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e Siglo veintiuno editores Argentina s.a.
e TUCUMÁN 1621 7. N (C1050AAG). BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA
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Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
(j CERRO DEL AGUA 246, DELEGACiÓN COYOACÁN, 04310, Mt;XICO, O. F.
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~c A quien sigo soñando,
~~. y ®ando /,or que no lo alcance la pesadilla,
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El tiempo de la poHtica. El siglo XIXreconsiderado
1 cel. - Buenos Aires: Siglo XXI Editores
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328 p.; 21x14 cm. (Metamorfosis
Carlos' Altamirano)
/ dirigida por
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ISBN 978-987.12204~7.8
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1. Ensayo en Espaiiol. I. Título
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'''C Portada: Peter '(jebbcs
ISBN,978-987-1220-87.8
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:,1¡1 Agradecimientos 11
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~~~ Prólogo
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Introducción:
Ideas, te1eologislno y revisionismo en la historia
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político-inte1ectuallatinoamericana 21'0
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1. Historicismo/Organicismo/Poder constituyente 57D
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o .Agradecimientos
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En la elaboración y publicación de este trabajo participaron
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gran cantidad de personas; muchas veces sin saberlo ellas, y en
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un grado que yo mismo no podría completamente mensurar y
del que no podría hacer justicia. Sus nombres, además, se mez-
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clan y superponen casi puntualmente con la lista incluida en
otro libro de reciente aparición sobre el pensamiento mexica-
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no del siglo XIX, con el que éste forma, de hecho, una única
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obra. De esta vasta lista, sólo quiero dejar constancia aquí de
e quienes han estado más directamente involucrados en su ela-
e boración. Pido disculpas, pues, de manera anticipada, por no
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)
12 Elías J. Palti
)
)
trabajo. El Seminario de Historia Atlántica, que dirige Bernard
)
Bailyn en la Universidad de Harvard, el Seminario de Historia
de las ideas y los intelectuales, que coordina Adrián Gorelik en )el
el Instituto Ravignani, el Seminario de Historia Intelectual de Prólogo
El Colegio de México, que dirigen Carlos Marichal y Guillermo
Palacios y coordina Alexandra Pita, y el foro virtual Iberoldeas
fueron todos ámbitos en los que pude intercambiar ideas y dis-
Es una linda astucia que me hayan pegado un lenguaje que
ellos imaginan que no podré utilizar nunca sin confesar que
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" , j' este período. El siglo XIX va a ser un momento de refundación ,
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e incertidumbre, en que todo estaba por hacerse y nada era )
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t; cierto y estable. Quebradas las ideas e instituciones tradiciona-', )
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14 Elías J. Palti 15
El tiempo de la pol~tica
'les, se abriría un horizonte vasto e incierto. Cuál era el sentido cuestionarse los conceptos, cuyo sentido imaginan perfecta-
de esos nuevos valores y prácticas a seguir era algo que sólo po- mente expresable en la lengua natural y transparente para cual-
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'dría dirimirsc en un terreno estrictalnente político. o guier hablante nativo, utilicen los conceptos laxamcnte, atribu-
Esto que, visto retrospectivamente -desde la perspectiva yendo con frecuencia a los actores ideas que nO corresponden
,:c de nuestra política estatizada-, nos resulta insondable no es
sino ese momento en que la vida comunal se va a replegar so-
a su tiempo. Esto último se podría evitar, en gran medida, con'
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cesario, sin embargo, desprendernos de nuestras certidumbres
presentes, poner entre paréntesis nuestras ideas y valores y pe-
~)nctrar el universo conceptual en que la crisis de in dependen-
lenguaje no sólo resulta necesario a los fines de lograr un ma-
yor rigor conceptual, sino también por su relevancia intrínse-
ca. Analizar cómo se fueron rcformulando los lenguajes políti-
,C ¡ cia y el posterior proceso de construcción de nuevos Estados cos ~¡o-lai-io -deu;"det~rminad;;p'e~í;;d;; a:~r';Xa:~í;
da;~s'pá.ra
f'C nacionales tuvo lugar. El análisis de los modos en que habrá de compre;"der ;spe~t;;-shi~ió;ko;';;;;¡~generales, cuya importan-
.~~c definirse y redefinirse a lo largo de éste el sentido de las cate- cia excedería incluso el marco específico de la disciplina parti-
gorías políticas fundamentales -como representación, sobe-
re ranía, etc.-, la serie de debates que en torno de ellas se pro-
cular. Como apuntaba ya Raymond Williams en el prólogo a su
¡iÚo Keywords (1976):
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i':' •. I Leslcy Bird Simpson, Many l\1exicos, Bcrkeley, University of California (3JRaymond Williams, Keywords. A Vocabulary o/ Cullw7: and Sociely, Nueva
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Pross, 1966, 230 .
York, Oxford University Press, 1983, pp. 15.6.
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16 Elías J. Palti El tiempo de la política 17 Q
II sea, alcanzaría a descubrir la significación histórica de las re- "d _. I Ii)
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A poyan ?se en estos nuevos marcos teoncos, e presente (l
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1 configuraciones conceptuales observadas. Para ello, q,ecía Wi-' • estudio intenta retomar el proyecto original de Williams, apli- '''',
líia~s~no';-s-~e~~-S'~~io trascender la instancia lingüíStl.'C~_~,p"~.ro cado, en este caso, al siglo XIX latinoamericano. Éste es, pues, Di
I
sí reconstruir un campo completo de significaciones. Afinna- mucho luenos que un diccionario, dado que no resulta de nin- () "~
, ha que su texto Keywords no se debe tomar como un 'dicciona-
ro
No obstante, tal proyecto sufrirá, en el curso de su realiza- !
que sufrieron los términos políticos abordados a lo largo del: () !
ción, una inflexión fundamental. Según decía, su procedimien- ' I período en cuestión, sü~o q~"C bU2.c,,:!.eco~str-,!ir l£Egy,gjes p"olíti-: J
to original tomaba como unidad de análisis "grupos [clusters].1 .c0s. Las diversas categorías que jalonan su desarrollo no se de- ()
conjuntos particulares de palabras que en determinado mo. ; ben tomar como si remitiera cada una a un objeto diverso, si-
mento aparecen como articulando referencias interrelaciona- : ~-ocomo distintas entradas en una misma realidad, instancias :,)
das".4 Si bien no abandonó este proyecto inicial, obstáculos me- : á-través de las cuales rodear aquel núcleo común que les sub- ;)'1
I 0.1,
todológicos insalvables lo obligaron a alterarlo, y a recaer en
un formato más tradicional.5 En definitiva, WiIliams carecía
aún del instrumental conceptual para abordar los lenguajes po-
II
i yace, pero que no puede penetrarse directamente sin transitar
\ antes por los infinitos meandros por los que se despliega, in-. Q '.1'
cluidos los eventuales extravíos a los que todo uso público de ' . ~
líticos como tales. En los años inmediatamente posteriores a la " \ los lenguajes se encuentra inevítablemente sometido. Sólo. to-! 'O ~
publicación de Keywords, distintos autores, entre los cuales se ; mallas en su conjunto, en el Juego de sus mterrelaclOnes y des-: ~ ',~
destacan las figuras de J. G. A. Pocock. Quentin Skinner y Rein- . \ f~~j~s recíprocos, habrán, en fin, de revelársenos la naturaleza. ~O f
hart Koselleck, aunque partiendo de perspectivas y enfoques, \y~I sentido de las profundas mutaciones conceptuales ocurri- r,)!
i muy distintos, encararían sistemáticamente la tarea de proveer ~ •
,das a lo largo del siglo analizado .•
. las herramientas necesarias para ello, vehiculizando el tránsito ~ :~-Ericontramos aquí la primera de las marcas que distingue ,)
de la antigua historia de ideas a la llamada "nueva historia in- : la llamada "nueva historia intelectual"dela vieja tradición de O
telectual". ' historia de "ideas", Ésta supone una redefinición fundamental :;)
de su objeto. Un lenguaje. político no es un ca.njunto. de ideas', O
1 ~ conceptos, sino l!.I)-,.IJ1.Qd9~<;ª-El-_~te.!isticq
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ª~.P!.<?Q.!1...c;tr~. Para .
'Ibid.,p.15. ~reconstruir el lenguaje político de un pe~íodo n~ b~sta, pues, lo)
4 Ibid., p. 22. I c;;n' analizarlos cambios de sentido que sufren las distintas c~- r.)
;~~~ 5 Quentin Skinner luego cuestionaría duramente esto. Decía: "Manten- tegorías, sino que es necesario penetrar la lógica que las articu- j
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go mi creencia en que no puede haber historias de concepws como tales".
r la, cómo se recompone el sistema de sus relaciones recíprocas . ,0
Quentin Skinner, "A Reply to my Critics", en James TulIy (ed.),Meaningand
~l Contexto Quentin Skinner and His enties, Oxford, Poli[)' Press, 1988, p. 283. Pa-
~-Porcierto, ésta no es la única diferencia entre la historia inte-
~'il ra una crÍcica específica de Keywords, de Raymond Williams, véase Quentin lectual y la historia de ideas. De ella derivan una serie de refor- (\)
II,",/,
IIIS.' ..' ..•.
li1 Skinner, Visions ofPolities. Volume /: Regarding Melhotl, Cambridge, Cambridge mulaciones teóricas y metodológicas fundamentales, las cuales, O
Universicy Press, 2002.
~~' idealmente, abrirían un horizonte a una perspectiva muy dis- O
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( 18 Elías J. Palti El tiempo de la política 19
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:t tinta y más compleja de los proccsos histórico-conceptuales. Ta- COInopara poder ceñirlos a una única categoría-, incluidos
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:'i-,)1 les diferencias, espero, se irán descubriendo progrcSiV£tlnentc los escritos anteriores de quien escribe, suelen definirse de es-
a lo largo del presente estudio. te modo. El término se ha visto degradado así a una suerte de
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contraseña por la cual se constataría siInplenlcntc la supucsta
actualidad y validez académica del texto en cucstión, libre ya
del tipo de teleologismo y nacionalismo que impregnó a la an-
.(
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.1 El revisionismo histórico reconsiderado
tigua historiografia liberal. De todos modos, si bien resulta im-
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En todo caso, cabe señalar, no se trata ésta de una enlpresa posible definir de un modo preciso este "revisionismo históri
( inaudita cn la región. Obras hoy muy difundidas han avanzado CO",6 podernos sí descubrir ciertas tendencias olás generales
( en muchas de las direcciones que aquí se exploran. El punto que lo distancian respecto de aquellas perspectivas tradiciona-
de referencia obligado son los trabajos del recientemente falle- les que vino a cuestionar. Según señala Rafael Rojas en La escri-
(
cido Fra1ll'ois-Xavier Guerra. Él dio un impulso fundamental a tura de la Inde/,endencia:
i{
, . la hist~riografía político-intelectual latinoamericana, dcmos-
,
'I( trando la iInportancia del análisis de la dimensión simbólica en Si la imagen es sólo de "caos", "inesl.::"lbilidad",
"caudillismo",
~.~ - 1
";< la comprensión de los procesos históricos. De este modo afir- "anarquía" [... ), el enfoque se acerca al modelo liberal ciá::;i-
co, concebido en la República Restaurada y el Porfiriato y re--
. rnó sobre una nueva base lo que, especialmente en México, se
~;1 conoce desde hace unos años C0l110 una nueva corriente de "es-
tudios revisionistas" (la cual encontraría su punto de partida
novado.en la etapa posrevolucionaria. En cambio, si reconoce
el valor de las formas jurídicas del antiguo régimen y su aui-
en la obra de otro gran autor reciente, Charles Hale). vación poscolonial, el enfoque ya se inscribe en la corriente
Lo que sigue, como verC¡TIOS, continúa y discute, a la vez, los revisionista que ha predominado en el campo académico du-
enfoques y perspectivas de Guerra. Según intenta demostrarse, rante las últimas décadas.7
(.
'" -que es, de hecho, el que se ha convertido en una especie de mo la Argentina. Sobre el revisionismo histórico argentino, véanse Diana
Quatmcchi-Woisson, Los males de la memoria. Historia y j)olítica en la Argentina,
caso testigo para el resto de la región-, cabe decir que se ha
(. Buenos Aires, Emecé, 1995, y Tulio Halperin Oonghi, Ensayos de historiogra-
vuelto hoy muy dificil saber a ciencia cierta qué debe entender- fía, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1996.
l se por "revisionismo". Casi todos los trabajos históricos actua- 7 Rafael R~ias, La escritura de la Independencia. El.mrgimienlo de la opinión
l les en ese país --definitivamente, demasiado disímiles entre sí pública en México, México, Taurus/CIDE, 2003, p. 269.
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Elías J. Palti
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da. De hecho, tampoco se podría siquiera decir que entre am-
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bas perspectivas alegadamen te opuestas (la "liberal" y la "revi-
sionista") haya en realidad contradicción alguna: la imagen de Introducción )
"caos", "inestabilidad", "caudillismo", "anarquía", que definiría Ideas, teleologismo y revisionismo )
j al enfoque liberal, no sólo no es incompatible sino que se des- en la historia político-intelectual latinoamericana '1
prende, justamente, de la creencia supuestamente "revisionis-
')
ta", pero igualmente compartida por la historiografía liberal, en
j la persistencia de formas institucionales e ideas provenientes del la ambición de reducir el conjunto de procesos naturales a )
un pequeño número de leyes ha sido totalmente
I
j antiguo régimen. abandonada. Actualmente, las ciencias de la naturaleza )
I Sea como fuere, según veremos, no es por allí por donde describen un universo fragmentado, rico en diferencias
)
I pasa la renovación que está desde hace algunos años reconfi- cualitativas y en potenciales sorpresas. Hemos descubierto
que el diálogo racional con la naturaleza no significa ya una
)
1 gurando profundamente el campo de la historia politico-inte- decepcionante obselVación de un mundo lunar, sino la
.1 lectuallatinoamericana (de hecho, la tesis "revisionista" es tan exploración, siempre electiva y local, de una naturaleza )
I o más antigua aún que el propio enfoque liberal). Ésta comien-
cambiante y múltiple.
)
ILYA PRJGOGINE E ISABELLE STENGERS, La nueva alianza
za a revelarnos una imagen muy distinta del siglo XIX latinoa-
)
mericano en un sentido mucho más profundo y complejo que
1 lo que la idea de la pervivencia de patrones sociales e imagina- )
rios tradicionales alcanza a expresar. En definitiva, el análisis Según señala Fran~ois-Xavier Guerra, la escritura de la his- }
de los lenguajes políticos nos revelará por qué los postulados toria en América Latina ha sido concebida "más que COll10 una'
)
actividad universitaria, como un acto político en el sentido eti-
revisionistas necesitan hoy, al igual que los liberales clásicos, ser
mológico de la palabra: el del ciudadano defendiendo su polis, )
ellos mismos también revisados.
narrando la epopeya de los héroes que la fundaron ".1 Esto sería )
particularmente cierto para el caso de la historia de las ideas po- )
líticas. Sólo en los últimos veinte años ésta lograría librarse de la
)
presión de demandas externas y extrañas a su ámbito particular.
)
La crecien te profesionalización del medio historiográfico, com-
binada con el malestar generalizado respecto de la vieja tradi- I
ción de historia de "ideas", dará lugar así a la proliferación de lo )
1', que, especiahnente en México, se llaman "estudios revisionistas",
:il )
!';¡ que buscan superar los relatos maniqueístas propios de aquella
;:
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f ..
1 Fran<:ois-Xavier GucITa, "El olvidado siglo XIX", en V. Vázquez de Pra-
).
da e Ignacio Olabarri (comps.), Balance de la hütoriograjia sobre Iberoa7llérica
(1945-1988). Actas de las Iy Conversaciones Internacionales de Historia, Pamplo- )
na, Ediciones Universidad de Navarra, 1989, p. 595.
J.
)
1..... ))
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f!'.
(; 22 Elías J. Palti El tiempo de la política
23
(!
e tradición. Por c1~bajode esta contienda manifiesta referida a los fue, sí, q0.<:.n ..ftié> s.uspal!tas metodológicas fundamentales, las
contenidos ideológicos subyace, sin embargo, un desplazamlen. 'lE-e,apenas modificadas, subsisten ,hasta hoy, tiñendo incluso
;le to aún más fundamental de orden epistemológico. las perspectivas de sus propios críticos. En su obra clásica, El/JO-
~fl En efecto, la historia político.intelectual comenzará entono sitiuismo en México (1943), abordó por primera vez, de manera
.j~ '"',, ..ces a apartarse de los añejos y fuertemente arraigados mold~s sistemática, la problemática particular que la escritura de la his.
~ií,'
,.
1(J ()',,/'~teóricos cimentados en esa tradición, para e_r}K<25~{~~,~_~~~' toria de ideas plantea en la ,"E.erife~~a:' de Occidente (esto es,
~t :q~;:'):7" '~,:~. li~iS,de"co,'m,C? ~c;c~n,for~aro~_ Y..lf,<lf.lsf~r~F~a~~2!1_
~.~ ..~~?t9~ca:(l"Lentc e~ regiones cuya~ culturas tienen un l~~~ác.ter ,:'derivativo ;', sc-
t(] :r~i! '-o e /:. los "lenguajes políticos". Como veremos,."sto supon~ra una ver. gun se las denomma desde entonces); mas concretamente, cuál
:fl ..' cladera revoluciÓn teórica en la disciplina que habra de recon. es el sentido y el objeto de analizar la obra de pensadores que,
() J r figurar completament~ su objeto y sus modos de aproximación según se admite, no realizaron ninguna contribución a la his.
(l \ a él abriendo el terreno a la definición de un nuevo campo de toria de ideas en general; qué tipos de enfoques se requieren
\ problemáticas, muy distintas ya de las que dominaron hasta para tornar relevante su estudi04
e '. ahora en ella. En Modernidad e independenczas (1992), Guerra se. Esta perspectiva abre las puertas a una reconfiguración fun.
e ñala, en este sentido, el hito fundamental en la historiografia damental del campo. Desengañados ya de la posibilidad de que
e latinoamericana reciente, el cual servirá aquí como punto de el pensamiento latinoamericano ocupase un lugar en la histo.
"
e partida para debatir respecto de estas nuevas perspectivas, d ria universal de las ideas, que la marginalidad cultural de la re.
sentido de las re definiciones que con ellas se operan, sus alean. gión fuera algo meramente circunstancial,5 Zea y su generación
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ces, y también los problemas y desafios que plantean.
2
se verían obligados a problematizar y redefinir los enfoques
~c
)'11
" tos conceptuales que en ellas se observan para concentrarnos en este ~uetrativo: Lafilosofía americana comofilosojía sin más. Para un excelente estudio
:~;é '\1 consideramos su texto fundamental. Sobre las alteraciones que fue sufncndc.las diversas h\ses que atraviesa su concepto histórico, véase Tzvi Medin,
['.'0 ¡\do su enfoque historiográfico. véase ElíasJ. Palti, "Guerra y.Haber~as: ~l:úopoldo lea: ideología y filosofía ~leAmérica Latina, México, CCyDEL-UNAM,
siones y realidad de la esfera pública latinoamericana", en Enka Pan.1y ~hCI11992.
~' ,~
Salmerón (coords.), Conceptuar lo que se ve. Franyois-Xavier Guem¡, j¡ZSlOH(JdOl.. r,Hasta entonces, la debilidad intelectual dc América Latina solía atri-
,e
;t~~
Homenaje, México, ln~tituto Mora, 2004, pp. 461--483. "buirse meramente a una "falta dc madurcz", a la 'Juvcntud" de las naciones
' ¡¿:obras como Afilosofia no Brasil (1876)., de Silv~oRome:o, o La evoltLClO~atinoamcriC~l1as,
que, por lo tanto, habría -o podría, al mcnos- de resol- (
r
o de las ideas argentinas (1918), de José Ingcl1leros, aSl lo atestiguan. rrse con el tiempo.
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ElíasJ. Palti' Eltiempo de la política
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térpretes de una doctrina a la cual no han hecho aportacioneJ cione~" que aún hoy domina a la disciplina. Ésta resulta, pues,
O
dignas de la atención universal".6 Pero, por otro lado, según se.l deunintento de historización de las ideas, del afán de arran- ,)
ñala, si las hubiera, descubrirlas tampoco sería rele,:,ante para, car de su abstracción las categorías genéricas en que la díscipli- :C)
comprender la cultura local. "El hecho de ser pos!tmstas meo, na se funda, para situarlas en su contexto particular de enuncia- ro
I'xicanos los que hiciesen alguna aporta~ión ~o .pasaría de ser, ció~. Así considerado, esto es, en sus prelnisas fundamentales, o
un mero incidente. Estas aportaciones bIen pudIeron haber:a". el proyecto de Zea no resulta tan sencillo de refutar. Uno de los
D
hecho hombres de otros países"7 En de~mU':',a,.no ~,sde su VIn- problemas en él e~ que ~o siempre sería posible distinguir,los O
1
culo con el "reino de lo eternamente valIdo smo de su rela., "aspectos metodologlcos de su modelo mterpretatlvo de sus 'as- '0,;
ción con una circunstancia llamada México"8 que la historia d\ pectos substantivos" (para decirlo en las palabras de Hale), II I;)
ideas local toma su sentido. Lo verdaderamente relevanteno mucho peor resguardados ante la crítica12 La articulación de la) ~~(~i
l
"
,./,'¡' son ya las posibles "aportaciones" mexIcanas (y latmoamenca~ historia de ideas como disciplina particular estuvo en México I
. l;j'
\li". ¡,.o nas) al pensamiento en general, sino, por el contrario, sus "yet íntimamente asociada al surgimiento del movimiento lo mexica-i
o:,
.¡<r-...,' HaS"; en fin, el tipo de refracciones que sufrieron las-ideaseuj no,13 y su empresa quedaría atada desde entonces a la búsque-! :J'
'~,;Jv .' .:'
o/: ~r,i"
"t':..:-,,¡
rape as cuando fueron transplantadas a esta región. ¡
da del "ser nacional" (que subsecuentemente se expande para:
Zea especificaba también la unidad de análisis para esta enF .comprender a la del "ser latinoamericano" en su conjunto). Exis-
d
,: presa comparativa: los "filosofemas" (un equivalente a lo que; te, sin embargo, una segunda razón que llevó a oscurecer los
en esos mismos años Arthur Lovejoy comenzaba a defimr co- aportes de Zea; una menos obvia pero mucho más importante.
O"
0,[ '!II
mo "ideas-unidad", definición que le permite establecer a la hi> El esquema de "modelos" y "desviaciones" pronto pasó a formar
1-'
'0t
..;
taria de ideas como disciplina particular en el medio académi:: part~ del sentido común de los historiadores. de ideas latinoa- ! 01,,
ca anglosajón)'" Según señala, es en los conceptos particulare -- "...,.,-.
,.,) -
: donde se registran las "desviaciones" de sentido que producen
los traslados contextuales. "Si se comparan los filosofemas un 1l Charles Hale, 'The History of Ideas: Substantive and Methodological
"J'..
lizados por dos o más culturas diversas", dice, "se encuentra qU( Aspects of the Thought of Leopoldo Zea",joumal 01Latin Amnican Sludies )t
estos filosofemas, aunque se presentan verbalmente como lo, 3.1,1971, pp. 59-70. ,);.
"mismos, tienen contenidos que cambian ".10 . . 12Desde este punto de vista resultan perf~ctamente just~ficadas afirma- I,).i'
. Encon tramos aqul' fílna Imen te d e filnl.do el di.sen-abas' I.COd,. cJOnes como las de Alexander BeL"lnCOUn Mendlera cuando senala . que la.pers-
•• --d---I.-'.''- ---''(i- , pectiva de Zea "termina por imponer a la realidad histórica un esquema que , ).{.í..
•
,;:
_____ P" la!E.r?xim.~ci.?!:!~~~ada_.t:n eLesq~e!I.1a -d.~.-T~::.,.?,_º~_X::..~~~a ha sido elaborado a priori Yque fuerza la realidad histórica". Alexander Betan- , .-j;'
,)*
court Mendieta. Historia, ciudades e ideas. La obra deJosé Luis Romero. México •
. UNAM, 2001, p. 42. Silvestre Villegas. sin embargo. prefiere destacar las Olien- r'Jt.,.,
Leopoldo Zea, El positivismo en México, México. El Colegio de México. taciones pluriculturalistas que cree descubrir en la obra de ese autor; véase Vi-
Ú
:'J~
1943,1, p. 35.
7 ¡bid,. p, ] 7.
llegas, "Leopoldo Zea y el siglo XXI", Melapolítica 12, 1999. pp. 727.32.
13 Sobre la, trayectoria de este movimiento, véanse G. W. Hewes, "Mexi-
." .
l-....,j'\
8 ¡bid, p. ] 7.
9 Véase Arthur Lovejoy, "ReflectlOns on lhe lllSWry of ideas",journal,
. can in Search of the 'Mexican' (Review) ". The American Journal 01Er:onomics
aud Sociology 13.2. 1954, pp. 209-222, YHenry Schmidt, The Roots o/ Lo Mexica~
O
rJ
, the Hülory 01ideas 1.1. 1940. pp. 3-23.
10 Leopoldo Zea. El/}().I'itivismo en México, l. p, 24.
~ no SelJand Society in Mexican TllOughl, 1900-1934. College Station. Texas A&M
University Press. ] 978. '.)
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Ellas J. Paltí El tiempo de la política 27
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mericanas, y ello ocluiría el hecho de que la búsqueda de las "re. maba, él, C01110extranjero, no participaba) para resituarla en
(, - ""'>:,; fracciones locales" no es un objeto natural, sino el resultad? de el suelo firme de la historia objetiva.15
u~ esfuerzo teórico que respondió a condiciones histór.~s:.~s y Como surge de la afirmación de Escalante, Hale endereza.
(1 episterrlológicas precisas. Convertido en una suerte de presu- rá su crítica, en realidad, hacia aquel costado que, como vimos,
( : puesto impensado, cuya validez resultaría inmediatamente ob- fue el más errático en el enfoque de Zea, su "aspecto sustanti.
( via, aquello que constituye su fundamento metodológico esca. va": una visión ideológica y maniquea .articulada sobre la base'
(. paría a toda teu1atización. de la antinomia esencial (un "subterráneo forcejeo ontológi.
ca", 10 llamaba Edmundo ü'Gorman), 16 entre liberalismo y
(,
conservadurismo; el primero, identificado con los principios
(, Los orígenes del revisionismo histórico de la independencia; el segundo, asociado a los intentos de res.
(, tauración de la situación colonial. De este modo, dice Hale, Zea.
El punto de partida de las nuevas corrientes revisionistas de ignora que, en su intento de "emancipación mental" de la co-
{
la historia político.intelectual mexicana, en particular, y latinoa. lonia, los liberales mexicanos sólo continuaban la tradición re-
( mericana, en general, suele sítuarse en la obra de Charles Ha.
,il formista borbónica. 17 Hale extrae de allí sus otras dos tesis ceno
( ,~~
le. Según señala uno de sus cultores más notorios, Fernando trales. La primera es que entre liberales y conservadores hubo
( Escalante Gonzalbo:
(
Antes de que [Hale] se entrometiera, podíamos contarnos un 2 Ante la afirmación de un antropólogo mexicano amigo suyo de que
( cuento delicioso, conmovedor: aquí habíamos tenido -desde él, como extranjero, no podría alcanzar a comprender el pensamiento me-
( .
slempre- una h ermosa y h'erOlca tra d'cl'o'
1
n de liberales''. que xicano, Hale señala que . "llegué a la conclusión,
..
sin embargo, de que un ex-
. l' bl' tranJero no comprometido puede estar mejor capaettado para aportar una
( . d mócratas que eran naClOnaIstas, que eran repu lea- .~ ~, . ~. . ..
eran e '.. . b comprensIOn novedosa de un tOPICOhlstonco tan senSIble como el hbcrahs~
( nos, que eran revoluClonanos y hasta zapatlstas (y eran ue. roo mexicano". Charles Hale, Mexican Liberalism in theAge o/Mora, 1821-1853,
nos); una tradición opuesta, con patriótico empeño, a la de NewHaven y Londres, Vale University Press, 1968, p. 6. En un artículo sobre
£.( . una minoría de conservadores: monárquicos, autoritarios, ex. la obra de Zea insiste en que "un historiador extranjero tiene una oportuni-
;J( tran 'erizan tes, positivistas (que eran muy malos) .14 dad única. Ajeno a las consideraciones patrióticas, se encuentra libre para
'.( ~ identificar las ideas dentro de su contexto histórico particular". Charles Ha-
. le, "The History of Ideas: Substantive and Methodological Aspects of the
( El . '0 Hale ha señalado reitera damente como su pnn. ". .
plOpl .• . . fí d ThoughtofLeopoldo Zea ,joumalofLatm Amencan StudieslILI, 1971, p. 69.
cipal contnbuClon el haber arrancado a la hIstonogr~ la e 16 Edmundo O'Gorman, La supervivencia política novohispana. Reflexiones
<. ideas local del plano ideológico subjetivo (del que, segun afif-sobreel monar.quismo mexicano, México, Fundación Cultural Condumex, 1969,
<. p.13.
<. 17 Específicamente en relación con Mora, afirma Hale que "aunque el
programa de reforma de 1833 fue un ataque al régimen de privilegio corpo-
<. 1-1 Fernando Escalan'te Gonzalbo, "La imposibilidad del liberalismo en rativo heredado de la Colonia, difícilmente pueda considerarse 'una nega-
l México ", en Josefma Z. Vázqucz (coord.), RecejJción~ l~ans/a:n¡ación, delliber~. ción de la herencia española'. De hecho, los modelos más relevan les para
lismo en México. Homenaje al profesor Charles A. Hale, Mexlco, El ColegIO de Me Mora eran españoles: Carlos IU y las Cortes de Cádiz", Charles Hale, Mexican
<.. xico, ]9Yl,p.14. Liberalismin theAgeo/Mora, p. 147.
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Ideas mexicanos. "Por debajo del hberahsmo y el conservadun. ' proyecciones atlánticas, Sin embargo, es también entonces que. '\ )',1
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mo políticos", asegura, "hay en el pensamiento y la acción me. I las limitaciones inherentes a la historia de ideas se vuelven más O
xicanos puntos de comunicación más profundos"18 que están claramente manifiestas.
()~
dados por sus comunes tendencias centralistas. La segunda es' Como vimos, por debajo de los antagonismos políticos, Ha< '),
que esta mezcla contradictoria entre liberalismo y centralismo le descubre la acción de patrones culturales que atraviesan las \J
;JI:
que caracterizó al liberalismo mexicano y latinoamericano no,'" diversas.corrj",ntes ideológicas y épocas, y que él identifica con O',:
es, sin embargo, ajena a la tradición liberal europea. Siguiendo:; ~ho.:' hispano '('i'es innegable", dice, "que el liberalismo en,~é- ;j
a Guido de Ruggiero,19 Hale descubre en ella dos "tipos idea.,. XICOha: Sido condiCIOnado por el tradiCIOnal ethos hU/Jano ) ,21
0'<
les" en permanente conflicto, a los que define, respectivamen.i Este sustrato cultural unitario contiene, para él, la clave última '~J
, ,,11
te, como "liberalismo inglés" (encamado en Locke) Y"liberalis-l: . que explica las contradicciones que tensionaron y tensionan la . ,'~
mo francés" (representado por Rousseau) ;.el primero, defensor' historia mexicana (y latinoamericana, en general), y les da sen- O~
de los derechos individuales y la descentralización política; el' tido. Según afirma:
~.
,O "
segundo, por el contrario, fuertemente organicista y centrali •.. O'j'
ta, Hale afirma que "El conflicto interno entre estos dos tipos! ' [, .. ] siguiendo con la cuestión de la continuidad, podemos en-
ideales puede discernirse en todas las naciones occidentales",20¡ contrar en la era de Mora un modelo que nos ayuda a COffi-
::;)
~nc(;mtramos aquí la contribución más ilnportante que rea.~ prendet:'la deriva reciente de la política socioeconómica en el O
¡iza Hal~''al estudio de la historia intelectual mexicana del siglo México que emerge de la revolución [... ] Es nuevamente la D
'}/" / XIX. Ésta no resi~e t~nto, como él afirma, en haberla arranca.:
"~.2':-: do del terreno IdeologlCo para converlJrla en una empresa aca',
inspiración de la España del siglo XVlIl tardio que prevalecen
o
')
..le:' démica objetiva cOmo eIl haberla desprovincianizacjo, Fami,: Si bien la idea de la cultura latinoamericana como "tradicio- ,
't',i liarizado, como estaba, con los debates que se produjeron en: nalista", "organicista", "centralista", etc, es una representación í,)
Francia sobre la Revolución de 1789 al impulso de las corrien;¡ de larga data en el imaginario colectivo tanto latinoamericano' e:)
tes neotocquevillianas que surgen en los años en que Hale e. como norteamericano, en la versión de Hale se pueden detec- 0j.
;);
taba completando sus estudios doctorales, pudo comprobar, tar huellas más precisas que provienen de la "escuela culturalis- ;)0,1
. :1
que la mayoría de los dilemas en torno de los cuales se deba. ta" iniciada por quien fuera uno de sus maestros en Columbia
tían los latinoamericanistas eran menos idiosincrásicos que lo'
t) 'jit.
University, Richard Morse, Las perspectivas de ambos remiten ••• , '11
que éstos querían creer. Ello le permite, en Mexican Liberalisr, a una fuente común, a la.que al mismo tiempo discuten: Louis ~t_/'
in t./teAge of Mora, desprender de su marco local los debates re. Hartz, En The Liberal Tradition in Ammca (1955), Hartz fIjó la o[
lativos a las supuestas tensiones observadas en el pensamiento que sería la visión estándar de la historia intelectual norteame-
.1 :..)
ricana. Según asegura, una vez trasladado a Estados Unidos, el
j lBCharles Hale, Menean Liberalism in lhe Age o/ Mora, p. 8.
U
(~)
19 Guido de Ruggiero, The History o/ European Liberalism, Gloucester,
~
Mass., Peter Smith, 1981. 21 [bid., p. 304. ',J"
"
20 Hale, Mexiean Liberalism in the Age oJMOTll, pp. 54-5. 2'llbid. r)
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30 Elías J. Palti El tiempo de la poHtica 31
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~,' su ideología escoI{lsticaen el período temprano de construc-
"lA liberalismo, a falta de una aristocracia tradicional que pudiera
¡~,l")
"~,:.•.•
•.~ ción nacional y expansión ultramarina de Europa, rehuyeron
-".\
oponerse a su expansión, perdió la dinámica conflictiva que lo
caracterizaba en su con texto de origen para convertirse en una a las implicancias de las grandes revoluciones y fracasaron en
suerte de tnito unifican te, una especie de "segunda naturaleza" internalizar su fuerza generativa.26
para los norteamericanos, cumpliendo así final m-ente en ese
país su vocación,universalista.23 En un texto posterior, Hartz am- Las sociedades de herencia hispana tenderán así siempre a
plía su modelo interpretativo al conjunto de las sociedades sur- perseverar en su ser, dado que carecen de un principio de de-
gidas con la expansión europea, En cada una de ellas, sostiene, sarrollo inmanente. "Una civilización protestante", dice Morsc,
terminaría imponiéndose la cultura y la tradición políticas do- "puede desarrollar sus energías infinitamente en aislamiento,
minantes en la nación ocupante en el momento de la conquis- como ocurre con Estados Unidos. Una civilización católica se
ta. Así, mientras que en Estados Unidos se impuso una cultura estanca cuando no está en contacto vital con las diversas cultu-
ras y tribus humanas".27
burguesa y liberal, América Latina quedó f~ada a una herencia
Esto explicaría el hecho de que el legado patrimonialista
feuda1.24
"C Morse retoma este enfoque, pero introduce una precisión. Se- • haya permanecido inmodificado en la región hasta el presen-
~ te, deternlinando toda evolución subsiguiente a la conquista.
¡;C gún afIrma, como Sánchez Albornoz y otros habían ya demostra-
"c do,25en España nunca se afim1ó el feudalismo. La Reconquista Como dice uno de los miembros de la escuela culturalista de
Morse, Howard J. Wiarcla, el resultado fue que "en vez de insti-
f.~.
~,
había dado lugar a un impulso centralista, encamado en Castilla,
que, para el siglo XVI, tras la derrota de las cortes y la nobleza (re- tuir regímenes democráticos, los padres fundadores de Améri-
ca Latina se preocuparon por preservar las jerarquías sociales
~. ~ presentantes de tradiciones democráticas más antiguas), se impo-
¡l ne al conjunto de la península y se traslada, uniforme, a las colo- y las instituciones tradicionales antidemocráticas";28 "en con-
re nias. Los habsburgos eran la mejor expresión de absolutismo traste con las colonias norteatnericanas, las colonias latinoame-
r¡, ricanas se mantuvieron esencialmente autoritarias, absolutistas,
e temprano. España y,por extensión, la América hispana, serían así
víctimas de una modernización precoz. Según dice Morse: feudales (en el sentido ibérico del término) patrimonialistas,
;c elitistas y orgánico-corporativas".29
l:O [... ] precisamente porque España y Portugal habían moder-
nizado prematuramente sus instituciones políticas y renovado
~,c 2li Richard Morse, NeTl1 World Soundings. Culture and ldeology in the A1Jleri~
f~ ~wLouis Hartz, The Liberal Tradilion in Amerim. An InlerjJrelalion of Ameri~ cas, Baltimore, Thc.J~hns Hopkins University Press, 1989, p. 106. Morsc ex-
pone originalmente este punto de vista en 1964 en su contribución al iibro
le can Poliliw.l Thoughl sínce the Revolution, Nueva York, HBJ, 1955,.
24 Louis Hanz, "The Fragmcntation ofEuropcan Culture and Ideology", de Louis Hartz, nIe Founding o/ New Societies.
le en Lonis HarLZ (comp.), The Founding of New Societies. Studies in the History of
the Uniled Slales, Latin Amelica, Soulh Afriea, Canada, and Australia, Nueva York,
27 Richard Morse, "The Heritagc of Latin Arnerica", en Louis Hartz
(comp.), The l'ounding o/ NeTl1 Socielies, p. 177.
'e 2R Howard Wiarda, "[otfoduction", en Howard Wiarda (comp.), Polilics
le
Harvcst/HBJ, 1964, pp. 3-23.
25 Claudio Sánchez Albornoz, t.spaña, un. enigma histórico, Buenos Aires,
and Social Clumge. The Distincl Tmr1ilion, Massachusclts, University of Massa-
e
e
" )-
f)
)
32 Elias J. Palti El tiempo de la política 33
')
)
En Mexican Liberalism in the Age o/ Mora, Hale retoma y dis- dir el proceso de selectividad a la propia. tradÍción: parafrasean-
cute, a su vez, la reinterpretación que Morse realiza de la pers-. do a Véliz, podríamos decir que también en las tradiciones lo-
n)
pectiva de Hartz. Si bien coincide en afirmar que en la Améri- cales habría una complejidad de ideas lo suficientemente rica ,,)
ca hispana nunca hubo una tradición política feudal (aunque como satisfacer desde los nlás radicales a los más conservado- () .
sí una sociedad feudal), asegura que las raíces de las tenden- res. La pregunta que su afirmación plantea es por qué, entre ,"i.
cias centralistas presentes en el liberalismo local no remiten a las diversas tradiciones disponibles, Mora "elige" a la borbóni- ./'f
la herencia de los habsburgos, sino a la tradición reformista ca, y no a la habsburga, por ejemplo. "J,
.•..• J
borbónica. Hale desafía así las interpretaciones culturalistas La introducción de tal cuestión inevitablemente encierra a ',Ji
(indudablemente, los barbones eran mucho mejores candida- las aproximaciones culturalistas en un círculo argumental: así (')1
tos como antecedentes del reformismo liberal del siglo XIX que como, según asegura Hale, si Mora llegó a Constant, y no a Loc- 'Ji
los habsburgos), sin salirse, sin embargo, de sus marcos. Sim- ke, fue por influencia de Carlos III, cabría también decir que,
plemente traslada el momento del origen del siglo XVI al siglo inversamente, si Mora miró a Carlos III como modelo, y no a O
XVIII, manteniendo su presupuesto fundamental: dado que Felipe I1, fue por influencia de las ideas de Constant. La expan- • :)
siempre opera un proceso de selección de ideas extranjeras, sión de la idea de selectividad a las propias tradiciones desnu- ,)
ningún "préstamo externo" puede explicar, por sí mismo, el da, en última instancia, el hecho de que éstas no son algo sim-
:)
fracaso en instituir gobiernos democráticos en la región (como plemente dado, sino algo constantemente renovado, en el que
señala Claudia Véliz, "en Francia e Inglaterra existía una com- sólo algunas de ellas perduran, refuncionalizadas, mientras que :)
plejidad [de ideas] lo suficientemente rica como para satisfa- otras son olvidadas O redefinidas. Yello haría imposible distin- :>
cer desde los más radicales a los más conservadores en Améri- guir hasta qué punto éstas son causa o, más bien, consecuencia D
ca Latina").3o Su causa última hay que buscarla, pues, en la de la historia política. La relación entre pasado y presente (en-
propia cultura, en las tradiciones centralistas localesg1 Pero el
<O
tre "tradiciones" e "ideas") se volvería ella misma un problema;
,,)
traslado que Hale realiza del momento originario delliberalis- ya no se sabría cuál es el explanans y cuál el explanandum,
mo mexicano desde los habsburgos a los barbones lleva, sin "
Luego de la publicación de Mexican .Liberalism in the Ag~ o/
,." -I,.~
embargo, a desestabilizar este modo característico de proceder Mora, Morse aborda el problema y modifica su punto de vista ,'~
l.~'~
intelectual desde el momento que tiende, de hecho, a expan- anterior, tal como había sido expuesto en su contribución alli- ")
, ~,
bro de Hartz, TheFoundingo/New Societies (1964). Entonces, en ) .~
,
realidad, redescubre algo que ya había seilalado antes: la pre-
30 Claudia Véliz, The Centralisl Tmditioll o/Latin A71Ienca, Princeton, Prin- sencia en América Latina de dos tradiciones en conflicto en su 1.0
ce ton University Press, 1980, p. 170. mismo origen, una medieval y tomista, representada por Casti- O
3\ "Ni la falta de experiencia previa ni las ideologías políticas importadas lla,y otra renacentista y maquiavélica, encarnada en Aragón, Si ti.)
"
-afirma CIen Dealy- pueden explicar el fracaso de los hispano~mericanos
bien, seilala ahora, en un coolienzo se impone el legado tonlis-
en establecer una democracia viable, tal COIllO nosotros la conocemos. Más ,0
ta, a fines del siglo XVIII y, sobre todo, luego de la independen- .
bien, parecería que estos eligieron conscientemente implementar un sistema
de gobierno en el cual tanto su teoría como su práctica tuviera mucho en co- cia. renace el sustrato renacentista, trabándose un conflicto en- '.)
mún con sus tradiciones." Dealy, "Prolegomena on lhe Spanish American Po- tre ambas tradiciones. De este modo, los hispanoanlericanos, l¡j..
,
litical Tradition", en Howard Wiarda (comp.), Polilics and Social Cha'nge, p. 170. según dice Morse, "son reintroducidos al conflicto histórico en
'(j.
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35
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., 34 Elias J. Palti
El tiempo de la política
té
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11;- ..
triz histórica subyacente de actitud y acción social"." Siguien-
do dicho método, dado que, como Hale mismo señala, ninguna
política puede explicarse por una pura influencia externa, el
propio proyecto reformista borbónico debería, a su vez, expli-
pasar nunca de un mero postulado indemostrable. Como seña-
ló Edmundo O'Gorman, que haya países más ricos y países más
pobres, gobiernos más democráticos y gobierno menos demo-
"
'1<c.
¡;.
carse a partir de tradiciones preexistentes.'6 Así, la lógica del
cráticos, etc., son cuestiones que pueden discutirse y analizarse'
i sobre bases empíricas. Ahora bien, la afirmación de que esto se.'+-----
~'*
".-.c'... método genético remite siempre a un momento primigenio,
¡ deba a alguna suerte de determinación cultural resulta incom-
~
'() probable, nos conduce más allá de la historia, a un terreno on-
32 Richard Morsc, "Claims of Political Tradition ", New World Soundings, .' tológico de esencias eternas e ideas a priori, de "entelequias"_
.C)
;c p. 112.
33 [bid.
(comp.), TheFoundingojNcw Societies, p. 171."La cuestión crítica -dicc- no venir histórico, Iberoamérica resulta ser un ente en sí o por
W es tanto la pregunta vacía de si fue el neotomista Suárez o el jacobino Rous-
scau la figura intelectual tutelar de las juntas soberanas hispanoamericanas.
naturaleza "idealista", y Angloamérica, un ente en sí o por na~
turaleza "pragmático". Dos entes, pues, que si bien actualizan
de 1809 y 1810, en los albores de la era independiente. Si tomamos seriamen-
• su rnodo de ser en la historia, es [sic] en cuanto entelequias
te la noción de que la América hispana había establecido ya con anterioridad
sus bases políticas e institucionales, deberemos identificar la matriz de pen~
samicntos y actitudes subyacente, no la retórica con la cual ésta puede velar-
se en algún momento dado" (ibid., p. 153). soberano legislador, una meta hacia la cual orienlaban todos sus esfuerzos de
3(; Indudablemente, en su interpretación de las raíces dclliberalismo de reorganización momí.rquiCa cuya estUlctura originaria eSlaba muy al~jada de.
Mora, Hale confiere una dimensión desproporcionada a un conjunto de po- ese ideal, y cuya marcha, siempre contrastada, estaba destinada a no comple-
líticas que se aplicaron en las colonias sólo tardíamente yde modo inconsis- tarse nunca". Tulio Halperin D<'lllghi,"En cllrasfondo de la novela de dicta-
tente. Como sCllala Tulio Halperin Donghi en su crítica a The Centralisr. Tm- dores: la dictadura hispanoamericana COIllO problema Ilistórico", El esjJf!/o de
dition 01 Lar.in America, de Claudio Véliz: "El absolutismo fue, más que un la histon:a. Pro!JümuLJ argentinos y jJe1:s/Jectivas lalinoamericanas, Buenos Aires, Su-
régimen de contornos definidos en q.'uetoda autoridad emanaba de la de lUi damericana, 1987, p. 2.
.J
r ()
36 Elías J: Palti El tiempo de la política
37 O
f 'O
¡ tancia, sólo conduce
,
I
de la potencia de "susrespectivas esencias; dos entes, digamos, a reproducir acríticamente todos los este- '1"'-
,j
que como un centauro y un unicornio son históricos sin real-
¡ reotipos circulantes.39 Ahora bien, aun cuando la "escuela cultu- ro
roen te serlo.37 ralista" es marginal entre los especialistas,' ~a r~~<=:~_~_t:_~~.~
~!1}ahis- ,'""'\
•... ~
toria de ideas latinoamericana a las peculiaridades de la "cultura
Nada impide aún postular la existencia de entelequias ta- I local" (que la hari:an contradictoria con los principios liberales) ()
¡ O
¡
les; pero la historia ya no tiene nada que decir al respecto _y, c"-;nstituyeuna práct;~a universal. Más allá de sus orígenes "cul-
¡
,
como decía Wittgenstein (Tracta/us, proposición 7), "de lo que
no se puede hablar, mejor callar".
turalistas", la afirmación de Hale de que "la experiencia distinti-
va del liberalismo latinoamericano derivó del hecho de que las
il
.. ,.',. D' .f;
en Leslie Bethell (comp.), The Cambridge History o/ Latin Ammca. From c. 1870
lo 1930, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, IV, p. 368.
'01
V'~
nen, según dice, un comienzo ex nihilo. Al respecto, véase Charles Hale, "Ed- 41 Edmundo O'Corman rastrea su origen en la crisis que se produjo a
. O~
o',"
mUll29
,- O'Gorman y la historia nacional", Signos Históricos 3,2000, pp. 11-28. mediados del siglo XlX. "La evidencia del fracaso debió provocar el conven-
• ~~;JDebemos ver a América Latina en sus propios términos, en su propio cimiento de que el proyecto liberal pretendía edificar un castillo en la arena. ; ..
contexto histórico -demanda Wiarda-, debemos dejar de lado los prejui- movediza de un gigantesco equívoco: que el principio ilustrado y moderno l' "',i
cios y el etnocentrismo, las actitudes de superioridad que tan a menudo de-
terminan la percepciones, especialmente en la sociedad política norteame-
de la igualdad natural era una abstracción sin fundamento real, el producto ,~
U,f;.
'!.../.l
de una tradición filosófica de la que, precisamente, habían quedado al mar-
ricana, de otros países cuyas tradiciones son peculiares." Howard Wiarda,
"Conclusion", en Howard Wiardfl. (comp.), Politics and Social Change, p. 353.
gen los pueblos iberoamericanos." Edmundo O'Gorman, México, Ellra'uma
de su historia, p, 43.
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38
r Elías J. Palti El tiempo de la política 39
(
circunstancias históricas), lo cierto es que tal referencia a la cul- aproxitnaciones culturalistas para desprenderse efectivalncnlc 1
(
tura local viene a llenar una exigencia conceptual en la discipli- de las apelaciones esencialistas a la tradición y a las culturas 10- ¡
( na, ocupa un casillero en una determinada grilla teórica. Las cales COtIlOprincipio explicativo últirno. Para ello es necesario l.'
( "particularidades latinoamericanas" funcionan COIDO ese sustra- penetrar y minar los supuestos epistetTIológicos en que tales
to material objetivo en el que las formas abstractas de los "tipos ~pelacio.nes se fundan, esto es, escrutar de lTIanCracrítica aque-
{
ideales" vienen a inscribirse y encarnar históricamente, aquello llos "modelos" que en la historia de ideas local funcionan sim-
{ que concretiza las categorías genéricas de la historia de ideas, y plemente como una premisa, algo dado. Ello nos conduce así
( vuelve relevante su estudio en el contexto local. más allá de los límites de la historia intelectual latinoamerica-
( En efecto, dentro de los marcos de la historia de "ideas", sin na, nos obliga a confrontar aquello que constituye un límite in-
"peculiaridades locales", sin "desviaciones", el análisis de la evo- herente a la historia de "ideas": los "tipos ideales". Yaquí tam-
(
lución de las ideas en América Latina pierde todo sentido (co- bién encontramos la limitación de la renovación historiográfic~.
( mo decía Zca, I\iléxico y todos los autores lnexicanos "salen so- de Hale. Si bien, como vimos, su enfoque rompe con el provin-
( brando"). Sin embargo, parafraseando a uno de los fundadores cianisnlo ele la historiografía de ideas local para situar las (011-
de la llamada "Escucla de Cambridge",]. G. A. Pocock, dicho lr;:ldicciones que observa en el pensamiento liberal 111cxicanu
.; (
procedimiento no alcanza a rescatar al historiador de ideas "de en un contexto más amplio, mantiene, sin elnbargo, las antino-
; (
la circunstancia de que las construcciones intelectuales que tra-
i~....•
{ ta de controlar no son en absoluto fenómenos históricos, en la
mias propias de la historia de "ideas", ahora inscriptas en el
seno de la misma tradición liberal. Todo aquello que hasta en-
~( lnedida en que fueron construidas mediante lnodos ahistóri- tonces se vio ¿amo decididamente antiliberal, una "peculiari-
( cos de interrogación"."2 Mientras que los "modelos" de pensa- dad latinoamericana" (el centralismo, el autoritarismo, el orga-
miento (los "tipos ideales"), considerados en sí mismos, apare- nicismo, ete.) pasa ahora a integrar la definición de un liberalismo
(
cen como perfectatnente consistentes, lógicamente integrados que no es verdaderamente liberal (el "liberalismo francés") enfren-
( y, por lo tanto, definibles a jmori-cle allí que toda "desviación" . tado a otro liberalismo que es auténticamente liberal (el "liberalis-
( de éstos (el logos) sólo pueda concebirse como sintomática de mo inglés"). Esta perspectiva, no obstante, pronto comenzaría
( alguna suerte de palhos oculto (una cultura tradicionalista y una también a perder su sustento conceptual.
sociedad jerárquica) que el historiador debe des-cubrir-, las
(
culturas locales, en tanto sustratos permanentes (el ethos hisjm-
( Formas. contenidos y usos del lenguaje
no), son, por definición, esencias estáticas. El resultado es una
( narrativa pscudohistúrica que conecta dos abstracciones. En los aúos en que Hale publicaba Mexican Libcralism in the
t. Los "tipos culturales.", en definitiva, no son sino la coutra- Age o/ Mora comenzaba justamente en Estados Unidos, con The
J i parte necesaria de los "tipos ideales" de la historiografía de Ideological Origino<o/ the American Revolulion (1967), de Bernard
(
ideas políticas. Esto .explica por qué no basta con cuestionar las Bailyn,43la demolición del modelo propuesto por Harrz. Co-
~~.
.12 J. C. A. Pocock, /Jolilics, Language, and Time. Essays 011 Political17lOlIght 4[1 Bcrnard Bailyn, The Tdeological Origins o/lhe A melican Rroolulioll, Cam-
and Ilistory, Chicago, The Ullivcrsity ofCllicago Prcss, 1989, p. 11. bridge, Hal-vard University Press, 1992.
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1) :
40 Elías J. Palti
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El tiempo de la política 41
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mo vimos, para éstti, Íos principios liberales y democráticos que
presidieron la Revolución de Independencia encarnaban la
respecto de qué es, por ejemplo, el "liberalismo lockiano" (y, I
en consecuencia, en qué sentido el liberalismo nativo se habría
esencia de la cultura política norteamericana. Analizando la /"!,
"desviado" de éste) son los historiadores de ideas latinOameri-/
panfletería del período, Bailyn, por el contrario, descubrió en '1'
el discurso revolucionario de ese país la presencia determinan-
canos (mientras que entre los especialistas no hay ningún con-
senso al respecto) ,47
01
,(,,\1',~
te de un universo conceptual que remitía a una tradición de i,l :!
De todos modos, no es allí donde reside el aspecto crucial '.,
, ~j
pensamiento muy distinta de la liberal, de más antigua data, a
del proceso de renovación conceptual que sufÍ'e la disciplina, )
la que definió genéricamente como "humanista cívica". Esta
El debate suscitado en torno del republicanismo (y del libera- ,-)~. .:1-
perspectiva se volvió tan popular que el humanismo cívico, lue-
go redefinido por obra de Cordon Wood44 y J. C. A. Pocock45
lismo) ocultó, en realidad, su verdadero núcleo, que era de ín-
dol'e~t',,~!,ico-metodológica, De lo que se trataba, en palabras de ¡
o~
,,'"\ :
como ¡'republicanismo", terminaría prácticam.ente desplazan- 0...,/ .,
~,)no era de agregar un casillero nuevo en la grilla de la _ "
i:01t
~
do al liberalismo como la supuesta matriz de pensamiento fun-
historia de "ideas" (el "republicanismo clásico"), sino de tras- 1
l n"
"historiadel habla" o "historia del discurso", aunque ninguno
Tales complicaciones resultan, sin embargo, in asimilables para <1..•• /.=1
de ellos carece de problemas o.resulta irreprochable, pueden •
la historia de ideas local. ELesquema clásico de los "model()s" ;I)~
ser los mejo~es términos hasta ahora hallados.48
1 y las "desviaciones" supone sistemas de pensamiento ("tipos :C)
ideales") claramente delimitados y definidos. Se da así la paia-
Ello supone una redefinición del objeto mi,smo de estudio, ~)
doja de que Íos únicos que parecen tener hoy cierta claridad
I~oción '(¡fe tfxJ9¡ por la cual se busca incorporar a ésta aque- "U
llas otras dimensiones, además de la puramente referencial, in- ,)
herentes a los usos públicos del lenguaje, Como señala nueva-
44 Cordon Wood, The Crealion ofthe American Republic, Chapel Hill, Uni-
bertad positiva y libertad negativa. 48 J. C. A. Pocock, Virlue, Commerce and l-1istory, Cambridge, Carnbtidge "U f:
I University Press, 199]. 01,
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[.. ,] el punto aquí más bien es que, bajo la presión de la di- sin embargo, que, desde el punto de vista de la historia i,Helee-
cotomía idealismo/materialismo, concentramos toda nues- tual, entre ambas fechas no cambió nada en AOlérica Latina.
tra atención en el pcnsamien to como condicionado por los Como sabemos, esto no es asÍ- La ruptura del vínculo colonial
hechos sociales fuera de él, y ninguna en el pensa_~~eD_to supuso un quiebre irreversible también en el nivel de la histo-
F{ como denotando, refiriendo, asumiendo, aludi~n~o~~Inp!i- ¡ia intelectual. Las mismas viejas ideas cobrarán entonces un
( c'.l0do, y realizando una variedad de funciones (~_~ las C;~l~- sentido nuevo, El problema radica en que las "idcas" no alcan-
( les la de contener y proveer información es la más simple zan a registrar los cambios producidos, puesto que éstos no re-
de todas.19 miten a los contenidos proposicionales de los discursos, ni rc-
(
sultan, por lo tanto, perceptibles en ellos. Así,. si enfocamos
( Esta perspectiva lleva implícita una definición del tipo de nuestro análisis exclusivamente en la dimensión referencial det
{ dilemas planteados por el modelo de Zea, ya muy distinta de la los discursos (las "ideas"), no hay modo de hallar las marcas,- J
( seúalada por Hale y los revisionistas. Ella nos ayuda a despro- lingüísticas de las transformaciones en su contexto de enuncia-'
\ vincianizar ahora a la propia crítica de ese modelo para ligar ción.50 Para descubrirlas es necesario t~~~P~S~!el plano senlán- ~
(
:los problemas hallados en él a limitaciones inherentes a la his-
( l.toria de ideas. Según muestra Pocock, el proyecto mismo de
( "historizar" las "ideas" genera contradicciones insalvables. Las
03:De allí que, en los marcos de este tipo de aproximacione~. el trazado
( ideas, de hecho, son ahistóricas, por definición (su significado de las conexiones entre "textos" y "contextos" genere de modo inevitable una
-qué es lo que dijo un autor- puede perfectamente estable- circularidad lógica; los puntos de vista relativos a sus relaciones no son rcal 4
(
cerse a priori; no así su sentido, que es relativo a quién lo dijo, a mente (y nunca pueden ser, dada la naturaleza de los objetos con que trata)
( quién lo hizo. en qué circunstancias, etc.). Éstas aparecen o no los resultados de la investigación empírica, sino que constituyen sus premi-
sas (las que son subsecuentemente proyectadas como conclusiones de ella).
