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NIHIL NOVUM SUB SOLE (No hay nada

nuevo bajo el sol)


http://es.antiquitatem.com/androcles-y-el-
leon-fabula-gelio
Androcles y el león agradecido
Androcles y el león es un famoso relato que ha encandilado el interés
de numerosas personas desde la Antigüedad hasta nuestros días.

Se trata de la historia, cuento popular probablemente en su origen, de un


esclavo, Androcles, que huido de su señor, se encuentra con un león en el
desierto; el león no le ataca, como podríamos esperar. Cuando Androcles se le
acerca, el león le muestra su pata y observa que tiene una espina clavada que le
impide andar y le ha dejado muy debilitado. Androcles le saca la espina de la
pata y sigue su camino. Muchos años después se encuentran Androcles y el león
en Roma, ahora en el anfiteatro al que el esclavo es arrojado para ser devorado
por las fieras. Cuando el león sale a la arena, contra todo pronóstico, no sólo no
devora a Androcles sino que se le acerca dócil; es el león al que Androcles
extrajo la espina y lo salvó de una muerte segura; ahora agradecido le
corresponde salvándole la vida, pues el pueblo, informado de la historia exige la
salvación de Androcles y del león.
El cuento, relato, historia, que algunos convierten en fábula y sin ninguna
necesidad atribuyen a Esopo como tantas otras fábulas, se ha repetido hasta la
saciedad como ejemplo de la virtud del agradecimiento, contraria a la

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ingratitud. Fedro, desde luego, no lo incluyó entre las fábulas de su traducción
latina de Esopo.
La edición inglesa correspondiente a esta fábula en la edición de Perry es la
número 563 de la que también hay versiones en latín:

Fábula 563 edicion inglesa de Perry: THE SHEPHERD AND THE LION

Perry 563 While he was wandering in the fields, a lion got a thorn stuck in his
paw. He immediately went to a shepherd, wagging his tail as he said, 'Don't be
afraid! I have come to ask your help; I'm not looking for food.' The lion then lifted
his paw and placed it in the man's lap. The shepherd pulled out the thorn from
the lion's paw and the lion went back into the woods. Later on, the shepherd
was falsely accused of a crime and at the next public games he was released
from jail and thrown to the beasts. As the wild animals rushed upon him from all
sides, the lion recognized that this was the same man who had healed him.
Once again the lion raised his paw and placed it in the shepherd's lap. When
the king understood what had happened, he commanded that the lion be
spared and that the gentle shepherd be sent back home to his family.
When a man acts righteously, he can never be defeated by the punishments
inflicted on him by his enemies.

Fábula 35. De ADEMAR LEO ET PASTOR (Perry 563)

Leo errans spinam calcauit, et illico ad Pastorem cauda blandiens uenit; cui ait :
Non perturberis, auxilium a te imploro; non indigeo esca. Sublatum Hominis
posuit in gremio pedem. Pastor spinam exemit pede. Redit in siluas Leo. Post
autem Pastor falso incusatur crimine, et ludis proximis emissis bestiis proiicitur.
Passim dum discurrunt ferae, agnouit Leo, qui fuerat medicinatus, qui pridem
fuerat. Sublatum rursus Pastori ponit in gremio pedem. Hoc Rex ut cognouit,
Leoni iussit parci et mansuetum Pastorem dimitti parentibus.
Quia bene gerenti nunquam poterunt aduersariorum praeualere supplicia.

The Latin text of Ademar shown here is taken from Léopold Hervieux, Les fabulistes latins
depuis le siècle d'Auguste jusqu'à la. fin du Moyen-Age (1893-1899).

Aesop's Fables: Romuli Nilantis Fabulae Rhythmicae

Book 2.8: de leone claudicante (p. 733 in Hervieux; Perry 563)

Nuper Leo nemora trux perambulabat


Venandi cupidine, sed currens calcabat
Spinam pedi transfigens; unde claudicabat,
Et morbo medicos ex omni parte vocabat.

