You are on page 1of 141

Débora D'Antonio

compiladora

Deseo y represión

Sexualidad, género y Estado


en la historia argentina reciente
COLECCIÓN BITÁCORA ARG ENTINA
Dirigida por Alejandro Falco

Débora D'Antonio (comp.)


Deseo y represión. S exualidad, género y E stado en la historia argentina
reciente. 1a ed. Buenos Aires: :z.015 .
144 p.; 15x22 cm.
ISBN 978-950-793-206-9
1. Ciencia Política. 2. Estado. 3. Estudios de G énero. l. D'Antonio, Débora,
comp.
CDD 320
Fecha de catalogación: 13/05/2015
© 2015, Débora D'Antonio
Ilustración de tapa: foto de la tapa de la revistaAsí, n.º 891 (3 de julio de 1973)
© 2015, Ediciones !mago Mundi
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina, tirada de esta edición: 600 ejemplares

La edición de este libro fue posible gracias a un subsidio para


organización de reuniones científicas otorgado por FONCYf-Agencia
Nacional de Promoción C ientífica y Tecnológica (RC 2014 0290) .

Este libro se terminó de imprimir en el mes de junio de 2015 en Gráfica San


Martín, Güiraldes 2723, San Martín, provincia de Buenos Aires, República
Argentina. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta,
puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por
ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o
de fotocopia, sin permiso previo por escrito del editor.
Í n di ce g e n e ra l

Introducción
Débora D'Antonio IX

1 Moral católica y censura municipal de las revistas eróticas en la


ciudad de Buenos Aires durante la década del sesenta
Ariel Eidelman 1

2 Sociabilidad homoerótica en la ciudad de Buenos Aires: maricas y


marineros durante los sesenta y los setenta
Máximo Javier Fernández . 21

3 Una batalla sexual en los setenta: las feministas y los militantes


homosexuales apostando a otra economía de los placeres
Catalina Trebisacce . 43

4 Los cuatrocientos homosexuales desaparecidos: memorias de la


represión estatal a las sexualidades disidentes en Argentina
Santiago Joaquín Insausti . 63

5 Las sexy comedias en la filmografía argentina durante los años


de la última dictadura militar argentina: una lectura sobre el
control y la censura
Débora D'Antonio 83

Autores 109

Bibliografía . 111
Introdu cción

Débora D'Antonio

En diversos estados del arte se ha destacado el marcado crecimiento


que han tenido en las últimas décadas en nuestro contexto académico las
investigaciones sobre el Estado. También se ha hecho perceptible la consoli­
dación de un campo de estudios de carácter interdisciplinario que ha dado
lugar a una extensa producción de conocimiento crítico (Bergia 2015; Balán
2015; Soprano 2015; Bohoslavsky 2014; Pereyra 2012; Bohoslavsky y Soprano
2010) . Esta profusión de investigaciones, que incluye además una extensa
tradición ensayística, nos invita a realizar unas breves consideraciones
preliminares y panorámicas con el fin de contar con un mapa actualizado
de este conocimiento y a la vez poder demarcar los aportes específicos del
libro que aquí presentamos, centrado en el análisis desde una perspectiva
de género y de la sexualidad de distintas agencias de control y represión
estatal en el marco de las dictaduras de seguridad nacional de los años
sesenta y setenta en la Argentina.
Un aspecto significativo para señalar respecto de los primeros estudios
existentes sobre el Estado es que estos fueron realizados en nuestro país en­
tre las década del sesenta y ochenta tras la lente de las teorías sociohistóricas
(Di Tella 1974; Germani 1971) o a partir de los enfoques de alcance marxistas
y estructuralistas (Ansaldi 1985; Peralta Ramos 1978, 1972; Murmis y Por­
tantiero 1971) . Como se ha notado repetidamente, en estas contribuciones,
muchas de las cuales son consideradas hoy en día clásicos de esta literatura,
sobresalen los trabajos sociológicos, politológicos y también de algunos
economistas, destacándose por sus sesgos teóricos aunque sin mayores
enlaces con inflexiones empíricas. En términos generales, estos estudios se
interesaron en comprender las matrices del poder regulador y normalizador
de los E stados nacionales, el carácter de clase de la dominación estatal y
las consecuencias de la sujeción periférica y la vulnerabilidad del E stado
argentino a los avatares del mercado capitalista internacional. Tienen
antecedentes también en los debates de las ciencias sociales de esta etapa
X DÉBORA O'ANTONIO

los dilemas planteados por la especificidad en los años sesenta y setenta


del emergente E stado autoritario en el Cono Sur. Atravesadas por este
desafío que tuvo lugar en la realidad de la región, distintas investi gaciones
desplazaron su foco de atención y abrieron un espacio para deliberar sobre
las formas de dominación totalitarias, el fenómeno de la violencia estatal, el
rol jugado por las fuerzas armadas en la construcción del orden político y el
surgimiento de un nuevo tipo de Estado capitalista monitoreado no ya por
gobiernos democráticos, como era lo previsible al menos para la prédica
liberal, sino encabezado por dictaduras militares dispuestas a adaptar sus
economías al nuevo ciclo de acumulación.
En el marco de los procesos de tran sición desde los regímenes autori­
tarios hacia las democracias liberales proliferaron sin embargo estudios
que procuraron comprender la naturaleza del Estado y del régimen, desta­
cándose en particular, los análisis sobre la debilidad del si stema político
y del sistema de partidos (Portantiero 1989; O'Donnell 1982; Oszlak 1982;
Rouquié 1982, 1981; Oszlak y O'Donnell 1976). En ese momento adquirieron
fuerza gravitatoria los pares analíticos de «democracia vs dictadura» o
«autoritarismo vs democracia», conservando hasta no hace mucho tiempo
un lugar destacado en los análisis de las ciencias sociales.
Posteriormente, en los años noventa, ya más alejados de las difíciles
experiencias vividas bajo los gobiernos militares, las investigaciones dieron
vuelta la página respecto de sus líneas de trabajo. Fue en este momento
que adquirieron particular protagonismo los historiadores e historiadoras
profesionales abocados desde un comienzo a estudiar la etapa de formación
del Estado nacional a través de los ideales de las elites estatales, de sus
proyectos políticos en disputa y de los amplios y variados procesos de toma
de decisiones en la administración pública (Botana 1998; Zimmermann
1995; S idicaro 1995) .
En los últimos quince años se ha renovado este campo de estudios por
medio de investigaciones amparadas en otros marcos de indagación empí­
rica y sobre todo, por la puesta en valor de nuevos reservorios documentales.
Esto dio lugar a un panorama más vasto, complejo y específico en el análisis
de las distintas experiencias de la estatidad. Es así que la articulación entre
la dimensión local, nacional, regional, y en oportunidades transnacional,
permitió advertir fragmentaciones y desagregaciones en agencias estatales
con autonomía, prácticas, saberes técnicos especializados y dispositivos
propios en permanente tensión y conflicto con otros actores de la sociedad
civil (Soprano 2015, 2007; González Bollo 2012; Pita 2012; Ramaciotti 2009,
2004; Barreneche 2006; Palermo 2006; Ballent 2005; Caimari 2004; Neiburg
y Plotkin 2004; Visacovsky 2002; G ayol y Kesller 2002; Ruibal 1983) .
Diversos estudios historiográficos coinciden en señalar que el grueso
de la literatura producida en este tercer ciclo o ciclo contemporáneo de
producción académica se ha concentrado en el período comprendido entre
INTRODUCCIÓN XI

fines del siglo x1x y principios del siglo xx. Abandonando el prisma de una
visión generalista y de carácter nacional centrada en las relaciones sociales,
en la opresión de clase y en el poder de las elites metropolitanas, estas
investigaciones sobre el E stado comenzaron a mostrar realidades menos
homogéneas y más contingentes y multiformes (Bergia 2015; Bohoslavsky
2005).
Respecto de la segunda parte del siglo xx, en términos generales, el
estudio sistemático del Estado asumió por parte de la historia como disci­
plina, una perspectiva interpretativa centrada en la violencia que colocaba
más el énfasis en las rupturas que en las continuidades y que recuperaba,
de esta manera, las dicotomías teóricas planteadas en los años ochenta
por la ciencia política o la sociología. E ste aspecto se expresó tanto en el
análisis de los regímenes políticos, destacando diferencias tajantes entre
gobiernos constitucionales y militares, como en la acentuación exclusiva,
de los aspectos más traumáticos y clandestinos de la represión durante la
última dictadura militar. Asimismo los trabajos que analizaron el E stado
durante estos años y que lo conceptualizaron como E stado terrorista, se
ocuparon de los mecanismos y anclajes de la dinámica represiva clandestina
y de su combinación con la faz legal (Mi gnone y Con te Me Donell 2006), y
lo percibieron como una institución fuertemente monolítica y centralizada,
como se puede observar en el clásico libro de Duhalde (1999) .
En la última década el análisis de la represión estatal se pudo profundi­
zar a partir del estudio de agencias estatales específicas y de nuevas fuentes
históricas que abandonaron su estatus de confidenciales y reservadas para
estar disponibles para la investigación. Una forma en que se manifiesta es
que quienes examinan los derroteros y la naturaleza de los centros clandes­
tinos de detención, por ejemplo, los conciben no ya como instituciones ais­
ladas sino como un eje ordenador de la política represiva estatal, pero ahora
en estrecha conexión con la sociedad en la que tuvieron lugar (Slatman
2011; Feierstein 2007, 2005; Calveiro 1998) . Una perspectiva que, por otro
lado, se vincula con aquellos estudios que ponderan los antecedentes sobre
la violencia política en el período anterior al golpe de E stado de marzo de
1976 (Franco 2012; lzaguirre 2009; Andújar y D'Antonio 2008) y con aquellas
otras investigaciones que a partir del examen de los aparatos represivos y
de control social del Estado nacional - tales como el Servicio Penitenciario
Federal, el Poder Judicial, la Morgue Judicial o las instituciones que se
ocupan de la minoridad - resaltan los enlaces entre los aspectos legales e
ilegales y entre las prácticas excepcionales de la represión clandestina y las
dinámicas institucionales y burocráticas regulares preexistentes (E idelman
20 12; D'Antonio y E idelman 2010; D'Antonio 2010; Villalta 2010; G araño
2008; Águila 2008; Tiscornia 2004; Sarrabayrouse Oliveira 2003 ) . Unos y
otros estudios muestran las fuertes líneas de continuidad entre diferentes
XII DÉBORA D'ANTONIO

gobiernos de origen constitucional y militar, a la vez que relativizan el


carácter excepcional de la última dictadura en la historia argentina.
Los artículos que aquí presentamos retoman algunos de los retos de las
tradiciones intelectuales anteriormente señaladas. Sin embargo son traba­
jos históricos con inflexiones teóricas diferentes a la ecuación de las líneas
establecidas durante los años setenta y en sintonía con la historio grafía más
reciente que se propone recuperar las experiencias de agencias estatales
determinadas. Los trabajos compilados, si bien se ocupan del estudio de
estas agencias, indagan en las prácticas de las personas que en ellas habitan
y están particularmente interesados en esclarecer las formas concretas que
adquirieron el control, la censura y la represión estatal durante la segunda
parte del siglo xx. En este sentido también reponen y revisan algunas de
las inquietudes que se establecieron en los debates académicos de los años
ochenta.
Con todo, lo más novedoso de estos artículos resulta de la formulación
de temas y problemas, algunos de ellos hasta ahora inéditos y de la reorien­
tación del conjunto de estas variables hacia una contribución centrada en
la perspectiva de género y de la sexualidad. No es esta una mera excusa
para dar originalidad a la cuestión estatal, que como vemos ha estado
prácticamente ausente de los análisis sobre este aparato institucional en la
segunda mitad del siglo xx, sino que por el contrario, se convierte en el eje
interpretativo que organiza estas investigaciones y en el modo fundamental
en el que los autores y autoras interrogan al pasado.
Por su parte, los estudios sobre el género y la sexualidad centrados en
el período de la historia reciente, como se sabe, han dado lugar a prolífi­
cas indagaciones que visibilizaron la agencia de las muj e res e n diversos
terrenos como el de las organizaciones político militares, el de las luchas
feministas por la ampliación de derechos o el del terreno sindical (Pérez
2014; G rammático 2011; Vassallo 2007) . También otros trabajos han ofrecido
sensibles análisis sobre el impacto de las transformaciones culturales en la
vida cotidiana y en las relaciones de clase, de género y etarias (Felitti 2011;
Manzano 2010; Cosse 201oa) . Se han examinado, además, las diferencias
de género en el acto de recordar entre varones y mujeres (Oberti 2010) .
De conjunto, en todos estos estudios se han reelaborado los alcances de
la noción de modernización sexual de los años sesenta confrontando sus
límites frente a la pertinaz persistencia del statu quo de género y sexual,
y se han desestabilizado las nociones tajantes de separación del ámbito
público y el privado en la experiencia vivida por varones y mujeres (Andújar
2009a; VVAA 2007) . Sin embargo, con pocas excepciones, como es el caso
del peso de Ja dimensión sexo-genérica en la elaboración de las tecnologías
represivas y del disciplinamiento aplicado al enemigo interno (D'Antonio
2012, 2011), no se ha profundizado en este campo de estudios en el enlace
del Estado con la dimensión de género y sexual.
INTRODUCCIÓN XIII

El presente libro se inserta entonces en el cruce entre los estudios sobre


el Estado y los estudios de género y de la sexualidad, y es en esa intersección
en donde se propone realizar una contribución específica, abordando una
línea de trabajo poco frecuentada. De todos modos es necesario alertar
que este entrecruzamiento tiene todavía un carácter experimental que
convierte a esta compilación más que en un artefacto cerrado en una
invitación a reflexionar sobre los límites y potencialidades de este enfoque.
El recorrido que les proponemos a los lectores y a las lectoras reverbera
en algunas preocupaciones intelectuales que se reflejan en los artículos
aquí compilados que transformadas en preguntas jerarquizan a esta obra
reunida. Algunas de ellas son: ¿cuáles son las implicancias de incorporar
como marco de indagación la perspectiva de género al estudio del Estado?
¿Qué es lo que aporta este punto de vista particular acerca de la realidad
social? ¿ Qué consecuencias tiene la utilización de este enfoque teórico
en la investigación de las distintas agencias estatales durante el ciclo de
dictaduras argentinas de los años sesenta y setenta? ¿ Qué otros objetos
de estudio se ponen en foco bajo este paradigma? ¿ Cómo se genera una
hermenéutica interpretativa tras este cruce de perspectivas?
El origen de los artículos de este libro es fruto de intercambios y refle­
xiones producidos en distintos eventos científicos tales como el workshop
«Reevaluando algunos temas de la historia reciente» que se desarrolló
en la Facultad de Filosofía y Letras en julio de 2013 o las IV Jornadas de
Historia, Género y Política en los setenta que sesionaron en el Museo Roca
en noviembre del 2014, que fueron impulsados por el grupo de estudio e
investigación «Mujer, política y diversidad en los setenta», integrado por
Andrea Andújar, Débora D'Antonio, Karin G rammático, María Laura Rosa
y Catalina Trebisacce.
Los artículos fueron organizados cronológicamente al solo efecto de
hilvanar temáticas, abordajes y líneas analíticas sobre un determinado
horizonte y espesor histórico. En orden a esta disposición el primero de
ellos se titula «Moral católica y censura municipal de las revistas eróticas en
la ciudad de Buenos Aires durante la década del sesenta». Allí, el historiador
Ariel Eidelman aborda la represión y la censura de las revistas calificadas
a partir del golpe de Estado de junio de 1966 como obscenas en el marco
de una amplia campaña de moralidad encarada por la municipalidad de
Buenos Aires. Para ello el autor analiza algunos ejemplos de fotografía
pornográfica y el tipo de publicaciones para adultos que circulaban por
la ciudad de Buenos Aires a mediados de la década del sesenta. E n este
tr abajo se destaca especialmente la influencia de la Iglesia C atólica, sus
instituciones y cuadros orgánicos sobre los aparatos estatales encargados
del control moral de la población y se aborda el vínculo entre pornografía
y comunismo que establecían los funcionarios a cargo de la cen sura y el
control moral. Si bien el artículo se centra en una coyuntura histórica parti-
XIV DÉBORA D'ANTONIO

cular, se ocupa también de destacar las continuidades en el funcionamiento


de los aparatos estatales y en sus funcionarios, más allá de los cambios en
el régimen político y los gobiernos.
El trabajo «Sociabilidad homoerótica en la ciudad de Buenos Aires: ma­
ricas y marineros durante los sesenta y los setenta» del antropólogo Máximo
Javier Fernández indaga en la sociabilidad homoerótica de la ciudad de
Buenos Aires durante los años sesenta y setenta. Examinando los sumarios
por infracción al Código de Justicia Militar de la Armada, que no habían
sido explorados bajo la perspectiva teórica del género y la sexualidad, el
autor analiza cómo los homosexuales pudieron apropiarse de un conjunto
de sentidos que les habilitó una forma de relacionamiento en el espacio
urbano entre varones que tenían sexo con otros varones. Devela asiduas
prácticas sexuales entre varones dentro de esta institución, entendiendo
que los varones que tenían sexo con otros varones pudieron construir estos
vínculos justamente porque preexistía un horizonte de sentidos disponibles
sobre la homosexualidad en la Armada y en los bordes de la misma. Lo
que para algunos podrían ser indicios fragmentarios o desarticulados del
erotismo y de la represión, para Fernández reponen la experiencia social y
sexual de los sujetos que analiza.
E n «Una batalla sexual en los setenta: las feministas y los militantes
homosexuales apostando a otra economía de los placeres» la antropóloga
Catalina Trebisacce estudia las disputas que tuvieron lugar en la década del
sesenta y setenta en torno a la sexualidad en la ciudad de Buenos Aires. La
autora entiende que aquellas décadas estuvieron signadas por lo que se dio
en llamar la «revolución sexual» y a la vez fueron el contexto de numerosos
debates científicos y mediáticos que buscaban develar la «verdad» sobre
el sexo. Para ello revisa en detalle la relación entre la «revolución sexual» y
la Unión Feminista Argentina, el M ovimiento de Liberación Feminista y
el Frente de Liberación Homosexual y reconstruye el enfrentamiento que
estos grupos militantes sostuvieron con los discursos desplegados por el
psicoanálisis y la sexología de divulgación. En definitiva Trebisacce analiza
las estrategias de confrontación y de debate que idearon las feministas y
los homosexuales contra los discursos científicos y periodísticos, por otro
lado hegemónicos, sobre la verdad de sexo. El modo de interrogación de
los y las testimoniantes muestra en este trabajo aspectos desconocidos de
la conexión entre la política revolucionaria y los llamados «amorales».
En el trabajo « Los cuatrocientos homosexuales desaparecidos: memo­
rias de la represión estatal a las sexualidades disidentes en Argentina»
desde la sociología, Santiago Joaquín Insausti traza una genealogía sobre la
persecución estatal a los homosexuales en Argentina, revisando las recons­
trucciones y registros memoriales producidos por sectores del movimiento
por la diversidad sexual desde la transición democrática hasta la actuali­
dad. S u trabajo plantea la existencia de una línea de continuidad estatal
INTRODUCCIÓN XV

en la persecución y represión a los homosexuales desde la instauración


durante el primer gobierno del presidente J uan Domingo Perón (1946-
1952) hasta la lenta desarticulación de los edictos policiales iniciada en la
década del noventa. Desde este punto de vista, el artículo problematiza las
hipótesis que sostienen la existencia de un plan sistemático de persecución,
tortura y desaparición de homosexuales y travestís surgido durante la
última dictadura militar. El autor buceando en la reconfiguración de las
narrativas de la memoria de los colectivos de la diversidad sexual descubre
las especificidades que tuvo la represión estatal hacia los homosexuales
durante la última dictadura.
El último artículo titulado « Las sexy comedias en la filmografía ar­
gentina durante los años de la última dictadura militar argentina: una
lectura sobre el control y la censura», Débora D'Antonio indaga desde una
perspectiva histórica las razones de por qué el último gobierno militar
promovió por medio de la selección condicionada del financiamiento a una
serie de películas que ensayaron una visión contradictoria a la del discurso
oficial sobre el género y la sexualidad, más aun teniendo en cuenta que el
cine al participar de la cultura de masas tiene una influencia social y cultural
significativa. Para la autora estas películas suscitaron una contradicción con
el discurso público y restaurador del género y de la sexualidad, operando
una subversión de hecho con respecto al carácter normativo preconizado.
En este trabajo se analizan estos productos culturales como parte de un
rastreo de las interferencias, desarreglos, tensiones y conflictos entre la
sexualidad, el género y la política de control y censura del E stado de esos
años. Si por momentos se muestra a un Estado fortalecido en sus proyectos
de persecución política, en otros se lo revela como un Estado desmadrado
entre su discursividad y sus planes de ejecución.
Como resulta de la secuencia de trabajos anteriormente descripta, la
articulación de los campos de estudio sobre el Estado por un lado y sobre el
género y la sexualidad por otro, deviene necesariamente interdisciplinaria
no tan solo por la elección de sus objetos de estudio, sino fundamentalmente
por la perspectiva con la cual esos objetos son examinados. Los trabajos
reunidos evidencian entonces esa influencia de marcos teóricos trans­
versales que a nuestro parecer enriquecen las narrativas y reconfiguran
las preguntas y los dilemas de investigación. Al agruparlos no obstante
hemos procurado evitar la tentación de uniformar la diversidad de estas
perspectivas e n una única escritura capaz de dar cuenta de la represión,
el control, la censura y el sexo como fenómenos cerrados e n sí mismos.
En parte por ello resulta casi un obviedad señalar que los autores y las
autoras de este libro cuentan con trayectorias disciplinares, teóricas y
políticas diferentes. Desde nuestro punto de vista la heterogeneidad en su
factura a la vez que exhibe nuevas dimensiones del pasado reciente, brinda
XVI DÉBORA D'ANTONIO

la oportunidad de hacer un recorrido abierto y exploratorio sobre estas


temáticas, lo que probablemente sea el primer mérito de este libro.
Ca pítu lo 1

Mora l católi ca y ce n s u ra mu n i c i pa l de
Las revistas e róti cas e n La c i u dad de
B u e n os Ai res du ra n te La década de l
sese n ta

Ariel Eidelman

Introducción
E ste artícu�o aborda el estudio de la represión estatal por parte de la
municipalidad porteña de las revistas eróticas, material gráfico considerado
como inmoral y obsceno durante una coyuntura política e institucional
particular en la Argentina: el golpe de Estado de junio de 1966. En particular
la primera fase del gobierno militar, etapa de implantación de su régimen
político e institucional, por parte de la autotitulada « Revolución Argenti­
na». Se utilizan diferentes fuentes, como documentos oficiales, decretos
municipales, diarios porteños y revistas políticas de la época, como Primera
Plana y Confirmado.
Aunque el control y la censura de las publicaciones periódicas y revistas
calificadas como obscenas e inmorales era una actividad tradicional de las
instituciones de la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, el gobierno
militar debutó con una importante y amplia campaña de moralidad que
incluyó, entre sus aspectos fundamentales, el reforzamiento de la perse­
cución de las revistas masculinas con contenido erótico o pornográfico,
denunciándolas insistentemente ante la sociedad argentina como una
herramienta de penetración del comunismo en la sociedad, a través de
la subversión de la moralidad pública y las buenas costumbres. Para los
oficiales del Ejército y las otras fuerzas armadas y también para sus aliados
civiles : los sectores conservadores y católicos, el sexo era un elemento
2 ARI E L EIDELMAN

peligroso, capaz de poner en riesgo el orden familiar y social, por lo que era
necesario controlarlo con suma atención.1
Como ha planteado Valeria Manzano, la campaña municipal de 1966
tenía un importante y directo antecedente de una campaña similar, e
incluso en algunos casos con los mismos protagonistas y funcionarios,
realizada en los años 1960 y 1961, durante la última parte de la presidencia
de Arturo Frondizi (Manzano 2005 ) . Por este motivo, el artículo buscará
antecedentes en los aparatos estatales y también en la actividad de los
grupos laicos católicos entre 1958 y 1962, para comprender mejor el carácter
de la actividad de control y censura realizada bajo la dictadura de Juan
Carlos On ganía. E ntendemos que la actividad de defensa de la moral y
las buenas costumbres realizada en el año 1966 constituye una coyuntura
relevante para afrontar un análisis de la represión estatal vinculada a la
sexualidad y al mismo tiempo de la circulación y consumo social de los
productos culturales con contenido sexual.
Como señalaba hace tiempo Andrés Avellaneda en un estudio de carác­
ter fundacional sobre la censura cultural en nuestro país, «la historia de la
cultura es también la historia de la censura, un registro de negociaciones
solapadas o explícitas entre los productos culturales y el control del Estado»
(Avellaneda 1986, pág. 7) . Este autor ha destacado cómo para los defensores
de la moral y la censura, una cultura legítima se vinculaba con una sexuali­
dad sana, en un sistema que liga sexualidad, familia, religión y seguridad
nacional (ibíd., págs. 19-20) .
Esa actividad de censura y control cultural se basaba en la calificación
como inmoral y presuntamente obscena de la representación gráfica del
desnudo femenino. Desde mediados del siglo XIX la fotografía erótica tenía
una larga tradición ya que había nacido junto con la fotografía como técnica
de reproducción masiva, y su desarrollo estuvo directamente vinculado a
la historia del desnudo femenino y del arte erótico en general. La difusión
en E uropa de las postales con fotografías de muj e res desnudas a fines
del siglo XIX y su consumo masivo durante la Primera G uerra Mundial
marcaron momentos de marcada expansión de la producción y consumo
de la imagen pornográfica, cuando tradicionalmente en la cultura europea
moderna la pornografía antes del siglo XIX había sido más escrita, como
aparece en forma paradigmática en la obra literaria y filosófica del Marqués
de S ade (1740-1814), por ejemplo, que visual. Durante todo el siglo XIX, la
imagen erótica ganó terreno en el arte erótico y pornográfico a partir de la
pintura, el dibujo y la fotografía. 2

1.- Agradezco las críticas, comentarios y discusiones que tuve y tengo con
las colegas del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de
Filosofia y Letras de la U BA.
2.- Sobre los estudios académicos actuales acerca del lugar de la pornografia
en la historia y la cultura contemporánea, se pueden consultar por ejemplo los
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNICIPAL DE LAS REVISTAS • • • 3

Más allá de la transformación histórica y social de los parámetros de jui­


cio sobre las representaciones eróticas, lo que el Estado municipal colocaba
como objeto de su actividad represiva en la segunda mitad de 1966, con
amplio apoyo del Poder Ejecutivo Nacional y de la jerarquía de la I glesia
Católica, era la circulación y el consumo de las representaciones culturales
del deseo y la sexualidad.
Las revistas para hombres con contenido e rótico o pornográfico ex­
ponen tanto una construcción de la masculinidad y diferentes formas de
diálogo con sus lectores y consumidores, como representaciones y desnudos
femeninos que apuntan a despertar la libido del hombre. Las fotografias
de las revistas pornográficas muestran una representación del cuerpo
femenino y de su desnudo parcial o total, basadas en una imagen sexuali­
zada y de carácter fuertemente erotizante para un consumidor masculino
heterosexual. Se puede considerar que la imagen femenina de la fotografia
pornográfica se realiza como un estimulante directo de la sexualidad de
sus consumidores, de su voyerismo, de su autoerotización y de la descarga
de la tensión sexual, a través de la práctica de la masturbación masculina.
Una actividad sexual relacionada directamente con los planos del deseo, la
imaginación y la fantasía.
El primer apartado apunta a presentar brevemente el contexto político
general, a destacar el ascendiente que alcanzaron la Iglesia Católica y sus or­
ganizaciones civiles sobre el nuevo gobierno y a presentar las características
generales de la campaña municipal de moralidad. En el segundo apartado
reconstruimos la creación de la Comisión Municipal para la Calificación
de Publicaciones. Formada en el año 1958, sus miembros estuvieron en sus
cargos por más de una década, atravesando gobiernos de distinto signo y
regímenes políticos diferentes. Y también analizamos la creación de la Or­
ganización Americana para la Salvaguardia de la Moral, una organización
católica laica, c reada en 1960 por el presidente de la Comisión Municipal
antes mencionada, Francisco Fasano. Apuntamos a destacar la importante
capacidad del lobby católico para penetrar con representantes de la Acción
Católica y sus organizaciones de laicos a los aparatos estatales responsables
de llevar adelante la censura cultural en particular y los aparatos encargados
de diseñar la política educativa y cultural a nivel nacional. Miembros activos
de las organizaciones influyentes las Ligas de Madres y Padres de Familia
se incorporaron a los organismos estatales durante la década del sesenta.

trabajos de Williams (2014, 1989), Sigel (2013), Moulton (2013), Attwood (2011, 2002)
y Hunt (1993 ) . Respecto de la construcción y consumo de la imagen femenina,
remitimos a los trabajos de Solomon-Godeau (1996), Nead (1992) y Mulvey (1975).
Para un análisis de las postales con fotos pornográficas en Inglaterra y el mundo
atlántico desde fines del siglo x1x y hasta la Primera Guerra Mundial. Véase Sigel
(2000) .
4 ARI E L EIDE LMAN

Si bien la influencia de la Iglesia sobre el Estado nacional en cuestiones


vinculadas a la educación, la cultura y la moral tenía varias décadas, a
lo largo de la década del cincuenta y durante gestiones de diverso signo
político, se produjo directamente la penetración o colonización del apara­
to estatal de control cultural por representantes de organizaciones de la
sociedad civil directamente vinculadas a aquella y de carácter ideológico
confesional, que pretendían imponer la moral católica tradicional como
la moral del conjunto de la sociedad argentina. El tercer apartado discute
algunas características y elementos de la censura municipal del material
gráfico conside rado como pornográfico, analizando ejemplos de revis­
tas argentinas, estadounidenses y francesas calificadas como inmorales
y obscenas. Por último, se presentan algunas conclusiones del trabajo de
investigación.

Golpe, represión y campaña moralizante


La dictadura militar instalada en junio de 1966 se caracterizó por desa­
rrollar desde sus primeros días una amplia actividad represiva contra el
movimiento obrero, la disolución de los partidos y la prohibición de toda
actividad política. Como una de las primeras medidas fueron intervenidas
todas las universidades nacionales y se anuló la autonomía unive rs itaria
y el gobierno tripartito. Al mismo tiempo, se prohibió la actividad del
movimiento estudiantil. Los militares consideraban que la universidad
pública estaba infiltrada por el comunismo.
El nacionalismo católico y tradicionalista y el corporativismo, j unto
con un fuerte anticomunismo mesiánico, conformaron sus rasgos en lo
ideológico.3 Sin embargo, la principal base ideológica del nuevo régimen
era la Doctrina de Seguridad Nacional lo que quedó evidenciado en la
nueva ley de Seguridad Nacional, aprobada pocos meses después del golpe.
Tanto la forma de comprender la seguridad nacional, como la concepción
del vínculo entre la defensa militar y desarrollo económico que tuvo el
régimen fueron tributarias de la misma. Al mismo tiempo, la forma en
que las fuerzas armadas definieron su rol institucional y las amenazas a
la seguridad nacional provenían de esa doctrina del enemigo interno que
los militares habían incorporado y asumido desde 1955 en adelante, bajo
influencia francesa primero y estadounidense después.
El catolicismo argentino atravesaba una etapa de fuerte crisis desde
1955 en adelante y que en los años sesenta mostró señales de fuerte ra­
dicalización y secularización en sus filas. E l mismo fue por entonces un

3.- Sobre la influencia del nacionalismo católico, la jerarquía de la I glesia y


sus diferentes organizaciones en el nuevo gobierno. Véase los trabajos de G alván
y Osuna 2014, Mazzei (2012), Giorgi y Mallimaci (2012), Ghio (2007) y Laguado Duca
2006.
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNIC IPAL DE LAS REVISTAS • • . 5

mundo complejo y en transformación. El impacto de las reformas que


sancionó el Concilio Vaticano 11 (1962-1965) fue amplio y llevó a una crisis
en sus filas. S i n embargo, las tendencias que se desarrollaron en su seno
no pueden reducirse a dos sectores homogéneos: uno renovado versus otro
tradicionalista.
El sector que adhirió al gobierno de Onganía tampoco expresaba un
único proyecto político, institucional o religioso, y es posible reconocer
diferentes comunitarismos católicos y corporativos (G alván y Osuna 2014).
Los intelectuales y los núcleos católicos cercanos al gobierno militar re­
presentaban a la fracción más conservadora, tradicionalista e integralista.
Fuertemente vinculado al Estado nacional desde los años treinta en adelan­
te y con peso en gobiernos de diferentes signos políticos. Las diferencias
al interior del catolicismo argentino se pronunciarán a partir del vínculo
entre la I glesia y el gobierno de Onganía. La crisis se institucionalizaría
con la creación del M ovimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en 1967.
S in embargo, no fue sobre cuestiones vinculadas a la moral sexual donde
se colocaron los debates al interior de los católicos.4
La influencia de la I glesia y de los sectores católicos en general en el
nuevo gobierno fue comentario obligado tanto de los actores y analistas
políticos, como por parte de los medios de comunicación. La misma es
reconocible incluso en los primeros documentos de la dictadura militar.
El Acta de la Revolución Argentina denunciaba una situación general del
país definida, entre otras cosas, por «la ruptura de la unidad espiritual del
pueblo argentino . . . , la quiebra del principio de autoridad y una ausencia
de orden y disciplina que se traducen e n hondas perturbaciones sociales
y en un notorio desconocimiento del derecho y la j usticia». Se aseguraba
que todo esto había creado condiciones propicias para una sutil y agresiva
«penetración marxista en todos los campos de la vida nacional, y suscitado
un clima que es favorable a los desbordes extremistas y que ponen a la
Nación en peligro de caer ante el avance del totalitarismo colectivista».
Entre los objetivos generales del gobierno militar se señalaba «consolidar
los valores espirituales y morales» y al mismo tiempo «afianzar nuestra
tradición espiritual inspirada en los ideales de libertad y dignidad de la
persona humana, que son patrimonio de la civilización occidental y cristia­
na». Entre los objetivos particulares de política exterior figuraba en forma
destacada «asumir con decisión irrevocable . . . el compromiso de participar
en la defensa del mundo libre occidental y cristiano».5

4.- Sobre la crisis y las transformaciones del catolicismo argentino durante


la década del sesenta, se pueden consultar, entre otros: Gomez 2011, C ucchetti
(2010), Felitti (2009, 2008), Touris (2010, 2009), Di Stefano y Zanatta (2009), Zanca
(2006) y Morello (2003 ) .
s.- Véase «Objetivos políticos». Anexo del Acta d e la Revolución Argentina,
Boletín Oficial, 19 de julio de 1966.
6 ARIEL EIDE LMAN

Durante los primeros cinco meses del nuevo régimen, entre fines de julio
y noviembre de 1966, se llevó adelante una amplia campaña de defensa de
la moral en la ciudad de Buenos Aires para enfrentar lo que se consideraba
la degradación cultural y moral de la sociedad, pero especialmente de la
juventud, fuertemente asociada por los sectores conservadores a una se­
xualidad más liberal y con menos prejuicios. Controlando la noche porteña
y en defensa del orden y la moral pública, la campaña fue implementada
por los inspectores municipales y la Policía Federal.6
En el mes de j ulio, el Poder Ejecutivo Nacional nombró como inten­
dente municipal al coronel Eugenio Schettini. Este a su vez designó como
secretario de Abastecimiento y Policía Municipal al capitán de navío (re)
Enrique G reen Urien, cuñado del presidente, el teniente general Onganía y
ex jefe de la Policía Federal Argentina, entre febrero y setiembre de 1962.
También fue designado el comisario inspector (re) Luis Margaride al frente
de la Dirección de Inspección General de la comuna.
En la ceremonia en que asumió Margaride, el día 22 de julio, el secretario
de Abastecimiento G reen Urien se presentó a sí mismo como un católico
militante, señaló que respetaba la demás doctrinas religiosas, «siempre y
cuando respeten nuestro sistema religioso, político y moral» y agregó que
repudiaba y pensaba combatir «el liberalismo ateo, que busca la destrucción
de todo aquello que constituye los pilares de la argentinidad». Esos pilares
estaban representados por el respeto a los principios religiosos y morales y a
la tradición histórica. También dijo que «muchos habitantes están enfermos
de un mal que tiene dos caracteres: la inmoralidad y la cobardía física y
cívica». Sobre el funcionario que asumía como secretario municipal aseguró
que «de sus condiciones morales y de su capacidad podrán dar fe ustedes
mismos a breve plazo».7
El nuevo inspector general, Luis Margaride, era un católico educado por
los padres maronitas. Policía desde la década del cuarenta, había estudiado
en la Escuela de Mecánica de la Armada, pero ingresó en la Policía de la ciu­
dad de Buenos Aires en el año 1932. En 1947 cuando era oficial inspector fue
enviado a Salta por su falta de adhesión al gobierno peronista. Ya comisario
regresó a la Capital en 1955, desempeñándose en las comisarías 26ª, 42ª y
44ª . Fue jefe de Seguridad y subdirector del penal de Villa Devoto. En 1961 y
durante la jefatura del capitán de navío (re) Recaredo Vázquez, se lo asignó
para dirigir la sección Seguridad Personal de la Policía Federal, desde donde
implementó una campaña permanente contra los hoteles alojamiento y

6.- Respecto de la cultura y la sexualidad en la ciudad Buenos Aires durante


la década del sesenta, remitimos a los trabajos de Cosse (201ob, 2006), Felitti (2009,
2008); Manzano (2009) y Podalsky (2004) . Sobre la campaña de moralidad municipal
en la ciudad de Buenos Aires del año 1966, se pueden consultar los trabajos de
Manzano (2009, 2005) y Cousins (2008) .
7.- Véase La Razón, 22/07/1966.
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNICIPAL DE LAS REVISTAS • . • 7

sus clientes deteniendo a cientos de personas. En disponibilidad desde


1962, tuvo su retiro voluntario en junio del año siguiente con el cargo de
comisario inspector. Durante la década del sesenta, estaba vinculado a
Udelpa (Unión del Pueblo Argentino), la organización política creada por
el general Eugenio Aramburu. 8
Entrevistado por la revista Con.firmado a principios del mes de agosto
y consultado sobre las transformaciones de las costumbres porteñas, el
comisario Margaride señalaba que ese fenómeno era «el reflejo de las
actividades en otros países, el trasplante de algunos hábitos que, afortu­
nadamente, corresponden a una mínima parte de la juventud» y agregaba
que nuestra juventud es «normal, por herencia de familia y de tradición.
Las modalidades foráneas son un accidente . . . y debemos bregar por la
extirpación de esos males, para evitar que constituyan, en el futuro, un serio
problema». El funcionario comunal opinaba que «la decadencia existe en las
publicaciones procaces, en la falta de control que hasta ahora existía en los
antros degradantes de las costumbres y, en algunos casos, en la ausencia
de la autoridad familiar». S e declaraba contrario a lo que denominaba
«Costumbres extranjerizantes».9
Estos funcionarios fueron los encargados de implementar la campaña
que buscaba recuperar los valores religiosos tradicionales y el lugar de la
familia como institución fundamental de la sociedad. Como ya señalamos,
esa actividad tenía un importante antecedente directo en una empresa
similar realizada durante el gobierno de Arturo Frondizi, entre los meses
de octubre de 1960 y mayo de 1961, que reprimió a la j uventud y al sexo, y
que había tenido por protagonistas a varios de los mismos funcionarios que
actuarían en defensa de la moral una vez más cinco años después (véase
Manzano 2005).
La campaña moralizadora encarada por la comuna porteña en el in­
vierno de 1966 incluyó una gran variedad de iniciativas y actividades desti­
nadas al control de la moral sexual de la población e i ncluyó la censura y
secuestro de todo material pornográfico y de las publicaciones de las orga­
nizaciones de izquierda, la persecución de la prostitución, una ordenanza
municipal que afectaba la actividad de unas 2.500 coperas, el arresto de
hippies y de jóvenes acusados de tener sexo en espacios públicos, detencio­
nes en la zona conocida como Villa Cariño, en los bosques de Palermo, la
colocación de más luz en los parques de la ciudad, el reforzamiento de la
iluminación de los bares y lugares bailables de forma en que se pudiera
establecer con absoluta certeza la diferencia de sexo de los concurrentes, el
aumento de la vigilancia en los lugares de diversión nocturna, inspecciones
en recitales de rock, razzias y cierres de bares, boites, night clubs, cabarets,

8.- «Buenos Aires. La noche se apaga», en Primera Plana, n.0 189, 9/08/66.
9.- «Luis Margaride: las buenas costumbres», en Con.firmado, n.0 59, 4/08/66.
8 ARIEL EIDE LMAN

whiskerias, teatros de revista y striptease y hoteles alojamiento, la detención


de chicas con minifalda y el corte de cabello a los pelilargos.1 0
En un programa televisivo trasmitido en la noche del 27 de j ulio los
funcionarios municipales, después de pedir que se retiraran a los menores
de edad del estudio y también a los que se encontraban frente a las pantallas
en sus hogares, defendieron la campaña de moralidad y le atribuyeron tres
objetivos básicos a la Secretaría de Abastecimiento y Policía Municipal:
terminar con las coperas, castigar la prostitución y e rradicar las revistas
pornográficas. En esa oportunidad, el capitán G reen Urien señaló que «Se
reprimirá en forma ágil y concreta a las revistas pornográficas y en esto es
preferible que se nos vaya la mano, y no que se nos quede corta. No hay que
olvidar que todo esto es la base de la penetración comunista».11 La supuesta
relación del material erótico con el comunismo, legitimaba la tradicional
represión de ese tipo de revistas y publicaciones.
Debido a la amplitud de iniciativas vinculadas a la moralización de la
población, la campaña generó también fuertes temores sociales, olas de
rumores y diversas versiones alarmistas, lo que llevó al intendente y a los
funcionarios a tener que desmentir algunas medidas, como la prohibición
de las minifaldas y del uso de pantalones por parte de las mujeres o de la
circulación de los menores de edad después de las 22 horas y a rechazar que
se estuviera practicando un falso puritanismo desde la municipalidad.1 2.
Ante las repercusiones, quejas y críticas por el celo de la campaña mo­
ralizadora, en particular un comentario publicado por el New York Times a
principios de agosto, el capitán G reen Urien salió a defender su gestión,
negando en particular que existiera antisemitismo o racismo. Al mismo
tiempo desmentía que se hubieran realizado durante julio más detenciones
que en los meses anteriores, pero admitía que «Se pone mayor empeño en
evitar actos atentatorios contra la moral para salvaguarda de la ciudad». En
el mismo sentido, el jefe de la Policía Federal Argentina, el general Mario
Fonseca apuntaba que «Se ha puesto mayor celo en evitar que se produzcan
actos que ofendan a la moral en plazas y paseos públicos». Respecto del
material pornográfico secuestrado, el funcionario municipal aseguraba
que el mismo incluía «álbumes con procaces desnudos femeninos», aunque
señalaba que «el procedimiento no atañe directamente a esta secretaría»,
sino a la comisión de moralidad dependiente de la Secretaría de Cultura,
cuyo titular era Juan Schettini, hermano del nuevo intendente de la ciudad,
el coronel Schnettini, y que la Secretaria de Abastecimiento y Policía Munici­
pal era «meramente la ejecutoria, cuando así lo dispone el señor intendente,

10.- Véase « Buenos Aires. La noche se apaga», en Primera Plana, n.0 189,
9/08/1966 y « La nueva moral de Buenos Aires», en Confirmado, n. 0 60, 11/08/66.
11.- Véase «La agonía de los desnudos femeninos», en Primera Plana, n.º 190,
16/08/66.
12.- «Buenos Aires. La noche se apaga», en Primera Plana, n.0 189, 9/08/66.
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNICIPAL DE LAS REVISTAS • • • 9

para proceder al secuestro».13 E n otras declaraciones a la prensa de esos


días G reen Urien insistía en la defensa de su gestión y se asumía como un
acérrimo anticomunista, asegurando que «a través de las publicaciones
obscenas y pornográficas, el comunismo desarrolla una de sus formas de
subversión».14

Dos tipos de organizaciones para un objetivo en común


En 1958 se creó la Comisión de Calificación de Publicaciones de la
municipalidad porteña. Dos años más tarde, su presidente, Francisco Fa­
sano creó la Organización Americana para la Salvaguardia de la M oral.
Tradicionalmente el poder de policía de moralidad en la ciudad de Buenos
Aires correspondía a la municipalidad, por la ley municipal I.260, del año
1880, que prohibía escritos o dibujos inmorales . Para ejercerlo se crearon
en el ámbito de la municipalidad diferentes comisiones encargadas de
evaluar si los espectáculos públicos y las publicaciones que circulaban
ofendían la moral pública y las buenas costumbres. El decreto 4.553 de
1957 estableció las funciones de una comisión asesora para la calificación
moral de espectáculos y publicaciones y el 115 de enero del año siguiente
reglamentó las funciones de esa comisión.15 A principios de 1958 fue creada
por el intendente E rnesto Florit, la Comisión Honoraria Asesora para
la Calificación de Publicaciones, Impresos y Expresiones Plásticas de la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, dependiente de la Secretaria
de Cultura. Según una nota de la revista Primera Plana, solo entre los meses
de julio de 1957 y abril de 1958 se había prohibido la circulación de unas 100
revistas y unos 80 libros.16
El decreto municipal n.0 115 establecía tres criterios de calificación para
libros, revistas y otros materiales impresos. Las alternativas eran:
l. Material inmoral y presuntamente obsceno, de venta y circulación
prohibida e implicaba la remisión de las actuaciones al Poder Judicial
por el artículo 128 del Código Penal.17
2. Material inmoral, con su venta y circulación prohibida.