( en un medio dado, pero ello es sólo una circunstancia externa
"El eslogan -dice Pocock- de que las ideas deberían estudiarse en su con-
( '" -,,' a ellas; no hace a su definición. En fin, la historia, la tempora- texto social y político corre, para mí, el riesgo de convenirse en pura pala-
lidad es algo que le viene a las ideas "desde fuera" (del "contex- brcría. La mayoría de los que lo pronuncian suponen, a menudo inconscien- !
(
to externo" de su aplicación); no es una dimensión constituti- temen te, que ellos ya saben cuál es la relación entre las ideas y la realidad
( va suya. social. Comúnmente toma la forma de una teoría cruda de la corrcsponden-
( Tal apriorismo metodológico tiene consecuencias historio- cia: se supone que las ideas en estudio son características de aquella facción,
clase o grupo al que su autor pertenecía, y se explica cómo tales ideas expre-
( gráficas sustantivas. La ahistoricidad de las ideas tiende inevi-
san los intereses, esperanzas, miedos o racionalizaciones típicas de ese gru 4
tablemente a generar una imagen de estabilidad transhistóri- po. E} peligro aquí es el. c!.e.<lrgyml;.I}t<!r
e.o ~.íIt;ul()s.De hecho, es sumamcn* "
(.
ca en la historia intelectual. Esto resulta, cn última instancia, te dificil id~ntificar sin ambigüedad la adscripción social de un individuo, y I ,)y'
l de la propia viscosidad relativa de las ideas. Indudablemente, aún mucho más la de una idea, siendo la concicncia algo siempre tan con-
Il hacia 1825 los latinoamericanos pensaban no muy distinto de tradictorio. Normalmente, uno tiende a sostener las suposiciones que lino
hace respecto de la posición social de ese pensador con las suposiciones que I
1, l como lo hacían antes de 1810, lo que suele llevar a concluir,
uno hace de la significancia social de sus ideas, y luego se repitc el mismo
{l procedimiento en la dirección inversa produciendo una definitivamente dc* ¡
plorable perversión metodológica." J. G. A. Pocock, PotiticJ, Lallguagl', (l/ut
't 49 J. G. A. Pocock, Potilics, LrL7lguage, ami Time, p. 37.
Time, p. 105.
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44 El tiempo de la politica
45
EJías J. Palti !')"
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tico de los discursos (el nivel de sus contenidos ideológic.~s ex- discursos. Como seúala, la convergencia con Francia en el nivel
(')!,"
plícitos), e intentar comprender cómo, más allá de la per~s- de los ler:;guajes politicos "no se trata de fenómenos de modas ,'o
tencia de las ideas, se reconfiguraron los lenguajes políticossub- o influencias -aunque éstos también existan- sino, fundamen- :;
yacentes. talmente, de una n1isma lógica surgida de un cOlnún naciJniento ()
a la.politica moderna [la 'modernidad de ruptura']".52 Guerra ")
descubre así un vinculo interno entre ambos niveles (el discur-
')
Franc;ois-Xavier Guerra: lenguajes, modernidad sivo y el extradiscursivo). El "contexto" deja de ser un escena-
y ruptura en el mundo hispánico rio externo para el desenvolvimiento de las "ideas" y pasa a .o
c~~stituir un aspecto inherente a los discursos, determinando :(, "
,..J l'
El impulso hacia una renovación aún más radical en la dis- desde dentro la l~ica de su articulación. r:) ,
ciplina provendría de la obra de Fran~ois-Xavier Guerra, quien
pondría en el centro de su análisis los cambios operados en el
, .. En seg;"~d~'iüg;;':'Cuerra conecta estas transformaciones, !!,
conceptuales con alteraciones ocurridas en el I']an~.~e las_prác---- oji;
,:)
discurso político. "El lenguaje", aseguraba, "no es una realidad ti,c:asP.2Rti~\'~como resultado de la emergencia- den~os 1;;:'-
separable de las realidades sociales, un elenco de instrumen- bitos de sociabilidad y sujetos políticos. Los desplazamientos se- ')~
tos neutros y atemporales del que se puede disponer a volun- mánticos observados cobran su sentido en función de sus nuevos :)tl
tad, sino una parte esencial de la realidad humana".5! De este medios y lugares de articulación, esto es, de sus nuevos espacios
modo integraba la historiografía político-intelectuallatinoa_ de enunciación (las sociabilidades modernas), modos de socia- J"
mericana al proceso de renovación conceptual que en esos lización o publicidad (la prensa) y sistemas de autorización (la D 11
años estaba transformando profundamente la disciplina. Este opinión), los cuales no preexisten a la propia crisis politica, si- :;) 1,
enfoque le abrirá las puertas a una nueva visión del fenómeno
revolucionario. Sintéticamente, su perspectiva derivará en cin-
no que surgen sólo como resultado de ésta, dando lugar ala
conformación de una incipiente "esfera pública" independien-
:D!
,r)
co desplazamientos fundamentales que colocarán a la histo- te, en principio, del poder del Estado.
..: riografía sobre la crisis de la independencia en un nuevo te- En tercer lugar, lo antedicho le permite a Guerra superar '\jl')
rreno. el dualismo entre tradicionalismo español y liberalismo ameri- o
,( En primer lugar, Guerra rompe con el esquema tradicional cano. Como él muestra claramente, se trató de un proceso re-
J
en la historia de "ideas" de las "influencias ideológicas". Lo que volucionario único, que abarcó de conjunto al Imperio, y tuvO
)
desencadena la mutación cultural que analiza no es tanto la lec- su epicentro, precisamente, en la península, la cual se vio, de
tura de libros importados como la serie de transformaciones hecho, más directamente impactada por la crisis elel sistema l.) "
l> que altera objetivamente las condiciones de enunciación de los monárquico y la subsiguiente emergencia de una "voluntad na- 0\
ciona!", que entonces irrumpió mediante las movilización ar-
mada en defensa de su monarca cautivo.
JI
51 "La atención prestada a las palabras y a los valores propios de los acto-
res concretos de la historia es una condición necesaria para la inteligibilidad."
Fran¡;ois-Xavier Guerra y Annick Lemphiére, "Introducción", en Guerra y
Lemperiére (coords.), Los espacios públicos en lberoamélica. Ambigüedades y pro- 52 Frant;ois-Xavier Guerra, A10demidad e independencias. Ensayos sobre las 11:-
gl'
\)
blemas. Siglos XVIII-XIX, México, FCE, 1998, p. 8. voluciones hispánicas, México, MAPFRE/FCE, 1993, p. 370.
) 1
1,0
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46 El tiempo de la política 4"/
( Elías J. Palti
f
En cuarto lugar, esta perspectiva replantea las visiones res- Las antinomias de Guerra y la crítica del teleologismo
f pecto de los modos de inscripción de las guerras de indepen-
;( Lo visto anteriornlente gira, en realidad, en torno de un, ob-
dencia en América Latina en el marco de la llamada "era de
".'{
~ las revoluciones democráticas", y las peculiaridades de la mo- jetivo fundamental. Lo que Guerra se propone es recuperar la ¡
,....
<!..:
I dernización hispánica. Su rasgo característico será, de fonna historicidad de los procesos políticos y culturales, dislocando I
~ más notable en las provincias ultramarinas, una conjunción de las visiones marcadalnente teleológicas dominantes en el área."
~;I
ht' , modernidad política y arcaísmo social que se expresa en la hi- <lA menos de ituaginar un misterioso determinisrno histórico,
,,( bridez dcllenguaje político que superpone referencias cultu- la acción de una 'mano invisible' o la intervención de la Provi-
( rales Inodernas con categorías y valores que remiten c1anuncn- dencia, no hay para un historiador, en estos procesos históri-
( te a imaginarios tradicionales. cos", dice, "ni director, ni guión, ni papeles definidos de ante-
Por últinlo, las contradicciones generadas por esta vía no mano".53 Según afirma,
(
evolutiva a la modernidad permitirían comprender y explica- [... ] puesto que nuestras maneras de concebir el hombre, la ~
( rían las dificultades para concebir y constituir los nUevos esta- sociedad o el poder político no son universales ni en el espa-
( dos nacionales como entidades abstractas, unificadas y genéri- cio ni en el tiempo, la comprensión de los regímenes políticos
{ cas, desprendidas de toda estructura corporativa concreta y de modernos es ante todo una tarea histórica: estudiar un largo
,.
los lazos de subordinación personal propias del Antiguo Régi- y complejo proceso de invención en el que los elementos in-
'.'.(
'":
telectuales, culturales, sociales y económicos están imbricados
;;' 111cn.Los vínculos de pertenencia primarios seguirán siendo
aquí esos "pueblos" bien concretos, cada uno con los derechos íntimamente con la política.54
y obligaciones particulares que le correspondería tradicional-
ITIente como cuerpo. Sin embargo, Guerra asegura que no ha sido ésta la tesitu-
Estos dos últinlos puntos, sin embargo, no parecen fácilmen- ra que informó la mayoría de los estudios en el área,
te compatibles con los tres anteriores. Como veremos más ade- Consciente o inconscientemente, muchos de estos anúlisis es-
lante, allí se encuentra la base de una serie de problemas con- tán impregnados de supuestos morales o teleológicos por su
ceptuales que marran el enfoque de Guerra, Éstos se asocian referencia a modelos ideales. Se ha estimado de manera im-
~':(
,¡ al rígido dualismo entre "modernidad" y "tradición" que termi- plícita que, en todo lugar y siempre -o por lo menos en los
( na reinscribiendo su perspectiva dentro de los mismos marcos tiempos lTIodernos-, la sociedad y la política deberían respon-
teleológicos que se propone y, en gran medida, logra en sus es- der a una serie de principios como la igualdad, la participa-
(
critos desmontar, lo"que genera tensiones inevitables en el in-
( terior de su modelo interpretativo. En fin, mientras que los tres [,3 Fraru;:ois-Xavier Guerra, "De lo uno a lo múltiple: Dilnen.sionc.s y lógi-
( primeros postulados antes señalados se fundan en una clara de- cas de la Independencia", en Anthony McFarlane y Eduardo Posada Carbó
limitación entre "lenguajes políticos" e "ideas políticas", los dos (comp.), Independenre ami Uevolttlion in Spanish A menca: J'ct:~/)ectivesrLIul Pm-
(
segundos llevan de nuevo a confundir ambos. bLems, Londres, Tnstitutc ofLatin American Studies, 1999, p. 5G.
( 54 Fran¡;ois-Xavier Guerra, "El soberano y su reino. Reflexiones .sobre la
génesis del ciudadano en América Latina", en Hilda Sabalo (coord.), Cilu{a-
l dallía lJOlítica Y!On1WclÓll de las naciones. Perspectivas históricas de Amerú:a. l.atina,
( México, FCE, 1999, p. 35.
l
4
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IJi
48 Elías J. Palti El tiempo de la política 49 g'r
"JI
ción de todo~ en la 'política, la existencia de autoridades sur- to de que el ideal de sociedad moderna ("hombre-individuo- :')
gidas del pueblo, controladas por él y movidas sólo por el bien ciudadano") no se aplique a América Latina no lo invalida aun ::)
general de la sociedad ... No se sabe si este "deberían" corres-
ponde a una exigencia ética, basada ella misma en ]a natura-
como tal; por el contrario, lo presupone como un~ suerte de
uprincipio regulativo" kantiano.
:>
leza del hombre o la sociedad, o si la evolución de las ~ocieda- Tal argumento sitúa claramente su modelo dentro de los
O
des modernas conduce inexorablemente a esta situación.55 marcos de la primera de las formas de teleologismo que él mis- ')
mo denuncia, el teleologismo ético, Incluso podrían encontrar- ')
," ,
.•
Guerra distingue así dos tipos de teleologismo: el_Úic'V.'llle se también en sus escritos vestigios del segundo tipo de teleo- .)
".c. imagina que la imposición final del IlLQQc;JQ)ibeH1lmQ!jer!lº-es logismo señalado, el historicista, La modernización de An,érica
;c una suerte de imperativo moral, y el historicistá, que cree, ade- .)
Latina, aunque frustrada en la práctica, una vez desatada seña-
más, que se trata de una tendencia histórica efectiva, Si;;-;;;;'bar- lará, para él, un horizonte que tendería, de algún modo u otro,
,)
gó, según afirma Guerra, e~,=,-!!eva
a perder de vista el hecho ~e
que la concepción individualista y democrática de la.sociedaj
a desplegarse históricamente, o,
es un fenómeno histórico reciente, y que no se aplica t~l11po~() De todas maneras, ni en México ni en ninguna parte resulta-' :) .~
hoya todos los países, ba posible detener la lógica del pueblo soberano [,',] Tarde o .)i,
temprano, y a medida que nuevos miembros de la sociedad .:):,
Ambas posturas absolutizan el modelo ideal de la modernidad tradicional van accediendo al mundo de la cultura Inoderna, o~
occidental: la primera, al considerar al hombre como natural- gracias a la prensa, a la educación y sobre todo a las nuevas for-
mente individualista y denl0crático; la segunda, por su univer- mas de sociabilidad, la ecuación de base de la modernidad po-
:>
salización de los procesos históricos que han conducido a al- lítica (Pl,teblo~
,
individuol + individuo2 + '" + individuo)n recu- .::)
gunos países a regímenes políticos en los que hasta cierto punto pera toda su capacidad de movilización.57 1)
se dan estas notas. Cada vez conocemos mejor hasta qué pun- 'C>
"-t.:;la n:lOdernidadoccidental-por sus ideas e imaginarios, sus La idea del carácter irreversible de la ruptura producida en-'.
J
valores, sus prácticas sociales y comportamientos- es diferen- tre 1808 y 1812, que ubica su enfoque en una perspectiva pro-
te no sólo de las sociedades no occidentales, sino también de piamente histórica, desprendida de todo esencialismo y todo éY'
las sociedades occidentales del Antiguo RégimenS6 teleologismo, se termina revelando aquí como su contrario: lo
que hace ineversible el proceso de modernización política es,
'JJ
,y
En definitiva, según alega, esta perspectiva resulta inapro- no tanto el tipo de quiebre respecto del pasado que éste seña- ,,~
piada para comprender el desenvolvimiento histórico efectivo ló, y su consiguiente apertura a un horizonte de desarrollo con-
de América Latina, en donde los imaginarios modernos escon- tingente y abierto, sino el determinismo, al menos, en princi- 'J
den sielnpre y sirven de albergue a prácticas e in1aginarios in- pio (esto es, aun cuando esto en la región no se verifique nunca ,J;
efectivamente), de su lógica prospectiva presupuesta de evolu-
compatibles con ellos, Ahora bien, está claro que el argumen- O
ción. Tras los fenómenos se encontraría operando así un prin-
55 ¡bid" p, 34,
:>.
56 ¡bieL
57 Fran(ois-Xavier Guerra, Modemidad e independencias, p. 375.
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e 50 Elías J. Palti Ifl'
Eltiempo de la política 51
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e cipio generativo que los articula en una unidad de sentido. El
íntento de rescatar la historicidad de los fenómenos se revuelve
gencia de los fenómenos y procesos históricos, aparece reclui-
e así en una forma de idealismo historicista. Aun cuando éste no
da dentro de un ámbito estrecho de detenninaciones a priori.
El punto es que tal esquema bipolar lleva a velar, más que a re-
l, e aparezca ya como punto de partida efectivo, sIoo sólo C.OIno velar, el verdadero sentido de la renovación historiográfica que
fe una lncta, nunca alcanzada pero siempre presupuesta, la pie- produce Guerra, y que consiste,justamente, en haber desesta/'
~lc dra de toque para este modelo sigue dada por el supuesto de bilizado las estrecheces de los marcos dicotómicos tradiciona-
la determinabilidad a priori del ideal hacia cuya realización to-
~c
;'.i. do el proceso tiende, o debería tender.58
les propios de la historia de "ideas". En lo que sigue, intentare-
mos precisar en términos estrictamente lógicos cuál es la serie
l:tn
.t", Esta perspectiva teleológica se encuentra, de hecho, ya im-
'•..
I.
~..t de operaciones conceptuales que implica la dislocación de los
" ..
'.~ "al plícita en la dicotomía, propia de la historia de ideas, entre esquemas teleológicos propios de la historia de ideas.
~'C "modernidad = individualismo = democracia" y "tradición = or-
"
ganicismo = autoritarismo", sobre la cual pivotan aún también
"c las diversas vertientes revisionistas, incluida la de Guerra. De La disolución de los teleologismos: su estructura lógic¡¡4-
e allí que la crítica ;' las perspectivas teleológicas sólo se pueda
e formular, en estos,tnarcos, meramente en los términos del vi.e-
A fin de disolver los marcos teleológicos propios de la his- f
e jo "argumento empirista" (la idea de imposibilidad de una rea-
lidad dada de elevarse al ideal) .59 La "historicidad", la contin-
taria de ideas, el primer paso consistiría en desacoplar los dos
e prirneros términos de ambas ecuaciones antinónlicas antes
. \ lución es, stricto JeJlSlt, a9.!:!£L9-~£...J:t_a<:~ ~nc1ar todo_d~~e¿:v~lvi~i~-I;to ~~ su lado,ji'tradlcionajismo y organicismo, flor otro, La mOderni-!
'e
, F'¡p~&lkg;(i";~;q;c
Guerra llama teleologis~-lO hi~torici~ta es sólo ~na dacCen la.! caso, podriatadtbi¿;' dar I~Ig~r~;quemas meñt:'lles .,~
'l:; h~
~,
',l)
d~. í;;fu~~';;;~-p;;;ibles que éste adopta, que es el biologista. Éste incorpora,
al principio teleológico, lo que podemos llamar un principio arqueológico o ge-
e' i~agina¡ios de-tipo-olianicl,s¡a;~éifrio~JejliC11-0
Éstosno.
ocürrictü
se 'irat~ría;; de meras recaídas en visiones tradf~"i'o~a-
nético. Según el paradigma prcformista-evolucionista de desarrollo orgánico,
~'b'
fi.
" un organismo dado (sea éste natural o social) puede evolucionar hacia su es-
\ t;Ido fin;}]sólo si éste se encuentra ya contenido virtualmente en su estado
les, sinQ que serían tan inherentes a la modernidad como las
perspectivas individualistas de lo social. Así, si bien el tradicio-
:;() . inicial, cn su germcn primitivo, como un principio inmanente de desarrollo. nalisnlo seguiría siendo siempre organicista, la inversa, al 111C-
".1,.ít"
,t() En estc segundo caso, tanto el estadio inicial como el final se encontrarían ¡DOS, ya no sería cierta: el organicisI110 no nccesarÜUl1Clltererni-
~'o I ya predeterminados de [omm inmanente. Lo único contingente es el curso ¡Itiría ahora a un concepto tradic!onalista. Esto introduce un
,ro
~[
1
que media cntrc uno}' otro, el modo concreto del paso de la polencia al aclo.
59 Como decía Montesqu'ieu respecto de su modelo: "No me refiero a los
.casos particulares: en mecánica hay ciertos rozamientos que pueden cambiar
nuevo elemento de incertidumbre en el esquema de la "tradi-
ción" a la "modernidad", que no remite sólo al transcurso que
¡"O o impedir .105efectos de la teoría; en política ocurre lo mjsmo~. Montesquieu, media entre ambos términos. Ahora tampoco el punto de lle-~'
I~"O gada se podría establecer a priori; la modernidad ya no se iden-
I
El eJpirilu de las lf!)'es, Buenos Aires, Hyspamérica, 1984, }"'VH, párrafo VIII, p.
i
O 235, Los problemas latinoamericanos para aplicar los principios liberales de
gobierno remitirían a esos "rozamientos" que obstacul.izan o impiden "los
tificaría con un único modelo social O tipo ideal, sino quc com-
prendería diversas alternativas posibles (al menos, dos; aunque,
'jo efectos de la teoría", pero que de ningún modo la cuestionan,
de hecho, conlO veremos, serán muchos más los modelos de so-
.'f'!.ti'
.'.' -'" t
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o/}
52 Elias J. Palti El tiempo de la política @ n
'. ,
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ciedad que habrán de elaborarse históJicamente en el curso del rismo. No podemos ya determinar de antemano ni el resulta- ,.:J
siglo XIX). do del proceso de modernización' ni el curso hacia él, pero sí '.
El desacoplamiento de los dos primeros términos de las podemos todavia establecer a priori el rango de sus alternativas "J
ecuaciones antinómicas lleva, como vemos, a desarticular la se- posibles. La contingencia de los procesoshistóricos sigue remi- ,J
gunda forma de teleologismo, el historicista. No así aún, sin tiendo a un plano estrictamente empírico, Para quebrar tam- :Ji,:
embargo, la primera forma de teleologismo que Guerra denun- bién esta forma de apriorismo es necesario penetrar la proble- ':')!:
cia, el ético. Uno podría todavía argüir que, si la modernidad mática más fundaInental que plant~a la historia de "ideas". ')1.'
I puede dar lugar a un concepto o bien atomista, o bien organi- Tras ambas formas de desacoplamiento, atomismo y orga.,
cista de lo social, sólo el primero de ellos resulta moralmente nicismo dejan ya de aparecer de manera ineludible como mo-,))
legítimo, sólo éste inscribe la modernidad en un horizonte de- dernas y tradicionales, democráticos y autoritarios, respectiva- :j
:mocrático. Para desmontar esta segunda forma de teleologis- mente,. pero siguen siendo todavía c?ncebidos como dos :j
mo habría, pues, que desacoplar ahora los dos últimos térmi- prmClplOs opuestos, perfectamente consIstentes en sus propIos :>
nos de la doble ecuación. Es decir, habría que pensar que no términos, es decir, lógicamente integrados y autocontenidos. !;
existe una relación lógica y necesaria entre atomismo y demo- La historicidad se ubica así todavía en la arista que une ideas' :) ~
cracia, por un lado, y organicismo y autoJitarismo, por otro. En- con realidades, sin alcanzar a penetrar el plano conceptual mis- f ':>
contramos aquí la diferencia crucial entre lenguajes e ideas o mo; la temporalidad (la "invención" de que habla Guerra) no £':>
ideologías. Los lenguajes, en realidad, son siempre indetermi- le es aún una dimensión inherente y constitutiva suya. En defi- :>,.
nados semánticamente; uno puede afirmar algo, y también to- nitiva, el esquema "de la tradición a la modernidad" es sólo el '
do lo contrario, en perfecto español. Análogamente, desde un resultado del despliegue secuencial de principios concebidos, ;) .
lenguaje atomista uno podría plantear indistintamente una ellos mismos, por procedimientos ahistóJicos (lo que contradi-. ~,'
perspectiva democrática o autoritaria; e, inversamente, ]0 mis- ce, definitivamente, los tres primeros puntos antes seílalados Ji
mo cabría para el organicismo. Las"id,:-"s".(los contenidos ideo- en relación con los desplazamientos fundamentales que pro- {
lógicos) no están, en fin, prefijadas P~)J:.el lenguaje de base ..J<:n- dujo Guerra en la historiografía del período). Si de lo que se ! :)1'
, tre-ieíig~~Fs'p;;Üticos y sus posibles de~ivaciones ideológj!:,;s trata es de dislocar efectivamente las aproximaciones teleOIÓ-j' '.)J,
. media siempre un proceso de traducción abierto, en diversas gicas a la historia político-intelecmal, restan todavía dos pasos.)~
instancias, a cursos alternativos posibles. En suma, el individua- fundamentales. J"
lismo atomista ya no sólo no sería el ünico modelo propiamen- El primero de ellos consiste e~.!ecobr,,:r U!l,R!:iI!.sip'!pd~. ,I'jl:
,te moderno de sociedad, sino que tampoco su contenido ético resul- ir_rev~ersibilis!a.<i~~E..'?I.&.innH!lm~,,_!a historitiv.t(;.J.s:cl:JJ.al.
. -- :
taría inequívoco. Una dé-h, ciaves para ello nos la aporta arra de los fundado- )
Producidos estos dos desacoplamien tos conceptuales se res de la Escuela de Cambridge, Quentin Skinner, Este autor J:)
quiebra, pues, el mecanicismo de las relaciones entre los tér- señaló lo que llamaba la "n:itología de la prolepsis" en que to-I ':J
minos involucrados, lo que desarticula, en principio, ambas for- da perspectiva teleológica se funda, esto es, la búsqueda retros- \ ,)
mas de teleologismo señaladas por Guerra. Sin embargo, las pectiva de anun~iaciones o anticipaciones de nuestras creen-
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p~emisas teleológicas del esquema se luan tienen aún en pie. El ci.~spresentes .. Habría, sin embargo, que aña~J~.~._é~~~.~ _~na '1
modelo se vuelve más complejo, sin superarse todavía su aprio- se¡;unda f()rma~.inversa"de "mitología", que llamaremos "mito. '-':.J
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e 10gÍade la retrolepsis": la creencia en que se pueden reactivar el nivel de los imaginarios se revela así ya no COlTIO expresando
e y?-ae"r-siri más al presente lenguajes pasados, una vez ql~~'_Iªse- sólo alguna suerte de asincronÍa ocasional, sino C0l110 una di-
",(1 .. historia de los lenguajes políticos, es de retrotraer los postula- te articuladas. S!'-Jundan en Erem~~~_c_'!I1_ti:~ge~; no sólo en i
~'€' . dós i'd-eOlógicosde un modelo a sus premisas discursivas, para ei sentido d~ qu'~-~o se sostle~e~-.eñTapllr:-i. i-~zÓ.nsino en pre- i
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deseu6rir aui susp';'ntos ciegosinherentes, aquellos presüfJUestos i'~- supuestos eventualmente contestables, sino tarobién en el SCl1- !
plicitos en él pero cuya exposición, sin embargo, sería dest~;lc- lido de que ninguna formación discursiva es consistente en sus .~
e tiva para éste. Sólo este principio permite abrir la perspectiva
e á la existencia de contradicciones que no se reduzcan a la me- {jO "Más que intentar una ponderación imposible de las influencias teó-
e ra oposición entre modelos opuestos, perfectamente coheren-
tes en sí InisInos, y correspondientes, cada uno, a dos épocas
ricas de una ti otra escuela en una enunciación de principios -dice-, hay
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1 propios térnlinos, se encuentra siempre dislocada respecto de
.' sí misma; en fin, que la temporalidad (historicidad) no es una
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dimensión externa a éstas, algo que les viene a el1as_desdeflle- Historicismo / Organicismo / ~
ra (de su "contexto exterior"), sino inherente, que las habita Poder constituyente '\
:en su interior. Sólo entonces comenzarán a abrírsenos verda- '\
de-ramente las puertas a una perspectiva libre de todo teleolo-
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gismo, como pedía Guerra. La reconstrucción de la historia de Se trata, por lo tanto, de una historia que tiene como
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los desplazamientos significativos en ciertos conceptos clave nos función restituir problemas más que describir modelos.
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58 Elías J. Palti E' tiempo de la política 59
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finir ya taxativaInente en su título IIi, capítulo 1: "Las Cortes son go Quintana en su defensa, la convocatoria original ya no se
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la reunión de todos los diputados que representan la Nación, compadecia con el estado de la "opinión pública"'" tilo se ha-
( nombrados por los ciudadanos".3 Éstos ya no serán los procu.m- ría evidente en la consulta que entonces se realizó. El "extravío"
( dores del Antiguo Régimen, sino que constituirán colectivamen- de la ordenanza llevó a que el decreto oficial del 22 de mayo
te un principio inédito: la representación unificada de la voluntad de 1809 no incluyera precisión alguna en cuanto a la composi-
(
nacionaL4 ¿Cómo se produjo este desplazamiento de los "esta- ción de las Cortes. Un mes más tarde se pronlulgó una circular
( luentos" a los "ciudadanos" como sujetos de la inlputación so- llamando a las instituciones especializadas y a "los sabios y P""-
.",(.,~( berana?, ¿qué ocurrió entre una y otra constitución que deri-
varía en senl€;jante inflexión conceptual?, ¿cuáles fueron las
sanas ilustradas" del reino a hacer llegar a laJunta sus parece-
res al respecto. Las respuestas que de inmediato COll1CllZarOl1
t' prenüsas y condiciones que la hicieron posible?, ¿cuál su senti- a arribar (cuya importancia sería recientelTIcnlc comparada
,5; do)' cuáles sus consecuencias tant.o conceptuales COJllO prácti- con la de los cahiers de doléances),8 apoyaban por cierto 1" aJlr-
cas? Éstos son los interrogan tc~ que ordenan la elaboración de mación de Quintana.9
Mudcmidad e independencias,
Ahora bien, hay que decir que el proceso de convocatoria
tación del decreto dado por laJunta Central para la convocación a Cortes por
a las Cortes de Cádiz fue una de las cuestiones rnás oscuras, con- estamentos; presunción quc. fundándose sobre la intervención que tuvo en
flictivas y accidentadas del período.5 El decreto de laJunta Cen- el conocimiento y entrega dc papeles de la Secretaria de laJunta Central, co-
tral, impulsado por Caspar Melchor de Jovellanos, establecía mo oficial mayor de ella, no puede desvanecerse con decir, como dice, que si
~7( de manera taxativa una representación estalnental. Esa convo- hubiera tratadó de hacerlo desaparecer, lo hubiera verificado de suerte que
catoria aparentemente se extravió (otro de los miembros de la nunca hubiera aparecido y que el hacerlo como se hizo, y no de otra manera,
(
presenta más bien la idea de una inocente casualidad". "Segunda respuesta
Junta, Manuel Quintana, sería luego acusado de ocultarlo de
( fiscal en la causa de Quintana y del Semanario", en Manuel Quinl<Hla, Memo-
forma delíberada) G Por detrás de este "accidente" se oculta- ,ias del Cádiz de las Corles, Cádiz, Univcrsidad de Cádiz, 199G, p. 198.
( ban, sin embargo, razones Inás poderosas. Como señalaría luc- 7 Como di,-ía luego Agustín Arguelles, el decreto de laJunla sería venci-
( do por "un influjo supcrior", "la fuerza irresistible de la opinión púhlica"_
( Agustín Argüellcs, Examen hisló1ico de la reform.a constitucional que hicieron las
3 Véase Constituciones de 1üjJaña, Madrid, Segura, 1988_ Cortes Generales y extmordinmias desde que se instalaron en la [SÚ¡ de León el día 21
( 4 "Uno de los puntos clave de la mulación cultural y política de la Mo- de setiembre de 1819, hasta que cerraron en Cádiz sus sesiones en J 4 de 1J1"f1jJiu me5 de
( dernidad", según asegura Guerra "se encuentra esencialmente allí; en el trán- 1813, Londres. ¡mpr. de Carlos Wood e hijo, 1835, pp. 190 Y210.
sito de una concepción antigua de nación a la de nación moderna". Franc;ois- 8 Les cahie,:~d.esplainles el dolérmces (cuadernos de qu~jas y reclamos) eran
( Xavier Guerra, Modernidad e independencias, p. 319. esctitos reunidos en todo el reino francés, con motivo de la convocatoria a Es-
( 5 Para un análisis detallado de éste, vécmse Federico Suárez, EllJroceso de tados generales, por los cuales la población hacía conocer sus reclamos y de-
convocatoria a Cortes, Pamplona, Universidad de Navarra, 1982, y Manuel Mo- seos al monarca. Alrededor de éstos se articulaba todo el sistema representati-
(
rán Ortin, "La formación de las Cortes (1808-1810) ", en Miguel Anola (ed.), vo tradicional (los que se enviaban al Parlamento eran cahiers, no diputados.lus
l A)'er: Las Cortes de Cádiz, Madrid, Marcial Pons, 1991, pp. 13-36. cuales eran sólo sus portadores eventuales, y estaban obligados a respeta¡- el
6 De hecho, luego de restaurado Fernando VII en el poder, Quintana sCw mandato imjJerativo en ellos deposil."ldos). El cahier général resultante de su reu-
(
ríajuzgado y condenado por tal hecho. Según scilala el fiscal que lo acusa: "Su nión era,junto con el monarca, la encarnación del cuerpo místico dc la nación.
l voluntad decidida hacia las novedades que tanto han perjudicado a la nación 9 Éstas fueron parcialmcnte compiladas por Federico Suárcz y publica-
se descubre con la fuerte presullción que resulta contra Quintana en la ocul- das en tres volúmenes de Infonlles oficiales sobre Cortes. Para Ull estudio dctalla-
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60 Elías J. Palti El tiempo de la política 61 O
O
. Los hechos que siguiéron, marcados por el rápido deterioro emerge entonces es un tejido conceptual anudado por motivos O
de la situación de lajunta Central, acompai1ando los fracasos de provenientes de una tradición pactista hispana que se remon-
la campai1a contra las fuerzas de ocupación francesas, 10 resulta-
ron, no obstante, confusos. La Instrucción del l' de enero de
1810 insistía aún en la convocatoria por estamentos, fijando, sin
ta al siglo XVI: SU expresión es el constituclonalismo histórico,
el cual buscaría restaurar la "antigua y venerable Constitución
de España".lI Sin embargo, la filiación de las ideas del libera-
°.1.
0:
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embargo, solamente los modos de elección de una de las Cáma- .lismo gaditano resulta problemática de establecer. El pactismo O(
ras (la correspondiente al Estado llano). No hubo acuerdo, por
el contrario, en cuanto a cómo se debía conformar la segunda
de los constitucionalistas históricos remitía, en principio, a la
tradición neoscolástica de Suárez, pero también a la iusnatura-
O!
.de ellas. Calvo de Rozas, quien pretendía supeditar la participa- lista de Grocio y Puffendorf Esta sola comprobación complica O
ción de los nobles y el clero a un examen previo de su actuación ya la cuestión, puesto que obliga a entrar en el debate (proba- ()
durante la crisis, aprovechó estas desavenencias para reenviar blemente, insoluble) acerca de cuándo comienza la "moderni- O
el dictamen a la Comisión de Cortes, la que ya no tendría oca- dad" (¿es el iusnaturalisme;>alemán ya "moderno", o todavía se
O
sión de decidir. La Regencia decretaría finalmente, sólo cuatro sitúa del otro lado de la línea?, ¿dónde, exactamente, debe tra-
:)
días antes de la inauguración oficial de las sesiones, la reunión zarse ésta?). De todos modos, el punto crítico radica en que,
sin estamentos. En última instancia, tras estas vicisitudes se hi- aun cuando se pudiera establecer el origen preciso de las dis- 8
cieron manifiestas las complejidades del primer liberalismo es- tintas ideas ento~ces circulantes, éstas todavía nos dirían poco O
pañoL respecto del sentido concreto que entonces adquirieron.
O
Distintos autores señalan que éste no puede interpretarse El constituCionalismo histórico, cuya acta de fundaCión sue-
aún como un pensamiento propiamente nloderno. Lo que le remitirse al discurso de admisión en la Real Academia de His-
0,
toria que dictajovellanos en 1780, y que rápidamente se difun- O~
de, daría expresión a la percepción generalizada, que se :J.' iJ
do, véase Miguel Arrola, Los orígenes de la España conlemjJoránea, Madrid, lns- acentuará clurante el reinado de Carlos IV,respecto de la deca- O' , :,
tituto de Estudios Políticos, 1959, pp. 257-369. "La privanz.a de Godoy", con. dencia del imperio hispano.12 No se trataba, asegurabajovella-
duye Arlola, "por razone~ de muy diversa índole, es causa diciente de un"es- nos, de constituir a la nación, sino de rest"blecer aquella que
D'
tado de opinión muy generalizado, que habremos de caracterizar como un
cansancio del régimen monárquico absolmista, senlimielllo unánime que re-
flejan los textos de todas las procedencias [ ... ) En 1809 y 1810 la opinión na~
el despotismo, en su afán centralizador, había desvirtuado:
°11
0!1
cional coincide en condenar no sólo las personas sino también el sistema mis~ :.) '1
mo" (ibid., p. 288). JIGaspar Melchor de Jovel1anos, "Memoria en que se rebaten las calum- 0: 1
,
nias divulgadas contra los individuos de laJunta Cenrral del Reino, y se da ra-
10 La derrota de Ocaña del 19 de noviembre de 1809 será decisiva al res-
pecto. Ésta desencadena un levantamiento en Sevilla. Se forma entonces una zón de la conducta y opiniones del autor desde que recobró la libertad",}.!;- v¡
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1.... ~
Junta Provincial que reasume el poder soberano y convoca a las demás pro- enlos j)olíticos y filosóficos, Barcelona, Folio, 1999, p. 183.
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vincias a hacerlo y a enviar sus delegados a esa ciudad para constituir una Re- 12 Para un cuadro minucioso de cómo se fue corroyendo el Antiguo Ré-
gencia. El descrédito de la Junta Central se agudiza cuando decide el13 de gimen en Espaúa en los ai10s pr~vios a la revolución liberal, véase José María
enero de 1810 trasladarse a la isla de León. Por decreto del 29 de enno, és- Portillo Valdés, Revolución de nación. Origenes de la cultura constitucional en Es- V
ta finalmente se disuelve y,transfiere su poder a un Consejo de Regencia que paña, 1780-1812, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, " ,"
entonces se crea. 2000.
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62
( Elías J. Palti E\ tiempo de \a po\itica 63
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¿Por ventura no tiene España su Constitución? Tiénela, sin du- tÍan en el seno de las mismas clases aristocráticas (al igual que
( da; porque ¿qué otra cosa es una Constitución que el conjun- en el interior del clero),l6 que hacían imposible todo acuerdo
( to de leyes fundamentales que fijan los derechos del soberano respecto de su propia definición sin suscitar rivalidades, que el
( y de los súbditos, y los medios saludables para preservar unos clima de agitación política no podía menos que promover:
y otros? ¿Y quién duda que España tiene estas leyes y las cono-
(
ce? ¿Hay algunas que e! despotismo haya atacado y destruido? No era posible adoptar ninguna regla en este punto sin pro-
( Restablézcanse.13
mover un cisIna entre las categorías nobiliarias de León y Cas-
( tilla. Unas preswnían tener preferencia sobre las que sólo eran
( Las opiniones confluían espontáneamente hacia este punto, conocidas por privanza y favor, mientras ellas alegaban siglos
El historicismo constitucionalista marcaría, así, el tono de los de- de distinción y renombre, reclamando otras contra las que
(
bates que entonces se produjeron. Sin embargo, tal consenso es- fundasen su derecho gracias a mercedes concedidas por asien-
( condía profundas divergencias, Si todos estaban de acuerdo en tos y empresas de ganancia y lucro en épocas de apuro del era-
( cuanto a que había que restaurar la constitución tradicional de! rio. Si antes de la insurrección habían dorn1ido sus deseos y
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, reino,14 pronto descubrirían que cada uno la veía a su modo. sus pretensiones, a la par con los del resto de la nación, no se
Para uno de los líderes de la facción liberal, Agustín Argüe- podía prever, después de conmovidos los ánimos, adónde lle-
:r(
lles, la constitución tradicional (estamental) de que hablaba Jo- garían sus rivalidades, sus quejas y sus resentimientos, ofendi-
vellanos era, en realidad, una invención suya, calcada del mo- das con clasificaciones aristocráticas, hechas arbitrariamente
delo británico. En definitiva, éste, para Argüelles, se proponía ahora, no para arreglar el ceremonial y etiqueta de palacio, si-
{( crear un espíritu aristocrático que en España nunca existió. Ni no con el fin de negar o conceder derechos políticos exclusi-
podía tampoco existir. "¿Cabía trasladar con la forma y apara- vos, de restablecer una institución extinguida de tres siglos [las
(
to exterior de la Cámara alta de Inglaterra su espíritu aristocrá- Cortes], que si había de resucitar era preciso que renaciese ba-
\( tico, fruto de seiscientos años a lo menos de ejercicio parlamen- jo otra forma y con diversos atributos de los que tenía al expi-
( tario, de usos, costumbres, hábitos y prácticas legales con que rar en el siglo XVI para que se asimilase al espíritu y carácter
( consiguió atenuar el orgullo y altivez de tan poderoso cuerpo de la era coetánea.!?
de nobleza?",15 se preguntaba, dando tres razones fundamen-
(
tales respecto de por qué esto era imposible. Encontramos aquí la segunda de las razones que conspira-
(
• La primera remitía a aquella causa más innlediata que ha-
~:( bía frustrado e! proyecto de Jovellanos: laHlivergencias que exis-
ban contra la institución de una representación estaInental: la
~(
16 "Respecto al brazo eclesiástico", señalaba ArgüeIles, "se cometía en t~1
13Gaspar Mclchor deJovellanos, "Memoria", o/J. cit., p. 187. mismo proyectó [deJovellanosJ otro error mucho más grave y pCJ:judiciai.
14 Incluso el Manifiesto de los jJersas, que serviría de base para el restable~ Este brazo en Aragón se formaba diverso modo que el de Castilla, En aquel
cimiento del absolutismo en 1814 por parte de Fernando VII y la abolición reino, además de los obispos, entraban en él por mero espíritu feudal varios
de la Constitución, invocaría también motivos historicistas. abades, priores y comendadores, y los apoderados de los cabildos eclesiásti-
15 Agustín ArgüelIes, La rt'forma constilucionn[ de Cádiz, Madrid, ITER, cos". Agustín Argüelles, La reforma constitucional de Cádiz, p. 113.
1970, p. 121. 17 Agustín Argüelles, ibid., p. 101.
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64 Elías J. Palti
El tiempo de la poi ítica
65 O
O
conciencia de la nat~raleza histórica y cambiante de las nacio-
un momento que todas las autoridades tradicionales habían co- ;)
lapsado junto con el poder monárquico,2o cuál era aquella
,nes, en cuanto a su composición social, incluida la de sus clases ;)
constitución a la que se debía restaurar -en lo que, repetimos,
privilegiadas. lB Dada esta situa'ción, la pregunta ya no era si res-
todos decían acordar- era algo que sólo podía establecerlo la O
taurar o no la vieja constitución del reino, en lo que todos acor-
daban, sino cuál de ellas, cómo fijar el.momento supuesto en
propia "opinión pública", Ésta había así expandido sus domi- O
que ésta encontró su expresión auténtica. Cualquier definición
nios para comprender también el pasado, <)
Podemos descubrir aquí aquel rasgo que determina la natu-
al respecto no podría ya ocultar su inevitable arbitrariedad. .)
raleza revolucionaria de la situación abierta por la vacancia del
trono, Ésta resulta, no de la voluntad de los sujetos de trastocar '}
¿Acaso la opinión contemporánea, la opinión ilustrada y pa-
la historia (todos buscaban, en realidad, preservar el orden tra- C)
triótica de aquel tiempo de exaltación. de entusiasmo, de pa-
siones nobles, generosas e independientes podía dejar de ana-
dicional), sino del hecho de que aquélla se había vuelto tam- .)
.
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).l
deJovellanos, "Memoria", op. cit., p. }9]'
19 Agustín Argüelles, LauJofflw constitucional de Cridiz, pp. 116-7.
FermÍn Villalpando, 1813, 11, p. 472.
.)1:
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66
Elias J. Palti
( El tiempo de la política 67
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68 Elias J. Palti El tiempo de la política 69
"
El lenguaje como problema: ideas, modernidad La aguda conciencia de que el ui~ioma político", a diferencia
e hibridismo discursivo del "natural", requiere un cuidado exquisito en cada detalle, ")
García Godoy, El léxico del primer constitucionalümo español y mtjicano (1810- se puede ver "como un catálogo de definiciones en donde se
1815), Cartuja, Universidad de Granada, 1999, pp. 45-6. explica de manera breve, casi aforística, en qué consiste la na- 0\1,,' ,~
'17 Los cambios entonces operados en el lenguaje dieron lugar a una lar-
ción, el amor a la patria, la ciudadanía o las Cortes".30 Dado, "
-,'q;
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ción se encuentre una sola ley que hable de él", por lo que se trataba de "una
,'1 l más vicios que conservaron siempre unos nombres muy feos de que los horn- denominación nueva, que se ha tomado de las naciones extrat~jeras", el mc-
'j,
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'')
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73
O1
72 Elias J. Palti El tiempo de la política
(... ] sólo personas que ignoren "lahistoria del pueblo español, tido histórico deficiente, poco penetrado de la individualidad
()
, .
de la nación mislna de que son. individuos, pueden llamar de los fenómenos históricos".4l "~',,:-1
o
ideas modernas, innovaciones de los pretendidos filósofos de En definitiva, si bien la apelación a nociones e instituciones ()
. muy tradicionales, co~o las Cortes, serviría, de hecho, para
estos tienlpos, teorías de los publicistas, m~ximas perniciosas
transformar de modo radical dicha tradición, ello se haría de
'O
de los libros lranceses y que sé yo quantas inepcias [... ]. Yo 1)
procuraré tranquilizar a qualquiera que rezele de esta qües- una forma no necesariamente consciente.42 En.contramos aquí
otro de los aspectos cruciales que separa la historia de los "len- . 1')
tión con razones y autoridades sacadas, no de monitores fran-
ceses, no de escritores extrangeros, ni de filósofos novadores, gu.ajespolíticos" de una historia de "ideas políticas". Un lengua- .")
.,
sino de las fuentes puras de la historia de España, de los vene- je, a diferencia de las ideas, no sólo es indeterminado semánti- ,)
rables y santos monumentos de nuestra antigua libertad e in- camente, sino que tampoco es un atributo subjetivo. Los lenguajes
políticos son entidades objetivas, que se encuentran pública-
')
dependencia.'"
mente disponibles para diversos usos posibles por distintos in- D
Ambas hipótesis opuestas han encontrado defensores entre terlocutores, y existe de manera independiente de su voluntad . ..)
En definitiva, los vocabularios de base no cambian con las pos-
los historiadores.39 Es probable que esta apelación a la tradi- O li
turas de sus portadores, puesto que definen las coordenadas
ción escondiera un uso instrumental de la historia. Aun así, sin
embargo, no contradeciría la creencia de Argüelles. Éste, "que dentro de las cuáles éstas pueden eventualmente de~plazarse JI:
[)
no es historiador, interpreta las referencias que tiene del pasa- (al menos, sin hacer entrar en crisis ese tipo dado de discurso):
do en el sentido de las modernas ideas, alterando aquéllas ra- De allí que los giros en la trayectoria ideológica -siempre ine- o,
vitablemente errática y cambiante- de los actores políticos no
dicalmente"40 Hay que tener en cuenta, subraya Fernández
siempre sirvan de guía para reconocer cambios operados en el .
O
Carvajal, que entre los pensadores de la época existía "un sen- ).
nivel de los lenguajes subyacentes (e, inversamente, la persis- ,.)
',i,
tencia de ciertas tendencias ideológicas dominantes bien pue-
xicano José Miguel Guridi)' Alcacer insislÍa en que, sin embargo, aunque no
de ocultar una recomposición profunda de las condiciones de .)
enunciación de los discursos). La referencia que hace Guerra
existiera la denominación apropiada, "teníamos la realidad qm: le correspon-
a Tocqueville es particularmente significativa al respecto.
'O
de". "Lo que entre ellas significa ciudadano explica la voz natural para noso- .)
tros, y lo que se concede a un extranjero con el derecho de ciudadanía dába-
mos nosotros con la carta de naturaleza" (Guridi y Alcacer, Diano de Sesiones de ,'J
Cortes, 10/9/1Bl1). Se trataría, en definitiva, de un problema de traducción. (()'
38 Agustín Argiielles, DiaTio de Sesiones de Cortes, 6/6/1811.
41 Francisco Fernández Carvajal, "El pensamiento político español en el
39 Mientras que autores como Tierno Calván o Raymond Can defienden
siglo XIX",en Guillermo Díaz-Plaja y Ramón Menéndez Pidal (eds.), Historia O
la plimera de las hipótesis, otros, como Richard Herr, sostienen la segunda. general de las literaturas hispánicas, Barcelona, Sociedad de Artes Gráficas, 1957,
IV, p. 349, citado por Varela, La teona del Estado en los origenes del constituciona- ~)11
Véanse Tierno Galván, 'tradición y modernismo, p. 138; Raymond Carr, España
(1808-1935), Barcelona, Ariel, 1968, p. 105, YRichard Herr, Ensayo histórico de fismo hispánico, p. 47. :;
42 Encontramos aquí ese problema que llevó a Skinner a modificar su
in España contemjJoránea, Madrid, EDERSA, 1971, pp. 108-9. )1;
40 José Antonio Maravall, "Estudio preliminar", en Francisco Martínez planteo primitivo: la llamada "falada intencionalisla". Al respecto, véase la
Marina, Discurso sobre el origen de la monarquía y sobre la naturaleza del gobierno serie de text.os reunidos enJames Tul1y (comp.), Mca1ling and Context. Qwm- O
tin Shinner and bis Grities, Princcton, Princeton University Pn:ss, 198B.
español, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, ] 988, p. 78. '0
o
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(
( 74 Elías J. Palti El tiempo de la política 75
r
( Retomando una comparación planteada por Federico Suá- aunque el constitucionalismo histórico es aún fuerte, los libe-
fez, Guerra afirma que, "como 10hizo notar Tocqueville, a pro- rales van ganando terreno.45
(
pósito de la idéntica consulta que en Francia hizo Lomenie de
{ Brienne en 1788, al hacer de la constitución un tema de deba- Guerra extrae, pues, de la afirmación de Tocqueville, la con-
{ te se pasa, ya, de la restauración de las leyes fundamentales a la clusión de que "la victoria de los revolucionarios es consecuen-
.;,( política moderna, al reino de la opinión".43 En efecto, la emer- cia de la victoria ideológica, la que es un signo inequívoco e
i.fr gencia de la "política moderna" refiere, concretamente, a qué irreversible de la mutación del lenguaje"46 Identifica asi tal mu-
oG,¡;'
'll!'•. se va entonces a debatir. Son los cambios en las preguntas que se tación "irreversible" del lenguaje con un giro ideológico: el
¡:t:
~l-. plantean los que señalan desplazamien tos en las coordenadas avance del ideario liberal y el retroceso del constitucionalismo
c'( conceptuales, trastocando los vocabularios de base. Ésta es tam- histórico. Sin embargo, está claro que no era eso lo que plan-
;i( bién, de hecho, la premisa sobre la cual se funda la perspecti- teaba Tocqueville. Lo que señalaba éste era, precisamente, que
va de Guerra,44 el núcleo fundamental de su empresa de reno- el sólo llamado a las Cortes había marcado una ruptura funda-
(
vación historiográfica (que no radica, como vimos, en su "tesis mental, independientemente de quién ganase luego la elección o qué
( revisionista", como suele afirmarse). Sin clnbargo, se muestran ideas se impusiesen. De hecho, no habría sido impensable que los
( aquí también las vacilaciones de su método. La interpretación constitucionalistas históricos, o incluso los absolutistas, triunfa-
( que ofrece inmediatamente a continuación contradice, en rea- sen en éstas, pero ello no habria alterado el hecho de fondo
lidad, este postulado. para Tocqueville: que la constitución se había vuelto objeto de deba-
(
tepúblico. Era este hecho, no el posterior triunfo del partido li-
i( Los acontecimientos posteriores confirman esta intuición. Los beral, lo que transformaría de un modo irreversible los lengua-
tI.
"\"- resultados de la consulta -conocidos en buena parte de Espa- jes políticos. Y ello porque éste reconfiguraría de manera
~Yi.
ña y en una debilísima parte de AInérica- muestran cómo, radical el terreno de debate.
Los puntos álgidos en el análisis de Guerra se encuenlran,
precisamente, como vimos, en esos momentos en que trascien-
13 Franc;:ois-XavierGuerra, "La política moderna en el mundo hispánico: de el plano estricto de los enunciados, cuando supera la visión
apuntes para unos años cruciales (1808-1809) ", en Ricardo Ávila Palafox, Car-
del lenguaje como mera suma de elementos heterogéneos, pa-
los Martínez Assad yJean Meyer (coords.), Lasformas y las políticas del dominio
ra analizar cómo se va recomponiendo la lógica que los articu-
agrario. Homenaje a Fmncois Chevalier, Guadalajara, Universi.dad de Guadala-
jara, 1992, p. 178. la, cómo se reconfigura el suelo de problemáticas subyacentes;
,ff<
44 "Aunque, por el momento", afirma, "tanto las Cortes y la representa- cómo, en fin, la emergencia de la cuestión de la soberanía alte-
'(
ción americana en laJunta Central se concibe aún en el marco de la repre- ró los discursos de una forma objetiva e irreversible allransfor-
(. sentación tradicional-representación de los 'pueblos', que se expresan por
sus cuerpos municipales-, los tópicos de los que se va a discutir en adelan-
(.
te son los temas clave que abren la puerta a la revolución política y a la In-
(. dependencia americana. Dc lo que se va a debatir realmente durante los 45 Franc;ois-Xavier Guerra, "La política moderna en el mundo hispáni-
años siguientes, a través de las modalidades prácticas de la representación, co", en Ávila Palafox, Martínez Assad y Meyer (coords.), Las formas y las polí-
(.
es: ¿qué es la nación?" Franc;ois-Xavier Guerra, Modernidad e indejJendencia, ticas del dominio agrario, p. 178.
(. p. 133. 4[, ¡bid., p. 179.
