan-
tes, y que no será analizada en su globalidad en este libro, nos interesará por
tratarse del espacio geográfico a través del cual se produce la circulación e influen-
cias entre una y otra. Menos definida que las otras dos, estaría comprendida por la
porción de continente que desde el sur de la zona mesoamericana se extiende hasta
Colombia, Ecuador y la parte occidental de Venezuela. No obstante de esta región
destacaremos algunos de los capítulos más importantes de las culturas preincaicas
desarrolladas en territorio colombiano y ecuatoriano.
En Suramérica el área más importante de desarrollo cultural será la andina, en la
que podemos encontrar una gran variedad de paisajes que muestran una clara con-
traposición entre la parte central de los Andes y los desiertos costeros. Esta región
ha sido subdividida por autores como George Kubler en Norte, Septentrional, Cen-
tral, Centro-Sur, Meridional y Sur.
El extremo norte del área andina comprende los valles de los ríos Cauca y
Magdalena y la Sabana de Bogotá, territorio que funcionó como pasillo natural a
través del cual se distribuyó el hombre por el interior de la cordillera andina. El
área andina Septentrional incluiría el sur de Colombia, la totalidad de Ecuador y el
norte del Perú. El área andina Central que comprende la mayor parte del territorio
peruano, la dividiremos en costa y tierra, espacio en el que se desarrollaron las
26 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

grandes civilizaciones como la chavín, nazca, mochica, chimú, wari, etc., y que
culminarían en el imperio incaico.
El área Centro-Sur en torno al lago Titicaca se convierte en un territorio que
enlaza los andes centrales con la zona meridional, teniendo a las culturas pucará y
tiahuanaco como las más importantes. Por último el área andina Meridional inclu-
ye territorios chilenos y del noroeste de Argentina, en los que destacaremos por
ejemplo restos de la cultura chinchorro.
No queremos dejar de citar al conjunto de tierras que se disponen en torno a la
América Nuclear, y que vienen en denominarse como la América Marginal. En ella
podemos distinguir los territorios que se extienden en América del Norte desde
Alaska hasta la frontera con Mesoamérica, distinguiendo la región de las Montañas
Rocosas y las Llanuras Occidentales, la región del Caribe, y en el cono sur la
Amazonia, la Pampa y la Patagonia.
Los intentos por determinar la nomenclatura con la que designar cada uno de
los períodos en los que hemos dividido tanto la evolución de Mesoamérica como
la de la región andina, se caracterizan por la adopción de distintos criterios para
ejecutar dicha estructuración.
Para los mesoamericanistas el término clave para los períodos es Clásico, mien-
tras que los andinistas en cambio, prefieren el de Horizonte. En este sentido las
matizaciones se hacen evidentes ya que el primero supone una apreciación de
carácter cualitativo y el segundo de valoración respecto a la unidad política y si se
quiere cultural, definida por los restos arqueológicos. Los dos términos claves re-
flejan diferencias en los objetos y en las actitudes y así, el adjetivo clásico señala
sus afinidades con el mundo mediterráneo, mientras que por el contrario, cuando se
emplea el calificativo de horizonte, se alude a una alternancia entre períodos de
unidad territorial, y etapas de una clara fragmentación que se refleja en la aparición
de estilos regionales.
Recientemente se ha propuesto la adopción de una terminología de valor neutro
como la de los andinistas para evitar las implicaciones desarrollistas de palabras
como formativo y clásico. Pero ignoran los aspectos valorativos de términos como
horizonte e intermedio, que también juzgan y no hacen más que sustituir períodos
de diversa duración, que pueden llegar a ser más borrosos en los estudios sincróni-
cos que las divisiones del Clásico en temprano, medio y tardío.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 27

SELECCIÓN DE IMÁGENES

EL ESTRECHO DE BERING

Uno de los puntos más polémicos en el desarrollo de las diversas teorías que
intentan explicar la llegada del hombre al continente americano, lo protagoniza
este accidente geográfico. Punto de contacto físico en su momento entre América y
Asia, se conformó como un pasillo natural en la etapa de las glaciaciones, cuando
el nivel del mar era inferior al actual, permitiendo el tránsito de manadas de anima-
les y de grupos humanos que acabaron poblando todo el continente.
En este sentido son determinantes algunos de los rasgos físicos que caracterizan
a los pobladores de América, en los que se encuentran elementos similares a algu-
nos grupos asiáticos como los ojos rasgados, la ausencia de pelo por el cuerpo o
incluso la propia forma del cráneo, que venían a confirmar las posibles oleadas que
desde un período en torno al 40000 a. C., se sucedieron.

ESTRECHO DE BERING. (RUSIA-ESTADOS UNIDOS).

En la actualidad se trata de la tesis de poblamiento más aceptada por los distin-


tos estudiosos que se dedican al tema, siendo el fundamento de propuestas como la
del propio José Acosta, que a finales del siglo XVI ya planteó esta posibilidad
28 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

como la más lógica, ante las preguntas que se generaron sobre la procedencia del
hombre en este territorio.
Su importancia es tal, que en el desarrollo de hipótesis como las de Paul Rivet,
su protagonismo se ve complementado por la incorporación de otra vía de llegada
de elementos que poblaron el continente americano como es la ruta marina, a
través fundamentalmente del Pacífico. Esta teoría, que no viene a restar importan-
cia a la propuesta inicial de la vía terrestre, permite justificar la presencia de otros
elementos raciales, fundamentalmente en América del Sur, aportados por grupos
melanesios y australianos y que se han querido ver reflejados en algunos compo-
nentes de los ejemplos más antiguos de la cerámica americana.

EL GOLFO DE MÉXICO

El área geográfica en la que se testimonia la presencia de la considerada


como la primera de las grandes culturas que aparecen en Mesoamérica, la olme-
ca, cuenta con una serie de características que han generado debates a cerca de
la idoneidad o no de considerar dicho espacio como ideal para generar la apa-
rición de una civilización como tal. El Golfo de México es una región situada

VISTA DEL GOLFO DE MÉXICO.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 29

en el oriente del área mesoamericana, conformando un territorio en el que se


dan un conjunto de condicionantes geográficos como son la presencia de pe-
queños ríos tremendamente caudalosos, que nacen en las estribaciones de la
Sierra Madre Oriental y próximos a la costa, que convierten muchas extensio-
nes de tierra en espacios pantanosos. Desde un punto de vista climatológico se
caracteriza por una alta pluviosidad anual, con una temperatura media y hume-
dad también altas, que se traduce en una vegetación exuberante y favorable
para su explotación agraria.
Sin duda fue esta característica la que determinaría la adaptación definitiva de
productos como el maíz a los sistemas de explotación agrarios, sobre todo por los
excedentes de humedad y temperatura de esta zona, factores que propiciaron unos
sobrantes de energía que muchos autores ven en la base para justificar el desarrollo
de trabajos comunitarios de envergadura, como la planificación de centros ceremo-
niales o el propio traslado de bloques de piedra desde territorios alejados, con unos
marcados fines político-religiosos.
No obstante son numerosos los trabajos que defienden precisamente, que es
este elemento uno de los handicap que encontraron los pobladores de este terri-
torio, al ser la atmósfera un componente tremendamente oxidante que obligó a
buscar otros espacios más favorables, no sólo para el cultivo sino también para la
propia conservación de los alimentos. Un aspecto que afectaba a la misma dieta
alimenticia, baja en proteínas, lo que pudo incidir en la sobreproducción de la
glándula del tiroides que se reflejó en un hipertrofismo de las extremidades del
cuerpo, flacidez de algunas partes y aparición del bocio, rasgos que se pueden
constatar en algunas de las piezas escultóricas que la cultura olmeca generó en
esta región.

LOS ANDES

Uno de los espacios en los que se puede observar de una manera más clara la
influencia del medioambiente en el desarrollo de algunas culturas es en el de la
Cordillera de los Andes. Esta enorme barrera montañosa que recorre América del
Sur desde Colombia hasta Chile, articula la costa occidental del continente en tres
zonas que se aceptan como las básicas para ordenar la distribución de los grupos
humanos que se desarrollan en ellas. En este sentido, los Andes se convierten en
una frontera natural que genera espacios que se relacionan de una forma paralela.
Una la costa, otra los valles interiores y por último la extensa Amazonia que se
convertía en la inexpugnable frontera al oriente de la cordillera.
De todas, las dos primeras albergarán el desarrollo de las culturas prehispánicas
en Suramérica. La Costa es posiblemente la más importante, ya que concentrará a
un mayor número de ellas, en un territorio con características desérticas determina-
das por la influencia de la corriente marina de Humboldt, pero en la que se dispo-
nen un conjunto de valles transversales, que serán los espacios más propicios para
el desarrollo de grupos estables que acabarán relacionándose con aquellos que
aparecen en la montaña.
30 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA CORDILLERA DE LOS ANDES EN MACHU PICCHU. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 31

El carácter agreste de este medio, obligó a una intervención por parte del ser
humano para adaptarlo a sus necesidades y antropizarlo hasta el punto de generar
verdaderos paisajes culturales, donde se daba una modificación del territorio para
su explotación. Algunos de ellos incluso de menor intensidad en su transforma-
ción, no obstante conformaban ejemplos de enorme valía técnica, donde se reali-
zan verdaderas obras de ingeniería como los acueductos que permitían tomar agua
de las corrientes que bajaban al Pacífico y que por su esporádica presencia obliga-
ban a su racional utilización.
En el interior, sin duda la labor más trascendente fue la construcción de los
andenes, que acabarán dando nombre a la cordillera, y que se convierten en un
verdadero ejemplo de modulación de las pendientes para permitir controlar el cir-
cuito del agua que permitía la explotación agrícola de la tierra.

EL LAGO TITICACA.

Desde los primeros momentos en los que se registra la presencia de grupos


humanos por América, las concentraciones interiores de agua se convierten en uno
de los focos de atracción de población y determinante en la estabilidad de los
asentamientos más importantes, imprescindibles para poder explicar el desarrollo
de culturas prehispánicas. El caso del Lago de Texcoco posiblemente sea el más
importante en el norte, donde tampoco podemos olvidar los cenotes del Yucatán.
Por contra el lago Titicaca es el más destacado en la región andina.

LAGO TITICACA. (PERÚ-BOLIVIA).


32 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

La atracción que jugó este último espacio en las culturas que se asentaron, junto
o cerca de él, se refleja no solo en la propia cultura de Tiahuanaco, sino en el
protagonismo que tendrá en el desarrollo de numerosos mitos de nacimiento y
evolución de pueblos, ejemplificado en los incas, quienes ubicaron su origen en
este lago. Según éstos, allí se crearon el Sol y la Luna y las estrellas, estableciéndo-
se la separación de la tierra y el mar. Las aguas siguieron un movimiento centrífu-
go, surgiendo del centro de la tierra hacia fuera en la forma de ríos subterráneos
que afloran como manantiales; luego las aguas fluían hacia el mar otra vez a través
de riachuelos y ríos.
Por ello, no sólo el agua depositada, sino la propia circulación de la misma tiene
que ser tenida en cuenta, ya que era considerada como el principio dinámico que
explicaba el movimiento y las fuerzas de cambio de la naturaleza.
La tremenda altitud a la que se encuentra, aproximadamente 3800 m, lo sitúa en
el límite de las posibilidades de cultivo de algunas plantas, a lo que se le une la
condición de contar con un bajo coeficiente de salinidad, pero lo suficientemente
importante, como para obligar a que la explotación agraria de las tierras que lo
rodean no se haga con la intensidad que se deseara. De ahí que su importancia
radique más en su papel mítico-religioso, que verdaderamente económico.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 33

APÉNDICE DOCUMENTAL

HIPÓTESIS DE POBLAMIENTO*

I. EL HOMOTIPO AMERINDIO
^
«El mismo antropólogo Ales Hrdlicka que demostró los errores cometidos por
Ameghino es autor de la primera gran hipótesis del siglo. Partió de una idea muy
antigua defendida por el padre Acosta en el siglo XVI y por otros muchos poste-
riormente, que es la similitud del amerindio con el hombre asiático y la posibilidad
de que este último emigrase al Nuevo Mundo a través del Estrecho de Bering
(presentido incluso antes de ser descubierto por Virtus Bering en 1741).
^
Hrdlicka pensó que el indio americano procedía de un doblamiento único y reciente
(unos diez mil años atrás) efectuado desde Asia. Determinó que el amerindio tenía unas
características generales que demostraban su clara ascendencia mongólica, tales como
el color amarillento de la piel, el cabello negro, liso y rígido, la falta de pilosiad facial,
la proyección popular del rostro, el ojo mongólico y la mancha mongólica. El ojo
mongólico se caracteriza, como es sabido, por tener un plano inclinado entre los dos
extremos del mismo, presentar un pliegue en el párpado superior que oculta a menudo
las pestañas y replegarse desde el ángulo interno del ojo sobre la nariz, tapando la
carúncula lagrimal. En cuanto a la mancha mongólica, está producida por las células de
Baelz y es de carácter congénito. Suele aparecer en la región sacrolumbar y tiene usual-
mente color verdoso o pizarroso. Es usual en pueblos de ascendencia asiática y se da
con frecuencia en ciertos grupos amerindios.
^
A Hrdlicka se le ha criticado haber inventado un homotipo amerindio inexisten-
te tal como si, (por ejemplo, los españoles se definieran como bajos, morenos, de
tez oscura y cabello negro), pero no es cierto que el antropólogo desconociera la
variedad indígena. Lo que ocurre es que pensó que tales topologías venían ya
diferenciadas dede Asia y entraron así en el Nuevo Mundo, donde se acentuaron
^
más. El prototipo asiático de Hrdlicka es el mongol, pero con rasgos peculiares
adquiridos en China occidental, Japón, Filipinas, Formosa, Corea y Tibet.
El mayor error del antropólogo fue señalar que había una tipología lingüística y
cultural, imposibles de sostener. Afirmó que todas las lenguas amerindias tenían en
común el ser polisintéticas (sin contemplar las diferencias estructurales que las separan)
y que las culturas de los indios tenían similitudes tales como las técnicas de trabajar la
piedra, la arcilla, la madera y el hueso, así como para la fabricación de tejidos y cestas,
un método igual de obtener fuego y vestidos, mobiliario y religión parecidos, etc.
^
Pese al rechazo a la hipótesis de Hrdlicka, hoy se sigue admitiendo un dobla-
miento mongólico y por la vía propuesta por este autor, aunque se niega que fuera
la única, tan reciente y que por sí sola sea capaz de explicar la tipología somática,
lingüística y cultural indígena.

II. RIVET O LOS CAMINOS DEL MAR

Otros muchos científicos establecieron hipótesis de poblamiento por vías oceáni-


cas durante los primeros cuarenta años de nuestra centuria, pero fue Paul Rivet quien
34 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

logró sistematizarlas en su conocido libro Los orígenes del pueblo americano, publica-
do en 1943 y en el que recogió sus propios trabajos anteriores. Rivet partió del punto de
vista de una diversidad amerindia en los tres campos de la Antropología Física, la
Lingüística y la Antropología Cultural, que evidenciaban el hecho de un doblamiento
múltiple y procedente de Asia, Australia y Malayo-Polinesia.
La migración asiática se produjo mediante dos grandes corrientes, mongólica y
^
uraliana. La primera penetró por Bering tal y como Hrdlicka señaló. Rivet siguió
en gran parte a este autor del que difiere substancialmente en el hecho de que los
asiáticos no fueron los únicos pobladores. Apuntaló así su hipótesis con algunos
^
descubrimientos notables, realizados después de que Hrdlicka la formulara, proce-
dentes de la lingüística y la serografía. En el primero de éstos destacó las correla-
ciones entre morfemas de las lenguas de los grupos Na-Dene y Sino-Tibetano hechas
por Salir. En serología resaltó el alto porcentaje de grupo sanguíneo 0 existente
entre los inicios como prueba de su ancestro mongólico o asiático.
En cuanto a la corriente uraliana, o protouraliana mejor, supone que partió de
alguna zona de Asia meridional y se dirigió hacia el norte por algún motivo que
desconocemos (quizá por la presión de otros pueblos), adaptándose progresiva-
mente a climas cada vez más fríos. Al llegar a las regiones árticas se dividió en dos
grupos que siguieron direcciones contrapuestas, E y O. Este último entraría en
Europa durante el Cuaternario superior dejando la raza de Chancelade como testi-
go de su presencia. El otro grupo cruzaría Asia hacia el NE desde donde pasaría a
América, siendo los actuales esquimales sus descendientes.
La presencia de un elemento australoide en América la fundamenta antropofísi-
ca, lingüística y etnográficamente. Para lo primero establece unas semejanzas cra-
neométricas (capacidad, índice cefálico horizontal, índice anchura-largura, índice
nasal, facial superior y orbitario, así como prognatismo) y sexológicas (grupo san-
guíneo predominantemente 0): En lingüística estudia las correlaciones existentes
entre los australianos y la lengua amerindia Chon a través de un vocabulario de 44
palabras que recogió el padre Schmidt entre los elementos más estables (con los
que se designan partes del cuerpo o fenómenos naturales). Finalmente anota una
larga serie de semejanzas etnográficas tales como la hamaca, el uso de las mantas
de piel, las chozas en forma de colmena, el trenzado en espiral, barcas hechas con
pedazos de madera cosidos, armas semejantes al boomerang, etc. El propio Rivet
reconoce que las series utilizadas para las comparaciones son muy pequeñas, sin
embargo son las únicas que puede aportar. En cuanto a la ruta migratoria utilizada
por los australianos para ingresar en América, es la misma que había propuesto el
antropólogo Mendes Correa en 1925, es decir, Australia, Tasmania, islas Auckland,
Campbell, Macquarie, Esmeralda, Tierra de Wilkes, Tierra de Eduardo VII, Tierra
de Graham y Cabo de Hornos. Rivet opina que la migración se efectuó cuando los
hielos se contrajeron como consecuencia del optimum climático ocurrido hace
unos seis mil años y que las pruebas arqueológicas de tal paso se encontrarán quizá
en un futuro. A parte de lo señalado anteriormente, esta hipótesis adolece de un
grave inconveniente, y es la imposibilidad de que los australianos, un pueblo que
desconocía prácticamente la navegación, fuera capaz de atravesar los 1600 kilóme-
tros existentes entre Tasmania y Macquarie.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 35

El doblamiento melanesio dejó en América, según Rivet, un tipo étnico que


denomina paleoamericano, caracterizado principalmente por los famosos cráneos
de Lagoa Santa (Brasil), aunque se extiende por toda América, desde la Baja Cali-
fornia hasta Argentina, pasando por el suroeste norteamericano, Colombia, Ecua-
dor y Perú […].
El poblamiento polinésico lo establece con una metodología similar. En lingüística
destaca la identidad de las palabras kichua y polinésica para designar el camote o
plantas similares, o del polinésico y araucano para el morfema hacha. En etnografía
recoge semejanzas como el horno polinésico (se han encontrado evidencias desde su
existencia desde hace cuatro mil años en Sudamérica) y objetos como el patupatu. La
posibilidad de que los polinesios llegaran a América no ofrece problemas ciertamente,
pues tenían una gran técnica de navegación y unas embarcaciones magníficas, como las
piraguas dobles, que les permitirían resistir el oleaje del océano y cubrir unas distancias
de unas 75 millas en diez o doce horas, llegando así a la isla de Pascua en unos veinte
días, y saltar luego hasta América. Rivet refuerza su hipótesis con una tradición recogi-
da por Caillot entre los polinesios mangarevienses, según la cual sus habitantes habían
navegado por el oriente hasta Taikoko y Ragiriri, lugares que suponen serían el Cabo
de Hornos y el Estrecho de Magallanes.
Rivet concluyó su hipótesis incorporando la migración vikinga en el siglo X,
que pudo también dejar influencias lingüísticas y culturales en América. Había
abierto así océanos a todos los pueblos pobladores desde el Viejo Mundo.

III. LAS DOCE TIPOLOGÍAS INDIAS DE IMBELLONI

Utilizando datos antropofísicos recogidos por otros investigadores y sus pro-


pias investigaciones anteriores J. Imbelloni replanteó en 1938 su hipótesis de
doblamiento. Partió del hecho de que los indios americanos presentaban once
tipologías bien diferenciadas, reflejos de un origen poblador múltiple y de un
mestizaje entre los grupos inmigrantes. Las corrientes pobladoras eran siete, tas-
manoide, australoide, melanesoides, protoindonesios, indonesios, mongoloides y
esquimales.
Imbelloni consideraba inútil buscar semejanzas culturales entre los pueblos que
hay habitaban Asia y Oceanía y los de América, pues éstos tienen ya poco que ver
con sus antecesores. También consideraba absurdo preocuparse por las rutas de
doblamiento, ya que los lugares de partida no obligaban necesariamente a seguir
una vía marítima o terrestre. Rompió de esta forma con la Historia y con el difusio-
nismo cultural.
Los doce grupos de amerindios son:
SUBÁRTIDOS. Habitaban en la costa ártica (esquimales). Son de estatura pe-
queña, cuerpo rechoncho, extremidades cortas, piel amarillenta, ojo y mancha
mongólicos.
COLÚMBIDOS. Habitaban en la costa pacífica de Canadá y Estados Unidos
hasta el río Columbia. Son de estatura media o alta, cráneos braquicéfalos, torso
y piernas cortas, piel clara y escasa pilosidad.
36 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PUEBLO-ANDINOS. Habitaban dos regiones muy diferentes: una en Norteamé-


rica, sobre las cuencas de los ríos Grande y Colorado, así como en los estados
de Arizona y Nuevo México; otra sobre la cordillera andina en Colombia, Ecua-
dor, Perú, Bolivia y norte de Chile. Son de estatura pequeña, cráneos meso o
braquicéfalos, cabeza pequeña, torso muy grande, cabello negro, liso y rígido y
escasa pilosidad.
APALÁCIDOS. Habitan el oriente de los Estados Unidos, desde el río san Lo-
renzo hasta el Mississipi. Son de gran talla, dolicocéfalos con tendencia braqui-
cefalia y color claro de piel.
PLÁNIDOS. Habitan las grandes llanuras norteamericanas desde Alaska hasta el
Atlántico. Son altos, mesocéfalos, con pómulos muy salientes, narices largas, y
cóncavas y piel bronceada.
SONÓRIDOS. Habitan la costa pacífica norteamericana, desde el río Columbia
hasta el actual estado de Sonora en México. Son altos, de cabeza pequeña, cara
redondeada y piel algo oscura.
ISTMIDOS. Habitaban el sur de México, Centroamérica y Colombia (excepto
en la parte andina de este último país). Son de pequeña estatura, cráneos braqui-
céfalos, cara ancha y corta, nariz ancha, cabellos y ojos de color negro.
AMAZÓNIDOS. Habitaban en la gran Amazonia, que va en Sudamérica desde
los Andes al Atlántico y desde Venezuela hasta el Río de la Plata, y principal-
mente las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco. Son de mediana estatura o
baja, algo dolicocéfalos, cuerpo robusto, brazos largos, piernas cortas y piel
amarillenta.
PÁMPIDOS. Habitaban la Pampa hasta la Tierra de Fuego y una gran parte del
Mato Grosso en Brasil. Son muy altos, dolicocéfalos, pómulos salientes, men-
tón muy pronunciado, cara larga, nariz alargada y pelo liso y duro.
LÁGUIDOS. Habitan en dos regiones muy diferentes, como el altiplano oriental
de Brasil y pequeñas áreas al sur de la península de California, México y costa
de Chile. Son de estatura pequeña, muy dolicocéfalos y de cara y nariz anchas.
FUÉGUIDOS. Habitaban la Tierra de Fuego y algunas regiones de la costa chi-
lena y del oriente colombiano. Son de estatura baja, dolicocéfalos, piernas cor-
tas y casa y nariz largas.
A Imbelloni se la ha criticado la escasa influencia que atribuye al medio en la
conformación de tipologías amerindias y lo incompleto y anticuado de los materia-
les que utilizó para su hipótesis».

* AA.VV. Historia de Iberoamérica. Prehistoria e Historia Antigua. T.I. Madrid,


Cátedra, 1992, pp. 24-31.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 37

CAPÍTULO 2:

ASPECTOS CULTURALES

INTRODUCCIÓN

Para el estudio de los distintos aspectos de las culturas prehispánicas se cuenta


con un conjunto de disciplinas que se han aproximado a las mismas, apoyadas en
dos fuentes primordiales, aunque no son las únicas. Una de ellas es la propia cultu-
ra material que a través de la Arqueología nos muestra la variedad de objetos que
se produjeron desde los períodos Arcaico y Precerámico, hasta el siglo XVI de
nuestra Era, y cuya interpretación es fundamental para poder entender la evolución
que conocieron cada uno de los grupos que se asentaron en el territorio americano,
así como el grado de las relaciones que se pudieron establecer entre ellos. En
segundo lugar las fuentes documentales que desde el siglo XVI se van a convertir
en un referente necesario para el estudio de estos grupos humanos, sin olvidar que
fueron escritas en unas condiciones de desfase temporal, apoyadas en la propia
tradición oral de estos pueblos, y que obligan a tener presente una cierta cautela a
la hora de su valoración.
Es a través de ellas como se puede acceder en una primera fase al análisis de la
complejidad que alcanzaron en sus desarrollos internos estas culturas y como
aquella se reflejó en una serie de aspectos que nos hablan del grado de civiliza-
ción que alcanzaron. La estructura de la organización social y del panteón reli-
gioso; la existencia de unos mecanismos de cómputo y relación como el calendario
y la escritura, la capacidad de creación de imágenes dotadas de significados
abstractos relacionados con las fuerzas de la Naturaleza y la articulación territo-
rial por medio de una estructuración económica fundamentada en la agricultura y
el comercio, son algunos de esos rasgos destacados que ayudan a comprender e
interpretar con garantías y con mayor claridad algunas de las características de
las manifestaciones culturales que llegaron a producir estas sociedades prehispá-
nicas.
38 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

A eso se unen acciones de mayor envergadura como la generación de enclaves


perfectamente planificados, que hablan de una tradición urbana y de definición de
los espacios que generan la escenografía necesaria para que sirvan de marco vital a
sociedades perfectamente organizadas sin las que serían impensables dichas inter-
venciones.

CABEZA COLOSAL OLMECA, Nº 4. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 39

LA SOCIEDAD

La paulatina especialización que fueron conociendo los grupos que se distri-


buían por las distintas regiones de la América prehispánica, era el comienzo de un
desarrollo que alcanzaría su máxima expresión a partir de la etapa preclásica, fun-
damentalmente en los centros olmecas de la costa del Golfo y en enclaves como
Chavín de Huántar, en los Andes, en el Horizonte Antiguo.
Este proceso inicial se proyectó en la aparición de sociedades prehispánicas que
se caracterizarán por estar perfectamente estructuradas de una manera jerárquica,
aunque no siempre con el mismo orden interno. La progresiva complejidad que
fueron adquiriendo con el tiempo y en el espacio, se reflejó en la aparición de
algunos miembros de esas sociedades que llegaron a controlar al resto de la pobla-
ción, inicialmente por motivos religiosos y más adelante por causas militares, aun-
que ambos coexistirían en determinadas etapas. En el primero de los casos la existencia
de chamanes en el seno de los grupos sociales, puso de manifiesto una incipiente
diferenciación interna de los grupos que por tradición o especiales circunstancias
aprovecharon la necesidad de interpretar los acontecimientos sobrenaturales para
lograr explicaciones terrenales, evidenciando la posesión de unas actitudes concre-
tas para determinadas actividades propiciatorias, que afectarían a los logros con-
juntos del grupo, al funcionar de intermediarios entre los dioses y éste.
En ese sentido, la evolución desde fases iniciales igualitarias hasta la conforma-
ción de las complejas sociedades de las civilizaciones, azteca o inca, evidencian
un paulatino proceso que se reflejará en la propia organización social interna. De
ahí que el análisis de la evolución de la sociedad prehispánica americana se carac-
terice por el estudio de la constante adaptación del hombre a las propias condicio-
nes naturales que lo determinan, así como a su cada vez mayor complejidad mental.
Las sociedades prehispánicas comenzaron su andadura en el preciso momento en
el que el hombre se enfrentó a una mínima organización para efectuar labores de caza
y recolección con las que garantizar el sustento del grupo. Durante los 5000 años
anteriores al nacimiento de las sociedades urbanas se produce el desarrollo de una
incipiente vida rural en una fase de clara neolitización en la que se domestican plan-
tas y animales, que derivó en la localización de los grupos en puntos determinados y
la explotación de los recursos naturales del entorno. Se trata del primer momento en
el que se constata una evidente acumulación de objetos y la aparición de un exceden-
te de tiempo y energía que fue aplicado en la consecución de otros fines entre los que
estarían los propiciatorios, las construcciones de complejos sagrados y todas aquellas
actividades que necesitaron de una clara aportación colectiva. Una sumatoria de
objetos y tiempo libre, que permitirán desarrollar actividades desconocidas hasta ese
momento y que contribuyeron a una inicial diferenciación interna entre quién se
mantenía en las acciones productivas y quién se dedicaba a las artesanales enfocadas
a la producción de cerámica, textiles, etc., y por lo tanto lejos de la actividad exclusi-
vamente cazadora – recolectora, que hasta ese momento había caracterizado la vida
diaria de estos grupos. Estos miembros destacarían, por un claro carácter sumiso,
paciente, y en definitiva gregario, frente a los que ostentaban la capacidad de mando
que explicaba el distanciamiento entre una y otra.
40 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MONUMENTO Nº 19. LA VENTA. (MÉXICO).

Las crecientes relaciones comerciales que aparecen entre las distintas regiones, cons-
tatadas de una manera clara en el período Clásico en Mesoamérica y desde el Horizonte
Antiguo en la región andina, afectará a una mejora de la calidad de vida mediante el
perfeccionamiento de todos los ámbitos de la existencia y una mayor interdiversifica-
ción social, aportando elementos de equilibrio en los procesos evolutivos, como ali-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 41

mentos o materiales de construcción. Es este el momento en el que aparecen ya total-


mente definidos los sacerdotes, clase social derivada de los primitivos chamanes y que
se dedicarán a la gestión de las riquezas de los templos, espacios que adquirían la virtud
de convertirse en los lugares en los que se encontraba solución a los problemas sociales
derivados de la creciente acumulación de riqueza. Junto a ella la propia realeza, muy
vinculada con la clase religiosa, la clase militar y el resto de la población entre los que
se podrían destacar comerciantes, artesanos y agricultores, se conformaban como los
elementos integrantes de una estructura que prácticamente se mantendría a lo largo de
la etapa clásica, coincidiendo con la eclosión de las ciudades-estado, tanto en la zona
mesoamericana como en la andina, y finalmente en el período Postclásico y el Horizon-
te Tardío, constituyendo las estructuras que entraron en contacto y conoció el hombre
europeo.
La sociedad que surge con la aparición del grupo sacerdotal reflejaba un orden
dual en donde la religión encontraba una clara vinculación con al idea de civiliza-
ción frente a la barbarie relacionada con la ausencia de creencias religiosas. Unas
ideas que transmitidas a través de objetos, no dejaban de representar conceptos
como los de respeto y terror, destinados a la concentración y mantenimiento del
poder en unas manos muy exclusivas.

DETALLE DE LA PIEDRA TIZOC CON REPRESENTACIÓN DE GUERREROS. AZTECA.


MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA. (MÉXICO).

No obstante, esta situación se rompe a inicios del primer milenio, momento en


el que surgen aristocracias guerreras que hasta ese momento se habían mantenido
en un segundo plano y que resultan de la incursión de poblaciones nómadas que
42 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

acabaron controlando a las sociedades teocráticas. Toltecas, mixtecas y chimús son


los protagonistas de un cambio que de alguna manera provocó una vuelta al pasa-
do con los grandes imperios a partir del 1300, convirtiéndose en símbolo de uni-
dad, capacidad de emprender obras públicas y sobre todo de colonización de nuevas
tierras, hasta el momento en el que harían aparición de los españoles, caso de los
aztecas y de los incas.
Es en esta última civilización es donde nos queda aún una unidad social básica
de la que hablar: el ayllu. En el mundo inca, toda la organización social giraba en
torno a este núcleo que prácticamente representa la unidad de parentesco en la que
los miembros se consideran descendientes de un antepasado común, real o supues-
to. Junto a ello, se tenía una localización territorial estricta, con lo que cual favo-
recía que el patriarcado generase unas relaciones de endogamia claras. Todo un
sistema que se incorporó al imperio y que dio lugar a los ayllus reales.

LA RELIGIÓN

Las religiones prehispánicas son esencialmente agrícolas. Las divinidades, los


ritos, las fechas de las festividades, todo estaba vinculado directamente con las
fuerzas de la Naturaleza y con el cultivo de la tierra. Las explicaciones sobre el
origen de la vida hacen referencia constante al maíz como alimento supremo, como
material con el cual se hizo carne de los hombres. Por ello las ceremonias, presidi-
das por verdaderos intermediarios como eran los sacerdotes, se convertían en accio-
nes propiciatorias de la lluvia y la fertilidad formando el núcleo de los rituales,
siendo la parte más antigua e importante de la compleja estructura del calendario
de fiestas. Algunos autores incluso hablan de la propia guerra como la acción con
la cual estos pueblos se hacían de los prisioneros necesarios para poder sacrificar-
los con el único fin de mantener el movimiento del universo con sus ofrendas,
verdadero alimento de los dioses, por encima de pretensiones de expansión territo-
rial.
La preocupación por la lluvia, cuya expresión más clara pudo ser la perfección
que se alcanzó en el control y traslado del agua para riegos en determinadas
zonas de Mesoamérica y Suramérica, era la lógica consecuencia del carácter agrí-
cola de aquellas sociedades, siendo el culto a la fertilidad el resultado más co-
mún de estas prácticas. La presencia constante de imágenes y figuras de personajes
femeninos desde las etapas más tempranas y sobre todo el papel destacado que
alcanza la imagen de la mujer en la organización social interna, se puede consi-
derar como testimonio de la preponderancia que lo femenino alcanza a niveles
religiosos.
El hombre prehispánico vivía inmerso en un universo trascendente en el que las
divinidades y las fuerzas todopoderosas estaban presentes cotidianamente, y en el
que los actos de los humanos influían en el orden o el caos del cosmos. La Natura-
leza se convertía en un ámbito que no era independiente del obrar humano, de tal
manera que cada acto de la vida estaba inmerso dentro de un ciclo universal del
que difícilmente de podía ver desarraigado. Esta religiosidad que impregna la vida
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 43

RELIEVE OLMECA CON LA REPRESENTACIÓN DE UN SACERDOTE. XALAPA.


VERACRUZ. (MÉXICO).
44 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

XOCHIPILI. DIOS DE LOS JUEGOS, DE LOS PLACERES Y DE LA ABUNDANCIA


ENTRE LOS AZTECAS.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 45

en todos sus resquicios, conlleva a la presencia de una cuidadosa y omnipresente


ritualización. La vida y la muerte aparecen regladas por ritos que acompañan al
hombre durante toda su existencia, ritos para nacer, morir, crecer, pasar de un esta-
do biológico o social a otro, para conseguir abundancia, fortuna o felicidad, etc., y
de los que dejarían testimonios valiosísimos autores como Bernardino de Sahagún.
Ejemplo de cómo los distintos elementos que intervienen en la caracterización
de la religión prehispánica encuentran su período definitivo y clarificador, lo
tenemos en la cultura azteca o mexica, en la que se inscriben los sacrificios
humanos que narraron las crónicas españolas, reflejo de que en el don divino de
la vida reside y alumbra con más claridad la idea de que el universo entero está
sostenido por la energía humana, y sólo el sacrificio proporcionará la fuerza
suficiente para el sostenimiento del ciclo vital. Una vinculación entre lo humano
y lo divino que aparece en el mito de la creación del Sol y la Luna en Teotihua-
cán, en una ceremonia en la que también se crea al hombre a partir de los huesos
triturados de los dioses, acción que convierte a los primeros en seres con un
componente divino y a los segundos en señores incompletos ligados de por vida
a los sacrificios humanos.

CABEZA DE TLÁLOC. LA CIUDADELA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Según los distintos mitos que se desarrollan, en el momento de la concepción de


un ser humano, un fragmento de energía cósmica o tonalli, desciende del cielo y se
encarna en el nuevo ser para conferirle la vida. Una energía que solamente se
recupera mediante el sacrificio ya que de lo contrario se pierde en el camino hacia
el Mictlán o país de los Muertos. Los sacrificados son seres privilegiados cuyo
46 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

destino está en garantizar que la vida continúe y que el sol se mueva, uno de los
pocos aspectos considerados como eterno por parte de las culturas prehispánicas.
Solamente la muerte aseguraba la vida; las fuerzas de la resurrección, que parten
del sacrificio, permiten que el sol vuelva a salir, que la vegetación se regenere y
que el agua abunde. Vida y muerte se convierten en dos aspectos de la misma
realidad, persistente idea del equilibrio de contrarios y que se reflejan en los esque-
letos vivientes que abundan en la iconografía prehispánica.
Con la llegada de los españoles hubo una eficaz sustitución de un panteón por
otro y de unas prácticas y ritos por otros. Una transición facilitada por la similitud
entre lo antiguo y lo nuevo, fundamentalmente porque las dos tradiciones compar-
tían entre otras, una especie de confesión, un rito de comunión, creían en la exis-
tencia de una madre sobrenatural, etc. En definitiva aspectos que incluso influyeron
en los diseños arquitectónicos de los edificios religiosos coloniales que buscaron
en cierta medida una similitud con lo preexistente, con la intención de que el
adoctrinamiento masivo al que se vería sometido el indígena, tuviera su marco
adecuado en el que no se encontrara extraño, estando incluso decorado con una
pintura mural, que iconográfica y técnicamente hundía sus raíces en la imagen de
los espacios prehispánicos.
El panteón prehispánico mesoamericano engloba divinidades tan dispares como
Tláloc, el dios de la lluvia, Quetzalcóatl, Xochipilli, Chalchiutlicue, Coatlicue,
Xochiquetzal, Xipe Totec, Huitzilopochtli, Tonatiuh, Tlazolteotl, entro otras. Mu-
chas de ellas aparecen en la tradición religiosa desde etapas del preclásico como es
el caso de Tláloc, siendo una constancia la relación de las mismas con la agricultu-
ra y fenómenos de la naturaleza vinculados con ella.
La religión en la zona andina siempre estuvo vinculada con la construcción de
centros religiosos desde los que emanaban los dogmas y las prácticas que por ejemplo
caracterizaron el Horizonte Antiguo con Chavín o el Medio con Tiahuanaco. El estudio
que se puede realizar a partir del análisis de las crónicas que desde el siglo XVI se
comienzan a escribir sobre el Imperio peruano, pone de manifiesto la existencia de una
clara doble vertiente a la hora de hablar de la religión andina. Ambas apoyadas en la
existencia de una serie de mitos cosmogónicos que explicaban el origen del mundo, de
los hombres, de las plantas, etc., incluso de su propio universo dentro del cual el inca se
consideraba parte. Todo un corpus de información transmitida de modo oral y donde
juega un papel importante Viracocha, una especie de héroe-padre que será fundamental
en el desarrollo del pueblo inca.
Dentro de estos esquemas que ordenan ese conjunto de creencias que afectarán
a su percepción del universo destacan algunos dioses que actuaban en diferentes
planos y con distintas funciones, que en definitiva regían las fuerzas de la natura-
leza y facilitaban al hombre su sustento y su seguridad. A estos dioses se les daba
el nombre genérico de huacas y se situaban en la base de la religiosidad popular.
Para el caso suramericano, figuras como el Lanzón, el señor de los Báculos que
evoluciona desde una fase chavinoide hasta su representación en la Puerta del Sol
de Tiahuanaco, Viracocha, o la propia conversión de las figuras del Sol y la Luna
como divinidades, mantienen un mayor hermetismo respecto a la claridad de su
sentido fundamentalmente en los dos primeros casos.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 47

DETALLE DE LA ESTELA RAIMONDI. CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).


48 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

No obstante dentro de todo este conjunto de integrantes de la religión preincaica e


incaica que estamos señalando, queremos hacer especial mención de los antepasados
de los ayllu, que momificados y santificados conformaban lo que denominamos como
mallquis llegando a mantenerse como elementos de culto tras la llegada española. Unos
antepasados de cada una de las familias, cuya conservación se veía como elemento
indispensable para reforzar las señas de identidad de los grupos.
En ese sentido, la creencia en una vida tras la muerte, estuvo muy asentada tanto
en Mesoamérica como en la área andina, testimoniándose fundamentalmente en la
aparición de una serie de edificios, ceremoniales y objetos que ratifican este aspec-
to. La presencia de ajuares abundantes en las tumbas tanto de Monte Albán como
en las mochicas, pueden ser un ejemplo de la enorme preocupación que existía por
hacer acompañar al difunto en su viaje más largo. La misma existencia de las dos
formas básicas de enterramiento, incineración e inhumación, muestran la evolución
que a lo largo de su historia conocieron los comportamientos ante la muerte por
parte de estas culturas.

“CODZ POOP”. KABAH. YUCATÁN. (MÉXICO).

Este concepto determinó el desarrollo de todo un conjunto de rituales encaminados


a la conservación del cuerpo momificado, sobre todo en las culturas preincaicas e
incaicas, ayudándose de las especiales condiciones del clima. Culturas como la chin-
chorro, muestran lo tempranas que fueron estas prácticas, que se heredaron en el tiempo
por mochicas e incas. Tanto las condiciones extremas del desierto como las de la alta
montaña, aceleraron los procesos que aún en la actualidad sorprenden por el magnífico
estado de conservación en el que hallan algunos de los cuerpos.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 49

LA ESCRITURA Y EL CALENDARIO

Uno de los máximos exponentes que plasman el desarrollo cultural al que puede
llegar un determinado grupo, incluso para ser considerado como civilización, es la
existencia de los instrumentos necesarios para la comunicación entre los distintos
miembros que lo componen y las sociedades con las que se relacionan. A ello
unimos las posibilidades de control del tiempo que son el reflejo de un alto grado
de evolución, manifestación máxima del control de la aritmética. Detrás de ello se
esconde un paulatino dominio de la Naturaleza que los rodea, de tal manera que el
cómputo de los productos excedentes, así como una mejor manipulación de los
productos agrícolas, provocan la necesaria aparición de la escritura y el calendario.
Respecto a la primera de ellas, la existencia de un lenguaje escrito, en el que se
combinan elementos abstractos con imágenes, pudo tener su origen en el período
olmeca, momento en el que se registra la presencia de elementos esculpidos en los
que aparecen signos de una complicada interpretación. Las posibles relaciones con
la zona maya explicarían la existencia de similares iconografías que se emplean
fundamentalmente en estelas, lo que relaciona desde un primer momento la escritu-
ra con las clases sociales dirigentes, que la emplearían para determinar y marcar
momentos y fechas que se recordarían por su especial significación.

TABLETA DE LOS ESCLAVOS. PALENQUE. (MÉXICO).


50 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ESTELA OLMECA. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 51

Signos que se mantendrían relacionados con lugares destacados como los apare-
cidos en las estelas de la pirámide de Cuicuilco, en el Pedregal de México D.F., y
que anticipan la etapa clásica teotihuacana. Una escritura tremendamente domina-
da por la imagen que encontrará su culminación en los códices mixtecos de la fase
final clásica y que serían el preludio del magnífico desarrollo de la escritura maya
a partir del siglo X d.C. Desde este momento los máximos elementos serán los
desarrollados por éstos, creando un código consistente en signos enmarcados y
compuestos que aún se llaman jeroglíficos ya que solamente se han conseguido
descifrar un tercio de los 820 signos que componen el conjunto total.
El alto grado de sofisticación alcanzado en este sentido, nos obliga a hablar de
ellos diferenciando estos textos precolombinos en dos clases y dos épocas. Los
primeros son epigráficos y están formados por inscripciones monumentales en este-
las y edificios, todos de la etapa clásica. El segundo grupo lo integran los textos
manuscritos en papel de corteza de los que solamente se conservan los códices de
Dresde, París y Madrid. Las inscripciones registran sucesos históricos y míticos,
mientras que los manuscritos presentan fechas, tablas y cómputos astronómicos,
referencias a los dioses, prescripciones rituales y símbolos de dirección. La escritu-
ra se ha reconocido como un sistema compuesto, ni ideográfico, ni puramente
fonético, sino que contiene expresiones en ambos modos.
Por lo que respecta al cómputo del tiempo, los calendarios se testimonian desde
la etapa olmeca en una clara relación de estas culturas con los ciclos vitales de la
Naturaleza que se hacían indispensables controlar, debido a su estrecha vincula-
ción con la producción agrícola de la tierra. Posiblemente sea esta necesidad, la
explicación de la aparición de un obligado control del transcurso del tiempo que
también alcanzó su máximo exponente en la etapa maya. En esta fase encontramos
inscripciones en las que se ofrece el número de días que han transcurrido desde un

CALENDARIO DE SACSAHUAMÁN. CULTURA INCA. CUZCO. (PERÚ).


52 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

punto de partida arbitrario, teniendo en cuenta como señala el profesor Andrés


Ciudad, que el tiempo no se puede conceptuar como un fenómeno estático, sino
recurrente, cíclico, que es susceptible de medir y que puede ser medido en unida-
des jerárquicas manipulables matemáticamente. De esta manera podemos decir que
el calendario, desde su aparición y total definición en el período maya, tiene sus
raíces en la historia, y se ha forjado a partir de la religión, de los horóscopos, de la
adivinación y de la astronomía.
La complejidad que alcanzó en el mundo maya hizo que contarán con varios
ciclos, con unas funciones muy determinadas y que fueron utilizados por las elites
aristocráticas y sacerdotales para legitimar su posicionamiento frente al pueblo.
Siguiendo al profesor Andrés Ciudad, vamos a explicar en que consistía el calenda-
rio maya que es el que alcanzó un mayor grado de complejidad y de elaboración en las
culturas prehispánicas de Mesoamérica. El primer ciclo se conoce con el término de
tzolkin o “cuenta de los días”, que los mayistas han bautizado como almanaque sagra-
do. La unidad básica es el día, cuya designación obedece a la combinación de dos
elementos: un número del 1 al 13 y un conjunto de veinte días con su propio nombre.
Los nombres de los días adaptados al castellano por Fray Diego de Landa son: Imix, Ik,
Akbal, Kan, Chicchan, Cimi, Manik, Lamat, Muluc, Oc, Chuen, Eb, Ben, Ix, Men, Cib,
Caban, Etz’nab, Cauac, Ahau. El proceso consistiría en asimilar un número a un día de
manera sucesiva, 1 Imix, 2 Ik, etc., cerrándose el ciclo cada 260 días.
El segundo calendario define el año solar conocido como Haab y consta de
dieciocho meses de veinte días cada uno, más un mes adicional de cinco días. Sus
nombres son: Pop, Uo, Zip, Zotz, Tpec, Xul, Yaxkin, Mol, Chen, Yax, Zac, Ceh,
Yax, Zac, Ceh, Mac, Kankan, Muan, Pax, Kayak, Cumku, Uateb. La combinación
de este calendario es más parecida al nuestro, de tal manera que cada mes corre los
veinte días correspondientes, 0 Pop, 1 Pop, etc., hasta completar los 360 días.
Estos dos calendarios llegaron a combinarse para dar lugar a la que se conoce
como Rueda Calendárica, que es resultado de combinar 260 x 365, dando lugar a
18.980 días o lo que es lo mismo 73 tzolkin o 52 haab. En este tercer caso los días
irían nombrados de la siguiente manera 1 Imix 0 Pop, 2 Ik 1 Pop, 3 Akbal 2 Pop,
etc. Las dimensiones a las que llegó el cómputo del tiempo hizo necesaria la utili-
zación de unidades, que permitieran medir los períodos de cincuenta y dos años.
Estos órdenes de unidades son Kin que equivale a un día; Uinal que correspon-
de con 29 kines; Tun, es decir 18 uinales; Katun o lo que es lo mismo 20 tunes y
por último Baktun que son 20 katunes.
Conocidas como series iniciales se emplearon continuadamente en estelas, alta-
res, etc., y registran la fecha de erección, mediante la enumeración de los períodos
de 400 años que han pasado desde el cero, así como los períodos de 20 años del
ciclo de 400 en curso. También se da la fecha del monumento concreto en el
período de 20 años y en el calendario ritual de 360 días. En otros bloques de
signos aparecen otros detalles sobre la edad lunar, sobre las regencias divinas im-
plicadas en la composición astronómica del momento y otras series se ocupan de
los cómputos relativos al año solar y a la posición de la tierra respecto del sol. El
sistema incluye signos para los números, para los períodos, para las deidades, para
las direcciones y para las prescripciones rituales, así como para los augurios.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 53

EDIFICIO CONOCIDO CONO “EL CARACOL”. POSIBLE OBSERVATORIO


ASTRONÓMICO. CHICHÉN ITZÁ. YUCATÁN. (MÉXICO).
54 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

La cronología es muy precisa, ya que no puede reaparecer ninguna fecha de


serie hasta después de 374.440 años, y es duradera, puesto que la inscripción de
serie inicial es tan redundante que su mensaje fundamental se puede reconstruir
incluso aunque estén destruidas las dos terceras partes. En la historia clásica maya
se personificaba y deificaba cada período de tiempo, hasta el simple día. El culto y
ritual de los períodos de tiempo sigue vigente, aunque atenuadamente, entre las
remotas comunidades de las tierras altas de Guatemala y el sur de México.
Estas fechas de series iniciales y otras más breves, llamadas expresiones de ca-
lendario redondo, están muchas veces separadas por números que indican distan-
cia, y que señalan los días transcurridos entre las fechas registradas. Éstas a menudo
se refieren a personas, títulos hechos y lugares, y a partir de su lectura se podrá
reconstruir finalmente la historia dinástica de muchos emplazamientos mayas clási-
cos.
Por lo que respecta al área suramericana, sería con los incas con los que se
alcanzaría un mayor grado de desarrollo y expansión cultural. Pero al contrario de
lo que venimos comentando para la zona mesoamericana, en el mundo inca no
existe ninguna clase de escritura, siendo los kipus y la fuerza de la tradición habla-
da los únicos medios que se emplearon para transmitir los acontecimientos históri-
cos. Los kipus, más que una escritura, se convirtieron en el mecanismo que permitió
registrar la marcha del Estado, mediante un sistema de nudos y piedras en cordones
de diversos colores y tamaños que marcaban los acontecimientos, datos estadísti-
cos, batallas, cosechas y expediciones. Cada cosa indicaba su lugar en las cuerdas,
de tal manera que las unidades se colocaban en la extremidad inferior del hilo, las
decenas más arriba y así sucesivamente.
Cada cordón tiene un significado que corresponde a un determinado color y
así el amarillo representa el oro, el blanco la plata, el rojo la guerra, el verde la
sementera, etc. A la muerte de un soberano, los altos dignatarios se reúnen para
considerar los hechos de mayor importancia, seleccionar aquellos que se darán a
conocer al pueblo y los que son de dominio divino. Merced a los kipus los
funcionarios o kipucamayos llevaban cuenta exacta de la población según la
edad y sexo, los nacimientos, muertes, enfermedades, casas, animales, cosechas,
etc.

LA ECONOMÍA (AGRICULTURA Y COMERCIO)

Los primeros grupos que se asientan de una manera estable en el territorio,


culminando el proceso de sedentarización iniciado siglos antes, pusieron de mani-
fiesto la pronta necesidad de consolidar la evolución de dos elementos fundamen-
tales para mantener la estabilidad del grupo, la agricultura y el comercio. El paulatino
calentamiento de la tierra desde las últimas glaciaciones que lo hacían más similar
al actual, permitió que la economía básica de estos grupos se sustentara con un
sistema mixto en el que convivían pesca, recolección, cacería, la propia agricultura
y los intercambios de objetos y productos, siempre dependiendo de las propias
características de los territorios por donde se movían.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 55

ESTELA DE QUIRIGUÁ. (GUATEMALA).


56 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

La agricultura plasmaba en sí misma el largo proceso de contemplación y análi-


sis de la Naturaleza, selección de especies vegetales y su posterior domesticación
para hacerlas productivas, aspecto del que venimos hablando, generando un desa-
rrollo en torno a una de las plantas que más trascendencia ha podido tener en el
desarrollo de una civilización: el maíz.
De las hipótesis más recientes acerca del origen del maíz, encontramos una serie
de apreciaciones que van desde las propuestas de una evolución unilineal hasta los
que defienden trasmutaciones que llevaron la línea evolutiva por caminos que no
se han constatado con la realidad arqueológica. En este sentido jugó un papel
fundamental la cultura indígena que llevó a cabo hibridaciones tendentes al mejo-
ramiento de la especie y a un mayor rendimiento de la planta. Un mecanismo
cultural al que se le unió la incidencia de las condiciones climáticas, topográficas
y aquellas que pudieron afectar a la consecución de su consolidación como base de
la alimentación americana.
Hacia el cuarto milenio antes de Cristo, la domesticación del maíz había dado
sus primeros resultados en México, Centroamérica y Suramérica, un elemento de
vital importancia que incluso derivó en el desarrollo y aparición de diversas tipo-
logías de paisajes como el de chinampas en el Valle de México o el de andenes que
alteraría el medio en la zona andina y que junto con un control efectivo del agua
se convertiría en uno de los pilares de las civilizaciones que se desarrollaron desde
la costa colombiana a la chilena y en los valles interiores de los altiplanos.
Junto al maíz, el cultivo de la calabaza, el aguacate, el chile, la papa o la
mandioca, vinieron a completar un amplio grupo de plantas que se domesticaron

EL GRAN COLIBRÍ. ARTE NAZCA. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 57

de una forma paulatina. Una agricultura que desde un inicio también conoció una
evolución en lo que se refiere a las distintas técnicas y sistemas de cultivo que
evidentemente incidieron en la producción de excedentes, cuya disminución fue la
causa de las crisis del siglo VIII que dieron al traste, por ejemplo en el área mesoame-
ricana con culturas como la teotihuacana o la maya.
El control del agua fue necesario para que se produjera dicho desarrollo y así lo
constatan los innumerables canales que aparecen en yacimientos tempranos como
el olmeca de San Lorenzo, las propias obras de ingeniería que corrigieron el trayec-
to del río San Juan en Teotihuacán o los sistemas de acueductos, canales y andenes
que aparecerán en la región andina, recorriendo las márgenes de los ríos que desde
los Andes, descendían hasta el Pacífico.
Respecto a las rutas comerciales, éstas se definen desde un primer momento
como los vehículos a través de los cuales se pusieron en contacto distantes zonas
de América que intercambiaron productos excedentes y materias primas sobrantes,
en una incipiente articulación económica de las relaciones que llegó a su máximo
culmen en las etapas finales de los imperios americanos de los siglos XIV y XV,
justo antes de la llegada del hombre europeo.
Desde los primeros momentos, los intercambios comerciales permitieron la exis-
tencia de rutas de comunicación que explicaron la presencia de elementos cultura-
les en punto distantes a los de origen. No olvidemos que en la zona mesoamericana
ya los olmecas establecieron vías de penetración a otros espacios como la zona de
los Valles de Oaxaca o el propio altiplano mexicano, en busca de unas áreas que
suplieron las carencias agrícolas de su zona de origen. Por otro lado Teotihuacán
estableció puntos de contacto con la zona del Yucatán y los propios Valles de
Oaxaca y éstos últimos con Monte Albán a la cabeza controlaban rutas hacia el
Golfo, el propio Valle de México, la zona del Pacífico y el área maya.
En la región andina, serían los incas quienes llevaron a cabo una articulación
territorial global que hasta ese momento no se conocía y que las propias condicio-
nes geográficas determinaron en un alto grado, como fue el caso de la propia costa
donde los valles transversales funcionaban como puntos focales de ocupación o
los propios valles interiores andinos que en ocasiones solamente permitían una
verdadera y más rápida comunicación con la zona costera, más que con otras regio-
nes del interior. Unas vinculaciones entre costa e interior que desde las fases Prece-
rámica e Inicial ya constataron la necesidad de realizar intercambios que mantuvieran
un equilibrio en los alimentos de las dietas alimenticias.
58 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÀGENES

LOS SACERDOTES

Uno de los personajes más reproducidos en los ciclos pictóricos clásicos, es la


de una figura, ataviada con una indumentaria tremendamente vistosa, y que repre-
senta a un sacerdote dedicado a servir y realizar los cultos de un determinado dios,
exponente de la organización social que dirigió los designios de las sociedades
clásicas mesoamericanas hasta el año 1000 d.C.

HOMBRE VESTIDO COMO ÁGUILA. CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

Su presencia, generalizada en los ciclos pictóricos de Teotihuacán o de las tum-


bas de Monte Albán, habla de su protagonismo en la estructura social, religiosa e
incluso económica y política de estas ciudades. Su papel intermediario es sin duda
el reflejo de un largo devenir, iniciado en aquellas sociedades igualitarias en las
que sobresalían determinados miembros por sus habilidades propiciatorias y que
consiguieron convertir a toda una maquinaria coercitiva en un mecanismo de con-
trol y dominio social hasta la llegada de las sociedades militarizadas posclásicas,
en las que su papel se diluyó con el del monarca, perdiendo el protagonismo
anterior.
El ejemplo que nos ocupa, compositivamente participa de las características de
la pintura prehispánica, destacando fundamentalmente por la riqueza de la indu-
mentaria con la que se representan. Aparecen dibujados de perfil, aunque existen
los ejemplos de frente, ante un fondo neutro o formando parte de un paisaje con-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 59

vencional, con unos contornos muy claros dominados por la línea y con un empleo
del color en superficies lisas y sin gradaciones en los que dominan los rojos, ver-
des, azules, amarillos y naranjas. Tanto las túnicas como los tocados a veces hacen
difícil su lectura, destacando en ocasiones por portar báculos o la bolsa de copal y
la voluta de la palabra o greca, símbolo de estar llevando a cabo un determinado
ritual. Destacan, de todos los conjuntos, los sacerdotes de los mencionados com-
plejos de Teotihuacán o los de Monte Albán.

LOS GUERREROS DE TULA

Los cambios que se van a producir en el área mesoamericana, con al incursión


de grupos chichimecas desde el norte, se verán reflejados a partir del año 1000, en
una transformación evidente en la iconografía que va a dominar los grandes con-
juntos programáticos de los centros que se construirán a partir de este momento.
Uno de los casos más significativos es el que representa los guerreros del templo de
Quetzalcóatl señor de la mañana o Tlahuizcalpantecuhtli en la ciudad de Tula,
centro neurálgico de la cultura tolteca, la más clásica y reverenciada de las surgi-
das a partir de este momento y hasta la llegada de los españoles.
Como si de verdaderos atlantes se tratara, en realidad retoman la tradición de
soportes pétreos que ya iniciara la Chalchiuhtlicue teotihuacana, conformándose
desde un punto de vista iconográfico, como los representantes del nuevo protago-
nista de la organización social: el guerrero. Diseñados como soportes articulados
en diversos tambores, no dejan de presentar las características de la escultura mesoame-
ricana prehispánica, determinada por la falta de herramientas apropiadas para la
talla de la piedra, y afectando a la presencia de un trabajo de relieve que apenas si
talla en profundidad a la piedra. Junto a ello sobresale su monumentalidad, verda-
deros guardianes del templo que custodiaban y que con su presencia reforzaban su
poder al ubicarse en uno de los puntos más sagrados de la ciudad, constatando los
cambios que se estaban produciendo y que dominarán la vida en las ciudades hasta
el siglo XVI.
Sus rasgos aparecen trabajados en bajorrelieve, incluso meras incisiones en la
superficie de la piedra andesítica en la que están realizados. Presentan un mayor
predomino del volumen sobre la talla, lo que pudo ser una consecuencia de la
propia carencia técnica que comentamos, como por la propia necesidad de trasmitir
fuerza y solidez que se quería conseguir con estas imágenes.
60 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

GUERRERO DE TULA. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 61

XIPE TOTEC

El carácter funcional de los dioses que componen el panteón prehispánico, destaca por
la presencia de algunos de ellos que reflejan la clara intencionalidad propiciatoria de sus
orígenes, vinculados siempre con la necesidad de garantizar el mantenimiento de la ex-
plotación de la tierra. En este sentido, la figura de Xipe Totec, o el dios desollado refleja
muy bien la presencia de divinidades a las que se vinculan no sólo sacerdotes que están
destinados a efectuar los rituales, sino además, la definición de toda una programática
ritual en la que de alguna manera se definen los fines para los que estaban designados.

DIOS XIPE TOTEC. AZTECA.

Sahagún describe la imagen de este dios de la siguiente manera: “…es a manera de


un hombre desnudo que tiene el un lado teñido de amarillo y el otro de leonado; tiene
la cara labrada de ambas partes a manera de una tira angosta que cae desde la frente hasta
la quixada; en la cabeza, a manera de un capillo de diversos colores con unas borlas que
cuelgan hazia las espaldas, tiene vestido un cuero de hombre; tiene los cabellos trança-
dos en dos partes y unas orejeras de oro; está ceñido con unas faldetas verdes que le
llegan hasta las rodillas, con unos caracolillos pendientes; tiene unas cotaras o sanda-
lias; tiene una rodela de color amarillo con un remate de colorado todo alrededor, tiene
un cetro con ambas manos, a manera de la copa de la dormidera, donde tiene la semilla,
con un casquillo de saeta encima empinado”.
La iconografía de este dios es bastante elocuente y clarificadora del acto que repre-
senta, en el que la idea de un nuevo renacer tras la muerte aparece vinculada con el acto
de colocarse la piel de un sacrificado que tiene el sacerdote que rinde culto a este dios.
El sacerdote, de este modo, suele aparecer tocado con la piel del cuerpo y la cara del
sacrificado, colocada como si de un disfraz se tratara y con cuya putrefacción, sobre el
cuerpo de un ser vivo, venía a significar la idea de la renovación cíclica de la naturaleza.
62 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

KIPU.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 63

LOS KIPUS

Uno de los ejemplos más representativos de la falta de una producción escrita de


las culturas prehispánicas y de la importancia de la tradición oral, serán los kipus
incaicos, verdaderos artefactos con los que se llevaba un control efectivo de la
producción, la población e incluso el paso del tiempo.
En esencia se trata de un conjunto de cordones anudados a uno principal, los
cuáles cada uno de ellos tiene un significado que se corresponde a un determinado
color, de tal manera que el amarillo representa el oro, el blanco la plata, el rojo la
guerra, el verde la sementera, etc.
En esencia se trata de un juego de cuerdas que anudadas permitían recoger cada
uno de los cómputos que se querían realizar, logrando ser un sistema con una
perfección que asombró a los propios españoles cuando llegaron a territorio incai-
co en el siglo XVI.

