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MATERIALES DIDÁCTICOS I:
CULTURAS PREHISPÁNICAS
DirectorDOMÍNGUEZ
CARLOS de la serie:
RAFAEL LÓPEZ
RAFAEL BRIONES GUZMÁN
(Eds.)
Autores
MIGUEL ÁNGEL SORROCHE CUERVA
ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
MATERIALES DIDÁCTICOS I:
CULTURAS PREHISPÁNICAS
GRANADA
2004
Reservados todos los derechos. Está prohibido reproducir o transmitir esta publicación, total
o parcialmente, por cualquier medio, sin la autorización expresa de Editorial Universidad de
Granada, bajo las sanciones establecidas en las leyes.
CAPÍTULO PRIMERO
Dentro del área mesoamericana, los ambientes geográficos que podemos encon-
trar son diversos destacando la costa del Golfo, el Valle de México, los Valles de
Oaxaca y la Península del Yucatán, sin olvidar el occidente mexicano y la costa
del Pacífico, todos ellos espacios en los que se desarrollaron por ejemplo culturas
como la olmeca, zapoteca, tolteca, azteca o maya.
El Golfo de México va a ser el escenario en el que aparezca la primera de las
grandes culturas mesoamericanas, la olmeca. Con un clima tremendamente oxidan-
te, este sector de la costa oriental mexicana que comprende los actuales estados de
Veracruz y Tabasco, está surcado por una serie de ríos caudalosos como el Coatza-
coalcos, Pánuco, Papaloapán y Tonalá, que estructuran y definen una región panta-
nosa en la que llegaron a funcionar como importantes vías de comunicación, dadas
las dificultades para transitar por un interior terrestre tremendamente frondoso y
montañoso. En este sentido, la vegetación selvática, favorecida por las altas tempe-
raturas de la zona y una media pluviométrica en torno a los 1500 mm anuales, se
convirtió en un inconveniente para el desarrollo de una agricultura que constante-
mente tenía que ganarle terreno para generar campos de cultivo.
Junto a la anterior, el Valle de México es otra de las regiones en la que nos
vamos a detener y a la que se le dedicará una especial atención. Se conforma como
una depresión rodeada por elevaciones de variable altitud que se alza a más de dos
mil metros sobre el nivel del mar y que con sus aproximadamente ocho mil kilóme-
tros cuadrados de superficie y sus cien kilómetros de longitud de norte a sur, está
limitada por valles tan importantes como los de Puebla y Toluca. Todo su centro lo
ocupaba el Lago de Texcoco, en cuyas orillas surgieron importantes aglomeracio-
nes humanas, desde el período Arcaico hasta la caída de Tenochtitlán.
El régimen hidrológico que condiciona el nivel del lago, el carácter lacustre del
mismo, junto a otros determinantes climáticos, han influido tanto en la distribu-
ción y características de los asentamientos en la zona, como en la misma naturaleza
que se disponía en él, afectando a la vegetación de su interior, a las abundantes
áreas boscosas que se distribuyen en sus alrededores, etc., dos testimonios claros
del largo proceso antrópico del espacio, que ha llevado a las actuales característi-
cas geográficas del lugar en el que se asienta la ciudad de México.
Los numerosos volcanes que salpican la región, son testimonio de la juventud
del relieve americano, y en el que éstos no solamente se han convertido en refe-
rentes ordenadores del lo que podríamos denominar como espacio mágico – reli-
gioso, para las gentes que han habitado en estos lugares, sino que en parte son la
explicación de empleo de un tipo de piedra muy característico y que predomina
en muchas de las construcciones y obras de infraestructura de la región, el tezon-
tle.
Los Valles de Oaxaca, son el tercer ámbito geográfico destacado en Mesoaméri-
ca. Se trata de un nudo geográfico de comunicaciones en el que confluyen, en un
territorio situado al sureste del Valle de México, tres valles que desde etapas ini-
ciales se convirtieron en vías de comunicación y de asentamiento gracias a sus
tierras fértiles. Etla, Zaachila y Tlacolula, conforman una red de tránsito fundamen-
tal en cuyo centro surgió, aproximadamente hacia el siglo VIII a.C. el importante
enclave de Monte Albán, capital zapoteca y uno de los núcleos más prolíficos de
Mesoamérica. Sería también con el tiempo, el lugar en el que se desarrollaría el
pueblo mixteca.
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VALLE DE MÉXICO.
14 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
como una estrecha banda que recorre los países de Colombia, Ecuador, Perú y norte de
Chile y Argentina, en la que el desierto ha dominado todo el espacio geográfico. Su
extensión se ve salpicada solamente por ríos de corto recorrido que descienden desde
los Andes, y que generaron unos focos de poblamiento que, a manera de pequeños
oasis, permitieron el desarrollo de centros culturales gracias a la estabilidad de grupos
humanos que aprovecharon los escasos recursos hídricos de los que disponían. Será en
ellos en los que aparezca una incipiente agricultura que combinada con los aportes
alimenticios del mar, conformaría la base de la dieta de estos grupos.
En este sentido, muy relacionada con ella está la corriente marina de Humboldt
que desde el sur aporta agua fría a la costa peruana, enriqueciendo las posibilida-
des de pesca de todo el litoral, pero impidiendo que lleguen los vientos cálidos
cargados de lluvia desde el norte. Esta situación, que es la causante de la sequía
endémica de esta zona del planeta, provoca en no pocas ocasiones, que la corriente
fría se vea contrarrestada por otra cálida conocida como El Niño, que proveniente
de las zonas tropicales, calienta rápidamente el aire húmedo de la superficie del
agua, provocando lluvias torrenciales. La posibilidad de que se produzcan estos
desastres naturales se ha llegado a poner en relación con el auge o decadencia de
algunas de las culturas que se desarrollaron en la costa.
El interior, por el contrario se articula tremendamente condicionado por la pre-
sencia de los Andes que alcanzan alturas cercanas a los siete mil metros. Organiza-
dos en varias cadenas paralelas a la línea de costa, con confluencias nodales, dejan
entre ellas valles que dieron lugar a zonas de microclimas que fueron ocupados por
culturas como la chavín, wari o la inca, aprovechando todos sus recursos naturales,
y protagonizando algunos de los capítulos más impresionantes de adaptación del
medio a las necesidades humanas.
En esta región destaca el lago Titicaca, verdadero foco de civilización, que a
pesar del inconveniente de contar con un 2% de sal en su agua, limitó mucho la
explotación agrícola de su orilla, pero no evitó el que se desarrollará como área
habitada, generando toda una serie de mitos religiosos en torno a él, que le convir-
tieron en el lugar originario de diversos pueblos y punto de peregrinación a centros
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como Tiahuanaco. Junto a él, las corrientes fluviales que recorren estos valles
interiores, generan algunas de los ríos más caudalosos del mundo, como el Mara-
ñón o el Vilcanota-Urubamba afluentes del propio río Amazonas que tiene en estas
estribaciones su nacimiento.
Tras los primeros contactos con los habitantes de América, los europeos comen-
zaron a preguntarse cuál pudo haber sido el origen de la llegada de éstos a un
territorio tan extenso y alejado de Europa. En este sentido, ya en el siglo XX, se
definieron dos corrientes de pensamiento que buscaron dar respuesta a este proble-
ma. Por un lado los difusionistas o monogenistas defendían postulados que no
consideran la creación independiente del ser humano en América, sino inserta den-
tro de los ciclos vitales de traslación mundial desde el foco originario africano; por
otro los evolucionistas o poligenistas proponían la tesis de un origen independien-
te para las civilizaciones del Nuevo Mundo, sin ninguna relación con oleadas
exteriores provenientes de otros territorios.
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De esta manera, el arco temporal con el que trabajaremos para el área mesoame-
ricana se organizará en base a:
grandes civilizaciones como la chavín, nazca, mochica, chimú, wari, etc., y que
culminarían en el imperio incaico.
El área Centro-Sur en torno al lago Titicaca se convierte en un territorio que
enlaza los andes centrales con la zona meridional, teniendo a las culturas pucará y
tiahuanaco como las más importantes. Por último el área andina Meridional inclu-
ye territorios chilenos y del noroeste de Argentina, en los que destacaremos por
ejemplo restos de la cultura chinchorro.
No queremos dejar de citar al conjunto de tierras que se disponen en torno a la
América Nuclear, y que vienen en denominarse como la América Marginal. En ella
podemos distinguir los territorios que se extienden en América del Norte desde
Alaska hasta la frontera con Mesoamérica, distinguiendo la región de las Montañas
Rocosas y las Llanuras Occidentales, la región del Caribe, y en el cono sur la
Amazonia, la Pampa y la Patagonia.
Los intentos por determinar la nomenclatura con la que designar cada uno de
los períodos en los que hemos dividido tanto la evolución de Mesoamérica como
la de la región andina, se caracterizan por la adopción de distintos criterios para
ejecutar dicha estructuración.
Para los mesoamericanistas el término clave para los períodos es Clásico, mien-
tras que los andinistas en cambio, prefieren el de Horizonte. En este sentido las
matizaciones se hacen evidentes ya que el primero supone una apreciación de
carácter cualitativo y el segundo de valoración respecto a la unidad política y si se
quiere cultural, definida por los restos arqueológicos. Los dos términos claves re-
flejan diferencias en los objetos y en las actitudes y así, el adjetivo clásico señala
sus afinidades con el mundo mediterráneo, mientras que por el contrario, cuando se
emplea el calificativo de horizonte, se alude a una alternancia entre períodos de
unidad territorial, y etapas de una clara fragmentación que se refleja en la aparición
de estilos regionales.
Recientemente se ha propuesto la adopción de una terminología de valor neutro
como la de los andinistas para evitar las implicaciones desarrollistas de palabras
como formativo y clásico. Pero ignoran los aspectos valorativos de términos como
horizonte e intermedio, que también juzgan y no hacen más que sustituir períodos
de diversa duración, que pueden llegar a ser más borrosos en los estudios sincróni-
cos que las divisiones del Clásico en temprano, medio y tardío.
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SELECCIÓN DE IMÁGENES
EL ESTRECHO DE BERING
Uno de los puntos más polémicos en el desarrollo de las diversas teorías que
intentan explicar la llegada del hombre al continente americano, lo protagoniza
este accidente geográfico. Punto de contacto físico en su momento entre América y
Asia, se conformó como un pasillo natural en la etapa de las glaciaciones, cuando
el nivel del mar era inferior al actual, permitiendo el tránsito de manadas de anima-
les y de grupos humanos que acabaron poblando todo el continente.
En este sentido son determinantes algunos de los rasgos físicos que caracterizan
a los pobladores de América, en los que se encuentran elementos similares a algu-
nos grupos asiáticos como los ojos rasgados, la ausencia de pelo por el cuerpo o
incluso la propia forma del cráneo, que venían a confirmar las posibles oleadas que
desde un período en torno al 40000 a. C., se sucedieron.
como la más lógica, ante las preguntas que se generaron sobre la procedencia del
hombre en este territorio.
Su importancia es tal, que en el desarrollo de hipótesis como las de Paul Rivet,
su protagonismo se ve complementado por la incorporación de otra vía de llegada
de elementos que poblaron el continente americano como es la ruta marina, a
través fundamentalmente del Pacífico. Esta teoría, que no viene a restar importan-
cia a la propuesta inicial de la vía terrestre, permite justificar la presencia de otros
elementos raciales, fundamentalmente en América del Sur, aportados por grupos
melanesios y australianos y que se han querido ver reflejados en algunos compo-
nentes de los ejemplos más antiguos de la cerámica americana.
EL GOLFO DE MÉXICO
LOS ANDES
Uno de los espacios en los que se puede observar de una manera más clara la
influencia del medioambiente en el desarrollo de algunas culturas es en el de la
Cordillera de los Andes. Esta enorme barrera montañosa que recorre América del
Sur desde Colombia hasta Chile, articula la costa occidental del continente en tres
zonas que se aceptan como las básicas para ordenar la distribución de los grupos
humanos que se desarrollan en ellas. En este sentido, los Andes se convierten en
una frontera natural que genera espacios que se relacionan de una forma paralela.
Una la costa, otra los valles interiores y por último la extensa Amazonia que se
convertía en la inexpugnable frontera al oriente de la cordillera.
De todas, las dos primeras albergarán el desarrollo de las culturas prehispánicas
en Suramérica. La Costa es posiblemente la más importante, ya que concentrará a
un mayor número de ellas, en un territorio con características desérticas determina-
das por la influencia de la corriente marina de Humboldt, pero en la que se dispo-
nen un conjunto de valles transversales, que serán los espacios más propicios para
el desarrollo de grupos estables que acabarán relacionándose con aquellos que
aparecen en la montaña.
30 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
El carácter agreste de este medio, obligó a una intervención por parte del ser
humano para adaptarlo a sus necesidades y antropizarlo hasta el punto de generar
verdaderos paisajes culturales, donde se daba una modificación del territorio para
su explotación. Algunos de ellos incluso de menor intensidad en su transforma-
ción, no obstante conformaban ejemplos de enorme valía técnica, donde se reali-
zan verdaderas obras de ingeniería como los acueductos que permitían tomar agua
de las corrientes que bajaban al Pacífico y que por su esporádica presencia obliga-
ban a su racional utilización.
En el interior, sin duda la labor más trascendente fue la construcción de los
andenes, que acabarán dando nombre a la cordillera, y que se convierten en un
verdadero ejemplo de modulación de las pendientes para permitir controlar el cir-
cuito del agua que permitía la explotación agrícola de la tierra.
EL LAGO TITICACA.
La atracción que jugó este último espacio en las culturas que se asentaron, junto
o cerca de él, se refleja no solo en la propia cultura de Tiahuanaco, sino en el
protagonismo que tendrá en el desarrollo de numerosos mitos de nacimiento y
evolución de pueblos, ejemplificado en los incas, quienes ubicaron su origen en
este lago. Según éstos, allí se crearon el Sol y la Luna y las estrellas, estableciéndo-
se la separación de la tierra y el mar. Las aguas siguieron un movimiento centrífu-
go, surgiendo del centro de la tierra hacia fuera en la forma de ríos subterráneos
que afloran como manantiales; luego las aguas fluían hacia el mar otra vez a través
de riachuelos y ríos.
Por ello, no sólo el agua depositada, sino la propia circulación de la misma tiene
que ser tenida en cuenta, ya que era considerada como el principio dinámico que
explicaba el movimiento y las fuerzas de cambio de la naturaleza.
La tremenda altitud a la que se encuentra, aproximadamente 3800 m, lo sitúa en
el límite de las posibilidades de cultivo de algunas plantas, a lo que se le une la
condición de contar con un bajo coeficiente de salinidad, pero lo suficientemente
importante, como para obligar a que la explotación agraria de las tierras que lo
rodean no se haga con la intensidad que se deseara. De ahí que su importancia
radique más en su papel mítico-religioso, que verdaderamente económico.
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APÉNDICE DOCUMENTAL
HIPÓTESIS DE POBLAMIENTO*
I. EL HOMOTIPO AMERINDIO
^
«El mismo antropólogo Ales Hrdlicka que demostró los errores cometidos por
Ameghino es autor de la primera gran hipótesis del siglo. Partió de una idea muy
antigua defendida por el padre Acosta en el siglo XVI y por otros muchos poste-
riormente, que es la similitud del amerindio con el hombre asiático y la posibilidad
de que este último emigrase al Nuevo Mundo a través del Estrecho de Bering
(presentido incluso antes de ser descubierto por Virtus Bering en 1741).
^
Hrdlicka pensó que el indio americano procedía de un doblamiento único y reciente
(unos diez mil años atrás) efectuado desde Asia. Determinó que el amerindio tenía unas
características generales que demostraban su clara ascendencia mongólica, tales como
el color amarillento de la piel, el cabello negro, liso y rígido, la falta de pilosiad facial,
la proyección popular del rostro, el ojo mongólico y la mancha mongólica. El ojo
mongólico se caracteriza, como es sabido, por tener un plano inclinado entre los dos
extremos del mismo, presentar un pliegue en el párpado superior que oculta a menudo
las pestañas y replegarse desde el ángulo interno del ojo sobre la nariz, tapando la
carúncula lagrimal. En cuanto a la mancha mongólica, está producida por las células de
Baelz y es de carácter congénito. Suele aparecer en la región sacrolumbar y tiene usual-
mente color verdoso o pizarroso. Es usual en pueblos de ascendencia asiática y se da
con frecuencia en ciertos grupos amerindios.
^
A Hrdlicka se le ha criticado haber inventado un homotipo amerindio inexisten-
te tal como si, (por ejemplo, los españoles se definieran como bajos, morenos, de
tez oscura y cabello negro), pero no es cierto que el antropólogo desconociera la
variedad indígena. Lo que ocurre es que pensó que tales topologías venían ya
diferenciadas dede Asia y entraron así en el Nuevo Mundo, donde se acentuaron
^
más. El prototipo asiático de Hrdlicka es el mongol, pero con rasgos peculiares
adquiridos en China occidental, Japón, Filipinas, Formosa, Corea y Tibet.
El mayor error del antropólogo fue señalar que había una tipología lingüística y
cultural, imposibles de sostener. Afirmó que todas las lenguas amerindias tenían en
común el ser polisintéticas (sin contemplar las diferencias estructurales que las separan)
y que las culturas de los indios tenían similitudes tales como las técnicas de trabajar la
piedra, la arcilla, la madera y el hueso, así como para la fabricación de tejidos y cestas,
un método igual de obtener fuego y vestidos, mobiliario y religión parecidos, etc.
^
Pese al rechazo a la hipótesis de Hrdlicka, hoy se sigue admitiendo un dobla-
miento mongólico y por la vía propuesta por este autor, aunque se niega que fuera
la única, tan reciente y que por sí sola sea capaz de explicar la tipología somática,
lingüística y cultural indígena.
logró sistematizarlas en su conocido libro Los orígenes del pueblo americano, publica-
do en 1943 y en el que recogió sus propios trabajos anteriores. Rivet partió del punto de
vista de una diversidad amerindia en los tres campos de la Antropología Física, la
Lingüística y la Antropología Cultural, que evidenciaban el hecho de un doblamiento
múltiple y procedente de Asia, Australia y Malayo-Polinesia.
La migración asiática se produjo mediante dos grandes corrientes, mongólica y
^
uraliana. La primera penetró por Bering tal y como Hrdlicka señaló. Rivet siguió
en gran parte a este autor del que difiere substancialmente en el hecho de que los
asiáticos no fueron los únicos pobladores. Apuntaló así su hipótesis con algunos
^
descubrimientos notables, realizados después de que Hrdlicka la formulara, proce-
dentes de la lingüística y la serografía. En el primero de éstos destacó las correla-
ciones entre morfemas de las lenguas de los grupos Na-Dene y Sino-Tibetano hechas
por Salir. En serología resaltó el alto porcentaje de grupo sanguíneo 0 existente
entre los inicios como prueba de su ancestro mongólico o asiático.
En cuanto a la corriente uraliana, o protouraliana mejor, supone que partió de
alguna zona de Asia meridional y se dirigió hacia el norte por algún motivo que
desconocemos (quizá por la presión de otros pueblos), adaptándose progresiva-
mente a climas cada vez más fríos. Al llegar a las regiones árticas se dividió en dos
grupos que siguieron direcciones contrapuestas, E y O. Este último entraría en
Europa durante el Cuaternario superior dejando la raza de Chancelade como testi-
go de su presencia. El otro grupo cruzaría Asia hacia el NE desde donde pasaría a
América, siendo los actuales esquimales sus descendientes.
La presencia de un elemento australoide en América la fundamenta antropofísi-
ca, lingüística y etnográficamente. Para lo primero establece unas semejanzas cra-
neométricas (capacidad, índice cefálico horizontal, índice anchura-largura, índice
nasal, facial superior y orbitario, así como prognatismo) y sexológicas (grupo san-
guíneo predominantemente 0): En lingüística estudia las correlaciones existentes
entre los australianos y la lengua amerindia Chon a través de un vocabulario de 44
palabras que recogió el padre Schmidt entre los elementos más estables (con los
que se designan partes del cuerpo o fenómenos naturales). Finalmente anota una
larga serie de semejanzas etnográficas tales como la hamaca, el uso de las mantas
de piel, las chozas en forma de colmena, el trenzado en espiral, barcas hechas con
pedazos de madera cosidos, armas semejantes al boomerang, etc. El propio Rivet
reconoce que las series utilizadas para las comparaciones son muy pequeñas, sin
embargo son las únicas que puede aportar. En cuanto a la ruta migratoria utilizada
por los australianos para ingresar en América, es la misma que había propuesto el
antropólogo Mendes Correa en 1925, es decir, Australia, Tasmania, islas Auckland,
Campbell, Macquarie, Esmeralda, Tierra de Wilkes, Tierra de Eduardo VII, Tierra
de Graham y Cabo de Hornos. Rivet opina que la migración se efectuó cuando los
hielos se contrajeron como consecuencia del optimum climático ocurrido hace
unos seis mil años y que las pruebas arqueológicas de tal paso se encontrarán quizá
en un futuro. A parte de lo señalado anteriormente, esta hipótesis adolece de un
grave inconveniente, y es la imposibilidad de que los australianos, un pueblo que
desconocía prácticamente la navegación, fuera capaz de atravesar los 1600 kilóme-
tros existentes entre Tasmania y Macquarie.
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CAPÍTULO 2:
ASPECTOS CULTURALES
INTRODUCCIÓN
LA SOCIEDAD
Las crecientes relaciones comerciales que aparecen entre las distintas regiones, cons-
tatadas de una manera clara en el período Clásico en Mesoamérica y desde el Horizonte
Antiguo en la región andina, afectará a una mejora de la calidad de vida mediante el
perfeccionamiento de todos los ámbitos de la existencia y una mayor interdiversifica-
ción social, aportando elementos de equilibrio en los procesos evolutivos, como ali-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 41
LA RELIGIÓN
destino está en garantizar que la vida continúe y que el sol se mueva, uno de los
pocos aspectos considerados como eterno por parte de las culturas prehispánicas.
Solamente la muerte aseguraba la vida; las fuerzas de la resurrección, que parten
del sacrificio, permiten que el sol vuelva a salir, que la vegetación se regenere y
que el agua abunde. Vida y muerte se convierten en dos aspectos de la misma
realidad, persistente idea del equilibrio de contrarios y que se reflejan en los esque-
letos vivientes que abundan en la iconografía prehispánica.
Con la llegada de los españoles hubo una eficaz sustitución de un panteón por
otro y de unas prácticas y ritos por otros. Una transición facilitada por la similitud
entre lo antiguo y lo nuevo, fundamentalmente porque las dos tradiciones compar-
tían entre otras, una especie de confesión, un rito de comunión, creían en la exis-
tencia de una madre sobrenatural, etc. En definitiva aspectos que incluso influyeron
en los diseños arquitectónicos de los edificios religiosos coloniales que buscaron
en cierta medida una similitud con lo preexistente, con la intención de que el
adoctrinamiento masivo al que se vería sometido el indígena, tuviera su marco
adecuado en el que no se encontrara extraño, estando incluso decorado con una
pintura mural, que iconográfica y técnicamente hundía sus raíces en la imagen de
los espacios prehispánicos.
El panteón prehispánico mesoamericano engloba divinidades tan dispares como
Tláloc, el dios de la lluvia, Quetzalcóatl, Xochipilli, Chalchiutlicue, Coatlicue,
Xochiquetzal, Xipe Totec, Huitzilopochtli, Tonatiuh, Tlazolteotl, entro otras. Mu-
chas de ellas aparecen en la tradición religiosa desde etapas del preclásico como es
el caso de Tláloc, siendo una constancia la relación de las mismas con la agricultu-
ra y fenómenos de la naturaleza vinculados con ella.
La religión en la zona andina siempre estuvo vinculada con la construcción de
centros religiosos desde los que emanaban los dogmas y las prácticas que por ejemplo
caracterizaron el Horizonte Antiguo con Chavín o el Medio con Tiahuanaco. El estudio
que se puede realizar a partir del análisis de las crónicas que desde el siglo XVI se
comienzan a escribir sobre el Imperio peruano, pone de manifiesto la existencia de una
clara doble vertiente a la hora de hablar de la religión andina. Ambas apoyadas en la
existencia de una serie de mitos cosmogónicos que explicaban el origen del mundo, de
los hombres, de las plantas, etc., incluso de su propio universo dentro del cual el inca se
consideraba parte. Todo un corpus de información transmitida de modo oral y donde
juega un papel importante Viracocha, una especie de héroe-padre que será fundamental
en el desarrollo del pueblo inca.
Dentro de estos esquemas que ordenan ese conjunto de creencias que afectarán
a su percepción del universo destacan algunos dioses que actuaban en diferentes
planos y con distintas funciones, que en definitiva regían las fuerzas de la natura-
leza y facilitaban al hombre su sustento y su seguridad. A estos dioses se les daba
el nombre genérico de huacas y se situaban en la base de la religiosidad popular.
Para el caso suramericano, figuras como el Lanzón, el señor de los Báculos que
evoluciona desde una fase chavinoide hasta su representación en la Puerta del Sol
de Tiahuanaco, Viracocha, o la propia conversión de las figuras del Sol y la Luna
como divinidades, mantienen un mayor hermetismo respecto a la claridad de su
sentido fundamentalmente en los dos primeros casos.
