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CORRUPCION

Hace pocos días, el presidente Kuczynski creó la Comisión Presidencial de Integridad, presidida por Eduardo Vega e integrada por
variadas personalidades, que cuenta con 45 días para presentar sus propuestas anticorrupción. Aprovechamos dicha iniciativa
para presentar algunas ideas al respecto.
Uno. Sería muy positivo firmar un acuerdo con algún organismo internacional, parecido al acuerdo realizado entre el gobierno de
Guatemala y las Naciones Unidas (conocido como CICIG). Las ventajas de un acuerdo así son muchas, pero en particular es el
mensaje a los corruptos: no tendrán posibilidad de salirse por las vías de siempre. Léase, vamos en serio.
Dos. Crear un fast-track para los procesos anticorrupción. Sean locales o internacionales, los fiscales y jueces deben poder trabajar
en un periodo de tiempo que brinde justicia a los interesados (Estado, procesados y ciudadanía en general). Los procesos
anticorrupción se podrían clasificar según algunos indicadores, y aquellos que lo ameriten acceder a este fast-track (via rápida),
de tal forma que los procesos no tomen (como suelen tomar) tantos años que se pierden las pruebas, se mueren los interesados
o sencillamente se fugan y nunca vemos justicia. Casos sobran.
Tres. Crear juzgados especializados, los cuales –apoyados en el fast-track– tendrán la posibilidad de llevar los procesos de manera
idónea y transparente.
Cuatro. Establecer una regla simple y fundamental: "Todo empleado público debe garantizar, a priori, el acceso ilimitado a su
información". Si reciben un sol del erario público, tenemos los contribuyentes ese derecho. Al que no le gusta o le da miedo que
no postule.
Cinco. Respecto a las empresas y el sector privado. Incrementar la responsabilidad de los administradores principales, así como el
pago de multas y, por supuesto, impedimento de contratar con el Estado (sea por vía directa o de terceros) por un buen tiempo
(cinco años mínimo).
Seis. Incrementar las penas para delitos de acuerdo al daño. Al igual que con el fast-track, los casos deben estar ponderados por
la gravedad y las penalidades deben estar establecidas de tal manera que los incentivos sean claros: quien corrompe o se deja
corromper perderá más que su libertad.
Siete. Es esencial revisar cómo se eligen jueces y fiscales. Dado que deben estar especializados en la materia, es crucial que estén
bien seleccionados, bien remunerados y asistidos, de tal manera que limitemos –al menos– una parte del problema.
Ocho. Acelerar la prisión preventiva, de tal manera que se incentive la negociación de los involucrados y se proteja el uso de los
bienes y recursos sustraídos.
Nueve. Establecer beneficios y protección para el delator. Debemos incentivar que los delatores ("whistleblowers") se acerquen
y brinden toda la información posible. En el diario lo vemos muy a menudo: personas que tienen la documentación e información
suficiente para armar un caso contra los involucrados pero prefieren mantenerse al margen o solo comentar algunas cosas por
miedo a salir perjudicados.
Diez. Una de las claves: fortalecer la libertad de prensa. Los medios son, a pesar de lo que sus críticos digan, parte esencial de la
lucha contra los corruptos. El problema es que en el Perú es muy sencillo jaquear a un medio o periodista. Por ello, es necesario
despenalizar (no descriminalizar) los delitos de difamación, de tal manera que se privilegie la investigación y denuncia de
funcionarios y/o empresarios.
Once. Facilitar el seguimiento al dinero. Como dicen los norteamericanos, "follow the money". Esto implica formalizar acuerdos
con otros países que permitan la identificación de cuentas y transferencias sospechosas, incrementar las facultades de la Unidad
de Inteligencia Financiera, hacer acuerdos con bancos y otras entidades locales, entre otros.
Doce. Digitalización del Estado: minimizar los espacios de discreción de los funcionarios públicos, eliminando así los "peajes". Si
los trámites y el acceso a documentos e información se puede realizar por la vía digital, con ello minimizamos los espacios de
arbitrariedad y corrupción.
Trece. Incentivar iniciativas ciudadanas. Por ejemplo, vía asociaciones público-privadas o el sistema de obras por impuestos, se
podrían establecer programas anticorrupción y hasta unidades de investigación.
Catorce. Contraloría: tiene que participar del proceso, y no ser un ente de revisión póstuma. Necesitamos una Contraloría activa,
no pasiva o (peor) inexistente durante el proceso.
Quince. Y por supuesto, la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción. Si alguien asaltó al erario hace cinco, diez o veinte años,
eso no debe ser razón para salirse con la suya ante la evidencia. Algunas de estas ideas sonarán extraordinarias, incluso
draconianas. Esa es la idea: que la corrupción se convierta en un delito tan grave como efectivamente debería ser.

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