13.- «Esto se nos dijo», en La Razón, 8/08/1966, pág. 5.


14.- « Buenos Aires. La noche se apaga», en Primera Plana, n.0 189, 9/08/66.
15.- S obre el poder de policía de moralidad en la ciudad de Buenos Aires,
remitimos a Bidart Campos (1980), Elguera (1963) y López Castro (1960) .
16.- « La agonía de los desnudos femeninos», en Primera Plana, n.0 190,
16/08/66.
17.- El artículo 128 del Código Penal decía «Será reprimido con prisión de 15
días a un año, el que publicare, fabricare o reprodujese libros, imágenes u objetos
obscenos, y el que los expusiere, distribuyere, o hiciere circular».
10 ARI E L EIDELMAN

3. Material de exhibición limitada, con venta en lugares cerrados y sin


que puedan ser expuestos en la vía pública.18
La Comisión se compuso con seis miembros. Todos ellos permanecieron
en sus cargos en forma ininterrumpida desde 1958 y hasta 1966, una etapa
caracterizada por una crisis política permanente en la Argentina. Como
presidente fue nombrado Francisco Mario Fasano, el poeta Enrique Lavié y
Julio Rodolfili, dos periodistas del diario La Nación; el arquitecto y dueño
de la empresa 8 Hermanos, Luis Freixas; Pedro Pedro, representante del
Consejo Nacional de Protección al Menor y Héctor De Elia.19
El presidente de la Comisión Municipal, Francisco Mario Fasano tenía
una larguísima experiencia como censor municipal, experto en delincuen­
cia juvenil y asesor de menores de diferentes tribunales del Poder Judicial
desde la década del cuarenta en adelante. Entre 1939 y 1947 fue delegado de
menores de la Cámara Criminal y Correccional de Capital Federal. También
estuvo vinculado al Patronato de Menores. Cuando fue nombrado como
presidente de la Comisión Municipal, ejercía como delegado de menores
de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal. Entrevistado en agosto
de 1966 en su despacho, presidido por una cruz y ubicado en el cuarto piso
de la municipalidad porteña, Fasano aseguraba a la prensa que su acción
censora estaba «encaminada a la defensa de la moral y de los niños, pero
no avanza sobre las acciones privadas de la comunidad».2º
Fasano también se había destacado como dirigente de diferentes em­
prendimientos culturales y organizaciones sociales de carácter confesional,
vinculadas directamente a los grupos laicos de la Iglesia. Desde 1939 y hasta
1946 fue secretario del Consejo Superior de Educación Católica. Entre 1937
y 1948 participó de la Liga de Defensa Moral y las Buenas Costumbres. Fue
su secretario general durante 8 años. De 1937 a 1943 fue vicepresidente de
la Federación de Congregaciones Marianistas Universitarias y Secundarias
de la Capital Federal. También fue presidente de Los Caballeros de Cristo,
una organización j uvenil que había creado en 1935 y secretario ejecutivo
de la Liga de la Decencia. Fue comentarista del diario católico El Pueblo,
director y propietario de la revista católica De Frente y dueño de la editorial
E mporio del Libro Americano, desde fines de la década del treinta. En la
década del cuarenta Fasano estudió en el I nstituto S uperior de Filosofía,
de los jesuitas. 21

18.- El decreto municipal 115/58 está citado en Avellaneda (1986, pág. IS) .
19.- « La agonía de los desnudos femeninos», en Primera Plana, n.º 190,
16/08/66.
20.- Ibíd.
21.- Mucha de la información biográfica de Fasano fue tomada del libro
Quién es quién en la Argentina, de 1955.
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNICI PAL DE LAS REVISTAS • • • 11

Desde el año 1937 había sido asesor de la Comisión Municipal porteña


para la calificación de espectáculos públicos, espacio institucional con
fuerte influencia de la Acción Católica en esa etapa. Durante el gobierno de
Juan Domingo Perón, en setiembre de 1949 fue incorporado como asesor de
la Comisión Honoraria Municipal de Censura del Cine, donde permaneció
varios años (lnvernizzi 2014, pág. 107, 109 y 122) .
A mediados del año 1960 Francisco Fasano había creado una organiza­
ción de proyección continental para la defensa de la moral: la Organización
Americana de Salvaguardia Moral (OASMO), como una importante herra­
mienta de lobby e intervención sobre la opinión pública y las organizaciones
estatales. Según consignaban sus estatutos, sus únicos objetivos eran la
defensa de la moral y las buenas costumbres. La organización se definía
como un movimiento internacional para la prevención y eliminación de la
delincuencia infanto-juvenil. La misma se organizó con un Consejo Direc­
tivo compuesto de 15 miembros, con siete cargos directivos y ocho vocales.
De las personas que ocupaban los cargos directivos, tres eran al mismo
tiempo miembros de la Comisión Municipal para calificar publicaciones:
Fasano, presidente, Héctor De Elia, secretario y Luis Freixas, el protesorero.
Entre los vocales del Consejo Directivo, se destacaba la presencia de un
conocido hombre de la Iglesia, permanente censor cultural y moral, el fiscal
en lo Criminal y Correccional, doctor Guillermo de la Riestra.22
El 23 de junio de 1960, la organización incorporó a los delegados de
las instituciones adheridas, mediante un almuerzo en el restaurant del
Club Universitario de Buenos Aires. En esa ocasión, Fasano pronunció un
discurso planteando que el Consejo Consultivo estaría representado por
instituciones privadas de «reconocida solvencia moral y patriotismo, las que
promoverán con su colaboración y asesoramiento, todos aquellos aspectos
que hacen a la defensa de la moral y las buenas costumbres». También
destacó que «el bloque continental para la salvaguarda de la moral pública y
la defensa de la juventud y niñez americana; la cruzada en pro de los valores
éticos de la comunidad, van tomando la solidez de los hechos concretos,
cuya expresión, lo constituye esta misma reunión, con las representaciones
de poderosas fuerzas». Por último, Fasano agregó que la organización
actuaba «respetando las libertades individuales y todos los demás temas de
libertad de expresión, y que su acción es derivada únicamente hacia todo
aquello que es incentivo de depravación moral o constituye un atentado a
las buenas costumbres». 23
La Organización Americana para la Salvaguardia de la Moral integraba
en su Consejo Consultivo a representantes de diferentes organizaciones,

22.- Véase « La Organización de Salvaguarda Moral integró su Consejo», en


La Prensa, 26/06/1960.
23.- Ibíd.
12 ARIE L EIDELMAN

Figura 1.1 Ilustración de la contratapa del Informativo periodístico de


-

la OASMO. Para toda América, n.0 1, de 1960. La misma muestra a dos


jóvenes de diferente sexo siendo defendidos de la serpiente del pecado
por un escudo con las siglas de la OAS MO. Nótese el mapa de América
que muestra la voluntad de la organización de adquirir una proyección
continental. Durante la década del sesenta Fasano participó en congresos
sobre moralidad en México y España, entre otros países.

de las que se destacaba la fuerte presencia de las que tenían un carácter


confesional y dependencia directa de la I glesia Católica, como el Arzobis­
pado de Buenos Aires, la Liga de Madres de Familia, la Liga de Padres de
Familia y otros frentes católicos y conservadores, que se atribuían la defensa
de la institución familiar, la mujer o el menor.24 De ellos se encontraban
representados la Federación Argentina de Asociaciones de ex Alumnos de
la Compañía de Jesús, la Confederación de Uniones de Padres de Familia de
la República Argentina, la Federación de Maestros y Profesores Católicos, la

24.- Las Ligas de Padres y Madres de Familia, dos de las más importantes
organizaciones civiles de ideología confesional de vigilancia de las costumbres y los
valores morales en la década del sesenta en la Argentina, fueron creadas en 1951 por
monseñor M anuel Molerlo, ante el inminente conflicto de la I glesia con el Estado
peronista. Surgieron como desprendimientos de Acción C atólica y respondían a
la j erarquía eclesiástica. Véase Vázquez Lorda (2012, 2007) . Véase el Informativo
periodístico de la OASMO. Para toda América, n.º 1, págs. 3-5. Agradezco a Valería
Manzano por una copia de este material.
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNICIPAL DE LAS REVISTAS • • • 13

Federación de Obras Privadas de Asistencia al Menor, la Obra de Protección


a la Joven, la Federación de Asociaciones Católicas de E mpleadas y las
Damas Protectoras del Obrero, el Comité Pro Defensa de la Dignidad de la
Mujer, el Instituto de la Familia, la Asociación Pro defensa de las Familias
Numerosas, la Universidad del Salvador, la Federación de Asistentes Socia­
les, la Facultad de Historia y Letras de la Universidad del Salvador, la Liga
Amas de Casa y el Centro de Orientación Asistencial.25
Dos de los integrantes del Consejo Consultivo, por medio de las orga­
nizaciones que representaban, vinculaban a la OASM O con las Naciones
Unidas. Por un lado, el Dr. Rodolfo Guillermo Pessagno, vicepresidente de
la Asociación Internacional de Jueces de Menores, con sede en Bruselas,
organización adherida e incorporada con carácter consultivo a la ONU y
por el otro, la señora E lda B riolini de Chiner, del Comité Pro Defensa de
la Dignidad de la Muj e r, organización integrada al Comité de la Unión
Internacional para la Protección de la Moralidad Pública, que tenía carácter
consultivo ante la UNESCO.
La Organización Americana para la Salvaguardia Moral, sus característi­
cas, propósitos e integrantes muestran una parte de la actividad desplegada
por los católicos laicos para intervenir en defensa de sus perspectivas
tradicionalistas respecto de la familia y la moral sexual en nuestro país
y el continente americano. Que la misma persona que presidía la OAS MO,
encabezara durante más de una década la Comisión de Calificación de
la ciudad muestra la importante penetración de instituciones clave del
aparato estatal por parte de los sectores católicos y conservadores.

Las revistas calificadas como inmorales y obscenas


M ediante los decretos municipales que calificaban las publicaciones
como inmorales y obscenas se disponía el secuestro de los ejemplares de los
lugares de venta y quioscos públicos y se ordenaba a la Dirección de Asuntos
Legales a formular una denuncia ante el juzgado correccional de turno en
previsión de que se hubiera infringido el artículo 128 del Código Penal,
que reprime el ultraj e al pudor. Los inspectores municipales se dirigían a
unos galpones de la calle Azopardo, donde se concentraba la distribución
de diarios y revistas de la ciudad e incautaban las publicaciones que eran
puestas a disposición de la comisión calificadora.
El material prohibido por inmoral y obsceno por la municipalidad de
Buenos Aires en la segunda m itad de 1966 se componía de unas trein­
ta publicaciones periódicas provenientes de tres países: E stados Unidos,
Argentina y Francia. Junto con revistas también fue calificado un libro
referido a la sexualidad: Deleites sexuales de la mujer, del doctor Otto Schwartz.

25.- lbíd.
14 ARIE L EIDELMAN

En la enorme mayoría de los casos, se trataba de revistas para hombres


producidas en los E stados Unidos al estilo de la exitosa Playboy, y que
incluían una gran cantidad de fotografía erótica o pornográfica, con des­
nudos femeninos, semidesnudos y fotos con gestos, poses y actitudes
sexualmente insinuantes. La mayoría de las revistas eran originarias de
la ciudad de Nueva York y algunas de Chicago. De los 69 ejemplares de
revistas prohibidos entre los meses de j ulio y diciembre de 1966, 63 son
estadounidenses, es decir, un 90 % del total. Una etapa en que las relaciones
entre el nuevo gobierno argentino y Estados Unidos fueron bastante tensas.
E stas revistas circulaban en forma legal y sin inconvenientes como
mercancías en el mercado estadounidense. Desde la década del cincuenta
se había creado un mercado de masas para la mercantilización del sexo
a través de las revistas pornográficas, eróticas o de pin-up en ese país,
por lo que muchas de esas publicaciones tenían más de una década de
existencia en 1966.26 Ese mercado y sus consumidores se expandieron
en forma sostenida y crecieron la cantidad de revistas y publicaciones
pornográficas a lo largo de los años sesenta y setenta. Desde fines de los
sesenta, la mercantilización del sexo de la industria cultural convivió con
un relajamiento de las costumbres y la moral sexual por parte de la sociedad
estadounidense y en especial de su juventud.
Un ejemplo paradigmático de ese tipo de publicaciones lo constituye la
revista Playboy, creada por H ugh Hefner en 1953. E ditada en la ciudad de
Chicago hasta 1975 y luego en Los Ángeles, se transformó rápidamente en
la revista más vendida e importante del género en su país de origen y en el
mundo. En el año 1964 y con una década en el mercado Playboy ya vendía
dos millones de ej emplares por mes en los E stados Unidos. En el mes de
noviembre de 1972 llegó a vender más de siete millones de ejemplares de
un mismo número. 27

26.- Sobre la historia de la imagen pin-up y su influencia en la cultura esta­


dounidense del siglo xx, remitimos a los trabajos de Buzek (1998) y Breazeale (1994) .
Sobre el consumo de la imagen femenina y erotización de las mercancías y objetos,
desde el siglo x1x en la sociedad europea y capitalista. Véase Solomon-Godeau (1996)
y Nead (1992) .
27.- Sobre la biografia de H ugh Hefner y acerca de la revista Playboy y su
historia existe una amplia bibliografia y producción periodística y académica en los
Estados Unidos y otros países. Sobre la revista, en castellano se puede leer al libro
que le dedicó Preciado (2010), y en inglés a los trabajos de Crawford (2011), Pitzulo
(2011, 2008) y Bogaert (1993), que desde perspectivas muy diferentes, muestran
cómo se están problematizando en los últimos años la revista en tanto producto de
la industria cultural en el mercado capitalista, y sus diferentes contenidos, secciones,
discursos y posicionamientos editoriales y su compleja relación con el feminismo o
con la sociedad estadounidense y sus transformaciones en el plano de la sexualidad
y la vida cotidiana en la segunda mitad del siglo xx.
M O RAL CATÓLICA Y C E NS U RA M U N I C I PAL DE LAS REVISTAS . . . 15

Fi gura I.2 Póster central del dossier fotográfico de la playmate de agosto


-

de 1966, la actriz y modelo Susan Denberg.

Para mediados de la década del sesenta, Playboy era un producto cultural


aceptado e incluso con prestigio en su país de origen. Por ejemplo, la entre­
vista al filósofo francés Jean Paul S artre publicada en el número de mayo
de 1965 fue ampliamente leída en los E stados Unidos y muy comentada
por la prensa seria estadounidense. Sartre se refirió a diversos temas como
su juventud, su pers pectiva filosófica, el marxi smo, la política exterior de
Francia y la literatura estadounidense, entre otras cuestiones. La entrevista
se publicó poco tiempo antes de la renuncia del filósofo al premio Nobel de
Literatura.
La fotografía mostrada en la figura 1.2, póster de una edición prohibida
en la ciudad de Buenos Aires, es bastante representativa del tipo de foto que
16 ARIEL EIDELMAN

publicó Playboy en sus pósters centrales durante varias décadas. La sesión


de fotos de la actriz y modelo austríaca Susan Denberg fue tomada por uno
de los principales fotógrafos de la revista, Peter G owland. Ese mismo año,
Denberg debutó en el cine estadounidense con una participación en el film
An American Dream, una adaptación de una novela de Henry Miller, y en
1967 protagonizó la película Frankestein Created Woman. La Playboy siempre
se mantuvo en el terreno del soft-core y muy pocas veces mostró genitales
femeninos. Nótese que la fotografía de Denberg cubre completamente su
sexo y bello púdico con una toalla. También era habitual que las fotos de las
modelos y actrices se realizaran en espacios interiores. Se han realizado
análisis sobre los pósters centrales de 430 números de Playboy, entre 1953
y 1990, que muestran de qué forma se modificaron en el tiempo, el n ivel
de objetificación de la mujer y lo explícito de la imagen reproducida, que
tendió a incrementarse con el tiempo. El promedio de edad de las mujeres
se mantuvo estable en 21.3 años durante toda la etapa, lo que enfatiza la
j uventud de las mismas. El 90 % de las muj eres que aparecieron en los
pósters centrales eran blancas y un 43 % del total fueron rubias (Bogaert
1993).
Como la calificación de la Comisión Municipal era sobre un ejemplar y
un número en particular, y no sobre la revista en forma genérica o perma­
nente, lo que hubiera configurado una situación de censura previa, algunas
publicaciones fueron prohibidas en repetidas oportunidades. La revista que
más fue prohibida en todo el semestre, siete veces, fue la Playboy. Entre tres
y seis veces fueron prohibidos ejemplares de las también estadounidenses
MR, Bachelor, Sir, Ace, Topper, Nugget, Gent y Tab. Otras revistas del mismo
país que también fueron prohibidas para circular en la ciudad de Buenos
Aires eran Candid Photography, Rogue, Dude, Man to man, Vue, Modern Man,
Cavallier, Carnival y Famous Figure Photography.
Con una representación mucho más pequeña aparecen en la muestra
algunas publicaciones eróticas o pornográficas francesas, como la más
importante y vendedora revista del género en ese país: Folies de Paris et
de Hollywood, creada en el año 1946. Folies tiraba So mil ejemplares dos
veces por mes. Se especializaba en vedettes del espectáculo, jóvenes actrices
aspirantes a estrellas de cine y bailarinas que actuaban y realizaban shows
de striptease en los cabarets de París. También fue prohibida la venta y
circulación en la ciudad de Buenos Aires de la más reciente y moderna,
Luí, aparecida en 1963 y que copiaba abiertamente el estilo de la Playboy
estadounidense. Esta revista se presentaba como «le magazine de l'homme
moderne», combinando artículos de fondo con desnudos femeninos de
celebridades o de mujeres desconocidas .
Las publicaciones nacionales prohibidas durante la segunda mitad de
1966 fueron algunos ejemplares de Bichofeo y Bichofeo Extra, que incluían
muchas fotos de actrices y vedettes del teatro de revistas porteño y modelos
M O RAL CATÓ LICA Y C E N S U RA M U N I C I PAL DE LAS REVI STAS . . . 17

Fi gura 1.3 Portada del número 351, de la revista Follies de París et de


-

Hollywood, que promete 150 fotos exclusivas con 19 artistas y vedettes de


los principales cabarets de la ciudad de París.

Fi gura 1.4 Póster central de la revista Bichofeo Extra, n . 0 7, de octub r e d �


-

1 965 . Número especial dedicado exclusivamente a la actriz I sa b el S a r h ,


pr inc ipal ícono sexual del cine nacional du r ante la décad a del sesenta .
18 ARIE L EIDELMAN

locales y extranjeras, pero no mostraba en sus páginas ni desnudos ni


tampoco topless. E stas revistas eran publicadas en Buenos Aires desde el
año 1965 . La revista se completaba con chistes gráficos, secciones de humor
y algunos artículos sobre cultura general. Corno la Playboy, la revista incluía
un póster central. Bichofeo y Bichofeo Extra se publicaban en blanco y negro.
Solo la tapa, la contratapa y el póster venían en papel a colores.
También fueron censurados un ejemplar de la revista Hera y varios
números de Ocurrió! Aquí y en el mundo, una publicación de carácter sen­
sacionalista sobre noticias policiales más que de corte erótico, aunque
regularmente incluía fotografías de actrices o modelos ligeras de ropa. Las
publicaciones locales no solo eran mucho menos osadas en sus contenidos
de imágenes que las producidas en el exterior, sino que la calidad de su
realización artística y material también era menor en comparación.

Algunas conclusiones
Aunque en el marco de una campaña general de moralidad pública la
censura de la pornografía fue amplia e importante, especialmente en el
discurso de sus responsables y ejecutores materiales, la comparación con la
primera mitad de 1966 muestra que en realidad la cantidad de publicaciones
prohibidas no se incrementó. Entre enero y junio de ese año fueron prohi­
bidas por inmorales en la ciudad de Buenos Aires unas 75 publicaciones y
en los seis meses siguientes 69. E sto colocando a julio, el primer mes del
gobierno del general Onganía y el mes con más calificaciones de todo el
año, unas veinte, del lado de la campaña de moralidad, cuando en realidad
los funcionarios municipales que la llevaron adelante fueron nombrados
recién en los últimos días de ese mes y para la prensa la campaña se lanzó
recién en agosto. Confrontando la segunda mitad de 1966 con los mismos
meses del año anterior, se ve un incremento en la cantidad de prohibiciones,
pero relativo, ya que entre julio y diciembre de 1965 fueron prohibidas unas
57 publicaciones.
Comparando el origen del material considerado corno pornográfico,
en el año 1965 hay una mayor diversidad de países de origen, con algunas
revistas procedentes de Italia, corno ABC o Nuova Alta Tensione, y de otros
países europeos corno Dinamarca, Suiza y Suecia, y es mucho menos signi­
ficativo el peso del material estadounidense que al año siguiente, siendo la
mayoría de las publicaciones calificadas, revistas sensacionalistas de origen
nacional, como Ocurrió, Oiga, Así y Careo y varios números de revistas locales
con fotos eróticas corno Bichofeo, Cabeza Fresca, Reservada y Dinamita, entre
otras.
A pesar del celo puesto por los funcionarios municipales por erradicar
la pornografía de la ciudad de Buenos Aires la cantidad de publicaciones
periódicas calificadas corno inmorales y presuntamente obscenas no fue
MORAL CATÓLICA Y CENSURA MUNICIPAL DE LAS REVISTAS • • • 19

Mes Cant. País de origen

Enero 1 965 10 6 EEUU/2 SUIZA/1 SUECIA/1 DINAMARCA

Febrero 9 5 ARG/4 SUECIA

Marzo 14 6 ITALIA/4 FR/3 ARG / 1 EEUU

Abril 10 8 ARG/2 EEUU

Mayo 8 7 ARG /1 EEUU

Junio 13 1 2 ARG /1 EEUU

Julio 18 1 6 ARG/1 EEUU/1 FR

Agosto 8 7 ARG /1 EEUU

Setiembre 20 1 9 ARG /1 FR

Octubre 3 2 EEUU /1 ARG

Noviembre 3 2 ARG/ 1 FR

Diciembre 5 3 ARG/2 EEUU

Enero 1 966 5 4 ARG/1 EEUU

Febrero 14 8 ARG/ 3 EEU U/3 FR

Marzo 15 1 3 ARG/ 2 EEUU

Abril 12 7 ARG/ 5 EEUU

Mayo 15 8 ARG/7 EEUU

Junio 14 1 1 EEU U/3 ARG

Julio 20 1 7 EEU U/3 ARG

Agosto 15 1 5 EEUU

Setiembre 12 1 1 EEUU/1 ARG

Octubre 10 1 0 EEUU

Noviembre 10 8 EEU U/2 FR

Diciembre 2 2 EEUU

Cuadro 1.1 - Publicaciones periódicas calificadas como inmorales y


obscenas en la ciudad de Buenos Aires, 1965-1966. Elaboración propia
en base al Orden del Día Pública de la Policía Federal Argentina. ARG :
Argentina, FR: Francia y EEUU: Estados Unidos.
20 ARIE L EIDELMAN

más grande que en los meses anteriores al golpe de Estado y tampoco


demasiado mayor que la del año precedente. Si la censura de la pornografía
adquirió una repercusión pública tan importante fue, por las declaraciones
de los funcionarios y por haberse realizado en el marco de una amplia
campaña moralizante que persiguió con ferocidad a los jóvenes y habitantes
de la ciudad, su sexualidad y la vida nocturna de la capital del país durante
largos meses del invierno y la primavera de 1966.
Para los sectores conservadores, especialmente los católicos de fuerte
presencia en los aparatos estatales de control y censura cultural, la defensa
de la moral pública era fundamental para la defensa del orden social y la
institución familiar. Esas opiniones y perspectivas tuvieron una amplia
influencia en el Estado y el gobierno nacional, cuando estos asumían recu­
rrentemente un proyecto autoritario que reivindicaba la pertenencia de la
Argentina a una supuesta tradición occidental y cristiana.
Como varios periodistas señalaron en su momento, era sumamente
paradój ico que en nombre de la defensa contra la subversión comunista
la mayoría del material pornográfico prohibido proviniera de la principal
potencia capitalista, lugar donde durante la década del sesenta en general
nadie consideraba que esas revistas y su mercantilización del sexo fueran un
vehículo para la penetración del comunismo. Sin embargo, la fortaleza del
vínculo que el anticomunismo y la Doctrina de Seguridad Nacional creaban
entre marxismo, comunismo y pornografía era central en el discurso de la
censura.
También es importante destacar que durante la década del sesenta
y más allá de los continuos golpes de E stado y permanentes cambios de
gobiernos, hubo continuidad de los aparatos institucionales y de los cuadros
y agentes estatales que se ocupaban de la censura cultural en la ciudad de
Buenos Aires. En ese sentido, los gobiernos del radical intransigente Arturo
Frondizi (1958-1962) y del general Juan Carlos Onganía (1966-1970) muestran
importantes y notorios puntos de contacto, al punto de que varios cuadros
políticos desarrollistas se integraron en diferentes áreas al gobierno militar
surgido en junio de 1966.
Ca pítu lo 2

Soc i a b i l i dad homoe róti ca e n la c i u dad


de B u e n os Ai res: m a ricas y m a rin eros
du ra n te los sese n ta y los sete n ta

Máximo Javier Fernández

En el año 2006, un conj unto de archivos de las fuerzas armadas fue


abierto al acceso público por decisión del gobierno nacional. E ntre estos
archivos se encuentra el fondo documental de la Armada Argentina que
contiene los casos penados por faltas e infracciones al Código de Justicia
Militar que fuera derogado en el año 2008 por la ley 26.394. En dicho fondo,
existe una diversidad de casos investigados entre los cuales se encuentran
aquellos enmarcados en el delito contra el honor militar. Esta figura incluía el
«ultraje a la Nación o cualquiera de sus símbolos» (artículo 758), el incurrir
en actos de cobardía en combate (artículo 759 y artículo 760), producir
una alarma entre las propias tropas en tiempos de combate (artículo 762) ,
o los actos sexuales entre personas del mismo sexo (artículo 765), entre
otros. Nos interesa analizar aquí aquellos sumarios que se iniciaban por
este último artículo que penaba la práctica de «actos deshonestos con
persona del mismo sexo dentro o fuera de lugar militar». Dichos sumarios
contienen una profusa información sobre las prácticas (horno) sexuales de
los suboficiales, conscriptos y aspirantes de dicha fuerza para el período
que nos interesa.
En este trabajo el eje lo constituye la sociabilidad homoerótica que ha
sido parcialmente estudiada con anterioridad (Rapisardi 2011; Rapisardi
y Modarelli 2001) . En esta trama de sociabilidad más amplia estaba inserta
la propia sociabilidad homoerótica del personal militar que nos servirá
como pretexto para analizar la primera. Existen una serie de razones por
las que no resulta plausible restrin gi r este análisis al ámbito militar que
serán esgrimidas en el próximo apartado. Por ahora, cabe señalar que
22 MÁXIMO JAVIE R FERNÁNDEZ

no es posible separar, en el ámbito del espacio urbano, una sociabilidad


homoerótica «militar» y una «civil».
Nuestro argumento es que los varones que tenían sexo con otros varo­
nes construyeron activamente una sociabilidad que se desarrolló sobre el
fondo de un horizonte de sentidos sobre la homosexualidad que estaban
disponibles durante las décadas de 1960 y 1970. Durante ese período los
discursos no eran precisamente celebratorios, pero sí se puede afirmar
que existían otros sentidos que pudieron haber propiciado el desarrollo
de prácticas homoeróticas en el espacio urbano (y no solo allí) . En este
sentido, nos preguntamos ¿de qué modo algunas representaciones sobre
la homosexualidad pudieron haber sido recurridas por los propios sujetos
para habilitar un conjunto de prácticas con otros varones? ¿Qué otros senti­
dos sobre la sexualidad y el sexo entre varones estaban siendo producidos?
Este capítulo, antes que dar respuestas acabadas, pretende abrir una serie
de interrogantes sobre la experiencia de la homosexualidad durante este
período.
Para llevar adelante este objetivo, se analiza un conjunto de sumarios del
Fondo Armada de la República Argentina, Sección Archivo, Serie Sumarios
por infracción al Código de Justicia Militar (en adelante: ARA.A.scjm)1
que contiene, entre otros, los casos investigados y penados de relaciones
homosexuales de esa fuerza. E n forma complementaria, se recurren a
algunas publicaciones de la época que incluyen desde artículos en medios
gráficos hasta libros sobre el «problema de la homosexualidad».
Nuestra perspectiva retoma algunos aportes del feminismo que nos
permiten dar cuenta de la agencia de aquellos varones que tenían sexo
con otros varones en un contexto que no era precisamente proclive para
el ejercicio de la homosexualidad. Nuestro interés es complejizar cierta
idea corriente que supone que este modo de relacionamiento en el espacio
urbano fue la única opción que los sujetos tenían para encontrarse y conocer
a otros; en otras palabras, porque no les quedaba otra.
E n un primer apartado, se presentan brevemente algunas considera­
ciones conceptuales y metodológicas que nos permiten abordar el objetivo
propuesto. A continuación, se propone una reconstrucción posible de las
representaciones y sentidos sobre la homosexualidad que, según nuestro
parecer, actuaron como condiciones de posibilidad para la configuración

1.- La referencia completa es: Archivo General de Ja Nación (AG N), Archivo
I ntermedio, Fondo Armada de la República Argentina, Sección Archivo, Serie
Sumarios por infracción al Código de Justicia Militar (fechas extremas 1900-2009) .
Mi encuentro con este archivo fue posibilitado por el personal del Archivo General
de la Nación - Archivo Intermedio - ante mi consulta sobre «fuentes que permitan
analizar la represión a la homosexualidad». A pesar de Ja especificidad de mi
pedido, me fue posibilitado este archivo que actualmente es fundamental para
mi investigación doctoral en curso.
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES:. . . 23

de una sociabilidad homoerótica. En un tercer apartado, nos adentramos


brevemente en el análisis de dicha sociabilidad. A modo de cierre, des­
plegaremos algunas reflexiones parciales sobre los argumentos de este
artículo.

Algunas consideraciones teórico-metodológicas*


Nuestro punto de partida retoma las discusiones teóricas del feminismo
en torno a la imbricación entre poder, agencia, género y sexualidad que se
da en la distinción entre lo público y lo privado. Si bien esta articulación
estaba presente desde las primeras formulaciones del feminismo, fue Ro­
saldo (1974) quien propuso la oposición entre lo público y lo privado como
un modelo explicativo de la universalidad de la opresión de las mujeres por
parte de los hombres. Según su propuesta, existen «actividades, institu­
ciones y formas de asociación» que son conceptualizadas como públicas y
que «vinculan, jerarquizan, organizan y subsumen los grupos particulares
de madre e hijo/a» (ibíd., pág. 21) . Desde esta primera formulación, habría
entonces un espacio público donde circula el poder y que es ocupado y
detentado por los hombres y un espacio privado, carente de poder, en el
que se mueven las mujeres y los/as niños/as.
El enfoque de Rosaldo fue criticado por algunas autoras (Lamphere
2000) que consideraron que su modelo invisibiliza la presencia de las
mujeres en el espacio público ya que hombres y mujeres utilizan el espacio
público de diversas maneras y en distintos momentos (Reiter 1975). Dicho de
otro modo, ese enfoque imposibilitaría pensar a las mujeres como sujetos
activos porque si los hombres dominan el espacio público, lugar donde
se detenta el poder, entonces solo es posible dar cuenta de la situación
pasiva de las mujeres en el espacio doméstico frente al ejercicio del poder
patriarcal. Esta crítica apunta no solo a reconocer cómo los sujetos pueden
ser partícipes de la reproducción de su propia situación de opresión, sino
también a visibilizar la capacidad concreta que estos tienen de ejercitar su
agencia.
Esta perspectiva nos permite analizar la sociabilidad homoerótica en el
espacio público no únicamente como un resquicio o un efecto del poder,
sino también como el resultado de la producción de sentidos y prácticas por
parte de los sujetos . Por otro lado, esto conlleva pensar el espacio público
no solo atendiendo a su dimensión meramente material o física (si es que
eso es posible), sino también a partir del modo en que es producido por
los sujetos. En palabras de Rapisardi (2011), el concepto de espacio público
«no puede confundirse con parques, plazas, avenidas o calles, sino por la

* Este apartado retoma parcialmente los argumentos de un artículo


.-

an terior (Fernández 2013).


24 MÁXIMO JAVIE R FE RNÁNDEZ

apropiación que las prácticas gays hacen de diferentes regiones de una


ciudad» (Rapisardi 2011, pág. 257) .
Respecto al uso de las fuentes, existe un marco teórico-metodológico
que debe ser tenido en cuenta. En este artículo utilizo principalmente un
fondo de fuentes militares. Dentro de este fondo documental, analizo los
sumarios abiertos ante la falta de «delitos contra el honor militar» que
penaba un artículo del Código de Justicia M ilitar (CJM) recientemente
derogado: «el militar que practicare actos deshonestos con persona del
mismo sexo dentro o fuera de lugar militar, será degradado y condenado a
prisión, si fuere oficial; reprimido con prisión menor y destituido, si fuere
suboficial o clase; y si fuere soldado será condenado a prisión menor» (CJM,
artículo 756) . En este fondo se encuentran alrededor de cuarenta sumarios
abiertos por ese delito entre 1960 y los primeros años de la década de 1990. 2
Dicho esto, se hace necesario j ustificar el uso de fuentes militares para
el estudio de una problemática de la sociedad civil. En primer lugar, se
puede indicar que no son pocos los sumarios que involucraban personas
civiles . En efecto, los límites entre el ámbito civil y el ámbito militar eran
porosos a causa de la propia acción de los sujetos involucrados. En segundo
lugar, los implicados, en su totalidad suboficiales, conscriptos, aspirantes y
personal civil, no solían encarnar el «espíritu de cuerpo» de la institución
militar. Muchos de ellos manifestaban haber elegido la carrera militar como
una opción laboral y una fuente segura de ingreso ante la dificultad de
encontrar empleo en sus lugares de origen. Frecuentemente, los implicados
afirmaban ser la única fuente de ingreso de dinero de una familia de varios
integrantes a la que debían remitir periódicamente una parte del ingreso y
en muchos casos la carrera militar aparecía como una opción transitoria
que potencialmente podía concluir en cualquier momento. A mi entender,
esto puede entenderse como un reflejo de una débil adscripción al «espíritu
de cuerpo» de las fuerzas armadas. En cuarto lugar, la inve stigación que
seguía a la apertura de un sumario habilitaba la emergencia de relatos sobre
hechos ocurridos en el ámbito civil en la medida que la letra del artículo
penaba también aquellos hechos ocurridos fuera del ámbito militar. En este
sentido, el hecho que iniciaba las investigaciones daba lugar a un conjunto
amplio de relatos sobre encuentros homoeróticos que habían ocurrido
durante la biografía pasada de los implicados. Nuevamente aquí es difícil
plantear una distinción tajante entre ámbito civil y ámbito militar.

2.- Existe una gran probabilidad de que el fondo documental constituya


una suerte de muestreo aleatorio de un universo más amplio. A partir de las
implicaciones más amplias que tienen los archivos militares en el contexto
argentino, es factible que se haya destruido una buena parte del mismo. No existen
en el archivo actas de incineración que den cuenta de la cantidad total de casos ni
que permitan dilucidar el criterio de una posible destrucción de los archivos e n
cuestión.
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES:. . . 25

Con estas consideraciones, el uso de las fuentes militares resulta perti­


nente para un análisis de la sexualidad no solo en la institución militar sino
también en la sociedad civil. En el próximo apartado, se analizan una serie
de sentidos disponibles sobre la homosexualidad y el sexo entre varones
que estaban siendo construidos durante las décadas de 1960 y 1970.

Acerca de sentidos disponibles en torno a la homosexualidad


En primer lugar, vamos a ubicarnos rápidamente en el contexto histó­
rico de estos sentidos que analizaremos. Por un lado, hay que situarnos
en el Onganiato, que significó no solo el recrudecimiento de la represión
estatal sino, como vienen señalando otros trabajos, una puesta en la arena
pública por parte del Estado de discursos en torno al género, la sexualidad
y la j uventud. Por otro lado, tenemos ese momento histórico que dio en
llamarse los sesenta como un momento de novedades y cambios en torno a
la sexualidad, el género y la juventud.3
Específicamente, la represión estatal a las prácticas homoeróticas tenía
un recorrido de larga data que se expresaba en el accionar de diversas
agencias como la medicina, el derecho, la criminología y las fuerzas policia­
les.4 Para el período que estamos considerando, los sectores conservadores
consideraban que los vínculos entre el proceso de radicalización política, la
modernización cultural y la homosexualidad eran evidentes. En esta línea,
las expresiones del Acta de la Revolución Argentina situaban en un mismo
orden de cosas a la «amenaza marxista» y las prácticas sexuales «desviadas»
del mandato del orden familiar burgués. E sta asociación era posible en la
medida en que se diagnosticaba el «desorden» de la sociedad argentina
como un problema que implicaba distintos aspectos de la vida social.
Por su parte, la desviación sexual aparecía como una amenaza de corrup­
ción de los jóvenes que, a su vez, estaban siendo interpelados por sectores
de distinto signo ideológico y político. En el ámbito local castrense, esta
preocupación se hacía explícita en un documento de circulación interna
que se produjo a partir de la modificación de la edad de ingreso al Servicio
Militar Obligatorio que se redujo de 20 a 18 años en el año 1973 . En la
Directiva de Conducción para Conscriptos de 18 años, se indicaba que
era esperable «frecuentemente poca delicadeza corporal, resistencia a la
higiene, elevado índice de masturbación y aumento de las posibilidades de
relaciones homosexuales»5 en los jóvenes de 18 años.

3 . - Para e l primer punto, se pueden consultar los trabajos d e Manzano (2011,


2005) y para el segundo, los trabajos de Cosse (201ob) .
4.- Para una posible periodización de la represión puede consultarse el libro
de J áuregui (1987) . En esta compilación, puede consultarse el artículo de S antiago
Joaquín Insausti.
5.- ARA.a.scjm; paquete 90; carpeta 6.238; expediente 35.813 (año 1980) .
26 MÁXIMO JAVIER FERNÁNDEZ

Respecto a la homosexualidad y el sexo entre varones, los discursos


existentes tenían un tono patologizante y criminalizador. Más allá de estos
sentidos, otros que portaban un tono ambiguo estaban circulando en ar­
tículos de revistas sensacionali stas o semanarios políticos.6 Es necesario
situar estos artículos en un contexto en que la homosexualidad en la prensa
gráfica, era asociada frecuentemente al delito o la enfermedad. E ste es el
caso, por ejemplo, de las crónicas policiales (véase por ejemplo I nsausti
2006) . Por otro lado, hay que señalar también que el tono general de aquellos
artículos no era precisamente celebratorio. Sin embargo, la ambigüedad
de los mismos habilita la pregunta por la recepción entre los suj etos.
Entonces, ¿qué otros sentidos sobre la homosexualidad se estaban pro­
duciendo desde la década del sesenta? ¿Qué efectos pudieron haber tenido
estos artículos en la mi rada de las personas? Como veremos en breve, es
posible aventurar que estos artículos tenían cierto alcance entre aquellos
varones que hubieran podido estar replanteando su propia sexualidad.
Respecto a la primera cuestión, un lema recurrente de estos artículos era
«el problema de la homosexualidad». Algunos de ellos comenzaban con una
contextualización del tema en E stados Unidos y Europa. E sta operación
les permitía ubicar a la homosexualidad como propia de cualquier nación
moderna. Por ejemplo, en un artículo del semanario LEOPIAN, se citaba el
libro Homo Atomicus del escritor Héctor Murena (1962) en el que sostenía
que:

«la homosexualidad se ha convertido así en un constitutivo


esencial de la atmósfera de nuestro tiempo, tanto para quie­
nes la practican como para quienes se sienten ajenos a ella;
todos la compartimos, de algún modo, pues, al i gual que la
energía atómica, la dictadura del proletariado, las filosofías
existencialistas, etc., la homosexualidad es uno de los factores
preponderantes en el zeitgeist en que vivimos»7

S i bien el texto que contenía la cita no era precisamente celebratorio


de la homosexualidad, esta aparecía como un aspecto inevitable de la vida

6.- Por ejemplo: «El drama del homosexual», Life en español, 26 de junio
de 1964; « E l m iedo a ser mujer», La Razón, 9 de agosto de 1964; « ¿ H ay 800.000
homosexuales en Argentina?», LEOPLAN, año 1965; «200.000 homosexuales», Extra,
agosto de 1965; «El problema de la homosexualidad», Panorama, 2 de j ulio de 1968;
«Homosexualidad», Nosotros y los otros, año 1970; « I nforme sobre homosexuales»,
Revista Confirmado, 10 de marzo de 1971; «No queremos ser invisibles», revista SIETE
DÍAS, abril de 1972. Agradezco a Marcelo Ferreyra y Javier Moscoso que posibilitaron
el acceso a sus propios archivos hemerográficos que, a su vez, son el resultado de
sus propios aportes y de otros anónimos.
7.- «¿Hay 800.000 homosexuales en Argentina?», LEOPLAN, año 1965, página
42. Énfasis en el original
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES: . . . 27

moderna o como característico de cualquier país de Occidente. A continua­


ción, se abría la pregunta por su extensión en el ámbito local. Para ello se
utilizaba el informe Kinsey8 como una estadística aplicable a otros contextos
nacionales. Esto permitía al autor del artículo plantear la existencia de 800
mil homosexuales en Argentina que equivalía al 4 % de la población según
las proporciones del informe.

