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El alma existe científicamente

Sí, el alma existe, y no en términos metafísicos, sino concreta y científicamente. Está situada
en el mar de neurotransmisores y los recovecos de las estructuras cerebrales. Esos 21 gramos
que se desvanecen cuando morimos y que mantienen nuestra conciencia activa; ese espíritu
apenas perceptible que, según los creyentes, va al cielo o al limbo. Esa quimera, ese suspiro,
todo eso ya tiene explicación científica.
Los primeros esbozos de lo que ahora sabemos, fueron resultado de años de investigación de
un hombre irrepetible en la historia de la ciencia. Francis Crick, el mismo físico metido a
biólogo que ganó el Premio Nobel en 1962 por describir, junto con James Watson, la
estructura tridimensional de doble hélice del ADN.
Dedicó más de 50 años a buscar lo que podemos entender como alma y que algunos llaman
conciencia. En un laboratorio construido especialmente para él frente al mar, el Salk Institute,
Crick se dedicó a la búsqueda científica de la conciencia, quizá lo más familiar y cotidiano
pero al mismo tiempo, lo más fascinante y misterioso. Nada hay que conozcamos más
directamente que nuestra propia conciencia, pero también no hay nada más difícil de explicar.
El primer paso consistió en la afirmación de Crick de dejar de considerar a la conciencia
como algo indefinible, y lo que es peor, inasible para estudiar. El cerebro, en opinión de
Crick, se consideraba algo así como una caja negra, es decir, un objeto cuya estructura interna
es desconocida y hasta irrelevante. Sólo estudiando las neuronas y las distintas interacciones,
así como los neurotransmisores que circulan entre ellas, podrían los científicos construir
modelos análogos a los que explican la herencia en términos de ADN.
Según una nueva teoría en la que científicos cuánticos aseguran poder probar su existencia
dentro de las células de nuestro cerebro. El científico cuántico norteamericano Dr. Stuart
Hameroff y el británico Sir Roger Penrose, han diseñado una teoría que explicaría la
consciencia humana y la existencia del espíritu o también conocido como el Alma.
Esta nueva teoría se basa en la idea del superordenador biológico en el que 100.000 millones
de neuronas con sus conexiones sinápticas, junto con los tiroteos de axones, actuarían como
grandes redes de información conectadas y decodificación de información encriptada. Para ser
más claro un superordenador supersofisticado y biológico el cual almacenaría la información
en las células denominadas microtúbulos.
Según El Dr. Hameroff el cual es profesor de Psicología, de Anestesiología y es director del
Centro de Estudios de la Consciencia en la Universidad de Arizona, junto a Sir Roger,
explican que lo que entendemos como consciencia son los efectos que se producen dentro de
estas células denominadas microtúbulos. Este proceso es denominado por los dos expertos
como la Orquesta de Reducción Objetiva.
En lo que se conoce como una experiencia cercana a la muerte, la información almacenada en
los microtúbulos pierde su estado cuántico, pero la información no se pierde. Para explicarlo
con más claridad, el Alma no muere y toda la consciencia o información almacenada vuelve
al Universo. La nueva teoría sobre la existencia del Alma es argumentada por el Dr. Hameloff
con todo lujo de detalles en el documental “Through the Wormhole”, que fue retransmitido en
Estados Unidos por un canal de ciencias.
Una explicación simple del Dr. Hameloff hace referencia para que el lector se imagine a una
persona que acaba de morir, su corazón dejo de latir y la sangre deja de fluir por el corriente
sanguíneo, las información de los microtúbulos pierde su estado cuántico y se aleja hacia el
universo. En el caso de resucitar toda esa información vuelve a los microtúbulos, entonces
esta persona podría decir que tuvo una experiencia cercana a la muerte.
Además el Dr. Hameloff también añadió que en el caso de fallecimiento de la persona, la
información cuántica que se fue de los microtúbulos hacia el universo podría existir por
tiempo indefinido. Lo que se podría denominar de forma sencilla como que el alma no muere
y existe para siempre.
EL ALMA NO EXISTE
El alma, tal como la ven los creyentes, sería algo así como un «ser» inmaterial, intangible,
indestructible, inmortal, simple, inextenso, indivisible, yuxtapuesto al cuerpo, etc., por el cual
tendríamos las facultades de pensar y sentir, y de sobrevivir a la muerte física en un más allá.
Técnicamente, los filósofos creyentes defienden este principio basándose en:
1) El alma no puede ser material, porque origina acciones más allá de lo orgánico y no
podemos percibirla sensorialmente. Es inmaterial, por lo tanto.
2) El alma es independiente del cuerpo («espiritual»), porque los efectos del alma no
dependen del organismo de forma absoluta (es capaz de contraponerse a sus leyes
primordiales).
3) El alma es inmortal, porque al ser distinta de la materia (no tiene partes que se disgregen),
es «simple».
4) El hombre es unidad cuerpo-alma por lo anterior.