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LA ESCRITURA Y EL CALENDARIO
Uno de los máximos exponentes que plasman el desarrollo cultural al que puede
llegar un determinado grupo, incluso para ser considerado como civilización, es la
existencia de los instrumentos necesarios para la comunicación entre los distintos
miembros que lo componen y las sociedades con las que se relacionan. A ello
unimos las posibilidades de control del tiempo que son el reflejo de un alto grado
de evolución, manifestación máxima del control de la aritmética. Detrás de ello se
esconde un paulatino dominio de la Naturaleza que los rodea, de tal manera que el
cómputo de los productos excedentes, así como una mejor manipulación de los
productos agrícolas, provocan la necesaria aparición de la escritura y el calendario.
Respecto a la primera de ellas, la existencia de un lenguaje escrito, en el que se
combinan elementos abstractos con imágenes, pudo tener su origen en el período
olmeca, momento en el que se registra la presencia de elementos esculpidos en los
que aparecen signos de una complicada interpretación. Las posibles relaciones con
la zona maya explicarían la existencia de similares iconografías que se emplean
fundamentalmente en estelas, lo que relaciona desde un primer momento la escritu-
ra con las clases sociales dirigentes, que la emplearían para determinar y marcar
momentos y fechas que se recordarían por su especial significación.
Signos que se mantendrían relacionados con lugares destacados como los apare-
cidos en las estelas de la pirámide de Cuicuilco, en el Pedregal de México D.F., y
que anticipan la etapa clásica teotihuacana. Una escritura tremendamente domina-
da por la imagen que encontrará su culminación en los códices mixtecos de la fase
final clásica y que serían el preludio del magnífico desarrollo de la escritura maya
a partir del siglo X d.C. Desde este momento los máximos elementos serán los
desarrollados por éstos, creando un código consistente en signos enmarcados y
compuestos que aún se llaman jeroglíficos ya que solamente se han conseguido
descifrar un tercio de los 820 signos que componen el conjunto total.
El alto grado de sofisticación alcanzado en este sentido, nos obliga a hablar de
ellos diferenciando estos textos precolombinos en dos clases y dos épocas. Los
primeros son epigráficos y están formados por inscripciones monumentales en este-
las y edificios, todos de la etapa clásica. El segundo grupo lo integran los textos
manuscritos en papel de corteza de los que solamente se conservan los códices de
Dresde, París y Madrid. Las inscripciones registran sucesos históricos y míticos,
mientras que los manuscritos presentan fechas, tablas y cómputos astronómicos,
referencias a los dioses, prescripciones rituales y símbolos de dirección. La escritu-
ra se ha reconocido como un sistema compuesto, ni ideográfico, ni puramente
fonético, sino que contiene expresiones en ambos modos.
Por lo que respecta al cómputo del tiempo, los calendarios se testimonian desde
la etapa olmeca en una clara relación de estas culturas con los ciclos vitales de la
Naturaleza que se hacían indispensables controlar, debido a su estrecha vincula-
ción con la producción agrícola de la tierra. Posiblemente sea esta necesidad, la
explicación de la aparición de un obligado control del transcurso del tiempo que
también alcanzó su máximo exponente en la etapa maya. En esta fase encontramos
inscripciones en las que se ofrece el número de días que han transcurrido desde un
de una forma paulatina. Una agricultura que desde un inicio también conoció una
evolución en lo que se refiere a las distintas técnicas y sistemas de cultivo que
evidentemente incidieron en la producción de excedentes, cuya disminución fue la
causa de las crisis del siglo VIII que dieron al traste, por ejemplo en el área mesoame-
ricana con culturas como la teotihuacana o la maya.
El control del agua fue necesario para que se produjera dicho desarrollo y así lo
constatan los innumerables canales que aparecen en yacimientos tempranos como
el olmeca de San Lorenzo, las propias obras de ingeniería que corrigieron el trayec-
to del río San Juan en Teotihuacán o los sistemas de acueductos, canales y andenes
que aparecerán en la región andina, recorriendo las márgenes de los ríos que desde
los Andes, descendían hasta el Pacífico.
Respecto a las rutas comerciales, éstas se definen desde un primer momento
como los vehículos a través de los cuales se pusieron en contacto distantes zonas
de América que intercambiaron productos excedentes y materias primas sobrantes,
en una incipiente articulación económica de las relaciones que llegó a su máximo
culmen en las etapas finales de los imperios americanos de los siglos XIV y XV,
justo antes de la llegada del hombre europeo.
Desde los primeros momentos, los intercambios comerciales permitieron la exis-
tencia de rutas de comunicación que explicaron la presencia de elementos cultura-
les en punto distantes a los de origen. No olvidemos que en la zona mesoamericana
ya los olmecas establecieron vías de penetración a otros espacios como la zona de
los Valles de Oaxaca o el propio altiplano mexicano, en busca de unas áreas que
suplieron las carencias agrícolas de su zona de origen. Por otro lado Teotihuacán
estableció puntos de contacto con la zona del Yucatán y los propios Valles de
Oaxaca y éstos últimos con Monte Albán a la cabeza controlaban rutas hacia el
Golfo, el propio Valle de México, la zona del Pacífico y el área maya.
En la región andina, serían los incas quienes llevaron a cabo una articulación
territorial global que hasta ese momento no se conocía y que las propias condicio-
nes geográficas determinaron en un alto grado, como fue el caso de la propia costa
donde los valles transversales funcionaban como puntos focales de ocupación o
los propios valles interiores andinos que en ocasiones solamente permitían una
verdadera y más rápida comunicación con la zona costera, más que con otras regio-
nes del interior. Unas vinculaciones entre costa e interior que desde las fases Prece-
rámica e Inicial ya constataron la necesidad de realizar intercambios que mantuvieran
un equilibrio en los alimentos de las dietas alimenticias.
58 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
SELECCIÓN DE IMÀGENES
LOS SACERDOTES
vencional, con unos contornos muy claros dominados por la línea y con un empleo
del color en superficies lisas y sin gradaciones en los que dominan los rojos, ver-
des, azules, amarillos y naranjas. Tanto las túnicas como los tocados a veces hacen
difícil su lectura, destacando en ocasiones por portar báculos o la bolsa de copal y
la voluta de la palabra o greca, símbolo de estar llevando a cabo un determinado
ritual. Destacan, de todos los conjuntos, los sacerdotes de los mencionados com-
plejos de Teotihuacán o los de Monte Albán.
XIPE TOTEC
El carácter funcional de los dioses que componen el panteón prehispánico, destaca por
la presencia de algunos de ellos que reflejan la clara intencionalidad propiciatoria de sus
orígenes, vinculados siempre con la necesidad de garantizar el mantenimiento de la ex-
plotación de la tierra. En este sentido, la figura de Xipe Totec, o el dios desollado refleja
muy bien la presencia de divinidades a las que se vinculan no sólo sacerdotes que están
destinados a efectuar los rituales, sino además, la definición de toda una programática
ritual en la que de alguna manera se definen los fines para los que estaban designados.
KIPU.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 63
LOS KIPUS
EL VALLE SAGRADO-URUBAMBA
APÉNDICE DOCUMENTAL
EL MITO DE COYOLXAUHQUI*
«En los tiempos antiguos dicen ser la tierra e provincias de Piru oscura y que en ella
no había lumbre ni día y que había en este tiempo cierta gente en ella la cual gente tenía
cierto señor que la mandaba y a quién ella era sujeta del nombre de esta gente y del
señor que la mandaba no se acuerdan y en estos tiempos que esta tierra era toda noche
dicen que salió de una laguna que es e esta tierra del Perú en la provincia que dicen de
Colla suyo un señor que llamaron Contiti Viracocha, el cual dicen haber sacado consi-
go cierto número de gente del cual número no se acuerdan y como este hubiese salido
de esta laguna fuese de allí a un sitio que junto a esta laguna está donde hoy es un
pueblo que llaman Tiaguanaco en esta provincia ya dicha del Collao y como allí fuese
él y los suyos luego allí improviso dicen hizo el sol y el día y que al Sol mandó que
anduviese por el curso que anda y luego dicen que hizo las estrellas y la luna. El cual
Contiti Viracocha dicen haber salido otra vez antes de aquella y que en esta vez primera
que salió hizo el cielo y la tierra y que todo lo dejó oscuro y que entonces hizo aquella
gente que había en el tiempo de la oscuridad ya dicha y que esta gente le hizo cierto
66 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
deservicio a este Viracocha y como della estuviese enojado tornó esta vez postrera y
salió como antes había hecho y aquella gente primera y a su señor en castigo del enojo
que le hicieron hízole que se tornasen piedra luego ansi como salió y en aquella misma
hora como ya hemos dicho dicen que hizo el sol y día y luna y estrellas y que esto hecho
que en aquel asiento de Tiaguanaco hizo de piedra cierta gente y manera de dechado de
la gente que después había de producir haciéndole en esta manera que hizo de piedra
cierto numero de gente y un principal que la gobernaba y señoreaba y muchas mujeres
preñadas y otras paridas y que los niños tenían en acunas según su usu todo lo cual ansi
hecho de piedra que lo apartaba a cierta parte y que luego hizo otra provincia de gente
en la manera ya dicha y que ansi hizo toda la gente de Perú y de sus provincias allí en
Tiaguanaco formándolas de piedra en la manera ya dicha y como las hubiese acabado
de hacer mandó a toda su gente que se partiesen todos los que él allí consigo tenía
dejando solos dos en su compañía a los cuales dijo que mirasen aquellos bultos y los
nombres que les había dado a cada género de aquellos señalándoles y diciéndoles estos
se llamarán los tales y saldrán de tal fuente en tal provincia y poblarán en ella y allí
serán aumentados y estos otros saldrán de tal cueva y se nombrarán los fulanos y pobla-
rán en tal parte y ansi como yo aquí los tengo pintados y hechos de piedra ansi han de
salir de las fuentes y ríos y cuevas y cerros en las provincias que ansi os he dicho y
nombrado e ireis luego todos vosotros por esta parte señalándoles hacia donde el sol
sale dividiéndolos a cada uno por si y señalándole el derecho que había de llevar».
* BETANZOS, Juan de. Suma y narración de los Incas. Madrid, Ed. Atlas, 1987,
pp. 11-12.
«Para los mayas el tiempo constituyó un motivo de interés absorbente. Cada estela y
cada altar se erigían para señalar el paso del tiempo, y por ello la dedicación se hacía al
fin de un período. Es igual que si erigiéramos nosotros un monumento al final de cada
cinco o diez años y grabáramos en él la correspondiente fecha [...], juntamente con
información sobre la edad de la Luna y los dioses entonces regentes. En alguna ocasión
se creyó que los monumentos mayas con inscripciones [...], trataban exclusivamente del
paso del tiempo, de datos sobre la Luna y el planeta Venus, de cálculos calendáricos y
de asuntos sobre los dioses y los rituales implícitos en estos temas; pero los testimonios
arqueológicos demuestran ahora que también se registraron sucesos históricos. Los
textos de los únicos tres manuscritos jeroglíficos que sobrevivieron a la destrucción
están llenos, en su mayor parte, de almanaques adivinatorios y dan información sobre
los aspectos de los dioses de los días, como por ejemplo cuales son favorables o desfa-
vorables para la siembre, la cosecha o la caza. También contienen pasajes sobre asuntos
astronómicos, pero como siempre, la acentuación recae sobre los dioses que intervienen
en ello».
CAPÍTULO 3:
LA TECNOLOGÍA PREHISPÁNICA
INTRODUCCIÓN
Los pueblos mayas clásicos producían objetos utilitarios y de adorno sólo con
herramientas de piedra, conformando como decimos, un claro ejemplo de cómo un
comportamiento y desarrollo cultural no tiene porque estar determinado por la
calidad y naturaleza de los instrumentos. Sus formas, aunque son comparables a las
realizadas por las civilizaciones del metal de la antigüedad mediterránea, pertene-
cen por su tecnología a una fase neolítica de evolución.
artefactos como tezontles o rocas volcánicas; o las plomadas de las que se conocen
las realizadas en piedra y cerámica.
Las técnicas empleadas para el trabajo de la piedra eran la talla y el picado, con el
posterior pulido de la pieza. La primera requería de un mayor control del proceso,
mediante percusión o presión, empleándose en piezas de pequeño tamaño a las que se
les quería conferir una especial forma que dominaba sobre el volumen. En cambio, la
segunda, es decir el picado, aparece en las esculturas de mayores dimensiones, por
ejemplo en aquellas de carácter público y religioso. Se distingue por un claro predomi-
nio del volumen de la roca sobre la que se trabaja, sobresaliendo la presencia de los
motivos en bajo o medio relieve, en ocasiones simples incisiones que recuerdan al
hueco relieve y donde se realiza un acabado final que consiste en la pulimentación de
la superficie. De este último ejemplo existen piezas de una indudable calidad como las
cabezas de Quetzalcóatl en la pirámide de la Ciudadela de Teotihuacán, en las que se
consigue un trabajo de verdadero calado de la piedra, en el acabado de los dientes de los
ofidios, completándose el resto de los detalles con la aplicación de pintura.
Por otro lado la madera tuvo que jugar un papel importante a pesar de ser pocos los
testimonios que se tienen acerca de su empleo. Fundamentalmente se utilizó en la
construcción de obras públicas y habitaciones, cumpliendo la función de absorber
esfuerzos o librar claros en vanos, funcionando como dinteles, jambas, vigas, etc. Tam-
bién son destacables, aunque menos, las esculturas realizadas en este material y de las
que han llegado pocos ejemplos por sus propias características, las que a duras penas
son capaces de salvar unas condiciones ambientales de alta temperatura y humedad.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 71
das y adaptar una gran extensión de tierra para la construcción de sectores impor-
tantes a partir de ese momento como serían la Ciudadela y el Mercado. Unos traba-
jos que implicaban un perfecto conocimiento de los ciclos del río, además de una
confirmación de los presupuestos organizativos laborales ya corroborados en la
construcción de la Pirámide del Sol. Una pirámide que se había convertido en el
elemento vertebrador del organigrama urbano de la ciudad y que determinó con su
orientación, ligeramente desviada respecto al norte magnético, un perfecto conoci-
miento del trascurso de los astros por el cielo, afectando a la misma orientación de
la gran calzada que se abrió delante de ella, regulando desde ese momento la
ordenación general del enclave.
Ciudades zapotecas como Monte Albán y las mayas como Tikal, Copán, Uxmal
o Chichén Itzá, también conocieron una clara aplicación de la tecnología desarro-
llada y que se analizará concretamente en un capítulo específico.
Por lo que respecta al control de agua, su desarrollo también implicó una serie de
avances técnicos en los que se refiere a su captación y reparto por el territorio. Centros
como San Lorenzo en el Golfo y ciudades como Teotihuacán ya presentaban unos
claros indicios de transformación de los cauces de ríos y la presencia de elementos
urbanos como alcantarillas y colectores que hablaban de una perfecta definición de
estos principios. La propia Monte Albán contaba con un sistema de recogida de aguas
para garantizar la estabilidad de la población que vivía en ella, e incluso Palenque
regularizó, al igual que lo había hecho Teotihuacán, el tramo del río Otumba que
discurre por el centro de la ciudad. No obstante este último ejemplo es totalmente
distinto al aprovechamiento de los recursos hídricos que por ejemplos hicieron ciuda-
des como Chichén Itzá, en las que los cenotes aportaban de una forma natural el agua
que hacía innecesaria la aplicación de una tecnología avanzada para lograr acceder a
aquella. Por lo tanto, podríamos considerarlos ejemplos claros de cómo la disponibili-
dad de determinados recursos incidía de una manera u otra en el agudizamiento en el
desarrollo y control de una tecnología determinada.
No obstante es sin duda en la zona andina en la que se definen un mejor empleo
de estas técnicas. Desde el 1400 a.C., los pueblos que se asientan en los valles
desérticos costeros, tuvieron que desarrollar una tecnología arquitectónica y de
almacenaje del agua para garantizar la explotación de sus cultivos y el consumo
humano. La transformación profunda que sufrió el territorio en la zona inca con los
andenes, que llegaron a alterar los perfiles montañosos, se convierten en pruebas
evidentes del establecimiento de unos principios básicos tecnológicos, cuya au-
sencia no hubiese podido explicar el grado de desarrollo al que llegaron estas
culturas.
La zona andina es el mejor exponente de cómo un territorio, tremendamente condi-
cionante geográficamente, motivó una serie de soluciones que implicaron el uso de
sistemas tecnológicos dirigidos principalmente a vencer y manejar los factores produc-
tivos de la naturaleza, integrando diferentes formar de trabajo y organización social.
Reflejo de ello son los innumerables sistemas agrícolas que se desarrollan y que esta-
blecen una clara diferencia entre la costa y la montaña. Para la primera de las regiones
encontramos sistemas de riego mediante canalizaciones; agricultura en chacras hundi-
das, allí donde la humedad se encuentra a poca profundidad; agricultura en las lomas
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 81
LA CERÁMICA Y LA METALURGIA
VASO CON DOS PICOS Y ASA ESTRIBO. MOTIVOS FELINOS. CERÁMICA POLICRO-
MADA INCISA. PARACAS-CAVERNAS. (PERÚ).
82 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Incluso las técnicas que desarrollan no desmerecen en absoluto los logros de otras
producciones ya que conocieron todas las posibilidades de la cocción en horno, así
como las distintas posibilidades de acabado de las piezas, bien mediante la aplicación
de pintura, ya fuera antes y después de la cochura; bien directamente sobre la arcilla o
aplicándole previamente una capa de estuco con lo que se conseguía repetir a menor
escala los mismos procedimientos de la pintura mural. A ello unimos la incorporación
de piezas, siguiendo la técnica del pastillaje, con lo que se conseguían acabados que
iban más allá de la mera terminación de la cara exterior de un modo bidimensional y se
lograban terminaciones que estaban más próximas a un concepto escultórico del reci-
piente, que enriquecía mucho más las posibilidades de terminación.
Por otro lado, en lo relativo a la extracción de metales de la naturaleza, su manipula-
ción y trabajo posterior para convertirlos en objetos de lujo y socialmente influyentes,
no fue un privilegio de todos los pueblos prehispánicos. Las primeras manifestaciones
de este tipo de técnicas se registran en la zona andina y desde ella, en sucesivas oleadas
por el interior de Centroamérica y por la propia costa pacífica hasta las tierras mixtecas,
se extendió por Mesoamérica en una fecha mucho más tardía a la inicial. La antigüedad
del trabajo de los metales, oro y plata fundamentalmente, y sus posibles aleaciones, se
tiene registrada arqueológicamente entre el 1900 y el 1250 a. C. en las regiones andinas
de Huayhuaca y Mina Perdida, a partir de las cuales posiblemente se expandió por el
resto del continente teniendo en las tierras colombianas uno de sus mejores exponentes,
fundamentalmente el trabajo del oro, en torno al siglo VI a.C.
Los tres descubrimientos que explican el desarrollo de la orfebrería en la zona andi-
na son, en primer lugar el uso de los metales creando aleaciones útiles para reducir la
temperatura durante la fusión y facilitar que los metales blandos mantuvieran su forma.
La segunda fue el método de la soldadura, que consiste en unir diversos trozos, vertien-
do algunas gotas de metal fundido a modo de cola en puntos muy precisos, para dar
volumen a las láminas y transformarlas en objetos tridimensionales e incluso articula-
dos. Y la tercera consistía en la técnica del martillado o repujado, mediante la cual, las
láminas, a menudo de grandes dimensiones, se golpeaban sobre bloques rígidos de
madera o metal duro con una especie de martillo, se cortaban y se forjaban para crear
formas de relieve. Junto a ésta destaca el empleo de la técnica de la cera perdida,
fundamentalmente utilizada por los Moche.
Los objetos que se produjeron se caracterizan por su calidad y diversidad. Coronas,
pulseras, brazaletes, pendientes, pectorales, amuletos, esculturas exentas, etc., en las
que sobresale el hecho de que sea el oro el material predominante, en ocasiones combi-
nado con cobre, aleación que se conoce como tumbaga. Esta circunstancia determina el
hecho de que el oro sea considerado como el primer metal trabajado y apreciado, sobre
todo por su fácil obtención en forma de pepita en los cursos de los ríos. Otros metales
fueron la plata, el cobre y el estaño, cuya aparición se calcula en torno al siglo VI a.C. y
el hierro que entra en el contexto americano con la llegada de los españoles.
La especialidad de los artesanos peruanos era el tratamiento de la superficie
externa de los objetos, en la que utilizaban dos procedimientos. Uno de ellos con-
sistía en la aplicación de una fina lámina de oro sobre la superficie de un objeto de
cobre o plata, y la segunda se denominaba de agotamiento y consistía en hacer
emerger el oro presente en aleaciones con plata y cobre.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 83
SELECCIÓN DE IMÁGENES
LA ARQUITECTURA OLMECA
Uno de los primeros capítulos en los que se pueden analizar, cómo las limitacio-
nes técnicas determinaban y condicionaban las formas de los objetos creados, es en
la propia conformación de las primeras estructuras en la cultura olmeca a lo largo
del Preclásico. Aunque desde un punto de vista formal, implantaron el tipo de
pirámide plataforma que tanto éxito tendrá en períodos posteriores, los procesos
constructivos que se empleaban en un primer momento, consistentes en el mero
amontonamiento de piedras y barro, afectaron a la terminación final de estas cons-
trucciones piramidales.
tud con la que están orientados hacia los puntos cardinales los distintos elementos
que la componen, presentando una ligera corrección en su mayor eje norte-sur, en
concreto 8º nor-noroeste, en una muestra clara de orientación buscando la alinea-
ción de los edificios con los solsticios.
Por lo tanto, La Venta se convierte en el primer ejemplo en el que se muestra a
que grado llegó el desarrollo tecnológico de estas culturas mesoamericanas en la
planificación de sus centros, además de la presencia de una conciencia del trabajo
colectivo indispensable para estos fines.
LA ESCULTURA TEOTIHUACANA
LA ORFEBRERÍA MIXTECA
LA CERÁMICA MOCHICA
Los vasos-retrato, en los que se representan una y otra vez cabezas humanas
distintas, son de un realismo y una belleza clásicas inigualables; las vasijas zo-
omorfas destacan por su naturalismo; son también excepcionales los vasos filomór-
ficos y los globulares y troncocónicos, caracterizados por la presencia de las
características asa estribo o de doble pico o puente. Unas formas en las que no
podemos olvidar la pintura en la que destaca una decoración con temas geométri-
cos generalmente en la parte superior de la vasija, dejando le resto de la superficie
a la representación de escenas diversas de caza, pesca, mitologías y de guerra.
APÉNDICE DOCUMENTAL
LA LABRA DE LA PIEDRA*
«En el uso de la piedra el hombre ha puesto desde la más remota antigüedad las
primeras facultades de su ingenio, y el modo de usarla y de labrarla va marcando,
por decirlo así, los pasos de la infancia de la humanidad.
Los indios de la Altiplanicie Central manejaron la piedra con singular habili-
dad. Sin embargo, ha llamado siempre la atención de los arqueólogos, familiariza-
dos con las ruinas y vestigios de las antiguas razas pobladoras de México, esa
especie de contraste que se advierte entre las manifestaciones de una muy adelan-
tada civilización, reflejada en sus concepciones mitológicas y artísticas, en su or-
ganización social y en muchos otros órdenes, y el estado algo rudimentario en que
se mantuvieron en otras muchas cosas. Esto fue debido principalmente a su desco-
nocimiento del uso de los metales industriales. Por un lado, estos hombres, con su
peculiar civilización, aparecen muy adelantados para la época en que vivieron, y
por otro, casi retroceden hasta remontarse a las razas todavía en estado de semibar-
barie. Estas anomalías resultan evidentemente del aislamiento en que debieron
vivir por siglos estos grupos humanos, sin recibir de otros pueblos los beneficios
de un intercambio de ideas, de conocimientos y de costumbres.
Si, como quieren los historiadores, los constructores primitivos de Teotihuacán,
llámense toltecas o cualquier otro modo, son de los civilizados más antiguos de la
Altiplanicie Central, resultan ser, como bien se dice, los educadores de los aboríge-
nes, nómadas y bárbaros, y los que dieron a las posteriores tribus, inmigrantes
también, turbulentas y guerreras, gran parte de sus adelantos y civilización.
Si, desde el punto de vista de la concepción estética, los teotihuacanos alcanza-
ron la supremacía sobre sus sucesores, éstos con elementos de aquellos, adquirieron
más habilidad mecánica, sumando lo que sabían a lo que aprendieron de los tolte-
cas.
Estas ideas se adivinan con bastante claridad estudiando la ladra de las piedras.
Las aztecas tienen más complicados motivos y más ideas y simbolizan mejor lo
que quisieron representar, empleando mayor variedad de piedras duras.
Los constructores de Teotihuacán seguramente desconocieron el empleo de los
metales como utensilios para quebrar, tallas y pulir las piedras. Por eso asombra ver
cómo pudieron manejar tan pesados materiales y labrar con gran maestría ídolos,
vasos, almenas, columnas y piedras simbólicas que pesan, algunas, varias tonela-
das. La figura geométrica y la simetría en estos objetos labrados son casi perfectas.