Quem cum nullus hominum timens attendebat,


Hic ductus angustia gressus dirigebat
Ad Pastorem pecorum, quem procul videbat.
Quem tremens Pastor, terrore timens, fugiebat.

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Leo linquens pecora sequitur Pastorem,
Cauda sibi blandiens et signans amorem.
Claudi pedis indicat vulnus et languorem.
Condoluit Pastor, et cernit inesse dolorem.

Qui tandem novaculam morbo procuravit.


Spinam secans extrahit et pedem sanavit.
Omnem tergens maculam, saniem purgavit,
Et Leo sanatus ad propria tecta meavit.

Accidit ut postea Leo caperetur


Et in amphitheatro captus clauderetur,
Ut coram principibus ludens rideretur
Et damnandorum mortis vindex gereretur.

Non multum post talia Pastor deprensatur


Et convictus crimine vinclis religatur.
Bestiarum dentibus praeda praeparatur,
Et Leo praedictus mox ad sibi missa paratur.

Leo, noscens medicum Pastorem terreri,


Cepit ei protinus parcens misereri.
Huic abegit bestias, volens hunc tueri,
Nec permisit eum quoquam laesore moveri.

Custos carcerarius audit rugientis


Rugitum Leunculi Pastorem tuentis.
Pastor narrat meriti casum praecedentis
Atque Leonis ope se salvatum miserentis.

Moralitas.
Rationis regula recte comprobatur:
Utriusque miserens uterque salvatur,
Quod suo benefico quisquis obligatur,
Ut benefactori per nos merces tribuatur.

Version in Wright's Latin Stories:

VIII. DE LEONE CLAUDICANTE.

NUPER leo nemora trux perambulabat


Venadi cupinine, sed currens calcabat
Spinam pedi tranfigens, unde claudicabat,
Et morbo medicos ex omni parte vocabat.
Quem cum nullus hominum timens attendebat,
Hic ductus angustia gressus dirigebat
Ad pastorem pecorum quem procul videbat,
Quem tremens pastor terrore timens fugiebat.

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Leo linquens pecora sequitur pastorem,
Cauda sibi blandiens et signans amorem,
Claudi pedis indicat vulnus et languorem;
Condoluit pastor, et cernit inesse dolorem.
Qui tandem novaculam morbo procuravit,
Spinam secans extrahit, et pedem sanavit,
Omnem tergens maculam saniem purgavit;
Et leo sanatus ad propria tecta meavit.
Accidit ut postea leo caperetur,
Et in amphitheatro captus clauderetur,
Ut coram pincipibus ludens rideretur.
Et dampnandorum mortis vindex gereretur.
Non multum post talia pastor deprensatur,
Et convictus crimine vinclis religatur;
Bestiarum dentibus præda præparatur,
Et leo prædictus mox ad sibi missa paratur.
Leo noscens medicum pastorem terreri
Cœpit, et protinus parcens misereri;
Hinc abegit bestias, volens hunc tueri,
Nex permiset eum puopuam læsore moveri.
Custos carcerarius audit regientis
Rugitum leunculi pastorem tuentis:
Pastor narrat meriti casum præcedentis,
Atque leonis ope se salvatum miserentis.
MORALITAS.
Utriusque miserens uterque salvatur:
Rationis regula sic recte comprobatur;
Quod suo benefico quisquis obligatur,
Ut benefactori per nos merces tribuatur.

La historia nos la cuenta por primera vez en un texto escrito que conservamos
de Aulo Gelio (vivió en el siglo II d.C.), en sus Noctes Atticae, V, 14. Según Aulo
Gelio, la historia la pone en boca de un tal Apión, que dice que él vió
personalmente el suceso.
Muy probablemente el suceso fue una invención del tal Apión, aunque inspirado
por la realidad de las “venationes” o cacerías que los romanos celebraban en el
anfiteatro entre otros espectáculos sangrientos. Es este tema de las venationes
un asunto al que en algunas ocasiones algunos escritores han dedicado su
atención. Marcial, por supuesto, hace numerosas referencias precisamente en
su Libro de los espectáculos. (Liber spectaculorum). Probablemente el tal Apión
observó en unos juegos reales cómo un león salvó la vida a uno de sus
cuidadores, tal como nos cuenta Séneca en De beneficiis, 2,19.
Vimos en el anfiteatro a un león que protegió del ataque de las
fieras a uno de los cuidadores que reconoció porque en otro tiempo
había sido su dueño.
Leonem in amphitheatro spectauimus, qui unum e bestiariis agnitum, quum
quondam eius fuisset magister, protexit ab impetu bestiarum.
Y en ello se inspiró, recogiendo un cuento tradicional que ya circulaba por el
antiguo Egipto.