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76 Ellas J. Palli El tiempo de la política 77
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mar drásticamente sus condiciones de enunciación. Como se- cadamente que el de los peninsulares49Ya en 1947 Manuel Gi-
ñala; aunque los imaginarios tradicionales seguían siendo los ménez Femández afirmaba que "la base doctrinal y común de O
qominantes (como la preeminencia del constitucionalismo his- . la insurgencia americana, salvo ciertos aditamentos de influen- ,')
tórico lo atestigua), "por las preocupaciones y los objetos de cia localizada, la suministró no el concepto rousseauniano de 2)
reflexión de muchas de las elites se estaba entrando ya en pro- Pacto social perennemente constituyente, sino la doctrina sua-
blemáticas modernas"47 (retengamos de esta cita el término reziana de la soberanía popular".5o Retomando esta tesis, Gue- :O
"problemáticas", como distinto, y en este caso, de sentido in- rra señala que el tradicionalismo hispanoamericano se tradujo r)
cluso opuesto al de las "ideas" de los actores). "No hay, pues, en una concepción pluralista de la nación como constituida C)
que tomar al pie de la letra estos argumentos arcaizantes", con- por diversidad de "pueblos", a los que se invocará de forma per- ()
cluye, "pues bastantes de quienes los emplean se amparan de- manente, impidiendo así el desarrollo de estados modernos
!) ,,
trás de términos antiguos para expresar nuevas ideas, dificiles centralizados. Ahora bien, ¿se puede tomar el uso del término
,.)'
de formular antes de 1808".48
Esto nos conduce a la "cuestión americana". En]a medida
en que se trató de una alteración objetiva del lenguaje políti-
"pueblo", en plural, como índice inequívoco de tradicionalis-
mo cultural y social?51Es posible que haya sido de hecho así en
este caso particular, pero no de manera necesaria. Esto sólo se
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.
co (relativa a las "problemáticas" en cuestión), independien- puede establecer analizando cómo surgió, concretamente, la
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te de la voluntad de los agentes (sus "ideas"), que reconfigu- apelación americana al concepto pactista tradicional. 52
raría las coordenadas en función de las cuales se ordenaba el Según surge de las fuen'tes, la visión plural del reino como ::;
debate político, tampoco el discurso de la diputación ameri- articulada a partir de sistemas de subordinaciones tradiciona- ',J
cana escaparía a ella. Como veremos, si la imagen épica lati-
noamericana que opone al tradicionalismo español elliberalis-
'0
49 Cfr. José Carlos Chiaramonte, "Fundamentos iusnaturalistas de los 0)
mo criollo hispanoamericano resulta, como demostró Guerra, movimientos de independencia", en Marta Terán yJosé Antonio Serrano Or-
decididamente simplista, su opuesta, sin elnbargo, no lo es tega (eds.), La guerra de independencia en la A~ca española, Zamora, Michoa- O~
menos. cán, El Colegio de MichoacánjInstituto Nacional de Antropología e Histo- :J,
ria/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2002, pp. 99-123. O:
50 Manuel Giménez Fernández, Las doctrinas populistas en la independencia
de Hispan",América, Sevilla, CSIC, 1947, p. 29.
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los diputados americanos y los fundamentos 51 Como vimos, una larga tradición de autores españoles hizo extensiva ,j
"
corporativos de la nación esta afirmación también a los liberales peninsulares, seii.alando sus raíces
neoescolásticas, pero elJo les sirve no para afirmar su tradicionalismo, sino,
l:)
Uno de los temas clásicos de la historiografia española acer- más bien, las raíces nativas del "primer liberalismo" espaii.ol. Véase Sánchez 'J¡
ca del período gaditano destaca la impronta escolástica que ti- Agesta, Historia del constilucionalismo español, pp, 65-73,
')~
52 Para estudios recientes sobre los debates,gaditanos, y la participación
ñó el discurso de los diputadps americanos, mucho más mar-
de los americanos en ellos, véanse Manuel Chust, La cuestión nacional ame-
ricana en las Cortes de Cádiz. (1810-1814), Valencia, UNED/Historia Social/
01,
'UNAM, 1999; Marie Rieu-Millan, Los diputados americanos en la Cm'tes de Cá.
'j~
.,
47 Fran<:ois-Xavier Guerra, Mudernidad e i7ltiej)endencias, p. 171. diz., Madrid, CSIC, 1998, y Joaquín Varela, La teoría del Astado en los origenes u'
48 ¡bid., p. 173. del constitucionalismo hispánico, " "
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(' 78 Elias J. Palti
El tiempo de la política
79
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les se impone en la diputación americana en el curso de la dispu-
f ta suscitada por la designación de una gran cantidad de diputa-
A medida que se avanzara en los debates, la postura de los
( diputados americanos se volvería, sin embargo, ambigua al res-
dos suplentes residentes en España, debido a las dificultades de
pecto. El eje de la controversia pronto se desplazaría hacia la
( las colonias para enviar a sus propios representantes,53 algo que
proporcionalidad de la representación (arts. 22 y 29). A las pro-
( aquéllos cuestionarían dado que las poblaciones involucradas
vincias de ultramar se les otorgó una representación muy lni-
no habían participado en su elección ("diputados por voluntad
( noritaria, a pesar de que, según las estiInaciones de la época,
ajena", los llamaba la Gaceta de Buenos Aires, elegidos "por un
( las dos secciones del imperio (España yAmérica) contaban con
puñado de aventureros sin carácter ni representación").54 La
una población equivalente.58 A esto se llegó mediante el expe-
te ielea de una monarquía plural, conformada por diversidad de
diente de excluir del censo a los miembros de las castas. Esta
i.. e
'o-
(
"pueblos" o "reinos", les permitiría entonces impugnar la ca-
pacidad de un "reino" de representar a otro (de acuerdo con
vez, los diputados anlericanos apelarían a un concepto moder-
no de la ciudadanía para protestar contra las desigualdades
el principio jurídico del negotiorum gestar) .55Frente a este argu-
( establecidas por el régimen electoraL59 En definítiva, hay que
mento, los peninsulares postularon el concepto de una nación
admitir que la "tesis épica" no carece por completo de funda-
( y una representación unificadas, de un único pueblo español,56
mentos. Al menos en este punto específico, que era el central
( lo cual volvía relativamente indiferente el lugar concreto de re-
para los americanos, éstos aparecían como más cohercntenlcn-
sidencia.57
( te liberales que los liberales peninsulares60
( Es cierto que todavía entonees su lenguaje combinaría es-
tos conceptos modernos con otros de matriz claramente pac-
( 53 Por decreto dcl8 de septiembre de 1810 a las provincias de ultramar
se les asignaron treinta representantes, sobre un total de cien. En el momen-
{ to de reunirse las Cortes, veintinueve de ellos eran suplentes elegidos en Cá-
( diz por ciento setenta y siete americanos residentes allí, y sólo uno, el repre-
58 Al respecto, véase Rieu-Millan, Los diputados americanos en las Cortes de
sentante de PuerlO Rico, era titular. A medida que llegaran los titulares, los
( Cádiz. Para una descripción detallada de las delegaciones americanas, véase
suplentes deberían resignar su cargo, pero esto muchas veces será motivo de
María Teresa Bnruezo, La diputación americana en las Cortes de Cádiz., Madrid,
(c ( conflicto.
Centro de Estudios Constitucionales, 1986.
5-\ "Discurso sobre la nulidad de las Cortes que se celebran en España",
i( 59 "Ser parte de la soberanía nacional", decía el mexicano José Simeón
Gaceta de Buenos Aú~, 25 /2/18] 1, citado por Rieu-Millan, Los diputados ame-
Uría, "y no ser ciudadano de la nación sin demérito personal, son a la ver-
ricanos en las Cortes de Cádiz..,p. 6.
dad, Seilor, dos cosas que no pueden concebirse, y que una a la otra se des-
55 Corno afirmaba el peruano Ramón Feliú, la soberanía "se compone de
truyen" Uosé Simeón Uría, Diario de Sesiones de las Corles, 4/9/1811). El me-
partes real y tisicamente distintas, sin las cuales todas, o sin muchas de las cua-
xicano Ramos Arizpe insistía al respecto: ''V.N. tiene sancionado, con aplauso
les no se puede entender la soberanía" (citado por Rieu-Millan, Los diputados
general, que la soberanía reside esencialmente en la nación {... ]. Las castas
americanos en las Cortes de Cádiz, p. 15).
como parte de la nación tienen necesariamente una parte proporcional y res-
[,6 "YO quiero que nos acordemos", insistía el diputado Diego Muíl.OZTo-
pectiva de la soberanía" (Ramos Arizpe, Diano de Sesiolles de las Cories,
rrero, "de que formarnos una sola Nación, y no un agregado de varias Ilacio-
14/9/1811).
nes". Diario de Sesiones de las Cortes, 2/9/1811).
(jO Es sugestivo, al respecto, que los diputados americanos fueran asocia-
57En palabras de Jovellanos, "reuniendo en sí la representación nacio-
l nal puede, sin duda, refundir una parte de ella en algunos de sus miembros".
dos a los sectores más radicales del liberalismo, encontrándose entre Jos que
enfrenlaron más denuncias y persecuciones luego de la restauración de Fer~
l Gaspar Mclchor de Jovellanos, "Memoria", Escritos políticos y filosóficos, p. 187.
nando VII.
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Elías J. Palti 81
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80 El tiempo de la política
O
tista escolástica. Incluso se puede aceptar que estos últimos legitimidad de sus disposiciones sin previa consulta de las po-
o
constituyeron su núcleo doctrinal. Aun así, está claro que sus
cambiantes posturas obedecieron a una lógica estrictamente
,
t. blaciones americanas) 63
Nada parece, en fin, autorizar ir más allá y pretender ex-
01
()
política, y sus realineamientos ideológicos dependieron de có- traer de allí conclusiones respecto de la naturaleza social O c).
" ,
mo se planteó en cada caso el debate. Dada la posición en. que ide.ntidad cultural de los .sujetos involucrados. Debe recordar- :"")
se encontraban, la teoría pactista clásica aparecía sencillamen- se, por otra parte, que su cohesión como grupo fue tal sólo en
te como la que mejor se ajustaba a sus objetivos estratégicos. És- I! j'i
lo relativo a la defensa de reclamos específicos para las colo-
ta, de hecho, les permitiría también abogar por la igualdad de nias, pero que se trataba de una delegación de ideología hete- ~"
,Ji'
la representación, al igual que la doctrina liberal,51 pero "tenía rogénea, que, en los demás puntos, se dividió internamente si-
O.
sobre esta última una ventaja adicional fundamental: la invoca- guiendo las mismas líneas de escisión que dividieron al resto '.)t
, .
ción a los "pueblos", en plural, contenía en sí la amenaza ape- de los congresistasM Lo dicho, de todos modos, no es sólo un ~"\.~
nas velada de una posible secesión por parte de las colonias52 (,.i:lI
(recordemos que los diputados americanos veían vicios de ori- O~
N'"
gen en las Cortes, y reiteradamente plantearon dudas sobre la
63 El propio MartÍnez Marina reconocería luego esta deficiencia de ori- ':::.,.~
gen, proponiendo una nueva convocatoria. De hecho, no sólo las provincias é) :;
.61Como muestra Varela: "No resulta dificil reconocer que la idea de Na~
,f'. ultramarinas habían tenido problemas para participar de las Cortes, sino
también las provincias ocupadas de España. "Muchas provincias de España
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'.)\1
ción de Martínez Marina se presentaba, sin forzarla en exceso, fácilmente re-
I y las principales de la corona de Castilla", decía, "no influyeron directa ni
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conducible al esquema provincialista del que partían los diputados de Ultra- I indirectamente en la constitución, porque no pudieron elegir diputados ni '"\e, .
mar. Este esquema, coherente con sus fines políticos 'parti.cularistas' o
• otrogarles suficientes poderes para llevar su voz en las cortes, y ser en ellas
..•• I.l;lIl.,
'autonomistas', ajenos a Marina, resultaba desde luego incompatible con la los intérpretes de la voluntad de sus causantes. De que se sigue, hablando \O~
idea de Nación defendida por los diputados liberales de la metrópoli. Por
otra pane, al estar exento el conceplO de Nación de Manínez Marina de cual-
legalmente y confonne á reglas de derecho, que la autoridad del congreso
extraordinario no es general, porque su voz no es el órgano ni la expl."esión
01
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quier vestigio estamental--cosa que en modo alguno puede decirse de las te-
sis expuestas por los diputados realistas- podía satisfacer también las ansias
igualitarias que animaban a la mayoría de los diputados americanos". Vare-
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de la voluntad de todos los ciudadanos, y por consiguiente antes de comu~
nicar la constitución á los que tuvieron parte en ella y de exigirles el jura-
mento de guardarla, requería la justicia y el derecho que prestasen su con-
°1'
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;)\~
la, La teoría del Estado en los on'genes del constitucionalismo hispánico, p. 230.
62 "Es muy de temer", advertía el mexicano Ramos Arizpe, "que la apro-
¡ sentimiento y aprobación lisa y llanamente, ó proponiendo modificaciones
y reformas que les pareciese por medio de diputados libremente elegidos y
....
'.J "
bación del artículo en cuestión va a influir directamente en la desmembra- '.i autorizados con suficientes poderes para entender en este punto y en todo
O
ción de las Américas" (Actas de las Sesiones de Cortes, 5/9/1811). Como reco- ", lo actuado en las cortes". Martínez Marina, Discurso sobre el origen de la monar-
nocería luego Argüelles: "Era además una fatalidad inseparable de las
., quía, pp. 165-6. (J
circunstancias que acompañaron a la insurrección de la península el que 64 Como afirma Rieu-Millan. "no se observa una relación aparente entre. :,j
la independencia de América se presentase a la imaginación de sus diputa- I el 'americanismo' de estos diputados y su ideología política: liberales más o
dos no como un suceso eventual y remoto, sino como próximo e inevitable menos moderados, consenradores ilustrados, absoluListas" (Rieu-Millan, Los (.)
[ ... ] Los diputados peninsulares no desconocían las causas que podían con. 1 diputados americanos en las Cortes de Cádiz, p. 374). Muchos de sus miembros,
O
sumar algún día la separación absoluta de la América y las que conspiraban ¡ además, mantuvieron posturas oscilantes en cuanto a sus adhesiones partida-
ahora a acelerarla". Agustín Argüelles. La reforma constitucional de Cádiz, pp. :' rias. Fray Servando Teresa de Mier, por ejemplo, admitía, en momentos en (.)
...; ,
246-7. que se declaraba conservador, haber tenido un período jacobino en tiempos ~Jti
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82 Eltiempo de la política 83
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( recaudo metodológico; una operación intelectual como ésta (ex- sión ele las relaciones de causalidad. De ningún modo se pue. I
i
traer conclusiones relativas a la naturaleza social o identidad ele atribuir el carácter colonialista de la postura de la mayoría
(
cultural de los actores a partir de sus definiciones ideológicas) peninsular a sus ideas liberales; en todo caso, sería lTIucho más
( correcta la afirmación inversa de que, si abrazaron en este pun-
conlleva una serie de supuestos relativos a los modos de conce-
{ bir la historia intelectual que, COD10 veremos, se han vuelto hoy to una visión moderna de Nación, fue porque ésta annonizaba
( difíciles de sostener (y, en definitiva, nos devuelven a la vieja con sus posturas colonialistas. Lo cierto, sin ernbargo, es que
historia de "ideas"). Esto se observa más claramente cuando no existe una correlación necesaria entre ambos ténninos (li-
(
analizarnos el otro polo de la antinomia que establece Guerra. beralismo y colonialismo). Lo demuestra el hecho de que co-
( Corno vimos, el motor de la mutación cultural que se pro- lonialistas fueron por igual tanto los liberales como los abso-
( dujo en el lapso de esos "dos años cruciales" fue, según afirma lutistas.67 De manera inversa, si bien el liberalismo servía de
( ese autor, el grupo liberaJ encabezado por Quintana. Esta evo- sustento ideológico al colonialismo, era, no obstante, igualmen-
,',
"
( lución, sin embargo, tuvo efectos contradictorios para España, te compatible con una postura opuesta. De hecho, como vimos,
puesto que selló su divorcio respecto de América. "Las Cortes también los diputados americanos apelaron a premisas libera-
( de Cádiz", asegura Guerra, "aJ hacer de la nación española un les a fin de afirmar su demanda de representación igualitaria.
( Estado unitario cerraban definitivamente la posibilidad de El propio Guerra se contradice en este punto al admitir que el
( mantener a los reinos de Indias en el seno de la Monarquía"65 hecho de abogar por la igualdad de representación obligaba a
Así como el particularismo americano revelaba, para Guerra, los americanos a adherir a ese mismo ideal liberal que, según
(
un imaginario tradicionalista, inversamente, el ideal liberal de afirma, llevaba a los peninsulares a rechazar todo reclamo en
( una nación unificada impuso una política cerradamente "colo- este sentido.
( nialista" (entendido esto en el sentido de que llevaría a recha-
( zar de plano los reclamos de mayor autonomía de las colonias). Su objetivo fundamental fue, en este caso, batallar por la igual-
"Para establecer una verdadera igualdad política entre las dos dad de representación entre España y América. Era éste su ob-
(
partes de la Monarquía", asegura, "hubiera sido preciso trans- jetivo prioritario, lo que en parte explica que, a pesar de su
( formar el imaginario de las elites peninsulares".66 Sin embar- concepción plural de la Monarquía, aceptasen los plantea.
( go, si analizamos esta afirmación, se observa en ella una inver- mientas de los liberales peninsulares. La petición de igualdad
( con la Península y la obtención del elevado número de dipu-
(.
en que escribió sus "Cartas a El Espaiiof'. De hecho, es dificil hablar, para este
( 67 Guerra está aquí, en realidad, polemizando, al mismo tiempo, t.:onuna
período temprano, de "partidos" o aun de corrientes ideológicas claramen-
"<. te definidas. Al respecto, véase el interesante artículo de Roberto Breña, "Un larga tradición historiográfica que ve el origen de la disolución del imperio "
11
momento clave en la historia política moderna de la América hispana: Cádiz, en la visión conservadora de España, lo cual, según señala Álvarez Junco, con- I
(. 1812", manuscrito. cebía la misma como "una nación única, antigua, castellanizada y homogé-
65 Franc;:ois-Xavier Guerra, Modemidad e independencias, p. 341. I nea", consustancial por ello "con la monarquía, con la religión católica y con 1
I
¡
t
t
66 Fran\-ois-Xavier Guerra, "La desintegración de la monarquía hispáni-
ca'., Antonio Annino, Luis Castro Leiva y Fran\-ois-Xavicr GuerrJ. (comps.),
De los imperios a. las naáonf'5. lberoa1llhica, Zaragoza, Iberc~ja, 1994, p. 225.
¡ un estado fuertemente centralizado y con vocación unifonnista".José Álva-
rez.Jullco, Mata Dolurosa. La idea de Espaiia en el siglo XIX, Madrid, TallnlS, 2001,
p.27.
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tados que esto llevaba consigo, les hacía aceptar entonces una Volvamos, pues, a nuestra pregunta original: ¿hasta qué \ ~ 'lE
concepción unitaria de la Monarquía que cuadraba mal con punto la apelación a las doctrinas neoescolásticas represen-
su muy enraizada visión de ésta como un conjunto
nidades políticas diferen tes. 68
de cornu .. taba verdaderamente un regreso a un tipo de imaginario tra-
dicional? Como señalamos, determinar esto de un modo pre-
~II
,.-.., ,
, j~
ciso resulta imposible. En realidad, distinguir los motivos ¥,
En realidad, tampoco esto era exactamente asÍ. Como afir- "tradicionales" y "modernos" ni siquiera es siempre factible. .) l'
O~
ma Rieu-Millan en relación con el principio de soberanía popu-
lar, "esta defensa podía fundamentarse, en otro contexto, sobre
bases teóricas tradicionales (estado patrimonial compuesto por
Éstos se mezclan de modos cambiantes y complejos en el dis-
curso político del período, al punto de volverse muchas veces
in discernibles. Lo cierto es que, como señala Antonio Anni-
.
';)t~
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'
diferentes reinos) ".69 Esto muestra las complejidades del deba- no, el corporativismo va a ser "reinventado" entonces. Según
te, y la imposible reducción mutua entre imaginarios sociales e asegura, "los fundamentos municipalistas de los futuros esta- 'J
ideologías políticas determinadas. En fin, si la antinomia "libe- dos republicanos se crearon durante la crisis del Imperio y no ()
rales peninsulares = atomicismo :::;colonialismo" contra "tradi- antes".?l ()
cionalismo americano = organicismo = independentismo" pue- Annino introduce así una precisión fundamental en el con- )
de aceptarse como una descripción correcta del modo en que cepto de Guerra: el corporativismo territorialista o municipalis-
se alinearon las fuerzas en Cádiz, está claro que tal contraposi- ta, más que una pervivencia del orden colonial, fue, por el con-
O
ción no se funda en ningún nexo conceptual (ni la defensa ame- trario, resultado de su dislocación ("el desliz de la ciudadanía V,
ricana de una concepción plural de la monarquía era, en sí mis- hacia las comunidades territoriales", dice, "no fue una 'heren- O,
.....,.i
ma, "tradicional", ni la idea moderna de una nación unificada cia colonial' directa sino que se gestó en el corto período de su ,'''''¡ -1'
era necesariamente colonialista), sino uno puramente contin- crisis").72 En el nivel de las instituciones sociales ocurriría así lo ¡
gente, derivado de las circunstancias y las formas en que se fijó mismo que con los imaginarios sociales. El corporativismo, al
\QJ
el debate y se establecieron eventualmente líneas de alianza y igual que el escolasticismo, como el propio Guerra señala, era O'~
ruptura en las Cortes mismas70
,:)i,;
una tradición, si bien no olvidada, ya en claro retroceso en el
mundo hispánico. Su reactivación en el siglo XVIII no significa- O
ría, pues, un mero regreso a éste: "el punto más importante", i)
68 Guerra, Modernidad e independencias, p. 345.
asegura Aninno, "es que los nuevos ayuntamientos electivos re-
69 Rieu-Millan, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, p. 17. ,')
70 En verdaq, si bien el colonialismo de los diputados peninsulares no ne-
presentaron un fenómeno de neocorporativismo en el interior
,)'
"
cesariamente contradecía su liberalismo, les planteana sí contradicciones po-
líticas reales s~rias, desde el momento en que los obligaba a aliarse a los secto- ()
res ultrarrealistas en América. Los diputados americanos en Cádiz empujanan (j
a los peninsulares a enh'entarse una y otra vez a esta contradicción, llevando 71 Antonio Annino, "Soberanías en lucha", en Annino, Castro Leiv;:ly
propuestas de remoción de Jos virreyes Abascal, de Perú, y Venegas, de Méxi. Guerra (comps.), De los imperios a las naciones, p. 25l. \i)
.co, por desconocer las sanciones constitucionales. Éstos aparecenan como ba- 72 Antonio Annino, "El Jano bifronte: Los pueblos y los orígenes delli. l''''
luartes del absolutismo, al que los liberales despreciaban, pero, por otro lado,
\.J
beralismo en México", en Leticia Reina y EJisa Servín (coords.), Crisis, refo,..
constituían los pilares fundamentales, en sus respectivas regiones, del orden ma y revolución. México: Historias de fin de siglo, México, Taurus/Conaculta- ()
colonial que ellos también defendían, o no estaban dispuestos a alterar, IN HA, 2002, p. 209. ¡)
ell 1:
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86 Elías J. Palti El tiempo de la política 87
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~ de un cuadro constitucional".73 Recolocadas objetivanlente en
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.¡; ASÍ,la instauración de un sistema representativo fundado
un nuevo horizonte discursivo, las mismas viejas ideas e institu- en el principio corporativo territorial, aunque basado en pau-
i(.
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ciones adquirirían un sentido y una dinámica ya muy distinta de tas claramente tradicionales, terminaría dislocando la prelnisa
{ la que tenían en e! Antiguo Régimen. En un interesante estu- fundamental en que se asentaba el orden social de! Antiguo Ré-
{ dio de caso, José Antonio Serrano muestra, en efecto, CÓlOO se gimen: su estructura piramidaL Todo el sistema de subordina-
alteraron entonces los 1uodos de articulación del poder. ciones y jerarquías, que hasta entonces ordenaba la sociedad,
(
en pocos años sería completamente desarticulado.
( La multiplicación de los cabildos constitucionales al cobijo del Desde un punto de vista teórico, esta torsión categorial tie-
( liberalismo gaditano puso en marcha un proceso de iguala- ne dos consecuencias fundamentales. En primer lugar, ésta
{ ción jurisdiccional entre las villas y las ciudades, lo que anuló cuestiona la identidad de la oposición entre tradición y moder-
la subordinación de las poblaciones "sujetas" a sus capitales.74 nidad con aquella otra entre permanencia y cambio, y, en últi-
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88 Elías J. Palti El tiempo de la política 89
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La segunda consecuencia, aún más fundamental, deriva de
la anterior. La comprobación de Aninno quiebra ya el "teleo-
claramente lenguajes e ideas lo lleva a confundir e identificar
éstos como atributos subjetivos, es decir, a proyectar los lengua- O¡
logismo del punto de partida", inverso al del discurso naciona-
lista latinoamericano, que impregna la perspectiva de Guerra.
jes al plano de la conciencia de los actores para extraer luego
de allí conclusiones relativas a su naturaleza social o identidad,
On
Lo que, para éste, estaba en el origen, esa "estructura profun-
da" que la independencia hace simplemente emerger, no era
cultural. Yello terminaría marrando su proyecto historiográfi-
con Luego de desmontar la antinomia entre liberalismo ame-
°1
'\),
la nacionalidad, sino los gérmenes de disgregación política y ricano y atavismo peninsular sobre la cual descansa la tesis épi- l.')
social.76 En la perspectiva de Annino, por el contrario, la desar- ca de la revolución de independencia, en vez de desplegar 'i)
ticulación de las unidades político-administrativas coloniales no todas las consecuencias de ese hallazgo, en muchos aspectos
habría sido un hecho fatal resultante de las condiciones pree- crucial, se limitará, sin embargo, simplemente a invertir los tér-
O
xistentes (las tradiciones corporativas), sino, al menos en par- minos, lo que lo obliga a forzar en exceso su argumento. Así,
r)¡
te, del propio modo y las circunstancias específicas en que se la dicotomía entre modernidad y tradición, lejos de debilitarse, 01
produjo la ruptura del vínculo colonial, entre las cuales, las lar- se reforzará desdoblándose en una segunda antinomia, inver- (,1
gas guerras, con h serie de dislocaciones sociales, políticas, eco-' sa a la anterior, entre liberalismo español (modernista) y orga- '~.
,,,.J'"
Las vacilaciones de Guerra tienen todas, en última instan- la revolución de independencia que él se propone cuestionar. Comprobada
la carencia de fundamentos endógenos, de raíces sociales y culturales nati-
(Jj'!.. '
cia, una fuente común. Como vimos, el hecho de no distinguir
vas, no podría evitar concluirse que la modernización de las estmcturas po- .v,'
líticas locales, sin las cuales, según afirma. la revolución de independencia
habría sido inconcebible. sólo podría atribuirse a la "influencia ideológica"
\)I~
fue otra cosa que un esfuerLO enorme para imaginar y controlar la multiplici- externa. La "mutación conceptual" que entonces se produjo en las colonias C>¡'
~)
dad social. Antonio Annina, "El voto y el XIXdesconocido", Faro lberoldeas
n
82 Varela, La ieoria del Estado en los origenes del COrlstitucio7lali.l;mo hispánico, las Cortes, citado por Varela, La teoria del Estado en los orígenes del umstituciona- O
p.430. lismo hispánico, p. 363. " '1,
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O
o
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(
El tiempo de la política
( 94 Elías J. Palti 95
(
Los diputados liberales, al instituir el órgano de reforma consti- Al decir de Menéndez y Pelayo, éste se trataba de un "extra-
(
tucional bien diferente de una AsambleaConstituyente, venían ño espejismo", que Sánchez Agesta explica por el generalizado
( rechazo al absolutismo, que hacía ver a! pasado remoto como
a reconocer objetivamente un hecho que debiera ser obvio, a
( saber: que en el Estado sólo puede haber órganos constituidos, una suerte de edad dorada en que las libertades tradicionales
( lo que ante todo quiere decir que es en su norma constitucional, resistían todavía COnéxito a! impulso centralista avasallador del
como norma suprema del ordenamiento jurídico, en donde re- poder monárquico.86 No obstante, tras esta invocación mítica
(
side realmente la soberanía y no en la "Nación" o en cualquier del pasado -que, como vimos, es efectivamente tal, lo que nos
(" llevó a relativizar su supuesto "tradicionalismo"- se esconde,
otro sujeto prejurídico [... ] El problema del pouvoir constituant
{ se reduce a un mero problema de competencias orgánicas: in- sin embargo, un fundamento mucho menos ilusorio. Esto nos
( dagar qué órgano y con qué procedimiento le corresponde a la devuelve a la cuestión de la "hibridez" del lenguaje político del
máxima parcela de la soberanía en el Estado, la máxima cuota período. Éste se relaciona, no con las ideas de los actores, co-
(
de su ejercicio: reformar su Constitución.84 mo normalmente se interpreta, sino con la naturaleza de las
( problemáticas que se encontraban entonces en debate87 La
( Para quebrar esta suerte de mise en abíme había, pues, que obra de otro de los voceros, junto con Jovellanos, del "consti-
( reducir aquello que definía, justamente, el carácter revolucio- tucionalismo histórico", Francisco Martínez Marina, aporta al-
nario del proceso abierto en 1808 (la irrupción del poder cons- gunas claves para comprender el sentido de este hibridismo dis-
(
tituyente) a una cuestión meramente procedimental: definir cursivo del período.
(
bajo qué circunstancias, en qué plazos y siguiendo qué normas
( se podría eventualmente alterar la carta constitucional. Se lle-
86 Luis Sánchez Agesta, Historia del conslitucionali.nno español, p. 63. Este
,{ gaba así la paradoja de pretender crear un "poder constituyen- rechazo al absolutismo, señala joaquín Varela, se va a traducir, a su vez, en
t( te constituido", según la expresión de Sánchez Agesta.85 Tras una desconfianza en el poder ejecutivo. Varela, "Rey, corona y monarquía en
-..~( esta paradoja, sin embargo, asoma una cuestión mucho lnás los orígenes del constitucionalismo español, 1808-14", Revista de Estudios Po-
~,..'
fundamenta!; ella nos descubre las limitaciones inherentes al líticos 55,1987, pp. 123-195.
t primer liberalismo español. En efecto, la importancia de la 87 Dicha distinción resulta fundamental para comprender la naturaleza
{, irrupción del poder constituyente oscureció, en realidad, aquel
del debate político del período. La percepción de la presencia de motivos con-
tradictorios, o provenientes de universos conceptuales diversos, no es en sí
aspecto clave para comprender la naturaleza de este primer li- misma una prueba de la inconsistencia de los lenguajes políticos de un perío-
~
beralismo: en toda esta primera etal,a la cuestión de la nación no ha- do dado, sino que suele revelar, simplemente, una inadecuación del propio
<- &ría aún de emerger como problema. Allí se nos revela, en fin, el sen- instrumento de análisis. Si concentramos nuestro enfoque exclusivamente en
{ tido profundo del historicismo gaditano. el nivel de la superficie de los contenidos ideológicos de los discursos, es muy
( natural encontrar mixturas de todo género, mezclas incoherentes de motivos
contradictorios, perdiéndose de visL:.cuál es la lógica que los dispone (o, even-
(. tualmente, cómo dicha lógica se fisura). En definitiva, lo que vuelve plausible
(. 84 Varcla, La teona del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico, la postura de Guerra es el hecho de que, en un primer momento, habrían,
p.346. efectivamente, de superponerse, no tanto "ideas", sino problemáticas contra-
l 85 Luis Sánchez Agesta, Principios de teuria política, Madrid, Editora Nacio- dictorias. La "hibridez" refiere a la naturaleza equívoca del campo de referen-
.l nal, 1979, p. 329. cias discursivo.
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Elías J. Palti
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96 El tiempo de la política 97 r'h(
de los sujetos. Ésta articula un sistema espontáneo de subordi- política, ni con la m.onarquía absoluta, ni con alguna de las \
naciones sociales que encuentran su raíz primera en la autori- formas legítimas de gobierno adoptadas por las naciones en .)
dad paterna. Para decirlo en términos de Althusio, la nación diferentes edades y tiempos. [... ] La autoridad paterna bajo
constituía una consociatio symbioticaB8 Sin embargo, para Martí- la prinlera consideración proviene de la naturaleza, precede )
nez Marina, al contrario que para Althusio, entre estos víncu- á toda convención, es independiente de todo pacto, invaria- )
los naturales de subordinación que constituyen a la nación y el ble, inconiunicable, imprescriptible: circunstancias que de \
poder político había una discontinuidad radical. Las formas de ninguna manera convienen ni son aplicables á la autoridad
,)
gobierno, a diferencia de las naciones, tienen un origen estric-
tamente convencional; cambian, por lo tanto, con el tiempo,
política, y menos la monarquía absoluta. Este género de go-
bierno le introdujo el tiempo, la necesidad y el libre consen-
,
pudiendo alterarse por la sola voluntad de sus miembros. "Ni timiento de los hombres: es variable en sus formas y sujeto á )
Dios ni la naturaleza", asegura, "obligan á los hombres á seguir mil vicisitudes.91
)
precisamente este ó el otro sistema de gobierno"B9 El "sueño"
absolutista de una correlación estricta entre autoridad pater-
)
En esta distinción conceptual que establece Martínez Mari-
na (que es un hecho natural) y poder monárquico (que es un na se trasluce algo más que una mezcla ideológica de moder- )
resultado convencional), según dice, no resiste el menor aná- nismo y tradicionalismo: en ella se condensa un rasgo objetivo )
lisis.9o del discurso político del período (que nos permite hablar de )
"hibridez de las problemáticas"). El proceso revolucionario que
)
estalla en la península se funda todo, en última instancia, en
un supuesto: el de la preexistencia de la nación. De allí la afir- )
88 La ciencia que la estudia tendría así un alcance mayor que la poljtjea, mación de que, desaparecido el monarca, la soberanía reverti- )
la ciencia de la ciudad, la cual se superpone entonces a una económica o cien- ría nuevamente en ésta. El poder constituyente que emerge en Cá- )
cia del hogar, para constituir la symbiótica. Ésta estudiará a todos los grupos
diz encuentra aquí su límite. \ )
que viven en comunidad orgánica, y las leyes de su asociación natural. Althu-
sio la define como el arte de establecer, cultivar y conservar entre los hom-
Según señalara Artola en Los origenes de la España contempo-
ránea, "careciendo por entero de instrucciones o reglas de con- )
bres el lazo orgánico de la vida social.
89Manínez Marina, Francisco, Discurso sobre el origen de la monarquía, ducta no es raro que [los diputados] se sintiesen como los .J
p.87. creadores de un nuevo pacto socíal"92 Esto, sin embargo, da- )
90 Cabe aclarar que no era ésta la idea de Althusio de una continuidad
esencial entre orden social y orden político (lo que demuestra, una vez más, )
la imposibilidad de establecer correlaciones inequívocas entre doctrinas so- )
ciales e ideologías). El carácter natural de los lazos de subordinación funda 9\ Martínez Marina, Francisco, Discurso sobre el oligen de la monarquía, pp.
en Althusio, por el contrario, una perspectiva "democrática", oponiendo, de ;j
92-3.
hecho, a la monarquía la idea de poliarquía como la expresión más auténti* 92 Miguel Anola, Los orígenes de la f:sparla contemporánea, Madrid, Institu- )
ca de vínculo político orgánico. to de Estudios Políticos, 1959, p. 395.
)
)
)
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(
98 Elías J. Palti
f El tiempo de la política 99
(
ría lugar a un malentendido (el cual se observa en la expre- su origen CUIno convencionalmente establecido, dicho conve-
(
sión de Guerra de que "se trata de fundar una nación y de pro- nio primitivo se encontraba, para ellos, siempre ya presupues-
( clamar su soberanía y de construir a partir de ella, por la pro- to en el concepto de un poder constituyente96 Las declaracio-
.~;( mulgación de una constitución, un gobierno libre") .93 La idea nes de Juan Nicasio Gallego, que Artola cita como ejemplo de
,¡~.
de un poder constituyente refería estrictamente a la facultad la emergencia de una visión pactista de lo social de corte "mus-
de establecer o alterar el sistema de gobierno. El artículo 3 de la seauniano", muestran a las claras esta doble ditncnsióll del COll-
Constitución antes citado) en su redacción original, haCÍa es- cepto (lo que revela que la cuestión de la preexistencia ele la
to explícito: nación no se relaciona estrictamenle con el car~lCter-tradicio-
nal o moderno- de las refereilcias conceptuales):
La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mis-
mo le pertenece exclusivamente el derecho de establecer sus Una nación -dice Gallego-, antes de establecer sus leyes consti-
leyes fundamel1lalcs, y de adoptar la forma de gobierno que tucionales y adoptar una fonna de gobierno es ya una nación, es de-
iI1"( más le convenga.91 cir, una asociación de hombres libres que han convenido vo-
( luntariamente en componer un cuerpo moral, el cual ha de
( El nuevo pacto social rcfundaría el Estado, pero ello presu- regirse por leyes que sean el resultado de la voluntad de los i,,-
ponía ya la Nación que pudiera hacer esto. La idea de la necesi- dividuos que lo forman y cuyo único objeto es el bien y la uti-
(
dad de constituir a la nación era aún inconcebible. Aun cuando, lidad de toda la sociedad97
( COll10 vimos, HO había acuerdo respecto de cómo estaba consti-
( tuida, y si su estructura era inmutable o caInbiante con el tiem- En definitiva, la cuestión relativa a la existencia de la nadón
< po, algo que pucde eventualmente reformarse, nadie dudaba
de su existencia como tal.9r, Incluso para aqucllos que concebían
escapaba al universo práctico de problemas de e'te primer li-
beralismo (era una cuestión puramente "técnica", para Argüe-
(
l
( 93 Fran.;ois-Xavier Guerra, Alodemidad e independencias, p. 175. gión, costumbres y, sobre todo, por una común lealtad al rey. En este senti.
94 Diario de Sesiones de las Cortes, 25/8/1811 (esta última exprcsión lucgo do, la unidad de la nación es un dato experimental que no admite oposición."
(
se suprimió puesto que ponía en cuestión la permanencia del sistema monár- Fran~ois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, pp. 324-5.
( quico, algo que un sector importante de dipUlados no estaba dispuesto a ha- 9G Esto suponía que el acto primitivo de articulación del orden pulít.ico
cer). No era otro el concepto original de soberanía. Como veremos en el ca-
"
debía aceptarse de ahora en más como un hecho siempre ya verificado. Si es-
pítulo corrcspondiente, éste surge a fmes de siglo XVI canjean Bodin como tas Cortes fueron constituyentes, explicaba Guridi y Alcacer, fue porque "en-
( asociado a la facultad del monarca de dar y revocar leyes. No tenía todavía contrando a la monarquía sin Constitución, por no estar en uso de sus leyes
( relación alguna con la idea de soberanía nacional, y, por supuesto, menos aún fundamentales, las restablecieron, lo cual no harán las Cortes futuras, por-
con la de la facultad de constiluirésta.
<. 95 "Hay, sin embargo, una primera acepción que, por encima de sus di-
que ya no habrá necesidad de ello" (Diario de Sesione.\'de Cortes, 18/1/181 ¡).
Que se trataba de un cuerpo constituyente, aseguraba ArgücJles, "era decir tá-
l ferencias, todos comparten: la nación designa al conjunto de la Monarquía.
Como lo ha manifestado de manera patente la reacción unánime de sus ha.
citamente que no podía ser perpetuo". Argüelles, El Semanario Patriótico 38,
7/12/1810, p. 129.
l. bitantes de los dos continentes, la nación española es una comunidad de 97 Citado por Artola, Los orígenes de la España conlem/)onínea, p. 409 (el des-
l hombres que se sienten unidos por unos mismos sentimientos, valores, reli- tacado es mío).
f.
(
)
)
100 EJías J. Palti El tiempo de la poUtica 101
,)
Hes, que no tenía sentido debatir).9" Como Guerra mismo se- constitución del orden político, también aquella entidad a la )
ñala, el propio alzamiento revolucionario que había dado ori- que éste debía representar (la nación). La preguntafundamen- )
gen al poder constituyente ("una insurrección popular", en tal allí ya no será verdaderamente cómo estaba constituida la na- )
palabras de Argüelles, "en que la nación de hecho se había ción sino cuál era ésta. Más allá del mayor tradicionalismo o no
I
reintegrado a sí misma en todos sus derechos"),99 había tam- de las ideas de los actores, la revolución americana producirá
bién dado prueba de la entidad de aquélla. lOO La idea de la así una segunda ruptura en el nivel de las problemáticas subya- )
preexistencia de la nación era, en última instancia, el dato a centes. El primer liberalismo había comenzado apelando a la )
partir del cual se levantaba el edificio constitucional gaditano historia y las tradiciones para terminar encontrando en ellas su )
y la premisa de la que los nuevos poderes representativos toma- negación: el poder constituyente. Lo que emergerá ahora será
'>
ban su legitimidadI01 Puesta ésta en entredicho, todo el discur- la pregunta respecto de cómo se constituye, a su vez, el propio
')
so del primer liberalismo hispano se derrumbaría. Pero no es poder constituyente, lo que resultará, como veremos, en una
en la península que ello habría de ocurrir. Llegamos así al pun- nueva inflexión conceptual. ,j
to fundamental que marca la dinámica diferencial entre la pe- )
nínsula y las colonias: sólo en las colonias habrá, efectivamen-
)
te, de plantearse la necesidad de crear, en el mismo acto de
)
)
98"No se trata aquí", se excusaba, "de ideas técnicas o filosóficas sobre el )
estado primitivo de la sociedad". Diario de Sesiones de Cortes, 25/8/1811.
99 Argüelles, La reforma constitucional de Cádiz., p. 215. )
100 "La unanimidad y la intensidad de la reacción patriótica, el rechazo I )
singular- única, que se supone existente desde los más lejanos tiempos"
,)
(ibid., p. 162).
101Para Martínez Marina, su origen data del siglo XH,cuando el pueblo )
es convocado por primera vez a Cortes. "El pueblo, que realmente es la na-
)
ción misma y en quien reside la autoridad soberana, fue llamado a un augus-
to congreso, adquirió el derecho de voz y voto en las cortes de que había es- )
lado privado, tuvo parte en las deliberaciones, y sólo él formaba la )
representación nacional: revolución política que pmduxo Jos más felices re-
sultados y preparó la regeneración de la monarquía. Castilla comenzó en cier- ,)
ta manera á ser una nación." Manínez Malina, Francisco, DisC'llTSOsobre el ori. )
1
gen de la monarquía, p. 133.
)
)
)
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C,
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(r, Pueblo I Nación I Soberanía
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~.
Si, tal como se ha visto. la originalidad de un pensamiento
,1ft político reside s610 excepcionalmente en cada una de las
ideas que en él se coordinan, buscar la fuente de cada una
1;'\~ .
,,'f) de ellas parece el camino menos fructífero (a la vez que
"I.l" menos seguro) para reconstruir la historia de ese
~:~ pensamiento.
I
l',4-f.t. C"
ir-
Be
~.
TUllO HAlPERIN DONGHI, Tradición política española e
ideología revolucionaria de Mayo
1
-
sultado de un largo proceso de transformaciones graduales). Hans Blumenberg. ojJ. cit., p. 158.
5
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( 106 Elías J. Palti El tiempo de la política 107
t
{" cual, como señala el propio Guerra, va a ser, en realidad, el pun- un modo de pensar los límites del poder regio, la idea pactista
to de llegada de la crisis y no su pun to de partida. Por esa misma neo escolástica contenía, sin embargo, una ambigüedad funda-
(
razón, aunque no fueron extrañas a tal hecho, tampoco se po- mental.7 De acuerdo con ese concepto, la voluntad popular se
( dría ambulr sólo a la influencia de las ideas extranjeras, la cual encontraba en el origen de la institución Illonárquica, pero no
( debería todavía ser ella misma explicada (cómo éstas pudieron era su fundamento. Si el postulado de la existencia de un con-
( cobrar tal influencia, cuáles fueron sus condiciones de recepción trato primitivo entre el monarca y su pueblo constituía la base
local). En definitiva, se trata de comprender cómo la vacancia para fundar su legitimidad, no era en función de su origen con-
(
del poder minó los principios tradicionales de legítimidad des- sensual sino de los fines que le vendrían, en consecuencia, ado-
( de dentro, permitiendo así el tipo de torsiones conceptuales que sados a su posición de cabeza del reino y centro articulador de
( terminarían por dislocarlos, volviendo manifiestas, en fin, las la comunidad política. En el imaginario del Antiguo Régimen,
( contradicciones que éstos contenían. Encontramos aquí nuestro
primer eslabón en la cadena de efectos que dará como resulta-
( do la mutación conceptual de la que habla Guerra: si la crisis del
':X sistema político llevó al discurso político hispano a reencontrar- miento político parece ahora una reacción -interesante como síntoma- an~
te silUadone.s históricas cuyo contenido problemático alcanzaban los escrito-
( se con sus tradiciones pactistas neo escolásticas, lo que resurgiría
res políticos a adivinar, pero no a caracterizar según sus rasgos más profun-
( con ella, como veremos, no serian tanto sus jJostulados fundamenta- dos y esenciales, y mucho menos a resolver." Véase Tulio Halperin Donghi,
les como sus dilemas nunca resuellos. Tradición polilica. española e ideología revolucionaria de Mayo, Buenos Aires, Cen.
(
tro Editor de América Latina, ¡988, p. 50.
( 7 La idea de un pacto primitivo entre el pueblo y el monarca cobró su
)( El pactismo neoescolástico y sus aporías forma más elaborada precisamente en España en tiempos de la Contrarre-
forma. Esto coincide con el renacimiento del tomismo, cuyo centro se encon-
j( traba en la Universidad de París. Allí estudió Francisco de Vitoria, quien, co-
El neoescolasticismo español va a fIjar en el pensamiento
( mo titular de la cátedra de teología en Salamanca desde 1526 hasta su muerte
político occidental, más que una teoría política o un conjunto en 1546, formaría el núcleo de una primera generación de pensadores,
( de conceptos y categorías, ~na problemática, esto es, una for- miembros en su mayoría de la orden de dominicos a la que pcrtenecía Vito-
( ma característica de interrogarse sobre los orígenes y funda- ria, que es la que sienta las bases de las doctrinas que, en la segunda milad
( mentos del orden polític06 Concebida originariamente como dd siglo XVI y la primera mitad del siglo siguiente, desarrollarían los.icsuitas,
cuyos representantes más salientes son Francisco SU<lrezy Luis de Malina. Pa-
( ra una visión general del pensamiento español del período, véanse Fredcrick
Copies ton, A Hislory ofPhiloS&phy, vol. [JI' Ockharn lo Suám, Wcstminster, New-
6 "Existe entonces -seiiala Halpcrin Donghi- una problemática común, Ir.
man Bookshop, 1953; Luis Alonso Getino, El rru.zesf.ro Francisco de Vit.ona, Ma-
que da cierta unidad el pensamicnto político español del seiscientos. Esta drid, s/n., 1930; Bemice Hamilton, Political Thought in Sixleenth-CenlU1Y !:Jpain,
unidad está hecha, más que de coherencia, de monotonía: no se advierte muy Oxford, Clarendon Press, 1963;José Antonio Maravall, 1tmJÍa f.sjJmiola del es~
bien qué nexo racional puede hallarse entre los distintos temas preferidos lado en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1914; Pierre Mes-
por la atención de los tratadistas de la política en esta centuria; pero es ya un nard, L' essor de la philosophie polilique au XVIe siecie, París, l30ivin & Cie" 19~}6;
hecho notable que casi todos ellos hagan, en el muy amplio haz de temas que Quentin Skinner, The Foundations of Modern Political ThoughL, Cambridge,
la tradición les ofrecía, una elección casi idéntica. A fuerza de hallarlos se ad- Cambridge University Press, 1988, y Reijo Wilenus, Tite Social and Polilical
vierte que lo que los unc es una coherencia histórica, si no lógica; el pcnsa- Tlteory 01Francisco Suárez, Helsinski, Societas Philosophica Fcnnica, 1963.
- ,.)
108
del poder del soberano respecto de sus súbditos y marcar los lí-
109
"t;
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8'1.,
Qii
mo un ordenamiento político, sino sólo en la medida en que mites puestos a su voluntad. La figura del pacto originario in-
ésta coincidiera con el designio divino, es decir, que se conci- dicaba,justamente, el hecho de que la facultad que le había si-
liara con los principios eternos de justicia (una sociedad de ca- do conferida al legislador por Dios mismo, le había sido dada
níbales, formada con el único fin de comerse. unos a otros, no no para provecho personal, sino para perseguir el bien de la
podía, obviamente, ser legítima por más que ello coincidiera comunidad. 10Y;de este lllOdo, en el mismo acto de sostener su
legitimidad, en la medida en que la idea pactista permitía dis-
,-,,-
con la voluntad de sus miembros).8 En este punto, sin embar- ,.;,~
go, es necesaria una distinción conceptual. tinguir un auténtico monarca de un déspota, abría también .Ias C'"/Ijo':.r
La voluntad forma parte fundante de la legislación huma-
na (ius) , a diferencia de la divina y la natural (fas), que son con-
puertas a su eventual deposición, es decir, consagraba el dere-
cho legítimo de sediciónll Si para los neotomistas españoles
q}
naturales al hombre y, por lo tanto, independientes de su vo- no era verdaderamente al pueblo a quien le tocaba juzgar so- "'~
1.;••••.1
7
luntad. Sin la mediación de la voluntad no !;J.abríalegislación bre la legitimidad ano delmonarca, sino a Dios mismo, la re- 1):
civil ni, por lo tanto, orden político alguno. Pero la voluntad volución regicida inglesa mostraría, sin embargo, los intrinca- f,1~'~
que allí se menta no es la de los súbditos, sino la del legislador. dos y controvertidos medios por los que Aquél podría hacer ""..,i..11.,
L•
Ésta constituye la condición necesaria y suficiente para la vali- efectivos sus fallos12 '1
dez de la norma; en la medida en que la facultad de legislar se El pensamiento absolutista intentará entonces apartarse de
~!)
encuentra adherida a su función, le es coesencia! ("damos por sus fundamentos pactistas, identificando al soberano como Úl"
supuesta la existencia en el legislador", aseguraba Suárez, "de
potestad para obligar; luego si se da también la voluntad de
"emanación inmediata de Dios, sin poder, sin embargo, nunca
lograrlo por completo, puesto que,junto con la idea de límites
lOI
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(v"..
obligar, nada más puede necesitarse por parte de la volun-
tad").9 Esto aclara la naturaleza del concepto pactista neosco-
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lástico. <5~
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o'~
10 "Porque los prelados se llaman pastores en razón a que han de dar la
En contra de lo que habría de interpretarse, éste era, fun- vida por sus ovejas; y administradores, no dueúos; y ministros de Dios, 110 cau-
sas primeras. Luego en el ejercicio del poder, están obligados a acomodarse "
damentalmente, una teoría de la obediencia; buscaba señalar /."
'-:-J
a los propósitos divinos." Suárez, De legibus, lib. 1, cap. VII, p. ]33.
por qué, si bien en la base de toda comunidad política se en-
cuentra siempre un acto de voluntad, ésta no es la voluntad pa-
11 Quien desarrolla este tópico es Juan de Mariana en De Regeet Regis lns-
titulione. Este aspecto del pensamiento del siglo XVII fue enfatizado por Fig-
o'
pular. Pero es aquí también que aparece aquella ambigüedad gis a fin de trazar una línea interrumpida que lleva del escolasricismo espa-
O
antes mencionada. En última instancia, la apelación a la idea ñol al pensamiento revolucionario británico del siglo XVII (véase Joho N. O
de justicia buscaba a! mismo tiempo sostener la trascendencia Figgis, Political TJwught ¡rom Cerson lo Crotius, 1414-1615, Nueva York, }-Iarper ,'J',.
¡
Torchbooks, 1960). Por el contrario, para Labrousse, tal exacerbación de la
política contenía la simiente del totalitarismo contemporáneo (véase Roger
(,,)
B"No puede haber República sin justicia", deCÍa Santa Mana, "ni Rey que
i
Labrousse, La doble herencia política de 1:.spaña, Barcelona, Bosch, 1942). :,J
merezca serlo si no la mantiene y la conserva". Fr.Juan de Santa María, Tra-
tado de República y Polida cristiana. Para Reyes y Príncipes y para los que en el go-
¡ 12 Allí converge una larga tradición radical inicialmente elaborada en el
marco de la lucha de las ciudades italianas contra las ambiciones imperiales,
o-
')
merno tienen sus veces. Valencia, Pedro Patricio Mey. 1619, p. 96. cuyo principal vocero fue Bartola de Saxoferram, y que, apelando al antiguo .~'1;
"
9 Francisco Suárez, De legibus, Madrid, CSIC. 1971, lib. 1, cap. IV, p. 71. derecho romano, defendería el derecho de insurrección popular. ¡ '\-',.'
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)J"'~;
'•.):l
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110 Elias J. Palti El tiempo de la política 111
a su poder, caían taInbién necesariamente los fundalnentos de gundo pacto permanecerá siempre, sin elubargo, e011lO pro-
su legitimidad. En última instancia, el reforzamiento absolutis- blemática_ Mientras que el primer pacto (e! flacturn subjectionis)
•_'eL' ta del origen trascendente de la soberanía, que hace de ésta tenía un sentido claro, que era ilnponer límites lnetapositivos
,,~ una facultad indivisible e inalienable, lejos de resolver e! pro- a la voluntad del soberano, no ocurría así con el segundo, el
( blema de su legitimidad, sólo haría aun más manifiesta la do- cual no tendría otro objeto que volver comprensible aquél. De
ble naturaleza del monarca, 13 distinguiría todavía de modo más este modo, sólo trasladaría a otro terreno la mislna serie de in-
(
tajante su corjJUsrnysticurn (su investidura, que no muere) de su terrogantes que planteaba e! primero (¿podía dicho pacto re-
( corpus verurn, en tanto ser mortal ("cuanto más era exaltada la vocarse?, ¿en qué circunstancias?; de ser esto posible, ¿cuál se-
{ soberanía", señalaba atto Gicrke, "más furiosa se tornaba la ría el estado resultante?, cte.), en el cual, sin elnbargo, ya lIO
( disputa acerca de su 'Sl~eto' o portador"), 14 distancia que, lle- encontrarían solución posible.16 En definitiva, la idea de un
( gado el momento, terminará apareciendo como señalando un pactum societatis era necesaria para poder concebir, a su vez,
abismo insalvable. e! pactum subjectionís, sin resultar ella misma completamente
( Más allá de sus eventuales consecuencias prácticas conflic- concebible.
( tivas, las concepciones pactistas tradicionales contenían pro- El punto crítico es que este segundo pacto parecía tener
( blemas conceptuales fundamentales. En primer lugar, hacían sur- implícita la idea de un estado presocial originario, dado que
( gir la cuestión de cómo el monarca podia ser al mismo tiempo sólo esto justificaría la realización de un pacto constitutivo, lo
parte del pacto y su resultado.15 La idea de un contrato origi- que era simplemente impensable en los imaginarios tradicio-
(
nario entre e! monarca y sus súbditos presuponía ya su existen- nales, puesto que parecía conducir al principio "herético" de
( cia, lo que de modo inevitable volvia a plantear la cuestión de la génesis artificial-convencionalista- del orden social. 17 Por
( su origen. Algo más grave aún, sea que el soberano existiera cierto, no era así para el pensamiento político ncotonüsta. La
( previamente o que surgiera con el propio pacto, en cualquie- idea tradicional de un estado de naturaleza no contradecía, sino
ra de ambos casos la idea de un contrato primitivo suponia que presuponía, la de la naturaleza social de! hombre.18 Ese es-
{
siempre la preexistencia de! pueblo. Esto daría nacimiento, a tado previo a la existencia de toda legislación positiva no era,
( su vez, a las teorías del doble pacto. El pacturn subjectionisentre para éste, extraño a toda norma, sino aquel en que sólo regía
( el pueblo y su soberano habría sido precedido por el pacturn so-
áetatís por el que se constituyó el primero. La idea de un se-
l
( 16 "El pactum societalis -afirma Halperin Donghi- ofrece así una justifi-
cación menos fácil, una utilidad menos evidente en el plano jurídiccrpolíti~
( 13 Véase Ernst H. Kantorowicz, The King:~ Two Bodies. A Study in Mediae- co que el pactum subjectionis; no lienc nada de extrailo que se lo mencione
(. val Political Tlteology, Princcton, Princeton University Press, 1981. menos frecuentemente, que aun los autores que lo introducen cn sus cspe.
<. 14 Gtto Gierke, Nalural Law and lhe Theory o/Sociely, 1500 lo 1800, Bastan,
Ikacon Press, 1957, p. 41. El objeto fundamental que organizaba el pensa-
culaciones lo interpreten dc modo que atenúa sin duda su heterogeneidad
radical con la tradición crisliana medieval, pero a la vez le quita relevancia."