Por ejemplo, los escalones tallados en piedra están también relabrados y a escua-
dra, como lo puede hacer, con excelente herramienta, un artífice moderno».
CAPÍTULO 4:
INTRODUCCIÓN.
DE CAZADORES-RECOLECTORES A SEDENTARIOS
El proceso evolutivo que llevó a los grupos americanos a pasar de ser cazadores-
recolectores a sedentarios, se convierte en el mejor reflejo de la paulatina comple-
jidad a la que se estaban viendo sometidos, y que de alguna manera manifestaba
los propios efectos que los cambios climáticos, fundamentalmente el final de la
última glaciación, estaban ocasionando en sus patrones de comportamiento.
La etapa que se desarrolla a lo largo del Lítico Superior, entre el 15000 y el
3000 a.C., viene caracterizada por la paulatina evolución del clima de finales del
Pleistoceno hacia otro más seco que afectó a las propias características de la fauna
y la vegetación, provocando la muerte de los grandes animales y la evolución
vegetal. En ese proceso el hombre tuvo que readaptarse a estas nuevas condiciones,
lo que provocó una evolución técnica en sus herramientas de caza que vieron
como pasaron a realizarse mediante métodos mixtos de percusión y presión, y un
cambio en sus comportamientos tantos individuales como de grupo.
Las plantas, por un lado, más adaptadas a los nuevas condiciones de sequía iban a
conocer también unas mutaciones que las hicieron más resistentes al clima y a unas
exigencias de producción que facilitaron el paulatino sedentarismo de las comunida-
des. Por otro, los animales iniciaron unos procesos evolutivos hacia tamaños más pe-
queños y una mayor agilidad y rapidez en sus movimientos, lo que se tradujo en un
cambio de la dieta alimenticia que trastocó los modos de comportamiento.
Durante los 5000 años anteriores al nacimiento de las sociedades urbanas pro-
piamente dichas se testimonia la domesticación de plantas, en yacimientos de Te-
huantepec, junto con los animales, desarrollándose incipientemente la vida rural.
De la misma manera, en el área andina se evidencia en un período posterior en el
tiempo, la domesticación de especies vegetales como la mandioca o la papaya, que
junto con el maíz que probablemente llegó desde el área mesoamericana, en torno
al 3000 a.C., se convirtieron en la base del desarrollo de grupos que encontraron en
la complementación de otros componentes como los marinos en la costa y la caza
en el interior, la base necesaria para una dieta alimenticia consistente.
Todos esos cambios también afectaron a las herramientas de piedra, donde se asistió
al desarrollo de unos objetos de menores tamaños y una mayor calidad en los acabados,
en los que se percibe un paulatino abandono de los procesos de percusión por los de
presión, o la combinación de ambos, lo que permitía un mayor control en el trabajo del
tallado. Todo ello no es más que el reflejo de la adaptación, como venimos diciendo de
96 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
toda una serie de piezas a las nuevas condiciones de la naturaleza en la que se desenvol-
vían los distintos grupos, de tal manera que sus diseños responden a una clara adapta-
ción a las nuevas circunstancias, y que se reflejan plenamente en la evolución de las
puntas de flecha Clovis, más grandes y de menor perfección que las Folsom, que se
caracterizaban por un diseño más pequeño y especializado, y exponentes claros de
estos cambios materiales de los que venimos hablando.
En efecto, posiblemente las puntas Clovis sean uno de los mejores ejemplos de
la etapa que se desarrolla en América a partir del 9500-9000 a.C., y en la que
podemos constatar unas pautas de comportamiento protagonizados por grupos de
cazadores. La vinculación de los primeros restos de este tipo de artefactos con
animales como los mamuts, junto a sus formas lanceoladas con un tamaño que
varía entre los 7 y los 15 cms., bifaciales y hechas por la técnica de la percusión,
las sitúa en una período intermedio, entre las más definidas y avanzadas Folsom, y
etapas denominadas en algunos casos pre-clovis, coincidentes con los primeros
momentos de distribución del hombre por el continente americano. La clara evi-
dencia de la búsqueda de un perfeccionamiento en el diseño de estas piezas se
puede comprobar en el acanalamiento que tienen en la base, probablemente reali-
zado para permitir una mejor adaptación al vástago de la flecha. Una zona puli-
mentada que evitaría que las tiras de cuero que las ataban se rompieran.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 97
Para el caso suramericano, podemos señalar una ocupación efectiva del territo-
rio en torno al 9000 a.C. por grupos que realizaban puntas muy similares a las
Clovis. A diferencia de las norteamericanas, éstas tienen cuerpos gruesos con pén-
dulos marcadamente delgados, que abarcan una tercera parte de la longitud de la
punta, de ahí que se las conozca como “cola de pescado”. Sin embargo, algunas
presentan semejanza con puntas encontradas en el sureste de los Estados Unidos, lo
que demuestra una relación entre ambas, refrendada por hallazgos en Panamá y
Costa Rica. La similitud entre éstas últimas y hallazgos de la Patagonia habla de
una migración muy rápida. De la misma manera que en el norte del continente, la
vinculación de los primeros pobladores suramericanos con la caza de mamíferos de
gran tamaño se conforma, por la asociación en algunos sitios de estos artefactos
con restos de animales extinguidos, como caballos, mastodontes o perezosos gi-
gantes, evidenciándose también un cambio de actitud en la caza provocada por la
desaparición de algunas de esas especies.
Las evidencias de unos cambios alimenticios, con una mayor diversidad en la
dieta, con la incorporación de vegetales, se constata en una fase coincidente con la
desaparición de las especies animales o un cambio en las mismas para adaptarse a
las nuevas condiciones en torno al 7000 a.C.
98 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
VIVIENDA PREHISTÓRICA.
Los restos óseos encontrados de un elefante y un cráneo humano junto con una
lasca de obsidiana con huellas de utilización permitieron configurar una hipótesis
sobre la convivencia de este tipo de especies desaparecidas con los seres humanos.
El hombre de Tepexpán presentaba una posición en decúbito ventral flexionado.
Las primeras hipótesis proponen la posibilidad de que se trate de un personaje que
participó en la cacería del elefante hallado en primera instancia y fue gravemente
herido, por lo que sus compañeros lo acercaron hacia la playa siendo abandonado.
La parte de la osamenta que presentó una mejor conservación fue el cráneo y
mandíbula, lo que permitió la reconstrucción tanto del propio individuo como de
la escena de la cacería.
102 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Frente a los anteriores, los restos más antiguos de la cultura de los primitivos
habitantes de Suramérica que se conocen, son una serie de instrumentos de piedra,
toscamente tallados y procedentes de la región de Ayacucho, y que remontan la
antigüedad del hombre suramericano a unos 16000 años a.C. Estos restos eviden-
cian la entrada del hombre a Suramérica desde América Central durante el Pleisto-
ceno, probablemente con anterioridad a los 14000 a.C., y que convivieron con los
grandes animales de la fauna americana que desaparecieron en torno al 10000 a.C.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 103
SELECCIÓN DE IMÁGENES
PUNTAS FOLSOM
En la segunda mitad del siglo XIX, los científicos norteamericanos y los aficio-
nados a la arqueología, influidos por las teorías de Darwin y por los descubrimien-
tos que se habían venido produciendo de objetos de la Edad de Piedra que se
produjeron en Europa, emprendieron la búsqueda de evidencias del hombre anti-
guo en el Nuevo Mundo. Los resultados no se hicieron esperar y se hallaron gran
cantidad de útiles de piedra. Llamaba la atención de estos objetos la tosquedad del
trabajo con el que se habían realizado, lo que planteó su antigüedad, que muchos
ubicaron en el Pleistoceno e incluso en épocas más tempranas.
PUNTAS FOLSOM.
106 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
EL HUESO DE TEQUIXQUIAC
El largo proceso de entrada y distribución del hombre por América, tuvo distin-
tas fases en lo que a la producción material se refiere. Ya se ha comentado el caso
de las puntas Folsom, vinculadas con unos hábitos específicos de alimento, además
de reflejar fases de perfeccionamiento funcional respecto al periodo precedente
Clovis. No obstante, la evolución de estas manifestaciones llevó a la aparición de
objetos en los que las meras preocupaciones funcionales se vieron compartidas, por
otras de clara vinculación simbólica.
En este sentido, uno de los enclaves más destacados del Valle de México para poder
analizar las primeras manifestaciones culturales del hombre en el Nuevo Mundo se
encuentra en Tequixquiac. En este lugar, en 1870, se encontraron en circunstancias
casuales la cabeza de un animal tallada directamente aprovechando la morfología de un
hueso sacro y parte de la columna vertebral de un camélido. Unos restos que aparecie-
ron contextualizados con otros huesos de animales que curiosamente presentaban el
rasgo común de estar extintos en la actualidad en esta zona de México.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 107
una información precisa. En este sentido las circunstancias que envuelven a los
hallazgos de Tepexpán hablan muy a las claras de la importancia de estos aspectos
de los que venimos hablando.
PINTURAS RUPESTRES.
HUACA PRIETA
Dentro del proceso de llegada del hombre a Suramérica, a través del cuello de
botella que es el Istmo de Panamá, uno de los primeros testimonios importantes y
destacados de la presencia humana, nos habla de grupos que se asentaron en los
territorios costeros, desarrollando una base de subsistencia apoyada en actividades
de recolección y caza donde el mar juega un papel fundamental como lo hará en
los siglos posteriores.
En la costa norte del Perú, en el valle de Chicama, en el montículo de Huaca
Prieta, se han excavado una serie de sectores que han sacado a la luz la existencia
de restos orgánicos de alimentos como pescados y mariscos y cierto cultivo de
plantas que demuestran la existencia de una dieta mixta desde los primeros mo-
mentos, en esta región.
No obstante este enclave destaca por la aparición del empleo de la calabaza
como recipiente con decoración incisa en su cara externa, mostrando los primeros
ejemplos en los que se conjugan los principios funcionales y estéticos de una
manera clara. La decoración de ambos destaca por el esquematismo de los motivos
representados, mostrándose tanto caras esquematizadas como figuras humanas y de
pájaros con una clara estilización, y dispuestos sobre la superficie siguiendo es-
quemas simétricos.
La relación de los motivos de estas calabazas con los aparecidos en los restos de
textiles encontrados en el mismo asentamiento, ponen de manifiesto la relación en
una fecha muy temprana, aproximadamente el 2000 a.C., de una relación entre
ambas actividades, en la que se puede constatar el intercambio de motivos y ele-
mentos que posteriormente serán utilizados por culturas con un desarrollo más
complejo.
Huaca Prieta sirve de modelo, para entender el patrón de asentamiento en la
costa e Perú, en estas fases iniciales, y que corroboran otras cien aldeas en las que
se repiten los esquemas de localización, dependientes de la explotación de los
recursos naturales, básicamente marinos.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 111
APÉNDICE DOCUMENTAL
el atractivo que tenían para los recolectores humanos. Los cultivos requirieron
invertir un tiempo y trabajo extra, y esta inversión tuvo lugar a expensas de otras
tareas de subsistencia que estaban comprendidas en el ciclo estacional. Cuando se
descubrieron las técnicas de almacenamiento, la cosecha excedente pudo utilizarse
para períodos más largos, lo que supuso un fuerte incentivo para el establecimiento
de aldeas permanentes cerca de los campos cultivados y los depósitos. En el valle
de Tehuacán, en México, y en la Cueva del Guitarrero y el valle de Ayacucho, en
Perú, existe una clara evidencia arqueológica de que el cultivo de plantas precedió
a la aparición de asentamientos basados en la agricultura permanente...”.
CAPÍTULO 5:
LA CIUDAD EN MESOAMÉRICA
INTRODUCCIÓN
Uno de los valores que ha sido considerado como propio a una cultura para ser
considerada como civilización, es el de la existencia de un urbanismo claramente
definido que estructure sus asentamientos, fundamentalmente reflejado en una or-
ganización centralizada, con predominio de edificios públicos y religiosos, confor-
mándose en la proyección espacial de la propia estratificación social que los produce.
El estudio de las características del urbanismo en Mesoamérica, tiene como objeti-
vo el mostrar el grado de evolución al que éste llegó, apoyado en toda una tecno-
logía pensada para alcanzar un control del espacio, tanto interno de los enclaves
como del propiamente territorial, y en el que se constata la existencia de ciencias
perfectamente definidas como la astronomía, matemáticas e incluso la geometría,
que funcionando como auxiliares de la propiamente urbana, dotaron a estos luga-
res de una clara regularidad, organización entre cada una de sus partes y una per-
fecta interrelación con el medio natural en el que se emplazaban.
Tanto las que se pueden denominar ciudades, como los enclaves con una clara
función sagrada, participan de esta dinámica que en un sentido u otro afectará tanto a la
propia arquitectura que se dispone en ellas de un modo puntual, como a los conceptos
de espacio urbano y escenografía que generarán como conjuntos construidos.
La complejidad social que se tuvo que alcanzar fue evidente, ya que para poder
hablar de ciudad, debemos tener presente la existencia de unas funciones adminis-
trativas, religiosas y políticas claras, en torno a clases dirigentes como la nobleza y
el sacerdocio, y una jerarquización interna de las mismas en las que se reflejaba las
propias relaciones del grupo. El mismo proceso de construcción de los edificios, y
el grado de organización que requiere este hecho, se conforma como uno de los
exponentes más evidentes de la desaparición del concepto de sociedades igualita-
rias que predominaba en las fases iniciales de desarrollo.
116 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
PATRONES DE ASENTAMIENTO
En este sentido, la ocupación del espacio por parte del hombre prehispánico en
Mesoamérica, se vio desde siempre mediatizada por la necesidad de controlar efectiva-
mente el entorno, no sólo disponiendo de los materiales y alimentos que éste le propor-
cionaba, sino también de los puntos estratégicos donde establecer lugares de fácil
defensa y garantizar el acceso directo a fuentes de agua, aunque en algunos casos este
componente no sea tan obvio. A ello se debe unir la influencia que la religión pudo
tener a partir de un momento dado en la definición de algunos de estos primeros lugares,
incluso en la localización de los mismos, ya que ciudades y núcleos como La Venta,
Teotihuacán, Monte Albán o las ciudades mayas contaban también con este elemento
como fundamental para entender el lugar que finalmente escogían para localizarse.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 117
EL INCIPIENTE URBANISMO
Dentro de este esquema el propio centro ceremonial presentará una clara distri-
bución de los elementos que lo componen en base a ejes orientados en relación
con los puntos cardinales o referentes geográficos destacados y en los que ya apa-
rece una clara vinculación entre espacio abierto, plazas, y estructura construida,
pirámide o plataforma, que definen otro de los binomios más recurrentes del urba-
nismo prehispánico.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 121
No obstante este incipiente esquema siempre ha contado con una cuestión que
ha suscitado interrogantes desde el hallazgo de estos yacimientos, y es la constata-
ción de fases perfectamente definidas en las que están ausentes los procesos evolu-
tivos previos de formación. Un aspecto éste, que siempre ha estado muy vinculado
a las características de la propia consustancialidad de lo olmeca y que se conforma
como uno de los grandes interrogantes de esta cultura.
que incluye el núcleo nor-occidental, con inclusión del Edificio J, para ir confor-
mando el perfil global de este espacio público que se consolidará como tal a lo
largo del Clásico.
Distinta podría ser la consideración para los asentamientos más antiguos del
mundo maya, fundamentalmente si atendemos a la idea que defienden algunos
autores como Paul Gendrop y que establece una posible vinculación y origen con
la cultura olmeca. Esta aseveración corroborada por las relaciones entre simbolo-
gías glíficas de Tres Zapotes e Izapa por ejemplo, no impide localizar asentamien-
tos anteriores a la presencia olmeca sobre todo el la Cuenca del Río Pasión,
localizándose focos contemporáneos en los Altos de Guatemala y Chiapas y en las
Tierras Bajas Mayas.
No son poco los autores que marcan cuáles son los componentes del patrón
urbano maya en el que distinguen básicamente cuatro elementos. Primeramente las
denominadas como partes homogéneas, compuestas por las viviendas que en este
caso se organizan en torno a patios de forma cuadrangular y con las dependencias
dispuestas en torno a ellos. En segundo lugar encontramos la parte central confor-
mada normalmente por áreas públicas, edificios administrativos, residencias de
gobernantes y edificios religiosos. En tercer lugar se disponen las vías de circula-
ción que se encargan de integrar los distintos componentes de cada uno de los
asentamientos y por último, las denominadas como partes especiales, dentro de las
que se incluyen áreas destinadas a actividades productivas, de intercambio, defen-
sa, recreación y otras.
El caso de Uaxactún nos sirve para entender el desarrollo posterior del urbanis-
mo en esta zona tan concreta del área mesoamericana, permitiéndonos establecer
una clara diferenciación con los establecimientos de la zona del Golfo de México
y los valles interiores. En este caso, la ciudad no responde a un concepto unitario
de asentamiento, sobre todo porque ha tenido que adaptarse a las condiciones
impuestas por el terreno. Al igual que las anteriores, la zona pantanosa en la que se
emplaza, ha obligado a una disposición de las estructuras principales en las eleva-
ciones que sobresalen en este ambiente lacustre y entre las que se han definido las
estructuras básicas de comunicación como han sido pequeñas veredas que han
aparecido junto a los riachuelos que las recorren.
En este sentido no perdamos de vista que esa propia definición de ciudad lleva
aparejada una problemática que no permite emplear una sola y exclusiva opción.
Autores como Sonia Lombardo hablan de la existencia de dos criterios como los de
espontaneidad y planificación, considerando la necesidad de que un enclave cuen-
te con una serie de requisitos mínimos que permitan incluso poder hablar de un
claro diseño predefinido. Estos elementos serían los de la existencia de un sistema
de calles y caminos, viviendas, palacios, centro ceremonial-religioso y la plaza o
mercado.
Dentro de estos intentos no son pocos los que como Alberto Amador recurren al
número de sus habitantes como el componente a tener en cuenta, de la misma
manera que otros lo hacen con la calidad de la arquitectura que es capaz de generar
ese enclave.
De esta manera parecen claros los elementos con los que tiene que contar un
asentamiento para ser definido como urbano, tales como los de disponer de un
sistema de vías, y una jerarquización espacial en base a la función ejercida por
las diversas estructuras arquitectónicas, que se repartiría entre la zona de habita-
ción, la palaciega, el centro ceremonial, con un fuerte carácter religioso y el
mercado, centro de la vida diaria. De la misma manera podríamos enfocar el
problema de la necesidad de contar con la presencia de determinados elementos
que fueran definidores de lo que se entendería como ciudad, siendo el ejemplo
más destacado el de la pirámide que se convierte en el componente más distinti-
vo de éstas.
Finalmente otra posibilidad es la consideración de la existencia de unas funcio-
nes exclusivas de estos enclaves en los que destacaría el papel del poder religioso,
militar o político, el origen de la distribución de los productos generados en el
territorio de influencia y por último la existencia de una diversificación social que
contemple la presencia de grupos especializados en distintas funciones, totalmente
alejados de la imagen de las sociedades igualitarias originales.
El punto álgido del desarrollo de las principales concentraciones humanas de la
zona mesoamericana prehispánica se va a reflejar en los centros urbanos más im-
portantes entre los que destacan los de Teotihuacán, Monte Albán, Palenque, Tikal,
y Tenochtitlán. Si bien se trata de una selección puntual, necesaria para poder
desarrollar algunos de los conceptos que nos interesan, de entre ellos se pueden
extrapolar una serie de características genéricas que nos señalen la existencia de
dos tipologías perfectamente definidas. Por un lado aquellos núcleos que partici-
pan de una planificación clara en base a ejes y plazas como son los casos de los dos
primeros, siendo Tenochtitlán el punto final de dichos modelos; y los planteamien-
tos mayas organizados en base a centros ceremoniales que funcionan como focos
nucleares y se ven rodeados por la población que los genera y explica como cen-
tros de atracción religiosos.
Es por ello que precisamente sean éstos los grandes protagonistas del estudio
del urbanismo prehispánico, al ofrecer un grado suficiente de complejidad en sus
definiciones que difícilmente fue asimilado por el hombre occidental, y que tuvo
que recurrir a su comparación con modelos europeos para hacerlos mensurables y
comprensibles.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 125
Una de las características básicas de los centros prehispánicos son las relaciones
que se establecen entre espacio abierto y volumen arquitectónico, en una unión
que se convertirá en paradigmática y definidora del urbanismo prehispánico. En
este sentido la predominante presencia de los espacios abiertos se relaciona con las
propias prácticas religiosas de estas culturas en las que el culto a la Luna y funda-
mentalmente al Sol, se convertían en los ejes de sus plegarias. De alguna manera
podemos hablar de un urbanismo organizado en base a innumerables plazas que se
relacionan entre sí y estructuras que las delimitan y convierten en espacios públi-
cos de una tremenda ceremonialidad.
Desde las primeras culturas, las relaciones entre espacio abierto y volumen ar-
quitectónico, no sólo definieron la esencia de la totalidad de los enclaves, sino que
determinaron la tendencia a orientar y crear direccionalidades en base a un conjun-
to de elementos que se convertían en complementarios de los anteriores. Las esca-
linatas asimétricas, las estelas y la propia presencia de un frente con escalera en las
plataformas principales, facilitaba un cierto orden espacial que la ausencia de fa-
chadas monumentales y de elementos arquitectónicos perfectamente establecidos
podía solucionar.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 127
SELECCIÓN DE IMÁGENES
LA VENTA
interior y donde han aparecido suelos cubiertos por baldosas representando geomé-
trica y abstractamente la figura de un jaguar, animal de importancia capital dentro
de la mitología y religión olmecas.
En esencia este es el organigrama de un complejo que funcionaría como cen-
tro ceremonial en el que posiblemente habitarían de una manera permanente unas
150 personas y que regirían la vida y religión de otras muchas que se repartirían
por los alrededores de este núcleo. No obstante son varias las cuestiones que no
podemos pasar por alto respecto a este primer yacimiento en el que nos hemos
detenido. Por un lado el hecho de que todas las construcciones que se desplantan
en la zona sobre plataformas se realizan mediante una acumulación de tierra con
algunas piedras de refuerzo, lo que desde un punto de vista tecnológico incidió
en sus propias características. Fundamentalmente en el grado de pendiente de las
paredes de la pirámide principal cuya relación de altura y base dependía de la
inclinación de deslizamiento del material, en este caso la tierra con la que estaba
realizada.
Por otro lado la organización de cada uno de los edificios que conforman el
conjunto lo hacen en base a un eje axial predominante norte-sur, uno secundario,
este-oeste y con una inclinación de 8º oeste respecto al norte, que nos hablan de un
claro conocimiento de los elementos naturales y sobre todo astronómico, del trán-
sito de los astros. Esta característica determina que la vertical de su eje sea coinci-
dente con los solsticios y por lo tanto reflejo de su conocimiento del calendario
que ya habían desarrollado en torno al 800 a.C. de 260 días o tonalpohualli.
TEOTIHUACÁN
TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).
MONTE ALBÁN
Monte Albán, yacimiento del que se tiene noticia desde el siglo XVIII, se ubica
en el conocido como Cerro del Tigre, en una zona desde la que estratégicamente se
controlan los valles de Etla, Zaachila y Tlacolula, las vías naturales por las que se
ponía en contacto esta región con el Valle de México, el Pacífico y la zona maya
respectivamente. El centro en sí se emplaza en un cerro que ha conocido una
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 135
continuidad en la presencia humana durante al menos 1400 años (s. VII a.C.- s. VII
d.C.), lo que se ha traducido en una transformación del medio de tal magnitud, que
aún hoy en día asombra por las dimensiones del desplante que de la parte superior
de la elevación se ha producido. Desde esta ciudad, verdadero centro ceremonial se
genera una distribución de la población por las laderas y cerros próximos, en una
extensión tan grande que prácticamente el actual núcleo no es más que una mínima
parte de la totalidad del yacimiento.
Monte Albán, recoge en sus estructuras la presencia de elementos olmecas que pu-
dieron iniciar la construcción de la gran plaza ceremonial, en la que se pueden apreciar
diversas similitudes con la Venta, aunque mejoradas desde un punto de vista técnico.
La gran plaza que ordena la presencia de las distintas estructuras que componen este
centro ceremonial, guarda unas proporciones rectangulares con una orientación norte-
sur de sus lados menores. Al norte se emplaza una gran plataforma en la que se pueden
apreciar algunas de las constantes de diseño de la arquitectura prehispánica como es la
combinación del espacio abierto con las estructuras arquitectónicas, el papel de la
escalera como delimitadora de espacios tanto físico como sonoro y visuales y la apari-
ción de una gran fachada que se abre a la plaza central.