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Claudio Eliano (ca. 175-ca 235), orador y profesor romano que escribía en
griego, recoge la historia de Androcles en su De Natura Animalium, 7, 48; daré
sólo el comienzo de su texto, en su versión latina, prácticamente idéntico al que
luego reproduciré de Aulo Gelio:

Habiéndose fugado de casa de un senador romano un esclavo que


se llamaba Androcles porque había cometido un grave crimen
(desconozco en realidad cuál fue) y habiendo llegado a Africa…
Cum a senatore Romano servus, cui nomen Androcles erat, aufugisset, quia
facinus quodpiam nefarium (id vero quale fuerit ignoro) admisisset, et in
Africam venisset,… (Versión latina del texto griego de De Natura Animalium
Claudii Aeliani a Friderico Jacobs editi apud Fridericum Fromannum, Jenae,
MDCCCXXXII)

Luego este tema de “el león agradecido” se repitió durante la Edad Media, por
ejemplo, Ademar de Chabannes lo relata en el siglo XI; Chrétien de Troyes
escribe la novela Yvain el caballero del león en la que el caballero ayuda a un
león y luego el león, que permanece a su lado, es un ejemplo de honor y amistad.
Y aparece también en leyendas de la vida de algunos santos como san
Gerásimo, San jerónimo que también extrajo una espina de la pata de un león al
que así domesticó, etc.

En los siglos XV, XVI, XVII Aulo Gelio tuvo un gran éxito en Europa.
En 1484 William Caxton tradujo al inglés un códice latino en el que se
encontraba la fábula «Of the lyon &of the pastour». Montaigne (1533-
1592) también cuenta en sus Ensayos la historia del león y el Esclavo.

Un episodio muy similar cuenta Díaz de Guzmán en sus crónicas referido a


Isabel de Guevara (año de 1556), personaje femenino presente en la creación de
Buenos Aires. Isabel, desesperada por el hambre, salió del fuerte de Buenos
Aires y se refugió en la cueva de una leona a la que ayudó a parir. La capturaron
los indígenas y uno la hizo su esposa. Recuperada luego por los españoles, la
condenaron a ser atada a un árbol y servir de comida a las fieras como
escarmiento, pero la leona la protegió y los soldados la perdonaron.

Incluso un reflejo del episodio podríamos apreciar en el Capítulo XVII de la


Segunda parte del Quijote, en la aventura de los leones, a los que les abrieron la
jaula pero no le atacaron, porque no quisieron salir de la jaula a pesar de que
don Quijote les incitaba a salir y les hacía frente con una espada frente a su
jaula.

Más evidentemente Francisco de Quevedo en su obra “Virtud militante


(contra las cuatro pestes del mundo: envidia, ingratitud, soberbia y avaricia”,
para criticar la ingratitud recurre al tópico medieval del león eternamente
agradecido por haber sido liberado de una espina, a la fábula de Androcles y el
león, atribuida como decía a Esopo. Dice Quevedo:

Fierísimo es el león, y el sacarle una espina de un pie pagó


liberalísimo
con dar la vida al que se la sacó.

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Modernamente es famosa una obra de teatro de Bernard Shaw titulada
precisamente así, Androcles y el león, en la que el autor inglés en realidad trata
de manera peculiar y humorística sobre los orígenes del cristianismo y las
persecuciones de los cristianos, todo ello con poco rigor histórico. En su
comedia Androcles es un cristiano conducido al Coliseo.