EL VALLE SAGRADO-URUBAMBA

El desarrollo de los valores espirituales y religiosos en la región andina, supuso


desde un primer momento determinar el establecimiento de un conjunto de símbo-
los que funcionaran como elementos intermediarios entre los hombres y las divini-
dades. En el caso concreto del Valle Sagrado, el papel del cultivo y del agua se
aúnan en uno de los conjuntos más impresionantes de identificación de la natura-
leza y lo sagrado.
En todo ello jugó sin duda un papel destacado, la estrecha relación entre la
explotación agrícola de la tierra y las acciones propiciatorias hacia los dioses,
teniendo uno de sus ejemplos más relevantes en la imagen del Valle Sagrado del
Imperio Inca, recorrido por el río Urubamba o Vilcanota. La importancia de la
explotación de la tierra para estas culturas, hizo que desde tempranas fechas estu-
viera vinculada a la idea de un don divino, gracias al cual se podía sostener la
sociedad que las custodiaba.
En este sentido, los trabajos de sometimiento de esa naturaleza por parte de las
culturas prehispánicas adquiere en los Andes uno de los ejemplos más sobresalien-
tes en los que se aprecia no solamente su carácter de trabajo humano, sino de unas
estructuras que se ponen al servicio del culto a determinados dioses.
64 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VISTA DEL VALLE SAGRADO. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 65

APÉNDICE DOCUMENTAL

EL MITO DE COYOLXAUHQUI*

«Mucho honraban los mexicas a Huitzilopochtli, sabían ellos que su origen, su


principio fue de esta manera: En Coatepec, por el rumbo de Tula, había estado vivien-
do, allí habitaba una mujer de nombre Coatlicue. Era madre de los cuatrocientos Suria-
nos y de una hermana de éstos de nombre Coyolxauhqui. Y esta Coatlicue allí hacía
penitencia, barría, tenía a su cargo el barrer; así hacía penitencia, en Coatepec, la mon-
taña de la Serpiente. Y una vez cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje,
como una bola de plumas finas. Enseguida lo recogió Coatlicue, lo colocó en su seno.
Cuando terminó de barrer, buscó la pluma, que había colocado en su seno, pero nada
vio allí. En ese momento Coatlicue quedó encinta. Al ver los cuatrocientos Surianos
que su madre estaba encinta, mucho se enojaron, dijeron: —¿Quién le ha hecho esto?
¿Quién la dejó encinta? Nos afrenta, nos deshonra. Y su hermana Coyolxauhqui les
dijo: —Hermanos, ella nos ha deshonrado, hemos de matar a nuestra madre, la perversa
que se encuentra ya encinta. ¿Quién le hizo lo que lleva en el seno?
Cuando supo esto Coatlicue mucho se espantó, mucho se entristeció. Pero su
hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno, la confortaba, le decía:—No temas, yo
sé lo que tengo que hacer. Habiendo oído Coatlicue las palabras de su hijo mucho
se consoló, se calmó su corazón, se sintió tranquila. Y entre tanto, los cuatrocientos
Surianos se juntaron para tomar un acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su
madre, porque ella les había infamado. Estaban muy enojados, estaban muy irrita-
dos, como si su corazón se les fuera a salir. Coyolxauhqui mucho los incitaba,
avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su madre».

* «La leyenda de la Coyolxauhqui» (Fragmento). Artes de México, nº 7. 2000, pp.18-19.

ORIGEN DEL MUNDO INCA*

«En los tiempos antiguos dicen ser la tierra e provincias de Piru oscura y que en ella
no había lumbre ni día y que había en este tiempo cierta gente en ella la cual gente tenía
cierto señor que la mandaba y a quién ella era sujeta del nombre de esta gente y del
señor que la mandaba no se acuerdan y en estos tiempos que esta tierra era toda noche
dicen que salió de una laguna que es e esta tierra del Perú en la provincia que dicen de
Colla suyo un señor que llamaron Contiti Viracocha, el cual dicen haber sacado consi-
go cierto número de gente del cual número no se acuerdan y como este hubiese salido
de esta laguna fuese de allí a un sitio que junto a esta laguna está donde hoy es un
pueblo que llaman Tiaguanaco en esta provincia ya dicha del Collao y como allí fuese
él y los suyos luego allí improviso dicen hizo el sol y el día y que al Sol mandó que
anduviese por el curso que anda y luego dicen que hizo las estrellas y la luna. El cual
Contiti Viracocha dicen haber salido otra vez antes de aquella y que en esta vez primera
que salió hizo el cielo y la tierra y que todo lo dejó oscuro y que entonces hizo aquella
gente que había en el tiempo de la oscuridad ya dicha y que esta gente le hizo cierto
66 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

deservicio a este Viracocha y como della estuviese enojado tornó esta vez postrera y
salió como antes había hecho y aquella gente primera y a su señor en castigo del enojo
que le hicieron hízole que se tornasen piedra luego ansi como salió y en aquella misma
hora como ya hemos dicho dicen que hizo el sol y día y luna y estrellas y que esto hecho
que en aquel asiento de Tiaguanaco hizo de piedra cierta gente y manera de dechado de
la gente que después había de producir haciéndole en esta manera que hizo de piedra
cierto numero de gente y un principal que la gobernaba y señoreaba y muchas mujeres
preñadas y otras paridas y que los niños tenían en acunas según su usu todo lo cual ansi
hecho de piedra que lo apartaba a cierta parte y que luego hizo otra provincia de gente
en la manera ya dicha y que ansi hizo toda la gente de Perú y de sus provincias allí en
Tiaguanaco formándolas de piedra en la manera ya dicha y como las hubiese acabado
de hacer mandó a toda su gente que se partiesen todos los que él allí consigo tenía
dejando solos dos en su compañía a los cuales dijo que mirasen aquellos bultos y los
nombres que les había dado a cada género de aquellos señalándoles y diciéndoles estos
se llamarán los tales y saldrán de tal fuente en tal provincia y poblarán en ella y allí
serán aumentados y estos otros saldrán de tal cueva y se nombrarán los fulanos y pobla-
rán en tal parte y ansi como yo aquí los tengo pintados y hechos de piedra ansi han de
salir de las fuentes y ríos y cuevas y cerros en las provincias que ansi os he dicho y
nombrado e ireis luego todos vosotros por esta parte señalándoles hacia donde el sol
sale dividiéndolos a cada uno por si y señalándole el derecho que había de llevar».

* BETANZOS, Juan de. Suma y narración de los Incas. Madrid, Ed. Atlas, 1987,
pp. 11-12.

LA FILOSOFÍA DEL TIEMPO MAYA*

«Para los mayas el tiempo constituyó un motivo de interés absorbente. Cada estela y
cada altar se erigían para señalar el paso del tiempo, y por ello la dedicación se hacía al
fin de un período. Es igual que si erigiéramos nosotros un monumento al final de cada
cinco o diez años y grabáramos en él la correspondiente fecha [...], juntamente con
información sobre la edad de la Luna y los dioses entonces regentes. En alguna ocasión
se creyó que los monumentos mayas con inscripciones [...], trataban exclusivamente del
paso del tiempo, de datos sobre la Luna y el planeta Venus, de cálculos calendáricos y
de asuntos sobre los dioses y los rituales implícitos en estos temas; pero los testimonios
arqueológicos demuestran ahora que también se registraron sucesos históricos. Los
textos de los únicos tres manuscritos jeroglíficos que sobrevivieron a la destrucción
están llenos, en su mayor parte, de almanaques adivinatorios y dan información sobre
los aspectos de los dioses de los días, como por ejemplo cuales son favorables o desfa-
vorables para la siembre, la cosecha o la caza. También contienen pasajes sobre asuntos
astronómicos, pero como siempre, la acentuación recae sobre los dioses que intervienen
en ello».

* THOMPSON, J.Eric.S. Grandeza y decadencia de los Mayas. México, FCE,


1995, p. 196.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 67

CAPÍTULO 3:

LA TECNOLOGÍA PREHISPÁNICA

INTRODUCCIÓN

Las civilizaciones de la América prehispánica poseen una aparente semejanza


que oculta una gran diversidad. Las similitudes están en parte condicionadas por la
tecnología que llegan a desarrollar, mucho más precaria que la que se generó en el
Viejo Continente, y que siempre estuvo determinada por una serie de limitaciones
en la manipulación de las materias primas en cada una de las zonas que estudia-
mos. En cambio, las diferencias vienen dadas por las condiciones que impone el
medio a la hora de intevenir sobre él y los materiales que aporta a cada uno de los
grupos, las soluciones necesarias para transformarlo y convertirlo en un espacio
cultural y habitable.
El hierro y el acero eran desconocidos. Excepto en los Andes, las herramientas
de cobre y bronce nunca llegaron a usarse de forma común, aunque el oro y la
plata fueron empleados abundantemente para la fabricación de joyas cuya cali-
dad técnica y estética sorprendió a los mismos orfebres europeos del siglo XVI.
Los arquitectos ignoraban la cúpula y el arco de medio punto. No tenían conoci-
miento de la pólvora, de la acuñación de monedas, de la escritura alfabética, de
la imprenta, de la destilación del ácido, del cristal o de los vidrios para las
ventanas.
El principio de la rueda había sido reconocido en México, pero no era empleado
en ninguna parte para nada más serio que mover juguetes; no había carretones, ni
molinos de viento, ni ruedas de alfarero, ni poleas, ni ninguna de las máquinas que
dependen de ruedas y engranajes. No obstante el grado de desarrollo que alcanza-
ron precisamente intentando solventar los problemas que esta falta de técnica im-
plicaba, demuestra, que la consecución de una civilización no depende exclusivamente
de los avances tecnológicos sino que participan otros condicionantes como el pro-
pia manera de solventar los problemas ante la falta de medios.
68 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CULTURAS DE LA EDAD DE PIEDRA: HERRAMIENTAS Y


TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS

Los pueblos mayas clásicos producían objetos utilitarios y de adorno sólo con
herramientas de piedra, conformando como decimos, un claro ejemplo de cómo un
comportamiento y desarrollo cultural no tiene porque estar determinado por la
calidad y naturaleza de los instrumentos. Sus formas, aunque son comparables a las
realizadas por las civilizaciones del metal de la antigüedad mediterránea, pertene-
cen por su tecnología a una fase neolítica de evolución.

DETALLE ARQUITECTÓNICO DEL JUEGO DE PELOTA. DAINZÚ. (MÉXICO).

La cultura material prehispánica, por lo que respecta a las herramientas, siempre


estuvo muy mediatizada por la necesaria aplicación del metal que se pudo hacer en
cualquiera de las áreas que se han delimitado, de tal manera que incluso el propio
desconocimiento en el uso de los materiales para la obtención de las mismas, se
convirtió en una situación que llegó a determinar que las obras de arquitectura o
ingeniería tuvieran unas determinadas características.
En efecto, el calificativo de cultura de la edad de piedra se aplica fundamental-
mente, por el hecho de ser objetos pétreos los que se van a emplear, por ejemplo, en
la elaboración de muchos de los edificios y esculturas. Exponentes claros de la
producción de estos grupos, solamente podemos hablar de la existencia generaliza-
da de herramientas indígena realizadas con piedras, cuyas características de dureza,
superaban a aquellas sobre las cuales se trabajaba, predominando basaltos, obsidia-
na, cuarzo, pedernal, andesitas o el empleo de las arenas para el acabado final de
esculturas o sillares exteriores de los edificios.
Otras herramientas que han llegado hasta nuestros días son llanas de aplanado,
realizadas con rocas cuyo peso específico era menor que el utilizado para otros
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 69

ANDENES DE MACHU PICCHU. (PERÚ).


70 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

artefactos como tezontles o rocas volcánicas; o las plomadas de las que se conocen
las realizadas en piedra y cerámica.
Las técnicas empleadas para el trabajo de la piedra eran la talla y el picado, con el
posterior pulido de la pieza. La primera requería de un mayor control del proceso,
mediante percusión o presión, empleándose en piezas de pequeño tamaño a las que se
les quería conferir una especial forma que dominaba sobre el volumen. En cambio, la
segunda, es decir el picado, aparece en las esculturas de mayores dimensiones, por
ejemplo en aquellas de carácter público y religioso. Se distingue por un claro predomi-
nio del volumen de la roca sobre la que se trabaja, sobresaliendo la presencia de los
motivos en bajo o medio relieve, en ocasiones simples incisiones que recuerdan al
hueco relieve y donde se realiza un acabado final que consiste en la pulimentación de
la superficie. De este último ejemplo existen piezas de una indudable calidad como las
cabezas de Quetzalcóatl en la pirámide de la Ciudadela de Teotihuacán, en las que se
consigue un trabajo de verdadero calado de la piedra, en el acabado de los dientes de los
ofidios, completándose el resto de los detalles con la aplicación de pintura.

CABEZA DE UNA DE LAS SERPIENTES DE LA PIRÁMIDE DE QUETZALCÓATL.


TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Por otro lado la madera tuvo que jugar un papel importante a pesar de ser pocos los
testimonios que se tienen acerca de su empleo. Fundamentalmente se utilizó en la
construcción de obras públicas y habitaciones, cumpliendo la función de absorber
esfuerzos o librar claros en vanos, funcionando como dinteles, jambas, vigas, etc. Tam-
bién son destacables, aunque menos, las esculturas realizadas en este material y de las
que han llegado pocos ejemplos por sus propias características, las que a duras penas
son capaces de salvar unas condiciones ambientales de alta temperatura y humedad.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 71

PIRÁMIDE DE CUICUILCO. DETALLE. (MÉXICO).


72 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Estas herramientas, junto con el empleo de determinados materiales, permitieron


el desarrollo de una serie de técnicas, más amplias de lo que en principio se puede
considerar a tenor de las claras limitaciones impuestas por el grado de desarrollo
alcanzado. Podríamos señalar tres ejemplos, que muestran qué grado logró la per-
fección técnica en las civilizaciones prehispánicas. Así destacaríamos por un lado
las soluciones aplicadas a la construcción de las grandes pirámides mesoamerica-
nas, por otro las soluciones arquitectónicas ejecutadas por los mayas y por último
el trabajo de la piedra del mundo inca.
Por lo que se refiere al primero de los ejemplos, las soluciones aplicadas en la
construcción de las grandes pirámides o plataformas mesoamericanas son el resul-
tado de un proceso que se inicia en el preclásico, en las primeras fases de yacimien-
tos olmecas de la zona del Golfo, en las que se ejecutaban estas construcciones
mediante el mero amontonamiento de los materiales que proporcionaba el entorno.
La estructura A del yacimiento de la Venta, se toma como ejemplo que inaugura
una evolución que progresivamente iría testimoniando un constante perfecciona-
miento en la elaboración y acabado de estos edificios en períodos intermedios, y
que ejemplificados en la pirámide de Cuicuilco, incorporarían un nuevo compo-
nente como fue una cubierta exterior de piedra. Este proceso encontraría evolutiva-
mente su punto final, en la ciudad de Teotihuacán con la Pirámide del Sol, en la
que se emplea un sistema mixto ya ensayado en Cuicuilco, pero modificado en
planta, y que acabaría perfeccionándose en las estructuras de la pirámide de la
Luna y el Templo de Quetzalcóatl, también en Teotihuacán, que de una forma u
otra se convierten en los primeros capítulos de la arquitectura que se ejecutará con
posterioridad.

LA PIRÁMIDE DE LA LUNA DESDE LA CALZADA DE LOS MUERTOS.


TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 73

En efecto, estos dos edificios se construyen siguiendo un nuevo proceso cons-


tructivo más estable, seguramente con anterioridad al año 300 d. C. La solución se
organiza en torno a un centro realizado con pilastras construidas con láminas de
tepetate, con conductos entre éstas, en los que se amontonaban piedras y tierra. En
las terrazas, muros en forma de alas, sostenían el talud. Después de construir el
esqueleto de pilastras y alas, se rellenaba la masa con tierra, de modo que se avan-
zaba más rápidamente que con el viejo método de acumular capa por capa.
No debemos olvidar que la arquitectura olmeca se había convertido en el primer
episodio de una camino en el que se aplica la tierra como componente fundamental
y donde se emplea un progresivo depósito de grandes volúmenes de materiales que
permitían alcanzar ciertas alturas que se veían limitadas en su desarrollo por los
factores técnicos, de tal forma que la base y altura de los edificios estaba determi-
nada por el ángulo natural de reposo del material.
En el segundo de los ejemplos, la arquitectura maya logró dotar a la ejecución de sus
edificios una calidad tal, que permite sin ninguna duda, hablar de la existencia de un
período clásico en la construcción prehispánica. Una arquitectura en piedra que usará
bóvedas con voladizo y cemento u hormigón de argamasa, todos ellos empleando la
caliza como base de los morteros y revocos. En cuanto a la disposición de las primeras
nos encontramos con una solución en la que mediante un sistema de piedras contrape-
sadas, cada una situada de forma que sobresale por encima de la fila inmediatamente
inferior, se genera la cubrición de espacios estrechos, pero en ocasiones tremendamente
alargados, que solucionaban en algunos casos las necesidades, por parte de las clases
dirigentes de contar con grandes salas de recepción cubiertas.
Una bóveda maya que apoya sobre unos muros de carga, definiendo una estruc-
tura en la que la altura de la aquélla y el soporte es igual. No obstante, el sistema
tiene una inestabilidad inherente, y su equilibrio depende del ajuste entre los dis-
tintos salientes y varios elementos de contrapeso. A la estabilidad contribuían
también el mortero de cal, los núcleos de cemento, las vigas de madera, los muros,
sin olvidar las divisiones interiores que también jugaban su papel. El uso del
cemento o el hormigón para las uniones es una costumbre maya, que no se da en
otros ejemplos de bóvedas con voladizo realizados en otros espacios.
La decoración central del tejado maya, llamada cresta y los falsos frentes, se
conforman en verdaderas cargas, destinadas a contrapesar los muros de sostén con-
tra los voladizos inestables. Normalmente la bóveda maya se asienta con gruesas
vigas de madera en el interior del espacio que cubre, insertadas a medida que
avanzaba la construcción, y cuyo papel era inicialmente mantener separados los
voladizos durante el largo período de secado del mortero, aunque acabaron for-
mando parte del mobiliario interior de la construcción.
En líneas generales se trata de una arquitectura en la que predomina la masa sobre el
volumen y el espacio interno, logrado por el aglutinamiento de grandes cantidades de
material y rellenos de cajones de mampostería con juntas de barro, aprovechando es-
tructuras preexistentes a manera de núcleos, lo que recibe el nombre de superposición.
De tal forma que una estructura concreta podía estar conformada por una serie de estas
superposiciones hasta alcanzar dimensiones colosales, y cuya construcción venía a
legitimar el orden determinado por los cambios de gobernantes.
74 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DETALLE DEL PALACIO. PALENQUE. CHIAPAS. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 75

RESTOS DE DECORACIÓN ESTUCADA. PALENQUE. (MÉXICO).


76 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Por lo que respecta a la arquitectura inca, es sin duda el ejemplo en el que se


alcanza un mayor grado de perfección a la hora de ejecutar los trabajos constructi-
vos, fundamentalmente en lo que al tratamiento de material se refiere. Llevando a
cabo una clasificación básica, podríamos distinguir tres tipos fundamentales de
fábrica. Los muros poligonales, con grandes bloques irregulares de piedra cuidado-
samente encajados; bloques rectangulares de piedra o adobe puestos en fila, más o
menos regulares. Y por último la denominada pirca o muros de rocas sin desbastar
sobre argamasa, que fundamentalmente se empleaban en los muros más sencillos y
en las casas. La mampostería poligonal procedía probablemente de la tradición de
la pirca, y se usaba solo en los muros de contención y paredes de recintos grandes
que requerían dimensiones voluminosas. La albañilería de bloques rectangulares
surgió de los mismos bloques de barro cortados en ángulo recto, y se usaba princi-
palmente para los muros aislados en los que se veían las dos caras.
Los dos métodos fundamentales para unir los muros muestran una extrema pre-
cisión al encajar las piedras, algunas de las cuales presentan señales de cuñas en las
caras externas y hendiduras cóncavas que se ajustan en las piedras inmediatamente
inferiores. En el sistema poligonal, ninguna piedra está sobre una superficie plana,
estando todas coronadas por su soporte, aunque la curva de esta coronación sea
casi imperceptible. La combinación de huecos y cuñas con estos planos curvos,
sugieren de forma inmediata como se encajaban las piedras mediante un sistema
con el que se les daba forma con herramientas de piedra o de bronce y elevándolas
mediante una grúa de madera con cuerdas que sujetaban las cuñas. Era así como se
la podía agarrar mientras se columpiaba y se la encajaba.

DETALLE DE UNO DE LOS EDIFICIOS DE CHICHÉN ITZÁ. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 77

En la albañilería de filas la técnica era menos complicada pero más laboriosa.


En ella no se ven los planos cóncavos de ajuste y la unión se aseguraba por una
abrasión de empuje y arrastre en la superficie plana. La única sustancia entre las
piedras era una fina capa de arcilla rojiza.

LA PLANIFICACIÓN URBANA Y EL CONTROL DEL AGUA

Para muchos estudiosos la existencia de un urbanismo planificado es testimonio


de un grado de civilización más que aceptado. En este sentido la presencia de esta
planificación perfectamente desarrollada, tanto en el ámbito mesoamericano como
en el andino nos lleva a plantear la necesaria existencia y desarrollo de una ciencia
de cálculo, medida y diseño que permitió el que se trazaran algunas de las ciudades
más importantes prehispánicas. Desde Teotihuacán, Monte Albán y Tenochtitlán
en Mesoamérica, hasta Chan Chán, Viracochapampa, Pikillaqta u Ollantaytambo
en la andina, la tradición muestra una perfecta asimilación de unos conceptos de
orden y organización del espacio urbano que se abordará de una manera más con-
creta en los temas correspondientes.

VISTA DE LOS EDIFICIOS PRINCIPALES DE PISAC. (PERÚ).

Por lo que se refiere a la tecnología necesaria para el trazado de la ciudad, son


numerosos loe factores que interviene en la misma. Desde una organización social
clara y perfectamente aceptada, hasta una organización del trabajo que permitiera
acometer las ingentes obras de aterrazamiento y desmonte que son características
78 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANO DEL CENTRO DE MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

en la práctica totalidad de las ciudades. La falta de determinadas condiciones para


acometer dichos trabajos, en muchos casos se vio solventada por una importante
mano de obra que intervino en cada uno de estos trabajos. Los iniciales esfuerzos
encaminados en ciudades como La Venta, a llevar a cabo el desplante de una
importante superficie en la que se definiría una plaza pública, con la construcción
de una estructura como el edificio A, solamente se explican mediante la existencia
de una estructura social perfectamente aceptada, una organización del trabajo defi-
nida y una plusvalía de energía determinada por las condiciones climáticas de la
región del Golfo. Las técnicas de transporte no solamente implicaban el acarreo de
materiales próximos al yacimiento, sino que el papel que juegan los ríos en esta
zona se convirtió en fundamental para explicar el traslado de elementos urbanos
como fueron las grandes piedras que se esculpieron para realizar los altares, estelas
y cabezas colosales que desde le Tuxtlas se llevaron hacia sus zonas de destino, en
una combinación de ingenio y aprovechamiento de las condiciones naturales del
terreno que son las únicas que pueden explicarlas.
Otro de los ejemplos destacados desde un punto de vista tecnológico, es el
trabajo de canalización que se efectúa en Teotihuacán y que afecta a distintas
zonas de la ciudad. Por un lado justifica la existencia de una infraestructura desti-
nada a desaguar algunos sectores de la Calzada de los Muertos; y por otro lado a
un tramo central del río San Juan que atravesaba la zona sur del enclave y que
aproximadamente en el siglo III d.C., se encauzó, permitiendo controlar sus creci-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 79

PALENQUE. RÍO OTUMBA. (MÉXICO).


80 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

das y adaptar una gran extensión de tierra para la construcción de sectores impor-
tantes a partir de ese momento como serían la Ciudadela y el Mercado. Unos traba-
jos que implicaban un perfecto conocimiento de los ciclos del río, además de una
confirmación de los presupuestos organizativos laborales ya corroborados en la
construcción de la Pirámide del Sol. Una pirámide que se había convertido en el
elemento vertebrador del organigrama urbano de la ciudad y que determinó con su
orientación, ligeramente desviada respecto al norte magnético, un perfecto conoci-
miento del trascurso de los astros por el cielo, afectando a la misma orientación de
la gran calzada que se abrió delante de ella, regulando desde ese momento la
ordenación general del enclave.
Ciudades zapotecas como Monte Albán y las mayas como Tikal, Copán, Uxmal
o Chichén Itzá, también conocieron una clara aplicación de la tecnología desarro-
llada y que se analizará concretamente en un capítulo específico.
Por lo que respecta al control de agua, su desarrollo también implicó una serie de
avances técnicos en los que se refiere a su captación y reparto por el territorio. Centros
como San Lorenzo en el Golfo y ciudades como Teotihuacán ya presentaban unos
claros indicios de transformación de los cauces de ríos y la presencia de elementos
urbanos como alcantarillas y colectores que hablaban de una perfecta definición de
estos principios. La propia Monte Albán contaba con un sistema de recogida de aguas
para garantizar la estabilidad de la población que vivía en ella, e incluso Palenque
regularizó, al igual que lo había hecho Teotihuacán, el tramo del río Otumba que
discurre por el centro de la ciudad. No obstante este último ejemplo es totalmente
distinto al aprovechamiento de los recursos hídricos que por ejemplos hicieron ciuda-
des como Chichén Itzá, en las que los cenotes aportaban de una forma natural el agua
que hacía innecesaria la aplicación de una tecnología avanzada para lograr acceder a
aquella. Por lo tanto, podríamos considerarlos ejemplos claros de cómo la disponibili-
dad de determinados recursos incidía de una manera u otra en el agudizamiento en el
desarrollo y control de una tecnología determinada.
No obstante es sin duda en la zona andina en la que se definen un mejor empleo
de estas técnicas. Desde el 1400 a.C., los pueblos que se asientan en los valles
desérticos costeros, tuvieron que desarrollar una tecnología arquitectónica y de
almacenaje del agua para garantizar la explotación de sus cultivos y el consumo
humano. La transformación profunda que sufrió el territorio en la zona inca con los
andenes, que llegaron a alterar los perfiles montañosos, se convierten en pruebas
evidentes del establecimiento de unos principios básicos tecnológicos, cuya au-
sencia no hubiese podido explicar el grado de desarrollo al que llegaron estas
culturas.
La zona andina es el mejor exponente de cómo un territorio, tremendamente condi-
cionante geográficamente, motivó una serie de soluciones que implicaron el uso de
sistemas tecnológicos dirigidos principalmente a vencer y manejar los factores produc-
tivos de la naturaleza, integrando diferentes formar de trabajo y organización social.
Reflejo de ello son los innumerables sistemas agrícolas que se desarrollan y que esta-
blecen una clara diferencia entre la costa y la montaña. Para la primera de las regiones
encontramos sistemas de riego mediante canalizaciones; agricultura en chacras hundi-
das, allí donde la humedad se encuentra a poca profundidad; agricultura en las lomas
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 81

costeras, en lagunas y en achaques, estos últimos estanques excavados en los que se


cultivada, al igual que en las lagunas, junco y totora.
Por lo que respecta al interior, serán más frecuentes los andenes; cultivos en
campos elevados o camellones (Waru-Waru), agricultura de riego en pampas al-
toandinas, agricultura con qochas y cultivo en lagunas en el altiplano.

LA CERÁMICA Y LA METALURGIA

Estas limitaciones técnicas de las que venimos hablando encuentran en la cerámica


y en la metalurgia, dos de los exponentes más representativos del alto grado de calidad
a que se llegó a la hora de elaborar determinados recipientes y objetos, a pesar de las
carencias instrumentales. En el caso concreto de la primera, el desconocimiento de la
rueda, limitó la utilización de una herramienta tan fundamental como el torno. No
obstante, lo que debería haber sido un contratiempo, se convirtió en el mejor revulsivo
para la definición de una enorme variedad de piezas, cuyas tipologías morfológicas van
desde los meros recipientes para contener y guardar productos del campo, hasta piezas
de funcionalidad religiosa como incensarios o máscaras.

VASO CON DOS PICOS Y ASA ESTRIBO. MOTIVOS FELINOS. CERÁMICA POLICRO-
MADA INCISA. PARACAS-CAVERNAS. (PERÚ).
82 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Incluso las técnicas que desarrollan no desmerecen en absoluto los logros de otras
producciones ya que conocieron todas las posibilidades de la cocción en horno, así
como las distintas posibilidades de acabado de las piezas, bien mediante la aplicación
de pintura, ya fuera antes y después de la cochura; bien directamente sobre la arcilla o
aplicándole previamente una capa de estuco con lo que se conseguía repetir a menor
escala los mismos procedimientos de la pintura mural. A ello unimos la incorporación
de piezas, siguiendo la técnica del pastillaje, con lo que se conseguían acabados que
iban más allá de la mera terminación de la cara exterior de un modo bidimensional y se
lograban terminaciones que estaban más próximas a un concepto escultórico del reci-
piente, que enriquecía mucho más las posibilidades de terminación.
Por otro lado, en lo relativo a la extracción de metales de la naturaleza, su manipula-
ción y trabajo posterior para convertirlos en objetos de lujo y socialmente influyentes,
no fue un privilegio de todos los pueblos prehispánicos. Las primeras manifestaciones
de este tipo de técnicas se registran en la zona andina y desde ella, en sucesivas oleadas
por el interior de Centroamérica y por la propia costa pacífica hasta las tierras mixtecas,
se extendió por Mesoamérica en una fecha mucho más tardía a la inicial. La antigüedad
del trabajo de los metales, oro y plata fundamentalmente, y sus posibles aleaciones, se
tiene registrada arqueológicamente entre el 1900 y el 1250 a. C. en las regiones andinas
de Huayhuaca y Mina Perdida, a partir de las cuales posiblemente se expandió por el
resto del continente teniendo en las tierras colombianas uno de sus mejores exponentes,
fundamentalmente el trabajo del oro, en torno al siglo VI a.C.
Los tres descubrimientos que explican el desarrollo de la orfebrería en la zona andi-
na son, en primer lugar el uso de los metales creando aleaciones útiles para reducir la
temperatura durante la fusión y facilitar que los metales blandos mantuvieran su forma.
La segunda fue el método de la soldadura, que consiste en unir diversos trozos, vertien-
do algunas gotas de metal fundido a modo de cola en puntos muy precisos, para dar
volumen a las láminas y transformarlas en objetos tridimensionales e incluso articula-
dos. Y la tercera consistía en la técnica del martillado o repujado, mediante la cual, las
láminas, a menudo de grandes dimensiones, se golpeaban sobre bloques rígidos de
madera o metal duro con una especie de martillo, se cortaban y se forjaban para crear
formas de relieve. Junto a ésta destaca el empleo de la técnica de la cera perdida,
fundamentalmente utilizada por los Moche.
Los objetos que se produjeron se caracterizan por su calidad y diversidad. Coronas,
pulseras, brazaletes, pendientes, pectorales, amuletos, esculturas exentas, etc., en las
que sobresale el hecho de que sea el oro el material predominante, en ocasiones combi-
nado con cobre, aleación que se conoce como tumbaga. Esta circunstancia determina el
hecho de que el oro sea considerado como el primer metal trabajado y apreciado, sobre
todo por su fácil obtención en forma de pepita en los cursos de los ríos. Otros metales
fueron la plata, el cobre y el estaño, cuya aparición se calcula en torno al siglo VI a.C. y
el hierro que entra en el contexto americano con la llegada de los españoles.
La especialidad de los artesanos peruanos era el tratamiento de la superficie
externa de los objetos, en la que utilizaban dos procedimientos. Uno de ellos con-
sistía en la aplicación de una fina lámina de oro sobre la superficie de un objeto de
cobre o plata, y la segunda se denominaba de agotamiento y consistía en hacer
emerger el oro presente en aleaciones con plata y cobre.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 83

TUMI O CUCHILLO DE SACRIFICIO CON EL HÉROE NAYLAMP. ORO,


TURQUESAS Y PLATA. ARTE CHIMÚ. (PERÚ).

La metalurgia como hemos señalado apareció tarde en América Central, datando


los ejemplos más antiguos en torno al 500 d.C., y siendo clara su importación
desde Panamá y su influencia en las culturas tolteca y maya. Desde el 1300 d.C.
aparece en el mundo mixteca en el que se ejecutan objetos por la técnica de la cera
perdida, repujado, filigrana, aleaciones y soldaduras de estaño.
84 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

LA ARQUITECTURA OLMECA

Uno de los primeros capítulos en los que se pueden analizar, cómo las limitacio-
nes técnicas determinaban y condicionaban las formas de los objetos creados, es en
la propia conformación de las primeras estructuras en la cultura olmeca a lo largo
del Preclásico. Aunque desde un punto de vista formal, implantaron el tipo de
pirámide plataforma que tanto éxito tendrá en períodos posteriores, los procesos
constructivos que se empleaban en un primer momento, consistentes en el mero
amontonamiento de piedras y barro, afectaron a la terminación final de estas cons-
trucciones piramidales.

RECONSTRUCCIÓN DE LA ESTRUCTURA A DE LA VENTA. (MÉXICO).

En efecto, la mera disposición de dichos materiales, condicionaba el grado de la


pendiente que se podía levantar, ya que esta no podía nunca sobrepasar el gradien-
te de desplazamiento de los materiales que se veían sometidos a fuerzas que los
hacían deslizarse debido a la inclinación. Esta cuestión es la que se corrige en
construcciones posteriores como la pirámide de Cuicuilco o la propia Pirámide del
Sol que se someten a una cubierta de piedra que dota de una mayor estabilidad a
los núcleos y permiten incluso alcanzar unos mayores gradientes en las inclinacio-
nes que se diseñan.
No obstante, yacimientos tan iniciales como La Venta ofrecen una concepción
global del diseño global del asentamiento, que hasta hoy sorprende por la exacti-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 85

tud con la que están orientados hacia los puntos cardinales los distintos elementos
que la componen, presentando una ligera corrección en su mayor eje norte-sur, en
concreto 8º nor-noroeste, en una muestra clara de orientación buscando la alinea-
ción de los edificios con los solsticios.
Por lo tanto, La Venta se convierte en el primer ejemplo en el que se muestra a
que grado llegó el desarrollo tecnológico de estas culturas mesoamericanas en la
planificación de sus centros, además de la presencia de una conciencia del trabajo
colectivo indispensable para estos fines.

LA ESCULTURA TEOTIHUACANA

Desde un punto de vista escultórico, las carencias de unas herramientas metáli-


cas que permitieran un trabajo más perfecto de los bloques de piedra metamórfica
que se empleaban tanto en los grandes espacios urbanos como a nivel de escultura
exenta, conoció una etapa de esplendor en el período clásico en la ciudad de
Teotihuacán. Tomaremos dos ejemplos del modo de trabajar la piedra por parte de
la cultura teotihuacana. Por un lado la grandiosa Chalchiuhtlicue, y por otro el
trabajo del frente occidental de la pirámide de Quetzalcóatl, uno de los mejores
ejemplos de lo que estamos hablando.
La primera, posiblemente la cariátide que sostenía el techo del templo, dentro
del cual se emplazaba en la parte superior de la Pirámide de la Luna, es un enorme
bloque, cuya silueta contornea la figura de la diosa. La cara delantera, la única
plásticamente articulada, es en realidad un relieve esculpido en un bloque de bulto
redondo. Las manos, la vestimenta, el rostro, están aplanados, acercándose a una
concepción bidimensional de la representación escultórica, donde solamente el
rostro resalta en una rara concepción volumétrica. Sobresale el predominio de la
vista frontal, algunos detalles, pero sobre todo la disposición clara y ordenada de
su conjunto.
No solamente el programa iconográfico que decora todo este sector del edificio,
muestra el grado que había alcanzado la imaginaria mesoamericana, sino que la
propia terminación de estas piezas y su inserción en el conjunto arquitectónico de
la pirámide, nos hablan de un paso hacia delante respecto a etapas anteriores. La
piedra ya se trabaja de una manera perfecta como sillar, para otorgar una mayor
dignidad a ese frente, pero además detalles como los dientes de las serpientes
emplumadas que consiguen conformarse como un calado, exponen los logros de la
técnica de la piedra contra piedra, que regía todas estas labores. A ello se suma los
estudios llevados a cabo relacionados con la inserción de dichos elementos pétreos
que a manera de espigones se insertan en el núcleo de piedra de los tableros,
recibiendo y ejerciendo un juego de tensiones que contribuyen a dar estabilidad a
cada una de las figuras y las zonas en las que se emplazan.
Frente a esta, también en Teotihuacán podemos encontrar otras técnicas como
las de percusión y presión, empleadas con piedras de otra naturaleza como la obsi-
diana, en las que el objetivo era alcanzar una mayor perfección en la forma que se
le quería dar, con lo que el proceso de obtención debía de controlarse mucho más.
86 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CHALCHIUHTLICUE. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 87

ORFEBRERÍA MIXTECA. MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

LA ORFEBRERÍA MIXTECA

Sin duda alguna el estudio de la metalurgia en el mundo prehispánico, muestra


de una forma elocuente el proceso de aparición, desarrollo y expansión de una
técnica desde su punto de origen, hacia zonas lejanas. En ese sentido, incluso los
propios cauces geográficos de comunicación se tienen establecidos, jugando en
88 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ellos un papel fundamental la región de los ríos Cauca y Magdalena en Colombia


y el istmo centramericano.
A pesar de haber llegado con retraso respecto a sus orígenes suramericanos, no
cabe la menor duda de que uno de los capítulos más claros del desarrollo alcanza-
do por la cultura mixteca, además de su arquitectura y sus códices es el del trabajo
de los metales.
Son diversas las piezas que destacan de su producción, pero fundamentalmente
son los pectorales que representan al dios murciélago, encontrados en la tumba 104
de Monte Albán los que nos hablan de dicho desarrollo. Se trata de joyas en las
que el grado alcanzado en la maleación del oro, repujado y trabajo de filigrana se
complementan para alcanzar uno de los conjuntos de piezas más emblemático.
Junto a ello, las diversas influencias que le llegan desde la zona centroamericana
como determinados detalles decorativos, nos hablan del importante papel que jugó
esta zona geográfica intermedia como pasillo natural de paso de influencias entre
la región andina y la mesoamericana.
En el caso del “Caballero de la Muerte”, pieza emblemática datada en el siglo
XIII d.C., las calidades del trabajo del metal, así como las influencias formales de la
pieza, hablan de una clara vinculación con tierras centroamericanas como las pana-
meñas. En este caso, el colgante representa un esqueleto tocado con un penacho de
filigrana, y de cuyo cuello salen dos anchas pestañas laterales que equilibran el
pesado adorno en una posición plana en el pecho de quién lo lleva. En sendas
pestañas aparecen signos como el anual en forma de A y O entrecruzados que son
propiamente mixtecas.

LA CERÁMICA MOCHICA

Uno de los aspectos más reseñados de la cerámica prehispánica ha sido la capa-


cidad de crear objetos de una tremenda variedad, sin contar con uno de los elemen-
tos más necesarios desde el punto de vista técnico, la rueda.
Este inconveniente no impidió que se llegara a la perfección en otro tipo de
procesos como el control de la cocción de la pieza y la propia aplicación del color
en la misma, aspectos que contribuyeron a lograr unos acabados de una gran per-
fección y calidad que hoy distinguen a producciones como la cerámica teotihuaca-
na, zapoteca, maya, mochica o nazca.
En este sentido, la cerámica prehispánica es un ejemplo claro de cómo no nece-
sariamente los avances técnicos tienen que afectar a la calidad y cantidad de obje-
tos producidos. Así, la carencia de una máquina como la rueda aplicada al torno,
no sólo no ha sido un contratiempo, sino que afectó a una elaboración de calidad
en la que destaca fundamentalmente la diversidad de formas. El caso de la cerámica
mochica es paradigmático, no sólo por su calidad, sino incluso por la personalidad
que sus autores le supieron imprimir al trasmitir formas y tipos de la vida diaria,
además de una producción de retratos que ha sobresalido sobre las demás produci-
das en la América prehispánica, convirtiéndose en un aporte fundamental ante la
falta de documentación escrita que caracteriza a estas culturas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 89

HOMBRE VENADO CAUTIVO. ARTE MOCHICA. (PERÚ).


90 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Los vasos-retrato, en los que se representan una y otra vez cabezas humanas
distintas, son de un realismo y una belleza clásicas inigualables; las vasijas zo-
omorfas destacan por su naturalismo; son también excepcionales los vasos filomór-
ficos y los globulares y troncocónicos, caracterizados por la presencia de las
características asa estribo o de doble pico o puente. Unas formas en las que no
podemos olvidar la pintura en la que destaca una decoración con temas geométri-
cos generalmente en la parte superior de la vasija, dejando le resto de la superficie
a la representación de escenas diversas de caza, pesca, mitologías y de guerra.

LOS ANDENES INCAICOS

Desde un punto de vista tecnológico, no cabe la menor duda que la captación,


control y reparto del agua por parte de los grupos suramericanos ha sido y es en la
actualidad uno de los aspectos que más destaca de unas culturas que desde sus
inicios supieron adaptarse a las carencias del medio.
Si bien se trata de unos procesos que se testimonian en muchos asentamientos
de las dos áreas principales que se estudian, la mesoamericana y la andina, sin duda
destacan en esta último, debido al propio carácter climático de la región, donde el
desierto costero impone unas condiciones de vida extremas que provocaron la
aparición de unas técnicas de captación y transporte del agua desde puntos muy
distantes que evidenciaron la agudeza de las soluciones empleadas y el grado de
expansión que alcanzaron ya que muchas de ellas sirvieron para tener en explota-
ción una superficie de tierras, muy superior a las que en la actualidad se emplean.
La alteración del paisaje por parte de estos grupos tiene en los andenes de
Machu Picchu o Pisac, uno de los exponentes más relevantes de cómo el hombre
fue capaz de transformar el medio para acomodarlo a sus necesidades, mostrando
una gran capacidad de organización y de trabajo que era indispensable para mover
y trasladar grandes cantidades de piedra sin contar con elementos como la rueda
que hubiera facilitado en gran medida las cosas.
La creación de estas terrazas no son más que la muestra de la necesaria adapta-
ción del medio para aprovecharlo hasta al máximo desde un punto de vista agrario
teniendo en cuenta dos vertientes. Por un lado la necesaria creación de terreno que
cultivar en un territorio tremendamente montañoso. Un terreno que se conformaba
alejado de los cauces de los ríos y de sus avenidas anuales. Y por otro lado el
necesario control de un gradiente de la pendiente que se hacía imposible para
frenar el discurrir del agua, aspecto que solamente suavizando estas pendientes
permitía un mejor aprovechamiento de este elemento.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 91

DETALLE DEL EMPLEO DE LA PIEDRA EN LA CULTURA INCA. PISAC. (PERÚ).


92 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

LA LABRA DE LA PIEDRA*

«En el uso de la piedra el hombre ha puesto desde la más remota antigüedad las
primeras facultades de su ingenio, y el modo de usarla y de labrarla va marcando,
por decirlo así, los pasos de la infancia de la humanidad.
Los indios de la Altiplanicie Central manejaron la piedra con singular habili-
dad. Sin embargo, ha llamado siempre la atención de los arqueólogos, familiariza-
dos con las ruinas y vestigios de las antiguas razas pobladoras de México, esa
especie de contraste que se advierte entre las manifestaciones de una muy adelan-
tada civilización, reflejada en sus concepciones mitológicas y artísticas, en su or-
ganización social y en muchos otros órdenes, y el estado algo rudimentario en que
se mantuvieron en otras muchas cosas. Esto fue debido principalmente a su desco-
nocimiento del uso de los metales industriales. Por un lado, estos hombres, con su
peculiar civilización, aparecen muy adelantados para la época en que vivieron, y
por otro, casi retroceden hasta remontarse a las razas todavía en estado de semibar-
barie. Estas anomalías resultan evidentemente del aislamiento en que debieron
vivir por siglos estos grupos humanos, sin recibir de otros pueblos los beneficios
de un intercambio de ideas, de conocimientos y de costumbres.
Si, como quieren los historiadores, los constructores primitivos de Teotihuacán,
llámense toltecas o cualquier otro modo, son de los civilizados más antiguos de la
Altiplanicie Central, resultan ser, como bien se dice, los educadores de los aboríge-
nes, nómadas y bárbaros, y los que dieron a las posteriores tribus, inmigrantes
también, turbulentas y guerreras, gran parte de sus adelantos y civilización.
Si, desde el punto de vista de la concepción estética, los teotihuacanos alcanza-
ron la supremacía sobre sus sucesores, éstos con elementos de aquellos, adquirieron
más habilidad mecánica, sumando lo que sabían a lo que aprendieron de los tolte-
cas.
Estas ideas se adivinan con bastante claridad estudiando la ladra de las piedras.
Las aztecas tienen más complicados motivos y más ideas y simbolizan mejor lo
que quisieron representar, empleando mayor variedad de piedras duras.
Los constructores de Teotihuacán seguramente desconocieron el empleo de los
metales como utensilios para quebrar, tallas y pulir las piedras. Por eso asombra ver
cómo pudieron manejar tan pesados materiales y labrar con gran maestría ídolos,
vasos, almenas, columnas y piedras simbólicas que pesan, algunas, varias tonela-
das. La figura geométrica y la simetría en estos objetos labrados son casi perfectas.
Por ejemplo, los escalones tallados en piedra están también relabrados y a escua-
dra, como lo puede hacer, con excelente herramienta, un artífice moderno».

* ORDÓÑEZ, Ezequiel. “Arquitectura y escultura. Segunda parte: Escultura, 1.


La labra de la piedra”. En La población del valle de Teotihuacán, vol. II, pp. 164-
165.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 93

CAPÍTULO 4:

TESTIMONIOS INICIALES DE LA PRESENCIA HUMANA


EN AMÉRICA

INTRODUCCIÓN.

El estudio de las primeras manifestaciones que evidencian la presencia del


hombre en el territorio americano, permiten demostrar la temprana existencia de
una serie de objetos dotados de algo más que una mera función utilitaria y en los
que se constata una clara definición de sus formas. Los procesos que se llevan a
cabo de dominio del territorio, sedentarización y selección de ámbitos naturales
con unas especiales características, así como la determinante elaboración de arte-
factos, condicionarán en cierta medida la evolución de etapas posteriores al de-
pender de estos primeros momentos, situaciones como la selección de determinados
hábitos alimenticios que afectarán a un conjunto de animales y plantas, que se
convertirán en la base de las civilizaciones posteriores. La elección de emplaza-
mientos en torno a fuentes de agua estables como el Lago de Texcoco o el propio
Titicaca, junto a las cuencas fluviales; o puntos de fácil defensa como los asenta-
mientos en los valles de Oaxaca o la misma ciudad de Cuzco, marcan los comien-
zos de aspectos que se convertirán en esenciales para comprender las primeras
etapas de la presencia humana en América. Es por esta especial importancia que
creemos tiene el conocimiento de estos comportamientos, por lo que se le dedica
un capítulo específico.
No podemos perder de vista que el itinerario seguido por los primeros grupos
humanos, a través del puente tendido entre Asia y América, fue en realidad la etapa
final de un proceso que comenzó medio millón de años antes en África, y a la vez
el inicio de la presencia del hombre en América. Los continuos movimientos de
bandas de cazadores-recolectores hacia el norte y el este habían culminado en una
ampliación del ámbito de ocupación humana desde las sabanas tropicales africa-
nas, hasta las frías tundras esteparias del norte de Asia.
94 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DE CAZADORES-RECOLECTORES A SEDENTARIOS

El proceso evolutivo que llevó a los grupos americanos a pasar de ser cazadores-
recolectores a sedentarios, se convierte en el mejor reflejo de la paulatina comple-
jidad a la que se estaban viendo sometidos, y que de alguna manera manifestaba
los propios efectos que los cambios climáticos, fundamentalmente el final de la
última glaciación, estaban ocasionando en sus patrones de comportamiento.
La etapa que se desarrolla a lo largo del Lítico Superior, entre el 15000 y el
3000 a.C., viene caracterizada por la paulatina evolución del clima de finales del
Pleistoceno hacia otro más seco que afectó a las propias características de la fauna
y la vegetación, provocando la muerte de los grandes animales y la evolución
vegetal. En ese proceso el hombre tuvo que readaptarse a estas nuevas condiciones,
lo que provocó una evolución técnica en sus herramientas de caza que vieron
como pasaron a realizarse mediante métodos mixtos de percusión y presión, y un
cambio en sus comportamientos tantos individuales como de grupo.

VISTA DEL LAGO BAIKAL. (RUSIA).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 95

Las plantas, por un lado, más adaptadas a los nuevas condiciones de sequía iban a
conocer también unas mutaciones que las hicieron más resistentes al clima y a unas
exigencias de producción que facilitaron el paulatino sedentarismo de las comunida-
des. Por otro, los animales iniciaron unos procesos evolutivos hacia tamaños más pe-
queños y una mayor agilidad y rapidez en sus movimientos, lo que se tradujo en un
cambio de la dieta alimenticia que trastocó los modos de comportamiento.
Durante los 5000 años anteriores al nacimiento de las sociedades urbanas pro-
piamente dichas se testimonia la domesticación de plantas, en yacimientos de Te-
huantepec, junto con los animales, desarrollándose incipientemente la vida rural.
De la misma manera, en el área andina se evidencia en un período posterior en el
tiempo, la domesticación de especies vegetales como la mandioca o la papaya, que
junto con el maíz que probablemente llegó desde el área mesoamericana, en torno
al 3000 a.C., se convirtieron en la base del desarrollo de grupos que encontraron en
la complementación de otros componentes como los marinos en la costa y la caza
en el interior, la base necesaria para una dieta alimenticia consistente.

LOS PRIMEROS GRUPOS APROVECHARON DESDE LA PREHISTORIA LOS ABRIGOS


NATURALES PARA PROTEGERSE.

Todos esos cambios también afectaron a las herramientas de piedra, donde se asistió
al desarrollo de unos objetos de menores tamaños y una mayor calidad en los acabados,
en los que se percibe un paulatino abandono de los procesos de percusión por los de
presión, o la combinación de ambos, lo que permitía un mayor control en el trabajo del
tallado. Todo ello no es más que el reflejo de la adaptación, como venimos diciendo de
96 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LAS PUNTAS FOLSOM SON UNO DE LOS PRIMEROS TESTIMONIOS


DE ARTEFACTOS EN AMÉRICA.

toda una serie de piezas a las nuevas condiciones de la naturaleza en la que se desenvol-
vían los distintos grupos, de tal manera que sus diseños responden a una clara adapta-
ción a las nuevas circunstancias, y que se reflejan plenamente en la evolución de las
puntas de flecha Clovis, más grandes y de menor perfección que las Folsom, que se
caracterizaban por un diseño más pequeño y especializado, y exponentes claros de
estos cambios materiales de los que venimos hablando.
En efecto, posiblemente las puntas Clovis sean uno de los mejores ejemplos de
la etapa que se desarrolla en América a partir del 9500-9000 a.C., y en la que
podemos constatar unas pautas de comportamiento protagonizados por grupos de
cazadores. La vinculación de los primeros restos de este tipo de artefactos con
animales como los mamuts, junto a sus formas lanceoladas con un tamaño que
varía entre los 7 y los 15 cms., bifaciales y hechas por la técnica de la percusión,
las sitúa en una período intermedio, entre las más definidas y avanzadas Folsom, y
etapas denominadas en algunos casos pre-clovis, coincidentes con los primeros
momentos de distribución del hombre por el continente americano. La clara evi-
dencia de la búsqueda de un perfeccionamiento en el diseño de estas piezas se
puede comprobar en el acanalamiento que tienen en la base, probablemente reali-
zado para permitir una mejor adaptación al vástago de la flecha. Una zona puli-
mentada que evitaría que las tiras de cuero que las ataban se rompieran.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 97

LOS CAMBIOS QUE SE PRODUCEN EN LAS CONDICIONES AMBIENTALES, AFECTA-


RON A LA FABRICACIÓN DE ARMAS PARA CAZAR. PUNTAS CLOVIS.

Para el caso suramericano, podemos señalar una ocupación efectiva del territo-
rio en torno al 9000 a.C. por grupos que realizaban puntas muy similares a las
Clovis. A diferencia de las norteamericanas, éstas tienen cuerpos gruesos con pén-
dulos marcadamente delgados, que abarcan una tercera parte de la longitud de la
punta, de ahí que se las conozca como “cola de pescado”. Sin embargo, algunas
presentan semejanza con puntas encontradas en el sureste de los Estados Unidos, lo
que demuestra una relación entre ambas, refrendada por hallazgos en Panamá y
Costa Rica. La similitud entre éstas últimas y hallazgos de la Patagonia habla de
una migración muy rápida. De la misma manera que en el norte del continente, la
vinculación de los primeros pobladores suramericanos con la caza de mamíferos de
gran tamaño se conforma, por la asociación en algunos sitios de estos artefactos
con restos de animales extinguidos, como caballos, mastodontes o perezosos gi-
gantes, evidenciándose también un cambio de actitud en la caza provocada por la
desaparición de algunas de esas especies.
Las evidencias de unos cambios alimenticios, con una mayor diversidad en la
dieta, con la incorporación de vegetales, se constata en una fase coincidente con la
desaparición de las especies animales o un cambio en las mismas para adaptarse a
las nuevas condiciones en torno al 7000 a.C.
98 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LOS PRIMEROS AGRUPAMIENTOS HUMANOS

Es en el arco cronológico que se desarrolla entre el 10000 y el 8000 a.C. cuando


podemos hablar de la definición de los primeros modelos de asentamientos. El
proceso de estabilización que conocieron los diversos grupos y del que venimos
hablando, determinó una serie de cambios en sus comportamientos, que hasta unas
generaciones anteriores habían conocido un sistema de vida organizado en torno al
nomadismo y a la búsqueda del alimento, allí donde éste se encontrara. Este esque-
ma que se altera desde el mismo momento en el que cambian los principios de
subsistencia, afectó a otros aspectos como el problema de la vivienda.

VIVIENDA PREHISTÓRICA.

Inicialmente podemos hablar de unos asentamientos que se definen como agru-


paciones temporales, o incluso transitorias, de espacios de habitación próximas a
las zonas de explotación agropecuaria de las que dependen. En este sentido la
aparición de la agricultura determinó sin duda la evolución de este patrón de asen-
tamiento que buscaba la localización de recursos destinados a garantizar la estabi-
lidad en el tiempo del asentamiento, y cuyas consecuencias son la identificación
de sitios con elementos suficientes para el sostenimiento de la población que a
partir de ahora se va a caracterizar por desenvolverse en un crecimiento constante.
Todo un proceso donde dos elementos juegan un papel fundamental. Por un lado
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 99

la fuente de agua junto con la garantía de alimento y por otro la presencia de


materiales indispensables para la construcción de las viviendas.
En este sentido al aceptar que los primeros asentamientos se situaron en las
proximidades de fuentes de agua, es muy probable que los materiales de construc-
ción procedieran de estos mismos enclaves, soluciones que entraron a formar parte
de las técnicas constructivas que se incorporaron al subconsciente colectivo de las
sociedades prehispánicas y que se mantendrán hasta las últimas etapas anteriores a
la llegada de los españoles.
Para un análisis más profundo respecto al tema, tomemos como ejemplo la divi-
sión que algunos autores hacen respecto a los enclaves clovis. Por lo que se refiere
a sus patrones de asentamiento podemos hablar de sitios de matanza, canteras,
campamentos de caza y campamentos base. Respecto a los primeros, los sitios de
matanza se localizan por lo general cerca de antiguas lagunas o arroyos, llegando
a enclaves de un marcado carácter lacustre. En uno u otro caso las posibilidades
varían dependiendo de los lugares en los que se cazaban a los animales y donde
éstos caían muertos.
Para el caso de las canteras, desde muy pronto los primitivos habitantes descu-
brieron rápidamente fuentes de pedernal con las cuales fabricaron sus instrumentos.
Por lo que se refiere a los campamentos de caza, eran probablemente ocupados por
pequeños grupos de hombres que hacían y reparaban sus instrumentos y armas
mientras esperaban que los animales pasaran cerca. Se trata de campamentos que
están situados en tierras altas desde donde se podían ver las orillas del lago en el
que los animales solían beber, o los valles que atravesaban durante sus migraciones
estacionales.
Por último los campamentos base se distinguen por su mayor tamaño y por una
mayor diversidad de los materiales, exponente claro de una mayor cantidad de
actividades, incipientes casos de especialización del trabajo. En algunos ejemplos
se trata de enclaves en los que se recogen restos de estructuras de madera que
serían testimonio directo de una cierta estacionalidad en la utilización de los mis-
mos, un aspecto éste interesante ya que pondría las bases para entender la definiti-
va ubicación de muchos de los asentamientos primarios que se pueden estudiar
tanto en Mesoamérica como en la zona andina.
El descubrimiento de la agricultura determinó unos cambios en los modelos
anteriores. La misma evolución que ésta conoce se puede reflejar en una mayor
definición de los patrones de asentamiento. Aunque los intentos por determinar el
momento en el que se definen lugares estables en los que se pueden distinguir
restos de habitación y de depósito de alimentos, han sido diversos los restos más
evidentes de aldeas agrícolas hay que situarlos en Tehuacán en torno al 1700 a.C.
En el caso de la región andina los restos son anteriores a los mesoamericanos,
Aquí podemos hablar de fechas en tono al 3000-2500 a.C., para situar los primeros
casos de aldeas estables, en las que no solo se registran un aumento en los depósi-
tos de alimentos, sino una diversidad en los mismos, restos animales y de plantas,
y la construcción de estructuras arquitectónicas en las que se pueden diferenciar
desde espacios de habitación a complejos de piedra, posibles santuarios, que ha-
blan de incipientes estructuraciones sociales, con presencia de dirigentes y una
100 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

necesaria jerarquización interna. Valdivia en la costa ecuatoriana, Huaca Prieta en


la peruana y la región de Ancón-Chillón pueden ejemplificar algunos de los casos
más antiguos.

HUESO DE TEQUIXQUIAC. (MÉXICO).

MESOAMÉRICA: TEPEXPAN Y TEQUIXQUIAC

Dejando a un lado los hallazgos que se producen en lo que es actualmente


Norteamérica, y centrando nuestra atención en el núcleo mesoamericano, tenemos
que señalar la existencia de hallazgos prehistóricos, fundamentalmente líticos, da-
tados en fechas más cercanas a nosotros que las de los yacimientos del norte del
continente. Situando su etapa final en torno al 14000 a.C., se apunta a un comien-
zo desconocido, del que se tienen pocos indicios que anuncien una datación abso-
luta no exenta de problemas. En la actualidad los restos más antiguos relacionados
con el hombre son unos supuestos hogares, restos de animales extinguidos y algu-
nos artefactos, en ocasiones de dudosa realidad y cronología, realizados con el
roquedo de los lugares en los que se localizaban estos asentamientos y que han
permitido establecer dataciones de aproximadamente el 25000 a.C.
Los sitios más destacados de este período de la prehistoria mesoamericana son
las localidades de Tlapacoya, Caulapan, Valsequillo y Tehuacán en las tierras altas
del centro de Mesoamérica. Fuera de ellas señalamos los nombres de Laguna de
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 101

Chapala, en la Baja California y Cueva del Diablo en el estado mexicano de Ta-


maulipas. Mucho más hacia el sur, los lugares y cuevas de Chamalacatlán y algo
más tardía la cueva de Teopisca y Santa Marta en las tierras altas de Chiapas.
No obstante queremos referirnos a dos de ellos por su importancia y significa-
ción dentro del conjunto de enclaves estudiados. La población de Tepexpán se
encuentra cerca del actual México D.F., emplazada sobre un árido lecho del dese-
cado lago de Texcoco. Un enclave que delata que Tepexpán fue durante largo
tiempo un foco de atención para los prehistoriadores que habían encontrado en sus
proximidades desde los años cuarenta restos de una especie de elefante junto a
lechos de playas y pantanos.

LOS LAGOS SE CONVIRTIERON DESDE UN PRINCIPIO EN PUNTOS EN LOS QUE SE


LOCALIZARON LOS GRUPOS HUMANOS.

Los restos óseos encontrados de un elefante y un cráneo humano junto con una
lasca de obsidiana con huellas de utilización permitieron configurar una hipótesis
sobre la convivencia de este tipo de especies desaparecidas con los seres humanos.
El hombre de Tepexpán presentaba una posición en decúbito ventral flexionado.
Las primeras hipótesis proponen la posibilidad de que se trate de un personaje que
participó en la cacería del elefante hallado en primera instancia y fue gravemente
herido, por lo que sus compañeros lo acercaron hacia la playa siendo abandonado.
La parte de la osamenta que presentó una mejor conservación fue el cráneo y
mandíbula, lo que permitió la reconstrucción tanto del propio individuo como de
la escena de la cacería.
102 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PINTURAS RUPESTRES SURAMERICANAS.

Las primeras aproximaciones datan el hallazgo hacia finales del Pleistoceno lo


que lo ubica como uno de los más antiguos del continente americano
Más reciente en el tiempo, ya que se ubica aproximadamente en el año 10000 a.C. es
el hueso de Tequixquiac, en la actualidad en el Museo Nacional de Antropología de
México D.F. Se trata del hueso sacro de una especie de la familia de las llamas que ha
sido aprovechado por su forma para ser convertido mediante la incisión de algunos
rasgos, en la cabeza de un Coyote, con lo que nos encontramos ante una producción
cultural que va más allá de la mera funcionalidad, para adquirir connotaciones mágico
religiosas de una indudable relevancia en el estudio de etapas posteriores.

LAS PRIMERAS EXPRESIONES CULTURALES EN EL ÁREA ANDINA

Frente a los anteriores, los restos más antiguos de la cultura de los primitivos
habitantes de Suramérica que se conocen, son una serie de instrumentos de piedra,
toscamente tallados y procedentes de la región de Ayacucho, y que remontan la
antigüedad del hombre suramericano a unos 16000 años a.C. Estos restos eviden-
cian la entrada del hombre a Suramérica desde América Central durante el Pleisto-
ceno, probablemente con anterioridad a los 14000 a.C., y que convivieron con los
grandes animales de la fauna americana que desaparecieron en torno al 10000 a.C.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 103

Los instrumentos de piedra de estos habitantes primitivos corresponden al cono-


cido como estadio Pre-puntas de Proyectil, ya que se trata de utensilios poco dife-
renciados y que se agrupan en tres tradiciones diferentes, de dispersión variable a
lo largo del continente. Se sabe muy poco de la cultura de los fabricantes de dichos
instrumentos, tan solo que eran con toda seguridad cazadores y recolectores de
alimentos. Y es probable que muchos de estos instrumentos fueran de carácter
secundario, ya que se fabricarían muchos otros con materiales perecederos, como la
madera o el hueso, con los que también se realizarían las primeras manifestaciones
artísticas de las que no nos ha llegado prácticamente nada, a lo que tenemos que
unir los primeros testimonios de música, danza u oratoria.
Respecto a ello, las más antiguas manifestaciones artísticas encontradas en Sura-
mérica se refieren a las producidas por grupos que o bien eran descendientes de los
primeros habitantes o pertenecientes a una segunda oleada que en torno al 9000
a.C., ocupan los altiplanos andinos, dejando unos restos materiales que se han
clasificado en diversas culturas, según sus características espaciales y temporales,
pero que tenían en común la manufactura de instrumentos de piedra muy especia-
lizados, como puntas de proyectil para la caza y otros utensilios para el tratamiento
de la carne y las pieles.
Son estos grupos de cazadores los que han dejado un arte espléndido en las
paredes y abrigos de toda la región andina, pinturas en las que se reflejan una
aguda percepción de la naturaleza, un profundo conocimiento del mundo animal,
un sentido del movimiento y una considerable capacidad expresiva y de síntesis.
El marco cronológico en el que se han de ubicar estas manifestaciones se sitúa
entre el 12000 a.C. y el 500 d. C. Las pinturas rupestres muestran un amplio espec-
tro de estilos diferentes. Los estilos negativos o improntas de manos comunes en el
sur de Argentina suelen asociarse con puntos, líneas de puntos, círculos, cruces,
huellas de animales; los estilos de escenas reproducen cacerías, como cercos a
guanacos, rastreos y persecuciones, o manadas de animales en diversas actitudes;
en los estilos de grecas o geométricos complejos se introducen, aparentemente
motivos nuevos y tal vez desconocidos para los artistas, posiblemente surgidos por
los contactos con otros grupos de distinta cultura, como el tema de la greca escalo-
nada de importante tradición en el arte prehispánico americano.
El material utilizado para las pinturas se compone de colorantes de origen mine-
ral, hematitas, óxidos de hierro, óxidos de cobre, que producen, tonos ocres, rojos,
amarillos, verdosos. El color se disolvía en agua o en alguna materia grasa y se
aplicaba con una especie de hisopillo hecho con una ramita delgada en cuyo extre-
mo se enrollaba un mechón de lana; o simplemente se daba con los dedos, pero
siempre con trazos firmes y seguros.
Un tema de gran interés que plantean estas pinturas es el de su posible intencio-
nalidad y significado. Aunque no existe un acuerdo generalizado al respecto, pare-
ce existir un cierto consenso en interpretarlas dentro de un contexto ritual y como
parte de ceremonias de magia de propiciación. A esta idea ayuda el hecho de que
estas pinturas se han encontrado siempre en sitios de acceso difícil y que nunca
han sido lugares de habitación prolongados sino que sólo se ocuparon esporádica-
mente.
104 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Los cambios propiciados por la etapa neolítica en Suramérica y que evidente-


mente se plasmaron en los cambios alimentarios y de organización interna de los
diversos grupos que se distribuían por el área geográfica que centra nuestro interés,
afectaron también a sus manifestaciones culturales y artísticas. Unas artes que se
plasmarán, e iniciarán un recorrido hacia la tradición en campos como la cestería,
los mates o calabazas decoradas y sobre todo los tejidos.
Este período que se inicia en torno al 6000 a.C., aún no conoce la existencia de
la cerámica lo que determinará que fuera común el empleo de calabazas secadas y
vaciadas que se llegaban a trabajar y decorar con sumo cuidado habiéndose encon-
trado ejemplares formando parte de ajuares funerarios. Se trata de objetos decora-
dos con elementos geométricos como líneas paralelas, donde aparece también la
figura humana muy estilizada con las caras colocadas en lados opuestos y los
cuerpos y extremidades cruzados. Se trata en definitiva de piezas trabajadas con la
técnica del pirograbado, de un acabado muy conseguido lo que evidencia el hecho
de que no se trata de manifestaciones aisladas, junto a ello tampoco se pueden
considerar como piezas incipientes ya que se decoran con un estilo muy elaborado.
El arte y la técnica del tejido se inician también en este período, favorecidas por la
extensión del cultivo del algodón, un trabajo que presenta dos técnicas en esta fase
inicial, previa a la aparición del telar. Por un lado tenemos el entrelazado o especie de
tejido rústico a mano, sobre hilos que hacen la función de urdimbre; y el anillado, o
utilización de un único hilo que se irá enredando sobre sí mismo. Las fibras se separan
con la ayuda de husos de madera o de piedra y el tejido se facilitaba con agujas y
lanzaderas. Los tipos de telas varían según la función a la que se destinaban: redes,
mantos, bolsas, manteletas, faldellines y turbantes, y en este caso se hacían las fibras de
junco.
La mayoría de los tejidos se decoraban combinando hilos de colores diferentes
o pintando algunas zonas una vez realizada la tela. Los motivos podían ser geomé-
tricos, pequeños diamantes y líneas formando diseños variados, o también figurati-
vos, aunque siempre dentro de un estilo geometrizante impuesto por la propia
naturaleza del tejido. Se representaban figuras humanas, aves y otros animales.
Entre las figuras reproducidas destacan las serpientes de doble cabeza, cangrejos de
roca, cóndores y papagayos.
Finalmente podemos señalar que las manifestaciones artísticas aparecen en este
momento sobre objetos cotidianos, pero cuyo tratamiento obliga a considerarlas
como obras de arte, aunque tampoco hay evidencias de la existencia de materiales
reservados para el trabajo artístico.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 105

SELECCIÓN DE IMÁGENES

PUNTAS FOLSOM

En la segunda mitad del siglo XIX, los científicos norteamericanos y los aficio-
nados a la arqueología, influidos por las teorías de Darwin y por los descubrimien-
tos que se habían venido produciendo de objetos de la Edad de Piedra que se
produjeron en Europa, emprendieron la búsqueda de evidencias del hombre anti-
guo en el Nuevo Mundo. Los resultados no se hicieron esperar y se hallaron gran
cantidad de útiles de piedra. Llamaba la atención de estos objetos la tosquedad del
trabajo con el que se habían realizado, lo que planteó su antigüedad, que muchos
ubicaron en el Pleistoceno e incluso en épocas más tempranas.