En el oeste se localizan algunos de los edificios más significativos del enclave como
son la Estructura IV, el Edificio de los Danzantes y el Montículo M. En cuanto al
primero y al último, se trata de estructuras en las que se recoge el esquema TPA, Templo,
Patio Altar, que repiten en pequeña escala los valores esenciales que resultan de la
combinación de los espacios abiertos y las estructuras arquitectónicas. El hecho de que
se trate del sector más antiguo de la ciudad, junto con la Plataforma Norte, le dota de una
especial vinculación con algunos de los grupos olmecas que se movieron por los Valles
de Oaxaca, y que se reflejaron en las lápidas de los danzantes y que son las que dan
nombre al edificio. Incluso, su relación con el espacio abierto contiguo que no conoce
construcción alguna y que parece regir el ordenamiento del resto de los edificios de la
plaza central, constatan estas circunstancias.
La Plataforma Sur se convierte en el contrapeso urbano de su contraria en el norte, sin
llegar a tener el mismo volumen que ésta. En sí se trata de una estructura que reaprove-
cha una elevación que acaba modelando y sobre la que define una escalinata en su cara
norte y una pirámide sobre ella marcando un punto sagrado evidente.
Del sector este destacamos el conjunto de edificios que parecen responder a estruc-
turas palaciegas con un organigrama dispuesto en torno a un patio que apenas se ve en
otros lugares de Monte Albán. Junto a él, el juego de pelota que se ubica en la esquina
nororiental responde al tradicional esquema de cancha en forma de H, aunque con la
novedad de no contar con el tradicional anillo dispuesto en la zona central y estar
sustituido por nichos situados en las esquinas y que tienen mucha relación con los que
aparecen en las tumbas de la ciudad.
Por último el Edificio J. Ubicado en la zona sur de la aplaza, sobresale del conjunto
por su planta y su aparente desubicación del organigrama general. Su datación, en la
etapa inicial del complejo, y relacionado con el Edificio de los Danzantes por la presen-
cia de piedras grabadas con personajes de vinculación olmeca, no hace más que abrir
los interrogantes a cerca de la interpretación de su función, más relacionada con fines de
observación astronómica, que esencialmente sagrada.
136 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
TIKAL
Durante once siglos, Tikal fue la ciudad más grande del Petén, en la que las
excavaciones arqueológicas han puesto de manifiesto la existencia de 3000 estruc-
turas arquitectónicas aisladas, bajo las que yacen otras 10000, reflejo de la tenden-
cia a reaprovechar estructuras previas por parte de las culturas prehispánicas. Junto
a ello, la ciudad como tal nos presenta un conjunto de estructuras gemelas, tem-
plos, palacios, complejos administrativos y todos los elementos indispensables de
una aglomeración de estas características.
Tikal constituye sin duda uno de los grandes centros urbanos de la zona maya.
Organiza su estructura con una serie de conjuntos habitacionales, que se disponen
dispersos a lo largo del territorio y que se concentran con una mayor densidad
junto a los complejos arquitectónicos principales. Sus límites vienen determinados
por la construcción de muros defensivos que rodean el sitio.
La parte central de la ciudad se organizaba en torno a la que se denomina como
acrópolis norte, compuesta por pirámides y edificios sagrados como templos que
definen en su centro la gran plaza principal, que junto con canchas de juego de
pelota cierra el conjunto de construcciones que se localizaban en la parte más
importante del enclave.
Uno de los rasgos más destacados de la ciudad de Tikal en la etapa clásica es la
aparición de complejos de pirámides gemelas que flanqueaban plazas y se dispo-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 137
nían con cuatro escalinatas, una a cada lado de sus frentes, que parecen estar rela-
cionadas con la conmemoración de los katunes o períodos de veinte años.
Desde este centro partían tres calzadas que iban a parar a templos o edificios
aislados destinados a la realización de determinadas funciones y que en el caso de
Tikal alcanzaron dimensiones monumentales, medidas que llegan a los sesenta
metros de ancho y un kilómetro de largo.
COPÁN
Copán, ciudad de los astrónomos, está entre los enclaves clásicos más originales
que se puedan analizar en el territorio maya, dentro de la actual Honduras. Desde
un punto de vista urbano y constructivo, la ciudad es el segundo núcleo en tamaño
del mundo maya y responde al modelo de enclave asentado en un territorio que
llega a controlar convirtiéndose en el foco de ordenamiento poblacional, y próxi-
mo a un río, el Copán, cuyas crecidas han afectado a la propia integridad del
conjunto.
las grandes plazas como puntos de encuentro. Urbanismo y arquitectura que se ven
complementados por una serie de estelas y de altares que se constituyen en los
hitos necesarios para la delimitación temporal de determinados acontecimientos
que se convierten necesariamente, en componentes del discurrir temporal del pue-
blo maya, mediante elementos que hunden sus orígenes en las primeras culturas
mesoamericanas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 139
APÉNDICE DOCUMENTAL
Volviendo, pues, à este, exige el buen orden que a la descripcion del Terreno, se
siga el examen de quanto nos presenta esta gran Casa en su interior, cuya arquitec-
tura muy parecida a la antigua gotica, ofrece larga duracion en lo macizo y tosco
de su fabrica, franqueando la entrada en la partte de Levantte, por un Portico o
Corredor de treinta y seis varas de largo, y tres de ancho, con Pilastras rectangulas
llenas, sin pedestal, ni vase alguna, sobre las cuales se hallan unas piedras quadra-
das y lisas de mas de un pie [...]».
CAPÍTULO 6:
INTRODUCCIÓN
De estos dos territorios, nos interesa la propia costa y los valles interiores andi-
nos dispuestos entre la cordillera costera y la Cordillera Blanca y la Negra, ya que
serán en ellos en los que se localicen los primeros y principales testimonios de
asentamientos. Unos enclaves que a la larga mostrarán claras vinculaciones que
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 143
van más allá de las evidentemente geográficas, para testimoniar relaciones de tipo
económico y cultural que en ocasiones hicieron pensar en la existencia de horizon-
tes panperuanos de relación, que permitieran explicar determinadas fases del desa-
rrollo cultural en esta región del continente americano.
La evolución de dichos asentamientos se podría organizar en dos tipos. El pri-
mero de ellos aparece desde fases iniciales tanto en la costa como en las serranías,
y que denominaremos como agrupamientos en aldea, controlando un valle o una
zona estratégicamente importante y donde no podemos hablar claramente de unos
patrones urbanos definidos, sino más bien de esporádicas aglomeraciones en torno
a fuentes de abastecimiento de diversa índole, ya sea esta agua, un punto de caza o
de abundante vegetación, etc. A los segundos, posteriores en el tiempo, los podría-
mos considerar como enclaves del interior en los que de alguna manera se consta-
tan desarrollos claramente organizados alrededor de estructuras arquitectónicas como
plazas y plataformas que se conjugarán para conformar espacios articulados, en los
que juegan un papel importante los ámbitos abiertos y en los que las relaciones
visuales con puntos geográficos próximos será una de sus características.
para disponer las viviendas esparcidas irregularmente. Unas estructuras básicas en las
que se constata el empleo de materiales vegetales y piedras, conformando habitaciones
de distinta planta, tanto cuadrada como semicircular.
Esta inicial complejidad se manifiesta también en las relaciones sociales que
hacen posible la existencia, ya en fechas tan tempranas, de sectores especializados
dedicados exclusivamente a la religión o actividades productivas, que explicarían
la presencia de centros en los que no se constata una actividad de habitación
permanente, pero en los que sí se llevan a cabo reuniones temporales de mucha
población, funcionando como verdaderos centros ceremoniales.
Por último Cerro Sechín muestra posiblemente un organigrama mucho más sim-
ple al anterior, pero donde la preocupación por parte de sus autores de dotarlo de
una importante y trascendental iconografía guerrera, lo convierten en un foco de
atracción de marcado carácter sacramental. Datable aproximadamente en el año
900 a.C., se entra a él a través de una escalinata que nos permite salvar la altura de
la plataforma sobre la que se encontraba, accediendo a una estructura simétrica a la
que se abren las distintas cámaras dispuestas en torno a un eje. Cerro Sechín se
puede considerar como el antecedente de Chavín, interesante por cuanto en él
encontramos algunas de las pautas que se verán en el más destacado de los encla-
ves del Horizonte Temprano.
Sin duda alguna uno de los primeros asentamientos en el que podemos hablar de una
mínima regulación espacial es en el de Chavín de Huántar, 900-400 a.C. Prácticamente
destruido por los avatares naturales y por el propio hecho de ser una cantera de materia-
les pétreos desde la etapa prehispánica, su organización nos habla de una distribución
planificada de los elementos con un centro más importante y otro conjunto de lugares
distribuidos a su alrededor y relacionados con él. Los diseños constructivos en forma de
U y las vinculaciones de las edificaciones con patios como es el caso del denominado
Castillo, nos permiten hablar de una serie de constantes del urbanismo prehispánico
que sigue ubicando sus edificios también en plataformas. No obstante la no existencia
de una planificación clara explicaría las sucesivas ampliaciones que tuvo este núcleo,
como las que dieron lugar al Nuevo Templo, realizada con toda probabilidad en distin-
tas fases, lo que no hace pensar en un proyecto unitario.
148 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Posiblemente el enclave que más nos interese después del de Chavín de Huántar
sea el de Moche, ya en la región costera del sur de Perú en donde podemos encon-
trar otro de los ejemplos de centros ceremoniales que podemos insertar dentro de la
dinámica urbana de los asentamientos prehispánicos andinos. Moche, 100 a.C.-700
d.C., cuenta con dos plataformas, la Huaca del Sol y la de la Luna donde se relacio-
nan espacios abiertos y plazas, articulados por el cerramiento de plataformas que
definen escenarios de un alto valor religioso. La distinta funcionalidad de las mis-
mas hace pensar en la vinculación entre poder civil y religioso, o la unión de
ambos en la misma figura. Así, el hecho de considerar a la Pirámide del Sol como
un templo y a la de la Luna como la plataforma de un palacio, vendrían a sustentar
esta hipótesis.
Pero no solamente podemos hablar de aglomeraciones definidas por ser lugares
de habitación, sino que también tenemos que tener en cuenta aquellos enclaves en
los que originariamente se aprecia una utilización ritual, celebración religiosa o
enterramiento y que se convierten en otra de los condicionantes que dieron lugar a
algunos de los yacimientos más importantes de la región andina. Si ya hemos
hablado de Chavín de Huántar y le hemos conferido ese carácter de lugar sagrado,
el caso de los yacimientos de Paracas en la región meridional de la costa peruana,
nos constatan la elección de enclaves por determinadas circunstancias en los que
se llevaban a cabo el enterramiento de cuerpos envueltos en fardos formados por
mantas de una altísima calidad y que desde el 400 a.C., testimonian la presencia de
concentraciones arquitectónicas dotadas de una fuerte simbología.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 149
PIKILLAQTA. (PERÚ).
150 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
PISAC. (PERÚ).
156 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
SELECCIÓN DE IMÁGENES
CHAVÍN DE HUÁNTAR
La parte más antigua del yacimiento que se conoce como Templo Temprano
está conformado por una plataforma en forma de U y una plaza hundida circular
entre los brazos de dicha U. El organigrama del edificio se completaba con un
sinfín de galerías que desarrolladas a distinta altura estaban decoradas con un
conjunto de figuras que evidencia la especial simbología de esta zona y en una de
cuyas intersecciones, generadas por el cruce de dos de estas galerías se emplaza El
Lanzón.
Esta estructura original poco a poco se fue modificando, incorporándose con el
tiempo en un conjunto de plazas y plataformas que generó un modelo que se
siguió utilizando hasta Tiahuanaco.
TIAHUANACO
TIAHUANACO. (BOLIVIA).
158 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
CHAN CHÁN
OLLANTAYTAMBO
Los distintos estudios que sobre el origen de la ciudad americana se han escrito,
siempre sopesaron la influencia que algunos esquemas regulares prehispánicos pudieron
tener en la configuración de los modelos urbanos a partir del siglo XVI. Ejemplos
como el de Ollantaytambo, ponen de manifiesto la existencia de estos organigra-
mas en momentos anteriores a la llegada de los españoles, pero no necesariamente
vinculables con los diseños planificados que surgirían posteriormente.
En este sentido, dentro de esta problemática surgida en torno a la consideración
del carácter planificado de muchos de esos asentamientos, no cabe la menor duda
que el caso de Ollantaytambo ejemplifica tanto el grado de desarrollo que alcanza-
ron muchos de ellos, como la existencia de un modelo en el que había vivido el
indígena americano y que por tanto conocía, justificación que permitiría explicar
el por qué de su perfecta adecuación a los modelos importados desde occidente.
160 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
OLLANTAYTAMBO. (PERÚ).
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 161
Emplazada en el valle del río Urubamba, su historia está muy relacionada con la
del propio Cuzco, ubicada en un punto estratégico desde el que se controlaban
varios pasos. Su estructura se organiza en dos sectores, la fortaleza, que emplazada
en lo alto de la montaña vigilaba dicha posición privilegiada y la ciudad, a sus
pies. El desarrollo de la misma se caracteriza por su tremenda regularidad en la que
dieciocho bloques rectangulares se distribuyen generando en el centro una plaza y
separados por calles rectilíneas, por las que discurre un conjunto de canales que
pasan por los quicios de las entradas a las viviendas funcionando como sistema de
higiene tremendamente desarrollado.
La estructura de cada una de esas unidades señaladas o bloque, se organiza
mediante un sistema dual en el que se insertan dos patios separados y rodeado cada
uno de ellos por cuatro habitaciones, todo realizado con una tremenda perfección
en el trabajo de la piedra. En las esquinas, pequeños patios completan los espacios
libres entre las habitaciones.
CUZCO
CUZCO. EN ESTE PLANO SE PUEDEN VER LAS SALIDAS DE LA CIUDAD HACIA LAS
CUATRO PARTES DEL IMPERIO INCA. (PERÚ).
prehispánico y contando con una hegemonía sobre el conjunto del Perú que no
abarcó más allá de tres generaciones. Su mérito radica en haberse desarrollado a
partir de un establecimiento pre-inca datado en la misma época que Chavín del que
no nos han llegado restos de arquitectura monumental, escultura en piedra o meta-
les, siendo básicamente la cerámica el único testimonio material de este asenta-
miento. Ni siquiera en el Horizonte Medio, bajo la sombra del poder wari, se testimonia
la presencia de un enclave importante que hablara de una clara preeminencia de
esta región sobre el entorno.
El trazado de la ciudad de Cuzco que tanto impresionó a los españoles, estaba
ordenado en base a dos ejes principales que señalaban el inicio de los cuatro
caminos que se dirigían a las cuatro regiones en que estaba dividido el imperio.
Dichos ejes se convertían a su vez, en los referentes que marcaban las direcciones
de las calles secundarias que a diferencia de las principales se trazaban mantenien-
do unos perfiles angostos, con fuertes declives debido a la orografía.
La plaza marcaba el centro de la ciudad y se encontraba dividida en dos seccio-
nes que se utilizaban de distinta manera. La del norte estaba dedicada a las ceremo-
nias, mientras que el sector meridional estaba dedicado a las fiestas y bailes.
De entre los edificios que se disponían en la ciudad destacaban los palacios, de
gran tamaño y organizados internamente por gran cantidad de habitaciones en los
que, como ocurría con los templos, sobresalía el trabajo de piedra con el que estaba
realizada parte de la estructura. Desde este centro crecería la ciudad de una forma
espontánea, organizando todo el entramado en barrios que formaban un anillo de
construcciones de materiales perecederos que se diferenciaban de las construccio-
nes más importantes que ocupaban los alrededores de la plaza.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 163
APÉNDICE DOCUMENTAL
«La ciudad de Cuzco está fundada en un sitio bien áspero y por todas partes
cercado de sierras, entre dos arroyos pequeños, el uno de los cuales pasa por medio,
porque se ha poblado de entrambas partes. Tiene un valle a la parte de levante, que
comienza desde la propia ciudad: por manera que las aguas de los arroyos que por
la ciudad pasan corren al poniente. En este valle, por ser frío demasiado, no hay
género de árbol que pueda dar fruta, si no son algunos molles. Tiene la ciudad a la
parte del norte, en el cerro más alto y más cercano a ella, una fuerza, la cual por su
grandeza y fortaleza fue excelente edificio, y lo es en este tiempo, aunque lo más
della está deshecha; pero todavía están en pie los grandes y fuertes cimientos, con
los cubos principales [...]. En el comedio, cerca de los collados della, donde estaba
lo más de la población, había una plaza de buen tamaño, la cual dicen que antigua-
mente era tremedal o lado, y que los fundadores, con mezcla y piedra, lo allanaron
y pusieron como agora está. Desta plaza salían cuatro caminos reales; en el que
llamaban Chichasuyo se camina a las tierras de los llanos con toda serranía, hasta
las provincias de Quito y Pasto. Por el segundo camino, que nombran Condesuyo,
entran las provincias que son subjetas a esta ciudad y a la de Arequipa. Por el
tercero camino real, que tiene por nombre Andesuyo, se va a las provincias que
caen en las faldas de los Andes y a algunos pueblos que están pasada la cordillera.
En el último camino destos, que dicen Collasuyo, entran las provincias que llegan
hasta Chile[...]. El río que pasa por esta ciudad tiene sus puentes para pasar de una
parte a otra. Y en ninguna parte deste reino del Perú se halló forma de ciudad con
noble ornamento sino fue este Cuzco, que (como muchas veces he dicho), era la
cabeza del imperio de los ingas y su asiento real. Y sin esto, las más provincias de
las Indias son poblaciones. Y si hay algunos pueblos, no tienen traza ni orden ni
cosa política que se haya de loar; el Cuzco tuvo gran manera y calidad; debió ser
fundada por gente de gran ser. Había grandes calles, salvo que eran angostas, y las
casas, hechas de piedra pura, con tan lindas junturas que ilustra el antigüedad del
edificio, pues estaban piedras tan grandes muy bien asentadas. Lo demás de las
casas todo era madera y paja o terrados, porque teja, ladrillo ni cal no vemos
reliquia dello. En esta ciudad había en muchas partes aposentos principales de los
reyes ingas, en los cuales el que sucedía en el señorío celebraba sus fiestas. Estaba
en ella el magnífico y solemne templo del sol, al cual llaman Curicanche, que fue
de los ricos de oro y plata que hubo en muchas partes del mundo. Lo más de la
ciudad fue poblada de mitimaes, y hubo en ella grandes leyes y estatutos a su
usanza, y de tal manera, que por todos era entendido, así en lo tocante de sus
vanidades y templos como en lo del gobierno. Fue la más rica que hubo en las
Indias de lo dellas sabemos, porque de muchos tiempos estaban en ella tesoros
allegados para grandeza de los señores, y ningún oro ni plata que en ella entraba
podía salir, so pena de muerte. De todas las provincias venían a tiempos los hijos
164 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
de los señores a residir en esta corte con su servicio y aparato. Había gran suma de
plateros, de doradores, que entendían en labrar lo que era mandado por los ingas.
Residía en su templo principal que ellos tenían su gran sacerdote, a quién llamaban
Vilaoma. En este tiempo hay casas muy buenas y torreadas, cubiertas con teja. Esta
ciudad, aunque es fría, es muy sana, y la más proveída de mantenimientos de todo
el reino, y la mayor dél, y adonde más españoles, tienen encomienda sobre los
indios, la cual fundó y pobló Mangocapa, primer rey inga que en ella hubo. Y
después de habar pasado otros diez señores que le sucedieron en el señorío, la
reedificó y tornó a fundar el adelantado don Francisco Pizarro, gobernador y capi-
tán general destos reinos, en nombre del emperador don Carlos, nuestro señor, año
de 1534 años, por el mes octubre».
* CIEZA DE LEÓN, Pedro. La Crónica del Perú. Madrid, Historia 16, 1984, pp.
335-338.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 165
CAPÍTULO 7:
ARQUITECTURA MESOAMERICANA
INTRODUCCIÓN
La idea de formar parte de esa armonía vital y nunca contra ella, y la necesidad
de llevar a cabo un culto al sol como astro rey que garantizaba la vida, y cuyo
transcurso por el cielo era considerado como esencial para su existencia, determinó
la aparición de unos espacios en los que se adoraba de una manera evidente a estos
elementos. Desde etapas tempranas, tanto en la zona mesoamericana como en la
andina, el culto al sol se convirtió en el protagonista de la elaboración y planifica-
ción de los espacios, donde la exposición a su observación eliminaba la contem-
plación de cualquier construcción cubierta que pudiera evitarla. Ni tan siquiera los
espacios menores domésticos, pueden apartarse de la presencia de un elemento
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 167
abierto que mostrara dicha relación, caso de los patios en torno a los cuales se
disponen las unidades habitacionales.
Ahora bien, el propio concepto de la construcción, entendida como una parte
más de la naturaleza, integrada en la misma, abriría las puertas a una interpretación
más profunda. No sólo el hecho de presentar estructuras abiertas justificaría este
vínculo, sino que el mimetizarse prácticamente con el entorno, en casos como las
pirámides de Teotihuacán, con el Cerro Gordo y el Chiconautla como telones de
fondo, hablan de la tremenda preocupación que tuvieron sus constructores de con-
vertir sus obras en un parte más de esa naturaleza, cuya armonía no se quería
alterar. La continuidad entre las líneas naturales de las montañas y las artificiales
de lo arquitectónico, ejemplifican de un modo más que destacable ese concepto
arquitectónico que huye de los espacios cerrados para integrarse directamente en el
medio al que pertenecen.
mediante el análisis de los restos materiales que la arqueología relaciona con las
mismas, y su propia evolución interna, en un intento de crear una secuencia cons-
tructiva que explique sus componentes, puede ser uno de los medios más aclarado-
res de las circunstancias que envuelven al mismo proceso de edificación.
tulo aparte lo conforma, por ejemplo, la construcción del templo rojo que existe delante
de la pirámide de Quetzalcóatl en la Ciudadela de Teotihuacán, donde se evidencia la
intención de anular y ocultar una estructura previa mediante la interposición, en rela-
ción al acceso más importante a la explanada central, de una construcción que anulara
visualmente dicha pirámide y que estudios recientes están poniendo en cuestión, ya
que la propia finalización de dicha edificación es dudosa.
170 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Por lo que se refiere a los primeros, los ejemplos que han llegado hasta nosotros
y que han podido ser interpretados con la suficiente garantía no son muchos. Inclu-
so, su propia utilización por parte de sacerdotes o reyes, no habla de una evidente
diferenciación dependiendo de uno u otro. Los casos que se pueden analizar con
más claridad como el Quetzalpapálotl de Teotihuacán, algunos de los complejos
del sector occidental de Monte Albán, el grupo de las Columnas de Mitla o el
Palacio de Palenque, nos hablan de una serie de características que podríamos
definir como comunes.
En todos los casos estamos hablando de estructuras claramente diferenciadas del
conjunto por sus dimensiones, por la calidad de los materiales que se emplean en
ellas o por su ubicación dentro del plan urbano definido. Este hecho, si cabe, les
confiere una mayor monumentalidad que se transmite en su emplazamiento, casi
siempre sobre una enorme plataforma, al contar con decoraciones esculpidas en
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 171
piedra o labradas en estuco sin que predomine la pintura de una manera clara y
sobre todo por su vinculación con sectores importantes como una plaza, que ha-
blan de su relevancia al estar estrechamente relacionados con espacios de reunión
de una especial importancia espiritual.
Por lo que se refiere a los templos, éstos se relacionan con las pirámides como
espacios en los que se llevan a cabo los cultos a los dioses, dándose ejemplos en
los que la propia pirámide se convierte en la plataforma sobre la que se asienta
dicho edificio. Espacios donde lo sagrado y lo privado conforman un lugar de una
alta significación y de los que podemos encontrar numerosos ejemplos por todo el
territorio prehispánico. La enorme diversidad de estos lugares nos obliga a una
selección que sin duda dejará fuera a edificios que por sus características merece-
rían un análisis detallado, pero que excedería las pretensiones de este manual.
El hecho de tratarse de la zona más sagrada justificaría su generalizada desapa-
rición, y a pesar de que son numerosas las reconstrucciones que se han realizado de
estos edificios, no cabe la menor duda de que muchas de ellas responden a unos
principios básicos constructivos. De los primeros asentamientos apenas si han lle-
gado ejemplos. Para el caso olmeca, podríamos incluso señalar que la relación
entre el templo en sí y la pirámide respondería a un esquema dual en el que confor-
marían un conjunto que delimitaría, por ejemplo ambos extremos de la plaza prin-
cipal de La Venta. Ya en Cuicuilco, la relación entre la pirámide y el templo que
sobre ella se dispone, parece clara, constatándose incluso la existencia de varias
reconstrucciones en las que se dispone la sala sagrada sobre la parte superior de la
estructura piramidal, permitiendo plantear la posibilidad de que ésta no sea más
que el medio y no el fin espacial en el que se realiza el ritual.
Las hipótesis respecto a los modelos estructurales que culminarían las cimas de
la Pirámide del Sol y de la Luna en Teotihuacán, son uno de los ejemplos más
178 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
como en el caso de los templos del Sol y de la Flor Foliada de Palenque, se cons-
tituyen en un paso más hacia la complicación que se logró definir.
Por último hemos seleccionado el Juego de Pelota como máximo exponente de
espacio ceremonial y sagrado que tendrá en la zona mesoamericana su área de
máxima expansión. El espacio que se definió, fue empleado como lugar de celebra-
ción ritual, donde se llevaban a cabo ceremonias en las que participaban toda una
serie de elementos que les confieren un especial valor y un altísimo carácter sagra-
do.