Figura 2.1 - Extra 1965.

En suma esta operación ubicaba a la homosexualidad como un problema


asociado al proceso de modernización cultural en los países occidentales
ya sea que se estuviera en contra o a favor de su extensión. Por esta razón,
no habría que descartar el efecto de estos sentidos en los posibles lectores.
En consecuencia, decir que había 800 mil homosexuales en Argentina le
otorgaba cierta visibilidad a la cuestión de la homosexualidad.
8.- El informe Kinsey refiere a dos publicaciones que fueron el resultado de
las investigaciones sobre el comportamiento sexual de la sociedad estadounidense
del biólogo Alfred Kinsey y un equipo de colaboradores. Desde el momento en que
fueron publicadas, en los años 1948 y 1953, este corpus fue frecuentemente citado
en distintos lugares como un conocimiento autorizado sobre la sexualidad. En el
caso argentino, todavía en la década del ochenta constituía una fuente altamente
citada, al menos en los artículos sobre homosexualidad.
28 MÁX I M O JAV I E R F E RNÁN D E Z

Fi gura 2.2 - LEO PLAN 1965 .

El tono ambiguo al que nos referimos producía cierta alarma entre los
círculos castrenses. En esa línea se expresaba un capitán de corbeta de la
Armada Argentina que consideraba que:

«En general, los libros de este tema (homosexualidad] son bas­


tantes bajos y es más para propaganda, tal como pasó en tres
artículos, uno publicado en Life hace dos años que se llamaba
"amores ocultos"; otro salió e n O Cruceiro y el tercero salió en
Panorama, que más que censurar o criticar era dar un elogio al tema,
incluso poniendo direcciones de revistas holandesas, de clubes
que existen en Holanda o Países Nórdicos, como haciendo ver
que es un adelanto del hombre. No lo decían directamente pero
en el fon do h u bo una alabanza de esta situación como si fuera una
superación del hom bre por el hom bre».9

Desde esta mirada, estas publicaciones podían transformarse en «pro­


paganda» dado que expresaban, antes que una «crítica», una «alabanza» a
la homosexualidad. Es interesante recuperar el sentido de la frase «no lo
decían directamente» dado que repone el tono ambiguo de las publicaciones
que estamos analizando aquí.

9.- ARA.a.scjm; paquete 14, carpeta 5.199, expediente 38.528 (año 1979),
bastardillas propias.
SOCIABI LI DAD HOMOE RÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES: . . . 29

Es pertinente aventurar que el carácter ambiguo de estas publicaciones


hubiera podido habilitar una variedad de sentidos y prácticas en aquellos
lectores varones que experimentaban deseo sexual por otros varones. E n
consonancia, esta preocupación no e r a u n mero delirio persecutorio de
las jerarquías militares, sino que pudo obedecer a la existencia de ciertas
prácticas de lectura y circulación de sentidos entre los miembros subal­
ternos de la escala militar.1º Así es que el análisis de las fuentes militares
consultadas nos permite dar cuenta de la apropiación de estos sentidos
sobre la homosexualidad en los medios gráficos y otros artefactos culturales
por parte de dichos sujetos. Por ejemplo, en uno de los primeros legajos
consultados, nos produj eron cierto desconcierto las palabras de un cons­
cripto que afirmaba: «yo he leído algunos artículos sobre la homosexualidad.
También me interesa conocer sobre las religiones y los platos voladores».11
E n un momento inicial de nuestra i nvestigación, lo que nos resultaba
un tanto absurdo era la concurrencia de la homosexualidad y los platos
voladores en una misma publicación. Con la consulta de otros legajos y
una primera aproximación a los medios gráficos de la época, pudimos
comprender que las lecturas del conscripto en cuestión se referían a temas
frecuentemente tratados por las publicaciones sensacionalistas de la época.
En otro sumario uno de los acusados es sospechado de haber hecho
circular uno de los libros del M arqués de S ade.12 E n el mismo año,13 un
cabo justifica sus encuentros homosexuales «porque cuando regresé de la
licencia o sea a principios de j ulio, había leído un tratado, y no sé s i eso
influyó en mí, sobre las experiencias realizadas por un homosexual, donde
hablaba de ciertas cosas, que puede ser que en ese momento me haya llevado
a realizar ese tipo de experiencia». Estas primeras indagaciones, nos permi­
ten suponer que una serie de connotaciones positivas y no condenatorias
sobre la homosexualidad estaban no solo circulando sino también siendo
elaboradas por parte de los sujetos durante el período que analizo.
Por otro lado, el discurso condenatorio de los sectores conservadores
sobre la homosexualidad no se hacía presente sin mediaciones por parte
de los propios sujetos. Por ejemplo, las investigaciones se iniciaban con
la denuncia que podía ser de uno de los implicados o no. E n las primeras
declaraciones, se dejaba entrever la existencia de un rumor que tenía cierto
tiempo de circulación respecto a la identidad sexual y/o a las prácticas de
los imputados. Mayormente, la denuncia se enmarcaba en el artículo 187
del CJM que establecía que «todas las personas sometidas a la j urisdicción

10.- Esta afirmación debe ser investigada en profundidad. Actualmente


nos encontramos analizando con mayor exhaustividad la recepción de distintos
ar tefactos culturales entre varones homosexuales.
11.- ARA.a.scjm; paquete 56, carpeta 5.358, expediente 33,498 (año 1970) .
12.- ARA.a.scjm; paquete 14, carpeta 5 .196, expediente 38.517 (año 1970).
13.- ARA.a.scjm; paquete 14, carpeta 5 .197, expediente 38,s22 (año 1970).
30 MÁXIMO JAVIER FERNÁNDEZ

militar que por cualquier medio tuviesen conocimiento de la perpetración


de un delito sujeto a la j urisdicción de los tribunales militares, deberán
denunciarlo al superior de quien dependan». Esta obligación no constituía
letra muerta del Código sino que aparecía con fuerza, en la casi totalidad
de los sumarios analizados, en el uso corriente de la categoría nativa dar
parte. Dar parte era justamente hacer público ante los superiores el conoci­
miento de algún delito enmarcado en el CJM. Inicialmente, suponíamos
que la denuncia debía entenderse como una condena del denunciante a la
homosexualidad. En contraposición, ahora entendemos que la denuncia
se originaba por la práctica institucionalizada de dar parte antes que por
un rechazo abierto del denunciante a las prácticas homoeróticas. Así la
denuncia originaria solía generar un «efecto dominó» de acusaciones de
homosexualidad por parte de otros involucrados que el primer denunciante
había desestimado a pesar de conocerlas con anterioridad.
Los sujetos se apropiaban de los discursos condenatorios sobre la ho­
mosexualidad. En esta línea entendemos el tono de arrepentimiento de
las declaraciones de los acusados. Si bien no eran pocos los que afirmaban
ser «enfermos» y «querer curarse», las declaraciones que solían ahondar
en la propia biografía, con frecuencia, incluían narraciones en primera
persona sobre prácticas sexuales que desde una perspectiva normalizadora
hubieran sido consideradas como anormales o desviadas. Tanto es así que
un marinero declaraba:

«No recuerdo cómo fue que caí en este vicio, ni recuerdo la edad
que tenía cuando comencé a tener relaciones homosexuales;
sé que todavía usaba pantalones cortos. La primera vez que
practiqué el acto homosexual fue con un primo mío mayor que
yo».14

A pesar de la asociación entre homosexualidad y vicio, unas fojas más


adelante consideraba que «mi enfermedad la atribuyo a que cuando era
chico no lo tomaba como cosa tan anormal como la puedo tomar ahora».15
En el mismo sumario, un suboficial expresaba que:

«al ex cabo le comenté los problemas que tenían mis vecinos


de mi casa [eran abiertamente homosexuales], diciéndole que
para mí no era tan anormal. De las conversaciones llegamos a
las mismas conclusiones hasta que practicamos el acto sexual
en varias oportunidades y lo hacíamos en piezas de hoteles que
alquilábamos en Retiro».

14.- ARA.a.scjm; paquete 14, carpeta 5.213, expediente 38.S65 (año 1970) .
15.- ARA.a.scjm; paquete 14, carpeta 5.213, expediente 3 8.S65 (año 1970) .
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES:. . . 31

E n ambos casos se da cuenta de encuentros sexuales homoeróticos


situados en un momento pasado, lo cual refuerza el argumento de la porosi­
dad entre los ámbitos civil y militar. Más importante aún es que, a pesar de
la primera declaración autoincriminatoria, eran considerados «normales».
En el último caso, subyace la idea de un sentido de «normalidad» que fue
construido intersubjetivamente mediante «conversaciones».
Asimismo en la totalidad de los casos que se encontraban individuos
imputados que habían ocupado el rol activo o insertivo en la relación sexual,
estos no consideraban haber cometido un delito. En efecto, el cambio de la
situación procesal de testigo a imputado generaba cierta sorpresa entre los
varones activos. En los siguientes fragmentos, los primeras tres pertenecen
a varones que habían hecho las veces de activo mientras que el último, a un
varón pasivo:

«Como no se me paraba el puto comenzó a acariciarme la pija y


luego me la chupó ( . . . ) Después de casi 10 minutos de hacerme
esto se me paró el miembro y el puto se puso boca abajo para que
lo metiera. Cuando lo tuvo todo adentro, comenzó a decirme
que lo hacía gozar, que le gustaba como se la ponía y se movía
hasta que me hizo terminar» (bastardillas propias) .

«El puto empezó a moverse hasta que me hizo terminar» (bastar­


dillas propias).

«El cabo A. siempre me buscaba, me manoseaba y terminé por ca­


lentarme y así fue que tuve contacto sexual con él» (bastardillas
propias) .

«Todos los conscriptos aparentaban ser tímidos, poco ardien­


tes y para excitarlos les chupaba el miembro antes de que me
cogieran. Al que más recuerdo por esta circunstancia es a M».16

En los tres primeros extractos, escuchamos las voces de tres acusados


que ocupan la posición de activo en la relación sexual. En estos casos, el
lugar de quien asume el deseo y toma la iniciativa es el puto o el pasivo. En
los dos primeros, el agente que produce la acción de eyacular (terminar) es
el pasivo: él me hizo terminar. En el tercer fragmento, la iniciativa queda del
lado del pasivo; el activo solo responde al estímulo del otro. En este punto
tenemos que recordar que los relatos se producen en el contexto de «juicios»
en el que el público lo conforma el tribunal que posteriormente determina
las penas. En este sentido, la negación de la propia agencia y del deseo debe

16.- Los cuatro fragmentos se encuentran en: ARA.a.scjm; paquete 56;


carpeta 5.358; expediente 33.498 (año 1970), bastardillas propias.
32 MÁXIMO JAVIER FERNÁNDEZ

entenderse, en parte, como una estrategia para despegarse de cualquier


responsabilidad en la falta cometida y así poder obtener la exoneración.
Sin embargo, el cuarto fragmento nos permite aventurar que además de
ser una estrategia acorde al contexto j urídico, la declarada apatía de los
activos en el acto sexual forma parte de una performance para borronear
el propio deseo. El pasivo señala este carácter performático mediante el
uso del verbo aparentar: la timidez y la excitación son estados que pueden
aparentarse. Ante esta situación de apatía, solo queda la intervención del
deseo del pasivo («les chupaba el miembro») que produce la erección del
pene del varón activo. En definitiva, tal como expresaba un cabo imputado
«los activos no son homosexuales porque hacen el papel de hombre».17
Al interior de la fuerza, la convivencia espacial entre maricas y varones
heterosexuales se tornaba más intensa en la ambigüedad que parecía tener
el j uego de manos. El juego de manos consistía en un tipo de broma de
índole físico en la que generalmente dos jóvenes simulaban una pelea de
puños. Por un lado, las j erarquías militares prohibían la práctica porque
un desenlace frecuente podía resultar en una agresión real. Pero, por otro
lado, el juego de manos tenía sus dobleces porque situaba a los cuerpos del
«personal de tropa» en una situación de cercanía que resultaba ambigua. En
este sentido, se expresaba el fiscal de una causa: «la lamentable difundida
práctica entre personas de tropa de efectuar juegos de manos y tocamientos
en tren de chacota».18 En otro caso, un teniente de fragata manifestaba
su preocupación por «algunos juegos de manos que a veces suceden entre
gente de corta edad, juego de manos que uno quiere creer que son inocentes
pero que tal vez en su profundidad no tienen nada de ello, sino que están
iniciados buscando un fin predeterminado».19 Ese fin nada «inocente»
podía ser la concreción de un encuentro sexual tal como lo expresaba un
conscripto: «L. y yo nos pusimos a jugar de manos, de lo que surgió la idea de
culiar [sic] ».2.º Este aspecto de la distancia física puede pensarse como una
analogía de la cercanía cultural (y también física) entre maricas y varones
heterosexuales en el espacio urbano. A pesar de los intentos de discernir,
separar e identificar a las maricas como grupo particular, su propio accionar
las situaba cercanamente a los varones heterosexuales en los ámbitos de
sociabilidad masculina. Por último, el juego de manos nos parece ejemplar

17.- ARA.a.scj m; paquete 56; carpeta 5.358; expediente 33,498 (año 1970) .
18.- ARA.a.scjm; paquete 56; carpeta 5,358; expediente 33.498 (año 1970) .
19.- ARA.a.scjm; paquete 14; carpeta 5.199; expediente 38.S28 (año 1979) .
20.- Véase también: ARA.a.scjm, paquete 399, carpeta 5 .662, expediente
34.173 (año 1974); ARA.A.scjm, paquete 56, carpeta 5,358, expediente 33 .498 (año
1970); ARA.a.scjm, paquete 34, carpeta 5.168, expediente 3 8 .457 (año 1969) . En este
último, por ejemplo, se inicia la causa al imputado porque se lo acusa de «chuparle
el culo» a otro cabo con el objeto de «jorobar». Incluso el acto se realiza en presencia
de una decena de suboficiales en un buque a bordo de mar.
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES:. . . 33

para dar cuenta de la apropiación de los suj etos: una práctica connotada
virilmente por la apuesta física que implicaba también podía ser torcida
o resignificada con el objeto de generar una situación con connotaciones
homoeróticas.
En este apartado, hemos desplegado una reconstrucción posible de una
serie de representaciones y sentidos disponibles en torno a la homosexuali­
dad. Hemos sugerido que cierta ambigüedad al respecto posiblemente
contribuyó a la construcción de sentidos no condenatorios y positivos
sobre la homosexualidad. Sin embargo, estos sentidos estaban disponibles
en un contexto abrumador de discursos en los medios gráficos y otras
publicaciones que contribuían a forjar una imagen patologizante y crimina­
lizadora de la homosexualidad. Sin embargo, es esperable que este análisis
sugiera que estos discursos normalizadores y moralizantes estaban siendo
resignificados activamente por parte de los sujetos. A continuación, con este
mapeo de sentidos disponibles, nos proponemos recuperar las prácticas de
apropiación del espacio público urbano por parte de los varones que tenían
sexo con otros varones.

Sociabilidad homoerótica y sexo entre varones en el espacio urbano


«Cuando por primera vez asome mi curiosidad y mi vida a la
gran ciudad de Buenos Aires, lo hice ya, con el convencimiento
de estar en posesión de un problema espectacular, que iba a
tomar gran parte de mi vida, a estudiarlo en su propio ambiente
y con sus propios intérpretes, pero j amás soñé enfrentarme a
una realidad tan cruda y tan tremenda al ver por esas calles
a millares de seres arrastrando su pesada cruz a cuestas y su
doliente vida ( . . . ). Por calles y por plazas deambulan en intermi­
nables horas de hastío y de cansancio, las almas perdidas entre
el mar humano de la ciudad» (Carlos A. De G ris, El homosexual
en la Argentina) .

En las últimas décadas del siglo x1x y primeras del siglo xx, los espacios
de ocio de la ciudad de Buenos Aires se configuraron como primordialmente
masculinos. Tal como ha argumentado Ben (2007) , las características del
período en relación al mundo del trabajo, la estructura demográfica y la
composición familiar posibilitaron la configuración de una segregación
por género de la ciudad. S i bien es posible suponer que los propios sujetos
ponían en cuestión esta segre gación, el autor sostiene que «los bares en
particular eran el lugar masculino homosocial de esparcimiento por ex­
celencia»21 (ibíd., pág. 442) . Del mismo modo, las prostitutas y las maricas

21.- Traducción de the streets were also almost exclusively masculine, and bars in
particular were the male homosocial location ofleisure par excellence.
34 MÁXIMO JAVIER FERNÁN DEZ

estaban integradas a ese ámbito a pesar de la estigmatización que pesaba


sobre ellas.
Acha y Ben (2004) consideran que la continuidad del mundo de las
maricas con el de las clases subalternas viriles estaba tendiendo a separarse
(ibíd., pág. 248) hacia el fin del segundo gobierno peronista. En este punto,
si bien coincidimos con los autores respecto a su hipótesis que sostiene
que la conformación de los homosexuales como un grupo específico se
delineó durante el peronismo, por nuestra parte entendemos que dicha
continuidad en el espacio urbano se mantuvo incluso durante las décadas
de 1960 y 1970. A partir de nuestra investi gación, argumentamos que esto
fue posible como efecto de la propia práctica de los sujetos que resignificaba
los sentidos criminalizantes y patologizantes que portaban los discursos
en torno al sexo entre varones.
En la cita que introduce este apartado, el autor señala la presencia de
«millares de seres arrastrando su pesada cruz a cuestas y su doliente vida».
A pesar del tono indulgente, se deja trasluci r la extensión de un modo de
ocupación del espacio urbano por parte de varones que «deambulan en
interminables horas de hastío y de cansancio». Esta práctica, si bien es par­
ticularizada, no aparecía como separada del espacio del «mundo humano
de la ciudad». Es decir que durante las décadas de 1960 y 1970, los ámbitos
de sociabilidad masculina eran el escenario de las prácticas sexuales entre
varones . En sintonía con esto, el referido artículo de LEOPLAN afirmaba
que «existe la imagen generalizada de que los homosexuales pertenecen
a un submundo absolutamente desvinculado del resto de la sociedad. Y
esta imagen subsiste pese al hecho y actividad, de saber que un chico de
incipiente barba y flamante pantalón largo es acariciado en el subte y, a
veces, recibe ofrecimientos de pederastas; de escuchar las confesiones en
voz alta de los homosexuales; de ver parejas de jóvenes del mismo sexo en
actitudes dudosas». Es decir que si, por un lado, se reconocía el proceso
de diferenciación de la homosexuales como grupo, por el otro, se daba
cuenta de que las maricas convivían - amenazantemente - con los varones
heterosexuales. Asimismo, las maricas hablaban en voz alta. En sintonía, en
el mismo artículo, se aseguraba que la homosexualidad era posibilitada por
la variedad de intercambios que era propia de la vida en las ciudades.
En otra línea, los encuentros que se desarrollaban en los baños públicos
(las teteras) y los bares respondían a esta lógica de convivencia entre maricas
y varones heterosexuales en los espacios de sociabilidad masculina. Por
ejemplo, los varones civiles y militares (generalmente, eran suboficiales
o conscriptos) daban cuenta de esta práctica de deambular por la ciudad.
En un sumario del ARA.a.scjm del año 1972, 22 la Policía Federal encuentra
in fraganti a un cabo de la Armada Argentina con un civil en el interior

22.- ARA.a.scjm; paquete 276; carpeta 5.395; expediente 33.598 (año 1972) .
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES: . . . 3S

de un baño en la estación de cabecera del ex Ferrocarril Belgrano en la


estación de Retiro. El civil manifiesta que al concluir su jornada laboral en
una pizzería en el barrio de Chacarita solía concurrir a la zona de Retiro
con el objeto de «dar unas vueltas». En el sumario, uno de los agentes de
la policía interviniente en la detención decía que «hemos tenido muchos
procedimientos de esa naturaleza en Retiro, son tantos que uno se hace
un poquito de problema en la cabeza». Más adelante, se señala que en el
caso de la comisaría en cuestión se habían labrado 2.000 expedientes en
el año 1970. A falta de estadísticas más rigurosas esto daba un total de
entre s y 6 sumarios diarios en 1970 para esta comisaría que, a su vez, se
encontraba en una zona caliente de la ciudad. En consonancia, una nota
del año I97S en la revista Somos, la publicación del Frente de Liberación
Homosexual, denunciaba que «en la Comisaría Sº de la Capital llegó a
detenerse a IS homosexuales en una noche». 23 Estas afirmaciones nos
permiten dar cuenta de las prácticas policiales y, al mismo tiempo, poner
en cuestión la caracterización de los espacios de sociabilidad de maricas y
varones heterosexuales como un «submundo sexual invisible» (Rapisardi
y Modarelli 2001) . Desde nuestra perspectiva, para la ponderación de las
prácticas estatales represivas a la homosexualidad debe tenerse en cuenta
el otro aspecto del fenómeno: el hecho de que las prácticas de sociabilidad
homoerótica estaban ampliamente extendidas en el espacio urbano (es
decir, no eran marginales ni compensatorias) y que tenían distintos grados
de visibilidad para la sociedad.
En relación a lo anterior, en un sumario del año 1969,24 el marinero
M. denunciaba que «en oportunidad en que yo bajaba por las escalera del
subterráneo de Retiro, el cabo Z bajaba a un costado mío y me tiró un
"manotón al miembro", preguntándole yo quién era él, y me contesto que
era un "marucho" y me convidó a salir con él». El marinero afirmaba que
al momento de ese cruce no se conocían mutuamente y que, solamente,
reconocería al cabo en cuestión por un hecho posterior que detonaría el
inicio del sumario militar. En el mismo sumario, el cabo que había sido acu­
sado de realizar insinuaciones sexuales a un grupo de marineros relata su
recorrido por distintos puntos de la ciudad. A continuación, transcribimos
la cita textual que, aunque extensa, muestra esta apropiación del espacio
urbano que intentamos analizar:

«Que el día sábado IS de febrero de 1969 salió solo del ARSENAL


NAVAL BUE NOS AI RES aproximadamente a 21:00 hs, vistiendo
de uniforme de paseo blanco.
»Que luego se dirigió al taquillero ubicado en la Avenida LEAN­
DRO ALEM, identificado como HOTE L PN, lugar donde existe
23.- « Detenciones», revista Somos, agosto 1975.
24.- ARA.a.scjm; paquete 27; carpeta s.216; expediente 38.573 (año 1969) .
36 MÁXIMO JAVIER FE RNÁNDEZ

un cuarto destinado como taquillero ( . . . ). E n dicho taquille­


ro ocupó la taquilla Nº 100 y en el momento indicado ante­
riormente (aproximadamente 21:15 hs del 15-02-69) procedí a
cambiarme de civil ( . . . ) .
»Que inmediatamente me dirigí al BAR SILVER ubicado al lado
del HOTEL PN, donde me encontré con el señor J, actualmente
trabajando en la concesión de la cantina del nuevo Edificio sede
del CEJA, cuyo propietario es el señor M .
»Que momentos m á s tarde, aproximadamente a 22:30 horas
llegó el marinero segundo maquinista S, quien presta actual­
mente servicios en el crucero ARA La Argentina. Vestía de civil
(chomba marrón oscuro mangas cortas y pantalón oscuro) y
con quien somos viejos amigos, pues, es también del pueblo del
cuál soy yo.
»Fui convidado por el marinero S a tomar una cerveza. Luego
de ello y en el mismo bar, fuimos invitados a comer una picada
por el señor J, cosa que hicimos acompañándola con una botella
de vino blanco ( . . . ) .
»Posteriormente, s iendo aproximadamente las 23:30 horas, a
iniciativa del señor J nos dirigimos al corso de Avenida de Mayo,
permaneciendo en el mismo hasta las 02:00 horas aproximada­
mente, circunstancia en que nos dirigimos los tres, a pie hasta
plaza de Mayo, tomando luego por Reconquista hasta la esquina
de M aipú y Alem (bar San M artín), donde yo y el marinero S
nos despedimos del señor J.
»Luego nos dirigimos con el marinero S a tomar una cerveza en
el bar ubicado en la calle Rojas y Reconquista, permaneciendo
ahí aproximadamente 30 minutos . Luego de ello nos despe­
dimos con el Marinero S en la esquina del bar de referencia,
siendo aproximadamente las 03:00 horas de la mañana del día
16 de febrero del corriente, quedando en encontrarnos el mismo
día por la noche.
»PREGUNTADO: ¿Qué recorrido siguió y que alternativas se suce­
dieron hasta que llegó el ARS E NAL NAVAL BUENOS AIRES?
»DIJO: Que se dirigió por la calle SAN MARTI N por la vereda
de la Plaza B ritánica, encontrando ya cerca de la esquina de
Madero, a cuatro marineros sentados dormitando en un banco
( . . . ). Luego crucé la calle San Martín en dirección a la garita
de PREFECTURA que es paso obligado para i r al Arsenal, allí
observé que se encontraba un hombre semidesnudo acompaña­
do de un civil, circunstancia que motivó me detuviera y dijera
SOCIABILIDAD HOMOE RÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES:. . . 37

"¿Qué hace Ud. allí?" respondiéndome "que era marinero de


la Marina", ordenándole que se pusiera el pantalón y viniera
conmigo hasta el Arsenal».

Este fragmento extenso nos permite profundizar en varios puntos. En


primer lugar, el relato muestra que el deambular espacial y temporal de los
sujetos en cuestión no tenía un destino fijo. Quizás deba sugerirse que esta
característica que ha sido señalada frecuentemente como propia delyire
homosexual (Perlongher 1999) era un rasgo característico de las prácticas de
ocupación y circulación del espacio de los varones en general. De cualquier
manera, el j uego de gestualidades corporales del levante homosexual sí
podría considerarse un modo histórico particular del cortejo erótico entre
varones. En segundo lugar, en el mismo sumario, se representa el itinerario
espacial y temporal según la declaración del cabo Z.

L
h.4 .S. HBf/N
.

L1 L E M

Figura 2.3 - Reconstrucción del recorrido según cabo Z.

De una forma más detallada, unas fojas más adelante se reproduce el


recorrido según la declaración de uno de los testigos, el marinero B.
E n este segundo mapa, el deambular territorial queda documentado
de un modo central en la numeración de los distintos puntos. Si bien
no se indica el horario, el ordenamiento de los números responde a la
sucesión temporal y espacial del itinerario del marinero M. La referencia de
la figura 2.3 «4 marineros 2 minutos» corresponde al punto 3 de la figura 2-4
en donde el cabo Z refiere su encuentro con los marineros. En la misma
38 MÁXIMO JAVIER FERNÁNDEZ

L1 L EM

Figura 2.4 - Reconstrucción del recorrido según marinero M.

fi gura 2.4, es relevante señalar que los puntos 5 y 6 reflejan el momento


en que el marinero M se separa del grupo de los cuatro marineros con el
objeto de «acompañar a dos señoritas» a la estación Retiro del ex Ferrocarril
General San Martín.
En tercer lugar, otros marineros o suboficiales presuntamente hetero­
sexuales aseguraban que solían compartir estas salidas con otros varones
civiles o militares a pesar de conocer las prácticas homoeróticas de estos
eventuales acompañantes. Por ejemplo, el cabo S, presuntamente hetero­
sexual, relata que un ex cabo que formaba parte del grupo de militares y
civiles con los que compartía sus días de franco le manifiesta en una salida
que «"estaba caliente conmigo", que me "tenía ganas" y que "se quería sacar
el gusto conmigo"». Este ex cabo había sido pasado a retiro en el año 1957
por «amoral pasivo» aunque al momento del hecho formaba parte de la
fuerza en carácter de personal civil. En e ste punto, el fiscal de la causa le
pregunta al cabo S. si sus contactos con el ex cabo continúan en el tiempo, a
lo que el cabo S. responde que seguía encontrándose «circunstancialmente»
cuando aquel le « invitaba a tomar una bebida». E sta indiferencia ante
SOCIABILIDAD HOMOE RÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES: . . . 39

las prácticas sexuales homoeróticas por parte de varones heterosexuales


causaba bastante malestar entre los tribunales castrenses.
Por último, el suceso del civil y el marinero desnudo en la garita resulta
sugerente para suponer la extensión y naturalidad que tenían estos inter­
cambios en el espacio citadino. Tanto es así que desde el tribunal militar se
solicita la colaboración de Prefectura para patrullar la zona «especialmente
en los días feriados». A tono con esto, uno de los testigos aseveraba que esa
zona de Retiro «está inundada de putos».
E sta convivencia espacio-temporal entre maricas y varones heterose­
xuales, puede aducirse como un rasgo característico de ciertos bares del
centro de la ciudad de Buenos Ai res. En el Fondo consultado, abundan las
referencias a distintos espacios donde, según un civil que se afirma como
homosexual, is «los lugares más indicados para encontrar muchachos son
los bares Londres y Posta del Chiva». Otro lugar donde podían encontrase
tanto muchachos como marineros era el ya nombrado bar Silver en la in­
tersección de las calles Reconquista y Alem. E stos lugares se encontraban
próximos a los espacios de prostitución femenina que, como señalaba un
suboficial de la Armada Argentina, si un varón quería tener un encuentro
sexual «tenía que recorrer la calle 25 de Mayo en busca de algún "fato"».i.6
Si bien no abundan las descripciones de los interiores de los bares una
fuente literaria de una década anterior a la que estamos analizando aquí,
nos puede orientar:

«A la una de la mañana el Anchor languidecía. En el mostra­


dor del bar, varios putitos de calzoncillos anatómicos beben
Coca-Cola. Junto al piano bailotean torpemente dos ingleses de
porongas lechosas. Los farolitos rojos dan la justa luz para ese
pequeño quilombo de pajeros. Mesitas alcahuetas y lustraditas,
mozos con aires de perros, espejos estratégicos para que los
putitos se deseen de reojo ( . . . ). Las locas hablan, los mozos
gritan, un inglés se rasca los huevos sin malicia. Las luces se
hacen más rojas, la ciudad del deber se hunde en la ceniza negra;
los putitos devoran las braguetas con los ojos; los ortos, laxos y
vacíos, palpitan de deseo. El Anchor es un condón inmenso y
todos los jóvenes, dentro, se esmeran en destrozarse» (Correas
2012, págs. 13-14) .

No creemos que podamos interpretar este fragmento de « Los jóvenes»


como un mero artificio literario del autor y descartar su valor documental
por esa misma razón. Tampoco consideramos que deba evaluárselo como
una representación fiel de la realidad - salvando las distancias, lo mismo

25.- ARA.a.scjm; paquete 56; carpeta 5.358; expediente 33.498 (año 1970) .
26.- ARA.a.scjm; paquete 399, carpeta s.662, expediente 34.173 (año 1974) .
40 MÁXIMO JAVIER FERNÁNDEZ

vale para lo registrado en los documentos y fuentes o en los testimonios


tomados en el marco de la realización de entrevistas - . Más bien enten­
demos que estas imágenes se comprenden e n un contexto que las hace
verosímiles. En apoyo a esta interpretación, los prologuistas de la reciente
recopilación de cuentos de Carlos Correas, el «escritor maldito», señalan
que «sus personajes [los de C arlos Correas] representan a los miembros
de un grupo que compartían con Correas un modo de observar y vivir el
espacio urbano» (Fraguas y Muslip 2012, pág. 122) . Por su parte, Sebreli
(1997) refiere que el Anchor Inn era «el bar de marineros más exclusivamente
homosexual» (ibíd., pág. 345) antes de los años setenta en donde se podían
encontrar varones bailando entre sí.2-7 Sin embargo, en el relato de Correas,
aparecen representados en un mismo ambiente tanto maricas como chongos.
En este apartado, intentamos presentar un análisis sobre la sociabilidad
homoerótica en el espacio urbano durante los años sesenta y los años
setenta. Si bien es cierto que una buena parte de los datos producidos
se generó a partir de un archivo de fuentes militares, sostenemos la im­
posibilidad de separar una sociabilidad homoerótica militar y otra civil.
Asimismo, creemos que esta forma de relacionamiento entre varones fue
posibilitada porque para este momento se estaban construyendo una serie
de representaciones sobre la homosexualidad y el sexo entre varones que
pudo haber sido propiciatorio para ello. En definitiva, una de las conse­
cuencias posibles de todo ello fue la extensión en el espacio urbano de una
sociabilidad homoerótica que fue construida activamente tanto por maricas
como por varones heterosexuales .

Reflexiones finales
En este capítulo hemos intentado argumentar que la convivencia en el
espacio urbano de maricas y varones heterosexuales se mantuvo como una
característica de la sociabilidad masculina - más específicamente, de la
sociabilidad de los varones que tenían sexo entre sí - durante las décadas
de 1960 y 1970. E ste proceso fue posibilitado por los sentidos circulantes
que provenían tanto de los medios gráficos y publicaciones así como de
los propios sujetos. En este sentido, no fue un fenómeno generado «desde
arriba» sino que también fue activado «desde abajo». Los discursos pro­
venientes de esas publicaciones por sí solos no agotan la explicación en
torno a la circulación de estos sentidos, sino que se debe tener en cuenta la
apropiación que realizaban los propios sujetos. Por ejemplo, sostener que,
de acuerdo al informe Kinsey, había 800 mil homosexuales en Argentina
pudo haber tenido un efecto contrario al objetivo inicialmente condena­
torio del artículo anteriormente citado. En síntesis un posible lector con

27.- E ste dato lo aporta Juan José Sebrellí e n el documental Ante la ley
(Emiliano Jelicié y Pablo Klappenbach, 2013).
SOCIABILIDAD HOMOERÓTICA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES:. . . 41

algunas preguntas sobre su sexualidad, podía contar con un panorama


esperanzador, al menos en términos estadísticos.
E ste horizonte de sentidos que podía ser tanto indiferente como pro­
piciatorio de las relaciones entre maricas y heterosexuales, actuó como
un marco para las prácticas de sociabilidad en el espacio urbano entre
los varones que tenían sexo entre sí. Si bien desde décadas anteriores
se estaba construyendo la identificación de los homosexuales como un
grupo particular, nuestra perspectiva es que habría que esperar algunos
años más para postular el éxito de esta iniciativa. E n efecto, algunas de
las proposiciones que los sujetos se hacían entre sí (« L. y yo nos pusimos a
jugar de manos, de lo que surgió la idea de culiar») quizás pudieran tener
otras consecuencias en el escenario actual.
Por último, un interés central en este capítulo es el intento de pro­
blematizar la idea de que el espacio urbano era el escenario central de la
sociabilidad entre varones porque no les quedaba otra. Nuestro interés no es
negar los efectos de la represión estatal hacia las prácticas homoeróticas
sino más bien ponderar, en sus propios términos, la praxis de aquellos
varones que tenían sexo entre sí. E sto se comprende mejor si se tiene en
cuenta, por un lado, que elyi re existía como práctica mucho antes de que
fuera objeto de la represión policial y, por el otro, su subsistencia, aunque
con menor extensión, en el contexto actual. En todo caso, quizás se pueda
afirmar que el deambular homosexual fue una estrategia disponible en los
momentos en que recrudecía la persecución represiva a la homosexualidad
antes que un efecto de la misma.
Ca pítu lo 3

U n a bata l la sex u a l e n los sete n ta : las


fe mi n i stas y los mi l i ta n tes
homosex u a les a posta n do a otra
e conomía de los p lace res

Catalina Trebisacce

Introd ucción
Los años sesenta y setenta estuvieron signados por aires de cambios y
de revoluciones, así como por las resistencias que estos suscitaron. Fueron
décadas de enfrentamientos entre fuerzas progresistas, revolucionarias y
conservadoras que se desplegaron en distintos órdenes de la existencia: en
la política, en la militancia, en el campo intelectual, en la industria cultural,
en la moral, en las costumbres, en la relaciones entre los géneros, en la
sexualidad, etc. El presente capítulo estará orientado a analizar la contienda
que tuvo lugar en el terreno de la sexualidad a partir de la interacción entre
ciertos discursos científicos que circularon en medios masivos, enmarcados
en lo que se dio en llamar «la revolución sexual», la militancia feminista y
el Frente de Liberación Homosexual.
Habitualmente asociada a la aparición de la pastilla anticonceptiva,
la «revolución sexual» supuso, en realidad, la emergencia de un universo
discursivo bastante más amplio y de mayor impacto. Ella conllevó la explo­
siva y masiva circulación de narrativas tendientes a estudiar y a explicar la
sexualidad, especialmente la sexualidad femenina, desde una perspectiva
autodeclarada progresista. La «revolución sexual» auguró la llegada de
un tiempo otro para la sexualidad, tiempo de ocaso para los tabúes y de
celebración para los place res . S i n embargo, y a pesar de la legitimidad
que dichas narrativas habían conseguido en la capital porteña, agrupa-
44 CATALI NA TREBISACCE

dones feministas y grupos de militantes homosexuales se asociaron para


denunciar los problemas que ellas engendraban. Como se demostrará a
continuación, tal «revolución» supuso, paradój icamente, una restricción a
la autonomía sexual de las mujeres y una profundización en la patologiza­
ción de la homosexualidad. Sobre estos puntos resistieron las feministas y
los homosexuales en Buenos Aires.

Las relaciones sexo-afectivas modernas y el boom de los discursos


científicos en torno a la sexualidad
Los años sesenta conllevaron un cambio de paradigma en las relacio­
nes sexo-afectivas, o al menos respecto de los discursos producidos en
torno a ellas . Como ha señalado Cosse (201ob), los modos tradicionales de
relaciones entre parejas fueron paulatinamente abandonados y puestos
en cuestión por modalidades modernas.1 El nuevo paradigma rechazaba
los mandatos que habían organizado las uniones entre varones y mujeres,
y reemplazaban el acartonado deber por el amor genuino. Las parejas se
fundaban ahora por acuerdo de las partes y no por mandatos familiares,
produciendo una ruptura generacional (Puj ol 2007, 2002) . En las relaciones
modernas la sexualidad cobró un papel central y diferente. En principio,
dejó de ser considerada solo en función de su potencia reproductiva y
pasó a ser pensada como fuente de placeres y de realización de la parej a.
La sexualidad placentera se imponía como un imperativo - especialmente
entre los jóvenes, aunque no exclusivamente - se constituía como sinónimo
de sexo genuino y armonizaba así con la idea tan bien valorada de amor
genuino.
Los discursos modernos que se extendían a través de los medios masivos
de comunicación fueron uno de los principales orquestadores y estimulado­
res de estos imperativos. Pero además, el nuevo orden exigía, paridad en el
placer. Las mujeres y varones debían desarrollar una sexualidad gozosa. De

1.- Por el adjetivo «moderno/a» debe entenderse un éthos impreciso e


inespecífico y aún así característico de las décadas en cuestión, ligado a lo que
algunos/as autores/as han llamado «proceso de modernización sociocultural»
(Cosse 201ob; Pujol 2002; etc.) . Dicho proceso se expresó en buena parte del mundo
occidental capitalista en las década del cincuenta, sesenta y hasta setenta. El mismo
estuvo relacionado con el desarrollo de la producción en masa y la emergencia de
nuevos medios de comunicación masiva (como fue la televisión hogareña) pero
supuso, esencialmente, un cambio de éthos, un cambio en los modos de vida y
de prácticas cotidianas, fundamentalmente entre las - cada vez más extendidas -
clases medias. En Argentina tuvo lugar desde mediados de la década del cincuenta,
momento en que el peronismo es revocado del poder, pero se intensificó una década
después con gobiernos dictatoriales, propensos a la importación de algunas pautas
culturales primermundistas.
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • • • 45

allí que la sexualidad moderna abriera la posibilidad para que las mujeres
participaran de lo que antes solo era privilegio de los varones. Simultánea
y necesariamente, la virginidad femenina perdió su valor moral y comen­
zaron a ser comunes los encuentros prematrimoniales . De modo que la
sexualidad no representaba ya la consumación del matrimonio sino un
espacio de exploración, de encuentro entre pretendidos/as pares (Cosse
201ob) . Con este nuevo paradigma de la sexualidad, dos de los discursos
científicos que adquirieron centralidad por s u estudio en torno al tema
fueron el psicoanálisis 2 y la sexología.3 Ambos discursos, provenientes de
geografías lejanas, tuvieron una buena acogida en el campo intelectual, cul­
tural y académico de Buenos Aires, pero también, y especialmente, fueron
un furor en los medios masivos de comunicación. Y todo esto sucedió en
un momento de florecimiento de la industria editorial y de revistas, lo que
garantizó una difusión de aquellas ideas en ámbitos no especializados.4
lsabella Cosse explica que «la renovación periodística colocó a la sexualidad
en primer plano y la convirtió en un campo de batalla de la modernización
cultural» (ibíd., pág. 87) .

2.- La exposición que se hará a continuación del psicoanálisis amerita, por


un lado, enfatizar que se trata de su versión de divulgación y, por otro, señalar
que dicho discurso se fundó mayormente en los postulados de la Asociación
Psicoanalítica Argentina (APA), única sociedad de psicoanálisis en el país hasta
fines de la década del sesenta que mantenía el canon propuesto por la Asociación
Psicoanalítica Internacional (IPA) . Esta asociación mantuvo en el país el monopolio
del discurso psicoanalítico que habilitaba las versiones de divulgación que serán
aquí tematizadas. Para una historia crítica de la APA puede consultarse García (1978)
y Plotkin (2003)
3 ,- La sexología se constituyó hacia fines del siglo XIX y en los primeros
años del siglo xx, produciendo en Alemania los primeros desarrollos destacados.
Fue sin embargo en la posguerra y en Estados Unidos donde volvió a aparecer con
fuerza. Hacia fines de la década del cuarenta, Alfred Charles Kinsey produce unos
informes revolucionarios para el campo, que fueron publicados en dos libros: en
1948 aparecerá La conducta sexual del hombre y en 1953 editarán La conducta sexual
de la mujer (Jones y col. 2011; S aavedra 2006) . En la década del sesenta, la pareja
de sexólogos, William Masters y Virginia Johnson, continúan (y transforman) el
trabajo de Kinsey (Sena 2010) .
4,- Plotkin (2003) sostiene que en el período en cuestión el psicoanálisis
se volvió objeto de consumo de una cada vez más extendida clase media. Y lo fue
no solo en su modalidad tradicional de terapia, sino como discurso explicativo de
los anhelos, deseos, temores, etc. que se consumía en diarios, revistas y hasta en
películas argentinas. El caso de la sexología fue parecido. Así, fueron frecuentes
las intervenciones de los sexólogos en los medios masivos como también las
conferencias y charlas en distintas salas de la ciudad. Ambos discursos desbordaron
los espacios de especialistas y se dirigieron a un auditorio más o menos masivo,
ávido de sus narrativas modernas sobre el sexo.
46 CATALINA TREBISACCE

El discurso psicoanalítico se constituyó en la teoría que podía no solo


hablar el lenguaje moderno, sino también proporcionar un espacio dis­
cursivo de contención. Plotkin (2003) adjudica la recepción excepcional y
extendida del psicoanálisis, j ustamente, a esta característica de brindar
a sus consumidores las herramientas para afrontar los cambios que traía
aparejado el modo de vida moderno. Por el otro lado, y de forma contras­
tante, la sexología se presentaba como el discurso vanguardista, osado y
provocativo, que no hacía muchas concesiones con sus lectores/as. Aun
así, la sexología fue también predilecta por el público «bien informado».
Florencio Escardó, el médico sexólogo argentino más renombrado, vendió
23.000 ejemplares de Sexología para la familia, el primer manual de sexología
moderna publicado en Buenos Aires, en menos de tres años. Con menor
suerte editorial, pero orbitando en el mismo discurso renovador, cabe
destacar el libro de divulgación de Julio Mafud, La revolución sexual argentina.
A nivel internacional, no puede dejar de señalarse el impacto de los
revolucionarios trabajos de William Masters y Virginia Johnson. La pareja
de sexólogos estadounidenses continuaron y profundizaron algunas de
las líneas trazadas por su antecesor Alfred Kinsey. El texto Human Sexual
Response se tradujo y llegó a Buenos Aires en 1967, solo un año después de su
aparición en los Estados Unidos. Lo mismo pasó con Human Sexual Inade­
quacy (resultado de un emprendimiento algo distinto - pero relacionado
con el texto recién citado - cuyo objetivo no era solo estudiar la sexualidad
sino más bien aportar soluciones a las parejas) que se tradujo y se publicó en
Buenos Aires en 1972, solo dos años después de su publicación en E stados
Unidos.5 Junto a estos libros se publicaron un sin número de artículos
- e incluso libros - abocados a estudiarlos y difundirlos. La sexualidad, se
podría decir, estaba «en el aire», pero también en los textos, las revistas, la
televisión, etc.
E n términos foucaultianos, tanto el psicoanálisis como la sexología
constituyen - cada uno - una scientia sexualis, es decir, un discurso que, en
su camino por «develar» la verdad del sexo, establece un régimen (propio)
de lo que debía considerarse normal y de lo que debía entenderse como
patológico.6 Pero, ¿cuál era la «verdad» del sexo tras la que corrían psicoana-

5 .- Es interesante señalar que las publicaciones de E scardó y de Mafud se


realizaron con anterioridad a la aparición de los textos de Marsters y Johnson,
incluso en lengua inglesa, lo que habla de un campo discursivo más o menos
conformado, al que los estudios Masters y Johnson solo propulsaron.
6.- Foucault (2002) desarrollo en el primer volumen de su Historia de
la sexualidad, subtitulado La voluntad de saber, su tesis en torno al dispositivo
(biopolítico) de la sexualidad. En el mismo, explicita el modo en que la proliferación
de discursos en torno al sexo, como lo fueron en el siglo XIX el psicoanálisis y la
psicopatología sexual, constituyen dispositivos de saber-poder que articularon una
«verdad» sobre el sexo. Los mismos postularon sus propios criterios normativos
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETE NTA: • . • 47

listas, sexólogos/as, divulgadores, periodistas y los/as ávidos/as lectores/as ?