Refutación
1) Hay muchas cosas que no podemos percibir sensorialmente (por ejemplo, los
átomos, quarks, etc.), lo cual no implica que esas cosas sean «inmateriales».
2) Según la biopsicología, todo lo mental es cerebral, y, por tanto, no hay ningún principio
mítico o alma que genere los pensamientos, sentimientos, recuerdos, etc.
3) Se comete la falacia de petición de principio al suponer gratuitamente la posibilidad de
algo «inmaterial real»; pero esa «posibilidad» tendría que demostrarse, no darla por supuesta.
4) Las supuestas acciones más allá de lo orgánico (pensamiento, voluntad, vivencias estéticas,
etc.) son el resultado de procesos cerebrales, según las neurociencias cognoscitivas.
5) Se comete la falacia del argumentum ad ignorantiam al suponer que porque no se
demuestra la materialidad de ciertas acciones, luego no son materiales (inmateriales).
6) Se comete una violación a la navaja de Ockham al multiplicar las «causas» de nuestras
acciones sin necesidad. Si sabemos que: a) tenemos cerebro; b) tenemos pensamientos,
sentimientos, etc., entonces, ¿por qué atribuirle nuestros pensamientos y emociones a una
causa desconocida, llamada alma, si tenemos causas más simples y comprobadas (sinapsis
neurales, corteza cerebral, sistema límbico, etc) de nuestros pensamientos y sentimientos?
7) La creencia del alma es fruto de nuestra mala gramática, infestada de metafísica, ya que el
alma/sujeto es una ficción lógica creada por el lenguaje (Bertrand Russell dixit); y alma («el
ser») es sólo un infinitivo sustantivado, resultado del anteponerle el artículo «el» al lexema
«ser», y, por lo tanto, es una abstracción lingüística carente de referentes reales. Pretender que
una abstracción es un ente «real» es la típica falacia metafísica de reificación o
«sustancialización de lo abstracto».
8) Al definir al alma como inmaterial y trascendente se comete la falacia de «imposibilidad de
comprobación», ya que no sería abordable por los instrumentos de medición y exploración
científicos, sería inverificable.
9) El alma es una hipótesis infalsable, ya que sus defensores no diseñan experimentos o
establecen contraejemplos que permitan demostrar falsa la conjetura; por lo tanto, es
pseudociencia.
10) La creencia en el alma no se compagina con la cosmovisión naturalista, materialista y
realista científica de la comunidad científica.
11) Viola el criterio de «solidez metacientífica» ya que contradice principios metacientíficos
como el principio de legalidad [en ciencias]: «todo acontecimiento obedece por lo menos a
una ley» ¿A qué ley obedece el alma?
12) Carece de consistencia externa o compatibilidad con disciplinas científicas: contradice a
las neurociencias y a la psicobiología, atenta contra el principio de conservación de la energía
(el alma como motor perpetuo es un imposible), etc.
13) La idea de un alma inmaterial que produce acciones inmateriales se basa en el falso
axioma antiguo: «lo igual engendra lo igual», idea que desempeñó un papel dañoso en las
ciencias de siglos pasados. En la pseudociencia de la alquimia, los alquimistas querían hacer
oro con ayuda del oro; se hacían filtros amorosos de corazones, porque se creía que era el
asiento del amor, etc. Por tanto, se comete la falacia de premisa falsa.
14) Ya los filósofos Locke, Diderot, Voltaire, D’Holbach, Buchner, La Mettrie, Kant, Hume,
etc. desenmascararon los sofismas en que se basan las creencias metafísicas del «alma»,
«sustancia», etc. Por lo tanto, desde el punto de vista filosófico, la idea del alma está
archirrefutada.

El Alma: ¿Existe evidencia de su existencia?


El concepto de que el alma ha sido parte de la cultura humana durante milenios. Sin embargo,
nadie ha sido capaz de demostrar con pruebas de que existe. ¿Hay alguna forma de que
podamos demostrar que existe el alma humana sin prueba física?, en realidad podemos probar
la existencia del alma sin pruebas físicas.

Demostrando que el alma existe es similar a la prueba de la existencia de la gravedad. Usted


no puede ver realmente la gravedad, pero sabes que existe debido al hecho de que usted puede
sentir sus efectos. Para entender si existe el alma humana, es necesario estudiar los efectos del
alma en lugar de sólo en busca de pruebas físicas.

La ciencia convencional suele tener dificultades para aceptar el alma como una entidad real,
porque no sabe cómo observar y demostrar su existencia. El problema con la ciencia
convencional es que le gusta centrarse en el estudio de algo que puede ser observado y
experimentado en. Si no puede hacer estas cosas para probar la existencia de sus
conclusiones, no se considera que son verdad. Este es el problema con la ciencia convencional
y es una de las principales razones por las que se convertirá en menos relevante en el futuro
cercano. Sólo porque algo no puede ser observado o experimentado en esto no significa que
no exista.