En el año 1952 se hizo una famosa película en EEUU precisamente basada en la


obra de Bernard Show, dirigida por Chester Erskine.

Aulo Gelio y sus Noctes Atticae, miscelánea de infinitos temas intranscendentes


y fútiles, ha generado gran atractivo entre numerosos escritores
contemporáneos, como el poeta argentino Arturo Capdevilla (1889-1967) que
tiene un famoso poema titulado precisamente “Aulo Gelio”, Borges, Cortázar o
Bioy Casares.
Curiosamente, el escritor siciliano de una peculiar novela policiaca ambientada
en la isla, Andrea Camilleri, ambienta un episodio de su héroe Montalbano en
esta historia de Androcles y el León en un episodio que titula “Lo que contó
Aulo Gelio” en su libro “Un mes con Montalbano” como homenaje a Vázquez
Montalbán.

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Yo mismo leí la historia de niño probablemente en algunos libros de historias
edificantes; naturalmente Androcles era un cristiano arrojado a las fieras.
Aunque el relato de Gelio, Noctes Atticae, V,14 es un tanto largo, lo transcribo
entero para que el lector tenga un conocimiento directo de la fuente:

Historia que refiere el sabio Apión, llamado Plistonices, acerca del


reconocimiento en Roma entre un león y un esclavo con quien la
fiera había vivido en otro tiempo.
Apión, llamado Plistonices, era escritor muy erudito y notable,
especialmente por la extensión y variedad de sus conocimientos
acerca de la antigüedad griega. Adquirió mucha reputación por un
compendio en que refiere todo lo maravilloso que ofrece el Egipto
en sus monumentos o en las tradiciones de sus habitantes. En los
pasajes de esta obra en que refiere lo que ha leído u oído decir, tal
vez se le puede censurar que se deja llevar de la facundia y
exageración por el deseo de producir efecto, porque este autor
gusta mucho de ostentar su ciencia. Pero lo que quiero citar de él es
lo que dice en el libro quinto de su compendio sobre Egipto, y que no
es de lo que ha leído u oído, sino que asegura haberlo presenciado él
mismo en Roma.
«Un día - dice - había llevado al pueblo romano al circo el
espectáculo de una cacería en que habían de combatirse
considerable número de animales. Encontrándome en Roma a la
sazón, quise presenciarla, y vi soltar en la arena gran número de
animales salvajes de fuerza y dimensiones prodigiosas y
extraordinaria ferocidad. Admirábase especialmente una manada
de leones enormes, entre los que descollaba uno, cuya monstruosa
corpulencia, rápidos saltos, terribles rugidos, abultada
musculatura y flotantes melenas, asombraban a los espectadores y
atraían todas las miradas. Introdújose a los desgraciados que
habían de pelear con las fieras, encontrándose entre ellos un
esclavo llamado Androclo, que había estado al servicio del
procónsul. En cuanto el león vió a aquel hombre, paróse, como
asombrado por su presencia, dirigióse en seguida dulcemente a él,
y se le acercó poco a poco, mirándole como si le conociese. Llegado
junto a él, se frota con su cuerpo, agitando la cola con aspecto
sumiso y cariñoso, como perro que acaricia a su amo, y lame los
pies y las manos del desgraciado, a quien el terror había privado de
sentimiento. Pero viéndose Androclo acariciado por el terrible
animal, cobra ánimos, abre los ojos, y se atreve, al fin, a mirar al
león. Entonces, como si los dos se reconocieran, fué de ver al
hombre y al león mostrarse recíprocamente profundo regocijo.
Ante tan extraño y conmovedor espectáculo, dice el escritor, todo el
público rompió en aplausos; y habiendo mandado el César que le
llevasen en seguida a Androclo, le preguntó en qué consistía que
aquella fiera le había perdonado a él solo. El esclavo refirió
entonces la aventura más extraña y maravillosa. «Era yo .:.-- dijo -
esclavo del procónsul que gobernaba la provincia de Africa; los
golpes y malos tratamientos que me prodigaba diariamente, sin
razón alguna, me obligaron a huir, y para escapar más fácilmente
a las persecuciones de mi amo, a quien obedecía toda la comarca,

