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REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA. 8 5 . — 1 6
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(11) El texto que se cita, en las pp. 202 y ss. y 182, respectivamente, de la
edición de Everyman's, London, 1951. No he visto citado nunca este precedente, que
me parece capital para justificar que el contraste entre los dos sistemas es algo
más que un error de DICEY.
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(12) Sobre todo ello puede verse mi exposición en Revolución Francesa y Admi-
nistración contemporánea. Cuadernos Taurus, Madrid, 1972. Como es sabido, el
contraste entre el Droit administratif, así dicho, en francés, y el sistema inglés de
Estado de Derecho (rule of law), la formula DICH, en 1885. en su Introduction to
the stucfy of the Law of the Constitution. Aquí confiesa DICET: «La naturaleza y la
verdadera existencia del Droit Administratif ha sido por vez primera revelada a
muchos ingleses, y ciertamente al autor de este libro, a través de los escritos de
Alexis de Tocqueville, cuyas obras han ejercido en Inglaterra en el siglo xix una
influencia igual a la autoridad ejercida por las obras de Montesquieu en la Ingla-
terra del siglo XVIII» (cito por la 9." ed. del libro, reimpresión de 1952, London, pá-
gina 392). También en su artículo Droit Administratif in modern French Law, en
«Law Quarterly Review», 1901, pp. 302 y ss.
(13) Es el título de un artículo suyo en «Law Quarterly Review», 1915, pp. 150 y
siguientes.
(14) Lord HEWART, en su calidad de Lord Chief Justice inglés, denunció en «The
Times» con una serie de artículos que causaron una gran conmoción, el despotismo
solapado y terrible del moderno actuar de la Administración, que ponía en riesgo
la libertad de los ingleses, por su heterodoxia con el viejo sistema legal (especial-
mente, por la atribución sistemática a la Administración de poderes legislativos
y judiciales). Se verá luego que este «despotismo» es el punto de arranque de la
construcción del nuevo Derecho Administrativo anglosajón.
(15) El más espectacular reconocimiento de inferioridad fue el que tuvo que
hacer el «Committee on Minister's power-, designado por el Parlamento en 1929,
precisamente a consecuencia de la denuncia de lord HEWART y para contrastar sus
acusaciones y restablecer the supremacy of the Law. En su Repon final, de 1932, el
Comité se ve obligado a reconocer: tí must be admitted that the French system
does give protection to the French subjet against the arbitrary acts of the public
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scrvíce-, paralelamente, we are bound also to confess that continental critics are
justified in their contention that under rule of law in England the remedy of the
subject against the Executive Government is less complete than the remedy of
subject against subject (pág. 112 de la edición oficial del Report) (Tradución: debe
admitirse que el sistema francés otorga protección al subdito francés contra los ac-
tos arbitrarios de la organización pública; hemos de confesar que las críticas de los
europeos continentales están justificadas en su afirmación de que bajo el sistema
inglés de imperio del Derecho las garantías de un subdito contra el Ejecutivo
estatal son menos completas que las garantías de un subdito contra otro subdito.)
Es un reconocimiento espectacular.
(16) Tomo la expresión de F. MORSTEIN MARX, Quelques caracteristiques du Droit
Administratif aux Etats-Unis, en «Livre jubilaire du Conseil d'Etat», París, 1952,
páginas 675 y ss.
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(26) SCHWARTZ dice que «la historia del desarrollo de un sistema de Derecho
Administrativo es la de una constante expansión de la autoridad de la Administra-
ción, acompañada por una correlativa restricción del poder judicial» (p. 20). Vid.
también MORSTEIN MARZ, p. 684. En una decisión de 1942 aún decía el Tribunal
Supremo americano: «Los Tribunales no menos que las organizaciones adminis-
trativas son agencias del Gobierno Ii. e.: del Estado!.. Ambos son instrumentos
para ejecutar fines públicos» (SCHWARTZ, p. 22). El paralelismo es flagrante con textos
históricos nuestros, aportados en Curso, cit., pp. 296 y ss. (vid. especialmente el
citado en p. 298)), y que están en la base de la formación histórica del principio
de autotutela en el antiguo Derecho.