PUNTAS FOLSOM.
106 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Entre los muchos hallazgos que se produjeron destaca el de George McJunkin,


un vaquero de Nuevo México, que informó acerca de unos huesos que sobresalían
de la pared de un barranco cercano a la localidad de Folsom. Este hallazgo llamó la
atención de J.D. Figgins, del Museo de Historia Natural de Denver quién llevó a
cabo la excavación del yacimiento. Los huesos extraídos pertenecían a un bisonte
grande de cuernos largos que se había extinguido a finales del Pleistoceno. En
1926, Figgins encontraría una punta de proyectil de piedra en la arcilla cercana a
los huesos. Esta punta se consideró en principio como un artefacto intrusivo, pero
en 1927, se extrajo otra punta, esta vez situada entre las costillas del bisonte. De
esta manera se corroboraba la relación entre artefactos y restos humanos que situa-
ron la cultura Folsom en torno al 9000-8000 a.C.
La importancia de los hallazgos de las puntas Folsom, va más allá del mero
interés material de las piezas. Insertas dentro de los debates abiertos a mediados del
siglo XIX. Tras la publicación de Darwin de su obra, El origen de las Especies, el
cuestionamiento acerca de la antigüedad del hombre hizo tambalear los reconoci-
dos hasta ese momento 6000 años atribuidos por la Biblia. El interés generado por
esta y otras de las obras de Darwin, El origen el hombre, llegó a América, donde
comenzó la búsqueda del “hombre antiguo”. Artefactos de piedra toscamente talla-
dos y aparentemente primitivos como los encontrados en Tretonn Gravels, en Nue-
va Jersey en 1876, parecían comparables, en forma y datación, a las hachas de
mano del Paleolítico europeo. También se propuso una gran antigüedad para restos
de esqueletos humanos, como los encontrados en Lagoa Santa (Brasil), que pare-
cían ser contemporáneos de mamíferos de la Era Glaciar. Tras muchas discusiones,
cuando en 1926 se encontraron puntas de proyectil dentro del esqueleto de un
bisonte gigante, de una especie extinguida, cerca de Folsom, fue cuando se demos-
tró la coexistencia en América del hombre con los mamíferos de la Era Glaciar: la
llegada del hombre se había roducido por lo menos hacía unos 10.000 años.

EL HUESO DE TEQUIXQUIAC

El largo proceso de entrada y distribución del hombre por América, tuvo distin-
tas fases en lo que a la producción material se refiere. Ya se ha comentado el caso
de las puntas Folsom, vinculadas con unos hábitos específicos de alimento, además
de reflejar fases de perfeccionamiento funcional respecto al periodo precedente
Clovis. No obstante, la evolución de estas manifestaciones llevó a la aparición de
objetos en los que las meras preocupaciones funcionales se vieron compartidas, por
otras de clara vinculación simbólica.
En este sentido, uno de los enclaves más destacados del Valle de México para poder
analizar las primeras manifestaciones culturales del hombre en el Nuevo Mundo se
encuentra en Tequixquiac. En este lugar, en 1870, se encontraron en circunstancias
casuales la cabeza de un animal tallada directamente aprovechando la morfología de un
hueso sacro y parte de la columna vertebral de un camélido. Unos restos que aparecie-
ron contextualizados con otros huesos de animales que curiosamente presentaban el
rasgo común de estar extintos en la actualidad en esta zona de México.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 107

EL HUESO DE TEQUIXQUIAC. (MÉXICO).

La cabeza se encontró a unos doce metros de profundidad, relacionada con


artefactos como instrumentos de piedra que han sido fechados aproximadamente
entre el 14000 y el 7000 a.C.
La importancia del hueso de Tequixquiac radica no solamente en su antigüedad,
lo que testimonia que la presencia del hombre en estas latitudes era más antigua de
lo que se creía hasta ese momento, sino en la existencia en fechas tan tempranas de
grupos humanos en los que algunos de sus miembros destacaban por la práctica de
ciertas habilidades que se basaban en la observación de la Naturaleza, de la que
aprovechaban determinados elementos, confiriéndoles un valor que iba más allá
del meramente material. Ni siquiera podríamos pensar en una intencionalidad esté-
tica, sino que se buscaba ante todo envolver a estos objetos de un halo de signifi-
cación que abriría las puertas a una interpretación mágico-religiosa de su empleo.

EL ESQUELETO DEL HOMBRE DE TEPEXPÁN

La necesidad de contextualizar los hallazgos de artefactos o de restos humanos


con su lugar de origen, es uno de los principios básicos de la Arqueología y una de
las grandes preocupaciones para quienes estudian unas etapas de la historia dela
Humanidad, que precisamente se caracterizan por la escasez de restos que aporten
108 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

una información precisa. En este sentido las circunstancias que envuelven a los
hallazgos de Tepexpán hablan muy a las claras de la importancia de estos aspectos
de los que venimos hablando.

LA CORRECTA LOCALIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS Y RESTOS ORGÁNICOS EN UN


YACIMIENTO SON FUNDAMENTALES PARA UNA CORRECTA DATACIÓN.

En ocasiones, el establecimiento de una necesaria vinculación de los distintos


artefactos y restos orgánicos, permiten establecer unas relaciones funcionales, con-
ductuales y temporales entre ellos, necesarias para una perfecta interpretación de
los mismos. Dichas relaciones, refrendadas por técnicas de datación como la del C-
14, desarrollada en 1949, conforman un corpus variado de métodos que han logra-
do dar respuesta a muchas de las preguntas que se abrían a la hora de llevar a cabo
una lectura correcta en cada una de las ocasiones en las que se comprobaba la
existencia de una concordancia estratigráfica entre restos humanos y animales.
El esqueleto del hombre de Tepexpán viene a ejemplificar esta cuestión. Fue
encontrado en un estrato de sedimentos de fines del Pleistoceno, siendo fechados
aproximadamente entre el 9000 y el 8000 a.C. No obstante la excavación de este
esqueleto tuvo un registro deficiente, y se sospecha que pueda ser un enterramiento
intrusivo de un período posterior. Esta duda aumenta con los análisis del cráneo,
que no es significativamente diferente de los americanos posteriores. A pesar de
ello, las pruebas químicas de los huesos indican que el hombre de Tepexpán tiene
la misma edad que los huesos de los animales extintos encontrados en la misma
formación geológica en la que se encontraba el esqueleto.

PINTURAS RUPESTRES ARGENTINAS

Una de las manifestaciones culturales de las que se ha servido el hombre para


expresar sus sentimientos ha sido la pintura. Los restos más antiguos, datados en el
caso europeo en el Paleolítico, hablan de pinturas realizadas en paredes, en las
zonas más internas de cuevas, al abrigo de una incipiente religiosidad y prácticas
ceremoniales vinculadas con la obtención de aliento.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 109

El estudio de estas manifestaciones rupestres de las culturas prehistóricas ame-


ricanas es sin duda otro de los capítulos más interesantes, dentro del análisis del
desarrollo cultural de los primeros grupos que llegaron a este continente. Funda-
mentalmente por los escasos ejemplos que podemos encontrar, en comparación con
otras manifestaciones y sobre todo por el importante papel que debieron jugar
como vehículo de información. En el caso americano uno de los ejemplos más
destacados es el de las pinturas rupestres argentinas, que se traen a colación por ser
la expresión más latente a través de la cual se refleja la manera de pensar, sentir y
actuar de estos grupos.

PINTURAS RUPESTRES.

Algunos se localizan en Charquina, La Playa Córdoba, y nos hablan de una pintura


naturalista tremendamente esquemática y dominada por las representaciones de anima-
les como la llama que evidencian una tremenda dependencia de estas poblaciones
respecto a un animal que se haría fundamental en su vida. Por el contrario, y totalmente
contraria a esta situación, es la ausencia de representaciones de plantas en las distintas
escenas que se han encontrado, de la misma manera que desde un punto de vista arqueo-
lógico se constata por la falta de utensilios agrícolas.
110 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Otra de las cuestiones destacadas es la ausencia de representaciones humanas o


de una interpretación de éstas de una forma abstracta y secundaria, en escenas en
las que no impera el orden sino una sumatoria de figuras, que se convierten en el
reflejo de una pintura que posiblemente alcanzó el grado de propiciatoria que tuvo
en Europa y que pone de manifiesto la aparición de prácticas de caza, en las que se
contaba con la celebración de actos rituales que la hicieron más beneficiosa para el
grupo.

HUACA PRIETA

Dentro del proceso de llegada del hombre a Suramérica, a través del cuello de
botella que es el Istmo de Panamá, uno de los primeros testimonios importantes y
destacados de la presencia humana, nos habla de grupos que se asentaron en los
territorios costeros, desarrollando una base de subsistencia apoyada en actividades
de recolección y caza donde el mar juega un papel fundamental como lo hará en
los siglos posteriores.
En la costa norte del Perú, en el valle de Chicama, en el montículo de Huaca
Prieta, se han excavado una serie de sectores que han sacado a la luz la existencia
de restos orgánicos de alimentos como pescados y mariscos y cierto cultivo de
plantas que demuestran la existencia de una dieta mixta desde los primeros mo-
mentos, en esta región.
No obstante este enclave destaca por la aparición del empleo de la calabaza
como recipiente con decoración incisa en su cara externa, mostrando los primeros
ejemplos en los que se conjugan los principios funcionales y estéticos de una
manera clara. La decoración de ambos destaca por el esquematismo de los motivos
representados, mostrándose tanto caras esquematizadas como figuras humanas y de
pájaros con una clara estilización, y dispuestos sobre la superficie siguiendo es-
quemas simétricos.
La relación de los motivos de estas calabazas con los aparecidos en los restos de
textiles encontrados en el mismo asentamiento, ponen de manifiesto la relación en
una fecha muy temprana, aproximadamente el 2000 a.C., de una relación entre
ambas actividades, en la que se puede constatar el intercambio de motivos y ele-
mentos que posteriormente serán utilizados por culturas con un desarrollo más
complejo.
Huaca Prieta sirve de modelo, para entender el patrón de asentamiento en la
costa e Perú, en estas fases iniciales, y que corroboran otras cien aldeas en las que
se repiten los esquemas de localización, dependientes de la explotación de los
recursos naturales, básicamente marinos.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 111

CALABAZA DECORADA. HUACA PRIETA. (PERÚ).


112 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

EL ARCAICO: LOS RECOLECTORES PLEISTOCÉNICOS*

“Cuando los cazadores paleoindios entraron en el Nuevo Mundo, la última gla-


ciación estaba próxima a su fin. Las placas de hielo llegaron a su máxima expan-
sión alrededor del 16000 a.C.; comenzaron a fundirse y retroceder en el extremo
norte 4000 años más tarde. El retroceso glaciar fue interrumpido por varios episo-
dios de avances glaciares menores, pero aproximadamente en el 8000 a.C., las
capas de hielo estaban restringidas al extremo norte, y prevalecían temperaturas
interglaciares. La temperatura promedio anual era 16ºC más alta en las áreas sep-
tentrionales que la que había habido durante el máximo glaciar. Después del 11000
a.C., se liberó una gran cantidad de agua por la licuación de las placas de hielo, y
el nivel del mar creció en todo el mundo. El puente terrestre de Bering fue cubierto
de agua aproximadamente en 8000 a.C., y la línea costera de Norteamérica se
inundó. Los cambios posglaciares en las temperaturas y en los regímenes pluviales
tuvieron efectos mayores sobre la vegetación. Algunos medios pleistocénicos des-
aparecieron, como la tundra esteparia rica en animales de caza. Otros medios se
extendieron hacia nuevas áreas, como los bosques caducifolios del sureste de Nor-
teamérica. En Suramérica el bosque tropical puede haber remplazado en gran medi-
da a la tierra de pastos, previamente expandida en la Amazonia. Éstos y otros
cambios en la vegetación afectaron a las poblaciones de animales[...].
Los paleoindios tuvieron que alterar sus patrones de subsistencia y depender
con mayor frecuencia de pequeños mamíferos, pájaros, peces, mariscos y plantas,
cuando los mamíferos que cazaban escasearon y (en algunos casos) desaparecieron
por completo. Con el continente colmado de cazadores, las migraciones hacia terri-
torios adyacentes, no muy lejanos, parecieron una salida fácil para el exceso de
población. La reducción de los desplazamientos y el surgimiento de barreras socia-
les (y quizás lingüísticas) en la comunicación parecen estar reflejadas en la gran
diversidad regional de los estilos harte actuales arcaicos. Para poder mantener el
equilibrio entre población y recursos silvestres en una región determinada, se frenó
el crecimiento de la población con medidas culturales, como nacimientos espacia-
dos, abortos o infanticidios, o con nuevos recursos alimentarios disponibles local-
mente, que fueron explotados con más eficacia. Las bandas de cazadores recolectores
pospleistocénicos aprendieron a regular sus desplazamientos a través de sus territo-
rios para tratar de aprovechar la abundancia estacional de varias plantas y anima-
les[...].
Cuando los patrones de movilidad se volvieron cíclicos y programados, en vez
de nómadas aleatorios, y cuando los recolectores se familiarizaron con el ciclo
vital y los mecanismos de reproducción de varias especies de plantas recolectadas,
fue posible la manipulación humana de las plantas. Las semillas y raíces cortadas
pudieron plantarse en un claro y la banda pudo retornar meses después para recoger
la cosecha. Ciertas especies de plantas respondieron a esta preocupación humana
con cambios genéticos que produjeron varias generaciones más tarde, característi-
cas como semillas grandes y la pérdida de la dureza de las vainas lo que aumentó
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 113

el atractivo que tenían para los recolectores humanos. Los cultivos requirieron
invertir un tiempo y trabajo extra, y esta inversión tuvo lugar a expensas de otras
tareas de subsistencia que estaban comprendidas en el ciclo estacional. Cuando se
descubrieron las técnicas de almacenamiento, la cosecha excedente pudo utilizarse
para períodos más largos, lo que supuso un fuerte incentivo para el establecimiento
de aldeas permanentes cerca de los campos cultivados y los depósitos. En el valle
de Tehuacán, en México, y en la Cueva del Guitarrero y el valle de Ayacucho, en
Perú, existe una clara evidencia arqueológica de que el cultivo de plantas precedió
a la aparición de asentamientos basados en la agricultura permanente...”.

* STUART, J. Fidiel. Prehistoria de América. Barcelona, Crítica, 1996, pp. 106-


110.
114 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 115

CAPÍTULO 5:

LA CIUDAD EN MESOAMÉRICA

INTRODUCCIÓN

Uno de los valores que ha sido considerado como propio a una cultura para ser
considerada como civilización, es el de la existencia de un urbanismo claramente
definido que estructure sus asentamientos, fundamentalmente reflejado en una or-
ganización centralizada, con predominio de edificios públicos y religiosos, confor-
mándose en la proyección espacial de la propia estratificación social que los produce.
El estudio de las características del urbanismo en Mesoamérica, tiene como objeti-
vo el mostrar el grado de evolución al que éste llegó, apoyado en toda una tecno-
logía pensada para alcanzar un control del espacio, tanto interno de los enclaves
como del propiamente territorial, y en el que se constata la existencia de ciencias
perfectamente definidas como la astronomía, matemáticas e incluso la geometría,
que funcionando como auxiliares de la propiamente urbana, dotaron a estos luga-
res de una clara regularidad, organización entre cada una de sus partes y una per-
fecta interrelación con el medio natural en el que se emplazaban.
Tanto las que se pueden denominar ciudades, como los enclaves con una clara
función sagrada, participan de esta dinámica que en un sentido u otro afectará tanto a la
propia arquitectura que se dispone en ellas de un modo puntual, como a los conceptos
de espacio urbano y escenografía que generarán como conjuntos construidos.
La complejidad social que se tuvo que alcanzar fue evidente, ya que para poder
hablar de ciudad, debemos tener presente la existencia de unas funciones adminis-
trativas, religiosas y políticas claras, en torno a clases dirigentes como la nobleza y
el sacerdocio, y una jerarquización interna de las mismas en las que se reflejaba las
propias relaciones del grupo. El mismo proceso de construcción de los edificios, y
el grado de organización que requiere este hecho, se conforma como uno de los
exponentes más evidentes de la desaparición del concepto de sociedades igualita-
rias que predominaba en las fases iniciales de desarrollo.
116 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PATRONES DE ASENTAMIENTO

Los incipientes agrupamientos humanos, a los que podemos llamar propiamente


primeras aldeas, aparecen en una fase inicial del Formativo o Preclásico, cuando se
testimonia una sedentarización que afectó a la aparición de estructuras artificiales esta-
bles de habitación, que agrupadas dieron lugar a estos primeros centros. Este proceso
que de una manera clara afectó al problema de la vivienda, considerando que un asen-
tamiento se puede entender como el conjunto de viviendas, permanentes o transitorias
íntimamente ligadas a funciones arquitectónicas básicas como habitar y estrechamente
vinculadas a zonas productivas de carácter agrícola, supondría un salto cualitativo en
el problema de la constitución de la ciudad como tal.

CENTRO CEREMONIAL OLMECA DE LA VENTA. EJEMPLO DE INCIPIENTE


URBANISMO EN MESOAMÉRICA. (MÉXICO).

En este sentido, la ocupación del espacio por parte del hombre prehispánico en
Mesoamérica, se vio desde siempre mediatizada por la necesidad de controlar efectiva-
mente el entorno, no sólo disponiendo de los materiales y alimentos que éste le propor-
cionaba, sino también de los puntos estratégicos donde establecer lugares de fácil
defensa y garantizar el acceso directo a fuentes de agua, aunque en algunos casos este
componente no sea tan obvio. A ello se debe unir la influencia que la religión pudo
tener a partir de un momento dado en la definición de algunos de estos primeros lugares,
incluso en la localización de los mismos, ya que ciudades y núcleos como La Venta,
Teotihuacán, Monte Albán o las ciudades mayas contaban también con este elemento
como fundamental para entender el lugar que finalmente escogían para localizarse.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 117

SECTOR OCCIDENTAL DE MONTE ALBÁN, ORIGEN DE LA CIUDAD CON


TESTIMONIOS CLAROS DE INFLUENCIA OLMECA. (MÉXICO).

El propio diseño de la ciudad prehispánica nos habla de la combinación de cada uno


de los puntos anteriormente señalados, dándose una definición clara tanto de su morfo-
logía, como de la propia organización interior de las distintas zonas en las que se
articula. Como si de una perfecta planificación se tratara y sin entrar a definir los casos
particulares, algunos de los cuales se analizarán individualmente, la disposición de las
ciudades mesoamericanas conocen una metodología perfectamente definida que se
plasma en el espacio, con la combinación de plataformas, calles, plazas, edificios reli-
giosos y civiles, etc., que presentan una disposición y relación desde las etapas iniciales
del Preclásico, en las que se empiezan a configurar los primeros núcleos.
De este modo, entorno a un centro en el que se disponen los edificios religiosos y
civiles más importantes, conformando lo que podríamos llamar como el espacio cere-
monial de la ciudad, se distribuye la población de una manera dispersa y sin un aparente
orden. Ese centro que presenta una clara ordenación de los espacios, en los que se puede
percibir perfectamente la relación entre plataformas, altares y espacios abiertos. Incluso
la calidad de la arquitectura que se construye no es la misma. Mientras que los templos
y los palacios se edifican en materiales imperecederos como la piedra, complementada
con unos perfectos programas escultóricos y pictóricos, y una monumentalidad que los
hace destacar, el resto de las construcciones que conforman un asentamiento, se carac-
terizarán por su vulnerabilidad y materiales, como vegetales y tierra que definen unos
modelos arquitectónicos que hasta la actualidad se siguen utilizando por parte de la
población indígena, en algunas zonas de Mesoamérica.
118 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PIRÁMIDE DE CUICUILCO, REFERENTE QUE OBLIGA A HABLAR DEL ENCLAVE


COMO CIUDAD. (MÉXICO).

EL INCIPIENTE URBANISMO

Los primeros ejemplos registrados en el territorio que comprende Mesoamérica,


se presentan en dos focos fundamentales. Por un lado la llanura costera del Golfo
de México, entre el río Grijalva y los Montes Tuxtlas; y por otro en las tierras del
Altiplano, fundamentalmente en torno a la Cuenca de México, aunque no hay que
olvidar los vestigios registrados en Tehuantepec y que conforman los más antiguos
de la zona mesoamericana.
Sin duda los rasgos genéricos del urbanismo prehispánico mesoamericano se
van a definir en sus líneas generales en los primeros asentamientos de la cultura
olmeca en la región del Golfo. En ellos se pueden identificar algunos de los patro-
nes que se repetirán de una manera global en períodos posteriores con algunas
diferenciaciones locales. Como hemos señalado anteriormente, en el origen de los
mismos hemos de situar el fenómeno de la sedentarización y por extensión de la
aparición de unos cambios en las pautas de actuación de los miembros de los
grupos que ven necesario el desarrollo de viviendas con un fin claro de habitación
y relacionadas con la proximidad de zonas productivas desde un punto de vista
agropecuario. Agua y disponibilidad de materiales se conjugan junto con los con-
dicionantes fundamentalmente estratégicos y de control del territorio, como los
básicos en el inicio del Preclásico.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 119

LA PIRÁMIDE DEL SOL DESDE EL MICCAOTLI. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).


120 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Los tres yacimientos olmecas más destacados, San Lorenzo Tenochtitlán, La


Venta y Tres Zapotes, desarrollados entre el 1200 a.C. y el 300 a.C., son el eviden-
te testimonio del inicio del proceso evolutivo hacia una constante complicación al
que derivó el devenir de los asentamientos estables en Mesoamérica. Como un
claro rasgo diferencial, estos primeros núcleos, sobre todo los más estudiados, San
Lorenzo y La Venta, presentarán una estructura organizada en base a un centro
ceremonial reducido, alrededor del cual se organiza la distribución de la población
repartida de una forma dispersa y sobre todo mediatizada por el hábitat lacustre en
el que se hallaban. Un organigrama reflejo, por un lado de una especialización y
sobre todo de una división de clases en la que la sacerdotal coparía el extremo
superior de esta esquemática pirámide social y cuya existencia era imprescindible
para poder llevar a cabo un trabajo de las dimensiones del efectuado. Por otro, de
un ya claro conocimiento astronómico que se testimonia en la reorientación del eje
mayor de la plaza de La Venta respecto al eje magnético terrestre, y que vincula al
conjunto urbano con los solsticios.

VISTA PARCIAL DE LA CALZADA DE LOS MUERTOS O MICCAOTLI.


TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Dentro de este esquema el propio centro ceremonial presentará una clara distri-
bución de los elementos que lo componen en base a ejes orientados en relación
con los puntos cardinales o referentes geográficos destacados y en los que ya apa-
rece una clara vinculación entre espacio abierto, plazas, y estructura construida,
pirámide o plataforma, que definen otro de los binomios más recurrentes del urba-
nismo prehispánico.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 121

No obstante este incipiente esquema siempre ha contado con una cuestión que
ha suscitado interrogantes desde el hallazgo de estos yacimientos, y es la constata-
ción de fases perfectamente definidas en las que están ausentes los procesos evolu-
tivos previos de formación. Un aspecto éste, que siempre ha estado muy vinculado
a las características de la propia consustancialidad de lo olmeca y que se conforma
como uno de los grandes interrogantes de esta cultura.

PANORÁMICA DEL CENTRO DE MONTE ALBÁN DESDE LA PLATAFORMA


SUR.(MÉXICO).

En el caso de San Lorenzo existen elementos centralizados, representados en la


zona monumental, y de una infraestructura como drenajes y sistemas de recogida
de aguas, pasando por un importante conjunto de vías de acceso al asentamiento.
Todo un conjunto de aspectos que resumen un ejemplo de plan urbano diferencia-
do en el que de una manera clara el centro juega el papel de punto vertebrador, a
partir del cual se distribuye el conjunto de la población.
En la zona de los Valles de Oaxaca, la presencia de elementos olmecas se regis-
tra desde el siglo VIII a.C., en una etapa en la que ya existían grupos perfectamente
definidos que explotaban las riquezas agropecuarias de la región. En ella enclaves
como Monte Albán, Monte Negro y Dainzú representan esta fase de contacto con
los recién llegados olmecas. De los tres destacará el primero, al constatar en sus
fases iniciales de formación una clara vinculación con los patrones olmecas defini-
dos en la región del Golfo. A partir de una gran plaza central, de dimensiones
rectangulares con un desarrollo longitudinal norte-sur, se constata una evolución
122 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

TIKAL. TEMPLO DE LAS MÁSCARAS. (GUATEMALA).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 123

que incluye el núcleo nor-occidental, con inclusión del Edificio J, para ir confor-
mando el perfil global de este espacio público que se consolidará como tal a lo
largo del Clásico.
Distinta podría ser la consideración para los asentamientos más antiguos del
mundo maya, fundamentalmente si atendemos a la idea que defienden algunos
autores como Paul Gendrop y que establece una posible vinculación y origen con
la cultura olmeca. Esta aseveración corroborada por las relaciones entre simbolo-
gías glíficas de Tres Zapotes e Izapa por ejemplo, no impide localizar asentamien-
tos anteriores a la presencia olmeca sobre todo el la Cuenca del Río Pasión,
localizándose focos contemporáneos en los Altos de Guatemala y Chiapas y en las
Tierras Bajas Mayas.
No son poco los autores que marcan cuáles son los componentes del patrón
urbano maya en el que distinguen básicamente cuatro elementos. Primeramente las
denominadas como partes homogéneas, compuestas por las viviendas que en este
caso se organizan en torno a patios de forma cuadrangular y con las dependencias
dispuestas en torno a ellos. En segundo lugar encontramos la parte central confor-
mada normalmente por áreas públicas, edificios administrativos, residencias de
gobernantes y edificios religiosos. En tercer lugar se disponen las vías de circula-
ción que se encargan de integrar los distintos componentes de cada uno de los
asentamientos y por último, las denominadas como partes especiales, dentro de las
que se incluyen áreas destinadas a actividades productivas, de intercambio, defen-
sa, recreación y otras.
El caso de Uaxactún nos sirve para entender el desarrollo posterior del urbanis-
mo en esta zona tan concreta del área mesoamericana, permitiéndonos establecer
una clara diferenciación con los establecimientos de la zona del Golfo de México
y los valles interiores. En este caso, la ciudad no responde a un concepto unitario
de asentamiento, sobre todo porque ha tenido que adaptarse a las condiciones
impuestas por el terreno. Al igual que las anteriores, la zona pantanosa en la que se
emplaza, ha obligado a una disposición de las estructuras principales en las eleva-
ciones que sobresalen en este ambiente lacustre y entre las que se han definido las
estructuras básicas de comunicación como han sido pequeñas veredas que han
aparecido junto a los riachuelos que las recorren.

LOS GRANDES CENTRO URBANOS

Los esquemas hasta aquí defendidos se han aplicado a un conjunto de enclaves


en los que se ha testimoniado una clara planificación y orden en la distribución de
sus edificios, de tal manera que hacen pensar que no se trata de meras aglomeracio-
nes esporádicas, sino que entran dentro de un desarrollo meditado y totalmente
diseñado. En este sentido los problemas surgirían en el instante en el que decida-
mos hacer una diferenciación cualitativa y cuantitativa de cada uno de los centros,
y determinar aquellos que han de ser considerados como verdaderas ciudades, ha-
ciéndose necesario plantear la misma definición de ciudad como parámetro desde
el cual partir.
124 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

En este sentido no perdamos de vista que esa propia definición de ciudad lleva
aparejada una problemática que no permite emplear una sola y exclusiva opción.
Autores como Sonia Lombardo hablan de la existencia de dos criterios como los de
espontaneidad y planificación, considerando la necesidad de que un enclave cuen-
te con una serie de requisitos mínimos que permitan incluso poder hablar de un
claro diseño predefinido. Estos elementos serían los de la existencia de un sistema
de calles y caminos, viviendas, palacios, centro ceremonial-religioso y la plaza o
mercado.
Dentro de estos intentos no son pocos los que como Alberto Amador recurren al
número de sus habitantes como el componente a tener en cuenta, de la misma
manera que otros lo hacen con la calidad de la arquitectura que es capaz de generar
ese enclave.
De esta manera parecen claros los elementos con los que tiene que contar un
asentamiento para ser definido como urbano, tales como los de disponer de un
sistema de vías, y una jerarquización espacial en base a la función ejercida por
las diversas estructuras arquitectónicas, que se repartiría entre la zona de habita-
ción, la palaciega, el centro ceremonial, con un fuerte carácter religioso y el
mercado, centro de la vida diaria. De la misma manera podríamos enfocar el
problema de la necesidad de contar con la presencia de determinados elementos
que fueran definidores de lo que se entendería como ciudad, siendo el ejemplo
más destacado el de la pirámide que se convierte en el componente más distinti-
vo de éstas.
Finalmente otra posibilidad es la consideración de la existencia de unas funcio-
nes exclusivas de estos enclaves en los que destacaría el papel del poder religioso,
militar o político, el origen de la distribución de los productos generados en el
territorio de influencia y por último la existencia de una diversificación social que
contemple la presencia de grupos especializados en distintas funciones, totalmente
alejados de la imagen de las sociedades igualitarias originales.
El punto álgido del desarrollo de las principales concentraciones humanas de la
zona mesoamericana prehispánica se va a reflejar en los centros urbanos más im-
portantes entre los que destacan los de Teotihuacán, Monte Albán, Palenque, Tikal,
y Tenochtitlán. Si bien se trata de una selección puntual, necesaria para poder
desarrollar algunos de los conceptos que nos interesan, de entre ellos se pueden
extrapolar una serie de características genéricas que nos señalen la existencia de
dos tipologías perfectamente definidas. Por un lado aquellos núcleos que partici-
pan de una planificación clara en base a ejes y plazas como son los casos de los dos
primeros, siendo Tenochtitlán el punto final de dichos modelos; y los planteamien-
tos mayas organizados en base a centros ceremoniales que funcionan como focos
nucleares y se ven rodeados por la población que los genera y explica como cen-
tros de atracción religiosos.
Es por ello que precisamente sean éstos los grandes protagonistas del estudio
del urbanismo prehispánico, al ofrecer un grado suficiente de complejidad en sus
definiciones que difícilmente fue asimilado por el hombre occidental, y que tuvo
que recurrir a su comparación con modelos europeos para hacerlos mensurables y
comprensibles.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 125

VISTA DE EL TAJÍN CON LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS AL FONDO, REFERENTE


PLANIFICADOR DE ESTA ZONA DE LA CIUDAD. (MÉXICO).
126 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANO DEL CENTRO DE TULA, DONDE SE DISPONEN EDIFICIOS COMO EL TEMPLO


DEL SEÑOR DE LA MAÑANA (TLAHUIZCALPANTECUHTLI), DEFINIENDO UN
SECTOR MIXTO, DESCUBIERTO Y PORTICADO. (MÉXICO).

LAS RELACIONES ENTRE ESPACIO ABIERTO Y VOLUMEN


ARQUITECTÓNICO

Una de las características básicas de los centros prehispánicos son las relaciones
que se establecen entre espacio abierto y volumen arquitectónico, en una unión
que se convertirá en paradigmática y definidora del urbanismo prehispánico. En
este sentido la predominante presencia de los espacios abiertos se relaciona con las
propias prácticas religiosas de estas culturas en las que el culto a la Luna y funda-
mentalmente al Sol, se convertían en los ejes de sus plegarias. De alguna manera
podemos hablar de un urbanismo organizado en base a innumerables plazas que se
relacionan entre sí y estructuras que las delimitan y convierten en espacios públi-
cos de una tremenda ceremonialidad.
Desde las primeras culturas, las relaciones entre espacio abierto y volumen ar-
quitectónico, no sólo definieron la esencia de la totalidad de los enclaves, sino que
determinaron la tendencia a orientar y crear direccionalidades en base a un conjun-
to de elementos que se convertían en complementarios de los anteriores. Las esca-
linatas asimétricas, las estelas y la propia presencia de un frente con escalera en las
plataformas principales, facilitaba un cierto orden espacial que la ausencia de fa-
chadas monumentales y de elementos arquitectónicos perfectamente establecidos
podía solucionar.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 127

PANORÁMICA DE CHAPULTEPEC. LOS ESPACIOS NATURALES, ADQUIRIERON


UNA GRAN IMPORTANCIA EN ALGUNAS FASES DEL DESARROLLO URBANO
PREHISPÁNICO. (MÉXICO).

Dicha circunstancia tiene un ejemplo destacado en el propio diseño del conjunto de


escaleras que jalonan la Calzada de los Muertos, o Miccaotli, en Teotihuacán y que se
complementan perfectamente con el diseño de la pirámide de la Luna, cuyo frente mira
hacia el sur para abrirse a un gran espacio abierto que se anuncia en la distancia como el
gran receptor de los flujos que desde las plazas del mercado y la Ciudadela se dirigen
hacia ella. Entre el siglo I y el IV d. C., la necesidad de romper con el desequilibrio entre
las proporciones de los dos edificios más importantes del yacimiento podría estar detrás
de este diseño urbano y arquitectónico. El estudio de la perspectiva se percibe en el
intento de corregir la diferencia entre los dos volúmenes de las pirámides, la de la Luna
y la del Sol, mediante el paulatino aumento de la altura del terreno que se soluciona con
una ascensión constante desde el extremo sur de la ciudad hasta la Plaza Norte, enmar-
cado todo por las plataformas que delimitan a un lado y otro la Calzada de los Muertos,
integrando en un solo conjunto las líneas de proyección de dichos laterales y los pro-
pios de la Pirámide de la Luna.
Esta misma consideración la merecería la plataforma norte del yacimiento zapo-
teca de Monte Albán. Siguiendo el esquema y empleo de la escalinata como ele-
mento diferenciador y separador de ámbitos, este sector septentrional de la gran
plaza de la ciudad zapoteca se conforma como un espacio restringido, al que posi-
blemente sólo pudieran acceder contados miembros. Junto a ello se preocupa por
insertarse dentro del conjunto del yacimiento, no olvidemos que se trata de una de
las estructuras más antiguas de mismo y por lo tanto datable en torno al siglo VII
a.C., diseñando una de las primeras grandes fachadas de la arquitectura prehispáni-
128 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DETALLE DEL EDIFICIO DEL MERCADO. CHICHÉN ITZÁ. EXPONENTE DE LA


PRESENCIA DE ESPACIOS PÚBLICOS DISEÑADOS,
PARA CONCENTRACIONES NUMEROSAS. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 129

MITLA. GRUPO DE LAS COLUMNAS. EJEMPLO DE ESPACIO DE REUNIÓN ABIERTO,


ANTE LO QUE PUDO SER UN EDIFICIO CIVIL. (MÉXICO).

ca mesoamericana que se abre hacia el gran espacio abierto central, generando un


foco de atracción y sobre todo de relación que se contrarresta con la gran Pirámide
del Sur, que funciona como elemento que intenta generar la misma dualidad que
las pirámides del Sol y la Luna de Teotihuacán, anteriormente comentadas.
En este caso, deja de existir una planificación lineal como en Teotihuacán para
definirse otra más centralizada en torno al sector occidental en un punto ubicado entre
los edificios de los Danzantes y la Estructura IV, y que aparece como el elemento
organizador del conjunto. Desde él parten las líneas generales de proyección que orde-
nan al resto de elementos arquitectónicos en un continuo que abarcaría los 1400 años
que constatan la presencia humana en la ciudad. La circunstancia de que se trate del
único lugar del enclave que no presenta incidios de ocupación, ni siquiera de construc-
ción, mas que la presencia de un conjunto de enterramientos, hacen del mismo un foco
de fuerte atracción mágico-religiosa que lo singulariza dentro de la ciudad.
Por último, las consideraciones que se puedan derivar del análisis de enclaves como
Tikal o Copán, nos ponen de manifiesto la pervivencia en etapas tardías en el período
Clásico, en relación al momento de su aparición, de la vigencia de las estelas como
elementos ordenadores del espacio físico y temporal que se define perfectamente por
las sociedades mayas. En este sentido, las vinculaciones que se pueden establecer entre
estas estelas y los espacios que las rodean, adquieren el grado de dependencia hacia
ellas, al conformarse como referentes visuales de una distribución de elementos que las
consideran como signos o hitos, al marcar incluso de una manera clara, el frente desde
el cual ha de ser divisada y por lo tanto estableciendo una jerarquización espacio-
visual.
130 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LAS CALZADAS JUGARON UN PAPEL FUNDAMENTAL EN LA PLANIFICACIÓN DE


LOS CENTROS MAYAS. CHICHÉN ITZÁ. (MÉXICO).

PALENQUE. EDIFICIO DE EL PALACIO. LAS ESTRUCTURAS REPRESENTATIVAS


DEL PODER, SE EMPLAZAN EN LUGARES DESTACADOS, DENTRO DEL
CONJUNTO URBANIZADO. (MÉXICO).

Junto a ello, el cariz de conmemoradora de fechas destacadas, la dotan de una doble


significación al ser ella la que marca la renovación del tiempo, mediante su función
como elemento recordatorio de acontecimientos que la memoria colectiva tiene que
almacenar y que adquieren un papel fundamental en la señalización de unos referentes
que llegan a convertir el discurrir del tiempo en algo cíclico y renovable.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 131

SELECCIÓN DE IMÁGENES

LA VENTA

El yacimiento de La Venta, dispuesto en una isla en la zona pantanosa del río


Tonalá, presenta una organización y distribución de los elementos que lo compo-
nen, que nos hablan de una perfecta planificación en la ejecución de los mismos y
a su vez, pone de manifiesto una cuestión que está siendo debatida por diversos
estudiosos. Verdaderamente, si se trata de una etapa inicial, los rasgos que presenta
dicha estructura urbana nos hablan de unos patrones perfectamente definidos, hasta
tal punto que más que de un inicio, tendríamos que hablar de un periodo final
dentro de una evolución concreta.

LA VENTA. PLAZA CENTRAL. (MÉXICO)

El yacimiento se organiza en base a un eje norte-sur, en el que dominan la


estructura A, una pirámide de 38 metros de altura por 120 de diámetro, que recuer-
da en su perfil, la forma de los numerosos volcanes que dominan la zona y donde
se puede rastrear la primera recreación artificial de un elemento natural por parte de
un grupo humano. No obstante, algunos autores opinan que se trata de un edificio
que pudo haber contado con una escalinata hacia la explanada que se abre al norte
de la misma y que aparece custodiada por dos plataformas paralelas que delimitan
una plaza central.
El extremo norte lo ocupa un patio rehundido, con filas de columnas de basalto
que recrean una alineación a manera de pórtico, posible fachada de algún complejo
132 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

interior y donde han aparecido suelos cubiertos por baldosas representando geomé-
trica y abstractamente la figura de un jaguar, animal de importancia capital dentro
de la mitología y religión olmecas.
En esencia este es el organigrama de un complejo que funcionaría como cen-
tro ceremonial en el que posiblemente habitarían de una manera permanente unas
150 personas y que regirían la vida y religión de otras muchas que se repartirían
por los alrededores de este núcleo. No obstante son varias las cuestiones que no
podemos pasar por alto respecto a este primer yacimiento en el que nos hemos
detenido. Por un lado el hecho de que todas las construcciones que se desplantan
en la zona sobre plataformas se realizan mediante una acumulación de tierra con
algunas piedras de refuerzo, lo que desde un punto de vista tecnológico incidió
en sus propias características. Fundamentalmente en el grado de pendiente de las
paredes de la pirámide principal cuya relación de altura y base dependía de la
inclinación de deslizamiento del material, en este caso la tierra con la que estaba
realizada.
Por otro lado la organización de cada uno de los edificios que conforman el
conjunto lo hacen en base a un eje axial predominante norte-sur, uno secundario,
este-oeste y con una inclinación de 8º oeste respecto al norte, que nos hablan de un
claro conocimiento de los elementos naturales y sobre todo astronómico, del trán-
sito de los astros. Esta característica determina que la vertical de su eje sea coinci-
dente con los solsticios y por lo tanto reflejo de su conocimiento del calendario
que ya habían desarrollado en torno al 800 a.C. de 260 días o tonalpohualli.

TEOTIHUACÁN

El análisis de la estructura urbana de Teotihuacán, pone de manifiesto la exis-


tencia de una metodología de planificación y constructiva totalmente desarrollada,
así como un total y absoluto conocimiento sobre la Naturaleza y la Cosmología. Se
trata de la constatación más eficaz y perfecta de la evolución que se había iniciado
cientos de años antes en los centros olmecas de la costa del Golfo, convirtiéndose
en un punto de inflexión que marcará el futuro desarrollo de otras ciudades en
Mesoamérica.
Teotihuacán, surge según las recientes investigaciones a partir de las estructu-
ras que se comienzan a construir sobre la cueva que se emplaza bajo la Pirámide
del Sol, siendo ésta la primera estructura del complejo y la que de alguna manera
ordenará el resto de elementos urbanos de la ciudad, tomando como base el eje
de la Calzada de los Muertos, Miccaotli, o eje norte-sur que la recorre a lo largo
de más de dos kilómetros de longitud. En efecto la Pirámide del Sol, es la más
antigua construcción de la ciudad y se constituye como un hito visual inserto en
el territorio, que consagra para la eternidad un lugar de culto, que funcionará
como centro de peregrinación para las poblaciones del Valle de México, y que
con el tiempo acabará siendo un importante centro de comercio al que llegarán
las más diversas materias primas desde los rincones más distantes de Mesoaméri-
ca.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 133

TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Al ser la estructura primigenia, se calcula su fecha de edificación en torno al año


100 d.C., participando de los sistemas constructivos empleados en ese momento en
otros edificios como la pirámide de Cuicuilco. La estructura, realizada con un
núcleo de tierra y piedras que se ve reforzado exteriormente mediante una cobertu-
ra pétrea que busca la estabilidad de los perfiles de la misma, funcionó como
plataforma en la que probablemente se dispondría de una escultura en la parte
superior, representación de una de las muchas divinidades que se habían consagra-
do con el paso del tiempo entre los pueblos mesoamericanos y que convertiría a la
misma en punto de atracción, con un enorme poder de convocatoria que determina-
ría el posterior crecimiento de la ciudad.
A partir de ella se traza la Calzada de los Muertos que en su dirección norte-sur,
servirá de eje distribuidor de los posteriores núcleos que se ejecutarán en ella como
el Templo de Quetzaltcóalt, la Pirámide de la Luna, el Mercado o el núcleo del
Quetzaltpapálotl. Un organigrama en el que se define de una manera clara una
gradación desde un centro en el que se relacionan un espacio público como le
Mercado y otro de carácter semipúblico, como la Ciudadela, hacia espacios más
restringidos que culminarían en torno a la Pirámide de la Luna.
Desde este conjunto central, la disposición de las unidades habitacionales se
hace distribuyendo los espacios mediante su vinculación a través de pasillos y
pequeñas plazas, en el núcleo central de estas unidades. Patios a los que se abren
dependencias elevadas sobre plataformas y en algunos de los cuales se levanta un
pequeño templo en el centro.
134 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

En este sentido, no podemos perder de vista que el crecimiento de la ciudad se


hace a expensas del control del río San Juan y de la desecación de un espacio que
era fácilmente inundable por las crecidas del río hacia el sur. Un lugar que se
convertiría en la zona de expansión natural de la ciudad, trasladando incluso una
de las áreas de mayor concentración de población, al núcleo conformado por la
Ciudadela y el Mercado, y descongestionando con ello el sector norte que se que-
daría exclusivamente destinado a funcionas sagradas entre la Pirámide del Sol y la
de la Luna.

MONTE ALBÁN

El centro neurálgico de los zapotecas en los valles de Oaxaca, es el siguiente


núcleo en el que nos queremos detener. Monte Albán se conforma como el centro
de una extensa región en la que se habían venido produciendo la aparición de
núcleos como San José Mogote, al norte del actual enclave, que centralizaban los
flujos migratorios y económicos que se producían en la zona.

PLANO DE MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

Monte Albán, yacimiento del que se tiene noticia desde el siglo XVIII, se ubica
en el conocido como Cerro del Tigre, en una zona desde la que estratégicamente se
controlan los valles de Etla, Zaachila y Tlacolula, las vías naturales por las que se
ponía en contacto esta región con el Valle de México, el Pacífico y la zona maya
respectivamente. El centro en sí se emplaza en un cerro que ha conocido una
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 135

continuidad en la presencia humana durante al menos 1400 años (s. VII a.C.- s. VII
d.C.), lo que se ha traducido en una transformación del medio de tal magnitud, que
aún hoy en día asombra por las dimensiones del desplante que de la parte superior
de la elevación se ha producido. Desde esta ciudad, verdadero centro ceremonial se
genera una distribución de la población por las laderas y cerros próximos, en una
extensión tan grande que prácticamente el actual núcleo no es más que una mínima
parte de la totalidad del yacimiento.
Monte Albán, recoge en sus estructuras la presencia de elementos olmecas que pu-
dieron iniciar la construcción de la gran plaza ceremonial, en la que se pueden apreciar
diversas similitudes con la Venta, aunque mejoradas desde un punto de vista técnico.
La gran plaza que ordena la presencia de las distintas estructuras que componen este
centro ceremonial, guarda unas proporciones rectangulares con una orientación norte-
sur de sus lados menores. Al norte se emplaza una gran plataforma en la que se pueden
apreciar algunas de las constantes de diseño de la arquitectura prehispánica como es la
combinación del espacio abierto con las estructuras arquitectónicas, el papel de la
escalera como delimitadora de espacios tanto físico como sonoro y visuales y la apari-
ción de una gran fachada que se abre a la plaza central.
En el oeste se localizan algunos de los edificios más significativos del enclave como
son la Estructura IV, el Edificio de los Danzantes y el Montículo M. En cuanto al
primero y al último, se trata de estructuras en las que se recoge el esquema TPA, Templo,
Patio Altar, que repiten en pequeña escala los valores esenciales que resultan de la
combinación de los espacios abiertos y las estructuras arquitectónicas. El hecho de que
se trate del sector más antiguo de la ciudad, junto con la Plataforma Norte, le dota de una
especial vinculación con algunos de los grupos olmecas que se movieron por los Valles
de Oaxaca, y que se reflejaron en las lápidas de los danzantes y que son las que dan
nombre al edificio. Incluso, su relación con el espacio abierto contiguo que no conoce
construcción alguna y que parece regir el ordenamiento del resto de los edificios de la
plaza central, constatan estas circunstancias.
La Plataforma Sur se convierte en el contrapeso urbano de su contraria en el norte, sin
llegar a tener el mismo volumen que ésta. En sí se trata de una estructura que reaprove-
cha una elevación que acaba modelando y sobre la que define una escalinata en su cara
norte y una pirámide sobre ella marcando un punto sagrado evidente.
Del sector este destacamos el conjunto de edificios que parecen responder a estruc-
turas palaciegas con un organigrama dispuesto en torno a un patio que apenas se ve en
otros lugares de Monte Albán. Junto a él, el juego de pelota que se ubica en la esquina
nororiental responde al tradicional esquema de cancha en forma de H, aunque con la
novedad de no contar con el tradicional anillo dispuesto en la zona central y estar
sustituido por nichos situados en las esquinas y que tienen mucha relación con los que
aparecen en las tumbas de la ciudad.
Por último el Edificio J. Ubicado en la zona sur de la aplaza, sobresale del conjunto
por su planta y su aparente desubicación del organigrama general. Su datación, en la
etapa inicial del complejo, y relacionado con el Edificio de los Danzantes por la presen-
cia de piedras grabadas con personajes de vinculación olmeca, no hace más que abrir
los interrogantes a cerca de la interpretación de su función, más relacionada con fines de
observación astronómica, que esencialmente sagrada.
136 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

TIKAL

Durante once siglos, Tikal fue la ciudad más grande del Petén, en la que las
excavaciones arqueológicas han puesto de manifiesto la existencia de 3000 estruc-
turas arquitectónicas aisladas, bajo las que yacen otras 10000, reflejo de la tenden-
cia a reaprovechar estructuras previas por parte de las culturas prehispánicas. Junto
a ello, la ciudad como tal nos presenta un conjunto de estructuras gemelas, tem-
plos, palacios, complejos administrativos y todos los elementos indispensables de
una aglomeración de estas características.

PLAZA CENTRAL DE TIKAL. (GUATEMALA).

Tikal constituye sin duda uno de los grandes centros urbanos de la zona maya.
Organiza su estructura con una serie de conjuntos habitacionales, que se disponen
dispersos a lo largo del territorio y que se concentran con una mayor densidad
junto a los complejos arquitectónicos principales. Sus límites vienen determinados
por la construcción de muros defensivos que rodean el sitio.
La parte central de la ciudad se organizaba en torno a la que se denomina como
acrópolis norte, compuesta por pirámides y edificios sagrados como templos que
definen en su centro la gran plaza principal, que junto con canchas de juego de
pelota cierra el conjunto de construcciones que se localizaban en la parte más
importante del enclave.
Uno de los rasgos más destacados de la ciudad de Tikal en la etapa clásica es la
aparición de complejos de pirámides gemelas que flanqueaban plazas y se dispo-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 137

nían con cuatro escalinatas, una a cada lado de sus frentes, que parecen estar rela-
cionadas con la conmemoración de los katunes o períodos de veinte años.
Desde este centro partían tres calzadas que iban a parar a templos o edificios
aislados destinados a la realización de determinadas funciones y que en el caso de
Tikal alcanzaron dimensiones monumentales, medidas que llegan a los sesenta
metros de ancho y un kilómetro de largo.

COPÁN

Copán, ciudad de los astrónomos, está entre los enclaves clásicos más originales
que se puedan analizar en el territorio maya, dentro de la actual Honduras. Desde
un punto de vista urbano y constructivo, la ciudad es el segundo núcleo en tamaño
del mundo maya y responde al modelo de enclave asentado en un territorio que
llega a controlar convirtiéndose en el foco de ordenamiento poblacional, y próxi-
mo a un río, el Copán, cuyas crecidas han afectado a la propia integridad del
conjunto.

PLANO DE LA ACRÓPOLIS DE COPÁN. (HONDURAS).

El centro de la ciudad se ha planificado dentro de un rectángulo que describe


internamente una organización ortogonal, donde se percibe la preocupación por
nivelar y rodear un conjunto de terraplenes sobre los que se alzan las estructuras de
plataformas y pirámides.
Copán se organiza como un conjunto de volúmenes abiertos en los que destacan
los edificios que los jalonan, creando una escenografía entre los que se desarrollan
138 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

las grandes plazas como puntos de encuentro. Urbanismo y arquitectura que se ven
complementados por una serie de estelas y de altares que se constituyen en los
hitos necesarios para la delimitación temporal de determinados acontecimientos
que se convierten necesariamente, en componentes del discurrir temporal del pue-
blo maya, mediante elementos que hunden sus orígenes en las primeras culturas
mesoamericanas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 139

APÉNDICE DOCUMENTAL

INFORME DE ANTONIO DEL RÍO. PALENQUE, 24 DE JUNIO DE 1787.


DESCRIPCIÓN DEL TERRENO Y CASAS DE PIEDRA*

«Desde el Palenque ultimo Pueblo al N. de la Provincia de Ciudad R. de chiapa,


se sube caminando hacia el S.O. por una Serrania que viene a dividir este Reyno de
Goatemala, del de Yucatàn, ò Compeche: a las dos leguas se encuentra el arroyo
nombrado Michol, cuyas aguas corren al Poniente, hasta unirse con el grande Río
Tulixà que lleva su bertiente a la Provincia de Tabasco: Pasado este arroyo se
continua subiendo, y a media legua se cruza un riachuelo que llaman Ototum, el
cual bà a juntarse con el anterior: Aquí es donde se comienza a descubrir montones
de ruinas que hacen muy molesto el paso de otra media legua, hasta la subida al
parage, en que se hallan situadas las Casas de piedra: estas se reducen à catorce
mas, o menos, arruinadas, pero que aun conservan visibles muchas de sus habita-
ciones.
Un area rectangular de trescientas varas de latitud, y quatrocientas y cincuenta
de longitud comprehende el terreno plano que se demuestra al pie del monte mas
alto de esta Serrania el qual forma una Plaza, y como en su centro se bè colocada la
Casa más grande, y capaz de cuantas se han reconocido: su situacion es sobre un
Cumulo, ò Colina de veinte varas de altura, y al rededor de la misma se manifiestan
los demas en esta forma: Cinco al N. quatro o al S. una al S.O. y tres al Levante,
notandose igualmente por tres partes fragmentos de otras Casas y edificios caidos,
extendiendose los de esta clase a lo largo de la montaña que corre de Lebantte a
Poniente hasta la distancia de tres o quatro leguas por ambas partes: de manera que
la total extensión que forma esta arruinada población, se puede decir, comprehende
de siete a ocho leguas de longitud, no correspondiendo à esta su latitud que biene
a ser poco mas de media legua en donde finalizan las ruinas, esto es, hasta el arroyo
Michòl, que camina al piè de la Montaña: De esta se descuelgan barias vertientes
que bañan los cimientos de las arruinadas Casas, situadas auna y otra orilla: lo que
presentaria a la vista, sino fuera por la densidad de los Arboles, tantas calles, como
arroyelos.
Por la eleccion de establecerse en iguales sitios, y por un aqueducto de piedra
subterráneo, de mucha solidez y permanencia, que atraviesa por debajo de la casa
grande, se pudiera inferir que estas gentes tubieron alguna analogía y trato con los
Romanos: no porque yo me persuada, hayan llegado à este Terreno aquellos con-
quistadores, sino por que se deja congeturar con fundamento, que algunos de otra
Nacion culta se asomaron por estos Payses, de quienes, durante el espacio de su
detencion, habrían recivido estos naturales alguna idea de las Artes, como Recom-
pensa de su hospitalidad.
A la belleza natural de su agradable situación, se añade la fertilidad del suelo,
bajo de un clima benigno que les ofrecería sin duda en abundancia casi todos los
articulos precisos para satisfacer las necesidades de una vida conmoda y tranquila:
puesto que las frutas silbestres que se encuentran en bastante copia quales son los
Zapotes, Aguacates, Camotes, Yuca, Platanos, y otras diferentes [...].
140 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Volviendo, pues, à este, exige el buen orden que a la descripcion del Terreno, se
siga el examen de quanto nos presenta esta gran Casa en su interior, cuya arquitec-
tura muy parecida a la antigua gotica, ofrece larga duracion en lo macizo y tosco
de su fabrica, franqueando la entrada en la partte de Levantte, por un Portico o
Corredor de treinta y seis varas de largo, y tres de ancho, con Pilastras rectangulas
llenas, sin pedestal, ni vase alguna, sobre las cuales se hallan unas piedras quadra-
das y lisas de mas de un pie [...]».

* CABELLO CARRO, Paz. Política Investigadora de la época de Carlos III en


el área maya. Madrid, Ediciones de la Torre, 1992, pp. 132-147.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 141

CAPÍTULO 6:

LOS DESARROLLOS URBANOS EN EL ÁREA ANDINA

INTRODUCCIÓN

El estudio del urbanismo prehispánico, encuentra en la región andina otro de


sus capítulos más destacados, fundamentalmente por la entidad y calidad de los
núcleos con los que cuenta, debido al desarrollo que alcanzó la vida urbana en esta
zona del continente. Los procesos de concentración humana se inician desde fases
tempranas del período Formativo, primeramente en la costa para posteriormente
aparecer en el interior. En todos los casos no podemos perder de vista la determina-
ción que implica el medio geográfico, elemento fundamental para entender el desa-
rrollo de las culturas prehispánicas.
La evolución de los centros en esta zona cuenta con una dilatada cronología,
situando su inicio en torno al siglo XX a.C., a través de la cual se pueden testimo-
niar fases que irían desde momentos iniciales en los que se registran simples agru-
paciones de estructuras habitacionales conformando en ocasiones simples
campamentos estacionales, pasando por la definición de centros religiosos y aca-
bando con la aparición de ciudades perfectamente conformadas tanto en concepto
como estructura.
La llegada de los primeros españoles a tierras suramericanas, puso muy pronto
en contacto a éstos con la existencia de una cultura, la inca, que asombró entre
muchas cuestiones por presentar un grado de desarrollo muy similar a las encontra-
das en México, de las que ya se tenía noticia, además de contar con unas ciudades
perfectamente establecidas y claramente jerarquizadas, y unos patrones de asenta-
miento definidos con un urbanismo planificado como Cuzco.
En este sentido, las ciudades incas, no eran más que la última fase espacio-
temporal, de una larga evolución de enclaves que arrancaban en el segundo mile-
nio antes de Cristo con yacimientos como Huaca Prieta, Cerro Narrio, Kotosh,
Huaca de los Reyes, Cerro Sechín y Chavín de Huántar, donde por primera vez se
142 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

testimoniaba la definición de un centro en el que de alguna manera, el empleo de


elementos articuladores compuestos por plataformas y plazas rehundidas que se
continuarían empleando en el futuro, adquirirán un protagonismo destacado.
El análisis del desarrollo urbano en el área andina, presenta en definitiva una
serie de elementos distintivos respecto a la zona mesoamericana, en muchos casos
debido a la diferencia de características geográficas que influyeron en la distribu-
ción y localización de los distintos emplazamientos. Junto a éstos los propios
componentes internos de los enclaves, así como el estilo de vida en el que elemen-
tos como la metalurgia y el tejido, se habían desarrollado perfectamente. Aunque
los componentes básicos con los que nos vamos a encontrar poco difieren de los
del capítulo anterior, si hemos de detenernos en esa serie de aspectos que los
caracterizan como son su variedad respecto al entorno en el que se emplazan,
diversidad de tipologías urbanas, y un desarrollo definido, salvo excepciones, del
organigrama urbano.

PATRONES DE LOCALIZACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS ANDINOS

El ámbito geográfico suramericano presenta si cabe, una mayor disparidad entre


los distintos ámbitos espaciales que lo integran. La cordillera andina, determina
una extremada división entre la vertiente oriental, dominada por las llanuras y
selvas amazónicas que conforman una frontera natural de difícil tránsito, y la costa
occidental del Pacífico que de alguna manera se convirtió en el gran corredor por
el que transitarían los distintos pueblos que bien por mar o por tierra se fueron
repartiendo por lo que sería el núcleo central de esta región.

DESIERTO COSTERO PERUANO.

De estos dos territorios, nos interesa la propia costa y los valles interiores andi-
nos dispuestos entre la cordillera costera y la Cordillera Blanca y la Negra, ya que
serán en ellos en los que se localicen los primeros y principales testimonios de
asentamientos. Unos enclaves que a la larga mostrarán claras vinculaciones que
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 143

van más allá de las evidentemente geográficas, para testimoniar relaciones de tipo
económico y cultural que en ocasiones hicieron pensar en la existencia de horizon-
tes panperuanos de relación, que permitieran explicar determinadas fases del desa-
rrollo cultural en esta región del continente americano.
La evolución de dichos asentamientos se podría organizar en dos tipos. El pri-
mero de ellos aparece desde fases iniciales tanto en la costa como en las serranías,
y que denominaremos como agrupamientos en aldea, controlando un valle o una
zona estratégicamente importante y donde no podemos hablar claramente de unos
patrones urbanos definidos, sino más bien de esporádicas aglomeraciones en torno
a fuentes de abastecimiento de diversa índole, ya sea esta agua, un punto de caza o
de abundante vegetación, etc. A los segundos, posteriores en el tiempo, los podría-
mos considerar como enclaves del interior en los que de alguna manera se consta-
tan desarrollos claramente organizados alrededor de estructuras arquitectónicas como
plazas y plataformas que se conjugarán para conformar espacios articulados, en los
que juegan un papel importante los ámbitos abiertos y en los que las relaciones
visuales con puntos geográficos próximos será una de sus características.

VISTA DE UNO DE LOS VALLES INTERANDINOS EN LOS QUE SE ASENTARON


NUMEROSAS POBLACIONES QUE EXPLOTAN SUS RIQUEZAS NATURALES.
AREQUIPA. (PERÚ).