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busqué refugio inaccesible entre las arenas y los desiertos, decidido
a darme la muerte de cualquier manera si llegaba a carecer de
alimento. Caminaba bajo los abrasadores rayos del sol de
Mediodía, cuando encontré en mi camino una caverna aislada
y profunda, en la que entré y me oculté. Apenas había entrado,
cuando vi un león que tomaba el mismo camino. El animal tenía
una pata ensangrentada y andaba con dificultad, quejándose y
gimiendo como si padeciese violentos dolores. Aterróme al pronto
su presencia; pero en cuanto entró el león en la caverna, que, como
vi en el acto, era su ordinaria guarida, y me vió ocultándome en el
fondo, acercóse con aspecto,", dulce y sumiso, levantó la pata,
presentándomela, y parecía que me demandaba socorro. Cogíla con
la mano, le arranqué una espina muy gruesa que se había clavado,
apreté para que saliese la carne corrompida, y cada vez más
tranquilo, atendiendo cuidadosamente a la operación, conseguí
purificar y secar por completo la herida. Entonces el león, al que
había aliviado y librado de sus sufrimientos, se acostó y se durmió,
dejándome la pata entre las manos. Desde aquel día vivimos juntos,
habitando durante tres años la misma caverna y compartiendo los
mismos alimentos. Cuando regresaba de sus cacerías, traíame los
mejores trozos de las presas que había cogido, y como carecía de
fuego, los asaba yo al sol a la hora de mediodía. Sin embargo,
habiéndome cansado de aquel género de vida, un día, mientras el
león estaba cazando, me alejé de la caverna. Después de tres días de
marcha, encontróme un grupo de soldados, que se apoderaron de
mí; traído a Roma, comparecí ante mi amo, que en el acto dictó mi
sentencia de muerte, condenándome a ser entregado a las fieras.
Veo que el león fué cogido también después de nuestra separación,
y ahora, alegre al encontrar a su bienhechor, me muestra su
agradecimiento.» Tal fué, según Apión, el relato de Androclo. En
seguida se escribió su aventura en una tablilla, que se hizo circular
entre los espectadores, concediéndose perdón al esclavo, a petición
de todos, y además quiso el pueblo que se le regalase el león. Más
adelante le vi, dice el autor, teniendo atado al león con una endeble
correa, paseando por todas las calles de la ciudad; dábanle dinero,
arrojaban flores al león, y por todas partes exclamaban: «Ved al
león que dió hospitalidad a un hombre; ved al hombre que curó al
león». (Traducción de Francisco Navarro y Calvo)

VERSIÓN LATINA DE AULO GELIO

Quod Apion, doctus homo, qui Plistonices appellatus est, vidisse se Romae
scripsit recognitionem inter sese mutuam ex vetere notitia hominis et leonis ...
APION, qui Plistonices appellatus est, litteris homo multis praeditus rerumque
Graecarum plurima atque varia scientia fuit. Eius libri non incelebres
feruntur, quibus omnium ferme quae mirifica in Aegypto visuntur
audiunturque historia comprehenditur. Sed in his quae vel audisse vel legisse
sese dicit, fortassean vitio studioque ostentationis sit loquacior—est enim sane
quam in praedicandis doctrinis sui venditator—hoc autem, quod in libro
Aegyptiacorum quinto scripsit, neque audisse neque legisse, sed ipsum sese in
urbe Roma vidisse oculis suis confirmat.