¡27) Vid. especialmente SCHWAIVTZ y WADE, cit., pp. 107 y ss. (para el due
process, principio que, según el primer autor en el libro que ha motivado estas
reflexiones, pp. 191 y ss., incluye: el derecho a conocer de la Administración,
en una adecuada formulación, los temas y cuestiones implicados en el procedi-
miento de que se trate; a presentar pruebas —tanto testimoniales como documen-
tales— y alegaciones; a contradecir y refutar las pruebas adversas; a actuar asis-
tido de abogado o de otro experto; a que la decisión se apoye solamente sobre las
pruebas introducidas en el expediente; a tener una copia completa del expediente,
con transcripción de los testimonios y alegaciones, junto con las pruebas documen-
tales y todos los papeles y oficios incluidos en el procedimiento), y 154 y 241 y
siguientes, para el natural justice (pero quizás mejor aún el mismo WADE en la
importante 4.° ed. —en realidad una obra nueva, como subraya él mismo en el
Prólogo, p. V, y es visible a simple vista— Admintstrative Law, Oxford, 1977, pp. 393
y ss., asi como la versión europea de RIEDEL, Kontrolle der Verwaltung im englischen
Rechtsfystem, Berlín, 1976, pp. 106 y ss.). Es de notar que en Inglaterra son más
rígidos estos principios, sobre todo el de independencia de los órganos deciso-
rios (p. 145 de la misma obra citada inicialmente en esta nota), lo que hace que
los llamados Tribunales administrativos tiendan a convertirse en verdaderas «ju-
risdicciones especiales». Recientemente, en 1972, en Estados Unidos, a los funcio-
narios con facultades de adjudication, antes llamados hearing officers o hearíng
exanviners (funcionarios encargados de las audiencias, alegaciones y reclamaciones
de parte), se les ha asignado el nombre de administrative law judges (jueces de
Derecho Administrativo); en 1974 había en la Administración federal 864 «jueces»
de este tipo; esta «apoteosis judicial» (SCHWARTZ, p. 297) ha elevado su categoría y
su retribución y también su independencia (aun sin ser ésta tan grande como en
Inglaterra); los designa la Civil Service Commission entre listas de elegibles, com-
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zando por el Informe FRANK de 1957, los Tribunales administrativos forman parte
de la machinery of justice y no de la machinery of administration, con lo cual
intentan sobre todo conseguir una objetivización de las reglas de actuación de
esos órganos y su independencia real.
(31) There should... be an appeal on a point of law to the courts; and judicial
control by the remedies of certiorary, prohibition and mandamus should never be
barred by statute. Cfr. WADE, p. 758.
(32) WADE, pp. 758 y ss.; DE SMITH, Juditial review of administrative action,
3.' ed., London, 1973. En todo caso, en Inglaterra, donde no existe superlegalidad
constitucional, la exclusión legislativa del control judicial es posible y aún no
infrecuente (por el mismo reforzamiento de la independencia de los «Tribunales»
administrativos, que, como se ha notado, les inclina a convertirse en verdaderas
jurisdicciones especiales autosuficientes), aunque el Derecho inglés imponga presun-
ciones~contra dicha exclusión y haga ésta de interpretación restrictiva; vid. DE
SMITH, pp. 314 y ss.
(33) WADE, p. 751: «Existe ahora el principio generalmente aceptado de que
habría un derecho de apelación de un Tribunal administrativo a la High Court
sobre cuestiones de derecho, con la intención de que así el Derecho pueda ser
correctamente aplicado y uniformemente interpretado.»
(34) Vid. especialmente WADE, pp. 36 y ss., «Review and appeal contrasted».
(35) Los principios ya aludidos supra nota 32 están reduciendo hoy esta limita-
ción, por la interdicción de la arbitrariedad y del abuso de discrecionalidad:
WADE, p. 752.
(36) De acuerdo con la recomendación de la FRANK'S, Commission, referida supra
en nota 31. De nuevo podemos establecer fácilmente un paralelo con la historia
reciente del Derecho Administrativo continental: la acción de certiorari permite
al King's Bench ya desde hace siglos «examinar la actuación de todas las juris-
dicciones erigidas por la Ley del Parlamento, con el fin de mantenerlas dentro
de los límites de su competencia» (palabras del Cardiff Bridge case, de 1700); en
la extensión paulatina de esta acción a las autoridades administrativas pesa de
nuevo la calificación de su actuación afectante a los derechos de los ciudadanos
como verdadera actuación judicial; en 1924 otro leading case afirma que la acción
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puede ser ejercitada contra «cualquier entidad Ibody of personsl que tenga auto-
ridad legal para determinar cuestiones que afecten a los derechos de los subditos
y que tengan el deber de actuar judicialmente» (esto es, con formalidades lagales).
