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a cuestión de la esperanza es uno de los problemas mo-
rales por excelencia, pues va íntimamente ligada a la
cuestión del destino personal. O quizá, para decirlo con
más propiedad, es uno de los aspectos en los que una teoría moral
muestra más claramente su fuerza y fundamento antropológico y,
en última instancia, metafísico. Por encima de cuestiones parcia-
les o formales que atañen al valor moral, a su codificación, a su
conocimiento…, queda siempre el debate esencial sobre el senti-
do de la libertad, sobre la justificación de las decisiones adopta-
das, en definitiva, sobre el porqué de la existencia humana y de su
perfeccionamiento constante. Cuando recordamos este año el cen-
tenario del nacimiento de Sartre, y el vigésimo quinto aniversario
de su muerte, nos parece interesante hacer un comentario de su
obra, precisamente desde esta perspectiva. La razón inmediata
que nos ha conducido a este comentario ha sido el reciente descu-
brimiento y estudio de la obra de teatro inédita de Sartre, Barioná,
el Hijo del Trueno. El argumento de esta pieza dramática nos
brindará la oportunidad de comentar la filosofía moral del cono-
cido autor existencialista.
Dividiremos nuestro comentario en dos partes. En un primer
momento abordaremos la polémica que se deriva de la obra mis-
ma. Curiosamente, y a pesar del ominoso silencio que de forma
generalizada se ha guardado sobre la primera obra de teatro del
existencialista francés, no son pocas ni homogéneas las opiniones
y juicios sobre el contenido de la misma, sobre las circunstancias
en que se escribió, sobre la verdadera intencionalidad del autor, e
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Profesor de Ética de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid, España)
incluso sobre la mayor o menor fiabilidad del texto. Por tanto, an-
tes de valorar adecuadamente el contenido y la perspectiva teórica
del argumento de la obra, nos detendremos en perfilar críticamen-
te la explicación por su origen, su valor literario y el alcance de su
temática.
En un segundo momento, pues, analizaremos lo que conside-
ramos el tema nuclear de Barioná, y como esperamos mostrar, la
inquietud de fondo de toda la filosofía existencialista de la liber-
tad sartreana.
dicha limitación y tratan de exponer las razones por las que el fi-
lósofo francés mantuvo determinados planteamientos, aun a sa-
biendas de su carencia de sostén metafísico. Expresiones como
«la representación de los desajustes teóricos: la revelación de los
escritos póstumos» (Rodríguez 2004: 174) ponen de manifiesto
que Sartre mantuvo externamente una «ortodoxia» de la que en su
fuero más interno no sólo no estaba convencido, sino que más
bien estaba persuadido de que carecía de un fundamento teórico
suficiente.
De los escritos póstumos que revelan esta contradicción, ten-
dríamos que destacar de modo especial Les Carnets de la drôle
guerre, los Cahiers pour une morale y L’Espoir maintenant, esas
entrevistas publicadas semanas antes de morir. Nos detendremos
brevemente aquí en estas últimas, precisamente por la inquietud
general que sirve como prisma desde el que analiza los distintos
temas: la esperanza, lo que nos permitirá comprender con una
perspectiva mayor el debate que sobre la esperanza se plantea en
Barioná, y que veremos en el siguiente punto.
¿Cuáles son, a nuestro entender, esos tres límites «casi» insu-
perables de su antropología voluntariamente mantenida aunque
claramente insuficiente? Casi podíamos decir que son tres mani-
festaciones concatenadas de un mismo límite, el que le impone su
metafísica plenamente moderna, y por tanto, inmanente.
El primero de ellos es su incomprensión del papel de la causa
final, o simplemente, la incapacidad para integrar adecuadamente
la misma en una explicación metafísica de la realidad y de la ac-
ción humana. En los siguientes fragmentos se ve la dificultad que
tiene Sartre para hablar de la acción humana como tendente a un
fin que no puede no considerar como absoluto, aunque luego
quiera hacerlo depender de la libertad de cada uno, dado que la
prioridad de la existencia sobre la esencia en su metafísica le
fuerza a ello. «Lo más importante para mí era la idea de fracaso.
La idea de fracaso relativa a lo que podríamos llamar un fin abso-
luto. En efecto, lo que no se dice en El ser y la nada, de esta ma-
La esperanza como reto moral en Sartre 489
nera, es que cada hombre, por encima de los fines teóricos o prác-
ticos que tiene en cada instante y que se refieren, por ejemplo, a
cuestiones políticas o de educación, etcétera, por encima de todo
esto, cada hombre tiene un fin, un fin que yo llamaría, si me lo
permites, trascendente o absoluto, y todos aquellos fines prácticos
no tienen sentido más que en relación con tal fin. El sentido de la
acción de un hombre es, pues, este fin, que varía, por otra parte,
según cada hombre, pero que se caracteriza por ser absoluto. Y la
esperanza –lo mismo que el fracaso– va unida a este fin absoluto,
en el sentido de que el verdadero fracaso se refiere a él» (Lévy
1991: 24).
El segundo límite se deriva de la identificación entre la exis-
tencia y la conciencia de sí propia del sujeto. A todas luces, esta
identificación causa no pocos problemas para integrar la alteridad
social dentro del horizonte moral. Y no sólo para integrarla sin
más, sino para integrarla como horizonte que perfeccione al suje-
to, lo que implica que lo social no se absolutiza como tal horizon-
te, y que por tanto, tiene su razón de ser como alteridad en un
existente personal que no se agota ni puede ser agotado por nin-
guno de los existentes humanos. Sartre tuvo serias dificultades
para dar el paso de un existencialismo individualista a un existen-
cialismo que dé razón de fin para la acción de un sujeto, sin que
ese fin suponga absolutizar lo social, como sucedió durante su
época de acercamiento al pensamiento marxista. Una vez más,
trata de integrar dos modos distintos de entender el existente
humano como horizonte de la libertad, que no lo olvidemos, ya ha
aceptado que ha de tener carácter absoluto: «nuestro fin es llegar
a configurar un verdadero cuerpo, en el que cada persona sería un
hombre y en el que las colectividades serían igualmente huma-
nas» (Lévy 1991: 36).
El tercero y último, como colofón de los anteriores y nexo de
unión con lo que veremos en el siguiente apartado, es que para
Sartre la dimensión histórica del ser humano tiene un carácter
existencial, no esencial. No forma parte del modo humano de ser
el ser histórico, sino que simplemente corresponde al devenir de
490 José Ángel Agejas Esteban
Bibliografía citada
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