¿Cuál era aquella verdad que estructuraba los regímenes de normalización
y patologización de la sexualidad? En la década del sesenta, «la verdad»
de la sexualidad estuvo ligada al problema de la obtención del placer y al
«descubrimiento» de los medios para su consecución y maximización en la
vida sexual. Más aún, podría precisarse que la «verdad» que obsesionaba
a todos estaba más bien abocada a interrogar a la sexualidad femenina,
propia de sujetos que se suponían históricamente postergados en materia
de placer sexual.

Entre frígidas y multiorgásmicas, la(s) «verdad(es)» del sexo de las


mujeres
E nmarcadas en el proceso de modernización y de liberación sexual,
pujantes representaciones sobre «la mujer moderna» hablaban de ella como
un ser social y sexualmente liberado, con la capacidad de desplegar un rol
activo en la búsqueda de su placer. Estas ideas, una y otra vez presentadas
y discutidas en la notas de revistas o diarios, pronto se convirtieron en
imperativos que empujaban a las muj eres ya no solo a ser «simples madres»,
sino a concentrarse también en conseguir orgasmos. E sto generó una
obsesiva atención (mediática, social, personal) respecto del placer femenino,
que no tardó en producir sus fantasmas. Un rumor recorrió las revistas, los
libros de divulgación, la televisión, etc. : «las mujeres están deseosas de
placer, pero la mayoría de ellas no consiguen experimentar un orgasmo».
Paulatinamente, la (no tan novedosa) fi gura de «la mujer frígida» ad­
quirió gran trascendencia social y mediática. Y sobre ella, se lanzaron tanto
el discurso psicoanalítico de divulgación como la sexología de divulgación.
«¿Cuáles son los mecanismos necesarios a desarrollar para que las mu­
jeres obten gan placer en el sexo, del mismo modo que sus compañeros
varones? ¿Cuál es la razón por la que las mujeres no gozan en el sexo?».
Estas preguntas, que se producían con cierta independencia respecto de
las prácticas concretas de las mujeres y que cargaban de dudas y ansieda­
des su sexualidad, encontraron respuestas distintas en la sexología y el
psicoanálisis. Los regímenes de verdad que, a este respecto, edificaron una
y otra scientiae sexualis fueron discrepantes. I ncluso en sus (desprolijas y
contradictorias) versiones de divulgación, compusieron marcos teóricos
diferenciados, manifestándose en los medios masivos de comunicación a
través de sutiles y caóticas batallas.
El psicoanálisis sostenía que la «frigidez» de las mujeres estaba asociada
a las dificultades que ellas debían afrontar a través del desarrollo de una

respecto de la sexualidad «verdadera», sana, no-patológica, creando a un tiempo


una zona de «sexualidades periféricas» que debían ser corregidas, controladas,
aisladas, tipificadas y - en lo posible - normalizadas.
48 CATALINA TREBISACCE

sexualidad madura y saludable. Los textos de principio de siglo del padre


del psicoanálisis, como Tres ensayos de la teoría de la sexualidad (1905), pero
también aquellos que desarrolló en la década del treinta, como Sobre la
sexualidad femenina (1931) o La feminidad (1932), proponían un esquema de
etapas del desarrollo psicosexual de los individuos que debía superarse para
alcanzar el desarrollo de una sexualidad madura. Las tesis allí desarrolladas
habilitaron lecturas de especialistas y de divulgadores/as que se empecina­
ron en conceptualizar la sexualidad en términos de un desarrollo progresivo
y teleológico. Para una parte si gnificativa del psicoanálisis posfreudiano
- sustentada en los estándares de la Asociación Psicoanalista Internacional ­
en el caso de las mujeres, la obtención de la sexualidad adulta se producía
cuando la mujer superaba la etapa clitorídea y pasaba a encontrar placer en
su vagina, para finalmente concluir en funciones maternales. La envidia al
falo podía, finalmente, ser sublimada a través de un hijo.7
De este modo, el discurso psicoanalítico construía un régimen de norma­
lidad para la sexualidad femenina que confinaba al terreno del desempeño
disfuncional a buena parte de la población. La frigidez se producía en
todas las mujeres que no alcanzaban los llamados «orgasmos vaginales»,
independientemente de si alcanzaban otras formas de placer. De hecho,
por ejemplo, el placer centrado en el clítoris era decodificado como una
patología, una atrofia que generaba mujeres «histéricas», de «inestabilidad
emocional», «Con complejo de masculinidad» y/o con una disfuncional
«competitividad con los hombres» (Moore 1972, pág. 232) . Así, la analítica
psicoanalítica de la sexualidad de las mujeres acabó produciendo sujetos
abyectos, anormales, en lugar de construir un camino para la resolución de
un supuesto trauma.
Por su parte, la sexología reconocía también la importancia que había
alcanzado el supuesto problema del orgasmo femenino. William Masters
afirmaba que «Se podría catalogar a la década del sesenta como la época
de la preocupación orgásmica» (Masters y Johnson 1972a, pág. 173 ) . El
sexólogo estadounidense señalaba que por aquellos años, gracias a la di­
fusión de la teorías sobre la sexualidad modernas, las mujeres habían
comenzado a despabilarse y «a concebir el temor de no desempañarse
correctamente, y esta es la consecuencia de las discusiones públicas en
torno de su importancia» (ibíd., pág. 173). Sin embargo, los/as sexólogos/as
consideraban que en la mayoría de los casos el problema era conductual
y no del orden del trauma. Las parejas no sabían cómo hacer para ge­
nerar placer y orgasmos en las mujeres. Para esta disciplina se trataba
principalmente de un problema de falta de conocimiento de las mujeres

7,- Otra parte importante d e l psicoanálisis ha desarrollado otras lecturas


muy contrastantes con las expuestas, a partir de los ensayos de Freud. Véase Assoun
(2006) .
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • • • 49

y sus parejas varones sobre el cuerpo femenino, resultado de una historia


de olvidos. El sexólogo argentino más destacado de entonces, Florencio
Escardó, denunciaba que « [n]uestra cultura crudamente masculinista en
materia sexual olvida [el orgasmo femenino]; olvido que es causa de múl­
tiples neurosis como lo enseña la experiencia de la clínica» (Escardó 1964,
pág. 21) . E ntonces, mientras el psicoanálisis les proponía a las mujeres
superar la etapa clitoriana y aceptar - melancólicamente - la sexualidad
vaginal, la sexología planteaba la necesidad de una reeducación de la pareja
sexual. Asimismo, la sexología procuró, cuando pudo, arremeter contra la
concepción teleológica del desarrollo de la sexualidad normal estipulada
por el psicoanálisis. Masters y Johnson, basados en sus observaciones de
laboratorio, afirmaban que no existían algo así como distintos tipos de
orgasmos, o que al menos no era posible reconocerlos fisiológicamente. Y
aseguraban que la clave del placer orgásmico de las mujeres se encontraba,
justa y principalmente, en el clítoris.8 Y no solo eso, en oposición a la
figura de la «mujer frígida» del psicoanálisis, la sexología afirmaban la
potencia de una «mujer multiorgásmica». «Uno de los hechos importantes
que verificamos - por lo menos a nuestra satisfacción - es que la mujer es
multiorgásmica por naturaleza» (Masters y Johnson 1972a, pág. 174) .
Hija de su época y de la cultura unisex, la sexología desarrollada en
los años sesenta, apuntó a señalar la paridad en las potencias sexuales
de varones y mujeres, tanto en lo que respecta al deseo como en lo que
concierne a la capacidad orgásmica. Explicaba Masters: «la respuesta sexual
del hombre y de la mujer son increíblemente parecidas, y no distintas. Esto
es lo que procuramos destacar» (ibíd., pág. 174) . De algún modo, y bajo sus
propios términos, la sexología apuntó a desandar la asimetría entre los
sexo-géneros, naturalizada tanto en el sentido común como en el discurso
psicoanalítico. Pero en este trabajo también establecía su propio régimen
de normalización de la sexualidad. El régimen de la sexualidad saludable
y gozosa que postulaba la sexología se estructuraba j ustamente sobre el
triunfo que significaba la postulación de la paridad de los sexos. E scardó
sostenía que «sin una plena reciprocidad que significa también i gualdad
no hay pareja en el sentido etimológico y ético de la palabra» (Escardó 1964,
pág. 30) . Y sostenía que algunos matrimonios, considerados honorables,

8 .- «El clítoris recibe estímulos durante la copulación cada vez que


la mujer responde a una arremetida del hombre. E sta reacción se produce
independientemente de la posición que ella ocupe. Usted verá, cada embestida estira
los labios menores hacia el recto y, en el curso de este proceso, se estira el tronco del
clítoris. De modo que no existen diferencias fisiológicas entre el orgasmo clitoriano,
el vaginal, o, por cierto, el generado mediante la fantasía. Entre paréntesis, después
de haber publicado el libro, tuvimos la oportunidad de entrevistar a tres mujeres
cap aces de elevarse al orgasmo mediante la fantasía» (Masters y Johnson 1972a,
págs. 171-172) .
50 CATALINA TREBISACCE

«representaban formas de prostitución» (Escardó 1964, pág. 30) en tanto y


en cuanto los beneficios (entiéndase, placeres sexuales) de ese encuentro
no eran iguales para las partes. 9
Ahora bien, asociada a esta paridad se imponía la noción de comple­
mentariedad de los sexos que conllevaba un sistema de valores no confesos
pero para nada inofensivos. La paridad era inmediatamente asociada a la
«integridad genital» y «la plenitud orgásmica» era derivada de una «total
integración psicofísica» (ibíd., pág. 28) resultado del encuentro de genita­
lidades complementarias: una vagina y un pene, un órgano penetrable y
un órgano penetrante. «Tal reciprocidad y tal integración genital y sexual
de la pareja constituyen la base de la familia considerada como institución
sexual», explicaba Escardó (ibíd., pág. 30) .
Las ficciones de la complementariedad se encontraban también en el
método empleado por M asters y Johnson. Ellos declaraban que para sus
investigaciones había sido fundamental el trabajo de a dos, es decir, entre
ellos dos, Masters y Johnson. No cualquier dos, sino un varón y una mujer,
y que habían procurado la reproducción metodológica de este dispositivo
trabajando con parejas de hombres y mujeres. « Lo que realmente tratamos
de conseguir en la terapia es que el hombre represente siempre al hombre
y la mujer a la mujer» (Masters y Johnson 1972b, pág. 97) . Johnson decla­
raba que lo que más le había interesado en forma personal había sido que
«el hombre y la mujer unidos en equipos de dos personas hayan podido
comunicarse» (ibíd., pág. 97) .
Así, amor, paridad y complementariedad genital componían los elemen­
tos fundamentales de una sexualidad deseable para la sexología moderna.
En otras palabras, el régimen de normalidad sexual construido desde esta
disciplina reforzaba e intensificaba, por un lado, la matriz de la heterose­
xualidad obligatoria, que, como el propio Escardó explicó, no se restringía
a los encuentros sexuales heterosexuales, sino que comprendía también
la dependencia sexo-afectiva de las partes.1 0 Y, por otro lado, lesionaba
la autonomía sexual de los sujetos, puesto que la plenitud sexual solo era
posible en la pareja (heterosexual), y especialmente la de las mujeres que no

9.- La ética sexual que proponía E scardó y cierta vertiente de la sexología


a partir de las ideas de paridad, suponían la condena a hábitos extendidos y
legitimados en las décadas anteriores amparados bajo la llamada «doble moral»
que le permitían a los varones mantener, por una lado, sus parejas estables y
por otro, sus relaciones sexuales con otras mujeres. La «doble moral» también
estuvo deslegitimada entre las agrupaciones de las nuevas izquierdas. Las doctrinas
guevarista del «hombre nuevo» inspiraron a los/as militantes a operar cambios,
de orden ético-político, en sus vidas cotidianas y en la conformación de « parejas
militantes», véase Andújar (2009b) y Cosse (201ob) .
10.- « La cópula significa el sello de un compromiso vital y moral y la expresión
de una experiencia vital ennoblecedora», sostenía E scardó (1964, pág. so) .
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • . • 51

conseguían abandonar el lugar de sujetos «relegados» en la materia. Para la


sexología, las mujeres no habrían desarrollado una sexualidad placentera
antes del encuentro complementario con el varón. De modo que las mujeres
que debían alcanzar el placer en sus relaciones sexuales, debían hacerlo
guiadas por sus expertos compañeros varones.
«Corresponde al hombre - explicaba E scardó - saber que [su mujer]
inicia una nueva realidad sexológica y que es responsable totalmente de la
sexualidad y de la genitalidad de su mujer. Este concepto es principalísimo:
el varón debe comprender que la plenitud sexual de su mujer es básica en
primer lugar para su equilibrio psicoemocional y en segundo para el de la
pareja como nueva unidad y como experiencia inédita de la sociedad; tiene
que ser el maestro, guía y conductor de su esposa y esa es una de sus tareas
esenciales en la que el tiempo empleado le será restituido en equilibrio
y felicidad futuros» (Escardó 1964, pág. 26) . En este mismo sentido, de
adjudicar la responsabilidad al varón sobre la genitalidad y el placer de u
pareja con la excusa de un compañerismo, Mafud sostuvo que « [l] a mujer
necesita del hombre para que su propio sexo sea revelado en el contacto
sexual. Desde las primeras sensaciones (a través de los toqueteos o de
abrazos hasta eyaculaciones prematuras) es el hombre el que dirige el
despertar sexual de la mujer en el noviazgo» (Mafud 1966, pág. 120) . En
otro apartado, llega a ser más radical y afirma que con la sexualidad que le
brinda el varón en la pareja la mujer «rompe también para siempre con su
pasado de mujer "asexuada"» (ibíd., pág. 91) .
Como podemos observar, el discurso científico (de divulgación) de la
sexología prometía a las mujeres modernas una sexualidad multiorgásmica,
pero dependiente de sus maridos y parejas. Las ficciones de paridad y
complementariedad, finalmente, reconfiguraban la asimetría operante
entre los géneros, pues los varones serían ahora los guías en la adquisición
de la sexualidad gozosa de las mujeres.

Ufa! con tus olvidos. Feministas y militantes homosexuales


reclamando otra economía de los placeres

«Con frecuencia se pueden ver a amantes que llevan


en los dedos sortijas cuyo engarce es el clítoris de
una amiga muerta».

Estas sortijas se llaman clítoris11

El olvido del clítoris que practicaba el discurso psicoanalítico, en un


contexto de frenesí mediático en torno a la capacidad de goce de las mujeres,

11.- Monique Wittig y Sande Zeig, borrador para un diccionario de las


amantes.
52 CATALINA TREBISACCE

exasperaba a las feministas. Una ex militante de Nueva Mujer y asociada a


la Unión Feminista Argentina,1" Mirta Henault, explica que ellas considera­
ban que «la sexualidad de las mujeres era independiente del placer de la
procreación. ¡ ¡Con el clítoris ! ! », enfatiza.13 La preocupación por el olvido o
por su posibilidad era grande, a tal punto que - cuenta Mirta - realizaron
una suerte de operativo de presión en ocasión de la visita del doctor Carlos
C astillo del Pino, neurólogo y psiquiatra español, que por entonces había
publicado Sexualidad y represión.14 Castillo del Pino venía a la Argentina a
dar una serie de conferencias para difundir su libro y había conseguido
relativa publicidad. De modo que las feministas porteñas, ni bien él puso
un pie en tierra firme, decidieron ir a buscarlo al hotel para intercambiar
algunas ideas antes de que diera aquellas charlas, para asegurarse de que no
faltaran las referencias pertinentes al clítoris. La intervención fue exitosa y
en la presentación más importante, a la que asistieron miles de personas
- según recuerda Henault - Castillo del Pino habló finalmente del clítoris
como zona erógena fundamental de las mujeres. « Fue genial, genial, fue
divino: él diciendo "que el clítoris esto, lo otro", [que] no había ninguna razón
para el coito . . . ». Explica Mirta, insistiendo en la política de visibilización
clitoriana que las feministas sostenían,: «No descartábamos nada, que la
mujer elija, que haga lo que quiera, pero ahí está, es un órgano que está,
que existe y que requiere ser atendido».15
El placer sexual debía ser desligado de la práctica de la penetración del
pene en la vagina, y esto era así también para los varones homosexuales .
L a postergación del clítoris e r a resultado del mismo sistema que negaba el

12.- En la primera mitad de la década del setenta, en Buenos Aires, surgieron


grupos de mujeres que se declararon feministas. Los que consiguieron cierta
perdurabilidad fueron la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de
Liberación Feminista (MLF) . G rupos cuya composición social e ra, fundamen­
talmente, de clase media y alta. De más corta vida: el grupo editorial Nueva
Mujer y más tarde la Asociación de Mujeres Argentinas. Todos estos grupos se
autoafirmaban independientes y al margen de la política partidaria, condición
que los diferenció de otras dos - más pequeñas aún - experiencias: Muchacha del
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Movimiento Feminista Popular del
Frente de Izquierda Popular. Todas estas militancias feministas se interrumpieron
en 1976 en los primeros meses de la dictadura militar que sumergió en las sombras
y el horror no solo a los/as militantes políticos sino a la sociedad en su conjunto,
i ncluidas las mujeres feministas. Para más detalles de la conformación y de las
características generales de los grupos puede consultarse l . Cano (1982); Vassallo
(2007); G rammático (2007); Trebisacce (2013b, 2013a, 2010) .
13.- Entrevista realizada por la autora en enero de 2012.
14.- El libro se publicó en España en 1971 y en ese mismo año ya estaba en
las librerías porteñas.
15.- Entrevista realizada por la autora en enero de 2012.
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • . • 53

placer del sexo anal entre varones. El Frente de Liberación Homosexual, 16 en


su manifiesto Sexo y Revolución de 1973, explicitaba sus alianzas políticas con
las mujeres heterosexuales, denunciando que « [l] as formas convencionales
de realizar el coito en nuestra cultura son el fiel reflejo de la dominación del
macho: la hembra está debajo de él, y la introducción del pene en la vagina
no roza necesariamente el clítoris, que es el órgano orgásmico femenino.
El coito está estructurado culturalmente para la satisfacción del varón, que
detenta toda la iniciativa y que posee el derecho legítimo de gozar (la mujer
que goza es socialmente considerada una puta) » (FLH 1973 ) . Esta forma
convencional, sostenían, es la misma que «mutila el coito anal pasivo, a
pesar de que el ano está rodeado de terminaciones nerviosas sexuales y
próximas a la próstata que, en caso de introducción de un pene, resulta
excitada pudiéndose producir un orgasmo sin necesidad de manipulación
genital» (ibíd. ) . H ocquenghem (2009), militante gay francés, en su texto
El deseo homosexual publicado por aquellos mismos años, sostenía que los
homosexuales y las mujeres compartían el carácter de histéricos (figura
patologizada del dispositivo teórico psicoanalítico) en tanto y en cuanto
sus identidades sexuales estaban desplazadas de la identidad sexual por
excelencia: la fálica, identificada únicamente con el varón heterosexual, de
placer circunscripto al acto de penetrar.
Ano y clítoris aparecían hermanados en su condición de desterrados
de la sexualidad hegemónica, heterosexual y masculina. Hocquenghem lo
sintetiza de la siguiente manera: « [en tanto y en cuanto] el falo es esen­
cialmente social, el ano es esencialmente privado» (ibíd., pág. 72) , es decir,
negado, silenciado, al i gual que el clítoris. El terreno de la sexualidad se
había convertido en un campo de batallas que mancomunaba a feministas y
militantes homosexuales. Así fue que fundaron el Grupo de Política Sexual
(G PS) que intentó ser un laboratorio de ideas para combatir los regíme­
nes de normalidad sexual desplegados por las vertientes hegemónicas del
discurso psicoanalítico y la sexología heteronormativa.17

16.- El Frente de Liberación Homosexual nace en la ciudad de Buenos Aires


a comienzos de la década del setenta de la confluencia de dos pequeños grupos, uno
de corte sindical y otro universitario. El grupo se disolvió, después de amenazas,
desapariciones y muertes perpetradas por las fracciones paramilitares de derecha
que en 1976 tomaron el poder con el golpe de E stado de las fuerzas armadas. Una
reconstrucción del FLH puede consultarse en Insausti (2007) .
17.- Concretamente el encuentro entre feministas y homosexuales porteños
se produjo tras la convocatoria lanzada por la revista 2001, para estudiar sobre
sexualidad. No fue casualidad que la reunión tuviera lugar a consecuencia de
una convocatoria lanzada por una revista de tirada masiva. Los medios masivos
de comunicación fueron centrales en la difusión de los discursos de las scientiae
sexuales del momento, como también lo fueron para la difusión de las conferencias
54 CATALINA TREBISACCE

Desde el G PS se produjeron algunos textos y se perfeccionaron estra­


tegias de intervenciones en las conferencias sobre sexualidad. H ay que
recordar que estas charlas o coloquios, que hoy son una rareza, fueron
furor en la ciudad de Buenos Aires y varias veces al mes ocupaban teatros y
salones del microcentro porteño. En ellas, psicólogos, sexólogos, médicos
generales y/o «entendidos» operaban una constante reedición del discurso
patologizante del placer homosexual y del clítoris (cuando no era silencia­
do), tomando elementos de una y otra scientia sexualis en una composición
ecléctica pero efectiva a la hora de responder a un mercado ávido de estas
nove(r)dades.
Una ex militante feminista, Marta Miguelez, pone en valor dichas prác­
ticas militantes sosteniendo: « Lo que me parece interesante, como valor
histórico, es que cuando íbamos a las conferencias sobre sexualidad - esta­
mos hablando del 72 al 74 más o menos - el clítoris no existía. El orgasmo era
vaginal en las mujeres. El clítoris no existía. Entonces cuando nosotras los
mirábamos "perdón doctor" saltaba una - Hilda Rais era impecable en eso
con el tono de vocecita siempre, así, encantador - : "yo no sé pero a mí me
dijeron que el centro orgásmico es el clítoris, ¿puede ser?"».18 Los militantes
de FLH también participaban de esas acciones, relata Marta: «Por ejemplo,
yo me acuerdo de una vez que estábamos en [el salón de la Sociedad]
Hebraica y había tres doctores hablando de sexualidad. E ntonces, lo que
hacíamos era, por ejemplo, cuando hablaban de homosexualidad masculina,
los chicos del FLH escuchaban, estaban sentados todos dispersos siempre,
esto como técnica general. Nosotras también. Entonces los tipos hablaban,
versión tradicional: "los homosexuales son hijos de madres dominantes y
padres débiles". Entonces, se levantaba uno "perdón doctor". Se ponía de
espaldas al doctor y de frente al público y decía: "yo soy homosexual y mi
mamá no tiene nada de . . . ". Te estoy hablando en la década del setenta, hace
treinta y pico de años que un hombre se parara a decir "yo soy homosexual",
no tiene que ver con hoy».19
Las feministas y los varones homosexuales, sujetos de una sexualidad
disidente de la fálica, aspiraban a la legitimación de sus prácticas y placeres.
Unas y otros apuntaban a una despatologización de su sexualidad y una
reterritorialización de las zonas erógenas: de la vagina al clítoris (del orgas­
mo vaginal al orgasmo clitoriano) y del pene al ano (del ser penetrativo al
ser penetrado) .

sobre sexualidad que, como se verá, por aquellos años interesaron a feministas y a
homosexuales militantes.
18.- Entrevista realizada por la autora en julio de 2009.
19.- Entrevista realizada por la autora en julio de 2009.
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • • . 55

En lo que concierne a la reivindicación del clítoris, las feministas conta­


ron con el «apoyo» de algunas versiones vanguardistas de la sexología. 20
De hecho, las feministas locales fueron lectoras de, por ejemplo, Naturaleza
y evolución de la sexualidad femenina de Mary Jane Sherfey quien admitía la
influencia de los estudios de Masters y Johnson en sus trabajos. 21 Asimismo,
el trascendido texto de la feminista radical estadounidense Koedt (2001),
titulado «El mito del orgasmo vaginal», recogía también los resultados
de los estudios de la pareja de sexólogos del momento para impugnar la
patologización de la sexualidad femenina que operaba el psicoanálisis. 22
Aun así, aquel mismo discurso vanguardista conllevaba importantes límites
para las mujeres y las feministas salieron a denunciarlos.
La sexología, incluso en sus versiones más progresistas, al participar
de los ideales de paridad y de complementariedad de los sexos, no solo
estigmatizaba la homosexualidad sino que también minimizaba la autono­
mía erótica de las mujeres, reinstalando así una relación de dependencia
de la mujer para con su pareja varón. En Moral Sexual en Argentina, las/os
integrantes del G PS, explicaban que «el recambio de la moral sexual»23 no
proponía una verdadera liberación de la sexualidad sino que, por el con­
trario, simplemente ampliaba el «terreno de las gratificaciones sexuales»,
solo que lo hacía de modo controlado. Llegaron incluso a sostener que, en
realidad, dicho recambio «opera contra la libertad sexual» (G PS 1973, pág. 9) .
Sostuvieron entonces que: « [e]I modelo heterosexual sigue incólume, y a
lo sumo aparece "modificado", modernizado por la idealización de la parej a
elegida "libremente" y "por amor''. Esto toma distancia de la doble moral del
matrimonio patriarcal, que permite relaciones extra-conyugales a él y se
las prohíbe a ella, pero toma distancia solo porque ahora se excluye a ambas
partes de esas relaciones en base de una fidelidad compulsiva» (1973:8). Para
los varones homosexuales, la «fidelidad compulsiva» amenazaba las posibili­
dades de conseguir algún amante ocasional - habitualmente hallables entre

20.- No contaron con esta suerte los varones homosexuales pues los
sexólogos/as vanguardistas de aquellos años, M asters y Johnson, mantenían
ciertos reparos frente a las prácticas homosexuales. Cuestión que imposibilitaba
convertirlos en aliados de la comunidad homosexual. S í, en cambio, lo fueron
los estudios de su antecesor Alfred Kinsey, quien había estado interesado
en despatologizar a la homosexualidad enfatizando el carácter más o menos
extendido de las prácticas homosexuales entre las personas autopercibidas como
heterosexuales . El FLH mecanografió, fotocopió y repartió varios pasajes de los
informes Kinsey.
21.- Naturaleza y evolución de la sexualidad femenina se editó en español en 1974
pero las feministas locales habían traducido algunos fragmentos. Los manuscritos
de estos fragmentos se encuentran en el archivo de Sara Torres.
22.- Para un estudio sobre el trabajo de Koedt, véase Gerhard (2001) .
23.- E ste era el modo en que reconceptualizaban la llamada «revolución
sexual».
56 CATALINA TREBISACCE

los varones heterosexuales , 24 pero esta moral sexual también afectaba


-

a las mujeres pues ellas debían necesariamente su placer sexual (incluso


aunque fuera mediante estimulación clitoriana) a sus parejas varones. Esto
fue lo que en definitiva denunciaron los/as militantes del G PS afirmando
que el recambio sexual «no cuestiona la relación de dependencia de la mujer
respecto al varón » (GPS 1973, pág. 6) . La libertad sexual de las mujeres
terminaba en la cama con (de) sus maridos o novios.
Ahora bien, cuando esos maridos o novios no existían o no eran estables
o eran malos amantes o malas parejas, las mujeres quedaban condenadas
a practicar un juego imposible: mandatadas a experimentar placer sexual
pero imposibilitadas de hacerlo. Este juego imposible es el que intentaron
negarse a jugar las feministas con las denuncias que gritaban en los salones
de los teatros porteños o en las pequeñas publicaciones que sacaban. Cabe
señalar que fue una característica bastante extendida entre el grupo de las
militantes heterosexuales el hecho de que vivieran relaciones de pareja con
profundos problemas, cuando no estaban ya separadas, en un país en que
el divorcio no estaba permitido por ley. 25
De modo que, mientras que los varones homosexuales militaban contra
la «fidelidad compulsiva» de las modernas parejas de pares complemen­
tarios unidos por amor, las feministas, por su parte, aspiraban también a
cuestionar esa forma de relación sexo-afectiva que condicionaba el desa­
rrollo de una sexualidad autónoma para las mujeres. Ellas reivindicaban el
orgasmo clitoriano y el autoerotismo masturbatorio, práctica más o menos
perseguida. Sobre este asunto, aún más puntual, recuerda Marta Miguelez
otra intervención en una conferencia de sexología: «Me acuerdo, hablando
de masturbación, un doctor arriba de un escenario dice " . . . bueno, porque
la masturbación es la manipulación del pene hasta la eyaculación". Yo digo
"perdón doctor, ¿y en las mujeres ?''. "Señora! Por favor!". Toda su respuesta
fue esa. O sea, para el doctor sexólogo las mujeres no nos masturbába­
mos». 26 Ante este panorama que proponían los expertos, las feministas se
abocaron al trabajo en torno a las prácticas autoeróticas. Marta explica que
en la UFA se promovían algunos ejercicios para el conocimiento del propio
cuerpo, de la propia sexualidad. «Uno de los ejercicios era masturbarnos
leyendo textos de cualquier cosa. Ubicar tu cabeza en cualquier cosa que
no fuera fantasías ni nada [ni fantasías de amor, podríamos agregar] y

24.- Sobre las prácticas sexuales de los varones gays de los tempranos años
setenta el material bibliográfico es escaso. Sin embargo, pueden consultarse los
trabajos de Insausti (2011-2012), Rapisardi y Modarelli (2001) y el de M aximiliano
Fernández publicado en este libro.
25.- La información recopilada entre todas mis entrevistas (tanto a mujeres
de la UFA como del M LF) constata que la mayorías de las militantes heterosexuales
se encontraba separadas o en malos términos conyugales.
26.- Entrevista por la autora en julio de 2009.
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: . • • 57

producir masturbación mecánicamente para ver qué pasaba con esto. Con
lo cual, maravilloso! O sea, hemos trabajado sobre nosotras mismas». 27
Los ejercicios de autoerotismo masturbartorio les permitían a las feminis­
tas aumentar el conocimiento de sí mismas, de su propia sexualidad, al
tiempo que contrarrestaban los mandatos que las hacían dependiente de la
sexualidad del varón. 28
Dicho de otro modo, las feministas se aplicaron a un trabajo sobre la pro­
pia sexualidad para lo que se sirvieron indiscutiblemente de los discursos
científicos modernos, pero también los cuestionaron. Los cuestionamientos
surgían de sus propias vivencias, experiencias afectivas y sexuales que
tenían ocasión de compartir en los grupos de estudio del G PS o en los
grupos de concienciación. 29 Puestas en común, sus experiencias eran la
base para producir un régimen de verdad(es) propio con el que disputaban
las verdades a los regímenes de la sexología y del psicoanálisis. En confe­
rencias, feministas y homosexuales buscaban con sus intervenciones poner
en cortocircuito los discursos centrados en la complementariedad hetero­
sexual de la pareja y la del pene-vagina. Reflexiona Marta sobre aquellas
intervenciones: « Pero no solo era el público el que quedaba impactado,
sino también los sexólogos que se quedaban locos porque eran la palabra
autorizada, que quedaba desautorizada! ».3º
Las feministas y los varones homosexuales disputaban, entonces, el ré­
gimen de verdad de las scientiae sexualis del psiconálisis y la sexología desde
el desarrollo de lo que Foucault denominó un ars erótica que, descentrado
de la voluntad de saber de la ciencia, fundamenta las verdades del sexo a
partir de las propias experiencias.

Heterosexualidad obligatoria y feminismo (no) lesbiano


La retórica sofocante de la dependencia de la sexualidad de las mujeres
respecto de la sexualidad de la pareja varón acosaba a todas (y todos), pero

27.- Entrevista realizada a Marta Miguelez por la autora en agosto de 2009.


28.- Se trataba de prácticas de cuidado de sí, diríamos con Foucault (2003),
pues estas son las que dotan al propio yo de sus verdades.
29.- Los grupos de concienciación fueron una práctica específica del
feminismo de los años sesenta y setenta. Nacieron en Estados U nidos y se replicaron
en todas partes desde Francia, Italia, hasta Argentina. Tenían por objeto el trabajo
sobre la subjetividad de las militantes en un camino de toma de conciencia feminista.
A diferencia de la toma de conciencia que se practicaba desde las izquierdas
(tradicionales o las nuevas izquierdas) que suponía el aprendizaje de las verdades
develadas por la teoría, la concienciación (o consciousness raising) suponía iniciar
desde Jos relatos que las participantes hacían de sus propias experiencias para
construir las verdades feministas. Sobre la creación de esta práctica puede leerse
Sarachild (1978) y para el caso de Argentina específicamente Calvera (1990) .
30.- Entrevista de Ja autora a Marta Miguelez en julio de 2009.
58 CATALINA TREBISACCE

era aún más insoportable para las mujeres lesbianas, las cuales componían
un número para nada desestimable en los grupos. En la UFA al menos tres
fi guras centrales eran lesbianas y padecían de igual modo el régimen de
normalidad (hetero) sexual imperante en el marco de la llamada «revolución
o liberación sexual». Una de ellas narró la violencia que recibía cuando
caminaba con su pareja (no declarada) por parte de los varones. Cuenta
que solían interpelarlas preguntando: - «¿Solas?» - « ¡ No, yo estoy con ella y
ella conmigo, no estamos solas! ».31 Sin embargo, esta situación no despertó
entre las lesbianas la necesidad o la convicción de que era imperiosa una
militancia específica. Tampoco de ello· las convencieron los militantes del
FLH.32
Varias fueron las razones por las cuales aquel feminismo se negó a
desarrollar una militancia en torno a la «homosexualidad femenina», para
usar la terminología de la época. En primer lugar, habría que insistir en
señalar que la llamada «revolución sexual» supuso el fortalecimiento de
la homosexualidad como un tabú infranqueable, como hemos visto. Tabú
del que no estuvieron exentas algunas de las propias militantes feministas.
Varias de las entrevistadas heterosexuales declararon que por aquel enton­
ces mantenían fuertes prejuicios en torno a la homosexualidad e incluso
confesaron el temor de que la militancia feminista deviniera una excusa
de las lesbianas para conquistar a otras mujeres. Sin embargo, esta no era
la creencia de todas ni de la mayoría de las feministas, pero aún así todas
aceptaron que la «existencia lesbiana» fue silenciada - cuando no negada ­
en los ámbitos públicos.
Era bastante usual (y lo fue por mucho tiempo más) que las feministas
fueran acusadas de lesbianas con el fin de deslegitimar su militancia, lo que
habría desalentado a las feministas lesbianas de tratar el tema. Dando por
sentado esta interpretación, buena parte de la militancia posterior acusó a
las feministas de closeteras, de no tener el coraje de enfrentar este asunto.
Sin embargo, el problema del estigma social sobre la homosexualidad, al
exterior y al interior de los grupos, fue tan solo una de las razones que deben
considerarse para explicar la «invisibilización» de la existencia lesbiana en
las filas del feminismo. La explicación que le hace más justicia a la mayoría
de los testimonios versa en torno a la convicción ideológica de la irrelevancia
del objeto del deseo. M arta Miguelez, quien por entonces se encontraba
en pareja con otra militante feminista de la UFA, explica la s ituación de
esta manera: «No sé si esto es la fantasía o la idealización o qué de la UFA,
[pero el lesbianismo] no era necesario porque para nosotras el feminismo

31.- «El machismo en la calle o una agresión cotidiana», Persona, año 1, n. 0 2,


1974. Esta misma situación me fue narrada por Marta en ocasión de una entrevista.
32.- En Argentina la militancia en torno al lesbianismo se demoró hasta la
segunda mitad la década del ochenta. Véase Tarducci (2013).
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • • . 59

era el modo o la ideología, la revolución y la liberación de todas, lesbianas,


bisexuales, heterosexuales, pansexuales, lo que fuere».33
Sara Torres, ex militante de la UFA, coincide con Marta al sostener que
la militancia feminista era entendida como una lucha más integral que
incluía a todas las mujeres. « Nosotras queríamos el tema de la identidad
como mujer, más allá de que las lesbianas tuvieran ciertas características,
nosotras queríamos hablar de un problema mayor».34 También Leonor
C alvera, ex feminista de la UFA y lesbiana, sostiene que la militancia en
torno a la identidad sexual era un horizonte demasiado limitado para ellas.
« No me parece que una reivindicación de con quién debo acostarme sea
una reivindicación que a mí me movilice. E s mucho más . . . es el mundo
entero o nada».35
El feminismo era concebido como un proyecto total, esencialmente
crítico y deconstructivo de todos los planos de la vida, mientras que la
militancia homosexual era considerada como una reivindicación parcial en
tanto y en cuanto era concebida como una lucha tan solo por la obtención de
un reconocimiento positivo.36 E n palabras de Miguelez: «el feminismo es
fundamentalmente un cuestionarse ( . . . ) el lesbianismo para mí lo que
necesita es una afirmación de la identidad lésbica y no cuestionársela
( . . . ) ¿ cómo te plantea cuestionártela? Porque aún como lesbiana [si sos
feminista] te vas a tener que cuestionar, porque el eje del cuestionamiento
son las relaciones de poder en los vínculos, y ahí no importa con quién lo
manejás [con quien te acostás] ».37
Evidentemente, todavía no estaban trazados los horizontes políticos
que abrieron las reflexiones de autoras como Monique Wittig hacia fines de
la década del setenta, Adrienne Rich en los ochenta, o Judith Butler desde
los noventa, en torno a la relevancia de la militancia de las disidencias
sexuales . Faltaban también unos años para que aparecieran los Cuader­
nos de exi.stencia lesbiana, los textos de Fugitivas del desierto y los ensayos
de Valeria Flores, por mencionar algunas de las piezas de la militancia
lesbiana posterior. E stas nuevas maneras de mirar la institución de la
heterosexualidad produj eron un desplazamiento del objeto de la crítica

33.- Entrevista realizada por la autora, agosto de 2009.


34.- Entrevista realizada a Sara Torres, noviembre de 2008.
35.- Entrevista realizada por la autora en diciembre de 2012.
36.- Cabe destacar que esta lectura de la militancia homosexual no coincide
con el modo en que el FLH concebía al activismo gay. El FLH, articulando de manera
deconstructiva elementos del marxismo, el feminismo y el psicoanálisis, situó al
activismo homosexual en el marco revolucionario, y no como una política reformista.
Como se puede apreciar en Sexo y revolución, el FLH intentó inscribir la lucha en
contra del sistema de dominación patriarcal homófobo como parte necesaria de la
batalla anticapitalista. Véase V. Cano y Trebisacce (2013) .
37.- Entrevista realizada por la autora en agosto de 2009.
60 CATALINA TREBISACCE

feminista: de la crítica a la construcción del sujeto subalterno mujer a la


crítica de la operancia de la heterosexualidad en la producción de los sexo­
géneros. Este corrimiento, que se produjo con reapropiaciones potentes y
creativas en la militancia local a partir de la mitad de la década del ochenta,
permitió una resignificación de la capacidad disruptiva de la militancia gay,
lesbiana, trans, etc. Sin embargo, estas no eran las ideas que circulaban en
los años setenta entre las femini stas, ni aún en cercanía a los varones del
FLH .