,(. miento contrarreformista era,justamcntc, el de refutar la tesis luterana de la Tulio Halperin Donghi, Tradición política española, p. 24.
gracia como el rasgo distintivo dc un monarca legítimo, puesto que, como 17 Véase Tulio Halperin Donghi, Tradición política española, p. 24.
l- ocurriría con el calvinismo, llevaba fácilmente a justificar el tiranicidio. 18 Al respecto, véase B. Romeyer, "La Théorie Sual"ézienne d'un état de
l. 15 Véase Tulio Halperin Donghi, Tradición política española, pp. 23 Yss. nature pure", Archives de Philosophie 18,1949, pp. 37-63.
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112 Elías J. Palti EI'tiempo de la politica 113
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postular el principio de la preexistencia de la nación, en la que
recaería entonces la soberanía. De este modo, no obstante,
producirán una torsión fundamental en el concepto pactista
c1ásico.26 Cuando Martínez Marina identifica la nación con el
ranía vaga, etérea, que está en todos lados y en ningún lugar
particular) no es un poder político alternativo al monárquico, si-
no que indica una instancia anterior, que no es tanlpoco aque-
lla regida exclusivamente por la ley natural; introduce, en fin,
l estado de naturaleza de los neoescolásticos está, en realidad, un tercer principio, híbrido, que se distingue tanto del estado
{ de naturaleza como del de sociedad civil, e incorpora al mismo
( tieulpo elelnentos de ambos.27 Ésta se sitúa así de rnanera am-
25 Al respecto, véansc Picrre Mesnard, L' essor de la philosophie jJOlilique au bigua entre el pactum societatis y eljJactum subjectionis, Denota,
(. XVle siüle, pp. 627-8, Y Quentin Skinner, Tlle Fou.ndations o/ l\1odern Political
(. Thought, p. 158.
26 "Patria y nación -scÍlala Halpcrin Donghi- son nociones que inno-
l van radicalmente sobre el pensamiento político tradicional, en la medida en '1.7 Como_señala Mesnard, para aquellos autores, "el pueblo si se quiere
que se yen de modo cada vez más decidido como entidades capaces de sub-
l. es la matriz del Estado, pero en modo alguno es 1111 organismo definido ni
l.
sistir al margen de las organizaciones políticas estatales en donde se expre- • un factor político autónomo que posea existencia propia". Picrrc Mcsnard,
san políticamente." Tulio Halperin Donghi, Tradición politica espmiola, p. 100. op. cil., p. 593.
l
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.. -~- - -, ),
116
sin un poder de
1
~
El tiempo de la política
C;
el seno de la ley natural, e inversamente, integraba un elemen-
to natural (los llamados derechos naturales inalienables) al plano
I te extraña al pensamiento neoescolástico.
En el siglo XVII, el apelativo "soberanía" era, en realidad, un
()
convencional como el elemento fundante de todo ordenamien- neologismo. Éste no se encuentra en latín. Los atributos del po- O
to político.29 Su combinación en un único concepto supondría der eran hasta entonces descritos, alternativamente, como /)oles- (J
tas, majestas o imperium.3o En todos los casos remitían a un tipo ,)
,
de dominación de aspiraciones universalistas, que comprendía,
Para Suárez, toda jurisdicción presuponía un poder de jurisdicción.
.)
28 idealmente, a la cristiandad toda. El surgimiento del concepto
Esto surge necesariamente de la idea de que sólo de la voluntad dellegisla~ de soberanía se asociará estrechamente al proceso de seculari- z')
dar emana la legislación civil, esto es, presupone ya el poder soberano del Es-
tado. Como señalaba Suárez: "Hemos de afirmar, en efecto, que para el otor-
., zación y de descomposición de la unidad de la cristiandad, Po- C)
gamiento de las leyes, se precisa poder de jurisdicción. y que no basta
demos decir que se trata, pues, de un concepto "moderno" (con
lo que no hacemos, sin embargo, más que confundir más las co-
o;
realmente el poder de dominio. [... ] Bartola de Sassoferrato señala que el
poder legislativo corresponde a la jurisdicción inherente a la soberanía" sas, dada la plurivocidad de este apelativo: esta "modernidad" a
,O~
(Francisco Suárez, op. cit., lib. 1, cap. VIII, p. 151). "Esta tesis puede también la que aquí se refiere no tendría nada que ver con aquella de la
iD.
. ,. i~
probarse fácilmente con argumentos de razón. En primer lugar, la función que habla Guerra, a la que precede en varios siglos, y que esta
legislativa es el medio más adecuado para el gobierno de la comunidad [ ... J
última vendría,justamente, a desalojar) .31'Locierto es que éste
Por tanto, dicha facultad corresponde de suyo al poder de gobierno del Es-
tado, al que compete procurar el bien común. Ahora bien, tal poder, según
aparece por primera vez en las lenguas vernáculas. La primera
se ha dicho, es precisamente el de jurisdicción. Además, el poder de domi- mención se encuentra en los Six livres de la République (1576), de
nio tiene esencialmente un carácter privado y puede darse en una persona Jean Bodin, y, sugestivamente, dicho término desaparece en su
respecto de otra. El poder de jurisdicción, por el contrario, es por naturale- primera traducción al español realizada en 1590 por Gaspar de
za el poder público y está en [unción de la comunidad. Luego únicament~
ese poder, repetimos, constituye la base para el otorgamiento de las leyes que
esencialmente también hacen referencia a la comunidad" (ibid., pp. ]54-55).
29Según afirnlaba MaIÍnez Marina: "La ley natural, llamada así porque se 30 AJ respecto, véanse John N. Figgis, El derecho divino de los reyes y lres en-
encamina á proteger y conservar las prenogativas naturales del hombre, y por- sayos adicionales, México, FCE, ]942, YJosé Antonio Maravall, La leona delr.s-
que precede á todas las convenciones y al establecimiento de las sociedades y tado en Esparta en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944.
de las leyes positivas é instituciones políticas, no empece á la libertad é indepen- !ll Según señala Nicola Matteucci: "Éste es el concepto poIíticojurídico
dencia de las criaturas racionales, antes por el contrario la guarece y la defien- que permite al estado moderno, con su lógica absolutista interna, afirrnan¡e
de. Ley eterna, inmutable, fuente de toda justicia, modelo de todas las leyes, ba. sobre la organización medieval d~l poder, basada, por un lado, sobre los es-
se sobre la que estriban los derechos del hombre, y sin la cual no sería posible tratos y sobre los estados, y. por el otro, sobre las dos grandes coordenadas , 'lll
Üli'1
que hubiese enlace, órden ni concierto entre los séres inteligentes". Francisco . universales del papado y del impelio". Nicola Matteucci, "Soberanía", en Nor- ". -:..r;¡.
1
Marúnez Marina, Discurso sobre el origen de la monarquía y sobre la naluraleza del go- berto Bobbio y NicoJa Maueucci, Diccionario de politica, México, Siglo XXI, .•.!í.,
U
bierno españo~ Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, ] 988, p. 85. 1988, p. 1.535. U~ 40ii
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(' 118 Elías J. Palti El tiempo de la política
119
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(' Añastro. Por bastante tiempo más, la terminología usada para causa final de la sociedad ya no era la justicia, sino lafelicidad ge-
designar la autoridad monárquica será todavía oscilante (alter- neraL 33 Más precisamente, ésta era la traducción en clave secu-
f nando con térn1inos C01no "soberanidad", "supremacía", etcé- lar de aquélla. Ésta no carecía aún, pues, de una diIncnsión
{ tera) , trascendente; no se trataba de una felicidad rneran1cntc empí-
,( Ese cambio terminológico expresa, a la vez, e! desplaza- rica. De todos modos, ofrecerá luego a autores corno MartÍllcz
'c'í( miento político que entonces se estaba produciendo, por el Marina las bases para concebir la idea de una comunidad que
que las nuevas dinastías se apropiarían de los atributos antes re- contiene en sí su propio fundamento y principio de legitimi-
,( servados al emperador (al rey en su reino se lo llamaría impera- dad (la nación soberana).34 Los atributos originariamente aso-
~.( tOT in regno suo). No será ésta, sin embargo, una mera transfe- ciados a la idea de imperium, y luego apropiados por el monar-
( rencia de atributos. En su transcurso, éstos serán redefinidos. ca, se van ahora a transferir a esta nueva entidad, la nación. La
( La soberanía pierde, de hecho, aque! rasgo característico de! violencia conceptual implícita en este traslado no podría, sin
imperiurn: su ilimitación espacial (las nuevas monarquías fun- embargo, pasar inadvertida incluso a los propios constituciona-
( listas históricos,]ovelIanos mismo se verá entonces obligado a
cionarán ya en e! interior de un sistema político que alberga
( pluralidad de Estados con los cuales lindan). Tal atributo se I establecer un deslinde terminológico.
( trasladaría ahora del plano exterior al plano interior, pasaría a
¡ Como muestra dicho autor, hablar de soberanía nacional es
( indicar la ausencia de límites internos al poder real (cuando simplemente absurdo, Toda soberanía supone súbditos, Decir
Hobbes afirmaba que "tiranía significa ni más ni menos que so-
i que alguien (un individuo o una comunidad) es soberano de
.C beranía"32 no estaba sino señalando aquello implícito en su I sí mismo no tiene sentido.
¡( misma definición). Sin embargo, como vimos, aún entonces el 1
,{ pensamiento regalista no podría prescindir por completo de Es menester confesar -asegura- que el nombre de soberanía
tales límites (incluso Hobbes no podría evitar determinar al- no conviene sino impropiamente a este poder absoluto; por-
gún umbral -en su caso, la preservación de la propia vida- que la soberanía es relativa, y así como supone de una parte
que la autoridad monárquica no podría traspasar sin volverse autoridad e imperio, supone de otra sumisión y obediencia;
ilegítima). En definitiva, la soberanía, como concepto, será la por lo cual, nunca se puede decir con rigurosa propiedad que
marca de su misma imposibilidad última. un hombre o un pueblo es soberanode sí.35
Queda claro, de todos modos, que por esta via de ninguna
forma llegarnos a la idea de una soberanía nacionaL Para ver có-
,,(
mo ésta, llegado e! momento, habría de desprenderse de aqué-
i{ lla, es necesario observar una segunda inflexión que sufre el
33 Pedro de Rivadeneyra, Tratado de religión y virtudes que debe tener el P'1n-
cipe cristiano para gobernar y conservar sus l:.stados. Contra lo que Nicolás de MIl-
{ término, la cual se liga al proceso de secularización de los fines quiavelo y los políticos de este tiempo enseñan, Madrid, P. Madrigal, 1595, p. 159,
citado por José Antonio Maravall, op. cit., p. 149.
(. asociados a la comunidad. Para autores como Rivadeneyra, la
,.
~t'
34 Véase Francisco Martíncz Marina, PrinClpios naturales de la moral, de la
política y de la legislación, Adolfo Posada (ed.), Madrid, R. A. de Ciencia1'i Mo-
rales y Políticas, 1933, cap. VI.
t.
~, 32 Thomas Hobbes, Leviat./um, u la materia, forma y poder de una Re¡Jública !\5 Gaspar Melchor de Jovellanos, "No la a los Apéndices a la Memoria en
eclesiástica y civil, México, FCE, 1984, p. 392. defensa de la Junta Cenlral" (22/7 /.l81 O), Escritos políticos y filOSÓfiCO!),
p. 210.
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O
Elías J. Palti El tiempo de la política 121
(~y
120
Q
Menos sentido aun tiene la idea de que éste \:lUeda conser- Resulta evidente, sin embargo, que era esto, de hecho, lo O,
varla luego de haberla u'ansferido a la autoridad (que era, co- que la noción de soberanía excluía, por definición. Al colocar O
mo vimos, el problema suscitado en las Cortes gaditanas a par- otra soberanía (la "supremacía nacional") por encima de ella, Ir-, "
" •...)
tir del debate en torno de cómo lograr la rigidez constitucional). simplemente vaciaba de sentido el término, para luego retra-
()¡
Para resolver esta doble ambigüedad conceptual,Jovellanos pro- ducirlo por otro que recoge todos los atributos que le han sido
despojados. De este modo, no obstante, no solucionaba aún las \),
pone volver a la fuente original del término y-reservar a esta nue-
va acepción la voz supremacía (imperium), a la cual la distingue paradojas que resultaban de ese desplazamiento conceptual. C)
así de la soberanía. Éstas, en verdad, no tendrían ya solución posible; simplemen- ,)~
antiguos dogmáticos y académicos -aseguraba- que se hubiesen disipado (ibid., p. 210). l)'"
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".
sólo con que se acord.lsen sobre la significación de la palabra verdad! y, ¿es 37 En la medida en que la soberanía aparecía ya como una "facultad uoj.
otro, por ventura, el origen de esta interminable y eterna lucha de cuestio- taria e indivisible, inalienable y perpetua" ("lo que realmente es", en palabras O'
nes y disputas, que se agitan a todas horas en las ciencias o facultades meta- de Varela), hablar al mismo tiempo de soberanía nacional y soberanía real ~J',,
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físicas, en que, discutiéndose siempre unas mismas dudas, nunca se descubre representaría una llana contradicción.
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122
f á la vos Soberano no se le dé el valor de otra idea diferente de cuya vinculación supondría, al mismo tienlpo, su rnulua retle~
f la dicha; ó mientras no se haga ver que en el Rey reside un po- finición, Y ello nos devuelve a la noción de puebla.
{ der superior á aquel, lo que es inconcebible.38
,(
En definitiva, la noción moderna de soberanía nacional se des- Pueblo, pueblos e imaginarios tradicionales
(
prenderá de la combinación paradójica de dos principios tra-
"( dicionales incompatibles entre sí: la noción escolástica de la Como vimos antes, si bien los diputados americanus en Cá-
( preexistencia del pueblo a la instauración de toda autoridad po- diz adhirieron al concepto plural de la monarquía, como inte-
( lítica con el postulado regalista de la soberanía como unificada grada por diversidad de pueblos o reinos, ello no era un índice
y autocontenida, no derivable más que de sí misma, e inaliena- inequívoco de tradicionalismo cultural o social. El postulado
(
ble, por definición, Yesto nos conduce a un segundo aspecto de la existencia de diversidad de reinos reunidos bajo la corona
( fundamental relativo al tipo de fenómenos que nos ocupa, española no prejuzgaba aún sobre cómo se concebían, a su vez,
( Como señalamos en primer lugar, la mutación conceptual éstos, es decir, si fundados en lazos contractuales corporativos
( que se produjo a comienzos del siglo XIX no puede compren- o en vínculos voluntarios entre individuos. De hecho, no siem-
derse como el mero desplazamiento de un conjunto de ideas pre será posible siquiera distinguirlo. Y ello no tanto debido a
(
que desaparece, o tiende a desaparecer, por otro conjunto de ambigüedades propias al discurso político latinoamericano del
( ideas nuevas que entonces emerge, o tiende a emerger. Anali- período, al uso incierto u oscilante de que fueron objeto dichos
( zar ésta obliga a seguir aquel proceso, mucho más complejo, conceptos, a su alegada "hibridez", como a aquéllas, más fun-
( por el cual se fueron torsionando los sentidos en el interior del damentales, inherentes a esos mismos conceptos. Esto se ob-
;' ( vocabulario preexistente. En segundo lugar, vemos ahora có- serva aún más claramente cuando analizamos el discurso inde-
mo estas torsiones, en contraposición a lo que constituye el pro- pendentista latinoamericano. Lo tradicional y lo moderno se
,< cedimiento habitual de la historia de ideas, no pueden nunca imbricarían en él de modos complejos y cambiantes, volvién-
';( descubrirse a partir del análisis de cada una de las ideas de ma- dose incluso muchas veces indiscernibles entre sÍ.
( nera aislada, tratando eventualmente de determinar su origen Según señala Antonio Annino, el porteüo Mariano More-
11 w tradicional o moderno. Para ello es necesario estudiar cómo se no es el mejor ejemplo de la emergencia temprana de un con-
'1 " reconfigura el sistema de sus relaciones con aquellas otras ca- cepto de nacionalidad unificada, esto es, del virreinato como
'1 (
tegorías con las cuales linda; en fin, debemos reconstruir cam- "una unidad indestructible", en contraposición a la idea de és-
( ilOS semánticos.
39
En este caso particular se trata de trazar el cam- ta como una mera agregación de pueblos4o Como afirma en un
( documento aparecido originalmente en 1810 en forma seriali-
<. zada en La Gaceta de Buenos Aires, "Sobre la misión del Congre-
:l8 Álvaro Flórcz Estrada, "Representación a S.M.e. el S.O. Fernando VII
••• en defensa de las Cortes (1818) ", p. 28 .
39 Sobre este concepto, véase Rcinhart Koselleck, "Historia conceptual e
••• 40 Antonio Annino, "Soberanías en lucha", en A. Anllino el al., De lo,\ Im-
l historia social", Futuro pasado, pp. 105~126. perios a las naciones, p. 249,
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124 Elías J. Palti El tiempo de la política 125 r.J
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50",41 "la verdadera soberanía de un pueblo nunca ha consisti- ción unificada sirviendo así de conce/Jto bisagra entre dos len-
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do sino en la voluntad general del mismo", la cual, asegura, es (){
"indivisible e inalienable"42 Incluso puede allí descubrirse en
guajes políticos contrapuestos: el principio jurídico de negolio-
rum gestor (la facultad de una parte del reino de representar la
.,,,.,"
tJ
ta de varios estados soberanos, como la de Estados Unidos. Es- .í)
.J 915, pp. 269-300.
te sistema es el mejor, quizá, pero difícilmente podrá aplicar-
42 Mariano Moreno, "Sobre la misión del Congreso convocado ..... , op.
cit., p. 284.
o
43 ¡bid. O
Antonio Annino, "Soberanías en lucha", en A. Annino el al., De los im-
44 45 Mariano Moreno, "Sobre la mlsión del Congreso convocado. _", op_
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!mios a las naciones, p. 251. cit., p. 283.
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126 El tiempo de la política 127
f Elías J. Palti
f
se a toda la América. [ ... ] Yo desearía que las provincias, redu- orígenes rernotos pueden rastrearse en la referencia bíblica al
f ciéndose a los límites que hasta ahora han tenido, formasen pueblo israelí, la cual servirá de modelo para toda concepción
'(
; •.
( separadamente
cada una.1G
la constitución conveniente a la felicidad de de comunidad unitaria. Por cierto, estamos muy lejos aún de
una idea moderna de éste, asociada al de nación (también en
el sentido moderno del término). Ese término se conectaba to-
r:. Los "pueblos" a los que se refiere, pues, son siempre aque- davía con el de ecclesia cristiana y, más tarde, con el del co,,!ms
llos de las "provincias". Pero la idea de "provincia" no tenía un m,ysticum encarnado en el soberano (o, eventuahnente, en el
significado fijo. Ésta designaba simplemente una parte de una Parlamento, idea que, a su vez, retomaría la tradición conciliar
unidad política mayor. Cuando se refería al virreinato, indica- elaborada en tiempos del Gran Cisma y en la cual se basó el co-
ba de manera vaga lo que hoy entendemos por provincias, pe- legio cardenalicio para disputar con el Papa el papel de repre-
ro cuando se refería al inlperio o a Anlérica en su conjunto, co- sentante de Dios en la Tierra) 47 No viene al caso aquí seguir
lno es el caso de la cita anterior, las provincias aludidas eran, los detalles de su trayectoria; baste señalar el hecho de que
~
. en cambio, los virreinatos (es decir, algo mucho más cercano a identificar los horizontes conceptuales en que se inscribe un
;("
. lo que hoy solemos designar como "naciones"). discurso político dado no resulta tan sencillo como aquella
( Es cierto, de todos modos, que, desde el momento en que oposición sugiere; definitivamente, no alcanza con registrar el
rechaza el principio de negotiorum gestor, deberá, a la vez, tras- uso en singular o en plural de un término particular. Para com-
(
ladar este mismo concepto federativo al interior de cada uno prender su sentido, es necesario seguir la serie de torsiones a
( de los virreinatos, provocando la fragmentación de la sobera- que éste se verá sometido, el juego de sus cambiantes relacio-
( nía en sus componentes elementales (esto es, las provincias, es- nes semánticas con aquellas otras categorías a (as que habrá de
( ta vez entendidas como las secciones de las cuales está consti- vincularse. El documento de Moreno que venimos analizando
tuido cada virreinato). El punto es que, al igual que en el caso sirve también de punto de partida para observar el complica-
(
de la diputación americana en Cádiz, esa postura respondió a do proceso de recomposición semántica que supuso la afirma-
(
consideraciones políticas precisas. En el interior del universo ción de un concepto "moderno" de nación.
( de ideas tradicional no había ninguna razón de orden concep-
tual que impidiera la postulación de entidades políticas supra-
<- rregionales, por ejemplo los virreinatos, como sujetos legítimos La nación como problema
\ de la imputación soberana.
(
Podemos ver que, así como la noción de "pueblos", en plu- La apelación de Moreno a los "pueblos" como sede origina-
( ral, no era necesariamente tradicional, inversamente, tampoco ria de la soberanía tiene implícita una impugnación de la au-
( la sola aparición del término "pueblo", en singular, prejuzgaba
l
(
)
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128 Elías J. Palti El tiempo de la política 129
')
toridad real mucho más radical que la de Flórez Estrada. Para bargo, no es en su concepto plural del imperio donde radica '1
él, no se trata simplemente de que la ausencia del rey haya he-
cho desaparecer el pacto de sujeción que ligaba a las colonias
su mayor limitación. Paradójicamente, la misma premisa que,
como señala Annino, marca la modernidad de su concepto (la "
con el monarca. Según afirma, dicho pacto en realidad nunca
había tenido lugar. El dominio real sobre América asegura que
idea de una soberanía nacional que preexiste a la autoridad
política) es la que le impide avanzar hacia aquel punto en que
,) "
)
no estuvo nunca fundado en el consentimiento de los pueblos, la ruptura con los imaginarios tradicionales se volvería ya irre-
sino en un acto de violencia.48 Era, por lo tanto, absolutamen- versible. )
te ilegítimo. De allí deriva una. consecuencia más fundamen- En efecto, para Moreno, que hubiera que constituir a la na- ')
tal: en esta parte del reino, "el que subrogue por elección del ción significaba que el Congreso convocado no sólo debía de-
)
Congreso la persona del Rey, que está impedida de regimos, signar quién habría de gobernar, sino también cómo habría de
no tiene reglas por donde conducirse, y es preciso prefijárse-
las"49 "Esta obra", asegura, "es la que se llama constitución del
hacerlo, f~ar el marco legal dentro del cual habría de ejercer
su poder. Pero ello presuponía ya la existencia de aquella enti-
,
)
Estado ".50 La vacatio regisen América desnudaba así otra vacan- dad a la cual se invocaba, de hecho, para hacer tal convocato- )
cia más fundamental, la vacatio legis. Aquí, pues, no se trataría ria. Según aclaraba inmediatamente a continuación de la cita
)
tan sólo de establecer una nueva autoridad que llenara el lu- antes transcripta, en la que afirmaba que aquella reversión so-
gar vacante del soberano, sino que habría que crear una legi- berana se aplicaba no sólo al pueblo, en su conjunto, sino tam- )
timidad inexistente, constituir el orden político. Todo su dis- bién a cada individuo: )
curso se encuentra impregnado de un sentido de refundación )
radical.5] No pretendo con esto reducir los individuos de la Monarquía
)
El radicalismo de Moreno, indisputable desde el punto de a la vida errante que precedió a la formación de las socieda-
)
vista político, es menos evidente, sin embargo, cuando se lo des. Los vínculos que unen el pueblo al rey son distintos de los
considera desde una perspectiva histórico-conceptual. Sin em- que unen a los hombre entre sí mislnos: un pueblo es un pue- )
blo antes de darse un rey.52 )
)
48 "La América en ningún caso puede considerarse sujeta a aquella obli. Moreno situaba así su concepto pactista dentro de los mar-
gación; ella no ha concurrido a la celebración del pacto social de que deri- )
cos estrictos del pactum subjectionis.
van los monarcas españoles, los únicos títulos de legitimidad de su imperio;
)
la fuerza y la violencia son la única base de la conquista." Mariano Moreno,
"Sobre la misión del Congreso convocado ... ", op. cit., p. 290. Aunque las relaciones sociales entre los pueblos y el Rey que- )
49 Mariano Moreno, "Sobre la misión del Congreso convocado .. ", op. dasen disueltas o suspensas por el cautiverio de nuestro monar- )
cit., p. 287. ca, los vínculos que unen a un hombre con otro en sociedad
50¡bid., p. 286. )
quedaron subsistentes, porque no dependen de los primeros;
51 "Pocas veces ha presentado el mundo un t~atro igual al nuestro, para )
y los pueblos no debieron formarse pueblos, pues ya lo eran,
formar una constitución qu~ haga felices a los pu~blos"; "la América presen-
ta un terr~no limpio y bien preparado ", insistía, "dond~ producirá frutos pnr )
digiosos la sana doctrina que si~mbren diestramente los legisladores" (iúid., )
p.270). 52 ¡bid., p. 279.
1 }
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,(" 130 Elías J. Palti
El tiempo de la política
131
f sino de elegir una cabeza que los rigiese, o regirse a sí mismos,
f según las diversas formas con que puede constituirse íntegra- los interpuestos por el medio social o cultural a la emergencia
(" mente el cuerpo mora1.53 de un nuevo lenguaje. Más importante aún es el hecho de que
toda mutación conceptual conlleva, inevitablemente, la con-
(
Por entonces, sin embargo, los primeros síntomas de qisen- frontación de dilemas cuya resolución supone silcnciamicntos
("
so interno comenzarían a plantear aquella cuestión más funda- y permanentes reversiones sobre sí para socavar sUSmiSITlaS
( mental interdicta en su discurso, puesto que constituía su pre- premisas y puntos de partida originales. En definitiva, la histo-
( mIsa. ria de la conformación de un nuevo vocabulario político es HIe-
nas la historia del hallazgo progresivo de nuevos contenidos
(
Es digno de observarse -señalaba- que entre los innumera- semánticos que la del desarrollo, mucho más traumático y conflicti- ,
{ VD, de aquellos puntos ciegos inherentes a éL Otro documento fun-
blesjefes que de común acuerdo han levantado el estandarte
( de la guerra civil para dar en tierra la justa causa de la Améri- dacional del discurso independentista latinoamericano, el ela-
f( ca, no hay uno solo que limite su oposición al modo o a los .vi- borado en 1808 por Fray Melchor de Talamantes, destinado a
~.,
;¡: los miembros del cabildo de México, ilustra la serie de proble-
cios que pudiera descubrir en nuestro sistema; todos lo atacan
~
'" en la sustancia, no quieren reconocer derechos algunos a la mas a que daría lugar la apertura a la interrogación de aque-
';'(
'f'
América.51 llo que constituía la premisa del discurso independentista (es-
~".'
f'.'- to es, la idea de la preexistencia de la nación) ,55 y que Moreno
( La perspectiva de una guerra civil revelaría que lo que se no podía ya tematizar sin que se desmoronara todo su argu-
,( encontraba entonces en disputa no era quién y cómo habría de mento, pero tampoco podía entonces, corno vimos, evitar con-
gobernar, sino, fundamentalmente, a quién habría de gobernar frontar.
(
(al conjunto de los súbditos del monarca o a alguna sección El punto de partida de Talamantes es el mismo que el de
( particular de ellos) y, en definitiva, quién podría determinarlo. Moreno: la desaparición del monarca (vacatio regís) había abier-
( La idea de la preexistencia de la nación se tornaría entonces to un vacío no sólo político sino, fundamentalmente, institu-
( insostenible. Una vez f~ada ésta, habría, a su vez, que minarla, cional (vacatio legis). Como muestra, ninguna de las instancias
a fin de que surgiera verdaderamente una idea moderna de na- entonces subsistentes se encontraba autorizada por real cédu-
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.• ción. Encontramos aquí, en fin, una nueva cuestión, fundamen- la a ejercer funciones legislativas. Éstas deberían encargarse,
"
'1-
:;1.
tal, de orden metodológico para comprender la complejidad pues, a una representación convocada a tales efectos.
t de los procesos de mutación conceptual, evitando su simplifi- La primera cuestión que planteaba la Convocatoria era có-
cación. mo habría de constituirse el congreso, lo cual suponía una de-
El documento de Moreno nos revela por qué el carácter no
lineal de estos procesos no se debe simplemente a los obstácu-
55 Guerra ha advertido ya sobre la importancia de este documento, la cual
radica, según afirma, en el hecho de que afirme "que las Cortes que hay que
~\ reunir en la Nueva España llevarán la representación del cor~junto de la na-
i.l " Itnd, ción española y, por lo tanto, también de la metrópolis". Fran~oisc-Xavier Gue-
54 [bid., p. 295.
l rra, "La política moderna en e( mundo hispánico", en Ávila Palafox, Martíncz
Assad y Meyer (coords.), Las formas y las políticas del dominio agrario, p. 167.
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132 Elías J. Palti El tiempo de la politica 133
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finición respecto de cómo estaba conformada la nación. El ti- una soberanía secular s'lli generis, que es, al igual que la divina, 'i
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po de representación que proponía se fundaba en principios causa sui (se engendra a sí misma). Comenzaba de este modo
claramente corporativos; la diputación debía expresar la estruc- la demolición del supuesto de que el campo semántico confor- '.'
1: .
tura piramidal del reino. 56 Esta visión "tradicional" resultaba, mado por las nociones de pueblo, nación y soberanía se encon- !)
en realidad, al igual que en Moreno, de su rechazo al principio traba fundado en un vínculo naturaL 58 Llegado a este punto,
)
de negotiorum gestor (si es necesario reunir todos los elementos habría, pues, que recomponerlo sobre otros fundamentos,
rearticularlo en un horizonte convencionalista (artificial) de )
constitutivos del reino, es porque ninguno se encontraría au.
totizado a hablar en nombre de los demás). Su argumento, sin realidad. )
embargo, iba ya más allá que el de aquél. En el caso de Talamantes, está claro que él consideraba a )
México autorizado a una representación nacional indepen-
)
Se ha dicho en estos días que la Ciudad de México, como Me- diente. Pero, rechazado el principio del negotiorum gestor, debe-
trópoli, representa á todo el Reyno, teniendo para ello Cédu- ría basar esta aspiración en otro principio. Yes aquí donde
)
la de nuestros Reyes.No se duda que este digno y celoso Ayun- emergen las ambigüedades conceptuales. Ese autor propone )
tamien to goze de este y otros privilegios que son propios de tres criterios para discernir los núcleos de agregación primiti- ),
las grandes Capitales; pero debe decirse que su representación vos depositarios de las facultades soberanas.
)
solo es para defender los fueros, privilegios y leyes del Reyno,
)
mas no para exercer á nombre de las demás Ciudades el po- Expondremos la idea que debe formarse, y han formado los
der legislativo.57 Publicistas y Políticos, de la Representación nacional. Se en- )
tiende por ella el derecho que goza una Sociedad para que se )
Más que rechazar ese principio, Talamantes hacía manifies- le mire como separada, libre é independiente de qualquiera )
ta la inflexión que su aplicación supondría: el tipo de repre- otra nación. Este derecho pende de tres principios: de la na-
)
sentación que le correspondería, pues, a México, como capital turaleza, de la fuerza y de la polí tica.'9
del reino, ya no tendría nada en común con la función tradi- )
cional de representar sus pueblos subordinados ante el Rey que El primer principio, la naturaleza, remite a factores objeti- )
las leyes de Indias le asignaban. La nación debía ahora asumir vos, esto es, los acciden tes geográficos, la diversidad de climas, )
su propia representación. Talamantes introducía así un con- así como de las lenguas, etc. "LasAInéricas", concluye, "tienen
)
cepto decididamente extraño al ideario pactista clásico: el de representación nacional, como que estan naturalmente sepa-
radas de las otras naciones, mucho más de lo que estan entre )
sí los reynos de la Europa"6o La fuerza, por su parte, implica la )
56El modo como define la composición del Congreso resulta surnarnen.
)
te detallado, señalando cada una de las instituciones que debían estar repre.
sentadas, los funcionarios y notables del reino habilitados para participar de )
éste, cuántos delegados le correspondería ~ cada ciudad de acuerdo con su 58 Véase el análisis de la obra de Martínez Marina en el capítulo anterior. )
preminencia, etcétera. 59 Talamantes, "Idea del congreso nacional de Nueva Espatl3", en Gena~
57 Talamantes, "Idea del congreso nacional de Nueva España", en Cena- ro Carcía, op. cit., cap. VII, p. 383. )
ra Carcía, Documentos históricos mexicanos, México, SEP, 1985, cap. VII, p. 373. ! 60 ¡bid. ¡ )
¡ )
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(' 134 Elías J. Palti 1 El tiempo de la política 135
f
capacidad matcrial de sostener su independencia. "Por la fuer- La búsqueda de los fundamentos políticos al derecho de rc-
f
za, las naciones se ponen en estado de resistir á los enclnigos".61 presentación nacional (aquella autoridad que habría conferi-
f Hasta aquí estamos en un plano previo a toda idea convencio- do a los habitantes de las colonias la calidad de ciudadanos)
(" nal de derecho. El tercer principio, en cambio, la política, colo- conduce a ese autor al Código de Indias. Éste, según dice, con-
{ ca ya a la nación en un plano distinto de realidad social. "La re- fiere implícitamente a México la potestad de legislar a todo el
{ presentación nacional que da la política, pende únicamente Reino de Nueva España.
del derecho cívico, ó lo que es lo mismo, de la qualidad de Ciu-
{
dadano que las Leyes conceden á ciertos individuos del Esta- La Ley segunda, Título octavo, Libro quano de la Recopila-
{ do".62 Talamantes retomaba así un principio de la teoría polí- ción de Yndias manda que, "en atención á la grandeza y no-
( tica del neoescolasticismo para doblar sobre sí el concepto bleza de la ciudad de México, y á que en ella reside el Virrey,
(' pactista. Para él, si bien la nación tiene un fundamento natu- Gobierno y Audiencia de la Nueva España, y fue la primera
ral, no toda comunidad natural, sin embargo, es una nación. Ciudad poblada de Christian os", tenga el primer voto y lugar
(
Ésta supone, además, una representación nacional, lo cual in- de las Ciudades y Villas de la Nueva España. Esta leyes una tá-
( volucra, a su vez, un cierto orden jurídico. cita declaración, ó más bien un verdadero reconocimiento (Iel
~( Este principio, como señalamos, no era extraño al concep- derecho que gozan para congregarse las Ciudades y Villas del
fC
¡(
da de la idea de soberanía, es decir, de imaginar jurisdicción al-
guna sin un poder dejurisdicción. No obstante, afirmado en e!
do, pue~ de otra manera serían absolutamente
rios el voto y lugar que se les conceden.53
inútiles é iluso-
( contexto de un vacío de poder, cobraría un sentido completa- Talamantes invoca aquí para ello la idea de la preeminen-
( mente distinto. Perdida ya toda instancia de trascendencia (una ciajurídica de México, como capital del reino, que csjuslarncll-
autoridad colocada por encima de la comunidad a la cual de- te lo que, como viInos, él miSlTIO negaría en su rechazo del prin-
<- be gobernar y que constituya su garante último), emergería cipio, allí implícito, de negotiorum gestor. Es entonces también
( concretamente la pregunta respecto de cómo la nación se pue- que su argumento se complicaría, desde el momento que lo
( de representar (autorizar) a sí misma, la cual sc desdobla, a su obligaría a buscar un fundamento no natural al postulado ele
l vez, en la de cómo puede ésta ser origen y resultado al mismo la preexistencia de la nación. La razón para ello, sin embargo,
tiempo de la representación nacional. Vemos así cómo el dis- no es tan sencilla de descubrir. Ciertamente, no es aquí el ca-
(
curso político comienza ya a gravitar en torno de la cuestión so, COfilO en Moreno, de una reacción contra una convocato-
'(
de! pactum soaetatís; empieza a plantearse e! problema de cómo ria a Cortes (la gaditana) que todavía no se había realizado. Es
{ se constituye el propio poder constituyente. Yesto, como veremos, necesario, pues, desandar la lógica de su argumento a fin de
habrá de confrontar a Talamantes con problemas insolubles. descubrir aquellas líneas de tensión que recorren su discurso.
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"-
,~.,
~ 6] [bid.
úr¡Talamantes, "Idea del congreso nacional de Nueva Espaüa - C,UIS;I." all-
iil 62 ¡bid. teriores", en Cenara Carcía, o/). cit., cap. VII, p. 345.
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ra organizarse y regenerar su Código Legislativo.54 respecto de España, para terminar afirmándola, dado que sólo D!f . ;.;,
demostrar por qué "las Américas, sin embargo de ser Colonias, puesto que, de lo contrario, no cabría pensar que las colonias
tienen actualmente representación nacional". Para ello utiliza j pudieran reclamar una representación nacional, para negarla O
,)
el propio argumento de sus detractores para volverlo en su con- de inmediato, dado que, de lo contrario, no existiría la vacatio
tra. Según afirman éstos, no existe tal vacío de autoridad pues- 1 legis que justifIcara su convocatoria. iD
to que, tras la caída del monarca, persisten aún en las colonias ;oJ
sus autoridades delegadas que, como la Audiencia, se encuen-
I ,D-
¿Qué autoridad hay hoy en día en este Reyno -se pregunta-
tran habilitadas a legislar el reino en su nombre. Ahora bien, capaz de alcanzar por sí misma los referidos fines, y de exer-
según muestra Talamantes, esto supone ya el reconocimiento cer tan elevadas funciones? ¿Donde aquel poder que dispen. O
implícito de una potestad legislativa residente en las Colonias. sa, abroga, é instituye las Leyes, que les da fuerza y rigor, ó las Ü
altera según las circunstancias? ¿Han recibido jamas los Virre- ;;)
Considerémos solamente que si la Audiencia de México pue- yes semejante potestad? ¿La han obtenido las Audiencias?
de dictar esas nuevas Leyes generales, ó, lo que es lo mismo, ¿Han podido los Reyes concederla á otro contra los derechos
<0
suplir las Leyes Coloniales, que estan al presente sin uso, con inherentes al Cuerpo de la Nacion?66 O
inmenso perjuicio del Reyno, se inferirá de aquí inmediata- Ú,
mente que si en las Américas ha habido semejante potestad, 0',)
ha habido y hay sin duda representación nacional. Porque ¿no "
•. Encontran10S aquí, finalrncntc, aquel núcleo problemático cosas reservadas á la Soberanía, y que haciéndose sin tal man-
f dato del Soberano, se haría contra su intención y voluntad. 68
que lo obligaba a tomar distancia del principio de negostiorum
'1 gestor que, sin embargo, como vünos, se encontraba en la base
de su concepto. En su casO", no surgió como una reacción a las El punto crítico radica en que, en el propio concepto de Ta-
pretensiones de representatividad de las Cortes gaditanas, co- laman tes, caídas las autoridades delegadas, caía también neec-
mo en Moreno, sino frente a un hecho aun más serio, desde sariamente con ellas la idea de una representación nacional.
un punto de vista conceptual. En Nueva España, aún de mane- Tras estas inconsistencias asoman las dificultades que encuen-
ra más clara que en el Río de la Plata, no existía en verdad un tra éste para concebir ese tipo de autoridad paradójica a la que
vacío de poder. Como señalaba un documento redactado por invoca (la nación), una jurisdicción sin un poder de jurisdic-
los fiscales de la Audiencia que lo juzgaban, la convocatoria a ción (o, dicho con sus propias palabras, una representación na-
un congreso en América era ya, en realidad, un claro descono- cional sin una autoridad que pueda conferir el título de ciuda-
cimiento de autoridades constituidas de modo legítimo de dano sobre la que ésta se funda). En definitiva, Talamantes aún
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no lograría conjugar en un único concepto las nociones de so-
acuerdo con los criterios establecidos, las únicas autorizadas,
:;( beranía y de nación. En esta imposibilidad convergen razones dc
según el propio texto de Talamantes, a hacerl067 Se trataba, en
': ( suma, de un acto decididamente ilegal. índole tanto conceptual como práctica.
l.,,( Desprendida la nación de su fundamento natural y, al mis-
Yla ley 2, tito8., lib. 4, de la misma recopilación de Indias man- mo tiempo, politizada (es decir, arrojada al reino de la contra-
da -"Que esta ciudad de México tenga el primer voto de las dicción), Talamantes no podría ocultar la arbitrariedad de una
ciudades y villas de la N. E. como lo tiene en los reinos de Cas- atribución soberana que se había visto ya minada en su base. El
tilla la ciudad de Burgos, y el primer lugar despues de lajusti- desconocimiento de las autoridades delegadas -como suponía
cia en los congresos que se hicieren (son palabras literales de la idea de vacatio legi>- implicaba que América había sido de-
dicha ley) por nuestro mandato [de los fiscales], por que sin vuelta a su estado de naturaleza primitiva. Pero entonces ya na-
él no es nuestra intención y voluntad que se puedan juntar las die estaría en condiciones ele hablar en nombre de la totalidad
ciudades y villas de las Indias"- Resulta, pues, por una parte social. La. invocación a la nación por parte de un sujeto O gru-
que el mandar a convocar semejantes congresos, es una de las po de sujetos suponía, pues, de un modo mucho más evidente
aun que en el caso de la Audiencia, cuyas pretensiones al res-
pecto Talamantes buscaba combatir, la arrogación ilegítim" dc
67De acuerdo con éste, era el virrey quien debía convocar al Congreso. una representación de que carecían, por definición. y, en efec-
(, "Perteneciendo al Virrey el derecho de convocatoria para este Congreso (por
( residir en él el podcr exccutivo del Monarca quc en la actualidad se halla pcr-
~unalmentc impedido), convocará á los referidos micmbros por medio de fXl "El virrey D. José de Iturrigaray al Real Acuerdo le consulta sohrc el
(, modo de concurrir los ayuntamientos al congreso general: contestación y pc-
una Circular, emplazandolos para determinado lugar y tiempu, cl mas breve
( que sea posible" (iúid.,)-'. 360). Sill embargo, como inmediatamcnte podría climento de los fiscales", en]. E. l-Iernández y Dávalos, l1úlO1ia de/a G1U~mLfle
comprobar (el golpe de Yermo no dcjaría lugar a dudas al respecto), aque- inde/)endencia de México, México, Comisión Nacional para las Cclebraciollcs
l lIa:-;autoridades a quiencs ese autor invocaba se negarían, sin embargo, a ha- del 175 Aniversado de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de l(l Re-
l cerlo. volución Mexicana, 1978, 1,p. 581.
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Elías J. Palti El tiempo de la política 141 r')
140
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to, toda atribución de representatividad a partir de entonces se Esto nos devuelve' a aquel aspecto que todos los matices ne- Ü
cesarios que introdujo Guerra hic.ieron, sin embargo, desdibu- .",.i
vería, en los hechos, siempre cuestionada. Como señalaba en \:,j''¡.,
1812 el impugnador de un "Manifiesto de la Nación America- jar, que consiste, más allá de la supuesta mayor persistencia de o,'
".)1'.
na" firmado por José María Cos, afirmar que "la verdadera na- imaginarios tradicionales, en el carácter revolucionario del pro-
ción Americana somos nosotros" representaba un "abuso de es- ceso a partir del cual se fundarían los nuevos Estados naciona- ('j;1~.
tas voces".69 "Soy americano como vos", insistía, y concluía: "es les. Este mismo hecho obligaba a confrontar una serie de cues- ()
claro, mi doctor que usurpais criminalmente el ilustre nombre tiones que simplemente resultaban ininteligibles en los marcos
de junta soberana de la nación Americana, que no os ha dado, del pactismo clásico, pero que tampoco se plantearían en esos "
ni podido dar tal poder, y representacion "70 años en la península. La nación dejari~ entonces de ser el pun-
De este modo, tras la imposibilidad de pensar la idea de có- to de partida y la premisa en la que descansaba el discurso in- ~.),
\~
mo la nación se representa a sí, la cual, en efecto, es atribuible dependentista para convertirse ella misma en un problema. Y ')
~' :,¡:;
.¡;
,
aún a la pervivencia de imaginarios tradicionales, comienza a e"stodeterminaría una segunda inflexión conceptual de la que <D~
esbozarse, sin embargo, una problemática que ya no lo es. La surgiría un nuevo lenguaje político. Para que ello se produje- .")1"
;
convocatoria a reunirse en un, congreso presuponía, de hecho, ra, sin embargo, sería necesario que antes se minara aquel con-
aquello que se buscaba crear: una voluntad unificada. Se hace cepto cuya emergencia había dado inicio, justamente, a ese O'
manifiesta aquí, en fin, aquella aporía inherente a la idea de proceso de redefiniciones: el de la preexistencia de la nación .~.
,.).,
.:..
un poder ~onstituyente. Yaquí también en con u'amos el pun to que (lo que muestra lo intrincada que puede ser la historia de efec- :)i
tos por los cuales cobra forma un nuevo vocabulario político).
marca la dinámica diferencial entre la península y sus colonias.
Lo que, según Guerra, allí habría emergido tras la caída de la
Ü.t
OJ;
monarquía era, por el contrario, a lo que en América tal hecho
habría puesto fin. El verdadero núcleo que subyace y motoriza Poder constituyente e indecidibilidad o¡
(I.)~
el proceso de reconfiguración de los lenguajes políticos en la
región no es tanto, o sólo, la vacancia del poder, ni tampoco, Es necesario aclarar que el tipo de inflexión que estaba allí 0:~
ciertamente, la lucha contra el ocupante extranjero, sino el produciéndose tenía menos que ver con los cambios en las (,1:
'J~
profundo antagonismo que entonces desgarraría a la sociedad ideas de los actores que con las alteraciones en sus condiciones
local en bandos enfrentados a muerte. Ésta se vería así súbita e de enunciación, las que traducen la serie de desplazamientos "J'
ineluctablemente arrojada al reino de la j)olítica. La guerra con- ocurridos en el terreno de las problemáticas subyacentes, el ti- ()
po de cuestiones a las que aquéllos se verían eventualmente
tra el eneJnigo externo se convertiría aquí en guerra civil, que-
confrontados, y que llevaría a afincar el debate en el plano del
O
brando todo principio de representación. .,j
pactum societatis.
Aun luego de la independencia, la pervivencia de imagina- ,0
rios sociales tradicionales se iba a expresar, en la mayoría de los ,,)
69 "Impugnación de Fr. Diego Miguel de Bringas y Encinas, al manifies-
to qel Dr. Cos",]. E. Hemández y Dávalos, Historia de la GUCTTa de IndejJenden-
cia de México, cap. IV, p. 513.
textos constitucionales surgidos en la primera década revolu-
cionaria, especialmente en las disposiciones relativas a la com-
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.
1
70 [bid., pp. 522 Y 568. posición de la Cámara de Senadores, y que llevaban a la inclu-
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"6';
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r~~ 142
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muestra que el mo.do de definición de la nación no es en ver-
éste debía determinar73 Aquellos propondrían, en cambio, una
.~ ,
representación unificada, igualitaria y proporcional. Como de-
dadel resultado de ninguna elección, sino su presupuesto. És-
ta escapa del alcance de cualquier congreso, dado que su pro-
cía el clérigo insurgente José de San Martín: "Nuestros pensa-
pia conformación como tal ya la presupone. Asoma aquí el
mientos no pueden ser depositarios de la confianza pública si-
fantasma de un fundamento decisionista en la base de toda for-
no en cuanto representantes de la voluntad general de la
mación institucional, aquello, en fin, impensable para el pen-
nación".74
samiento liberal-republicano: el carácter radicalmente contin-
La convocatoria de Iturbide era ya, en verdad, anacrónica.
gente (en última instancia arbitrario) de los fundamentos de
Yello no por cambios en las ideas, sino por el simple hecho de
todo orden político. Lo que evita que esto se haga manifiesto
,e
~ que la noción misma de un poder constituyente se encuentra
es el rápido proceso de naturalización de los preceptos pactis-
ro
•'"!:.
.,~~
.1
',/
inextricablemente asociado al de una voluntad unificada. "Un
tas que entonces tiene lugar: pronto el sujeto-ciudadano pasa-
ría a ser visto no sólo como un modo de definición posible de
~~'U. las identidades subjetivas, sino simplemente como constituyen-
,.1' 71 U;s textos constitucionales pueden consultarse en www.cervantcsvirtual.
v,"
.•. ()
cam/constituciones.
ción aquí suministrJ..da.
Agradezco a Erika Pani haberme provisto la informa- do la "base natural" de la sociedad. No ocurriría así, sin embar-
go, respecto de la otra de las cuestiones planteadas en el docu-
;i~
. 72 Al respecto, véase el interesante análisis que realiza Alfredo Ávila en mento de Talamantes. La desintegración territorial y política
"Las primeras elecciones del México independiente", Política y Cultura ll,
que se produce tras la independencia tendería por mucho
1998-1999, pp. 29-60.
tiempo a desnudar el carácter eminentemente político de los
73 Como señala Ávila, para ellos, "obligar a elegir a cierto tipo de perso-
nas' en' el Congreso le quitaba a éste la libertad necesaria para constituir la modos de delimitación de los Estados nacionales que entonces
nación ". Alfredo Ávila, "L'ls primeras elecciones del México independicnte",
op. cit., p. 47.
,, emergieron.
Como decíamos, la priJl1era de las cuestiones pronto se re- ba un reino claramente distinguible, en el mapa, cuyos miem- '4
solvería en un sentido claramente "moderno". Desde el mo- bros, además, habían hecho manifiesta su voluntad de autogo- .0
. mento en que el consenso había pasado a ser la fuente última bernarse. .)i,
de legitimidad en que se sostenía la autoridad (que es el su- . Mora, en definitiva, estaba persuadido de que los intentos í)
puesto implícito en la idea de un congreso constituyente), la
nación debería aparecer como fundada de manera estricta en
de secesión expresaban meramente una incomprensión del ,)~
sentido del término "nación". .~
lazos libre y voluntariamente asumidos. Hacia 1821, el mexica- i)~
.) ,r
no José María Luis Mora expresaría esto ya sin "hibrideces". El pueblo ignorante, persuadido de su soberanía y careciendo ••. I1
guaje político. La noción plural de pueblos por cierto no desapa- zarse de inmediato. La caída del Primer Imperio que se produjo (J'!;
rece, pero remitirá ahora, sin embargo. no a la cuestión respec- -í
21
U
,
{"
r
El tiempo de la política 147
{" 146 Elías J. Palti
f
poración del "principio del umbral", esto es, la capacidad físi-
f En efecto, entonces se haría evidente que, contra lo que
ca de un estado de sostenerse, tendía a trasladar peligrosamen-
{" Mora suponía, no era en absoluto sencillo justificar por qué
te la cuestión al terreno de los hechos: bastaba que éste demos-
ciertas unidades administrativas mayores conformaban un au-
( trara la capacidad de defender con acciones militares sus
téntico "pueblo" y no así las diversas secciones de que éste se
( reclamos para convertirlos ipso Jacto en legí timosHO Lo cierto es
componía. La propuesta de Mora contenía un tercer criterio
que, una vez consagrado el principio de autodeterminación, no
,( que apuntaba ya en este sentido; uno similar a lo que autores
habría forma de acotarlo sin contradecir sus mismos postula-
contemporáneos llaman el "principio del umbral" (el cual, co-
~ dos: ¿cómo negarles a aquéllos el ejercicio de ese mismo dere-
1110 vimos, se encontraba también presente ya en Talamantcs):
rJ# cho que México había reclamado para sí? Lorenzo de Zavala,
¡i;!' que sólo aquellas que pueden conformar unidades políticas via-
:.,'(
'.
bles podrían considerarse auténticas nacionalidades, dotadas el futuro fundador de la logia yorkina, señalaría la contradic-
de una voluntad autónoma. ción llana con los principios republicanos que implicaba el in-
{
tento de obligar a los estados a permanecer dentro de la fede-
( ración por medio de la fuerza. Como explicaba en su alegato
Pero ¿cuáles son estas condiciones necesariamente precisas pa w
i
mexicano", o/). cit., p. 465. proyectada ", en Cenara Carcía, Documentos históricos ... , C<lp.VII, p. 49.
f U
e J,
G
150
'"T."
(J Elías J. Palti
J El tiempo de la política 151
1°
~,f)
esta tensión vendrá a al~jai'se en el interior de los sistenlas de
referencias conceptuales modernas. Se cierra así el círculo
I to".83 Este argumento, en realidad, no es del todo compatible
con la hipótesis de este autor acerca de que fue, por el contra-
~1J!rJ.. abierto por Talamantes. La diagonal que abre la torsión con-
rio, la incomprensión por parte de la población local (aferra-
F
q ceptual, esa "historia de efectos", por la que habrían de que-
\ da, según afirma, a imaginarios tradicionales) de la idea mo-
,.,'(}
N,} .
r¡-.tf._
brarse los lenguajes tradicionales se desplegaría, como vimos, \'
derna de nación, como una entidad abstracta, horllogénea y
,.,r; a partir del punto en que la representación se desprende de la
unificada (es decir, la idea opuesta a la que refiere en la cita
~,v> figura de un soberano tra~cendente para transferirse a aquella
anterior), lo que impidió la afirmación de los nueVos Estados.
fJ(l
l' . entidad que supuestamente le preexiste: la nación, la cual de-
,! #\' En efecto, la comprobación del origen estrictamente político
:í ('1/ bería éntonces representarse a sí lllisma, dando así origen a un
de las naciones latinoamericanas, que es, de hecho, la Olarca
() nuevo concepto de soberanía (una soberanía inmanente, la
de su modernidad, pero que ahora, para Guerra, constituiría
c'ual se condensa en la figura del poder constituyente). Que-
"e
I!e brado ahora aquel supuesto que articulaba el campo semánti-
su principal déficit, llevaría a una de sus fuentes más citadas al
respecto, Benedict Anderson, a la conclusión opuesta, y a ase-
co conformado por las categorías de pueblo, nación y soberanía,
gurar que en América Latina las "comunidades de criollos de-
110 a saber, el de la preexistencia de la nación, la idea de ésta ha-
,) sarrollaron tempranamente concepciones de la nacionalidad
fO bría nuevamente de desprenderse de la soberanía para rearti-
[nation-ness] mucho antes aún que en la mayor parte de EUTOpa"84
te
~~,
cularse en un nivel superior, lógicamente precedente de reali-
dad social, que no será ya, pues, el del acto institutivo originario
Lo cierto es que los nuevos Estados, una vez instalados, re-
¡(l querirían, pa,a su afirmación, fundarse en principios de legiti-
de ella sino el de sus propias premisas.
!:. midad menos contingentes que los azares de las batallas en las
guerras de independencia o la serie de vicisitudes políticas que
L;>;.~
les siguieron. La lucha contra el pasado colonial se trocaría en-
~. Historia, nación y razón
~ tonces en una lucha no menos ardua por negar (o, al menos,
1!b velar) la eventualidad de sus orígenes como Nación y encon-
Uno de los tópicos tradicionales en la historiografía nacio-
l¡4~t.'<~, trarles basamentos culturales más permanentes. A fin de afir-
nallatinoamericana consiste en asociar la precariedad de los
.~
~~.
mar los nuevos Estados era necesario, en fin, consolidar lo que
f'l, nuevos arreglos institucionales con la modernidad de sus orí-
~."'~ no era más que un patriotismo americanista vago en una "con-
genes. A diferencia de las europeas, cuyos orígenes míticos se
f() ciencia nacional" a la que se subordinaran otras formas de iden-
hunden en el pasado remoto, las naciones latinoamericanas
'0
-.J:: eran, muy obviamente, construcciones políticas recientes y, en
tidad (regionales, de casta, ete.). Surgiría así la idea de que los
,() gran medida, arbitrarias. De modo sugestivo, las corrientes re-
.:0 visionistas retonlarán este mismo patrón interpretativo. Según 83 Fran¡;ois.Xavier Guerra, "Las mutaciones de la identidad en la Améri-
cionales] no podrían basarse en aquellos elementos culturales Para una perspectiva opuesta, véase José C. Chiaramonte, "El mito de lo::;orí-
genes en la historiografía latinoamericana", Cuadernos del Instituto navignani
que en la Europa defInirán después la 'nacionalidad': la len-
2, Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ra-
gua, la cultura,.la religión, un origen común, real o supues- vIgnani",1991.
".)