SELECCIÓN DE IMÁGENES
LA PIRÁMIDE DE CUICUILCO
La conformación de las orillas del Lago de Texcoco, espacio elegido por distin-
tos grupos humanos a lo largo de la etapa preclásica mesoamericana, como lugar de
asentamiento aprovechando los recursos naturales, tiene uno de sus reflejos más
sorprendentes en la Pirámide de Cuicuilco.
Con sus 65 metros de altura y sus 222 x 225 m. de planta, este edificio se
concibe como la consolidación espacial y visual de un antiguo santuario o lugar
de peregrinación que estaba conformado por una cueva con planta trebolada
sobre la que se construye. En esencia repite en su estructura el sistema construc-
tivo derivado de la zona Olmeca, y desarrollado de una sola vez. Es decir, un
enorme núcleo constituido por la acumulación de tierra y piedra que en esta
ocasión define una planta cuadrada, que se recubre con una capa de piedra que
sirve para consolidar dicha estructura y a la vez ser la base de una cubierta de
estuco que serviría para disponer una decoración pictórica de la que apenas han
llegado restos.
En altura se desarrolla con cuatro plantas troncopiramidales decrecientes que
culminan con una explanada sobre la que se situaría el templo o la imagen divina
a la que se rendiría culto. Presenta un solo acceso por su lado occidental, mediante
una escalinata que alterna su desarrollo con uno y dos tramos hasta alcanzar la
parte superior. Dicha circunstancia, la de presentar su fachada o lado principal
orientado hacia el poniente planteó la probabilidad de su relación con el culto al
sol, aspecto que se corroboró al comprobar que su planta se encontraba ligeramente
inclinada hacia el noroeste los grados necesarios para que en las fechas de los
solsticios de verano e invierno, de cada año, la sombra que se proyecte sobre ella
sea totalmente paralela a su eje este-oeste.
EL PALACIO DE PALENQUE
Situado junto al río Otulum que riega y recorre todo el enclave de norte a sur,
este edificio destaca por su singularidad y su propia estructura espacial. En esencia
el conjunto arquitectónico se alza sobre una plataforma de 100 metros de largo, por
80 de ancho y 10 de altura, a la que se accede por una escalinata situada por todo
el lado septentrional. El complejo se organiza en torno a cuatro patios, que se
fueron definiendo mediante la sucesiva construcción de edificios junto a ellos.
Unas estructuras que se organizan con dobles crujías que se abren al interior y el
exterior del complejo, formando galerías que se vieron transformadas mediante la
incorporación de tabiques de separación en cuartos.
El alto grado de desarrollo que alcanzaron los mayas en el control del agua,
desde su captación a su reparto se refleja en la existencia en el complejo de unos
baños y retretes conectados con caño de desagüe y sumideros.
186 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Este edificio forma parte del complejo más importante del yacimiento de Chichén
Itzá y muestra, como decimos, con claridad las relaciones e influencias que recibieron
las tierras mayas del Puuc, por parte de los toltecas del Valle de México. Su planta
procede directamente del templo principal de Tula, dedicado a Venus o Tlahuizcalpan-
tecuhtli, literalmente, casa del señor de la mañana. Se trata de una pirámide de cuatro
pisos, desarrollados mediante la combinación del tablero talud y con relieves de jagua-
res y águilas, sobre la que se dispone el templo a la que se accede por una escalinata que
permite el acceso a la plataforma superior delante del chac mool. El templo se abre
mediante un pórtico formado por dos grandes serpientes invertidas, con la cabeza a ras
de suelo y la cola funcionando como capitel.
Al pie del edificio se dispone un pórtico sostenido por pilares que sirve de
unión con una sala de tres naves, hipóstila que organiza un espacio indefinido que
culmina en la conocida como sala de las Mil Columnas, constatando el hecho de
que Chichén Itzá sea un modelo perfectamente trasladado del templo de Tula don-
de se presentan los mismos elementos, pero en los que se emplean los sistemas de
construcción que habían desarrollado los mayas como el empleo de la cal y los
sistemas abovedados de hormigón.
188 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
APÉNDICE DOCUMENTAL
«...Era el patio de este templo muy grande; tendría hasta doscientas brazas en
cuadro. Era todo enlosado (y) tenía dentro de sí muchos edificios y muchas torres;
de estas torres unas eran más altas que otras, y cada una de ellas era dedicada a un
dios. La principal torre de todas estaba en el medio y era más alta que todas, era
dedicada al dios Huitzilopochtli o Tlacauépan Cuexcótzin. Esta torre estaba divi-
dida en lo alto, de manera que parecía ser de dos y así tenía dos capillas o altares
en lo alto, cubierta cada una con un chapitel, y en la cumbre tenía cada una de
ellas sus insignias o divisas distintas. En la una de ellas y más principal estaba la
estatua de Huitzilopochtli, que tambien la llamaban Ilhuicatl xoxouhqui; en la otra
estaba la imagen del dios Tláloc. Delante de cada una de estas estaba una piedra
redonda a manera de tajón que llamaban téchcatl, donde mataban los que sacrifica-
ban a honra de aquel dios; y desde la piedra hasta abajo estaba un regajal de sangre
de los que mataban en él, y así estaba en todas las otras torres. Estas torres tenían
la cara hacia el occidente, y subían por gradas bien estrechas y derechas, de abajo
hasta arriba, a todas estas torres..».
mentos de forma colosal, esas pirámides truncadas y divididas por hiladas como el
templo de Belo en Babilonia, ¿ de dónde había tomado el tipo de tales edificios?¿Venía
él de raza mongolesa?¿Descendía de un tronco común con los chinos, los hioñux y
los japoneses?».
CAPÍTULO 8:
INTRODUCCIÓN
VARIEDAD TIPOLÓGICA
ACEQUIA INCA.
194 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
preocupación clara de estos pueblos por dominar una naturaleza hostil se reflejó en
las grandes construcciones de infraestructuras de la costa y así, por un lado la red
de canales, acueductos y depósitos que se construyeron en los distintos valles de la
costa y que sirvieron tanto para abastacer a las poblaciones como para poner en
cultivo las terrazas, no son más que un exponente de este conjunto de obras. Por
otro lado la infraestructura de caminos, puentes e incluso andenes que transforma-
ron el núcleo del imperio inca en un territorio claramente humanizado con el que
se buscaba dar unidad política a una vasta región que conocieron directamente los
españoles en el segundo tercio del siglo XVI, es reflejo de la capacidad para desa-
rrollar trabajos comunitarios que se alcanzaron y que tanto asombraron a los espa-
ñoles.
Los ejemplos con los que nos podemos encontrar en este recorrido por la arqui-
tectura preincaica e incaica, responden a unos tipos que ante todo solventan de una
manera acertada sus relaciones como volúmenes con el entorno en el que encuen-
tran, volviendo a convertirse en verdaderos referentes visuales, y por otro de com-
plejos en los que exceptuando algunos casos concretos como el mismo Chavín de
Huántar, se trata de edificios en los que se ha querido transmitir una especial
significación a través de unos conjuntos regulares en los que la armonía en la
relación de cada una de las partes que componen su estructura, son reflejo de
equilibrio y racionalidad para con quién debía ser el propietario de dicha construc-
ción, ya fuera dios o rey.
Exceptuando los casos más simples de construcciones en las que se ha querido
ver una incipiente estructura que de nuevo nos vuelve a relacionar el posible ori-
gen de la arquitectura con los lugares de enterramiento, los casos más paradigmáti-
cos de la arquitectura prehispánica son ejemplos de perfecta integración en el
espacio en el que se encuentran y de orden interior.
Los primeros ejemplos como el templo de las Manos Cruzadas de Kotosh o la
propia Huaca de los Reyes, cuyas construcciones están separadas por más de mil
años, ya nos hablan de estas tendencias que venimos señalando. Para el primero de
ellos, enclave situado en las tierras altas del norte peruano, destaca por combinar
estructuras arquitectónicas en las que se organizan los interiores en torno a un
pequeño patio rehundido al que se accede a través de dos puertas situadas en el
mismo eje mayor del rectángulo que define el edificio. En el caso de la Huaca de
los Reyes en el valle del Moche, la organización global destaca por la enorme
simetría en el desarrollo de su plano, además de sobresalir, no solamente la defini-
ción de unas unidades espaciales abiertas a patios que se suceden dispuestos en un
eje, sino que la existencia de pórticos nos habla por primera vez en esta región de
la utilización de espacios indefinidos funcionando a manera de propileos columna-
dos.
Cerro Sechín, templo anterior al año 900 a.C. supone un buen caso en el
que poder apreciar no solo la existencia de una clara planificación del encla-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 195
Por lo que respecta a la tierra, este será el material básico de las edificaciones
que se construyen en la franja costera que desde el Ecuador hasta el norte de Chile
fue territorio de fructíferas culturas que alcanzaron un alto grado de desarrollo. La
extrema sequedad del ambiente, ya comentada en el tema del urbanismo y a la que
volveremos en el apartado de las artes menores, va a condicionar que el bajo nivel
de humedad de la región y la escasez de canteras, faciliten y determinen el desarro-
llo del empleo de este material.
Ésta se empleará básicamente en forma de adobe, como tapia y a manera de cubierta
protectora de paredes, llegando a trabajarse con una infinidad de motivos que decora-
rán los espacios interiores y exteriores de estas construcciones.
El adobe constituye posiblemente uno de los sistemas constructivos más anti-
guos conocidos por el hombre. Reflejo de un perfecto conocimiento del terreno y
del material que éste le puede aportar, conforman la forma más primitiva de realiza-
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 199
Por lo que respecta a la piedra, será más abundante en los asentamientos de las
tierras altas interiores en los que se empleará como material básico de distintas
formas. Aparece componiendo muros de mampostería, como canto de río en los
cimientos y sobre todo trabajada como sillar donde alcanzará sus máximos logros,
siendo la manera más conocida.
Los ejemplos más simples de arquitectura en piedra pueden ser las tumbas que
aparecen en muchos enclaves empleándola directamente excavada como las de San
Agustín o Tierradentro en Colombia o realizando muros de contención de mam-
postería de planta circular o rectangular en la región de Paracas. A esto debemos
unir los ejemplos de construcciones domésticas de viviendas realizadas también en
piedra y que conforman los ejemplos más simples y esenciales en los que aparece
trabajado este material.
Las cubiertas se realizaban con material vegetal con el que se definían, siguien-
do a las reconstrucciones realizadas de algunos edificios, el perfil de doble agua o
corriente apoyada sobre muros medianeros de carga en los que descansaban cada
uno de los componentes de esta cubierta. No obstante también se testimonia el
empleo de techumbres planas con las que de alguna manera se soluciona la falta de
especies arbóreas en algunas zonas, fundamentalmente del altiplano y se fomenta
un ahorro de material que sería mucho más grande si se emplearan soluciones
abovedadas.
Dejamos para un último apartado el tema de la ingeniería pre e incaica, funda-
mentalmente por ser uno de los capítulos más importantes de la arquitectura prehis-
pánica en Suramérica. Aunque fueron los incas quienes llegaron a diseñar la basta
red de caminos que recorrieron todo el imperio desde el norte hasta el sur, antes
que ellos, los primitivos habitantes de lo que acabarían siendo territorios incas ya
contaban con vías de comunicación que les permitían ir de un territorio a otro
dentro de un espacio caracterizado por las dificultades orográficas. Unos caminos
que más que circuitos económicos eran en realidad vías que sirvieron a funciones
militares, estratégicas y administrativas.
Una estructura viaria que fue utilizada por los primeros conquistadores y que les
permitió desplazarse de un extremo a otro con mucha facilidad. La red de caminos
forman un sistema vial de aproximadamente 23000 kilómetros de longitud y a las
que complementaban paredes, postes, puentes, tambos, oroyas, huaros o tarabitas,
un conjunto de complementos que ante todo garantizaban la comunicación allí
donde el relieve se hacía más salvaje. En ellos la piedra se emplea para realizar la
superficie del camino y en algunos casos los mismos puentes que se salvaban en el
recorrido.
204 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
SELECCIÓN DE IMÁGENES
Dentro de la evolución que van a conocer los asentamientos del Horizonte An-
tiguo, los esquemas constructivos se van a ir definiendo en enclaves como Kotosh
y Cerro Sechín. En ambos, ejemplos de una serie más amplia, ya se testimonia la
combinación de estructuras abiertas y cerradas, en las que se adivinan algunas de
las características de etapas posteriores.
los Andes. Se colocaban de tal manera que se alternaban piedras verticales y estre-
chas con otras cuadradas y más pequeñas. En ellas aparecen esculpidas figuras
humanas de perfil, representaciones ideográficas de herramientas, trofeos de cabe-
zas partidas y columnas vertebrales.
Sobre la plataforma se ubicaba el templo que estaba construido con adobes
cónicos sobre un plano rectangular con un conjunto de cámaras dispuestas axial-
mente respecto al eje central.
CHAVÍN DE HUÁNTAR
Su organigrama nos interesa ya que se puede considerar como el final del desarrollo
espacial de los enclaves anteriores, donde se consolida una serie de soluciones arqui-
tectónicas que se mantendrán en el tiempo. La estructura central del yacimiento está
conformada por un conjunto de plataformas, salpicadas de pasadizos y desarrolladas en
torno a una plaza rehundida, en cuya relación se quiere ver una serie de similitudes con
los accidentes geográficos del entorno. Una especie de reinterpretación artificial de la
vinculación existente entre montañas, valles y cuevas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 207
CHAN CHÁN
Uno de los reinos que se engrandeció hasta constituir un pequeño estado centra-
lizado fue el reino de Chimor, cuya capital Chan Chán hay que relacionar con un
momento de expansión del imperio Wari, donde se puede percibir el grado al que
llegó la imposición de un patrón urbano característico.
Chan Chán es una de las ciudades más grandes de la América prehispánica y
uno de los ejemplos más destacados de planificación urbana. La zona arqueológi-
ca, situada a unos kilómetros al noreste de Trujillo, ocupa una llanura por encima
del nivel irrigado actualmente cubriendo unos 18 kilómetros cuadrados. Pudo lle-
gar a tener 200000 habitantes.
En su interior se pueden llegar a distinguir nueve o diez unidades, conocidas
con el nombre de ciudadelas, de las que destacamos la conocida como de Max
Uhle. Podríamos decir que se trata de un complejo arquitectónico que vuelve a
ofrecernos un ejemplo de disposición de dependencias de una forma ordenada
junto a un patio, donde la distribución de cada uno de los subsectores en los que se
puede organizar el complejo se lleva a cabo de una forma regular, y totalmente
aislada del resto del asentamiento por un muro con un solo acceso que ayuda a
potenciar si cabe la direccionalidad de los espacios interiores.
El empleo de adobe como base exclusiva en todo el conjunto, ejemplifica del
mismo modo uno de las mejores propuestas que se pueden encontrar en Suraméri-
ca.
Además de las ciudadelas, Chan Chán cuenta con una serie de huacas o montí-
culos y otras construcciones de valor y época diversa. Entre las primeras destaca-
mos la huaca del Obispo, Las Conchas, El Olvido, Toledo, El Higo, etc.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 209
PISAC
Dentro del conjunto de enclaves que se reparten por el Valle Sagrado, Pisac, es
el que posiblemente ofrezca los restos arquitectónicos de más calidad. El yacimien-
to destaca por la maestría y el refinamiento de la técnica de labrar la piedra emplea-
da en su construcción.
PISAC. (PERÚ).
La ciudad en sí, está compuesta por edificios cuya función es difícil de precisar.
Al igual que en otros enclaves como Sacsahuamán y Ollantaytambo, sobresale el
aspecto militar y el religioso presente en estas estructuras, mostrándose casi insepa-
rables el uno del otro. Reflejo de ello es el Intihuatana o lugar en el que queda
atado el sol, organizado por medio de un esquema bastante rígido, donde sobresa-
len templos, almacenes, fortalezas, observatorios, calles, pasajes, túneles, etc.
Todo este sector, se organiza en torno a un edificio de granito rosado, realizado
rodeando un monolito denominado precisamente Intihuatana, lo que le convierte
en un espacio dedicado al culto solar.
Los restos de los edificios conservados, presentan ese trabajo perfecto en el
ensamblaje de cada uno de los sillares de piedra, y la presencia de ventanas trape-
zoidales, con la parte superior más estrecha, típicas de la arquitectura inca.
Otros sectores nos muestran algunos ejemplos de viviendas como el que se
encuentra situado en la ladera oriental de la montaña, bajo el mismo Intihuata-
na. El conjunto está formado por pequeños recintos amurallados separados en-
tre ellos, y agrupados en dos estructuras, siguiendo la configuración sinuosa
del terreno.
212 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
APÉNDICE DOCUMENTAL
«Pasando de la ciudad de los reyes por la misma costa, a cuatro leguas della está
el valle de Pachacama, muy nombrado entro estos indios. Este valle es deleitoso y
frutífero, y en él estuvo uno de los suntuosos templos que se vieron en estas partes:
del cual dicen que, no embargante que los reyes ingas hicieron, sin el templo del
Cuzco, otros muchos, y los ilustraron y acrecentaron con riqueza, ninguno se igua-
ló con este de Pachacama, el cual estaba edificado sobre un pequeño cerro hecho a
mano, todo de adobes y de tierra, y en lo alto puesto el edificio, comenzando desde
lo bajo, y tenía muchas puertas, pintadas ellas y las paredes con figuras de anima-
les fieros. Dentro del templo, donde ponían el ídolo estaban los sacerdotes, que no
fingían poca santimonia. Y cuando hacían los sacrificios delante de la multitud del
pueblo iban los rostros hacia las puertas del templo y las espaldas a la figura del
dolo, llevando los ojos bajos y llenos de gran temblor, y con tanta turbación, según
publican algunos indios de los que hoy son vivos, que casi se podrá comparar con
lo que se lee de los sacerdotes de Apolo cuando los gentiles aguardaban sus vanas
respuestas. Y dicen más: que delante de la figura desde demonio sacrificaban nú-
mero de animales y alguna sangre humana de personas que mataban; y que en sus
fiestas, los que ellos tenían por más solemnes, daba respuestas; y como eran oídas,
las creían y tenían por de mucha verdad. Por los terrados deste templo y por lo más
bajo estaba enterrada gran suma de oro y plata. Los sacerdotes eran muy estimados,
y los señores y caciques les obedecían en muchas cosas de las que ellos mandaban;
y es fama que había junto al templo hechos muchos y grandes aposentos para los
que venían en romería, y que a la redonda dél no se permitía enterrar ni era digno
de tener sepultura si no eran los señores o sacerdotes o los que venían en romería y
a traer ofrendes al templo. Cuando se hacían las fiestas grandes del año era mucha
la gente que se juntaba, haciendo sus juegos con sones de instrumentos de música
de las que ellos tienen. Pues como los ingas, señores tan principales, señoreasen el
reino y llegasen a este valle de Pachacama, y tuviesen por costumbre mandar por
toda la tierra que ganaban que se hiciesen templo y adoratorios al sol, viendo la
grandeza de este templo y su gran antigüedad, y la autoridad que tenía con todas
las gentes de las comarcas, y la mucha devoción que a él todos mostraban, pare-
ciéndoles que con gran dificultad la podrían quitar, dicen que trataron con los
señores naturales y con los ministros de su dios o demonio que este templo de
Pachacama se quedase con la autoridad y servicio que tenía, con tanto que se
hiciese otro templo grande y que tuviese el más eminente lugar para el sol; y
siendo hecho como los ingas lo mandaron su templo del sol, se hizo muy rico y se
pusieron en él muchas mujeres vírgenes. El demonio Pachacama, alegre en este
concierto, afirman que mostraba en sus respuestas gran contento, pues con lo uno y
lo otro era él servido y quedaban las ánimas de los simples malaventurados presas
de su poder. Algunos indios dicen que en lugares secretos habla con los más viejos
este malvado demonio Pachacama; el cual, como ve que ha perdido su crédito y
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 213
autoridad y que muchos de los que le solían servir tienen ya opinión contraria,
conociendo su error, les dice que el Dios que los cristianos predican y él son una
cosa, y otras palabras dichas de tal adversario, y con engaños y falsas apariencias
procura estorbar que no reciban agua del baptismo, para lo cual es poca parte, por
que Dios, doliéndose de las ánimas de estos pecadores, es servido que muchos
vengan a su conocimiento y se llamen hijos de su iglesia, y así, cada día se baptiza.
Y estos templos todos están desechos y ruinados de tal manera que lo principal de
los edificios falta; y a pesar del demonio, en el lugar donde él fue tan servido y
adorado está la cruz, para más espanto suyo y consuelo de los fieles...».
* CIEZA DE LEÓN, Pedro de. La crónica del Perú. Edición de Manuel Balles-
teros. Madrid, Historia 16, 1984, pp. 285-287.
214 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 215
CAPÍTULO 9:
INTRODUCCIÓN
LA FUNCIÓN DE LA PINTURA
El papel que ha jugado desde siempre la pintura como elemento cargado de una
tremenda simbología, ha sido una constante a lo largo de la Historia de la Humani-
dad. La temprana relación que se establece entre los distintos colores y su identifi-
cación con valores mágico-religiosos como la vida, la naturaleza o el cielo, la dotó
de una especial significación para funcionar como vehículo de los intereses de las
clases dirigentes, y con ello legitimar un orden establecido en la inmensa mayoría
de los casos por obra y gracia divina.
los edificios estaban pintados de un color uniforme, mientras que las escenas se
solían reservar para espacios interiores y más restringidos en cuanto al tránsito de
gente.
Respecto a los colores tenemos que hablar de los extraídos de bases animales,
vegetales y minerales, aunque la gama cromática con la que se realizan estas pintu-
ras no sea muy amplia siendo básicamente los amarillos, ocres con rojos y naranjas
como variantes más claros, azules y verdes los principales, junto al blanco y el
negro, los más empleados.
La base sobre la que se aplica varía, en Mesoamérica predomina la cal, y para
los restos encontrados en Suramérica es el barro el protagonista. Para el primero de
los casos, la capa de estuco que aún se puede apreciar en los edificios prehispáni-
cos cumplía una doble función. Por un lado protegía y unificaba la superficie
exterior del edificio, dotándolo de una capa de protección, mientras que a su vez
servía de base para la aplicación pictórica. Ésta se disponía empleando dos técni-
cas básicas, la pintura al fresco y la pintura al seco, jugando indistintamente con
cada una de ellas.
En este sentido no podemos perder de vista la importancia de la cal en el mundo
prehispánico, llegando a ser el material cimentante más importante de la antigüe-
dad. Su empleo fue tan diverso que no solamente se llego a utilizar, como señalá-
bamos anteriormente, para recubrir la arquitectura con enlucidos que ocultaran y
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 219
protegieran el núcleo de los muros, pisos y relieves, sino que además se utilizó
como cemento para unir las piedras de los muros y bóvedas, así como para modelar
relieves y esculturas de bulto, como por ejemplo llegaron a hacer los mayas.
disponen en las zonas delimitadas, aparentemente de una manera plana sin bus-
car el volumen y la gradación, en una especie de cloisonné pictórico que en
determinadas ocasiones resulta excesivamente infantil. Los fondos también neutros,
evidencia en muchos casos, una falta de dominio de la perspectiva y de la
tercera dimensión, lo que convierte a las representaciones en escenas planas en
las que se recurre a soluciones básicas para conseguir lograr efectos de profun-
didad. No obstante, son otros muchos los ejemplos que están demostrando, una
vez restaurados, que se buscaron en ocasiones alcanzar una clara sensación
volumétrica.
Las figuras representadas, fundamentalmente las de animales y personas, se
atienen a principios de simetría y relieve que rara vez se abandonan, dando la
sensación de estar sometidas a unos patrones de representación perfectamente esta-
blecidos y que son esenciales en las de tema religioso.
Solamente algunos ejemplos de la pintura teotihuacana como la representación
del Tlalocan, las escenas del Templo de la Agricultura, y la propia pintura maya,
máximo exponente del naturalismo, no se someten a esos principios compositivos
rígidos.
Por lo que respecta a Suramérica, la típica pintura mural andina se realiza direc-
tamente sobre el enlucido de las paredes de barro utilizando la técnica del temple
mate. Es decir, materiales colorantes con agua a los que se agrega una sustancia
aglutinante que da como resultado esos tonos mates. Destaca en este sentido, he-
chos como que la técnica del fresco no se empleara en toda Suramérica por su
desconocimiento; o que básicamente se recurriera al colorante mineral, mucho más
fácil de conseguir en la naturaleza.
La técnica a penas si varió a lo largo de los distintos horizontes, aunque si se
pueden apreciar algunas distinciones, como el que en el Horizonte Temprano sim-
plemente se enlucieran las paredes, aplicando encima la pintura. También podemos
señalar como en el Período Intermedio Temprano se produjo una diferenciación
que ha dado lugar a dos escuelas. La Lima, en la que se enlucían las paredes, que
posteriormente se cubrían con una capa de pintura blanca sobre la que se ejecutaba
el tema. O aquella otra en la que se enlucían las paredes, sobre las que se disponía
una cubierta blanca, en la que al seco o en húmedo se incidían los motivos que se
querían representar y que luego se rellenaban de color. El aglutinante en muchos
de los casos es la savia de alguna cactácea, que aún en la actualidad es empleada
por los indígenas para pintar sus casas.