Conclusiones
La «revolución sexual» en Argentina no significó solamente la legiti­
mación social extendida de una sexualidad escindida de la reproducción
(razón por la que tampoco se circunscribió al consumo de la pastilla anti­
conceptiva) . Ella implicó, principalmente, el despliegue massmediático de
discursos científicos (psicoanálisis y sexología) que procuraban develar la
«verdad» del sexo (orgásmico) . En el marco de la desatada obsesión por
conseguir la verdad del sexo, el psicoanálisis, la sexología y el periodismo
renovado entendieron que la clave de dicha verdad estaba enlazada a la
sexualidad femenina y al genuino amor heterosexual.
Innumerables notas en revistas y diarios de actualidad (re) produjeron,
en sus propias versiones, los regímenes de normalidad y de patología que
cada una de las scientiae sexualis producía. Ríos de tintas se destinaron a
remarcar la importancia del placer orgásmico en la sexualidad de las parejas
modernas, a caracterizar a la mujer «frígida y/o clitoriana» que se constituía
como el palo en la rueda para dicho modelo, a poner en valor la paridad y la
complementariedad de los sexos para el desarrollo de una sexualidad plena,
a condenar la atrofia del placer anal y clitoriano, etc.
E sta urdimbre o, mejor dicho, esta madeja enmarañada de sentidos
(massmediáticos) en torno a «la verdad» del sexo placentero despertaron
la necesidad de una resistencia y de una contestación por parte de las
feministas y de los militantes homosexuales.38 Ellas y ellos, desamparados
de ciencia y de representaciones sociales positivas, se abocaron a grupos
de estudio y de reflexión (de sus propias vivencias) para producir colectiva
y alternativamente sus verdad(es), nacidas de sus ars eróticas.
Feministas y homosexuales debieron, entonces, idear estrategias (nece­
sariamente heterodoxas) para la confrontación y combate con los discursos
imperantes. Ensayaron pequeñas publicaciones alternativas pero también
practicaron intervenciones en los salones de difusión de los discursos pato-

3 8 .- Me interesa sostener también que estos sentidos, por lo menos en lo


que refiere a las feministas, fueron simultáneamente la condición de posibilidad de
su emergencia como feministas. Ellas son hijas irreverentes de estos discursos en
torno a la sexualidad.
UNA BATALLA SEXUAL EN LOS SETENTA: • • • 61

logizantes, en los que enfrentaban a los especialistas en sexualidad y ponían


en cuestionamiento su autoridad. El impacto inmediato de estas acciones se
adivina modesto pero recogidas estas últimas en estas (y otras) memorias,
abren innovadores y fecundos horizontes para pensar la multiplicidad de
formas de militancias, de objetivos políticos y de proyectos vitales que
tuvieron lugar en los agitados años setenta.
Ca pítu lo 4

Los c u atroc i e n tos h o mosex u a les


d esa p a re c i d os: me morias d e la
re p resi ón estata l a las sex u a li d a d es
d i si d e n tes e n A rge n ti n a

Santiago Joaquín Insausti

Desde la década del cuarenta hasta los primeros años de este s iglo,
el E stado argentino persi guió y encarceló a los disidentes sexuales . Las
fuentes evidencian que la experiencia de las «maricas» en estas décadas es
de absoluta vulnerabilidad. Apresadas por la policía por el hecho de estar
prontuariadas como «amorales», se alternaban entre la calle y el pabellón
de homosexuales de la cárcel de Devoto, al cual la mayoría de las veces
eran remitidas con treinta días de arresto. Al salir en libertad, repudiadas
por parientes, perseguidas por vecinos e imposibilitadas de tener trabajos
formales, transitaban a hurtadillas por los arrabales escondiéndose de
la policía, hasta volver a ser detenidas a los pocos meses. E s pecialmente
durante el peronismo, muchas relatan haber pasado más de la mitad del
año hacinadas en cárceles y comisarías en las que el trato era cruento y las
condiciones de detención, deplorables (Acevedo 1985, pág. 216) .
El objetivo de este capítulo es trazar una genealogía de la persecución
estatal a los homosexuales en Argentina, revisando las reconstrucciones
de la memoria por parte del movimiento por la diversidad sexual desde
la transición democrática hasta la actualidad. E n los últimos años, este
elaboró n arrativas que enfatizaban el análisis de la persecución estatal
en la última dictadura militar y subestimaban la represión en el período
previo y posterior. Este artículo problematiza las hipótesis que plantean la
existencia de un plan sistemático de persecución, tortura y desaparición
de homosexuales y travestis durante la última dictadura militar. Por el
64 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

contrario, se sostiene la presencia de una continuidad en la persecución


desde la instauración de la represión, a partir del primer gobierno del
presidente Juan Domingo Perón (1946-1952) hasta la lenta desarticulación
de los edictos policiales, comenzada durante la década del noventa.
En un primer apartado se describe el establecimiento del aparato de
represión a la homosexualidad por parte del primer gobierno peronista
y su prolongación durante los gobiernos sucesivos hasta la primavera
camporista. Luego se discute la existencia de un plan sistemático de per­
secución, tortura y desaparición de homosexuales por parte de la última
dictadura militar. Finalmente, se revisan las rupturas y continuidades de
los mecanismos represivos durante la apertura democrática y se traza la
genealogía de las luchas por la recuperación de la memoria que derivaron
en los saberes actuales sobre la relación entre dictadura y represión sexual.

Genealogía de la represión policial a la homosexualidad


El andamiaje jurídico que posibilitaba la persecución a los homosexuales
estaba conformado por los edictos policiales: un sistema parajurídico san­
cionado por las propias fuerzas de seguridad que reglamentaba los llamados
«delitos contravencionales». Los edictos eran anticonstitucionales; ni el
Poder Ejecutivo, ni la policía, en su representación, estaban habilitados
para legislar. Al mismo tiempo, la Constitución prohíbe expresamente
al Congreso delegar su función legislativa. Por otro lado, el único poder
autorizado para juzgar y condenar es el Poder Judicial.
Lo cierto es que los códigos de faltas, desde la colonia hasta entrado
el s i glo XXI, sirvieron para reprimir y controlar la circulación por el es­
pacio social de aquellos individuos que eran considerados «moralmente
peligrosos» desde esquemas cercanos a la doctrina de la profilaxis social
del positivismo médico-criminológico finisecular. Si bien los edictos no
penaban la homosexualidad, eran utilizados por las fuerzas de seguridad
para perseguir a los homosexuales mediante los artículos que sancionaban
el escándalo y la oferta callejera de sexo. Además, perseguían el desorden,
la vagancia, la mendicidad y la ebriedad, así como también reglamentaban
los carnavales, los bailes públicos y las reuniones políticas (Gentili 1995) .
El 19 de abril de 1949 se incorporó a los edictos porteños el inciso 2 H,
utilizado durante los siguientes cuarenta años para perseguir a homose­
xuales y prostitutas. El artículo penaba con treinta días de arresto a «las
personas de uno u otro sexo que públicamente incitaran o se ofrecieran al
acto carnal» (Policía Federal 1949, pág. 362) .
Sin embargo, a pesar de los edictos, desde fines del siglo XIX y hasta
las primeras décadas del siglo xx, había existido en las clases populares
de B uenos Aires una significativa cultura de hombres que tenían sexo
con otros hombres. A pesar de que estas «desviaciones» de la sexualidad
LOS CUATROCIENTOS HOMOSEXUALES DESAPARECIDOS: . • • 65

preocupaban a las elites dominantes, que veían en aquellas una amenaza


a la nación e n construcción (Figari 2012; S aless i 1995; Bao 1993) la policía
recién comenzaría a perseguir con intensidad estas prácticas un par de
décadas más tarde (Ben 2009, 2007) .
Con el primer peronisrno (1946-1955) la policía comienza a intentar
controlar el flujo del hornoerotisrno por el espacio público, en consonancia
con la conjugación de la homosexualidad en una identidad autónoma. Este
proceso se desencadena corno consecuencia de las reconfiguraciones en la
esfera de los géneros y de las familias que se dan en la segunda posguerra,
en el contexto de la radicalización de la industrializ ación sustitutiva de
importaciones iniciada en la década del treinta (Acha y Ben 2004) .
El creciente clima hornofóbico empezó a plasmarse antes de 1945 en
resonantes escándalos que inauguraron el discurso de la prensa respecto
del homosexual, que lo asoció al «otro» de la familia heteronorrnada, por
ejemplo, en el escándalo de los cadetes del ejército en 1942 y la expulsión de
Miguel de Molina en 1943 (Bazán 2004; Sebreli 1997) .
Los testimonios de homosexuales de la época coinciden en señalar que,
antes de la década peronista, estos vivían en relativa libertad, y que es a
partir del primer gobierno de Perón que la represión se vuelve, de súbito,
cotidiana y brutal (Malva 2011) .
La intolerancia se incrementó entre los años 1954 y 1955 corno contra­
partida de las tensiones entre el régimen peronista y la I glesia Católica, y
se expresó en grandes redadas que empezaron a organizarse a partir de
1954. En una razia descomunal efectuada un par de días antes de la sanción
definitiva de la ley de Profilaxis, todos los lugares de encuentro fueron
requisados y más de trescientas cincuenta personas fueron detenidas (Acha
y Ben 2004; Sebreli 1997) . Los testirnoniantes recuerdan la magnitud de la
persecución corno algo sin precedentes. Malva, una de las detenidas, relata
cómo cientos de homosexuales llegaron en pocas horas a la cárcel detenidos
en los múltiples operativos que se desarrollaban de forma simultánea en
diferentes puntos de la ciudad (Malva 2011, pág. 96) .
Las maricas aguardaban esperanzadas el golpe de 1955 pero se desilu­
sionaron de inmediato. Al contrario de lo que habían esperado, la represión
no cesó ni con Leonardi ni con Ararnburu. Con el retorno de los gobiernos
civiles, Frondizi nombró por primera vez al comisario Margaride, quien se
mantendría durante los próximos quince años en la organización de las
campañas masivas de moralidad.
Diez años más tarde, la situación no mejoraba: el gobierno de Onganía
dio lugar a una escalada de la represión en dos aspectos. En primer lugar,
los edictos policiales fueron modificados con el objetivo de evitar que los
homosexuales detenidos lograsen la excarcelación mediante el pago de
multa. En segundo lugar, la represión moral, siempre a cargo del comisario
Margaride, se extendió al conjunto de la sociedad en un momento en que
66 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

esta experimentaba cierta apertura, la luego llamada «revolución sexual».


Se volvió habitual la requisa de albergues transitorios, la denuncia de los
infieles ante sus cónyuges, el corte de pelo a los varones en las comisarías y
la detención de muchachas por usar minifaldas.1
La extensión de la represión sexual al conjunto de la población a la par
de la ilegalización de la política en su conjunto generó las condiciones de
posibilidad para la emergencia, entre 1967 y 1969, del primer movimiento
reivindicativo de personas homosexuales que intentó aliarse al conjunto
de la sociedad oprimida por la dictadura.
Este grupo, llamado Nuestro Mundo, se nucleó junto a otras agrupacio­
nes en el Frente de Liberación Homosexual en 1971. Rechazados primero
por la izquierda partidaria y ante la insistencia de los activistas más jóvenes,
el frente decidió, no sin conflictos, apostar a construir alianzas con el
peronismo de izquierda, identificándose con la esperanza de la liberación
nacional asociada al regreso del exilio de Perón.
En las memorias de muchos activistas, luego de la asunción de Cámpora,
la represión a los homosexuales mermó y se inauguró una primavera de
dos meses en la cual las maricas eran recibidas por instancias del E stado,
situación antes impensable.
Para el FLH fueron meses de m áxima actividad. E nviaron cartas a
todos los comisarios de la ciudad invitándolos a poner fin a la represión y
sumarse al pueblo en la lucha, y publicaron el periódico Homosexuales que se
distribuyó a los diferentes bloques del Congreso, además de conseguírselo
en varios kioscos del centro.2 Se reunieron con diputados y funcionarios
de gobierno, se realizaron volanteadas masivas en bares frecuentados por
homosexuales y se participó de la multitudinaria movilización que se dirigió
a Ezeiza a recibir a Perón.
Todo comenzó a cambiar tras la masacre de Ezeiza. El 20 de junio de 1973,
el coronel Jorge Osinde, responsable de la represión, empapeló la ciudad
con carteles que «acusaban» a la Juventud Peronista y a los Montoneros de
ser «homosexuales y drogadictos». Ante esa asociación, la respuesta de la
izquierda peronista fue rotundamente machista y homofóbica. Un nuevo
canto comenzó a oírse en marchas y movilizaciones: «No somos putos, no
somos faloperos: somos soldados de Perón y montoneros».
Los activistas del FLH y las maricas entrevistadas recuerdan la prima­
vera camporista como una etapa idílica, en la que se llegó a creer, por un
momento, que la represión había desaparecido para siempre. Sin embargo,
todo cambió con el regreso de Perón, quien restableció en sus funciones y
ascendió al cargo de superintendente de Seguridad al ya retirado comisario

1.- Un análisis de la moral sexual durante el onganiato puede consultarse


en el artículo de Ariel Eidelman en esta compilación.
2.- Homosexuales 1975 (Buenos Aires) julio.
LOS CUATROCIENTOS HOMOSEXUALES DESAPARECIDOS: • • • 67

Margaride3 (Anzorena 1988, pág. 276), al tiempo que la represión a los


homosexuales superaba sus límites históricos y la Triple A comenzaba a
sembrar el terror.
Las esperanzas puestas en el régimen por esta nueva generación de
activistas homosexuales se ve rápidamente defraudada. Las críticas al
gobierno de Perón serán tema recurrente de Somos, la nueva publicación
del Frente. E n febrero de 1974, el segundo número de la revista Somos,
registraba la creciente preocupación por el avance de la política represiva
del gobierno peronista. Los hechos denunciados iban desde la censura
de libros y películas hasta la represión policial in crescendo que atacaba a
jóvenes con barba, mujeres con minifalda y homosexuales: se planteaba que
la similitud con los gobiernos anteriores era tal que solo faltaba Onganía.4
En el número cuatro, en ocasión de la muerte de Perón, el frente hace
un balance muy crítico de su gestión, no pudiendo «dej ar de denunciar el
grado de represión a la homosexualidad en un año de gobierno expresado
en razias, detenciones arbitrarias y otras medidas coercitivas».5
A fines del año 1974, el FLH daba un paso más en la ruptura con el
peronismo al adjudicarle el pico represivo más importante de todo el siglo:
la razia de 1954, cuyo aniversario se conmemoraba en la Somos, n.º 5. 6
En febrero de 1975 la publicación del editorial «Acabar con los homo­
sexuales» en la revista de la ultraderecha peronista, Cabildo, organizada
secretamente por el ministro de Bienestar Social José López Rega, constitu­
yó un punto de inflexión. En este escrito se acusaba al marxismo de utilizar
la homosexualidad para «enviciar y corromper al pueblo» y se invitaba a
la formación de brigadas para recorrer los barrios cazando homosexuales
para «encerrarlos o matarlos».7 La inquietud que generó esta publicación
quedó reflej ada en el volante «El fascismo nos amenaza» en el cual el
FLH señalaba: «las bandas fascistas, apoyadas desde el gobierno, están
enfurecidas. En este momento pueden estar agrediendo a tu amigo o amiga.
¡ No lo permitamos!».

3.- Las brigadas d e moralidad no eran recordadas solo p o r los homosexuales


sino también por la izquierda peronista. Con motivo de la designación de Margaride,
el 25 enero de 1974, el diario Noticias recuerda: «es un hombre vastamente recordado
debido a los espectaculares operativos de moralidad que realizó hace casi una
década». El 29, la revista El Descamisado, órgano de prensa de Montoneros, agrega:
«De Margaride basta decir que es un fanático de la moral, uno de esos severos
funcionarios que apelan a la represión en nombre de dios y la familia» y va más allá
al considerar su designación «Un agravio al pueblo peronista».
4.- Somos, n.0 2, febrero de 1974 (Buenos Aires).
5.- Somos, 1974 (Buenos Aires) N.0 4, agosto/septiembre.
6.- Somos, n. 0 s, pág. 6 (Buenos Aires).
7.- «Acabar con los homosexuales», en El Caudillo, 1975 (Buenos Aires) 12 de
febrero.
68 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

En los meses s i guientes el incremento de la vigilancia y la represión


hizo que toda reunión política se tornase inviable; como consecuencia de
esto, a partir de 1976, los activistas del FLH dej aron de encontrarse.

La dictad ura y los desaparecidos homosexuales


Durante los últimos treinta años fue fortaleciéndose en el imaginario
colectivo la hipótesis de la implementación, por parte de la última dictadura
militar, de un plan de persecución, secuestro y desaparición de homosexua­
les y travestis. Esta posición se refiere en documentos oficiales (INADI 2010),
es objeto de panfletos políticos, 8 notas periodísticas en diarios,9 radio1º y
televisión (Canal Encuentro 2010, cap. 7), y páginas de Internet.11 A su vez,
la aparición con vida de los desaparecidos homosexuales es exigida en las
marchas del orgullo y por columnas de gays y lesbianas en las movilizaciones
del 24 de marzo.
Sin embargo, no se encontraron referencias sobre la persecución a per­
sonas en razón de su identidad sexual o de género ni en los archivos de los
organismos de derechos humanos, 12 ni en los recientemente desclasificados
archivos de la represión.
El archivo de la Dirección de I nteligencia de la Policía de la Provincia
de Buenos Aires (DIPBA) es un extenso registro de la vigilancia política
e ideológica que el E stado ejerció sobre la más poblada de las provincias
argentinas entre 1957 y 1998. Bajo la amenaza genérica del comunismo,
todo potencial enemigo del orden social era metódicamente investigado

8.- «Compañeros putos, tortas y travestis detenidos, asesinados y


desaparecidos, presentes!» Putos Peronistas 2009 (Buenos Aires) .
9.- «No hubo rostro peor de la discriminación» en Página/12 2014 (Buenos
Aires) 18 de mayo; «Investigan violación a los derechos de homosexuales en la última
dictadura» en Diario24 2012 (Buenos Aires) 26 de agosto; «Rearmando la memoria
de la diversidad sexual perseguida» en Telám 2012 (Buenos Aires) 23 de marzo.
10.- « E n la dictadura también hubo desaparecidos e n clave LGTB» en La
Viborera. (Radio E stacion Sur 91. 7) 2014 (Buenos Aires) 25 de marzo.
11.- «Se demora el reconocimiento a las víctimas gays, lesbianas y trans de
la dictadura» en AGmagazine.info 2009 (Buenos Aires) 31 de marzo.
12.- No existen referencias en el archivo del CELS, ni en el S E RPAJ, ni en la
APDH, ni en los archivos de M adres de Plaza de M ayo (línea fundadora) . A pesar
de que los legajos de la CONADE P no son accesibles al público, tampoco arrojó
resultados positivos una búsqueda en el resto de los fondos del acervo del Archivo
Nacional de la Memoria. Es menester aclarar que las violaciones a los derechos
humanos de gays, lesbianas y travestis n o estaban entre las prioridades de las
organizaciones de derechos humanos en el período aludido. G raciela Fernández
Meijide, quien participó del equipo de recepción de denuncias de la CONADEP,
me manifestó, en una comunicación personal, no haber registrado ningún dato al
respecto.
LOS C UATROC I E NTOS H O M O S EXUALES D E SAPAR E C I D O S : . . . 69

por la DI PBA a través de una nutrida red de agentes distribuidos en toda la


provincia. El volumen del archivo supera los cuatro millones de folios.
Funes (2004) redacta una descripción pormenorizada de los ámbitos
de incumbencia de la Dirección. Se rastreó la vida de los partidos políticos,
sus reuniones, sus discusiones internas, alianzas y fracturas, el derrotero
político de sus líderes y afiliados y sus publicaciones y discursos. Se vigilaron
de cerca las organizaciones estudiantiles; se investigaron los antecedentes
de los directivos, profesores, graduados y no docentes. Se registraron las
filiaciones ideológicas de las agrupaciones de los centros de estudiantes y
los militantes y se analizaron las asambleas, reuniones, alianzas y fracturas
entre agrupaciones. Se consignó el registro de todos los gremios en cada
una de las fábricas de la provincia con sus elecciones internas, listas y co­
misiones directivas, junto con los antecedentes y las filiaciones ideológicas
de innumerables sindicalistas . De un modo sistemático fueron relevadas
todas las huelgas y conflictos laborales, y se investigaron los espacios de
sociabilidad obrera como clubes y cooperativas. También fue inspeccionado
el mundo de la cultura: los informes sobre artistas e i ntelectuales y los
análisis de libros, obras de teatro y canciones consideradas «subversivos»
llenaron cientos de folios. Las investigaciones de la DI PBA abarcaron con
exhaustividad los ámbitos de la vida social, cultural y política.
Para esta investigación, las auxiliares del archivo relevaron los textos a
partir de cuarenta y ocho palabras clave cuyo objetivo fue el de reconstruir
el campo semántico de los modos de nombrar a las sexualidades no nor­
mativas en el período.13 Como resultado, se recabaron sesenta expedientes
en cuyas fojas son mencionadas, al menos una vez, estas palabras.14 Cinco
de estos expedientes fueron producidos durante el período que va desde
1957 hasta 1966; diez se redactaron durante los siete años de la Revolución
Argentina; doce, durante los ocho años que duró la dictadura; otros diez, a
lo largo de los seis años de la presidencia de Alfonsín y veintitrés, en los seis
años de la primera presidencia de Menem. En los últimos cincuenta años los
informes de inteligencia elaborados a lo largo de los períodos democráticos
superan en número a los redactados en los períodos dictatoriales. Solamen-

13.- Las palabras clave fueron recolectadas de un corpus de documentos


de época, entre los que se contaban documentos policiales y j udiciales, artículos
de prensa, libros de difusión sobre el tema y materiales producidos por las
organizaciones de homosexuales. Algunas de esas palabras clave fueron: afeminado,
amanerado, amoral, degenerado, depravado, desviado, escándalo, gay, homosexual,
homosexualismo, invertido, lesbiana, loca, marica, maricón, inmoral, pederasta,
perversión, puto, sodomita, tercer sexo, transformista, travesti, travestista, uranio,
vicioso. Se incluyeron también las derivaciones léxicas de los términos.
14.- El archivo se encuentra digitalizado y puede consultarse mediante un
motor de rastreo informático, lo que permite efectuar búsquedas de una gran
exhaustividad.
70 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

te durante la primera presidencia de Carlos Menem se produjeron más


documentos que durante los gobiernos de Onganía, Levingston, Lanusse,
Videla, Viola, G altieri y Bignone j untos.
Además, los legajos redactados antes y después de la apertura demo­
crática son muy diferentes. Antes de r984 la mayoría de las menciones son
marginales . Por ejemplo, durante la última dictadura, de los doce legajos
que mencionan las palabras rastreadas, siete las utilizan en la caracteri­
zación circunstancial de alguien que es investigado por razones políticas.
E stos casos refieren a la supuesta filiación marxista de una directora de
escuela, de cuyo hermano se dice que es afeminado, 15 a las simpatías extre­
mistas de otro director sospechado de ser amoral, 16 al perfil de los treinta
participantes de una secta, entre los que habría un amoral y una lesbiana, 17
a la caracterización de un conocido extremista, del cual se dice que es de
aspecto « simiesco, amanerado y melífero»18 y a un activista del E R P en
cuya descripción física se consigna que «es de caminar afeminado».19 De
los restantes cinco casos, tres refieren a escándalos sexuales (un grupo
de vecinos pide la expulsión de un cura por homosexual, 20 y una celadora
supuestamente lesbiana prostituye por las noches a las internas de un
neuropsiquiátrico) 21 y, en los otros dos las palabras buscadas aparecen
utilizadas como injurias: la pared de una escuela aparece grafiteada con
agravios a los profesores, entre los cuales se encuentra «Pocha lesbiana»22 y,
en el contexto de una pelea, un párroco insulta a otro llamándolo «amoral». 23
Eso es todo. Durante la última dictadura militar, mientras los agentes
de inteligencia dedican millones de fojas a radiografiar con meticulosidad
todos los ámbitos de la actividad gremial, política, cultural e intelectual de
la provincia, ningún expediente se dedica en exclusividad a la observación
de personas en razón de su orientación sexual. La s ituación cambia con
la apertura democrática. A partir de la década del ochenta, se produce un
fortalecimiento de las agrupaciones gays en la arena política de la mano
de una articulación con el resto de las organizaciones sociales. Su reclamo
principal, el cese de los edictos policiales, constituye una impugnación per se
a las fuerzas policiales. Es allí cuando la CHA participa en la organización de
marchas en contra de la represión policial y aparece en los medios masivos

15.- Fondo DIPBA, Mesa «D(s) », carpeta varios, legajo 13.732.


16.- Fondo DIPBA, Mesa «A», factor estudiantil, legajo 242.
17.- Fondo DIPBA, Mesa «D(e) », factor religioso, legajo 2.791, tomo IV.
18.- Fondo DIPBA, Mesa « D(s) », carpeta varios, legajo 5.903.
19.- Fondo DIPBA, Mesa «XXX », carpeta varios, legajo 4,653.
20.- Fondo DIPBA, Mesa « D (e)», factor religioso, legajo 582.
21.- Fondo DIPBA, Mesa «D(e) », factor social, legajo 10. La Plata 7ma.
22.- Fondo DIPBA, Mesa «D(e)», factor social, legajo 140. La Plata 9na.
23.- Fondo DIPBA, Mesa «D(s) », factor religioso, legajo 920.
LOS CUATROCIE NTOS HOMOS EXUALES DESAPARECIDOS: • • • 71

de comunicación acusando directamente a la policía.24 Este es el momento


en el que la DIPBA empieza a interesarse en el activismo gay-lésbico.
La cantidad de expedientes hallados durante el período democrático
- minúscula, en relación con el volumen total del archivo - no prueba la
exi stencia de interés en los movimientos de diversidad sexual por parte
del aparato de inteligencia policial. S i n embargo, en contraste con los
expedientes ante riores a 1984, en los cuales la mayoría de las referencias
eran circunstanciales, es necesario señalar que, durante la democracia,
el activismo homosexual se convierte en el asunto central de casi todos
los expedientes analizados . De los veintitrés expedientes producidos en
democracia, ocho refieren a la participación de la CHA en diferentes mani­
festaciones; la mayoría, en contra de la represión policial. Otros dos refieren
al activismo: uno relata la golpiza propinada a un militante homosexual
por una patota ligada al intendente de S an I sidro, Melchor Posse, 25 otro,
el intento de una organización travesti de Mar del Plata de obtener la
personería j urídica. C inco más reseñan los conflictos entre los grupos
homosexuales y la Iglesia Católica: entre estos, las críticas de Quarracino a
la comunidad homosexual26 y la querella de la C HA contra un párroco por
incitación a la violencia. 21
El estudio de los archivos de la DI PBA demuestra que el objetivo prin­
cipal del aparato represivo del Estado durante la última dictadura fue el
control de la disidencia política. El interés de la inteligencia militar y policial
en los activistas homosexuales surge con la democracia.
Sumado a lo anterior, hay otros indicios que ponen en cuestión la
existencia de un plan de desaparición de homosexuales por parte de la
última dictadura militar. Néstor Perlongher, recordado como líder indis­
cutido del movimiento homosexual en los años setenta, es detenido varias
veces durante la dictadura por infracciones a los edictos y liberado a las
pocas semanas sin mayores inconvenientes (Perlongher 1997, pág. 256) . En
una ocasión, en 1978 es detenido por posesión de marihuana y pasa seis
meses preso (Bazán 2004, pág. 371) . Luego, también durante la dictadura,
consigue trabajo como asistente social escolar en el Ministerio de Educación
de la Provincia de Buenos Aires ( Perlongher 1997, pág. 256) . Anabitarte,
otro militante histórico, niega la existencia de un plan de persecución
sistemática y en una entrevista narra la reacción de la policía al encontrar
documentos de Nuestro Mundo en una requisa efectuada en su domicilio:

24.- A modo de ejemplo véase: «Critican a la policía los homosexuales» en La


Nación 1985 (Buenos Aires) 31 de julio y «Los homosexuales denuncian que la policía
federal los está persiguiendo» en Crónica 1985 (Buenos Aires) 30 de j ulio.
25.- Fondo DIPBA, Mesa « D (e) », factor social, legajo 220. Año 1993.
26.- Fondo DIPBA, Mesa « D (e)», factor religioso, legajo 3.520.
27.- Fondo DIPBA, Mesa « D (e) », factor religioso, legajo 3.261.
72 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

«Yo no estoy seguro de que haya habido una represión espe­


cífica contra los homosexuales . E nrique Raab desapareció. . .
estaba en el E RP. Yo creo que desapareció porque estaba en
el E RP, no porque fuese homosexual. De todas maneras, me
parece que es un agravante ser homosexual porque ahora en
las fichas que están apareciendo aparece: "j udío", "negro" . . .
evidentemente si sabían de alguien hubiesen puesto "puto''.
Seguramente tendrías peor parte.
»¿ H abía torturas específicas? Eso, me imagino que sí, pero lo
que no se puede decir es que haya habido una razia específi­
camente contra nosotros. Néstor va preso, pero yo creo que
por otros motivos, va más que nada porque había fiestas en
su casa, no por otros motivos, no se podría decir, y no hay
pruebas, que en la dictadura alguien decidió "vamos a liquidar a
los gays", porque homosexuales del Frente, muertos, realmente
no tenemos . . . habrá gente que habrá muerto, gente gay ha
muerto pero porque estaba en otras, y si yo hubiera muerto, por
ejemplo, también es porque estaba en una agencia de noticias
asociada al mundo del Este, o porque era dirigente sindical de
correo, posiblemente eso les importaba más e n su momento
que que uno fuera gay . . . H ay una vez que vienen a Lanús a
buscarme antes de la dictadura, y me acuerdo que hay en mi
habitación papeles del grupo Nuestro Mundo, el policía que revisa
los mira así y los dej a . . . no se los lleva. Por ahí era gay, nunca se
sabe, pero no se los lleva, los dej a. Se lleva las cosas sindicales,
políticas, lo gay que estaba ahí no se lo lleva, y a mí no me
interrogan preguntándome por el Frente o preguntándome
por mi situación homosexual, me interrogan por la muerte de
un policía y quedo en libertad».28

Otro activista de la época, Zelmar Acevedo, sugiere que la represión a


los homosexuales podría haber sido menos cruenta durante la dictadura, ya
que había una menor atención por parte de militares ocupados en reprimir
la subversión política: 29

« E . : ¿Tenés compañeros que hayan sido desaparecidos? ¿ S e


detenía gente por s e r homosexual?
»Z. A.: No, los militares estaban en otra cosa. Es más, el prejuicio
machista daba por sentado que un homosexual no podía ser
(guerrillero) . A veces yo creo que su condición le pudo haber
salvado a más de uno».
28.- Entrevista a Héctor Anabitarte, Buenos Aires, 9 de mayo 2006.
29.- Entrevista a Zelmar Acevedo 2010 (Buenos Aires) 30 de enero.
LOS CUATROCIENTOS HOMOS EXUALES DESAPARECIDOS: • • • 73

Circuito contravencional y circuito desaparecedor


Existen testimonios que prueban la circulación de homosexuales y
travestis por los centros clandestinos de detención (CCO) . Un caso es el de
Valeria Ramírez, una travesti que testimonió haber estado detenida una
semana en el CCO bonaerense « Pozo de Banfield» (Lewin 2014, págs. 498-
510 ) . También, en un testimonio registrado en Memoria Abierta, una mujer
sobreviviente señala haber compartido la reclusión con detenidas traves­
tis.30
Los secuestrados por su filiación política, los detenidos por causas
penales a pedido del Poder Judicial y los detenidos a causa de infracciones
contravencionales seguían derivas diferentes en su tránsito por los espacios
de detención que, sin embargo, tenía puntos de contacto.
Si bien tanto el circuito desaparecedor como el contravencional implica­
ban tortura y muerte, no hay que perder de vista que tenían características,
lógicas y finalidades dife rentes . Calveiro (1998) señala que el objetivo de
los campos de concentración y exterminio fue la desaparición física de la
subversión política. La persecución y detención de maricas y homosexuales
no perseguía el asesinato masivo de los contraventores, sino el discipli­
namiento de la sexualidad y la exclusión de los infractores del espacio
público.
La tortura a los detenidos por razones políticas era sistemática y tenía
como objetivo quebrar a la víctima y extraerle información para alimentar
la maquinaria represiva. En cambio, en el caso de los detenidos contraven­
cionales, no se buscaba obtener la denuncia del paradero de sus parejas o
amigos sino que, sin ser menos brutal, era producto de la homofobia de
policías y guardia cárceles.
El fin mayoritario de los detenidos políticos terminó siendo la desapari­
ción y muerte, que tenía como propósito tanto la invisibilización del aparato
represivo como la eliminación definitiva de la insurgencia. Las muertes,
en el caso de los detenidos por orientación sexual, no parecen haber s ido
parte de un proyecto planificado de corte higienista ni haber tenido como
objetivo controlar su accionar político.
Los circuitos que seguían los detenidos contravencionales y los deteni­
dos políticos eran muy diferentes. Tras exhaustivas tareas de inteligencia,
estos últimos eran arrestados en sus domicilios por grupos de tareas nume­
rosos y armados; luego eran «tabicados» y trasladados a un CCO, en donde
de inmediato se los sometía a sesiones intercaladas de i nterrogatorios y
torturas. El objetivo era extraer la mayor cantidad de información posible
antes de que los compañeros de la víctima descubrieran su desaparición.
Los detenidos contravencionales eran capturados circunstancialmente
en la vía pública, detectados por su expresión de género o por sus actitudes

30.- Memoria Abierta, «Testimonio de Gloria Enríquez», Buenos Aires, 2010.


74 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

«sospechosas» en bares o baños públicos. E ran golpeados y maltratados


mientras se los trasladaba a una comisaría, donde eran forzados a firmar
una confesión, para luego cumplir la condena en la comisaría o en el pa­
bellón de homosexuales de la cárcel de Devoto. En ambos casos sufrían
condiciones de detención deplorables, violaciones y golpizas frecuentes
que podían terminar en la muerte. Sin embargo, solían ser liberados a los
treinta días.
E n muchos casos, los c ircuitos descriptos se solapaban. Por ejemplo,
G loria E nríquez, relata haber compartido su encierro, en la comisaría de
Tigre, con un grupo de travestis. En su testimonio para Memoria Abierta,
Gloria declara:

«También me acuerdo que había unos travestís en la comi­


saría que me decían: "Señora, si no le molesta, la ropa mía
íntima es limpia, mi mamá cuando me trae, yo se la doy, si
no se ofende . . . ". Y gracias también a ellos me salvé un par de . . .
varias de policías que se me metían al calabozo, dos que me
tapaban la boca y querían hacer de las suyas y se avivaron estos
chicos travestis, y empezaron a hacer lío, a revolucionar todo. Se
fueron [los guardias], los sacaron a ellos y, pobrecitos, entraron
al otro día, antes del cambio de guardia, les hicieron limpiar
toda la comisaría y yo creo que hasta se los violaron».31

Muchos CCD funcionaban en comisarías y en otras dependencias po­


liciales. E s posible que en estos, los detenidos por razones políticas se
cruzaran con deten idos contravencionales y detenidos penales. A pesar
de que en varios centros clandestinos de detención porteños, como la
E S MA, es difícil pensar la convivencia de detenidos políticos y detenidos
contravencionales, es posible que en otros hayan compartido baños, patios,
celdas y otras instalaciones.
Asimismo, es plausible suponer que las patotas militares hayan deteni­
do y desaparecido a los homosexuales que hayan tenido el infortunio de
cruzarse en su camino. Pilar Calveiro cuenta que en mayo de 1977 una patota
se equivocó de dirección y registró los cuartos de una pensión. En uno de
ellos encontraron fotos que consideraron pornográficas, en las que se veía
a menores, por lo que deduj eron que: « [la persona que allí habitaba] era
un perverso sexual. Así que procedieron a esperar su llegada y a secuestrar
a aquel hombre. Así lo hicieron, lo llevaron hasta la Mansión Seré y allí lo
torturaron hasta su muerte» (Calveiro 1998, págs. 67-68 ) .
Calveiro señala que e l secuestro d e las que denomina «víctimas casuales»
contribuyó a la diseminación del terror al evidenciar un poder arbitrario e
inapelable. No obstante el considerable número que alcanzaron, alcanzaron

31.- Memoria Abierta, «Testimonio de Gloria Enríquez», Buenos Aires, 2010.


LOS CUATROCIENTOS HOMOS EXUALES DESAPARECIDOS: . . • 75

estas son apenas una mínima proporción de la totalidad de víctimas. Con


todo, el control sobre la población fue implacable. El tránsito por el espacio
público, en el caso particular de h ippies homosexuales, prostitutas y de
,

todo aquel que ya fuera potencial objetivo de la represión estatal antes de


la dictadura, implicaba el peligro de ser detectado y detenido; y en el peor
de los casos, torturado y asesinado.
También es cierto que, como señala Héctor Anabitarte en la entrevista
citada, muchos militantes revolucionarios - y, por consiguiente, muchos
detenidos desaparecidos por razones políticas - eran homosexuales . Un
caso paradigmático es el de Enrique Raab, periodista del diario La Opinión,
militante del PRT-E R P y director de la revista Nuevo Hombre, órgano de
difusión del partido. El informe Nunca Más describe su secuestro junto a su
pareja en 1977:

« . . . fue rodeada totalmente la manzana donde se asienta su


domicilio por personas fuertemente armadas, a escasos cien
metros de la comisaría seccional 1º de Capital Federal. Obliga­
ron al portero a acompañar a los captores hasta el departamento
de su vivienda, ametrallaron la puerta de acceso (causando
heridas a Raab), y encapucharon a ambos residentes, Raab y [su
pareja] Daniel Girón, para introducirlos en un vehículo que par­
tió con destino desconocido. Una semana después, G i rón fue
liberado, sin conocerse aún la situación de Raab» (CONAD E P
2013, pág. 373).

El relato del secuestro de Raab se distingue del de las detenciones por


contravenciones. E s innegable que eran diferentes las lógicas mediante
las cuales el Estado perseguía a los disidentes políticos y a los disidentes
sexuales.

Las memorias de la dictadura en la transición democrática


Como ya había sucedido al asumir Cámpora, con la caída del Proceso,
los homosexuales creyeron que, al retornar la democracia, se pondría fin a
la represión policial. Un hecho es representativo de esta esperanza puesta
en la democracia: el 10 de septiembre de 1983 se llevó a cabo en el barrio
de Belgrano la que luego sería recordada como la última gran razia de la
dictadura e inspiraría el nombre del grupo «10 de septiembre» de la C HA.
En esa ocasión, doscientas personas fueron detenidas en una fiesta privada
y derivadas a la comisaría del barrio.
El optimismo era tal que solo tres meses más tarde, la misma noche del
10 de diciembre de 1983 en la que Raúl Alfonsín había asumido la presidencia
de la nación, abría sus puertas, en Pueyrredón y Las Heras, el «Old Bricks»,
el primer boliche gay de la era democrática. Sin embargo, al igual que en la
76 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

primavera camporista, enseguida llegaría la desilusión. El 22 de marzo de


1984, una razia en el boliche «Balvanera» terminó con cincuenta detenidos,
y significó un baldazo de agua fría para los activistas homosexuales, que no
tardaron en darse cuenta de que continuaban operando intactos el aparato
policial y el andamiaje paralegal que posibilitaban la persecución. Si bien el
trato en las comisarías había mejorado, los apremios ilegales eran menos
frecuentes y se advertía cierta reducción en los tiempos de detención, los
homosexuales seguían siendo detenidos en el espacio público y las razias se
incrementaron hasta volverse habituales.
El 17 de abril de 1984 se fundó la Comunidad Homosexual Argentina
(CHA), una federación de diferentes grupos que se articularon con el ob­
jetivo de luchar contra la represión policial. En su primera solicitada en
el diario Clarín inauguraron el lema que los acompañaría durante toda la
década y que expresaba la línea de la organización: «Con discriminación y
represión no hay democracia».3 2 En esta solicitada, que exigía el cese de las
detenciones arbitrarias y de las razias, quedaba claro que, desde la óptica
de la CHA, la dictadura todavía no había terminado para los homosexuales.
Un par de meses después el G rupo de Acción G ay, miembro de la C HA,
publicaba el primer número de Sodoma. En una nota titulada «¿Y ESTO ERA
LA DEMOCRAC IA?» se insistía en que, para los homosexuales, se percibía
cierta continuidad con la dictadura.33
En octubre, la C HA publicó el número inicial de su primer órgano
de difusión, el Boletín, 34 que desde un principio se dedicó a denunciar el
incremento de la represión. Las notas de tapa enumeraban las razias y
detenciones: el 27 de diciembre, nueve personas fueron demoradas en el
boliche « Ponciano» y delatadas en sus trabajos y hogares. El 14 de enero,
once fueron detenidas en el local «Pij ama» y, tan solo tres días después, otras
catorce en el café «Luz Verde».35 En el número siguiente el listado proseguía:
el 29 de enero, numerosas personas son detenidas en el cine «Avenida»
por aplicación del 2 H; cuatro días después, otras veinte fueron apresadas
en la discoteca «Contramano» por ebriedad, desacato o averiguación de
antecedentes. Cinco días después, el 7 de febrero, la concurrencia del local
«Viceversa» era conducida, caminando, a la comisaría 17.36 El G rupo de
Acción Gay compartía la misma preocupación en el segundo número de la
revista Sodoma. La nota «Las hilachas de la democracia» señalaba que en los
últimos dos meses la cantidad de detenciones en las razias efectuadas en
bares superaba el centenar, sin contar a los detenidos en la vía pública. El
artículo recordaba las expectativas colocadas en la democracia solo unos

32.- «Solicitada» en Clarín 1984 (Buenos Aires) 28 de mayo.


33.- Sodoma, n.0 1, pág. 5, 1984 (Buenos Aires).
34.- Boletín 1984 (Buenos Aires) N.0 1, octubre.
35.- Boletín, n.0 3, pág. 1, 1985 (Buenos Aires).
36.- Boletín, n.º 4, pág. 1, 1985 (Buenos Aires) .
LOS CUATROCIENTOS HOMOSEXUALES DESAPARECIDOS: . . . 77

meses antes para lamentarse: «el reanimamiento de la represión policial


ha convertido el breve período democrático en una simple tregua».37
A partir de 1983, con la caída del régimen dictatorial, tiene lugar el
llamado «destape»: luego de los años de plomo de la dictadura, la cultura
sale a las calles y hay una liberalización de las costumbres. Se presentan
películas y obras de teatro de temáticas controvertidas a la par que los
kioscos se llenan de publicaciones polémicas que van desde la pornografía
explícita, pasando por revistas como Viva, Destape y Shock, que alternan
la fotografía erótica con notas « serias» celebratorias de la sexualidad, y
revistas progresistas como El Porteño o Cerdos y Peces que comienzan a
tratar el tema de la sexualidad de modo desinhibido. E n esas revistas
progresistas de difusión masiva, algunos activistas homosexuales tuvieron
la oportunidad de publicar notas de i nvestigación. El 14 de noviembre de
1983, menos de un mes antes de la asunción de Alfonsín, Juan José Sebreli
publica en la revista Perfil una investigación titulada « Historia secreta de
los homosexuales porteños» (Sebreli 1983), una versión preliminar de su
ensayo fundan te, publicado en la compilación Escritos sobre escritos, ciudades
bajo ciudades (Sebreli 1997) . El texto no desarrolla el tema de la represión en
dictadura, sin embargo, catorce años después en Escritos . . . , agrega:

« . . . la persecución alcanzó los mayores picos de la historia, pero


debe enmarcársela en el cuadro general del terrorismo de Esta­
do y de la represión contra toda actividad política y social ( . . . ) .
No s e trataba de una persecución exclusiva a los homosexuales,
pero en cualquiera de estos operativos, a todos los homosexua­
les que eran detectados se los detenía inexorablemente» (ibíd.,
pág. 326) .

Sebreli no hace referencia a la persecución sistemática ni a los desapa­


recidos. En cambio, sí expresa un recrudecimiento de la represión que,
a excepción del interludio de C ámpora, comienza en 1966 y no en 1976.
Esos agregados a la edición de 1997 coinciden con algunos argumentos que
venían siendo planteados por otros autores.
Benítez (1984) publica « H i storia de la represión sexual en Argentina»
en El Porteño. El ensayo, junto con la historia del FLH de Perlongher (1997),
es incorporado al año s i guiente en Homosexualidad, hacia la destrucción de
los mitos de Zelmar Acevedo. En la sección dedicada al período 1976-1983,
titulada « Los años miserables», Benítez sostiene la hipótesis que años
después retoma Sebreli: «El ocio policial que siguió a la derrota de los mo­
vimientos armados trae la necesidad de ocupar a tanto personal inactivo»
(Benítez 1985, pág. 235). Desarticulada la militancia armada, la gigantesca
arquitectura represiva montada para combatirla queda vacante y, para no

37.- Sodoma, n.0 2, pág. 24, 1984 (Buenos Aires) .