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152 Elías J. Palti
j El tiempo de la política 153
C)
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des largamente preexistentes cuyo linaje la historiografia res- mos, los ciudadanos- y sí, en cambio, la permanencia de ese J
pectiva habría de revelar. 1¡ otro tipo de comunídades venidas de la historia que claman por ,)
sus derechos ig~orados en el nuevo sistema de referencias".85
Este programa acompañará de manera natural el giro con- \ O
ceptual que comenzaba a producirse en Europa con la difusión ¡ Resulta aquí de nuevo sintomático el hecho de que las co-
rrientes revisionistas latinoamericanas, en su intento de discu- <0
de las filosofias de la historia del romanticismo. Éstas concebi-
rán a las naciones corno organismos que evolucionan siguien- tir los relatos nacionalistas locales, se basen en autores COIno )
do sus propias tendencias inherentes de desarrollo, desplegan- Benedict Anderson y Eric Hobsbawm, a quienes invocan siem- :)
do históricamente aquel principio que las identifica. De acuerdo pre para extraer, en realidad, una conclusión opuesta a la de "')1
aquéllos. Lejos de denunciar su tradicionalismo, lo que esos au-
con este concepto, cada nación tiene su lógica objetiva de for-
mación inscripta en su propia configuración natural. La volun- tores intentan ~s desmontar las visiones nacionalistas revelan- ol
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tad subjetiva puede eventualmente alentar o desalentar deter- do, justamente, cómo la idea romántica organicista de nación ¡],'"
minadas tendencias inherentes suyas; lo que no puede hacer es como una entidad natural y objetiva ("indeliberada" y "perma- ,>
desconocerlas llanamente yprete'lder introducir en ese orga- .\ nente", en las palabras de Sarmiento) es una categoría, en ver-
dad, absoluta y completamente moderna, sin lazos en común con
nismo social un curso evolutivo que no forme parte ya de sus al-
ternativas potenciales de desarrollo. El conocimiento histórico,
la penetración de ese germen primitivo de sociabilidad en que
¡ los modos premodernos de comprensión de la sociedad.
La identificación de! organicismo romántico con el concep-
to organicista de unJovellanos o un Marúnez Marina lleva, en
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¡al"..~
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descansa la comunidad dada, y explica e! sentido de las vicisitu-
des de su curso histórico efectivo, contendria también, pues, las I efecto, a perder de vista el aspecto crucial que distingue ambos
horizontes de pensamiento. La apelación a la historia que pro-
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claves últimas de su gobernabilidad.
ponía el constitucionalismo histórico expresaba, justamente, la
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Dentro de los marcos de los esquemas tradicionales de la ;",\ '
carencia de toda conciencia propiamente histórica. Ésta seguía \',J
historia de ideas, este concepto organicista no puede interpre-
tarse sino como un regreso a un ideal social más propio del An- el viejo ideal pedagógico ciceroniano de la historia magister vi- o;
tiguo Régim-en. El historicismo romántico parece, en efecto, re- tae. Como señaló Koselleck, tal ideal pedagógico se sostiene en ~
trotraer al pensamiento local a un horizonte de ideas muy e! supuesto de la iterabilidad de la historia, es decir, que las mis-
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mas situaciones básicas se reiteran, sólo alterando su escenario.
J.;
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próximo al constitucionalista histórico. Éste provería la m~triz '1 ,
de pensamiento básica que llevaría a apelar al pasado a fin de En definitiva, éste carece de un concepto de la Historia como . ,l;~
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154
f Elías J. Palti
,
El tiempo de la política 155
(
el contrario, pluralidad de historias, las cuales habrán eventual- las teorías [!iistas de la historia natural de los siglos XVII YXVIII.H?
f mente de reiterarse, En fin, lejos de participar de un mismo
( El surgiIniento del pensamiento romántico, por el contrario,
concepto, es este ideal pedagógico tradicional lo que las filoso- se asocia estrechamente al desarrollo de las corrientes evolu-
( fías de la historia del romanticiSlTIO vinieron, justamente, a des- cionistas surgidas a comienzos del siglo XIX y resulta incom-
( mantelar86
prensible desprendido de ellas. Éstas habrán de quebrar la opo-
La interpretación de Guerra, hay que decirlo, es una mues- sición entre evolución y preformación, propia de la historia
(
tra del tipo de anacronismos a los que conducen las visiones di- natural, introduciendo un principio de formación progresiva
( cotómicas propias de la tradición de historia de ideas (en cu- en los procesos genéticos, En este caso, lo que se encontrará
( yos marcos, todo apartamiento del tipo ideal liberal ilustrado preformado, y que garantiza, en última instancia, la regulari-
( "moderno" no cabe pensarlo más que como una recaída en dad de los procesos biológicos y permite la reproducción siste-
una visión tradicionalista, que expresaría la persistencia de pa- mática de las especies, ya no será ningún conjunto de rasgos fi-
{
trones culturales o sociales premodernos). En definitiva, éstas jos, sino el principio de su formación, algo parecido a lo que
( llevan a arrancar los sistemas conceptuales del nicho epistemo- hoy llamamos un "programa genético ".88
( lógico particular dentro de los cuales cobran sentido, estable- Este concepto se aplicará también para comprender la gé-
( ciendo así arbitrarias conexiones transhistóricas. La asociación nesis de las sociedades. Se introduce así un principio de desa-
entre dos conceptos correspondientes a períodos muy distin- rrollo en el plano de la instancia constitutiva de la sociedad (és-
(
tos de la historia intelectual, como el constitucionalismo histó- ta no será el. resultado de un único acto, sino de un largo
( rico y el romanticismo, en una común oposición al concepto proceso madurativo), abriendo, de este modo, un horizonte
( liberal ilustrado que fuera, de hecho, contemporáneo del pri- nuevo de interrogación, extraño por completo al lenguaje li-
( mero, es un claro ejemplo del tipo de problemas que plantean beral ilustrado. En última instancia, la llegada del romanticis-
los análisis centrados en las "ideas", obliterando el sustrato con-
'.( mo vino a llenar un vacío conceptual en el concepto pactista
ceptual que en cada caso les subyace y determina la historici- moderno, permitiendo tematizar aquello implícito en éste, pe-
~ dad de las formaciones discursivas.
ro inabordable dentro de sus marcos: cómo se constituye el
~( En efecto, a pesar de sus contenidos opuestos en el nivel de propio poder constituyente89 Para ello, sin embargo, deberá an-
,.
'':( su discurso explícito (las ideas), el constitucionalismo históri-
,(
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co ("tradicionalista") se sitúa, en realidad, en un mismo plano
epistémico que el pensamiento liberal ilustrado ("moderno");
( 87 Véase Elías]. Palti, La nación como problema.
comparte con éste un mismo suelo categorial. Ambos se fun-
88Véase ElíasJ. Palti, "La 'metáfora de la vida'. La filosofla de la historia
(. dan en una misma visión ahistórica tanto del mundo natural
de Herder y los desarrollos desiguales en las ciencias naturales de la Ilustra-
( como social. En fin, resultan indisociables, entre otras cosas, de ción tardía", Aporias, pp. 133-192.
(. 89 Como scliala Jürgcn Habermas: "Hay una brecha conceptual en la
construcción legal del estado constitucional que invita a ser llenada por una
( interpretación naturalista de la nación. La extensión y los límites de ulla re-
86 Al respecto, véansc Reinhart Koselleck, C1ilica y crnis del mundo Im'-gwF.5,
l Madrid, Rialp, 1965, y "La historia magistra vitae", Futuro pasado, Barcelona,
pública no pueden establecerse sobre la base de criterios normativos. En tér~
minos puramente normativos, no puede explicarse cómo se compone el uni~
;(. Paidós, ]993, pp. 41-66.
verso de aquellos que se unen a fin de formar una asociación libre e igualitari •.l
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156 Elias J. Palti El tiempo de la polftica 157 -:1;'"
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tes minar aquel supuesto que se encontraba en su base y había námico que lleva de uno a otro y que hace a este último una Oif
sido la piedra de toque para la mutación conceptual abierta formación conceptual radicalmente diversa de la primera, pe- :J.}
con la revolución de independencia: el postulado de la géne- ro cuya emergencia habría sido inconcebible sin ésta. 'JI
sis convencional de lo social, con lo que termina destruyendo Lo vísto permite comprender mejor el sentido de la empre- ,í)l
el concepto mismo de poder constituyente. Más precisamente, vol- sa intelectual a la que se abocaría, con éxito desigual, una se- 1'"'"\ Ft
verá a recluirlo en el ámbito estricto del pactum subjectionis, pa- gunda generación de pensadores surgida tras la independen-
'.JI
ra hendir la idea de un pactum societatis y transferirla al plano '~i
cia. Quien mejor la sintetizó fue, en reali.dad, un alemán, KarJ JIl'
de los procesos evolutivos objetivos. Éste vuelve a colocarse, en von Martius, cuando en 1842 definió el programa que habría )~
fin, del lado de la naturaleza, pero esta vuelta sobre sí del len- de presidir al cenáculo de historiadores congregados en torno ~)
guaje político para minar sus mismas premisas no devolverá ya, ,\'
del lnstituto Histórico y Geográfico Brasileño. En Corno se deve
sin embargo, a un contexto discursivo precedente. En parte, J
porque esa misma naturaleza ya se ha transformado, se ha di-
escrever a História do Brasil, Von Martius consagraba la idea de la
peculiaridad de su existencia nacional fundada en la fusión ori-
.,-3
versificado e historizado, albergando pluralidad de temporali-
dades diversas. La ley natural que ahora se invocará ya no será,
ginal de tres elementos raciales-culturales diversos: el indíge-
na, el negro y el portugués. "Estamos viendo", concluía, "un
~1
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pues, aquella genérica humana del neo escolasticismo (que pueblo nuevo nacer y desarroJlarsede 1"
unión y el contacto tiJ ~~
también compartía el primer liberalismo, haciendo autocon- entre estas tres razas distintas. Propongo que su historia evolu-
tradictorio el postulado de la preexistencia de la nación), sino cione de acuerdo con su ley específica de estas tres fuenas con-
()
que remitirá a aquel plan deformación específico a cada organis- vergentes".91 Sobre estas bases se c0l!struiría en ese país una )
mo particular90 En todo caso, la idea de una oposición llana temprana y poderosa tradición historiográfica,92 que alcanza- O
entre iluminismo y romanticismo (atomismo y organicismo) ría su primera síntesis con la História Ceral do Brasil (1854-1857),
pierde de vista el vínculo al mismo tiempo inescindible y con-
J
de Francisco A. de Varnhagen. Allí se revelaria cómo se fue con- <),
flictivo que liga a ambos horizontes conceptuales, el nexo di-
O
91 En Bradford Bums (comp.), Perspectives on Brazilian Histary, Nueva York )i
y Londres, Columbia University Press, 1967, p. 23. "El genio de la historia",
(... ], quiénes deben y 9-uiénes no deben pertenecer a dicho círculo. Desde un ()t
decía más adelante van Martius, "propuso la mezcla de pueblos de la misma
punto de vista nonnativo, los límites territoriales y sociales de un estado cons-
titucional son contingentes [ ... ] El nacionalismo encuentra su propia respues~
raza con razas tan ent~ramente diferentes en su individualidad y carácter fí-.
sico y moral a fin de formar una nueva y maravillosa nación organizada" (ibid.,
f
la práctica a un punto que no puede ser resuelto en la teOlía".]ürgen Haber-
mas, "fhe EurOpea!l Nalion-State -ItsAchievements and Its Limits. On lhe Pasl
24). "Como se deve escrever a história do Brasil" f~e el trabajo premiado por
el Instituto en el concurso realizado a propuesta de da Cunha Barbosa du-
:5.
,,)
and Presem ofSovereignty and Cilizenship", en Copal Balakrishnan (comp.),
Mapping tlJe Nation, Londres, Verso/New Left Review, 1996, pp. 287-8.
rante su 5P sesión de noviembre de 1840. .)i
90 La idea de "plan de fornlación" fue introducida en el siglo XVIII por
92 Para este resullado fue clave la figura de Pedro JI, quien presidiría en
persona las sesiones del IHGB durante cuarenta ~ños, desde 1849 hasta su \0-::
Étienne Geoffroy, fundador de la cristalografía, y padre del famoso biólogo
Geoffroy de Saint Hilaire, quien aplicará ese concepto a la biología en donde
derrocamiento. La del historiador se volvería así una figura panicularmente J
notable durante el Segundo Imperio, dado su acceso directo al monarca,
tendrá larga historia. Uno de sus seguidores, Goethe, usará el mismo concep- siendo éstos normalmente recompensados con títulos de nobleza y altos car-
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to como base para su famoso esclito sobre "la metamorfosis de las plantas".
1 gos políticos. )
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formando un tipo brasileño particular, desprendiéndose pro- en la segunda mitad del siglo XIX se iría difundiendo con ra-
(
gresivamente de su antepasado portugués, y que dotaría a la na- pidez la idea de la existencia de identidades nacionales dile-
{ renciales. Este supuesto pronto se naturalizaría en el discursu
ción brasileña de una identidad definida'"'
.f Es cierto, sin embargo, que en la América hispana (quizá político, pasando a [unnar parte del suelo de sus prclnisas in-
!l:1 con la sola -y notablc- cxcepción de Chile) dicho proycCto cuestionadas. La nación dejaría de aparecer ella nÚSlll<lCUIlIO
se revelaría lnucho lnás difícil de realizar, y sólo de rnanera tar- problema, como una entidad histórica y contingente (y,por lo
día en el siglo XIX habría dc plasmar (aunque en un marco in- tanto, arbitraria, cuyos fundamentos resultan, en úllima inslall-
telectual ya modificado, teiiido por las ideas positivistas). Pero cia, indecidibles) para convertirse en una verdad allloevidente,
ello no resultaría necesariamente de las características de las el principio explicativo último de todo desarrollo histórico. Re-
nuevas sociedades posrevolucionarias. De hecho, la ausencia suelta así finalmente la segunda de las preguntas que tensiona-
de una identidad nacional fácilmente perceptible nunca fue en ron el debate político en las décadas críticas que siguieron a la
sí misma un obstáculo para la creación del tipo de ficciones de independencia, se reabriría, sin embargo, la primera de ellas,
identidad como las nacionales. Pensar esto seria no tanto una aunque ello ocurrirá en un contexto discursivo ya alterado por
'c ingenuidad como aceptar acríticamente lo que el propio rela- completo. Es la idea de un st0eto homogéneo la que habrá de
( to genealógico de la nacionalidad postula. En definitiva, la afir- problematizarse de nuevo, síntoma inequívoco del proceso de
mación revisionista que señala la carencia de fundalllentos cul- socavamiento que venía sufriendo el vocabulario surgido de la
(
turales preexistentes a los nuevos Estados como explicación quiebra del vínculo colonial. Comenzará así a esbozarse lIna
( nueva mutación conceptual. Las re definiciones operadas en tor-
última de su precariedad, en realidad, no hace sino afirmar, por
( no del campo semántico articulado a partir de las categorías ele
la negativa, aquello que niega por la positiva. Es decir, presu-
( pone la validez, en principio, del esquema explicativo naciona- opinión pública, razón y voluntad nos permitirán observar más en
lista-culturalista, lo que revela hasta qué punto la visión revisio- detalle la estructura básica que definía a ese vocabulario, y có-
(
nista de la historia político-intelectual latinoamericana no es mo ésta se iría minando hasta por fin dislocarse, abriendo así
:'( un horízonte conceptual ya por completo extraño a aquél, pe-
.. sino la contracara invertida de la nacionalista .
:; ( ro no por ello menos inherentemente "moderno".
Por otro lado, tampoco alcanzaría a explicar cómo fue que,
';( aunque los supuestos condicionantes culturales últimos no se
(. alteraron en lo esencial, puesto que se trataría de un sustrato
innlutable, por definición, se iría eventualmente imponiendo
, <. en los distintos países un poderoso sentido de la nacionalidad,
<. que terminaría subordinando efectivamente otras formas de
{ identidad. Lo cierto es que, más allá de las dudas y diferencias
( que inevitablemente subsistirán respecto de cuáles serían éstas,
(
l 9~ Francisco A de Varnhagen, HistÓTia Geral do Brasi~San Pablo, Editora
l Universidade do Sao Paulo, 1988.
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--,....)''.
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Opinión pública / Razón / .)
Voluntad general :)
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sador mexicano (su seudónimo preferido), la opinión pública
aparece como una suerte de reservorio de máximas consuetu-
dinarias trasmitidas de generación en generación mediante el
J'e
;f-'.
1 Esto es, la idea de ésta corno una suerte de tribunal neutral que, tras
evaluar la evidencia disponible y contrastar los distintos argumentos, accede,
idealmente. a la 'Verdad del caso". Ya A1cxis de Tocqueville señaló la impor-
ejemplo ("consuetudo est altera natura", decía);5 en fin, una doxa
o saber social compartido en que se encarna aquel conjunto de
:FC'
~.~. principios y valores morales donde descansa la convivencia co-
:~é tancia que tuvo la cultura jurídica en la emergencia del concepto moderno
de la opinión pública. "Las cortes dejl.lsticia", decía, "fueron mayormente munal. En ellos se condensa, a su vez, una inclinación al bien
~c
.~
,responsablcs de la noción de que todo asunto de interés público o privado
s~a sujeto a debate". Alexis de Tocqueville, Old Regime and Revolutioll, Garden
innata en el hombre, se hace manifiesta su naturaleza racional.
El error, por el contrario, expresa una desviación de las sanas
~,
City, Nueva York, Doubleday, 1957, p. 117. Sobre los orígenes de ese conccp-- cost.umbres, product.o de una mala apreciación de las normas
to, véanse Keith Michael Baker, Inventing the }rench Revolution. Essays onFrench
sociales, o bien de alguna perversión congénita (como el egoís-
Political Culture in the Eighteenth Century, Nueva York, Cambridge Univcrsity
mo, la codicia, et.e.). Pero ést.esólo puede afectar a los hombres
Press, 1990; Roger Chartier, Espacio público, critica y desacralización en el siglo
XVllJ. Los orígenes culturales de la Revolución Francesa, Barcelona, Gcdisa, 1995,
Y Jürgen Habemlas, The Structural TransJonnalion oflhe Public Sphere. An lnquiry
into a Category o/ Bourgeois Society, Cambridge, The MIT Press, 1991. léxico de la época muchas expresiones (entre otras, las de eJprit /JUblic) cuyos
2 Esta hipótesis se encuentra desarrollada en Elías]. PaIti, La invención de
sentidos son próximos y que la noción misma aparece marcada por cierta mn-
una legitimidad. Rilzón y retórica en el pensamiento mexicano del siglo XIX (Un estu-
bigüedad". Verdo, "El escándalo de la risa, O las paradojas de-la opinión en
dio soln-e las /ormfL5 del discurso político), México, FCE, 2005.
el período de la emancipación rioplatense", en Guerra y Lempériere
3 Ensu contribución a Los espacios públicos en lbcroamérica, Genevieve Ver-
~ (coords.), Los es/mcios públicos en lberoamérica, p. 225.
,~.
:~~
~o scúala que "La noción de 'opinión pública' en el momento de su apari. 4 Annick Lcmpériere, "República y publicidad a finales del Antiguo Ré-
ción -es decir, en la últimas décadas del siglo XVIII, al desencadenarsc las rc-
;Q v~luciones liberales- no se define fácilmente. Los estudios de Michael K.
gimen (Nlle~a E~paña)". en Guerra y Lempérierc (coords.), op. cit., p. 63.
~ [;José Joaquín Fernández de Lizardi, "Educación", El P0Sador Mexicano
~~ Baker (sic) y Mona Ozoufsobrc el caso francés mues~ran que coexisten en el
.
~~
~G
t" • .
(2/1/1813), en Obras, México, UNAM, 1968,111, p. 107.
~o
U
I
/)"
.')
164 Elías J. Palti El tiempo de la politica 165
O
considerados de manera inaividual;6 nunca puede convertirse verdad!, hoy se verá vuestra excelencia en mi pluma un mise- :)
en principios de conducta socialmente compartidos. Los escri- . rable mortal, un hombre como todos y ~n átOlno desprecÍable 01
tos de Femández de Lizardi revelan una confianza, si no en la a la faz del Todopoderoso. Hoy ~e verá vuestra excelencia un :)
probidad de los ciudadanos como individuos, sí en el sistema hombre que (por serlo) está sujeto al engaúo, a la preocupa-
de los controles sociales que protegen y preservan a los suje- ción y a las pasiones.9 O
tos de las pasiones, las cuales en privado pueden desplegarse
;)
con libertad. De allí el consejo de "el coronel" a su hija, Pru- Los funcionarios no son, pues, más que individuos y,como ').
denciana, en La Quijolita y su prima, de que evite el contacto tales, víctimas de las pasiones y los in'tereses personales; suscep-
tibles, en fin, de errar ("todos los que nos gobiernan y han go-
O
con los hombres en privado, dado que, "cuando no tenemos ,)
testigos de nuestras debilidades", "las pasiones no se pueden bernado son hombres, receptáculos de vicios y virtudes", de-
sujetar a la razón"7 En fin, como sei1alaba Lempériere, sólo la cía).1OAl error de los individuos, que .es ahora también el de O
publicidad de las acciones haría posible distinguir el bien del un poder despojado de sus misterios y dignidad, Fernández de ")
mal (la falsa virtud, decía Fernández de Lizardi, ~'nopuede ser Lizardi opone aquí las verdades colectivas (sociales), en cuyo O
. constante" y, al final, siempre se descubre) 8 representante se erige. La opinión pública se instituye así co-
:)
Sin embargo, aquel autor introducía un giro fundamental • mo un reino de transparencia enfrentado al ámbito de la oscu-
O
I
en este concepto desde el momento que en nombre de esta ridad de los sl~etos particulares (en el que se incluyen aJos fun-
opinión pública interpelaba a las propias autoridades colonia- cionarios reales). Y ésta raramente erraba: O
les. De este modo las colocaba en un pie de igualdad con el res- )i
to de los mortales; borraba el/Jathos de la distancia que le con- La opinión pública, por lo común, siempre es certada [sic],
Ql't
fería su dignidad y que emanaba del arcano (la posesión de un porque como al hombre le es innato apetecer el bien y huir
saber inaccesible a los comunes súbditos). Como puntualiza en del mal, se sigue que, queriendo el bien de todos, los más lo
un panfleto dirigido al virrey Venegas: saben distinguir y casi siempre es buena la opinión pública.] 1
~
Hoyes cuando los aduladores andarán quebrándose las pier- La opinión pública, instituida como el lugar de la Verdad,
nas por subir a la cumbre bil,artita [... ] Pero ¡oh, fuerza de la aparecía aquí también como el ámbito de la moralidad, enfren-
tado a un poder que, si se hurtase a la vista del "ojo público",
gm, ',,;
6De allí deriva la sociabilidad natural del hombre. "Esta necesidad [de Jt
l'
.
,~
reunirse en socieda~l]se funda", decía Suárez, "en el hecho de que el hom- 9 JoséJoaquln Fernández de Lizardi, "Al Excelentísimo Señor Don Fran- J'..
'1., ~
bre es un animal sociable, que exige por su propia naturaleza una vida social cisco Xavier Venegas", El Pensador Mexiwno (3/12/1812), en Obras, 1II,pp.
y de relación con otros hombres. [ ... ] Pues los hombres, individualmente 8>}.84.
.J;
considerados, difícilmente conocen las exigencias del bien COmlln, y rara vez 10JoséJoaquín Femández de Lizardi, "Pronósti'co politico de EIPensador
lo desean por sí mismos". Francisco Suárez, De legibus, lib. J, cap. 11I,p. 57. Mexicano y explicación de otro igual que escribió en el año de 18]4"
<)1::.
7 JoséJoaqulll Fernández de Lizardi, La QuiJotita)' su prima (1818-9), Mé- (12/5/1824), en Obras, XII, p. 664.
~y
xico, Porrúa, 1990, p. 211. 11 José Joaquín Fernández de Lizardi, El hermano del jmico que cantaba la J.
8 lmd., p. 206. victoria. Periódico /Joliticoy maral (1823), en. Obras, \:' p. 64. '.J..f¡'..;
~,!'
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~ ('Jir".~
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"."1:,).;(\
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166 Elías J. Paltí l
I El tiempo de la política 167
,~
Elías J. Palti El tiempo de la política 169
168 t},
Encontramos aquí un primer punto de inflexión a partir núcleo problemático inherente a todo sistema de gobiemo pos-
del cual habría de desplegarse un nuevo lenguaje político. La tradicional (y que ninguna teoría política habrá de resolver).
Verdad ya no resulta inmediatamente visible, ni la virtud un meo. En efecto, el aspecto crucial que la crisis abierta tras la in-
ro dato, sino algo que debe lograrse de manera esforzada, en dependencia plantea es que ésta resultaría demoledora no só-
su lucha permanente contra las certidumbres aceptadas de mo- lo del supuesto de la trasparencia d<;las,normas que gobiernan
do atávico. La opinión pública deja, en fin, de aparecer como la sociedad, sino también de la idea de su trascendencia (objetivi-
la premisa para convertirse en un resultado de la politiha (en- dad). El Plan de la Constitución política de la Nación Mexicana ha- r)
tendida como publicidad); ésta eleva la pura opinión subjetiva ce manifiesto ya el tipo de problema que esto genera. Q,.~
"
(doxa) a convicción racionalmente fundada (ratio) ,15 convierte :Ji
la mera opinión en "opinión pública" ("la opinion pública", de- A la época en que una nación destruye el gobierno que la re-
gia, y establece otro que la subrogue, los pueblos, viendo que
O;
cía El Observador, "es la voz general de todo un pueblo convencido de
una verdad, que ha examinado por medio de la discusion") 16 son obra suya las creaciones políticas, comienzan á sentir sus fuer- O:
Se incorpora de este modo un nuevo ámbito al reino de la zas, se exaltan y vuelven dificil es su administracion. Las volun- ()
política. Son los propios sujetos los q.ue deben ahora dictarse a
sí mismos las normas que habrán de regir su vida comunal. Lle-
tades adquieren un grado asom-broso de energía, cada uno
quiere lo que juzga mas útil: todo tiende á la división, todo
O¡
...., ..
gamos así a la segunda re definición fundamental que se pro- amenaza destruir la unidad. 17 v~
duce en el concepto lizardiano, y que señala aquel punto de fi- OJ'
sura en torno del cual girará todo el pensamiento político
subsiguiente. La idea de la inmanencia de las normas (la inexis-
El modelo jurídico de la opinión pública nace, en fin, de la
crisis de aquel doble supuesto en que descansaba el concepto de Üi
O~
tencia de Dios o autoridad superior alguna que pueda confe- Femández de Lizardi de la opinión pública: la transparencia y la
rirlas) será, en efecto, la que abrirá las puertas a la poli/ización
o¡
de la propia esfera pública (en el concepto lizardiano la políti- O~
ca, como vimos. se veía reducida a una cuestión, en última ins- 17 "Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana" (1823), en. O,
Lilian Briseño Senosiain, Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la To-
tancia, puramente ética), y también en la que se condensará el
ne (comps.), La independencia de México. Textos de su 1tistan"a,México, SEP/Ins-
Ü
tituto Mora, 1985, 1II, p. 87 (énfasis agregado). D~I mismo modo, para ElÁgui- '0
15 Como señala Baker, "por largo tiempo sinónimo de inestabilidad, flui- la Mexicana, que publica por p¡.imera vez en español los Sophismes anarchiques ,)
dez, subjetividad, la noción de opinión ahora se estabiliza por su conjunción de Bemham, el origen de la inestabilidad que afectaba a México radicaba en
con el término 'pública', aumiendo así la universalidad y objetividad de la "el abuso que se hace del derecho que tenemos de observar las operaciones <)
del gobierno. Cada individuo ve á su modo la marcha de aquel". "La opi-
chosepubliqueen el discurso absolutista [... ) La universalidad y objetividad de
nion", El Águila Mexicana (14/]0/1824), ]83, p. 4. Según denunciaría luego
'U
la opinión pública son consulUidas por la razón n. Keith Michael Baker, lnven-
ting the French Revolulion, p. 194.
Ellmparcial, "si cada individuo de una sociedad tuviera derecho para revolu- 'J
16 "Discurso sobre el modo de formarse la opinion pública", El Observa-
cionarse contra el gobierno que cree defectuoso, estaría esta sociedad en es- '.J
tado de guerra permanente". EllmparcialI.l (18/6/1837), p.l. Sobre los pro-
dor, Ji época (2/1/]828), IIl, p. 370. El Observador era el diario dirigido por
blemas que acarrea la idea de soberanía individual dentro del concepto
I,J,
Mora que servía de vocero de la logia escocesa. Los textos doctrinales que és-
te contiene básicamente reproducen ideas aparecidas originalmente en ElEs- contractualista, véase W. R. Lund, "Hobbes on. Opio¡on, Private Judgement (.J ,
and Civil War", History o/ Political Thought XIII. 1, ] 992, p. 67. l'
pectador Sevillano, de Alberto Lista. 'J;
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01
170, Elías J. Palti
El tiempo de la política 171
~~,
go de las interpretaciones se prolongaría de modo indefinido
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sin un anclaje de objetividad que permitiera saldar las diferen-
tenta presupone la controversia, la divergencia de opiniones.
Sin embargo, la persistencia de una visión holista de la socie-
I
cias y alcanzar un consenso asumido de manera voluntaria. El
dad, propia de las tradiciones corporativas medievales, deriva-
resultido sería, en tal caso, algo muy cercano al "estado de na-
rá en un rechazo a toda forma legítima de disenso.
le turaleza".hobbessiano (al que sólo podría poner término la im-
~c
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e
174
,I,{¡ de l~ opinión pública.25 Como vimos, sin al menos una instan- no pueden numerarse las materias políticas que en un sistema
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~~i cia de Verdad, la cual es, por definición, trascendente a las opi- libre pueden esclarecerse por los escritos públicos ... Es estas
r¡~'fl
k- , niones, dicho concepto no podría articularse. No obstante, es disputas se profundizan o acendran las verdades beneficiosas,
'~ i.
7-,.. " cierto aún que ésta resultaba, a la vez, destructiva de aquéL En y si se quiere dárseles el nombre de partidos. éstos son nece-
'"[; última instancia, la historia de! concepto de opinión pública es sari?s y provechosos.26
f{$
re •.
, menos la marcha tortuosa hacia el descubrimiento de su "ver-
dadera" noción (la que actúa como un telos hacia el cual ésta Para Mora, los únicos "partidos provechosos" eran, pues, los
rf) partidos sabáticos que, como el dios de los escolásticos, podían
". tiende,'o debería tender) que e! de los diversos intentos de con-
i (), frorltaresta aporía constitutiva suya, el tanteo incierto en un te- dictar constituciones pero, una vez creada su obra (aun cuando
1_
t~ no fuera el mundo perfectamente ordenado de una vez y para
rreno en que no hay soluciones válidas preestablecidas.
if.U
",#'1 Un primer modo característico en que el pensamiento libe- siempre de la Creación), debían abstenerse de intervenir lue-
I¡'V
ral intentará resolver esta con tradicción consistirá en estable- go en su marcha, y limitarse a tratar cuestiones adlninistrativas,
%'0 fiscales, etc, evitando de manera escrupulosa las propiamente
:f
r..e
cer una distinción de niveles de legislación. Por ésta habrá de'
políticas, esto es, las relativas a las normas constitucionales, pues-
diferenciarse de manera tajante la esfera de los principios cons-
~i,t.
"'" titucionales fundamentales de la de los actos de gobierno. Só- to que éstas eran el fundamento y la precondición de la vida
:.", '.
lo los segundos podrían ser objeto legítimo de controversia. No comunal.27 "Sialguna ley hay en la sociedad universal y obliga-
así los primeros, puesto que ellos proveen el marco dentro del
cual ésta es posible. Como señaló, nuevamente, Mora:
'e plísimo de combate está en las rnedidas de admit:Iistracion, en que los "partidos" legítimos fueran sólo aquellas formaciones circunstanciales
que se creaban de manera espontánea en tomo de cada cuestión específica.
:1',.01'\
l.••• Toda otra organización más permanente, como lo que nosotros entendemos
1".-,
'f'e
. '" _•. 25 Bakcr señala c1ar..lmentc esto en la cita que sin'e de epígrafe al presen.
te capítulo.
por "partidos" (yen esa época se solía llamar "facción'"'), era necesariamente
vista como pel-versa, pues tendía a contaminar los debates con adhesiones fi-
jas (o relativamente estables en el tiempo, como supone cualquier "partido",
"e
'le
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176 Elías J. Palti El tiempo de la política 177
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toria, es el código fundamental", aseguraba; "una Constitución
O'
de acuerdo co.n ese concepto, en el ámbito de las normas cons-
es nada evidentemente si no es la ley de todas las otras".28 De titutivas fundamentales la voluntad de acordar de los sujetos no O
allí que, según decía, "nunca una constitución nueva se ha (ya] puede ser sino unánime, puesto que lo contrario obligaría a O
escrito sino sobre ruinas y cenizas de la nadan que la dicta".29 forzar a los remisos a hacerlo, involucraría necesarialnente un J
LOS fundamentos últimos del orden legal (el nomos constituti- acto llano de violencia, el cual teñiría al orden resultante con
.)
va) aparecen así como un orden objetivo, algo dado. Éstos no una mancha ineliminable de ilegitimidad.
,)
aceptan Inás que consensos unánimes. Este postuh,do, de hecho, sólo retoma una vieja máxima,
En definitiva, reemerge aquí la cuestión de la rigidez cons- establecida por Aristóteles en su Retórica (1354'.b), donde mos- O
titucional, que tanto preocupó a los constituyentes gaditanos. traba cómo los valores y normas fundamentales que constitu- ,r....
.'..J
El desdoblamiento en el concepto de la ley que introduce Mo- yen la vida comunal, que es la precondición para toda delibe-. ()
ra, el tipo de "unanimismo" que perseguía, no buscaba más que ración pública, no pueden, sin contradicción, volverse ellos
poner los preceptos constitucionales a resguardo de las contro- mismos materia de debate público. Éste dice que sti tratamien-
.~
versias, puesto que, de lo contrario) no se podría evitar el peli- to es, en todo caso, una cuestión filosófica, no retórica. Los pro- :)
gro de un deslizamiento a la anarquía. El punto es que tal des-
doblamiento, más que contradecir el concepto pactista moderno,
blemas políticos en una sociedad comienzan precisamente
cuando.la retórica (la deliberación pública) rebasa S¡lS límites
J¡
:)j
representa su premisa.3D Como ya había advertido Rousseau, inherentes y se introduce en el ámbito de los valores y normas
~~.•..
fundamentales. Sin embargo, una vez que esas normas han per-
dido su carácter trascendente p~ra convertirse en creaciones 0'-
en el sentido moderno delténnino) determinadas por relaciones extrañas al
. punto particular en debate, y que, por lo tanto, ningún argumento racional
humanas (siempre contestables, por definición), ya no sería po-. O
sible poner diques al avance de la retórica (el ámbíto de la con-
podía torcer (dicho en la terminología de la época, desplazaba las "cosas"-y '::>
("\
la búsqueda de la "verdad de las cosas"-,- para dar la primacía a las "perso* ..
J
nas"). Ésws, en síntesis, halian la idea parlamentarista absurda; el Congreso
bien podría, en lal caso, reemplazarse por una comisión negociadora forma- sición entre una 'Justicia procedimental" (según se alega, ideológicameme J
da por los jefes de partido. De acuerdo con este concepto, la máxima hoy uni- neutra) y una 'Justicia substantiva". Para lOmar el ejemplo de un amor de in- ,)
versalmente aceptada de que a la política republicana le es inherente la opo- disputados títulos democrálicos,jürgen Habennas, éste, siguiendo este mis-
sición entre partidos represema un éontrasentido. Lo cierto es que allí donde mo razonamienlo, señala en Faktizitiit und Geltu.ng que toda crílica al orden
')
los historiadores de ideas creen percibir un residuo tradicionalista sería, en
realidad, en donde la e1iLelatinoamericana era más completa y coherente-
eSlablecido debe hacerse a través del medio legal. La Ley se coloca así por enci-
ma de la voll;lnlad de los sujelos. Al entrar en sociedad, éstos, según dice,
JI
.)~
mente "moderna". abandonan su derecho a usar la coerción y lo transfieren a la autoridad le-
28 "Discurso sobre las leyes que atacan la seguridad individual", El Obser- I gal. El único derecho qm: conservan, afinna el aUlor, es el de renunciar a su
/)'~
I
vador, 1! época (8/8/1827), en José María Luis Mora, Obras sueltas deJosé Ma- pertenencia a una comunidad dada, esto es, el derecho (l ernigrar.Jürgen Ha- j
ria Luis Mora, ciudadano mexicano, México, Porrúa, 1963, p. 516. bermas, Between Facls and Nonns. Contributions to a Discoune Theory o/ Law llnd
29 "Discurso sobre los caracteres de las facciones", El Observador, Ji! épo- Democracy, trad. de William Rehg, Cambridge, The MIT Press, 1996, pp. 124- Ü
ca (17/10/1827),11.6, p. 183. 5. Para un análisis de esta obra, véase Elías J. Paiti, "Patroklos' Funeral and ,)
30 ÉSle habrá así de reiterarse, mediante dislinl<ls formulaciones, entre Habermas' Sentence. A Review.Essay of Faktizitiit und Geltung, by Habermas",
los más diversos aUlOres (tan lO liberales como cOllsel-vadores) y se reprodu- Law & Social Inquiry lV.23, 1998, pp. 1.017-1.0.43 (hay versión en español en (')1!
ce también en los filósofos políticos contemporáneos en la forma de la opo- EHa, J. Palli, Apmias). :.)
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(1 178 Elías J. Palti El tiempo de la política 179
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trover$ia). Lo cierto es que la profundización de la crisis polí-
tica haría colapsar de manera constante también esta distinción
del Antiguo Régimen. De nuevo también, cuál de ambas inter-
pretaciones opuestas es la correcta resulta indecidible a Iniori.
~,v (las alteraciones constitucionales, de hecho, habrán entonces En todo caso, si bien ambas son, en principio, factibles, las dos
t,!:(l de sucederse), y junto con ella todo el concepto liberal-repu- pierden igualmente de vista el núcleo problemático quc subya-
¡~#!'I blicano ("moderno", para Guerra; 'Jurídico", para nosotros)
rt~~ ce al campo semántico constituido por las categorías aquí en
fe habría' de desmoronarse. discusión: el vínculo inescindible y conflictivo entre razón y vo-
¡ti luntad sobre el que se funda la noción moderna de opinión pú-
.1
.~(l
, Razón contra voluntad general: la crisis
blica. Una afirmación de Joaquín Varela ilustra las equivocida-
des que articulan dicho campo .
:¡' el' del modelo jurídico de la opinión pública Repasando los problemas que le plantearía al primer libe"
'(1' ralismo hispano el intento de conciliar la invocación a la histo-
il () Para trazar la crisis del concepto jurídico de la opinión públi- ria con la c0!1vocatoria a aquello que, de hecho, representa su
ca, que daría lugar a la emergencia de un nuevo lenguaje polí- negación,- el congreso constituyente, en e1 que viene a encar-
e tico, al cual denominaremos el concepto estratégicode la sociedad narse Yaotra soberanía, que no es la que emana del pasado, Va-
e civil, no basta con trazar los cambios que el término sobrellevó. reJa trata de matizar tal supuesta antinomia señalando cómo,
(l Es necesario, de nuevo, observar cómo se fue .descomponiendo para los liberales, "La Historia y la Razón (y la Voluntad) dc-
un determinado calupo semántico. En este caso es necesario bían equilibrarse mutuamente".32 En efecto, si bien la raZón
()
analizar cómo se reconfiguró el sistema de las relaciones recí- emerge como la nueva soberana, ésta, si quería ser efectiva, no
~tO procas entre los conceptos de opinión pública, razón y volun" podría simplemente desconocer los datos de la realidad. En la
~9 tad general, en función del cual el primero tomaba su significa- afirmación de Vare1a se encuentra implícito, sin embargo, un
'ro do. Y esto nos devuelve a la cuestión del unanimismo.
Guerra encuentra e! sustento ideológico de las tendencias
problema mucho más serio -inabordable, para el primer libe-
ralismo-, el cual se revela en el paréntesis dentro del que apa-
~
It unanimistas en la doctrina de la soberanía de la razón. Sin em- rece en la cita la expresión ''y la Voluntad".
,II bar"gol en este punto vuelven a descubrirse las vacilaciones ar- Si la cuestión de la relación en tre razón e historia ocupará
gumentales. Mientras que en México: Del Antiguo Régimen a la de manera central los debates que agitaron al primer liberalis-
Revolución afirmaba que en la invocación a la soberanía de la mo, éstos tenían ya implícitos, sin embargo, una premisa no te-
razón como opuesta a la voluntad general yace el rasgo "funda- matizada: la identificación llana dc la razón con la voluntad. Se-
,.In mental de la política contemporánea",31 en Modernidad e inde- gún surge de! propio concepto forense de la opinión pública,
i$i.'I pendencias, en c~mbio,aparece ya, como vimos, como la expre- la voluntad general es tal sólo en la medida en que se encucn-
"10 sión de los resabios de una visión holista de la sociedad, propia tra racionalmente fundada. De lo contrario, no podría esperar
(}
;1"9
superar la condición de una suma °
convergencia accidental
11'0
(O :11 Respecto de esta interpretación original de Guerra, véase Elíasj. Pal-
~\:
~" .
ti, "Guerra y Habermas. Ilusiones y realidad de la esfera pública latinoameri-
cana", en Salmerón y Pani (coords.), Conceptuarlo que se ve, pp. 461-483.
32 Joaquín
constitucionalismo
Stlance~Carpegna Yarda, La teona del Estado en los orígenes del
hispánico, p. 172.
. .,.;
O,
¡ <0
180 Elias J. Palti El tiempo de la política 181
), .:)
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voluntad general y opinión pública, con lo que este último tér- bilidad de sus premisas al contexto latinoamericano, dando lu- ,,"\:~
, ..J11
mino comenzaría a perder su sustento como núcleo .articula- gar a las famosas "desviaciones". No es así como ocurren las mu-
dor de un lenguaje político característico. La idea de una esci-
j
taciones en la historia intelectual. En todo caso, la verificación
sión entre razón y voluntad haría nacer una serie de dilemas de "desviaciones" de sentido no explica aún cómo pudieron
r)
frente a los cuales el vocabulario entonces disponible no con- .', eventualmente articularse, desde el interior dicho vocabulario, ,)
tenía respuestas posibles, (si la opinión pública puede eventual- ideas que escaparían, sin embargo, a su universo de discurso. ,,'"\l!'
~,f
El caso que analizamos es un ejemplo. En la medida en que ,O,..• ~ ...
tí,
constituye su premisa, ninguna comprobación podría refutar ,'" J
33 "Si la voluntad se arroga la supremacíaen la tierra, que no compele
/..; ,.\
la idea de la identidad entre razón general y voluntad general. ~
sino a la razón general", insistía Alberdi, "no debemos felicitarnos menos,
'.' En los marcos del modelo forense, esto resulta, como dijimos, lC):
puesto que la voluntad general no irá más allá de la razón general. La razón
y la fuerza (hablo en grande) son dos hechos que se suponen mutuamente.
sencillamente inconcebible. Para la elite latinoamericana del (Ji
Quitad la fuerza, acabará la razón; quitad la razón, acabará la fuerza" Uuan período, el hecho -que para muchos será, en efecto, eviden- '''\
~J 1
Bautista"Alberdi, Fragmento preliminar al estudio del derecho, Buenos Aires, Bi- te~34 de que en la región la voluntad de los sujetos contradiga
.),
bias, 1984, p. 269). Lo cierto es que, en los marcos del modelo forense, la for- de manera permanente lo que dicta la razón de ningún modo • l.
mación de una "opinión pública" moviliza siempre un cierto saber. En pri- cuestionaría dicho supuesto. Sólo probaría que no se había ¡-'Ii
mer lugar, ninguna voluntad mayoritaria podría declarar legítimas leyes '""'J"
constituido aún una auténtica voluntad general (la que, en efec- •)\1
contrarias a principios universales de justicia. "La voluntad de un pueblo",
deCÍa el argentino Esteban Echevenía, 'Jamás podrá sancionar como justo lo
to, no puede sino fundarse en la razón), ya sea por impedimen- \
"J't,:
-l'i
.'
que es esencialmente injusto" (Esteban Echeverria, Dogma socialista, Buenos
Aires, Jackson, 1944" p. 146). Existiría, pues, una normatividad objetiva que
tos subjetivos (falta de ilustración, prejuicios culturales de sus
(Uf
)
es necesario conocer. En segundo lugar, ningún pueblo puede tampoco de- ('1" ~
,.
cidir soberanamente ser algo distinto de lo que realmente es o puede even- 34 Esta idea puede hallarse ya en en los albores de la independencia. En .)
tualmente lIeg-ar a ser, pretender violentar su constitución orgánica. La fol'. su Ma1li[zesto de Carlagena (1812), Simón Bolívar, por ejemplo, comentaba que
mación de una opinión pública no es, en definitiva, sino el mecanismo de
,j
"todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mis-
autodescubrimiento comunal, de los principios que determinan su índole mos y ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes políticas que te)
particular. "Una nación", decía Alberdi, "no es una nación sino por la con-
ciencia profunda y reflexiva de los elementos que la constituyen" Ouan Bau-
caracterizan al verdadero republicano". Simón Bolívar, "Manifiesto de Carta-
gena ", en José Luis Romero y Luis Alberto Romero (comps.), Pensamienlo po--
(J
tista Alberdi, Fragmento preliminaJ~ p. 122). lítico de la emancipación (1790-1825), Caracas, Ayacucho, 1977, 1, p. 133. ':)
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,.0 182 Elías J. Palti
El tiempo de la política 183
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o 'miembros) u objetivos (su sujeción a redes corporativas o clien- Más allá de cuál fuere e! criterio adoptado, las soluciones a
(j telísticas que le impedían manifestar libremente su voluntad). 35 I tal dilema pasarán de manera inevitable por la introducción de
una distinción entre voluntad general y voz popular. De este
'o
En definitiva, la crítica que afirma la inadecuación de dicho
vocabulario a la realidad local de ningún modo cuestiona tal vo- I
e, modo se salvaría el concepto de opinión públi'ca como tal, re-
e
.~:~ cabulario; por el con trario, se sostiene en sus mismos supuestos cluyendo las contradicciones halladas a un plano estrictamen-
"'y. y'se despliega a partir de sus propias categorías. Sin embargo, te empírico, pero al precio de demoler otro de los supuestos
1i•.••
",U
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',,;.t'l,.
por debajo de esa crítica aflorarían problemas mucho más se-
rios que terminarían, de hecho, poniendo en crisis ese lengua-
je, Partiendo de la premisa antes mencionada, distintos autores
II
que se encontraba en su base.
Si bien, según señalamos, el modelojurídico de la opinión
pública, a diferencia de! concepto tradicional de ésta, no exclu-
j:<l se esforzarían por precisar los atributos que distinguen a una ye ya la contingencia (el error), es decir, ya no aparece sólo como
e auténtica opinión pública de la mera voz popular, Para el mexica- lo opuesto a la Razón, como en Femández de Lizardi, sino corno
e no Mora, por ejemplo, es el lento proceso de formación que un momento necesario en su constitución (el momento "repu-
blicano" por excelencia, puesto que es el que hace necesario e!
e conlleva y le permite alcanzar, a diferencia de las meras creen-
cias, el grado de consistencia que le provee su sustento racional .:.- debate), tal inscripción de la contingencia en el concepto de la
e y que hace posible un ordenamiento institucional regular. política permite, al mismo tiempo, mantener la oposición funda-
c. mental sobre la que descansaba también el pensamiento de éste:
e Esta regla segura nos debe servir para dar su justo valor á esas aquella entre lo público y lo privado como ámbitos respectivos
de la razón y de las pasiones.37 Todo e! modelo jurídico pivota so-
e oleadas populares, [... ] ellas nunca serán signo de la opinión
pública y de la voluntad general, porque entre otras cualida- .. bre la base de la premisa de que sólo un discurso racional puede
e des les falta la estabilidad y firmeza.'" objetivarse, articularse públicamente; las pasiones individuales,
.' e por e! contrario, singulares e intransferibles, por definición, no
son susceptibles de ser intercambiadas y circular socialmen~e.38
~.C
p.(l 35 "Aquel cuyo bienestar depende de la voluntad de otro, y no goza de
independencia personal, menos podrá entrar al goce de la soberanía; por~
~c que dificilmente sacrificará su interés a la independencia de la razón" (Este- r
37 Según la definición de Encyclopédie. "opinión" es "un juicio dudoso e
~c ban Echeverría, op. cit., p. 204). Resulta aquí paradójico observar que los mis-
I!l0s que le cuestionan hoya éstos haber intentado restringir el sufragio son
incierto'" (Encyclopédie raisonné des sciences, des arts et des métiers, Lausannc y Ber.
na, chez les Sociétés Typographiques, 1778-81, XXJII, 754-7; citado por Char-
~fo
i'!1 también los que más insisten en el carácter tradicionalista de la sociedad y la tier, The Cultural Origins, p. 29). Keith Baker estudió cómo a fines del siglo
cultura locales: en definitiva, el pecado de aquéllos no sería más que el de XVlIlel término "opinión" pierde su significado tradicional para convertirse,
~(j
haber sido consecuentes con una percepción que é~tos, en lo esencial, toda- ya con el aditivo "pública", en sinónimo de universalidad, objetividad y racio.
"(j vía comparten. Por otro lado, está claro que tal percepción no señala ningu. nalidad (Keith Michael Baker, op. cit., pp. 167-199). Sobre la dit'erencia entre
o na peculiaridad del pen~amiento latinoamericano en ese período, ni sería opinión y razón, véase tambiénJ. A. W. Gunn, "Public Opinion", en Tercncc
BaH el al. (comps.), Politiwllnnovation and Conceptual Challgp., Cambridge,
o tampoco unánimemente compartida en la región.
" 36 "Discurso sobre la opinión pública y voluntad general", El Observador, Cambridge University Press, 1995, esp. pp. 114-5.
(Z época (1/8/1827)
~ i!. 1.9, p. 269. "Distingamos cuidadosamente la voz popu- . 38 Sobre esa oposición en el pensamiento ilustrado europeo, véase Han-
La introducción de la noción de razón popular quiebra, sin no dudaba de la existencia de criterios objetivos e indisputables '0,.;
~,./~
.••
embargo, esta oposición. Como pronto habría de descubrirse, para ello (discernir la auténtica opinión pública), la profundi- ')1
con la demagogia, el caudillismo y otras formas perversas de zación de la descomposición del sistema'político terminaría re- t!',
•
~
1 \: ) :'11.
publicidad, la mera "opinión" abandonaría su reducto natural, velando esa cuestión como sencillamente indecidible. Rotos los
el ámbito individual, para adquirir entidad política, objetivar- diques nantrales que delimitan el ámbito de la razón del reino OB;
se en instituciones públicas, en fin, convertirse en poder. 39 És-
tos formarán "un fantasma de opinión pública",4o en que "la
de las pasiones, el camj}o del saber (el topos eidón) del campo del
sin sentido (el topos eidó16n), ningún andamiaje artificial (ningu-
ni
"j,.
,.
declamación" sustituye "al raciocinio".4l De este modo, lo pú- na norma emanada de un poder secular, siempre sujeta a la in- ()
blico Ylo privado dejarían de ser los ámbitos respectivos de la terpretación y el disenso) podría ya restaurarlos. En tiempos de
razón, en que se forman las verdades colectivas, y las pasiones revolución, concluye Mora, no existe realmente la imparciali-
1'_ "',
-n.;
e intereses puramente individuales. Llegado a este punto, la dad; ésta sería sólo una especie de ilusión óptica producida por ',:) -t
misma opinión pública debería convertirse en objeto de la pro- nuestra posición particular dentro de ella. :)
pia empresa de discernimiento por la que se constituye como 1,
, J
tal. Ésta seguiría siendo "siempre certada", pero cuál era ella ya Sucede a los que se hallan en el centro. de una revolución, lo
no estaría igualmente claro para todos; para volverse reconoci-
i que al que navega por un río, que todos los objetos situados
()
ble, debería también comparecer ante el tribunal de la Razón.
l'
en las ribf;:rascuando están realm.ente inmóviles se les figu- :>
En fin,.su articulación impondría ahora un trabajo sobre su mis- ra en perpetuo y continuo movimiento~ reputándose él único :J
mo concepto a fin de delimitarse y distinguirse de aquellas otras
formas -perversas- de publicidad que la remedaban.
"i
en reposo; sin sentirlo pues, sin advertirlo y aun positivamen-
te convencido de su imparcialidad los hombres son muy par-
o
ciales en semejantes circunstancias ( ... ] Nada pues tendrá de
"J.
,. extraño que a pesar de haber procurado a nuestros escritos es- ;:) Ji
\ 39"Por lo comun uibutamos esa deferencia respetuosa á nuestros padres, ta prenda, sin perdonar diligencias no la hayamos obtenido y 01,1'
amos y superiores [ ... ]. A mas de estas dependencias, fuentes de opinion, hay se advierta en ellos el influjo de los partidos.42 :....
"~
otras que, para distinguirlas de las ameriores, pudiér'amos llamarlas faeticias.
En cada pueblo [ ... ] se adquieren séquito alguno ó algunos vecinos por su ')~
po~ En efecto, como pronto se comprobará, para el gobierno, , ,~
generosidad, su hOl1mdez [ ... ] y aun á veces por algun vicio reprensible.
Estos tales se hacen tambien origen de creencias y persuasione!i [ ... ] no mere-
los alzamientos van a ser siempre actos ilegales en contra de au- JI
toridades legítimamente constituidas, mientras que, para los in-
cen el nombre de apioian, pero bien podrá dárseles el de creencia o jJersua-
non: y diremos qu.e se puede tener una persuanon comun." "Discurso sobre la surrectos, será el gobierno el ilegítimo, el que ha violado los
°1
~)
opinión pública y voluntad general", El Obseroador, l! época (1/8/1827), 1.9, principios constitucionales que ellos se propondrían restablecer .)
p.267. (con lo que la propia distinción entre las normas constituciona-
40 "Discurso sobre los medios de que se vale la ambición para destruir la .~
libertad", ElObscroarlor, 1~ época (20/6/1827), en José MaJia Luis Mora, Obras
sueltas, pp. 501-502.
'J
41 "Introducción", El Observador, 2! época (3/3/1830), enJosé María Luis
,;) ..
42 "Cesación del Obsenlador", El Observador, 2~ época, enJosé María Luis
Mora, "p. at., pp. 620-1. Mora, '1'. at., p. 755. D
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186 Elías J. Palti
r El tiempo de la política 187
re
.~> .
'les -el corpus mysticum de la Ley- y los actos de gobierno -su En fin, decidir cuál es la que expresa la opinión común se-
'corpUs verum-, destinada a dar estabilidad al sistema institucio- ría siempre también una cuestión de opinión. El espacio pú-
;'0 nal, se terminaba convirtiendo en su contrario: un instrumento blico se desgarraba así en pluralidad de opiniones, todas ellas
~:{
LO. para la legitimación de las revoluciones). Uno y otros, en fin, inevitablemente particulares, que no podrían ya reducirse a
'10 afirmarían ser voceros legítimos de la opinión pública, no habien- una unidad.
:.~.
do ya modo objetivo alguno para determinar quién está en lo cierto.43 Vemos cómo se descomponía el campo semántico configura-
:',"~
•..~ Minada la idea de Verdad, socavado todo fundamento de do por las nociones de opinión pública, razón y voluntad generaL
, objetividad por la generalización del antagonismo,44 el concep- y, con él, es todo un lenguaje político el que habría de desmoro-
to deliberativo de la opinión pública no podría sostenerse. Co- narse, para comenzar a recomponerse ya sobre bases completa-
mo señaló Ignacio Ramírez, lo único que se comprueba en la mente diversas. Empieza así a abrirse un horizonte conceptual
realidad es la existencia de diversidad de opiníones particula- en el que la quiebra de la Verdad ya no sería vista como destruc-
res, ninguna de las cuales puede arrogarse de manera legítima tiva de todo ordenamiento político, sino, por el contralio, como
la representación de la voluntad generaL su condición misma de posibilidad.