Por otro lado, la física cuántica está ganando más popularidad, porque no tiene miedo de
explorar más allá del reino material. La física cuántica tiene más potencial de explicar cómo
funciona realmente la realidad, ya que en gran medida se centra en explicar la relación entre la
energía y la materia. Si no incorporamos la mecánica de la energía en la ciencia y la
combinamos con la espiritualidad, nunca podremos entender lo que la vida y la realidad son,
porque la energía es la razón principal por qué existe la materia, la vida y la realidad.
El propósito del alma y la evidencia de su existencia

La mayoría de las personas están de acuerdo en que el alma humana es no físico y es lo que
da la vida del cuerpo físico. En otras palabras, el alma es una entidad de energía que nos
permite experimentar la vida en el mundo material. Definir el alma puede ser fácil, pero ¿cuál
es su propósito y es lo que realmente existe? Una de las funciones del alma es que nos den
identidad y personalidad. Es necesario para conectar la mente y el cuerpo, de modo que
puedan comunicarse de manera más eficiente.

A pesar de que la mayoría de nosotros aceptamos la idea de que el alma humana existe,
todavía hay muchas personas que creen que no existe por el hecho de que nadie ha probado
más allá de una duda razonable de que existe. Para encontrar pruebas de la existencia del
alma, tenemos que cavar más profundo en la forma en la realidad y el trabajo cerebral.

La relación entre la energía y la materia

Los físicos cuánticos han demostrado que la materia se comporta más como una ilusión,
porque cuando se rompen átomos (es de lo que está hecha la materia) hacia abajo en su
estado fundamental, que son en su mayoría espacio vacío y son de sólo energía.

Esto significa que es mucho más para nosotros que nuestro ser físico. Otra evidencia que
prueba que hay para nosotros más que nuestro cuerpo físico es el cerebro humano. La mayoría
de nosotros hemos sido condicionados a una edad temprana para creer que el pensamiento se
produce en nuestro cerebro. Este concepto no es totalmente exacto. Si el pensamiento se
produce en el cerebro, entonces las estrellas de mar, medusas y los microorganismos no serían
capaces de sobrevivir, ya que no tienen un cerebro para pensar. Una vez que conecte los
puntos, usted puede darse cuenta de que el pensamiento y las acciones de su cuerpo son como
los efectos creados por su mente, alma y espíritu.
Los científicos rusos han estado haciendo un montón de experimentos científicos para tratar
de demostrar que hay vida después de la muerte. Uno de ellos ha desarrollado una técnica
fotográfica única que puede capturar los campos de energía de los objetos. Su nombre es Dr.
Konstantin Korotkov G. y su técnica se conoce como visualización de descarga de gas
(GDV). Algunos de sus partidarios afirmaron que él capturó el alma deja el cuerpo de una
persona después de la muerte mediante la tecnología GDV.

Una vez que entendemos que hay mucho más a la realidad de lo que parece y que la materia
se comporta más como una ilusión, nos damos cuenta de que, finalmente, nuestra verdadera
identidad es nuestra alma y espíritu. Nuestro cuerpo, entonces, actúa como un vehículo que
nos permite (el alma / espíritu) para experimentar las infinitas posibilidades de la vida en el
reino material.
¿Existe el alma?

La hipótesis del alma (la creencia de que existe el alma y de que las personas tienen alma),
cuenta con el apoyo casi unánime de la población general. Sin embargo, entre los filósofos y
científicos la creencia en la existencia del alma es mucho menos común. Este ensayo tiene por
objetivo explicar por qué muchos filósofos y científicos rechazan la hipótesis del alma y
reflexionar sobre lo que supone la no existencia del alma.
¿Qué es el alma? A pesar de que la palabra “alma” es ambigua, la noción de que las personas
tienen alma se expresa mediante un concepto específico. Según la tradición clásica, el alma es
una entidad no física que puede separarse del cuerpo físico. Por consiguiente, la creencia en el
alma implica el dualismo de la sustancia, es decir, la existencia de dos sustancias: una
material (la materia que conforma el universo) y una no material (de la que se compone el
alma). Por lo tanto, el alma no tiene masa, extensión (no ocupa espacio) ni ubicación.

¿Para qué sirve el alma? ¿Qué hace? Principalmente, el alma es donde se realizan las
actividades mentales: donde se sienten las emociones, donde se toman las decisiones, donde
se experimentan las sensaciones (p. ej.: donde se presenta nuestro campo visual), donde se
almacenan los recuerdos y la personalidad de una persona, y donde se produce el
razonamiento. Por ejemplo, cuando tienes sed y buscas la botella de agua, ves que está vacía y
decides ir a buscar agua, recuerdas dónde está la fuente y después averiguas cómo funciona,
todo esto tiene lugar en el alma.

Según la hipótesis del alma, algunos sucesos mentales provocan sucesos físicos. Por ejemplo,
la sed (un suceso mental que tiene lugar en el alma) hace que gires la cabeza para buscar una
botella de agua (un suceso físico que tiene lugar en el mundo). Pero los sucesos mentales
pueden también provocar otros sucesos mentales. La experiencia visual de una botella vacía
hace que tomes la decisión de ir a buscar agua, lo que posteriormente activa el recuerdo de la
ubicación de la fuente de agua. Éstos son tres sucesos mentales que tienen lugar en el alma.