Respecto a los primeros asentamientos que se pueden analizar en la región andi-


na, encontramos los de la costa ecuatoriana. Yacimientos como Valdivia (Ecuador),
en realidad basureros en los que se testimonia la presencia de una actividad antró-
pica por la acumulación de restos orgánicos, son ejemplo de los primeros momen-
tos en los que se evidencia una clara adaptación de grupos cazadores-recolectores
en la región de la costa al medio en el que se hayan, desarrollando una economía
de subsistencia basada en el aprovechamiento esporádico de los alimentos aporta-
dos por la naturaleza. Relacionados con ellos culturalmente pero en el interior, en
el cuarto milenio anterior a Cristo, podemos hablar de enclaves en los que la eco-
nomía era básicamente agrícola, con un claro desarrollo de estructuras de viviendas
de planta elíptica hechas de materiales vegetales muy similares a construcciones
que en la actualidad se pueden localizar en la Amazonia. Unas viviendas que ya
144 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

presentan desarrollos de sus espacios en herradura, en torno a patios, convirtiéndo-


se en los antecedentes de las construcciones en forma de U que se consolidarán
definitivamente en núcleos como Cerro Sechín o Chavín de Huántar, a finales del
segundo e inicios del primer milenio antes de Cristo, y que incluso con el tiempo
se harán frecuentes trasladados a formas cerámicas.
Desde estos momentos iniciales los patrones de asentamiento inician unas pau-
latinas transformaciones que se reflejarán tanto en un aumento de su propia com-
plejidad, como de las estructuras que los conforman, en tanto a la organización
interna como a los materiales que se emplean. También se constata un manteni-
miento respecto a etapas anteriores en la vinculación con aspectos como el aprove-
chamiento de los recursos naturales que les proporciona el entorno, aunque habría
que hablar de una mayor riqueza que se reflejará en el hecho de consumir una dieta
mixta que combinó productos agrícolas de interior con otros de la costa, amplian-
do las iniciales tendencias y posibilidades de alimento de los grupos, y constatan-
do obviamente el establecimiento de relaciones de intercambio entre el interior y
la costa peruanos.

PLANO DE MACHU PICCHU. (PERÚ).

En este sentido, en torno al segundo milenio se percibe ya la definición de unos


elementos culturales perfectamente establecidos, generados en núcleos en los que se
testimonia un aumento de la concentración de la población que hasta ese momento
había ocupado gran parte de los valles costeros y del interior. Se trata de asentamientos
relacionados con áreas de cultivo de una forma lógica, con una nula ocupación de las
tierras cultivables, y que hacen que las laderas de esos valles sean los lugares elegidos
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 145

para disponer las viviendas esparcidas irregularmente. Unas estructuras básicas en las
que se constata el empleo de materiales vegetales y piedras, conformando habitaciones
de distinta planta, tanto cuadrada como semicircular.
Esta inicial complejidad se manifiesta también en las relaciones sociales que
hacen posible la existencia, ya en fechas tan tempranas, de sectores especializados
dedicados exclusivamente a la religión o actividades productivas, que explicarían
la presencia de centros en los que no se constata una actividad de habitación
permanente, pero en los que sí se llevan a cabo reuniones temporales de mucha
población, funcionando como verdaderos centros ceremoniales.

LAS PRIMERAS ESTRUCTURAS URBANAS

Para el caso suramericano las primeras estructuras urbanas estarían representadas en


las aldeas de las que anteriormente hablábamos, convirtiéndose en las más antiguas
agrupaciones de las que se tiene noticia a pesar de que no contaron con un grado de
desarrollo tan claro, por ejemplo, como los olmecas, y en las que subsistían sus pobla-
ciones gracias a los recursos marinos y agrícolas. Se trata de enclaves organizados
mediante el mero agrupamiento de chozas circulares edificadas con totoras atadas a una
ligera estructura de madera, ocasionalmente completada con costillas de ballena. Unas
chozas que a diferencia de la especialización de los espacios de otras áreas culturales, se
convertirán en lugar de enterramiento de los miembros de la familia, estableciendo
desde este momento una vinculación entre espacio de habitación y lugar de enterra-
miento, que llegará a dotar al primero de una especial significación religiosa y estable-
ciendo una unión con los antepasados que marcará pautas constructivas posteriores.

CERRO SECHÍN. (PERÚ).


146 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

No obstante los procesos de complicación y jerarquización social también van a


tener su reflejo en el núcleo andino donde yacimientos como El Paraíso en Chu-
quitanta, uno de los más antiguos, datados en el año 2000 a.C., presentan edificios
en los que se emplean esquemas surgidos en momentos anteriores, con formas en U,
y orientados hacia las montañas próximas a los enclaves. Los centros con esa forma
se convirtieron en los de trazado más predominante desde el año 1800 a.C., apare-
ciendo tanto en la sierra como en la costa y perdurando su patrón casi mil años.
Unos centros en los que también se daba ya de una manera incipiente la relación
entre estructuras construidas y plazas hundidas.
En Kotosh, al este del Huallaga Alto, nos encontramos con un enclave en el que
se han llevado a cabo trabajos de aterrazamiento del terreno desde el siglo XX a.C.
Los dos edificios de los que se han encontrado elementos estructurales como son
los del Templo de las Manos Cruzadas y el Templo Blanco, presentan esquemas
abiertos, ordenados en torno a patios, en los que sobresale la estrecha vinculación
de las edificaciones con el lugar en el que se encuentran, además de una organiza-
ción regular tremendamente simétrica.
En segundo lugar, la Huaca de los Reyes, en el Valle del Río Moche, y datable en un
arco cronológico que va desde el 1730 al 850 a.C., presenta un plano cuya simetría es
mucho más evidente que en el anterior, sobre todo desde el punto de vista urbano. En su
organización se percibe claramente la relación entre espacios abiertos y estructuras
arquitectónicas, en las que la ordenación se realiza tomando como base una gran plaza
a la que se abren tres pórticos conformados por columnas y mostrando una ordenación
de los espacios que está lejos de cualquier improvisación.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 147

VISTA DEL RECINTO DEL KALASASAYA. TIAHUANACO. (BOLIVIA).

Por último Cerro Sechín muestra posiblemente un organigrama mucho más sim-
ple al anterior, pero donde la preocupación por parte de sus autores de dotarlo de
una importante y trascendental iconografía guerrera, lo convierten en un foco de
atracción de marcado carácter sacramental. Datable aproximadamente en el año
900 a.C., se entra a él a través de una escalinata que nos permite salvar la altura de
la plataforma sobre la que se encontraba, accediendo a una estructura simétrica a la
que se abren las distintas cámaras dispuestas en torno a un eje. Cerro Sechín se
puede considerar como el antecedente de Chavín, interesante por cuanto en él
encontramos algunas de las pautas que se verán en el más destacado de los encla-
ves del Horizonte Temprano.
Sin duda alguna uno de los primeros asentamientos en el que podemos hablar de una
mínima regulación espacial es en el de Chavín de Huántar, 900-400 a.C. Prácticamente
destruido por los avatares naturales y por el propio hecho de ser una cantera de materia-
les pétreos desde la etapa prehispánica, su organización nos habla de una distribución
planificada de los elementos con un centro más importante y otro conjunto de lugares
distribuidos a su alrededor y relacionados con él. Los diseños constructivos en forma de
U y las vinculaciones de las edificaciones con patios como es el caso del denominado
Castillo, nos permiten hablar de una serie de constantes del urbanismo prehispánico
que sigue ubicando sus edificios también en plataformas. No obstante la no existencia
de una planificación clara explicaría las sucesivas ampliaciones que tuvo este núcleo,
como las que dieron lugar al Nuevo Templo, realizada con toda probabilidad en distin-
tas fases, lo que no hace pensar en un proyecto unitario.
148 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VISTA PARCIAL DE TIAHUANACO. (BOLIVIA).

Posiblemente el enclave que más nos interese después del de Chavín de Huántar
sea el de Moche, ya en la región costera del sur de Perú en donde podemos encon-
trar otro de los ejemplos de centros ceremoniales que podemos insertar dentro de la
dinámica urbana de los asentamientos prehispánicos andinos. Moche, 100 a.C.-700
d.C., cuenta con dos plataformas, la Huaca del Sol y la de la Luna donde se relacio-
nan espacios abiertos y plazas, articulados por el cerramiento de plataformas que
definen escenarios de un alto valor religioso. La distinta funcionalidad de las mis-
mas hace pensar en la vinculación entre poder civil y religioso, o la unión de
ambos en la misma figura. Así, el hecho de considerar a la Pirámide del Sol como
un templo y a la de la Luna como la plataforma de un palacio, vendrían a sustentar
esta hipótesis.
Pero no solamente podemos hablar de aglomeraciones definidas por ser lugares
de habitación, sino que también tenemos que tener en cuenta aquellos enclaves en
los que originariamente se aprecia una utilización ritual, celebración religiosa o
enterramiento y que se convierten en otra de los condicionantes que dieron lugar a
algunos de los yacimientos más importantes de la región andina. Si ya hemos
hablado de Chavín de Huántar y le hemos conferido ese carácter de lugar sagrado,
el caso de los yacimientos de Paracas en la región meridional de la costa peruana,
nos constatan la elección de enclaves por determinadas circunstancias en los que
se llevaban a cabo el enterramiento de cuerpos envueltos en fardos formados por
mantas de una altísima calidad y que desde el 400 a.C., testimonian la presencia de
concentraciones arquitectónicas dotadas de una fuerte simbología.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 149

PIKILLAQTA. (PERÚ).
150 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CHAN CHÁN. TRUJILLO. (PERÚ).

LAS PRINCIPALES CIUDADES

El paulatino desarrollo comercial incidió en el crecimiento y complejidad de


los centros de concentración humana, hasta tal punto que podemos decir que
surgen las primeras ciudades en un período que arrancaría en torno al siglo II d.C.
La ciudad de Tiahuanaco representaría esta primera fase. Dominada por dos gran-
des plataformas cubiertas de piedra, sobre cada una de las cuales hay una plaza
hundida, los edificios que la conforman destacan por estar realizados con muy
buena calidad y levantarse sobre las plataformas a las que se entra a través de una
serie de pórticos, definidos por bloques macizos de piedra de una sola pieza y
decorados en algunas ocasiones con relieves. La más famosa es la Puerta del Sol,
cuyo principal motivo puede ser una versión tardía del antiguo Dios de los Bácu-
los de Chavín. En una de las plazas del complejo se localizan un gran número de
estelas entre las que se podían identificar algunas de dioses pertenecientes a
pueblos conquistados y sometidos por Tiahuanaco. Las grandes plataformas que
aparecen con sus impresionantes edificios fueron las residencias y despachos de
la elite gobernante, mientras que la masa de la población vivía en humildes
casas.
La existencia de todos estos elementos nos permite hacer una lectura en la
que destacaría la presencia de una articulación espacial exterior ordenada en
relación a puntos o direcciones organizadas por las portadas y las estelas, cons-
tituyendo un claro ejemplo de ordenación en base a hitos monumentales y
espacios públicos. La propia calidad en la que se presentan habla muy a las
claras de la existencia de una estructuración social interna sustentada en una ya
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 151

definida diferenciación, en la que posiblemente se puedan encontrar perfecta-


mente definidos especialistas altamente cualificados, directores de obra, cante-
ros, sacerdotes, artesanos, orfebres, etc., representativos de una organización en
torno a un poder central con la capacidad suficiente para movilizar a una masa
importante de súbditos.

IGLESIA DE SANTO DOMINGO. CUZCO. (PERÚ).

El caso de Wari, estrechamente relacionado con Tiahuanaco, surge justo cuan-


do éste conoce su etapa de máximo esplendor, aunque con un desarrollo caracteri-
zado por una disposición de los elementos sin un orden preestablecido y con el
empleo de piedras, más próximas por su tamaño a lo megalítico. El yacimiento se
organiza mediante complejos amurallados divididos en secciones rectangulares que
conforman patios rodeados de una serie de habitaciones que podrían haber confor-
mado residencias de unidades familiares.
Los enclaves de Huamachuco y Viracochapampa, emplazados en el Horizonte
Medio, vuelven a ser ejemplos en los que encontramos edificios organizados en
torno a una plaza central y con una clara planificación que se testimonia no sola-
mente en la calidad de la urbanización del recinto, sino incluso en el hecho de que
sus lados estén orientados con los puntos cardinales, como es el caso de Viracocha-
pampa.
Para el caso de Huamachuco, la realización de estructuras de habitación organi-
zadas con salas rectangulares y ordenadas en torno a patios, vuelve a constatar la
utilización de unas pautas de ordenación de las unidades básicas de habitación que
se insertan dentro de la tradición suramericana que venimos comentando.
152 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CALLE HUNÍN RUMAYOC. CUZCO. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 153

SACSAHUAMÁN. CUZCO. (PERÚ).

Posiblemente el mejor ejemplo de esta planificación que se constata en estos


conjuntos lo conforma la ciudad de Chan Chán, siglos XIII-XV d.C., de la que
interesa resaltar, más la planificación de cada una de las unidades que la confor-
man, que el propio conjunto del enclave, que responde a la paulatina complemen-
tación de cada una de las unidades que lo integran, aunque el resultado sea una
perfecta y geométrica ordenación de sus áreas. Ubicada en las proximidades de la
actual ciudad de Trujillo, el empleo del adobe con un carácter masivo en todas las
estructuras, convierten además a esta ciudad en uno de los mejores espacios en los
que analizar la aplicación y grado de calidad que alcanzó este material.
Por lo que respecta al centro y sur de Perú, la ciudad de Pachacamac, siglos VII-
XV d.C., representa la estructura más grande en la que se pueden ver conjuntos de
grandes pirámides, llegando a contar con construcciones de hasta seis pisos de
tapias y pintados exteriormente, mostrando una alta complejidad en la conforma-
ción y decoración de cada uno de los elementos que lo integraban.
Por último, los enclaves de la civilización inca son algunos de los mejores conoci-
dos, fundamentalmente por ser de los últimos que se realizaron, disponer de un magní-
fico trabajo de la piedra y contar con algunas de las descripciones más completas
llevadas a cabo por los cronistas españoles. Si bien los ejemplos con los que nos poda-
mos encontrar son numerosos, destacan en ellos la existencia de enclaves en los que se
testimonia una perfecta planificación en la disposición de los edificios y calles de
Ollantaytambo. O de un desarrollo definido pero no regular manteniendo unas pautas
de orientación constantes en el urbanismo de la región andina y donde el caso de Cuzco
se convierte en uno de los casos más conocidos y mejor estudiados.
154 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MACHU PICCHU. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 155

PISAC. (PERÚ).
156 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

CHAVÍN DE HUÁNTAR

El primer momento en el que se constata una unificación territorial, lo que los


estudios llaman período panperuano, en el centro norte del Perú, por motivos reli-
giosos es en el Horizonte Antiguo, a partir del siglo IX a.C. Las circunstancias que
dieron origen a ese momento hay que vincularlas con fases anteriores en las que se
fueron definiendo los esquemas ideológicos-religiosos que tendrían en referentes
naturales algunos de sus pilares. En el caso de Chavín, el proceso hizo aparecer
todo un esquema sustentado en un lenguaje formal que lo llegaría a identificar,
conformando todo un soporte de propagación ideológica que tiene en la figura del
Lanzón a su máxima expresión.

CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

Heredero de todo un proceso de definición espacial iniciado en enclaves como


Kotosh, Huaca de los Reyes o Cerro Sechín, el enclave de Chavín de Huántar,
surgió en torno al año 900 a.C., siendo reflejo de la confluencia de experiencias de
la costa y la montaña, y conformando el primer complejo ceremonial sudamericano
que llegó a tener presencia en un ámbito territorial amplio, y en el que impresiona
la organización de sus espacios por su tamaño y por el cuidado en la disposición
de edificios y plazas que conforman el centro en sí.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 157

La parte más antigua del yacimiento que se conoce como Templo Temprano
está conformado por una plataforma en forma de U y una plaza hundida circular
entre los brazos de dicha U. El organigrama del edificio se completaba con un
sinfín de galerías que desarrolladas a distinta altura estaban decoradas con un
conjunto de figuras que evidencia la especial simbología de esta zona y en una de
cuyas intersecciones, generadas por el cruce de dos de estas galerías se emplaza El
Lanzón.
Esta estructura original poco a poco se fue modificando, incorporándose con el
tiempo en un conjunto de plazas y plataformas que generó un modelo que se
siguió utilizando hasta Tiahuanaco.

TIAHUANACO

La posibilidad de considerar la existencia de una estrecha relación entre los


distintos períodos en que se estructura el desarrollo histórico de la región andina
con anterioridad al Imperio Inca, permitiría hablar de una evolución en esta región
americana, sustentada por el proceso acumulativo de cada una de las fases que se
suceden. En este sentido el análisis formal consistente en la forma en que unas
culturas reaprovechan elementos de las anteriores podría tener su justificación. Eso
es lo que ocurre al analizar el enclave de Tiahuanaco, donde se puede testimoniar
el empleo de una iconología chavinoide, reflejada en el Dios de los Báculos, ele-
mento que las relaciona y que permite defender esa hipótesis de vinculación.

TIAHUANACO. (BOLIVIA).
158 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Localizada en las proximidades del lago Titicaca y a unos 3800 metros de


altitud, la conformación de Tiahuanaco como enclave de ocupación habría que
situarlo entre el siglo III a.C. y VIII d.C. Los edificios más importantes de Tiahua-
naco parecen haberse construido en los primeros siglos de nuestra era, recogiendo
en ella todos los principios de pirámides, plataformas y espacios abiertos que son
propias de estas entidades urbanas prehispánicas en la región andina.
La principal estructura del yacimiento es la denominada Akapana, una pirámide
truncada de 180 por 100 metros de base que se separa de la plataforma del Kalasa-
saya mediante una avenida que conformaría una de las principales vías de la ciu-
dad.
Es en el Kalasasaya donde se emplaza la Puerta del Sol, posiblemente uno de los
referentes más conocidos de esta ciudad, en la que destaca, por un lado el empleo
de la piedra como material dominante y que diferencia a esta zona de las viviendas
en sí que fueron construidas con materiales perecederos. Junto a ello, iconográfica-
mente, la presencia de un personaje muy similar al Señor de los Bastones de la
estela Raimondi de Chavín, evidencian una posible influencia con otros centros
religiosos del Perú, lo que abriría la puerta a posibles contactos entre distintos
centros.
Existen indicios de que Tiahuanaco fue la residencia de una elite gobernante
con un desarrollo social y cultural lo suficientemente fuerte como para poder llevar
a cabo trabajos de gran envergadura, transportando materiales desde largas distan-
cias.

CHAN CHÁN

La historia peruana, tiene en el Período Intermedio Tardío como gran protago-


nista a la dinastía Chimú. La grandeza y pretensiones de dominio territoriales por
parte de este pueblo fueron frenadas a mediados del siglo XV por los ejércitos
incas, cortando la que podría haber sido el desarrollo del gran enemigo del norte y
gran competidor por el control territorial del Perú, cuando había logrado incorporar
bajo su tutela todos los valles costeros desde Lima a Tumbez. Su dinastía tuvo
orígenes mitológicos, llegando su fundador Taycamano desde el mar, e inauguran-
do una serie de doce descendientes entre los que destacaron su nieto, Nançen-
pinco y el noveno jefe Minchançamán.
Chan Chán fue posiblemente la ciudad más grande de la región andina, cuyas
ruinas se localizan en la actualidad cerca de la localidad de Trujillo. La estructu-
ra de esta urbe se organiza en base a un conjunto de recintos planeados conoci-
dos como barrios, interconexionados de tal manera que mantienen una unidad
que los dota de una orientación común, en la que se quiere ver una misma progra-
mática constructiva de tal manera que todos los complejos se ordenan orientados
hacia poniente.
El material básico es el adobe, conformando en la actualidad parte de la estruc-
tura de los muros divisorios de cada una de las unidades espaciales y llegando a
alcanzar en algunas zonas 11 metros de altura. Se trata de un material que aparece
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 159

CHAN CHÁN. TRUJILLO. (PERÚ).

trabajado mediante la inserción de frisos de animales y otros motivos que relacio-


nan a los mismos con los tejidos que realizaba la cultura chimú.
La mayoría de los complejos que conforman la ciudad presentan una planta
rectangular, repitiendo en su interior los mismos usos de suelo, donde sobresalían
la presencia de patios y conjuntos habitacionales posiblemente utilizados con fi-
nes administrativos, junto con los que no era extraño encontrar espacios sin ocupar
destinados en la inmensa mayoría de los casos a cultivos.

OLLANTAYTAMBO

Los distintos estudios que sobre el origen de la ciudad americana se han escrito,
siempre sopesaron la influencia que algunos esquemas regulares prehispánicos pudieron
tener en la configuración de los modelos urbanos a partir del siglo XVI. Ejemplos
como el de Ollantaytambo, ponen de manifiesto la existencia de estos organigra-
mas en momentos anteriores a la llegada de los españoles, pero no necesariamente
vinculables con los diseños planificados que surgirían posteriormente.
En este sentido, dentro de esta problemática surgida en torno a la consideración
del carácter planificado de muchos de esos asentamientos, no cabe la menor duda
que el caso de Ollantaytambo ejemplifica tanto el grado de desarrollo que alcanza-
ron muchos de ellos, como la existencia de un modelo en el que había vivido el
indígena americano y que por tanto conocía, justificación que permitiría explicar
el por qué de su perfecta adecuación a los modelos importados desde occidente.
160 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

OLLANTAYTAMBO. (PERÚ).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 161

Emplazada en el valle del río Urubamba, su historia está muy relacionada con la
del propio Cuzco, ubicada en un punto estratégico desde el que se controlaban
varios pasos. Su estructura se organiza en dos sectores, la fortaleza, que emplazada
en lo alto de la montaña vigilaba dicha posición privilegiada y la ciudad, a sus
pies. El desarrollo de la misma se caracteriza por su tremenda regularidad en la que
dieciocho bloques rectangulares se distribuyen generando en el centro una plaza y
separados por calles rectilíneas, por las que discurre un conjunto de canales que
pasan por los quicios de las entradas a las viviendas funcionando como sistema de
higiene tremendamente desarrollado.
La estructura de cada una de esas unidades señaladas o bloque, se organiza
mediante un sistema dual en el que se insertan dos patios separados y rodeado cada
uno de ellos por cuatro habitaciones, todo realizado con una tremenda perfección
en el trabajo de la piedra. En las esquinas, pequeños patios completan los espacios
libres entre las habitaciones.

CUZCO

CUZCO. EN ESTE PLANO SE PUEDEN VER LAS SALIDAS DE LA CIUDAD HACIA LAS
CUATRO PARTES DEL IMPERIO INCA. (PERÚ).

El caso de Cuzco ejemplifica la culminación de un proceso de ocupación terri-


torial posiblemente iniciado unos dos mil años antes a su fundación como capital
inca. La importancia estratégica y económica de su enclave, ubicado en un cruce
natural de caminos no fue explotado totalmente hasta la última fase del período
162 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

prehispánico y contando con una hegemonía sobre el conjunto del Perú que no
abarcó más allá de tres generaciones. Su mérito radica en haberse desarrollado a
partir de un establecimiento pre-inca datado en la misma época que Chavín del que
no nos han llegado restos de arquitectura monumental, escultura en piedra o meta-
les, siendo básicamente la cerámica el único testimonio material de este asenta-
miento. Ni siquiera en el Horizonte Medio, bajo la sombra del poder wari, se testimonia
la presencia de un enclave importante que hablara de una clara preeminencia de
esta región sobre el entorno.
El trazado de la ciudad de Cuzco que tanto impresionó a los españoles, estaba
ordenado en base a dos ejes principales que señalaban el inicio de los cuatro
caminos que se dirigían a las cuatro regiones en que estaba dividido el imperio.
Dichos ejes se convertían a su vez, en los referentes que marcaban las direcciones
de las calles secundarias que a diferencia de las principales se trazaban mantenien-
do unos perfiles angostos, con fuertes declives debido a la orografía.
La plaza marcaba el centro de la ciudad y se encontraba dividida en dos seccio-
nes que se utilizaban de distinta manera. La del norte estaba dedicada a las ceremo-
nias, mientras que el sector meridional estaba dedicado a las fiestas y bailes.
De entre los edificios que se disponían en la ciudad destacaban los palacios, de
gran tamaño y organizados internamente por gran cantidad de habitaciones en los
que, como ocurría con los templos, sobresalía el trabajo de piedra con el que estaba
realizada parte de la estructura. Desde este centro crecería la ciudad de una forma
espontánea, organizando todo el entramado en barrios que formaban un anillo de
construcciones de materiales perecederos que se diferenciaban de las construccio-
nes más importantes que ocupaban los alrededores de la plaza.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 163

APÉNDICE DOCUMENTAL

DE LA MANERA Y TRAZA CON QUE ESTÁ FUNDADA LA CIUDAD DEL


CUZCO, Y DE LOS CUATRO CAMINOS REALES QUE DELLA SALEN, Y DE
LOS GRANDES EDIFICIOS QUE TUVO, Y QUIÉN FUE EL FUNDADOR*

«La ciudad de Cuzco está fundada en un sitio bien áspero y por todas partes
cercado de sierras, entre dos arroyos pequeños, el uno de los cuales pasa por medio,
porque se ha poblado de entrambas partes. Tiene un valle a la parte de levante, que
comienza desde la propia ciudad: por manera que las aguas de los arroyos que por
la ciudad pasan corren al poniente. En este valle, por ser frío demasiado, no hay
género de árbol que pueda dar fruta, si no son algunos molles. Tiene la ciudad a la
parte del norte, en el cerro más alto y más cercano a ella, una fuerza, la cual por su
grandeza y fortaleza fue excelente edificio, y lo es en este tiempo, aunque lo más
della está deshecha; pero todavía están en pie los grandes y fuertes cimientos, con
los cubos principales [...]. En el comedio, cerca de los collados della, donde estaba
lo más de la población, había una plaza de buen tamaño, la cual dicen que antigua-
mente era tremedal o lado, y que los fundadores, con mezcla y piedra, lo allanaron
y pusieron como agora está. Desta plaza salían cuatro caminos reales; en el que
llamaban Chichasuyo se camina a las tierras de los llanos con toda serranía, hasta
las provincias de Quito y Pasto. Por el segundo camino, que nombran Condesuyo,
entran las provincias que son subjetas a esta ciudad y a la de Arequipa. Por el
tercero camino real, que tiene por nombre Andesuyo, se va a las provincias que
caen en las faldas de los Andes y a algunos pueblos que están pasada la cordillera.
En el último camino destos, que dicen Collasuyo, entran las provincias que llegan
hasta Chile[...]. El río que pasa por esta ciudad tiene sus puentes para pasar de una
parte a otra. Y en ninguna parte deste reino del Perú se halló forma de ciudad con
noble ornamento sino fue este Cuzco, que (como muchas veces he dicho), era la
cabeza del imperio de los ingas y su asiento real. Y sin esto, las más provincias de
las Indias son poblaciones. Y si hay algunos pueblos, no tienen traza ni orden ni
cosa política que se haya de loar; el Cuzco tuvo gran manera y calidad; debió ser
fundada por gente de gran ser. Había grandes calles, salvo que eran angostas, y las
casas, hechas de piedra pura, con tan lindas junturas que ilustra el antigüedad del
edificio, pues estaban piedras tan grandes muy bien asentadas. Lo demás de las
casas todo era madera y paja o terrados, porque teja, ladrillo ni cal no vemos
reliquia dello. En esta ciudad había en muchas partes aposentos principales de los
reyes ingas, en los cuales el que sucedía en el señorío celebraba sus fiestas. Estaba
en ella el magnífico y solemne templo del sol, al cual llaman Curicanche, que fue
de los ricos de oro y plata que hubo en muchas partes del mundo. Lo más de la
ciudad fue poblada de mitimaes, y hubo en ella grandes leyes y estatutos a su
usanza, y de tal manera, que por todos era entendido, así en lo tocante de sus
vanidades y templos como en lo del gobierno. Fue la más rica que hubo en las
Indias de lo dellas sabemos, porque de muchos tiempos estaban en ella tesoros
allegados para grandeza de los señores, y ningún oro ni plata que en ella entraba
podía salir, so pena de muerte. De todas las provincias venían a tiempos los hijos
164 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

de los señores a residir en esta corte con su servicio y aparato. Había gran suma de
plateros, de doradores, que entendían en labrar lo que era mandado por los ingas.
Residía en su templo principal que ellos tenían su gran sacerdote, a quién llamaban
Vilaoma. En este tiempo hay casas muy buenas y torreadas, cubiertas con teja. Esta
ciudad, aunque es fría, es muy sana, y la más proveída de mantenimientos de todo
el reino, y la mayor dél, y adonde más españoles, tienen encomienda sobre los
indios, la cual fundó y pobló Mangocapa, primer rey inga que en ella hubo. Y
después de habar pasado otros diez señores que le sucedieron en el señorío, la
reedificó y tornó a fundar el adelantado don Francisco Pizarro, gobernador y capi-
tán general destos reinos, en nombre del emperador don Carlos, nuestro señor, año
de 1534 años, por el mes octubre».

* CIEZA DE LEÓN, Pedro. La Crónica del Perú. Madrid, Historia 16, 1984, pp.
335-338.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 165

CAPÍTULO 7:

ARQUITECTURA MESOAMERICANA

INTRODUCCIÓN

Uno de los capítulos destacados de las culturas mesoamericanas es el de la


construcción de edificios, sin duda uno de los aspectos más interesantes que sobre-
sale por la calidad y cantidad de las obras realizadas. Desde los inicios del Preclá-
sico se constata la existencia de complejos arquitectónicos que testimonian un
grado de evolución cultural y técnico muy importante, en los que se evidencian la
presencia de una serie de patrones de construcción perfectamente establecidos, que
se mantendrán hasta sus últimas consecuencias en las etapas finales del Posclásico,
anteriores a la llegada de los españoles.
Muestra evidente de una sedentarización ya consumada, entre el 1500 y el
1200 a.C., muchos de los asentamientos alcanzaron un nivel de organización
muy complejo, en las que las tareas especializadas eran cada vez más numero-
sas, lo que se reflejó en la propia organización de las ciudades y en aspectos
tan básicos como en un aumento en la intensidad de los intercambios de mate-
rias primas destinadas en un alto porcentaje a satisfacer fines rituales y funera-
rios.
La idoneidad o no de llamar a este conjunto de edificaciones como arqui-
tectura, se plantea precisamente por la ausencia de grandes espacios cubier-
tos, aspecto que no es óbice para que estemos hablando de unas estructuras
que conocen fases de diseño y construcción, llevadas a cabo por un grupo
social sacerdotal o regio, que es quién ordena su construcción. El grado de
complejidad que se alcanza se puede apreciar a través de la estrecha relación
que existe entre los edificios en sí y la trama urbana dentro de la que se
insertan, determinando de esta manera la aparición de verdaderos complejos
en los que el análisis de un elemento no se puede llevar sin su inserción en el
conjunto.
166 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

UNA ARQUITECTURA A CIELO ABIERTO

La estrecha relación de los pueblos prehispánicos con la naturaleza en la que se


insertaban y en la cual encontraban explicación a muchas de las cuestiones tras-
cendentales que los regían, vida, cosmología, etc., justificaría muchas de las carac-
terísticas de las estructuras arquitectónicas a las que nos vamos a referir. La concepción
de su religión, estructurada en torno a la idea del necesario mantenimiento del
ciclo vital, se sustentaba en la garantía de la sucesión del tiempo a través de una
serie de rituales que se reflejaban en un rico y variado panteón que desde la etapa
olmeca se había ido fraguando y consolidando dentro de la dinámica social prehis-
pánica, y que a su vez mantenía a toda una clase dirigente inicialmente sacerdotal
y posteriormente guerrera, que mandó erigir todo un conjunto de estructuras que se
convertirían en el escenario idóneo a través del cual poder legitimar sus acciones.

TEOTIHUACÁN. CALZADA DE LOS MUERTOS (MICCAOTLI). (MÉXICO).

La idea de formar parte de esa armonía vital y nunca contra ella, y la necesidad
de llevar a cabo un culto al sol como astro rey que garantizaba la vida, y cuyo
transcurso por el cielo era considerado como esencial para su existencia, determinó
la aparición de unos espacios en los que se adoraba de una manera evidente a estos
elementos. Desde etapas tempranas, tanto en la zona mesoamericana como en la
andina, el culto al sol se convirtió en el protagonista de la elaboración y planifica-
ción de los espacios, donde la exposición a su observación eliminaba la contem-
plación de cualquier construcción cubierta que pudiera evitarla. Ni tan siquiera los
espacios menores domésticos, pueden apartarse de la presencia de un elemento
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 167

YUCATÁN. CHICHÉN ITZÁ. EL CASTILLO. (MÉXICO).

abierto que mostrara dicha relación, caso de los patios en torno a los cuales se
disponen las unidades habitacionales.
Ahora bien, el propio concepto de la construcción, entendida como una parte
más de la naturaleza, integrada en la misma, abriría las puertas a una interpretación
más profunda. No sólo el hecho de presentar estructuras abiertas justificaría este
vínculo, sino que el mimetizarse prácticamente con el entorno, en casos como las
pirámides de Teotihuacán, con el Cerro Gordo y el Chiconautla como telones de
fondo, hablan de la tremenda preocupación que tuvieron sus constructores de con-
vertir sus obras en un parte más de esa naturaleza, cuya armonía no se quería
alterar. La continuidad entre las líneas naturales de las montañas y las artificiales
de lo arquitectónico, ejemplifican de un modo más que destacable ese concepto
arquitectónico que huye de los espacios cerrados para integrarse directamente en el
medio al que pertenecen.

EL DISEÑO: ARQUITECTURA Y PLANIFICACIÓN URBANA

Dentro del proceso de definición de los elementos que serán esenciales en la


arquitectura prehispánica mesoamericana podríamos hablar de la existencia de unos
modelos que definirán un diseño arquitectónico desde los primeros enclaves olme-
cas del Golfo hasta los aztecas de Tenochtitlán, convirtiéndose en unas constantes
repetidas en la práctica totalidad de los centros construidos. Los estudios encami-
nados a determinar los niveles de continuidad de las estructuras arquitectónicas,
168 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

mediante el análisis de los restos materiales que la arqueología relaciona con las
mismas, y su propia evolución interna, en un intento de crear una secuencia cons-
tructiva que explique sus componentes, puede ser uno de los medios más aclarado-
res de las circunstancias que envuelven al mismo proceso de edificación.

MONTE ALBÁN. OAXACA. PLAZA CENTRAL. (MÉXICO).

En este sentido, la determinación de la presencia de organizaciones geométricas


que nos muestran una clara relación de las partes con el conjunto del yacimiento
en el que se encuentran, nos hablarían de una suerte de ejercicio de ejecución
encaminado a llevar correcciones temporales en determinados momentos, a la vez
que proponer programas planificados de construcción que serían, en última conse-
cuencia, reflejo de unos procesos de economía edificatoria.
Dentro de los que se definen como elementos arquitectónicos podríamos hablar
de plataformas, haciendo una distinción entre las pirámides, calzadas, espacios
abiertos, unidades de habitación construidas mediante un sistema adintelado, orga-
nización de estos espacios en torno a patios, etc., todos con el punto en común de
conocer procesos de construcción en los que se reaprovechan subestructuras pre-
vias, en un claro exponente de renovación espacial y volumétrica que en ocasiones
se produce en períodos conocidos de tiempo.
Así, ejemplos como la pirámide de Cuicuilco, el edificio de los Danzantes de Monte
Albán, la pirámide de El Tajín, el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, o los restos
del templo mayor de Tenochtitlán, mostrarían las tendencias ejecutadas por unas cons-
trucciones en las que se constata una suerte de evolución teniendo al pasado como
soporte, que se reflejaría en ese conservadurismo estructural de muchas de ellas. Capí-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 169

CHICHEN ITZÁ. YUCATÁN. “EL CARACOL”. (MÉXICO).

tulo aparte lo conforma, por ejemplo, la construcción del templo rojo que existe delante
de la pirámide de Quetzalcóatl en la Ciudadela de Teotihuacán, donde se evidencia la
intención de anular y ocultar una estructura previa mediante la interposición, en rela-
ción al acceso más importante a la explanada central, de una construcción que anulara
visualmente dicha pirámide y que estudios recientes están poniendo en cuestión, ya
que la propia finalización de dicha edificación es dudosa.
170 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA ARQUITECTURA CIVIL, PÚBLICA Y PRIVADA (PALACIOS-VIVIENDA)

A la hora de hablar de los espacios de habitación de la arquitectura prehispáni-


ca, de la misma manera que en otras culturas, se puede señalar una separación entre
los espacios utilizados por las clases dirigentes, y aquellos otros destinados a la
habitación de la población en general. Una distinción que se transmite tanto en la
calidad de los materiales empleados como en la amplitud de los mismos. En este
sentido queremos hacer referencia a los palacios y a las estructuras habitacionales
más esenciales.

YUCATÁN. UXMAL. PIRÁMIDE DEL ADIVINO. (MÉXICO).

Por lo que se refiere a los primeros, los ejemplos que han llegado hasta nosotros
y que han podido ser interpretados con la suficiente garantía no son muchos. Inclu-
so, su propia utilización por parte de sacerdotes o reyes, no habla de una evidente
diferenciación dependiendo de uno u otro. Los casos que se pueden analizar con
más claridad como el Quetzalpapálotl de Teotihuacán, algunos de los complejos
del sector occidental de Monte Albán, el grupo de las Columnas de Mitla o el
Palacio de Palenque, nos hablan de una serie de características que podríamos
definir como comunes.
En todos los casos estamos hablando de estructuras claramente diferenciadas del
conjunto por sus dimensiones, por la calidad de los materiales que se emplean en
ellas o por su ubicación dentro del plan urbano definido. Este hecho, si cabe, les
confiere una mayor monumentalidad que se transmite en su emplazamiento, casi
siempre sobre una enorme plataforma, al contar con decoraciones esculpidas en
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 171

piedra o labradas en estuco sin que predomine la pintura de una manera clara y
sobre todo por su vinculación con sectores importantes como una plaza, que ha-
blan de su relevancia al estar estrechamente relacionados con espacios de reunión
de una especial importancia espiritual.

TEOTIHUACÁN. LA CIUDADELA. (MÉXICO).

No obstante, en los ejemplos escogidos destaca el componente común de la


presencia de un patio o espacio abierto, como elemento regulador de la distribu-
ción de las unidades habitacionales y que organiza un ámbito que siempre aparece
aislado de las áreas públicas, mediante un acceso en recodo y de reducidas dimen-
siones como en el Quetzalpapálotl de Teotihuacán; mediante la incorporación de
un elemento intermedio como en el Grupo de las Columnas de Mitla o una sobre
elevación del nivel del suelo como el de Palenque.
Por lo que respecta a las unidades habitacionales, utilizadas por clases sociales
más humildes destacaríamos dos ejemplos. Por un lado los complejos habitaciona-
les de Teotihuacán y por otro las viviendas mayas. Por lo que se refiere a las
primeras, la organización de los espacios en torno a patios a los que se abren las
habitaciones en sí, parece responder a la repetición en un nivel más doméstico de
las mismas estructuras que se pueden percibir en los lugares sagrados. Tepantitla,
Atetelco, Zacuala o Yayahuala, nos hablan de unas estructuras en las que se define
de una forma clara los elementos que las integran, patios y habitaciones básica-
mente, utilizándose los mismos materiales con la misma presencia de la pintura
sobre capas de estuco que en los lugares de mayor trascendencia.
Más humilde es el caso maya. En éste, la habitación maya se caracteriza por el
empleo de materiales más perecederos donde son protagonistas los vegetales y la
172 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

tierra, que definen unas estructuras en las que se constata el aprovechamiento de


los recursos del entorno. Unas viviendas que serán frecuentemente utilizadas como
elementos de decoración en templos y edificios de los centros ceremoniales más
destacados como Uxmal, Sayil o Labná, en cuyos edificios aparecerán como com-
plemento decorativo de los relieves exteriores.

EDIFICIO DE LOS DANZANTES. MONTE ALBÁN. OAXACA. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 173

LA ARQUITECTURA RELIGIOSA: PIRÁMIDES, TEMPLOS,


JUEGOS DE PELOTA

La percepción divina de la montaña por parte de las culturas antiguas, como


espacio sagrado, lugar próximo a los dioses y por lo tanto vinculado con sus prin-
cipios, encontrará en el mundo prehispánico ejemplos destacados.
En el área mesoamericana, son numerosos los casos que se encuentran desde las
etapas tempranas del Preclásico hasta las definitivas construcciones aztecas del
último período. Junto a ello los logros teotihuacanos y totonacas, nos hablan de un
elemento, la pirámide, que sin duda en el mundo maya alcanzó una de sus máximas
expresiones.
En la zona andina, como ya se verá, las construcciones de estas características se
dan de una manera generalizada y en ningún caso tienen nada que envidiar a sus
semejantes en territorio mesoamericano. Las construcciones de adobe llevadas a
cabo por la cultura chimú en el valle de Moche, nos hablan de las dimensiones y
las características que llegaron a alcanzar convirtiéndolos en elementos distintivos
dentro del paisaje.
Se trata posiblemente del edificio más característico de lo prehispánico. Consi-
derado por unos como una construcción per se y por otros como un elemento
indisoluble con el templo al que sirve de base, en realidad se trata de la estructura
que define con más claridad la evolución de los principios arquitectónicos de la
arquitectura prehispánica.
Ya en La Venta, entre el 1200 y el 900 a.C., se dieron los primeros pasos para la
definición de un modelo en la denominada como la Estructura A. La recreación de
la forma de un volcán, con sus pendientes recorridas por canales, hace pensar en la
primera recreación artificial de la morada de un dios. Desde este punto, en enclaves
como Cuicuilco, el modelo vuelve a repetir el mismo perfil que el de los volcanes
próximos, simplemente que sustituyendo la forma inicial olmeca por una planta
circular y un desarrollo en altura con cuatro pisos decrecientes que dejan pasillos
entre ellos, por los que se puede transitar. En este caso, la disposición de una rampa
y una escalera que potencian el eje este –oeste, vincula a este edificio con las
primeras manifestaciones de un culto solar, al hacer coincidir estos componentes
con la dirección del sol por el cielo.
Sin duda la Pirámide del Sol de Teotihuacán será la más monumental. Sus
dimensiones, 225 m. de lado aproximadamente por unos 65 m. de altura, hablan
de una estructura achatada en cuanto a la relación base-altura. No obstante se
trata del último capítulo de unos sistemas constructivos empleados desde el
período olmeca, en este caso reforzados, como en Cuicuilco, con una cubrición
exterior que refuerza el núcleo de tierra y piedra. La disposición de la escalina-
ta en la cara oeste, mirando hacia la Calzada de los Muertos, y su ligera desvia-
ción respecto al eje magnético, vincula este complejo arquitectónico con un
culto solar que posiblemente se llevara a cabo en una primera fase en la parte
superior del edificio, para trasladarse posteriormente, con toda seguridad des-
pués del año 300 d.C. a la zona inferior, mucho más próxima a la plaza que se
abre a sus pies.
174 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

EL TAJÍN. LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS. VERACRUX. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 175

TEOTIHUACÁN. QUETZALPAPÁLOTL. (MÉXICO).

Su vinculación con la Pirámide de la Luna, repite estructuralmente el esquema


dado por ésta, aunque de menores dimensiones y una distinta disposición en cuan-
to a su orientación, en este caso presidiendo la plaza norte en la que se emplaza
junto al Quetzalpapálotl.
La pirámide totonaca de El Tajín, conforma sin duda uno de los ejemplos más
refinados desde el punto de vista arquitectónico. Construida a partir del año 600
d.C., la Pirámide de los Nichos, reúne a algunos elementos como la definición de
un volumen a partir de la superposición de pisos escalonados y con una planta
cuadrada. Cuenta con una sola escalinata en la que destacan alfardas de grecas y la
presencia de los 364 nichos a los que se les ha otorgado diversas funciones, desde
las calendáricas a las de cumplir como lugares en los que se colocaban urnas fune-
rarias. En uno u otro caso, su ubicación privilegiada en una de las zonas del yaci-
miento, nos habla del papel preponderante que este tipo de construcciones llegó a
tener a la hora de ordenar el espacio en torno a ellas, cumpliendo la misma función
que en el caso teotihuacano.
Cerraríamos este brevísimo recorrido con los ejemplos toltecas y aztecas. En el
primero de los casos, estamos hablando de un modelo, la Pirámide de Tlahuizcal-
pantecuhtli, en la que se retoman modelos mesoamericanos. Organizada con un
planta rectangular y pisos escalonados, estaba rematada por un templo sostenido
por los atlantes que soportarían el entramado principal de la cubierta de una sala a
la que se accedería por una portada presidida por un chac mool y dos columnas,
cuyos fustes representarían los cuerpos de dos serpientes con la cabeza hacia abajo,
176 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ocupando el papel de la basa y el acrótalo en el capitel. Este modelo que sería


exportado a Chichén Itzá, al templo de los Guerreros, solamente se realiza en estos
dos edificios, retomando una iconología de larga tradición en las religiones prehis-
pánicas. El caso de los aztecas se caracteriza por el esquema dual de sus edificios
en un claro exponente de la relación de tradiciones. La antigua, refrendada en la
presencia de un templo dedicado a Tlàloc y la nueva con Huitzilopochtli, o dios de
la guerra, divinidad a la que le rendían la máxima veneración.
El diseño de estos edificios de los que destacamos los ejemplos de la pirámide
de Tenayuca y la que conformaba el Templo Mayor de Tenochtitlán, fusiona la
recreación del esquema vital de los aztecas organizado en un desarrollo anual en el
que se rendía culto al dios de la agricultura y al de la guerra, las dos acciones
esenciales de la existencia de este pueblo mesoamericano.
Las pirámides mayas son el otro gran capítulo. Destacaríamos dentro de ellas,
por un lado las de Tikal, como el Templo I, Jaguar-Gigante, en el que podemos
apreciar la característica fisonomía de estos edificios, de planta cuadrada o rectan-
gular, con una escalinata, tremendamente esbeltas en su concepción y con un tem-
plo en la parte superior, organizado normalmente con varias dependencias cubiertas
con la bóveda maya y rematado con una cresta que culmina el conjunto.
De singular podemos calificar el Templo de las Inscripciones de Palenque, 700
d.C., donde encontramos la primera estructura con una cámara de enterramiento en
su interior. La presencia de la tumba de Pakal, ha abierto el interrogante de sí se
trata de una pirámide con enterramiento interno o si por el contrario, de lo que
tenemos que hablar es de una tumba a la que se le superpuso una pirámide. En uno
u otro caso, se trata de unas estructura que descansa sobre la falda de una de las
elevaciones que conforman el núcleo de Palenque, lo que hace que no se trate de
un edificio con las dimensiones y proporciones que hasta ahora hemos analizado,
aunque su imagen si nos permita hablar de un esquema de planta rectangular, con
pisos decrecientes y templo en la parte superior organizado en este caso con un par
de crujías paralelas, cubiertas con sendas falsas bóvedas.
Por último la Pirámide del Adivino en Uxmal, construida a partir del 600 d.C., y
la de Kukulkán en Chichén Itzá, datable con posterioridad al 1000 d.C., permiti-
rían cerrar este recorrido por los ejemplos más destacados mayas. Para el primero de
ellos, podemos hablar de una pirámide de planta rectangular con las esquinas ma-
tadas, de tal manera que se aproxima su diseño más a la figura elíptica. Con doble
escalinata, preside un conjunto urbano en el que sobresale como el edificio más
alto. En la parte superior un templo le otorga todo su significado. El caso de la
Pirámide de Kukulkán o el Castillo, podemos hablar de otro caso singular. Con una
planta cuadrada, tiene cuatro escaleras que permiten el acceso a un templo, cuya
fachada se abre con una entrada con doble columna en la que se reproduce en
esquema de la serpiente invertida de Tula. De nuevo, como en el Tajín, cada una de
las escalinatas que permiten la ascensión al templo, cuenta con 91 escalones, es
decir, 364 en total lo que de nuevo nos vincula este edificio con un posible culto
solar. Completa el conjunto las alfardas en las que se reproduce de nuevo el cuerpo
de una serpiente con la cabeza al inicio de la parte baja de la escalera, convirtién-
dose en un icono repetitivo a lo largo de toda la ciudad.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 177

MITLA. OAXACA. GRUPO DE LAS COLUMNAS. (MÉXICO).

Por lo que se refiere a los templos, éstos se relacionan con las pirámides como
espacios en los que se llevan a cabo los cultos a los dioses, dándose ejemplos en
los que la propia pirámide se convierte en la plataforma sobre la que se asienta
dicho edificio. Espacios donde lo sagrado y lo privado conforman un lugar de una
alta significación y de los que podemos encontrar numerosos ejemplos por todo el
territorio prehispánico. La enorme diversidad de estos lugares nos obliga a una
selección que sin duda dejará fuera a edificios que por sus características merece-
rían un análisis detallado, pero que excedería las pretensiones de este manual.
El hecho de tratarse de la zona más sagrada justificaría su generalizada desapa-
rición, y a pesar de que son numerosas las reconstrucciones que se han realizado de
estos edificios, no cabe la menor duda de que muchas de ellas responden a unos
principios básicos constructivos. De los primeros asentamientos apenas si han lle-
gado ejemplos. Para el caso olmeca, podríamos incluso señalar que la relación
entre el templo en sí y la pirámide respondería a un esquema dual en el que confor-
marían un conjunto que delimitaría, por ejemplo ambos extremos de la plaza prin-
cipal de La Venta. Ya en Cuicuilco, la relación entre la pirámide y el templo que
sobre ella se dispone, parece clara, constatándose incluso la existencia de varias
reconstrucciones en las que se dispone la sala sagrada sobre la parte superior de la
estructura piramidal, permitiendo plantear la posibilidad de que ésta no sea más
que el medio y no el fin espacial en el que se realiza el ritual.
Las hipótesis respecto a los modelos estructurales que culminarían las cimas de
la Pirámide del Sol y de la Luna en Teotihuacán, son uno de los ejemplos más
178 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PALENQUE. CHIAPAS. EL PALACIO. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 179

destacados. Si bien en este sentido, la figura de la Chalchiuhtlicue, ha planteado la


posibilidad de tratarse de salas hipóstilas, sostenidas por verdaderas cariátides y
remitiendo a la traslación de modelos como los del Quetzalpapálotl. En uno u otro
caso, se abren unas propuestas de diseños que tendrían otro ejemplo en la recons-
trucción del templo de Quetzalcóatl en Tula, donde los guerreros tendrían la fun-
ción de atlantes, sosteniendo la estructura completa de la sala, y recuperando de
esa manera el modelo precedente teotihuacano. Los casos aztecas también nos han
llegado de manera indirecta a través de reconstrucciones, en las que de nuevo nos
volvemos a encontrar, en este caso duplicadas, estructuras arquitrabadas que repi-
ten esquemas anteriores aunque más integrados en el diseño general de la obra,
caso de la pirámide de Tenayuca, o la propia del Templo Mayor de Tenochtitlán.

UXMAL. EL PALACIO DEL GOBERNADOR. YUCATÁN. (MÉXICO).

El mundo maya se sale de la norma al emplear el sistema de bóveda para la


finalización de sus construcciones. En este caso, las vinculaciones mágico-religio-
sas consistentes en la recreación de formas naturales, podrían estar en la base de la
sustitución de los cierres adintelados. Ahora bien, el empleo de la cal como mate-
rial básico de estos edificios, permitirá encontrar ejemplos de salas en las que se
estructuran los espacios interiores mediante la disposición de crujías paralelas,
cubiertas con la denominada falsa bóveda maya, confiriendo esos perfiles tan ca-
racterísticos y sobre todo condicionando la propia espacialidad de cada una de las
salas. No obstante existen ejemplos en los que incluso podríamos decir que se dan
soluciones de entrecruzamientos de bóvedas, que recuerdan a las de arista, y que
180 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

como en el caso de los templos del Sol y de la Flor Foliada de Palenque, se cons-
tituyen en un paso más hacia la complicación que se logró definir.
Por último hemos seleccionado el Juego de Pelota como máximo exponente de
espacio ceremonial y sagrado que tendrá en la zona mesoamericana su área de
máxima expansión. El espacio que se definió, fue empleado como lugar de celebra-
ción ritual, donde se llevaban a cabo ceremonias en las que participaban toda una
serie de elementos que les confieren un especial valor y un altísimo carácter sagra-
do.

JUEGO DE PELOTA. DAINZÚ. OAXACA. (MÉXICO).

Inserto dentro de la dinámica religiosa de las culturas prehispánicas, el juego de


pelota se conforma como una cancha en forma de I o H, rehundida o aislada respec-
to al terreno que la circunda y limitada por paredes verticales en todos sus lados
excepto en los mayores centrales, en los que se disponen muros inclinados destina-
dos a contener decoración y contar en la inmensa mayoría de los casos con los
anillos de piedra por los que se hacía pasar a la pelota. Existen excepciones como
la cancha de Chichén Itzá, anterior al 1200 d.C., la más grande de Mesoamérica en
la que todas las paredes son verticales, o los juegos de pelota de Monte Albán y
Dainzú del 300 a.C., en los que los aros son sustituidos por hornacinas dispuestas
en las esquinas de los extremos de la I, y cuya funcionalidad se piensa pudo ser la
misma que la de los anillos, estando en este caso estrechamente vinculados con
otros nichos similares que se disponen en algunas de las tumbas aparecidas en el
mismo Monte Albán.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 181

El ritual que se recrea en la acción es el de la traslación del sol por la bóveda


celeste ayudado por la fuerza de los hombres. La puesta en movimiento de la
pelota de hule se ejecuta con todas las partes del cuerpo excepto con las manos, de
ahí que los jugadores de pelota aparezcan ataviados y protegidos con elementos
como las rodilleras, las coderas, las palmas que evitaban que los golpes directos de
la pelota impactarán sobre el cuerpo, etc. Dichos jugadores siempre distribuidos en
dos equipos en principio conformados por un número impar de individuos, tenían
por objetivo el hacer pasar la pelota por alguno de los aros que se disponen en el
centro de la cancha o en su defecto por las hornacinas que los sustituyen en los
casos comentados.
El público se sitúa en torno a la cancha, de pie presenciando el ritual, y que
finalizaba tal y como se propone, con el sacrificio del capitán del equipo perdedor
al que se le extraía el corazón y se le ofrecía a los dioses, como se narra en los
relieves de uno de los juegos de pelota de El Tajín.
182 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

LA PIRÁMIDE DE CUICUILCO

La conformación de las orillas del Lago de Texcoco, espacio elegido por distin-
tos grupos humanos a lo largo de la etapa preclásica mesoamericana, como lugar de
asentamiento aprovechando los recursos naturales, tiene uno de sus reflejos más
sorprendentes en la Pirámide de Cuicuilco.

PIRÁMIDE DE CUICUILCO. (MÉXICO).

Emplazada en la actualidad dentro de la ciudad de México D.F., en el conocido


como Pedregal de San Ángel, las obras de urbanización de la que iba a ser la Villa
Olímpica de las Olimpiadas de 1968, pusieron de manifiesto la incorporación de
esta estructura a un complejo mayor de edificios, entre los que destacaba por sus
dimensiones y características constructivas.
Se trata de una pirámide de planta circular de aproximadamente 150 m. de
diámetro y conformada por cuatro plataformas troncocónicas decrecientes, dispues-
tas de tal manera que dejan en su superposición un espacio o pasillo para poder
circular por ellas. En los lados oriental y occidental se disponen sendas estructuras
aplicadas posteriormente al núcleo que ponen de manifiesto una clara vinculación
con los puntos cardinales principales, por donde sale y se pone el sol. La estructura
de levante es una escalinata que permite subir a la parte superior y la de poniente
se conforma como una rampa, uno de los escasos ejemplos que se pueden encontrar
en la arquitectura prehispánica.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 183

Su técnica constructiva se puede considerar como el punto final de la evolución


iniciada en la zona olmeca con estructuras como la A de La Venta, y el inicio de las
grandes pirámides mesoamericanas que tendrán uno de sus referentes principales
en el conjunto de la vecina y opuesta ciudad de Teotihuacán, situada en el extremo
contrario del Valle de México y dentro del radio de acción del Lago de Texcoco.
La Pirámide de Cuicuilco está construida con un núcleo de estructuras preexis-
tentes, que se realizan mediante la acumulación de tierra y piedra hasta conformar
el volumen de la edificación. Posteriormente se cubre esta parte central con una
capa de piedra volcánica, dispuesta sin ningún tipo de mortero y sin labrar, confor-
mando una cubierta que consolida el núcleo y dota de una clara estabilidad al
conjunto.

LA PIRÁMIDE DEL SOL DE TEOTIHUACÁN

El análisis arquitectónico e incluso urbano de Teotihuacán gira en torno a la


figura de la Pirámide del Sol, su edificio más emblemático. Emplazada en el sector
oriental central de la Avenida de los Muertos, los datos arqueológicos hablan de
que se trata de la primera gran estructura que se construye, siendo el elemento a
partir del cual se ordenará la distribución del resto de los complejos urbanos de la
ciudad. La pirámide recoge las propuestas de Cuicuilco y se convierte en el inicio
del desarrollo de un tipo de una planta arquitectónica que se repetirá hasta la
saciedad en toda la América prehispánica.

TEOTIHUACÁN. PIRÁMIDE DEL SOL (MÉXICO).


184 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Con sus 65 metros de altura y sus 222 x 225 m. de planta, este edificio se
concibe como la consolidación espacial y visual de un antiguo santuario o lugar
de peregrinación que estaba conformado por una cueva con planta trebolada
sobre la que se construye. En esencia repite en su estructura el sistema construc-
tivo derivado de la zona Olmeca, y desarrollado de una sola vez. Es decir, un
enorme núcleo constituido por la acumulación de tierra y piedra que en esta
ocasión define una planta cuadrada, que se recubre con una capa de piedra que
sirve para consolidar dicha estructura y a la vez ser la base de una cubierta de
estuco que serviría para disponer una decoración pictórica de la que apenas han
llegado restos.
En altura se desarrolla con cuatro plantas troncopiramidales decrecientes que
culminan con una explanada sobre la que se situaría el templo o la imagen divina
a la que se rendiría culto. Presenta un solo acceso por su lado occidental, mediante
una escalinata que alterna su desarrollo con uno y dos tramos hasta alcanzar la
parte superior. Dicha circunstancia, la de presentar su fachada o lado principal
orientado hacia el poniente planteó la probabilidad de su relación con el culto al
sol, aspecto que se corroboró al comprobar que su planta se encontraba ligeramente
inclinada hacia el noroeste los grados necesarios para que en las fechas de los
solsticios de verano e invierno, de cada año, la sombra que se proyecte sobre ella
sea totalmente paralela a su eje este-oeste.

LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS DE EL TAJÍN

El enclave totonaca de El Tajín, descubierto en el siglo XVIII, ejemplifica los


avances que en materia arquitectónica se alcanzaron en la etapa final del clásico
mesoamericano. Sus estructuras más importantes, construidas a partir del 500 d.C.,
definen un conjunto de edificios que sobresalen por las técnicas constructivas
empleadas y por la calidad de sus acabados. Sin duda alguna es la Pirámide de los
Nichos el edificio señero de este asentamiento.
Localizado en el complejo denominado Tajín Grande, próxima al inicio de la
colina sobre la que se asienta el Tajín Chico, la Pirámide de los Nichos, destaca del
resto con su volumen y por los elementos que le dan nombre. Se trata de una
pirámide de planta cuadrada, compuesta por siete plataformas, con una sola escale-
ra orientada hacia el oriente, flanqueada por dos alfardas decoradas con grecas y
dispuesta en relación a los cuatro puntos cardinales. El sistema constructivo que se
emplea en ella aúna la reutilización de estructuras preexistentes, en este caso una
pirámide de seis plantas, y el empleo de la piedra en sillares muy homogéneos que
permiten realizar un trabajo con ellos muy similar al del ladrillo.
Cada uno de los tramos que la conforman repiten un mismo esquema que desde
abajo se conforma con un talud, moldura, un tablero ahuecado con los nichos, y un
alero muy volado que contrarresta la inclinación del talud.
Los nichos con los que se horadan los tableros de sus cuatro frentes, tiene unas
dimensiones de aproximadamente 70 centímetros de profundidad por otros tantos
de altura y anchura, siendo precisamente el elemento más singular de la estructura.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 185

PIRÁMIDE DE LOS NICHOS. EL TAJÍN. VERACRUZ. (MÉXICO).

Su significado se desconoce aunque se barajan las posibilidades de que hayan


servido para colocar objetos de culto como palmas o yugos del juego de pelota;
urnas funerarias, o incluso hogueras. El hecho de que el cómputo que se pueda
hacer de los mismos hable de 364 huecos, incorpora también la idea de que se trate
de un templo en que se rendía culto al sol, al tránsito del tiempo y en que se
llevaran a cabo ritos de propiciación.

EL PALACIO DE PALENQUE

Situado junto al río Otulum que riega y recorre todo el enclave de norte a sur,
este edificio destaca por su singularidad y su propia estructura espacial. En esencia
el conjunto arquitectónico se alza sobre una plataforma de 100 metros de largo, por
80 de ancho y 10 de altura, a la que se accede por una escalinata situada por todo
el lado septentrional. El complejo se organiza en torno a cuatro patios, que se
fueron definiendo mediante la sucesiva construcción de edificios junto a ellos.
Unas estructuras que se organizan con dobles crujías que se abren al interior y el
exterior del complejo, formando galerías que se vieron transformadas mediante la
incorporación de tabiques de separación en cuartos.
El alto grado de desarrollo que alcanzaron los mayas en el control del agua,
desde su captación a su reparto se refleja en la existencia en el complejo de unos
baños y retretes conectados con caño de desagüe y sumideros.
186 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

EL PALACIO. PALENQUE. (MÉXICO).

De todo el conjunto destaca la torre, que aunque en la actualidad reconstruida,


se convierte en el elemento distintivo. Organizada en cuatro pisos y cuya función
como punto de vigilancia u observatorio no se ha conseguido descifrar, es el único
ejemplo de arquitectura maya de este tipo de estructura arquitectónica, aparecien-
do perfectamente definida y exenta en el conjunto del edificio.
El Palacio estaba profusamente decorado tanto con imágenes labradas en estuco y de
las que quedan algunos restos en sus paredes, que representan figuras humanas, símbo-
los religiosos y jeroglíficos. Como pinturas que apenas si han logrado sobrevivir de las
inclemencias de un medio tremendamente húmedo y que las ha hecho prácticamente
desaparecer. También destacan las lápidas de piedra labrada que decoran algunos de los
patios y entre las que sobresalen las figuras del Escriba y el Orador y un gran tablero que
representa una escena de entrega de atributos de la realeza.
Posiblemente fuera Pakal quién mandará construir el conjunto de galerías que sur-
can los subterráneos del edificio, para recrear el ámbito del inframundo a los que los
gobernantes descendían simbólicamente durante las ceremonias de entronización.

EL TEMPLO DE LOS GUERREROS DE CHICHÉN ITZÁ

La historia tolteca viene marcada por la figura de Quetzalcóatl, y su viaje a las


tierras orientales de la zona maya donde fundaría la ciudad de Chichén Itzá. Mitad
historia y mitad mito, la trascendencia de este dirigente sacerdote, estriba no solo
en el papel que se le confirió como fundador de la cultura tolteca, inventor de la
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 187

escritura, el calendario o la arquitectura, sino más allá de ello, por el protagonismo


que tuvo en el momento de la llegada de Hernán Cortés a las tierras mexicanas. El
edificio de los Guerreros de Chichén Itzá, ejemplifica desde nuestro punto de vista,
no solo la importancia y trascendencia de dicho personajes, sino incluso la consta-
tación en una etapa concreta del posclásico de la presencia de estrechas y claras
relaciones entre distintas zonas de Mesoamérica.

TEMPLO DE LOS GUERREROS. CHICHÉN ITZÁ. (MÉXICO).