Tampoco podemos olvidar capítulos que se tratarán independientemente en otros
apartados, pero que se han de tener en cuenta a la hora de valorar en su globalidad
la pintura prehispánica. Por un lado el capítulo de la pintura aplicada a la cerámica
donde encontramos ejemplos de una enorme calidad en la cerámica maya o mochi-
ca. La escultura, que también cuenta con algunos de los más destacados referentes
en aplicaciones pictóricas, y por otro lado los códices prehispánicos que se convir-
tieron en uno de los exponentes de mayor calidad. En uno y otro caso nos enfren-
tamos a superficies de menores dimensiones que las arquitectónicas, pero en las
que prácticamente se aplican las mismas técnicas y se utilizan los mismos motivos
que en la pintura a mayor escala.
222 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
ICONOGRAFÍA
Dentro de este grupo podríamos incluir al dios de los bastones, una de las repre-
sentaciones más repetidas en la iconografía andina y que tiene unos ejemplos des-
tacados en la Huaca de la Luna de Moche, donde aparece esquematizado e incluido
dentro de superficies cuadradas que se repiten para formar un motivo decorativo de
clara influencia textil, y cuya presencia habría que vincular con una influencia
llegada desde el interior, de la cultura chavín.
Por lo que respecta a los animales, el jaguar, el coyote y la serpiente emplumada
pueden ser los más recurrentes, todos ellos con un alto contenido simbólico-mitológico
y entre los que destaca el de esa serpiente emplumada, verdadera representación de la
dualidad y el dominio del ambiente terrenal y celestial. Una imagen que la historia
vinculará con la figura mitológica de Quetzalcóatl que acabará identificándose con ella
a partir de la cultura tolteca y fundamentalmente con el mito maya que le dará la
importancia que llegó a adquirir con la llegada de los españoles.
En cuanto a la imagen del jaguar, se trata de uno de los animales más antiguos
de los representados, siendo en la cultura olmeca donde aparecen sus primeras
muestras que se extenderán hasta las culturas suramericanas en las que adquirirá
incluso una importancia mayor a la de Mesoamérica. Desde ahí, los ejemplos se
multiplicarán en el Clásico en ciudades como Teotihuacán o Cacaxtla.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 225
que aparecen series de personajes en procesión, en este caso portando una serie de
objetos de difícil identificación. Junto a ellas, existieron conjuntos de peces, plan-
tas y aves.
Destacamos también las de la Paramonga, enclave en el que existían restos de
pintura mural con los motivos distribuidos en superficies reticuladas y en las que
se representaban animales.
La cantidad de información que guardan las pinturas murales es enorme, a pesar
de que no han sido interpretadas totalmente. Debido a su presencia constante desde
las épocas más tempranas y a su extensión, se puede reconocer que fue un rasgo
cultural y artístico fundamental en las culturas prehispánicas.
232 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
SELECCIÓN DE IMÁGENES
Se trata de una figura con un enorme tocado conformado por un elemento rec-
tangular, dispuesto de manera horizontal, en cuyo centro aparece la cabeza de un
ave. Debajo de este tocado se dispone una máscara verde. Ésta incluye unas gran-
des orejeras, con una banda serpentina que repite el mismo motivo del tocado, y
por debajo de ella se disponen otras dos franjas, la primera semeja una cuerda
retorcida y la segunda está formada por un punto y una barra que se suceden
consecutivamente. A su vez, a esta última banda se sobreponen, con gran dinamis-
mo y movimiento, cinco cuadros que se han identificado con quincunces, símbolos
que tienen relación con los rumbos del universo.
Las manos del personaje se muestran por el dorso y presentan las uñas de color
rojo, además de una pulsera de cuentas que la adorna. De ambas manos salen a
manera de ofrenda corrientes de agua dentro de las cuales se pueden identificar
diferentes signos como bigoteras de Tláloc, floreros, manos, pequeñas cabezas, etc.
Todo el conjunto se bordea con una cenefa que enmarca la escena, formada con dos
bandas que se entrecruzan, una por encima de la otra. Una de ellas presenta conchas y un
abanico de plumas, mientras que la otra muestra dos rectángulos intersectados.
EL COMPLEJO DE BONAMPAK
Organizados en tres salas, los paneles se hayan casi totalmente cubiertos por
pinturas, en las que se muestra un estilo extraordinariamente realista, donde la
brillantez del colorido, la amplitud y variedad de las composiciones, ayudan a
otorgar a este conjunto una indudable singularidad. Junto a ello, estas pinturas son
una fuente de información riquísima para el conocimiento de la vida de los mayas,
ya que en ellas se representan un conjunto muy numeroso de atavíos y adornos
distintos en las que aparece una gran variedad de tipos.
En la primera de las tres cámaras, se representan un conjunto de ceremonias
relacionadas con la presentación de un niño posiblemente perteneciente a la reale-
za y en la que destaca la procesión de sacerdotes ricamente vestidos. En la segunda
se representa una batalla con sus consecuencias de prisioneros y heridos donde
destacan sobre todo el dominio de la representación en escorzo de algunos sectores
de la misma.
236 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
La tercera cámara recoge un conjunto de escenas en las que se ha querido ver las
distintas celebraciones realizadas con motivo de la victoria en la batalla preceden-
te.
En conjunto, las escenas son el testimonio de diversas actividades llevadas a
cabo por el gobernante Ghaan Muan II o Cielo Arpía II y otros miembros de la
nobleza de Bonampak. En total se representaron 272 individuos, con una altura
máxima sin contar los tocados de 98 cms.
Las pinturas de Bonampak son un claro ejemplo de naturalismo, del sorprenden-
te manejo de las formas, de su organización en el espacio pictórico, además del
dominio de la técnica y sin un documento histórico sobre una época de esa ciudad.
Asimismo, a través de ellos podemos imaginar como debieron estar cubiertas las
paredes de muchos recintos mayas, al ser la pintura mural una tradición por medio
de la cual se confirmaban y perpetuaban relevantes acontecimientos.
APÉNDICE DOCUMENTAL
encontramos una cantera que tenía varios discos tallados y pintados de color rojo
y en otra de sus caras varios huecos en forma rectangular y de similar tamaño. Por
los discos parecía tratarse de una cornisa, pero los huecos nos desorientaron e
impidieron que supiéramos positivamente de qué se trataba, hasta que más adelan-
te y por casualidad, como sucede muchas veces en la arqueología, dimos con el
significado de ellos.
Los arqueólogos del Instituto se encargaron de las exploraciones: primero el
señor Pedro Armillas y después el señor Carlos Margáin, habiendo sido éste quien
puso el nombre de Atetelco al lugar[...].
Esta construcción la encontramos cortada y rellena de escombros, sepultada por
una estructura posterior. El reconocimiento por medio de túneles nos mostró las
paredes pintadas y en el enorme núcleo de tierra que cubría el patio encontramos
innumerables fragmentos, también pintados. Al ver tal cantidad de material decora-
do tuve la impresión de que se podrían reconstruir los murales y pusimos mano a la
obra[...].
El dibujo del tablero figura una red estilizada, y por un fragmento que encontré
en un sitio, supe que empieza con un entrelace. Repitiendo la figura dos veces me
dio un total de 3,32 m. Añadiendo otra figura en sentido vertical hubiera dado una
altura inusitada en este tipo de arquitectura, por lo que quedó en dos rombos la
decoración.
El alto de la puerta se fijó muy aproximadamente. El listón rosa que divide su
marco del dibujo del tablero lo coloqué tapando el primer entrelace empezando de
arriba. El espacio que quedó entre la moldura horizontal y el marco de la puerta me
pareció el más lógico, pues el haber subido el marco para dar mayor altura a la
puerta hubiera sido causa de que quedara demasiado cerca del dibujo de la moldu-
ra, detalle de mal gusto que no estaría de acuerdo con el resto de la decoración [...].
Para reconstruir la decoración se hizo un dibujo muy detallado a tamaño natu-
ral, colocándose las calcas en donde por su diseño pudiera corresponderles, y cuan-
do la mayoría estuvieron en su lugar, se calcó el conjunto señalando los fragmentos
originales. Reduciendo esta calca a la tercera parte de su tamaño se utilizó para
hacer una copia en color en la que queda diferenciado lo auténtico de lo recons-
truido [...].
Aquí en Atetelco la decoración también corresponde al culto de Tláloc.[...].
El mural de Atetelco está realizado solamente en tres tonos de rojo indio y al
fresco: un tono está dado con el color puro; otro mezclado con cal y el tercero está
rebajado con agua, dando un color rosa muy claro.
El porqué del color rojo de la decoración queda explicado en las siguientes
frases del “Canto a Tláloc”, recogido por Sahagún y traducido por el doctor Eduar-
do Seler: “Mi dios(o mi sacerdote) se ha pintado de color rojo obscuro con la
sangre (de la víctima)”.
En cada talud del muro aparecen dos tigres; van emplumados y dos de ellos,
como señalé, tienen pintada la red en el cuerpo; de sus fauces salen volutas con
gotas de agua y también el signo de la palabra. Enmarcando estas figuras hay dos
franjas formadas por dos cuerpos entrelazados de serpientes, con cabezas, garras y
colas de tigre[...].
240 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
En el tablero hay pintada una malla de red, de dibujo geometrizado para adap-
tarlo como motivo decorativo; los hijos que la forman están emplumados, material
lujoso, y llenos de pequeños círculos y óvalos que representan “chalchihuites”,
indicando con esto que no se trata de una red común y corriente sino de un objeto
precioso. Después, dentro de los claros de la red hay pintados unos personajes que
van al centro del tablero. Tienen un gran penacho con una cabeza de ave al frente;
llevan nariguera con dientes; con una mano sostienen un báculo de sonaja y con la
otra un escudo emplumado con una red en medio, del que sobresalen flechas. Al
frente, colgado en el pecho, llevan un gran caracol; su vestido tiene flecos de
plumas y calzan lujosos cactles”.
CAPÍTULO 10:
INTRODUCCIÓN
LA FUNCIÓN DE LA ESCULTURA
El papel dentro de la cultura prehispánica que se le pueda dar a la escultura, está muy
relacionado con los valores sociales y religiosos que se han apuntado para otros cam-
pos. En este sentido, podríamos decir que su función hay que insertarla dentro de
ámbitos civiles y religiosos desde las primeras etapas de su aparición. Los restos más
antiguos que se pueden encontrar tanto en Mesoamérica como en la zona andina nos
hablan de figuras que jugaron un importante papel dentro de la formación de las prime-
ras creencias y esquemas mentales, en los que se pone de manifiesto la complejidad
cultural que habían alcanzado estas sociedades. Desde las figurillas de arcilla de Tlatil-
co o las representaciones del Niño-Jaguar olmecas, pasando por las esculturas monolí-
ticas de San Agustín, en la región colombiana de Tierradentro, las coincidencias nos
hablan de la existencia de unos valores en los que ideas como la fertilidad, lo femenino
y la vida de ultratumba, entre otras, estaban perfectamente establecidos.
242 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Su relación con las clases poderosas hizo que estuvieran al servicio de la difu-
sión de ideas relacionadas con el poder y la religión, de ahí que su vinculación con
espacios de una especial significación religiosa-ritual y civil, las dotara de un alto
valor simbólico. Dentro de esa idea global que el arte prehispánico desarrollará, las
esculturas no se puede entender sin el contexto en el que se hallan, confiriéndoles
una parte fundamental, incluso para la correcta interpretación de estos espacios
urbanos y edificios perfectamente definidos.
Las vinculaciones entre plataformas, espacios abiertos y estelas o altares por
ejemplo, determinarán que los elementos escultóricos que aparecen insertos dentro
de estos ámbitos, tengan una especial significación. Incluso, su inserción y rela-
ción con territorios más amplios, como ocurre con las cabezas colosales olmecas o
incluso las anteriormente comentadas esculturas de San Agustín, ponen de mani-
fiesto el papel inicial que llegaron a jugar como marcadores de lugares o delimita-
dores de espacios.
Por otro lado, las figuras de menores dimensiones, siempre se han relacionado
con determinados cultos o acciones rituales que les han conferido el papel de
exvotos dentro de la religión prehispánica, lo que no obstante no ha estado exclui-
do de dudas, ya que algunas propuestas las han dotado de un papel de menor
relevancia como juguetes y objetos de mero entretenimiento.
de los rostros, como la realización de la nariz chata, labios gruesos, ojos almen-
drados y la aplicación de un casquete a modo de tocado, su interpretación pasa
por la propuesta de una serie de hipótesis que dejan abierta su lectura. Desde
símbolos reales, retratos, antepasados o dioses, las tesis expuestas sobre la cues-
tión ponen de manifiesto la diversidad de interpretaciones a las que se puede
llegar, en relación a un hecho concreto, en el que está ausente cualquier fuente
escrita.
Por lo que respecta a las imágenes de bulto redondo, destaca la presencia de una
serie de constantes en figuras como el Señor de las Limas, el Luchador de Uxpana-
pán o el hacha Kunz, como es la boca y la muesca olmeca. En el primero de los
casos nos referimos a la forma de representar esta parte del rostro en la que el labio
superior se dispone más grueso y elevado, el inferior más fino y recto, dotando a la
boca de una forma triangular que deja ver en determinadas ocasiones unos colmi-
llos especialmente desarrollados. Una presencia del referente felino, que hace alu-
sión a la creencia en un ser mitológico, un hombre jaguar, que funciona como un
antepasado del cual desciende la humanidad. La presencia de este jaguar es fre-
cuente en muchas de las representaciones olmecas al convertirse en un animal
totémico, mágico, al que se vinculan con la lluvia y el agua, representante máximo
de la fuerza de la Naturaleza.
En cuanto a la muesca, se convierte en otro de los exponentes más evidentes del
posible significado religioso de estas imágenes. Situada en la parte superior de la
cabeza, para muchos autores es el signo de relación entre lo humano y lo divino, la
señal que indica que la figura que la porta está dotada de un matiz sagrado.
Los altares son otro de los capítulos de la escultura olmeca. En este caso se trata
de cuerpos prismáticos realizados en piedra, labrados en tres de sus caras y en los
que sobresale la figura de un sacerdote en la frontal, saliendo de una especie de
cueva y portando en sus brazos la imagen de un niño divino. El significado de esta
imagen es dudoso, aunque es evidente que hay que ponerlo en relación con la
propia función del altar. Su empleo como tal o incluso como trono, nos abre las
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 249
puertas a una interpretación en la que juega un papel central la figura del sacerdote
que aparece en el frente.
Por último las estelas, se presentan como monolitos en los que se representan
sacerdotes vestidos con trajes exuberantes. En ellas se pone de manifiesto su papel
religioso, al ser utilizadas como medios de difusión de imágenes e ideas vinculadas
con la clase sacerdotal. Pero a ello debemos unir la función de conmemoración que
tenían, siendo en realidad los primeros testigos de la existencia de una costumbre
a recordar determinados acontecimientos o acciones mediante estas piedras. En
cualquier caso son ejemplos de trabajo en relieve que tiene un claro representante
en el Quetzalpapálolt de Teotihuacán.
Dentro del mundo mesoamericano no podemos olvidar las figuras de la etapa
teotihuacana como la Chalchiutlicue, de la huasteca como el Adolescente, de la
azteca como la Piedra del Sol y la Coatlicue y de entre las mayas, por su calidad,
las estelas y las figuras de la Isla de Jaina, antes mencionadas. Su relación no hace
más que poner de manifiesto la existencia de una tradicional producción escultóri-
ca, en la que se llegan a establecer claros vínculos de relación entre las áreas
geográficas y los períodos históricos.
Por lo que se refiere al mundo maya, sería prácticamente imposible llevar a cabo un
análisis de cada uno de los capítulos que conforman su producción escultórica. No
obstante si podemos exponer algunas de sus características generales. Se trata de un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 251
capítulo importante dentro de la cultura maya en la que se percibe una enorme unidad
en la producción formal de estas piezas. Se trata de figuras de variados tamaños realiza-
das en su inmensa mayoría en piedra caliza, arenisca o traquita, además de en estuco,
madera, arcilla y jade. El ámbito en el que aparece es variado, yendo desde la decora-
ción arquitectónica, los relieves conmemorativos, las figurillas, la cerámica y la joyería.
Toda una escultura puesta al servicio de los intereses particulares de los gobernantes y
en las que se alcanzaron altos niveles de calidad representativa, además de profundos
significados, más allá del mero formalismo.
Uno de los principales centros del área suramericana es el conjunto de escultu-
ras de la región colombiana de San Agustín, que con sus más de 300 piezas desti-
nadas a delimitar tumbas, conforman uno de los ejemplos más importantes e
impresionantes. Representan hombres, animales y monstruos, en relieve y en escul-
tura de bulto redondo. Su estudio ha estado marcado por la imposibilidad de una
datación arqueológica debido a lo tremendamente expoliados que se han encontra-
do los yacimientos en los que se encuentran, teniéndose que recurrir a una clasifi-
cación formal y a la evolución de los motivos con los que aparecen realizadas, para
llevar a cabo una mínima ordenación de las piezas existentes. En este sentido el
orden de aparición de los grupos en los que se pueden dividir el conjunto de
esculturas de San Agustín va desde las formas cilíndricas que son las más antiguas,
las de bulto redondo esculpidas con un relieve muy profundo y figuras de bajorre-
lieve como losas. En ellas las formas son desproporcionadas, en las que la cabeza
ocupa un tercio o más de la composición, siendo además la zona de la escultura
mejor trabajada.
Los escultores empleaban un conjunto de símbolos para realizar las facciones
del rostro, como sistemas, en los que se combinaban los ojos y la nariz, disponién-
dose ambos en un solo plano liso con una curva continua que perfila todos los
rasgos. Otro grupo presenta las cejas formando una sola línea que atraviesa la
frente y desde la que continúa la nariz como una unidad independiente. Por último,
no podemos olvidar aquellos ejemplos en los que los ojos y la misma nariz se
reducen a un relieve liso en dos planos.
En la región de Ecuador, los mejores ejemplos de escultura en piedra son los de
Manabí, donde encontramos figuras en los que aparecen esculpidos seres humanos
representados de frente, con decoraciones que recuerdan a los motivos textiles.
El conjunto de esculturas del área central de los Andes, se definen por las que
conforman el centro de Chavín de Huántar, no obstante existen algunos ejemplos
previos en los enclaves de Sechín y Moxeke que nos hablan de algunas fases
anteriores. En este sentido las de Cerro Sechín forman un conjunto de losas traba-
jadas en relieve que aparecen cubriendo algunas de las plataformas del yacimiento.
Las losas que posiblemente sean las esculturas monumentales más antiguas de esta
región y datadas en el siglo X a.C., aparecen colocadas de forma que alternaban las
de mayor tamaño, verticales y estrechas con otras piedras menores y cuadradas. Las
representaciones son figuras humanas esculpidas de perfil, representaciones ideo-
gráficas de herramientas, trofeos de cabezas partidas y columnas vertebrales. Los
relieves están trabajados de dos maneras en las que se diferencian las incisiones de
los contornos de las que conforman los elementos interiores. Por su técnica y la
254 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
composición del conjunto presentan una gran relación con los relieves del Edificio
de los Danzantes y el Montículo J de Monte Albán, aunque las conexiones entre
ambos no se puedan establecer. Si son más probables las influencias de Sechín en
Tiahuanaco, donde algunas de las plataformas de la ciudad, presenta esa alternan-
cia en la disposición de las piedras.
En el caso de Moxeke, próximo a Sechín, los ejemplos con los que contamos
son los restos de unas esculturas realizadas en arcilla y que formaban parte de la
decoración de las terrazas de una de las plataformas del yacimiento. En este caso,
cambia el material pero no la importancia de las mismas al tratarse de esculturas de
dimensiones colosales, esculpidas y pintadas en arcilla. Solamente se conservan las
partes inferiores de unos cuerpos pintados de rojo, negro, azul y blanco, mostrando
en algunos de los casos relación con las de Sechín.
El conjunto escultórico más importante de los Andes Centrales es sin duda el de
Chavín de Huántar. Partimos de la base, como señalan numerosos autores, que el
estilo chavín ofrece esculturas en piedra, de superficies lisas, en las que se han
trazado dibujos incisos, o bien, volúmenes regulares en los que cada uno de sus
lados se ha tratado de la misma manera. Son obras en las que está ausente el
modelado y existe una clara relación con la arquitectura en la que se encuentran.
Las convenciones fundamentales que hay que tener presentes para entender esta
escultura son la simetría, la repetición, el módulo de anchura y la reducción de los
motivos.
El primero de ellos hace referencia al uso en la totalidad de los ejemplos de la
escultura chavín, a un eje vertical que distribuye todos los elementos que confor-
man la imagen. Para el segundo, la repetición, alude a la existencia de un cierto
ritmo característico que identifica a este estilo, empleando una serie de símbolos,
que dispuestos siguiendo la simetría anterior, llegan a definir unos modelos icono-
gráficos perfectamente identificables con la cultura Chavín. Por lo que respecta al
módulo de anchura, se refiere a la existencia en cada composición de una serie de
cintas de anchura aproximadamente iguales que rigen la composición y en las que
los rasgos naturales como ojos y nariz, se acomodan también a ese esquema llegan-
do a definir una representación bidimensional. Por último, la reducción de los
motivos, habla de una simplificación de los componentes de la imagen a líneas
rectas, curvas sencillas y volutas, que han llegado a reducir algunas de las caracte-
rísticas físicas a motivos geométricos.
En el caso concreto de cada uno de ellos, el Lanzón, pieza realizada con poste-
rioridad al siglo IX a. C., se conforma como una piedra prismática de cuatro metros
y medio de altura y esculpida con figuras felinas que se orientan hacia el punto
central. El eje que la recorre en toda su altura, sirve de ordenador de cada uno de
los motivos, lo que no evita que el prisma guarde una cierta independencia en cada
una de sus cuatro caras y que unidas, dan la sensación de conjunto. El personaje
dispone sus rasgos principales en los laterales mayores, distinguiéndose los ojos, la
boca con colmillos y los cabellos conformados por serpientes. Junto a ello diversos
motivos geométricos, acaban decorando toda la superficie de la piedra.
Por otro lado, la Estela Raimondi, 200 a.C. es una piedra de diorita grabada en la que
aparece un personaje cuyo cuerpo no ocupa más de un tercio de su longitud y donde se
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 255
SELECCIÓN DE IMÁGENES
LA CHALCHIUHTLICUE
LA CHALCHIUHTLICUE.
262 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
LA COATLICUE
LA COATLICUE.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 263
DOBLE YO
En el Horizonte Antiguo andino, surge uno de los centros que más peso especí-
fico iba a tener en etapas y culturas posteriores. Chavín de Huántar, ubicado en el
departamento de Ancas, se va a convertir en un foco de atracción religioso, que
llegará a controlar el primer período en que se puede hablar de una cierta unidad
religiosa en Perú, más que propiamente militar. Las dudas en cuanto a su origen
como enclave, se ciernen sobre cuestiones como el destino de las influencias que
en él se reúnen y entre las que se han querido ver claras vinculaciones con la
Amazonia. Su posición, en el valle del Mosna, afluente del Marañón, abriría la
puerta a la aceptación de un componente que incluso se puede rastrear en algunos
de los motivos decorativos que se dan en algunos de sus ejemplos escultóricos más
destacados como el Obelisco Tello y la Estela Raimondi.
Una de las figuras más importantes que podemos encontrar en este lugar y una
de las más importantes de la producción escultórica de la zona andina es sin duda
el Lanzón. De nuevo nos encontramos con una pieza relacionada con un edificio
de indudable significación religiosa, y localizado en un lugar predominante de
éste, en el cruce de sus ejes principales para que su percepción fuera lo más directa
posible, un aspecto que nos haría comprender las posibles ubicaciones de piezas
como la Chalchiutlicue y la Coatlicue.
Clavado por uno de sus extremos, la escenografía que envuelve a su ubicación
se ve complementada por la escasa iluminación y pequeñas dimensiones en pro-
porción al lugar en el que se encuentra. Realizada en granito, sus más de cuatro
metros de altura están labrados en bajorrelieve, tomando como figura central el ser
antropomorfo que aparece en lo que podríamos denominar su frente. Se trata de un
ser que se ve ataviado con orejeras, collar y túnica y un cinto decorado con caras.
El cabello y los párpados tienen forma de serpiente y destaca una gran boca con las
comisuras vueltas hacia arriba y colmillos que salen de la mandíbula superior.
268 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
APÉNDICE DOCUMENTAL
«Ocupaba el centro de esta plaza una gran máquina de piedra, que a cielo descu-
bierto se levantaba sobre las torres de la ciudad, creciendo en disminución hasta
formar una media pirámide, los tres lados pendientes, y en el otro labrada la esca-
lera: edificio suntuoso y de buenas medidas, tan alto que tenía ciento y veinte
gradas de escalera, y tan corpulento que terminaba en un plano de cuarenta pies en
cuadro; cuyo pavimento, enlosado primorosamente de varios jaspes, guarnecía por
todas partes un pretil con sus almenas retorcidas a manera de caracoles, formado
por ambas haces de unas piedras negras semejantes al azabache, puestas con orden,
y unidas con betunes blancos y rojos que adornaban el edificio.