Hoy en día, los defensores de la existencia del alma no niegan que el cerebro influya en ella
(p. ej., el sistema visual del cerebro produce experiencias visuales en el alma). No obstante, en
su opinión, el alma puede realizar sus propios procesos, sin ninguna ayuda por parte del
cerebro. De hecho, el alma puede separarse del cerebro. Cuando alguien muere, su alma “se
separa” y su continuada existencia ininterrumpida garantiza que la vida mental del individuo
permanezca ininterrumpida. Por ejemplo, después de la muerte puedes aún sentir alegría al
reunirte con tus seres queridos en el cielo, mientras que tu cerebro permanece inactivo y se
descompone en tu ataúd.1

Razones filosóficas para dudar de la existencia del alma

La creencia en el alma tiene una larga historia, aunque su origen histórico no está claro. Por
supuesto, sería un error lógico apelar a la tradición sin más y utilizar la larga historia de
creencias en el alma como prueba a favor de su existencia. En mi opinión, es difícil dar una
explicación causal a la creencia en el alma. No obstante, existen argumentos filosóficos a
favor de la hipótesis del alma. Los más importantes son los de Platón y Descartes. Sin
embargo, por desgracia para los creyentes en la existencia del alma, sus argumentos tienen
muchos defectos.

El defecto de los argumentos a favor de la existencia del alma

Alguien podría preguntarse por qué los filósofos se molestaron en presentar argumentos a
favor de la existencia del alma. Después de todo, la introspección parece confirmar que el
alma existe. Sin embargo, por desgracia, la introspección no puede demostrar su existencia. Sí
podría, quizás, demostrar la existencia de la mente, pero no demuestra que la actividad mental
tenga lugar en una sustancia que puede separarse del cuerpo, ni que pueda producirse sucesos
mentales sin ayuda del cerebro después de la muerte. Tales afirmaciones necesitan una
justificación filosófica. Las más conocidas son las de Platón y Descartes.

Los argumentos de Platón están basados en su antigua teoría metafísica. Platón creía en el
Reino de las Formas, un conjunto de objetos abstractos perfectos en el que los objetos físicos
“participan” para ser los objetos que son (las sillas participan en la forma de la silla). Según la
teoría de la reminiscencia de Platón, cuando alguien aprende algo nuevo no está adquiriendo
nueva información, sino recordando algo que ya conocía antes de nacer, cuando vivía entre
las formas. Para que esto fuera verdad, el individuo tenía que haber existido antes que su
cuerpo, por lo que Platón llegó a la conclusión de que debía existir un alma.2 Pero como nadie
más ha dado credibilidad a la teoría de la reminiscencia (sabemos que el aprendizaje no es
simplemente recordar), y como esa teoría supone la aceptación de otra teoría aún más obsoleta
(la teoría de las formas), podemos decir que Platón no nos ofrece una buena razón a favor de
la existencia del alma.

René Descartes defiende el dualismo de la sustancia y, por lo tanto, la hipótesis del alma.
Descartes presentó tres argumentos a favor de que la mente y el cuerpo debían ser dos
entidades diferentes y separables, y de que, por ende, la mente es en realidad el alma: el
argumento de la duda, el argumento de lo concebible y el argumento de la divisibilidad.
Como es bien sabido, Descartes comenzó sus Meditaciones metafísicas dudando de la
existencia del mundo físico (incluido su cuerpo), pero concluyó que de su mente no podía
dudar. Descartes pensó que si no se podía dudar de la mente pero sí del cuerpo, ambas cosas
debían ser distintas y por lo tanto separables. Es más, Descartes indicó que, dado que él podía
concebir que su mente podía existir sin su cuerpo —siendo por tanto lógicamente posible que
su mente existiera sin su cuerpo—, ambas debían ser cosas distintas. Por último, como el
cerebro puede ser dividido en partes separadas pero la mente no, Descartes llegó a la
conclusión de que debían ser dos cosas distintas.3 Y si eran dos cosas distintas, la mente debía
ser un alma.

Los tres argumentos son erróneos. El argumento de la duda es erróneo porque la duda no es
una propiedad que permita diferenciar objetos. Por ejemplo, ¿duda Lois Lane de que
Superman sea un auténtico héroe? Por supuesto que no. ¿Duda de que Clark Kent sea un
héroe? Por supuesto que sí. Pero Superman y Clark Kent son la misma persona. Imagino que
Lois se preguntaría, al igual que Descartes, si Superman era real o quizás lo había soñado.
Pero esto no alteraría el hecho de que la duda no puede utilizarse para diferenciar un objeto de
otro. Además, es posible dudar del alma. El eliminativismo, la visión filosófica que duda de la
existencia de la mente, se ha convertido en una teoría filosófica legítima y cada vez más
fuerte.