78 SANTIAGO JOAQUÍN I NSAUSTI

perder su razón de ser, se vuelca a controlar a la población en general. Como


resultado, terminan por llevarse la peor parte las personas consideradas
«sospechosas» o «raras» como los homosexuales, las prostitutas o los jóvenes.
La ciudad se militariza y se acrecientan los controles de automóviles, las
requisas en trenes y colectivos y las detenciones arbitrarias con el fin de
cumplir con una cuota de detenidos. E n este proceso, los homosexuales,
una vez «detectados», terminan ineludiblemente arrestados en Devoto por
treinta días (Benítez 1985) .
Es necesario señalar que en los libros militantes pioneros tampoco hay
referencias concretas al secuestro y desaparición de personas en razón de
su identidad sexual. No mencionan el tema ni Jockl (1984), en ese entonces
secretario de la CHA, en su libro Ahora losgays, ni Acevedo (1985), ex miembro
del FLH y candidato a presidente de la C HA en las elecciones de 1985, en
Homosexualidad, hacia la destrucción de los mitos. Tampoco hay referencias
en los dos ensayos escritos por Anabitarte (1982, 1979) desde el exilio en
España: Homosexualidad, el asunto está caliente y Estrictamente vigilados por la
locura.
Se trata de cuatro ensayos políticos escritos por referentes del FLH y
de la C HA que denuncian la persecución a los homosexuales y que fueron
producidos durante la dictadura o en la transición democrática. Es difícil
imaginar que, de haber existido un plan sistemático de exterminio de los
homosexuales, este no hubiera sido denunciado por estos textos.
Desde sus inicios, la CHA decidió definirse como una organización de
derechos humanos y aunó lazos con el resto de las organizaciones afines
para luchar contra la represión, bajo la premisa de que «el libre ejercicio
de la sexualidad es un derecho humano». Los activistas homosexuales
participaron de las marchas de los organismos de derechos humanos, pero
no en reclamo de justicia para los homosexuales desaparecidos durante la
dictadura. La participación de la C HA en estos eventos tuvo el propósito
único de denunciar las violaciones a los derechos humanos que se seguían
perpetuando contra gays y lesbianas. El objetivo era aliarse con la sociedad
civil para reclamarle al Estado el fin de la represión. Por consiguiente, era
mucho más útil sostener la existencia de una continuidad en la represión
que denunciar abusos pasados, perpetrados en un período clausurado de
la historia.

La producción de la memoria de los homosexuales desaparecidos


En 1987, Carlos Jáuregui, primer presidente de la C HA, publica La ho­
mosexualidad en Argentina. En este libro aparece referida por primera vez la
pregunta por los homosexuales desaparecidos.
LOS CUATROCIENTOS HOMOSEXUALES DESAPARECIDOS: • • • 79

«Es muy difícil precisar si alguna persona desapareció a causa


de ser homosexual. No hay información ni - desgraciadamen­
te - la habrá nunca. Como sabemos, los asesinos se cuidaron
de borrar el mayor número de huellas posible. Pero el con­
vencimiento íntimo nos llevaba a creer que entre los miles de
compañeros desaparecidos, víctimas del terrorismo de Estado,
debía haber, cuando menos, algunos centenares que fuesen
homosexuales .
» E l dato estadístico no es oficial, no fi gura en el Informe d e la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas Nunca
Más, pero uno de los integrantes responsables de la CONADEP
afirma la existencia de, por lo menos, 400 homosexuales inte­
grando la lista del horror. El trato que recibieron, nos informó,
fue similar al de los compañeros judíos desaparecidos: especial­
mente sádico y violento. E n su totalidad fueron violados por
sus moralistas captores.
»No los conocimos, no los conoceremos jamás. Son, solamente,
cuatrocientos de los treinta mil gritos de j usticia que laten en
nuestro corazón» (Jáuregui 1987, pág. 170) .

Jáuregui plantea el problema con cautela; señala la dificultad de reca­


bar información y difunde un trascendido: muchos de los desaparecidos
habrían sido homosexuales . Sus párrafos no sostienen la existencia de un
plan sistemático de desaparición, no fraguan una interpretación y dejan
abierta la duda: el activista no señala si los homosexuales registrados en la
lista de la CONADEP habrían sido detenidos y desaparecidos a causa de su
identidad sexual o por su militancia en la izquierda.
Sin embargo, en marzo de 1996, publica en la revista NX una nota
muy poco recordada en la que completa las informaciones vertidas en
su libro revelando la fuente y aclarado que estos cuatrocientos secuestrados
no lo habían sido en razón de su orientación sexual: «Marshall Meyer
había detectado en su nómina de diez mil personas denunciadas como
desaparecidas a cuatrocientos homosexuales. No habían desaparecido por
su condición, pero el tratamiento recibido, afirmaba el rabino, había sido
especialmente sádico y violento» (Jáuregui 1996, pág. 10) .
Las memorias de la represión y de la militancia de los años setenta
empezaron a experimentar cambios a principios de este siglo en el clima
de la efervescencia militante que siguió a la crisis de 2001. En la política
LGTB, eso se traduj o en el estallido de una pluralidad de pequeñas agrupa­
ciones radicalizadas de j óvenes que, influenciados por el anarquismo, el
autonomismo y la política queer, se aliaron a los grupos que habían venido
resistiendo la avanzada neoliberal de los noventas en el cuestionamiento al
80 SANTIAGO JOAQ.UfN INSAUSTI

reformismo y a la burocratización de las organizaciones históricas. Es así


como, luego de años de silenciamientos, se rescata la memoria del FLH y se
indaga en la experiencia del homosexual durante los años de plomo.
Dos libros, la Historia de la homosexualidad en la Argentina de Bazán (2004)
y la investigación de Rapisardi y Modarelli (2001), refieren al tema cen­
trándose en casos particulares y evitando las definiciones taxativas. Am­
bos estudios, debido al recorte específico que hacen de la represión en
la dictadura, comienzan a dar entidad como fenómeno autónomo a los
homosexuales desaparecidos, si bien no abonan directamente la hipótesis
del plan sistemático.
La circulación de las narrativas sobre los homosexuales desaparecidos se
magnifica a partir de 2004, en el contexto del reanudamiento de los juicios
a los represores y de la emergencia de una amplia variedad de políticas de
reparación a las víctimas, acompañadas de una creciente promoción por
parte del Estado de instancias de investigación y difusión de la historia de
la represión.
Paralelamente, la dictadura empieza a transformarse en uno de los
principales antagonismos que organizan la política nacional argentina, al
tiempo que los derechos humanos vuelven a convertirse en un significante
que cohesiona a la comunidad política y que otorga una legitimidad incues­
tionable a las demandas planteadas. En ese contexto, las organizaciones de
diversidad sexual empiezan a efectuar modificaciones en la producción de
sus historias fundacionales.
Las dudas enunciadas en condicional en aquellos tres párrafos del
libro de Jáuregui en 1987 son sometidas a un particular mecanismo de
citación y recitación. Progresivamente, los reparos y la cautela de Jáuregui
se desdibujan a medida que la referencia comienza a ser citada, a circular,
y a ser referida de modo formal e informal.38

38.- El texto de Jáuregui es referenciado en muchos escritos m ilitantes y


académicos en Argentina. Entre otros Bazán lo reproduce literalmente (Bazán 2004,
pág. 383) y Rapisardi lo refiere en una nota al pie ( Rapisardi 2009, pág. 986). La
circulación de citas se produjo también en el ámbito de la academia estadounidense.
Por ejemplo, los mencionados párrafos de Jáuregui son reproducidos con algunas
variaciones en un informe de GaysDC (1995). De allí, son traducidos e incorporados
a una ponencia presentada por Brown (1997) en México en un congreso de la Latin
American Studies Association, la cual es publicada después como un artículo en
la revista Latin American Perspectives (Brown 2002, pág. 121) y como un capítulo en
la compilación The Global Emergence ofGay and Lesbian Politics (Adam, Duyvendak
y Krouwel 1999) . Este último libro a su vez e s citado dos años después en otro:
The No-Nonsense Guide to Sexual Diversity (Baird 2001) . Tras circular catorce años a
través de diferentes lenguajes y géneros discursivos, la cita queda formulada de esta
manera: «In Argentina the targeting of gays was very explicit. After the March 1976
military coup, gay activist were tortured and murdered. ( . . . ) One member of the
LOS CUATROCIENTOS HOMOSEXUALES DESAPARECIDOS: • • • 81

Las aclaraciones posteriores que contextualizan los aportes del libro y


señalan que estos detenidos no lo habían sido en razón de su sexualidad son
olvidadas. La existencia de los cuatrocientos desaparecidos homosexuales
comienza a circular como verdad fáctica en los espacios de la política y de la
academia queer. Lentamente, la idea de un plan sistemático de desaparición
de homosexuales perpetrado por la última dictadura militar empieza a
cristalizarse en el sentido común.
Los movimientos sociales funcionan elaborando genealogías que legiti­
man las reivindicaciones presentes. De ese modo, configuran el presente
como resultado de un pasado mítico sin visibilizar que este pasado es en
realidad una producción actual y contingente. La construcción de una
historia mítica coherente, que busque remontarse al pasado para sentar
las bases de la legitimidad de las luchas modernas, es imprescindible para
fundamentar las reivindicaciones en la esfera pública.
Para muchas organizaciones con trabajo en diversidad sexual, la desapa­
rición de estos cuatrocientos homosexuales se instituye como una injuria
mítica que es necesario reparar y que se constituye en mojón iniciático en
sus historias.
H asta la década del ochenta, la e feméride de la gran razia de 1954,
perpetrada durante el se gundo gobierno de Perón, había tenido un lugar
medular dentro de las memorias del movimiento homosexual: en 1970, al
cumplirse 15 años de esta, es rememorada, por ejemplo, en la publicación
homófila estadounidense Los Angeles Advocate.39 Cinco años después, la
razia también se conmemora en la ya citada nota central del número 5 de la
revista Somos.40 En la década del ochenta muchos activistas homosexuales
también habían tenido una mirada crítica sobre los gobiernos peronistas
(Benítez 1985; Sebreli 1983) ya que todavía estaban vivos el recuerdo del 2
H, la persecución por parte del primer peronismo y la traición que significó
el retorno del comisario Margaride y la represión tras la fugaz primavera
camporista.
E n este marco, quizás la actual reconfiguración de las narrativas de
la memoria haya sido condición de posibilidad para la alianza entre el
activismo homosexual y los gobiernos peronistas de Néstor Kirchner y de
Cristina Fernández que dio lugar a las más importantes conquistas en la
historia del movimiento: el matrimonio i gualitario y la ley de identidad
de género. Condensar en la dictadura la represión estatal a la sexualidad
permite que los cuadros de los partidos políticos progresistas se aggiornen y

Commission later appointed to investigate disappearances - Comisión Nacional


sobre la Desaparición de Personas (CONADE P) - estimates that at least 400 lesbians
and gay men had been "disappeared" though no mention of this is made in the
Commission's official report, Nunca Mas» (ibíd., pág. 67) .
39.- Los Angeles Advocate 1 970 ( Los Angeles) febrero.
40.- Somos, n.0 5, pág. 6, (Buenos Aires).
82 SANTIAGO JOAQUÍN INSAUSTI

se incorporen de manera menos problemática a los nuevos marcos de lo


políticamente correcto, en los cuales la homofobia ya no tiene cabida.
Concentrar la denuncia de la homofobia en la última dictadura, con­
cebida como una zona delimitada invadida por un mal absoluto, permite
disimular el hecho de que tanto el progresismo argentino como la dirigencia
de los partidos políticos y de los organismos de derechos humanos eran
altamente homófobos hasta hace muy poco tiempo.
Pero por otro lado esa reconstrucción invi sibiliza la especificidad del
régimen político y económico de los militares y los actores sociales a los
que estos representaban. El proyecto desaparecedor tenía un objetivo muy
claro: eliminar las organizaciones armadas de izquierda, disciplinar el mo­
vimiento obrero e instaurar un proyecto económico neoliberal. Difuminar
los objetivos políticos y económicos de la dictadura produce una versión de
la historia que, si bien puede llegar a ser productiva coyunturalmente, tam­
bién puede terminar por obturar el diseño de estrategias emancipadoras a
largo plazo.
Ca pítu lo s

Las sexy co m e d i a s e n la fi l m o g rafía


a rg e n ti n a d u ra n te los a ñ os d e la ú lti m a
d i cta d u ra m i lita r a rg e n ti n a : u n a lectu ra
so b re e l co n t ro l y la ce n s u ra

Débora D'Antonio*

Introducción
Un conjunto de investigaciones académicas con diferentes proceden­
cias disciplinares producidas en la Argentina entre las décadas del ochenta
y noventa han destacado que los integrantes de la última dictadura mi­
litar argentina, encuadrados en la tradición del catolicismo integrista,
promovieron en declaraciones, normativas y disposiciones públicas un
escrupuloso statu quo de la moral sexual con un modelo centrado en la
familia como célula básica de la sociedad, en el matrimonio exclusivo entre
personas de sexo opuesto con roles de género complementarios y en las
madres como guardianas de las tradiciones nacionales (véase Varela Cid
yVicenes 1984; Avellaneda 1986; Chi rico 1986; File 1997; Palacio 1997; Laudano
1998) . Sin embargo la existencia de nuevos repositorios documentales
parecen contradecir este punto de vista, pues entre los años 1976 y 1983
el Estado nacional financió a un conjunto de películas que contrariaban
abiertamente lo que el régimen profesaba discursivamente en torno a las
cuestiones de género y sexuales. E n efecto, los censores dependientes del
Poder Ejecutivo Nacional en esta área, - aunque no sin tensiones, con

* .- La investigación que llevé adelante para escribir este articulo contó con el
apoyo económico de una beca que me otorgó el Fondo Nacional de las Artes durante
el año 2013.
84 DÉBORA D'ANTONIO

otros agentes estatales - en varias oportunidades autorizaron guiones y


argumentos que no debían ser tratados en los films como es el caso del
adulterio, las artimañas amorosas entre cónyuges, el sexo por dinero y los
prototipos de la vida nocturna de la década del setenta como los nights clubs
o las boites.
Estos films no fueron en absoluto marginales en la industria cinemato­
gráfica local ya que de un total de ciento noventa y dos películas realizadas
y estrenadas comercialmente durante el autodenominado Proceso de Reor­
ganización Nacional (PRN),1 treinta y dos de ellas o diecisiete por ciento del
total, como quiera verse, compartieron un universo simbólico con persona­
jes prototípicos y un modo de narrar y de representar en imágenes al género
y a la sexualidad. En esta treintena de películas con guiones muy poco elabo­
rados y una ostensible simplicidad temática se representó irónicamente al
matrimonio como una prisión, a las mujeres casadas como indeseables y a
los hombres tan misóginos con sus esposas como lujuriosos con el resto del
sexo femenino, sobre el que además proyectaban sus urgencias sexuales .
El éxito d e estas producciones se consiguió c o n la presencia d e muj eres
voluptuosas y semidesnudas que protagonizaban escenas con un fuerte
erotismo, pero también por contar con destacadas estrellas protagónicas
masculinas en los roles del «chanta» o del porteño «piola». Todos estos
elementos marcaron un punto de inflexión en el tipo de humor pasatista
que se consumió por esos años y que produjo un significativo impacto en
una sociedad marcada por décadas de prohibiciones.
Mientras este tipo de películas fueron caracterizadas por algunos pe­
riodistas y críticos de cine como comedias picarescas o ligeras, otros las
clasificaron como sexy comedias. S i bien la comicidad fue el diacrítico
fundamental, pues el humor dejaba pasar ciertas cosas, al mismo tiempo
estas películas se convirtieron en la metáfora de una sociedad y una época
histórica, que al decir de Hugo Salas no era «ajena a su economía política
sino totalmente afín a ella» (Salas 2006, pág. 3 ) . Es así que el género de
la comedia fue aprovechado por el gobierno de facto por un lado para
entretener y evadir las fuertes tensiones que se vivían en la realidad política
de esos años y por otro, para mejorar la imagen de la Argentina en el exterior,
deteriorada por las numerosas denuncias a las violaciones a Jos derechos hu­
manos que llevaron adelante los exiliados y los ex detenidos desaparecidos.
En esta línea, en septiembre de 1978 la Comisión Asesora Legislativa (CAL)
que aconsejaba al gobierno en esta materia, presentó un decreto-ley donde
reforzaba la idea de que la industria cinematográfica debía desarrollarse

1.- Se estrenaron 21 films en 1976, 21 en 1977; 22 en 1978, 31 en 1979, 34 en 1980


y 26, 17 y 20 en 1981, 1982 y 1983 respectivamente. Fuente Instituto Nacional de Cine
y Artes Audiovisuales y Biblioteca del Centro de documentación. Fecha de estreno
local.
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOG RAFÍA ARG ENTINA • • . 85

como «un medio positivo de educación para la comunidad y de difusión de


la cultura nacional en el país y en el extranjero».2
Teniendo en cuenta estos elementos, en este capítulo me propon go
ofrecer una explicación acerca de por qué el gobierno militar promovió
por medio de la selección condicionada del financiamiento a una serie
de películas que ensayaron una visión alejada del discurso oficial sobre
el género y la sexualidad, sin perder de vista que la cinematografía es un
medio artístico, industrial y comercial partícipe de la cultura de masas y
por lo tanto de considerable influencia social y cultural. Mi hipótesis es
que esa contradicción entre las comunicaciones públicas (discursos de
funcionarios de la dictadura, currículo educativo o publicidad gráfica o
televisiva) y el mensaje elaborado por estos films, no se debe a un mero
doble discurso del régimen, a la disociación entre lo que se dice y lo que se
hace, a la insuficiencia de una relación directa entre la voluntad estatal y su
concreción material o al vaciamiento del discurso ideológico, sino a una
lógica estructural de funcionamiento del Estado nacional durante los años
del PRN.
Mediante un análisis de los mecanismos de censura y de las característi­
cas de los films producidos durante este período, la investigación que aquí
presento, pone en valor los aspectos culturales . El propósito es abordar las
tensiones inherentes al modo de organización de la represión política du­
rante la etapa del terrorismo estatal que se estableció en la correspondencia
entre lo que se ocultaba y lo que se mostraba a la sociedad civil, componien­
do una dialéctica estructurante de la estrategia para obtener legitimidad
a la hora de gobernar. El estudio de este proceso, sin embargo, no puede
ser efectuado baj o el supuesto de una correspondencia estrecha entre la
visibilización e invisibilización con que se estructuró la represión estatal por
un lado, y la censura y el control de los medios cinematográficos por el otro.
La peculiaridad reside justamente en la autonomía relativa que consiguió
este sector, al constituirse progresivamente en un ámbito que no tuvo un
ordenamiento igual al que regía en el conjunto de la sociedad. El examen
de lo que se presenta como una discrepancia entre el recrudecimiento de la
censura centrada en la defensa de un orden de género y sexual tradicional
y la actuación de los censores en el ámbito oculto en el que se favoreció
una profusa circulación de representaciones cinematográficas atravesadas
por un erotismo destacado, permite descubrir sin embargo, elementos
congruentes entre ambos niveles . La idea de confinar las obscenidades
al ámbito oscuro y cerrado de las salas de cine guarda relación con las
políticas de encierro clandestino de los militantes populares negada hasta

2.- Un análisis sobre la construcción de la hegemonía política del régimen


militar en base al discurso mediático puede verse en Dosa (2003 ) . Véase también
Mangone (1996) y Varela (2001).
86 DÉBORA D'ANTONIO

el cansancio por los funcionarios del régimen. Si en el primer caso se tuvo


por propósito evitar conflictos abiertos con los sectores eclesiásticos y
conservadores y generar determinados apoyos entre un público deseoso de
entrometerse en el mundo de lo prohibiciones, en el otro, el objetivo fue
ocultar la secuencia de secuestro-tortura-desaparición y asesinato por ser
socialmente inaceptable.
Para explicar lo que a simple vista se presenta como una ambigüedad,
en un primer apartado del trabajo recon struyo someramente los diferentes
mecanismos de control estatal diseñados para la industria cinematográfica
durante el siglo xx con el propósito de contextualizar algunas característi­
cas de su funcionamiento, revelar los marcos institucionales preexistentes
y mostrar que si bien estos formaron parte de una preocupación constante
de la elite política, adquirieron un espesor histórico propio durante los años
del PRN. En una segunda sección examino la especificidad que alcanzó la
censura entre los años 1976 y 1983 y coloco en relación las prohibiciones
y el rol creciente de los censores con la paradójica subutilización que se
hizo de estas reglamentaciones a la hora de autorizar la exhibición de
estas comedias eróticas. E n un tercer apartado exploro algunos tramos
que considero significativos de estas narrativas cinematográficas porque
ofrecen un lugar de mira privilegiado para descubrir conflictos, desórdenes,
cambios y continuidades en el género y la sexualidad. En una última sección
jerarquizo algunas conclusiones de esta pesquisa.

Antecedentes de los mecanismos de vigilancia y control en la


cinematografía local
Desde fines del siglo x1x se diseñaron en la Argentina una serie de
instrumentos para por un lado ordenar y por otro controlar (leyes, decretos,
normativas, ordenanzas, etc.) a las industrias culturales vinculadas con el
entretenimiento, y entre ellas a la cinematografía. A pesar de su desarrollo
incipiente, la pantalla grande fue percibida desde tiempos muy tempranos
por las clases dirigentes y muy especialmente por los sectores conservadores
de la sociedad civil, como un bien cultural peligroso, y necesario de ser
vigilado. Las primeras reglamentaciones que se propusieron fiscalizar films
extranjeros y nacionales fueron ordenanzas de carácter municipal pero
ya a partir de la década del treinta con la llegada de la radio, el teatro, el
cine sonoro y una mayor afluencia del público a las salas, se implementó
un cuerpo normativo de alcance nacional. E sta primera sistematización
fue acompañada por dos iniciativas: la creación en 1933 del Instituto Ci­
nematográfico Argentino, un aparato de E stado garante y promotor de la
industria, y la puesta en funcionamiento de la primera junta de consejeros
ad honorem que se encargó de evaluar los aspectos artísticos, educativos y
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOGRAFÍA ARG E NTI NA • . . 87

propagandísticos de las películas que se exhibiesen en el mercado local.3


Unos pocos años después cuando los sectores populares y las clases medias
se convirtieron en protagonistas indiscutidos de esta explosión de consumo
cultural, la junta de consejeros refinó sus herramientas con el objetivo de
calificar a aquellos films «que atenten contra el decoro y el buen nombre
argentino» e incluso en oportunidades actuó como auxiliar de la Policía
Federal en caso de ser necesario el decomiso de los mismos.4
Entre mediados de los año� treinta y mediados de los años cincuenta la
industria cinematográfica local alcanzó su apogeo y también su desmoro­
namiento. En esta etapa se destacan las empresas con estudios de filmación
propios, con una gran cantidad de empleados y con numerosas películas
realizadas en serie como son los casos de Argentina Sono Film, Lumiton,
Films Río de La Plata, los Estudios S I D E , Buenos Aires Film, Pampa Film,
E FA y San Miguel. Si los años treinta representaron los primeros ensayos
intervencionistas por parte del Estado, en la relación de mutuo interés que
ligó al Estado peronista con el cine según plantea Clara Krieger, no se hizo
más que profundizar esta tendencia (véase Krieger 2009) . El coralario de
ese largo proceso de hecho fue la puesta en marcha de la ley de Cine en el
año 1957, por la cual el Estado nacional se comprometía a subvencionar a
las productoras por medio del mecanismo de retribución de un impuesto
del diez por ciento recaudado del valor de la venta de entradas de todo el
país.
Tanto durante gobiernos de facto como durante gobiernos elegidos por
medio de mecanismos electorales, en los años treinta, cuarenta y cincuenta
estuvieron en funcionamiento distintos tipos de comisiones que se pro­
ponían tanto regular el circuito de producción, importación, distribución
y exhibición como el de calificación de los films (véase Maranghello 2005,
2004) . Sin embargo una novedad llegó a comienzos de los años sesenta, du­
rante la administración del presidente Arturo Frondizi, cuando se sumaron
a distintos aparatos del E stado grupos de católicos como agentes califica­
dores. Es así que e n poco tiempo, a los miembros del Consejo Nacional
del Menor nombrados por el Poder Ejecutivo Nacional se le incorporaron
diversos representantes de distintas instituciones confesionales católicas
que tenían voz y voto y que se arrogaron el rol de protectores de la moral
y las costumbres como la Liga de Padres de Familia, la Liga de M adres de
Familia, el Instituto de la Familia, el M ovimiento Familiar Cristiano, la
Obra de Protección a la Joven, la Unión I nternacional de Protección a la
Infancia y Obras Privadas de Asistencia al Menor.5

3.- Véase la ley de Propiedad Intelectual 11.723 en Boletín Oficial, 30/09/1933.


4.- Véase el decreto del Ministerio de Justicia e I nstrucción Pública 98.998
del 1/02/1937 en h t t p : / / repos i to r i o . educa c i on . gov . ar.
s .- También fue muy destacado el rol que cumplió en la calificación de la
moral y la decencia, el Teatro de la Acción Católica Argentina. Véase Getino (2005).
88 DÉBORA D'ANTONIO

Al calor del debilitamiento del proyecto económico desarrollista, los


sectores medios - fundamentalmente los jóvenes y estudiantes - hartos
del autoritarismo creciente y con el golpe de Estado del año 1966 mediante,
protagonizaron un significativo proceso de movilización política que apare­
jó como contrapartida inmediata un incremento de la censura estatal. Fue
durante el gobierno militar nacionalista y católico de Juan Carlos Onganía
que se diseñó, entre j ulio y noviembre de 1966, una campaña moralizado­
ra integral llevada adelante por los funcionarios municipales y la Policía
Federal en la ciudad de Buenos Aires. Esta campaña incluyó numerosas
iniciativas que afectaron el espacio público, el mundo del espectáculo y la
noche porteña.6 Para el ámbito de la cinematografía el gobierno estableció
un sistema de control ideológico sobre la producción y los circuitos de
exhibición con una preocupación centrada en la «perniciosa influencia
de la pantalla grande en los jóvenes y con el propósito de resguardar la
s alud del pueblo y la seguridad nacional, buscando recobrar los valores
religiosos tradicionales».7 La primera medida que tomó fue la de reducir el
número de los miembros del Consejo de Calificación, ahora con el nombre
de Ente, con el objetivo de darle agilidad y autonomía a los procedimientos
de calificación y para que los exhibidores pudiesen obtener de forma rápida
su permiso sin frenar las rentables redes comerciales . Completaron al
Consejo de Calificación un consejo de asesores ad hoc de quince miembros
formado por instituciones privadas casi todas ellas de carácter religioso,
donde llamativamente no había ningún representante del mundo del cine
o de la cultura. Dicho Ente fue cobrando cada vez mayor preponderancia y
de manera discrecional efectuaba cortes en los films, multaba o, a través de
la fuerza pública, suspendía funciones y hasta desalojaba al público de las
salas (De las Carreras de Kuntz 1997, págs. 11-12) .8
A la par que las fuerzas armadas subsumían cada vez más a su propia
lógica a otras instituciones estatales, la censura fue adquiriendo mayor
sistematicidad y rigurosidad de la mano de la legislación y las reglamen­
taciones vigentes (véase Bidart C ampos 1972; Aguilar 1972; Colautti 1983;
Borgarello y C ipolla 2001) . Fue el decreto ley 18.019 del año 1968 el que

La actuación de la Iglesia Católica se puede seguir en Bianchi (1997) y los discursos


católicos en Acha (2000) . El rol de las ligas de familia es estudiado por Vázquez Lorda
(20 07) .
6.- Véase Eidelman en este mismo libro. También Manzano (2005) .
1.- Véase Boletín Oficial, n.º 21.596 del 7/01/1969.
8 .- Un caso paradigmático fue la suspensión de las funciones de la película
Teorema de Pier Paolo Passolini. Si bien el film había pasado los controles del Ente
con algunos cortes y una calificación para menores de 18 años fue levantado de las
salas por personal policial tras una orden del ministro del Interior. Este hecho puso
de manifiesto que el grupo de calificadores se arrogaba tareas propias de la justicia
penal aunque solo pudiesen intervenir luego de la llegada del film a las salas.
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOG RAFÍA ARG ENTINA . • • 89

estableció la prohibición de mostrar escenas contra el matrimonio y la


familia, de adulterio, aborto, prostitución, perversiones sexuales o que
comprometiesen a la seguridad nacional.9 En 1971 por medio de otro decreto
ley 20.170 se introdujeron nuevos recortes presupuestarios para películas
que abordaran temas vinculados con el sexo y con las drogas experimentales,
así como un canon de contribución para aquellas que se concentrasen en
la defensa de «valores morales» y de la argentinidad. Desde entonces no
solo los grupos cercanos a la Iglesia C atólica cumplieron un importante
rol en la «normalización» de los films, sino también los integrantes de los
organismos de inteligencia de las fuerzas armadas y de otras fuerzas de
seguridad. Son notables en ese sentido las numerosas consultas que el Ente
de Calificación le realizó por ejemplo durante el año 1971, a la Secretaría de
Inteligencia del Estado (SIDE) .1º
Finalmente, cuando asumió el gobierno Héctor Cámpora en mayo de
1973, hubo un breve interregno en materia de prohibiciones y censuras pues
los films interdictos por razones políticas fueron puestos en circulación y
los viejos censores que gravitaron por años en cargos públicos, debieron
retirarse por la renovación íntegra de las autoridades del Instituto.
E sta apretada reconstrucción permite advertir que los mecanismos
de regulación, control y censura en materia cinematográfica formaron
parte de las preocupaciones del E stado desde tiempos muy tempranos y
a la par comprender que los marcos institucionales preexistentes fueron
habilitando un uso discrecional cada vez más amplio de los mismos. Si
ya desde los años treinta el cine comenzó a ser visto como una amenaza,
y por lo tanto susceptible de ser controlado, se tornó una novedad desde
mediados de la década del sesenta el incremento de esa vigilancia en un
contexto de fuerte conflictividad social. Las diversas reglamentaciones
utilizadas tanto por gobiernos elegidos constitucionalmente como por
gobiernos de facto, dieron lugar y estimularon la actuación de asociaciones
de católicos en distintos aparatos de E stado dejando en claro las fuertes
vías de comunicación entre el poder militar y estos sectores de civiles
confesionales y conservadores.

9,- Consultar Anales de Legislación Argentina, tomo XXIX, 1969, págs. 12-21.
E s importante subrayar que el sistema de censura que estableció este decreto
estuvo vigente hasta el año 1984 y no fue anulado ni siquiera durante los gobiernos
constitucionales del trienio 1973 a 1976. Su derogación se dispuso recién por ley
23.052, el 22/02/1984 durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Asimismo para la
investigadora De las Carreras de Kuntz (1997) este decreto ley del gobierno de
Onganía tuvo una clara inspiración en las normas españolas de censura franquista
del año 1963 y en la legislación francesa del año 1945.
10.- Véase expediente 751/1971. Archivo G etino obrante en la Escuela
Nacional de Experimentación y Realización (ENERC).
90 DÉBORA D'ANTONIO

Entre las décadas del treinta y del setenta como podemos ver, se crearon
y diferenciaron los aparatos de E stado vinculados con la i ndustri a cine­
matográfica. Las distintas configuraciones que estos adquirieron fueron
impulsadas por las dinámicas políticas propias de cada coyuntura que a
veces reunían y otras veces enfrentaban a actores estatales (funcionarios,
censores, espías, calificadores católicos) con no estatales (cineastas, pro­
ductores, actores, actrices, católicos) . En esta época de coacción espoleada
muchas veces por la movilización social, las agencias estatales se especiali­
zaron en el control y la censura y a la vez estas se convirtieron en objetos
de disputa entre los distintos protagonistas del medio cinematográfico.
Con todo hubo márgenes para que distintos sectores si quisiesen, pudiesen
resistir y confrontar como para incidir en las prohibiciones, cortes o en el
congelamiento de algún proyecto.

Las particularidades de la censura durante la última dictadura


En las convocatorias a concursos que llevó adelante el Instituto Nacional
de Cine a partir del año 1976 se estableció la necesidad de premiar «a aquellas
obras que tengan profundas raíces en el ser nacional y que exalten valores
espirituales, morales, cristianos e históricos que afirmen los conceptos
de nacionalidad, familia, orden y trabajo». Tal es así que la mayoría de
los films beneficiados por estas convocatorias glorificaban a las fuerzas
armadas como es el caso de Patolandia nuclear de Julio Saraceni, Dos locos en
el aire, Amigos para la aventura o El tío Disparate de Palito Ortega (véase este
tema en Wolf 2001) . Los funcionarios del Instituto en función de las nuevas
necesidades políticas del régimen, exhortaron a los directores y productores
a cortar escenas ya terminadas que no cuadrasen con las pautas estable­
cidas debiendo adaptarse además los guiones de las películas en proceso
(Isaurralde 2005, pág. 669) . 11 El conjunto de estas acciones se llevaron a cabo
con el asesoramiento de un consejo honorario de quince miembros que era
muy diligente, puesto que podía funcionar con un quórum simple de tres
personas. Todos sus integrantes, como en etapas anteriores, pertenecían
a instituciones defensoras de «los valores morales de la comunidad», y
revelando una fuerte estabilidad institucional, siete de ellos se mantuvieron
en sus funciones por más de seis años consecutivos (Gociol e I nvernizzi
2006, pág. 23) .
El Instituto, asimismo, debía entregar a los productores un certificado
de rodaje que asegurara la protección de «la seguridad nacional, por con­
siderar que atenta contra el estilo de vida nacional o las pautas morales
y culturales de la comunidad o vaya e n detrimento de los intereses de la
nación» (véase M aranghello 2005 ) . Más aun contando con el certificado

11.- Véase también El Heraldo del Cinematografista, 2.321 7/5/1976 «Nuevas


pautas para hacer cine».
LAS SEXY COME DIAS EN LA FILMOGRAFÍA ARG E NTI NA . . • 91

de exhibición, si los miembros del E nte veían algún inconveniente en el


circuito de difusión de la película, tenían potestad para cancelarla y retirarla
de los cines. Un ejemplo de esta situación fue el film argentino No toquen a
la nena de Juan José Jusid (1976) , cuyo guión había obtenido la conformidad
de los evaluadores y sin embargo fue prohibido en el tramo de su exhibición
con el argumento de que se ofendía a la moral argentina al mostrar a una
familia de clase media con una hija adolescente embarazada. En oportu­
nidades, los censores excediendo lo que prescribían las reglamentaciones,
podían concurrir a los cines para descubrir si las copias tenían los cortes
pactados. Otras veces a pesar de que la película contaba con la aprobación
de los calificadores y llevaba semanas de exhibición, si alguien realizaba
una denuncia, se hacía presente una comisión policial con el propósito de
secuestrar los rollos, como fue el caso del thriller de acción italiano Corrupción
se escribe con sangre dirigido por Pasquale Campanile (1977) .12
En términos formales el proceso de calificación era metódico y minu­
cioso y en concordancia, numerosas películas conllevaron extensos debates
y papelería burocrático. Los expedientes iban y venían entre los miembros
del Ente Calificador y del Instituto. Si primero debía ser aprobado el guión
luego se autorizaba el film ya concluido. También se revisaban los trailers,
los títulos y hasta las publicidades callejeras.
El célebre censor M iguel Paulina Tato, un periodista polémico, nacio­
nalista, católico y pro nazi cercano a las ligas moralizadoras y a sectores
del Ejército, que fue nombrado al frente del E nte de C alificación por la
presidenta María Estela Martínez de Perón en el año 1974 y que estuvo en
esa función hasta el año 1979, presumió de prohibir numerosos films para
prevenir, depurar y hacer profilaxis de todo aquello que pudiese inocular un
veneno antinacional.13 El crítico hizo modificar centenares de guiones con
el argumento de que allí había escenas con perversiones sexuales o lascivas
(lnvernizzi 2014, pág. 281) .14 En sus palabras «la censura no constituye un
ataque a la libertad del espectador sino una defensa de los intereses del
público, de la familia y el Estado».15 A pesar de esta vehemencia prohibitiva,

12.- Véase La Prensa, 2 de julio de 1980.


13.- Las continuidades también se dieron en las persecuciones a personalida­
des de la cultura que comenzaron en la época de la Triple A (1973-1976) y continuaron
en los primeros meses del régimen militar. Numerosos productores, distribuidores,
cineastas y actores fueron censurados y obligados a partir al exilio, mientras que
otro puñado fue directamente desaparecido.
14.- Con esta perspectiva se suprimieron varias escenas de All That Jazz,
la célebre película de Bob Fosse, donde las bailarinas acarician eróticamente al
protagonista adolescente del film. También se cortaron veinticinco m inutos de
Crusing de William Fiedkin donde aparecen retratados homosexuales.
is.-Antena, 8 de octubre de 1974 citado en Spinsanti (2005, pág. SS) y también
Spinsanti (2012) .
92 DÉBORA D'ANTONIO

Tato tuvo diferentes entredichos y roces con los miembros del consejo
asesor que querían cortar aún mucho más que lo que él se proponía. De mil
doscientos films que pasaron por sus manos, impidió de manera discrecio­
nal que se vieran trescientos treinta y siete, siendo la mayoría de origen
extranjero, pues solía aseverar que de esta forma se favorecía a la industria
nacional.16 Según su punto de vista, si se prohibían al menos doscientas
películas extranjeras por año le implicaba a la Argentina un ahorro de no
menos de un millón y medio de dólares . En parte por ello casi todo el cine
extranjero se estrenaba con cortes o directamente no se estrenaba y eran
tan diversos los motivos como las formas en que se procedía (Varea 1999,
pág. 74) . La dictadura argentina aplicó un programa económico recesivo
y neoliberal pero paradój icamente implementó medidas para que en los
cines se exhibiese un cupo mínimo de películas de origen nacional.17
Retomando las formas que adquirió la calificación para los films, una vez
aprobada duraba diez años y si se introducían modificaciones en el proyecto
o en la película misma, los productores debían comenzar nuevamente el
trámite. Por este motivo a veces sucedía que antes de que se abriesen los
expedientes para la calificación definitiva, los directores o a veces los pro­
ductores consultaban extraoficialmente a algún miembro del consejo asesor
o del Instituto por contar con algún margen de negociación o directamente
para autocensurarse. Con esta última modalidad, los directores mutilaban
parte de sus guiones o directamente quitaban las escenas más conflictivas
y se evitaban el rechazo de los censores como sucedió en el caso del film
Argentinísima, censurado por mostrar a reconocidos cantantes cercanos al
Partido Comunista como eran Mercedes Sosa y Horado Guaraní.18

16.- Films que hoy en día son considerados clásicos como El gran dictador
de Charles Chaplin, La ciudad de las mujeres de Federico Fellini, Novecento de
Bernardo Bertolucci o La escopeta nacional de G arcía Berlanga fueron prohibidos.
También se censuraron Cerca y demasiado lejos de Mariane Athne, La casa de la calle
Garibaldi de Peter Collinson e I como. . . Icaro de Herni Verneuil, la primera porque
la directora estaba haciendo otro film sobre exiliados argentinos en S uecia, la
segunda por hablar del secuestro de E ichman en Argentina, algo que los censores
consideraron inapropiado y la tercera por sus secuencias de manifestaciones y
atentados callejeros.
17.- La valoración de lo nacional se encuentra también en la petición que
el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea en 1977 realizara al Instituto para que este
incluyera en la ley de Fomento la producción de por lo menos dos cortometrajes
relacionados con la actividad de la Fuerza Aérea. Véase este tema en Wolf (2001) .
Véase también la ley 17.741 o de ley de Fomento de la Actividad Cinematográfica
Nacional del 14/S/68 donde en otros temas se tratan las cuotas de pantalla para
largos, cortos y noticiarios argentinos.
18.- Es importante señalar que en acuerdo con la lógica desaparecedora que
desplegó el Estado terrorista, numerosas películas fueron retiradas completamente
de circulación como fue el caso de Los traidores (1972) de Raymundo Gleizer. También
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOG RAFÍA ARGE NTINA • • • 93

A esta amplia batería de procedi mientos se le sumó la utilización de


instrumentos más sutiles como la quita de subsidios, el otorgamiento o
no de los créditos con tasas preferenciales para la realización o las declara­
ciones de interés solo para determinados films (Gociol e I nvernizzi 2006,
pág. 25) . 19 El Instituto estaba facultado además para negar los beneficios
de la obligatoriedad de la exhibición, de los créditos y los subsidios a las
películas que atentasen contra el estilo de vida nacional o las pautas cultu­
rales de la comunidad. Hubo también películas que se realizaron pero que
nunca se estrenaron porque no obtuvieron su visa de calificación, ni buena
ni mala, como en el caso de la sátira costumbrista Ufa con el sexo de Rodolfo
Khun, donde una madre regentea los negocios de prostitución de su hija o
en el de El Inquisidor de Bernardo Arias, un policial con escenas de sexo y
torturas.
E n los estudios sobre la censura se han enfatizado más los aspectos
prohibitivos de la política cultural y de resistencia por parte del ambiente
artístico que los aspectos propositivos y las adhesiones que ellos lograron
generar. La política de censura no se ejerció solo por medio de prohibiciones,
cortes o desapariciones de films o cineastas sino también se efectuó a través
del otorgamiento de estímulos e incentivos económicos que pretendían
inclinar a directores y productores a que enfatizaran determinados ángulos
narrativos.
E s oportuno interrogarse acerca de cómo es posible que con tantos
recaudos, restricciones y mecanismos escrupulosos de control, el cine no
mermara en su volumen de producción total. S i tomamos como punto
de partida los ciento noventa y dos largometrajes que se realizaron en el
mercado local durante la administración de la última dictadura militar
y los dividimos por cada uno de los siete años en los que esta estuvo en
el poder, advertimos que se alcanzaron a producir veintisiete películas,
un número similar al promedio existente de films realizados anualmente
desde mediados del siglo xx. zo Asimismo la baja estrepitosa en la venta de
entradas producida en los períodos inflacionarios de fines de noviembre de
1979 o de febrero de 1981 que aparejó una merma de espectadores concen-

con el ánimo de reducir todo tipo de pensamiento abstracto se prohibieron films


del género de terror, ciencia ficción, fantasía y afines.
19.- A esto hay que agregar, tal como sostiene Fernando Varea, que las
políticas de control en el cine condujeron, a diferencia de lo sucedido en los años
sesenta, al cierre de la carrera de Cinematografía de la Universidad Nacional de la
Plata y del I nstituto de Cinematografía de la Universidad del Litoral de S anta Fe
(Varea 2006, pág. 47) y G uarini (2003, pág. 28) .
20.- Construimos esta cifra gracias a la existencia del listado de estrenos
anuales confeccionada por la E N E RC que cubre el período 1933-2012, con un total
de dos mil cuatrocientas cuarenta y dos películas producidas en el mercado local.
Este tema ha sido trabajo también por G ociol e Invernizzi (2006) .
94 DÉBORA D'ANTONIO

trada en la franja de sectores populares y clases medias, se enmendó con


una suba significativa del valor de las mismas pasando de 0,30 centavos
de dólar en 1976 a 5 dólares tan solo después. 21 Con todo, el cine siguió
s iendo un muy buen negocio para un puñado de cineastas y productores.
En efecto, las casi doscientas películas de esta etapa fueron realizadas por
un total de ochenta directores pero más de la m itad fueron filmadas tan
solo por quince de ellos con un promedio de cinco cada uno. La elevada
concentración de películas en manos de unos pocos, pone en evidencia
tanto el tráfico de influencias, el nepotismo y otras formas de corrupción
política estatal, como la disponibilidad de algunos cineastas de aceptar las
reglas de juego del régimen con el fin de garantizarse lealtades y alianzas. De
estos quince realizadores algunos tenían ya una carrera, pero otros recién
la estaban comenzando y necesitaban estos sustentos para posicionarse en
el ambiente cinematográfico. 22

El lugar de las sexy comedias en el cine local


H ay acuerdos entre críticos e historiadores que durante los años del
PRN no existió un cine del régimen al menos en el sentido que se le ha atri­
buido, por ejemplo, a la cinematografía germana cooptada por el mensaje
ideológico nazi.23 Sin embargo es posible afirmar que una parte importante
de las películas producidas durante esta etapa oficiaron como soportes
ideológicos.24 Segmentada en géneros y centradas en tres núcleos temáticos
como las comedias de consumo familiar que reivindicaban abiertamente