En efecto, para autores como Ramírez, estará claro ya que
Podemos también asegurar que hay opiniones públicas diver- la inexistencia de leyes en materia política (puesto que, si efec-
sas, que las hay contrarias, y finalmente, que algunas de ellas tivamente las hubiera, "mil naciones, cien siglos contini..laJTIcn-
te legislando, las habrían encontrado") :6
lejos de hacer impo-
re no tienen eco más lejano que la voz de un pollino del rancho
donde suena. [".] Siendo esto así: ¿se deberá respetar la opi- sible la política, es lo que abre las puertas a ella. La política
'C nión pública? ¿Cuál de tantas, deberá respetarse? 45 nacería, precisamente, de esta irreductibilidad de la voluntad a
.c la ley ("es la ley que esclaviza en vez del hombre", aseguraba) 47
,.n
e El surgimiento de un nuevo lenguaje político resultará, en fin,
de una segunda inscripción de la temporalidad en el concep-
'!~
43 Esto va a dar origen a la creación en 1836 del Supremo Poder Conserva- to de opinión pública: la contingencia (el error) ya no se ins-
'/(1..
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dor, encargado, según rezaba la Segunda Ltry Constituciona~ en su atribución talará sólo en su punto de partida, sino también en su término.
f 1"0' g~, artículo 122; de "declarar cuál es la voluntad de la nación en cualquier ca- Éste conllevará así una profundización de la idea de la inma-
c'!,,,'IJ
!. so en que sea conveniente conocerla".
nencia del poder (esto es, un apartamiento aún más radical res-
,<1
~;':- : 44 Ignacio RamÍrez se burlaría entonces de toda pretensión de objetivi-
',In, pecto del concepto de éste como algo trascendente), y b ex-
dad y verdad: "Queriendo hallar Don Simplióo / Las leyes de la razón / y
~~w pansión concomitante del ámbito de la política.
re darlas a la nación / Estudiando, perdió eljuicio". Ignacio RamÍrcz, "La resu-
rrección de Don Simplicio", Obras completas, México, Centro de Investigación Una vez minada la transparencia del supuesto de base en
,0 Científica Ing.J. Tamayo, 1984, 1, p. 280. que descansaba el modelo forense de la opinión pública (el
15 Ignacio RamÍrez, "Sobre la opinión pública", Don Simplicio (18/4/
()
1846), en Obras completas, 1, p. 277. Para este' autor, la postulación oe tal cosa
Q como una voluntad general de la nación no es más que un artilugio retórico 46 Ignacio Ramírez, "Utilidad del tiempo", Don S~mplicio (26/9/18-16), en
mediante el cual se proyecta :'lobre éSla la propia voluntad de los gobernan- Obras complelCLf, 1, p. 263.
Q tes y de este modo se la encadena a sus dictámenes. Ignacio Ramírez, "Sobre 47 Ramírez, "La representación nacional", Don Simplicio, en Obras r.o~nl,[I.:'
1
tivo en los pueblos libres", Revista del Río de la Plata, lV.15, 1872, p. 518. !)'~
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190 Elías J. Palti El tiempo de la política 191
ciliar las ideas de deliberación racional y democracia. Ella sim- adictos. 52 Pero, por otra parte, se insistía una y otra vez en la
C bolizaba, en palabras del argentino Bartolomé Mitre, "el triun- poca importancia que el debate político y la difusión de ideas
o fo de la intelijencia sobre la fuer La bruta; la preponderancia de tenían en las elecciones." La pregunta que surge aquí es ¿cuál
o las ideas sobre los hechos; la apoteosis de la autoridad moral"49 de ambas opiniones opuestas debemos aceptar como válida?:
e Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, lo que llamamos
el "modelo jurídico" de la opinión pública habría de reformu-
¿la que afirm:c..laimportancia de la prensa y la opinión pública
O la que le niega a ésta cualquier influencia poniendo todo el
e larse decisivamente. Nuevamente, la prensa cumplió un papel acento, en cambio, en las intrigas y maquinaciones políticas?
e clave en esta transformación. La respuesta es que ambas afirmaciones opuestas son, no obs-
e,. Como suele señalarse, ese período marcó el punto culmi- tante, igualmente válidas. Entender cómo estas dos percepcio-
cr nante de la prensa política en América Latinaso (antes de su
transformación en "prensa de noticias") ,51 lo que se expresó en
nes contradictorias se conciliaban a la perfección ofrece la clave
s~o
\~
tante, sin embargo, fue el nuevo papel que éstos asumieron en
to de opinión pública.
En efecto, ambas afirmaciones opuestas son incompatibles
.:0 la articulación del sistema político. Yesto nos conduce a cierta entre sí sólo en los marcos del concepto forense de aquélla; no
paradoja inherente a la naturaleza de la reestructuración del
~b resultaría ya así dentro del nuevo modelo que llamamos estm-
~g
espacio público que entonces se prodl~O. En principio, la quie- tégico. Si la prensa jugó un papel clave en las elecciones no fue
bra del ideal deliberativo de opinión pública que venimos se- exclusivamente por su eapacidad como vehículo para la difu-
úalando parece contradictoria con la percepción que entonces
rtb
~.
se generalizó respecto de la importancia politica fundamental
que ésta adquirió en esos aúos. Se observa aquí, de hecho, una
sión de ideas, o -sólo- por los argumentos y el efecto persua-
sivo que producía en sus eventuales lectores. MásdecÍsiva aún
i;C
cierta contradicción en las fuentes. Por un lado, se aseguraba
1::c que ninguna facción tendría oportunidad de tallar política- 52 "La experiencia mostró después, aun en la América del Sur, que nin-
,i,(l mente sin contar con algún órgano u órganos que le fueran guna dictadura, por poderosa que fuese, pudo prescindir de ese tributo de
('e la voluntad general, de que derivaba su autoridad y sacaba su fuerla moral."
!.r1'1
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Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana., Buc-
~i". nos Aires, El Ateneo, 1950, p. 165.
53 Como decía en El Mensajero, bajo el seudónimo ele Jovial, Manuel M.
itt{J 49 Mitre, "Profesión de fe", Los Debates (1852), citado por Adolfo Mitre
,D. (comp.), Mitre periodista, Buenos Aires, Institución Mitre, 1943, p. 117.
de Zamacona Ucfe de la banca porfirista en el Congreso), "-Se me trasluce
entonces, contestaba el ingénuo provincial, que en esto de las elecciones el
Véanse José Bravo Ugartc, PeriodÍJlas y jJCriódicosmexicanos (hasta 1935),
50 toque está, no en la voluntad ni en el voto de los pueblos, sino en el de los
México,jus, 1965; María del Carmen Ruiz"Castañcda, Luis Reed Torres y En~ gobernadores, los gefes políticos y los gefes militares. -Ud. lo ha dicho, y es
Tique Cordero y Torres (comps.), El periodismo en México, 450 años de historia, tan así, que por todas partes oirá á los principales contrincantes en esta lu- t
México, Tradición, 1974; Alberto RodoJfo Letticri, La República de la Opinión. cha, hablar de los gobernadores y de los generales con que cuentan, ménos
Política y opinión pública en Buenos Aires entre 1852 y 1862, Buenos Aires, BibJos, que de los pueblos que le son adictos. -¿Y de qué servirá á Ud. conocer la
1999, y Raúl Silva Castro, Prensa y periodismo en Chile (1812-1956), Santiago, opinión y las simpatías públicas? ¡Buena profecía harla Ud. sobre sem~.iante
Universidad de Chile, 1958. dato! Acérquese Ud. á los políticos activos, sobre todo á los círculos oficia-
i,JC
"
; 5\ Véase Irma Lombardo, De"la opinión a la noticia, México, Kiosco, 1992. les". "Boletin",Et Mensajero 1.19 (23/1/1871), p. L
"o.
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192 Elías J. Palti El tiempo de la poJitica 193 O
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era su capacidad material p;:'ra generar hechos políticos (sea or- que comprende a las propias prácticas electorales. Los comi- ID
questando campañas, haciendo circular rUInares, etc.); en fin, cios eran entonces, de hecho, verdaqeros c;ampos de cmubate. O.
operar políticamente, intervenir sobre la escena partidaria sir- Las descripciones que de éstos se hacían son elocuentes al res- Q.
viendo de base para los diversos intentos de articulación (o de- pecto. Un testigo de la época, Félix Arinesto, relataba así la ba-
sarticulación) de redes políticas. Reencontramos aquí algo ya talla en las elecciones porteúas de diciembre de 1863 por el
O ' . "i
señalado por Guerra cuando afirma lo siguiente: con trol de una de las mesas electorales: "),,
O
Hay, pues, que analizar [la acción de la prensa] en términos de Los sitia~ores, mucho más numerosos que los sitiados, desem- ()
eficacia: las palabras son las armas que los actores sociales em- pedraban la calle y se hacían transportar del Bajo [... ] pon-
plean en su combate. Con ellas se esfuerzan en exaltar a sus par- chadas de cascot~sJmientras que éstos arrancaban ladrillos de
O
tidarios, en denigrar a sus enemigos, en movilizar a los tibios.54 los ~uros y cuanto ten,ían cerca, dejando sin un azulejo la cú- O
pula de la iglesia [... ]. [Los locales vecinos] eran refugio de O
Guerra señala esto, en realidad, en el contexto del proceso las huestes enemigas, y desde allí, como desde la torre de la ()
de emergencia del ideal deliberativo. Sin embargo, resulta cla- iglesia, se hacían certeros impactos, en la cabeza y ojos de los ,).,
ra que esa perspectiva tenía implícito un modelo de publicidad guerreros de ambos partidos.56
ya muy distinto de aquél. Es cierto también que ello no se ha- <Q.¥:
rá manifiesto sino hasta la segunda mitad del siglo, cuando se La violenc~a de los comicios, sin embargo, no necesaria- ~:"/t
afirme verdaderamente un sistema de prensa. Entonces, la opi- mente contradecía o mermaba su valor corrio rnecanisIno de le- ID ,
nión pública dejaría de ser concebida como un "tribunal neu-
tral" que busca acceder, por medios estrictamente discursivos,
gitimación y acceso al poder. En un estudio reciente sobre el
a'
. a la "verdad del caso", para emerger como una suerte de cam-
caso específico argentino, Hilda Sabato abrió una nueva pers-
pectiva al respecto que permite comprender de forma mucha d
po de intervención y espacio de interacción agonal para la de-. más precisa cuál era el rol concreto que tenían entonces las O'
finición de las identidades subjetivas colectivas (que es el cOn- elecciones. Como señala: .j'
cepto, de .hecho, implícito en la afirmación anterior de ;¡:.
Guerra). Se impone así una nueva "metáfora radical"; el foro se
'O~
Ni la legitimidad de un régimen dependía de la transparencia
r.),~
convierte en campo de batalla. "La tribuna", decía en esos años electoral ni las elecciones eran el único medio aceptado y efi-
El Monitor Republicano, "es el campo de batalla del orador; allí )"1;
caz para acceder al poder o para participar de la vida política. \' •• 'o¡.
tiene armas poderosas de que disponer".55 Al adoptar esos supuestos, las interpretaciones más clásicas so- ')" ,
(
Esta redefinición del papel de la prensa expresa, en última bre la formación del sistelna político argentino rápidamente r);;
instancia, una reconfiguración más global del espacio público, deducen, de la baja participación electoral, la indiferencia de
Di
54Frallt;ois~Xavier Guerra, Modernidad e independencias, p. 301. 56 Félix Armesto, Mitristas y aisinistas, Buenos Aires, Sudeslada, 1969, p.
gi-J.)
55 "Boletín del 'Monitor"', El MonitO)" Republicano, 5a época, 15 Yss.; citado por Hilda Sabato, La política en las calles. Entre el voto y la movi-
XX1.80
(....1,';
,' ,:
1
(3/4/1871). p. 1 (Finnado:juan Ferriz). lización. Buenos Aires, .1862-1889, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, p. 85.
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(
194 Elías J. Palti
f El tiempo de la política 195
f buena parte de la población por los asuntos políticos o su mar-
( directos y concretos -y también infonnales- que tenía la so-
ginación impuesta, y de la manipulación de las elecciones. la
( ciedad de influir en las decisiones de los gobernantes, como la
falta de legitimidad de un sistema político que debía asentar-
movilización callejera, las peticiones y los reclamos públicos,
( se sobre la pureza del sufragio. De esta manera, dejan de lado
etc. Es, en fin, el intento de institucionalizar este haz comple-
la posibilidad de preguntarse quiénes votaban efectivamente
( jo de relaciones que articulaba el vínculo entre gobernantes y
y qué quería decir votar, tener y ejercer el derecho de sufra-
( gio, en los distintos momentos de la vida política argentina.57
gobernados el que daría lugar a la formación de una incipien-
{ te "sociedad civil", asentada en la prensa y en un co~unto de
asociaciones de la más diversa índole. Ambos aspectos explican
( Según muestra la autora, a fin de comprender esta aparen-
mejor algunas de las características peculiares de! funciona-
( te paradoja (el papel central de los comicios como mecanismo
miento del sistema político del período.
de legitimación de los poderes públicos y su manifiesta irregu-
{ laridad), es necesario tomar en cuenta dos aspectos. En primer
El control cuasi militar de las mesas electorales formaba par-
( te, en realidad, de un concepto estratégico de la acción políti-
lugar, estamos en un contexto en el que el uso de la fuerza no
ca en el que ciertos valores como el arrojo y la disposición para
( era ,isto como algo ilegítimo. Por el contrario, era una suerte
de obligación cívica cada vez que consideraban que los princi- el combate eran tan apreciados como los argumentos raciona-
( les en e! momento de decidir la distribución y acceso al poder.
pios de la libertad se encontraban amenazados. Como señala-
f(
,. ba Mitre en 1874 desde las páginas de La Nación, la propia
Como observa Pilar González:
f(
, Constitución así lo dictaminaba:
1'( Esto permitiría comprender mejor declaraciones como las que
hace La Triáuna en 1854, para anunciar el triunfo de su lista:
( Estudiando la situación en que se encuentra el país, decíamos
"disponemos del elemento principal: la fuerza. Disponemos
que agotados los medios de opinion, y colocada la situación
'( del apoyo de la opinión pública". En esta movilización electo-
en el terreno de la fuerza, el pueblo en virtud de lo estableci-
( ral no sólo hay la acción de una clientela, sino también una ló-
do en el artículo 21 de la Constitución tenía el derecho y el de-
gica representativa: la de una sociedad que se manifiesta a tra-
( ber de armarse en defensa de la patria y de la misma Consti-
tución.58 vés del accionar belicoso.59
(
( Lo anterior explica, a la vez, un segundo aspecto, en prin-
En segundo lugar, las elecciones formaban parte, y no se di-
l cipio, paradójico en el funcionamiento del sistema político del
ferenciaban aún demasiado nítidamente, de otros medios más
período. Por un lado, según se afirma, las elecciones eran nor-
<- lnalmcnte "concertadas", esto es, los comicios sólo servirían pa-
~l 57 Hilda Sabato, ibid., p. 15. ra legitimar la voluntad del caudillo o de las familias influyen-
!\: l 58 "Poderes constitucionales - Poderes usurpadores", La Nación (11/7/ tes locales. Sin embargo, por otro lado, lo que se observa en la
'~\~ 1874), v.1323: 1. "Ahora nos dicen", insiste, "que esto es el motín; la revuel-
ta, el gobierno de Calfucurál ¡Parece increíble! Los principios constituciona-
les no admiten semejante monstruosidad. Estamos en el terreno firme de la 59Pilar González Bernaldo de Quirós, Civilidad y polílim en los oríwmes de
t. en Buenos Aires, 1829-1862, Bucn()s Aires,
la Nación A1"gentina. Las sociabilidades
!'(. constitucion en lo que sostenemos" (ibid.).
'} FCE, 2001, p. 303.
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práctica es que éstas fueron siempre muy disputadas, alcanzan- En' definitiva, a la acción periodística, entendida COIDO ins- '.,~, '1
do incluso, como vimos, limites de extrema violencia física. trulnento de intervención práctica, cabe también inscribirla ""~
\,¿;!
racterístico de práctica política que conjuga el "arreglo" electo- ponía ya cierta conciencia práctica por parte de la elite local ,n'l
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ral con un alto grado de incertidumbre respecto de los resulta- respecto de lo que nosotros llamaríamos la "performatividad"
dos. El régimen de competencia efectiva que entonces se impone de la palabra, de que las palabras son acciones, en fin, de que ()¡i
no va a contradecir la práctica del "arreglo", sino que surge, por un panfleto bien podía derribar gobierno ("¿quién ha negado Qi
{">~
el contrario, de su proliferación (si bien las listas eran normal- que una idea vale tanto como un suceso?", preguntaba Mitre) 62
"" \~
mente "concertadas", es frecuente encontrar en las fuentes lis- El periodismo aparecerá así como al mismo tiempo un modo O;J
tas "arregladas" muy distintas entre sí para una misma elección). de discuti,-y de hacer política. Yesto infunde también una nue- " ~
Yes aquí donde entra a jugar la prensa. Los diarios cumplirán va conciencia respecto de la performatividad de la palabra en <Q'~
un papel esencial en la "concertación ", y también en la "descon- el sentido de su "creatividad": la piensa periódica no sólo bus- 01
certación" de las listas. Los llamados "trabajos electorales" con-
sistirían, básicamente, en diseñar y llevar a cabo permanentes
caba "representar" a la opinión pública, sino que tenía la mi-
sión de constituirla como tal. En la biografía que Mitre dedica
'?,)
\.J:¡
estrategias y contraestrategias (y contra-contraestrategias), ar- en 1845 a José Rivera In darte (el que surge allí com'o la figura
ticulando alianzas, y también desarticulándolas, dando así lugar
a constelaciones políticas y redes partidarias muy complejas (y
arquetípica del periodista político), aparece ya la analogía, lue-
go una y oua vez reiterada, de la prensa como una bandera. Se-' °1
Ó
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ca preconsliluida, sino güc la constituye C0l110tal con su pro- Deliberación política y acción retórica
pia prédica, cumple un papel fundamcntal en la definición de
las identidades colectivas permitiendo a los sujetos identificarse Tal desplazamiento conceptual puede definirse en ténni.-
conlO mienlbros de una determinada comunidad de intereses nos de géneros retóricos. El desarrollo de un concepl.o estraté-
y valores. Mitre asociaba así el desarrollo de la práctica perio- gico acompaiiaría el tránsito de una idea de la estera pública
dística con el proceso de emergencia de un concepto nuevo de concebida de acuerdo con las pautas de la modalidad retórica
la acción política. Por su intermedio, ésta abandonaba su ca- deliberativa-forense a otra articulada en función de un mode-
rácter trascendente, cesaría de ser una instancia separada de lo lo oratorio de matriz epideíctica. El género epideíctico (la terce-
( social para convertirse en el mecanisJTIofundamental para su ra de las formas en que tradicionalmente se dividía la oratoria)
( autoconstitución, e! trabajo de la sociedad sobre sí misma. "La se asocia, en efecto, a una idea de la acción política conlO orien-
( prensa", decía, "es el primer instrulllento de civilización en tada a la conformación de las identidades subjetivas, dentro de
nuestros días, y ha dejado de ser un derecho político, para con- un sistema que ofrece -y confronta- distintas definiciones al-
(
vertirse en una facultad, en un nuevo sentido, en una nueva ternativas posibles de éstas, mediante procesos en los cuales la
( apelación a [actores no racionales -tales COlnoalentar el orgu-
fuerza orgánica del género humano, su única palanca para
( obrar sobre sí Jnismo".64 llo, provocar vergüenza, etc.- resulta aun más decisiva que la
{ Tenemos aquí establecidas las coordenadas básicas que de- argumentación raciona1.66 En la tradición clásica, éste se C011-
finen el nuevo lenguaje política que entonces emerge. Ésta deja- vertiría en un género "sospechoso", en la medida en qüc se
(
ría de ser un ':juez" para converÚrse en una suerte de "canlpo orientaba a' movilizar a la audiencia despertando sus instinlos
1; (
de intervención ". Ese concepto estratégico de la acción políti- y emociones, antes que dirigirse a sus facultades inte!ectuales;
( ca pronto pasaría a formar parte de! sentido común de la elíte en fin, que se encontraba más estrechamente conectada con e!
( latinoamericana y se inscribiría en su horizonte práctico, deter- pathas que con el logos.67 Sin embargo, estudios más recientes
minando sus actitudes y acciones concretas. Lo cierto es que la destacan dos funciones fundamentales que le cabían a este ti-
(
emergencia de este nuevo lenguaje político señalará un des- po de discursos en el mundo antiguo (y que son las que nos
( permiten relacionar ese género con el concepto político estra-
plazamiento fundamental del debate político. Éste vendría
( ahora a plantear una cuestión anterior a la relativa a los meca- tégico que intentamos analizar aquí).
( nismos de formación de una opinión pública, que era la de los
( modos de articulación de! sujeto de aquélla. En fin, indicará una 66 Ignacio Altamirano apclaría a los modelos clásicos para definir el nue-
nueva reconfiguración operada en e! nivel del suelo de probl/!- vo paradigma de orador, cuya función excede, efectivamente, la de ilustr;-¡r a
(. máticas subyacentes.65 la opinión: "¡Santa y noble misión! Desde ese tiempo colocaba entre el opri-
(. mido y el opresor, entre la ley y sus infractores, ¡cuántos desastres evitól Des-
de ese tiempo el orador ha sido el protector del pobre, el sostén de su patria
l y el apóstol de las grandes verdades que nunca deben morir". Jgll~n.:ioAlta-
( mirano, "Los tres derechos", Obras completas, México, Secretaría de Educa-
64 Mitre, "Profesión de fe"', Los Debates (1852), citado por Adolfo Mitre ción Pública, 1986, 1, 36.
l (comp.), op. cil., p. 117. 67 Véase George Kennedy, The Art ofPersuasion in Greece, Prillcctoll, Prin-
l 65 Este tópico se desarrolla en el capítulo siguicnte. c:eton University Prcss, 1963, p. 153 Yss.
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Elias J. Palti
El tiempo de la política 201
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En primer lugar, por detrás de esta apelación a los factores .•j'':I:
Ese concepto estratégico de la acción política como una for-
emotivos se escondía un aspecto ritual, el cual, aunque inhe-
ma ritualizada de guerra tenía implícita una cierta definición O
rente a la retórica, sólo en el género epioeíctico se hace mani- t)
de las contradícciones que sufriría el proceso de afirmación del
fiesto,68 Según éste nos muestra, la retórica no sería sino una
nuevo orden liberal. Su punto de fisura se situaría en el hecho O
especie de mecanismo de sublimación que convierte los enfren-
de que no siempre será posible aislar con nitidez el ámbito de
tamientos físicos en contiendas verbales, La política republica-
las contiendas verbales del de los enfrentamientos físicos. En
O
na que habrá de imponerse en esos años aparecerá, en efecto, ()
efecto, el propio modelo epideíctico, en la medida, justamen-
al igual que las disputas retóricas en la tradición dásica, como
una forma ritualizada de guerra, una suerte de sublimación del
te, en que concebía a las palabras como acciones, tendía a hacer O
antagonismo ("recordemos a Foción", señalaba el mexicano Ig-
muy tenue la línea que dividía unas de otras (desde elmomen- O
to en que se demuestra que un panfleto bien puede derribar
nacio Altamirano, "ese pat~iota incorruptible, de quien decía
un gobierno, ¿cómo distinguir una opinión contraria al gobier-
Pollyeucto que era el más elocuente de los oradores, tantas veces ven-
no de un acto sedicioso?), Yes aquí donde aparece la segunda
0,
",.1 ~
('"\ "
nes del género epideíctico, véase Lawrence Rosenfield, "The Practical Cde-
zález Bemaldo de Quirós, Civilidad y política en 1m origenes de la Nación Argen-
bratio.n ofEpideictic", en Eugene White (comp.), Rhelorit:in Tmnsition, Uni.
U.,
tina, p. 303.
versity Park, The Pennsylvania State Universit)' Press, 1980. !)
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(' 202 Elías J. Palti
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se convierten en tipos que encarnan valores que la sociedad
particular aprecia como tales, Ésta se puede ver a sí misma re-
4
(
flejada en ellos e identificarse entonces como tal. De allí la fun- Representación! Sociedad civil!
ción constitutiva de sentidos de comunidad de dichos discur-
'iK Democracia
sos, El orador fúnebre no se dirige, pues, a una audiencia
preconstitu.ida, sino que, de algún modo, él InisIllo la forma co-
mo tal en la propia acción oratoria74 El concepto de un ser que desde cierto punto de vista debe
Tenemos definidas aquí las coordenadas básicas a partir de presentarse independientemente de la representación tiene
no obstante que deducirse de la representación. puesto que
las cuales se reaticulará el lenguaje político. A la difusión del
k
~'"
ideario positivista en la región cabe inscribirla en los marcos de
JOHANN GOTIUEB FICHTE, "Segunda
sólo puede ser por ella.
introducción a la Doctrina
".(
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..
este proceso de reconfiguración político-conceptual más gene- de la ciencia"
'( ral. Éste se apartaría ya de manera radical de lo que definimos
como el modelo forense de la opinión pública. No por ello, sin la democracia es experiencia e historia; se despliega y
(
embargo, será menos inherentemente "moderno" que este otro metamorfosea en el tiempo, se revela y se renueva al hilo
'( al que vino a desalojar. Por el contrario, su emergencia señala- de un tanteo que no cesa de torsionar las vistas y
<. ustedes sobre sí la representación de los síndicos, si acaso los nuestros ducr.
men".José Joaquín Fernández de Lizardi, "Erre que erre", Suplemento a El
( Pensador Mexicano (1812), en OlJras, México, UNAM, 1968, 11I, p. 129. Siguiell"
74 "La misión del periodista", decía el mexicano Francisco Zarco, "por
do la tradición jurídica, Fernándcz de Lizardi identifica así al representante
l más pretensioso que pueda sonar, es no sólo la de expresar las opiniones de
con el pt"Ocurador. Éste es, precisamente, el origen del concepto moderno
un partido, sino la de difundirlas y así conducir a la opinión pública". Zarco,
l Francisco, "Editorial", El Siglo XIX (1/1/1857) J.
de representación. En el siglo XIVcomenzaría a usarse, en el ámbito jurídi"
<.
L
'..JI~
7'1'".
,_.J,~.
'i) •
do en la Asamblea Nacional, y que señalaría la emergencia del dad para concebir la idea misma de una democracia represen- " "
concepto moderno de democracia representativa moderna.2 es tativa. Rep~esentación y democracia serán vistas C01TIO térmi- '0'
en éstos que aquélla se conformaría como tal. En definitiva, el nos antinómicos. D
trabajo de la representación no es otro que la reducción a la De nuevo, tan pronto como analizamos este vínculo proble-
mático que se estableció entre ambos términos, vemos que és-
o
C"i',
te excedía el marco de la oposición entre tradición y moderni- .u:
dad. La imposibilidad persistente de conciliarlos resulta, por el ()"
CO, el término repraesentare indicando el hecho de que un magistrado o pro~
,'"
curador ocupara el lugar o actuase en nombre de una comunidad (cabe re- contrario, profundamente significativa de las líneas de fisura '..J',;'c
que recorrían el propio lenguaje político "moderno" ("foren-
cordar que en la tradición clásica el término re"jJraesenlarerefería en exclusiva
a objetos inanimados). En el siglo XVI, este concepto ampliaría su sentido pa- se"), y por las que éste habría a la sazón fracturarse,
":,)'f'
ra comprender la idea de una tejrresentacióll politicq. Aparentemente, es en el O
famoso capítulo A'VI del Leznathan, de Thomas Hobbes, que aparece el primer "'),'
.. "
u,namiento sistemático del concepw de representación política. Sobre la eti-
mología del término 1-epraesentatio, véase Hanna Pitkin, The Concept of RcjJre-
(J
sentafion, Berkeley, University ofCalifornia Press, 1972, pp. 240-252, Sobre la
idea de Hobbes de la representación política, en particulaJ~ véase José María 3 Como pedía una orden real de 1809, la elección debía recaer en "indi-
d
viduos de notoria probidad, talento e instrucción, exentos de toda nota que
le)
Hemández, El retralo de un dios mortal, Esludio sobre la filosoJia polilica de Tho-
mas Hobbes, Barcelona, Anthrop05, 2002. pueda menoscabar la opinión pública", Citado p.or Guerra, "El soberano y su , '\"~
2 Quien primero presentó este concepto fue, en realidad, Edmund Bur- reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina", en Hil- ~1
ke en su célebre "Discurso a los e1ecwres de Bristol" de 1774. R. J. S. HofT- da Sabato (coord.), Ciud(Ulania politica y formación de las naciones. Perspectivas ()~
mann y P. Levack (comps.), Burke's Polilics. Selected Writings and Speeches, Nue- históricas de América Latina, México, FCE/Fideicomiso de las Américas/El Co- ('"
\J ~
legio de México, 1999, p. 55.
va York, A. A. Knopf, 1949.
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o 206 Elías J. Palti
El tiempo de la polftica 207
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Democracia y representación: el vínculo conflictivo
e pero inescindible
Marcela Ternavasio para el caso de Buenos Aires, a fin de fre-
nar el deslizamiento hacia la anarquía había que desarraigar
tl las prácticas asambleístas, lo que se traduce en la clausura de
o El gobierno representativo, tal como era entonces com-
los dos Cabildos que existían en la provincia (en Buenos Aires
e prendido, superponía dos principios en apariencia contradic-
y Luján).
te torios: el principio democrático en el plano de la autorización
con el principio aristocrático en el plano de la deliberación. La
Guerra introduce aquí una distinción fundamental. En con-
tra de lo que sostiene la versión épica de la independencia, se-
!.!'.•, .0." instauración del sufragio indirecto estaba destinada a producir
ñala que'la participación popular no era necesariamente signo
'Cl este desdoblamiento. La elección recobraba así su sentido ori-
-te:
~ ginario: sería sólo un mecanismo de selección de los mej01-es (lo
que nos devuelve a otro de los rasgos tradicionalistas mencio-
de irrupción de la "modernidad" ("hay antesinnumcrables
ejemplos de motines, revueltas, insurrecciones y jacquerics, con
"',,'O'
~. '
-'t'"
.~~,
de un sistema representativo tuvo como objeto, en efecto, tra-
esta proporción ", concluyen, "en sistemas propiamente censatarios." Carm;-¡g-
nani y Hcrnández Chávez, "La ciudadanía orgánica mexicana, 1850-1910",
tar de limitar los "excesos democráticos". Esto se expresó en en Hilda Sabato (coord.), op. cit., p. 376.José Murilho de Carvalho seilala al-
una serie de restricciones al sufragio populars Como señala go similar para el caso brasileño. Según muestra, la Constitución de 1824, co-
nocida por su carácter conservador, impuso, en realidad, muchos menos exi-
gencias para acceder al derecho al sufragio que la francesa de ese mismo ailo.
Y esto se expresó en la práctica efectiva: en 1872, por ejemplo, votaron un
Franc;:ois-Xavier Guerra, "El soberano y su reino", en Hilda Sabato
4
(coord.), CituladaMa /}olitica yformación de las naciones, p. 5I. millón de personas, 10 cual representaba el 53% de la po1;llación masculina
mayor de 25 aúos (Murilho de Carvalho, "Dimensiones de la ciudadanía en
5 El hecho verdaderamente llamativo, si~ embargo, es lo poco restricti-
vo que, a pesar de ello, fue la legislación en esta materia en América Latina, el Brasil del siglo XIX", i&id., p. 327). Un caso particularmente interesante es
si se la compara con la que por esos años se impone en Europa o Estados Uni- la ley electoral que se sanciona en Buenos Aires en 1821, por obra de Bcrnar-
dos. Marcello Carmagnani y Alicia Hernández Chávez señalan, por ejemplo, dino Rivadavia, y que permanecerá vigente, en lo esencial, el resto del siglo.
para el .caso mexicano, que en la elecciones para el Congreso General de Véa~eMarcela Temavasio, La revollLción del voto. Política y elecciones en Buenos
Aires, 1810-1852, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
1851 participaron cerca de un millón de votantes, lo que representaba apro-
G Franc;ois.Xavier Guerra, Modemidad e indejJendencias, p. 87.
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;)
208 Elías J. Palti El tiempo de la política 209 ')
tre actores definidos y tipos de imaginario, entre la naturaleza '0
....•
Sea como fuere, está claro, de todos modos, que el vínculo
supuesta de los sujetos y sus actitudes políticas concretas (las
que fueron, en realidad, muy cambiantes y erráticas),
entre modernización política y democracia fue equívoco des- -o
de su origen. Yen ello se traslucen problemas de orden no só- O"
Más allá de los resultados a los que condujo esta controversia
lo empírico, La definición del presidente de la junta potosina O.:,,•.
de la democr~cia representativa como ~na aristocracia electiva
-donde triunfaron los sostenedores de las formas represen ta-
\)
tenía no sólo sustentos históricos reales sino, más importante
,,'"'
tivas-. es preciso detenerse en algunos aspectos del conflicto. aún, basamentos teóricos fundados9 Más allá de las consecuen- '.'~<
Una interpretación lnás sensible a las perspectivas de análisis cias ideológicas eventuales que su ins'tauración supuso, ésta (j
que ponen el eje en la dicotomía tradición-modernidad po-
dría ver en esta disputa la contraposición de principios anti-
planteaba una serie de problemas conceptuales, haciendo difí-
cil díscernir hasta qué punto su crítica expresaba meramente
O:
1)1
guos y modernos de representación, invocados en cada caso prejuicios tradicionalistas o apuntaba ya a aspectos conflictivos
por grupos relativamente permeables a asumir como propios inherentes a ese mismo concepto, Las ambigú edades respecto
,"':,
..;~:
algunos de tales principios según sus experien~ias vitales pre- del carácter tradicional o moderno' de los debates que se agita- o~
cedentes. Pero si se contempla, por ejemplo, que el mismo Ca-
bildo se posicionó a favor del régimen represen tativo en esta
ron en torno de esta categoría se expresan incluso en las pro-
pias in terpretaciones de la escuela historiográfica liderada por
o~ ._~
~" puede representarla como un todo sin oponerse de algún modo a los otros
<. 10Hébrard, "Opinión pública y representación en el Congreso Constitu- miembros de la sociedad. He aquí una fuente de dificultades para la ciencia
política de nuestro tiempo porque, bajo la presión del simbolismo democrá-
<. yente de Venezuela (1811-1812) ", en Guerra y Lempériere (comps.), Los es-
pacios púhlico.~ en lberoamérica, p. 215. tico, la resistencia a distinguir terminológicamente entre estas dos relaciones
<. JI Véase Picrre Rosanvallon, Le peuple introuuable. Hislaire de la représenta-
devino tan poderosa que ha afectado también a la teoría política. El poder
gobernante es el poder gobernante incluso en una democracia, pero uno no
lion démocratúJue en France, París, Gallimard, 1998, p. 41.
l 12 Etimológicamente, repraesenlaresignifica hacer presente o manifiesto, se anima a confrontar este hecho." Eric Voegelin, The New Science o/ PQlilics.
l o presentar Iluevamcnte, algo que se encucntra ausente. An lntroduction, Chicago, The University ofChicago Press, 1952, p. 38.
l
(
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'1
212 Elías J. Palti El tiempo de la política 213
)
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cas AJamán terminarán por revelar aquello que subyace a este sus mismos representantes y poderdantes ¡Oh altezas, oh pro-
vínculo ineliminable y conflictivo al mismo tiempo entre repre- fundidad de la tTIoderna ciencia¡I6
sentación política y democracia. Si la idea representativa des- )¡
;
truye aquella otra que constituye su propio fundamento, en úl- Lo cierto es que, a diferencia de lo que ocurriera, por ejem- ~L
tima instancia, sólo despliega y sirve de índice a la contradicción plo, con las nociones de opinión pública o nación, la idea de
y~
aún más radical contenida, aunque de forma soterrada, en la una democracia representativa nunca alcanzará a naturalizar- .,
propia idea de soberanía papular. se en el lenguaje político del período. Ésta permanecerá como )
esa hendidura en el concepto forense de la opinión pública por ")
Dícesele, pues, al pueblo: sois soberano, pero no podeis ejer- la que habrá finalmente de dislocarse. Según mostraba Ignacio ")
cer la soberanía; es necesario que me la deis á mí para desem- Ralnírez, ésta hacía manifiesta la presencia de un trasfondo me-
)
peñarla. ¿Ysobre quien la vais á ejercer? ¡j¡Sobre el pueblo tafísico en el interior del lenguaje liberal moderno.
mismo!!! ¿No es esta la burla mas infame y atroz que se puede )
imaginar? [... ] ¿no es el sarcasmo mas cruel y degradante que ¿Qué cosa es representar? Es hacer papel ajeno; es fingirse otra )
se puede inventar? ¡Afé que si el pueblo pudiera ejercer por persona; es sustituir a la cara la careta. ¿Ypuede ser acertado un )
sí mismo esa soberanía que se la atribuye, sin necesidad de di- sistema que necesariamente se funda en la nlentira? Entre
)
putados, senadores &c., no habría tantos partidarios de sus de- un Congreso y un Concilio no hay diferencia.l?
rechos reales¡I5 )
La idea representativa estigmatizará, en última instancia, la )
Esto se liga, a la vez, a lo que llama el "misterio de la repre- brecha insuperable entre sociedad y política, ese exceso de lo )
sentación" por el que los apoderados se trasmutan de indivi- social irreductible al orden de la política (introduciendo en su
)
duos, portadores de una determinada volonté particuliére, en ex- seno un residuo irrepresentable que denuncia el fondo de fac-
presión de la volonté générale de la nación, y, de este modo, se )
ticidad de las relaciones de poder).
erigen súbitamente en soberanos de sus poderdantes (faculta- La presencia de una brecha entre democracia y represen- )
dos, por lo tanto, a ejercer "de manera legítima" el poder de tación no resultará extraña a Guerra. De hecho, éllermina ex- )
represión sobre quienes les han delegado su poder). trayendo una conclusión en el fondo no muy distinta de la del
)
presidente de la Junta potosina. "El régimen representativo",
Segun el sistema adoptado, unidos forman el soberano [... ] )
afirma "es un gran invento", puesto que "permite conciliar la
Sin embargo, una pequeñísima fraccion de esa universalidad, soberanía radical del pueblo con el ejercicio del poder por unos )
por un incomprensible misterio, forma en las elecciones la so- pocos".18 La democracia representativa se parecería lTIucho, )
beranía: por último que por otro misterio, tambien de la po- pues, a una aristocracia electiva. Sin embargo, en el modo en )
lítica moderna, los representantes y apoderados, de individuos
dependientes se convierten en soberanos, y en soberanos de )
16 ¡bid.
)
17 Ignacio Ramírez, "Carta a Fidel [Guillermo Prieto)" (3/1865), Obras
completas, IJI, p. 158. )
15 "Soberanía popular", El Universal (7/12/1848), 1.22,p. 3. lB Franl;ois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, p. 257. )
)
)
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214 Elías J. Palti
El tiempo de la política 215
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.que él formula esta paradhja la vacía de sentido, velando el nú-
.~ cleo problemático que le subyace. La idea de democracia repre-
siempre amenazada por partida doble. La primera alternativa
~'C sentativa aparece allí no mucho más que como una especie de
para lograr la identidad del representado y el representante es
'OC.
llanamente eliminando este último, esto es, mediante la demo-
e argucia por la cual se adiciona un adjetivo para calificar al sus-
'tantivo "democracia" de un modo que lo vuelva, de hecho, ifre-
" cracia directa. Pero ello sólo traslada de terreno la parad~ja de
:,0 la representación, del plano del poder constituido al de! ¡Joder cons-
ce . conoCible. Sea como fuere, e! punto es que la idea de la demo-
cracia represent.:'1tiva como una aristocracia electiva no expresa
tituyente, sin por ello resolverla. La problemática que entonces
surge es cómo se constituye, a su vez, el propio poder constitu-
;"'"
':,~ necesariamente un prejuicio tradicionalista, aunque es cierto
~'
...• yente. Esto es lo que Eric Voegelin llama la cuestión de la'arti-
'~'i que tampoco capta por 'completo el sentido de la idea moder-
.
culación de lo social:2o cómo la pluralidad de sujetos se reduce
~.A: na de ésta. En definitiva, en una y en otra perspectiva, tanto en
' ',-,
;,;;;, "
~o "
(;
19 Corinne Enaudeau, La paradoja de la refrresentación, Buenos Aires, Pai-
dós, 1999, p. 71. Véase también F. R. Ankersmith, PoliticalRefrn!sentation, Stan-
ford, Stanford University Press, 2002.
•
. Levialhan, o la materia, fanna y poder de una República ecúsiáslica y civi~ México,
FCE. 1984 .•p. 135. El rechazo a los mandatos imperativos se fundó,justamen-
te. en el supuesto de que la unidad de la voluntad no preexiste al propio tra~
bajo de la representación.
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f .C)
216 Elías J. Palti I >
El tiempo de la política 217
o
representación supone la supresión del rasgo distintivo de lo en términos de cómo dar expresión a la heterogeneidad social ;),.,.' ,
social: su heterogeneidad, puesto que de lo contrario su repre- como tal, cómo representaren el plano político-institucional aque- 1,)'
• '.<'
sentación sería imposible, y, al Inismo tiempo, su preservación, llo irrepresentable por definición, puesto que señala justamen-
puesto que, en tal caso, ésta se volvería ociosa. La ausencia de
una voluntad generalunilicada, destructiva del vínculo repre-
te aquello que lo excede (esto es, el principio de la soberanía
popular). La idea de la lucha entre "modernidad" y "tradición"
gl
,¡"'\, •
• ..J ,~
sentacional, es también su condición de posibilidad. La diago- no sería sino uno de los diversos modos por los que ~e trataría ,¡
nal de la represen tación se desprende así a partir de una do- de dar cuenta de esa fisura inherente al concepto de represen- O,
ble fisura. Por un lado, ésta presupone aquello que la destruye tación.22 Ésta es también. sin embargo, la historia del descubri- ()
'(la distancia que separa al representante de su representado) miento, por parte de los propios actores, de la imposibilidad (,)
y, por otro, sólo se constituye sobre la base de aquello que la de hacerlo, de la revelación de las limitaciones de un esquema
explicativo que sólo puede comprender las contradicciones co- )
hace al mismo tiempo innecesaria (la voluntad general de la
nación). Así como la constitución política del "pueblo" como ,mo resultantes de meros desajustes fácticos, empíricos (la im- O
sujeto unitario y soberano presupone y excluye al mismo tiem- posibilidad práctica de hacer coincidir la realidad con el mo- O
po la representación, inversamente, la representación presu- I delo ideal) .23
'10
pone y excluye al mismo tiempo la heterogeneidad de lo social ¡ La quiebra del ideal deliberativo de un orden republicano,
que se condensa en el concepto forense de la opinión pública,
1)
respecto de la política. Es en ese doble exceso, la trascendencia-
inmanencia de lo político respecto de lo social (la simultánea
í permitiría replantear la cuestión de la relación entre democra- o
ligazón-independencia del orden de la representación respec- I cia y representación sobre bases completamente distintas. La .~:)
to de aquello representado: primera aporía) y la necesidad-im- t:\ combinación de ambas categorías en un único concepto, el de
posibilidad de reducir la heterogeneidad de lo social a la uni- l democracia representativa, supondrá, a su vez, la re definición D.!
¡ de los términos involucrados (permitiendo, respectivamente, el
ro)
dad de la política (segunda aporía), que se hace manifiesta la ;¡'),;¡;
naturaleza eminentemente política (esto es, en última instancia 1 , ,
1',
lítico del período). Hacia mediados de siglo, ésta se traduciría dadanía política ... , p. 61. ('
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218 Elías J. Palti
El tiempo de la política 219
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surgimiento de dos neolog'ismos, los de "representación social"
demos descubrir e! sentido profundo de las polémicas que en-
Ir' .' y "gobernabilidad"). No obstante, para que ello fuera posible,
tonces se agitaron en torno de éste.
:"0'
"t sería necesario antes introducir entre ambos un tercer térmi-
De hecho, entre ambos momentos de la historia político-in-
~c no, el de "sociedad civil", la cual se distinguirá entonces de esa
telectual latinoamericana yace una cisura fundamental. Las
e entidad más vaga llamada "opinión pública". Se empezaría así
a tejer la red categorial que conformará un nuevo campo se-
problemáticas que habrán de plantearse, y los marcos catego-
e mántico cuya articulación nos conduce más allá de los confines
dales con que se abordarán, son ya otros. La quiebra del ideal
i.n
;~.;
contaba ya con categorías con que abordarlo. ginarios tradicionales (lo que le permite a Guerra.referirse al
Porfiriato como el "Antiguo Régimen", en un demasiado obvio
Si, como vimos, el tópico de la "incomprensión de la demo-
~.()'
!.
anacronismo). Ésta cobra un sentido mucho más sustantivo, sin
cracia representativa moderna" (cuyo concepto supone perfec-
1{l' embargo, cuando la analizamos a la luz de la serie de proble-
",() tamente transparente) brinda un marco explicativo, no del to-
l~C do desacertado, aunque sí insuficiente para desentrañar la
máticas que venimos analizando. Lejos de representar un rc-
:{;(j greso a los tipos de imaginario social propios del Antiguo Ré-
compleja trama de problemas que a lo largo de la primera mi-
f,; gimen, las-nuevas teorías organicistas de lo social se revelan,
tad de siglo se escondería por detrás de dicho concepto, pro-
~IC) por el contrario, como señalando una profundización de la
!'rt
~i,(}
. yectado subsecuente mente .en el tiempo resultaría ya por com-
idea de la inmanencia del poder.
pleto inadecuado. Trasladado a la segunda mitad del siglo,
"
De hecho, el modelo forense de la opinión pública guarda-
obstaculizará la comprensión de lo que se encontraba enton-
ba aún resabios de trascendencia. Éste presuponía ya la exis-
ces concretamente en debate. Éste vaciará de sentido las polé-
micas que se suscitaron en ese período, reduciéndolas a una se- tencia de un público idealmente homogéneo, al cual se trans-
rie de lamentables malentendidos que no merecen ningún ferirán los atributos propios del soberano medieval. Rota la
trataf9iento histórico más..específico ni cuya comprensión de- idea de una Verdad objetiva en que este supuesto se fundaba,
manda esfuerzo intelectual alguno. En definitiva, sólo si pene- surgirá la pregunta de cómo concebir un tipo de objetividad
tramos e! núcleo aporético que subyace a dicho concepto po- de lo social compatible con1a evidencia de la diseminación del
sistclna de las diferencias sociales. Son estas mismas las que,
1)
!i)
,")
.220 Elías J. Palti El tiempo de la politica 221
.'".:
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tras que el desarrollo de las dernas instituciones sociales no ha adquirido bas- O'~
tante enerjía para que éstas se dirijan POI- sí mismas; pero hace mucho tiem- ,.
:'\
''-.J ;~
24 Lo que trata allí de pensar es "la sociedad como un conjunto de insti- po que ha llegado a ser opresiva i ha detenido el progreso de la actividad
tuciones orgánicas, todas las cuales reposan sobre las mismas leyes de inde- humana. Es verdad que hasta ahora solo la relijion y el derecho se han cons- CJe!
pendencia i correlacion, constituyendo así una especie de confederacion en- tituido socialmente por medio de la Iglesia y el Estado; pero las sociedades \,)'!,'.
. ,.¡
tre los difer~ntes órdenes". jasé Victorino Lastarria, "Elementos de derecho propenden en su progreso al desarrollo libre e independiente de la indus-
público constitucional teórico positivo ¡político" (1846), Obras completas]: .és- tria, del comercio, de las ciencias i de las artes, i se hacen esfuenos para dar ~0
ludios políticos y co.nstituciona!.es, Santiago, Impr. Barcelona, 1905, p. 193. Este a estas esferas de actividad una organización que les sea propia a fin de ga- (;J1.
texto, cabe aclarar, fue elaborado antes de su adopción del credo positivista, rantirlas contra las influencias de otros poderes, cuya intenrención altera más
01
la que no se.produce, según cuenta en sus Memorias sino hasta 1868. El tér-
mino "positivo" que se encuentra consignado en el título del escrilO antes
mencionado aparece allí en su acepción jurídica más lata.
o menos su carácter i pone trabas a su perfeccion." José Victorino LastalTia,
"Elementos de derecho público constitucional teórico posiLivo i político",
Oln-as cornllletas, 1, pp. 47-8.
O¡
Sobre la vida y la obra de Lastarria, véanse Alamiro de Ávila Marte! el
25
Santiago, Universidad de Chile, 1988,
al., .ésludios soJ:reJosé Victorino Lastarria,
YAlejandro Fuenzalida Gr,mdón, Laslama y su tiempo, Santiago, n/s., 198].
27 José Victorino LastalTia, "Elementos de derecho público constitucio-
nal teórico positivo ¡político", op. cit., 1,p. 46. V'J
(,'
'J'.. ~
" ¡bid .• pp. 53-4. O,'
O'
'J
,; '-"~
.G
,.,
,.
" 'OC,¡-
c: raleza especial, es la que asegura a todas las esferas de la acti- bierno", dice Lastarria, "no solo debe conocer la riqueza i recur-
sos de la nacion, sino tambien distribuirlos i dirigirlos (... ], debe
e vidad h~mana su independencia respectiva, i al mismo tiempo
es la única garantía contra los males que sufriría la sociedad si conocer sus fuerzas i poseer en suma cuantos conocimientos se
., e el poder político se absorbiese a todos los dernas i anulase la comprenden en el vasto círculo de las ciencias sociales".32
t¡ e accion del poder social en jeneral. 29 El planteamiento de! problema de la representacíón-figu-
'e
'-o, . ración de lo social permite así a Lastarria reintroducir aquello
que había, en un principio, intentado eliminar o al menos li-
,iC La soberanía nacional no puede reducirse al poder políti-
co sin destruirse como 'tal; aquélla excede siempre a éste. De lo mitar: e! papel del Estado como instancia unificadora en tanto
.e que se trata es, pues, de diseñar mecanismos inmanentes de in- encarnadu'ra del principio aristocrático-inteligente, que es el
~'o
~ tegración social, comprender cómo es que todas estas funcio- que debe figurar lo social para volverlo representable.33 Esto
'Fa nes especializadas puedan "encaminarse a la realizacion del fin
.~c jeneral del hombre, aunque cada una funcione bajo la accion
.de un principio especial.30 Y esto plantea, a su vez, un proble- 31 En su proyecto, la representación se distribuye del siguiente modo:
~c ma anterior respecto de cuál es la estructura de ese poder so- "Por los intereses relijiosos y morales, cinco [diputados]. Por cl interes de la
() 3gricultura, veinticinco. Por el interes de 13 mineri3, quince. Por el illtcres
cial (los "fines principales en que se divide el fin social"), cuá-
de las manuf3cturas i oficios industriales, diez. Por el comercio jemeral isus
(2 les son los sujetos a los que habrá de representarse. indusu'ias auxiliares, treinta". José Victorino LastalTia, "Bosqucjo de 1l11<l com-
Esto invierte, de algún rnodo, l(~situación anterior; saldada
"
titución política arreglada a los principios i doctrinas de la cicncia", oJ>. cil.,
finalmente la segunda de las cuestiones, mucho más compleja y 11, p. 543.
() 32José Victorino Lastarri3, "Elementos de derecho público COllStitllcio~
.dificil de resolver, que se plantearía de inmediato tras la inde-
"
n31 teórico positivo i político", oft. cil., 1, p. 42.
pendencia, a saber, cuál era esa entidad que iba a ser represen-
. 33Lastarria mantiene así en su proyecto constitucional un doblc sistema
'O .tada, a partir del momento en que se quiebra el supuesto del
de representación; se limita a coloc3r, al lado del sistcma tradicional de re-
iO individuo como la base natural de la sociedad (aquello que en- presentación política, articul3do en función del principio de la mayOlú nu-
méric3, un sistem3 de represent3ción soci3l, organiz3do a partir de un con-
*"!P
.p "Ibid., pp. 50.1.
30 [bid.• p. 191.
junto de instituciones especializadas que darí3n expresión a los diversos
componentes de los que se conforma la socied3d.
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EJías J. Palti El ti~mpo de la política 225
224 Mi
:.•...J¡
...
Luego veremos cuál era el ideal de democracia implícito en ')
supone, obviamente, un:saber especializado ("i es fácil conce- \. "
bir", concluye, "que estas condiciones de capacidad no se en- este concepto. En todo caso, está claro que de ningún modo se Q'
cuentran en todos los individuos de una sociedad") .34 El inten- trataba de un regreso a un ideal premoderno. Éste surgió de la -,.~
"'""""';¡'
\~
(~:)~
to de poner en caja aquellos elementos de lo social (el ámbito revelación de un conjunto de aporías implícitas en el concep- e,'
de la diversidad) que no aceptan reducirse a lo políticojurídi- to ("moderno") de representación política; aportará una res-
puesta al interrogante respecto de cómo llenar la brecha entre
(1)'.
, :~
ca (el ámbito de la unidad) termina así haciendo emerger de
modo más descarnado aquello de la política que excede lo so- representante y representado, sin reducir llanamente uno a O":
!~
cial (y le permite constituirse como tal). otro; en suma, CÓlDO conciliar representación y delDocracia.
~",)¡j,1
La tensión entre poder político y poder social reproduce, en Esto supondría, a su vez, la reformulación de ese interro- .,).:1
,.
,...",,
última instancia, aquella otra entre razón y voluntad señalada por gante. En los marcos del nuevo lenguaje que entonqces comen-
Guerra, que permite introducir restricciones a los derechos po- zaba a emerger, y que denominamos "el concepto estratégico' Ji'
fe
líticos. Por cierto, el liberalismo de Lastarna no era democrático. de la sociedad civil",'éste habría de retraducirse en el de cómo O'
Sin embargo, más significativo que su aristocratismo es cómo co- establecer un vínculo existencial entre representante y represen- :)"
menzaba entonces a redefinirse el concepto de democracia; aun- tado, hallar algún tipo de identidad sustantiva entre ambos que ))1
Q;•
que esto sólo se observará con más claridad en sus escritos tar- garantice que la voluntad del diputado habrá de coincidir de
díos: En lo inmediato podemos sí ver cómo la perspectiva de manera espontánea con aquella que manifestarían eventual- ""
Lastarria reformula las relaciones entre tradición y modernidad mente s;'s votantes (algo que el mecanismo purament~ formal ü(
políticas, invirtiendo, de hecho, el esquema de Guerra. de la autoriz~ción no alcanza~ía aún, a asegurar). 36 Aquí radica. ':)"
En efecto, a diferencia de Guerra, para Lastarria la persis- el núcleo de la idea de representación social. La introducción
tencia del principio de representación política, fundado en la de la consideración de la problemática relativa a ¡as condicio-
O'
nes sustantivas de la representación conllevaba ya una reconfi-
ID
, pura voluntad popular, expresaba la presencia de "resabios i re-
miniscencias del réjimen antiguo". Por el contrario, la noción guración fundamental del lenguaje político. Este concepto de )
de representación social -que, vista desde la perspectiva del '.)
pactismo ilustrado, aparece como una vuelta al ideal corpora- J,
, tivo colonial- era la forma propiamente "moderna" de gobier- I
no, su ideal último. En fin, el modelo político "organicista" no
versas esferas de actividad y su mutua compatibilización. "La época de la uni- 'J i
dad está aun lejana, pero es preciso aproximarla, preparando su realizacion.
sería de una mera propuesta de república posible, una forma pre- Cuando existan en su completa organización los poderes sociales, formarán
liminar y lransitoria en la marcha hacia un supuesto ideal eter- todos una verdadera rej)resentación social, eligiendo cada uno de ellos sus res- ~~ f
no de república verdadera representado por el concepto pactis- pectivos funcionarios: esta representacion será diferente de todas las conoci- ID]
ta-ilustrado, sino una forma diversa de concebir esta última.35 das, porque su mision no consistirá en intervenir directa i continuamente en
el movimiento de los órganos particulares, ni en darles la lei i la IcjislacioD,
,.)
sino únicamente en velar para que ninguno salga de su esfera, para que guar- '0
den las relaciones de almonÍa i consigan el fin social que le ha cabido en suer-
34 José Victorino Lastania, "Elementos de derecho público constitucio-
te."José Victorino Lastania, "Elementos de derecho público constitucional
,0
nal teórico positivo i político", op. cit., " p. 56.