El argumento de lo concebible es erróneo porque el hecho de que algo pueda ser concebido no
significa que sea lógicamente posible. Alguien podría concebir que el Lucero del Alba existe
y que el Lucero de la tarde no, pero como el Lucero del Alba es también el Lucero de la Tarde
(ambos son el planeta Venus), no es lógicamente posible que exista una sin la otra. Es más,
concebir que la mente de alguien existe sin su cuerpo sólo puede ser posible cuando se tiene
un conocimiento limitado de lo que es la mente. Nadie puede concluir que la mente es algo
más allá de lo físico simplemente porque no se conocen perfectamente todos los aspectos de
la misma. De hecho, nuestro creciente conocimiento de la relación entre el cerebro y la mente
parece indicar que forma parte del cuerpo (hablaremos de esto más adelante).

Por último, el argumento de la divisibilidad es erróneo. Del mismo modo que la duda no
puede definir sustancias, tampoco puede hacerlo la divisibilidad. Pero lo que es más
importante es que la divisibilidad de la mente ha podido demostrarse mediante el fenómeno
del cerebro dividido. Cuando el cuerpo calloso que conecta los dos hemisferios del cerebro de
una persona es seccionado (en una operación quirúrgica) o resulta dañado (por un derrame
cerebral), la mente, literalmente, se divide. Cada mitad del cuerpo está controlada por una
mente diferente, por una consciencia diferente. En experimentos controlados, el ganador de un
Premio Nobel, Robert Sperry, fue capaz de comunicarse con cada mitad de la mente por
separado, transmitiendo y obteniendo información distinta de cada una de ellas.4

El hecho de que los argumentos a favor de la existencia del alma sean erróneos, es razón
suficiente para dudar de su existencia. Cuando se trata de afirmar la existencia de algo, la
carga de prueba recae sobre el creyente. Como señaló Bertrand Russell, si yo quiero creer que
una tetera orbita el sol, no podré hacerlo de forma racional hasta que ofrezca una prueba que
confirme dicha creencia. (Por supuesto, nadie puede probar que no exista una “tetera
celestial” —siempre podemos decir que es demasiado pequeña para poder verla—, pero ésta,
no es razón para creer que existe. Eso sería una apelación falaz a la ignorancia o falta de
conocimiento actual). Así mismo, aunque la existencia del alma no pueda ser refutada, creer
en ello se considerará irracional (fuera de la razón) hasta que se ofrezcan pruebas o
argumentos válidos a favor de su existencia. El hecho de que los argumentos más reconocidos
a favor de la existencia del alma sean erróneos es un punto negativo para la hipótesis del
alma.

Muchos afirmarían, sin embargo, que la existencia del alma puede ser refutada —o, al menos,
enterrada bajo una enorme cantidad de argumentos y pruebas en contra―. Antes de examinar
las objeciones científicas, analicemos las objeciones filosóficas que se han expuesto en contra
de la existencia del alma.

Argumentos filosóficos en contra de la existencia del alma

Empecemos reflexionando sobre una pregunta. Si las decisiones se toman en “tu alma”, ¿por
qué cuando decides mover un brazo se mueve tu brazo y no, por ejemplo, el mío? Tus
decisiones se toman en tu alma, por supuesto, pero ¿en virtud de qué está tu alma conectada a
tu cuerpo y no al mío? No puede deberse a que tu alma está más cerca de tu cuerpo que del
mío. El alma no está hecha de materia y sólo la materia puede ubicarse en el tiempo y el
espacio. Entonces, ¿en virtud de qué tu alma te pertenece a ti y no a mí? Aún no se ha dado
una respuesta satisfactoria a esta pregunta.

Incluso si atribuimos una ubicación física a tu alma dentro de tu cuerpo cabría preguntarse
qué facilita la conexión causal. Después de todo, puede que me encuentre dentro de mi coche,
pero si no tengo las llaves, no sé conducir y/o el coche no tiene gasolina, no podré ir con este
a ningún lado. Entonces, ¿cómo dirige el alma al cuerpo? ¿Cómo puede interactuar una
entidad no material con una material? Tampoco se ha dado aún una respuesta satisfactoria a
esta cuestión.

Un hecho aún más preocupante es este: el alma no puede controlar al cuerpo. La ley de la
conservación de la energía (que afirma que la energía ni se crea ni se destruye) y la ley de la
conservación del ímpetu o movimiento (que afirma que la cantidad de impulso total de
cualquier sistema siempre es constante) están muy consolidadas, al igual que el principio de
causalidad en el mundo físico, según el cual los eventos físicos sólo pueden tener causas
físicas. Muchos científicos y filósofos sostienen que este último principio se puede conocer a
priori (no está ligado a la experiencia), pero, para quien quiera valerse de la experiencia,
también se ve confirmado por el hecho de que siempre que hemos buscado la causa de un
evento físico, ésta ha resultado estar en otro suceso físico.5 Esto incluye sucesos en el cuerpo,
como los movimientos corporales, que de forma causal tienen su origen en lo que ocurre
físicamente en el cerebro.

Si el alma llegara desde más allá del reino físico para hacer que ocurrieran cosas en el cuerpo
y el cerebro, se incumplirían esos tres principios. Se estaría añadiendo energía desde la nada
al sistema del cuerpo (o cerebro) y finalmente al universo. La cantidad de movimiento del
sistema en el cuerpo físico (o en el cerebro, concretamente) no estaría siendo constante, y,
además, se trataría de una causa no física de un evento físico.

Evidentemente, todos o algunos de esos principios podrían resultar falsos en el futuro, pero el
hecho de que algo pueda ser falso, no es razón para pensar que realmente lo es. Las pruebas
están a favor de dichos principios. A menos que se anulen, constituyen un problema para
creer en el alma, un problema al que los filósofos denominan “el problema de la causalidad
descendente”.

Como se puede ver, debido a la incapacidad de los argumentos filosóficos de confirmar la


existencia del alma y al problema de la causalidad descendente, las perspectivas de la
hipótesis del alma en el campo de la filosofía no son favorables.

Razones científicas para dudar de la existencia del alma

Acabamos de ver algunas razones en el campo de la física que contradicen la hipótesis del
alma, pero la prueba científica más convincente en contra la existencia del alma proviene de
la neurociencia, y para empezar a analizar esta prueba es ideal el caso de Phineas Gage.

El cerebro hace todo lo que se suponía que hace el alma

Phineas Gage fue un joven capataz de ferrocarril que vivió en el siglo XIX. El 13 de
septiembre de 1848, un accidente provocó que una barra de hierro atravesara su cabeza —
entrando por debajo de su mejilla izquierda y saliendo por la parte de arriba de su cráneo—,
destrozando parte de su cerebro.
Gage sobrevivió, pero su personalidad cambió por completo. Anteriormente había sido un
hombre amable y honorable, y un capataz responsable. Tras el accidente, se convirtió en un
hombre maleducado y agresivo, y en un trabajador irresponsable. Ya no podía trabajar como
capataz; era tremendamente indeciso y descuidado, y abandonaba sus planes casi antes de
hacerlos. Su grosería e irreverencia tampoco ayudaron a mejorar sus perspectivas laborales.
Sin duda alguna lo peor de todo, se les aconsejó a las mujeres que no se quedaran a solas con
él en una misma habitación porque podría intentar abusar de ellas. 6

El caso de Gage puso en duda la hipótesis clásica del alma, porque un daño físico no puede
cambiar la personalidad de un individuo si ésta se halla en algo no físico como el alma. Pero
no se puede negar que eso es lo que le había pasado a Gage. Se concluyó, por tanto, que la
personalidad no podía hallarse en el alma sino que debía ser el resultado del funcionamiento
del cerebro del individuo. Se podría decir que el caso de Phineas Gage le dio al alma una cosa
menos que hacer, una cosa menos que explicar. Sacó la personalidad del campo de las cosas a
las que el alma no física da forma, y la situó directamente dentro del reino de lo físico, en
concreto de lo neurofísico.

Algunos han puesto en duda la gravedad del cambio de personalidad de Gage, pero eso es
irrelevante. Gage nos dio las indicaciones adecuadas para seguir investigando. Tras este
suceso, los neurocientíficos descubrieron las áreas del cerebro responsables del uso y la
comprensión del lenguaje (áreas de Broca y Wernicke), de las sensaciones físicas del tacto (el
homúnculo de Penfield), de las emociones (el sistema límbico), del razonamiento y la toma de
decisiones (los lóbulos frontales), de las sensaciones visuales (la corteza visual)… y la lista
continúa. Muchos de esos descubrimientos fueron impulsados por casos similares al de Gage,
en los que ciertas capacidades mentales se perdían cuando una persona concreta sufría algún
tipo de daño cerebral concreto. Ahora sabemos por qué cambió la personalidad de Gage.7

Aunque aún no se comprende del todo cómo funciona el cerebro, hoy en día es innegable que
toda actividad mental es resultado directo de la actividad cerebral. Además, no sólo se ha
desplazado la personalidad del reino del alma no física al reino del cerebro físico, sino que
ahora se sabe que todo lo que una vez se atribuyó al ámbito del alma (las emociones, el
lenguaje, las decisiones, las sensaciones, los recuerdos, la personalidad) está en realidad
dentro del ámbito de lo que hace el cerebro.