21.- Octavio Getino sostiene que el régimen militar se propuso por medio
de las prohibiciones y el aumento de precio de las entradas, expulsar de las salas de
los barrios a las mayorías populares y darle lugar a los sectores de las clases medias
altas. Getino (2005, pág. 73).
22.- Véase El Heraldo del Cinematografista de cine, n . 0 2.343 del 7/10/76 « De
cada tres personas, una dejó de ir al cine este año» y también Gociol e I nvernizzi
(2006, pág. 23) . La operación de reculturización que llevó adelante el régimen no solo
hizo que cayera la venta de entradas en los cines, sino que llevó a una disminución
estrepitosa de la venta de novelas (70 %), de libros de crítica y ensayo (90 %), de
discos (SO %) y de revistas (30 %) . Ese tema se desarrolla en Wolf (2001).
23.- Hoy en día sin embargo, la nueva historiografia alemana apunta a ver
m ayores matices y ambigüedades en el cine producido entre 1933 y 1945. Algunas
i nvestigaciones han mostrado que solo una pequeña parte de lo producido en la
industria cinematográfica de la etapa del nazismo se vinculó de manera directa con
la propaganda del régimen, dominando en el resto de las producciones, más que
los deseos de Goebbels, ministro de Propaganda del Reich, el respeto a los gustos
populares de los alemanes atravesado por la lógica de obtención de las ganancias .
24,- «El director Héctor Olivera afirmó ( . . . ) que la industria cinematográfica
era una de las más privilegiadas en materia de apoyo oficial económico». Confirmado,
n.0 513, de 1 de noviembre de 1979, citado en Posadas (2004) .
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOG RAFÍA ARG ENTINA • • . 95

a las fuerzas armadas, 25 los musicales para niños y adolescentes y las co­
medias eróticas prohibidas para menores de 18 años, estos productos de
entretenimientos, identificaban al público con las estrellas de la pantalla
grande y daban lugar a la construcción de un mundo fantástico que alejaba
al espectador de la realidad, haciéndolo creer en una ilusión de libertad
verdaderamente inexistente. Algunas de estas producciones alcanzaron el
medio millón de espectadores y con pocas excepciones, fueron acompaña­
das por las opiniones favorables de los críticos de los grandes medios de
comunicación como La Nación, Clarín, La prensa o Crónica e incluso en opor­
tunidades por las mismas revistas especializadas en crítica cinematográfica
como es el caso del Heraldo del Cinematografista.26
Con respecto a las más de treinta comedias eróticas, en su gran mayoría
fueron producidas y distribuidas por Aries Cinematográfica SA. E sta em­
presa obtuvo importantes apoyos por parte del gobierno militar, sobre todo
a partir del cierre en 1977 de los históricos estudios de la Sono Film. 27 E n
palabras del crítico Fernando Peña, Aries fue una productora pensada para
desarrollar un cine de tipo comercial que solo se proponía «idear productos
que pudieran venderse sobre la base de estrellas, tener olfato para percibir a
tiempo las tendencias rentables, permitirse algún riesgo de vez en cuando,
y desde luego, mantener una relación cordial con el poder» (Peña 2012,
pág. 186).28 E ntre los directores que crecieron de la mano de los éxitos

25.- En este rubro se destaca especialmente el actor, cantante y empresario


Ramón « Palito» Ortega con su productora C hango, que promovió los valores que
las fuerzas armadas predicaban en torno a las instituciones militares, la tradición
cristiana y la familia burguesa.
26.- La revista El Heraldo del Cinematografista es una de las publicaciones
periódicas dedicadas al cine fundada por el crítico de cine Chas de Cruz en el año
1931 y que siguió cubriendo su espacio editorial hasta los años ochenta. Registraba
cada uno de los films lanzados comercialmente en las salas de Buenos Aires así
como otras noticias del medio cinematográfico. A la manera de Variety o el Hollywood
Reporter, este semanario tenía enorme influencia en la industria. A la vez Chaz de
Cruz potenciaba esta influencia a través de su emblemático programa « Diario del
cine» emitido por Radio Belgrano.
27.- Una empresa que fue constituida por los directores Fernando Ayala y
Héctor Olivera en 1956 en el marco de las fuertes tensiones entre el peronismo y el
antiperonismo.
28.- También Abel Posadas explicó críticamente que «acá llega a dirigir el
que tiene agallas, el que se sabe vender. Por consiguiente yo creo que hay gente
que está haciendo cortos o súper 8 que es mil veces más capaz que los directores
de largo. En realidad los directores que están filmando son buenos productores
de ellos mismos. Personalmente creo que el nivel de estos directores es realmente
bajo . . . esperaban el momento de dar el zarpazo y encontraron el momento justo
de la Reorganización Nacional. . . son productores de una época que favoreció la
corrupción general, el envilecimiento y la prostitución» (Posadas 1983) .
96 DÉBORA D'ANTONIO

de esta firma se destacan particularmente E nrique C aben S alaberry de


larga trayectoria, Hugo Moser guionista desde los años cincuenta, Enrique
C arreras director y productor con más de cien películas filmadas desde
los primeros años sesenta, E n rique Dawi que despuntó en la década del
setenta, y los hermanos Hugo y G erardo Sofovich, que comenzaron sus
carreras artísticas en la televisión a principios de los años sesenta y son
los más destacados de todo este grupo, ya que produj eron la mitad de las
comedias eróticas.
Con cada uno de estos realizadores tuvieron un protagonismo exclusivo
los actores Jorge Porcel y Alberto Olmedo y las vedettes Susana G i ménez,
Moría Casán, Adriana Aguirre y G raciela Alfano, entre otras varias figuras
surgidas del teatro de revistas. No es fortuito que estos actores y actrices
proviniesen de un espectáculo de carácter desenfadado en el que se alternan
números dialogados y musicales y que tiene sus orígenes en las performan­
ces de casas de burlesque y cabarets de la primera mitad del siglo xx. Un
tipo de entretenimiento fuertemente centrado en la figura de un personaje
femenino interpretado por una vedette de gran belleza y talento y por la
participación de un conjunto de otras mujeres en escenas eróticas de fuerte
alcance visual, similares a las que se exhiben en las sexy comedias.
Asimismo, los actores cómicos Olmedo y Porcel tenían más de una
década de experiencia en los escenarios teatrales y televisivos y habían
formado parte de elencos que contaban con gran éxito y popularidad. Juntos
se habían destacado en tres comedias estrenadas en el año 1973 que se
convirtieron en éxitos de taquilla como Los caballeros de la cama redonda y
Los doctores las prefieren desnudas de G e rardo Sofovich y Hay que romper la
rutina de Cahen Salaberry. Esta saga de films que comenzó en los primeros
años setenta, encontró su momento de mayor apogeo durante la última
dictadura militar.
A pesar de que existieron, como ya hemos señalado, todo tipo de in­
centivos negativos y positivos para que se plasmaran determinadas líneas
argumentales, lo llamativo es que solo tres de las comedias eróticas locales
fueron cortadas: Las turistas quieren guerra (1977), La noche viene movida (1979)
y A los cirujanos se les va la mano (1980) . En el caso de este último film, el Ente
la prohibió inicialmente por ser grosera e inmoral pero luego de algunos
cortes permitió su exhibición con la calificación de apta solo para mayores
de 18 años (De las Carreras de Kuntz 1997, págs. 13-15) .29

29.- Véase expediente 782/79 en Archivo G etino/enero. Otro ejemplo


significativo de la poca censura a la que estaban sujetas las comedias eróticas,
es el film argentino Las muñecas que hacen pum (1979) de Gerardo Sofovich, que fue
ampliamente publicitado y aceptado por el público y la prensa local pero que en Perú
cuatro años después y bajo el gobierno constitucional de Fernando Beláunde Terry,
fue rechazado por medio de protestas callejeras por padres y madres de familia y el
instituto censor, que acompañó con la idea de «que la exhibición de la película es
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOGRAFÍA ARG ENTINA • • . 97

Jorge M iguel Couselo, interventor del E nte que nombró el presidente


del partido radical Raúl Alfonsín, llevó adelante una investigación sobre la
calificación de 4.500 títulos que circularon en el mercado argentino entre
los años 1969 y 1983. Couselo descubrió tras esta pesquisa que de los títulos
que fueron presentados al Ente, el 52 % tuvo una prohibición de hecho
porque nunca logró ningún tipo de calificación, el 46 % sufrió distintos
tipos de cortes y calificaciones de no aptas para menores de 14 o 18 años
y solo un pequeño número de películas el 2 % del total, fueron totalmente
prohibidas.3° Couselo dejó en claro que no solo la proscripción extrema fue
escasa, sino que las películas más afectadas por no recibir calificación o que
estuvieron directamente prohibidas fueron las de carácter social y político
y aquellas que contaban con actores que figuraban en las listas negras.
Como he intentado demostrar a lo largo de estas páginas, el manejo
del Estado sobre la cinematografia implicó un rol articulado de diferentes
actores en cada coyuntura y sobre todo una política integral con distintas
aristas. El Estado actuó de modo complejo y no se circunscribió solamente
a la censura directa sino que entre otras cosas escogió a quien favorecer
económicamente. Que los militares tuviesen como objetivo central la re­
presión a la militancia política, explica por qué el E nte y el I nstituto se
concentraron en perseguir a los directores o productores que ofrecían en
sus obras matices ideológicos y por qué no solo toleraron sino que además
promovieron por medio de créditos y subsidios a las películas que eludían
las prescripciones morales, estimulando paradój icamente en la población
un deseo frente a lo prohibido. El control y la censura se ciñeron mucho más
a las películas que cuestionaban políticamente el orden social instituido,
que a aquellas que como las comedias eróticas pusiesen en entredicho el
orden moral.
Desde mi punto de vista lo que se forjó durante la última dictadura no
fue un simple repertorio del legado de los viejos mecanismos de control.
M uy por el contrario, la significativa complejidad de este largo proceso
radicó tanto en los elementos continuos como en aquellos que fragua­
ron de modo específico en cada etapa. La ambigüedad, el desconcierto,

un peligro moral para la formación de la niñez y la juventud». Véase La Razón, 4 de


enero de 1983.
30.- Respecto de los estrenos del año 1976, los menores de 18 años solo
tuvieron acceso al 41 % del total, ya que las películas aptas para todo público eran
una de cada cuatro estrenos. Estas restricciones impuestas a los jóvenes, llevaban
a que estos violaran las normas y a que los dueños de las salas de cine viesen una
oportunidad más de ganar dinero. De hecho en 1981, unos 200 menores de edad
fueron detenidos por la policía en un cine del barrio de Flores y luego entregados a
sus padres, tras ser sorprendidos viendo la película apta para mayores de 18 años,
Adulterio a la italiana. Véase El Heraldo del Cinematografista de Cine, n.0 2.354 6 de enero
de 1977 y La Prensa, del 20 de mayo de 1981.
DÉBORA D'ANTONIO

la confusión, la negación de lo evidente, el juego entre lo oculto y lo visible


en el terreno de las desapariciones y los asesinatos de los y las activistas
populares, formaron parte de la lógica de un Estado que debía garantizar a
toda costa su legitimidad en el marco de un costoso disciplinamiento social.
Esta forma confusa y equívoca de ejercer la dominación, se expresó también
en el ámbito cinematográfico en el modo de ir construyendo normativas que
aseguraban controles para la política sexual, así como otros mecanismos
que permitían construir diferentes atajos para sortearlos.

Representaciones e imaginarios
Como se adelantó al inicio de este capítulo los trabajos que abordaron la
construcción que hizo la dictadura militar sobre el género y la sexualidad,
resaltaron la existencia de un discurso fuertemente homogéneo y monolíti­
co sobre los roles de lo masculino y lo femenino y sobre el lugar de la familia
como núcleo básico del orden social, pero no advirtieron sin embargo, los
vaivenes y contrariedades entre la política sexual y la política cultural. Me
interesa en este apartado ir más allá de lo meramente discursivo y destacar
las tensiones, matices y resultados que se manifestaron concretamente en
la filmografía. Examinaré para ello algunos fragmentos de las comedias
eróticas donde los discursos familiaristas y normalizantes del régimen
militar, se vieron particularmente interpelados por las imágenes y los nudos
de significación narrativa. Me detendré en un puñado de films estrenados
en los primeros años de este gobierno cuando se tenía por norte diseñar
una serie de estrategias políticas, j urídicas y culturales para legitimar la
política represiva.
Sostiene Slavoj Zizek que la pornografía es el género que se supone
«revela todo lo que hay allí para revelar, que no oculta nada, que lo registra
todo con una cámara directa y lo ofrece a nuestra vista» y que dej a al
espectador reducido a la condición de mirada-objeto paralizada (Zizek 1994,
págs. 35-38) . Catharine A. MacKinnon explica por su lado que la pornografía
«conecta la centralidad de la cosificación visual tanto con la excitación
masculina como con los modelos masculinos de conocimiento y verifica­
ción, objetividad con cosificación» (Mackinnon 1987, pág. 144) . Ahora bien,
el núcleo de películas en análisis si bien estuvieron atravesadas por un
fuerte erotismo y una sexualidad manifiesta con muj e res sexualmente
disponibles, sobre todo teniendo en cuenta los parámetros de la época, sin
embargo, no alcanzaron a adentrarse en el ideal fantasmático de la obra
pornográfica, en buena medida porque de una u otra manera le exigían al
espectador un compromiso argumental que por más débil que este haya
sido, daba lugar a una empatía con los protagonistas. E stos films nunca
fueron encuadrados por los críticos y analistas ni siquiera como pornografía
blanda, sino simplemente como «muy subidas de tono» (Isaurralde 2005,
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOG RAFÍA ARGENTINA • • • 99

pág. 686, véase también Jakubowicz y Radetich 2006, pág. 140) . De hecho
algunos de los siguientes títulos parecen j ustificarlo: Los hombres piensan
solo en eso, La guerra de los sostenes (1976); Basta de mujeres, Las turistas quieren
guerra, Hay que parar la delantera (1977); Fotógrafo de señoras, Mi mujer no es mi
señora, Con mi mujer no puedo, Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier
tipo y Cuatro pícaros bomberos (1978); Custodio de señoras, Expertos en pinchazos,
Donde duermen dos duermen tres, Hotel de señoritas, La noche viene movida, Así no
hay cama que aguante y el Crucero de placer (1979); A los cirujanos se les va la mano,
Una viuda descocada, Departamento compartido y Te rompo el rating (1980); Las
mujeres son cosa de guapos, Amante para dos y Abierto día y noche (1981) .
Como un tópico recurrente estas películas centraron su argumento en
la cuestión de la infidelidad y en cómo el sexo y el amor son presentados
una y otra vez como mutuamente excluyentes. Entre ellas una que compitió
j unto a otras siete de similares características en las carteleras de todo el
país durante el año 1977 fue Basta de mujeres del director Hugo Moser.

Figura 5.1 - Olmedo en una posición dominante sexualmente y Susana que


lo acompaña mientras parece divertirse.

En este film se cuenta la historia de Alberto (Alberto Olme do), un hom­



bre casado que al promediar los 40 años de edad prod ucto e u �� c.ri � is
p ersonal, se anima a transitar una relación extra matrimon ial. S1 m1c1al-
100 DÉBORA O'ANTONIO

mente el protagonista se resiste a adentrarse en estas pasiones, diferentes


circunstancias lo llevan a ir más allá de lo permitido moralmente. Así, un
cliente al que Alberto frecuenta con asiduidad le confiesa que la perfecta
trilogía de la vida es contar con trabajo, esposa y amantes. Sus compañeros
de oficina por otro lado, se complotan para convencerlo de que las amantes
y las esposas son polos opuestos y convenientes: mientras las «primeras te
esperan perfumadas, siempre dispuestas a hacer el amor», las segundas
cuando «uno llega a la casa, la encuentra con ruleros, haciendo la comida
y con olor a ajo». Obsérvese además que las esposas siempre tiene un
problema para tener sexo con sus maridos con argumentos tales como
«Que ahora no, que tengo el lavarropas funcionando», « ¡ No! que puede
llamar el teléfono», « H oy trabajé mucho mejor a la noche . . . y a la noche
se te queda dormida como un tronco». E stas son las afirmaciones que
le devuelven a Alberto una imagen especular de su propio matrimonio y
que dejan translucir que la amante femenina extramatrimonial es una
figura bastante extendida. En toda la primera parte del film se construyen
distintos discursos que legitiman el adulterio, así como estímulos visuales
centrados en las zonas erógenas de los cuerpos femeninos, otorgándole a
lo carnal un absoluto primer plano. Estas tentaciones a la vez dan relieve a
las urgencias sexuales de Alberto, quien primero intentará resolverlas al
interior de su matrimonio fracasando por la presunta desidia de su esposa.
Luego, cuando el film narre el encuentro sexual de Alberto con una mujer
que no es su esposa, en este caso la almacenera de su barrio, él se va a
mostrar fuerte y agresivo para concretar su deseo, forzándola a distintos
escarceos eróticos. Sin embargo la escena se desvanece rápidamente, por­
que no es más que un sueño del que Alberto es despertado por su propia
esposa. Una situación onírica que por otro lado termina siendo la antesala
de la aventura amorosa que Alberto vivirá con Mónica (Susana Giménez),
una compañera de trabajo que en los comienzos del film se presenta como
moralmente rígida y que luego aceptará las reglas del amantazgo al punto
de ubicarse como insaciable sexualmente. Esta relación que irrumpe con
nervio en la vida de ambos, obligará al protagonista masculino a decidir
entre su esposa o su amante.
El film desestabiliza las dimensiones de género tradicionales en torno
a la fidelidad matrimonial, dando lugar a una realidad sexual irregular y
conflictiva. Las representaciones de lo femenino sostenidas en el ideario del
régimen se ven debilitadas porque por un lado se enuncia un desprecio para
con las mujeres casadas, figuradas como alejadas de todo erotismo, poco
deseables y sin ningún tipo de agencia propia, y por otro lado, porque esas
otras mujeres jóvenes, bellas e inteligentes son convertidas por medio de la
cosificación visual en «ligeras» y pasionales . Estas mujeres son objetos de
uso sexual y son construidas narrativamente para ser deseadas y poseídas.
Ninguna de ellas tiene en estos films por destino ser madres o esposas y
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FI LMOG RAFÍA ARG ENTINA • . . 101

siempre encarnan el oscuro objeto del deseo masculino. Lo femenino por


fuera del orden doméstico emerge entonces como una exuberancia y un
peligro y a la vez resuena en una imagen cosificada, alienada y sometida a
los códigos de representación masculina. Paradój icamente, estas mujeres
convertidas en objetos sexuales por medio de planos cortos en los que se
las ve meneándose, bailando o en algún pose sensual, son representadas
como mujeres inteligentes que pueden resolver situaciones complejas, en
contraposición a las mujeres casadas que recluidas en el hogar son figuradas
como mojigatas.
En el discurso oficial las amantes femeninas y las relaciones extrama­
trimoniales no tienen lugar, pero en las comedias eróticas se convierten en
figuras centrales. S i n embargo estas últimas no terminan de confrontar
con una visión tradicionalista del género y la sexualidad que se esfuerza
por dividir a las mujeres entre santas-vírgenes y prostitutas. Una dualidad
de larga historicidad que es funcional a la doble moral, pero que no por
ello dej a de mostrar matices respecto de lo prescripto normativamente.31
En efecto, a pesar de que se instala a la infidelidad como eje narrativo, los
films nunca exceden los límites de un relato clásico sobre las limitaciones
del matrimonio heterosexual tradicional y promediando el final siempre
reponen muchos de los sentidos desestabilizados previamente. Por ejem­
plo esto sucede cuando Alberto decide abandonar su aventura amorosa
y retornar a su estable vida matrimonial. El protagonista se aleja de este
modo de la atracción irresistible que s iente por su bella y joven amante,
tanto por las presiones y situaciones conflictivas a las que ella lo «Somete»,
como por la culpa que le provoca todo este asunto con su esposa. En el final
del film se repone a la parej a matrimonial posibilitando la unión a costa de
la supresión de ese tercero fascinante.
Similares sentidos se repiten en la película Las turistas quieren guerra de
Enrique Caben Salaberry, donde dos hombres casados (Alberto y Jorge) que
trabajan como ejecutivos en una empresa frigorífica deciden abandonarla
para emplearse como guías turísticos y vivir «emociones intensas»32 y
« grandes aventuras eróticas» con mujeres que vienen del extranjero a
conocer la Argentina. 33
Ya en la primera toma, repitiendo el esquema de la película anterior­
mente comentada, se dej an en claro las tensiones que Alberto y Jorge tienen
sexualmente con sus esposas. En este film, como en otros, tienen una

31.- Véase Valdez (2006) . Valeria Manzano sostiene que los traseros
cubiertos por los blue jeans durante los años sesenta y setenta no solo ocuparon
el lugar de intersección entre el cuerpo joven y el erotismo, sino que centralmente
formaron parte de una erotización más amplia de la cultura visual. Véase Manzano
(2009, pág. 340).
32.- Siete Días, 24 de junio de 1977
33.- Crónica, 31 de mayo de 1977.
102 DÉBORA O'ANTONIO

Figura 5.2 - Mujeres y varones que quieren sexo.

presencia permanente las bromas con doble sentido que ponen el acento
en una sexualidad explícita que se afirma tanto en un plano discursivo,
como en un plano visual. Si en el primer caso en algunas de las escenas, se
lo ve al actor Jorge Porcel en una visita a la ciudad hablándoles a las turistas
de la Av. 9 de Julio como la más ancha del mundo y la avenida Rivadavia
como la más larga haciendo alusión a su órgano sexual, en el segundo
caso se muestra a los dos amigos en un albergue transitorio con mujeres
extranjeras semidesnudas que piden ser «destrozadas» sexualmente por
ellos. Solo en el plano de la fantasía los dos amigos se animan a expresar
distintas modalidades del deseo como cuando Alberto cree estar en un hotel
alojamiento disfrutando del sexo con muchas mujeres a la vez o cuando
Jorge se imagina teniendo relaciones sexuales con una vaca becerra «bien
bañadita, perfumadita y con media negras y tacos altos».
En este esquema narrativo, surge una cuestión novedosa que se expresa
en la devaluación de la figura del padre, al ser estos varones representados
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOGRAFÍA ARG ENTINA . . • 103

únicamente como máquinas de deseo sexual. A la par, esto se redobla,


porque sus esposas los ven en el rol de padres como incompetentes e inútiles
que no logran nunca estar a la altura de las circunstancias. Una vez más
estas fisuras o tensiones que se expresan respecto del ideal del imaginario
militar al final del relato se evaporan, retornado a una situación de statu quo
en el orden familiar, donde las esposas perdonan los intentos de infidelidad
de sus maridos y ellos aceptan resignados el retorno a sus hogares.
E n el film Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo de H ugo
Moser, dos cómicos de tugurios (Porcel y Olmedo) abucheados siempre
por el público van a tener la oportunidad de cambiar sus vidas y ganar
importantes sumas de dinero. Pero para ello deben aparentar seriedad
y convertirse en hombres casados con la ayuda de dos de sus mejores
amigas. E n esta película el matrimonio es representado como la garantía
de responsabilidad de los protagonistas y como en Basta de mujeres o en Las
turistas quieren guerra los varones dependen más de las fi guras femeninas
que de sí mismos, restringiendo su masculinidad al papel de idiotas útiles
y poniendo en entredicho la figura del varón fuerte y proveedor.
En la coproducción venezolana Los hombres piensan solo en eso de Enrique
Cahen Salaberry se avanza bastante más allá de lo permitido en términos
de género y sexualidad, cuando son presentados dos hombres solteros
(Olmedo y Porcel) que huyen de las consecuencias de sus propios fraudes
cometidos en Argentina y que al llegar a Venezuela convencen a una amiga
Susana (G iménez) para que inicie el coqueteo con hombres ricos casados
con el fin de extorsionarlos y sustraerles dinero. En medio de estos enredos
aparece el hijo de un millonario con el que Susana traba inicialmente una
relación con el fin de estafarlo. Pero hacia el final del relato cinematográfico,
el joven la convertirá a través de una propuesta de amor sincero en su
legítima esposa. En esta comedia suceden dos cosas muy significativas.
Por un lado, se legitima el intercambio de sexo por dinero tanto en la
complacencia de la protagonista femenina que está dispuesta a poner
una tarifa a su cuerpo como también entre los varones que solo pueden
satisfacer sus deseos sexuales pagando por ello.
Por otro lado, hay una escena que se muestra en los afiches del film en
la que Alberto y Jorge se travisten de mucamas para acompañar a Susana
en el tendido de sus trampas y en gaños y se tropiezan con un homosexual
que no se interesa en ninguna de las propuestas del trío. Por medio de la
exageración de ciertos gestos que divierten a los espectadores, se va más allá
de la masculinidad tradicional y se muestra, aunque superficialmente, a la
homosexualidad y al travestismo como otros comportamientos, símbolos y
valores alternativos a la masculinidad heteronormativa. A la vez a diferencia
de otras representaciones moralistas propias de las noticias o de la literatura
sensacionalista de la época, los homosexuales y travestís no tienen en esta
sexy comedia, ningún final trágico por tener una vida abyecta.
104 DÉBORA O'ANTONIO

Figura 5.3 Los hombres sólo piensan en sexo ¿pero qué tipo de sexo? En el
-

afiche se ve a los protagonistas en una escena de travestismo.

Temas delicados como la cuestión de las relaciones sexuales entre in­


dividuos ligados entre sí consan guíneamente, el incesto, se abordan por
ejemplo en films como Mi mujer no es mi señora de Hugo Moser. En ella
Juan Carlos (Alberto Olmedo) se enamora de una mujer a la que dobla
en edad y a la que le propone casamiento (Nadiuska), pero en la misma
noche de bodas su suegra le insinúa que su futura esposa podría ser su
hija porque ha nacido como fruto del sexo ocasional que ella tuvo con un
desconocido. E stos enredos que le recuerdan a Alberto también algunos
de sus «pecados» de juventud, le impedirán concretar sus «obligaciones
sexuales» erosionando su virilidad.34 Finalmente en Las mujeres son cosa de
guapos de Hugo Sofovich, se plantea una situación muy embarazosa cuando
una de las prostitutas (Moría Casán), recibe en el burdel como cliente a su
propio padre y trata de ocultar la situación incestuosa exigiéndole el pago
rápido por los servicios prestados.35

34.- La película está basada en la obra teatral ¿Será virgen mi marido? de José
Dominiani, de allí la reformulación del título del film que remite a la impotencia de
concretar el acto sexual.
35.- Clarín, 7 de junio de 1981.
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FILMOG RAFÍA ARG ENTINA • • • 105

GUILLEl<MO BREDESTON · LEONOA OlNEDETTO·JAVIER PORTALES

CON MI MUJER_
NO PUEDO
JULIO DE
GRAZIA--.'"MAÁK:luffA GALLEGOS
��.!,A�!�DAL���fAAE� .,.,10

THUMA STEFANI PATA \lit..LANUEVA MO�IA. CASAN


PAUTO ORTEGA ENlt, l)( OAWI TOTO Rf't

Figura 5.4 El título de la película advierte sobre las desavenencias sexuales


-

en el matrimonio.

Las «locuras» de Porcel y Olmedo como muchas veces la prensa rubricó


a esta dupla de cómicos aludiendo a esta saga de películas, exhiben los
entrecruzamientos entre la política sexual y la política cultural del gobierno
militar. Si bien el género de la comedia con sus exageraciones y estereotipos
pudo mostrar ciertas fisuras del orden de género y sexual tradicional, a la
vez restituyó el statu quo del mismo por medio de finales moralizantes. Es así
que en ninguna de estas comedias se abandonaron los pares dicotómicos
como el de la virgen y la prostituta como ya se dijo, aunque se alteraron sus
contenidos iniciales. A la vez las mujeres «ligeras» no fueron representadas
como seres execrables ni como mujeres estúpidas. Tampoco sus vidas
fueron sesgadas al interior de las películas por la censura moral. Muy por el
contrario estas jóvenes eran deseables, educadas y activas e invariablemente
fueron representadas más inteligentes que los hombres que participaban
en estos films (Salas 2006) .
E n el ámbito oscuro de las salas de cine los integrantes del régimen
militar admitían que sucedieran cosas diferentes a las que ocurrían en
otros espacios. Así, las comedias para adultos suscitaron una contradicción
con el discurso público y restaurador del género y de la sexualidad y, de esta
106 DÉBORA O'ANTONIO

manera, operó una subversión de hecho con respecto al carácter normativo


preconizado. Sin embargo las fisuras causadas en el ideario del régimen, no
alcanzaron a producir una subversión liberalizadora del orden de género
y sexual o a promover una operación de inversión de la jerarquización
sexual o de la estructuración sexista. El proyecto autoritario efectivamente
aspi raba a lograr la internalización de ciertos patrones de conducta que
aseguraran la permanencia de los valores que propugnaban. Sin embargo la
verdadera «inmoralidad» contra la que se erigió fue estrictamente política.

Conclusiones
La última dictadura militar tuvo sin lugar a dudas una política de control
y censura cultural sobre los productos cinematográficos que franqueaban
los límites de Jo decible en tanto desde la propia perspectiva castrense se
viese amenazada la seguridad del país. Si bien hubo un homogéneo discurso
sobre el género y la sexualidad, las comedias para adultos calificadas como
prohibidas para mayores de 18 años, mostraron un aspecto del erotismo y lo
sexual que contrariaban explícitamente al discurso oficial. ¿ E stas películas
se desarrollaron en los márgenes del sistema de control evadiendo lo que el
gobierno militar estimuló en el plano de la política cultural? o ¿reflejaron a
su manera el impacto que tuvo la revolución sexual de los años sesenta en la
vida cotidiana, motivo por el cual, más allá de las prescripciones de la moral
familiar y sexual, el gobierno no pudo alterar este proceso sociocultural en
marcha?
Lo que me propuse demostrar en este artículo es que el Estado no estuvo
ajeno a este complejo proceso ya que financió a muchas de estas películas .
Tampoco a los aparatos de censura se les «escapó» la producción de casi un
tercio del volumen total del cine de esos años. De hecho se cortaban o di­
rectamente prohibían mucho más films extranjeros que versaban sobre los
mismos temas tratados en las comedias eróticas producidas en el mercado
local.
Mi perspectiva respecto del desdoblamiento entre el discurso moralista
y estas películas que lo contrariaban, es que este existió como un subefecto
de una política represiva que el Estado terrorista llevó adelante en un
terreno más amplio que el cultural. E sta lógica escindida se desplegó en
varios niveles como por ejemplo en la sistemática desaparición de personas
a manos de las fuerzas de seguridad y en la negación de esas prácticas re­
presivas por parte de los funcionarios del régimen; en la existencia de miles
de personas presas y en la cerrazón del gobierno a reconocer esta presencia
masiva en las cárceles legalizadas o en la reivindicación de las madres como
depositarias de la tradición familiar, a la par que se les apropiaba y sustituía
la identidad de sus niños y niñas.
LAS SEXY COMEDIAS EN LA FI LMOG RAFÍA ARG ENTINA . • . 107

La fractura entre discursos y prácticas no formó parte de un plan deli­


berado donde el Estado oficiaba de demiurgo controlando el juego entre lo
que se prescribe y lo que de verdad hace. Por el contrario he tratado de ex­
poner en este trabajo las tensiones inherentes e incluso las inconsecuencias
propias de este proyecto de gobierno. En este sentido, es posible relativizar
la enunciación del crítico Sergio Wolf cuando en un artículo de los años
noventa clasificó a la censura de esta etapa como de carácter omnímodo
(Wolf 1994, pág. 268) .36 Al menos respecto de las comedias eróticas esta
afirmación debe ser revisada.
El comentarista Héctor Lastra subrayó que la censura en el cine recayó
fundamentalmente sobre aquellas obras que cuestionaban con «hondura
los sistemas de vida y poder en las fuerzas armadas y el clero» (citado en Ave­
llaneda 1986, pág. 133). Octavio Getino por su parte, explicó que cuando se
libró contra su persona un pedido de captura, una solicitud de extradición y
un embargo de sus bienes, no fue tanto por el presunto delito de promoción
de imágenes obscenas, sino básicamente por razones ideológicas.37 E n
sintonía e l investigador Abel Posadas manifestó que mientras e l régimen
militar aplicaba prohibiciones por supuesta lascivia sobre películas como
Insaciable (1979) o Una viuda descocada (1980) de Armando Bo, dio lugar a las
alegorías sexuales de María Luisa Bemberg o de Osear Barney Finn, ambos
cineastas pertenecientes a las clases altas (véase Posadas 2004) .
En efecto, la censura fue muy contundente respecto de las producciones
de carácter político, lo que tuvo su expresión inmediata en las listas negras
y en los asesinatos de directores, productores, actores, técnicos y en las
desapariciones de los propios films (Aprea 2008, pág. 50) . Pero el control
cinematográfico no se construyó solo de manera negativa, sino también
de modo propositivo. Por lo que si por un lado numerosas películas se
impugnaron por razones ideológicas, otras de «dudosa moral sexual» se
beneficiaron del financiamiento estatal y de las certificaciones de exhi­
bición. La larga tradición amparada por la I glesia Católica de que en el
cinematógrafo debían estar fuertemente controlados los contenidos para
que este no se convirtiese en un arma de destrucción de la familia natural y
de la nación, en esta etapa paradójicamente, estuvo lejos de ser respetada.
La vigilancia fue ambivalente y en oportunidades lo que se aceptaba o se
rechazaba estaba menos ligado a las normativas de prohibición existentes
y más vinculado con el nepotismo que practicaban los funcionarios del
régimen militar de la mano de la complacencia de algunos directores o
productores. Este nepotismo jugó un rol importante al debilitar consciente

36.- También habla de censura sin control (Guarini 2003, pág. 30) .
37.- G etino autorizó en 1973 la exhibición del El último tango en París de
Bernardo Bertolucci y supuestamente por esto fue perseguido. Véase « Declaración
pública de Octavio G etino» (Perú, mayo de 1980) . Archivo Getino. Véase también
« Proseguirá la causa por El último tango en París». La Nación, 16 de agosto de 1978.
108 DÉBORA D'ANTONIO

o inconscientemente los proyectos culturales del grupo de militares en el


poder.
Las comedias eróticas, todas ellas, con independencia del aspecto argu­
mental, tuvieron un aire de familia que se expresó en los motivos visuales,
en la monótona repetición del recurso para conseguir el chi ste fácil, en la
saturación de los semidesnudos femeninos, en la insistencia con reflej ar el
tedio de la vida matrimonial y en cómo los maridos les ofrecían a sus esposas
j ue gos eróticos que ellas rechazaban por ser obscenos e inmorales . Los
directores no tenían que esforzarse mucho ya que repitiendo el argumento
semiarmado sumado a los capos cómicos, se garantizaban el incremento
incesante de sus ganancias.
El historiador francés Marc Ferro, explicó que lo fílmico en cualquiera
de sus dimensiones ofrece herramientas para interpretar el mundo en
el que fueron realizadas las películas (Ferro 1995) . Las películas no solo
permiten reponer el pasado histórico a través de una lectura interpretativa
sino que también nos ayudan a abordar las distintas configuraciones del
imaginario popular y el orden de género y sexual de una sociedad histórica
determinada. En este sentido, las figuras de Jorge Porcel y Alberto Olmedo
contribuyeron a que la gente se identificase con sus ocurrencias, aunque
muchas veces estas fueran infecundas a la hora de concretar sus deseos y
aventuras amorosas. De hecho, estos productos cinematográficos también
generaron empatía con diferentes sectores del conjunto social al enfatizar
los defectos o vicios de sus protagonistas. Por todo ello es ineludible el éxito
y el acompañamiento sostenido que estas comedias encontraron tanto
entre el público de las clases medias metropolitanas como entre los críticos
y periodistas, y si no forjaron redes de apoyo a las políticas culturales del
gobierno, al menos de hecho las potenciaron.
A u to res

Ariel Eidelman. Doctor en H istoria p o r la Universidad d e Buenos Aires


y docente en la carrera de H istoria de la misma institución. H a dic­
tado cursos de grado y posgrado en otras universidades nacionales
y además es docente de educación media. Se especializa en histo­
ria contemporánea de Argentina y América Latina y trabaja temas
vinculados a la historia de la izquierda y de la represión estatal. Ha
publicado artículos en diferentes revistas académicas del país y de
Uruguay.
Máximo Javier Fernández. Profesor en C iencias Antropológicas por la
Universidad de Buenos Aires y becario doctoral del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) . Es investigador
en equipos UBACyT y forma parte del colectivo Antroposex. Actual­
mente se encuentra cursando el Doctorado de la Universidad de
Buenos Aires en Antropología. También se desempeña en el área
de la Dirección de Formación Docente de la ciudad de Buenos Aires.
Catalina Trebisacce. Doctora en Ciencias Antropológicas, investigadora
del Instituto I nterdisciplinario de Estudios de G énero y del Insti­
tuto de Geografía Romualdo Ardissone, ambos pertenecientes a la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Sus trabajos se inscriben e n el terreno de los estudios de memoria,
la teoría feminista posestructuralista y la historia del movimiento
feminista local. Publicó en revistas como Aletheia, Estudos Feministas y
Debate Feminista, entre otras.
Santiago Joaquín Insausti. Sociólogo por la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de Buenos Aires y docente de grado en la misma
casa de estudio s . Integra el G rupo de E studios sobre S exualidades
(IIGG) y Antroposex (FFyL-UBA) . Realiz a el Doctorado en C iencias
Sociales (UBA) donde investiga las m utaciones e n las identidades
subjetivas de gays y maricas en Buenos Aires (1967-1989) . Ha publicado
artículos en el campo de la historia de la sexualidad y los estudios
queer.
110 AUTORES

Débora D'Antonio. Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Ai­


res e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científi­
cas y Técnicas (CONICET) . Asienta sus investigaciones en el Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires y es profesora en la misma
institución. Forma parte o dirige diferentes proyectos U BACyT y
PI CT- FON CYT. Se especializa en la historia ar gen tina reden te y su
cruce con los estudios de género y de la sexualidad.
B i b l i o g rafía

Acevedo, Z. (1985) . Homosexualidad: hacia la destrucción de los mitos. Buenos


Aires: Ediciones del Ser (véase págs. 63, 78) .
Acha, O. (2000) . «Organicemos la contrarrevolución: discursos católicos
sobre la familia, la reproducción y los géneros a través de Criterio (1928-
1943)». En: Cuerpos, géneros e identidades. Buenos Aires: Del Signo (véase
pág. 88).
Acha, O. y P. Ben (2004) . «Amorales, patoteros, chongos y pitucos. La
homosexualidad masculina durante el primer peronismo». En: Trabajos
y Comunicaciones, núm. 30-31: Buenos Aires (véase págs. 34, 65) .
Adam, B., J. Duyvendak y A. Krouwel (1999) . The global emergence ofgay and
lesbian poli tics: national imprints of a worldwide movement. Philadelphia:
Temple University Press (véase pág. 80) .
Águila, G . (2008 ) . Dictadura, represión y sociedad en Rosario. Buenos Aires:
Prometeo (véase pág. XI) .
Aguilar, J. (1972) . Censura en el cine. Buenos Aires: Ediciones Libera (véase
pág. 88).
Anabitarte, H. (1982) . Estrechamente vigilados por la locura. Barcelona: Hacer
(véase pág. 78) .
Anabitarte, H. y L. Sanz (1979) . Homosexualidad, el asunto está caliente. Madrid:
Queimada Ediciones (véase pág. 78) .
Andújar, A., ed. (2009a) . De minifaldas, militancias y revoluciones. Buenos
Aires: Ediciones Luxemburg (véase pág. XII) .
Andújar, A. (2009b) . « E l amor en tiempos de revolución: los vínculos de
pareja en la militancia de los 70. B atallas, telenovelas y rock and roll».
En: De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los 70 en la
Argentina. Buenos Aires: Ediciones Luxemburg (véase pág. 50).
Andújar, A. y D. D'Antonio (2008) . «De genealogías, rupturas y excepciona­
lidades: el campo de la llamada Historia Reciente en Argentina». En: V
Jornadas de Sociología de la U N LP y 1 E ncuentro Latinoamericano de
Metodología de las Ciencias Sociales. Universidad Nacional de La Plata.
Buenos Aires (véase pág. XI) .
112 BIBLIOG RAFÍA

Ansaldi, W. (1985) . « Notas sobre la formación de la burguesía argenti­


na». En: Orígenes y desarrollo de la burguesía en América Latina. Ed. por
E . Florescano. México, DF: Nueva Imagen (véase pág. IX) .
Anzorena, O. (1988) . Tiempo de violencia y utopía (1966-1976). Buenos Aires:
Editorial Contrapunto (véase pág. 67) .
Aprea, G. (2008) . Cine y políticas en Argentina. Continuidades y discontinuidades
en 25 años de democracia. Buenos Aires: Ediciones UNG S (véase pág. 107) .
Assoun, P. (2006) . Lecciones psicoanalíticas sobre masculino y femenino. Buenos
Aires: Nueva Visión (véase pág. 48) .
Attwood, F. (2002) . « Reading Porn: The Paradigm Shift in Pornography
Research». En: Sexualities, núm. 5: n/d (véase pág. 3).
Attwood, F. (2011) . «The Paradigm Shift: Pornography Research, Sexuali­
zation and Extreme Images». En: Sociology Compass, vol. 5, núm. 1: n/d
(véase pág. 3 ) .
Avellaneda, A. (1986) . Censura, autoritarismo y cultura, 1960-1983. Buenos
Aires: C EAL (véase págs. 2, 10, 83, 107) .
Baird, V. (2001) . The No-Nonsense Guide to Sexual Diversity. Oxford: New
Internationalist Publications (véase págs. 80, 81) .
Balán, P. (2015) . «El Estado en la ciencia social moderna: conceptos, medi­
ción, indagación causal». E n : Estudios Sociales del Estado, vol. 1, núm. 1:
n/d (véase pág. IX) .
B allent, A. (2005) . Las huellas de la política. Vivienda, dudad, peronismo en
Buenos Aires, 1943-1955. Buenos Aires: Prometeo (véase pág. X) .
B ao, D. (1993). «Invertidos sexuales, tortilleras, and maricas machos: The
construction of homosexuality in Buenos Aires, Argentina». En: Journal
ofHomosexuality, vol. 24, núm. 3-4: n/d (véase pág. 65) .
Barreneche, O. (2006) . L a reforma policial del peronismo e n l a provincia de
Buenos Aires, 1946-1951. URL: h t t p : / / h i s t o r i apol i t i c a . com / da t o s /
b i b l i o t e c a / b a r r e n e c h e 2 . pdf (visitado 04-2015) (véase pág. X) .
Bazán, O. (2004) . Historia de la homosexualidad en la Argentina: de la conquista
de América al siglo XXI. Buenos Aires: Marea (véase págs. 65, 71, 80) .
Ben, P. (2007) . «Plebeian Masculinity and Sexual Comedy in Buenos Aires,
1880-1930». En: Journal ofthe History ofSexuality, vol. 16, núm. 3 : Kansas
(véase págs. 33, 65) .
Ben, P. (2009) . «Male sexuality, the popular classes and the state : Buenos
Aires, 18 80-1955». Tesis doctoral. University of Chicago (véase pág. 65) .
Benítez, M . (1984) . «Historia de la represión sexual en Argentina». En: El
Porteño, núm. 28: Buenos Aires (véase pág. 77) .
Benítez, M . (1985) . «Historia de la represión a la sexualidad en la Argenti­
na». En: Homosexualidad: hacia la destrucción de los mitos. Buenos Aires:
Ediciones del Ser (véase págs. 77, 78, 81) .
Bergia, M. (2015). «El Estado en el interior nacional en la primera mitad del
siglo XX. Aproximaciones historiográficas a un objeto en constante re-
BIBLIOG RAFÍA 113

visión». En: Estudios Sociales del Estado, vol. 1, núm. 1: n/d (véase págs. IX,
XI) .
Bianchi, S . (1997) . « La conformación de la Iglesia C atólica como actor
político-social: el Episcopado argentino (1930-1960) ». En: Actores, ideas y
proyectos políticos en la Argentina contemporánea. Buenos Aires: Universi­
dad Nacional del Centro (véase pág. 88) .
Bidart Campos, G . (1980) . Poder d e Polida d e moralidad e n materia d e espec­
táculos y de publicaciones en la Capital Federal. Buenos Aires: MCBA (véase
pág. 9) .
Bogaert, A. (1993) . «A Content Analysi s of Playboy Centerfolds from 1953
through 1990: Changes in Explicitness, Objetification and Model's Age».
En: The Journal ofSex Research, vol. 30, núm. 2: n/d (véase págs. 14, 16) .
Bohoslavsky, E. (2014) . «El Estado argentino y sus políticas públicas (1880-
1943 ) : algunas discusiones historiográficas». En: Sociedad y Economía,
núm. 26: n/d (véase pág. IX) .
Bohoslavsky, E . y G . S oprano, eds. (2010) . Un Estado con rostro humano.
Funcionarios e instituciones estatales en la Argentina desde 1880 a la actualidad.
Buenos Aires: Prometeo (véase pág. IX) .
Borgarello, S. y F. Cipolla (2001) . Régimen legal de calificación cinematográfica
en la República Argentina. Córdoba: Advocatus (véase pág. 88).
Botana, N. (1998). El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916.
Buenos Aires: Sudamericana (véase pág. X) .
Breazeale, K. (1994) . «In Spite ofWomen: Esquire Magazine and the Cons­
truction ofthe Male Consumer». En: Signs, vol. 20, núm. 1: n/d (véase
pág. 14) .
Brown, S. (1997) . «Con discriminación y represión no hay democracia». En:
XX International Congress of the Latín American Studies Association.
G uadalajara (véase pág. 80) .
B rown, S . (2002) . «Con discriminación y represión no hay democracia».
En: Latin American Perspectives, vol. 29, núm. 2: n/d (véase pág. 80) .
Buzek, M. (1998) . «War Goddess: The Vargas Girls, WWI I and Feminism».
En: Paradoxa, núm. 6: n/d (véase pág. 14) .
Caimari, L. (2004) . Apenas un delincuente: crimen, castigo y cultura en la Argen­
tina, 1880-1955. Buenos Aires: Siglo XXI (véase pág. X) .
Calveiro, P. (1998) . Podery desaparición: los campos de concentración en Argentina.
Buenos Aires: Colihue (véase págs. XI, 73, 74) .
Calvera, L. (1990) . Mujeres y feminismo en la Argentina. Buenos Aires: G rupo
Editor Latinoamericano (véase pág. 57) .
Canal E ncuentro (2010) . Salida d e emergencia. Diversidad e n la dictadura.
Buenos Aires (véase pág. 68).
Cano, l. (1982) . «El movimiento feminista argentino en la década del 70».
En: Todo es Historia, núm. 183: Buenos Aires (véase pág. 52) .
114 BIBLIOGRAFÍA