35 La articulación de una totalidad orgánica sólo puede ser el resultado teórico positivo i político", op. cit., 1,pp. 195-6. O
de una largo trabajo de autoconstitución de lo social, de afirmación de las di. 36 Véase HannaPitkin, TheNew ... , pp. 60-91. ()
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'f 226 Elías J. Palti El tiempo de la política 227
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Lastarria representa, no obstante, un intento aún algo prema- la política positiva es aquella que permite distinguir la naciona-
turo. una [ornla lransicional en la definición del nuevo concep- lidad del Estado y concebir las naciones y sociedades como en-
to estratégico de la sociedad civil que cobrará perfiles más ní- tidades heterogéneas,
tidos sólo décadas más tarde, acompañando la difusión del
ideario positivista en la región, La obra posterior del propio Una gran nacionalidad, aunque tenga un mismo orUen, una
Lastarria resulta aquí también ilustrativa. misma historia i un mismo territorio, puede tener también va-
rias unidades sociales, i constituir en cada una otros tantos Es-
tados o gobiernos [",] De la misma manera puede haber dis-
Positivismo, organicismo y semecracia tintas nacionalidades, i por consiguiente diversas unidades
~( sociales, sometidas a un solo Estado, [.,,] En todas estas com-
En sus Lecciones de política positiva (1875), Lastarria retoma, binaciones i en las dernas que puedan existir, el Estado es siem-
(
tres décadas más tarde, las mismas ideas antes esbozadas, ree- pre una institudon social i politica que representa el principio
( laborándolas ahora en clave comteana, Si bien sus planteas no del derecho para mantener la armonia i correlaciones ele las
( se alteran en lo esencial, se observan en ellos algunos desplaza- diversas esferas de la actividad social; de modo que la teoría
( mientos sugestivos. En primer lugar, aparece ahora de manera política de la nación, o de la sociedad civil, no es el Estado,
explícita la crítica antes implícita al modelo pactista moderno, aunque sea la existencia de éste la que la constituyc.38
{
Según descubre, son las visiones contractualistas (absurdas e in-
(
sostenibles en lo teórico, según dice) las que llevan a confun- Esta perspectiva lleva a reforzar su "organicismo", radicali-
( dir el poder social con el poder político y, de este modo, "escla- zando la oposición entre los dos principios que antes había trd-
( vizan la actividad de todos los elementos de la sociedad a la tado de equilibrar, La teoría de la representación política y la
voluntad del Estado", teoría de la representación social, según asegura ahora La~ta-
(
rria, articulan horizontes de sentido incompatibles entre sÍ, La
(
Este funesto error subsiste porque todavía se admiten dos ab- primera participa del orden especulativo; la segunda, del or-
( surdos capitales de la falsa teoría del contrato social, aun por den activo.39 Ambas se desenvuelven según dos lógicas distin-
( los que ya no creen en esa teoría, a saber: que la soberanía [del tas, La deliberación se ordena en torno del principio de la ma-
( Estado] es ilimitada, i que el poder político que la ejerce tie- yoría numérica; la representación, en canlbio, es irreductible a
ne su base en la abdicación que hacemos de parte de nuestra ésta, No se trata sólo de defender el derecho de las minorías, Este
(
libertad para conservar el resto.3i concepto, dice el autor, "es todavía una cosa lnui vaga e indefi-
{, nida", No sólo porque resulta indefinible ("¿qué es a priori una
<. El ideal iluslrado de una sociedad perfectamente homogé-
( nea escondía, para él, un Ílnpulso autoritario. Por el contrario,
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228 Elias J. Palti El tiempo de la polftica 229
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minoría?") ,40 sino, fund::unentalmente, porque no cumple con ~\..J
al mismo tiempo su concepto político del supuesto de la exis-
su objetivo. Los defensores de la representación proporcional, tencia de un saber objetivo de lo social y un órgano especiali- (C)
dice, enumeran "como una de las escelencias de esta nueva for- zado que lo expresa (el Estado). De este modo, este acentuado ()
ma la de que en ella se arnpara la representación d-e las minorías, organicismo_ en la medida en que legitima las diferencias po- ()
en lugar de decir que su verdad ijusticia consisten en que .am- líticas, abrirá por fin las puertas a la idea de partidos en tanto
para la representación de todos los intereses colectivos de la na- que 'encarnaciones de c1ivajes sociales objetivos, lo que se tra- :)
cion".41 Un interés social, en definitiva, no puede someterse a ducirá, a su vez, en el diseño de un modelo mucho más "demo- i)
la decisión colectiva; su representación no es un objeto pasible crático" (algo que, en el marco de las oposiciones tradiciona- O¡
de votación en la medida en que su definición constituye la pre- les de la historia de ideas resulta paradójico) .43 En contra de lo (,) ..~
misa de toda representación. que sostenía treinta años antes, ahora, con el partido liberal ya ."'.".1
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, de la deliberación (y, por ende, del Estado político).45 Remite
a la estructura del c~unpo en que ésta se desenvuelve, el de sus
sus comitentes.
siglo ha conquistado
[ ... ] La ventaja mas trascendental que en este
la semecracia, o el gobierno del pueblo
.- condiciones objetivas de posibilidad: toda deliberación colec- por sí mismo, es la de establecer el sistema representativo de
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,, tiva, toda "opinión pública", presupone ya un sujeto de ésta, ¡nanera que los depositarios del poder político no tengan ni
p. 391.
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232, Elías J. Palti El tiempo de la política 233
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blica, se sostiene en un fundamento muy diverso del de aquél: nios ca extensivos a fin de evitar que alguno de los factores que
el principio de asociación. '<)
componen lo social se perdiera en el ,mecanismo de la delega-
ción del poder. Éste, no obstante, no podría evitar que en la ins- ()
La asociacion es el modo verdadero i completo de realizar to- tancia de la representación-figuración se pusiese de manifiesto, ,,"
,-,
dos los fines del progreso social, es la palanca de la actividad inversamente, todo aquello de lo político que excede lo social
,)
humana, el medio de combinar todas las fuerzas, todos los ele- y pelmite a éste constituirse. La articulación de un concepto po-
mentos que se hallan separados i que deben entrar a formar lítico coherente fundado en la idea de la representación social
,) ,
el equilibrio social. [... ] Es, pues, necesario crear el equilibrio o semecracia supondría así un segundo movimiento por el cual .~,l
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social pór medio de la asociacion, i para poder utilizar esta pa- se eliminara también este último exceso resituando el principio 01'.;: .
lanca poderosa, es indispensable buscarle su punto de apoyo constitutivo de lo social en el seno de la propia sociedad civil. '0 '~
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en la verdad48 De este modo se completará la mutación conceptual puesta en """",
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e 234 Elias J. Palti El tiempo de la política. 235
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(j drez, agrupaciones deIans de las divas de la ópera, ete.), orga- Pese a las diferencias entre las formas analizadas has~ aquí, es
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tos segmentos de su población). Como señala Pilar González tir un conjunto de valores que reúnen e identifican a los miem-
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lt. .. específicamente en relación con la segunda mitad del siglo XIX: bros de todas las asociaciones más allá de los objetivos especí-
:ftc) "la novedad del período radica menos en la presencia de refor- ficos de cada una de ellas. En realidad, esos intercambios
~~ mas institucionales o transformaciones de las relaciones de responden a una misma representación del individuo [como]
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fuerza socioeconómicas que en esa extensión de la esfera polí-
tica, que acompaña la reactualización de las instituciones repu-
ser racional, sociable por civilidad y social por un acto volun-
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~o blicanas".51
tario. En la asociación -nos tienta decir "por la asociación "-,
el hombre se convierte en un ser social. La asociación sólo exis-
<le
~.
Uno de los aportes más importantes de la escuela de Gue- te en el marco de esos individuos--seres racionales, libres e igua-
te) rra a la historiografia del período fue,justamente, el de llamar les que deciden formalizar sus intercambios a partir de un
e de su desarrollo radicó en que ellas cristalizaron en la prác- Esta afirmación debe, no obstante, matizarse. Al igual que
e tica el modelo de una comunidad de individuos reunidos por entre el desarrollo de un sistema de prensa periódica y del con-
e vínculos contractuales libremente asumidos; en fin, proveye-
ron la base material, el suelo de experiencia concreta a partir
cepto de opinión pública, analizados antes, entre el concepto
contractualista y el movimiento asociacionista no hay un víncu-
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del cual se alzó el imaginario social "moderno". "Poco a poco",
asegura el autor, "a medida que se difunden este tipo de socia-
lo directo y necesario. En definitiva, la relación entre procesos
materiales y fenómenos conceptuales no es nunca unívoca ni
I"'()
~L ' bilidades y el imaginario que las acompañan, la sociedad ente- transparente. La interpretación señalada es sólo una de las di-
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ra empieza a ser pensada con los mismos conceptos que la nue- versas lecturas que ese fenómeno aceptaría. En todo caso, las
va sociabilidad: como una vasta asociación de individuos unidos asociadánes civiles tenían también implícitas, de un modo qui-
voluntariamente cuyo conjunto constituye la nación o el pue- zá mucho más pertinente, otro modelo de sociedad, distinto
blo ".52 Siguiendo esta misma línea de argumentación, Pilar Gon- del pactista, que es justamente el que habrá de' remodelar el
zález afirma: ideario liberal en la segunda mitad del siglo XIX, pero cuya in-
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teligibilidad se encuentra obturada por el esquema que iden-
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:g ¡bid .• p. 266.
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.52 Fran.;ois-Xavicr Cuerrd, Modemidad e independencias, p. 91. 53 Pilar González Bernaldo de Quirós, op. cit., p. 316.
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236 Elias J. Palti El tiempo de la política 237
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titica el organicismo con un regreso a un ideal social premo- cisos, que exigían un fuerte compromiso ideológico por par-
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derno, te de sus integrantes, solían agrupar.y comunicar gente de '~',
En efecto, dichas asociaciones parecían cristalizar la forma muy diversa extracción social, y así sucesivamente. por otro la-
do, tal red de asociaciones civiles resultaba, por su propia na-
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moderna básica de autoorganizacíón social espontánea, pre-
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via a toda deliberación;' en fin, serían la encarnación actuali- turaleza, mucho más comprensiva, 'socialmente hablando, que
zada del antiguo ideal republicano de autogobierno en con' el sistema político. De ella participaban, de hecho, sectores, Q
textos sociales heterogéneos y complejos. Sin duda, ésta era como los miembros de las colonias extranjeras, que no goza-, ,jo,
una perspectiva altamente estilizada de aquéllas. Tales organi- ban, por definición, de derechos políticos. En última instan- \);
zaciones no eran, en verdad, ni democráticas ni homogéneas. cia, el sujeto de la "sociedad civil" no era el ciudadano (en tan- o'¡;,)1
Mientras que algunas eran fuertemente aristocráticas y exclu- to sujeto racional, despojado de, todo apetito singular, que
sivistas (como el Círculo Francés, el Jockey Club, etc.), otras delibera en la plaza pública), sino el hombre (en tanto sujeto
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(como las asociaciones de ayuda mutua y sindicales, las igle- de intereses, inclinaciones y expectativas particulares, que se
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sias protestantes, etc.) organizaron a vastos sectores de las cla- agrupa para bregar colectivamente por éstas). Las asociacio- .v.
ses bajas; mientras que algunas manifestaron puntos de vista nes civiles eran, en suma, a la vez integrativas y exclusivistas; ,,).
políticos sumamente conservadores (en especial, aquellas aso- encarnaban un modo específico de integración social y parti-
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ciadas a la iglesia católica), otras (entre las que se incluían no cipación política que era, según se postulaba, igualitaria y, al
mismo tiempo, sensible a las condiciones diferenciales de sus
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s610varios de los clubes políticos tradicionales y muchos de los
nuevos sindicatos obreros, sino también organizaciones forma- miembros. )1
das en tomo de temas específicos, como las ligas contra la li- La sociedad civil se distingue así de los mecanismos de con- :JI
dia de toros, y aun un activo movimiento feminista) sostuvie- formación de una opinión pública. El espacio social entonces se ,t .,J~
ron programas muy radicales, e incluso de extrema izquierda; fragmenta. Éste no conforma ahora un todo homogéneo, sino
por último, mientras que algunas trabajaron en estrecha alian- que alberga pluralidad de actores agrupados sectorialmente, que Oi' ,~
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za con el gobierno (como la agrupaciones conectadas con la no buscan acceder de manera colectiva a ninguna "verdad del VI"
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educación, la prevención del crimen y la salud pública), otras caso", sino defender y armonizar entre sí sus intereses específi-
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sirvieron de plataforma para la acción de fuerzas opositoras a cos. La totalidad social ya no se organiza a partir de una Ver- ,j
los regímenes establecidos (tanto desde la izquierda como des- dad unificada, sino de un bien común que nace del propio tra-
1)
de la derecha). bajo de mutua compatibilización de pluralidad de aspiraciones
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No obstante, aunque el carácter especializado de estas aso- y demandas particulares. Surge así un nuevo concepto del tra-
ciaciones imponía de manera necesaria exclusiones en algu- ,,
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bajo de la representación; en palabras de Voegelin, una nueva pers- 'J'
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nos respectos, éstas permanecían -al menos idealmente- al pectiva respecto del mecanismo de la articulación de lo social. J
mismo tiempo abiertas en otros. Por ejemplo, aun las agrupa- Ésta no se constituye de manera discursiva sino estratégica a
ciones socialmente más exclusivas podían ser -y de hecho lo partir del mismo juego de los antagonismos y las transacciones
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mutuas. Su orden es, pues, siempre precario; debe ser conti-
")
fueron- muy amplias y permisivas en cuanto a los puntos de
vista políticos de sus miembros; a la inversa, aquellas organi- nuamente reforzado y reconstruido. E! espacio público se con- "j
zaciones articuladas en tomo de programas políticos muy pre- vierte así, en fin, de un foro para el debate de ideas en una suer- .J
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238 Elías J. Palti El tiempo de la política 239
te de arena para la oposición y nlutua articulación de intereses ción de pensadores positivistas, que no sólo lo social corno to-
siempre singulares.51 talidad no preexiste a los modos de su figuración, sino tampo-
De este JTIodo, el CalUPO social asegura la inlnanencia de su co aquellos diversos grupos que lo constituyen. Su unidad e
( ámbito, se instituye como un espacio autoconstituido y cerrado identidad como tales conlleva ya un cierto trabajo de represen-
( sobre sí. Se completa con esto el segundo movimiento concep- tación. En definitiva, los grupos funcionales, a diferencia de los
( tual de reducción de lo político a lo social, recolocando el me- individuos, que constituirían una supuesta base natural, no son
canismo de articulación de lo social en el interior de la propia algo meramente dado; su conformación participa ya del orden de
(
sociedad. Ello, no obstante, tendrá un precio. El reenvio de la la política. El campo de la acción estratégica se amplia así para
( representación-figuración al seno de la sociedad conducirá de comprender también al proceso histórico objetivo de articula-
( modo inevitable a internalizar las aporías de la representación. ción de una sociedad civil, que es la condición de posibilidad de
En este punto, sin embargo, debemos volver a lo analizado una voluntad general de la nación.55 La politización de la re-
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antes respecto de los orígenes del concepto estratégico de la presentación política se despliega ahora en una politización de
{
opinión pública. La introducción de la noción de representa- la re-presentación social. Recién entonces habrá verdadera-
( ción social abriría las puertas a todo un nuevo campo de apli- mente de cristalizar la idea formulada por Mitre de la acción
( cación, un nuevo terreno para la acción estratégica, apenas es- política como un trabajo de la sociedad sobre sí misma. Pero éste ya
( bozado anteriormente, y que conduce del plano de la "opinión no se trataría de una acción retórica (de matriz epi deíctica) , si-
pública" al de la "sociedad civil". Esto se asocia al problema ya no de una intervención material operada sobre e! cuerpo social
(
mencionado a propósito del escrito temprano de Lastarria res- (éste fue, de hecho, e! período en que cobraron forma en Amé-
( pecto de la figuración de esa sociedad a la que debe represen- rica Latina una serie de instituciones disciplinarias, como el sis-
( tarse, según el concepto de representación social; esto es, có- tema penitenciario, la educación elemental, ete., que expan-
( mo se identifican, cuál es la naturaleza de esos sectores sociales den concretamente el área de intervención posible de! Estado
a los que el sistema institucional debe dar expresión, qué as- sobre la sociedad y los individuos). Ves aquí donde encorllra-
(
pectos, en fin, resultan relevantes para su definición. mos el límite del "positivismo" de Lastarria. Más allá de su ag-
( La afirmación de un nuevo lenguaje político sólo se produ- gilYmamentlY en materia de fuentes teóricas, Lastarria seguía
( cirá cuando se descubra, por parte ya de una segunda genera- siendo aún un representante típico de la clase política que
(. emerge en la primera mitad del siglo. La afirmación del idea-
rio positivista estuvo asociada, por el contrario, a un recambio
(
54 Como señalaba por entonces Alberdi: "La gran razón de superioridad
que se produjo en el plantel gobernante, que se tradujo, a su vez,
(. de la política dc los intereses y convenicncia sobre la política de los p,inci- un desplazamiento en cuanto a las orientaciones profesionales
,.,( pios o derechos absolutos, es que ella hace posible la paz. Dos intereses opues-
tos son siempre susceptibles de conciliarse; dos principios opuestos no pue-
;(
den ceder un ápice sin destruirse, No hay medios derechos ni medias
( verdades en e1lcngll~e de la filosofia del derecho". Juan Bautista Alberdi, £s- 55 Como señala Voegelin', "la articulación es la condición de la represen-
m'los póstumos, XII, p. 402. Éste, dice, es el "método anglosajón n, que es "el de tación". Pero, inversamente, "a fin de cobrar vida", continúa, "una sociedad
l transacción, el compromúo, el arreglo conciliatorio como medio de resolver sus debe producir el representante que habrá de actuar por ella"; en fin, lo social
l conflictos, por concesiones de uno y otro lado" (ibid., p. 220). no preexiste ~ los modos de su representación. Eric Voege1in, op. cit" p. '11.
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Elías J. Palti El tiempo de la política 241
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de sus miembros: los abogádos, como Lastarria, cederían en- El "punto de vista médico" vejaba, pues, tras el ideal de la .
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tonces sn lugar a los médicos. autoorganización, asimetrías fundamentales de poder. Tenien- ", "
En efecto, la medicina emergió en esos aÍios como el para- do como meta la modelación de las conductas colectivas, el di- )',i,
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digma de una disciplina al mismo tiempo fundada en lo teóri- seño de las políticas públicas implicaba, de hecho, la desubje- 1;
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co y orientada hacia lo práctico -y, por lo tanto, adecuada a la tivación del público, reduciendo a la sociedad y a los individuos
resolución de los asuntos sociales-; esto es, curar las tan fre- a objetos de las técnicas disciplinarias y el tipo específico de sa- '"
VI
cuentemente invocadas "patologías sociales y culturales" lati- ber asociado a ellas (los especialistas conocen siempre mejor
ry
noamericanas. Ella encarnaba, en fin, el idea!jJastoralista de un que los pacientes lo que éstos necesitan). Aun así, la objetiva- ,~
';J .
saber universal e individual a la vez ("Ia política", decía Alber-
di en 1873, "se acerca más a la medicina que a la moral. Ella de-
ción de la sociedad inherente a ese punto de vista no era nece- .o
be sus auxilios y cuidados a todos los vivientes") .56 En este ideal
sariamente contradictoria con el concepto de la sociedad civil ;)
como encarnación del ideal democrático de autogobierno. La ".""\
. pastoralista se condensa el sustrato político, el fundamento im- acción pastoralista no se concebía como emanando de una ins- •...J
1
plícito y negado, a la vez, del fenómeno asociativo.57 tancia superior a la sociedad. Representaba sí, sin embargo, o¡
La formación de sociedades científicas, y en especial médi- una definición particular del concepto de democracia como "";1
cas, aparece como participando de aquel proceso general an- autogobierno. Éste se interpretaría, en este contexto, ~o en el
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tes señalado de autoorganización social. Sin embargo, esto lle- sentido tradicional de autolegislación, como se hada en los mar-
01
vó a confundir dos fenómenos muy distintos entre sí. Las nuevas el!
sociedades médicas no eran, como las anteriores sociedades
científicas; parte de la República de las Letras, y los nuevos médi-
cos del modelp forense, sino en el de autocontrol, término que
habría entonces de traducirse por el de gobernabilidad, entendi- al;
cos, a diferencia de los médiciens-philosophes del siglo anterior, no
do como la capacidad de un medio social dado para mantener
bajo control sus propias tendencias antisociales ("el self-govern-
0j;
eran hombres de letras hablando a otros hombres de letras en ment en que consiste la libertad", decía Alberdi en esos arios,
un pie de igualdad. Éstos se dirigían ahora a una sociedad que "empieza en el hombre por el gobierno de su propia voluntad, 31' ¡,
carecía del tipo de conocimiento que ellos poseían. Los médi- por el dominio de sí mismo") .58 o
cos vendrían ahora a encarnar esa Verdad que se ha arrancado Vemos aquí las consecuencias que tendría el re envio de la j
al Estado para alojarse, por su intermedio, en la propia socie- representación-figuración al seno de la sociedad ci\~l,pero que ,j
dad ci\~l. El intento de dar cuenta de la heterogeneidad de lo
social, de superar la contradicción entre Estado y sociedad, en-
Lastarria no podría ya tematizar. Este traslado producirá una
escisión en su seno. La sociedad civil se convierte de este mo- dj
tre democracia (en el plano de la representación-legitimación)
y aristocracia (al nivel de la representación-figuración) se re-
do en objeto y sujeto a la vez de la representación, pero ambas Ji
suelve así en la diseminación del poder, en la proliferación e in-
dimensiones se desdoblan en las figuras del médico-sujeto-re-
o',
presentante y del paciente-objeto-representado. Reencontra- ¡ji
lnanentización de los sistemas de autoridad. mos aquí las paradojas de la representación proyectadas ahora
en un plano superior (el de la representación social). En defi- °1"
,1,'
':J" "
5ÓJuan Bautista AJberdi, E~c,.itos póstumos, VIIJ, p. 6J5: 1)
57 Sobre el concepto pastoralista, véase Elías 1- Palti, La invención de una
~,
legitimidad, cap. v.
58 Juan Bautista AJberdi, F'..Scntospóstumos, VIII, p. 355. J,
v,'.
' ..
U'
,
~,
4,V 59 En el plano de la teoría política,' esta nueva mutación conceptual de- cierto modo se opone al principio mismo del sentimiento solidatio, cuya ten-
¡~ •.), rivará, a su vez, en una nueva crisis del concepto de sistema de partidos. Los tex- dencia.es sobreponer el amor del gmpo sobre el egoísmo, porque la supre-
..;\6")
':f" tos clásicos al respecto son Robert Michcls, Les parlis politiques. Essai sur les ten- macía del grupo está en razón inversa con el número de asociaciones a que
,a.~' dance oligarchiques des démocraties, París, Erncst Flammarion, 1914; M. pertenece .un mismo individuo. Comprendido éste en una sola asociación, es
,¡:•. , Ostrogorski, Democracy alld tite Organi:wtion o/ Political Parties, Chicago, Sey- por completo absorbido por ella." Mariano Cornejo, "L'l. solidaridad, sínte-
'I~'"
;(2
mOtlr Martin Lipset, 1964, y Max Weber, Prom Max Weber.Essays in Sociology, sis del fenómeno social" (1909), en Zea (comp.), Pensamiento positivista lati-
Nueva York, Oxford Univcrsity Prcss, 1977. noamericano, JI, p. 488.
'c
e
244 Elías J. Palti
~".,
~;r,,, Si los conceptos constitutivos del discurso politico, y por lo tan-
to, de la vida política, fueran, en efecto, esenaalmenterefutables,
instancia, erróneo. Lo que esa tesis señala es la imposibilidad'
para una comunidad de constituirse de manera plena como
~ entonces no podría haber lenguaje moral común o léxico cí- una totalidad orgánica, perfectamente integrada y homogénea.
t.~
vico, y por ende, comunicación, y por ende comunid~d, inclu-
so siquiera esperanza de establecer y mantener una comunidad
Como afirma Pocock,. toda sociedad relativamente complejaal- .
berga pluralidad de código's'o I~;;g~;'jes p;líticos.6 Lo cierto es '
tJ. Cívica.Si la tesis de la refutabilidad esencial fuera cierta, enton- q;:;-~1atesi'¡cte"I;'-esencial refutabilidad de los conceptos no nie-
;~(¡ ces, el discurso político, y por lo tanto, la vida política, se tor- ga, en principio, la posibilidad de f~ar el sentido de éstos, aun-
fj'
¡I(l
,~ . naría imposible, y exactamente por las mismas razones por las
que la civilidad y la vida social son imposibles en el estado de
que afirma sí que ello es posible únicamente dentro de los mar- .'
cos de una determinada comunidad política O lingiiística7
:;e
;.(j naturaleza imaginario y solipsista de Hobbes: cada individuo
\tv
:,;!"
4 Tcrcncc Hall, "Confessions
or Political17wughl 6, 2002, p. 24.
ofa Conceptual Historian ", FinniJh Yearbooh
~c !í [bid., p. 23:
J. G.
tG 3 El prólogo
to con Pocock,
a Conceptual Change and the Constilulion, que Ball escribe jun.
es, de hecho, uno de los alegatos más ardientes en favor de
(, Véase A. Pocock, Virlue, Commetce, and f/islory, Cambridge,
bridge University Press, 1991, pp. 1-36.
Cam-
~
"~,
,o.~
249
0'1
248 Elías J. Palti El tiempo de la política
O~
losofía de la Universidad de Padua, habrá, sin embargo, de ir
O,,
Así formuladas, las diferencias entre ambas posturas pier- ,l
más allá, reformulando el objeto mismo de la historia concep, .',~ ..<
den su carácter irreductible (de hecho, Ball no ignora que el
sentido de los conceptos políticos cambia con el contexto de tuaL 11 Según afirma esta escuela, para descubrir el sentido de"v" O
su enunciación), Pero, de este modo, se nos escapa también el las categorías políticas modernas no basta con trazar largas gé-
nealogías conceptuales o historizar sus usos. Lo que se requie-
O
núcleo de la controversia. Ball está en lo cierto, en realidad, en
cuanto a que esa tesis tiene implícita una premisa más "fuerte", re, más bien, es una tarea de "crítica y deconstrucción". "Silos O
conceptos políticos modernos poseen una historicidad especí- 1)
que es la que él rechazaría. De acuerdo con ella, no sólo toda
fica", insiste Chignola, entonces "será posible reabrir la discu- 'r., ,
, fijación de sentido sería inevitablemente parcial, relativa a un , .•1"
lenguaje particular, sino que, además, sería siempre precaria. sión en torno de ellos y de su intrínseco carácter aporético ",12 DI,
Yello por causas que remiten menos al contexto histórico ex- Como ve~os, ambas corrientes acuerdan en cuanto a]a his- ;!
terno en que se desenvuelven los lenguajes que a razones mu- toricidad de los conceptos_ Ambas se apartan ya, pues, de los O~
cho más 'inherentes, intrínsecas ("esenciales") a éstos. Un ar- cánones de la antigua historia de ideas, Sin embargo, parten de O'
tículo de Sandro Chignola resulta ilustrativo al respecto,8 la base de visiones muy distintas respecto de la,fuente y la na- O:
En ese artículo, Chignola distingue dos etapas en el desa- turaleza de la temporalidad histórico-i,ntelectuaL La primera
fase en la temporalización de los conceptos busca revelar que
q
rrollo reciente de la historia conceptual italiana. La primera
aparece centrada alrededor de Pierangelo Schiera y el Institu- los cambios que los conceptos sufren a lo largo del tiempo no ! Q:
to halo-Germánico de Trento, que en
los años setenta renova':' siguen ningún patrón preestablecido y dirigido a la realización Y19
ron de manera decisiva los enfoques relativos a la historia cons- de una meta final: la iluminación de la definición verdadera de ()~
tal concepto. Sin embargo, la indefinibilidad de los conceptos
tituciona1.9 Su modelo'interpretativo, de matriz hintzeana,IO 0
,
'1'"
~
• permitió la revalorización del elemen to lingúístico en la articu- está asociada aquí todavía a factores de na'turaleza estrictamen-
Jli
lación de las relaciones políticas, enfatizando así la necesidad
de historizar los conceptos a fin de proceder a una reconstruc-
te empírica. Indica una condición fáctica, un suceso circuns-
tanciaL Nada impide aún, en principio, que éstos puedan esta-
bilizar su contenido semántico, Desde esta perspectiva, si a
j:rO.
ción más precisa, típic(}-ideal, de la experiencia polí tico-consti- ,
nadie se le ocurriese cuestionar o alterar el sentido de una ca-
tucional moderna, 'J'
Una segunda vertiente historiográfica, identificada con la tegoría, éste podría mantenerse de manera indefinida. No hay
nada intrínseco a los conceptos que nos permita anunciar o enten-
,): "~i
, J
obra del "Grupo de Investigación de los Conceptos Políticos
der por qué sus definiciones establecidas devienen inestables
j'"
1,- - .;,
Modernos", dirigido por Giuseppe Duso en el Instituto de Fi- ,-'1
> '
y,llegado el caso, sucumben, La historicidad es aquí a la vez ine-
1'\' ¡
(5~' ¡
~.li
condensadas en PierangeJo Schiera (ed.). Per un(L nuova siona constiluzionale sofia política moderna, Roma, Car~cci, 1999, y La logica del polere. Stmia concejJ- i -, I
",J, ,
e soziale, Napoles, Vita e Pensiero, 1970. tuale como filosofia politca, Roma, Latterza, 1999.
El libro de Schiera, OUoHintze (Nápoles, Guida, 1974), fue clave en la
10
12 Sandro Chignola, "Historia de los co~ceptos,historia constitucional, fj
1
filosofía política", op. cit., 1-12, 2?03, p. 35.
difusión de las ideas históricas de este último autor en halia. VI.]
\)
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251
t7 250 EUas J. Palti El tiempo de la política
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el tiempo, pero la historicidad no es una dimensión constituti- minado, no es porque éste cambia históricamente, sino a la in- \.
6 va suya. Para decirlo e~ términos de Ball, éstc>~son siempre, de versa, cambia históricamente porq'ue no puede fIjarse de un "
:i(l \ hechc>, refutados, pero ello no significa que sean esencialmente modo determinado. NI) obstante, para descubrir por qué toda
~<;'(¡'; ,¡refutables. fijación de sentido es constitutivamente pr.eca~a,. ciebelTIostr~-
',1>"
:~C. j El desarrollo de una perspectiva más fuerte respecto de la zar uii" entero campo semántico, es decir,..debemos t[~ascender
:rlt. .! temporalidad
. de los conceptos supone el traslado de la fuente la.l1istoria de ideas o deconceptos en dirección a mía historia ~~"-
'l'"
';(i
de la contingencia del contexto externo al seno de la historia d~.I()slenguajes políticos. En definitiva, reconstruir un lengua-
intelectual misma. De acuerdo con este último punto de vista, je político supone no sólo observar cómo el significado de los
el el hecho de que los con~eptos no puedan fijar su significado c;;;;-ceptós-c~~bióa io ¡argo del tiempo, sino también: y f~;":da-
(l no refiere, en efecto, a una 111eracorroboración empírica, algo me"ntalmente;quelmpedía a éstos alcanzar su plenitud semántica.
que podría eventualmente no ocurrir, aunque, en los hechos - Esto es, má.Sprecisamente, lo que Pierre Rosanvallon llama
C1 "una historia conceptual de lo político". Ésta se propone dislocar
siempre lo haga. Indica, por el contr"rio, .I:IIloa~
co.".d~0~~i~he-
(l
rente a éstos: que su
¿o~tenido s~mánticol1oes nunca p~rfec- las visiones formalistas, típico-ideales, de la historia intelectual,
e ,~~,~
~en te__ t~~~!l~i~~e'ñ.'te~)Óii~~~en.t~-
.~':l in t~g~a~º',~~il)º_
~lgº ~c_c?n- que ven las formaciones conceptuales como sistemas autoconte- j
<,
e tÜigentey precariamente articulado.l3 nidos y lógicamente estructurados. Según señala Rosanvallon,
tales visiones esconden siempre un impulso normativo que lle-
•
e va~ío, respltante de la quiebra de las ~osmovisiones cristianas. Éstas ya no 14 La idea de Rosanvallon de una "historia conceptual de lo político" su-
pone, de hecho, una inversión de la perspectiva de BaH respe~to de las su-
o :: ~. aportarán respuestas a una pregunta -aquella respecto del sentido del mun~
d~ frente a la cual, sin embargo, la modernidad no podría permanecer in- puestas implicancias de la tesis de la refutabilidad esencial de los conceptos.
o diferente. En última instancia, los diversos lenguajes políticos modernos no No es, en verdad, la imposible f~ación del sentido de los conceptos políticos
fundame~tales lo q\ie hace imposible la política. Por el contrario, si éste pU-.
o serán sino otros tantos intentos de llenar significativamente ese vacío, tratar
de asir, tornar inteligible, crear sentidos a fin de hacer soportable un mundo diera determinarse de un modo objetivo, la política perdería ipso Jacto ~odo
,!
o que, perdj~a toda idea de trascendencia, no puede dejar de confrontar pe- ~ sentido; la resolución de los asuntos públicos debería en tal caS9 confiarse a 'í¡
e ro tampoco aceptar la radical contingencia ("irracionalidad") de sus funda~
"mentas; £;stoes, la "esencial refutabilidad" de las categorías nucleares de to-
los expertos. No habría lugar, en fin, para las diferencias legítimas de opi-
niones al respecto; sólo existirían quienes ~onocenesa verdader<i definición y
¡'¡
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"
I que se trata es de partir de las antinomias constitutivas de lo bargo, la concibe aún como una condición meramente fáctica,
que emana de la brecha que separa el reino de las normas del
') ;
; político, antinomias cuyo carácter se revela únicalnente en el
i transcurso de la historia.16 ámbito de las prácticas efectivas. Las normas no son, ellas mis- •. )1
mas, vistas como contingentes, sino en un sentido debilitado: )l
Encontramos aquí, pues, una segunda formulación, mucho p'ara los autores revisionistas no existiría ya, en efecto, un con- )
más sustantiva, respecto de la naturaleza del desacuerdo entre cepto eternamente válido de democracia, pero sí un concepto
)
ambas escuelas que venimos analizando. Éste remitiría a pers- verdadero de democracia representativa moderna, que es la
pectivas muy distintas en cuanto al origen de la temporalidad que las elites latinoamericanas del siglo XIX no habrían alcan- )
que irremediablemente penetra los conceptos políticos moder- zado aún a comprender, o logrado realizar, produciendo toda )
nos. Mientras que la primera sitúa su fuente en la brecha inevi- suerte de fenómenos anómalos, poblando el lenguaje político )
table que separa las normas y las prácticas, para la segunda, és- de "hibrideces" conceptuales.
)
ta resulta de antinomias constitutivas. La fuente externa de la Como el caso de Ball ilustra, por debajo de esta versión de-
temporalidad sólo haría manifiesta esta otra forma de tempo- bilitada de la temporalidad de los conceptos se descubre la )1
ralidad inscripta ya en el interior de toda formación concep- presencia de tendencias normativas, que terminan reinscri- )
tual, que tiñe de contingencia el propio universo normativo. biendo a estas corrientes revisionistas dentro de los mismos )
• Las dos corrien tes historiográficas que distingue Chignola pa- marcos teleológicos que se propusieron desmontar. Quebrar- "
)
ra el caso italiano ilustrarían, en realidad, una oscilación carac- los, en verdad, supone una tarea subsecuente "de crítica y de-
)
teIÍstica en la historia intelectual, según hoy se la practica. Mien- construcción", requiere socavar la apariencia de perfecta ra-
tras que la primera devuelve a ésta a una situación en la que cionalidad y naturalidad de los "tipos ideales", introducir en )
bordea con la vieja tradición de historia de ideas, la segunda tras- ellos un principio más fuerte de la temporalidad de los con- )
lada la disciplina a un terreno nuevo y distinto, abre un hori- ceptos; en fin, exige pasar de una historia centrada en los conte- I )
nidos ideales de los discursos a otra orientada a detectar los
)
núcleos problemáticos alrededor de los cuales se desplegaría.
el debate político. )
Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, Buenos Ai-
15
)
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".,,, .. 254 Elías J. Palti El tiempo de la política 255
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El siglo XIX latinoamericano: una visión último núcleo problemático, en el que se condensan los tres
tri' político-conceptual anteriores, refiere a la inasibilidad de los modos de actualización/
¡1ft
fil" manifestación de la soberanía; esto es, lo que se conoce eorrlO la
i,{i, Según surge del estudio precedente, a lo largo del período "paradoja de la representación". En condiciones postradicio-
1'ifi
r.,!¥" en cuestión se pueden observar cuatro grandes nudos proble- nales, perdida la visibilidad que ofrece el monarca como encar-
ínáticos que tensarán el debate político. El primero remite al nación 'mística de la república, la representación se convertirá
carácter equívoco del sujeto de la soberanía. El pueblo va a ser en un trabajo, siempre inacabado, en la medida en que éste só-
"un amo indisociablemente imperioso e inapresable".17 En tan- lo habrá de desplegarse precisamente a partir de la arista en
to que sujeto y objeto a la vez de la empresa de su propio dis- que el VÍnculo representativo se quiebra.
cernimiento, no podrá (con)figurarse a sí mismo sin presu- Este cuádruple impasse (relativo al sujeto, la sede, los funda-
ponerse ya como tal. Éste deberá así afirmarse y negarse de mentos y los modos de manifestación de la soberanía) hendirá
manera simultánea. El segundo núcleo problemático refiere a esa fisura en la historia intelectual por la que habrá de irrumpir
la indeterminabilidad de la sedede la soberanía. Esto se liga a la la temporalidad, dislocará el ámbito reglado de los tipos ideales
,.,C
~"
doble naturaleza del ciudadano moderno. Despojada la sobe- abriendo el horizonte a su dimensión política negada. Ese im"
1!í;,
I'C ranía de su naturaleza trascendente, surgirá la paradoja de que passe delimita así un universo discursivo en cuyo perímetro
\:.
te el mismo que será el soberano será también el súbdito, y que só-
lo podrá ser lo primero si acepta convertirse en lo segundo. Su
exterior no 'se sitúan ya supuestos contenidos ideales, ningún
conjunto de normas y valores que lo enmarcan y a cuya plena
e carácter como tal únicamente podrá así actualizarse a condi- figuración los desarrollos conceptuales producidos en su inte-
'C'.
. ción de perderse. Aquí se hará manifiesta, en última instancia, rior tenderían (o deberían haber tendido), sino un entramado
:C.' una problemática mayor: la radical imposibilidad de conciliar de problemáticas para las cuales no había soluciones válidas a
"' •... el principio de soberanía popular con las condiciones fácticas priori por lo que el tenor de las respuestas que habrán eventual-
b~O' de poder inherentes a todo sistema institucional regular. El ter- mente de elaborarse no podrá predeterminarse sino que habrá j
.;.,'
"Ji
'1
¡'.'I/'
cero de los núcleos problemáticos deriva, a su vez, de allí. Éste de revelársenos sólo en el propio trabajo de reconstrucción his-
fr,l'" . refiere a la incertidumbre relativa a los fundamentos de la sobe- tórica de dicha trama. En última instancia, la historia pOlítiCo-!
L.
d) ratlÍa, lo que explica el doble nacimiento de la política moder- intelectuallátinoamericana del siglo XIX no es sino la de los di-
"e na. El ordenamiento institucional fundará su legitimidad en la
voluntad, pero tomará su sentido de la razón. Ambos principios
'O se reenviarán uno a otro de forma permanente, dado el VÍncu- mente éste proveerá un horizonte de objetividad que haga posible un .con-
O .. lo inesCindible y destructivo a la vez que los une, impidiéndole .senSQasumido de manera voluntaria. Esto significa, sin embargo, que aque-
(i a dichas categorías f~ar su contenido referencial. 18 El cuarto y llos contenidos normativos en que la voluntad se sostiene escapan a su alcan-
ce, no son ellos mismos obra de la voluntad, sino que se le imponen a ésta
O como un orden objetivo. El punto, no obstante, es que, en condiciones pos-
"
tradicionales, no habrá ya tampoco instancia alguna, fuera de la_propia vo-
17 ¡bid., p. 23.
e 18En efecto, como vimos, la voluntad general sólo. podrá constituirse co~
luntad popular, capaz de dictaminar al respecto. La razón no podrá así evi-
tar volverse ella misma siempre ma.teria de opinión, d_estruyéndosc como tal. ,'.,
,,'J
(! mó tal en la medida en que se sostenga de un fundamento racional; Ílnica- Así, uno y otro principio se suponen y se excluyen mutuamente. J
e ...•. .:-•..-
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1 258 Elías J. Palti
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(1 rá a la historia político-intelectual local de todo sentido sustan-
(1 tivo, reduciéndola a una serie de malentendidos del sentido de
6
(1 las categorías políticas modernas, sino también volverá a la in-
Apéndice. Lugares y no lugares de
e vestigación histórica perfectamente previsible. Lo que habrá de
.hallarse lo sabemos ya d.e antemano: las contaminaciones tra- las ideas en América Latina 1
el dicionalistas que impregnaron e! ideario liberal en su intento
() de aplicación a un contexto que no le era adecuado. La labor del
historiador de ideas cesará, en fin, de ser una empresa verda- Si es necesario desubjetivizar lo más posible la lógica y la
'w
fJ deramente hermenéutica para reducirse a la tarea rutinaria de
ciencia. no menos indispensable es. como contrapartida.
í;fr comprobación empírica de lo que el propio esquema preesta-
desobjetivar el vocabulario y la sintaxis.
',lil; ~
blece, la recolección de ejemplos reiterados que de manera ine- CLAUDE.lours EST~VE, Études phiJosophiques sur /'expression
littéraire
vitable habrán de verificar la vigencia de la oposición de base,
y ello por e! sencillo motivo de que el propio esquema interpre-
tativo excluye por definición toda otra posibilidad. En definiti-
En 1973 Roberto Schwarz publicó un trabajo que marcó de
.~~
re
!\t" va, carente de un principio más fuerte de la temporalidad (his-
manera profunda a toda una generación de pensadores en
toricidad) de los conceptos, ciega a la dimensión últimamente
!1i~ América Latina, "As idéias fora do lugar".2 Éste, en un princi,
ti~ contingente inscripta en sus mismos fundamentos, la recaída
r-~,"" de la escuela revisionista en las visiones te!eológicas que busca
:i~l. J Agradezco por sus comentarios a Erika Pani, a los miembros del "Semi-
desmontar resulta inevitable.
5iC
j.,. " Esto sólo muestra que no basta con cuestionar los conteni-
nario de historia de las ideas, los intelectuales y la cultura" del Instituto "Dr.
E. Ravignani" de la UBA, a-los participantes del seminario sobre Historia
"C
\J:.' _
dos de los enfoques tradicionales para librarse de! tipo de teleo- Atlántica dirigido por Bernard Bailyn que, con el título 'Thc Circulation of
~'"
~O logismo sobre el que éstos se fundan. Para hacerlo es necesario Ideas", se realizó en agosto de 2000 en la Universidad de Harvard, así como
~C
¡¡¡
penetrar y minar sus supuestos epistemológicos de base. Y ello del seminario de historia de ideas organizado por Carlos Marichal y Alexan-
dra Pita en El Colegio de México, en todos los cuales tuve oportunidad se dis-
:iA invierte el señalamiento con que iniciamos nuestro estudio. Si
.,IJ.. cutir este trabajo. También a Elisa Pastoriza y Liliana Weinberg, que me invi-
, el esquema de los modelos y de las desviaciones aparecía hasta
taron a dictar seminarios sobre el tema en la Universidad de Ma~ del Plata y
aquí como el único imaginable con e! que podía volverse re!e- el CCyDEL-UNAM, respectivamente. El presente ensayo salió originalmente
vante el estudio de las ideas locales, quebrado ya e! supuesto de publicado por el CCyDEL de la UNAM, con el título de "El problema de 'las
la perfecta transparencia y racionalidad de los "tipos ideales" y, ideas fuera .de lugar' revisitado. Más allá de la 'historia de ideas"', en la serie
al mismo tiempo, minadas las visiones esencialistas implícitas en de Cuadernos 4e los Seminarios Permanentes. Agradezco al CCyDEL'y a Liliana
Weinberg por permitirme reproducirlo.
las referencias a la cultura 10éal, todo intento por devolverle a
"",t 2 Roberto Schwarz, <CA", idéias tora do lugar", r.sludos Ceúrap 3, 1973, reim-
~éste un sentido sustantivo y convertir la historiografia concep-
preso en Aa vencedor {lj balatas. Fonna lilerária e processo social nos iniciós do ro-
tuallatinoamericana en una auténtica empresa hermenéutica. manee brasileiro, San Pablo" Livraria Duas Cidarles, 2000, pp. 9-32 (original-
!~h . pasará de manera ineludible por la dislocación de ese esquema; .. , mente publicado en 1977). La-paginación utilizada corresponde a esta última
~::-.v
;~C supondrá, en fin, la tarea de socavar críticamente el viejo tópi- . edición. Hay una traducción al español en Adriana Amante y Florencia Ga-
:C éo de "las ideas fuera de 'lugar" en que éste se funda. rramuño (comps.), "Las ideas fuera de lugar", Absurdo Brasil, jJolémica.~en la.
cultura brasileña, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 45--60.
(!
,o .
~,'~' ~. T"' ~ ~;_. "'--1;.,,~,-_ ~~
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,'.)
260 Elias J. Palti El tiempo de la política 261
O
pio, tenía por objeto prcí~eer de bases teóricas a aquellos pen- cisa de niveles de lenguaje permitirá revelar aspectos y proble- Q
sadores que, desde una postura "progresista", intentaban con- mas obliterados por esa perspectiva. Sin embargo, la propues- O
trarrestar la fuerte influencia que en los años sesenta y setenta ta de Schwarz puede aún desglosarse de sus presupuestos lin-
D
ejercieron las tendencias nacionalistas en las organizaciones de güísticos y reelaborarse, proveyendo así un marco teórico más
.. izquierda.3 Pero el concepto de "ideas fuera de lugar" pronto adecuado para comprender la complejidad inherente a los pro-
O
cesos de intercambio cultural y, más específicamente, el tipo
t) ,
' expan.dió sus alcances revelándose particularmente producti-
.~""\ .'
vo para teorizar el desenvolvimiento problemático de las ideas de dinámica problemática de las ídeas que Schwarz se propu- ),Y'~
(
en la historia latinoamericana. A un cuarto de siglo, la contri- so analizar. '
''''''. ~
".-/ .•..
-'bución de Schwarz en este sentido necesita, no obstante, ser re- r,'
\".•..1' r.
consíderada. En el curso de los últimos años, la pérdida apa-
rente de centralidad de los Estados nacionales ha ayudado a De lugares y no lugares de las ideas ,O
hacer manifiesta la complejídad inherente a los procesos de in- <e)
tercambio cultural, oculta tras una perspectiva que tendió a Para comprender el sentido del concepto de "las ideas fue-, 'J
concebirlos exclusivamente en términos de relaciones Ínter-na- ra de lugar" de Schwarz es necesarío situarlo en el marco con-
cionales (o inter-regionales). Esto coincide, por otro lado, con ceptual en que éste surgió. Schwarz buscaba mediante ese con-
:::>
la emergencia de una serie de nuevos conceptos, aportados por cepto, básicamente, traducir en clave cultural los postul~dos-
1j
j""
aquellas disciplinas dedicadas
.
de manera específica a analizar . de la llamada "teoría de la dependencia", cuyo núcleo se ges- ~).
esos procesos, que nos obligan a reconsiderar algunos de los tó en ~l "Seminario de Marx" organizado en los años sesenta {:Ji
,,].,,%
supuestos implícitos en su perspectiva y reformularla. en San Pablo (yen el cual él participó).4 Esa teoría, como se
" ,!li
El objeto de este apéndice es intentar explorar, a la luz de sabe, se orientaba a discutir las tesis "dualistas" del desarrollo (rj"/f;
las realidades producidas en este último fin de siglo, nuevos capitalísta que comprendían a las zonas periféricas como me-
enfoques rehitivos a la dinámica particular de los procesos de ros resabios precapitalistas que tendían históricamente a desa- . (~
intercambio cultural en las zonas periféricas, utilizando para parecer (con lo que, se suponía, en la región habría de repro- ('.~"~'
""j,j
ello herramientas conceptuales provistas por los desarrollos re- ducirse, al menos idealmente, el modelo de desarrollo de los ,. ,
.~ ';
. cien tes producidos en las disciplinas y teorías en el área. Co- países centrales). Los sostenedores de la teoría de la de pen- ,
(:~
. mo se intenta demostrar, el concepto deSci:lwa.rzcontíene al-
i¡-gunas falencias derivadas d;:-':;;"ateoríaj¡;"gúística .d<;III.".siado
dencia postulaban, por el contrario, la existencia de una diná-I
mica compleja entre "centro" y "periferia", constituyendo, am- i O, .'f¡;'
; cruda (inherente a la historia de "ideas") que reduce el lengua- bos, instancias inherentes a un mismo proceso de desarrollo ¡ 0,' .r
¡
_'-
jee, a su función meramente referencial. Una distinción Il)ás pre- capitalista, formando así un único sistema interconectado. Lo (y
"periférico" sería, pues, una creación del propio sistema capi-
,
':)' ;.
talista; su carácter como tal estaría determinado no por su ori-
3 VéaseRoberto Schwarz, "Cultura e política, 1964--1969", O pai de fami-
gen (precapitalista), sino por su posición actual en el sistema ".' .,
lia e QutTOS esludos, San Pablo, Paz e Terra, 1992. pp. 61-92. Las tendencias
cianalistas en el Partido Comunista Brasileño se traducían, concretamente,
na~ 'U]!
en un apoyo a una alianza cívico-militar. Véase Daniel Pécaut, Os inte!ectuais 4)"
e a política no Brasil, San Pablo, Ática, 1990, pp. 205-222. 4 Véase D~niel Péc.aut, Os inte!ectuais e a política no Brasil, pp. 217-220, \."j
~"!~'1
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••• 262 Elías J. Palti El tiempo de la política 263
}..,.
} V.
econólnico Illundia1.5 L.a~'consecuencias paradójicas de la mo- El objeto último de este autor era refutar la creencia nacio-
10 f" dernización en la región indicarían así no tanto una "anoma-
nalista de que bastaría a los latinoamericanos con desprender-
(l lía local", sino que harían manifiestas contradicciones propias nos de nuestros "ropajes extranjeros" para encontrar nuestra
e al mismo sistema capitalista. "Desde esta perspectiva", señala-
ría luego Schwarz, "la escena brasileña arroja una luz revelado-
"verdadera esencia interior"7 Siguiendo los postulados de- .
(l pendentistas, para Schwarz no cabe hablar de una "cultura na-
ra sobre las nociones metropolitanas canónicas de civilización, cional brasileña" preexistente a la cultura occidental. Aquélla
(l progreso, cultura, liberalismo, etcétera"6
no sólo es históricamente un resultado de la expansión de és-
e El aporte específico de,SéI1wa!'-fconsistió en percibir el po- ta, sino que forma parte integral de ella ("en estética como en
el tenci;;[ éOñten1doeñl;;~postufados dependentistas, que hasta política", dice, "el tercer mundo es parte orgánica de la escena
.c entonces sólo se habían aplicado al campo de la historia eco-
nómica y social, para el ámbito de la crítica literaria y la teoría
contemporánea").8 Así, en el ámbito cultural operaría una dia-
..~.(J
~ cultural. Éstos le pemlitirían desmontar los esquemas román-
léctica compleja entre lo "extraño" y lo "propio" análoga al
político-social. Como señala respecto de las ideas liberales en
fíe tico-nacionalistas sobre los que hasta entonces se fundaban to- AméricaLatina (que son las que se encuentran en el fondo de
tlc das las historias de la literatura brasileña y que llevaban a ver a este debate), "de nada sirve insistir en su obvia falsedad"; de lo >
le
liI'C
ésta como la épica del progresivo autodescubrimiento de un
ser nacional oprimido bajo la malla de categorías "importadas",
extrañas a la realidad locaL
que se trata, en canlbio, es de "observar su dinámica, de la cual
su falsedad es un componente verdadero".9 Si bien la adopción
~
~c
•
~c €Esta perspectiva se tradltio en un trabajo de revisión historiográfica que
7 "Más allá de sus diferencias -decía-, ambas tendencias nacionalistas
. ña." Roberto Schwarz, ."Nacional por substra¡;ao", Que horas sao? Ensrúos, San
~"
,'l'",::1'
N
las ideas dependentistas se encuentra en Ruy Mauro Marini y Márgara Millán
.(comps.), La leona social latinoamericana. Textos escogidos. Tomo 11: La teona de
la dependencia, México, UNA.i\1, 1994, y Cristobal Kay, Latin American Theories
ofDevelo/nnenl and Underdeuelopment, Londres, Routledge, 1989. Para una re-
tinacional aliada del primero, estaría todo listo para desenvolverse la cultura
nacional verdadera, desnaturalizada./Jor los elementos tn.ecedentes. entendidos como
cuerjJOS extraños" (ilJid., p. 32).
R Roberto Schwarl, "Existe uma estética do terceiro mundo?" (1980), Que
.sei1a crítica de éstas, véase Stúart B. Schwartz, "La conceptualización del ¡toras sao?, p. 128.
Brasil pos-dependentista: la historiografía colonial y la búsqueda de nuevos pa- 9 Roberto Schwarz, "As idéias fora de lugar", Ao vencedoras batatas, p. 26.
radigmas", en Ignacio Sosa y Brian COOllaughton (coords.), Histon.ograjía la- "Conocer Brasil", decía a continuación, "es conocer estos desplaz<lmientos,
tin.oamericana contemporánea, México, CCYDEL-UNAM, 1999, pp. 181-208.
Roberto Schwarz, "A nota específica" (l998), Seqüin.cias brasileiras. En-
experimentados y practicados por todos como una suerte de destino, para el ..1
(i
cual, sin embargo, no había nombre propio, dado que el uso impropio de ¡¡
saios, San Pablo. Companhia Das Letras, 1999, p. 153. nombres era parte de su naturaleza" (ibid.). 11
.J:"1.
\;~'\
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, ~\.J.
(I.:.::I,~~?"\.'.,~
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J)
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,2641 Elías J. Palti
El tiempo de la política
265 .0 l
¡.••.
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de conceptos extrailos genera, de hecho, graves distorsiones, vista en el Brasil, Carvalho Franco había rechazado ele manera
oj..
(-",
el punto, para él, es que el distorsionar conceptualmente nues- •.J,
sistemática, siguiendo en esto igualmente los postulados de-
tra realidad no es algo que los latinoamericanos podamos evi- '"",
1..../,'
pendentistas, no sólo la hipótesis de que el esclavismo hubie-
tar. Por el contrario, es precisamente en tales distorsiones, en
el denominar la realidad local con nombres siempre impro-
ra sido contradictorio con el proceso de expansión capitalista, Q
sino también que las ideas liberales hubieran estado "desajus- ,;)
pios, donde radica la especificidad latinoamericana en general tadas" en el Brasil decimonónico.12 Para Carvalho Franco, las
y la brasileña en particular. A los brasileños, dice Schwarz, "se ideas liberales no eran ni luás ni menos extrailas al Brasil, no
()
los reconoce como tales en sus distorsiones particulares".lO 'O.:ii
,',li",
estaban ni mejor ni peor ajustadas al contexto local que las co- )t;
Este concepto guarda, en realidad, relaciones complejas rrientes esclavistas. Unas Yotras formaban parte integral de la ("'\~t,
,....• :{
con los postulados dependentistas. Aunque resulta perfecta- .'
compleja realidad brasileña. Ni siquiera se puede decir que. {);;
mente compatible con éstos, no se sigue de manera directa de fueran incompatibles entre sí: al igual que el afán de lucro ca-
ellos. Su solo traslado del plano económico-social al ámbito cul- pitalista y las formas esclavistas de producción, las actitudes in-
O':'
, tual imponía ya una refracción particular a éstos, introducía dividualistas burguesas se imbrican en el Brasil con las cliente-
O,
una cierta torsión dentro de esa teoría. En este caso, su inter- listas y paternalistas volviéndose difícilmente discernibles entre
.y
\ vención marcadamente antiesencialista y antinacionalista se sí.13Según afirma, con su concepto de "las ideas fuera de lu- ~i
i, sostendría en el argumento de que toda representación de la gar", Schwarz terminaría, de hecho, recayendo en el tipo de .,J.