Sobre la división del pretil, donde terminaba la escalera, estaban dos estatuas de
mármol, que sustentaban, imitando bien la fuerza de los brazos, unos grandes can-
deleros de hechura extraordinaria; más adelante una losa verde que se levantaba
cinco palmos del suelo y remataba en esquina, donde afirmaban por las espaldas al
miserable que habían de sacrificar, para sacarle por los pechos el corazón; y en la
frente una capilla de mejor fábrica y materia, cubierta por lo alto con su techumbre
de maderas preciosas, donde tenían el ídolo sobre un altar muy alto y detrás de
cortinas. Era de figura humana, y estaba sentado en una silla con apariencias de
trono, fundada sobre un globo azul que llamaban cielo, de cuyos lados salían
cuatro varas con cabezas de sierpes, a que aplicaban los hombros para conducirle
cuando le manifestaban al pueblo. Tenía sobre la cabeza un penacho de plumas
varias en forma de pájaro, con el pico y la cresta de oro bruñidos, el rostro de
horrible severidad, y más afeado con dos fajas azules, una sobre la frente y otra
sobre la nariz; en la mano derecha una culebra ondeada que le servía de bastón, y
en la izquierda cuatro saetas que veneraban como traídas del cielo, y una rodela
con cinco plumajes blancos puestos en cruz, sobre cuyos adornos, y la significa-
ción de aquellas insignias y colores, decían notables desvaríos con lastimosa pon-
deración.
Al lado siniestro de esta capilla estaba otra de la misma hechura y tamaño, con
un ídolo que llamaban Tlaloch, en todo semejantes a su compañero. Teníanlos por
hermanos, y tan amigos que dividían entre sí los patrocinios de la guerra, iguales
en el poder y uniformes en la voluntad; por cuya razón acudían a entrambos con
una víctima y un ruego, les daban las gracias de los sucesos, teniendo en equilibrio
la devoción».
CAPÍTULO 11:
INTRODUCCIÓN
Entre los restos de la cultura material que llegan hasta nosotros a través de los
yacimientos arqueológicos de la América precolombina, destaca sin lugar a dudas la
cerámica, como uno de los principales testimonios de unos grupos de los que en ocasio-
nes solamente quedan estos vestigios de tierra cocida.
Muchos materiales orgánicos como la madera, el hueso o el cuero desaparecen
con el paso del tiempo sin dejar rastro, mientras que otros de carácter inorgánico
como la piedra son prácticamente inalterables. La cerámica que tras su modelado y
cocción sufre una alteración de carácter físico-químico irreversible, que la dota de
importantes condiciones de perdurabilidad, es uno de los materiales considerados
como más significativos, testimonio de estas culturas prehispánicas.
El papel de la cerámica dentro de estos grupos agrícolas sedentarios fue funda-
mental para cubrir las primeras necesidades de vajilla, cocina y almacenamiento.
Sus características de dureza e impermeabilidad, aunque porosa, permitió desde un
principio realizar los procesos más diversos relacionados con la actividad humana.
Su uso continuado elevaba las posibilidades de rotura, por lo que la producción
debía ser continua para garantizar el suministro. De ahí que la inmensa mayoría de
los basureros arqueológicos aporten toneladas de este material.
FORMA Y DISEÑO
No todos los yacimientos ofrecen objetos realizados con las mismas arcillas ni
los mismos desgrasantes, ni tan siquiera con la misma cocción. Los acabados son
también muy variados y las superficies engobadas o pintadas, cubiertas con una
fina capa de arcilla muy diluida y coloreada, alisadas o pulidas, llanas o modela-
272 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
das. Además la enorme variedad de formas se debe a varios motivos como la fun-
cionalidad del objeto, la presencia de modas en distintas épocas y sobre todo a las
enormes posibilidades que curiosamente brindaba el desconocimiento de la rueda,
y con ello del torno para la elaboración de las mismas.
La variabilidad de la decoración puede ser infinita y ahí la imposición cultural
puede ser determinante e incluso alcanzar un alto grado de perfección sobre todo en la
cerámica suntuaria o de lujo, realizada para fines ceremoniales y rituales e incluso para
intercambios comerciales, que la hizo deseable por las clases dirigentes.
Las clasificaciones a las que se recurren por parte de los arqueólogos se realizan en
función de diversas variables que son empleadas para organizar grupos que permitan
sobre todo un mejor conocimiento de las mismas: clases de pastas, desgrasantes, acaba-
do, decoración, formas, etc. Al existir una referencia constante a la situación de los
objetos según su mayor o menor profundidad en el yacimiento, es posible una relación
entre determinados tipos y la época en la que aparecen, estableciendo así unas series
cronológicas, relativas y absolutas, cuando el conjunto de datos permite una datación
exacta gracias a métodos científicos como el Carbono 14.
La cerámica recoge además los procesos de cambio que tienen lugar en la cultu-
ra a través de la evolución de las pautas decorativas, en la aparición de nuevos
tipos y estilos, en la mezcla con motivos de procedencia foránea, etc. Su importan-
cia se manifiesta incluso en que la historia y la nomenclatura de las culturas ar-
queológicas americanas es en ocasiones la de los principales estilos y tipos cerámicos.
La cerámica aparece así como uno de los más importantes instrumentos de acceso
al conocimiento de la realidad indígena americana.
LA FUNCIÓN
Dentro de esta serie destacan las denominadas como figurillas o pequeñas escul-
turas en cerámica, de variado carácter, que aparecen en fechas muy tempranas y en
contextos culturales muy sencillos, pero que representan toda un repertorio de
ideas de carácter espiritual asociadas a conceptos de fertilidad o muerte, que poco
a poco serán testimonio de la complejidad social de la que venimos hablando.
EL ORIGEN DE LA CERÁMICA
Uno de los problemas que aún hoy suscita una gran controversia, es el de esta-
blecer el origen de la técnica cerámica, la cual parece manifestarse de una manera
clara aproximadamente a finales del IV milenio a.C., en la costa ecuatoriana del
Guayas y sin unos antecedentes formativos claros que permitan, ni tan siquiera
plantear unas iniciales hipótesis. La cerámica de Valdivia, nombre del yacimiento
en el que se han encontrado un mayor número de restos, es de gran calidad técnica
y estética y no parece tener antecedentes directos en otros yacimientos de la zona.
276 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
tamaño muy grande y en las que sobre un fondo blanco-crema y delimitadas por
bandas rojas, se desarrollan los motivos principales pintados en negro con trazos
ágiles. Las representaciones incluyen jeroglíficos, bandas planetarias, cartuchos de
glifos, sucesos históricos y escenas mitológicas.
Además de este estilo se da una cerámica polícroma de tema religioso. La gama
de colores se enriquece con blancos, rojos, negros, amarillos y azules, en un reper-
torio en el que se distingue una cierta especialización de cada ciudad que contaría
con sus maestros especialistas.
En el Postclásico la cerámica se convierte en objeto de comercio a larga distan-
cia y en la fase final de Mayapán, en torno al 1200-1450 d.C., proliferan los incen-
sarios en forma de deidades muy semejantes a las de México.
Por último destacan dentro de la cultura maya la producción de la isla de Jaina
donde predominan las figuras modeladas a mano, con ayuda de un molde y combi-
nando ambas técnicas, en las que destacan la perfección de la ejecución y donde
los detalles anatómicos, vestidos y adornos se realizan con un resultado realista y
dinámico. Los rasgos de las figuras moldeadas presentan en cambio unos rasgos
más convencionales en los que se ofrecen indumentarias y adornos recargados pero
con una composición esquemática y un aspecto general rígido.
Los ejemplos más antiguos que se pueden encontrar en Suramérica hay que
situarlos en Ecuador y sur de Colombia. Los enclaves de Valdivia y Puerto Hormi-
ga, ofrecen los primeros restos de cerámica fechados en torno al 3000 a.C., con
producción de figurillas decoradas con incisiones y cortes, en las que se ha querido
ver en momentos determinados una continuidad con trabajos en piedra. Se dan
incluso los primeros casos de recipientes con estribo y pico tan característicos de la
cultura chavín y que luego heredarían los ceramistas mochicas.
Precisamente algunos de los restos de cerámica encontrados en Chavín y Cerro
Sechín, nos hablan de recipientes monócromos con decoración grabada que con el
tiempo muestran cambios sobre todo en el tipo de motivos empleados, fundamen-
talmente blanca con una base roja, posiblemente surgida de la utilización de hor-
nos abiertos dando lugar a una cocción por oxidación que sustituía a la inicial de
reducción que aportaba recipientes en tonos oscuros. Un estilo que encontraría un
refrendo en los recipientes de estilo cupinisque.
La cerámica con decoración negativa, se realizaba aplicando a los motivos ban-
das de cera o arcilla que dejaban intacto el color del material de la vasija una vez
que esta se impregnaba de tinte. La cerámica recuay es la más característica realiza-
da con esta técnica, donde ya aparece un repertorio formal muy variado, y desta-
cando las representaciones de casas con sus habitantes, y en cuyas combinaciones
de color predominan los negros, blancos y rojos.
Los mejores ejemplos los conforman los recipientes mochicas que algunos auto-
res incluso incluyen dentro del análisis de la escultura, más que el de la cerámica.
Se trata de una producción que destaca por la calidad de los objetos realizados y
por la variedad de formas. Son por regla general vasijas muy elaboradas con formas
esféricas, figuras de animales y cabezas humanas, aplicación de estribos con pito-
rros, etc. La decoración va desde la esculpida con el propio material hasta la reali-
zada en relieve y pintada.
286 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
SELECCIÓN DE IMÁGENES
Se trata de una cerámica de calidad que aparece decorada con pintura que se aplica
con la misma técnica que los espacios arquitectónicos. Sobre una capa fina de estuco, se
dibujan los motivos, de carácter ceremonial, dispuestos en una superficie continua,
delimitada en la parte superior y en la inferior por sendas bandas decoradas. Los colores
se aplican de una forma plana en superficies delimitadas por una línea roja y donde la
ausencia de una clara naturalidad a la hora de representar las escenas, relaciona estos
recipientes con funciones sagradas, más que con un fin doméstico.
INCENSARIO ZAPOTECA
del tiempo en grandeza y riqueza. Los zapotecas nunca forzaron la arcilla para que
pareciera otra materia que no fuera el barro, y gustaban de usar su naturaleza húme-
da y dúctil para un modelado geométrico, cortando el material cuando estaba a
medio secar, en planos suaves de bordes agudos, consiguiendo formas sugerentes.
La práctica de incinerar a sus muertos, motivó un desarrollo de este tipo de
recipientes, que destacan por su variedad y profundo significado religioso. Se trata
de piezas que suelen estar divididas en dos sectores. Por un lado el recipiente en sí,
conformado por un contenedor con forma cónica, que aparece cerrado por la segun-
da pieza, una tapadera que contendrá los mayores motivos decorativos y que suele
conformar los dos tercios totales de la altura del objeto.
En ella se puede observar el empleo de la técnica del pastillaje, que consiste en
aplicar sobre un núcleo toda una serie de piezas de arcilla, láminas, bolas, rollos,
etc., para conformar todos y cada uno de los motivos y detalles. Suelen representar-
se dioses o sacerdotes sentados, donde destaca la frontalidad y simetría de la com-
posición. Se complementa el conjunto con decoración pictórica que ayuda a resaltar
los elementos con los que aparecen ataviados estos personajes.
RECIPIENTE NAZCA
Una de las culturas que va a producir uno de los conjuntos de mayor calidad de
la cerámica preincaica será la nazca. En su etapa de máximo desarrollo realizará
piezas de formas grandes y expresivas que se curvan delimitando perfiles continua-
dos y claros, que permiten definir una superficie amplia que se cubrirá con colores
cocidos y muy barnizados.
restos más antiguos entre el 3000 y el 2500 a.C. La mochica fue sin duda, la
producción más prolija de piezas en las que se ven por un lado las influencias de
etapas anteriores, y por otro, la incorporación de nuevos elementos propios de lo
mochica.
Dentro de este importante capítulo, podemos distinguir dos tipos perfectamente
diferenciados en base al tipo de decoración que se aplica a la superficie del reci-
piente. Uno emplea la pintura como técnica principal, básicamente roja sobre fon-
do crema, y se caracteriza por la diversidad de tipos y el carácter etnográfico de la
información que aportan. El otro, escultórico, juega con el relieve de la superficie
del recipiente, en las que todo el cuerpo del vaso se convierte en una representa-
ción.
La variedad y calidad del repertorio cerámico moche se ejemplifica en este vaso
retrato, uno de los modelos más difundidos de la producción mochica. Se trata de
recipientes provistos con un asa estribo con pitorro, donde representan rostros hu-
manos, masculinos realizados con un extremo realismo, que ha hecho pensar a
algunos autores que se trata de verdaderos retratos.
La calidad antes señalada, o el que hayan aparecido formando parte de ajuares
funerarios, sin apenas señales de uso, ha hecho pensar que se trata de objetos
vinculados con altos dignatarios de la sociedad mochica, miembros de la elite
sacerdotal o política.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 295
APÉNDICE DOCUMENTAL
«Como primer ejemplo de este arte cerámico está Tlatilco, una importante
villa agrícola localizada en la parte noreste del Valle de México. Allí, curiosa-
mente, a pesar de una vigorosa y prolongada presencia olmeca que impone una
tradición regional más fuerte cuyas raíces deben provenir de algún viejo estrato
animista de tipo agrario, pero de una gracia innegable, se encuentran las estatui-
llas de pretty ladies o ‘mujeres bonitas’ que constituyen el aspecto más caracte-
rístico de esta tradición, con sus brazos cortos y su delgado talle que hacen
resaltar impresionantes caderas, probable manifestación de un culto a la fertili-
dad tanto de la tierra como de la mujer. Estas figurillas parecen la viva antítesis
de aquel ideal de belleza olmeca que suele representar escuetos cuerpos de pro-
porciones más bien masculinas, aunque deliberadamente desprovistas de rasgos
sexuales.
Al lado de estas estatuillas femeninas, a menudo bicéfalas (simbolizando quizá
el principio de la dualidad tan arraigado en la mentalidad mesoamericana), surge
en Tlatilco y en otras villas del preclásico todo un animado mundo de danzantes,
músicos, acróbatas y shamanes con el rostro cubierto por una máscara; guerreros,
jugadores de pelota, grupos familiares, parejas de enamorados, mujeres cargando o
amamantando a sus hijos, y otras donde juegan con sus perros, etc. Dentro de este
pequeño y modesto mundo de las figurillas modeladas en arcilla, se afirman ten-
dencias estilísticas tan marcadas como diversas.
Tales son las estatuillas de cuerpos aplanados y anchas cabezas de Chupícuaro,
al sur de Guanajuato; las abstractas representaciones humanas de alargadas y es-
cuetas cabezas triangulares de la región de Colima; o aquellas emotivas creaciones
de Xochipala, en Guerrero, donde se combina el realismo con un sentido verdade-
ramente dramático de las actitudes. Pero el más sorprendente mundo plástico jamás
modelado por los ceramistas mesoamericanos proviene de la región que se conoce
hoy como el Occidente de México y que incluye esencialmente los actuales esta-
dos de Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit[...].
Desde los inicios de nuestra era se manifiesta esta peculiar vocación de ceramis-
tas en las vasijas rituales de Chupícuaro, donde un sentido formal muy seguro se
alía con una rica policromía de marcado carácter geométrico. Tal es el caso de las
vasijas ‘patonas’ cuyos anchos y poco profundos recipientes ostentan tres largos y
gruesos soportes huecos; de los elegantes tecomates; de las grandes copas de an-
cho soporte troncocónico, etcétera.
Más aún que en otras aldeas del preclásico como Tlatilco, ciertas regiones del
Occidente crean un abigarrado mundo de estatuillas que, aisladas o formando com-
plejas escenas de grupo, constituyen otras tantas ‘instantáneas’, ingenuas y alegres,
de las múltiples facetas de la vida cotidiana. La región de Ixtlán del Río, en Naya-
rit, nos ha legado en esta región una de las más ricas variedades, especialmente en
lo que se refiere a conjuntos habitacionales, escenas pueblerinas o complejas esce-
nas de grupo, trátese de una acompasada procesión funeraria, de un torneo, de un
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 297
«La cerámica Moche representa un fenómeno hasta cierto punto único en el mundo
del arte indígena americano. En primer lugar, la ingente cantidad de ceramios o ‘hua-
cos’ hace que están prácticamente presentes en todo museo o colección relacionado
con América. Pero, sobre todo, es notorio su asombroso afán narrativo desplegado en las
representaciones, que ha hecho sean la primera fuente de información para el conoci-
miento de la cultura Moche. Tras un período de transición, donde todavía existen
tradiciones y culturas locales, los habitantes de los valles de la costa norte de Chicama
y Moche iniciaron sus conquistas hasta lograr una verdadera confederación entre 100 y
500 años d. de C. La continua beligerancia produjo gran cantidad de mano de obra
cautiva que se utilizó en la construcción de grandes obras de ingeniería hidráulica,
298 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
CAPÍTULO 12:
EL TRABAJO EN METAL
INTRODUCCIÓN
Uno de los rasgos más distintivos de las culturas prehispánicas fue el descono-
cimiento de la aplicación de los metales a herramientas u objetos que les hubieran
permitido llevar a cabo trabajos de labra o incluso de agricultura de una manera
300 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
No podemos perder de vista que el trabajo de los metales estaba muy relaciona-
do con la propia actividad minera a través de la cual se extraían, conformando una
ocupación especializada. La minería en los Andes peruanos estaba muy ligada con
el desarrollo de las sociedades urbanas, ya que alcanzaron un grado de evolución
que exigía el uso cada vez mayor de gran cantidad de objetos manufacturados a
partir del uso de materias primas minerales.
LA DIVERSIDAD FORMAL
FUNCIÓN Y SIGNIFICADO
La función de estas piezas parece evidente tras los estudios, tanto de los hallazgos
arqueológicos como los análisis comparativos de las producciones de distintas áreas,
entre las que se ha querido ver algún tipo de relación. En este sentido, el ser reflejo del
estatus social de quién las posee, incluso una vez fallecido, dentro de lo que es el ajuar
funerario conformado en gran parte por este tipo de piezas, constituye uno de los ele-
mentos fundamentales de su función, junto al papel de piezas complementarias de
rituales y ceremonias, en las que se veían implicados sacerdotes y los mismo dirigentes.
Los incas, no lo olvidemos, conscientes del prestigio que suponía el contar con este
tipo de piezas, no dudaban en rodearse de los más expertos y famosos orfebres, que
normalmente procedían de la cultura chimú, que junto con los moche, vicús y sicán,
eran los verdaderos herederos de una tradición que hundía sus orígenes en la cultura
chavín y la habían conseguido perpetuar en el tiempo.
En Mesoamérica, aunque la tradición llegó más tarde, un gran número de habi-
lísimos artesanos produjeron gran cantidad de joyas, generándose una situación
similar a la que se estaba dando en la zona andina, ya que aquí los monarcas
aztecas se rodearon de los orfebres mixtecas para contar con los mejores objetos
que se producían en todo el territorio mexica. No obstante la función que éste pudo
tener en Suramérica, como el metal más preciado, no la tuvo en Mesoamérica,
donde el oro, denominado teocuitatl o excremento del sol, nunca pudo suplantar
el valor y la importancia del jade o de las plumas del quetzal.
Junto a ello, la falta de una literatura contemporánea referida a los restos halla-
dos, junto a la descontextualización en la que aparecen muchos de ellos debido a
los expolios a los que se ven sometidos una gran cantidad de estos yacimientos,
hacen mucho más difícil la interpretación de su sentido.
No podemos olvidar que la actividad minero-metalúrgica estuvo dedicada princi-
palmente a la elaboración de objetos suntuarios, más que a la de instrumentos de traba-
jo. Al estar la metalurgia ligada a esos bienes suntuarios, de mayor acceso para las elites
políticas, dicha explotación fue también controlada por ellos mismos. Ello hizo de este
trabajo una rama de la producción importante, pero ligada al valor simbólico del metal
y a la compleja organización social de su extracción y transformación, más que por su
valor como objetos de producción e inclusive de cambio, que en todo caso no supuso
más que el desarrollo de formas simples de trueque.
312 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
SELECCIÓN DE IMÁGENES
PECTORAL CALIMA
Una de las piezas más señeras de la producción orfebre de las culturas prehispá-
nicas andinas es sin duda el capítulo que conforman los pectorales. De una clara
función ceremonial, incluso podríamos pensar en piezas utilizadas por personajes
de cierto rango político y militar, los pectorales se conforman en piezas en las que
se pueden testimoniar de una manera clara el trabajo de repujado de finas láminas
con las que se realizaban. El ejemplo de este pectoral calima presenta un perfil
lobulado en el que destaca tanto la presencia de un rostro en la zona superior como
el trabajo de repujado que se ha realizado en el borde. En el caso del rostro destaca
la definición de las líneas de una manera angulosa donde sobresale la presencia de
una nariguera, pieza muy característica utilizada por algunos personajes como sa-
cerdotes. Se complementa esta zona con un conjunto de collares que cuelgan a un
lado y otro de la cabeza funcionando como una decoración de éstas.
Por otro lado la decoración del borde, realizada como decíamos con la técnica
del repujado, retoma motivos de inspiración cerámica lo que habla de la interrela-
ción de las distintas artes de las que se tomaban distintos motivos para su termina-
ción.
POPORO QUIMBAYA
Uno de los recipientes más reproducidos por esta cultura son los poporos
que se utilizaban para la cal que se mezclaba con la coca en el momento de masti-
carla. En algunos de los ejemplos producidos por los quimbayas, destacan tanto la
perfección de las formas como la inspiración de muchas de las piezas que presentan
rasgos similares a las producciones asiáticas de la India. En el caso concreto del
poporo que se ha seleccionado se trata de un ejemplar en el que destaca la repre-
sentación de un personaje femenino adosado a uno de sus frentes y rematado en su
parte superior con una forma bulbosa que recuerda al cáliz de una adormidera con
lo que la relación de este recipiente con la ingestión de alucinógenos es evidente.
Desde un punto de vista formal, sobresale la calidad con la que se ha acabado la
superficie y la rigidez y estatismo de la figura que coloca sus manos a la altura del
vientre y aparece trabajada con cierto detalle en algunas zonas como las pulseras,
las rodilleras y las tobilleras que la decoran.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 317
VASO SICÁN
CORONA CHIMÚ
TUMI
Una de las piezas que mejor reflejan la relación entre la función y la simbología
que adquiere su diseño es el de los cuchillos ceremoniales o tumis que fueron
utilizados por algunas de las culturas preincaicas. El tumi es un cuchillo en forma
de media luna, usado fundamentalmente por los pueblos de la costa norte en sus
rituales y en el que aparece representado el personaje mitológico Naymlap. Éste se
caracteriza por representarse de frente con las manos sobre el vientre y estar tocado
con su sombrero en forma de media luna con los ojos aviformes y suele estar
tocado con una especie de alas, que se relacionan con el momento de su muerte,
cuando voló a los cielos.
Se trata de un personaje que además aparece representado en la cerámica, los
tejidos y otros objetos realizados en metal.
APÉNDICE DOCUMENTAL
medias calcetas de oro y unos zapatos, y embijárle todo el cuerpo con el betún divino,
con lo cual quedó el rey Ahuitzotl consagrado en dios y canonizado en el número de
los dioses».
CAPÍTULO 13:
INTRODUCCIÓN
CARACTERÍSTICAS GENERALES
De entre todas, la especial relación de este tipo de objetos con las clases dirigentes
tanto sacerdotales, reales o militares, sin duda ha favorecido que hayan llegado a noso-
tros fundamentalmente por la calidad de los materiales con los que se realizaron y el
propio valor intrínseco que adquirieron y que las dotaron de una apreciación que las
convirtieron en piezas indispensables, gracias a las cuales muchas personas encontra-
ban un vehículo para legitimar su poder. El importante desarrollo de los actos ceremo-
niales en el transcurso de la vida diaria de estas culturas, así como la necesidad de
diferenciarse dentro del grupo de las clases dirigentes, es sin duda uno de los aspectos
que más determinó la producción masiva de unos objetos destinados tanto para las
indumentarias de dichos personajes como para la realización de actos rituales y ceremo-
nias, ejecutándose con la consiguiente dignidad y lujo.
Ya desde la etapa olmeca se hace evidente la existencia de un grupo destacado de
sacerdotes que, representados en los frentes de altar, corroboran la aparición de un
conjunto de acciones vinculadas con estas piezas y que tenían su reflejo en determina-
dos objetos que han llegado hasta nosotros, sobresaliendo máscaras o incluso canoas
talladas en piedras duras como el jade, que hablan de una manera muy clara de la
implementación de dichas acciones con las piezas que las acompañaban.