Este edificio forma parte del complejo más importante del yacimiento de Chichén
Itzá y muestra, como decimos, con claridad las relaciones e influencias que recibieron
las tierras mayas del Puuc, por parte de los toltecas del Valle de México. Su planta
procede directamente del templo principal de Tula, dedicado a Venus o Tlahuizcalpan-
tecuhtli, literalmente, casa del señor de la mañana. Se trata de una pirámide de cuatro
pisos, desarrollados mediante la combinación del tablero talud y con relieves de jagua-
res y águilas, sobre la que se dispone el templo a la que se accede por una escalinata que
permite el acceso a la plataforma superior delante del chac mool. El templo se abre
mediante un pórtico formado por dos grandes serpientes invertidas, con la cabeza a ras
de suelo y la cola funcionando como capitel.
Al pie del edificio se dispone un pórtico sostenido por pilares que sirve de
unión con una sala de tres naves, hipóstila que organiza un espacio indefinido que
culmina en la conocida como sala de las Mil Columnas, constatando el hecho de
que Chichén Itzá sea un modelo perfectamente trasladado del templo de Tula don-
de se presentan los mismos elementos, pero en los que se emplean los sistemas de
construcción que habían desarrollado los mayas como el empleo de la cal y los
sistemas abovedados de hormigón.
188 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

RELACIÓN DE LOS EDIFICIOS DEL GRAN TEMPLO DE MÉXICO*

«...Era el patio de este templo muy grande; tendría hasta doscientas brazas en
cuadro. Era todo enlosado (y) tenía dentro de sí muchos edificios y muchas torres;
de estas torres unas eran más altas que otras, y cada una de ellas era dedicada a un
dios. La principal torre de todas estaba en el medio y era más alta que todas, era
dedicada al dios Huitzilopochtli o Tlacauépan Cuexcótzin. Esta torre estaba divi-
dida en lo alto, de manera que parecía ser de dos y así tenía dos capillas o altares
en lo alto, cubierta cada una con un chapitel, y en la cumbre tenía cada una de
ellas sus insignias o divisas distintas. En la una de ellas y más principal estaba la
estatua de Huitzilopochtli, que tambien la llamaban Ilhuicatl xoxouhqui; en la otra
estaba la imagen del dios Tláloc. Delante de cada una de estas estaba una piedra
redonda a manera de tajón que llamaban téchcatl, donde mataban los que sacrifica-
ban a honra de aquel dios; y desde la piedra hasta abajo estaba un regajal de sangre
de los que mataban en él, y así estaba en todas las otras torres. Estas torres tenían
la cara hacia el occidente, y subían por gradas bien estrechas y derechas, de abajo
hasta arriba, a todas estas torres..».

* SAHAGÚN, Bernardino de. Historia General de las cosas de Nueva España.


T. I. México, Porrúa, 1969, p. 232.

DESCRIPCIÓN DE LAS PIRÁMIDES DE TEOTIHUACÁN*

«Los únicos monumentos antiguos que pueden llamar la atención en el valle


mexicano por su grandeza y moles son los restos de las dos pirámides de San Juan
de Teotihuacán, situadas al N. E. del lago de Texcoco, consagradas al sol y la luna
y llamadas por los indígenas Tonatiuh Itzacualli, casa del sol, y Meztli Itzacualli,
casa de la luna. Según las medidas tomadas en 1803 por un sabio joven mexicano,
el doctor Oteiza, la primera pirámide, que es la más austral, tiene en su estado
actual una base de 208 metros de largo y 55 metros ( o sean 66 varas mexicanas) de
altura perpendicular. La segunda, esto es, la pirámide de la Luna, es 11 metros más
baja y su base mucho menor. Estos monumentos, según la relación de los primeros
viajeros y según la forma que presentan aun en el día, sirvieron de modelo a los
teocallis aztecas. Los pueblos que los españoles encontraron establecidos en la
Nueva España, atribuyeron las pirámides de Teotihuacán a la nación tolteca; lo
que siendo así, hace subir su construcción al siglo octavo o nono, porque el reino
de Tollan duró desde 667 hasta 1031. Los frentes de estos edificios están con la
diferencia de cerca de 52’, exactamente orientados de N. a S. y de E. a O. Su
interior es de arcilla mezclada de piedrezuelas: está revestido de un grueso muro de
amigdaloide porosa, encontrándose además vestigios de una capa de cal con que
estaban embutidas las piedras por de fuera. Fundándose algunos autores del siglo
XVI en una tradición india, pretenden que lo interior de estas pirámides está hueco.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 189

El caballero Boturini dice que el geómetra mexicano Sigüenza no había podido


conseguir el horadar estos edificios por medio de una galería. Formaban cuatro
hiladas o pisos, de las cuales hoy no se ven sino tres, porque la injuria de los
tiempos y la vegetación de los nopales y de los magueyes han ejercido su influjo
destructivo sobre la parte exterior de estos monumentos. En otro tiempo se subía a
su cima por una escalera de grandes piedras de sillería; y allí, según cuentan los
primeros viajeros, se hallaban estatuas cubiertas de hojuelas muy delgadas de oro.
Cada una de las cuatro hiladas principales estaba subdividida en gradillas de un
metro de alto, de las cuales aún se ven hoy las esquinas. Estas gradas están llenas
de fragmentos de obsidiana, que sin duda eran los instrumentos cortantes con que
los sacerdotes toltecas y aztecas (Papahua Tlemacazque o Teopixque) abrían el
pecho de las victimas humanas. Es sabido que para el laboreo de la obsidiana
(itztli) se emprendían grandes obras, de las cuales aún se ven los vestigios en el
inmenso número de pozos que se encuentran entre las minas de Morán y el pueblo
de Atotonilco el Grande, en las montañas porfídicas de Oyamel y del Jacal, región
que los españoles llaman el Cerro de las Navajas.
Se desearía sin duda ver aquí resuelta la cuestión de si estos edificios que exci-
tan la curiosidad y de los cuales el uno (el Tonatiuh Itzacualli) según las medidas
exactas de mi amigo el señor Oteiza tiene una masa de 128.970 toesas cúbicas,
fueron enteramente construidos por la mano del hombre, o si los toltecas se aprove-
charon de alguna colina natural, y la revistieron de piedra y cal. Esta misma cues-
tión se ha promovido recientemente con respecto a varias pirámides de Gizéh y de
Sajarah; y se ha hecho mucho más interesante por las hipótesis fantásticas que
Wise ha aventurado a cerca del origen de los monumentos de forma colosal del
Egipto, de Persépolis y Palmira. Como ni las pirámides de Teotihuacán, ni la de
Cholula, de que hablaremos después, no han sido horadadas por su diámetro, es
imposible hablar con certidumbre de su estructura interior. Las tradiciones indias
que las suponen huecas son vagas y contradictorias; y atendida su situación en
llanuras en que no se encuentra ninguna otra colina, parece también muy probable
que el núcleo de estos monumentos no es ninguna roca natural. Lo que se hace
también muy notable (especialmente teniendo presente las aserciones de Pococke
acerca de la posición simétrica de las pirámides pequeñas de Egipto) es, que alrede-
dor de las casas del sol y de la luna de Teotihuacán se haya un grupo, o por mejor
decir un sistema de pirámides, que apenas tiene nueve o diez metros de alto. Estos
monumentos de que hay centenares están ordenados en calles muy anchas que
siguen exactamente la dirección de los paralelos y meridianos y que van a parar a
los cuatro frentes de las dos pirámides grandes. Las pequeñas pirámides están más
espesas hacia el lado austral del templo de la Luna, que hacia el templo del Sol; lo
cual, según la tradición del país, consistía en que estaban dedicadas a las estrellas.
Parece bastante cierto que servían de sepulturas a los jefes de las tribus. Toda esta
llanura, a que los españoles dan el nombre (tomado de la lengua de la isla de Cuba)
de Llano de los Cues, llevó en otro tiempo, en las lenguas azteca y tolteca, el
nombre de Mictlaoctli o Camino de los Muertos. ¡Cuántas analogías con los mo-
numentos del Antiguo Continente! Y este pueblo tolteca que a su llegada al suelo
mexicano en el siglo VII construyó, bajo un plan uniforme, muchos de estos monu-
190 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

mentos de forma colosal, esas pirámides truncadas y divididas por hiladas como el
templo de Belo en Babilonia, ¿ de dónde había tomado el tipo de tales edificios?¿Venía
él de raza mongolesa?¿Descendía de un tronco común con los chinos, los hioñux y
los japoneses?».

* HUMBOLDT, Alejandro von. Ensayo político sobre el Reino de Nueva Espa-


ña. 4ª ed. México, Porrúa, 1984, pp. 124-126.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 191

CAPÍTULO 8:

LOS MODELOS CONSTRUCTIVOS EN EL ÁREA ANDINA

INTRODUCCIÓN

La arquitectura andina siempre se ha distinguido por la calidad del trabajo de


materiales como la piedra, realizados fundamentalmente por la cultura inca, en
enclaves tan paradigmáticos con Cuzco, Machu Picchu o Pisac. No obstante un
estudio pormenorizado de los elementos arquitectónicos aparecidos desde los yaci-
mientos más antiguos hasta los que conocieron los primeros españoles, nos hablan
de una diversidad de técnicas y materiales que hacen de ella uno de los casos más
significativos. Desde la arquitectura de adobe de la costa a la de piedra en las
tierras altas interiores, pasando por la diversidad de técnicas constructivas que se
emplean combinando ambos, hace de ésta uno de los capítulos más importantes en
el estudio de las culturas suramericanas.

VARIEDAD TIPOLÓGICA

La diversidad de edificios que se pueden recoger en un recorrido analítico por el área


andina va desde los de carácter religioso y civil, pasando por el militar. En este sentido
dicha diversidad se plasma igualmente en una distinta utilización de materiales en cada
uno de ellos, e incluso en el propio tratamiento que puedan recibir.
Así en la arquitectura prehispánica suramericana serán frecuentes las pirámides,
entendidas como plataformas destinadas a albergar en su parte superior un templo,
como es el caso de las pirámides del Sol y de la Luna en Moche, que presentan
tanto unas dimensiones menores a la mesoamericanas, como un sistema constructi-
vo no planificado, dando la sensación de conformar meros amontonamientos de
adobes efectuados de una forma intermitente a manera de tributo a una divinidad
concreta, mostrando ya creencias a los astros.
192 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Dentro de este grupo podemos incorporar el apartado de las plataformas que de


la misma manera que en Mesoamérica también aparecen aquí, y que presentan una
variedad de técnicas constructivas que van desde las exclusivamente realizadas
con piedra o abobe, a las que presentan trabajos mixtos de núcleos de adobe,
recubiertos con una envoltura de piedra.
Desde un punto de vista tipológico también se constata la existencia de pala-
cios o residencias de elites sociales en las que se puede percibir sino una utiliza-
ción de materiales de mayor calidad, sí un mejor tratamiento de los mismos y una
mayor preocupación en la definición interior de éstos, posiblemente debido a mo-
tivos funcionales y rituales.

DETALLE DEL CENTRO CEREMONIAL DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

En cuanto a las habitaciones, éstas también presentan unos acabados realiza-


dos en piedra como las de edificios de la ciudad de Machu Picchu, Pisac u
Ollantaytambo en los Andes o las de adobe, de una etapa anterior, en la costa
como en Chan Chán. En uno u otro caso, si bien la fisonomía de la vivienda es
variada, sí presentan en un alto porcentaje la similitud de aparecer relacionadas
con espacios abiertos como patios, conformando sistemas mixtos que a una
escala doméstica mantienen la relación de elementos básicos de la arquitectura
prehispánica.
Por lo que se refiere a las obras de ingeniería, que incorporamos por la tras-
cendencia que tuvieron desde los primeros momentos en las distintas sociedades
que se fueron constituyendo, podemos referirnos a dos de los elementos básicos. La
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 193

ACEQUIA INCA.
194 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

preocupación clara de estos pueblos por dominar una naturaleza hostil se reflejó en
las grandes construcciones de infraestructuras de la costa y así, por un lado la red
de canales, acueductos y depósitos que se construyeron en los distintos valles de la
costa y que sirvieron tanto para abastacer a las poblaciones como para poner en
cultivo las terrazas, no son más que un exponente de este conjunto de obras. Por
otro lado la infraestructura de caminos, puentes e incluso andenes que transforma-
ron el núcleo del imperio inca en un territorio claramente humanizado con el que
se buscaba dar unidad política a una vasta región que conocieron directamente los
españoles en el segundo tercio del siglo XVI, es reflejo de la capacidad para desa-
rrollar trabajos comunitarios que se alcanzaron y que tanto asombraron a los espa-
ñoles.

DISEÑO CONSTRUCTIVO Y DEFINICIÓN ESPACIAL

Los ejemplos con los que nos podemos encontrar en este recorrido por la arqui-
tectura preincaica e incaica, responden a unos tipos que ante todo solventan de una
manera acertada sus relaciones como volúmenes con el entorno en el que encuen-
tran, volviendo a convertirse en verdaderos referentes visuales, y por otro de com-
plejos en los que exceptuando algunos casos concretos como el mismo Chavín de
Huántar, se trata de edificios en los que se ha querido transmitir una especial
significación a través de unos conjuntos regulares en los que la armonía en la
relación de cada una de las partes que componen su estructura, son reflejo de
equilibrio y racionalidad para con quién debía ser el propietario de dicha construc-
ción, ya fuera dios o rey.
Exceptuando los casos más simples de construcciones en las que se ha querido
ver una incipiente estructura que de nuevo nos vuelve a relacionar el posible ori-
gen de la arquitectura con los lugares de enterramiento, los casos más paradigmáti-
cos de la arquitectura prehispánica son ejemplos de perfecta integración en el
espacio en el que se encuentran y de orden interior.
Los primeros ejemplos como el templo de las Manos Cruzadas de Kotosh o la
propia Huaca de los Reyes, cuyas construcciones están separadas por más de mil
años, ya nos hablan de estas tendencias que venimos señalando. Para el primero de
ellos, enclave situado en las tierras altas del norte peruano, destaca por combinar
estructuras arquitectónicas en las que se organizan los interiores en torno a un
pequeño patio rehundido al que se accede a través de dos puertas situadas en el
mismo eje mayor del rectángulo que define el edificio. En el caso de la Huaca de
los Reyes en el valle del Moche, la organización global destaca por la enorme
simetría en el desarrollo de su plano, además de sobresalir, no solamente la defini-
ción de unas unidades espaciales abiertas a patios que se suceden dispuestos en un
eje, sino que la existencia de pórticos nos habla por primera vez en esta región de
la utilización de espacios indefinidos funcionando a manera de propileos columna-
dos.
Cerro Sechín, templo anterior al año 900 a.C. supone un buen caso en el
que poder apreciar no solo la existencia de una clara planificación del encla-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 195

DETALLE DEL MURO DE LA PLAZA CEREMONIAL. CHAN CHÁN. (PERÚ).

ve sino además de la función de la escultura como elemento integrado en la


fachada, generando una jerarquización de los frentes que potencia la propia
funcionalidad del edificio. En ese sentido, la propia definición interior de las
estancias nos habla de una clara ordenación armónica de los mismos siguien-
do un eje que recorre todo el interior desde el acceso hasta la sala principal,
plasmando incluso como las distintas modificaciones que ha conocido en el
tiempo, no han afectado ni siquiera a la idea original de su organización
interna.
El propio Chavín de Huántar refleja esta tendencia a la construcción de una
forma paulatina a partir de un núcleo originario, que se convierte en la piedra
angular del desarrollo posterior de alas que tienden ante todo a generar espacios
donde prima la orientación de los interiores desde fachadas que se abren a plazas,
creando direcciones de percepción.
Del conjunto de pirámides y plataformas posiblemente las de Moxeke y Mo-
che representan unos de los mejores ejemplos con los que se puede trabajar. En
el primero de los casos, por presentar una articulación a partir de terrazas suce-
sivas donde incluso vuelve a aparecer el componente escultórico como referen-
te claro, en este caso reflejado a través de un conjunto de esculturas de arcilla
incorporadas a nichos que rompen la planitud de los muros. O las de Moche
que conforman los ejemplos más grandilocuentes de este tipo de estructuras
insertas en el paisaje, mostrando hasta que punto se llega a utilizar el adobe
como material de construcción, con sistemas de columnas y paredes agrupadas
pero no unidas.
196 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DETALLE DE LA PUERTA DEL SOL. KALASASAYA. TIAHUANACO. (BOLIVIA).

Uno de los grandes capítulos arquitectónicos del arte preincaico posiblemente


lo constituyan las estructuras y la propia organización de la ciudad de Chan Chán
de lo que ya se ha hablado. Núcleos palaciegos como el denominado de Max Uhle,
presenta una organización interna con un espacio cuadrangular con casas y una
disposición simétrica de las estancias que se concentraban en unidades espaciales
que se aislaban del resto de la ciudad por medio de muros dobles que solamente se
abrían en un punto. Un esquema que vuelve a verse al menos en la organización de
ciudades como Viracochapampa y Pikillaqta.
Los edificios de Tiahuanaco se articulan en torno a plataformas y estructuras
con cámaras, donde se puede apreciar en algunos de los restos, la posible reutiliza-
ción de materiales de otros edificios y donde se recurre a técnicas constructivas
como las que ya se podían apreciar en Cerro Sechín, en las que la calidad del
trabajo del corte de algunas de las piedras nos habla de una posible utilización de
herramientas de metal.
Finalmente la arquitectura inca nos muestra una dualidad a la hora de trabajar
los materiales y sobre todo de un empleo racional de los mismos con esas cimenta-
ciones y en algunos casos total desarrollo de las estructuras con muros de piedra
perfectamente encajados. En muchos de ellos se pueden apreciar los perfiles carac-
terísticos trapezoidales de puertas y ventanas, siendo uno de los ejemplos más
destacables las casas de Ollantaytambo que posiblemente sean las viviendas más
antiguas de Suramérica aún en uso.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 197

VISTA PARCIAL DE MACHU PICCHU. (PERÚ).


198 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MATERIALES Y TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS

Los materiales básicos que se encuentran en la arquitectura prehispánica suramerica-


na van a estar condicionados por las características del terreno en el que se generen, de
tal manera que el determinismo que éste va a suponer afectará tanto a la naturaleza del
mismo como a las técnicas empleadas. En esencia la tierra y la piedra serán los dos
materiales básicos con los que se ejecutarán estos edificios a los que habría que sumar
los elementos vegetales que intervienen tanto en estructuras como en cubiertas y que
por su naturaleza son de los que menos nos han llegado.

MURO DEL CENTRO CEREMONIAL DE TAMBO MACHAY O BAÑO DEL INCA.


CUZCO. (PERÚ).

Por lo que respecta a la tierra, este será el material básico de las edificaciones
que se construyen en la franja costera que desde el Ecuador hasta el norte de Chile
fue territorio de fructíferas culturas que alcanzaron un alto grado de desarrollo. La
extrema sequedad del ambiente, ya comentada en el tema del urbanismo y a la que
volveremos en el apartado de las artes menores, va a condicionar que el bajo nivel
de humedad de la región y la escasez de canteras, faciliten y determinen el desarro-
llo del empleo de este material.
Ésta se empleará básicamente en forma de adobe, como tapia y a manera de cubierta
protectora de paredes, llegando a trabajarse con una infinidad de motivos que decora-
rán los espacios interiores y exteriores de estas construcciones.
El adobe constituye posiblemente uno de los sistemas constructivos más anti-
guos conocidos por el hombre. Reflejo de un perfecto conocimiento del terreno y
del material que éste le puede aportar, conforman la forma más primitiva de realiza-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 199

VISTA PARCIAL DE PISAC. (PERÚ).

ción de figuras geométricas básicas que sustituyen a bloques de piedra en aquellos


lugares donde éstos escasean. Realizados con moldes y secados al sol, pronto con-
taron con la incorporación de desgrasantes que evitaban que se desquebrajaran
como paja o pequeñas piedras. Los ejemplos conocidos muestran que se utilizaron
tanto los de forma rectangular como los cónicos, siendo éstos posiblemente los más
antiguos elementos que conformaban paredes como se puede comprobar en ruinas
como las de Chan Chán, cerca de Trujillo o Viracochapampa.
La tapia viene a ser un desarrollo de esta inicial técnica, mediante la cual se
realizan secciones de muro de mayores dimensiones gracias al empleo de encofra-
dos de madera dentro de los cuales se disponían capas de tierra hasta conformar
cajones de diversa medida, tal y como podemos apreciar en construcciones como
las de Raqchi, de época inca. Si bien el ahorro de tiempo era evidente al cubrirse
mayor extensión con menor esfuerzo, tanto el procedimiento del adobe como éste,
se caracterizan porque no requieren de una mano de obra especializada, de ahí su
éxito en aquellas zonas, y su perfecta acomodación a las circunstancias desérticas
de la costa pacífica sudamericana.
Por último no queremos dejar de un lado el empleo de la tierra como capa
protectora de núcleos de adobe o tapia y qua acabó convirtiéndose en una técnica
de decoración de muchos de los edificios, llegando a ser si se quiere un elemento
urbano de considerable importancia. En muchos de los restos arquitectónicos en-
contrados se constata la aplicación de una capa exterior de tierra que posteriormen-
te se decora mediante el corte de dibujos que cubren la totalidad de los muros,
utilizando motivos repetitivos.
200 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

RAQCHI. ARQUITECTURA EN TIERRA INCA. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 201

ARQUITECTURA INCAICA Y COLONIAL EN CUZCO. (PERÚ).


202 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DETALLE DE UNO DE LOS MUROS DE MACHU PICCHU. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 203

Por lo que respecta a la piedra, será más abundante en los asentamientos de las
tierras altas interiores en los que se empleará como material básico de distintas
formas. Aparece componiendo muros de mampostería, como canto de río en los
cimientos y sobre todo trabajada como sillar donde alcanzará sus máximos logros,
siendo la manera más conocida.
Los ejemplos más simples de arquitectura en piedra pueden ser las tumbas que
aparecen en muchos enclaves empleándola directamente excavada como las de San
Agustín o Tierradentro en Colombia o realizando muros de contención de mam-
postería de planta circular o rectangular en la región de Paracas. A esto debemos
unir los ejemplos de construcciones domésticas de viviendas realizadas también en
piedra y que conforman los ejemplos más simples y esenciales en los que aparece
trabajado este material.
Las cubiertas se realizaban con material vegetal con el que se definían, siguien-
do a las reconstrucciones realizadas de algunos edificios, el perfil de doble agua o
corriente apoyada sobre muros medianeros de carga en los que descansaban cada
uno de los componentes de esta cubierta. No obstante también se testimonia el
empleo de techumbres planas con las que de alguna manera se soluciona la falta de
especies arbóreas en algunas zonas, fundamentalmente del altiplano y se fomenta
un ahorro de material que sería mucho más grande si se emplearan soluciones
abovedadas.
Dejamos para un último apartado el tema de la ingeniería pre e incaica, funda-
mentalmente por ser uno de los capítulos más importantes de la arquitectura prehis-
pánica en Suramérica. Aunque fueron los incas quienes llegaron a diseñar la basta
red de caminos que recorrieron todo el imperio desde el norte hasta el sur, antes
que ellos, los primitivos habitantes de lo que acabarían siendo territorios incas ya
contaban con vías de comunicación que les permitían ir de un territorio a otro
dentro de un espacio caracterizado por las dificultades orográficas. Unos caminos
que más que circuitos económicos eran en realidad vías que sirvieron a funciones
militares, estratégicas y administrativas.
Una estructura viaria que fue utilizada por los primeros conquistadores y que les
permitió desplazarse de un extremo a otro con mucha facilidad. La red de caminos
forman un sistema vial de aproximadamente 23000 kilómetros de longitud y a las
que complementaban paredes, postes, puentes, tambos, oroyas, huaros o tarabitas,
un conjunto de complementos que ante todo garantizaban la comunicación allí
donde el relieve se hacía más salvaje. En ellos la piedra se emplea para realizar la
superficie del camino y en algunos casos los mismos puentes que se salvaban en el
recorrido.
204 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ENTRADA DE UNA VIVIENDA INCAICA EN OLLANTAYTAMBO. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 205

SELECCIÓN DE IMÁGENES

CERRO SECHÍN. 900 A.C.

Dentro de la evolución que van a conocer los asentamientos del Horizonte An-
tiguo, los esquemas constructivos se van a ir definiendo en enclaves como Kotosh
y Cerro Sechín. En ambos, ejemplos de una serie más amplia, ya se testimonia la
combinación de estructuras abiertas y cerradas, en las que se adivinan algunas de
las características de etapas posteriores.

CERRO SECHÍN. (PERÚ).

La relación que se establece entre un lugar y su significación, suele estar reafir-


mada en la presencia de una producción cultural de la más diversa índole. En el
caso de Cerro Sechín, uno de los más directos antecedentes de Chavín de Huántar,
esta característica se puede refrendar en el importante programa iconográfico que
decora sus paredes exteriores.
Cerro Sechín es una colina granítica que domina un sector del valle del río
Casma. En la antigüedad estaba fortificado con numerosos recintos amurallados
que rodeaban las viviendas y los templos de cada uno de los complejos que lo
integraban. El más grande está en el lado norte y tiene la plataforma del templo al
pie de una de las laderas. Ésta estaba cubierta con losas de granito revestidas y
esculpidas que conforman los ejemplos de escultura monumental más antiguo de
206 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

los Andes. Se colocaban de tal manera que se alternaban piedras verticales y estre-
chas con otras cuadradas y más pequeñas. En ellas aparecen esculpidas figuras
humanas de perfil, representaciones ideográficas de herramientas, trofeos de cabe-
zas partidas y columnas vertebrales.
Sobre la plataforma se ubicaba el templo que estaba construido con adobes
cónicos sobre un plano rectangular con un conjunto de cámaras dispuestas axial-
mente respecto al eje central.

CHAVÍN DE HUÁNTAR

El centro en torno al cual girará el desarrollo del Horizonte Antiguo en la región


andina será Chavín de Huántar, 700 a.C. Su importancia radica, en ser el primer
núcleo en el que se testimonia la irradiación de una serie de valores de carácter
religioso que contribuirán a dotar de unidad a un amplio territorio del Perú.

CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

Su organigrama nos interesa ya que se puede considerar como el final del desarrollo
espacial de los enclaves anteriores, donde se consolida una serie de soluciones arqui-
tectónicas que se mantendrán en el tiempo. La estructura central del yacimiento está
conformada por un conjunto de plataformas, salpicadas de pasadizos y desarrolladas en
torno a una plaza rehundida, en cuya relación se quiere ver una serie de similitudes con
los accidentes geográficos del entorno. Una especie de reinterpretación artificial de la
vinculación existente entre montañas, valles y cuevas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 207

Chavín empezó como un pequeño santuario en torno a la figura del Lanzón,


flanqueado por dos alas laterales, a partir del cual se fue agrandando el complejo
en sucesivas intervenciones. Destaca de este conjunto el edificio principal conoci-
do como el Castillo, que aparece revestido por una serie de plazas de piedra dis-
puestas en filas de anchura variable. Internamente se ve recorrido por una serie de
galerías, cámaras y respiraderos dispuestas en tres plantas. Exteriormente cuenta
con elementos de una singular importancia como las cabezas grotescas incrustadas
en las paredes y cornisas con cuerpos de jaguar y serpientes esculpidas.
Vinculados con él están los ejemplos más característicos de la escultura chavi-
noide, de una trascendental influencia como el Lanzón, la estela Raimondi, el
Obelisco Tello, etc., encontrados y ubicados en algunas de sus salas, y cuyo signi-
ficado, aún sin descifrar, ha contribuido a aumentar el enigma sobre este lugar,
desde el que se extendió un culto que llegaría hasta tierras como las del entorno al
lago Titicaca en enclaves como Tiahuanaco.

LA PIRÁMIDE DEL SOL. MOCHE

La arquitectura mochica fue una de las más destacadas en el Período Intermedio


Temprano. No sólo por la calidad de los edificios que se construyeron, sino además
por la variedad de los mismos. Dentro de todo el conjunto de obras que se llegaron
a edificar, destacan tanto las infraestructuras destinadas a la distribución de agua,
como los canales de irrigación; y los edificios religiosos y funerarios, caso de las
pirámides.

HUACA DEL SOL. MOCHE. (PERÚ).


208 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

El valor de la pirámide como lugar de habitación de los dioses siempre ha


tenido una fuerte trascendencia en las culturas prehispánicas. La pirámide o Huaca
del Sol de Moche, 100-600 d.C., es posiblemente la estructura prehispánica más
grande de Suramérica, en la que se han reproducido algunos procesos constructivos
que tienen como protagonista fundamental a uno de los materiales más utilizados
en la arquitectura preincaica e incaica, el adobe. Con sus cincuenta metros de
altura, doscientos treinta de base y ciento treinta y seis de anchura, se calcula que
se emplearían hasta cincuenta millones de estos adobes. Está conformada por la
superposición de cinco pisos decrecientes a cuya cima se puede subir por medio de
una rampa de unos noventa metros de longitud.
En este caso, los diversos estudios que han analizado esta estructura, coinciden
en subrayar la carencia de un plan unitario a la hora de construir este edificio que
posiblemente sirviera como base para un templo. Por el contrario, más parece el
resultado de una continua acumulación de material como reflejo de una especie de
ofrenda continuada que acabó generando el edificio que en la actualidad se puede
contemplar.
A quinientos metros de ella se eleva la Huaca de la Luna, en la que se han
encontrado numerosas habitaciones decoradas con fragmentos de pintura mural.

CHAN CHÁN

Uno de los reinos que se engrandeció hasta constituir un pequeño estado centra-
lizado fue el reino de Chimor, cuya capital Chan Chán hay que relacionar con un
momento de expansión del imperio Wari, donde se puede percibir el grado al que
llegó la imposición de un patrón urbano característico.
Chan Chán es una de las ciudades más grandes de la América prehispánica y
uno de los ejemplos más destacados de planificación urbana. La zona arqueológi-
ca, situada a unos kilómetros al noreste de Trujillo, ocupa una llanura por encima
del nivel irrigado actualmente cubriendo unos 18 kilómetros cuadrados. Pudo lle-
gar a tener 200000 habitantes.
En su interior se pueden llegar a distinguir nueve o diez unidades, conocidas
con el nombre de ciudadelas, de las que destacamos la conocida como de Max
Uhle. Podríamos decir que se trata de un complejo arquitectónico que vuelve a
ofrecernos un ejemplo de disposición de dependencias de una forma ordenada
junto a un patio, donde la distribución de cada uno de los subsectores en los que se
puede organizar el complejo se lleva a cabo de una forma regular, y totalmente
aislada del resto del asentamiento por un muro con un solo acceso que ayuda a
potenciar si cabe la direccionalidad de los espacios interiores.
El empleo de adobe como base exclusiva en todo el conjunto, ejemplifica del
mismo modo uno de las mejores propuestas que se pueden encontrar en Suraméri-
ca.
Además de las ciudadelas, Chan Chán cuenta con una serie de huacas o montí-
culos y otras construcciones de valor y época diversa. Entre las primeras destaca-
mos la huaca del Obispo, Las Conchas, El Olvido, Toledo, El Higo, etc.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 209

CHAN CHÁN. TRUJILLO. (PERÚ).


210 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PISAC

Dentro del conjunto de enclaves que se reparten por el Valle Sagrado, Pisac, es
el que posiblemente ofrezca los restos arquitectónicos de más calidad. El yacimien-
to destaca por la maestría y el refinamiento de la técnica de labrar la piedra emplea-
da en su construcción.

PISAC. (PERÚ).

El centro de la ciudad prehispánica comprende una serie de impresionantes


andenes, que se adaptan a las líneas generales del relieve para integrarse en
él, siguiendo en su diseño las mismas curvas de nivel que acaban escalonán-
dose.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 211

La ciudad en sí, está compuesta por edificios cuya función es difícil de precisar.
Al igual que en otros enclaves como Sacsahuamán y Ollantaytambo, sobresale el
aspecto militar y el religioso presente en estas estructuras, mostrándose casi insepa-
rables el uno del otro. Reflejo de ello es el Intihuatana o lugar en el que queda
atado el sol, organizado por medio de un esquema bastante rígido, donde sobresa-
len templos, almacenes, fortalezas, observatorios, calles, pasajes, túneles, etc.
Todo este sector, se organiza en torno a un edificio de granito rosado, realizado
rodeando un monolito denominado precisamente Intihuatana, lo que le convierte
en un espacio dedicado al culto solar.
Los restos de los edificios conservados, presentan ese trabajo perfecto en el
ensamblaje de cada uno de los sillares de piedra, y la presencia de ventanas trape-
zoidales, con la parte superior más estrecha, típicas de la arquitectura inca.
Otros sectores nos muestran algunos ejemplos de viviendas como el que se
encuentra situado en la ladera oriental de la montaña, bajo el mismo Intihuata-
na. El conjunto está formado por pequeños recintos amurallados separados en-
tre ellos, y agrupados en dos estructuras, siguiendo la configuración sinuosa
del terreno.
212 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

DEL VALLE DE PACHACAMA Y DEL ANTIQUÍSIMO TAMPLO QUE EN ÉL


ESTUVO, Y CÓMO FUE REVERENCIADO POR LOS YUNGAS*

«Pasando de la ciudad de los reyes por la misma costa, a cuatro leguas della está
el valle de Pachacama, muy nombrado entro estos indios. Este valle es deleitoso y
frutífero, y en él estuvo uno de los suntuosos templos que se vieron en estas partes:
del cual dicen que, no embargante que los reyes ingas hicieron, sin el templo del
Cuzco, otros muchos, y los ilustraron y acrecentaron con riqueza, ninguno se igua-
ló con este de Pachacama, el cual estaba edificado sobre un pequeño cerro hecho a
mano, todo de adobes y de tierra, y en lo alto puesto el edificio, comenzando desde
lo bajo, y tenía muchas puertas, pintadas ellas y las paredes con figuras de anima-
les fieros. Dentro del templo, donde ponían el ídolo estaban los sacerdotes, que no
fingían poca santimonia. Y cuando hacían los sacrificios delante de la multitud del
pueblo iban los rostros hacia las puertas del templo y las espaldas a la figura del
dolo, llevando los ojos bajos y llenos de gran temblor, y con tanta turbación, según
publican algunos indios de los que hoy son vivos, que casi se podrá comparar con
lo que se lee de los sacerdotes de Apolo cuando los gentiles aguardaban sus vanas
respuestas. Y dicen más: que delante de la figura desde demonio sacrificaban nú-
mero de animales y alguna sangre humana de personas que mataban; y que en sus
fiestas, los que ellos tenían por más solemnes, daba respuestas; y como eran oídas,
las creían y tenían por de mucha verdad. Por los terrados deste templo y por lo más
bajo estaba enterrada gran suma de oro y plata. Los sacerdotes eran muy estimados,
y los señores y caciques les obedecían en muchas cosas de las que ellos mandaban;
y es fama que había junto al templo hechos muchos y grandes aposentos para los
que venían en romería, y que a la redonda dél no se permitía enterrar ni era digno
de tener sepultura si no eran los señores o sacerdotes o los que venían en romería y
a traer ofrendes al templo. Cuando se hacían las fiestas grandes del año era mucha
la gente que se juntaba, haciendo sus juegos con sones de instrumentos de música
de las que ellos tienen. Pues como los ingas, señores tan principales, señoreasen el
reino y llegasen a este valle de Pachacama, y tuviesen por costumbre mandar por
toda la tierra que ganaban que se hiciesen templo y adoratorios al sol, viendo la
grandeza de este templo y su gran antigüedad, y la autoridad que tenía con todas
las gentes de las comarcas, y la mucha devoción que a él todos mostraban, pare-
ciéndoles que con gran dificultad la podrían quitar, dicen que trataron con los
señores naturales y con los ministros de su dios o demonio que este templo de
Pachacama se quedase con la autoridad y servicio que tenía, con tanto que se
hiciese otro templo grande y que tuviese el más eminente lugar para el sol; y
siendo hecho como los ingas lo mandaron su templo del sol, se hizo muy rico y se
pusieron en él muchas mujeres vírgenes. El demonio Pachacama, alegre en este
concierto, afirman que mostraba en sus respuestas gran contento, pues con lo uno y
lo otro era él servido y quedaban las ánimas de los simples malaventurados presas
de su poder. Algunos indios dicen que en lugares secretos habla con los más viejos
este malvado demonio Pachacama; el cual, como ve que ha perdido su crédito y
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 213

autoridad y que muchos de los que le solían servir tienen ya opinión contraria,
conociendo su error, les dice que el Dios que los cristianos predican y él son una
cosa, y otras palabras dichas de tal adversario, y con engaños y falsas apariencias
procura estorbar que no reciban agua del baptismo, para lo cual es poca parte, por
que Dios, doliéndose de las ánimas de estos pecadores, es servido que muchos
vengan a su conocimiento y se llamen hijos de su iglesia, y así, cada día se baptiza.
Y estos templos todos están desechos y ruinados de tal manera que lo principal de
los edificios falta; y a pesar del demonio, en el lugar donde él fue tan servido y
adorado está la cruz, para más espanto suyo y consuelo de los fieles...».

* CIEZA DE LEÓN, Pedro de. La crónica del Perú. Edición de Manuel Balles-
teros. Madrid, Historia 16, 1984, pp. 285-287.
214 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 215

CAPÍTULO 9:

LA PINTURA EN LAS CULTURAS


PREHISPÁNICAS

INTRODUCCIÓN

Tras el importante capítulo del urbanismo y la arquitectura, restarían los ámbi-


tos de la pintura y la escultura, para cerrar una visión completa de los pilares más
importantes, aunque no los únicos, del arte prehispánico. El sentido integrador de
éste, hace que cuando se habla de arte prehispánico, tengamos que ser conscientes
de la unidad que implica la presencia de las tres artes, para conformar unos espa-
cios unitarios, cargados de un profundo valor tanto simbólico como religioso. Es
por ello, por lo que a pesar de tratarse este tema de la pintura de un apartado
específico, de la misma manera que se hará con el de la escultura, no se puede
disociar del de la arquitectura y ni mucho menos del urbanismo, verdadero ambien-
te escenográfico en el que éstas adquieren todo su sentido y su verdadera significa-
ción.
A ello unimos que su conocimiento y análisis en la etapa prehispánica, resultan
desde nuestro punto de vista esenciales para entender los contenidos de los gran-
des ciclos pictóricos de los edificios coloniales, en los que se aplicó con la misma
intensidad y extensión el empleo de la pintura, buscando con ello generar una
escenografía ritual de conversión, en la que conjuntamente con otros elementos se
quería no descontextualizar en exceso el ambiente religioso en el que se había
movido el indígena americano, alcanzando con ello un mayor éxito en el adoctri-
namiento de la población.
Dejamos de lado capítulos tan importantes como los de la cerámica, ya que
serán tratados en un apartado independiente. Siendo conscientes de la alta calidad
a la que llegan algunos de los objetos producidos por los alfareros desde etapas
tempranas, si es cierto que en ellos se aplican los mismos principios y métodos de
diseño que se verán para el caso de la pintura.
216 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA FUNCIÓN DE LA PINTURA

El papel que ha jugado desde siempre la pintura como elemento cargado de una
tremenda simbología, ha sido una constante a lo largo de la Historia de la Humani-
dad. La temprana relación que se establece entre los distintos colores y su identifi-
cación con valores mágico-religiosos como la vida, la naturaleza o el cielo, la dotó
de una especial significación para funcionar como vehículo de los intereses de las
clases dirigentes, y con ello legitimar un orden establecido en la inmensa mayoría
de los casos por obra y gracia divina.

PALETA DE PINTOR. BARRO ESTUCADO. TEOTIHUACÁN.


PERÍODO CLÁSICO MEDIO.

Podemos señalar que la función de la pintura en el mundo prehispánico fue


doble. A pesar de ser escasos los ejemplos con los que contamos para abordar un
estudio profundo de la misma, ésta ocupó un papel relevante no sólo como elemen-
to que cubría todos los edificios, dotándolos de un componente de protección
además de estético, sino que funcionaba como vehículo de difusión de ideas, con
unos objetivos claros, tanto propagandísticos, como religiosos, convirtiéndose en
legitimadores de un poder que se plasmaba a través de una serie de imágenes que
actuaban como un verdadero código inteligible para la inmensa mayoría de la
sociedad prehispánica.
En este sentido, la circunstancia de que muchas de ellas, que no todas, ocupen
espacios de un claro carácter sagrado como las dependencias de algunos de los
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 217

complejos habitacionales de Teotihuacán, tumbas de Monte Albán, Bonampak, e


incluso en enclaves suramericanos, ayuda a corroborar su verdadero papel de ele-
mento sacralizador y complementario a la arquitectura que cubría. A ello se suma
su papel en el exterior, donde el significado de la misma se transmitía a la inmensa
mayoría de la población a través de su valor simbólico tal y como se puede apre-
ciar en ejemplos que aún se pueden contemplar en la ciudad de Teotihuacán.

DETALLE DE UNO DE LOS MUROS DE TETITLA. FELINO NARANJA SENTADO EN


UN TABURETE CON CORAZONES FRENTE A SUS FAUCES. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Una significación que se ejemplificaría en la propia simbología que se le atribu-


ye a los colores que se emplean. Así, no es casual ese significado simbólico en
relación con las direcciones cardinales. Por ejemplo, entre los mayas el negro es el
norte, el blanco es el oeste, el rojo es el sur y el amarillo el este. Entre los nahuas,
ese sentido varió y para ellos el este es el rojo, el oeste el azul, el norte el amarillo
y el sur el verde.

LAS TÉCNICAS PICTÓRICAS

El conjunto de los ciclos pictóricos que se pueden estudiar en la actualidad


presentan una similares técnicas de ejecución entre las que distinguimos tanto las
que se emplean para la realización de los colores, como las utilizadas en la aplica-
ción de la misma. No perdamos de vista que por lo general los muros exteriores de
218 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

los edificios estaban pintados de un color uniforme, mientras que las escenas se
solían reservar para espacios interiores y más restringidos en cuanto al tránsito de
gente.

DETALLE DE UNA DE LAS PINTURAS MURALES DE TETITLA.


HOMBRE JAGUAR QUE SE DIRIGE A UN TEMPLO TEOTIHUACANO. (MÉXICO).

Respecto a los colores tenemos que hablar de los extraídos de bases animales,
vegetales y minerales, aunque la gama cromática con la que se realizan estas pintu-
ras no sea muy amplia siendo básicamente los amarillos, ocres con rojos y naranjas
como variantes más claros, azules y verdes los principales, junto al blanco y el
negro, los más empleados.
La base sobre la que se aplica varía, en Mesoamérica predomina la cal, y para
los restos encontrados en Suramérica es el barro el protagonista. Para el primero de
los casos, la capa de estuco que aún se puede apreciar en los edificios prehispáni-
cos cumplía una doble función. Por un lado protegía y unificaba la superficie
exterior del edificio, dotándolo de una capa de protección, mientras que a su vez
servía de base para la aplicación pictórica. Ésta se disponía empleando dos técni-
cas básicas, la pintura al fresco y la pintura al seco, jugando indistintamente con
cada una de ellas.
En este sentido no podemos perder de vista la importancia de la cal en el mundo
prehispánico, llegando a ser el material cimentante más importante de la antigüe-
dad. Su empleo fue tan diverso que no solamente se llego a utilizar, como señalá-
bamos anteriormente, para recubrir la arquitectura con enlucidos que ocultaran y
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 219

protegieran el núcleo de los muros, pisos y relieves, sino que además se utilizó
como cemento para unir las piedras de los muros y bóvedas, así como para modelar
relieves y esculturas de bulto, como por ejemplo llegaron a hacer los mayas.

PINTURA TEOTIHUACANA. ZACUALA. PERSONAJE CON ATRIBUTOS DE TLÁLOC


CON CANASTA DE MAÍZ. (MÉXICO).

La obtención de la cal se realiza a partir de la calcinación de piedras calizas o de


conchas marinas. Al calentar estos materiales a temperaturas cercanas a los 800 º C
se logra descomponer la molécula original, carbonato de calcio, obteniendo un
compuesto inestable y reactivo en presencia del agua, la cal viva. Al mezclar am-
bos compuestos, agua y óxido de calcio, se hidrata transformándose en cal muerta
o apagada. Al eliminarse el exceso de agua de la cal, queda una pasta, que en
contacto con el aire y conforme se va secando, cristaliza, formándose de nuevo un
compuesto de carbonato de calcio.
La técnica que se emplea nos habla de una despreocupación por la copia del
natural, por la representación perfecta del entorno que rodea al artista. En cambio
interesa más el contenido, la idea, el qué se representa que el cómo. En este senti-
do, se busca una representación clara y directa, buscando una lectura limpia a pesar
de la complicación de muchas de ellas para ser leídas en un primer momento.
Se trata de una pintura en la que predomina básicamente la línea, que delimita
unas zonas perfectamente establecidas. Una línea ondulante y orgánica en unas
ocasiones, recta y angulosa en otras, casi siempre trazada en color negro, lo que
facilita que cada una de las partes se puedan apreciar perfectamente. Los colores se
220 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DETALLE DEL MURAL DEL TEMPLO DE LA AGRICULTURA.


TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 221

disponen en las zonas delimitadas, aparentemente de una manera plana sin bus-
car el volumen y la gradación, en una especie de cloisonné pictórico que en
determinadas ocasiones resulta excesivamente infantil. Los fondos también neutros,
evidencia en muchos casos, una falta de dominio de la perspectiva y de la
tercera dimensión, lo que convierte a las representaciones en escenas planas en
las que se recurre a soluciones básicas para conseguir lograr efectos de profun-
didad. No obstante, son otros muchos los ejemplos que están demostrando, una
vez restaurados, que se buscaron en ocasiones alcanzar una clara sensación
volumétrica.
Las figuras representadas, fundamentalmente las de animales y personas, se
atienen a principios de simetría y relieve que rara vez se abandonan, dando la
sensación de estar sometidas a unos patrones de representación perfectamente esta-
blecidos y que son esenciales en las de tema religioso.
Solamente algunos ejemplos de la pintura teotihuacana como la representación
del Tlalocan, las escenas del Templo de la Agricultura, y la propia pintura maya,
máximo exponente del naturalismo, no se someten a esos principios compositivos
rígidos.
Por lo que respecta a Suramérica, la típica pintura mural andina se realiza direc-
tamente sobre el enlucido de las paredes de barro utilizando la técnica del temple
mate. Es decir, materiales colorantes con agua a los que se agrega una sustancia
aglutinante que da como resultado esos tonos mates. Destaca en este sentido, he-
chos como que la técnica del fresco no se empleara en toda Suramérica por su
desconocimiento; o que básicamente se recurriera al colorante mineral, mucho más
fácil de conseguir en la naturaleza.
La técnica a penas si varió a lo largo de los distintos horizontes, aunque si se
pueden apreciar algunas distinciones, como el que en el Horizonte Temprano sim-
plemente se enlucieran las paredes, aplicando encima la pintura. También podemos
señalar como en el Período Intermedio Temprano se produjo una diferenciación
que ha dado lugar a dos escuelas. La Lima, en la que se enlucían las paredes, que
posteriormente se cubrían con una capa de pintura blanca sobre la que se ejecutaba
el tema. O aquella otra en la que se enlucían las paredes, sobre las que se disponía
una cubierta blanca, en la que al seco o en húmedo se incidían los motivos que se
querían representar y que luego se rellenaban de color. El aglutinante en muchos
de los casos es la savia de alguna cactácea, que aún en la actualidad es empleada
por los indígenas para pintar sus casas.
Tampoco podemos olvidar capítulos que se tratarán independientemente en otros
apartados, pero que se han de tener en cuenta a la hora de valorar en su globalidad
la pintura prehispánica. Por un lado el capítulo de la pintura aplicada a la cerámica
donde encontramos ejemplos de una enorme calidad en la cerámica maya o mochi-
ca. La escultura, que también cuenta con algunos de los más destacados referentes
en aplicaciones pictóricas, y por otro lado los códices prehispánicos que se convir-
tieron en uno de los exponentes de mayor calidad. En uno y otro caso nos enfren-
tamos a superficies de menores dimensiones que las arquitectónicas, pero en las
que prácticamente se aplican las mismas técnicas y se utilizan los mismos motivos
que en la pintura a mayor escala.
222 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FRESCO DE LOS BEBEDORES DE CHOLULA. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 223

ICONOGRAFÍA

El conjunto de imágenes que se pueden observar en la pintura prehispánica


recoge un amplio abanico de representaciones que van desde las naturalistas a las
abstractas, pasando por temáticas religiosas, algunas de ellas con un claro carácter
mítico y militar. En este sentido será la figura humana, con un protagonista indis-
cutible, el sacerdote, y animales mítico-religiosos como la serpiente emplumada, el
coyote, el jaguar, la mariposa, etc., los principales protagonistas de estos ciclos.

DETALLE DEL MURAL DE LA BATALLA DE CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

La figura humana se presenta de un modo natural y ocupa un papel destacado en


escenas como las mayas de Bonampak o las de Cacaxtla en el Altiplano. Llega a
estar próxima al retrato, y se ve refrendada por la presencia en ocasiones de simbo-
logías que le otorgan personalidad, fundamentalmente en el caso de las mayas. Una
figura humana que se esquematiza, reducida a sus signos básicos de identidad. En
este caso representa lo mismo al dios que se viste de hombre que al esclavo más
humilde, y entre ellos guerreros, gobernantes, nobles, comerciantes, músicos, y
siempre sin olvidar a los sacerdotes.
En este sentido, por lo que respecta a los sacerdotes, se trata de una de las
imágenes más recurrentes de la pintura prehispánica. Representados en su inmensa
mayoría de perfil, se trata de figuras que se caracterizan por el barroquismo de sus
trajes e indumentaria en la que sobresalen los vestidos, los tocados, las máscaras y
en definitiva todos aquellos elementos que los relacionan con el dios al que rinden
224 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

culto. Suelen aparecer, tanto individualizados como representados formando parte


de un ceremonial junto a otros sacerdotes, donde llevan a cabo un ritual de variado
tipo, ya sea ofrenda o sacrificio.

SÍMBOLO DE XILBABÁ QUE IDENTIFICA UN LUGAR ACUOSO, MORADA DE LOS


MUERTOS. CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

Dentro de este grupo podríamos incluir al dios de los bastones, una de las repre-
sentaciones más repetidas en la iconografía andina y que tiene unos ejemplos des-
tacados en la Huaca de la Luna de Moche, donde aparece esquematizado e incluido
dentro de superficies cuadradas que se repiten para formar un motivo decorativo de
clara influencia textil, y cuya presencia habría que vincular con una influencia
llegada desde el interior, de la cultura chavín.
Por lo que respecta a los animales, el jaguar, el coyote y la serpiente emplumada
pueden ser los más recurrentes, todos ellos con un alto contenido simbólico-mitológico
y entre los que destaca el de esa serpiente emplumada, verdadera representación de la
dualidad y el dominio del ambiente terrenal y celestial. Una imagen que la historia
vinculará con la figura mitológica de Quetzalcóatl que acabará identificándose con ella
a partir de la cultura tolteca y fundamentalmente con el mito maya que le dará la
importancia que llegó a adquirir con la llegada de los españoles.
En cuanto a la imagen del jaguar, se trata de uno de los animales más antiguos
de los representados, siendo en la cultura olmeca donde aparecen sus primeras
muestras que se extenderán hasta las culturas suramericanas en las que adquirirá
incluso una importancia mayor a la de Mesoamérica. Desde ahí, los ejemplos se
multiplicarán en el Clásico en ciudades como Teotihuacán o Cacaxtla.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 225

TEMPLO ROJO. MURO ESTE. REPRESENTACIÓN DE UN ANCIANO, BULTO DE


MERCADER Y MAÍZ. CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

En definitiva imágenes de animales que se caracterizan por su cercanía a los


modelos naturales, en los que se manifiesta un perfecto conocimiento de la reali-
dad.

LOS GRANDES CONJUNTOS PICTÓRICOS

Dentro de los grandes conjuntos pictóricos que se pueden estudiar en el mundo


prehispánico destacan algunos de ellos tanto por su importancia en cuanto a la
calidad de sus representaciones, como por el lugar en el que se encuentran. En ese
sentido se hará en este apartado una valoración genérica de algunos de ellos, para
pasar en los apéndices a comentar de un modo más puntual algunos ejemplos.
Básicamente recurriremos a las pinturas de los espacios habitacionales de Teoti-
huacán, fundamentalmente de Tetitla, Teplantitla, Atetelco y Zacuala. Las pinturas
de las tumbas zapotecas de Monte Albán, las de Cacaxtla, en Tlaxcala y por último
al episodio posiblemente de mayor calidad de las dependencias de Bonampak.
Junto a ello haremos mención a algunos ejemplos que nos han llegado desde Sura-
mérica, donde la tradición de pintar los muros de los edificios se remonta a las
fases más tempranas del desarrollo cultural en esta región.
Respecto al primero de ellos, los ciclos de pintura de Teotihuacán son uno de
los capítulos más importantes de la pintura prehispánica en Mesoamérica. Es pro-
226 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VISTA PARCIAL DE LAS PINTURAS EXTERIORES DE UNA DE LAS PIRÁMIDES


DE LA CIUDADELA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

bablemente la ciudad prehispánica en la que se hallan los ejemplos más sobresa-


lientes de la pintura mural, con un período continuo de unos setecientos años de
experiencia. Los restos que nos han llegado se distribuyen por las unidades habita-
cionales que conforman el entramado urbano de la ciudad y testimonian la amplia
presencia de este elemento, que no solamente decoraba las estancias más privadas
e importantes, sino que incluso recubrían exteriormente hasta los más impresionan-
tes edificios como la Pirámide del Sol, que aún mantiene las espigas que funciona-
ban como elementos de sujeción de la enorme capa de cal que recubría a toda la
estructura.
En ellas se pueden apreciar algunas de las características que las harán úni-
cas y que se darán en zonas alejadas al propio Teotihuacán, como es el hecho
de ocupar toda la superficie de la pared estructurando a ésta en varias superfi-
cies o bandas, ordenadas en esencia, mediante un zócalo en la parte inferior y
una superficie continua en el resto de la pared. En ellas se sigue una pauta que
es la de enmarcar las escenas principales mediante cenefas que permiten una
más rápida y clara lectura de la pintura. Unas cenefas que suelen aparecer deco-
radas con motivos florales o geométricos entre los que sobresalen las flores de
cuatro pétalos, los chalchiuites, mallas, etc. Técnicamente se trata de una pintu-
ra bruñida, plana y homogénea en la que aparecen colores yuxtapuestos, satura-
dos y compactos. En todo el conjunto sobresalen las escenas de sacerdotes de
Tetitla, el Tlalocan del Tepantitla y los frisos de animales de Atetelco. La
calidad y la técnica con la que fueron ejecutadas han permitido que lleguen un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 227

importante conjunto de ellas hasta nosotros, lo que ha servido para reconstruir


imágenes hipotéticas de cómo se cubrían todos los espacios y edificios de esta
ciudad.
Uno de los recursos iconográficos distintivos del lenguaje visual teotihuacano
es la llamada vírgula de la palabra. Se trata de un elemento que se eleva y se
enrosca hacia adentro, como voluta, dispuesto frente a los rostros de los personajes,
humanos o animales, casi siempre a la altura de la boca o del hocico. De esta
manera su presencia nos indica la emisión de algún sonido, indicando algún tipo
de comunicación particular.
En las pinturas de algunas de las tumbas de Monte Albán, destaca fundamental-
mente el carácter sagrado de las mismas. Los protagonistas son sacerdotes pintados
individualmente o en procesiones y en los que se detecta una falta de naturalidad
a la hora de representarlos, lo que podríamos entender como ceremonialidad, fun-
damentalmente al distribuir en el espacio a los distintos personajes que protagoni-
zan la escena. Dependen en este caso de su relación con los nichos que suelen
complementar los interiores, y que estaban destinados a albergar objetos rituales,
de los cuales la cultura zapoteca ofrece algunos de los mejores ejemplos de todo el
arte prehispánico. Representaciones en perfil y ordenación en base a ejes perfecta-
mente establecidos, se trata de ciclos en los que el carácter funerario se refleja en la
propia presencia de sacerdotes y dioses vinculados con el culto a Mictlan y donde
se percibe una influencia clara de la pintura teotihuacana, tanto en la forma como
en la temática.

DETALLE DE UNO DE LOS CICLOS PICTÓRICOS DE LA TUMBA 104 DE MONTE


ALBÁN. OAXACA. (MÉXICO).
228 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

HOMBRE JAGUAR CON TOCADO DE SERPIENTE DESCARNADA. CACAXTLA.


TLAXCALA. PÓRTICO A, JAMBA NORTE. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 229

El tercer ejemplo nos lleva a Cacaxtla (550-850 d.C.) en Tlaxcala. Se trata de


unas pinturas en las que se detectan influencias de diversas zonas de Mesoamérica
y en las que se pueden observar escenas en las que se representan seres sobrenatu-
rales y una batalla, destacando personajes casi de tamaño natural. Muy similares a
las de Bonampak, en el mural de la batalla se retratan a dos grupos de guerreros, los
vencedores y los vencidos, en donde la paleta que se emplea contempla una gama
de ocho colores en los que se destacan hasta cuatro manos diferentes en su ejecu-
ción. Junto a ello las influencias de Teotihuacán, Xochicalco y Monte Albán, se
deja ver en los distintos signos que decoran los marcos del conjunto. La existencia
de relaciones con el mundo maya se refleja en los tipos, en los que se perciben los
mismos rasgos faciales.

PERSONAJES CON CAPA BLANCA DEL CUARTO 1. BONAMPAK. CHIAPAS. (MÉXICO).

El ciclo pictórico maya de Bonampak es sin duda el que de más calidad ha


llegado a nosotros. Repartido en tres dependencias, en ellas se distribuyen series
de personajes en espacios que han sido compartimentados en cuatro niveles o
registros superpuestos, en los que se han querido ver la recreación del inframundo,
el mundo terrenal y el celestial. El ciclo gira en torno a la representación de un
grupo familiar, conformado por un hombre y una mujer con niños y sirvientes que
aparecen en las habitaciones de los extremos, mientras que la central se dedica a la
representación de una batalla. En las tres cámaras el espectador ve primero el muro
posterior, antes que la pared de la puerta, de tal manera que los espacios de estas
escenas narrativas tienen continuidad, con secuencias figurativas que recorren inin-
230 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

terrumpidamente todas las paredes de la cámara. Su distribución en tres cámaras,


así como la perfecta definición de un ciclo pictórico en su conjunto, con una clara
significación del empleo de los colores y la delimitación de diversos ámbitos, hace
que estemos ante uno de los conjuntos más integrados del mundo prehispánico.
En la zona andina, los ejemplos de ciclos o restos pictóricos que se pueden
encontrar no son tan numerosos y de tanta calidad como los anteriores. En ese
sentido es significativo que se trate de la cerámica el mejor campo en el que se
puedan apreciar las características de esta producción pictórica. En el caso andino,
la pintura mural es una manifestación artística que se conoce desde hace mucho
tiempo, pues fue observada y mencionada por los cronistas españoles, aunque a
nivel arqueologico, pocos han sido los ejemplos que se han encontrado, y que nos
hayan llegado de una manera parcial y fragmentada.
De las primeras fases (1800-900 a.C.), apenas si encontramos ejemplos que pue-
dan permitirnos estructurar esta etapa inicial, siendo los restos pictóricos encontra-
dos en Kotosh y en Cerro Sechín, los más antiguos que hasta el momento se conocen.
Se trata de pequeños dibujos esquemáticos en los que se representan animales y
seres humanos, predominando un claro monocromismo en su ejecución.
La influencia de Chavín se pude testimoniar en las pinturas encontradas del
Horizonte Temprano (900-200 d.C.). Los restos son también fragmentarios, exis-
tiendo pinturas en Punkurí y Cerro Blanco. Precisamente de este último, emplaza-
do en el Valle de Nepeña, apareció una plataforma realizada en piedra y cuyos
muros aparecieron recubiertos con relieves de arcilla y pintados con clara influen-
cia, como venimos diciendo del estilo chavín.
Una de las fases en las que florece de una manera más clara y decidida la pintura
mural es en el Período Intermedio Temprano (200 a.C.-500 d.C.) y en el Horizonte
Medio (500-900 d.C.), donde podemos hablar de dos focos en la Costa, uno en el
Valle de Lima y Chancay, y otro en Moche. En el primero de ellos, podemos decir
que el motivo predominante es el de una serpiente estilizada y entrelazada, excesi-
vamente monótona, pero de una gran calidad cromática.
Para el segundo, ya desarrollado en el Período Intermedio Temprano, la cultura
Moche, será una de las principales realizadoras de este tipo de decoración mural.
Destacan las de Pañamarca, de nuevo en el Valle de Nepeña, con decoraciones en
las que aparecen representados sacerdotes participando en diversos ceremoniales; y
Moche, donde encontramos pinturas en las edificaciones principales, como las ci-
tadas de la Huaca de la Luna, donde podemos hablar de escenas de una enorme
imaginación, sobresaliendo las luchas de objetos antropomorfizados, dispuestos a
enfrentarse con seres humanos. La influencia textil es clara en la disposición de los
motivos, junto con la de Wari en la temática, donde sobresalen las representaciones
del Dios de los Báculos. Unos ejemplos en los que podemos ver la aplicación de la
pintura a la arquitectura, que también llegarían hasta el período de dominio de
Tiahuanaco, donde se registra la utilización de colores como el blanco, rojo o
verde en la decoración exterior de los edificios.
De los dos últimos períodos apenas si nos han llegado restos, es decir del Perío-
do Intermedio Tardío y Horizonte Tardío (900-1440). Solo destacan las del conjun-
to de Pachacamac en las que de nuevo nos encontramos con unas pinturas en las
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 231

que aparecen series de personajes en procesión, en este caso portando una serie de
objetos de difícil identificación. Junto a ellas, existieron conjuntos de peces, plan-
tas y aves.
Destacamos también las de la Paramonga, enclave en el que existían restos de
pintura mural con los motivos distribuidos en superficies reticuladas y en las que
se representaban animales.
La cantidad de información que guardan las pinturas murales es enorme, a pesar
de que no han sido interpretadas totalmente. Debido a su presencia constante desde
las épocas más tempranas y a su extensión, se puede reconocer que fue un rasgo
cultural y artístico fundamental en las culturas prehispánicas.
232 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

LOS MUROS DE TETITLA. TEOTIHUACÁN

Los enormes complejos arquitectónicos que conforman la ciudad de Teotihua-


cán, son sin duda uno de los capítulos más completos en los que se puede apreciar
al grado de desarrollo al que llegó esta manifestación. La representación de sacer-
dotes en el complejo de Tetitla, no es más que uno de los ejemplos en los que se
puede apreciar como la clase dirigente de la ciudad llegó a emplear la pintura
como vehículo de difusión de ideales, mediante unas imágenes perfectamente reco-
nocibles por quién las veía.

SACERDOTES PINTADOS EN EL ZÓCALO DEL CONJUNTO HABITACIONAL DE


TETITLA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Tetitla es el conjunto arquitectónico que conserva más pintura en sus paredes.


Estructuralmente, Tetitla tuvo un crecimiento que duró varios siglos, lo que se
explica en la complejidad de la organización de sus dependencias
En el caso concreto que se analiza, las representaciones de estos importantes perso-
najes, se ejecuta con una metodología predeterminada en la que impera la línea que
delimita zonas perfectamente identificables y que serán ocupadas por colores planos
que generarán una pintura en la que las leyes de la perspectiva o la proporción no se
contemplaban como fundamentales para trasmitir el mensaje. Todo un repertorio ico-
nográfico como las huellas de pies, templos, volutas de la palabra, etc., complementa-
ban los motivos principales para lograr con mayor éxito su función.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 233

Se trata de una figura con un enorme tocado conformado por un elemento rec-
tangular, dispuesto de manera horizontal, en cuyo centro aparece la cabeza de un
ave. Debajo de este tocado se dispone una máscara verde. Ésta incluye unas gran-
des orejeras, con una banda serpentina que repite el mismo motivo del tocado, y
por debajo de ella se disponen otras dos franjas, la primera semeja una cuerda
retorcida y la segunda está formada por un punto y una barra que se suceden
consecutivamente. A su vez, a esta última banda se sobreponen, con gran dinamis-
mo y movimiento, cinco cuadros que se han identificado con quincunces, símbolos
que tienen relación con los rumbos del universo.
Las manos del personaje se muestran por el dorso y presentan las uñas de color
rojo, además de una pulsera de cuentas que la adorna. De ambas manos salen a
manera de ofrenda corrientes de agua dentro de las cuales se pueden identificar
diferentes signos como bigoteras de Tláloc, floreros, manos, pequeñas cabezas, etc.
Todo el conjunto se bordea con una cenefa que enmarca la escena, formada con dos
bandas que se entrecruzan, una por encima de la otra. Una de ellas presenta conchas y un
abanico de plumas, mientras que la otra muestra dos rectángulos intersectados.

