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SUBLEVACIÓN
Debo reconocer que afrontar este periodo de la historia ha significado para mí un gran
esfuerzo, hasta el extremo que, exponer las conclusiones me resulta extremadamente
dificultoso dado que la maraña de fechas y acontecimientos complican muy
especialmente el asunto.
Ciertamente puede hacerse la reseña de otro modo que simplifique la cuestión, pero me
parece interesante, parte esencial para comprender la barbaridad, crear en quién acceda
a la lectura de este trabajo, la sensación de trasladarse al momento tratado y observar
cómo los acontecimientos nos apedrean la mente sin darnos tiempo siquiera a
reponernos de un golpe cuando han hecho blanco en nuestro cuerpo, un, dos, tres
guijarros nuevos.
En abril de 1873 se produjo una gran agitación en Madrid, hasta el punto que el día 23
se aprestaba una insurrección, que fue finalmente atajada, produciéndose un acoso a los
parlamentarios radicales, y a la comisión permanente del parlamento que apoyaban
aquella insurrección y que se vieron como objetivo de una insurrección de signo
contrario, encabezada por los Voluntarios de la República. Como consecuencia, el día
24 era disuelta la comisión permanente.
En sintonía con lo que venía aconteciendo, el 1 de junio de 1873 las Cortes proclamaron
la República Federal y se constituyó una comisión de parlamentarios presidida por
Castelar cuya misión sería elaborar un Proyecto de Constitución republicana federal,
que finalmente fue aprobada dos días más tarde que no llegaba a las expectativas de
organizar cantones independientes. (Ver texto del proyecto en Anexo I)
Y esa crítica era formulada por alguien como Castelar… Un personaje cuya actuación
no le permitía sentirse ajeno a la responsabilidad de donde había sido abocada España.
Pi y Margall estaba apoyado por el Partido demócrata republicano Federal, cuyo ideario
era la República y el estado laico, por la pequeña burguesía y por el movimiento obrero
y campesino. Su gobierno duró treinta y siete días, si bien fue muy intenso, no en
aciertos, pero sí en barbaridades.
Como queda señalado, el uno de junio de 1873 se abrieron las Cortes Constituyentes.
Durante la primera semana se presentaron las credenciales de diputados que
evidenciaron tres sectores en el hemiciclo: derecha (Castelar), centro (Pi) e izquierda
(Orense y los intransigentes).
El día 7 presentó la dimisión el gobierno Figueras, y ese mismo día se presentó en las
Cortes una proposición de ley para que se proclamara España república federal.
España quedaba organizada en 17 Estados y uno de ellos era Cuba. Cada uno tendría su
propia Constitución, quedando para el presidente un cuarto poder, el de “relación”, para
mantener el equilibrio. El poder emanaría de 3 niveles diferentes: municipio, estado
regional y estado federal. El Estado regional tenía autonomía política, económica y
administrativa.
Pero los intransigentes exigían más y más deprisa; así, se inició el movimiento en
Cartagena.
La situación se estaba yendo de las manos del gobierno a pasos acelerados, si es que
acaso la había controlado en algún momento.
Sólo tres días después, el día 7 de julio, una huelga general exige la dimisión de la
corporación municipal de Alcoy, ocasionando un serio enfrentamiento en el que
acabaron siendo asesinadas varias personas, entre ellas, el alcalde Agustín Albors,
republicano revolucionario, al tiempo que se iniciaba un proceso colectivista siguiendo
la doctrina de la AIT.
Pero fue el día ocho de julio cuando, triunfante la huelga general, los comités represivos
impidieron trabajar a aquellos que deseaban hacerlo.
El asunto no quedó ahí. Los huelguistas se hicieron con el poder municipal, cometiendo
todo tipo de excesos, y ocasionando que fuese el ejército quién tomase cartas en el
asunto, acabando con la revuelta el día trece, de la que se dan más datos en el capítulo
relativo a la conflictividad social.
Todo tenía cabida mientras fuese estrambótico. En ese sentido, el 9 de julio de 1873,
decía Emilio Castelar en las Cortes: