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Estar en silencio

es simplemente acoger
el don de una Presencia.
Escuchar,
contemplando,
a Alguien que nos
habla
con lenguaje
de eternidad.
Madre de Jesucristo,
yo no vengo a orar.
No tengo nada que ofrecerte
y nada que preguntarte.
Madre, vengo
solamente
a contemplarte.

Estar junto a ti, María,


ahí, donde estás Tú.
No decir nada;
cantar, sólo porque el corazón está lleno…
Porque Tú eres bella,
eres Inmaculada,
porque eres la Madre
de Jesucristo…

Essere insieme con te, Maria,


qui, dove sei tu.
Non dire nulla, cantare,
Porque Tú eres la mujer,
solo perché il cuore
è troppo pieno… cuya mirada va directa al corazón
y hace brotar las lágrimas contenidas.
Del Evangelio de Lucas

Al sexto mes
envió Dios al ángel Gabriel
a una ciudad de Galilea,
llamada Nazareth,
a una virgen desposada
con un hombre llamado José,
de la casa de David.
El nombre de la Virgen era MARÍA.
“Alégrate, llena de gracia,
el Señor está contigo”.
Ella se conturbó por estas
palabras y se preguntaba
qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo:
“No temas, María,
porque has hallado
gracia delante de Dios.

Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo


a quien pondrás por nombre Jesús.
Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo”.
Altísimo”
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti
y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el que ha de nacer será
santo y se le llamará Hijo de
Dios.

Mira, también Isabel,


tu pariente,
ha concebido un hijo
en su vejez,
porque no hay nada
imposible para Dios”.
Dijo María:
He aquí
el momento maravilloso
en el que se unen
el cielo y la tierra,
en el silencio,
sin clamor.

Intimidad de amor,
de comunión profunda
de ser inefable.
Es el silencio de María.
Silencio que se irradia,
en el corazón de la Iglesia
y de cada creyente,
como un buen perfume
o como un eco del canto
que llega desde la otra orilla.
Santa María,
mujer del silencio,
Otra cosa queremos pedirte,
llévanos de nuevo
dulce Madre.
a las fuentes de la paz.
Tú que experimentaste
Libéranos del asedio de las palabras.
el silencio de Dios,
De las nuestras,
no te alejes de nuestro lado
en primer lugar.
en la hora de la prueba.
Pero también de las de los otros.
Santa Maria, mujer del silencio, Cuando el cielo
admítenos a tu escuela. no responde a nuestro grito,
Tennos alejados de los ruidos. y el temor del abandono
Restitúyenos corre el riesgo
el gusto de la contemplación. de hacernos
Persuádenos de que, desesperar, permanece
sólo en el silencio, a nuestro lado.
maduran las cosas grandes En este momento
de la vida: rompe también el silencio
la conversión, el amor, para decirnos
el sacrificio, la muerte. palabras de amor.
Mientras recorres la vida
tú nunca s olo es tás ;
contigo por el camino
S anta María va.

Ven con nos otros al caminar,


            SSanta
anta Maria,
Maria, ¡ven!
¡ven!
Ven con nos otros al caminar,
     S anta Maria, ¡ven!¡ven!

A unque parezcan tus pas os


inútil caminar,
tú vas haciendo camino,
otros lo s eguirán.
El que posee la Palabra del Señor
puede escuchar también su silencio.
Él, con su Palabra, obra en nosotros.
Con su silencio, hará que nos conozcamos.

(S. Ignacio de Antioquía).


Mi alma glorifica a María Santiago Alberione
y mi espíritu exulta
en mi Madre, Reina y Maestra.

Porque Dios miró la humildad de su sierva


y por esto los ángeles y los hombres
la llaman beata.

Porque grandes cosas ha hecho


en ella el Omnipotente:
La hace Inmaculada, Virgen,
Madre y Asunta al cielo.

La misericordia de María se extiende


de una a otra generación,
sobre aquellos que la aman y la buscan.
La potencia, la sabiduría y el amor de María
salvan a los que son humildes en su corazón.
Atrae a sí a todos los que la contemplan
y siguen sus enseñanzas.

Sacia de bienes a los hambrientos,


a los ciegos da la luz del corazón.

Da al mundo a Jesús Maestro


que es el fruto bendito de su vientre.
Él es para nosotros sabiduría de Dios
Justicia, santificación y redención
para siempre.
Amén.
El Señor nos conceda
el silencio y la atención del amor.
La capacidad de acoger la Palabra,
y la fuerza que viene del silencio,
para poner todo nuestro ser
al servicio de la Palabra de Vida.

El Señor nos conceda


aquel silencio
que es el eco de su Palabra;
y que debe llenar
todo el espacio de nuestro ser
libre, de nuestro yo.

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