Lo inadecuado de la hipótesis del alma

La hipótesis del alma debía funcionar como una explicación de nuestro comportamiento al ser
la causa de nuestros actos intencionados y de nuestras disposiciones. Pero siempre ha
presentado lagunas en este aspecto. Una explicación buena, no debería generar más preguntas
que respuestas, pero, la cuestión sobre de qué está hecha el alma8 y cómo causa cambios en el
cuerpo, siempre ha sido un misterio. Ahora, puesto que la neurociencia nos ha enseñado que
la causa de todo lo que hacemos está relacionada con impulsos del cerebro, no con la
actividad del alma, el alma se ha quedado sin nada que explicar. La neurociencia ha privado
de validez cualquier poder explicativo que la hipótesis del alma podría haber tenido. Y las
hipótesis que no explican nada, no son buenas hipótesis.
Los intentos de salvar al alma de tales objeciones no tienen mucho éxito. Por ejemplo, uno
podría sugerir que la conocida correlación de los hechos mentales con los impulsos nerviosos
simplemente muestra la forma en que opera el alma. A pesar de que los impulsos nerviosos
explican nuestro comportamiento, la actividad del alma podría irrumpir como explicación de
estos impulsos (“controlando las neuronas, el alma controla el cuerpo”). Pero tales intentos
causan más problemas que beneficios. Una sugerencia así no solo violaría las leyes físicas
mencionadas más arriba, pues sabemos que toda actividad cerebral viene causada en última
instancia por reacciones físicas, sino que además hace la hipótesis totalmente irracional. A fin
de explicar el porqué, permítanme plantear una analogía.

Muchos científicos pensaban que el calor era producto de un material denominado flogisto
que fluía en los objetos para calentarlos, y emanaba de ellos para enfriarlos. Cuando
descubrimos que el calor es realmente el resultado del movimiento de partículas, los
defensores del flogisto sugirieron que “el modo en que el flogisto calentaba los objetos era
haciendo que las partículas se movieran”. Pero, por supuesto, esto no era más que una
excusa ad hoc para salvar su teoría. No había necesidad de plantear una hipótesis sobre la
existencia del flogisto, ya que no explicaba nada. Podíamos explicar el calor valiéndonos del
movimiento de las partículas, sin necesidad de introducir otra sustancia en la explicación.
Defender la hipótesis del flogisto en este sentido era, en resumen, el resultado de un deseo por
parte de aquellos que se encontraban emocionalmente ligados a ella y la veían como su teoría
favorita. Así fue, como la teoría del flogisto fue perdiendo aceptación.

Espero que la analogía sea suficientemente clara: Del mismo modo que el calor puede
explicarse por sí mismo, en tanto que se produce por el movimiento de partículas, el
comportamiento puede explicarse por sí solo, como resultado de la actividad cerebral. Y
plantear otra hipótesis, ya sea la del flogisto o la del alma, para explicar una actividad que ya
tiene explicación, no es más que una excusa irracional ad hoc menos simple para tratar de
salvar una teoría que nos gusta más.

El defensor de la teoría del alma quizás también insista en que, a pesar de las pruebas, el daño
cerebral no afecta a las capacidades mentales. Cuando parece que alguien ha perdido
capacidades mentales tras la pérdida de determinadas funciones cerebrales, quizás estas
capacidades se encuentren en realidad intactas (sanas y salvas) en el alma. Simplemente el
daño cerebral impide al alma comunicar este hecho al mundo exterior.

Nuevamente, estos racionamientos perjudican más que ayudan. En primer lugar, tales intentos
son suposiciones ad hoc elaboradas con el único fin de que se demuestre la falsedad de la
teoría. Y lo que es peor, son insostenibles. ¿Se supone que he de creer que la personalidad de
Phineas Gage seguía siendo gentil, pero el daño cerebral era tal que cuando intentaba actuar
gentilmente, en lugar de ello, insultaba continuamente e intentaba abusar de las mujeres? ¿He
de creer que un paciente con Alzheimer no olvida realmente las experiencias pasadas ni a la
gente que quiere? ¿Es lógico pensar que sus memorias siguen ahí, completamente accesibles,
pero cuando tratan de describirlas el daño cerebral es tal que provoca que actúen o digan que
las han olvidado, o que no reconocen a la persona que está enfrente de ellos? Por supuesto que
no. La estupidez de algunas sugerencias muestra claramente que no son más que
racionamientos desesperados para salvar la hipótesis del alma.
En definitiva, la neurociencia ha demostrado que no hay ninguna función que se le pueda
atribuir al alma y por lo tanto, no hay razón para suponer que existe. Todo lo que un día se
suponía recogido o explicado bajo la hipótesis del alma, ahora se encuentra recogido o
explicado por el cerebro.

Lo que supone la no existencia del alma

La no existencia del alma a menudo suscita fuertes reacciones. “Si no hay alma, toda religión
es una mentira, Dios no existe, es imposible que haya vida tras la muerte, y el libre albedrío es
una ilusión”. Sin embargo, estas preocupaciones son exageradas.

En primer lugar, no todas las religiones afirman la existencia del alma. El concepto hindú de
“atman” es diferente del concepto clásico del alma que hemos estado sopesando. El propio
Buda dijo “Únicamente a través de la ignorancia y de la ilusión, los hombres consienten caer
en el sueño de que sus almas son entidades separadas que existen por sí mismas”.9Además,
los antiguos judíos no tenían un concepto clásico del alma10 ni creían en la existencia de una
vida consciente tras la muerte. 11 De hecho, la mayoría de los judíos siguen en la actualidad
sin creer en el alma.