LA TUMBA 104 DE MONTE ALBÁN

La importancia conferida por parte de las culturas prehispánicas a la decoración de


los interiores de sus espacios más significativos, tiene en la tumba 104 de Monte Albán
uno de sus capítulos más interesantes. Aunque en realidad el análisis de este espacio
rara vez se hace independientemente de las pinturas de la tumba 105, la mayor sencillez
en el tratamiento del tema permite tomar como de una etapa anterior a la 104, permitien-
do ver las características de la pintura que en ella se emplea.
El conjunto está decorado con una pintura mural en la que se representa una
escena procesional en la que los personajes se encuentran dispuestos, marchando
hacia el nicho del fondo. Todas la composición se encuentra salpicada de signos y
tributos con los que van tocados cada uno de los sacerdotes cuyas proporciones de
enanos casi los convierten en un elemento secundario respecto a los signos de
calendario, número y máscaras que aparecen.
La aplicación del color en superficies planas perfectamente delimitadas por gruesas
líneas, junto con la ausencia de perspectiva y una clara ubicación especial de las
escenas, mantienen a las mismas dentro de las características genéricas de la pintu-
ra prehispánica en Mesoamérica.
En la identificación de algunos grifos se han querido ver una relación entre los
textos inscritos en el interior de la lápida de la entrada, los grifos pintados en el
interior de la tumba y las imágenes también pintadas. El tema se refiere al linaje de
la familia que vivía en la casa de arriba, representándose en este caso el regreso a
las fauces celestiales del último miembro del linaje.
Se ha sugerido desde hace tiempo que los difuntos iniciaban un viaje descen-
dente que los conducía al inframundo o bien ascendían al mundo celestial. Ello
implica la concepción de un universo constituido por tres niveles en los que ocu-
rría la vida y su consecuencia, la muerte.
234 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VISTA PARCIAL DE LA TUMBA 104 DE MONTE ALBÁN. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 235

EL COMPLEJO DE BONAMPAK

El conjunto de pinturas mayas de Bonampak, conforma el complejo de mayor


calidad de pintura mural de la América prehispánica. Organizadas en tres habita-
ciones la calidad de éstas con sus contornos fluidos que delimitan zonas en las que
se aplica el color en superficies planas, sobresalen por la forma en la que se traba-
jan las proporciones y las perspectivas mucho más cuidadas, elemento que pone de
manifiesto un claro control del pintor que las realizó.

DETALLE DE UNO DE LOS MURALES DE BONAMPAK. CHIAPAS. (MÉXICO).

Organizados en tres salas, los paneles se hayan casi totalmente cubiertos por
pinturas, en las que se muestra un estilo extraordinariamente realista, donde la
brillantez del colorido, la amplitud y variedad de las composiciones, ayudan a
otorgar a este conjunto una indudable singularidad. Junto a ello, estas pinturas son
una fuente de información riquísima para el conocimiento de la vida de los mayas,
ya que en ellas se representan un conjunto muy numeroso de atavíos y adornos
distintos en las que aparece una gran variedad de tipos.
En la primera de las tres cámaras, se representan un conjunto de ceremonias
relacionadas con la presentación de un niño posiblemente perteneciente a la reale-
za y en la que destaca la procesión de sacerdotes ricamente vestidos. En la segunda
se representa una batalla con sus consecuencias de prisioneros y heridos donde
destacan sobre todo el dominio de la representación en escorzo de algunos sectores
de la misma.
236 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

La tercera cámara recoge un conjunto de escenas en las que se ha querido ver las
distintas celebraciones realizadas con motivo de la victoria en la batalla preceden-
te.
En conjunto, las escenas son el testimonio de diversas actividades llevadas a
cabo por el gobernante Ghaan Muan II o Cielo Arpía II y otros miembros de la
nobleza de Bonampak. En total se representaron 272 individuos, con una altura
máxima sin contar los tocados de 98 cms.
Las pinturas de Bonampak son un claro ejemplo de naturalismo, del sorprenden-
te manejo de las formas, de su organización en el espacio pictórico, además del
dominio de la técnica y sin un documento histórico sobre una época de esa ciudad.
Asimismo, a través de ellos podemos imaginar como debieron estar cubiertas las
paredes de muchos recintos mayas, al ser la pintura mural una tradición por medio
de la cual se confirmaban y perpetuaban relevantes acontecimientos.

HUACA DEL SOL. MOCHE

Las especiales características de la arquitectura realizada en la zona andina,


mucha de ella con adobes de tierra que siempre se exponen a un deterioro mayor
que la propia piedra, contaron con grandes superficies de estuco que no solamente
protegían a esos núcleos de tierra sino que además, eran la base adecuada en la que
diseñar grandes pinturas de las que pocos restos han llegado hasta la actualidad. El
caso de la Huaca del Sol en el yacimiento de Moche, se trata de uno de los ciclos

HUACA DEL SOL. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 237

más complejos en el que se puede analizar la presencia de esta pintura en una


plataforma con muros de adobe cubiertos de relieves en arcilla, pintados y esculpi-
dos, en donde la presencia de la influencia Chavín es clara.
La decoración se articula en base a una disposición de rombos separados por
bandas decoradas, en las que el tema principal es la cabeza de un ser antropomorfo
con cabellos formados por serpientes. La repetición del motivo principal, junto a la
tendencia a cubrir toda la superficie, pone en relación este tipo de decoración con
la realización de tejidos de los que posiblemente se tomara el esquema compositi-
vo básico.
238 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

LAS PINTURAS DE ATETELCO EN TEOTIHUACÁN*

«Desde el año de 1940 y con Fondos de la Fundación Viking, el Instituto


Nacional de Antropología e Historia ha explorado, fuera de la zona de los gran-
des monumentos, diferentes lugares de Teotihuacan, encontrando algunos edifi-
cios pintados.
Primero fue un Tepantitla, un lugar situado al oriente de la pirámide del Sol,
donde accidentalmente aparecieron unas pinturas en tonos rojos, que representa-
ban al dios Tláloc. Desde entonces se iniciaron explotaciones sistemáticas, fuera de
la zona arqueológica, habiéndose localizado tres grupos importantes de edificios
pintados, que son: Tepantitla (lugar de paredones), Tetitla (lugar de piedras) y
Atetelco (en la piedra junto al agua).
En Tepantitla, además de las representaciones de Tláloc antes mencionadas, se
encontraron innumerables fragmentos, habiéndose logrado reconstruir gran parte
de un mural. El doctor Alfonso Caso, en un estudio publicado en esta revista, lo
identificó como el Tlalocan.
Con anterioridad, mi intervención en las exploraciones arqueológicas había con-
sistido solamente en la copia de las pinturas, pero en este caso, habiéndose encon-
trado muy rotas las paredes pintadas, tuve que empezar por reconstruirlas para
trabajar.
El señor Santos Villasánchez, empleado de la zona, resultó un magnífico cola-
borador. Como experto albañil, pronto solucionó los problemas que de su oficio se
presentaron en el trabajo y desde entonces me ayuda en la restauración, limpieza y
consolidación de los murales prehispánicos de Teotihuacan y de otros lugares de la
república, como son Tamuín en San Luis Potosí y Palenque en Chiapas.
En la copia de estas pinturas de Tepantitla me ayudó el pintor don Mateo Salda-
ña, dibujante, como yo del Instituto de Antropología.
En Tetitla se localizó el segundo grupo de edificios con pinturas. Se conocía
una parte de éstas que había publicado la revista Zeta en el año 1940, y aunque allí
se decía que se trataba de una pintura de Teotihuacan, no se indicaba el sitio
exacto de su ubicación. Un día le mostraron al señor Saldaña un fragmento de un
muro pintado y él lo identificó, por su dibujo, como del mismo estilo del que había
aparecido copiado en la citada revista.
Localizado el sitio de donde prevenía el fragmento, se procedió a explorarlo,
habiéndose encontrado muchos muros pintados y trozos en gran cantidad. Procedi-
mos inmediatamente a calcar aquéllos y a consolidar éstos. La consolidación con-
siste en aplicar cemento en la parte de atrás a los fragmentos, lo cual los protege en
el constante manejo a que tienen que estar sujetos durante el proceso de restaura-
ción.
Mientras realizaba este trabajo tuve informes de que en un lugar cercano había
pinturas. Era un sitio con grandes hoyancos, en uno de los cuales existía parte de
un muro en el que estaban pintados dos tigres. En el terreno se veía gran cantidad
de material de construcción arrancado a los edificios sepultados. En los escombros
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 239

encontramos una cantera que tenía varios discos tallados y pintados de color rojo
y en otra de sus caras varios huecos en forma rectangular y de similar tamaño. Por
los discos parecía tratarse de una cornisa, pero los huecos nos desorientaron e
impidieron que supiéramos positivamente de qué se trataba, hasta que más adelan-
te y por casualidad, como sucede muchas veces en la arqueología, dimos con el
significado de ellos.
Los arqueólogos del Instituto se encargaron de las exploraciones: primero el
señor Pedro Armillas y después el señor Carlos Margáin, habiendo sido éste quien
puso el nombre de Atetelco al lugar[...].
Esta construcción la encontramos cortada y rellena de escombros, sepultada por
una estructura posterior. El reconocimiento por medio de túneles nos mostró las
paredes pintadas y en el enorme núcleo de tierra que cubría el patio encontramos
innumerables fragmentos, también pintados. Al ver tal cantidad de material decora-
do tuve la impresión de que se podrían reconstruir los murales y pusimos mano a la
obra[...].
El dibujo del tablero figura una red estilizada, y por un fragmento que encontré
en un sitio, supe que empieza con un entrelace. Repitiendo la figura dos veces me
dio un total de 3,32 m. Añadiendo otra figura en sentido vertical hubiera dado una
altura inusitada en este tipo de arquitectura, por lo que quedó en dos rombos la
decoración.
El alto de la puerta se fijó muy aproximadamente. El listón rosa que divide su
marco del dibujo del tablero lo coloqué tapando el primer entrelace empezando de
arriba. El espacio que quedó entre la moldura horizontal y el marco de la puerta me
pareció el más lógico, pues el haber subido el marco para dar mayor altura a la
puerta hubiera sido causa de que quedara demasiado cerca del dibujo de la moldu-
ra, detalle de mal gusto que no estaría de acuerdo con el resto de la decoración [...].
Para reconstruir la decoración se hizo un dibujo muy detallado a tamaño natu-
ral, colocándose las calcas en donde por su diseño pudiera corresponderles, y cuan-
do la mayoría estuvieron en su lugar, se calcó el conjunto señalando los fragmentos
originales. Reduciendo esta calca a la tercera parte de su tamaño se utilizó para
hacer una copia en color en la que queda diferenciado lo auténtico de lo recons-
truido [...].
Aquí en Atetelco la decoración también corresponde al culto de Tláloc.[...].
El mural de Atetelco está realizado solamente en tres tonos de rojo indio y al
fresco: un tono está dado con el color puro; otro mezclado con cal y el tercero está
rebajado con agua, dando un color rosa muy claro.
El porqué del color rojo de la decoración queda explicado en las siguientes
frases del “Canto a Tláloc”, recogido por Sahagún y traducido por el doctor Eduar-
do Seler: “Mi dios(o mi sacerdote) se ha pintado de color rojo obscuro con la
sangre (de la víctima)”.
En cada talud del muro aparecen dos tigres; van emplumados y dos de ellos,
como señalé, tienen pintada la red en el cuerpo; de sus fauces salen volutas con
gotas de agua y también el signo de la palabra. Enmarcando estas figuras hay dos
franjas formadas por dos cuerpos entrelazados de serpientes, con cabezas, garras y
colas de tigre[...].
240 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

En el tablero hay pintada una malla de red, de dibujo geometrizado para adap-
tarlo como motivo decorativo; los hijos que la forman están emplumados, material
lujoso, y llenos de pequeños círculos y óvalos que representan “chalchihuites”,
indicando con esto que no se trata de una red común y corriente sino de un objeto
precioso. Después, dentro de los claros de la red hay pintados unos personajes que
van al centro del tablero. Tienen un gran penacho con una cabeza de ave al frente;
llevan nariguera con dientes; con una mano sostienen un báculo de sonaja y con la
otra un escudo emplumado con una red en medio, del que sobresalen flechas. Al
frente, colgado en el pecho, llevan un gran caracol; su vestido tiene flecos de
plumas y calzan lujosos cactles”.

* GALLEGOS RUIZ, Roberto (Coord.). Antología de Documentos para la histo-


ria de la arqueología de Teotihuacan México, INAH, 1997, pp. 553-561.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 241

CAPÍTULO 10:

LA ESCULTURA: MATERIALES E ICONOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

Otro de los capítulos importantes dentro de arte prehispánico es el constituido por la


escultura. Si bien la producción en las dos zonas que centran nuestro interés es desigual,
en ambas la importancia de estos elementos es fundamental para adquirir una idea
completa de las manifestaciones artísticas de las culturas prehispánicas.
Lo abierto de la consideración del término escultura, nos obliga por las dimensiones
de este trabajo a centrar nuestra atención en las obras producidas en piedra y en menor
medida en arcilla, de ahí que si bien deberían de tratarse dentro de este apartado aspec-
tos de la cerámica o de la metalurgia que tienen la calidad y características para ser
consideradas como tales, las dejamos para sus correspondientes temas.

LA FUNCIÓN DE LA ESCULTURA

El papel dentro de la cultura prehispánica que se le pueda dar a la escultura, está muy
relacionado con los valores sociales y religiosos que se han apuntado para otros cam-
pos. En este sentido, podríamos decir que su función hay que insertarla dentro de
ámbitos civiles y religiosos desde las primeras etapas de su aparición. Los restos más
antiguos que se pueden encontrar tanto en Mesoamérica como en la zona andina nos
hablan de figuras que jugaron un importante papel dentro de la formación de las prime-
ras creencias y esquemas mentales, en los que se pone de manifiesto la complejidad
cultural que habían alcanzado estas sociedades. Desde las figurillas de arcilla de Tlatil-
co o las representaciones del Niño-Jaguar olmecas, pasando por las esculturas monolí-
ticas de San Agustín, en la región colombiana de Tierradentro, las coincidencias nos
hablan de la existencia de unos valores en los que ideas como la fertilidad, lo femenino
y la vida de ultratumba, entre otras, estaban perfectamente establecidos.
242 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

HACHA KUNZ. OLMECA.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 243

CABEZA DE JAGUAR. ANTECEDENTES CLAROS DE LAS CABEZAS CLAVAS DE


TIAHUANACO. CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

Su relación con las clases poderosas hizo que estuvieran al servicio de la difu-
sión de ideas relacionadas con el poder y la religión, de ahí que su vinculación con
espacios de una especial significación religiosa-ritual y civil, las dotara de un alto
valor simbólico. Dentro de esa idea global que el arte prehispánico desarrollará, las
esculturas no se puede entender sin el contexto en el que se hallan, confiriéndoles
una parte fundamental, incluso para la correcta interpretación de estos espacios
urbanos y edificios perfectamente definidos.
Las vinculaciones entre plataformas, espacios abiertos y estelas o altares por
ejemplo, determinarán que los elementos escultóricos que aparecen insertos dentro
de estos ámbitos, tengan una especial significación. Incluso, su inserción y rela-
ción con territorios más amplios, como ocurre con las cabezas colosales olmecas o
incluso las anteriormente comentadas esculturas de San Agustín, ponen de mani-
fiesto el papel inicial que llegaron a jugar como marcadores de lugares o delimita-
dores de espacios.
Por otro lado, las figuras de menores dimensiones, siempre se han relacionado
con determinados cultos o acciones rituales que les han conferido el papel de
exvotos dentro de la religión prehispánica, lo que no obstante no ha estado exclui-
do de dudas, ya que algunas propuestas las han dotado de un papel de menor
relevancia como juguetes y objetos de mero entretenimiento.

CARACTERÍSTICAS GENERALES: MATERIALES

En líneas generales, los ejemplos más destacados de la escultura prehispánica


están realizados en materiales de gran dureza, piedras de distinta naturaleza, funda-
244 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA DE PIEDRA TEOTIHUACANA. PUEBLA. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 245

mentalmente basálticas y areniscas, aunque existen casos destacados realizados en


barro cocido, o incluso madera como algunos ejemplos mayas.
Las carencias técnicas hace que las posibilidades de trabajo de sus superficies,
se limite a un empleo de herramientas de piedra, de las que se aprovecha la distinta
densidad que tienen entre ellas, para emplear las más duras como objetos de percu-
sión o abrasión. La técnica de la piedra contra piedra explica el hecho de que se
trate de piezas en las que hay que hablar más de grabado que de modelado, desta-
cando siempre el volumen del núcleo sobre el predominio de los detalles. Incisio-
nes y abrasión de las superficies son algunas de las técnicas con las que se complementa
el tallado.
Junto a la piedra no es raro encontrar aunque con menos frecuencia la realiza-
ción de esculturas con barro y madera, que implican distintas maneras de tratar
estos materiales. En el caso de las primeras, si bien muchos de los ejemplos que
podríamos considerar entran dentro del apartado de la cerámica, en el caso de
algunos de los relieves que decoran los edificios de ciudades preincaicas en Sura-
mérica, podrían integrarse dentro de este grupo. En ellas se detecta el trabajo de la
tierra aún fresca, mientras se seca al sol, conformando enormes extensiones de
grabados que decoran prácticamente la totalidad de la superficie. Garigay, Moche
o la misma Chan Chán servirán de ejemplo.
Destacadas son también en este sentido las esculturas mayas provenientes de la
Isla de Jaina, al conformar uno de los conjuntos más realistas y de mayor calidad
que se pueden encontrar en el mundo prehispánico.
Por último las figuras realizadas en madera, presentan el handicap de deteriorar-
se con mayor facilidad con el tiempo siendo, como señalábamos más arriba, raros
los ejemplos que han llegado hasta nosotros. En este caso el trabajo de talla habla
de un perfecto dominio y conocimiento de la anatomía humana y sobre todo de la
relación de la escultura realizada en barro de la que se toman muchas característi-
cas.

TIPOLOGÍAS: FIGURAS DE BULTO REDONDO, ESTELAS, ALTARES


Y RELIEVES. LOS CONJUNTOS ESCULTÓRICOS

Un recorrido por la escultura prehispánica en América pone de manifiesto la


diversidad de estas piezas que desde las etapas iniciales estuvieron presentes en la
producción cultural. En lo que se refiere a Mesoamérica, las primeras manifestacio-
nes importantes de este tipo son las que encontramos en la cultura olmeca, en las
que destacan las cabezas colosales, figuras de bulto redondo y altares. En todas
ellas se dan algunas de las características que ya señalaba Covarrubias respecto a la
estética olmeca como la simplicidad, realismo, formas sensuales, fuerza y esponta-
neidad, y en las que se apreciaba un acabado de calidad de las superficies tremen-
damente lisas y pulidas.
Las cabezas colosales pueden representar uno de los primeros ejemplos de la
escultura monumental aplicada a delimitar espacios concretos. Con unas caracte-
rísticas muy similares en las que sobresalen fundamentalmente los rasgos físicos
246 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CABEZA OLMECA Nº 4 DE SAN LORENZO. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 247

de los rostros, como la realización de la nariz chata, labios gruesos, ojos almen-
drados y la aplicación de un casquete a modo de tocado, su interpretación pasa
por la propuesta de una serie de hipótesis que dejan abierta su lectura. Desde
símbolos reales, retratos, antepasados o dioses, las tesis expuestas sobre la cues-
tión ponen de manifiesto la diversidad de interpretaciones a las que se puede
llegar, en relación a un hecho concreto, en el que está ausente cualquier fuente
escrita.

LUCHADOR DE UXPANAPAN. BASALTO. ARTE OLMECA. (MEXICO).


248 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Por lo que respecta a las imágenes de bulto redondo, destaca la presencia de una
serie de constantes en figuras como el Señor de las Limas, el Luchador de Uxpana-
pán o el hacha Kunz, como es la boca y la muesca olmeca. En el primero de los
casos nos referimos a la forma de representar esta parte del rostro en la que el labio
superior se dispone más grueso y elevado, el inferior más fino y recto, dotando a la
boca de una forma triangular que deja ver en determinadas ocasiones unos colmi-
llos especialmente desarrollados. Una presencia del referente felino, que hace alu-
sión a la creencia en un ser mitológico, un hombre jaguar, que funciona como un
antepasado del cual desciende la humanidad. La presencia de este jaguar es fre-
cuente en muchas de las representaciones olmecas al convertirse en un animal
totémico, mágico, al que se vinculan con la lluvia y el agua, representante máximo
de la fuerza de la Naturaleza.
En cuanto a la muesca, se convierte en otro de los exponentes más evidentes del
posible significado religioso de estas imágenes. Situada en la parte superior de la
cabeza, para muchos autores es el signo de relación entre lo humano y lo divino, la
señal que indica que la figura que la porta está dotada de un matiz sagrado.

ALTAR DE LA VENTA. ARTE OLMECA. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).

Los altares son otro de los capítulos de la escultura olmeca. En este caso se trata
de cuerpos prismáticos realizados en piedra, labrados en tres de sus caras y en los
que sobresale la figura de un sacerdote en la frontal, saliendo de una especie de
cueva y portando en sus brazos la imagen de un niño divino. El significado de esta
imagen es dudoso, aunque es evidente que hay que ponerlo en relación con la
propia función del altar. Su empleo como tal o incluso como trono, nos abre las
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 249

DETALLE DE UNO DE LOS PILARES TALLADOS DEL COMPLEJO DEL


QUETZALPAPÁLOTL. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).
250 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PIEDRA DEL SOL O CALENDARIO AZTECA. RELIEVE SOBRE BASALTO.


ARTE AZTECA. MÉXICO. (MÉXICO).

puertas a una interpretación en la que juega un papel central la figura del sacerdote
que aparece en el frente.
Por último las estelas, se presentan como monolitos en los que se representan
sacerdotes vestidos con trajes exuberantes. En ellas se pone de manifiesto su papel
religioso, al ser utilizadas como medios de difusión de imágenes e ideas vinculadas
con la clase sacerdotal. Pero a ello debemos unir la función de conmemoración que
tenían, siendo en realidad los primeros testigos de la existencia de una costumbre
a recordar determinados acontecimientos o acciones mediante estas piedras. En
cualquier caso son ejemplos de trabajo en relieve que tiene un claro representante
en el Quetzalpapálolt de Teotihuacán.
Dentro del mundo mesoamericano no podemos olvidar las figuras de la etapa
teotihuacana como la Chalchiutlicue, de la huasteca como el Adolescente, de la
azteca como la Piedra del Sol y la Coatlicue y de entre las mayas, por su calidad,
las estelas y las figuras de la Isla de Jaina, antes mencionadas. Su relación no hace
más que poner de manifiesto la existencia de una tradicional producción escultóri-
ca, en la que se llegan a establecer claros vínculos de relación entre las áreas
geográficas y los períodos históricos.
Por lo que se refiere al mundo maya, sería prácticamente imposible llevar a cabo un
análisis de cada uno de los capítulos que conforman su producción escultórica. No
obstante si podemos exponer algunas de sus características generales. Se trata de un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 251

DETALLE DEL CODZ POOP. KABAH. ARTE MAYA. YUCATÁN. (MÉXICO).


252 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DINTEL 24. YAXCHILÁN. ARTE MAYA. CHIAPAS. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 253

capítulo importante dentro de la cultura maya en la que se percibe una enorme unidad
en la producción formal de estas piezas. Se trata de figuras de variados tamaños realiza-
das en su inmensa mayoría en piedra caliza, arenisca o traquita, además de en estuco,
madera, arcilla y jade. El ámbito en el que aparece es variado, yendo desde la decora-
ción arquitectónica, los relieves conmemorativos, las figurillas, la cerámica y la joyería.
Toda una escultura puesta al servicio de los intereses particulares de los gobernantes y
en las que se alcanzaron altos niveles de calidad representativa, además de profundos
significados, más allá del mero formalismo.
Uno de los principales centros del área suramericana es el conjunto de escultu-
ras de la región colombiana de San Agustín, que con sus más de 300 piezas desti-
nadas a delimitar tumbas, conforman uno de los ejemplos más importantes e
impresionantes. Representan hombres, animales y monstruos, en relieve y en escul-
tura de bulto redondo. Su estudio ha estado marcado por la imposibilidad de una
datación arqueológica debido a lo tremendamente expoliados que se han encontra-
do los yacimientos en los que se encuentran, teniéndose que recurrir a una clasifi-
cación formal y a la evolución de los motivos con los que aparecen realizadas, para
llevar a cabo una mínima ordenación de las piezas existentes. En este sentido el
orden de aparición de los grupos en los que se pueden dividir el conjunto de
esculturas de San Agustín va desde las formas cilíndricas que son las más antiguas,
las de bulto redondo esculpidas con un relieve muy profundo y figuras de bajorre-
lieve como losas. En ellas las formas son desproporcionadas, en las que la cabeza
ocupa un tercio o más de la composición, siendo además la zona de la escultura
mejor trabajada.
Los escultores empleaban un conjunto de símbolos para realizar las facciones
del rostro, como sistemas, en los que se combinaban los ojos y la nariz, disponién-
dose ambos en un solo plano liso con una curva continua que perfila todos los
rasgos. Otro grupo presenta las cejas formando una sola línea que atraviesa la
frente y desde la que continúa la nariz como una unidad independiente. Por último,
no podemos olvidar aquellos ejemplos en los que los ojos y la misma nariz se
reducen a un relieve liso en dos planos.
En la región de Ecuador, los mejores ejemplos de escultura en piedra son los de
Manabí, donde encontramos figuras en los que aparecen esculpidos seres humanos
representados de frente, con decoraciones que recuerdan a los motivos textiles.
El conjunto de esculturas del área central de los Andes, se definen por las que
conforman el centro de Chavín de Huántar, no obstante existen algunos ejemplos
previos en los enclaves de Sechín y Moxeke que nos hablan de algunas fases
anteriores. En este sentido las de Cerro Sechín forman un conjunto de losas traba-
jadas en relieve que aparecen cubriendo algunas de las plataformas del yacimiento.
Las losas que posiblemente sean las esculturas monumentales más antiguas de esta
región y datadas en el siglo X a.C., aparecen colocadas de forma que alternaban las
de mayor tamaño, verticales y estrechas con otras piedras menores y cuadradas. Las
representaciones son figuras humanas esculpidas de perfil, representaciones ideo-
gráficas de herramientas, trofeos de cabezas partidas y columnas vertebrales. Los
relieves están trabajados de dos maneras en las que se diferencian las incisiones de
los contornos de las que conforman los elementos interiores. Por su técnica y la
254 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

composición del conjunto presentan una gran relación con los relieves del Edificio
de los Danzantes y el Montículo J de Monte Albán, aunque las conexiones entre
ambos no se puedan establecer. Si son más probables las influencias de Sechín en
Tiahuanaco, donde algunas de las plataformas de la ciudad, presenta esa alternan-
cia en la disposición de las piedras.
En el caso de Moxeke, próximo a Sechín, los ejemplos con los que contamos
son los restos de unas esculturas realizadas en arcilla y que formaban parte de la
decoración de las terrazas de una de las plataformas del yacimiento. En este caso,
cambia el material pero no la importancia de las mismas al tratarse de esculturas de
dimensiones colosales, esculpidas y pintadas en arcilla. Solamente se conservan las
partes inferiores de unos cuerpos pintados de rojo, negro, azul y blanco, mostrando
en algunos de los casos relación con las de Sechín.
El conjunto escultórico más importante de los Andes Centrales es sin duda el de
Chavín de Huántar. Partimos de la base, como señalan numerosos autores, que el
estilo chavín ofrece esculturas en piedra, de superficies lisas, en las que se han
trazado dibujos incisos, o bien, volúmenes regulares en los que cada uno de sus
lados se ha tratado de la misma manera. Son obras en las que está ausente el
modelado y existe una clara relación con la arquitectura en la que se encuentran.
Las convenciones fundamentales que hay que tener presentes para entender esta
escultura son la simetría, la repetición, el módulo de anchura y la reducción de los
motivos.
El primero de ellos hace referencia al uso en la totalidad de los ejemplos de la
escultura chavín, a un eje vertical que distribuye todos los elementos que confor-
man la imagen. Para el segundo, la repetición, alude a la existencia de un cierto
ritmo característico que identifica a este estilo, empleando una serie de símbolos,
que dispuestos siguiendo la simetría anterior, llegan a definir unos modelos icono-
gráficos perfectamente identificables con la cultura Chavín. Por lo que respecta al
módulo de anchura, se refiere a la existencia en cada composición de una serie de
cintas de anchura aproximadamente iguales que rigen la composición y en las que
los rasgos naturales como ojos y nariz, se acomodan también a ese esquema llegan-
do a definir una representación bidimensional. Por último, la reducción de los
motivos, habla de una simplificación de los componentes de la imagen a líneas
rectas, curvas sencillas y volutas, que han llegado a reducir algunas de las caracte-
rísticas físicas a motivos geométricos.
En el caso concreto de cada uno de ellos, el Lanzón, pieza realizada con poste-
rioridad al siglo IX a. C., se conforma como una piedra prismática de cuatro metros
y medio de altura y esculpida con figuras felinas que se orientan hacia el punto
central. El eje que la recorre en toda su altura, sirve de ordenador de cada uno de
los motivos, lo que no evita que el prisma guarde una cierta independencia en cada
una de sus cuatro caras y que unidas, dan la sensación de conjunto. El personaje
dispone sus rasgos principales en los laterales mayores, distinguiéndose los ojos, la
boca con colmillos y los cabellos conformados por serpientes. Junto a ello diversos
motivos geométricos, acaban decorando toda la superficie de la piedra.
Por otro lado, la Estela Raimondi, 200 a.C. es una piedra de diorita grabada en la que
aparece un personaje cuyo cuerpo no ocupa más de un tercio de su longitud y donde se
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 255

ESCULTURA DE EL LANZÓN. CHAVÍN DE HUANTAR. (PERÚ).


256 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CABEZA CLAVA DE TIAHUANACO. (BOLIVIA).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 257

ha querido ver a un portador de cetros o la representación de un ser humano en vuelo


descendente. Esta posibilidad de una doble lectura o si queremos una clara ambivalen-
cia en su interpretación no es exclusiva de Chavín. Tanto olmecas, como teotihuacanos
o las esculturas colombianas de San Agustín, ofrecen ejemplos destacados respecto a
esta idea. Volviendo a la estela, para la primera de las propuestas de interpretación, el
personaje aparece tocado con un motivo que se repite sucesivamente y que parece más
la representación de la cabeza de un caimán vista de frente; mientras que si se ve en
relación a la segunda opción este motivo se convierte en una especie de colgante, que
parte de nuevo del mismo personaje de los báculos. La estela además interesa porque es
en ella, donde aparece definido un personaje que tendrá trascendencia en culturas
posteriores como es el Señor de los Báculos o de las Varas y que volveremos a ver en
representaciones de Wari o Tiahuanaco.
Por último, el Obelisco Tello, 500 a.C., ejemplifica los principios de simetría,
repetición, dispuestos en un monolito de piedra, en el que la figura principal es la
de un caimán, surgido de la interrelación de múltiples motivos, siguiendo los mis-
mos esquemas de doble lectura que se pueden observar en la Estela Raimondi.
En relación a dos de las principales culturas suramericanas, la Mochica (Período
Intermedio Antiguo) y la Chimú (Período Intermedio Tardío), la primera de ellas
derivó toda su producción escultórica hacia la cerámica por lo que se tratará en su
capítulo correspondiente. Mientras, en la Chimú, las principales producciones es-
cultóricas se encuentran aplicadas a la arquitectura, fundamentalmente con una
decoración realizada en arcilla y dispuesta en paneles y bandas en las que se repre-
sentan motivos repetidos que recuerdan a los empleados en la decoración de los
textiles.
En los altiplanos que se desarrollan en torno al núcleo de Titicaca, destacan dos
producciones escultóricas de relevancia. Por un lado la generada en el centro de
Pukará donde encontramos figuras de piedra con sus cuerpos realizados con líneas
redondeadas, trabajadas con una calidad y técnica variables. Y junto a éstas, los
ejemplos que encontramos en el enclave de Tiahuanaco, que se caracterizan por
estar organizados en dos grupos o fases. La primera de ellas está formada por esta-
tuas y relieves esculpidos con las formas redondeadas que producen las mazas y
hachas de piedra y donde las representaciones de formas naturales se reducen a su
mínima expresión. Dentro del considerado como período clásico destaca la decora-
ción arquitectónica como los relieves de la Puerta del Sol, donde el tamaño de la
decoración grabada está ajustado y refinado para permitir una delicada elaboración
donde se establecen formas que atraen a la vista por sus volúmenes audaces y
mantienen la atención por su delicado trabajo.
Los motivos recuerdan mucho a Chavín, tanto en el Señor de los Báculos que
ocupa el centro del dintel de la puerta, como las representaciones de aves con
rasgos humanos que lo flanquean, y en las que se ve cierta similitud con las repre-
sentaciones del mismo personaje, que ya aparecían en el yacimiento del Horizonte
Antiguo.
258 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

LA CABEZA COLOSAL Nº 1 DE SAN LORENZO MUSEO DE XALAPA

Uno de los capítulos más interesantes de la escultura prehispánica mesoamerica-


na lo conforman el conjunto de cabezas colosales relacionadas con la cultura olme-
ca, que aúnan en su interpretación tanto la necesidad de dar respuesta a la técnica
que se empleó, como a los métodos de traslado que sin duda están en la base de
muchos de los esquemas que envuelven a estas piezas. Labradas en bloques mono-
líticos de más de 200 toneladas de peso, y de entre 2 y 3 metros de altura, se trata
del primer conjunto escultórico que ofrece muchas de las características que iden-
tifican a la escultura prehispánica.
Son bloques de gran dureza, graníticos fundamentalmente, en las que se ha
trabajado su superficie con herramientas de piedra aprovechando la diferencia de
dureza de unas y otras. Esta circunstancia hizo que más que una escultura en sí,
tengamos que hablar de un trabajo en relieve de la superficie de las mismas, en las
que se aprovecha al máximo el propio volumen, del que apenas se puede desligar
el trabajo del artesano.
Sus rasgos, tremendamente negroides, con los labios anchos, nariz chata y ojos
almendrados, planteó la posibilidad de que se tratara de representaciones de perso-
najes de distinta raza a la propia de los habitantes de la zona del golfo. No obstante
se trata de un tema aún abierto, el relativo a la significación e interpretación del
sentido de unas esculturas que ubicadas en puntos muy concretos, conforman unos
referentes iconográficos indiscutibles.
Vinculada con este tema, está el de su presencia en una región en la que no
abundan los grandes afloramientos pétreos. El hecho de que se trate de piedras,
traídas ex profeso desde los Tuxtlas, hizo cuestionarse el método de traslado. Si
tecnológicamente se acepta que no conocían la rueda, existe la posibilidad de que
se emplearan rodillos y un sistema de balsas, aprovechando los caudalosos ríos de
la región, para descender hasta el mar, y de nuevo remontar una corriente fluvial,
que les permitiera llegar al lugar en que se encontraron.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 259

CABEZA COLOSAL Nº 1 DE SAN LORENZO. OLMECA. MUSEO DE XALAPA.


VERACRUZ. (MÉXICO).
260 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA CHALCHIUHTLICUE

La escultura monumental, cuenta con magníficos ejemplos dentro de las cultu-


ras mesoamericanas y andinas. Su papel público, ya fuera emplazadas en una plaza
o dentro de un templo, las otorgó de una especial significación que se debía trasmi-
tir, tanto en la simbología que las acompañaban como en la calidad del material en
el que se realizaban.
Con la Chalchiutlicue de Teotihuacán, se abre uno de los capítulos más impre-
sionantes de figuras dotadas de una fuerza interior y que destinadas a la divulga-
ción de unos conceptos muy concretos, se convertían en el mejor exponente del
lenguaje formal desarrollado por las clases dirigentes en la etapa clásica del mundo
mesoamericano.
La Chalchiutlicue, o diosa de la falda de esmeraldas, es un enorme monolito
prismático de piedra, trabajado en sus cuatro caras como si de diversos relieves se
tratara que en conjunto conformaban una de las imágenes a las que posiblemente
se le rindiera culto en el tempo ubicado en la parte superior de la Pirámide de la
Luna. Su concepción nos recuerda a la de las cariátides de la Grecia Clásica, aun-
que en este caso se trata de una figura en la que la significación va más allá, al
converger en ella elementos formales y simbólicos de indudable importancia que
habría que poner en relación con una especie de lenguaje subliminal latente en
toda la ciudad de Teotihuacán.
La muesca que aparece en el frente del tocado que lleva sobre la cabeza, la sutil
descripción de su silueta del perfil del tablero-talud de los edificios de la ciudad, y
la lectura que se pueda hacer de sus piernas como la representación de un templo,
la convierten en una de las figuras más enigmáticas de las esculturas mesoamerica-
na. Podríamos afirmar que inaugura un grupo de esculturas entre las que podemos
situar, los guerreros de Tula y la Coatlicue azteca.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 261

LA CHALCHIUHTLICUE.
262 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA COATLICUE

LA COATLICUE.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 263

El desarrollo que llegó a alcanzar la mitología azteca encuentra en esta figura


una de sus máximas representaciones. Coatlicue, madre de Huitzilopochtli y Co-
yolxauhqui, es para muchos autores el final de un largo recorrido que se iniciaba
con la pieza anterior. Tratada con la misma intención, bloque monolítico de una
piedra granítica, se trabaja su superficie como un relieve en el que se constata la
evolución de la técnica y de la concepción al plantear una relación de planos no
tan rígida como en la figura teotihuacana.
Su aspecto es el de una mujer decapitada, de cuyo cuello salen dos grandes
cabezas de serpiente. Lleva un collar con corazones humanos, dos manos con las
palmas de frente y una calavera con los ojos casi vivientes. Su falda está formada
por serpientes que entrelazan sus cuerpos a manera de retícula romboidal; lleva
también un cinturón en forma de dos serpientes anudadas al frente, en lugar de
manos tiene también dos serpientes y sus pies son como garras de águila.
Coatlicue era la diosa del nacimiento y de la muerte, la que daba y quitaba la
vida, la que encarnaba la dualidad del ser humano. Por ello las dos grandes cabezas
de serpientes que salen de su cuello, una frente a la otra, simbolizan el concepto de
dualidad. El collar representa la vida y la muerte por el sacrificio, es decir, el dar y
quitar la existencia como ofrenda a los dioses para que conserven el orden del
universo. Su falda simboliza a la tierra y sus garras penetran en el mundo de los
muertos, de ahí que bajo ellos aparezca un relieve de Tlaltecuhtli, dios relacionado
con la muerte, la tierra y el agua.
La diosa de la falda de serpientes, cierra toda una producción escultórica en la
que se ha ido aplicando un conjunto de componentes ideológicos que la fueron
convirtiendo en el medio a través del cual transmitir un pensamiento y una concep-
ción del mundo en la que se constató una mayor complejidad en los conceptos que
se transmitían y una mínima evolución en el tratamiento del trabajo de la piedra.
264 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

EL CHACMOOL DE CHICHÉN ITZÁ

La relación de algunas de las producciones escultóricas, tanto con determinados


rituales como con edificios de una especial significación, tienen uno de los mejo-
res ejemplos en las figuras de Chacmool de las ciudades Mayas. En Chichén Itzá,
se han contabilizado hasta catorce de diversos tipos. Se trata de la representación
de figuras masculinas, realizadas en piedra y que aparecen reclinadas sobre su
espalda con la cabeza vuelta hacia el espacio abierto que se abre delante de los
edificios en los que se emplazan, y sostienen sobre su vientre una bandeja o vasija
con las manos.
Se los relaciona con determinados rituales en los que se llevaba a cabo la inges-
tión de bebidas o drogas, aunque parece más acertada la interpretación que los
vincula con la imagen de un mensajero divino, que estaba encargado de llevar la
ofrenda que se depositaba en su vientre al dios solar.
Su origen se desconoce, aunque el hecho de que aparezcan delante de las puer-
tas de los templos, hace pensar que estuvieran estrechamente vinculadas con lo
sagrado, siendo por tanto tan antiguas como esos rituales que en torno a ellos se
celebraban. Su presencia en la zona maya hay que ponerla en relación con la de la
propia expansión tolteca por la península del Yucatán, momento en el que lo
exportarían desde el Valle de México.

CHAC MOOL. PIEDRA BASÁLTICA.TOLTECA.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 265

DOBLE YO

Dentro de la zona andina, uno de los conjuntos más destacados de esculturas en


piedra lo conforma el enclave de San Agustín, en la actual Colombia. Se trata de
esculturas monumentales, realizadas en piedra, que aparecen solas o en grupo, y
representativas del trabajo de piedra contra piedra, con una terminación en la que
se aprecia el empleo de abrasivos que es tan característico de lo prehispánico. Unas
esculturas que además estuvieron pintadas con lo que se convierten en ejemplos en
los que se puede entender la función que llegó a tener la pintura como elemento
complementario.
No obstante, se trata de imágenes en las que habría que hablar más de trabajo en
relieve que de mera escultura, llegando algunas de ellas a tener la superficie termi-
nada con un acabado muy plano, y donde destaca sobre todo la mayor atención
que se dedica a la cabeza.
Sin duda, la conocida como el Doble Yo, reúne muchos de las aspectos que
venimos tratando. Es una figura realizada en un solo bloque de piedra, donde la
superficie se ha trabajado como si se tratara de un gran relieve, aunque la predeter-
minación del volumen del bloque ha condicionado algunos de los rasgos de la
misma. La lectura de esta imagen, en la que se percibe una composición dual, nos
recuerda a iconografías de otras latitudes, como la imagen del Adolescente huaste-
ca.
La escultura se organiza a partir de la figura de un personaje masculino que
aparece labrado de pie y con los brazos doblados con las manos sobre el vientre, en
una posición frontal, hierática, son ningún tipo de naturalidad. De su cabeza solo
destaca el rostro, realizado con unos rasgos muy esquemáticos y la manera como se
ha solucionado el perfil de sus orejas que más parecen una tira anudada que cuel-
gan de un tocado. Posiblemente su significado esté relacionado con la otra imagen
que completa la composición. Sobre este personaje se dispone otro, más enigmáti-
co aún, que cae sobre sus espaldas, definiendo el perfil de un cocodrilo, donde
sobresale el tremendo esquematismo con el que se han tallado cada uno de sus
rasgos. Esta constante, de componer imágenes a partir de la integración de otras fue
una característica de culturas como la olmeca. En cualquier caso, la importancia
del reptil como animal enigmático, cargado de una profunda religiosidad, unida a
la del personaje que surge de lo que debería ser su cola, nos hablan de una figura
vinculada con un determinado tipo de culto, y que nos anticipa representaciones
como las del Obelisco Tello de Chavín de Huántar.
266 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DOBLE YO. MONOLITO. SAN AGUSTÍN. ALTO DE LOS ÍDOLOS. (COLOMBIA).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 267

EL LANZÓN DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ)

En el Horizonte Antiguo andino, surge uno de los centros que más peso especí-
fico iba a tener en etapas y culturas posteriores. Chavín de Huántar, ubicado en el
departamento de Ancas, se va a convertir en un foco de atracción religioso, que
llegará a controlar el primer período en que se puede hablar de una cierta unidad
religiosa en Perú, más que propiamente militar. Las dudas en cuanto a su origen
como enclave, se ciernen sobre cuestiones como el destino de las influencias que
en él se reúnen y entre las que se han querido ver claras vinculaciones con la
Amazonia. Su posición, en el valle del Mosna, afluente del Marañón, abriría la
puerta a la aceptación de un componente que incluso se puede rastrear en algunos
de los motivos decorativos que se dan en algunos de sus ejemplos escultóricos más
destacados como el Obelisco Tello y la Estela Raimondi.
Una de las figuras más importantes que podemos encontrar en este lugar y una
de las más importantes de la producción escultórica de la zona andina es sin duda
el Lanzón. De nuevo nos encontramos con una pieza relacionada con un edificio
de indudable significación religiosa, y localizado en un lugar predominante de
éste, en el cruce de sus ejes principales para que su percepción fuera lo más directa
posible, un aspecto que nos haría comprender las posibles ubicaciones de piezas
como la Chalchiutlicue y la Coatlicue.
Clavado por uno de sus extremos, la escenografía que envuelve a su ubicación
se ve complementada por la escasa iluminación y pequeñas dimensiones en pro-
porción al lugar en el que se encuentra. Realizada en granito, sus más de cuatro
metros de altura están labrados en bajorrelieve, tomando como figura central el ser
antropomorfo que aparece en lo que podríamos denominar su frente. Se trata de un
ser que se ve ataviado con orejeras, collar y túnica y un cinto decorado con caras.
El cabello y los párpados tienen forma de serpiente y destaca una gran boca con las
comisuras vueltas hacia arriba y colmillos que salen de la mandíbula superior.
268 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

EL LANZÓN DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 269

APÉNDICE DOCUMENTAL

HISTORIA DE LA CONQUISTA DE MÉXICO*

«Ocupaba el centro de esta plaza una gran máquina de piedra, que a cielo descu-
bierto se levantaba sobre las torres de la ciudad, creciendo en disminución hasta
formar una media pirámide, los tres lados pendientes, y en el otro labrada la esca-
lera: edificio suntuoso y de buenas medidas, tan alto que tenía ciento y veinte
gradas de escalera, y tan corpulento que terminaba en un plano de cuarenta pies en
cuadro; cuyo pavimento, enlosado primorosamente de varios jaspes, guarnecía por
todas partes un pretil con sus almenas retorcidas a manera de caracoles, formado
por ambas haces de unas piedras negras semejantes al azabache, puestas con orden,
y unidas con betunes blancos y rojos que adornaban el edificio.
Sobre la división del pretil, donde terminaba la escalera, estaban dos estatuas de
mármol, que sustentaban, imitando bien la fuerza de los brazos, unos grandes can-
deleros de hechura extraordinaria; más adelante una losa verde que se levantaba
cinco palmos del suelo y remataba en esquina, donde afirmaban por las espaldas al
miserable que habían de sacrificar, para sacarle por los pechos el corazón; y en la
frente una capilla de mejor fábrica y materia, cubierta por lo alto con su techumbre
de maderas preciosas, donde tenían el ídolo sobre un altar muy alto y detrás de
cortinas. Era de figura humana, y estaba sentado en una silla con apariencias de
trono, fundada sobre un globo azul que llamaban cielo, de cuyos lados salían
cuatro varas con cabezas de sierpes, a que aplicaban los hombros para conducirle
cuando le manifestaban al pueblo. Tenía sobre la cabeza un penacho de plumas
varias en forma de pájaro, con el pico y la cresta de oro bruñidos, el rostro de
horrible severidad, y más afeado con dos fajas azules, una sobre la frente y otra
sobre la nariz; en la mano derecha una culebra ondeada que le servía de bastón, y
en la izquierda cuatro saetas que veneraban como traídas del cielo, y una rodela
con cinco plumajes blancos puestos en cruz, sobre cuyos adornos, y la significa-
ción de aquellas insignias y colores, decían notables desvaríos con lastimosa pon-
deración.
Al lado siniestro de esta capilla estaba otra de la misma hechura y tamaño, con
un ídolo que llamaban Tlaloch, en todo semejantes a su compañero. Teníanlos por
hermanos, y tan amigos que dividían entre sí los patrocinios de la guerra, iguales
en el poder y uniformes en la voluntad; por cuya razón acudían a entrambos con
una víctima y un ruego, les daban las gracias de los sucesos, teniendo en equilibrio
la devoción».

* SOLIS Y RIVADENEIRA, Antonio de. Historia de la conquista de México,


población y progresos de la América Septentrional, conocida por el nombre de
Nueva España. México, Editorial Porrúa, 1978, p. 169.
MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 271

CAPÍTULO 11:

CREACIÓN Y FUNCIÓN DE LA CERÁMICA

INTRODUCCIÓN

Entre los restos de la cultura material que llegan hasta nosotros a través de los
yacimientos arqueológicos de la América precolombina, destaca sin lugar a dudas la
cerámica, como uno de los principales testimonios de unos grupos de los que en ocasio-
nes solamente quedan estos vestigios de tierra cocida.
Muchos materiales orgánicos como la madera, el hueso o el cuero desaparecen
con el paso del tiempo sin dejar rastro, mientras que otros de carácter inorgánico
como la piedra son prácticamente inalterables. La cerámica que tras su modelado y
cocción sufre una alteración de carácter físico-químico irreversible, que la dota de
importantes condiciones de perdurabilidad, es uno de los materiales considerados
como más significativos, testimonio de estas culturas prehispánicas.
El papel de la cerámica dentro de estos grupos agrícolas sedentarios fue funda-
mental para cubrir las primeras necesidades de vajilla, cocina y almacenamiento.
Sus características de dureza e impermeabilidad, aunque porosa, permitió desde un
principio realizar los procesos más diversos relacionados con la actividad humana.
Su uso continuado elevaba las posibilidades de rotura, por lo que la producción
debía ser continua para garantizar el suministro. De ahí que la inmensa mayoría de
los basureros arqueológicos aporten toneladas de este material.

FORMA Y DISEÑO

No todos los yacimientos ofrecen objetos realizados con las mismas arcillas ni
los mismos desgrasantes, ni tan siquiera con la misma cocción. Los acabados son
también muy variados y las superficies engobadas o pintadas, cubiertas con una
fina capa de arcilla muy diluida y coloreada, alisadas o pulidas, llanas o modela-
272 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

das. Además la enorme variedad de formas se debe a varios motivos como la fun-
cionalidad del objeto, la presencia de modas en distintas épocas y sobre todo a las
enormes posibilidades que curiosamente brindaba el desconocimiento de la rueda,
y con ello del torno para la elaboración de las mismas.
La variabilidad de la decoración puede ser infinita y ahí la imposición cultural
puede ser determinante e incluso alcanzar un alto grado de perfección sobre todo en la
cerámica suntuaria o de lujo, realizada para fines ceremoniales y rituales e incluso para
intercambios comerciales, que la hizo deseable por las clases dirigentes.
Las clasificaciones a las que se recurren por parte de los arqueólogos se realizan en
función de diversas variables que son empleadas para organizar grupos que permitan
sobre todo un mejor conocimiento de las mismas: clases de pastas, desgrasantes, acaba-
do, decoración, formas, etc. Al existir una referencia constante a la situación de los
objetos según su mayor o menor profundidad en el yacimiento, es posible una relación
entre determinados tipos y la época en la que aparecen, estableciendo así unas series
cronológicas, relativas y absolutas, cuando el conjunto de datos permite una datación
exacta gracias a métodos científicos como el Carbono 14.
La cerámica recoge además los procesos de cambio que tienen lugar en la cultu-
ra a través de la evolución de las pautas decorativas, en la aparición de nuevos
tipos y estilos, en la mezcla con motivos de procedencia foránea, etc. Su importan-
cia se manifiesta incluso en que la historia y la nomenclatura de las culturas ar-
queológicas americanas es en ocasiones la de los principales estilos y tipos cerámicos.
La cerámica aparece así como uno de los más importantes instrumentos de acceso
al conocimiento de la realidad indígena americana.

LA FUNCIÓN

Pero no solamente los restos cerámicos son testimonio de la cultura material de


una sociedad. En ocasiones por determinadas circunstancias que permiten que el
objeto en sí llegue a nosotros con todas sus características físicas y decorativas,
puede ser considerado como obra de arte y en ese caso la información que puede
suministrarnos es incluso mayor ya que entra a proporcionarnos datos de la cultura
simbólica de la sociedad, reflejo de su ideología, dentro de unos niveles de com-
plejidad y abstracción cultural.
En este caso junto a la consideración de la presencia de un artesano dentro de la
sociedad productora de la cerámica, hemos de pensar en la existencia de verdaderos
artistas, especialistas a tiempo completo que dedican todo su trabajo y maestría a la
elaboración de complicados objetos que en la inmensa mayoría de los casos serán desti-
nados a uso exclusivo de las clases dirigentes, ya sean de índole civil y religiosa, utiliza-
dos en ceremonias o como parte del ajuar mortuorio de algún personaje destacado.
Pero también pueden ser consideradas como obras de arte los ejemplares de aspecto
mucho más sencillo a simple vista, objetos que vieron como los ceramistas intentaron
añadir algún elemento ornamental que excede de la mera funcionalidad para la que en
origen fue creada y que acaba convirtiéndose en una pauta decorativa, de carácter
simbólico o mágico y en las que de alguna manera se traslada la creencia de que su
presencia incide en la propia función del recipiente.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 273

DIOSA DE LA FECUNDIDAD. TERRACOTA. CULTURA VALDIVIA.


FASE 6. MANABÍ. (ECUADOR).
274 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CÁNTARO CON LA REPRESENTACIÓN DE UN HOMBRE COJO CON BÁCULO.


ARTE MOCHICA TARDÍO. (PERÚ).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 275

JARRO CON CIEMPIÉS-OTATE. ARTE TOTONACA. (MÉXICO).

Dentro de esta serie destacan las denominadas como figurillas o pequeñas escul-
turas en cerámica, de variado carácter, que aparecen en fechas muy tempranas y en
contextos culturales muy sencillos, pero que representan toda un repertorio de
ideas de carácter espiritual asociadas a conceptos de fertilidad o muerte, que poco
a poco serán testimonio de la complejidad social de la que venimos hablando.

EL ORIGEN DE LA CERÁMICA

Uno de los problemas que aún hoy suscita una gran controversia, es el de esta-
blecer el origen de la técnica cerámica, la cual parece manifestarse de una manera
clara aproximadamente a finales del IV milenio a.C., en la costa ecuatoriana del
Guayas y sin unos antecedentes formativos claros que permitan, ni tan siquiera
plantear unas iniciales hipótesis. La cerámica de Valdivia, nombre del yacimiento
en el que se han encontrado un mayor número de restos, es de gran calidad técnica
y estética y no parece tener antecedentes directos en otros yacimientos de la zona.
276 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA FEMENINA. TERRACOTA POLICROMADA. TLATILCO.


PRECLÁSICO. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 277

Los distintos arqueólogos que la han estudiado, plantean un conjunto de teorías


relativas a su origen que van desde las semejanzas de la misma con producciones
de las islas japonesas de Kyushu, en la que las similitudes se establecían tanto en
parámetros de técnica y forma como por la similitud de los contextos culturales en
las que aparecen. A esta teoría contribuía la dirección de los tifones y corrientes
tropicales de la zona, lo que permitía teorizar a cerca de una hipotética llegada de
gentes del otro lado del océano. Otros planteamientos volvían sus ojos hacia la
Amazonia, por la semejanza entre las culturas agrícolas y sedentarias del interior
del Ecuador, con las de esta zona de Suramérica.
No obstante no podemos olvidar que precisamente Ecuador jugó un papel muy
importante en la difusión de la técnica cerámica. Las relaciones entre costa, sierra y
montaña, favorecieron los intercambios de ideas y de pautas culturales que desde
fechas tempranas hablaban de un desarrollo precoz respecto a otras zonas, y que
posteriormente se vieron frenados por diversos motivos. En la actualidad se plantea
el problema como resultado del origen individualizado de cerámicas en distintos
lugares sin una conexión clara y de tosca factura, a la que se ha de unir la difusión
desde un solo lugar de una tradición ceramista de más calidad.

ICONOGRAFÍA CERÁMICA EN LAS DISTINTAS ÁREAS CULTURALES

Un recorrido por la producción de las distintas áreas culturales prehispánicas,


nos ayudará a entender la diversidad de representaciones, la riqueza de su signifi-
cado y sobre todo la variedad de tipos con los que nos podemos encontrar.
La aparición de la cerámica en el área mesoamericana señala el inicio de la
etapa preclásica en torno al 2500 a.C., momento en el que se forman los rasgos
distintivos de las primeras culturas y entre los que destacan ya ejemplos cerámicos
perfectamente definidos, en los que se alcanzan grados de frescura y originalidad
no superados en etapas posteriores.
Las figurillas de la antigua ladrillera de Tlatilco, en el Valle de México y proce-
dentes de 330 enterramientos, marcan uno de los momentos más importantes de
esta etapa. Se trata de figurillas macizas, modeladas a mano y decoradas con pun-
ciones y pastillaje. Suelen representar en un alto porcentaje a mujeres de grandes
cabezas, brazos cortos, senos pequeños y estrecha cintura, piernas bulbosas y an-
chas caderas. Se representan desnudas con una gran variedad de peinados y toca-
dos y se las suele conocer con el nombre de “mujeres bonitas”. Hay además temas
de mujeres embarazadas, maternidad, juegos, danzas, shamanes, etc., reveladores de
los cambios hacia una complejidad social clara. Domina la expresividad y un in-
tento de representar una idea antes que tipos concretos.
Otra serie de figurillas encontradas en el Altiplano, la componen representacio-
nes huecas de paredes finas que implican una mayor complejidad técnica y en la
que predominan la representación de hombres con una tendencia clara hacia el
bulto redondo. Su modelado es más rotundo, menos esquemático, pero no menos
expresivo aunque sí más solemne y monumental. Entre ellas destacan las “baby-
faces” o caras de niño con rasgos felínicos claros de procedencia olmeca.
278 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA DE MUJER MUERTA AL DAR LUZ. TERRACOTA POLICROMADA.


TLALIXCOMÁN. VERACRUZ-EL ZAPOTAL. ESTILO REMOJADAS. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 279

JARRA MAYA. TERRACOTA ESTUCADA Y POLICROMADA. (GUATEMALA).


280 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

La etapa clásica va a estar protagonizada en el Valle de México por la produc-


ción cerámica de Teotihuacán. Esta civilización producirá un conjunto de obje-
tos ricos y variados en los que encontraremos desde una cerámica ceremonial
compuesta por vasos muy elaborados de forma cilíndrica y soportes trípodes hue-
cos que con frecuencia llevan una tapa con un asa anular o antropomorfa, pasan-
do por los grandes braseros o quemadores de compleja estructura y cuya complicada
decoración se concentra en la tapa, desplegándose de forma rítmica y geométrica
en torno a la máscara de un dios. Finalizando con figurillas de gran variedad,
modeladas a mano muchas de ellas, con una gran expresividad y en las que
predomina una gran variedad de tocados y vestidos aunque tienen en común
unas típicas caritas triangulares de barbilla aguda y grandes ojos rasgados. Hay
además figurillas para vestir, con enormes deformaciones craneanas y en curiosas
actitudes de danza.
Las figurillas confeccionadas con molde, cuya producción se generaliza a partir
de ahora, haciéndose exclusivas en la etapa postclásica, son de aspecto mucho más
rígido, esquemático y estereotipado.
Mención especial merece la tradición cerámica Mixteca-Puebla de Cholula en la
que destaca la policromía lacada con una gruesa capa de pintura pastosa que se
aplica en el vaso después de su cocción y pulimento tras lo cual se le somete a una
segunda cocción. Predominan los temas alusivos a los sacrificios, a la religión, a
los ritos y a las divinidades.
De la zona occidental de Mesoamérica nos interesan las producciones cerámicas
de Colima, Jalisco y Nayarit donde se constata la existencia de gran cantidad de
tumbas de tiro que han proporcionado un número importante de figuras de barro.
Las de Colima son las más variadas, algunas de gran tamaño, huecas, revestidas de
engobe rojo, café o negro con el cuerpo macizo, grandes cabezas con ojos almen-
drados y extremidades cortas. Destacan figuras sedentes, bebedores, cargadores,
cantores, guerreros, seres deformes, perros en actitudes humanas, etc. También se
han encontrado pequeñas figuras decoradas con pastillaje, sobre todo femeninas en
las que destaca el sentido de la representación diaria.
En Jalisco sobresalen piezas grandes y huecas, de cabezas muy alargadas y
facciones finas con cuerpos cortos y anchos. Por último las de Nayarit, de factura
rudimentaria, están modeladas a mano y decoradas con la técnica del pastillaje.
Este grupo conforma una importante fuente de información sobre la vida y costum-
bres de sus realizadores donde podemos señalar las agrupaciones de figurillas for-
mando composiciones diversas y las expresivas escenas de enterramientos.
La costa del Golfo de México conoce la aparición y desarrollo de una cerámi-
ca en una zona heredera de la cultura olmeca y representada en vasijas y figuras
de variados estilos y dimensiones. Entre ellas encontramos figurillas macizas,
modeladas a mano y retocadas con pastillaje, de forma aplanada y pequeño tama-
ño. Hay vasos escultóricos, generalmente antropomorfos, con rostros esquemáti-
cos modelados a mano. Grandes figuras huecas de arcilla porosa y mayores
dimensiones y por último figuras modeladas y esculturas monumentales que pue-
den alcanzar el metro de altura y que son indicativas de la sofisticada técnica
alcanzada.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 281

VASO RETRATO. TERRACOTA. ARTE MOCHICA. (PERÚ).


282 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Las figuras antropomorfas llevan complicados vestidos y adornos, realizados


además con pintura de varios colores, entre los que destaca un colorante negro,
extraído del hule o chapopote (asfalto), para resaltar algunas zonas del rostro con
probable sentido ritual.
La iconografía tiene mucho que ver con divinidades de amplia tradición mesoame-
ricana. Tenemos así imágenes del viejo dios del fuego o Xiuhtecuhtli, de las deida-
des del agua y de la fertilidad, Tláloc o Quiauhteotl, el dios desollado o Xipe
Totec, el dios de la muerte Mictlantecuhtli, o del viento Ehecatl.
En la época clásica se encuentran instrumentos musicales de índole diversa; en
cerámica se trata, sobre todo de silbatos, ocarinas y flautas con variadas representa-
ciones. Pero hay también animales como perros, felinos y monos, algunos de ellos
sobre ruedas con algún fin ritual.
Sin embargo las figurillas que más han llamado la atención son las conocidas
como sonrientes por la expresión de sus caras, con las que nos enfrentamos a ejem-
plos de figuras moldeadas que representan hombres y sobre todo mujeres de gran-
des cabezas deformadas, generalmente de pie y con los brazos alzados en una cierta
actitud de danza. En ellas se ha querido ver a la representación del dios de la
danza, la música y la alegría Xochipilli, tocado con el símbolo ollín o movimiento.
En la región de Oaxaca destaca la producción cerámica hallada en las tumbas y
donde tras períodos de influencias olmecas y teotihuacanas se han generado unos
objetos de una enorme riqueza decorativa y perfección técnica.
Las conocidas como urnas zapotecas son recipientes con alturas comprendidas entre
los 10 y los 75 cms., realizados en arcilla gris o negruzca y decoradas con pintura roja,
amarilla, etc. Por norma se trata de recipientes escultóricos aunque a veces se independi-
zan aumentando en tamaño respecto a la figura, apareciendo pegados a la espalda de la
misma. La representación de carácter antropomorfo, zoomorfo o mixto, aparece sentada,
con los brazos sobre el pecho o en las rodillas. Lleva un complicado atavío con máscaras,
mascarones en el tocado, colgantes y pectorales, collares y pulseras.
La mayor parte de ellas se consideran representaciones de dioses o de sacerdotes
ataviados como ellos, no descartando que se trate de víctimas destinadas al sacrificio.
La mixteca es la cultura que sucede a la anterior en la región y nos proporciona
una cerámica muy refinada y elaborada en las que se establece una clara relación
entre su decoración y la de los códices de los que eran grandes maestros. Es una
cerámica perfecta tanto técnica como artísticamente, exponente de un preciosismo
refinado que se preocupa más por el acabado perfecto que por la monumentalidad.
Destacan los cajetes y platos con largos trípodes, terminados en cabezas de serpien-
te o garras de jaguar. La decoración utiliza gran número de colores como el ocre
dorado o el siena tostado, cubriendo toda la vasija y formando una banda alrededor
del cuello con motivos simbólicos, geométricos y otra mayor en torno al cuerpo
con temas relacionados con los códices.
La cultura maya, desarrollada en líneas generales desde el inicio de la era cris-
tiana hasta el siglo XVI va a producir una cerámica de alta calidad de nuevo muy
relacionada fundamentalmente en su decoración con los códices. Las producidas
en el período Clásico tardío, entre el 700 y el 900 d.C., se caracterizan por ser
formas simples y elegantes, pensadas sobre todo como soporte de pinturas con un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 283

VASIJA DE BARRO EN FORMA DE LLAMA. RÍO GRANDE DE NAZCA.


