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Todos los seres humanos vivimos situaciones conflictivas y muchas veces cometemos actos
violentos. También, somos agredidos muchas más veces de las que podemos recordar. No
sólo hemos participado en un intercambio de violencia con desconocidos, también lo hemos
hecho con compañeros y compañeras de trabajo, y con miembros de nuestra propia familia.
Algunos ejemplos muy frecuentes de agresiones entre miembros de la familia son: castigar a
un niño o a una niña con el uso de la fuerza física y la agresión verbal, impedir que la pareja
conozca el monto del ingreso familiar, fingir un malestar para evitar que la pareja salga de la
casa, tener el volumen alto de la radio o el aparato para discos, a pesar de que la abuela no
pueda alcanzar el botón desde la silla de ruedas, etc.
Es probable que la mayoría de nosotros o un número elevado, no identifique como acto
violento alguna o ninguna de las conductas ejemplificadas. Esto se debe a que son tan
frecuentes que se consideran como algo natural en la convivencia familiar. En otras palabras,
pasan desapercibidas o son invisibles.
Opinión publica
Una de las formas más comunes de violencia contra la mujer es la infligida por su marido o
pareja masculina. Esto difiere de sobremanera con la situación de los hombres, mucho más
expuestos a sufrir agresiones de extraños o de conocidos que de personas de su círculo
íntimo. El hecho de que las mujeres a menudo tengan vínculos afectivos con el hombre que
las maltrata y dependan económicamente de él, ejerce gran influencia sobre la dinámica del
maltrato y las estrategias para hacerle frente.
La violencia en la pareja se produce en todos los países, independientemente del grupo social,
económico, religioso o cultural. Aunque las mujeres pueden agredir a sus parejas masculinas,
y la violencia también se da a veces en las parejas del mismo sexo, la violencia en la pareja es
soportada en proporción abrumadora por las mujeres e infligida por los hombres.
“La violencia es como un niño, conforme pasa los años se va moldeando a la sociedad
influyente y va creciendo, y formando sus actitudes. Otra forma de percibir a una persona
violenta seria en los celos (violencia moral); o cuando una persona sufrió violencia o percibió
violencia en su infancia, va ser muy probable que este active su actitud violenta cuando sea
mayor”.
En el año 2010 se atendieron 37.693 casos de violencia familiar y sexual contra mujeres, lo
que representa el 87%. (A nivel nacional).
Opinión publica
La responsable de este proyecto Patricia Zanabria Castillo, informó que el 80% de las víctimas
de violencia familiar se encuentran entre los 18 y 50 años de edad, mientras que el 6% de
estas son menores de 18 años.
“cada vez son mas las mujeres que se atreven denunciar un hecho de violencia contra sus
agresores; mientras que otras prefieren callar por diferentes razones o se pude decir que se
desconfía del labor del poder judicial y prefieren callar”.
Según la representante de la DEMUNA nos señala que; “No identificar a las mujeres que viven
en situación de violencia es sólo uno de los factores que impiden la participación de los
prestadores y prestadoras de servicios en la atención a la violencia familiar. Sin embargo,
también existe otros factores que obstaculizan la atención integral a este problema”. Entre los
más importantes destaca:
o Desconocimiento de la violencia familiar como un grave problema de salud pública;
o Desconocimiento de la importancia que tiene el sector salud en la detección, control y
prevención de la violencia familiar;
o Sobrecarga en la demanda de servicios de salud, que resulte en una escasez de tiempo
para escuchar y orientar a las mujeres;
o Temor de los prestadores y prestadoras de servicios de salud a ser confrontados por
los agresores y,
o Temor a declarar ante instancias judiciales.
Aliados:
manuela ramos.
Defensoría del pueblo
DEMUNA