Puesto que el cristianismo tuvo su origen en el antiguo judaísmo, los primeros cristianos
tampoco creían en el alma. 12 En consecuencia, la clásica doctrina del alma se encuentra
también ausente en el Nuevo Testamento. 13 Es más, la idea de que los humanos tengan almas
inmortales es contraria a lo que la Biblia nos enseña sobre la Resurrección de Jesús14 y a la
esperanza bíblica en una resurrección final de los muertos. 15La hipótesis del alma prevalece
en el cristianismo hoy en día únicamente porque fue importada de la filosofía griega al
cristianismo por figuras como Orígenes y San Agustín. 16 En la actualidad, muchos cristianos
desean rechazar esta influencia y volver a una visión tradicional y bíblica que enfatice la
resurrección y rechace la hipótesis del alma.

Definitivamente, la existencia de Dios no depende de las almas. Por supuesto, el discurso


sobre las almas y el discurso sobre Dios se encuentran a menudo en círculos religiosos, pero
como acabamos de ver, los antiguos judíos y muchos de los primeros cristianos creían en
Dios, sin creer en las almas. No hay nada sobre Dios que requiera la existencia del alma.

La existencia del alma tampoco es necesaria para justificar la vida después de la muerte. Por
supuesto, nuestra alma no puede salir flotando del cuerpo justo después de nuestra muerte si
no existe. Pero la resurrección del cuerpo tras la muerte, tal y como la concebían los primeros
cristianos todavía es posible. Además, Dios podría facilitar nuestra supervivencia tras la
muerte “copiando” nuestra configuración neuronal, creando un nuevo cuerpo y “pegando”
esta configuración neuronal en el cerebro de nuestro cuerpo. 17 La persona resultante tendría
todos nuestros atributos mentales y, por tanto, muchos filósofos argumentarían que seríamos
nosotros. De ser así, uno podría continuar existiendo incluso después de la muerte, a pesar de
que no existan las almas.

Otros filósofos, como Peter van Inwagen, muestran su desacuerdo, al pensar que la persona
resultante no sería más que una “copia” de nosotros. Pero señala que Dios todavía podría
posibilitar nuestra supervivencia cogiendo y curando literalmente nuestro sistema nervioso
central antes de la muerte. 18 Por supuesto, la creencia de que alguna de estas cosas pudiera
suceder requiere de un acto de fe; pero esto no debería ser problema para los creyentes. En
cualquier caso, la no existencia del alma no imposibilita que haya vida tras la muerte.

La no existencia del alma podría suponer una amenaza al libre albedrío. Son muchos los que
piensan que el ámbito físico es determinista. De ser así, muchos argumentan, a menos que el
alma exista para llegar desde fuera de esa esfera y alterarla, nuestros actos no pueden ser
libres. Sin embargo, muchos filósofos consideran compatible la idea de que el libre albedrío
es posible incluso en un mundo determinista. 19 Únicamente en una definición distinta del
libre albedrío (la definición libertaria20), la no existencia del alma supondría una amenaza
para el libre albedrío. Pero hay amenazas mucho mayores para el libre albedrío libertario que
la no existencia del alma: el fatalismo teológico y lógico; las ontologías temporales del
“mundo de los bloques” fruto de la relatividad general; los avances neurocientíficos que
muestran que nuestros procesos de decisión conscientes se suceden a posteriori de la acción, y
un largo etcétera.

Si el libre albedrío no existe, poco tiene que ver con la no existencia del alma. Incluso si el
alma existiera, a menos que los problemas arriba mencionados se solucionaran, no podríamos
concluir de manera racional que estamos en posición de decidir libremente. Y si pudiéramos
solventar dichos problemas, no parece que la no existencia del alma pudiera suponer una seria
amenaza. La inexistencia del alma implica, simplemente, que existe una visión particular
sobre lo que son las personas que son falsa.

No podemos abandonar nuestros cuerpos tras la muerte; los fantasmas no existen, las
experiencias cercanas a la muerte son solo sueños, y los médiums (como John Edwards) son
un timo. Espero que esto no venga como una gran sorpresa. Supongo que esto significa que
los panegíricos que sugieren que el difunto “nos ve desde lo alto”, no pueden ser ciertos. Pero,
¿acaso es la idea de que todos nos reuniremos en la resurrección menos reconfortante?

Conclusión: No era mi objetivo probar que las almas no existen; para dudar racionalmente
de su existencia, no es necesario probar nada. Recordemos que la carga de prueba recae sobre
quienes creen. Tampoco he tratado de exponer todos los modos posibles en que uno podría
redefinir el concepto de “alma”, para poder continuar afirmando que “las almas existen”. 21

Únicamente estaba interesado en la concepción clásica del alma, tal y como fue originalmente
definida y concebida para la población general. Tampoco estaba interesado en responder a
cada una de las posibles respuestas que los clásicos “creyentes en el alma” podrían dar a los
argumentos que he mencionado, ni a todos los argumentos pro-alma concebibles. 22 Mi
objetivo era simplemente reunir las razones y argumentos que muchos filósofos y científicos
han encontrado lo suficientemente convincentes, y explicar lo que la no existencia del alma
implica o deja de implicar.

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