ESTILO TIAHUANACO COSTA. (PERÚ).
284 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

VASO POLÍCROMO CAHUACHI. RÍO GRANDE DE NAZCA.


ESTILO TIAHUANACO COSTA. (PERÚ).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 285

tamaño muy grande y en las que sobre un fondo blanco-crema y delimitadas por
bandas rojas, se desarrollan los motivos principales pintados en negro con trazos
ágiles. Las representaciones incluyen jeroglíficos, bandas planetarias, cartuchos de
glifos, sucesos históricos y escenas mitológicas.
Además de este estilo se da una cerámica polícroma de tema religioso. La gama
de colores se enriquece con blancos, rojos, negros, amarillos y azules, en un reper-
torio en el que se distingue una cierta especialización de cada ciudad que contaría
con sus maestros especialistas.
En el Postclásico la cerámica se convierte en objeto de comercio a larga distan-
cia y en la fase final de Mayapán, en torno al 1200-1450 d.C., proliferan los incen-
sarios en forma de deidades muy semejantes a las de México.
Por último destacan dentro de la cultura maya la producción de la isla de Jaina
donde predominan las figuras modeladas a mano, con ayuda de un molde y combi-
nando ambas técnicas, en las que destacan la perfección de la ejecución y donde
los detalles anatómicos, vestidos y adornos se realizan con un resultado realista y
dinámico. Los rasgos de las figuras moldeadas presentan en cambio unos rasgos
más convencionales en los que se ofrecen indumentarias y adornos recargados pero
con una composición esquemática y un aspecto general rígido.
Los ejemplos más antiguos que se pueden encontrar en Suramérica hay que
situarlos en Ecuador y sur de Colombia. Los enclaves de Valdivia y Puerto Hormi-
ga, ofrecen los primeros restos de cerámica fechados en torno al 3000 a.C., con
producción de figurillas decoradas con incisiones y cortes, en las que se ha querido
ver en momentos determinados una continuidad con trabajos en piedra. Se dan
incluso los primeros casos de recipientes con estribo y pico tan característicos de la
cultura chavín y que luego heredarían los ceramistas mochicas.
Precisamente algunos de los restos de cerámica encontrados en Chavín y Cerro
Sechín, nos hablan de recipientes monócromos con decoración grabada que con el
tiempo muestran cambios sobre todo en el tipo de motivos empleados, fundamen-
talmente blanca con una base roja, posiblemente surgida de la utilización de hor-
nos abiertos dando lugar a una cocción por oxidación que sustituía a la inicial de
reducción que aportaba recipientes en tonos oscuros. Un estilo que encontraría un
refrendo en los recipientes de estilo cupinisque.
La cerámica con decoración negativa, se realizaba aplicando a los motivos ban-
das de cera o arcilla que dejaban intacto el color del material de la vasija una vez
que esta se impregnaba de tinte. La cerámica recuay es la más característica realiza-
da con esta técnica, donde ya aparece un repertorio formal muy variado, y desta-
cando las representaciones de casas con sus habitantes, y en cuyas combinaciones
de color predominan los negros, blancos y rojos.
Los mejores ejemplos los conforman los recipientes mochicas que algunos auto-
res incluso incluyen dentro del análisis de la escultura, más que el de la cerámica.
Se trata de una producción que destaca por la calidad de los objetos realizados y
por la variedad de formas. Son por regla general vasijas muy elaboradas con formas
esféricas, figuras de animales y cabezas humanas, aplicación de estribos con pito-
rros, etc. La decoración va desde la esculpida con el propio material hasta la reali-
zada en relieve y pintada.
286 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CÁNTARO. TERRACOTA POLICROMADA. ESTILO RECUAY. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 287

Respecto a la cerámica chimú, ofrece restos de objetos sencillos, donde se pue-


den encontrar objetos de cerámica roja y negra, que dejan ver restos de estribos y
de efigies. En uno y otro ejemplo, la terminación aparenta trabajos metálicos lo
que induce a pensar una posible influencia de la metalurgia en la definición de los
acabados.
En torno a la costa central, aparecen algunos restos de un estilo cerámico que se
llama lima, que destaca por la pasta anaranjada con la que está realizada y los
colores blanco, gris, negro, marrón y amarillo de su decoración, produciendo unos
objetos más pintados que los mochicas y más escultóricos que los nazca. Las for-
mas son variadas y derivan con el tiempo en un estilo tardío denominado chancay.
En la costa sur encontramos la cerámica producida por la cultura nazca. La
importancia de la decoración pintada, muy relacionada con los motivos que apare-
cen en los tejidos, exige de superficies continuas de ahí que muchas de las figuras
tengan forma de pera, para así proporcionar una superficie curva a la decoración.
La pintura que se aplica evoluciona desde ejemplos de recipientes en los que se
marca los contornos de las superficies a colorear, a los casos en los que la superfi-
cie lisa es un continuo. Los motivos utilizados indistintamente de forma repetitiva
o heterogénea presentan figuras humanas, de animales y símbolos que hacen pen-
sar en una estrecha relación de éstos, más con las ideas que con lo representado.
Los restos de la cerámica de Tiahuanaco nos hablan de objetos vinculados con
actividades ceremoniales, donde predominan formas cilíndricas con los bordes
ondulados y pitorros donde volvemos a encontrar el tema de la cabezas de pumas,
donde se combinan los motivos geométricos con las representaciones de peces y
estos felinos. La decoración pintada se realiza sobre una gama de cinco colores,
con las zonas a colorear recortadas con perfiles negros.
En el caso de la región andina, los fragmentos más antiguos se han datado
aproximadamente en el siglo XIX a.C., distinguiéndose de un modo evidente entre
la cerámica de uso cotidiano y la destinada a fines funerarios, la primera más
rústica y simple y la segunda más refinada y elegante. Los ejemplos más abundan-
tes son precisamente los de la cerámica funeraria que por regla general proceden de
sepulturas en las que se empleaban o bien en los ceremoniales de entierro o se
colocaban para que acompañaran al difunto.
La diferenciación entre la cerámica killke y la cuzco resumiría esta diferencia-
ción entre objetos realizados con un cierto descuido, decorados con motivos geomé-
tricos, como en el primero de los casos, mientras que los del segundo grupo destacan
por su acabado y la realización de una forma muy característica similar a los aríba-
los clásicos griegos.
288 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ARÍBALO INCA. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 289

SELECCIÓN DE IMÁGENES

RECIPIENTE TRÍPIDE TEOTIHUACANO

El capítulo de la cerámica teotihuacana viene centrado por la producción de


recipientes muy característicos, de formas circulares, con las paredes ligeramente
cóncavas y apoyados en tres soportes que repiten en su perfil la silueta del tablero
talud de la arquitectura.

VASIJA CLÁSICA TEOTIHUACANA. (MÉXICO).

Se trata de una cerámica de calidad que aparece decorada con pintura que se aplica
con la misma técnica que los espacios arquitectónicos. Sobre una capa fina de estuco, se
dibujan los motivos, de carácter ceremonial, dispuestos en una superficie continua,
delimitada en la parte superior y en la inferior por sendas bandas decoradas. Los colores
se aplican de una forma plana en superficies delimitadas por una línea roja y donde la
ausencia de una clara naturalidad a la hora de representar las escenas, relaciona estos
recipientes con funciones sagradas, más que con un fin doméstico.

INCENSARIO ZAPOTECA

En ningún otro lugar de la América prehispánica, los alfareros llegaron a desa-


rrollar de una manera tan clara la plasticidad de la arcilla aplicada a unos recipien-
tes. Trasladaron todas las formas y técnicas a unas figuras que ganaron con el paso
290 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

URNA ZAPOTECA. DIOS SENTADO. MONTE ALBÁN. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 291

del tiempo en grandeza y riqueza. Los zapotecas nunca forzaron la arcilla para que
pareciera otra materia que no fuera el barro, y gustaban de usar su naturaleza húme-
da y dúctil para un modelado geométrico, cortando el material cuando estaba a
medio secar, en planos suaves de bordes agudos, consiguiendo formas sugerentes.
La práctica de incinerar a sus muertos, motivó un desarrollo de este tipo de
recipientes, que destacan por su variedad y profundo significado religioso. Se trata
de piezas que suelen estar divididas en dos sectores. Por un lado el recipiente en sí,
conformado por un contenedor con forma cónica, que aparece cerrado por la segun-
da pieza, una tapadera que contendrá los mayores motivos decorativos y que suele
conformar los dos tercios totales de la altura del objeto.
En ella se puede observar el empleo de la técnica del pastillaje, que consiste en
aplicar sobre un núcleo toda una serie de piezas de arcilla, láminas, bolas, rollos,
etc., para conformar todos y cada uno de los motivos y detalles. Suelen representar-
se dioses o sacerdotes sentados, donde destaca la frontalidad y simetría de la com-
posición. Se complementa el conjunto con decoración pictórica que ayuda a resaltar
los elementos con los que aparecen ataviados estos personajes.

SACERDOTE. ISLA DE JAINA

La tradición de realizar figuras humanas en el arte maya, muy probablemente


llegó desde el Valle de México en las etapas iniciales del Clásico. De todo el
conjunto de la producción, las esculturas producidas en la isla de Jaina, son sin
duda uno de los conjuntos de imágenes más impresionantes por el realismo alcan-
zado dentro de la estatuaria maya. Realizadas en arcilla y con una técnica de
molde, estas figuras representan tipos variados en los que se pueden encontrar
personajes y escenas de la vida cotidiana y oficial.
Suelen distinguirse dos grupos, las figurillas de silbato hechas a mano, que
corresponderían con un período más antiguo. Y las figuras de cascabel ya posterio-
res y realizadas con molde.
En el desarrollo de las primeras, las hechas a mano, se distinguen tres tipos.
El primero caracterizado por posturas simétricas, grandes pendientes de disco y
cabezas bulbosas con ojos protuberantes, se dataría en torno al 400 d.C. Los
vestidos y las joyas están indicados mediante amplios lazos y láminas de arci-
lla. El segundo tipo, siglos V y VI, corresponde a modelos de figuras con pies
abiertos, que reflejan la edad, con un realismo que se consigue gracias a la
utilización del modelado, grabado y laminado. Por último, el tercer grupo es el
realizado con molde y presenta figuras con silbatos en la espalda, con cabezas
con el mismo realismo que las anteriores, con movimientos y figuras muy ani-
mados.
En este caso esta imagen reproduce la figura de un sacerdote o un noble, atavia-
do con tocado y delantal que sugieren un rasgo señorial, mientras que la nariz
prominente representa el ideal de belleza de los mayas clásicos. También se puede
constatar el papel que juegan estas piezas como fuente de información sobre ele-
mentos como la propia indumentaria y su modo de empleo.
292 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA MAYA. PERÍODO CLÁSICO TARDÍO. ISLA DE JAINA. CAMPECHE. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 293

RECIPIENTE NAZCA

Una de las culturas que va a producir uno de los conjuntos de mayor calidad de
la cerámica preincaica será la nazca. En su etapa de máximo desarrollo realizará
piezas de formas grandes y expresivas que se curvan delimitando perfiles continua-
dos y claros, que permiten definir una superficie amplia que se cubrirá con colores
cocidos y muy barnizados.

CUENCO CON MOTIVOS GEOMÉTRICOS. CERÁMICA.


ARTE NAZCA. (PERÚ).

En líneas generales, la cerámica nazca muestra un enorme desarrollo de la técni-


ca de manufactura y la presencia indudable de artistas especializados para su ela-
boración. La confección de las piezas se hacía por adujado o enrollamiento, a partir
de una base convexa. La superficie se alisaba con cuidado, tanto interior como
exteriormente, empleándose una espátula para dar ese brillo característico final. La
pintura se aplicaba con anterioridad a la cocción, delineándose los motivos para
rellenarse posteriormente con una gama que abarcaba diez colores.
Es interesante el papel que juega no solo la combinación de los colores, sino
además el protagonismo de la línea que define las superficies que ocupan aquellos,
además de conferirle individualidad a cada uno de los motivos.

VASIJA ESTRIBO MOCHICA

El origen de la cerámica en Suramérica hay que remontarlo a los restos encontra-


dos en la región de Valdivia en la costa ecuatoriana que sitúan la fecha de los
294 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

restos más antiguos entre el 3000 y el 2500 a.C. La mochica fue sin duda, la
producción más prolija de piezas en las que se ven por un lado las influencias de
etapas anteriores, y por otro, la incorporación de nuevos elementos propios de lo
mochica.
Dentro de este importante capítulo, podemos distinguir dos tipos perfectamente
diferenciados en base al tipo de decoración que se aplica a la superficie del reci-
piente. Uno emplea la pintura como técnica principal, básicamente roja sobre fon-
do crema, y se caracteriza por la diversidad de tipos y el carácter etnográfico de la
información que aportan. El otro, escultórico, juega con el relieve de la superficie
del recipiente, en las que todo el cuerpo del vaso se convierte en una representa-
ción.
La variedad y calidad del repertorio cerámico moche se ejemplifica en este vaso
retrato, uno de los modelos más difundidos de la producción mochica. Se trata de
recipientes provistos con un asa estribo con pitorro, donde representan rostros hu-
manos, masculinos realizados con un extremo realismo, que ha hecho pensar a
algunos autores que se trata de verdaderos retratos.
La calidad antes señalada, o el que hayan aparecido formando parte de ajuares
funerarios, sin apenas señales de uso, ha hecho pensar que se trata de objetos
vinculados con altos dignatarios de la sociedad mochica, miembros de la elite
sacerdotal o política.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 295

VASO RETRATO. TERRACOTA POLICROMADA. ARTE MOCHICA. (PERÚ).


296 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

EL ARTE CERÁMICO DE LOS PUEBLOS AGRÍCOLAS

«Como primer ejemplo de este arte cerámico está Tlatilco, una importante
villa agrícola localizada en la parte noreste del Valle de México. Allí, curiosa-
mente, a pesar de una vigorosa y prolongada presencia olmeca que impone una
tradición regional más fuerte cuyas raíces deben provenir de algún viejo estrato
animista de tipo agrario, pero de una gracia innegable, se encuentran las estatui-
llas de pretty ladies o ‘mujeres bonitas’ que constituyen el aspecto más caracte-
rístico de esta tradición, con sus brazos cortos y su delgado talle que hacen
resaltar impresionantes caderas, probable manifestación de un culto a la fertili-
dad tanto de la tierra como de la mujer. Estas figurillas parecen la viva antítesis
de aquel ideal de belleza olmeca que suele representar escuetos cuerpos de pro-
porciones más bien masculinas, aunque deliberadamente desprovistas de rasgos
sexuales.
Al lado de estas estatuillas femeninas, a menudo bicéfalas (simbolizando quizá
el principio de la dualidad tan arraigado en la mentalidad mesoamericana), surge
en Tlatilco y en otras villas del preclásico todo un animado mundo de danzantes,
músicos, acróbatas y shamanes con el rostro cubierto por una máscara; guerreros,
jugadores de pelota, grupos familiares, parejas de enamorados, mujeres cargando o
amamantando a sus hijos, y otras donde juegan con sus perros, etc. Dentro de este
pequeño y modesto mundo de las figurillas modeladas en arcilla, se afirman ten-
dencias estilísticas tan marcadas como diversas.
Tales son las estatuillas de cuerpos aplanados y anchas cabezas de Chupícuaro,
al sur de Guanajuato; las abstractas representaciones humanas de alargadas y es-
cuetas cabezas triangulares de la región de Colima; o aquellas emotivas creaciones
de Xochipala, en Guerrero, donde se combina el realismo con un sentido verdade-
ramente dramático de las actitudes. Pero el más sorprendente mundo plástico jamás
modelado por los ceramistas mesoamericanos proviene de la región que se conoce
hoy como el Occidente de México y que incluye esencialmente los actuales esta-
dos de Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit[...].
Desde los inicios de nuestra era se manifiesta esta peculiar vocación de ceramis-
tas en las vasijas rituales de Chupícuaro, donde un sentido formal muy seguro se
alía con una rica policromía de marcado carácter geométrico. Tal es el caso de las
vasijas ‘patonas’ cuyos anchos y poco profundos recipientes ostentan tres largos y
gruesos soportes huecos; de los elegantes tecomates; de las grandes copas de an-
cho soporte troncocónico, etcétera.
Más aún que en otras aldeas del preclásico como Tlatilco, ciertas regiones del
Occidente crean un abigarrado mundo de estatuillas que, aisladas o formando com-
plejas escenas de grupo, constituyen otras tantas ‘instantáneas’, ingenuas y alegres,
de las múltiples facetas de la vida cotidiana. La región de Ixtlán del Río, en Naya-
rit, nos ha legado en esta región una de las más ricas variedades, especialmente en
lo que se refiere a conjuntos habitacionales, escenas pueblerinas o complejas esce-
nas de grupo, trátese de una acompasada procesión funeraria, de un torneo, de un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 297

animado juego de pelota, de las acrobacias de unos malabaristas o de los apresura-


dos preparativos para la defensa de una aldea.
Escuetos, reducidos a sus componentes más elementales, los personajes se anto-
jan, sin embargo, llenos de vida y las coquetas chozas lucen techitos de dos picos
alegremente decorados con motivos geométricos de varios colores. Pero más que
todo lo anterior, lo que coloca al Occidente de México en un lugar muy especial
dentro del panorama artístico de Mesoamérica, son sus estatuillas huecas, de di-
mensiones muy variadas[...]. Frecuentemente concebidas con vasijas o vasijas-efi-
gies, estas estatuillas pueden ser fitomorfas, zoomorfas, o antropomorfas, y suelen
ser de barro bruñido, con incorporación en uno de los varios colores antes de su
cocción [...]. Cualquiera que sea el tema, se siente detrás de cada creación una
aguda observación de la realidad, aunada a un sentido de lo esencial y a una
enorme capacidad de abstracción, de tal manera que esta realidad se ve a menudo
modificada por la mano del artista al grado de reducirse a un simple signo abstrac-
to. Y no cabe aquí hablar de incapacidad para reproducir las proporciones reales
del cuerpo humano; se siente en cada una de estas obras, una intención muy clara
que viene a secundar una gran seguridad en la ejecución[...].
En contraste con el resto de Mesoamérica que durante esta misma época clásica
practicaba un arte de tipo sagrado, lleno de simbolismos esotéricos y de contem-
placiones a menudo macabras, estos pueblos del Occidente de México parecen
complacerse más bien en plasmar las múltiples facetas de la vida cotidiana, al
conservar en sus figurillas un cierto primitivismo y una gran espontaneidad, cuali-
dades que perduraron hasta muy entrado el período posclásico. Y si tras estas ani-
madas estatuillas de barro, testimonio aparente de una vida despreocupada, profana
y alegre, se ocultan sin duda un carácter votivo y un simbolismo religioso, este
aspecto no suele traducirse en ellas: este universo de formas de Nayarit, Jalisco y
Colima diríase, más bien, es el canto a la vida de pueblos agrícolas sanos y despro-
vistos de profundas preocupaciones esotéricas».

*GENDROP, Paul. Compendio de arte prehispánico. México, Ed. Trillas, 2000,


pp. 29-36.

EL VALOR ETNOGRÁFICO DE LA CERÁMICA MOCHE*

«La cerámica Moche representa un fenómeno hasta cierto punto único en el mundo
del arte indígena americano. En primer lugar, la ingente cantidad de ceramios o ‘hua-
cos’ hace que están prácticamente presentes en todo museo o colección relacionado
con América. Pero, sobre todo, es notorio su asombroso afán narrativo desplegado en las
representaciones, que ha hecho sean la primera fuente de información para el conoci-
miento de la cultura Moche. Tras un período de transición, donde todavía existen
tradiciones y culturas locales, los habitantes de los valles de la costa norte de Chicama
y Moche iniciaron sus conquistas hasta lograr una verdadera confederación entre 100 y
500 años d. de C. La continua beligerancia produjo gran cantidad de mano de obra
cautiva que se utilizó en la construcción de grandes obras de ingeniería hidráulica,
298 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

construcciones ceremoniales y ciudades. Aunque la organización de la costa norte en le


momento de su máximo esplendor se aproxime más a la de un estado que a la de una
serie de jefaturas, se conservan todavía algunas costumbres de éstas, como el acusado
ceremonialismo funerario reflejado en aparatosos enterramientos con grandes ajuares
de los que la cerámica era un parte primordial.
La cerámica Moche tiene en principio unas pocas formas básicas: la botella
globular con caño estribo que, sin perder el asa característica, se aplana y se con-
vierte en una especie de plataforma sobre la cual se desarrollan escenas con figuri-
llas modeladas, o bien todo el cuerpo se transforma en una escultura. Hay también
grandes platos de bordes abiertos, botellas de cuello sencillo y algún cuenco o
copa. Modelada en principio a mano, según la técnica común del adujado, poste-
riormente se hará con ayuda de un molde, técnica generalizada en épocas tardías.
Sobre estas formas básicas, la imaginación de los artistas moche se despliega fun-
damentalmente de dos maneras: una, claramente pictórica, y otra, escultórica, aun-
que pueden darse combinaciones de ambas.
En el segundo caso hay que hablar de dibujo antes que de pintura. Los dibujos,
en un tono pardo-rojizo, se trazan de manera resuelta, firme y segura, sin titubeos,
sobre un fondo característico de color crema. Las figuras se representan de perfil,
con los ojos y el torso de frente, y normalmente nunca aisladas, sino componiendo
escenas de muy diverso carácter. Estas pinturas sobre cerámica constituyen un ver-
dadero muestrario etnográfico de la cultura Moche. Cualquier aspecto de la vida
cotidiana o ceremonial desfila por los huacos en escenas llenas de movimiento y
dinamismo, y cargadas de expresividad. La cabeza aparece representada con todos
los métodos utilizados para llevarlas a cabo; hay escenas de pesca, de recolección
y, por supuesto, de guerra, la actividad favorita de los señores; hay también esenas
de ritos, de ceremonias fúnebres, de más difícil interpretación.
Si las vasijas pintadas son expresivas, no lo son menos los huacos escultóricos.
Destacan, en primer lugar, los famosos ‘vasos retrato’, aquellos en que el cuerpo de la
botella se ha convertido en la cabeza de un personaje, en su retrato, hecho bastante
ajeno al mundo americano, relacionado con representaciones de shamanes. Cuando
aparece una figura completa, lo hace en multitud de representaciones: guerreros con
mazas o macanas en actitud de sumisión, músicos con todo un surtido de instrumentos,
individuos enmascarados, enfermos con toda suerte de patologías diversas y represen-
taciones zoomorfas y fitomorfas. Pero donde la expresividad Moche llega a su cumbre
es en las escenas modeladas sobre vasijas. Son pequeños personajes en número y tama-
ño variable que despliegan una gran actividad. Las más llamativas son las relativas a las
ocupaciones diarias. Las figurillas preparan alimentos, los consumen; las mujeres se
lavan la cabeza; las viejas curan a los enfermos; las madres acunan a sus hijos; los niños
juegan; las comadronas ayudan en los partos...
Parece que nos encontramos otra vez ante la idea de reflejar acontecimientos de
toda índole, a fin de rodear a los muertos de todo lo que es cotidiano, teniendo en
cuenta hasta los más mínimos detalles de la vida y el quehacer diarios».

* SÁNCHEZ MONTAÑÉS, Emma. La cerámica precolombina. El barro que los


indios hicieron arte. Madrid, Anaya, Biblioteca Iberoamericana, 1988, pp. 92-95.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 299

CAPÍTULO 12:

EL TRABAJO EN METAL

INTRODUCCIÓN

Hacíamos referencia de una forma escueta en el capítulo cuarto, dedicado a la


tecnología prehispánica, al tema de la metalurgia o trabajo con los metales dentro
del conjunto de estas sociedades. La importancia que adquiere la manipulación del
oro, de la plata o el cobre, tanto desde el punto de vista social, por su función
como elemento de distinción y diferenciación, como desde un punto de vista esté-
tico, por la alta calidad a la que llegan en la realización de algunas de estas piezas,
obliga a dedicar un apartado concreto a esta manifestación de las culturas prehispá-
nicas.
La variedad de metales trabajados, el grado de desarrollo que se alcanzó en su
extracción y la calidad de las piezas realizadas mediante un sin fin de técnicas, nos
hablan de la importancia que adquirió este ámbito que acabó expandiéndose por
toda la América Nuclear desde las tierras sudamericanas, utilizando el pasillo natu-
ral de Centroamérica, tanto terrestre como marítimamente y definiendo uno de sus
capítulos finales en territorio mesoamericano.
Esta circunstancia hará que los mejores ejemplos que nos encontremos se loca-
licen en las tierras andinas, mientras que las puntuales piezas de las que hablare-
mos para la zona mesoamericana, son una derivación de modelos llegados a este
territorio en épocas tardías del siglo VIII d.C.

EL METAL EN LA SOCIEDAD PREHISPÁNICA

Uno de los rasgos más distintivos de las culturas prehispánicas fue el descono-
cimiento de la aplicación de los metales a herramientas u objetos que les hubieran
permitido llevar a cabo trabajos de labra o incluso de agricultura de una manera
300 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

más eficaz y liviana. No obstante, curiosamente destacaron en el trabajo de otros


metales a los que muy pronto se los dotó de una profunda significación y sentido
religioso – político, y en los que sí se aplicaron una enorme variedad de posibili-
dades tanto técnicas como decorativas.

LÁMINA CON MOTIVOS ANTROPOMORFOS Y ZOOMORFOS. ORO.


ARTE INCA. (PERÚ).

El mito de El Dorado, sin duda, surgido en la mentalidad occidental, refleja


hasta qué punto llegó a ser importante el papel del oro como metal predilecto,
dentro de las sociedades prehispánicas. La posesión de metales por parte de deter-
minados miembros de las clases sociales más poderosas, fue un medio para legiti-
mar su situación, favoreciendo la propia diferenciación en el seno de los grupos.
No obstante esta diferenciación social, venía matizada por el fuerte carácter
religioso que se le imprimió a estos metales como el oro y la plata. La vinculación
del primero de ellos con la religión se convirtió en otro de los exponentes que
propiciaron el aumento de prestigio y poder a quienes lo poseían, de tal forma que
incluso los propios sacerdotes contaban con importantes ajuares que los constata-
ban como elementos de una clase social superior, llegándose a convertir en una de
las materias protagonista de los ajuares con los que se acompañaba a los difuntos
en su largo viaje al más allá.
La relación del metal y sobre todo de su brillo con los dioses astros, el sol y la
luna, propició de una manera clara un aumento de consideración como materiales
sagrados. Metales como el oro, la plata, el cobre o el bronce, se convirtieron en los
esenciales con los que estaban realizadas no solamente piezas de adorno personal,
sino además, objetos de uso diario.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 301

COLGANTE ANTROPOMORFO. ARTE COLIMA-TOLIMA. (COLOMBIA).


302 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LAS PRINCIPALES ZONAS PRODUCTORAS

No podemos perder de vista que el trabajo de los metales estaba muy relaciona-
do con la propia actividad minera a través de la cual se extraían, conformando una
ocupación especializada. La minería en los Andes peruanos estaba muy ligada con
el desarrollo de las sociedades urbanas, ya que alcanzaron un grado de evolución
que exigía el uso cada vez mayor de gran cantidad de objetos manufacturados a
partir del uso de materias primas minerales.

FIGURILLA ZOOMORFA. ARTE SINÚ. (COLOMBIA).

Los principales centros productores de orfebrería en la América prehispánica se


centran fundamentalmente en la zona andina, conociendo un foco principal en el
área colombiana-ecuatoriana y otro en la región de las tierras altas de los Andes, en
las que se llegó también a producir una importante cantidad de estos objetos. Ya
los primeros vestigios aislados hay que datarlos aproximadamente en torno al 1900
y el 1250 a.C., en enclaves como Huayhuaca o Mina Perdida que nos hablan de la
antigüedad de este trabajo en la región.
A partir de aquí los restos encontrados testimonian ya trabajos en la propia
región en la que se desarrollaría la cultura de Chavín de Huántar y Cerro Sechín.
Allí encontramos algunos de los ejemplos más antiguos de piezas de metal que se
puedan testimoniar en toda América, siendo a través de las producidas en Chavín,
por las que se conocen etapas de expansión que explican la aparición de piezas
metálicas en zonas distantes como la propia Mesoamérica. Este fenómeno, que
justifica la existencia de líneas de interrelación entre distintas áreas geográficas,
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 303

POPORO ANTROPOMORFOS. ORO. ARTE QUIMBAYA. (COLOMBIA).


304 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

tiene una especial significación para el caso mesoamericano, ya que no se registra


la presencia de una producción propia altamente desarrollada, aunque recibió los
aportes sudamericanos a través del istmo de Panamá tanto por tierra como por mar,
explicando las producciones mixtecas y algunas mayas de las etapas del Clásico y
el Postclásico.

COLGANTE ANTROPOMORFO. ORO. ARTE TOLIMA. BOGOTÁ. (COLOMBIA).

La región colombiana, aproximadamente a partir del siglo VI a.C., tuvo en cul-


turas como la calima, darién, tolima, sinú, tairona, quimbaya y chibcha el centro de
su máxima producción, aunque de una forma desigual. A lo largo del desarrollo de
cada una de ellas, los avances tecnológicos afectaron a la cantidad y a la calidad
de los objetos producidos, lo que de alguna manera habla del alto grado de desa-
rrollo alcanzado. En su conjunto, autores como Kubler, hablan de tres etapas tec-
nológicas que irían desde una primera en la que se emplea el proceso de golpear
en frío y trabajar el oro virgen, tal y como se encontraba en las pepitas halladas en
los lechos de los ríos y espacios rocosos.
En una segunda etapa el cobre fue fundido y se empleaban moldes abiertos, para
en una tercera acabar aleado este mismo metal con el oro para producir la tumbaga.
Una aleación en la que se combinaban oro a un 85% y cobre a un 18%, y que
resultaba con un punto de fusión más bajo que el de los dos materiales por separa-
do y adquiría una dureza muy similar a la de otros metales duros.
La relación de las culturas anteriores en función de la calidad y técnica empleada en
la producción de sus piezas, ha hecho plantearse un organigrama evolutivo en el que
culturas como calima, darién y tolima son anteriores por el empleo del trabajo en frío
elemental y vaciados simples, frente a quimbaya, sinú, tairona y chibcha en las que se
constatan trabajos de vaciado más complejos y se incluyen complementos de filigrana.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 305

BASE DE UN CUENCO DE PLANTA. ESTILO CHIMÚ. (PERÚ).

Aproximadamente del siglo XIII se puede datar la orfebrería encontrada en el


yacimiento de Lambayeque, en los andes centrales, en el que se hallaron cuchillos
de oro con figuras humanas aladas. Estos tumis, localizados en una zona de in-
fluencias mochicas y tiahuanacas, representan a deidades lunares con un motivo
que va a ser tremendamente repetido en la cerámica y en los textiles de las culturas
prehispánicas andinas. Dentro de la misma área geográfica, debemos situar la pro-
ducción de orfebrería y metalurgia del centro chimú de Chan Chán donde podemos
hablar de formas plásticas y fluidas con temas como copas y adornos, que son
ejemplos de cómo también la orfebrería sirvió para producir recipientes fuera de los
fines meramente ornamentales a los que originariamente se podía pensar que esta-
ban destinados.
En la región andina la producción en metal se centra en figuras de poco tamaño
y se los considera como reproducción de una escultura a mayor escala, que en la
actualidad se encuentra desaparecida.
306 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PECTORAL DE ORO MARTILLADO. ESTILO CALIMA.


CUENCA DEL RÍO SINÚ. BOGOTÁ. (COLOMBIA).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 307

LA DIVERSIDAD FORMAL

El análisis de la producción metalúrgica prehispánica ofrece un conjunto de


piezas de las que destacan tanto la diversidad formal como la variedad de técnicas
que se llegaron a desarrollar para su elaboración.
De los conjuntos colombianos más importantes destacan los pectorales, dia-
demas, adornos para la nariz y alfileres calimas. Las figuras de animales y hu-
manas son básicas en la producción de Darién, donde se dan representaciones
zoomorfas, todas ellas en una clara tendencia a la simplificación de las formas
a planos con la incorporación de volutas, un aspecto éste que hay que incorpo-
rar dentro de la tendencia de las representaciones suramericanas a la abstrac-
ción y reducción de las formas naturales a esquemas geométricos. Esta misma
tendencia se aprecia en las figuras del estilo tolima en las que se puede consta-
tar el desarrollo de formas angulosas con las que se realizan figuras inspiradas
en aves, reptiles y mamíferos y donde la abstracción llega a deformar el volu-
men de los cuerpos en los que se produce la solapación de distintas piezas por
medio de soldaduras.
Posiblemente el conjunto de piezas más característicos sean los vaciados pesa-
dos de los quimbayas como yelmos, botellas y estatuillas, adornos nasales, pecto-
rales, campanas, brazaletes, cuentas, alfileres, máscaras, pinzas y diademas. Las
formas de los cuerpos fundamentalmente presentan la sensación de estar inflados,
ingrávidos y tener la superficie y los perfiles sinuosos. Por último, el estilo chibcha
ofrece un repertorio en el que predominan las formas realizadas con triángulos
isósceles de oro, con rasgos humanos y vestidos representados por filamentos mol-
deados en cera desechable.
La cultura chimú compone otro de los centros más importantes de la orfebrería
prehispánica, en la que destaca la ingente cantidad de objetos producidos así como
la diversa procedencia de los mismos y las distintas fechas con las que se tiene que
trabajar. Los orfebres chimúes manipularon los más diversos metales entre los que
destacan el oro, la plata y el cobre, aplicando básicamente el martillado y el repu-
jado como técnicas más comunes. Destacan dentro de la producción chimú vasos
de plata en los que aparecen representadas caras humanas de nariz ganchuda, en un
claro ejemplo de copia de modelos cerámicos, en los que aparecen también las
formas de doble pico y las asas puente. No podemos olvidar los tumis o cuchillos
ceremoniales en forma de media luna con un mango figurado generalmente confor-
mado por la imagen de un ser mítico y que ya se han comentado.
Una mención especial merece el importante conjunto de piezas del ajuar del
Señor de Sipán, en Lambayeque, hallados en 1987 y que en la actualidad cons-
tituyen el conjunto de piezas más importantes de estas características. Se trata
del ajuar de unos dirigentes y sacerdote mochicas conformado por coronas,
pulseras, pectorales, narigueras, cuentas de collar, orejeras, etc., magnífico tes-
timonio de nuevo, de la variedad formal que alcanzó la producción orfebre
andina, que se enriquecía con la incrustación de piedras semipresiosas como el
lapislázuli, conviertiendo al color en un valor añadido del significado de estas
piezas.
308 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLACA DE ORO REPUJADO DEL DIOS COCODRILO. ESTILO COCLÉ. (PANAMÁ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 309

PECTORAL CON LA REPRESENTACIÓN DEL DIOS COCODRILO. ORO FUNDIDO.


PUNTA BURICA. (COSTA RICA).
310 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

TUMI O CUCHILLO DE SACRIFICIO. ORO, PLATA Y TURQUESA. ARTE CHIMÚ.


(PERÚ).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 311

Un capítulo a parte merece la producción de metalurgia de Mesoamérica. En


este sentido se constata que su aparición en el norte de la zona nuclear prehispáni-
ca se produce unos 1500 años con posterioridad a los datos que se tienen de los
hallazgos suramericanos. Siendo el conjunto más antiguo de aproximadamente el
500 d. C. La orfebrería mixteca, parece tener origen tras la desintegración de la
cultura tolteca, con posterioridad al 1300 d.C., siendo los hallazgos más importan-
tes los realizados en las tumbas de Zaachila y Monte Albán en los que se pueden
apreciar objetos realizados por la técnica de la cera perdida, el repujado, etc., mos-
trando muchos de ellos una clara relación con soluciones formales de Centroamé-
rica, fundamentalmente en colgantes con elementos articulados.

FUNCIÓN Y SIGNIFICADO

La función de estas piezas parece evidente tras los estudios, tanto de los hallazgos
arqueológicos como los análisis comparativos de las producciones de distintas áreas,
entre las que se ha querido ver algún tipo de relación. En este sentido, el ser reflejo del
estatus social de quién las posee, incluso una vez fallecido, dentro de lo que es el ajuar
funerario conformado en gran parte por este tipo de piezas, constituye uno de los ele-
mentos fundamentales de su función, junto al papel de piezas complementarias de
rituales y ceremonias, en las que se veían implicados sacerdotes y los mismo dirigentes.
Los incas, no lo olvidemos, conscientes del prestigio que suponía el contar con este
tipo de piezas, no dudaban en rodearse de los más expertos y famosos orfebres, que
normalmente procedían de la cultura chimú, que junto con los moche, vicús y sicán,
eran los verdaderos herederos de una tradición que hundía sus orígenes en la cultura
chavín y la habían conseguido perpetuar en el tiempo.
En Mesoamérica, aunque la tradición llegó más tarde, un gran número de habi-
lísimos artesanos produjeron gran cantidad de joyas, generándose una situación
similar a la que se estaba dando en la zona andina, ya que aquí los monarcas
aztecas se rodearon de los orfebres mixtecas para contar con los mejores objetos
que se producían en todo el territorio mexica. No obstante la función que éste pudo
tener en Suramérica, como el metal más preciado, no la tuvo en Mesoamérica,
donde el oro, denominado teocuitatl o excremento del sol, nunca pudo suplantar
el valor y la importancia del jade o de las plumas del quetzal.
Junto a ello, la falta de una literatura contemporánea referida a los restos halla-
dos, junto a la descontextualización en la que aparecen muchos de ellos debido a
los expolios a los que se ven sometidos una gran cantidad de estos yacimientos,
hacen mucho más difícil la interpretación de su sentido.
No podemos olvidar que la actividad minero-metalúrgica estuvo dedicada princi-
palmente a la elaboración de objetos suntuarios, más que a la de instrumentos de traba-
jo. Al estar la metalurgia ligada a esos bienes suntuarios, de mayor acceso para las elites
políticas, dicha explotación fue también controlada por ellos mismos. Ello hizo de este
trabajo una rama de la producción importante, pero ligada al valor simbólico del metal
y a la compleja organización social de su extracción y transformación, más que por su
valor como objetos de producción e inclusive de cambio, que en todo caso no supuso
más que el desarrollo de formas simples de trueque.
312 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

POPORO ANTROPOMORFO. ARTE QUIMBAYA. (COLOMBIA).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 313

FIGURA FEMENINA. ORO. ARTE CHIBCHA. (COLOMBIA).


314 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MÁSCARA CON NARIGUERA. ORO E INCRUSTACIONES DE PLATA.


ARTE DE LA TOLITA. GUAYAS. (ECUADOR).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 315

SELECCIÓN DE IMÁGENES

PECTORAL CALIMA

Una de las piezas más señeras de la producción orfebre de las culturas prehispá-
nicas andinas es sin duda el capítulo que conforman los pectorales. De una clara
función ceremonial, incluso podríamos pensar en piezas utilizadas por personajes
de cierto rango político y militar, los pectorales se conforman en piezas en las que
se pueden testimoniar de una manera clara el trabajo de repujado de finas láminas
con las que se realizaban. El ejemplo de este pectoral calima presenta un perfil
lobulado en el que destaca tanto la presencia de un rostro en la zona superior como
el trabajo de repujado que se ha realizado en el borde. En el caso del rostro destaca
la definición de las líneas de una manera angulosa donde sobresale la presencia de
una nariguera, pieza muy característica utilizada por algunos personajes como sa-
cerdotes. Se complementa esta zona con un conjunto de collares que cuelgan a un
lado y otro de la cabeza funcionando como una decoración de éstas.
Por otro lado la decoración del borde, realizada como decíamos con la técnica
del repujado, retoma motivos de inspiración cerámica lo que habla de la interrela-
ción de las distintas artes de las que se tomaban distintos motivos para su termina-
ción.

PECTORAL. ORO. ARTE CALIMA. (COLOMBIA).


316 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

POPORO QUIMBAYA

POPORO. ARTE QUIMBAYA. (COLOMBIA).

Uno de los recipientes más reproducidos por esta cultura son los poporos
que se utilizaban para la cal que se mezclaba con la coca en el momento de masti-
carla. En algunos de los ejemplos producidos por los quimbayas, destacan tanto la
perfección de las formas como la inspiración de muchas de las piezas que presentan
rasgos similares a las producciones asiáticas de la India. En el caso concreto del
poporo que se ha seleccionado se trata de un ejemplar en el que destaca la repre-
sentación de un personaje femenino adosado a uno de sus frentes y rematado en su
parte superior con una forma bulbosa que recuerda al cáliz de una adormidera con
lo que la relación de este recipiente con la ingestión de alucinógenos es evidente.
Desde un punto de vista formal, sobresale la calidad con la que se ha acabado la
superficie y la rigidez y estatismo de la figura que coloca sus manos a la altura del
vientre y aparece trabajada con cierto detalle en algunas zonas como las pulseras,
las rodilleras y las tobilleras que la decoran.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 317

VASO SICÁN

La cultura Sicán dejó un importante legado de piezas de oro, reflejo de la alta


calidad con la que trabajaron sus orfebres este metal. En el caso de este vaso cuyo
perfil recuerda los recipientes incaicos o keros, presenta una superficie enteramente
decorada mediante repujado en el centro de la cual destaca la figura del héroe
Naymlap, que se caracteriza por el tocado en forma de media luna.
La decoración en sí, se distribuye en bandas horizontales y diagonales, en las
que destacan figuras de animales como aves y espirales de clara inspiración marina
que muestran de una forma evidente la influencia del entorno como fuente de
inspiración de los distintos motivos con los que se van a decorar estos recipientes.

VASO SICÁN. (PERÚ).


318 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CORONA CHIMÚ

La elaboración de piezas destinadas a legitimar la posición social de determina-


dos miembros de las sociedades prehispánicas andinas, tiene uno de sus máximos
exponentes en las coronas que se realizaban para los altos dignatarios de las mis-
mas. En este caso esta corona chimú se convierte en uno de los ejemplos más
destacados tanto desde el punto de vista formal como desde el punto de vista
simbólico. Se trata de una corona cilíndrica en la que se puede constatar de nuevo
el perfecto trabajo de repujado con el que se elabora en la que sobresale el perso-
naje masculino que centra la composición y que habría que relacionar con algún
dios o personaje semidivino perteneciente al panteón chimú. Remata la pieza un
tumi lo que vincula esta pieza con posibles ceremonias rituales en las que este
cuchillo se empleaba de una manera clara y en el que destaca ese perfil tan carac-
terístico en forma de media luna, trabajado en sus bordes con pequeñas bolas en
relieve.

CORONA CHIMÚ. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 319

TUMI

Una de las piezas que mejor reflejan la relación entre la función y la simbología
que adquiere su diseño es el de los cuchillos ceremoniales o tumis que fueron
utilizados por algunas de las culturas preincaicas. El tumi es un cuchillo en forma
de media luna, usado fundamentalmente por los pueblos de la costa norte en sus
rituales y en el que aparece representado el personaje mitológico Naymlap. Éste se
caracteriza por representarse de frente con las manos sobre el vientre y estar tocado
con su sombrero en forma de media luna con los ojos aviformes y suele estar
tocado con una especie de alas, que se relacionan con el momento de su muerte,
cuando voló a los cielos.
Se trata de un personaje que además aparece representado en la cerámica, los
tejidos y otros objetos realizados en metal.

TUMI O CUCHILLO DE SAGRIFICIO CON EL HÉROE NAYLAMP.


ORO, TURQUESAS Y PLATA.
320 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA MASCULINA INCA

Dentro de las representaciones que se harán frecuentes en la cultura andina,


serán un grupo de figuras masculinas y femeninas en las que destacan algunas
características físicas que las distinguen, las que adquieran una gran importancia.
Por un lado se trata en la mayoría de los casos de personajes representados de pie
con los brazos sobre el pecho y con los lóbulos de las orejas agrandados hasta
deformarlos, aspecto éste que llevó a los españoles a llamarlos orejones y que era
distintivo de las clases nobles. Combinan tanto las soluciones macizas como lami-
nadas y se representan los personajes totalmente desnudos.
El rostro muestra unos rasgos tipificados que no nos permiten hablar de retratos
concretos y sí más bien de representaciones idealizadas, en las que de una forma u
otra se quieren ver símbolos de la procreación o de la dualidad de ambos sexos.

FIGURA MASCULINA INCA. OREJÓN. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 321

APÉNDICE DOCUMENTAL

DE LA MUERTE DEL REY AHUITZOL Y DE LAS SOLEMNES EXEQUIAS


QUE LE HICIERON, Y DE LAS MUCHAS RIQUEZAS QUE CON ÉL
ENTERRARON*

«...Luego entró tras él el rey de Tacuba, y haciéndole otra lastimosa y sentida


plática al difunto, no menos dolorosa y compasiva, hablando con él como si
estuviera vivo, le ofreció otro presente como queda dicho de esclavos y joyas,
y de plumas y mantas, y piedras. Luego la provincia de Chalco con todos sus
señores, entró a hacer su plática y oración. Luego entraron los de la Chinampa,
que es Xochimilco, Cuitlahuac y Mizquic, a los cuales antiguamente llamaban
chinampanecas, que en nuestra lengua quiere decir “la gente de los setos o
ceras de cañas”, e hicieron su plática y ofrenda. Tras ellos entraron los de
Cuauhnauac, con todos los señores de Tierra Caliente, con mucha riqueza de
esclavos y mantas, joyas y piedras y plumas muy preciosas, e hicieron su ora-
ción y razonamiento como los demás. Luego los matlatzincas con todos los
cuauhtlalpas y mazahuaques y toda la nación Otomí de Xocotitlan, Chiapane-
cas y Xiquipilcas, Xilotepecas y de Tepexi, Apazco y Tula, Tepotzotecas y los
de Cuauhtitlan y Tultutlan, Tenayuca y Ecatepec. Todos los cuales y cada uno
por sí, en nombre de sus lugares y pueblos, le hicieron su oración muy retórica
al cuerpo, y le ofrecieron gran número de esclavos, que pasaban de doscientos
los que tenía alrededor de sí, los cuales habían de morir para ir a acompañarle
a la otra vida. Tenía gran número de joyas de oro, de piedras muy ricas y
preciosas, de muchos géneros; más tenía junto así gran montón de plumas de
diversas hechuras y colores, y brazaletes y calcetas de oro y medias calcetas y
coronas de la hechura que ellos usaban, de oro y pedrería, muchos vasos de oro,
escudillas y platos, todos de oro, porque en esta tierra no fue conocida la plata,
ni se usó otro metal que el oro. Tenía junto a sí el cuerpo de este rey gran suma
de mantas de ricas labores y de diferentes colores y hechuras y por el consi-
guiente para cada manta su ceñidor o braguero, que eran con que ellos cubrían
sus vergüenzas y parte de los muslos; juntamente muchos zapatos ricos de dife-
rentes colores. Acabadas estas pláticas y oraciones de pésame, sacaron todas las
mantas y ceñidores de que el rey había usado en su vida, y todas las demás
joyas y piedras que tenía en su recámara y para el ornato de su persona, de todo
lo cual vistieron y adornaron todos aquellos esclavos acompañadores, aunque
habían de morir delante del cuerpo muerto[...].
Todos los señores y reyes presentes tomaron sobre sus hombros el cuerpo del rey
Ahuitzotl y lleváronlo a un lugar de descanso, que ellos llamaban, que era como
primera pausa y estación. Donde los cantores empezaron a tañer y cantar los cantares
funerales o responsos que en semejantes mortuorios cantaban. Y acabados los cantos
los mismos señores lo alzaron, lo llevaron a otra estación, que llamaban Tlacochcalli.
Y allí le puso el rey de Tezcoco unas mantas reales, que fue como investidura real, y
le puso la corona en la cabeza con mucho número de plumas atadas al cuello. Púsole
sus zarcillos y en las narices su joyel, y en el labio bajo otro, con sus brazaletes y
322 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

medias calcetas de oro y unos zapatos, y embijárle todo el cuerpo con el betún divino,
con lo cual quedó el rey Ahuitzotl consagrado en dios y canonizado en el número de
los dioses».

* DURÁN, DIEGO. Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra


Firme. T. I. Madrid, Banco de Santander, 1990, pp. 227-228.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 323

CAPÍTULO 13:

LAS ARTES DECORATIVAS

INTRODUCCIÓN

La enorme producción de objetos que podríamos englobar dentro de los térmi-


nos genéricos de artes decorativas, suntuarias o artes menores, conforman uno de
los capítulos más ricos y diversos en cuanto a formas y tipos que se pueden anali-
zar dentro del estudio del arte prehispánico. Dicha cantidad, junto a la calidad de
las obras realizadas ha hecho que capítulos como el de la cerámica o el de la
orfebrería se hayan tratado de una manera independiente, y hayan sido otros mu-
chos los que se han dejado para ser analizados en éste.
Términos frecuentes como los de artes aplicadas, artes menores o artes decora-
tivas no son más que las distintas denominaciones de un ámbito artístico muy
relacionado con aspectos de la vida cotidiana, de la oficial o de la misma muerte,
que no desmerecen por sus menor tamaño o su subordinación a ámbitos y aspec-
tos sin los cuales no adquieren el significado verdadero para el que fueron dise-
ñados.

CARACTERÍSTICAS GENERALES

Con el nombre de artes decorativas nos vamos a referir a todo un conjunto de


objetos producidos por las culturas prehispánicas y que se destinaban a una innu-
merable serie de funciones, que iban desde las meramente domésticas hasta las de
un marcado carácter oficial o sagrado. Se trata de piezas en las que el sentido
simbólico de los materiales con las que se realizan les confieren una significación
y valoración que va más allá del puramente material. Escudos, textiles, recipientes,
objetos ceremoniales, etc., conforman un capítulo importante dentro del conoci-
miento del arte prehispánico.
324 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

KERO CON FORMA DE CABEZA HUMANA. MADERA PINTADA. INCA. (PERÚ)..


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 325

Se trata de objetos en los que sobresale la enorme cantidad de materiales que se


emplean así como la diversidad de formas que adquieren. Madera, piedras, hueso, pin-
tura, plumas, metales, fibras textiles, etc., se unen a esta variedad que venimos señalan-
do y que adquiere una mayor significación si se considera la diversidad de técnicas que
se emplean tanto para su tratamiento como para su elaboración. En este sentido es
significativo, como ejemplo, el empleo de piedras duras que confería a los objetos una
componente de permanencia, que incluso permitía abrir el abanico de la experimenta-
ción con tipos y formas que iban mas allá de los realizados con un material tan básico
como la arcilla. Conceptos trasmitidos por el brillo o la transparencia, aumentaba el
significado de estos objetos, sobrepasando los elementos meramente funcionales.
No obstante no podemos perder de vista dicho carácter funcional al que veni-
mos refiriéndonos y que nos plantea la necesaria consideración de la dualidad de
unas piezas en las que se conjugan, en un mismo espacio, unas claras característi-
cas funcionales junto a meros elementos con un claro componente y destino esté-
tico-decorativo. Dicha funcionalidad siempre se ha visto como la causa primera, de
que se trate de piezas que no conocen una evolución tan fugaz como la que expe-
rimentan los componentes de otros ámbitos como la arquitectura, la pintura o la
escultura, otorgándoseles un cierto aire conservador que de alguna manera han
hecho incluso que los propios cambios de estillo las haya mantenido al margen.
A pesar de ello la relación entre arquitectura, pintura y escultura con otros ele-
mentos como la plumaria, la cerámica o los tejidos, se ha mantenido siempre muy
estrecha, motivando que las influencias entre ellas no conozcan en determinados
ejemplos unas claras líneas de direccionalidad, sino que simplemente se conviertan
en un claro exponente de la interrelación entre las mismas.

SU FUNCIÓN SUNTUARIA, CEREMONIAL Y FUNERARIA

De entre todas, la especial relación de este tipo de objetos con las clases dirigentes
tanto sacerdotales, reales o militares, sin duda ha favorecido que hayan llegado a noso-
tros fundamentalmente por la calidad de los materiales con los que se realizaron y el
propio valor intrínseco que adquirieron y que las dotaron de una apreciación que las
convirtieron en piezas indispensables, gracias a las cuales muchas personas encontra-
ban un vehículo para legitimar su poder. El importante desarrollo de los actos ceremo-
niales en el transcurso de la vida diaria de estas culturas, así como la necesidad de
diferenciarse dentro del grupo de las clases dirigentes, es sin duda uno de los aspectos
que más determinó la producción masiva de unos objetos destinados tanto para las
indumentarias de dichos personajes como para la realización de actos rituales y ceremo-
nias, ejecutándose con la consiguiente dignidad y lujo.
Ya desde la etapa olmeca se hace evidente la existencia de un grupo destacado de
sacerdotes que, representados en los frentes de altar, corroboran la aparición de un
conjunto de acciones vinculadas con estas piezas y que tenían su reflejo en determina-
dos objetos que han llegado hasta nosotros, sobresaliendo máscaras o incluso canoas
talladas en piedras duras como el jade, que hablan de una manera muy clara de la
implementación de dichas acciones con las piezas que las acompañaban.
326 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DIOS MURCIÉLAGO. JADE. MONTE ALBÁN. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 327

MÁSCARA DE JADE, CONCHA Y OBSIDIANA. ARTE MAYA. PALENQUE. CHIAPAS.


(MÉXICO).
328 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA DE BARRO DE TLATILCO. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 329

Desde aquí, la producción conoce capítulos destacados como las máscaras teoti-
huacanas, los objetos ceremoniales mixtecas o la producción azteca que venía a
cerrar un periplo en el que el ceremonial y los sacrificios de sangre adquirieron su
punto más álgido.
En el caso suramericano destacan objetos como los tejidos o la masiva produc-
ción de piezas destinadas a la decoración personal realizadas en diversos materia-
les, sobresaliendo los metales, que no ponen más que de manifiesto la importancia
de los mismos para poder explicar no solo la organización interna de estos grupos,
sino incluso la propia articulación de actividades que de alguna manera vendrían a
constatar esa necesidad de lo ceremonial en el transcurrir diario. Sin duda la estre-
cha relación de estas piezas con lo sagrado, tendrán un ejemplo destacado en las
mantas producidas por determinadas culturas con las que se envolvían a sus difun-
tos en fardos, con los cuales se introducían piezas y objetos que se pensaban serían
de utilidad al fallecido en el más allá.

LOS EJEMPLOS MÁS SIGNIFICATIVOS

Llevando a cabo una diferenciación entre los dos territorios que están sirviendo
de marco para el desarrollo de los distintos capítulos de este manual, no podemos
perder de vista por un lado la producción de piezas en la zona mesoamericana y
por otro en la suramericana.
Los ejemplos como decimos, son muchos y diversos y difícilmente se podrían
analizar todos y cada uno de ellos. Se han seleccionado algunos de los más desta-
cados, en los que se han querido ver reflejados la mayor diversidad de campos
referenciados en la bibliografía especializada.
Desde las etapas más tempranas, las culturas que aparecerán y se desarrollarán
por el territorio mesoamericano, crearán todo un conjunto de piezas en los que se
percibirá perfectamente ese componente funcional-estético de la que venimos ha-
blando. En este sentido la presencia de figurillas de arcilla en centros como Cui-
cuilco o Tlatilco, nos hablan de la existencia de una producción consciente de
figuras relacionadas con distintas funciones, domésticas o rituales, a las que se han
querido ver determinados valores como su relación con cultos vinculados con la
fertilidad de la tierra o incluso meros juguetes.
Un capítulo muy importante lo conforma el tema de las máscaras y los pectora-
les como objetos complementarios y relacionados normalmente con determinados
rituales de muerte, en donde se incorporaban junto a los cuerpos de los difuntos
dentro del ajuar que los acompañaban al otro mundo. En este sentido serán los
grandes ciclos pictóricos, así como ejemplos puntuales, los mejores testimonios
con los que se cuentan, fundamentalmente como fuente en la que poder mostrar su
función sobre todo en lo relativo al modo y forma en que se empleaban.
Ya en el período olmeca, aparecen los primeros y más significativos ejemplos de
máscaras de jade en las que se representan a deidades felinas o recién nacidos, que
nos hablan del inicio de un importante capítulo conformado por piezas que ten-
drán una constatable funcionalidad ritual y en las que se aprecian la calidad en el
330 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MÁSCARA TEOTIHUACANA. TURQUESA, NÁCAR, CORAL Y OBSIDIANA.


CLÁSICO. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 331

trabajo de piedras duras al que llegaron los primeros artesanos que aparecen en
Mesoamérica. Será en el Clásico con en la ciudad de Teotihuacán como gran
centro productor, un momento donde también aparecerán este tipo de piezas, en
las que se constata además el empleo del barro cocido, el mantenimiento de la
producción con piedras duras y fundamentalmente la consolidación de una prác-
tica en la que se generan máscaras destinadas a ser colocadas sobre el rostro del
fallecido.
El carácter sintético de las mismas se percibe en la simplificación de los rasgos
del rostro, en donde la boca y los ojos se convierten en aberturas ovales dentro de
un conjunto en el que las orejas adquieren unos rasgos abstractos y la cara tiene
proporciones cuadradas donde la barbilla y la frente se trabajan como planos para-
lelos. La gran máscara mixteca del dios murciélago posiblemente constituya uno
de los más significativos ejemplos, realizada con piedras de una extremada dureza,
presentando modificaciones posteriores como la incorporación de complementos
colgantes en la parte inferior y que nos permiten relacionarlas con otros ejemplos,
fundamentalmente mixtecas, en los que se produce un trabajo mixto de piedras
aplicadas en forma de mosaico sobre un núcleo de madera previamente tallados.
Relacionados con estos objetos funerarios podríamos incluir en este apartado
aquellos instrumentos que se empleaban en los sacrificios, como las vasijas para
depositar los órganos de los sacrificados o los cuchillos de pedernal que en algu-
nos ejemplos muestran una mayor atención en las empuñaduras en las que se reali-
zan verdaderos trabajos de aplicación de piedras repitiendo el trabajo de mosaico
anteriormente comentado. Ya en el período Clásico se constata la producción de
objetos para los órganos como el recipiente en forma de jaguar del British Mu-
seum, donde se han reducido los elementos compositivos hasta convertirlos en
formas convencionales perfectamente legibles, como si de un verdadero lenguaje
formal se tratara, sustentado en una componente escrita. Una producción que ten-
drá en la azteca otro momento fundamental, sobre todo por la importancia que
tuvieron los sacrificios para esta cultura.
Las cabezas con crestas, las hachas, yugos y palmas, son sin duda otro de los
conjuntos más importantes de piezas realizadas en piedra en la región huasteca.
Vinculadas con los rituales del juego de pelota que tienen en la ciudad de Tajín
uno de sus más importantes centros, se trata de objetos en los que se conjugan la
estética, la simbología y la funcionalidad conformando un conjunto vital de indu-
dable significación.
En este sentido los jades mayas son otro apartado interesante en donde no sola-
mente destaca la variedad existente, diferenciable por la distinta intensidad del
color de las piedras utilizadas, sino que se convierten en ejemplos dignos de las
distintas técnicas que se podían emplear a la hora de tratar dichas piezas con
herramientas de piedra e incluso de metal, o abrasivos.
El trabajo de la plumaria tenía como materia básica las plumas del quetzal que
se utilizaban tanto para la realización de vestidos como la propia ejecución de
objetos, escudos o discos destinados a la celebración de determinados rituales. En
este sentido la técnica de montar las plumas sobre bastidores de telas se extendió
desde Tenochtitlán, gracias a la red comercial que desde la ciudad, abarcó a gran
332 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

HACHA CEREMONIAL TOTONACA. (MÉXICO).

parte del territorio mesoamericano. Unas plumas que se pegaban o cosían a la ropa
una vez que se perfilaban unos dibujos realizados por pintores. Las plumas que se
recortaban se disponían en capas irregulares con las que se conseguía mezclar los
distintos tonos de los colores.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 333

PALMA DE BASALTO. VERACRUZ. (MÉXICO).


334 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Si bien en su momento se analizó el papel de la pintura en la decoración arqui-


tectónica, no podemos dejar de hablar de la importante realización de códices que
se convirtieron en uno de los ejemplos más destacados de producción escrita don-
de culturas como la mixteca o la maya produjeron algunos de los más importantes.
Se trata de pliegos, algunos de piel de ciervo otros realizados sobre tela o papel
europeo, que son en realidad grandes tiras narrativas dobladas en forma de acor-
deón, de tal manera que permiten una contemplación unitaria de su conjunto y una
lectura en la que se puede consultar tanto el principio como el fin. Normalmente
aparecían cosidas o pegadas y protegidas por un barniz de yeso que conformaba la
superficie sobre la cual con posterioridad se dibujaban las escenas. Unas páginas
que se suelen dividir en bandas que se leen de forma ondulada.
En el caso de los manuscritos aztecas se trata de otro capítulo importante que
perduró con posterioridad a la propia llegada de los españoles como lo constatan
las ilustraciones que decoran los manuscritos de la obra de Fray Bernardino de
Sahagún. Un conjunto de obras en las que se han podido diferenciar dos grupos
distintos formados, uno por la utilización de figuras de gran tamaño con un estilo
más o menos cursivo y otras a las que Kubler denomina de estilo colonial primitivo
en las que se trabajan las figuras como si se tratara de signos. El Códex Zouche-
Nutall, el Códex de Viena, el Códex Xolotl, el Códex Féyerváry o el Códex Ma-
drid, son algunos de los ejemplos más destacados.
Los ejemplos mayas destacan por la calidad de las ilustraciones que los decoran,
realizados sobre papel de corteza de árbol, cubiertos con una fina capa de cal y
plegados en forma de biombo, escritos en ambos lados con signos que definen
largos fragmentos en los que aparecen figuras humanas, algunas de ellas con atri-
butos divinos.
En cuanto a los tejidos son sin duda otro de los capítulos más interesantes
desarrollados en este caso, por las culturas preincas en Suramérica, sobre todo por
la elaboración y calidad de los ejemplos que se han encontrado, gracias a las
especiales condiciones geográficas y el clima en el que se produjeron, y que han
permitido que lleguen hasta nosotros prácticamente con las mismas características
con las que fueron realizados.
Fueron los producidos por las culturas nazca y paracas posiblemente los que adqui-
rieron más fama por la calidad de los diseños y la tela, convirtiéndose en uno de los
mejores ejemplos de piezas realizadas. En algunos casos sus funciones eran tanto do-
mésticas para vestir, como funerarias, para realizar los fardos de los enterramientos y
cuyos motivos decorativos como figuras de animales o geométricas se convirtieron en
referentes para modelos que aparecerán en la cerámica e incluso en la arquitectura.
Se trata de piezas en las que los diseñadores han mostrado un especial interés
por no cubrir totalmente la superficie con motivos decorativos, recurriendo a la
repetición de tales decoraciones, de tal forma que al ir plegados en los vestidos,
una vez que se divisa una parte del mismo, se puede imaginar el conjunto de la
pieza totalmente acabado. Incluso las propias carencias técnicas de los bastidores
con los que se ejecutaban hizo que formas como las curvas se adaptaran a desarro-
llos rectilíneos y que solamente se pudieran ejecutar con realizaciones posteriores
al propio trabajo del telar, con bordados, etc.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 335

VASIJA CON LA REPRESENTACIÓN DE UN CAIMÁN. ÓNICE.


ISLA DE LOS SACRIFICIOS. VERACRUZ. (MÉXICO).
336 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ESPANTAMOSCAS CEREMONIAL. PLUMAS MULTICOLORES DE DIVERSAS


ESPECIES DE AVES. ARTE AZTECA. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 337

DETALLE DEL CÓDICE MENDOZA.


338 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

FIGURA MITOLÓGICA CON SERPIENTES. ARTE PARACAS. (PERÚ).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 339

TEJIDO CHANCAY. (PERÚ).

