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EL TIEMPO EN LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN

INTRODUCCIÓN:

En este trabajo me he propuesto hablar sobre el tiempo, esa cosa abstracta o tangible que
acontece en nuestra vida, que sucede y procede en cada uno de nosotros como si fuese un
relámpago, una lluvia de instantes, de infinito.

¿Qué es el tiempo, día, qué es el tiempo, noche? Silencio. Mejor callar cuando falta la certeza,
cuando la verdad se encuentra lejos. Siendo así, intentaré disipar alguna duda, comprender,
aunque sea en ínfima medida, lo que San Agustín de Hipona nos comenta sobre el tiempo, es decir,
cómo lo concibe, cómo lo piensa y lo siente en su ser.

SENTIR EL TIEMPO.

Para San Agustín el hombre está compuesto de alma (forma) y cuerpo (materia). El alma anima al
cuerpo y vive en él con dinamismo y vitalidad. Agustín no descarta que cada alma haya sido creada
individualmente. La consciencia del “yo” se manifiesta en su realidad, su independencia y
permanencia. Al alma pertenecen la memoria, la voluntad y la inteligencia. Para San Agustín el
tiempo no es pasado ni presente ni futuro sino la mera distensión del alma. El tiempo- dice
Agustín- (Confesiones, XI,XIV,17) “es triple presente, presente de las cosas pasadas, presente de las
cosas presentes, y presente de las cosas futuras”.

San Agustín habla del alma como si ésta, en sí misma, fuera una habitación del tiempo, un ser que,
constantemente, se encuentra recibiendo los instantes, pequeños trozos de tiempo que se instalan
en ella con todo y sus preciosas cargas: experiencias, sentires, vivencias. Pero, si bien, cada instante
constituye una experiencia, no podría decirse que la experiencia y el instante son cosas muertas o
inertes, sino que, conforme estas fracciones de tiempo se depositan en el alma, en ésta se
conservan como un eterno presente, un estar en permanencia para ser mirado a trvés de la
memoria, del recuerdo; un estar para sentirlo, para maravillarse de las experiencias de un tiempo
que, por medio de la imaginación, sigue emocionando al ser, al hombre. Luego dirá San Agustín:”
La edad de mi infancia, que ya no existe, está en el tiempo pasado, que ya no existe ni lo hay; pero
cuando recuerdo cosas de aquella edad y las refiero, estoy viendo y mirando de presente la imagen
de aquella edad/ Todo esto lo ejecuto dentro del gran salón de mi memoria”( C.XI, XIII,23).
EL TIEMPO NUESTRO:

Para el común de los mortales, el tiempo existe tal y como nos lo enseñaron desde los estudios
elementales, desde la infancia, es decir, para la mayor parte de los individuos el tiempo se divide
en tres: Pasado, presente y futuro. Lo que fue, lo que es y lo que será no implica mayores
dificultades; la vida transcurre sin mayores sobresaltos, sin preguntas tortuosas sobre el tiempo.

Así, en las primeras enseñanzas, se da por hecho que el infante ha nacido en el pasado, se
desarrolla en el presente, y en el futuro será grande. En esta etapa del ser, el tiempo, tal y como
nos lo muestran, es una cosa sencilla; bastan el calendario y el reloj para saber qué es el tiempo.
Es, pues, en esta etapa de la vida cuando el tiempo se experimenta desde un:” ¿ a qué jugamos?”,
o un: “Cuando sea grande voy a ser…..”. El niño, los niños, no miran mucho hacia atrás. A pesar de
que saben que existe un “atrás”, un ayer, generalmente les importa el presente, es estar, y les
importa el futuro porque en éste serán lo que ahora sueñan o proyectan. En la infancia el tiempo
no es una abstracción; para los niños el tiempo es extenso, es día y es noche. Para los niños, el
tiempo no implica una pregunta, una duda; el tiempo para ellos es certeza.

Hablo, entonces, de la infancia porque en ésta la imaginación funge como materia para ser, para
hacer; ya luego, en el futuro, se mirará al tiempo desde otra perspectiva, ya el pasado vendrá con
los recuerdos, acaso, a perturbar el presente.

INEXISTENCIA DEL PASADO Y DEL FUTURO

En el libro XI de las Confesiones (XI, C. 14,17) San Agustín afirma que el pasado y el futuro no
existen:” el pretérito ha dejado de existir y el futuro no existe aún”.

“ Sin embargo, San Agustín tiene claro que el problema es más complejo, y que hay un hecho
indubitable, cual es que medimos los tiempos incluyendo al pasado y al futuro. ¿ Cómo es que
puede medirse lo inexistente”?. (Isler Soto, C. 2008, El tiempo en las Confesiones de San Agustín.
R. de Humanidades, 17-18,187,199).

¿ Existen o no el pasado y el futuro?. San Agustín dice que no, y este “no”, lo introduce al terreno
de la complejidad porque, al decir que no, arriba a sitios donde , acaso, encuentra más preguntas
que respuestas sobre la cuestión del tiempo. Es entonces que el Obispo de Hipona elabora todo un
tratado sobre la materia, aquí, el pasado y el futuro propician que el presente se enfrasque en una
lucha con “ el fue, y con el será” en un combate persistente,continuo, incansable. Aquí, el presente
toma la figura de un hombre de labranza que, a punta de dielgo, coge la paja que tiene frente a sí
para, por encima del hombro, echarla hacia atrás constantemente, sin parar, repetitivamente
porque, como tiempo que es, que existe, tiene la responsabilidad de transportar la paja- el tiempo-
de un lugar a otro, pero, ¿ cómo saber ahora la duración de este proceso?. Viene entonces el
problema cuantitativo sobre el asunto del tiempo, es decir, entre coger y depositar la paja ¿ el
labrador (presente) no se inclina por uno u otro lado?.

Por otra parte, si San Agustín afirma que el pasado y el futuro no existen ¿ para qué, entonces,
disertar sobre algo que no tiene existencia?

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