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“In Circo Maximo,” inquit, “venationis amplissimae pugna populo dabatur.
Eius rei, Romae cum forte essem, spectator,” inquit, “fui. Multae ibi saevientes
ferae, magnitudines bestiarum excellentes omniumque invisitata aut forma
erat aut ferocia. Sed praeter alia omnia leonum,” inquit, “ immanitas
admirationi fuit praeterque omnis ceteros unus. Is unus leo corporis impetu et
vastitudine terrificoque fremitu et sonoro, toris comisque cervicum
fluctuantibus, animos oculosque omnium in sese converterat. Introductus erat
inter compluris ceteros ad pugnam bestiarum datos servus viri consularis; ei
servo Androclus nomen fuit. Hunc ille leo ubi vidit procul, repente,” inquit,
“quasi admirans stetit ac deinde sensim atque placide, tamquam
noscitabundus, ad hominem accedit. tum caudam more atque ritu adulantium
canum clementer et blande movet hominisque se corpori adiungit cruraque
eius et manus, prope iam exanimati metu, lingua leniter demulcet. Homo
Androclus inter illa tam atrocis ferae blandimenta amissum animum
recuperat, paulatim oculos ad contuendum leonem refert. Tum quasi mutua
recognitione facta laetos,” inquit, “et gratulabundos videres hominem et
leonem.”
Ea re prorsus tam admirabili maximos populi clamores excitatos dicit,
accersitumque a C. Caesare Androclum quaesitamque causam cur illi
atrocissimus leo uni parsisset. Ibi Androclus rem mirificam narrat atque
admirandam. “Cum provinciam,” inquit, “Africam proconsulari imperio meus
dominus obtineret, ego ibi iniquis eius et cotidianis verberibus ad fugam sum
coactus et, ut mihi a domino, terrae illius praeside, tutiores latebrae forent, in
camporum et arenarum solitudines concessi ac, si defuisset cibus, consilium
fuit mortem aliquo pacto quaerere. Tum sole medio,” inquit, “rabido et
flagranti specum quandam nanctus remotam latebrosamque, in eam me
penetro et recondo. Neque multo post ad eandem specum venit hic leo, debili
uno et cruento pede, gemitus edens et murmura, dolorem cruciatumque
vulneris commiserantia.” Atque illic primo quidem conspectu advenientis
leonis territum sibi et pavefactum animum dixit. “Sed postquam introgressus,”
inquit, “leo, uti re ipsa apparuit, in habitaculum illud suum, videt me procul
delitescentem, mitis et mansues accessit et sublatum pedem ostendere mihi et
porgere quasi opis petendae gratia visus est. Ibi,” inquit, “ego stirpem
ingentem, vestigio pedis eius haerentem, revelli conceptamque saniem volnere
intimo expressi accuratiusque sine magna iam formidine siccavi penitus atque
detersi cruorem. Illa tunc mea opera et medella levatus, pede in manibus meis
posito, recubuit et quievit atque ex eo die triennium totum ego et leo in eadem
specu eodemque et victu viximus. Nam, quas venabatur feras, membra
opimiora ad specum mihi subgerebat, quae ego, ignis copiam non habens,
meridiano sole torrens edebam. Sed ubi me,” inquit, “vitae illius ” ferinae iam
pertaesum est, leone in venatum profecto, reliqui specum et viam ferme tridui
permensus a militibus visus adprehensusque sum et ad dominum ex Africa
Romam deductus. Is me statim rei capitalis damnandum dandumque ad
bestias curavit. Intellego autem,” inquit, “hunc quoque leonem, me tunc
separato captum, gratiam mihi nunc beneficii et medicinae referre.”
Haec Apion dixisse Androclum tradit, eaque omnia scripta circumlataque
tabula populo declarata, atque ideo cunctis petentibus dimissum Androclum et
poena solutum leonemque ei suffragiis populi donatum. “Postea,” inquit,
“videbamus Androclum et leonem, loro tenui revinctum, urbe tota circum

9
tabernas ire, donari aere Androclum, floribus spargi leonem, omnes ubique
obvios dicere: ' Hic est leo hospes hominis, hic est homo medicus leonis.'”