326 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Desde aquí, la producción conoce capítulos destacados como las máscaras teoti-
huacanas, los objetos ceremoniales mixtecas o la producción azteca que venía a
cerrar un periplo en el que el ceremonial y los sacrificios de sangre adquirieron su
punto más álgido.
En el caso suramericano destacan objetos como los tejidos o la masiva produc-
ción de piezas destinadas a la decoración personal realizadas en diversos materia-
les, sobresaliendo los metales, que no ponen más que de manifiesto la importancia
de los mismos para poder explicar no solo la organización interna de estos grupos,
sino incluso la propia articulación de actividades que de alguna manera vendrían a
constatar esa necesidad de lo ceremonial en el transcurrir diario. Sin duda la estre-
cha relación de estas piezas con lo sagrado, tendrán un ejemplo destacado en las
mantas producidas por determinadas culturas con las que se envolvían a sus difun-
tos en fardos, con los cuales se introducían piezas y objetos que se pensaban serían
de utilidad al fallecido en el más allá.
Llevando a cabo una diferenciación entre los dos territorios que están sirviendo
de marco para el desarrollo de los distintos capítulos de este manual, no podemos
perder de vista por un lado la producción de piezas en la zona mesoamericana y
por otro en la suramericana.
Los ejemplos como decimos, son muchos y diversos y difícilmente se podrían
analizar todos y cada uno de ellos. Se han seleccionado algunos de los más desta-
cados, en los que se han querido ver reflejados la mayor diversidad de campos
referenciados en la bibliografía especializada.
Desde las etapas más tempranas, las culturas que aparecerán y se desarrollarán
por el territorio mesoamericano, crearán todo un conjunto de piezas en los que se
percibirá perfectamente ese componente funcional-estético de la que venimos ha-
blando. En este sentido la presencia de figurillas de arcilla en centros como Cui-
cuilco o Tlatilco, nos hablan de la existencia de una producción consciente de
figuras relacionadas con distintas funciones, domésticas o rituales, a las que se han
querido ver determinados valores como su relación con cultos vinculados con la
fertilidad de la tierra o incluso meros juguetes.
Un capítulo muy importante lo conforma el tema de las máscaras y los pectora-
les como objetos complementarios y relacionados normalmente con determinados
rituales de muerte, en donde se incorporaban junto a los cuerpos de los difuntos
dentro del ajuar que los acompañaban al otro mundo. En este sentido serán los
grandes ciclos pictóricos, así como ejemplos puntuales, los mejores testimonios
con los que se cuentan, fundamentalmente como fuente en la que poder mostrar su
función sobre todo en lo relativo al modo y forma en que se empleaban.
Ya en el período olmeca, aparecen los primeros y más significativos ejemplos de
máscaras de jade en las que se representan a deidades felinas o recién nacidos, que
nos hablan del inicio de un importante capítulo conformado por piezas que ten-
drán una constatable funcionalidad ritual y en las que se aprecian la calidad en el
330 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
trabajo de piedras duras al que llegaron los primeros artesanos que aparecen en
Mesoamérica. Será en el Clásico con en la ciudad de Teotihuacán como gran
centro productor, un momento donde también aparecerán este tipo de piezas, en
las que se constata además el empleo del barro cocido, el mantenimiento de la
producción con piedras duras y fundamentalmente la consolidación de una prác-
tica en la que se generan máscaras destinadas a ser colocadas sobre el rostro del
fallecido.
El carácter sintético de las mismas se percibe en la simplificación de los rasgos
del rostro, en donde la boca y los ojos se convierten en aberturas ovales dentro de
un conjunto en el que las orejas adquieren unos rasgos abstractos y la cara tiene
proporciones cuadradas donde la barbilla y la frente se trabajan como planos para-
lelos. La gran máscara mixteca del dios murciélago posiblemente constituya uno
de los más significativos ejemplos, realizada con piedras de una extremada dureza,
presentando modificaciones posteriores como la incorporación de complementos
colgantes en la parte inferior y que nos permiten relacionarlas con otros ejemplos,
fundamentalmente mixtecas, en los que se produce un trabajo mixto de piedras
aplicadas en forma de mosaico sobre un núcleo de madera previamente tallados.
Relacionados con estos objetos funerarios podríamos incluir en este apartado
aquellos instrumentos que se empleaban en los sacrificios, como las vasijas para
depositar los órganos de los sacrificados o los cuchillos de pedernal que en algu-
nos ejemplos muestran una mayor atención en las empuñaduras en las que se reali-
zan verdaderos trabajos de aplicación de piedras repitiendo el trabajo de mosaico
anteriormente comentado. Ya en el período Clásico se constata la producción de
objetos para los órganos como el recipiente en forma de jaguar del British Mu-
seum, donde se han reducido los elementos compositivos hasta convertirlos en
formas convencionales perfectamente legibles, como si de un verdadero lenguaje
formal se tratara, sustentado en una componente escrita. Una producción que ten-
drá en la azteca otro momento fundamental, sobre todo por la importancia que
tuvieron los sacrificios para esta cultura.
Las cabezas con crestas, las hachas, yugos y palmas, son sin duda otro de los
conjuntos más importantes de piezas realizadas en piedra en la región huasteca.
Vinculadas con los rituales del juego de pelota que tienen en la ciudad de Tajín
uno de sus más importantes centros, se trata de objetos en los que se conjugan la
estética, la simbología y la funcionalidad conformando un conjunto vital de indu-
dable significación.
En este sentido los jades mayas son otro apartado interesante en donde no sola-
mente destaca la variedad existente, diferenciable por la distinta intensidad del
color de las piedras utilizadas, sino que se convierten en ejemplos dignos de las
distintas técnicas que se podían emplear a la hora de tratar dichas piezas con
herramientas de piedra e incluso de metal, o abrasivos.
El trabajo de la plumaria tenía como materia básica las plumas del quetzal que
se utilizaban tanto para la realización de vestidos como la propia ejecución de
objetos, escudos o discos destinados a la celebración de determinados rituales. En
este sentido la técnica de montar las plumas sobre bastidores de telas se extendió
desde Tenochtitlán, gracias a la red comercial que desde la ciudad, abarcó a gran
332 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
parte del territorio mesoamericano. Unas plumas que se pegaban o cosían a la ropa
una vez que se perfilaban unos dibujos realizados por pintores. Las plumas que se
recortaban se disponían en capas irregulares con las que se conseguía mezclar los
distintos tonos de los colores.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 333
SELECCIÓN DE IMÁGENES
MÁSCARA
CÓDICES MIXTECAS
ESCUDO AZTECA
En Viena se conserva uno de los mejores ejemplos del trabajo de la plumaria ejecu-
tado por la cultura azteca. Se trata de un escudo sobre el que se ha definido la figura de
un coyote, realizado con plumas de diversos colores que se han fijado sobre una base
conformada por una piel en la que se insertan las plumas de quetzal y de airón rojo,
junto con elementos complementarios como láminas de oro que sirven para resaltar
algunas partes del cuerpo del animal como el pelaje o la boca.
No olvidemos que la plumaria, se puede encontrar también uno de los mejores
ejemplos de integración de las distintas artes, ya que era frecuente que los dibujos
y diseños de las diversas piezas, fueran previamente realizadas y dibujadas por
pintores que proporcionaban la base para el posterior acabado, creando uno de los
capítulos más particulares de las artes suntuarias prehispánicas.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 343
TEXTILES PARACAS
Los tejidos peruanos tienen pocos equivalentes por su elaboración. Los realiza-
dos por las culturas de paracas y nazca añaden a su calidad material, la perfecta
conservación en que nos han llegado, gracias a las especiales condiciones de extre-
ma sequedad en las que se han mantenido.
Ya los cronistas españoles se percataron de la riqueza y detalles de la vestimenta
de los peruanos que curiosamente siempre se realizaron con instrumentos que des-
tacaron por su simpleza y que se realizaban tanto con las manos los ejemplos más
simples, el uso de la rueca o el telar de cintura en las etapas más avanzadas.
PACCHA INCA
Uno de los objetos más extraños producidos por la cultura andina es sin duda
este al que nos referimos. Se trata de un recipiente compuesto por un cuenco avifor-
me, con la base abierta mediante un pequeño orificio que comunica con el interior
de un mango en el que está colocado un pequeño animal frente al cuenco. De este
modo el líquido que se vierte en el cuenco atraviesa el paso interno y sale por el
agujero situado en la boca del animal, cae en el abrevadero y recorre el canalito
hasta llegar al extremo del mango. Algunas investigaciones han colocado este
instrumento relacionado con determinados ritos vinculados con la fecundidad.
Realizado en piedra, esta decorado con motivos pintados en los que se represen-
ta una escena en la cara exterior del recipiente de mayor tamaño y con motivos
florales entre rombos y animales el mango propiamente dicho.
APÉNDICE DOCUMENTAL
«Trajeron dos muelas de molino, una de oro y otra de plata, macizas, de casi
igual circunferencia, y de veintiocho palmos. La de oro pesa tres mil ochocientos
castellanos; ya dijimos que el castellano es una moneda de oro que vale una cuarta
parte más que el ducado. El centro lo ocupa, cual rey sentado en su trono, una
imagen de un codo, vestida hasta la rodilla, semejante a un zeme, con la cara con
que entre nosotros se pintan los espectros nocturnos, en campo de ramas, flores y
follaje. La misma cara tiene la de plata, y casi el mismo peso, y el metal de las dos
es puro.
Trajeron también pepitas de oro en bruto, no fundidas, como garbanzos o lente-
jas, cual muestra de oro nativo, y así mismo dos collares de oro, uno de los cuales
consta de ocho cadenillas, que tienen engastadas doscientas treinta y dos piedras
rojas, aunque no granates, y ciento ochenta y tres verdes. Son de tanta estimación
como entre nosotros las esmeraldas notables. De la orilla del collar penden veinti-
siete campanillas de oro, que llevan intercaladas cuatro figuras de perlas, engasta-
das con oro, y de cada una penden dijes de oro.
El otro collar es de cuatro cadenas de oro, adornadas alrededor de ciento dos
piedrecitas rojas, y ciento setenta y dos verdes, y veintiséis campanillas de oro
elegantemente dispuestas. En medio del mismo collar van intercaladas diez perlas
grandes engastadas con oro, que tienen colgando ciento cincuenta dijes de oro
primorosamente elaborados.
Traen unos doce borceguíes de cuero de diferentes colores: unos guarnecidos de
oro, otros de plata, éstos de perlas, de color azul y verde, y todos con sus campani-
llas de oro colgando. Trajeron asimismo tiaras y mitras con varias joyas, engastadas
y llenas de piedras azuladas que parecen zafiros. De sus casquetes, ceñidores y
abanicos de plumas, no sé qué decir. Entre todas las alabanzas que en estas artes ha
merecido el ingenio humano, merecerán éstos llevarse la palma. No admiro cierta-
mente el oro y las piedras preciosas; lo que me pasma es la industria y el arte con
que la obra aventaja a la materia; he visto mil figuras y mil caras que no puedo
describir; me parece que no he visto jamás cosa alguna, que por su hermosura,
pueda atraer tanto las miradas de los hombres.
Las plumas de las aves que nosotros no conocemos, son brillantísimas; como a
ellos les causarían admiración las colas de los pavos reales y de los faisanes, así a
nosotros las plumas con que hacen los abanicos y los penachos y adornas todas sus
cosas elegantes. Hemos estado viendo los colores naturales que las plumas tienen:
azules, verdes, amarillos, encarnados, blancos y también morenos; todos esos ins-
trumentos los hacen de oro.
Trajeron dos celadas cubiertas con piedras preciosas de color verde mar. Una de
ellas rodeada de campanillas de oro, y con muchas láminas de oro también, y
sostenidas las campanillas en dos colitas del mismo metal. La otra, rodeada tam-
bién de las mismas piedras preciosas, con veinticinco campanillas de oro, y en
cuya cimera había un pájaro verde con cresta, cuyos ojos, pico y pies eran de oro.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 347
Y a cada una de las campanillas las sostenía una bolilla de oro. Trajeron también
cuatro tridentes de pescar, adornados con plumas entrelazadas de varios colores, y
cuyos dientes son de piedras preciosas unidas entre sí con hilillos de oro. Del
mismo modo un gran número de cetros de piedras preciosas con dos anillos de oro.
También un brazalete de oro, unos zapatos de piel de ciervo, cosidos con hilo de
oro y con la suela blanca. Un espejo de piedra transparente, semi-azul, con marco
de oro puro. Una esfinge de una como piedra diáfana, engastada en oro, un gran
lagarto y dos grandísimos caracoles, y dos ánades de oro y especies varias de aves,
de oro. Cuatro peces múgiles de oro. Una vara de latón. Todas estas cosas con
plumas de varias maneras maravillosas.
Vinieron adargas y escudos largos, veinticuatro de oro y cinco de plata. Una
rodela entrelazada de varias plumas, en cuyo frente hay una lámina de oro esculpi-
da, donde se representa un ídolo zeme. Rodean a esta figura otras cuatro, a manera
de cruz, de láminas de oro, y cabezas de varios animales, como leones, tigres y
lobos, formados los animales de mimbres y tablillas con sus mismas pieles super-
puestas, y adornados con campanillas de latón y con pieles de varios animales,
enteras y perfectamente preparadas. Grandes colchas de algodón teñidas de color
blanco, negro y amarillo, cual tablero de ajedrez, lo cual es indicio de que ellos
usan también los cubiletes: una colcha que la cara la tiene negra, blanca y encarna-
da, y por dentro es lisa sin variedad; otra tejida del mismo modo, de otros colores,
y tiene en medio una rueda negra con rayos, y entremezcladas plumas brillantes.
Asimismo otras dos colchas blancas, alfombras, tapices y sayo de hombre, a usanza
del país, y túnicas interiores y varios velos finísimos para la cabeza, y otras muchas
cosas de más vista que valor, las cuales me parece que ya más bien fastidiaría a
Vuestra Santidad refiriéndoselas».
CAPÍTULO 14:
INTRODUCCIÓN
SOCIEDAD Y RELIGIÓN
grupo de familias que presentaban lazos de parentesco, que aún en la actualidad existen
como célula de organización de las distintas provincias del país.
El segundo grupo en importancia eran los maharlicas o nobles que obedecían al
dato y apoyaban las acciones bélicas para establecer la paz entre los barangays. El
tercer grupo eran los timavas o timaguas, hombres libres que servían al dato a manera de
plebeyos. Por último nos encontramos con los aliping o siervos adscritos a la tierra que
cultivaban y de la que daban la mitad de la producción a su señor.
A pesar de esta claridad en la estratificación social, la diversidad de grupos
étnicos filipinos, los hace diferentes los unos de los otros. Los más importantes en
sus producciones artísticas van a ser los ubicados en la Cordillera Montañosa, en la
isla de Luzón a quienes se les conoce con el nombre de Igorrotes, es decir, “los que
viven en la montaña”, destacando los Ifugao, los Kalinga y los Bontoc, de las
aproximadamente diez tribus que conforman este grupo.
La base económica de estas poblaciones se basa en el cultivo de arroz de rega-
dío, los alimentos tradicionales y los cultivos más antiguos, como son los tubércu-
los y raíces, propios de la agricultura de artiga que se llama kaingin.
La producción de estos sistemas de regadío destaca en los Bontoc e Ifugaos,
que han practicado desde la antigüedad un sistema de cultivo de arroz en los
terrenos pendientes en las laderas montañosas, convertidos en terrazas cultivables
por medio de fuertes muros de piedra o kabitis, que se hacían prácticamente verti-
cales por fuera y con fuerte inclinación por dentro. Este sistema de cultivo es uno
de los más antiguos del mundo, el cual perdura en la actualidad gracias al esfuerzo
de los ancianos de las tribus.
Finalmente no queremos concluir este capítulo sin añadir las especiales caracte-
rísticas constructivas de la arquitectura filipina, que servirían de base a las técnicas
constructivas que se desarrollaron en la etapa de la presencia española en el archi-
piélago, fundamentalmente en lo concerniente a la arquitectura civil.
Es en este campo donde se desarrollan las mayores aportaciones de los indíge-
nas filipinos ya que por sus creencias religiosas no contemplaban la idea de cons-
truir templos para sus deidades, de ahí que sólo nos centremos en señalar las
características generales de la casa indígena de Filipinas, que es del mismo tipo
que las que se expanden por todo el sureste asiático. Ésta consta de un techo de dos
o cuatro aguas, sostenido por una armadura que descansa sobre cuatro o más pilares
de madera flexible denominados harigues, que se utilizaban para resistir los conti-
nuos terremotos que se suceden en el archipiélago filipino. El suelo se eleva un
metro o más sobre la tierra, para salvaguardarse de los animales salvajes. El entra-
mado puede ser de banaba duro o de molave que cuando está seco, resiste mejor al
agua. Los techos de bálago, en copete o faldón, se elevan en vertientes empinadas
para de esta manera librarse más fácilmente del agua.
Desgraciadamente muchas de estas edificaciones han desaparecido no solo por el
fuego y las condiciones meteorológicas adversas, sino por la propia intervención del
hombre que ha ido poco a poco sustituyéndolas por otras realizadas con materiales
prefabricados, de mayor tamaño y que responden mejor a las necesidades de una pobla-
ción filipina que crece sin control. La búsqueda de una posición social más reconocida,
y una errónea concepción de lo moderno, están haciendo que los ejemplos de este tipo
de arquitectura tienda en la actualidad a ir desapareciendo.
364 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
ESCUDO FILIPINO.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 365
SELECCIÓN DE IMÁGENES
JARRA MANUNGGUL
JARRA MANUNGGUL.
que en ese lugar le esperaba una vida placentera, hasta que volviese al mundo
reencarnado. Esta leyenda se relaciona con el mito clásico griego, según el cual
las almas de los difuntos tenían que atravesar el río Aqueronte, ayudados por el
barquero Caronte, al que los difuntos debían pagar el viaje con una moneda que
colocaban en la tumba.
Las figuras que aparecen en la tapa de la jarra navegan en barca hacia el más
allá. Mientras que la de la parte trasera está remando por ser la encargada de llevar
el alma del difunto a su destino, la figura delantera representa al difunto y se talla
con las manos en el pecho, algo muy común en el sudeste asiático en cuanto a la
disposición de los cadáveres en la tumba.
CESTA
CESTA IFUGAO.
368 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
El interés de esta pieza, va más allá de la importancia que pueda tener como tal,
al ejemplificar una producción de objetos realizados con vegetales, claro testimo-
nio de la que para muchos autores fue la primera fase en la definición de piezas
para contener alimentos y que derivó en la cerámica propiamente dicha, cuando se
le aplicaron materiales como pastas de barro o de resinas, con la intención de evitar
que se perdieran sus contenidos y sobre todo protegerlos de las condiciones am-
bientales externas.
En este caso, las producciones de cestería de la Cordillera de Luzón, como es
este ejemplo que estamos analizando, perteneciente exactamente a la tribu de los
Ifugao (Filipinas), se caracterizan por su carácter utilitario y práctico, donde desta-
ca la sobriedad en el color, aspecto que no era común en todas las demás tribus de
Igorrotes, puesto que a menudo aparecían ornamentadas con conchas, bronce, vi-
drio, etc.
Esta cesta tenía una función específica que era la de guardar el arroz en la casa,
por lo que dispone de una tapa, para evitar que entraran insectos. Una solución
para proteger el alimento que se ve complementada además, con la propia termina-
ción de su tejido, mucho más compacto, de lo habitual.
Una de las curiosidades de la elaboración de la cestería en la Cordillera de
Luzón, es que era tarea exclusiva de los hombres, que aprovechaban sus momentos
de encuentro para realizar multitud de piezas.
Gran parte de estas piezas imitan modelos de porcelanas y cerámicas chinas que
tanta influencia han tenido en el archipiélago. Las piezas se heredaban de padres a
hijos, porque eran muy valiosas por su diseño y resistencia.
CAJAS DE BETEL
nuez de areca, las hojas frescas de pimienta, la cal y húmedas hojas de tabaco.
Las más pequeñas pueden llevarse en la cintura, sujetas por medio de un cinturón o
guardadas en bolsas, otras se tienen en la casa para ofrecer betel a los visitantes.
PAREJA DE BULUL
CAJAS DE BETEL.
Los bulul se heredaban de padres a hijos, aunque solo los podían poseer las
familias más ricas, ya que comprendía un gasto importante para éstas.
La disposición de esta pareja de bulul, en concreto sentados y con los bazos
apoyados sobre las rodillas, era común, aunque también se han encontrado muchos
ejemplos de pie.
Normalmente apenas se aprecian los rasgos del rostro ni los miembros sexuales,
ya que eran tallas muy esquemáticas e hieráticas.
ANITO
ANITO KANKANAY.
372 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
Su importancia radica en ser un tipo de figura que formaba parte de los rituales
de estas gentes, ya que se utilizaban en las ceremonias relacionadas con los buenos
augurios para las cosechas de arroz que mencionábamos antes, depositándose vino
de arroz en éste cuenco que portan las tallas.
La figura con bol que nos ocupa tiene una combinación de materiales que no
habíamos encontrado hasta el momento, como son la madera, la cerámica para la
representación de los ojos y pelo natural.
Está realizada con un gran detalle, algo que podemos comprobar en la represen-
tación de los tatuajes característicos de los Igorrotes, que aquí aparecen en las
manos y brazos. También se aprecia la representación del sexo masculino más
exagerada que en tallas anteriores, manifestando su papel mágico religioso y una
mayor preocupación por aproximarse sus creadores, a través de ellas, a un mayor
naturalismo y reflejo de la población que la realizó.
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 373
APÉNDICE DOCUMENTAL
«Prometió el rey a nuestro capitán abrazar la religión cristiana; se fijo para la ceremo-
nia el domingo 14 de Abril de 1521. Se aderezó, al efecto, en la plaza ya consagrada un
tablado adornado con tapicerías y ramas de palmeras. Saltamos a tierra cuarenta hom-
bres, más dos armados de pies a cabeza, que daban guardia de honor al pendón real. Al
pisar tierra los navíos dispararon toda la artillería, lo que asustó a los isleños. El capitán
y el rey se abrazaron. Subimos al tablado, en el que había para ellos dos sillas de
terciopelo verde y azul. Los jefes isleños se sentaron en cojines, y los otros en esteras.
Hizo el capitán decir al rey que, entre las muchas ventajas de que iba a gozar
haciéndose cristiano, tendría la de vencer más fácilmente a sus enemigos. El rey
respondió que estaba muy contento de convertirse, aun sin beneficio ninguno;
pero que le agradaba el poder hacerse respetar de ciertos jefes de la isla que rehu-
saban sometérsele, diciendo que eran hombres como él y no querían obedecerle.
Entonces el capitán mandó que los trajeran y les dijo que si no obedecían al rey
como soberano, los haría matar a todos y confiscaría sus bienes en provecho del
rey. Con esta amenaza todos los jefes prometieron reconocer su autoridad.
A su vez el capitán aseguró al rey que a su vuelta a España volvería a su país
con fuerzas mucho más considerables, y que les haría el más poderoso monarca de
aquellas islas, recompensa merecida por haber sido el primero que abrazó la reli-
gión cristiana. El rey dio las gracias levantando las manos al cielo y les rogó
insistentemente que dejase algunos hombres con él para que le instruyesen en los
misterios y deberes de la religión cristiana, lo cual prometió el capitán; más a
condición de que le confiase dos hijos de personajes de la isla para llevarlos con él
a España, donde aprenderían la lengua española, para que a su vuelta pudiesen dar
una idea de lo que hubieran visto.
Después de haber plantado una gran cruz en medio de la plaza se pregonó que
cualquiera que quisiese cristianizarse debería destruir todos sus ídolos, colocando
la cruz en su lugar. Todos consintieron. El capitán, tomando al rey de la mano le
condujo al tablado; vistiéronle enteramente de blanco, y se le bautizó con el rey de
Massana, el príncipe su sobrino, el mercader moro y otros muchos, hasta quinien-
tos. Al rey, que se le llamaba raja Humabon, se le puso el nombre de Carlos, por el
emperador; los demás recibieron diversos nombres. Se dijo en seguida misa, des-
pués de la cual le acompañó hasta las chalupas, que nos volvieron a la escuadra; al
llegar dispararon otra descarga cerrada.
Acabada la comida fuimos a tierra muchos con el capellán para bautizar a la
reina y a otras mujeres. Subimos con ellas al tablado, y yo mostré a la reina una
imagen pequeña de la Virgen con el Niño Jesús, que le agradó y enterneció mucho.
Me la pidió para colocarla en lugar de sus ídolos, y se la di de buena gana. Se puso
a la reina el nombre de Juana, por la madre del emperador...».
* PIGAFETTA, A. Primer viaje en torno del globo. Madrid. Espasa Calpe. 1999,
pp. 103-104.
374 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS 375
APÉNDICE I: CARTOGRAFÍAS
PLANO DE LA VENTA.
392 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ
MESOAMÉRICA
FECHA ZONA POBLADOS Y LUGARES APORTACIÓN CULTURAL Y/O ARTÍSTICA
APROX. GEOGRÁFICA
40000- Se inicia el poblamiento del
5000 a.C. continente americano
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424 MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS
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