Cano, V. y C. Trebisacce (2013) . «(Re)escrituras feministas para una teoría


de la disidencia sexual: El FLH y el G PS disparan sobre el patriarcado».
En: I Coloquio Internacional: Saberes contemporáneos de la diversidad
sexual. Teoría, crítica, práxis (véase pág. 59) .
Chi rico, M. (1986) . « E l proyecto autoritario y la prensa para la mujer; un
ejemplo de discurso intermediario». En: El discurso político. Lenguajes y
acontecimiento. Buenos Aires: Hachette (véase pág. 83) .
Colautti, C . (1983 ) . Libertad de expresión y censura cinematográfica. Buenos
Aires: Fundación de Institutos de Estudios Legislativos (véase pág. 88) .
CONADEP (2013) . Nunca más. Buenos Aires: EUDEBA (véase pág. 75) .
Correas, C . (2012) . Los jóvenes. Buenos Aires: Mansalva (véase pág. 39) .
Cosse, I . (2006) . «Cultura y sexualidad en la Argentina de los 60: usos
y resignificaciones de la experiencia transnacional». En: Estudios In­
terdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 17, núm. 1 : n/d (véase
pág. 6) .
Cosse, I . (201oa) . Los 60 de otra manera. Vida cotidiana, género y sexualidades
en la Argentina. Ed. por I. Cosse, K. Felitti y V. Manzano. Buenos Aires:
Prometeo (véase pág. XII) .
Cosse, I. (201ob) . Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta. Buenos Aires:
Siglo XXI (véase págs. 6, 25, 44, 45, 5 0) .
Cousins, C. (2008). «General Onganía and the Argentine (Military) Revolu­
tion of the Right: Anticommunism and Morality, 1966-1970». En: Historia
Actual Online, núm. 17: n/d (véase pág. 6) .
C rawford, R. (2011) . Male Dolls in the Great Playing with Dress, Design and
Space Indoors. M imeo (véase pág. 14) .
Cucchetti, H. (2010) . Combatientes de Perón, herederos de Cristo. Buenos Aires:
Prometeo (véase pág. 5) .
D'Antonio, D. (2010) . «Transformaciones y experiencias carcelarias. Prisión
política y sistema penitenciario en la Argentina entre 1974 y 1983». Tesis
doctoral. Universidad de Buenos Aires (véase pág. XI) .
D'Antonio, D. (2011) . «Políticas de desarticulación de la subjetividad sexual
y de género practicadas en la cárcel de Villa Devoto durante la última
dictadura militar argentina (1976-1983) ». En: Estudios, núm. 25: n/d
(véase pág. XII) .
D'Antonio, D. (2012) . « Los presos políticos del penal de Rawson: un tra­
tamiento para la desubjetivación. Argentina (1970-1980)». En: Anos 90.
Dossie Ditaduras de Seguranfa Nacional no Cone Sul, vol. 19, núm. 35: n/d
(véase pág. XII ) .
D'Antonio, D. y A . Eidelman (2010) . «El sistema penitenciario y los presos
políticos durante la configuración de una nueva estrategia represiva del
Estado argentino (1966-1976) ». En: Iberoamericana, núm. 40: n/d (véase
pág. XI) .
BIBLIOGRAFÍA ns

De las Carreras de Kuntz, M. (1997) . «El control del cine en la Argentina». En:
Foro Político. Revista del Instituto de Ciencias Políticas «Manuel V. Ordóñez»,
vol. 19: n/d (véase págs. 88, 89, 96) .
Di Stefano, R. y L. Zanatta (2009) . Historia de la Iglesia argentina. Buenos
Aires: Sudamericana (véase pág. S) .
Di Tella, T. (1974) . Clases sociales y estructuras políticas. Buenos Aires: Paidós
(véase pág. IX) .
Dosa, M. (2003). «1976-1977: El discurso mediático en la construcción de la
hegemonía política en las revistas Gente y Somos». En: Mediosy Dictadura.
Comunicación, podery resistencia. Buenos Aires: Ediciones La Tribu (véase
pág. 85) .
Duhalde, E . (1999) . El estado terrorista argentino. Buenos Aires: E U D E BA
(véase pág. XI) .
Eidelman, A. (2012) . «Construcción de la identidad policial y representación
de la violencia política en la revista PFA-Mundo Policial durante los años
70». En: Contemporánea, vol. 3, núm. 3: n/d (véase pág. XI) .
Elguera, A. (1963) . Policía municipal: Seguridad. Higiene. Moralidad. Buenos
Aires: Depalma (véase pág. 9) .
Escardó, F. (1964) . Sexología de lafamilia. Buenos Aires: Ateneo (véase págs. 49-51) .
Feierstein, D., comp. (2005 ) . Genocidio. La administración de la muerte en la
modernidad. Buenos Aires: UNTREF (véase pág. XI) .
Feierstein, D. (2007) . El genocidio como práctica social: entre el nazismo y la
experiencia argentina. Buenos Aires: FCE (véase pág. XI) .
Felitti, K. (2008). «Familia, género y sexualidades en los discursos católicos.
A una década de Humanae Vitae (1968-1978)». En: 1 Reunión de Trabajo
Los 60 de otra manera. USAL. Buenos Aires (véase págs. s, 6) .
Felitti, K. (2009) . «Difundir y controlar: iniciativas de educación sexual en
los años sesenta». En: Revista Argentina de Estudios de la Juventud, vol. 1,
núm. 1: n/d (véase págs. s, 6) .
Felitti, K. (2011) . « Sexualidad y reproducción en la agenda feminista de la
segunda ola en la Argentina (1970-1986)». E n : Estudios Sociológicos, vol.
28, núm. 84: México, DF (véase pág. XII) .
Fernández, M. (2013). «Perspectivas sobre la homosexualidad en la historia
reciente argentina. Poder y agencia en el espacio público». En: CECYP,
núm. 23: Buenos Aires (véase pág. 23) .
Ferro, M. (1995). Historia contemporáneay cine. Barcelona: Ariel (véase pág. 108) .
Figari, C. (2012) . « La invención de la sexualidad: El homosexual en la medi­
cina Argentina (1870-1930)». En: La producción de la sexualidad: políticas y
regulaciones sexuales en Argentina. Buenos Aires: Biblos (véase pág. 65) .
File, J. (1997) . Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura, 1976-1983.
Buenos Aires: Biblos (véase pág. 83) .
FLH (1973 ) . Sexo y revolución. Ed. por Frente de Liberación Homosexual.
Buenos Aires (véase pág. 53) .
116 BIBLIOG RAFÍA

Foucault, M. (2002) . Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber.


México, DF: Siglo XXI (véase pág. 46) .
Foucault, M . (2003) . « La ética del cuidado de sí como una práctica de
libertad». E n : El yo minimalista y otras conversaciones. Buenos Aires: La
marca (véase pág. 57) .
Fraguas, J. y E . Muslip (2012) . «Los "turbios fondeaderos" d e l a experiencia
literaria. Postfacio». En: Buenos Aires: Mansalva (véase pág. 40) .
Franco, M. (2012) . Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y «Sub­
versión», 1973-1976. Buenos Aires: FCE (véase pág. XI) .
Funes, P. (2004) . «Medio siglo de represión. El archivo de Inteligencia de la
Policía de la Provincia de Buenos Aires». En: Puentes de la Memoria, núm.
11: Buenos Aires (véase pág. 69) .
Galván, V. y F. Osuna (2014) . Política y cultura durante el «onganiato». Rosario:
Prohistoria (véase págs. 4, 5).
G araño, S . (2008). « E ntre resistentes e "irrecuperables": Memorias de ex
presas y presos políticos (1974-1983)». Tesis de licenciatura. Universidad
de Buenos Aires (véase pág. XI) .
G arcía, G . (1978) . La entrada del psicoanálisis a la Argentina. Obstáculos y
perspectivas. Buenos Aires: Altazor (véase pág. 45) .
Gayo!, S. y G . Kesller, eds. (2002) . Violencias, delitos y justicias en la Argentina.
Buenos Aires: Manantial y Universidad Nacional G eneral S armiento
(véase pág. X) .
GaysDC (1995) . Violaciones de derechos humanos y civiles en la Republica Argen­
tina basadas en la orientacion sexual de las personas. Ed. por G ays por los
Derechos C iviles. Buenos Aires (véase pág. 80) .
G entili, R. (1995). Me va a tener que acompañar: una visión crítica sobre los
-

edictos policiales. Buenos Aires: El Naranjo (véase pág. 64) .


G erhard, J . (2001) . «De vuelta al Mito del orgamos vaginal: el orgasmo
femenino en el pensamiento sexual estadounidense y el feminismo de
la segunda ola». En: Debate Feminista, vol. 13, núm. 12: n/d (véase pág. 55) .
Germani, G . (1971) . Política y sociedad en una época de transición, de la sociedad
tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós (véase pág. IX) .
G etino, O. (2005). Cine argentino: entre lo posible y lo deseable. Buenos Aires:
C ICCUS (véase págs. 87, 94) .
Ghio, J. (2007) . La iglesia católica en la política argentina. Buenos Aires: Biblos
(véase pág. 4) .
G iorgi, G. y F. Mallimaci (2012) . «Catolicismos, nacionalismos y comunita­
rismos en política social. Redes católicas en la creación del Ministerio
de Bienestar Social (1966-1970) ». En: Cultura y Religión, vol. 6, núm. 1: n/d
(véase pág. 4) .
G ociol, J. y H . Invernizzi (2006) . Cine y dictadura. La censura al desnudo.
Buenos Aires: Capital Intelectual (véase págs. 90, 93, 94) .
BIBLIOGRAFÍA 117

G omez, G. (2011) . « La radicalización católica en Argentin a y Chile en los


sesenta». En: Revista Cultura y Religión, vol. 5, núm. 2: n/d (véase pág. 5).
González Bollo, H. (2012) . «La visión macroeconómica de Alejandro Bunge:
construcción de un modelo estadístico (1913-1920) ». E n : Estatística e
Sociedade, núm. 2: Porto Alegre (véase pág. X) .
Grammático, K. (2007) . «Las "mujeres políticas" y las feministas en los tem­
pranos setenta: ¿un diálogo (im) posible?» En: Historia, género y política en
los 70. Buenos Aires: Feminaria. URL: h t t p / /www . fem i n a r i a . com . a r /
c o l e c c i o n e s / tema s c o n t empo r a n e o s (visitado 01-2014) (véase pág. 52) .
Grammático, K . (2011) . Mujeres montoneras. Buenos Aires: Ediciones Luxem­
burg (véase pág. XII).
Guarini, C . (2003). «El cine en la dictadura: evasión, censura y exilio».
En: Medios y Dictadura. Comunicación, poder y resistencia. B uenos Aires:
Ediciones La Tribu (véase págs. 93, 107) .
Hocquenghem, G . (2009) . El deseo homosexual. Madrid: Melusina (véase
pág. 53) .
Hunt, L., ed. (1993) . The Invention ofPornography. Nueva York: Zone Books
(véase pág. 3).
I NADI (2010) . Memorias de la mesa panel «Diversidad sexual y dictadura en
salta» (véase pág. 68) .
Insausti, S . (2006) . « Los amorales; representaciones mediáticas sobre
homosexualidad y crimen durante la última dictadura militar». E n :
III Jornadas d e Reflexión Monstruos y Monstruosidades (véase pág. 26) .
Insausti, S . (2007) . «Una mirada sobre las publicaciones del Frente de
Liberación Homosexual». E n : Actas de las IV Jornadas de H i storia de
las Izquierdas . Buenos Aires (véase pág. 53) .
Insausti, S . (2011-2012) . «Selva, plumas y desconche: Un análisis de las
performances masculinas de la feminidad entre las locas del Tigre
durante la década del ochenta». En: Revista Latinoamericana de Estudios
sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad (RELACES), núm. 7: Córdoba. URL:
h t t p : / / www . r e l a c e s . eom . a r / i n d e x . p h p / r e l a c e s / a r t i c l e / v i ew /
6 5 /1 03 (véase pág. 56) .
I nvernizzi, H . (2014) . Cines rigurosamente vigilados. Censura peronista y an­
tiperonista, 1946-1976. Buenos Aires: Capital Intelectual (véase págs. 11,
91) .
Isaurralde, A. (2005). «La cinematografía dirigida. Siete años de dictadura
que condicionan y afectan a la creación». E n : Libro Cine Argentino 1957-
1983. Vol. 2. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes (véase págs. 90,
98) .
Izaguirre, l. (2009) . Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina
1973-1983. Buenos Aires: EUDEBA (véase pág. XI) .
118 BIBLIOG RAFÍA

Jakubowicz, E. y L. Radetich (2006) . La historia argentina a través del cine. Las


«Visiones del pasado» (1933-2003). Buenos Aires: La Crujía ediciones (véase
pág. 99) .
Jáuregui, C. (1987) . La homosexualidad en la Argentina. Buenos Aires: Edicio­
nes Tarso (véase págs. 25, 79) .
Jáuregui, C . (1996) . « Presente incierto». E n : NX, núm. 10: Buenos Aires
(véase pág. 79) .
Jockl, A. (1984) . Ahora, los gay. Buenos Aires: E diciones de la Pluma (véase
pág. 78) .
Koedt, A. (2001) . «El mito del orgasmo vaginal». E n : Debate Feminista, vol.
13, núm. 12: n/d (véase pág. 55) .
Krieger, C. (2009) . Cine y peronismo. El Estado en escena. Buenos Aires: Siglo
XXI (véase pág. 87) .
Laguado Duca, A. (2006) . «Onganía y e l nacionalismo militar e n Argentina».
En: Universitas Humanística, núm. 62: n/d (véase pág. 4) .
Lamphere, L. (2000) . «The domestic sphere and the public world of men.
The strenghts and limitations of an Anthropological dichotomy». En:
Gender in cross-cultural perspective. Ed. por C. B rettell y C . Sargent. New
Jersey: Prentice Hall (véase pág. 23) .
Laudano, C . (1998 ) . Las mujeres en los discursos militares (1976-1983) . Buenos
Aires: La Página (véase pág . .83) .
Lewin, M. (2014) . Putas y guerrilleras. Buenos Aires: Planeta (véase pág. 73) .
López Castro, C . (1960) . Moralidad de los espectáculos y las publicaciones: facul­
tades policiales del municipio. Buenos Aires: Abeledo Perrot (véase pág. 9) .
M ackinnon, C . (1987) . Toward A Feminist Theory of the State. C ambridge:
Harvard University Press (véase pág. 98) .
M afud, J. (1966) . La revolución sexual argentina. Buenos Aires: Americalee
(véase pág. 51) .
M alva (2011) . M i recordatorio: autobiografía d e Malva. B uenos Aires: Libros
del Rojas (véase pág. 65) .
M an gone, C . (1996) . «Dictadura, cultura y medios». E n : Causas y Azares,
núm. 4: n/d (véase pág. 85) .
Manzano, V. (2005). «Sexualizing Youth: Morality Campaigns and Repre­
sentations ofYouth in Early 6os Buenos Aires». En: The Journal ofHistory
ofSexuality, vol. XIV, núm. 4: n/d (véase págs. 2, 6, 7, 25, 88).
Manzano, V. (2009) . «The Making ofYouth in Argentina: Culture, Politics,
and S exuality (1956-1976) ». Tesis doctoral. Indiana University (véase
págs. 6, 101) .
Manzano, V. (2010) . «Juventud y modernización sociocultural en la Argen­
tina de los sesenta». En: Desarrollo Económico, núm. 199: Buenos Aires
(véase pág. XII) .
BIBLIOGRAFÍA 119

Manzano, V. (2011) . «Tiempos de contestación: cultura del rock, masculini­


dad y política, 1966-75». En: Género y generación: estudios culturales sobre
jóvenes. Comp. por S . Elizalde . Buenos Aires: B iblos (véase pág. 25) .
Maranghello, C. (2004) . «La censura cinematográfica en la Argentina (1932-
1962) ». En: La censura en el cine Hispanoamericano. Buenos Aires: Univer­
sidad de Buenos Aires (véase pág. 87) .
Maranghello, C . (2005 ) . « E l discurso represivo. L a censura entre 1961 y
1966». En: Cine argentino. Modernidad y vanguardias 1957/1983. Buenos
Aires: Fondo Nacional de las Artes (véase págs. 87, 90) .
Masters, W. y V. Johnson (1972a) . «Entrevista de PIAYBOY: Masters y John­
son». En: Las técnicas sexuales de Marters y Johnson. Hacia una sexualidad
sin problemas. Buenos Aires: G ranica (véase págs. 48, 49) .
Masters, W. y V. Johnson (1972b) . «Masters y Johnson hablan sobre Human
sexual inadequacy». En: Las técnicas sexuales de Masters y Johnson. Hacia
una sexualidad sin problemas. Buenos Aires: G ranica (véase pág. 50) .
M ignone, E . y A. Conte Me DoneII (2006) . Estrategia represiva de la última
dictadura militar. Buenos Aires: Colihue (véase pág. XI) .
Moore, B. (1972) . «Significado y tratamiento psicoanalítico de la frigidez».
En: Las técnicas sexuales de Masters y Johnson. Hacia una sexualidad sin
problemas. Buenos Aires: G ranica (véase pág. 48) .
Morello, G . (2003 ) . Cristianismo y revolución: los orígenes intelectuales de la
guerrilla argentina. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba (véase
pág. 5).
Moulton, l . (2013). «E rotic Representation, 1500-1750». En: Routledge History
ofSex and the Body in the West, 1500-present. Ed. por K. Fisher y S. Toulalan.
Londres: Routledge (véase pág. 3).
Mulvey, L. (1975). «Visual Pleasure and Narrative Cinema». En: Screen, vol.
16, núm. 3: n/d (véase pág. 3).
Murrnis, M . y J . Portan tiero (1971) . Estudios sobre los orígenes del peronismo.
Buenos Aires: Siglo XXI (véase pág. IX) .
Nead, L. (1992) . The Female Nude. Art, Obscenity and Sexuality. Nueva York:
Routledge (véase págs. 3, 14) .
Neiburg, F. y M. Plotkin (2004). «Los economistas. El Instituto Torcuato Di
Teila y las nuevas elites estatales en los años sesenta». En: Intelectuales
y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina. Buenos
Aires: Paidós (véase pág. X) .
Oberti, A. (2010) . «¿Qué le hace el género a la memoria?» En: Genero, Femi­
nismos e Ditaduras no Cone Sul. Florianópolis: Editora Mulheres (véase
pág. XII).
O'DonneII, G . (1982) . El estado burocrático autoritario. Buenos Aires: Editorial
de Belgrano (véase pág. X) .
Oszlak, O. (1982) . La formación del Estado argentino. Buenos Aires: Editorial
de Belgrano (véase pág. X) .
120 BIBLIOG RAFÍA

Oszlak, O. y G . O'Donnell (1976) . « Estado y políticas estatales en América


Latina: hacia una estrategia de investigación». En: CEDES/CLACSO,
núm. 4: Buenos Aires (véase pág. X) .
Palacio, M . (1997) . « Las representaciones de género sobre la mujer en
publicaciones periódicas de la ciudad de Córdoba de los períodos histó­
ricos: 1973-76 y 1976-83». En: VI Encuentro Interdisciplinario de Ciencias
Sociales y Humanas . Córdoba (véase pág. 83) .
Palermo, S . (2006) . « Elite técnica y E stado liberal: la creación de una
administración moderna en los Ferrocarriles del E stado (1870-1910) ».
En: Estudios Sociales, vol. 16, núm. 30: n/d (véase pág. X) .
Peña, F. (2012) . Cine años de cine argentino. Buenos Aires: Biblos (véase
pág. 95) .
Peralta Ramos, M . (1972) . Etapas de acumulación y alianzas de clases en la
Argentina (1930-1970). Buenos Aires: Siglo XXI (véase pág. IX) .
Peralta Ramos, M. (1978) . Acumulación de capital y crisis política en Argentina
(1930-1974). México, DF: Siglo XXI (véase pág. IX) .
Pereyra, E . (2012) . «El Estado y la Administración Pública nacional en
perspectiva histórica. Análisis crítico de la producción académica sobre
el período 1930-1976». En: Polhis, núm. 9: n/d (véase pág. IX) .
Pérez, l. (2014) . «Género y derechos laborales: servicio doméstico y trabajo
doméstico no remunerado en la justicia laboral en la Argentina (1956-
1974) ». En: Revista Páginas, núm. 6: n/d (véase pág. XII) .
Perlongher, N. (1997) . Prosa plebeya. Buenos Aires: Colihue (véase págs. 71,
77) .
Perlongher, N. (1999) . El negocio del deseo: la prostitución masculina en San
Pablo. Buenos Aires: Paidós (véase pág. 37) .
Pita, V. (2012) . L a casa d e las locas. Una historia social del Hospital d e mujeres
dementes, Buenos Aires: 1852-1890. Rosario: Prohistoria (véase pág. X) .
Pitzulo, C. (2008 ) . «The B atle in Every Man's Bed: Playboy and the Fiercy
Feminists». En: Journal of the History ofSexuality, vol. 17, núm. 2: n/d
(véase pág. 14) .
Pitzulo, C. (2011) . Bachelors and Bunnies: The Sexual Poli tics ofPlayboy. Chicago:
The University of Chicago Press (véase pág. 14) .
Plotkin, M. (2003). Freud en las pampas. Buenos Aires: Sudamericana (véase
págs. 45, 46) .
Podalsky, L. (2004) . Specular City. Transforming Culture, Consumption, and
Space in Buenos Aires, 1955-1973. Temple University Press: Philadelphia
(véase pág. 6) .
Policía Federal (1949) . Memoria. Buenos Aires: Talleres Gráficos de la Policía
Federal (véase pág. 64) .
Portantiero, J. (1989) . « Economía y política en la crisis argentina (195 8-
1973 ) » . En: Estado y sociedad en el pensamiento nacional. Buenos Aires:
Cántaro (véase pág. X) .
BIBLIOG RAFÍA 121

Posadas, A. (1983). « E l cine que el proceso nos legó». En: Crear en la cultura
nacional, núm. 12: n/d (véase pág. 95) .
Posadas, A. (2004) . « Los progresistas no son faquires (También comían
durante la dictadura m ilitar) ». En: El Escarmiento, núm. 4-5: Buenos
Aires. U RL: h t t p : / / www . e l e s c a rm i e n t o . com . a r / 0 4 c u l t u r a l . php
(véase págs. 94, 107) .
Preciado, B. (2010) . Pornotopía. Barcelona: Anagrama (véase pág. 14) .
Pujo!, S. (2002) . La década rebelde. Los años 60 en la Argentina. Buenos Aires:
Emecé (véase pág. 44) .
Pujo!, S . (2007) . « Rebeldes y Modernos. Una cultura de los j óvenes». E n :
Nueva Historia Argentina. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976).
Comp. por D. James. Buenos Aires: Sudamericana (véase pág. 44) .
Ramacciotti, K. (2004) . « Las tensiones en la política sanitaria de Ramón
C arrillo». En: Sueños de bienestar en la nueva Argentina. Buenos Aires:
Imago Mundi (véase pág. X) .
Ramacciotti, K. (2009) . La política sanitaria del peronismo. Buenos Aires:
Biblos (véase pág. X) .
Rapisardi, F. (2009) . « Escritura y lucha política en la cultura argentina: iden­
tidades y hegemonía en el movimiento de diversidades sexuales entre
1970 y 2000». En: Revista Iberoamericana, núm. 74: n/d (véase pág. 80) .
Rapisardi, F. (2011) . «Espacio público y deambular marica: configuraciones
nómadas entre la resistencia y el mercado». En: Manifestaciones, fiestas
y rituales en el siglo XX. Ed. por M . Lobato. Buenos Aires: B iblos (véase
págs. 21, 23, 24) .
Rapisardi, F . y A. Modarelli (2001) . Fiestas, baños y exilios. Los gays porteños en
la última dictadura. Buenos Aires: Sudamericana (véase págs. 21, 35, 56,
80) .
Reiter, R. (1975) . « M e n and women in the S outh of France: Public and
prívate domains». En: Toward an Anthropology ofWomen. Nueva York:
Monthly Review Press (véase pág. 23) .
Rouquié, A . (1981) . Poder militar y sociedad política e n l a Argentina. Vol. l .
Buenos Aires: E mecé (véase pág. X) .
Rouquié, A. (1982) . Poder militar y sociedad política en la Argentina. Vol. 2.
Buenos Aires: Emecé (véase pág. X) .
Ruibal, B. (1983 ) . Ideología del control social: Buenos Aires, 1880-1920. Buenos
Aires: C EAL (véase pág. X) .
Saavedra, C . (2006) . « Informe Kinsey». E n : Índice. Revista de Estadística y
Sociedad, núm. 15: n/d (véase pág. 45) .
Salas, H . (2006) . «Olmedo y Porcel bajo la dictadura. Operación Ja Ja». En:
Página 12: Buenos Aires. U R L: h t t p : / /www . pag i n a l 2 . com . a r / d i a r i o /
s u p l e me n t o s / r a d a r / 9 - 3 2 8 9 - 2 0 0 6 - 1 0 - 0 1 . h tm l (véase págs. 84, 105 ) .
Salessi, J. (1995) . Médicos maleantes y maricas (Buenos Aires, 1871-1914). Rosario:
Viterbo (véase pág. 65) .
122 BIBLIOG RAFÍA

S arachild, K. (1978) . «Consciousness-Raising: A Radical Weapon». En:


Feminist Revolution. Nueva York: Random House (véase pág. 57) .
Sarrabayrouse Oliveira, M . (2003) . «Memoria y dictadura». Poder Judicial y
dictadura. El caso de la Morgue Judicial. Buenos Aires: Cuadernos de trabajo
del Instituto de Estudios e Investigaciones (véase pág. XI) .
Sebreli, J. (1983) . «Historia secreta de los homosexuales porteños». En: Perfil,
núm. 27: Buenos Aires (véase págs. 77, 81) .
Sebreli, J. (1997) . «Historia secreta de los homosexuales en Buenos Aires».
En: Escritos sobre escritos. Ciudades bajo ciudades. Buenos Aires: Sudameri­
cana (véase págs. 40, 65, 77) .
Sidicaro, R. (1995). «Los conflictos entre el estado y los sectores socioeconó­
micos predominantes en la crisis del régimen conservador (1930-1943)».
En: Representaciones inconclusas. Las clases, los actores y los discursos de la
memoria, 1912-1946. Buenos Aires: Biblos (véase pág. X) .
S i gel, L. (2000) . « Filth in the Wrong People's Hands: Postcards ant the
Expansion of Pornography in Britain and the Atlantic World, 18 80-1914».
En: Journal ofSocial History, vol. 33, núm. 4: n/d (véase pág. 3).
Sigel, L. (2013). «Looking at Sex. Pornography and Erotica since 1750». En:
Routledge History of Sex and the Body in the West, 1500-present. Ed. por
K. Fisher y S . Toulalan. Londres: Routledge (véase pág. 3).
S latman, M . (2011) . «Archivos de la represión y ciclos en la investigación
sobre la Operación Cóndor». En: XIII Jornadas Interescuelas Departa­
mentos de Historia. Catamarca (véase pág. XI) .
Solomon-Godeau, A. (1996) . «The Other Side ofVenus . The Visual Economy
of Femenine Display». E n : The Sex of Things. Gender and Consumption
in Historical Perspective. Ed. por V. De G razia. B erkeley: University of
California Press (véase págs. 3, 14) .
Soprano, G . (2007) . «Del Estado en singular al Estado en plural. Contribu­
ción para una historia social de las agencias estatales en la Argentina».
En: Cuestiones de Sociología, núm. 4: n/d (véase pág. X) .
Soprano, G . (2015). «El Estado en los extremos. Contribuciones de la histo­
riografía hispanocolonial y la antropología de la política al estudio del
Estado en el siglo XX». En: Estudios Sociales del Estado, vol. 1, núm. 1: n/d
(véase págs. IX, X) .
Spinsanti, R. (2005). «Miguel Paulino Tato: de la crítica cinematográfica
a la función pública». En: Cuadernos de Cine argentino. Gestión estatal e
industria cinematográfica, núm. 2: Buenos Aires (véase pág. 91) .
Spinsanti, R. (2012) . «Miguel Paulino Tato: el crítico censor». En: Revista de
la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual, núm. 5: Buenos
Aire s . URL: h t t p : / / www . a s a e c a . o rg / i magofa g i a / s i t i o / i mages /
s t o r i e s / pd f 5 / n 5_dos s i e r4 . pdf (véase pág. 91) .
BIBLIOGRAFÍA 123

Tarducci, M. (2013 ) . «El activismo lesbofeminista en la ciudad de Buenos


Aires en los primeros años de la posdictadura». En: Actas de las XI I
Jornadas rosarinas de Antropología sociocultural (véase pág. 58) .
Tiscornia, S., comp. (2004) . Burocracias y violencia. Estudios de antropología
jurídica. Buenos Aires: Antropofagia (véase pág. XI) .
Touris, C. (2009) . «Profetismo, política y neo-clericalismo en el Movimiento
de Sacerdotes para el Tercer Mundo en Argentina». En: Anuario IEHS,
núm. 24: Buenos Aires (véase pág. 5).
Touris, C . (2010) . «Sociabilidades católicas post-conciliares . El caso de la
constelación tercermundista en la Argentina (1966-1976) ». En: Passagens,
vol. 2, núm. 3: n/d (véase pág. 5).
Trebisacce, C. (2010) . «Modernización y experiencia feminista de los años
setenta en Argentina». En: Hilvanando historias. Mujeres y política en
el pasado reciente latinoamericano. Buenos Aires: Ediciones Luxemburg
(véase pág. 52) .
Trebisacce, C. (2013a) . «Encuentros y desencuentros entre la militancia de
izquierda y el feminismo en la argentina». En: Estudos Feminista, vol. 21,
núm. 2: Florianópolis (véase pág. 52) .
Trebisacce, C . (2013b) . «Un fantasma recorre la izquierda nacional. El
feminismo de la segunda ola y la lucha política en Argentina en los años
setenta». En: Sociedady Economía, núm. 24: Cali (véase pág. 52) .
Varea, F . (1999) . E l cine argentino e n la historia argentina 1958-1998. Rosario:
Ediciones del Arca (véase pág. 92) .
Varea, F. (2006) . El cine argentino durante la última dictadura militar 1976-1983.
Rosario: Editorial Municipal de Rosario (véase pág. 93) .
Varela Cid, E. y L. Vicenes (1984) . La imbecilización de la mujer. Buenos Aires:
El Cid Editor (véase pág. 83) .
Varela, M. (2001) . « Los medios de comunicación durante la dictadura:
silencio, mordaza y "optimismo"». En: Todo es Historia, núm. 404: Buenos
Aires (véase pág. 85) .
Vassallo, A. (2007) . « "Las mujeres dicen basta": movilización, política y
orígenes del feminismo argentino en los 70». En: Historia, género y política
en los 70. Buenos Aires: Feminaria. U RL: h t t p : / / www . fem i n a r i a . com .
a r / c o l e c c i on e s / t em a s c o n t empo raneos (véase págs. XII, 52) .
Vázquez Lorda, L. (2007) . «Para actuar "en defensa de la familia": la Liga de
Madres de Familia (Argentina en las décadas de 1950-1960) ». En: Temas
de Mujeres, núm. 3: San M iguel de Tucumán. URL: ht t p : / / www . f i l o .
u n t . edu . a r / re v / t e ma s / t 3 / t 3 _web_a rt_ va zq uez_lo rda_en_defe n s a .
pdf(véase págs. 12, 88) .
Vázquez Lorda, L . (2012) . «Intervenciones e iniciativas católicas en e l
ámbito familiar: Las Ligas d e Madres y Padres d e Familia (Argentina,
1950-1970) ». Tesis doctoral. Universidad de San Andrés (véase pág. 12) .
124 BIBLIOGRAFÍA

Villalta, C. (2010) . « La adopción de niños en los años 60: ente las ficciones
legales y las prácticas consuetudinarias». En: Los 60 de otra manera. Vida
cotidiana, género y sexualidades en la Argentina. Buenos Aires: Prometeo
(véase pág. XI) .
Visacovsky, S. (2002) . El Lanús: memoria y política en la construcción de una
tradición psiquiátrica y psicoanalítica argentina. Buenos Aires: Alianza Edi­
torial (véase pág. X) .
VVAA (2007) . Historia, género y política en los 70. Buenos Aires: Feminaria
(véase pág. XII) .
Williams, L. (1989) . Hard Core: Power, Pleasure, and the «Frenzy ofthe Visible».
Berkeley: University of California Press (véase pág. 3).
Williams, L. (2014) . «Pornography, porno, porn: thoughts on a weedy field».
En: Porn Studies, vol. 1, núm. 1-2: n/d (véase pág. 3).
Wolf, S. (1994) . «El cine del proceso, estética de la muerte». En: Cine argentino,
la otra historia. Buenos Aires: Letra Buena (véase pág. 107) .
Wolf, S. (2001) . «A 25 años del golpe: el cine bajo Estado de sitio». En: Clarín:
Buenos Aires (véase págs. 90, 92) .
Zanca, J. (2006) . Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad 1955-1966.
Buenos Aires: FCE (véase pág. 5).
Zimmermann, E. (1995) . Los liberales reformistas: la cuestión social en la Argen­
tina, 1890-1916. Buenos Aires: Sudamericana (véase pág. X) .
Zizek, S. (1994) . Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se
atrevió a preguntarle a Hitchcock. Buenos Aires: Manantial (véase pág. 98).
Í n di ce de a u tores

Águila, G . , XI, 111 Caimari, L., X, 113


Calveiro, P., XI, 73, 74, 113
Acevedo, Z., 63, 7S, 111 Calvera, L., S7, 113
Acha, O., 34, 6S, SS, 111 Canal Encuentro, 6S, 113
Adam, B., So, 111 Cano, l., s2, 113
Aguilar, J., SS, 111 Cano, V., S9, 114
Anabitarte, H., 7S, 111 Chirico, M ., S3, 114
Andújar, A., XI, XII, so, 111 Cipolla, F., SS, 113
Ansaldi, W., IX, 112 Colautti, C., SS, 114
Anzorena, O., 67, 112 CONADE P, 7S, 114
Aprea, G., 107, 112 Conte M e Donell, A., XI, 119
Assoun, P., 4S, 112 Correas, C., 39, 114
Attwood, F., 3, 112 Cosse, l., XII, 6, 2s, 44, 4S, so, 114
Avellaneda, A., 2, 10, S3, 107, 112 Cousins, C., 6, 114
Crawford, R., 14, 114
Baird, V., So, S1, 112
Cucchetti, H., s, 114
Balán, P., IX, 112
Ballent, A., X, 112 D'Antonio, D., XI, XII, 111, 114
Bao, D., 6S, 112 De G razia, V., 122
Barreneche, O., X, 112 De las Carreras de Kuntz, M., SS,
Bazán, O., 6S, 71, So, 112 S9, 96, llS
Ben, P., 33, 34, 6S, 111, 112 Di Stefano, R., s, llS
Benítez, M., 77, 7S, S1, 112 Di Tella, T., IX, llS
Bergia, M., IX, XI, 112 Dosa, M., SS, 11s
Bianchi, S., SS, 113 Duhalde, E., XI, llS
Bidart Campos, G., 9, SS, 113 Duyvendak, J., So, 111
Bogaert, A., 14, 16, 113
Bohoslavsky, E., IX, XI, 113 Eidelman, A., XI, 114, llS
Borgarello, S., SS, 113 Elguera, A., 9, llS
Botana, N., X, 113 Elizalde, S., 119
Breazeale, K., 14, 113 Escardó, F., 49-s1, llS
Brettell, C., 11S
Brown, S., So, 113 Feierstein, D., XI, llS
Buzek, M., 14, 113 Felitti, K., XII, s, 6, 114, ns
126 ÍNDICE DE AUTORES

Fernández, M., 23, 11s Jakubowicz, E., 99, 118


Ferro, M., 108, 11s James, D., 121
Figari, C., 6S, 11s Jockl, A., 78, 118
File, J., 83, 11s Johnson, V., 48-50, 119
Fisher, K., 119, 122 Jones, Daniel, 4S
FLH, S3, 11S
Florescano, E., 112 Kesller, G ., X, 116
Foucault, M., 46, S7, 116 Koedt, A., SS, 118
Fraguas, J., 40, 116 Krieger, C., 87, 118
Franco, M., XI, 116 Krouwel, A., 80, 111
Frente de Liberación
López Castro, C., 9, 118
Homosexual, 11s
Laguado Duca, A., 4, 118
Funes, P., 69, 116
Lamphere, L., 23, 118
G alván, V., 4, s, 116 Laudano, C., 83, 118
G araño, S., XI, 116 Lewin, M., 73, 118
García, G., 4S, 116 Lobato, M., 121
Gayol, S., X, 116
Gays por los Derechos Civiles, 116 Mackinnon, C., 98, 118
G aysDC, 80, 116 Mafud, J., SI, 118
Gentili, R., 64, 116 Mallimaci, F., 4, 116
Gerhard, J., SS, 116 Malva, 65, 118
Germani, G ., IX, 116 Mangone, C., 85, 118
Getino, O., 87, 94, 116 Manzano, V., XII, 2, 6, 7, 2s, 88,
Ghio, J., 4, 116 101, 114, 118, 119
Giorgi, G ., 4, 116 Maranghello, C., 87, 90, 119
Gociol, J., 90, 93, 94, 116 Masters, W., 48-50, 119
Gomez, G ., s, 117 Mazzei, D., 4
González Bollo, H., X, 117 Mignone, E., XI, 119
G PS, 55, 56 Modarelli, A., 21, 35, S6, 80, 121
G rammático, K., XII, 52, 117 Moore, B., 48, 119
Guarini, C., 93, 107, 117 Morello, G., s, 119
Moulton, l., 3, 119
Hocquenghem, G ., 53, 117 Mulvey, L., 3, 119
Hunt, L., 3, 117 Murmis, M., IX, 119
Muslip, E., 40, 116
INADI, 68, 117
lnsausti, S., 26, S3, 56, 117 Nead, L., 3, 14, 119
lnvernizzi, H., 11, 90, 91, 93, 94, Neiburg, F., X, 119
116, 117
lsaurralde, A., 90, 98, 117 O'Donnell, G ., X, 119, 120
lzaguirre, l., XI, 117 Oberti, A., XII, 119
Osuna, F., 4, s, 116
Jáuregui, C., 2s, 79, 118 Oszlak, O., X, 119, 120
ÍNDICE DE AUTORES 127

Pérez, I., XII, 120 Tiscornia, S., XI, 123


Palacio, M ., 83, 120 Toulalan, S., 119, 122
Palermo, S., X, 120 Touris, C., 5, 123
Peña, F., 95, 120 Trebisacce, C., 52, 59, 114, 123
Peralta Ramos, M ., IX, 120
Pereyra, E., IX, 120 Vázquez Lorda, L., 12, 88, 123
Perlongher, N., 37, 71, 77, 120 Valdez, M ., 101
Pita, V., X, 120 Varea, F., 92, 93, 123
Pitzulo, C., 14, 120 Varela Cid, E., 83, 123
Plotkin, M ., X, 45, 46, 119, 120 Varela, M ., 85, 123
Podalsky, L., 6, 120 Vassallo, A., XII, 52, 123
Policía Federal , 64, 120 Vicenes, L., 83, 123
Portantiero, J., IX, X, 119, 120 Villalta, C., XI, 124
Posadas, A., 94, 95, 107, 121 Visacovsky, S., X, 124
Preciado, B., 14, 121 VVAA, XII, 124
Pujol, S ., 44, 121
Williams, L., 3, 124
Radetich, L., 99, 118 Wolf, S., 90, 92, 107, 124
Ramacciotti, K., X, 121
Rapisardi, F., 21, 23, 24, 35, 56, 80, Zanatta, L., 5, 115
121 Zanca, J., 5, 124
Reiter, R., 23, 121 Zimmermann, E., X, 124
Rosaldo, M ., 23 Zizek, S., 98, 124
Rouquié, A., X, 121
Ruibal, B., X, 121

S aavedra, C., 45, 121


Salas, H., 84, 105, 121
Salessi, J., 65, 121
Sanz, L., 78, 111
Sarachild, K., 57, 122
Sargent, C., 118
Sarrabayrouse Oliveira, M ., XI,
122
Sebreli, J., 40, 65, 77, 81, 122
Sena, T., 45
Sidicaro, R., X, 122
Sigel, L., 3, 122
Slatman, M ., XI, 122
Solomon-Godeau, A., 3, 14, 122
Soprano, G., IX, X, 113, 122
Spinsanti, R., 91, 122

Tarducci, M ., 58, 123

You might also like