ANDROCLES Y EL LEÓN DE CLAUDIO ELIANO, LIBRO VII, CAPÍTULO 48,


7, 48 HISTORIA DE LOS ANIMALES, EN TEXTO GRIEGO

μνήμην δὲ παρακολουθεῖν καὶ τοῖς ζῴοις, καὶ ἴδιον αὐτῶν καὶ τοῦτο εἶναι
χωρὶς τῆς ἐς αὐτὴν τέχνης τε καὶ σοφίας, ἣν τερατευόμενοί τινες ἐπινοῆσαι
κομπάζουσι, τεκμηριοῖ καὶ ἐκεῖνα. τὸν δεσπότην ὄντα τῶν ἐκ τῆς
Ῥωμαίων βουλῆς ἀπέδρα Ἀνδροκλῆς ὄνομα, οἰκέτης τὴν τύχην, ὅ τι
κακουργήσας καὶ ἡλίκον οὐκ οἶδα εἰπεῖν. ἧκε δ᾽ οὖν ἐς τὴν Λιβύην, καὶ
τὰς μὲν πόλεις ἀπελίμπανε, καὶ τοῦτο δὴ τὸ λεγόμενον ἄστροις αὐτὰς
ἐσημαίνετο, προῄει δὲ ἐς τὴν ἐρήμην. φρυγόμενος δὲ ὑπὸ πολλῆς καὶ
διαπύρου τῆς ἀκτῖνος, ἀσμένως ὕπαντρόν τινα πέτραν ὑποδραμὼν
ἡσύχαζε: λέοντος δὲ ἄρα κοίτη ἥδε ἡ πέτρα ἦν. ἐπάνεισι τοίνυν ἐκ θήρας ὁ
λέων, σκόλοπι βιαίῳ περιπαρεὶς καὶ κολαζόμενος, καὶ ἐντυχὼν τῷ νεανίᾳ
εἶδεν αὐτὸν πράως, καὶ σαίνειν ἤρξατο, καὶ προύτεινε τὸν πόδα, καὶ ἐδεῖτο
ὡς ἠδύνατο ἐξαιρεθῆναι τὸν σκόλοπα. ὃ δὲ τὰ μὲν πρῶτα κατέπτηξεν:
ἐπεὶ δὲ πρᾶον τὸν θῆρα ἐθεάσατο καὶ τὸ κατὰ τὸν πόδα συνεῖδε πάθος,
ἐξεῖλε τὸ λυποῦν τοῦ ποδός, καὶ τῆς ὀδύνης ἀπήλλαξεν. ἡσθεὶς οὖν τῇ
θεραπείᾳ ὁ λέων ἰατρεῖά οἱ ἐκτίνων ξένον τε ἐνόμιζε καὶ φίλον, καὶ [p.
199] ὧν ἐθήρα ἐκοινώνει. καὶ ὃ μὲν ἐσιτεῖτο ὠμὰ ᾗ λεόντων νόμος, ὃ δὲ
ἑαυτῷ ὤπτα: καὶ κοινῆς ἀπέλαυον τραπέζης κατὰ φύσιν τὴν αὑτοῦ
ἑκάτερος. καὶ τριῶν μὲν ἐτῶν τὸν τρόπον τοῦτον διεβίωσεν ὁ Ἀνδροκλῆς:
εἶτα ὑπεράγαν κουριῶν καὶ ὀδαξησμῷ βιαίῳ κατειλημμένος τὸν μὲν
λέοντα ἀπολιμπάνει, ἑαυτὸν δὲ μεθίησι τῇ τύχη. εἶτα ἀλώμενον αὐτὸν
συλλαβόντες καὶ ὅτου εἴη πυθόμενοι ἐς τὴν Ῥώμην τῷ δεσπότῃ δήσαντες
ἀποπέμπουσιν. ὃ δὲ ἐφ᾽ οἷς ἠδικήθη εὐθύνει τὸν οἰκέτην, καὶ κατεγνώσθη
ἐκεῖνος θηρίοις βορὰ παραδοθῆναι. ἐθηράθη δέ πως καὶ ὁ Λίβυς ἐκεῖνος
λέων καὶ ἀφείθη ἐν τῷ θεάτρῳ, καὶ ὁ νεανίας δὲ ὡς ἀπολούμενος ὅ ποτε
αὐτῷ ἐκείνῳ τῷ λέοντι σύνοικός τε καὶ σύσκηνος γεγενημένος. καὶ ὁ μὲν
ἄνθρωπος οὐκ ἐγνώρισε τὸν θῆρα, ἐκεῖνος δὲ παραχρῆμα ἀνέγνω τὸν
ἄνθρωπον, καὶ ἔσαινεν αὐτόν, καὶ ὑποκλίνας τὸ πᾶν σῶμα ἔρριπτό οἱ
παρὰ τοῖς ποσίν. ὀψὲ δὲ καὶ ὁ Ἀνδροκλῆς ἐγνώρισε τὸν ἑαυτοῦ ξένον, καὶ
περιλαβὼν τὸν λέοντα ὡς ἥκοντα ἑταῖρον ἐξ ἀποδημίας κατησπάζετο. ἐπεὶ
δὲ ἐδόκει γόης, ἐφείθη οἱ καὶ πάρδαλις. ὁρμώσης δὲ αὐτῆς ἐπὶ τὸν
Ἀνδροκλέα, ὁ λέων ἀμύνων τῷ ποτε ἰασαμένῳ, καὶ κοινῆς τραπέζης
μεμνημένος διασπᾷ τὴν πάρδαλιν. οἷα τοίνυν εἰκὸς οἱ θεώμενοι
ἐκπλήττονται, καὶ ὁ διδοὺς τὰς θέας καλεῖ τὸν Ἀνδροκλέα, καὶ τὸ πᾶν
μανθάνει. καὶ θροῦς ἐς τὸ πλῆθος διαρρεῖ, καὶ τὸ σαφὲς ὁ δῆμος μαθόντες
ἐλευθέρους ἐκβοῶσιν ἀφεῖσθαι καὶ τὸν ἄνδρα καὶ τὸν λέοντα. ἴδιον δὴ
τῶν ζῴων καὶ ἡ μνήμη. καὶ συνῳδὸν τοῖς προειρημένοις καὶ ἐς τὸ αὐτὸ δέ