'
! realidad supone siempre un determinado mar.co teórico. )', en dualismo que. intentaba precisamente combatir, esto es, en el
v,t
~AJnéricaLatina, ese nlarco estaría provisto por sistemas de pen- postulado de "los dos Brasiles", al Brasil "':rtificial" de las ideas
¡ ")I~
••' 'j
samiento de origen extraño a la realidad nativa. De allí que pa- (y la política), liberal, le opondría el Brasil "real" (social), es- ,.), ; ~
,': ~
r ra Schwarz los latinoamericanos estemos condenados a "co-
; piar',',es decir, a pensar de manera equívoca, usando categorías
clavista. rq 1
sentar. y.
Esta última afirmación, sin embargo, no sería de igual mo- 12 Véase Carvalho Franco, H011les livres na ordem escravocrata, San Pablo, (O
do evidente incluso para muchos de los cultores de esa corrien- USP, ]997, originalmente publicado en 1969. En esto Carvalho Franco con- :)
te (en definitiva, la dependentista, como toda otra teoría, se tradice las posturas más tradicionales de los teóricos de la dependencia, quie-
dice de muchos modos). Poco después de la publicación del nes aun hoy insisten' en la existencia de una contradicción, si no entre 'capi- "'J'
talismo y esdavismo, sí entre éste y el ideario liberal. Véase, Ciro F, Cardoso
artículo de Schwarz aparece en Cademos deDebaleun trabajo de Ü
(org.), Escravidiios e abolif/io no Brasil. Novas perspectivas, Río de janeiro,jorge
Maria Sylvia de Carvalho Franco cuyo título es ya ilustrativo:
Zahar, 1988,
IJ
"A:S-¡"iféias
'estao no lugar".lI Como estudiosa del orden escla- W"En esas breves indicaciones sobre la génesis y el significado práctico ,)
deljav01", dice retrospectivamente Carvalho Franco respeclO de su obra an-
tes mencionada, "intenté mostrar cómO el ideario burgués es uno de sus pi-
",)'
. '
0'"
o
l\~J
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.. Tendríamos, por un lado, las razones burguesas europeas ob- De hecho, cabe señalar que la propia formulación de Sch-
sccucntcmente adoptacla~ para nac1a,"y,por el otro, el favor y warz tiene algo de paradójico, y no resulta del todo coherente
el esclavismo brasileii.os incompatibles con ellas. Sostener es- con su propio planteo, El objeto original de Schwarz era, pre-
;'~
c,1U
ta oposición es, ipso Jacto, separar abstractarncnte sus términos,
del ,modo ya indicado, y perder de vista los procesos reales de
cisamente, rechazar el tópico. Tal como él lo muestra, en tan-'
to que instrumento de lucha política, la acusación de "irrealis-
'"
:0 producción ideológica en Brasil14 mo político" (que determinadas ideas están en América Latina
e En definitiva, la polémica desatada por Cat:.val~o ~~~[\co
"fuera de lugar") resultaría siempre un expediente sencillo pa-
ra descalificar al adversario, Así, éste no sólo se prestaría a la
ti plantea un problema metodológico más generaL Las iaeas, pa- parodización (de Miguel Macedo, por ejemplo, se decía, en
C'J ra esta autora,jamás están '''fuera de lugar" por el sencillO.-'ll()- México, que se vestía según el pronóstico meteorológico de
() , tlVOde que si éstas pueden eventualmente circularde m,llle.ra Londres), sino que tendría, además, implicaciones conservado-
"C
.¡
I pública en un medio dado es porque sirven a algún propéi~ito ras: los "¡rrealistas" serían, típicamente, los defensores de las
:en él, es decir, porque existen ya en éste condiciones para su ideas consideradas más progresistas en su tiempo, Como dice
:\0 i recepción, La antinomia entre "ideas" y "realidades", en que el Schwarz, "en 1964 los nacionalistas de derecha catalogaban al
~ .•
íjC
!;, J concepto de Schwarz se sostiene, sería así falsa; ambos térmi- marxismo de ser una influencia exótica, quizás irrlaginando que
;"
';!i~
1 nos no serían nunca por completo extraños entre sÍ. el fascismo" era un invento brasileño".l7
<le La crítica de Carvalho Franco apunta, en fin, al núcleo ar- EL!.óf'ico de "las ideas fuera de lugar" es, en verdad, de lar-
~~ , Para una crítica más radical de ambas posturas, véase José Murilo de
'15
~, ' Carvalho, ;'A história intelectual no Brasil: breve rClrospecto", Topoi 1,1999, Roberto Schwarz, "Nacional por substra~ao" (1986), Que horas süo?,
RO pp, 123-152.
i7
le
,,1'1
1"
16 Paulo Eduardo Aranles, Sentimento da dialética na exprnenda intelectual
brasileira. Dialética e dualidade .fcguntio Antonio Candido e Roberto Schwan., San
Pablo, Paz e Tcrra, 1992.
p,33.
18 Zea situó su origen en la idea de Hegel de que América era "el eco del
viejo mundo y eheflejo de vida <tiena". Leopoldo Zea, Dos etapas del pensamien-
,.
l.
to en Hispanoamérica, México, El Colegio de México, 1949, p_ 15.
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268 Elías J. Palti
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El tiempo de la política 269
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gión.Está claro que, tomadas literalmente, tales acusaciones re- nacionalistas de la literatura- radicaba; de hecho, en su de- ID'.'I.
sultan insost<'nibles: es obvio que nunca nadie pudo ignorar el nuncia de la ilusión de que los desajustes ideológicos fueran, .'"
..:...../
hecho de que las distintas formas constitucionales, por ejem- en las regiones periféricas, evitables. Como dice Schwarz, Ro- , 'D1l1
',' mero pensaba que bastaba con sólo proponérselo "para que los
"'~J
plo, no son igualmente viables en todo tiempo y lugar. El pun- Q¡i
to en verdad conflictivo radicaba en determinar qué era lo que efectos del exotismo se,disolvieran como por encanto", y "así"al ,)
\. ,.
supuestamente estaba, en cada caso, "fuera de lugar" y en qué sugerir que la imitación es evitable, atrapa al lector en un falso
sentido lo estaba (y por cierto que, para los propios actores, las problema".]9 O
que estaban fuera de lugar eran siempre las ideas de los otros). Las propuestas de Carvalho Franco y Schwarz representa-o ')
11 En definitiva, la difusión del tópico no puede comprenderse rían, en última instancia, dos VÍasdiversas"de escapar del tópi- (Q
l desprendido de la función ideológica a la que éste sirvió. co. La de la primera, mediante el énfasis en la realidad de las ()
Lo visto explica la reacción de Carvalho Franco: con su fór- ideas (sus condiciones locales de posibilidad); la del segundo,
mula, Schwarz estaría, justamente, dando pábulo a las afirma- colocando el acento no en los desajustes entre ideas y realida- O
ciones de que las ideas marxistas (al igual que las liberales en des, como sugiere Carvalho Franco, sino en los de la propia rea- O
el siglo' XIX) eran extrañas a la realidad brasileña, importacio- lidad brasileña. Para Schwarz no se trátaba tanto de la existen- 'i')
cia de "dos Brasiles" contrapuestos -uno ficticio (el de las
nes "exóticas", es decir, que éstas estarían en el Brasn "fuera de
ideas) y otro real (el de la sociedad)-, sino que lo propio de la
D'
lugar". En definitiva, dicho autor'volvería'llanamente a caer en
el tópico, con las consecüencias potencialmente reaccionarias sociedad (y, por extensión, de lacultu~'a) brasileña sería su per- Q~
,que éste tendría siempre implícitas. Para CarvaIho Franco, la manente desajuste respecto de sí misma, debido precisamente 'J'>.)\
~,
, búsqueda misma de qué ideas estarían desajustadas respecto de ' a su carácter capitalista-periférico. ' ' ~y
la realidad brasileña, y cuáles no, era sencillamente absurda Para Carvalho Franco, con dicho concepto Schwarz recae- tO
(como vimos, para ella tanto las ideas liberales como las escla- ría una vez más en las perspectivas dualistas, contrabandeando
vistas, las fascistas como las marxistas, estaban en ese país "en con un nuevo nombre la oposición tradicional entre dos lógi-
O
."'\
cas de desarrollo, dos modos de producción contrapuestos: -J'
su lugar", eran parte integral de la realidad brasileña, puesto
que, de no ser así, de no tener condiciones de recepción en la uno propiamente capitalista y otro "capitalista periférico". Pa- ()
propia realidad local, éstas no podrían circular allí). Como ve- ra Schwarz, por el contrario, no se trataría de dos lógicas diver- 'l)
remos, la postura de esta autora resulta, en un sentido, mucho sas, sino de una misma lógica (la búsqueda de beneficio) que IJ)
más consistente que la de Schwarz. Sin embargo, en este pun- opera, sin embargo, de modos diversos en las distintas regio-
to su crítica, aunque justificada, lleva a perder de vista el nú- nes: mientras que en el centro tiende a generar condiciones O
cleo de la argumentación de este último. propias de sociedades capitalistas avanzadas, en la periferia só- (]
Para Schwarz no se trataba tampoco de ponerse a discutir lo perpetúa el subdesarrollo y reproduce patrones precapitalis- 0,
qué ideas estarían desajustadas y cuáles no precisamente, porque,
según afirmaba, todas lo estaban. Tanto las fascistas como las
marxistas, tanto las liberales como las esclavistas, todas eran
tas de relación social.
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"importadas" por igual. El fondo de su crítica a Silvia Romero 19 Roberto Schwarz, "Nacional por substra~ao" (1986), Que horas sao?,
-el mejor representante, para él, de las visiones romántico- pp. 41 Y47. ~;~
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Elías J. Palti
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El tiempo de la política 273 ?.:):•. l-
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planteado (en su versión "débil", digamos), el concepto de Sch-
warz no haría más que reactualizar el viejo dilema antropofági-
:'!jI:
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Éste es también, en realidad, el punto hacia el cual tienden
. a converger las elaboraciones originales de Schwarz (como vi-
Oí
O.
ca; no representaría ningún aporte conceptual origina1.24 ¡,;"
mos, para él, todas las ideas estarían siempre igualmente "tue-
De todos modos, este plan tea de Schwarz no se concilia con ()
ra de lugar" en la región), pero al que la fórmula de "las ideas
su propio concepto; de hecho, desmonta toda su argumenta- /; fuera de lugar" no alcanzaría, sin embargo, a representar de O
ción precedente. Así reformulada, no habría forma de abordar manera acabada. Ella daría así lugar a interpretaciones algo C)
la cuestión de las "ideas fuera de lugar" sin presuponer la exis- simplistas respecto de su concepto (una llana denuncia de la é)
tencia de alguna suerte de "esencia interior" a la que las ideas "irrealidad" de las ideas, y, más específicamente, de las ideas li-
"extranjeras" no lograrian representar. Más grave aún (y es aquí berales en el siglo XIX en la región). Sin embargo, tales inter- O
donde la postura'de Carvalho Franco aparece como mucho pretaciones, aunque demasiado poco sutiles, no estarían tam- O
más consistente que la de Schwarz), ésta presupone, además,
la posesión de alguna descripción de aquella realidad interior
poco del todo injustificadas. La recaída de Schwarz en el. O
tópico, inducida, en parte, por la propia ambigüedad de su fór- (,J j
no mediada por conceptos, y que permitiría eventualmente mula, no se sigue de modo directo de su propio concepto ori- :') ¡.
evaluar las distorsiones relativas de los diversos marcos concep- ginal, pero encuentra en él fundamentos ciertos; seii.ala, en de-
tuales. La oposición entre "ideas" y "realidades" se revela así co- finitiva, su límite último, al que la crítica de Carvalho Franco 'o ~
mo un mero artilugio retórico por el que sólo se busca velar el termina por desnudar. Ésta, en efecto, cola ca a Schwarl frente 0~
hecho de que lo que se oponen siempre no son sino "ideas" di- 't
a aquello a lo que toda su argumen tación conduce y, sin em- <) 4.,[
versas, descripciones alternativas de la "realidad". bargo, no puede tematizar sin al mismo tiempo desarticular el . ~
En definitiva, nos enfrentamos aquí a aquello que señala el {) 'f
sistema categorial en que su concepto se inscribe. ~~fron-1 ,
límite último en el concepto de Schwarz. La fórmula de "las ta a su punto ciego inherente, a aquella premisa enque sll sis- ;
;0
.,ideas fuera de lugar" lleva necesariamente a instaurar un deter- tema se funda y del que toma su coherencia, siendo a la vez ina- \ p
. minado lugar como el lugar de la Verdad (y a reducir el resto bordabie, por definición, desd~ _dentro de éste: la radical I \)
j al nivel de meras "ideologías"). El planteo de Carvalho Franco, indecidibilidad del tópico; esto es, el hecho de que no se pue-
por el.contrario, si bien diluye la problemática relativa a la na-
{j
de nunca determinar qué ide~ e~tán fuera de lugar y cuáles no
. turaleza periférica de la cultura local, sirve, no obstante, para
poner de manifiesto el carácter eminentemente político de las
! atribuciones de "alteridad" de las ideas.
desJle¡üe'rá de undeiérmi;:;ado ';'a~c~con~'epi;'alj.>~riicula::TaCriti-
ca de Carvalho Franco lleva así a hacer manifiesta aquella pre-
misa que, aunque implícita en el concepto de Schwarz, éste de- ,:.í.
5
(J' ./¡J
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,4.
be no obstante negar a fin de poder articularse: la naturaleza (.'"1 <~
.J ~.
eminentemente política de las atribuciones de "alteridad" de las
24 En 1949, Leopoldo Zea, retomando una antigua y ya bien establecida (,
ideas. Tal revelación tendría, sin embargo, su precio. El plan- .
[J"adición. planteaba la cuestión en términos análogos, tiñéndola de matices
hegelianos: "Dentro de una lógica dialéctica", decía, "negar no significa eli- teo de esta autora impediría entonces tematizar las particulari-
dades que derivarían de la condición periférica de la cultura
.'.)'1. I
0'. "~
minar sino asimilar, esto es, conservar ( ... ]. Cuando se asimila plenamente U
local (y,en última instancia, tendelia a ocultar su condición co-
no se siente lo asimilado como algo ajeno, estorboso, molesto, sino como al-
go que le es propio natural. Lo asimilado forma parte del propio ser". Leo-
! mo tal), que es justamente la problemática en torno de la cual
U
poldo Zea. Dos etapas del pensamiento en Hisjmrloamérit:a, pp. ] 5-] 6.
1 (5í
j giran las elaboraciones de Schwarz.
y~
!l..'
('"
(i
G 274 Elías J. Palti
El tiempo de la política 275
(!
(1 . Lo expuesto define, en fin, el objeto en función del cual se literarias más específicas en que su modelo interpretativo bus-
(l ordena el presente estudio. Más adelante intentaremos anali- caba inscribirse.
El punto de referencia fundamental aquí lo constituye la •
j"(1 .
zar cuáles son aquellas limitaciones del concepto de Schwarz,
no tanto de orden ideológico, sino fundamentalmente concep- obra de Antonio Candido. El mérito fundamental de Candido )
"\~ tuales, que le impiden tomar distancia del tópico.y tornarlo radicó, .para él, en haber logrado desarrollar un modelo de
'f"
~i~' efectivamente materia de escrutinio crítico (evitando su recaÍ- aproximación sociológica a la literatura sin por ello obliterar
1,C:f
-..¡
da en éste), buscando, al mismo tiempo, rescatar el núcleo de su dimensión específicamente estética. El método crítico mar-
xista de Schwarz se postula como una elaboración y un desa-
;C1 su teoría que, según entiendo, permanece aún hoy vigente. En
rrollo de aquel modelo, al cual podríamos definir, en forma
definitiva, como veremos, el aporte decisivo de Schwarz radica
(,1 abreviada, conforme a lo que Lucien Goldmann denominó "es-
no tanto en las soluciones que ofrece (las que, según estamos
el viendo, 'no son en verdad tales), sino en la propia formulación tructuralismo genético".25 Éste trata, básicamente, de combi-
e de la problemática original que p¡ant;;~i;;;;toÍ{ia~~~~Qs- sus nar el análisis estético con el histórico-social (vaivén que, para
~j~
1''1
,;~~
'iel
(t
de los críticos más destacados en el subcontinente, a saber:
aquella entre forma artística y contenido social.
contenidos de su obra, sino en el nivel de los procedimientos
constructivos del relato que el entorno 'dado se encuentra re-
presentado, o mejor dicho, reproducido de un modo específica-
mente literario. Pero si esto es así, es porque lo social no es un •
¡
'!ift De lugares y "entrelugares" de la crítica contenido neutro sobre el que la forma literaria viene a so- 1
~~ •Paraabordar esta segunda dimensión en la obra de Schwarz
breimprimirse .
:l
¡Ií'._
,.1 es necesario, sin embargo, desenmarcarla antes del contexto
~ conceptual más general del que surge -las teorías de la depen- 25 Véase Lucicn Goldmann, Marxismo y ciencias humanas, Buenos Aires,
dencia- para situarla en la perspectiva de las corrientes crítico- Amorrorlu, 1975.
1
-~ "'vQ
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¡:J".
Ai
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')i:
276 Elías J. Palti El tiempo de la política 277 Oi
, ~1
().
En definitiva, Schwarz logra trascender la antinomia entre comenzó su labor crítica. "La combinación de estructura e his-
forma literaria y contenido social concibiendo a e'ste último no co-
O
toria", recordaría luego éste, "estaba en' el foco del debate teó-
lno' un mero material a ser elaborado por medios lingüísticos, rico de la época". La Crítica de la razón dialéctica de Sartre dice
D
sino como constituido por totalidades estructuradas. es de'cir, que "hizo de esta combinación la piedra de toque de lacom- !;),
formas objetivas "capaces de pautar tanto una novela como uria prensión del mundo por la izquierda".~8 El aporte particular' '.D,
1;;.
fórmula deprecatoria, un movimiento político o una reflexión de Schwarz consistió, en verdad, en relaciop.ar esta dialéctica ''"\
\J.
teórica, pasibles de confrontarse a través de la reconstrucción de aque- entre fO,rmay contenido, estructura e historia, análisis literario
lla condición práctica mediadora".26 Esto abre las puertas, en fin, !)~
y reflexión social con aquella otra, más específicamente latinoa-
a la posibilidad de hallar homologías estructurales entre ambos mericana, entre "centro" y "periferia". De, este modo se propo- {~
niveles (textual y extra textual ) de realidad, sin por ello reducir nía comprender cómo la realidad local, que define las condi- "j
\'''''''']!
• uno al otro. La "idea social de forma" asegura que "se trata de
un esquema práctico, dotado de una lógica específica ":
ciones históricas particulares de recepción de los géneros y q
formas de expresión artísticas (siempre necesariamente extran- (;j:
jeras debido a nuestra posición marginaren los sistemas de pro-
'01
. Éste se traduce en un interés económico-político,
gí~.un juego verbal, o bien en un enfoque
to a las afinidades,
una ideolo-
narrativo. En cuan-
estamos en el universo del marxismo, para
ducción cultural), determina eventualmente sus mismas for-
mas, trastocándolas. Según señalaba, en las regiones periféricas ~.
"..I'w
el cruce de esta doble dialéctica será siempre al mismo tiempo ;QI
el cual los 'constreñimientos materiales de la reproducción de inevitable y problemático. ' f~i:
la sociedad son ellos mismos formas de base, las cuales se im-
primen, malo bien, en las diferentes áreas de la vida espiri~
La obra de José de AJencar resulta, para él, en especial ilus-
trativa de las contradicciones generadas por el traslado 'al Bra-
;jl:
fi,,1,
tual, en las que circulan reelaboradas en versiones más O me- . sil de una forma literaria (la novela realista, según fue de sarro" ¡Vi.,
nos sublimadas, o falseadas; forma, por lo tan to, trabajando
1 liada en Francia por Balzac) que era típicamente burguesa y, tj'l
formas. En definitiva, las formas que encontramos en las obras por lo tanto, poco adecuada para representar la realidad brasi- :')'\
son la repetición o la transformación, con resultado variable, I leña de esclavitud, patemalismo y dependencia personal. En su
.
,'jI
.~
de formas preexistentes, artísticas o extra-artí,sticas.27 memorable análisis de Senhora (la última de las novelas de AJen-
car) , Schwarz descubre cómo opera en el plano literario aque-
')~
~',.
1 ")'
,j, lla dialéctica ~ntes señalada entre verdad y falsedad: la falsedad I ..
Este concepto "estructuralista genético" formaba ya parte, de la forma, el efecto paródico generado por la transposición o'.ti
en realidad, del saber establecido en los años en que Schwarz 1, al contexto brasileño de situaciones propias de las novelas rea- .,,
(
v~
listas burguesas, desnuda el verdadero contenido de esa reali-
dad social (un sistema en que el afán de lucro individual se en-
G;
. 26 Roberto Schwarz, "Adequa~ao nacional e originalidade critican, Seqüin-
cuentra encastrado en relaciones de tipo paternalista y mediado {).
cias, p. 30.
27 Roberto Schwarz, "Adequa~aonacional e originalidade critica", Seqüin- O.
cías, pp. 30-1. Éste es el concepto, en fin, que se resume en el subtítulo de su
O
. obra clásica Ao vencedor as batatas. Forma literária e processo social nos inicios do
romance brasileiro.
p.SO
28 Roberto Schwarz, "Os se te fólegos de um livro" (1998), Seqüéncias,
o
{)
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r.¿.
~r'-J_,
¡re ~
..
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Q por ellas). Según seiiala, el genio de Machado de Assis consis- Quizás esto sea comparable a lo que ocurría en la literatura ru- _
',.It -tió en tornar este efecto paródico en un principio constructivo
,'l. saoComparadas con estas últimas, inc~usolas más grandes de
~~ del relato. La parodia se vuelve así autoparodia y se troca en la las novelasfrancesas parecen ingenuas. ¿Ypor qué? A pesar de
:;~~;
-'tJ
"~l ,;.",
f01ma de la narración (cuyo modo de articulación es la digre-
sión). Con este concepto Schwarz marca un giro en los estudios
Susreclamos de universalidad, la psicología del egoísmo racio-
nal y la ética de la Ilustración aparecía en el Imperio Ruso co-
~--v_,
."ift..' machadianos (o, según él mismo prefiere decir, continúa la re- mo una ideología "foránea", y por lo tanto, local y relativa. Sos-
llc" volución en la crítica literaria brasileña iniciada por Antonio tenida por su retraso histórico, Rusia forzaba a la novela
~."",-
..''¡'" Candido), aportando una clave fundamental para comprender burguesa a enfrentar una realidad más compleja.'1
'el sentido de la ruptura que produce el autor de las Memorias
'(f póstumas de Bias Cubas en las letras latinoamericanas.29 Median- Schwarz nos descubre, pues, el secreto de la universalidad
() te la digresión, Machado de Assisquebraba el efecto de verosimi- de la obra de Machado de Assis.32En su obra convergerían am-
e litud, volviendo paródico el propio impulso mimético de la no- bas dialécticas: la problemática relativa a cómo lograr una pro-
c vela realista. Retrabajado "desde la periferia" el género hace así
manifiestos aquellos dispositivos discursivos que debe ocultar
ductividad específicamente literaria que fuera a la vez social-
'..f"".-~
~~; que encuentra entre la obra de Machado de Assis y la de sus
pares rusos .
"subvertir" los modelos europeos, los autores locales deberían'
siempre apelar también a modelos importados. Llegado a este
tC1 punto no sólo comienza a disolverse la oposición entre lo "fal-
so" y lo "verdadero" como correspondientes a lo "local" y lo
(i
el
f
1 .
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,,,..•. 282
Ellas J. Palti El tiempo de la politica ([si)
'fj"~'
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&: - .
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definición de las re1acio,n'es entre "centro" y "periferia" en tér- también en origen europeas). Así, frente a Santiago, Schwarz
:il~ minos de "origina!" y "copia".34La obra de Machado de Assis no habría de insistir en la necesidad de plantear la condición pe-
lit
'i'~ sería una mera versión degradada de un "modelo original" eu- riférica como deficiencia, sin caer, no obstante, en la ingenuidad
;"#t
¡'fu ropeo, supuestamente superior y perfectamente acabado. Co- nacionalista de verla sólo en términos de una mera carencia (es-
¡Pe mo vimos, tampoco para Schwarz lo es. Su condición periférica to es, un tipo de inadecuación que no deriva ni indica necesa-
"
. le habría permitido de algún modo "superar" al modelo francés riamente una jalta sino que revela desajustes inherentes a una
b revelando sus limitaciones intrínsecas. Esto resulta, además, per- cierta lógica de desenvolvimiento). En fin, un dilema compli-
fectamente coherente con su lectura (o relectura) reciente de cado, cuya sola formulación representa un aporte fundamen-
los postulados dependentistas, en la que afirma que las contra- tal para la teoría cultural latinoamericana, dado que delimita
: dicciones del desarrollo capitalista en la periferia "arrojan una un horizonte de interrogación definitivamente significativo y
luz reveladora sobre las nociones metropolitanas canónicas de complejo, pero al cual Schwarz no podría ya encontrar solucio-
civilización, progreso, cultura, liberalismo, etcétera".35 nes consistentes con su propio concepto.
Sin embargo, llegado a este punto, surgen en Schwarz re- En una conferencia dictada en abril de 2001 en Buenos Ai-
'servas respecto de sus mismas conclusiones. Para éste, el con- res, Schwarz esquematizó su propuesta al respecto en términos
cepto aquí implícito de "las ventajas del atraso" (un eco, de de un doble "deslinde" (o "desautomatización"). Según seiia-
.nuevo, de las discusiones en la Rusia de 1905) conlleva el ries- la, el gran mérito de Candido habría sido el de "deslindar" la
fe go de convertirse en una suerte de celebración del subdesarro- oposición centro/periferia de la oposición "superior"/"infe-
le 36
1I0. Y ello le plantearía un dilema, a saber: cómo explicar la rior": como lo muestra primero Machado de Assis (y hoy pare-
e universalidad de la obra de un Machado de Assis sin renunciar ce ya innegable; para demostrarlo bastaría con citar sólo algu-
e a hailar en ella vínculos con su condición periférica (que de-
termina su contexto particular de emergencia y la convierte en
nos pocos nombres), el carácter periférico de la producción
(2
e
'), ,
1)
284 Elias J. Palti ] El tiempo de la política 285
\)
01
,
/
!ación de la noción de "copia" permitiría así "ampliar la autoes~ Lo visto explica, en última instancia, Ja paradoja señaladal~ (')
tima y liberar la ansiedad del mundo su.bdesarrolJado" sin, em- en el apartado anterior: la apelación de Schwarz a una fórmu- O
pero, resolver ninguna de las causas que mantienen a la región la, como la de "ideas fuera de lugar", en principio, poco apro-
en el subdesarrollo.38 Tales teorías llevarían así a desconocer piada a su objeto -y que ha dado lugar a las acusaciones (co-
D
llanamente las asimetrías reales existentes en el ámbito mun-
1,')
\. .'
mo vimos, no siempre infundadas) de "dualismo"-, a saber:
dial en cuanto a recursos tanto materiales como simbólicos. precisamente, problematizar el supuesto nacionalista de que r) '.
En definitiva, Schwarz piensa que las nuevas corrientes crí- las ideas europeas 'estarían en América Latina "fuera de Jugar". O:1"
ticas representan sólo una suerte de adecuación al proceso de Esta paradoja se aclara, pues, cuando la situamos en el contex- {í)'
mercantilización de la cultura (cuya falta de tematización con- to particular de debate en que Schwarz elabora su concepto. A
sidera, en formas retrospectiva, uno de los déficits fundamen- comienzos de la década del setenta la problemática relativa a
0',
tales del "Seminario de Marx" de San Pablo),39 proyectado hoy la "periferia" y la crítica a las "desviaciones nacionalistas-popu- ot
a escala mundial. En el contexto de la globalización económi- listas" de la izquierda comunista habían, en realidad, perdido C)
ca, el antiguo formalismo cobraría un nuevo sentido. En su pa- su anterior centralidad y cedjdo su lugar a otra problemática ~,)
so del estructuralismo al posestructuralismo, dice Schwarz, su orientada hacia las repercusiones en la producción crítica y ar-
()
"seudoradicalismo artístico, de subversión cultural en abstrac- tística que tuvo el desarrollo en el Brasil d~ un mercado capi-
to, especialmente en el lenguaje , se convierte en ideología lite- talista avanzado de bienes culturales y su aparente capacidad ,')
.raria general".4o El trastrocamiento simbólico posmodernista para absorber todo intento de transgresión, asimilarlo a su ló- D
de las jerarquías sería sólo la contracara y contraparte necesa- I gica y convertido en instrumento para su propia reproduc,
ria de su reforzamiento efectivo. La revolución permanente en 1 ción42 Schwarz estaba ya escribiendo, en realidad, en un con-
O
DI
I
el plano formal se habría vuelto así funcional a la contrarrevo- texto cada vez más hostil a los postulados dependentistas. La
lución material hoy supuestamente en curso.41 ,;.),
fórmula de las "ideas fuera de lugar" a la que entonces se afe-
rra, aunque poco apropiada, puesto que tiende a allanar las su- ()
I tilezas de su concepto, permitiría al menos preservar la noción ),¡
toriamente inferior al borrador H -ya que no puede haber sino borradores.
El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansan- I de la existencia de asimetrías entre centro y periferia, entre el
"modelo" (europeo) yla "copia" (local).
cio". Jorge Luis Borges, "Las versiones homéricas", Obras completas, Buenos Ai~ ,),'1."
0. .
En los modos de definición de su concepto se combinan, • .
res, Emecé, 1974, p. 2~9.
.!lB Roberto Schwarz, ibid., p. 35. pues, razones de orden tanto teórico como extrateórico. El criti- ,)r
39
40
Roberto Schwarz, "Um seminário de Marx" (1995), Seqüiincias, p. ]03.
Roberto Schwarz, "Discutindo com Alfredo Bosi" (1993), Seqüencias,
co brasileño enmarcaba así su cuestionamiento de las corrientes
posmodernistas en una perspectiva fundamentalmente ético-
o,~
p.85. <)". f,I~ I
política. Yesto le permitía descartarlas sobre la base de conside- • , I
41 Estas criticas se liganan a las que Gérd.rd Lebrun definió como tenden-
raciones pragmáticas, es decir, de su incapacidad para generar ")1 !
cias amiintelectualistas en Schwarz, esto es, una sospecha hacia toda produc- 1
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ción intelectual que no sirva a propósitos revolucionarios o no pueda legiti-
marse desde lo político. Véase Gérard Lebrun. "Algumas confusoes num
severo ataque a intelectualidade", Discurso (1980), pp. 145-152, seguido de la 42 Véase al respecto la serie de ensayos reunidos en Amante y Garramu-
respuesta de Schwarz. pp. 153-6.
ño, AbS1trdo Brasil.
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mente más devastador de la oposición entre centro y periferia
que el postulado por Santiago (ante la quiebra de la oposición
:,(j entre lo superior e inferior, la preservación de aquella segun-
43 En última instanci<).. el problema que la definición de Schwarz plantea
~C es ¿cómo trazar, en la práctica, la línea que sepan~. el ámbito en que las ideas da entre el modelo y la copia aparece como apenas un fi'ágil
consuelo). Siendo esto así, medidas ambas según la vara de sus
,~f¡ se encuentran bien situadas de aquel en que éstas estarían "fucra'd~ lugar"?
Para poner un ejemplo tOtTI<ldo de la iiteratura, Noches tristes y día alegrede Fer- supuestos efectos prácticos (que es el contexto en que el pro-
lIJ nández de Lizardi (1818-1819) es una "imitación" de Noches lúgubres (1771) pio Schwarz sitúa la discusión), no quedaría claro ya por qué
deJosé, Cadalso, que es, a su vez, una "imitación" de Night Thoughts (1742-1745)
aceptar aquel primer deslinde pero no este último.
de Edward Young, que es probablemente una "imitación" de alguna obra an-
terior, y así sucesivamente. Por otro lado, los "imitadores" de Fernández de
Lizardi 'en México forman una legión. Ahora bien, ¿cómo podemos distin-
guir, en la serie de sus desplazamientos, el original (ti originales) de la copia ción, abieno siempre, en diversas instancias, a interpretaciones alternativas:
(o copias)? según señala, tanto las teorías "contenidislas" (el concepto mimético de la
4<1 De hecho, Schw<lrz establece relaciones demasiado mecánicas entre producción artística) como las formalistas (el constructivismo estético) pue-
teorías literarias e ideologías políticas, produciendo así una "desdiferencia. dc.n o bien "tener un valor'crítico", o bien "alinearse con el oscurantismo, y
ción de esferas". No obstante, como él mismo observa, entre los postulados pueden incluso tener un efecto crítico gracias a este último alineamiento".
de 'una detemlinada teoría estética y sus posibles derivaciones ideológicas no Roberto Schwarz, "Adequa.-;ao nacional e originalidadc crítica", Seqiiencias,
existe una relación lógica necesaria, sino que media un proceso de traduc- pp. 40-41.
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288 EUas J. Palti
289
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El tiempo !Je la política
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Por otro lado, y esto es quizá más grave desde un punto de
,vistametodológico, la insistencia de Schwarz en preservar el es- con la cultura y tradiciones heredadas45 Lo~ historiadores de y (!'"
~.i.)
(()
-quema de los "modelos" y las "desviaciones", aunque teórica- ideas locales coinciden así en postular que, en el siglo XIX, el
¡uente poco eficaz, no carece, de todas maneras, de consecuen- resultado de la colisión entre la cultura tradicionalista nativa y t}
los principios universales del liberalismo habría sido una suer- ')"
cias (negativas) para la investigación histórico-intelectual. Su
planteo termina, en la práctica, sirviendo para reforzar proble-
mas inherentes a la historia de "ideas" en América Latina.
_te de ideología transaccional, que José Luis Romero definió co-
mo "liberal-conservadora".46 Confrontadas a',un medio que les
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291
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apartado del supuesto ,"tipo ideal" liberal (ellogos) sólo pueda Así, obligada a postularse un objetivo que nunca puede al- I(
interpretarse como sintomático de algún pathos oculto. Los canzar, ésta mina sus propios fundamentos. Como vimos, 5ch-
~,
"modelos" son, en la región, aceptados de manera llana como warz es particularmente lúcido acerca de esta situación (la si-
(¡ i perfectamente consistentes, y su sentido como transparente. A multánea necesidad-imposibilidad de distorsiones en la historia
, i las definiciones de manual, simplistas por naturaleza, aquí se las de ideas local). Sin embargo, toma por una característica de la
(j
.; toma de modo acrítico como puntos de partida válidos; el úni- historia intelectual latinoamericana lo que es, en realidad, un
(¡
; ca problema que la historia de ideas plantearía en América La- problema inherente a las propias aproximaciones a ésta. Si no
G : tina es algo, de hecho, externo a éstas por completo: su aplica- es posible encontrar los supuestos rasgos que especifican a las
e i bilidad o no al específico contexto local. ideas en el contexto local es, en última instancia, porque esas
(j Desde un punto de vista conceptual, la consecuencia más mismas aproximaciones lo impiden: considerado desde el pun- I
el \
,\
grave de! señalamiento anterior es que las aproximaciones tra-
dicionales a la "historia de ideas" necesaria y sistemáticamente
to de vista de su contenido ideológico, todo sistema de pensa- :
miento cae necesariamente dentro de un limitado rango de al. I
"c
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fracasan en su intento de hallar algo "peculiar" a América La-
.tina, como pretenden. A fin de postular el hallazgo de alguna
ternativas, ninguna de las cuales puede pretender aparecer!
como una exclusividad latinoamericana. Las ideas de un autor
Jc "peculiaridad latinoamericana", los historiadores de ideas loca- dado sólo pueden ser, dentro de este esquema, o bien más li-
Pe les no sólo deben simplificar la historia de ideas europea, bo- berales que conservadoras, o bien más conservadoras que libe-
~tc
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rrando todas sus aristas problemáticas y eliminando la comple-
,jidad de su curso efectivo. El punto es que aun así difícilmente
encontrarán algún modo de describir las postuladas "idiosin-
rales, o bien deben ubicarse en algún punto equidistante entre
ambos polos (y él mismo patrón habrá de reproducirse en ca-
da uno de los distintos tópicos en que las historias de ideas tra-
e crasias" latinoamericanas con "categorías no europeas". Como dicionales suelen encontrarse organizadas). En definitiva, cuan- I
i
no hay aún verdadera interpenetración. Y aquí radica también
I centradas en las "ideas": é-;iaSiéne;'~;:¡-{¡"n"'aD.s¡ed~ªpj)i.li:¡~_ la limitación fundamental contra la que choca el enfoque de I
i.'ticularidad"
- que nunca
'. . pueden
__.. _ "_.satisfacer. En síntesis, la historia
f de "ideas" lleva a un callejón sin salida.
o ~. __
Schwarz. En definitiva, si éste no puede dar cuenta de las razo-
nes epistemológicas para la necesidad-imposibilidad de tales
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"distorsiones" es porque 'él mismo descansa sobre las premisas de l~s.cuales la de contener y proveer información es la más J 'I")!
, que determinan tal necesidad-imposibilidad. La raíz última de ello
it simple de todas"." (),
se encuentra en una perspectiva lingüística decididaIl1~nte pobre,
! ' inherente a la historia de "ideas", que reduce el ~engttaje.as~ fun-
, En efecto, que Schwarz asocie el que las ideas en América .r-.'
\.1,]
Latina se encuentren "fuera de lugar" con el hecho de que és-
!I dón puramente referencial. Es ésta la gye provee los fundamentos tas resulten descripciones inadecuadas ("representaciones dis-
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~
porando a su definición la consideración de aquella dimensión de un discurso dado como "fuera de lugar" conlleva la referen-
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pragmática que le es inherente. cia a su dimensión pragmática, a las condiciones de su enuncia-
ción. Algunas distinciones conceptuales nos permitirán, pues,
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El tiempo de la politica 295\
el enunciado (utterance), no la pmposición (statement). Lo que im- ras o falsas (representaciones correctas o erradas de la realidad),
porta en el enunciado no es el significado (meaning), sino el sen- pero nunca están "fuera de lugar"; sólo los enunciados lo están:
tido (significance). Este último, a diferencia del anterior, no pue- el estar "fuera de lugar" es necesariamente una condición prag-
de establecerse independientemente de su contexto particular de mática; indica que alguien dijo algo de un modo incorrecto, o
elocución. Éste refiere no sólo a "qué se dijo" (el contenido se- que fue dicho por la persona equivocada o en un lugar inapro-
mántico de las ideas), sino también a "cómo se dijo", "quién lo
dijo", "dónde", "a quién", "en qué circunstancias", etc. La COffi-
p.iada o en un momento inoportuno, etc. A la inversa, los enun-¡
;{ , prensión del sentido supone un entendimiento del significado; sin
aados, como tales, pueden eventualmente estar "fuera de lugar",
pero no ser falsos o verdaderos. Sólo las proposiciones lo son. Un
( '. embargo, ambos son de naturaleza muy distinta. El segundo enunciado particular puede quizá contener proposiciones fal-
( pertenece al orden de la lengua, describe hechos o situaciones; sas, pero aun así es "verdadero" ("real") como taL Los enUncia-¡
el primero, en cambio, pertenece al orden del habla, implica la dos, de hecho, trascienden la distinción entre "ideas" y "reali-
(
realización de una acción. Lo visto hasta aquí puede represen- dad": ellos son siempre "reales" como actos de habln. (para decirl0.J
{ tarse como sigue:48
con los términos de Austin). Esto explica una de las paradojas
( que señala Schwarz: que un enunciado contenga proposiciones
.( falsas ("representaciones distorsionadas de la realidad") y que
Enunciado E (utterance) en situación x
( aun así sea "verdadero". Pero ésta no remite a ninguna particu- l1
(
laridad brasileña o latinoamericana, sino a una facultad inhe- ¡:,.
~
rente al lenguaje.
( Componente lingüístico (statements)
Podemos sintetizar ahora el postulado fundamental que Of- :.
{
~
ganiza este trabajo: la definición de un modelo que permita dar I
( cuenta de la dinámica problemática de las ideas en América La-
Significado de E
( (meaning)
Componente retórico tina, en la medida en que involucra una consideración de la di- I
mensión pragmática del lenguaje, no se puede realizar con el i
( tipo de herramientas conceptuales que Schwarz maneja (que ¡
( ~ ~ son, en definitiva, las tradicionales de la "historia de ideas"). I
Sentido de E en situación x
( Sólo a partir de una consideración simultánea de las diversas:
(significance)
instancias de lenguaje se pueden establecer relaciones signifi-I
(
cativas entre los textos y sus contextos particnlares de enuncia-¡
t. ción, hallar un VÍnculo que conecte los dos canales de la "visión I
l En el marco de nuestra discusión presente el punto crítico
es que las "ideas" (en tanto proposiciones o statements) son verdade-
estereoscópica" ("análisis literario" y "reflexión social") que I
<. propone Schwarz,49 y convertir así a la historia intelectual en
(.
el 48 Fuente: Oswald Ducrot, El deciry lo dicho, Buenos Aires, Hachettc, 1984, 49 Roberto Schwarz, "Adequa~ao nacional e originalidade crítica", Seqüén-
;,~ p.31.
0-"-" cías, p. 28.
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297
Elias J. Palti El tiempo de la política
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una verdadera empresa.chermenéutica. Si enfocamos nuestro . trando al mismo tiempo la naturaleza de las limitaciones que 'r)~
análisis exclusivamente en la dimensión referencial de los dis- le imponía su inscripción dentro de los marcos tradicionales D::~
cursos, no hay modo de trazar las marcas lingüísticas de su con- de la historia de "ideas".
La semiótica, como se sabe, es la disciplina que ha venido a
O
texto de enunciación, puesto que, en efecto, éstas no radican
ocupar en nuestros días el lugar que dejó vacante el eclipse de
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en este nivel. De allí que, siguiendo los procedimientos habi- .
¡ tuales de la historia de ideas, no pueda hallarse en las "ideas la retórica clásica. Ésta ha tratado de analizar sistemáticamente O
! latinoamericanas" ningún rasgo que las particularice e identi- los procesos de intercambio simbólico. Su piedra de toque fue <:..)
! fique como tales: sólo la consideración de la dimensión prag- la definición de la unidad comunicativa elemental representa-
')
! mática de los discursos permite comprenderlos como eventos da por el esquema "emisor -> mensaje -> receptor". Sin embar-
\.')
i (actos de habla) singulares. En definitiva, hLbúsquedade las go, para Lotman, ese esquema monolingüe deriva en un mode-
¡determinaciones contextuales que condicionan los modos de lo abstracto, estilizado y estático, de los procesos de generación r)
y transmisión de sentidos. Como él muestra, ningún "código", ,D',
I !~propiación, circulación y articulación de los discursos públi-
cos nos conduce más allá de la historia de "ideas". "texto" o "lenguaje" (términos que usa en forma intercambia-
ble) existe aislado; todo proceso comunicativo supone, dice, la
~
presencia de al menos dos códigos y un operador de traduc- .oí
--)Y De las "ideas" al "lenguaje" ción. El concepto de "semiosfera" señala, precisamente, la coe- (.)1..
xistencia y superposición de infinidad de códigos en el espacio j.') '1
I El paso'.l~_u_na.!listoria de las"id~as" <l_un
••}¡jstOIiE,_li~L'1,.,n-
\ guaje" ofrece, en efecto, una nueva base para abordar el tipo
semiótico (lo qúe, en última instancia, determina su dinámica).
Éste, como señalamos, representa una alternativa posible para
D:
I
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_. -
C)
r)
\.'
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(3 298
(¡ Elías J. Palti El tiempo de la política 299
e ción de aquellos elclue.rítos simbólicos "extrasistémicos": una po? La única forma de salvar la noción de los "desajustes loca-
(,(¡ • "idea" correspondiente a un código que le es extraño no pue- les" sería v91ver atrás en sus argumentos y postular la existen-
~o "
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",
de introducirse en él sin antes sufrir un proceso de asimilación
'. a éste. Esto muestra que, en definitiva, el "canibalismo" semió-
cia de un cierto sustrato más auténtico de nacionalidad a la que
su propia cultura "superficial" fallaría en expresar o represen-
tllj
~"
tico no es una particularidad brasileña, y mucho menos una he- tar, que es precisamente lo que sostiene el discurso nacionalis-
, .rencia cultural tupí, como imaginaba Oswald de Andrade,5!
ta. Reencontramos aquí, pues, aquella alternativa en apariencia
En este marco se comprende mejor la crítica primera de ineludible: o bien disolver la problemática relativa a la condi-
'Schwarz al rechazo por parte de los nacionalistas a la "imita- ción periférica de la cultura local, o bien volver a los marcos
•ción" de los modelos "foráneos", cuando señala que la imitación dualistas propios del nacionalismo. Existe, sin embargo, una
no'a1canza a explicarse por sí misma, sino que deben buscarse tercera opción, que Schwarz esboza sin alcanzar aún a desarro-
en la propia realidad brasileña las condiciones que explican esa llar de modo consistente.
tendencia a adoptar conceptos extraños para describir (siempre La piedra de toque de su concepto radica en un giro fun-
de manera impropia) a la realidad locaL En definitiva, decía damental que él introduce en los modos de abordar la cues"
Schwarz, es en el mismo acto de "imitar" que la cultura brasile- tión. Su interrogación original ya no referiría en verdad a la su-
ña hace manifiesta su naturaleza inherente. Pero ello también puesta <'extrañeza" de las ideas y la cultura brasileña sino, más
muestra que, como señalaba Carvalho Franco, nunca las "ideas" bien, a cómo es que éstas vienen eventualmente a ser percibi-
..~stán realmente "fuera de lugar", esto es, que nunca los inter- das como tales por determinados sectores de la población lo-
cambios comunicativos suponen meras recepciones pasivas de caL La referencia a las ideas de Lotrnan puede sernas de utili-
. elementos "extraños". Para ser asimilados, éstos deben ser (o dad para aclarar también este punto, Como éste señala, si bien •
• volverse) "legibles" por la cultura que los ha'de incorporar (de los procesos de intercambio cultural no involucran nunca una
lo contrario, resultarían "irrelevantes" para ésta, "invisibles" des- mera recepción pasiva de elementos "extraños", y precisamen-
de su horizonte particular). La pregunta a que esta comproba- te por ello, es inherente a éstos la ambivalencia semiótica, la
ción enfrenta a Schwarz puede formularse así: ¿cómo pueden que tiene dos orígenes. En primer lugar, las equivocidades re-
'las ideas ser asimilables como propias y extrañas al mismo tiem- sultantes del hecho de que los códigos (al igual que la semios-
fera, considerada en su conjunto) no son internamente homo-
.~ géneos: en su interior coexisten y se superponen (se encuentra
~~ cruzado por) infinidad de subcódigos que tienden, a su vez, a
SI En Die Nalionaliliitenjrage und die Sozialdemokratie (1924), el líder socia-
f,f"
,I'C
!,~' 'lista Otto Bauer sintetizó esta idea en su concepto de "apercepción nacional". su propia autoclausura, haciendo no siempre posible la mutua
'el Su definición de éste resulta sugestivamente similar a la idea de Oswald de traductil:>ilidad. Por otro lado, esa misma apertura de los códi-
¡e Andrade del "canibalismo cultura!". Según afirma, la "apercepción nacional"
indica que "ninguna nación adopta elementos foráneos en forma inalterada;
gos a su entorno semiótico tiende también a producir siempre
o
,1'1,
~ada una los adapta a su ser total, y los somete al cambio en su proceso de
adopción, de digestión mental". Bauer, "The Nation ", en Copal Balakrishnan
nuevos desequilibrios internos, A fin de volver asimilable un
. elemento externo, los sistemas deben adecuar su-estructura in-
¡,"', (éomp.), Mapping the Nalion, Londres, Verso, 1996, p. 68. Al respecto, véase terna a éste, reacomodar sus componentes. desestabilizando así
~q Elías J. Palti, La nación como problema. Los historiadores y la "cuestión. nacional", de modo constante su configuración presente. Esto se ligaría a
~c Buenos Alres, FCE, 2003. lo que Jean Piaget estudió bajo la rúbrica de procesos de asimi-
"
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ji -.J, ;',
1"\1
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un estado en el que éstas estuvieran encajadas a la perfección
En ~gund9/¡ugar, los desajustes semióticos no se sitúan
equivaldría a suponer un sistema completamente orgánico, un
aquí en eT';;¡;el del componente semántico. No se trata de que
orden totalmente regimentado que ha logrado eliminar todas
las ideas "representen inadecuadamente la realidad"; los dese-
Ii
sus fIsuras y contradicciones internas (f~ar su metalenguaje),
quilibrios no remiten, en este contexto, a la relación entre
algo que 'no es nunca tampoco posible en sociedades relativa-
ti "ideas" y "realidades" -concepto que tiene siempre implícito mente complejas,
(al menos como contrafáctico) el ideal de una sociedad com-
fJ pletamente orgánica, en la que "ideas" y "realidades" conver-
La percepción de la "extrañeza" de la cultura brasileña res-
yO jan-, sino a la de las ideas respecto de sí mismas. Y este tipo
pecto de su sociedad, señalada por Schwarz, se explicaría así
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las ideas e instituciones extrañas no puedan eventualmente
sajustadas respecto de la realidad local (dando lugar a repre.
sentaciones distorsionadas de ésta). Los desajustes serían, más
adecuarse a la realidad local (de hecho, siempre están, en un
bien, una expresión del hecho de que toda asimilación es siem-
b sentido, "bien adecuadas"), sino porque dicho proceso de asi-
milación es siempre conflictivo debido a la presencia, en el in-
pre contradictoria, Y esto nos conduce al tercer aspecto, que
constituye, en realidad, aquel en verdad problemático, puesto
terior de cada cultura, de pluralidad de agentes y modos anta-
que escapa ya defInitivamente a las posibilidades de tematiza-
gónicos de apropiación ("una sociedad plural y compleja", dice
ción implícitas en el concepto del brasileño,
Pocock, "habla un lenguaje plural y complejo; o, más bien, una
El témJ:)aspecto
~ .. que la introducción de la consideración
,:.
.~ pluralidad de lenguajes especializados, cada uno de los cuales
porta sus propias pautas para la definición y diStribución de au-
de la dimensión pragmática del lenguaje nos obliga a revisar
í"O
¡'C) toridad").56 En este marco, pensar que las ideas pudieran en-
del concepto de Schwarz radica en el hecho de que, como se
sigue de las consideraciones anteriores, no sólo las "ideas" no
'l" contrarse por completo desencajadas implicaría afirmar un es--
están nunca completamente desencajadas o "fuera de lugar"
~IJ -pues en ese caso, carentes de condiciones apropiadas de re-
re
;J
c 56 J. G. A. Pocock, Politics, Language, and Time, p. 22.
cepción, se tornarían irrelevantes (invisibles) para el código da-
do-, que es, en defInitiva, lo que el propio Schwarz señala, si-
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Elías J. Palti El tiempo de la política 305
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no que, además, el sentido'de sus desajustes no podría tampo- tud. Éste es tal sólo bajo el supuesto de que los esclavos son sujetos de
co definirse sino sólo en función de un código particular. Esto derecho, que era, precisamente, lo que el discurso esclavista ne- D
es, que la determinación de las ambivalencias, para un sistema gaba.57 El que esa declaración nos resulte contradictoria con la ,)
dado, es ella misma equívoca, una función de un contexto prag- existencia de la esclavitud, en definitiva, sólo revela nuestras} ,
mático particular de enunciación. No existe un "lugar de la rea- propias creencias presentes al respecto (es decir, refleja el he- ).;.
lidad" en el que se pueda determin~;---':'taxativa y ';bjetivamen- cho de que para nosotros todos los seres humanos, incluidos los ".Ii
te-="':
qué "ideas" se encuentran "fuera de lugar" y cuáles no.. En esclavos, son sujetos de derecho; en fin, que no participamos t)
definitiva, la definición de qué está "fuera de lugar" y qué está del discurso esclavista) ,5810 que no es relevante desde un pun- ,)!
"ensu lugar apropiado" es ella misma parte ya del juego delos to de vista historiográfico. (Yj
eqllívocos (como vimos, para los propios actores, los "irreaiis- Sin embargo, Schwarz está aún en lo cierto cuando afirma, cj
t"s" son siempre los "otros")..Yesto redefine el objeto de la his- en contra de Carvalho Franco, que tal declaración estaba "fue- .)
toria intelectual local. De lo que se trataría entonces es de com- ra de lugar". Por supuesto, no importa aquí qué pensamos ~o- 1.'\
i prender qué es lo que se encuentra "fuera de lugar" en cada SOtrOSal respecto. El punto es que ésta en efecto pareció así pa-' .,()f
contexto discursivo particular: cÓlno es que ciertas ideas o n:t0- ra los propios actores (o al menos, para algunos de ellos), y que "~Ji" ,
( delos y no otros vienen a aparecer como "extraños" o inap~o- en el curso del siglo XIX esta percepción se difundió rápidamen- () 1
piados para representar la realidad local;. cómo, ideas y mode- te (en especial, en la segunda mitad del siglo). Las que se con-;V/);
los que resultan "apropiados" para ciertos sujetos, aparecen como trapusieron. entonces no fueron "ideas" con "realidades", sino "" ~
"e~traños"pára otro.s; cómo, finalmente, ideas o modelos que, dos discursos opuestos (como señala Lotman, la generación de 0'
en determinadas circunstancias y para ciertos actores, apare<;:ie- contradicciones o ambivalencias semióticas supone sienlpre la '.l) ,
ron como "extraños" se revelan eventualmente como "apropia-
dos" para esos mismos actores (ya la inversa, cómo' ideas y mo-
~o+
( ...•,~
'".)', '~
delos que parecieron "apropiados" se tornan "extraños" para 57 "El azúcar sería demasiado cara si no se emplearan esclavos en el tra- .' ji;
ellos). El ejemplo clásico de Schwarz, el de la Constitución bra- b~o que requiere el cultivo de la planta que lo produce. Estos seres de quie- ')'ll
sileña de 1824, resulta aquí también ilustrativo. nes hablamos son negros de los pies a la cabeza y tienen además una nariz ()t
Siguiendo el texto de la Declaración de los Derechos del Hom/;re
y el Ciudadano, ésta afirmaría que todos los hombres nacidos en
tan aplastada que es casi imposible compadecernos de ellos. No puede cabeT-
nos en la cabeza que siendo Dios un ser infinitamente sabio haya dado un al- \?~
",1:
ma, y, sobre todo, un alma buen;, a un cuerpo totalmente negro." Esto lo de- ...1'1.'
suelo brasileño serían libres e iguales. Como señala Schwarz,
cía nada menos que Montesquieu (El espiritu de las leyes, libro xv, cap. v). Se {~)
tal declaración, repetida en un país en que aproximadamente puede alegar que tal afirmación no era propia al liberalismo, sino que refle-
un tercio de la población era esclava, generaba evidentes con- ja sus propios prejuicios personales, o un clima de época, etc. (algo contra lo O
tradicciones. En todo caso, representaba una grosera distorsión cual, éste, sin embargo, advierte en el prefacio: "no he sacado mis principios
Ü
de la realidad. Se trataría, en fin, de una expresión más de la de mis prejuicios", asegura allí, "sino de la 'naturaleza de las cosas"). Sea co-
serie de desajustes producidos por la introducción de las ideas mo fuere, resulta claro que la conjunción liberalismo-esclavismo -aunque, :0
liberales en un contexto en que no existían las condiciones so-
por razones obvi<l::s,en el Brasil se hará sentir de manera más notoria- no ;)
fue una "particularidad brasileña".
ciales que le dieron origen. Sin embargo, dicho principio no ( '" .
~8,.parala distinción entre "persona" y "cosa", véase Jacob Gorender, O es-
.J
era necesariamenlecontradictorio con la existencia de la esdavi- cmvismo colonial, San Pablo, Ática, 1978, p. 73. C)
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Elías J. Palti
1)1
~&.,
comprende a todos los países del continente, en cada uno de ~";'f
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los estadios de su historia, lo cual sería un defecto: ¿Qué nos 7 O~
puede decir acerca del Brasil de 1964 una fórmula igualmente .),1lJilt,
aplicable, digamos, al siglo XIX argentino?".59 Bibliografía citada
J,
,)
j1
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,»:1•
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