Los tejedores de la cultura de Cavernas, una de las primeras y a partir de la cual


se desarrollarían las de Paracas y Nazca ya conocían las técnicas de hilar el algo-
dón o la lana y como teñir posteriormente las piezas, dos materiales que nos hablan
de la existencia, en fechas tan tempranas, de relaciones de intercambio entre la
costa y las tierras interiores. Los colores son otros de los complementos de estas
telas, desarrollados en torno a tonalidades como el marrón, rojo, amarillo-naranja,
azul-verde, etc., llegándose a perfilar a partir de éstos casi doscientas tonalidades
distintas.
Por último, por su originalidad y posible vinculación con determinados ritos de
iniciación, debemos citar las pacchas incas en las que su complejidad formal las
convierte en un objeto significativo dentro de las culturas suramericanas.
340 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

MÁSCARA

MÁSCARA DECORADA CON UN TRABAJO DE MOSAICO REALIZADO CON


DIVERSAS PIEDRAS SEMIPRECIOSAS. ARTE AZTECA. (MÉXICO).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 341

La máscara es uno de los elementos más característicos de todas las culturas de


la América prehispánica. A juzgar por los numerosos hallazgos, ocupaba un lugar
importante en el mundo imaginativo de sus creadores. Perteneciente al ritual y
ligada con el culto de los muertos, tienen un significado mágico-religioso.
Relacionadas con esa idea de la alteración de la realidad, mediante la transfor-
mación de la imagen cotidiana de la persona que la porta, se convirtieron no solo
en elementos indispensables de los rituales, sino incluso en complemento de los
ajuares mortuorios de muchos de los dignatarios de estas culturas. Las tipologías
son variadas, de la misma manera que los materiales que se utilizaban para su
elaboración.
Una de las piezas más destacadas de la producción de la artesanía prehispánica
y perteneciente a ese grupo señalado como de artes suntuarias, es sin duda esta
máscara azteca. Realizada en madera, define una superficie romboidal, en la que se
representa a un personaje tocado con un gorro y una especie de turbante, formado
por el cuerpo de una serpiente y nariguera que prácticamente cubre toda la boca.
Toda la pieza aparece recubierta con un trabajo de mosaico realizado con pequeñas
piezas de turquesas, obsidiana y pirita.

CÓDICES MIXTECAS

DETALLE DE UN CÓDICE MIXTECA.


342 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Posiblemente el desarrollo de la idea de pueblo, cuyo origen y hazañas había


que narrar y testimoniar para la posteridad, están tras la aparición y desarrollo de
estos documentos que se convierten en los pocos testimonios de una producción
que se vio seriamente diezmada por las intervenciones inquisitoriales de la iglesia
española en América.
Los códices podrían ser considerados en realidad como un subcapítulo de la
pintura, pero aplicada sobre materiales vegetales, que no obstante repetían con
ligeras modificaciones las mismas técnicas que se aplicaban en los edificios. Es
decir, se trata siempre de piezas que previamente se ha preparado para contener la
pintura con una capa de estuco que posteriormente se doblaba como si se tratara de
acordeones y en los que se pueden encontrar referencias a acontecimientos en
muchos de los casos anteriores a la llegada de los españoles.

ESCUDO AZTECA

En Viena se conserva uno de los mejores ejemplos del trabajo de la plumaria ejecu-
tado por la cultura azteca. Se trata de un escudo sobre el que se ha definido la figura de
un coyote, realizado con plumas de diversos colores que se han fijado sobre una base
conformada por una piel en la que se insertan las plumas de quetzal y de airón rojo,
junto con elementos complementarios como láminas de oro que sirven para resaltar
algunas partes del cuerpo del animal como el pelaje o la boca.
No olvidemos que la plumaria, se puede encontrar también uno de los mejores
ejemplos de integración de las distintas artes, ya que era frecuente que los dibujos
y diseños de las diversas piezas, fueran previamente realizadas y dibujadas por
pintores que proporcionaban la base para el posterior acabado, creando uno de los
capítulos más particulares de las artes suntuarias prehispánicas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 343

ESCUDO CEREMONIAL CON LA REPRESENTACIÓN DEL COYOTE DE LAS AGUAS.


PIEL, PLUMAS DE QUETZAL Y DE GARZA ROSA, E HILOS DE ORO. ARTE AZTECA.
344 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

TEXTILES PARACAS

Los tejidos peruanos tienen pocos equivalentes por su elaboración. Los realiza-
dos por las culturas de paracas y nazca añaden a su calidad material, la perfecta
conservación en que nos han llegado, gracias a las especiales condiciones de extre-
ma sequedad en las que se han mantenido.
Ya los cronistas españoles se percataron de la riqueza y detalles de la vestimenta
de los peruanos que curiosamente siempre se realizaron con instrumentos que des-
tacaron por su simpleza y que se realizaban tanto con las manos los ejemplos más
simples, el uso de la rueca o el telar de cintura en las etapas más avanzadas.

DETALLE DE UN TEJIDO DE LANA DE LLAMA. ARTE PARACAS-CAVERNAS.


HORIZONTE ANTIGUO. (PERÚ).

Las características de este tipo de tejidos es sobre todo la incorporación de


motivos repetitivos que permiten una apreciación global de la pieza con un solo
vistazo, evitando cubrir la superficie con grandes composiciones unitarias que so-
lamente se pudieran ver una vez que se ha estirado la tela. Figuras geométricas,
pequeños animales, o personajes divinos son algunos de los motivos que se reali-
zan junto a un cromatismo que va desde colores como marrones, rojos, amarillos,
naranjas, azules o verdes.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 345

PACCHA INCA

Uno de los objetos más extraños producidos por la cultura andina es sin duda
este al que nos referimos. Se trata de un recipiente compuesto por un cuenco avifor-
me, con la base abierta mediante un pequeño orificio que comunica con el interior
de un mango en el que está colocado un pequeño animal frente al cuenco. De este
modo el líquido que se vierte en el cuenco atraviesa el paso interno y sale por el
agujero situado en la boca del animal, cae en el abrevadero y recorre el canalito
hasta llegar al extremo del mango. Algunas investigaciones han colocado este
instrumento relacionado con determinados ritos vinculados con la fecundidad.
Realizado en piedra, esta decorado con motivos pintados en los que se represen-
ta una escena en la cara exterior del recipiente de mayor tamaño y con motivos
florales entre rombos y animales el mango propiamente dicho.

PACCHA INCA. (PERÚ).


346 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

APÉNDICE DOCUMENTAL

CAPÍTULO IX DE LA DÉCADA CUARTA*

«Trajeron dos muelas de molino, una de oro y otra de plata, macizas, de casi
igual circunferencia, y de veintiocho palmos. La de oro pesa tres mil ochocientos
castellanos; ya dijimos que el castellano es una moneda de oro que vale una cuarta
parte más que el ducado. El centro lo ocupa, cual rey sentado en su trono, una
imagen de un codo, vestida hasta la rodilla, semejante a un zeme, con la cara con
que entre nosotros se pintan los espectros nocturnos, en campo de ramas, flores y
follaje. La misma cara tiene la de plata, y casi el mismo peso, y el metal de las dos
es puro.
Trajeron también pepitas de oro en bruto, no fundidas, como garbanzos o lente-
jas, cual muestra de oro nativo, y así mismo dos collares de oro, uno de los cuales
consta de ocho cadenillas, que tienen engastadas doscientas treinta y dos piedras
rojas, aunque no granates, y ciento ochenta y tres verdes. Son de tanta estimación
como entre nosotros las esmeraldas notables. De la orilla del collar penden veinti-
siete campanillas de oro, que llevan intercaladas cuatro figuras de perlas, engasta-
das con oro, y de cada una penden dijes de oro.
El otro collar es de cuatro cadenas de oro, adornadas alrededor de ciento dos
piedrecitas rojas, y ciento setenta y dos verdes, y veintiséis campanillas de oro
elegantemente dispuestas. En medio del mismo collar van intercaladas diez perlas
grandes engastadas con oro, que tienen colgando ciento cincuenta dijes de oro
primorosamente elaborados.
Traen unos doce borceguíes de cuero de diferentes colores: unos guarnecidos de
oro, otros de plata, éstos de perlas, de color azul y verde, y todos con sus campani-
llas de oro colgando. Trajeron asimismo tiaras y mitras con varias joyas, engastadas
y llenas de piedras azuladas que parecen zafiros. De sus casquetes, ceñidores y
abanicos de plumas, no sé qué decir. Entre todas las alabanzas que en estas artes ha
merecido el ingenio humano, merecerán éstos llevarse la palma. No admiro cierta-
mente el oro y las piedras preciosas; lo que me pasma es la industria y el arte con
que la obra aventaja a la materia; he visto mil figuras y mil caras que no puedo
describir; me parece que no he visto jamás cosa alguna, que por su hermosura,
pueda atraer tanto las miradas de los hombres.
Las plumas de las aves que nosotros no conocemos, son brillantísimas; como a
ellos les causarían admiración las colas de los pavos reales y de los faisanes, así a
nosotros las plumas con que hacen los abanicos y los penachos y adornas todas sus
cosas elegantes. Hemos estado viendo los colores naturales que las plumas tienen:
azules, verdes, amarillos, encarnados, blancos y también morenos; todos esos ins-
trumentos los hacen de oro.
Trajeron dos celadas cubiertas con piedras preciosas de color verde mar. Una de
ellas rodeada de campanillas de oro, y con muchas láminas de oro también, y
sostenidas las campanillas en dos colitas del mismo metal. La otra, rodeada tam-
bién de las mismas piedras preciosas, con veinticinco campanillas de oro, y en
cuya cimera había un pájaro verde con cresta, cuyos ojos, pico y pies eran de oro.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 347

Y a cada una de las campanillas las sostenía una bolilla de oro. Trajeron también
cuatro tridentes de pescar, adornados con plumas entrelazadas de varios colores, y
cuyos dientes son de piedras preciosas unidas entre sí con hilillos de oro. Del
mismo modo un gran número de cetros de piedras preciosas con dos anillos de oro.
También un brazalete de oro, unos zapatos de piel de ciervo, cosidos con hilo de
oro y con la suela blanca. Un espejo de piedra transparente, semi-azul, con marco
de oro puro. Una esfinge de una como piedra diáfana, engastada en oro, un gran
lagarto y dos grandísimos caracoles, y dos ánades de oro y especies varias de aves,
de oro. Cuatro peces múgiles de oro. Una vara de latón. Todas estas cosas con
plumas de varias maneras maravillosas.
Vinieron adargas y escudos largos, veinticuatro de oro y cinco de plata. Una
rodela entrelazada de varias plumas, en cuyo frente hay una lámina de oro esculpi-
da, donde se representa un ídolo zeme. Rodean a esta figura otras cuatro, a manera
de cruz, de láminas de oro, y cabezas de varios animales, como leones, tigres y
lobos, formados los animales de mimbres y tablillas con sus mismas pieles super-
puestas, y adornados con campanillas de latón y con pieles de varios animales,
enteras y perfectamente preparadas. Grandes colchas de algodón teñidas de color
blanco, negro y amarillo, cual tablero de ajedrez, lo cual es indicio de que ellos
usan también los cubiletes: una colcha que la cara la tiene negra, blanca y encarna-
da, y por dentro es lisa sin variedad; otra tejida del mismo modo, de otros colores,
y tiene en medio una rueda negra con rayos, y entremezcladas plumas brillantes.
Asimismo otras dos colchas blancas, alfombras, tapices y sayo de hombre, a usanza
del país, y túnicas interiores y varios velos finísimos para la cabeza, y otras muchas
cosas de más vista que valor, las cuales me parece que ya más bien fastidiaría a
Vuestra Santidad refiriéndoselas».

* MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro. Décadas del Nuevo Mundo. Madrid, Edicio-


nes Polifemo, 1989, pp. 283-285.
348 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 349

CAPÍTULO 14:

ARTE PREHISPÁNICO EN FILIPINAS

INTRODUCCIÓN

La vuelta al mundo realizada por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano,


supuso por primera vez en la historia, la incorporación a los esquemas mentales occi-
dentales de las verdaderas dimensiones de la Tierra. Dentro de todo su periplo las islas
Filipinas se convertirían en un punto fundamental, no solo porque fue allí, en la isla de
Mactán, donde Magallanes murió a manos del rey indígena Lapu Lapu, sino porque fue
un punto estratégico en el sudeste asiático, frente a las fundaciones llevadas a cabo por
los portugueses y sobre todo como contrapeso al control de éstos sobre las islas de la
especiería, Las Molucas.
En el momento de la llegada de los españoles a Filipinas, el archipiélago se
encontraba inserto dentro de la dinámica de extremo oriental de Asia, ocupado en
el sur por grupos de cultura musulmana, con la isla de Mindanao como centro, y
comerciantes chinos que desde la costa de Fujian se dedicaban a comerciar con los
grupos asentados en la isla norteña de Luzón.
Esta situación que confería un carácter singular a las islas, determinó que desde
el siglo XVI, se llevara a cabo una política de control de todo el conjunto del
archipiélago por parte de la corona española, en un primer momento para explotar
sus riquezas, y en una segunda fase para convertirlas en puente entre Asia y España
a través de la ruta transoceánica hacia Nueva España, que se consolidaría con el
Galeón de Manila o Nao de la China.
El asentamiento de los españoles en la isla fue desigual. Mientras que la costa
conoció una rápida transformación con la fundación de nuevas ciudades, el interior
montañoso se mantuvo fuera del alcance de los nuevos pobladores, a penas algu-
nas avanzadillas misionales de dominicos y agustinos llegaron a consolidar su
presencia, lo que incidió en la preservación de sus tradiciones y rasgos culturales.
Todo un conjunto de aspectos que son los que se tratan en este tema.
350 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

No obstante quisiéramos aclarar que la mayoría de las piezas que se conservan


en la actualidad pertenecientes al arte prehispánico filipino datan del siglo XIX,
siendo básicamente reproducciones de los originales, que han llegado a nosotros
como copias, pero cuyo análisis sirve inicialmente para el objetivo de este tema.

LA GEOGRAFÍA DE LAS ISLAS FILIPINAS

La geografía de las Filipinas es principalmente insular aunque presenta ciertos ras-


gos continentales en el interior de algunas de las islas mayores que conforman el archi-
piélago. Sus 7107 islas se organizan en porciones terrestres, de las que destacan once
grandes islas que se distribuyen a el largo de más de mil ochocientos kilómetros de
norte a sur. Sus 23000 kilómetros lineales de costa, condicionaron su continua exposi-
ción a las influencias llegadas desde territorios próximos del sureste asiático.
Las islas de Bohol, Cebú, Leyte, Luzón, Masbate, Mindanao, Mindoro, Negros,
Palawan, Panay y Samar, conforman más del 90% del territorio nacional mientras
que el resto se reparte entre un incontable número de islotes, agrupados en peque-
ños archipiélagos.
La orografía es fundamentalmente montañosa y volcánica, superando una dece-
na de islas los 2000 metros de altura, y destacando los innumerables volcanes que
aún presentan actividad en algunas de ellas. Las llanuras que se abren entre las
cadenas montañosas que recorren el país en una dirección predominante norte-sur,
son pequeñas y escasas destacando las de Cagayán, Manila o Llanura Central en
Luzón y las de Agusán y el Valle en Mindanao.
La red hidrográfica apenas si está desarrollada por lo que las cuencas de mayor
caudal se emplazan en las islas mayores. Unos ríos que no sólo se encuentran
expuestos a cambios de cursos por los propios movimientos sísmicos, sino que
debido a la poca extensión de las islas, tienen una longitud limitada con fuertes
pendientes y lechos escalonados. Sin embargo, la tremenda caudalosidad de algu-
nos de ellos los convierte en medios ideales de comunicación local, permitiendo el
desarrollo comercial interior.
El clima es extremadamente caluroso, con una media que no baja a lo largo del año
de 21º C, donde destaca el régimen de lluvias dependiente de los tifones y monzones
del sureste de Asia, que se convierten en elementos condicionantes de la distribución
de la población sobre el territorio y determinantes de la propia economía que se llega a
desarrollar, siendo este elemento uno de los más importantes a tener en cuenta.
Por último respecto a la vegetación, se trata de una cubierta vegetal propia de
los espacios subecuatoriales destacando la selva tropical cálida.

CONTACTOS PREVIOS A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES

La singularidad del espacio filipino respecto al americano antes de la llegada de


los españoles, está determinada por el hecho de encontrarse inmerso en relaciones
con otras regiones del arco surasiático, lo que nos lleva a considerar a elementos
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 351

TERRAZAS DE ARROZ DE BANAUE. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


352 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

malayos, indios, chinos, vietnamitas e indonesios, como los predominantes en las


características del arte filipino con anterioridad al siglo XVI.
Las sucesivas tesis del poblamiento de Filipinas han sido objeto de discordia,
existiendo un punto en común en la aceptación de una emigración desde el conti-
nente asiático y un elemento de desencuentro en la cronología y en la forma en que
fueron llegando los distintos grupos. De acuerdo con las teorías clásicas, se puede
afirmar que los primeros pobladores fueron negritos o pigmeos oceánicos, contin-
gentes del mismo grupo étnico de los habitantes de la península de Malaca y el
oeste de Nueva Guinea. En una segunda fase llegaron emigraciones directamente
desde la India y China, junto con oleadas de grupos proto-malayos.
Finalmente en torno al 300 a.C. y hasta el siglo XIII, se testimonian aportes
malayos con una cultura más avanzada, provocando el arrinconamiento de los
pobladores existentes, que se vieron obligados a refugiarse en las zonas montaño-
sas de las islas principales.
La influencia musulmana llegó al archipiélago a finales del siglo XIV ocupando
fundamentalmente las islas del sur. Una expansión que se vio frenada por la llega-
da de los españoles en el siglo XVI.
El predominio de las incursiones marítimas en el desarrollo de estas vinculaciones se
testimonian a lo largo de todo este período, siendo los primeros contactos los estableci-
dos con la India desde los siglos anteriores a nuestra Era, aprovechando los vientos de
los monzones para comerciar por el Golfo de Bengala, Vietnam y las propias Filipinas.
Más tarde, con Indonesia, se consolidaron una serie de pequeños estados en la región
que aumentaron las relaciones de intercambio fundamentalmente de especias, produc-
tos tropicales, oro y estaño. Una situación que propició el que se generalizaran entre
cada región toda una serie de elementos que las relaciona desde un punto de vista
religioso y artístico, llegándose a compartir términos y creencias.
No obstante, el comercio estaba limitado a las zonas costeras de las Filipinas lo
que provocó un desarrollo desigual con el interior, donde se daba una economía de
autosuficiencia. Unas zonas interiores que permanecieron desconocidas hasta 1572.
Durante el siglo XVII es cuando aumentan el número de datos acerca de estas zonas
de las islas, gracias a las misiones cristianas de dominicos y agustinos que se
adentran en ellas intentando someterlos a la religión cristiana, aunque no con el
éxito que se venía produciendo en otras zonas.

SOCIEDAD Y RELIGIÓN

Los grupos filipinos anteriores a la llegada de los españoles desarrollaron su


vida cotidiana vinculándola a su entorno, tremendamente mediatizado por las creencias
religiosas, los ciclos de recolección de la tierra y el prestigio social a través de la
figura del guerrero.
En este sentido la estructura social de esta población era relativamente compleja ya
que se encontraba conformada por una variedad ingente de etnias cuyos rasgos cultura-
les condicionaban sus costumbres y modos de vida. La sociedad filipina se encontraba
organizada en cuatro estamentos de los cuales el más importante era el dato, o dirigente,
gobernador de los barangays o unidades de organización política, formados por un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 353

grupo de familias que presentaban lazos de parentesco, que aún en la actualidad existen
como célula de organización de las distintas provincias del país.
El segundo grupo en importancia eran los maharlicas o nobles que obedecían al
dato y apoyaban las acciones bélicas para establecer la paz entre los barangays. El
tercer grupo eran los timavas o timaguas, hombres libres que servían al dato a manera de
plebeyos. Por último nos encontramos con los aliping o siervos adscritos a la tierra que
cultivaban y de la que daban la mitad de la producción a su señor.
A pesar de esta claridad en la estratificación social, la diversidad de grupos
étnicos filipinos, los hace diferentes los unos de los otros. Los más importantes en
sus producciones artísticas van a ser los ubicados en la Cordillera Montañosa, en la
isla de Luzón a quienes se les conoce con el nombre de Igorrotes, es decir, “los que
viven en la montaña”, destacando los Ifugao, los Kalinga y los Bontoc, de las
aproximadamente diez tribus que conforman este grupo.
La base económica de estas poblaciones se basa en el cultivo de arroz de rega-
dío, los alimentos tradicionales y los cultivos más antiguos, como son los tubércu-
los y raíces, propios de la agricultura de artiga que se llama kaingin.
La producción de estos sistemas de regadío destaca en los Bontoc e Ifugaos,
que han practicado desde la antigüedad un sistema de cultivo de arroz en los
terrenos pendientes en las laderas montañosas, convertidos en terrazas cultivables
por medio de fuertes muros de piedra o kabitis, que se hacían prácticamente verti-
cales por fuera y con fuerte inclinación por dentro. Este sistema de cultivo es uno
de los más antiguos del mundo, el cual perdura en la actualidad gracias al esfuerzo
de los ancianos de las tribus.

CULTIVO DE ARROZ. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


354 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

DISTRIBUCIÓN DE LOS GRUPOS ÉTNICOS EN LA ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 355

PAREJA DE MUJERES EN BONTOC. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


356 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Por lo que respecta a la religión, ésta se basa en la tradición oral transmitida a


través de las canciones. En este sentido se constata la existencia de la creencia en
un dios superior que se comunica con los hombres a través de los espíritus de la
naturaleza y de los antepasados. Ese ser supremo, cuyo origen estaría en la influen-
cia de las doctrinas taoistas chinas, se considera como la esencia primigenia que
mueve el universo y que apenas se relaciona con los hombres y con los dioses
secundarios de la propia naturaleza. Éstos son seres que se representan en un objeto
material, inspirando emociones que causan adoración, conteniendo fuerzas mági-
cas que resultan positivas o negativas, que exigen de un conjunto de rituales para
que predominen las primeras respecto a las segundas.
No menos importantes son los dioses particulares o antepasados a los que se invoca
sobre todo para las actividades cotidianas. Son los dioses de la guerra, el arroz, etc., y
juegan un papel fundamental dentro de la estructuración religiosa ya que junto con los
dioses de la naturaleza son los más cercanos a la voluntad del ser supremo.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ARTE PREHISPÁNICO FILIPINO

El carácter tradicional que encierra la cultura filipina determina que su arte


se encuentre relacionado con los elementos culturales más destacados de su
entorno. Unas manifestaciones culturales cuyo concepto artístico carece de un
valor estético estable y cuenta más con un aspecto simbólico tremendamente
marcado y que afecta a la interpretación de los acontecimientos, a ceremonias,
o la realización de piezas, permitiendo que convivan de una manera clara ele-
mentos materiales e inmateriales. Es por ello que un análisis de cada uno de los
campos en los que podemos considerar que se desarrolla el arte filipino prehis-
pánico, exija una diferenciación entre el significado y el significante de un
modo evidente.
Respecto a la alfarería, una de las actividades con más tradición en las islas
Filipinas, destacan los recipientes utilitarios y los funerarios de tipologías varia-
das, aunque los antropomorfos y los de sección circular ligeramente asimétrica, son
los más numerosos. La muestra más importante de la cerámica prehispánica filipina
es la jarra llamada Manunggul que se exhibe en el Museo Nacional Filipino y data
del siglo VIII a.C.
En cuanto a los tejidos los filipinos comenzaron su producción fabricando sus
propias telas extrayendo fibras vegetales como el abacá, el ramio o el maguey y a
teñirlas con diversos colores extraídos de las plantas y las cortezas de los árboles.
La elaboración de los tejidos era un trabajo en el que participaba toda la familia
donde la mujer era la encargada de manejar el telar. Los tejidos que se elaboraban
tenían unos fines domésticos aunque adquirían un valor especial a la hora de la
muerte, ya que los difuntos se envolvían en tantas mantas como la familia podía
adquirir. Los fardos en los que acababan cubiertos los fallecidos recuerdan a las
prácticas de enterramiento peruanas cuyos muertos se envuelven en fajos de man-
tas, de tal manera que se convertía en un reflejo del estatus económico de la fami-
lia.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 357

MUJER IFUGAO ALFARERA. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

MUJER IFUGAO TEJIENDO. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


358 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

El arte y diseño de la cestería en Filipinas es una de las mayores manifestaciones


de su sensibilidad artística. La variedad de las plantas del tipo de la mimbre, el
junco y caña, les proporciona la materia prima necesaria para elaborar magníficos
objetos. Unas piezas que se generalizaron desde el mismo momento en el que los
filipinos se vieron en la necesidad de almacenar cosas, desarrollando un amplio
muestrario de formas para cada una de las funciones que requerían. De este modo
evolucionaron las técnicas hasta el punto de llegar a impermeabilizar los cestos
con pasta hechas de resinas, para proteger a los productos de la humedad del clima.
Destacan las producciones de cestas y mochilas para conservar y transportar el
arroz, mochilas rituales para la caza de cabezas, sobreros, etc.
Desde un punto de vista decorativo, los motivos varían dependiendo de la zona
en la que nos encontremos y así en el caso de Mindanao o Cebú la decoración se
consigue con la combinación de dos tonalidades de la misma planta generando
dibujos de estrellas y rombos. Algunos ejemplos más complejos decoran las cestas
con piezas de vidrio, conchas o bronce además de utilizar una mayor gama de
colores. Diferentes a éstos, son los ejemplos de Luzón donde las piezas son mucho
más sobrias en cuanto al color que suele ser más uniforme y la ornamentación
depende de la diferencia de anchura de las fibras o de los refuerzos que se aplican.
Gran parte de estas piezas imitan modelos de porcelanas chinas que tanta in-
fluencia han tenido en el archipiélago. Las piezas se heredaban de padres a hijos,
porque se convertían en objetos muy valiosos por su diseño y resistencia.
El trabajo de los metales en los pueblos prehispánicos filipinos se concentró en
la manufactura del hierro, bronce, latón, plata y oro con los que se realizaron una
variada tipología de objetos, desde armas, y elementos rituales hasta joyas. La
acumulación de metales como el oro proporcionaba ascensión social, de la misma
manera que contribuía a ello la posesión de las minas, cuya utilización estaba
expuesta a la realización de sacrificios a los dioses.
Los objetos de latón normalmente eran cajas para betel de distintas formas,
media luna, octogonal o rectangular, presentando algunas internamente los com-
partimentos necesarios para mascarlo: la nuez de areca, las hojas frescas de pimien-
ta, la cal y las hojas de tabaco.
Las armas, fundamentales en estos pueblos, se realizaron básicamente en latón o
hierro y se decoraban con elementos de madera y marfil.
Por último tenemos las realizaciones de collares, pulseras, tobilleras y collares, como
los objetos referenciales de su adorno corporal, aparte del característico tatuaje que
adornaba el cuerpo de los Igorrotes. Así, hay que destacar la indumentaria y adorno de
los hombres antes de partir a la batida de caza de cabezas humanas, donde destacan los
brazaletes o tankil que se decoraban con pequeñas esculturas de madera que represen-
taban a Anitos; los collares o Boaya de colmillos de cocodrilo y los gorros ceremoniales
realizados con ratán, o entrenzado de hojas de palmera y plumas de ave.
La abundancia de madera en el archipiélago ha propiciado que sean los objetos
realizados con este material los que destaquen de una manera especial. Dentro de la
organización social de las Filipinas prehispánicas, solamente los grupos de las
clases superiores fueron los que accedían a estos objetos que tenían tanto una clara
funcionalidad como un fin religioso.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 359

VESTIMENTA CEREMONIAL BONTOC. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


360 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

JOVEN KALINGA. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 361

La escultura en la cultura Igorrote nos plantea el reto, no solo de investigar sus


cualidades y calidades formales sino encontrar el significado antropológico y su
vinculación con su amplio panteón de deidades.
Las tallas en madera son características de los pueblos de la montaña y represen-
tan fundamentalmente a los antepasados o Anitos. Éstos viven exaltados hasta que
se celebran las ceremonias adecuadas de enterramiento. Si no se llevasen a cabo,
quedarían deambulando causando el mal.
Quizás los mejores ejemplos de talla en madera de narra o naga, sean las deida-
des que guardan los graneros o Bulul. Estas esculturas, tanto masculinas como
femeninas, representan una clase de deidades asociadas con la producción de gene-
rosas cosechas. Se utilizan en los rituales en los que se les preguntaba como hacer
para que crecieran las cosechas y en algunas festividades.
Los Bulul se encuentran en parejas y están esculpidos sentados o de pie con las
rodillas flexionadas y apoyando las palmas de las manos o los codos en ellas y
cruzando los brazos a la altura del pecho. La distinción entre figuras femeninas y
masculinas es apenas apreciable en la mayoría de los casos ya que sus facciones
están esculpidas de una forma muy esquemática.
Antes de colocar el Bulul en el granero definitivamente, se realiza una ceremonia de
activación de la talla, untándose con sangre del animal sacrificado en el ritual. Este
ritual esta acompañado de unas cajas o Punamhan para el sacrificio, también realizadas
en madera, en las que se guardan los restos del sacrificio. Además aparecen unas escul-
turas con cuenco, casi siempre entre los Kankanay, donde se deposita el arroz o vino de
arroz como ofrenda, muchas de ellas presentan un tatuaje muy delicado y fino en las
manos y muñecas y mechones de pelo natural en la cabeza.
Otros ejemplos de talla en madera son las cucharas con figuras decorando los
extremos de sus mangos. Cuando no se utilizaban se guardaban en el hogar en
cestas especiales después de ser limpiadas cuidadosamente tras acabar una comida.
Las cucharas se utilizaban para tomar líquidos y los cucharones para remover la
comida. La simbología que encierran las representaciones que aparecen en sus
mangos va, desde la maternidad, la muerte, la fertilidad, la flora o la fauna, plasma-
ción de conceptos de la vida cotidiana.
Los bancos de madera o Hagabi que se decoran con estilizadas cabezas de cerdo
esculpidas a cada lado, unos muebles que representaban la riqueza de quienes los
poseían, perteneciendo solamente a las elites de los poblados.
En madera también se desarrollan objetos de defensa como escudos, hechos en
una sola pieza con maderas muy ligeras. Los ejemplos que se pueden encontrar son
numerosos, destacando los de los Kalinga, más esbeltos que los de otros pueblos y
cuya forma recuerda, vagamente al cuerpo humano, presentando una decoración
combinada con cestería y elementos incisos.
362 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

CUCHARAS IFUGAO. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 363

HAGABI. IFUGAO. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

LA ARQUITECTURA PREHISPÁNICA FILIPINA

Finalmente no queremos concluir este capítulo sin añadir las especiales caracte-
rísticas constructivas de la arquitectura filipina, que servirían de base a las técnicas
constructivas que se desarrollaron en la etapa de la presencia española en el archi-
piélago, fundamentalmente en lo concerniente a la arquitectura civil.
Es en este campo donde se desarrollan las mayores aportaciones de los indíge-
nas filipinos ya que por sus creencias religiosas no contemplaban la idea de cons-
truir templos para sus deidades, de ahí que sólo nos centremos en señalar las
características generales de la casa indígena de Filipinas, que es del mismo tipo
que las que se expanden por todo el sureste asiático. Ésta consta de un techo de dos
o cuatro aguas, sostenido por una armadura que descansa sobre cuatro o más pilares
de madera flexible denominados harigues, que se utilizaban para resistir los conti-
nuos terremotos que se suceden en el archipiélago filipino. El suelo se eleva un
metro o más sobre la tierra, para salvaguardarse de los animales salvajes. El entra-
mado puede ser de banaba duro o de molave que cuando está seco, resiste mejor al
agua. Los techos de bálago, en copete o faldón, se elevan en vertientes empinadas
para de esta manera librarse más fácilmente del agua.
Desgraciadamente muchas de estas edificaciones han desaparecido no solo por el
fuego y las condiciones meteorológicas adversas, sino por la propia intervención del
hombre que ha ido poco a poco sustituyéndolas por otras realizadas con materiales
prefabricados, de mayor tamaño y que responden mejor a las necesidades de una pobla-
ción filipina que crece sin control. La búsqueda de una posición social más reconocida,
y una errónea concepción de lo moderno, están haciendo que los ejemplos de este tipo
de arquitectura tienda en la actualidad a ir desapareciendo.
364 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ESCUDO FILIPINO.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 365

VIVIENDA TRADICIONAL FILIPINA. BANAUE. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).


366 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

SELECCIÓN DE IMÁGENES

JARRA MANUNGGUL

Se considera la muestra más importante de cerámica prehispánica en Filipinas.


Se exhibe en la actualidad en el Museo Nacional Filipino y fue hallada en la isla
de Palawan, estando datada en el siglo VIII a.C.

JARRA MANUNGGUL.

El desarrollo de la cerámica dentro de las culturas del archipiélago filipino es


uno de los capítulos más destacados de su producción material, alcanzando en
algunos de los casos unas calidades formales y de acabado, que muestran el grado
de perfección al que llegaron en la producción de este tipo de recipientes. Dicha
importancia se refleja en el hecho de que muchos de ellos van más allá de su mera
función contenedora y adquieren verdaderos tintes mágico religiosos que obliga a
hablar de ellos desde un punto de vista sagrado.
En este caso concreto, este recipiente fue concebido para los enterramientos,
puesto que las figuras antropomorfas ubicadas en la tapa lo relacionan con la
creencia que existía en el archipiélago filipino, por la que pensaban que el alma
del difunto iba a parar a un río o laguna, donde había un barquero anciano que la
trasladaría al más allá. Esta idea es la que explica que siempre, en un ritual
funerario, se disponía en la sepultura cierta cantidad de dinero para que el difun-
to pagara el viaje, que no se especificaba hacia donde era, aunque si se aclaraba
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 367

que en ese lugar le esperaba una vida placentera, hasta que volviese al mundo
reencarnado. Esta leyenda se relaciona con el mito clásico griego, según el cual
las almas de los difuntos tenían que atravesar el río Aqueronte, ayudados por el
barquero Caronte, al que los difuntos debían pagar el viaje con una moneda que
colocaban en la tumba.
Las figuras que aparecen en la tapa de la jarra navegan en barca hacia el más
allá. Mientras que la de la parte trasera está remando por ser la encargada de llevar
el alma del difunto a su destino, la figura delantera representa al difunto y se talla
con las manos en el pecho, algo muy común en el sudeste asiático en cuanto a la
disposición de los cadáveres en la tumba.

CESTA

Esta cesta proviene de la provincia ifugao, situada en la zona norte de la isla de


Luzón, y está realizada con liana y fusta. Mide 42 x 42 cm., y se encuentra en el
Museo Etnológico de Barcelona.

CESTA IFUGAO.
368 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

El interés de esta pieza, va más allá de la importancia que pueda tener como tal,
al ejemplificar una producción de objetos realizados con vegetales, claro testimo-
nio de la que para muchos autores fue la primera fase en la definición de piezas
para contener alimentos y que derivó en la cerámica propiamente dicha, cuando se
le aplicaron materiales como pastas de barro o de resinas, con la intención de evitar
que se perdieran sus contenidos y sobre todo protegerlos de las condiciones am-
bientales externas.
En este caso, las producciones de cestería de la Cordillera de Luzón, como es
este ejemplo que estamos analizando, perteneciente exactamente a la tribu de los
Ifugao (Filipinas), se caracterizan por su carácter utilitario y práctico, donde desta-
ca la sobriedad en el color, aspecto que no era común en todas las demás tribus de
Igorrotes, puesto que a menudo aparecían ornamentadas con conchas, bronce, vi-
drio, etc.
Esta cesta tenía una función específica que era la de guardar el arroz en la casa,
por lo que dispone de una tapa, para evitar que entraran insectos. Una solución
para proteger el alimento que se ve complementada además, con la propia termina-
ción de su tejido, mucho más compacto, de lo habitual.
Una de las curiosidades de la elaboración de la cestería en la Cordillera de
Luzón, es que era tarea exclusiva de los hombres, que aprovechaban sus momentos
de encuentro para realizar multitud de piezas.
Gran parte de estas piezas imitan modelos de porcelanas y cerámicas chinas que
tanta influencia han tenido en el archipiélago. Las piezas se heredaban de padres a
hijos, porque eran muy valiosas por su diseño y resistencia.

CAJAS DE BETEL

Caja proveniente de la isla de Mindanao (Filipinas), realizada en latón. Mide 42


x 42 cm., y se encuentra en el Museo Etnológico de Barcelona.
Los antiguos filipinos transformaban el hierro, el bronce, el latón, la plata y el
oro, en joyas, elementos rituales y artículos para el hogar y la industria.
Sabemos por las leyendas de tradición oral que la acumulación de oro procuraba
la ascensión social entre los pueblos. La propiedad de las minas y el trabajo en
régimen de servidumbre de los mineros acentuaba esa ascensión, aunque las minas
eran consideradas propiedad de los dioses del inframundo y solo podían utilizarse
a cambio de sacrificios a las divinidades pertinentes. El hombre que descubre un
filón debe cortarse un dedo u ofrecer una fiesta, asegurando a los dioses que ocupa
la mina por necesidad. Los anitos y dioses se comunican con los hombres a través
del sueño para decirles dónde se encuentra el mineral que buscan o comunicar que
no desean que se explote una mina determinada.
Los objetos de latón, normalmente eran cajas para betel, la hoja de una planta
con ligero sabor a menta, que se utiliza en Filipinas para la composición del buyo
y a la que se le otorgan propiedades curativas. Las formas de esos recipientes es
variado, de media luna, octogonal o rectangular. Algunas tiene compartimentos en
los que se colocan esos otros ingredientes que se utilizan para mascar el betel: la
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 369

nuez de areca, las hojas frescas de pimienta, la cal y húmedas hojas de tabaco.
Las más pequeñas pueden llevarse en la cintura, sujetas por medio de un cinturón o
guardadas en bolsas, otras se tienen en la casa para ofrecer betel a los visitantes.

PAREJA DE BULUL

CAJAS DE BETEL.

Esta pareja de figuras provienen de la provincia ifugao, ubicada en la zona septen-


trional de Luzón (Filipinas). Está realizada en madera y miden aproximadamente 36 y
44 cm., respectivamente. Se datan en el siglo XIX, aunque incluso pudiera tratarse de
piezas más antiguas. En la actualidad se encuentran en la Fundación Folch.
La talla de madera, es otra de las técnicas desarrolladas por los pueblos que
habitan las Filipinas. La abundancia de maderas hace que sea un material em-
pleado tanto para la realización de esculturas como recipientes más cotidianos e
incluso muebles. En el caso concreto de estas tallas, están realizadas en madera
de narra y están asociadas a la producción de grandes cosechas de arroz. Esta
disposición en parejas de ambos sexos, los relacionan con el ciclo de procreación
que está a su vez vinculado con su función de proteger e incrementar las cose-
chas de los arrozales.
Antes de ser colocadas en los graneros que era su destino final, tenían que ser
activadas por medio de una ceremonia ritual en la que se sacrificaban animales y se
hacían ofrendas de arroz para que la cosecha fuera fructífera, posteriormente se
vertía la sangre del animal sacrificado encima del bulul y ya estaba considerado
apto para proteger las cosechas.
370 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PAREJA DE BULUL. IFUGAO.

Los bulul se heredaban de padres a hijos, aunque solo los podían poseer las
familias más ricas, ya que comprendía un gasto importante para éstas.
La disposición de esta pareja de bulul, en concreto sentados y con los bazos
apoyados sobre las rodillas, era común, aunque también se han encontrado muchos
ejemplos de pie.
Normalmente apenas se aprecian los rasgos del rostro ni los miembros sexuales,
ya que eran tallas muy esquemáticas e hieráticas.

ANITO

Pieza proveniente de la zona septentrional de la isla de Luzón (Filipinas), perte-


nece al pueblo Kankanay. Está realizada en madera y mide aproximadamente 35.5
cm., de alto. Datable en el siglo XIX, en la actualidad se encuentra exhibida en el
Museo Nacional de Antropología de Madrid.
La producción de figuras de madera, encuentra en la producción de los Anitos,
otro importante conjunto, en este caso, cargado de una especial y profunda signifi-
cación animista. Esta talla de madera, como se ha señalado, pertenece a la tribu de
los Kankanay, una de las más importantes de la Cordillera de Luzón. Su figuración
hace que se trate de una de las más singulares, al estar representada con un bol, y a
que se ha conservado en muy buen estado permitiendo percibir el realismo y deta-
lle con los que se realizó, una evolución sin duda alejada del esquematismo de los
bulul.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 371

ANITO KANKANAY.
372 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

Su importancia radica en ser un tipo de figura que formaba parte de los rituales
de estas gentes, ya que se utilizaban en las ceremonias relacionadas con los buenos
augurios para las cosechas de arroz que mencionábamos antes, depositándose vino
de arroz en éste cuenco que portan las tallas.
La figura con bol que nos ocupa tiene una combinación de materiales que no
habíamos encontrado hasta el momento, como son la madera, la cerámica para la
representación de los ojos y pelo natural.
Está realizada con un gran detalle, algo que podemos comprobar en la represen-
tación de los tatuajes característicos de los Igorrotes, que aquí aparecen en las
manos y brazos. También se aprecia la representación del sexo masculino más
exagerada que en tallas anteriores, manifestando su papel mágico religioso y una
mayor preocupación por aproximarse sus creadores, a través de ellas, a un mayor
naturalismo y reflejo de la población que la realizó.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 373

APÉNDICE DOCUMENTAL

BAUTISMO DEL REY DE ZUBU*

«Prometió el rey a nuestro capitán abrazar la religión cristiana; se fijo para la ceremo-
nia el domingo 14 de Abril de 1521. Se aderezó, al efecto, en la plaza ya consagrada un
tablado adornado con tapicerías y ramas de palmeras. Saltamos a tierra cuarenta hom-
bres, más dos armados de pies a cabeza, que daban guardia de honor al pendón real. Al
pisar tierra los navíos dispararon toda la artillería, lo que asustó a los isleños. El capitán
y el rey se abrazaron. Subimos al tablado, en el que había para ellos dos sillas de
terciopelo verde y azul. Los jefes isleños se sentaron en cojines, y los otros en esteras.
Hizo el capitán decir al rey que, entre las muchas ventajas de que iba a gozar
haciéndose cristiano, tendría la de vencer más fácilmente a sus enemigos. El rey
respondió que estaba muy contento de convertirse, aun sin beneficio ninguno;
pero que le agradaba el poder hacerse respetar de ciertos jefes de la isla que rehu-
saban sometérsele, diciendo que eran hombres como él y no querían obedecerle.
Entonces el capitán mandó que los trajeran y les dijo que si no obedecían al rey
como soberano, los haría matar a todos y confiscaría sus bienes en provecho del
rey. Con esta amenaza todos los jefes prometieron reconocer su autoridad.
A su vez el capitán aseguró al rey que a su vuelta a España volvería a su país
con fuerzas mucho más considerables, y que les haría el más poderoso monarca de
aquellas islas, recompensa merecida por haber sido el primero que abrazó la reli-
gión cristiana. El rey dio las gracias levantando las manos al cielo y les rogó
insistentemente que dejase algunos hombres con él para que le instruyesen en los
misterios y deberes de la religión cristiana, lo cual prometió el capitán; más a
condición de que le confiase dos hijos de personajes de la isla para llevarlos con él
a España, donde aprenderían la lengua española, para que a su vuelta pudiesen dar
una idea de lo que hubieran visto.
Después de haber plantado una gran cruz en medio de la plaza se pregonó que
cualquiera que quisiese cristianizarse debería destruir todos sus ídolos, colocando
la cruz en su lugar. Todos consintieron. El capitán, tomando al rey de la mano le
condujo al tablado; vistiéronle enteramente de blanco, y se le bautizó con el rey de
Massana, el príncipe su sobrino, el mercader moro y otros muchos, hasta quinien-
tos. Al rey, que se le llamaba raja Humabon, se le puso el nombre de Carlos, por el
emperador; los demás recibieron diversos nombres. Se dijo en seguida misa, des-
pués de la cual le acompañó hasta las chalupas, que nos volvieron a la escuadra; al
llegar dispararon otra descarga cerrada.
Acabada la comida fuimos a tierra muchos con el capellán para bautizar a la
reina y a otras mujeres. Subimos con ellas al tablado, y yo mostré a la reina una
imagen pequeña de la Virgen con el Niño Jesús, que le agradó y enterneció mucho.
Me la pidió para colocarla en lugar de sus ídolos, y se la di de buena gana. Se puso
a la reina el nombre de Juana, por la madre del emperador...».

* PIGAFETTA, A. Primer viaje en torno del globo. Madrid. Espasa Calpe. 1999,
pp. 103-104.
374 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 375

APÉNDICE I: CARTOGRAFÍAS

MAPA DE LOS PRINCIPALES CENTROS MESOAMERICANOS.


376 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ÁREAS CULTURALES DEL PERÍODO CLÁSICO.

DISTRIBUCIÓN DE LOS PRINCIPALES YACIMIENTOS MESOAMERICANOS.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 377

DISTRIBUCIÓN DE LAS PRINCIPALES YACIMIENTOS MINERALES


EN MESOAMÉRICA.
378 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

LA CUENCA DEL VALLE DE MÉXICO.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 379

PRINCIPALES YACIMIENTOS DE LA CULTURA MAYA.


380 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ESQUEMA DE LA DISTRIBUCIÓN DE YACIMIENTOS EN EL ÁREA MAYA.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 381

DISTRIBUCIÓN DE LAS RUTAS DE INTERCAMBIO MARINAS, EN TORNO A LA


PENÍNSULA DE YUCATÁN.
382 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PRINCIPALES RUTAS DE ENTRADA A SUDAMÉRICA.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 383

DETALLE DE LA ÁREA GEOGRÁFICA EN TORNO A LOS RÍOS


MAGDALENA Y CAUCA.
384 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PERÚ EN LA ÉPOCA CHAVÍN.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 385

ÁREAS Y ASENTAMIENTOS DE LAS CULTURAS ANDINAS A COMIENZOS DEL


PERÍODO INTERMEDIO TEMPRANO
386 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ÁMBITO DE INFLUENCIA DE LA CULTURA DE TIAHUANACO.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 387

EL IMPERIO INCA EN 1532.


388 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

MAPA DEL PERÚ ACTUAL CON LOS PRINCIPALES ASENTAMIENTOS INCAS.


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 389

MAPA DE LAS ISLAS FILIPINAS.


390 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

IMAGEN VÍA SATÉLITE DE LUZÓN. (FILIPINAS).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 391

APÉNDICE II: PLANIMETRÍAS

PLANO DE LA VENTA.
392 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANTA Y SECCIÓN DE LA PIRÁMIDE DE CUICUILCO. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 393

PLANO DE EL ÁREA CENTRAL DE TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).


394 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANTA Y ALZADO DE LA PIRÁMIDE DE LA LUNA. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 395

ESPACIOS HABITACIONALES DE TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).


396 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANTA Y SECCIÓN DE LA PIRÁMIDE DE CHOLULA. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 397

PLANTA DE XOCHICALCO. (MÉXICO).

PLANO DE EL TAJÍN. (MÉXICO).


398 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANTA Y ALZADO DE LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS. EL TAJÍN. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 399

PLANO DE CEMPOALA. (MÉXICO).


400 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANO DE MALINALCO. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 401

PLANO GENERAL DE CHICHÉN ITZÁ. YUCATÁN. (MÉXICO).


402 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANTA DEL TEMPLO DE LOS GUERREROS. CHICHÉN ITZÁ. YUCATÁN. (MÉXICO).

VISTA AXIOMÉTRICA DEL CUADRÁNGULO DE LAS MONJAS. UXMAL. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 403

PLANO DE UXMAL. YUCATÁN. (MÉXICO).


404 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANO DE COPÁN. (HONDURAS).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 405

ESQUEMA DE LA PLANTA DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).


406 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

PLANTA GENERAL DE LA CIUDAD DE CHAN CHÁN. TRUJILLO. (MÉXICO).


HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 407

PLANO DE TIAHUANACO. (BOLIVIA).


408 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 409

APÉNDICE III: CUADROS CRONOLÓGICOS

MESOAMÉRICA
FECHA ZONA POBLADOS Y LUGARES APORTACIÓN CULTURAL Y/O ARTÍSTICA
APROX. GEOGRÁFICA
40000- Se inicia el poblamiento del
5000 a.C. continente americano

5000- Aparecen los primeros poblados y


2500 a.C. se comienza a cultivar el maíz
2500- Generalización de la agricultura Aparición de la cerámica y primeros vestigios
1700 a.C. de objetos de piedra con la superficie pulida.
1700- Valle de México Zacatenco y Copilco Se realizan vasijas cerámicas con decoración a
1300 a.C. base de incisiones.
Costa del Golfo Olmecas. San Lorenzo Primeros espacios planificados con indicios de
Tenochtitlán. presencia de infraestructuras hidráulicas.
Área maya Primeros establecimientos Asentamientos localizados en puntos
estratégicos.
1300-800 Valle de México Zacatenco y Tlatilco Cerámica de influencia olmeca.
a.C.
Costa del Golfo Olmecas y Huastecas. San Lorenzo Juego de pelota; cabezas monumentales,
Tenochtitlán, La Venta, Tres altares, estelas, máscaras y cerámica.
Zapotes y Remojadas.
Oaxaca Pueblos Olmecas 1ª Fundación de Monte Albán en los Valles de
Oaxaca, sustituyendo al enclave de San José
Mogote.
800-200 Valle de México Ticomán y Cuicuilco. Pirámides del Altiplano.
a.C. Fundación de Teotihuacán.
Costa del Golfo Olmecas y Huastecas, con lugares Tumbas con Túmulos, Pirámide de La Venta.
en San Lorenzo, La Venta, Tres El Luchador de Uxpanapa, Estela “C” de Tres
Zapotes y Remojadas. Zapotes y Figurillas de Cerro de las Mesas.
Noroeste Cerámica de Chupícuaro.
Oaxaca Monte Albán. Construcción del templo de los Danzantes y
conformación del sector occidental de la
ciudad. En escultura destacan los glifos.
Área maya Nacimiento de la civilización
maya. “Fase Miraflores” de
Kaminaljuyú.
410 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

200-0 Valle de México Lugares de Teotihuacán. Se consolida el centro ceremonial de la ciudad.


a.C. Se realizan máscaras, estatuas antropomorfas,
vasos de cerámica, estelas. En pintura destacan
los murales del Templo de la Agricultura y el
del Paraíso Terrenal.
Costa del Golfo Huastecas. Remojadas, El Tajín y Se edifican las primeras pirámides de piedra,
Veracruz. vasos antropomorfos y estatuillas.
Noroeste. Tumba de Morett. Cerámica de Colima,
Jalisco y Nayarit. Fin de la cerámica de
Chupícuaro.
Oaxaca Zapotecas. Monte Albán y Se concluye la explanada de Monte Albán. En
Dainzú. Dainzú se labran las lápidas con los jugadores
de pelota.
Área maya Uaxactún. Pirámide con elementos olmecas.
0-400 Valle de México Teotihuacán Se construyen la Pirámide de la Luna y la
d.C. Ciudadela. Se edifica el Palacio de
Quetzalpapálotl .
Costa del Golfo Huastecas. El Tajín y Veracruz. Núcleo de la pirámide de los Nichos. Figurillas
de terracota y vasos antropomorfos.
Noroeste Desarrollo de la cerámica de Colima, Jalisco y
Nayarit.
Oaxaca Zapotecas. Se configura la plaza de Monte Albán como
centro ceremonial de la ciudad. Se cierra el
ángulo noreste con el Juego de Pelota.
Área maya Lugar de Tikal. Estela del año 292.
400-650 Valle de México Teotihuacán. Comienza la fase de decadencia de la ciudad
d.C. que la llevará a su destrucción parcial en el
siglo VII.
Costa del Golfo y Huastecas. El Tajín y Veracruz. Se construye la Pirámide de los Nichos tal y
Huasteca como ha llegado a nosotros, convirtiéndose en
el referente planificador urbano de la ciudad.
Noroeste Tumbas de El Opeño
Oaxaca Zapotecas, desarrollo de Monte Etapa en la que se construyen las tumbas de
Albán. Monte Albán en las que se depositan ricos
ajuares entre los que destacan las urnas
funerarias. También sobresalen los frescos que
decoran sus interiores.
Área maya Copán, Uxmal y Palenque. Templo de las siete estatuillas de Dzibilchaltún,
inicio de la Acrópolis de Copán, Templo del Sol
de Palenque, Juego de la pelota de Uxmal.
Dintel de Yaxchilán y del Templo I de la
Pirámide del Adivino de Uxmal y Estela de
Cobá.
650-950 Valle de México Xochicalco, Tula, Cholula- Templo de la Serpiente emplumada de
d.C. Cacaxtla y Teotenango. Xochicalco, Pirámide de Teotenango. Estelas,
relieves polícromos y frescos de Cacaxtla.
Costa del Golfo y Huastecas y Totonacas. El Tajín, Conjunto de Cempoala. Juegos, hachas
Huasteca. El Tamuín y Veracruz. ceremoniales, palmas, estelas, “Adolescente”
del Tamuín.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 411

Noroeste Cerámica de Colima, Jalisco y Nayarit.


Oaxaca Zapotecas y Mixtecas. Tilantongo, Conformación del centro de Yagul como un
Monte Albán y Yagul. enclave militar que controlaba el paso natural
que comunicaba Monte Albán y Dainzú con
Mitla.
Área maya Palenque, Tikal, Uxmal, Copán, Palacios y templos de la Cruz y de la Cruz
Quiriguá y Chichén Itzá. Foliada de Palenque, Tumba del Templo y
Templo IV de Tikal y Casa del Gobernador de
Uxmal. Tribuna de los Espectadores de Copán,
“El Caracol” de Chichén Itzá. Losa de la
Cripta de Palenque, Dintel 53 de Yaxchilán,
Estelas de Quiriguá, Dintel fechado de Chichén
Itzá, murales de Bonampak.
950-1200 Valle de México Toltecas y Chichimecas. Juego de Pelota.
d.C. Teotenango.
Destrucción de Tula por los
Chichimecas.
Costa del Golfo y Toltecas, Huastecas y Totonacas. Juegos de Pelota, Tajín Chico. Bajorrelieves,
Huasteca El Tajín y Veracruz. estatuillas, cerámica, estelas, yugos, hachas
ceremoniales.
Noroeste Cerámicas de Colima, Jalisco y Nayarit.
Oaxaca Mixtecas. Monte Albán. En las artes suntuarias se constata la llegada
de influencias desde Sudamérica a través del
Istmo de Panamá y se inicia la metalurgia del
oro y del cobre.
Área maya Chichén Itzá y Mazapán. Primer y Segundo Castillo y Juego de Pelota de
Chichén Itzá. En las artes suntuarias se inicia
la metalurgia del oro y del cobre.
1200- Valle de México Aztecas, Chichimecas y Mixtecas. Pirámides de Tenayuca y la circular de
1519 d.C. Tenochtitlán, Tenayuca y Cholula. Calixtlahuaca, Templo rupestre de Malinalco,
Conjunto ceremonial de Tlatelolco. Estatuas de
la diosa Coatlicue, de Chicomecóatl, estelas,
máscaras, vasos polícromos de Cholula,
mosaicos y arte plumario (máscaras, escudos y
tocados).
Costa del Golfo y Toltecas, Huastecas, Aztecas y Pirámides redondas, templos, Castillo de
Huasteca Totonacas. El Tajín y Cempoala. Teayo, “las Chimeneas” de Cempoala; estelas,
yugos, hachas, vasos y palmas.
Oaxaca Mixtecas y Aztecas. Monte Albán, Palacios de Yagul, Juego de Pelota y Palacios
Mitla y Yagul. de Mitla, tumbas. Aportaciones geométricas de
los entrepaños del Grupo de las Mil Columnas.
Tesoro de la tumba nº 7 de Monte Albán,
cerámica policroma; Códice Zouche-Nutall,
Códice Vindobonensis.
Área maya Tulum, Mixto Viejo, Ixinché. Edificios de Tulum y Mixto Viejo:
Tzintzuntzan capital de los tarascos.
412 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

ÁREA ANDINA: PERÚ.

FECHA ZONA POBLADOS Y LUGARES APORTACIÓN ARTÍSTICA


APROX GEOGRÁFICA
2500-1250 Costa del extremo Dacha Prieta y Cerro Calabazas decoradas de Huaca Prieta. Templo de
a.C. norte y del norte. Sechín. los monolitos esculpidos de Cerro Sechín. Huaca
de los Reyes en Caballo muerto.
Costa central y sur. Paracas, Río Seco y El
Paraíso.
Zona andina. Kotosh, Sechín Alto y Templo de las Manos Cruzadas y cerámica de
Lauricocha. Kotosh. Gran santuario de Sechín Alto.
1250-850 Costa del extremo Tembladera, Chongoyape, Cerámica de Tembladera.
a.C. norte y del norte. Guañape y Cupisnique.
Costa central y sur. Paracas Precoz. Curayacu, Cerámica.
Ancón, Paracas Cavernas o
Paracas Medio, Paracas
Necrópolis o Paracas
Tardío.
Zona andina. Kotosh, Sechín Alto y Plaza circular de Sechín Alto.
Marcavelle.
850-300 Costa del extremo Cerámica vicús chavinoide y cerámica vicús
a.C. norte y del norte. Salinar.
Costa central y sur. Cura yacu, Ancón, Paracas-
Cavernas o Paracas Medio,
Paracas-Necrópolis o
Paracas tardío.
Zona andina. Chiripa. Inicio del templo de Chavín, escultura del
Lanzón, cerámica Urabarriu, Obelisco de Tello,
Dintel de los Jaguares, Pórtico, Estela Raimondi,
Cerámica Janabarriu, inicio de la metalurgia del
oro.
300 a.C.- Costa del extremo Loma Negra, Salinar, Metalurgia del cobre en Loma Negra, Cerámica
600 d. J. norte y del norte. Cultura proto-mochica, Vicús-Virú, Cerámica Gallinazo Antiguo, Vicús-
Moche. Mochica, apogeo del clasicismo mochica en
Moche.
Costa central y del sur. Chancay, Entrelazado, Lina Dibujos de la Nazca-Palpa.
Antiguo, Proto-Nazca o
Precoz, Nazca Medio,
Nazca Tardío.
Zona andina. Recuay, Pucara, Cerámica de Recuay. “Templo semisubterráneo”
Tiahuanaco, Chanapata. y cerámica de Tiahuanaco.
600-1000 Costa del extremo Huari, Moche, Fundación de Pampa Grande, influencia Huari-
d.C. norte y norte. Lambayeque. Tiahuanaco.
Costa central y sur. Tiahuanaco Epigonal.
Zona andina. Huari-Cajamarca, Huari, Cerámica Huari, Cráteras estilo Pacheco.
Tiahuanaco-Huari
“expansivo”.
1000-1400 Costa del extremo Lambayeque, Chimú, Inicio de la cultura Chimú, inicio de la
d.C. norte y norte. Chimú Medio, Huaca el construcción de Chan Chán.
dragón.
Costa central y sur. Ica, Chancay, Ica-Chincha.
Zona andina. Cajamarca, Inca Antiguo.
1400-1532 Costa del extremo Tallan, Inca-Chimú.
d.C. norte y norte.
Costa central y sur. Inca-Ica, Inca-Chancay. Construcción de Tambo Colorado.
Zona andina. Inca. Inicio de la cerámica, fundación de Sacsahuamán,
Machu Picchu y reestructuración de Cuzco,
fundación del santuario de Kenco.
1532 d.C. Costa del extremo Conquista española.
norte y norte.
Costa central y sur. Conquista española.
Zona andina. Conquista española,
Atahualpa en manos de
Pizarro.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 413

ÁREA ANDINA: COLOMBIA

FECHA POBLADOS Y LUGARES APORTACIÓN ARTÍSTICA


APROX
15000-5000 Puntas de lanza.
a.C.
5000-3900 Puerto Hormiga y Prechibcha.
a.C.
1000 a.C.- Tairona, Chibcha, Calima, Tumaco, Monolitos antropomorfos, templos monolíticos de San
200 d.C. Sinú y San Agustín. Agustín. Santuario de Lavapatas.
200-600 San Agustín, Calima, Tierradentro yCerámica con motivos zoomorfos y fitomorfos y
d.C. Tumaco. orfebrería en oro de Calima; figurillas, máscaras y
representaciones zoomorfas de Tumaco.
600-1521 Nariño, Quimbaya, Chibcha o Muisca Orfebrería en oro y urnas funerarias con motivos
d.C. y Tolima. antropomorfos de Quimbaya Placas antropomorfas o
tunjos con representaciones antropomorfas, esculturas
de oro (balsa de Guatavita) de Chibcha o Muisca y de
Tolima artes suntuarias con motivos geométricos
zoomorfos.

ÁREA ANDINA: ECUADOR

FECHA POBLADOS Y LUGARES APORTACIÓN ARTÍSTICA


APROX
3900- Real Alto, Loma Alta, Cerro Cerámica de Cerro Narrio y cerámica y “venus” de Valdivia.
2300 a.C. Narrio y Valdivia.
2300- Valdivia y Machalilla.
1300 a.C.
1300 Chorrera. Vasos zoomorfos y antropomorfos, tendencia a la geometrización;
a.C.-500 inicio de la metalurgia del oro en el norte.
d.C.
500-550 Bahía, Jama-Coaque y La Tolita. Figuras antropomorfas de cerámica de Bahía, representaciones
d.C. antropomorfas policromas de Jama-Coaque y representaciones
naturalistas de La Tolita.
550-1463 Manteña, Milagro-Quevedo, Incensarios antropomorfos de cerámica negra de Manteña y
d.C. Negativo de Carchi, Puruba, trabajos en oro y tejidos de Milagro-Quevedo.
Cashaloma y Cuasmal.
1463- Integración del Ecuador en el
1532 d.C. Imperio Incaico. Fundación de
Tomebamba y de Ingapirca.
1532 d.C. Conquista.
414 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
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424 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS
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HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 425

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 7

CAPÍTULO 1: EL ESPACIO GEOGRÁFICO, POBLAMIENTO


Y ÁREAS CULTURALES. ........................................................................................ 9

CAPÍTULO 2: ASPECTOS CULTURALES. .......................................................... 37

CAPÍTULO 3: LA TECNOLOGÍA PREHISPÁNICA. ............................................ 67

CAPÍTULO 4: TESTIMONIOS INICIALES DE LA PRESENCIA


HUMANA EN AMÉRICA. ....................................................................................... 93

CAPÍTULO 5: LA CIUDAD EN MESOAMÉRICA. ............................................. 115

CAPÍTULO 6: LOS DESARROLLOS URBANOS EN EL ÁREA ANDINA. ...... 141

CAPÍTULO 7: ARQUITECTURA MESOAMERICANA. .................................... 165

CAPÍTULO 8: LOS MODELOS CONSTRUCTIVOS


EN EL ÁREA ANDINA. ......................................................................................... 191

CAPÍTULO 9: LA PINTURA EN LAS CULTURAS PREHISPÁNICAS. ........... 215

CAPÍTULO 10: LA ESCULTURA: MATERIALES E ICONOGRAFÍA. ............ 241

CAPÍTULO 11: CREACIÓN Y FUNCIÓN DE LA CERÁMICA. ....................... 271

CAPÍTULO 12: EL TRABAJO EN METAL. ........................................................ 299

CAPÍTULO 13: LAS ARTES DECORATIVAS. ................................................... 323


426 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOSÍNDICE
PÉREZ

CAPÍTULO 14: ARTE PREHISPÁNICO EN FILIPINAS. .................................... 349

APÉNDICE I: CARTOGRAFÍAS ........................................................................... 375

APÉNDICE II: PLANIMETRÍAS ........................................................................... 391

APÉNDICE III: CUADROS CRONOLÓGICOS. ................................................... 409

APÉNDICE IV: BIBLIOGRAFÍA. .......................................................................... 415

ÍNDICE FOTOGRÁFICO ....................................................................................... 423

ÍNDICE .................................................................................................................... 425

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