10
ἐστιν εὕδοντος ἐν τῇ Σάμῳ ἐπὶ τοῦ κεχηνότος Διονύσου νομίζοιτο ἂν καὶ
τὸ φωλιὸν εἰδέναι. καὶ [p. 200] τοῦτο ἀκουέτω Ἐρατοσθένους τε καὶ
Εὐφορίωνος καὶ ἄλλων περιηγουμένων αὐτό.

Claudii Aeliani de natura animalium libri xvii, varia historia, epistolae, fragmenta, Vol
1. Aelian. Rudolf Hercher. In Aedibus B.G. Teubneri. Lipsiae. 1864. Keyboarding.

TRADUCCIONES EDITORIAL GREDOS DE CLAUDIO ELIANO histor. de los animales,7,48

11
traduccion dela editorial akal

12
En el cine ANDROCLES AND THE LION, 1952

13
TÍTULO ORIGINAL ANDROCLES AND THE LION
TÍTULO DEL CARTEL ANDROCLES Y EL LEON
DIRECTOR CHESTER ERSKINE
AÑO 1952
NACIONALIDAD PELÍCULA USA
GÉNERO HISTORICA
COMPAÑÍA RKO
REPARTO JEAN SIMMONS
VICTOR MATURE
ALAN YOUNG

NACIONALIDAD CARTEL ARGENTINA

Perry 563: Caxton 3.1 [English]


Perry 563: Gibbs (Oxford) 69 [English]
Perry 563: Jacobs 23 [English]
Perry 563: Townsend 301 [English]
Perry 563: Steinhowel 3.1 [Latin, illustrated] Mannheim University Library
Perry 563: Ademar 35 [Latin]
Perry 563: Rom. Anglicus 25 [Latin]
Perry 563: Rom. Nil. (metrica) 24 [Latin]
Perry 563: Rom. Nil. (rhythmica) 2.8 [Latin]
Perry 563: Walter of England 41 [Latin]

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