Sobre todo esto, especialmente DE SMITH. pp. 335 y ss. Es, pues, un paralelo casi
exacto de la famosa incompetencia, como base del primer excés de pouvoir o de
nuestros «vicios de orden público». DE SMITH sistematiza así ahora los motivos del
certiorari y prohibition: falta de jurisdicción, ruptura de las reglas de la natural
justice (vid. supra nota 27), error de derecho en relación al expediente y fraude
o colusión. En cuanto a la acción de mandamus, es un viejo «remedio» para
imponer el cumplimiento de un deber legal a una autoridad de cualquier natu-
raleza que lo desatiende; es, pues, una típica acción contra la inactividad admi-
nistrativa (WADE, pp. 597 y ss.; con frecuencia se acompaña de un certiorari para
completar la lucha contra la incompetencia mediante la imposición de un deber
de actuar en el sentido omitido: WADE, p. 606). Hemos de advertir que sobre el
fondo del common law estos dos tipos de acción son conocidos también en Estados
Unidos: SCHWARTZ, pp. 540 y ss. y 544 y ss. (en la propia Federal Administrative
Procedure Act. aunque sin que esto implique la adopción general de la figura
histórica del mandamus, se determina que una de las finalidades básicas de la
revisión jurisdiccional, antes incluso que la meramente anulatoria, es la de
«compel agency action unlawfully with held or unreasonably delayed. —esto es,
compeler a la Administración a realizar una acción injustamente rehusada o irra-
zonablemente retardada: § 706, SCHWARTZ, pp. 613 y ss.). Es digno de notar el
desarrollo de esta acción en el mundo anglosajón contra la inactividad administra-
tiva que NIETO no ha referido en su importante trabajo La inactividad de la Ad-
ministración y el recurso contencioso-administrativo, en el núm. 37 de esta RE-
VISTA, 1962, pp. 75 y SS.
(37) Concretamente, tal fue la recomendación del Justice Commitee on Admi-
nistrative Law en 1968 (DE SMITH, p. 335) y de la Law Commission (paralela de
nuestra Comisión General de Codificación) en 1969 (DE SMITH, pp. 335-6; WADE, pá-
gina 14). Parece ser que esa concentración se ha operado ya en algunas partes
de la Commonwealth, como Nueva Zelanda y Canadá (Ontario) (DE SMITH, ibídem).
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(38) Cfr., supra nota 15. WADE, p. 27; SCHWARTZ, French Administrative ¡aw and
the Common-Law World, cit., passim. La observación del texto la formularon ya
certeramente L. NEVILLE BROWN y J. F. GARNER, en su excelente análisis crítico
French Administrativo Law, 2.a ed., London, 1973, p. 159: la «judicialización» del
procedimiento administrativo en Gran Bretaña, a través de una regulación estricta
de los statutory tribunals and enquiries, con resultados razonables como los conse-
guidos, hace menos imprescindible el control judicial a posteriori y sus finuras; la
satisfacción conseguida por el Derecho Administrativo francés es más estética, para
los juristas, que efectiva para el ciudadano ordinario (también en pp. 156-7; la
creación francesa tiene una elegantia- iuris cuyo estudio proporciona una gran sa-
tisfacción intelectual, frente al casuísmo y ocasionalismo de las fórmulas anglo-
sajonas).
(39) Es cada vez más frecuente el deliberado abuso del privilegio de la decisión
previa por parte de los administradores para imponer sus criterios a los adminis-
trados, que han de inclinarse fatalmente por el «mal arreglo» frente al «buen
pleito», como afirma el certero dicho. Habrían de ser santos los administradores
para resistir el fácil abuso de ese formidable poder. Como un simple ejemplo, aun-
que creo que impresionante, vid. el análisis sistemático que hago en una parcela
concreta en mi estudio Expropiación forzosa y devaluación monetaria, en el nú-
mero 80 de esta REVISTA. En materia urbanística, ese abuso de poder sistemático
constituye un verdadero «derecho no escrito» con el cual se habilitan toda clase
de pactos informales. . .
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(40) Dada la perspectiva estructural en que nos hemos situado, nos parece
innecesario detenernos ahora en el estudio de los poderes de enforcement, normal-
mente a través del juez, de la Administración americana. Vid. las referencias de
nuestro Curso, cit., pp. 301 y ss, y las precisiones de SCHWABTZ, pp. 70 y ss. y
107 y ss. (intimaciones mediante subpoena o delito de desobediencia, como regla
reservada de ios Tribunales, a quienes por ello debe instar previamente la Admi-
nistración desobedecida), 548 y ss. y 550 y ss. (posibilidad de excepcionar en el
prooeso penal por desobediencia la ilegalidad del acto incumplido, posibilidad en-
tendida como una garantía constitucional básica). Las excepciones más notorias
al sistema de ejecución judicial son las referentes a la materia fiscal, a asuntos
postales y a las deportaciones (de extranjeros): SCHWART, p. 72. Esto es, sin embargo,
importantísimo para una valoración comparatista de los sistemas europeo y englo-
americano (como hemos notado en loe. cit.), y va en el mismo sentido de un «san-
grado» sustancial de los enormes poderes de autotutela que la Administración
europea ha recibido derechamente de los Monarcas absolutos que configuraron sus
Estados y de una garantía preventiva de los ciudadanos confiada a los jueces.
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