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CUESTIONES GENERALES SOBRE DERECHO PROCESAL PENAL1

I] LA GARANTIA JURISDICCIONAL EN LA APLICACIÓN DEL DERECHO PENAL

El Derecho penal material se aplica ab initio por el Estado, pero en su forma específicamente
jurisdiccional: Garantía Jurisdiccional en la aplicación del ius puniendi, esto es, que el derecho penal no puede
ser aplicado sino a través de la Función Jurisdiccional2.

Esto se considera en sí mismo una garantía para el justiciable en razón de las cualidades de los
sujetos que ejercen jurisdicción, los cuales aseguran un grado de independencia y desinterés
objetivo (heterotutela) que no poseen otros órganos públicos como es el caso de la administración.

La Garantía Jurisdiccional se resuelve en 3(tres) tipos de MONOPOLIOS3:

1. MONOPOLIO ESTATAL: Los particulares “no disponen del derecho penal” y ello
significa, por un lado, la prohibición de la autotutela y la asunción por el Estado de la
exclusividad del ius puniendi y, por otro, que los particulares no son titulares de derechos
subjetivos con relación a la consecuencia jurídico-penal, es decir, a la pena, por lo que no
pueden disponer de ella ni positiva (acordando su imposición) ni negativamente (decidiendo
(de) su no imposición).

2. MONOPOLIO JUDICIAL: Dentro del mismo Estado los Tribunales son los aplicadores
exclusivos del derecho penal, de modo que no es posible que otro poder fuera del Judicial
pueda imponer penas.4

1
APUNTES BASADOS EN LA TESIS “LA CORRELACIÓN DE LA SENTENCIA CON LA ACUSACIÓN Y LA DEFENSA. ESTUDIO
COMPARADO DEL DERECHO ESPAÑOL CON EL CHILENO” DEL PROFESOR CARLOS DEL RIO FERRETI.
2
Siguiendo a ORTELLS RAMOS, la función jurisdiccional (juzgar y hacer ejecutar lo juzgado) se resuelve en la actuación del
Derecho objetivo. El autor ofrece tres argumentos en apoyo de la teoría de la aplicación del Derecho objetivo como función
de la jurisdicción. En primer lugar, argumenta que la jurisdicción encuentra su razón de ser en la actuación del
Derecho (históricamente como potestad de aplicar las leyes), lo cual parece manifestarse positivamente en el sometimiento
del juez al imperio de la Ley (rectius, Derecho). En segundo lugar, esgrime la razón de que esta teoría permite dar una
explicación unitaria a todas las manifestaciones de la jurisdicción (civil, penal, contenciosa, laboral) y no solamente al
proceso civil como sucedería con la teoría que ve en la jurisdicción la función de tutela de los derechos subjetivos. En tercer
lugar, argumenta que la actuación del Derecho objetivo pone de relieve de modo inmediato y directo la relación que existe
entre el ordenamiento jurídico y la actividad del juez, que consiste en aplicarlo al caso concreto. Por su parte, MONTERO
AROCA señala que la función jurisdiccional se resuelve en la satisfacción jurídica de pretensiones y resistencias -que
materialmente supone la satisfacción de intereses jurídicos-. En opinión del profesor Carlos del Rio Ferretti, la función
jurisdiccional posee las dos facetas que se han resumido en las posiciones anteriores. Ambas facetas de la función
jurisdiccional son públicas, pero una apunta a un interés o función inmediatamente público, como es la actuación del
Derecho objetivo, y el otro es mediatamente público e inmediatamente de parte, cual es la satisfacción jurídica de
pretensiones y resistencias. Pues bien, la jurisdicción en todo proceso (civil o penal) realiza esta función en su doble
vertiente, pero con distinta intensidad en uno y otro.
3
Según las consideraciones teóricas de MONTERO AROCA.
4
Cuando se trata de la aplicación del Derecho penal al caso concreto la autotutela administrativa está prohibida ab initio.
3. MONOPOLIO PROCESAL: El Estado-Juez ha de actuar el Derecho Penal
precisamente por medio del Proceso, no de cualquier otra manera. Esto conduce a que, de
algún modo, se haya de construir artificialmente el esquema del “actus trium personarum”
en que se resuelve todo el proceso.

ART. 19 N° 3 inciso 6to CPR: “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado”.

La Garantía Jurisdiccional tiene, en consecuencia, un DOBLE CONTENIDO:

1. EXCLUSIVIDAD JURISDICCIONAL(positiva): Supone que no hay aplicación legítima de


la norma penal material, fuera de la aplicación estatal mediante sus Órganos
Jurisdiccionales, rechazando en principio toda forma de justicia penal realizada por poderes
u órganos públicos no judiciales o entes privados5.

2. EXCLUSIVIDAD PROCESAL: La Función Jurisdiccional en manos de los


Tribunales sólo puede encauzarse a través del proceso jurisdiccional, el cual es necesario
para realizar el poder de penar o ius puniendi; y así se explica la trilogía que se establece
sobre el delito: del delito nace la pena, y la pena habrá de ser aplicada únicamente como
resultado de una sentencia condenatoria dictada en un proceso penal6.

Con todo, es el Estado exclusivamente a través de los Tribunales establecidos por la ley y usando
como instrumento el Proceso legalmente tramitado el que tiene el monopolio para la aplicación de
la norma penal sustantiva7; garantía jurisdiccional que resulta fundamental para la vigencia de las
demás garantías procesales y también para las sustanciales de Derecho penal, así lo ha resaltado
FERRAJOLI.

5
En el Ordenamiento chileno esto está explícitamente consagrado en el art. 73 de la CPR y en el art. 1 del COT. La
exclusividad jurisdiccional también tiene un sentido negativo, esto es, que los órganos jurisdiccionales no pueden realizar
otras funciones distintas de la jurisdiccional, contenido en el art. 4 del COT cuando señala que “es prohibido al Poder Judicial
mezclarse en las atribuciones de otros poderes públicos y en general ejercer otras funciones que las determinadas en los
artículos precedentes”.
6
GOLDSCHMIDT al respecto señala «que, al Estado, titular del derecho de penar, se le ha(ya) impuesto la obligación de
seguir el camino de un proceso, es consecuencia de los postulados del Estado de derecho que han establecido
correlativamente el principio “nulla poena sine lege”, el de “nulla poena sine judicio”».
7
En Derecho chileno también rige la garantía jurisdiccional ab initio del Derecho penal, consagrada en el art. 1 del CPP, que
dispone que «Ninguna persona podrá ser condenada o penada, ni sometida a una de las medidas de seguridad establecidas
en este Código, sino en virtud de una sentencia fundada, dictada por un tribunal imparcial». De esta norma se deduce que
no es posible ninguna forma de aplicación del Derecho penal al caso concreto que no sea por un órgano jurisdiccional y
mediante un proceso.
II] ACCION PENAL: IUS UT PROCEDATUR

La acción es definida como un derecho formal de acceso al proceso, que opera como el cauce a través del cual
se accede a la actividad jurisdiccional y se someten al juzgador unos hechos (Teoría Abstracta de la Acción).

Desde tal perspectiva, entonces, el derecho constitucionalmente reconocido de acción8 equivale a


decir, en el contexto penal, que se tiene derecho de acceso a la jurisdicción para convertirse en
parte dentro del proceso penal, para acusar y pedir una pena por un delito determinado, en su caso,
con todos los derechos que la ley procesal otorgue a la parte acusadora.

Por ello se dice que la acción penal puede ser incardinada dentro del Derecho a la Tutela Judicial
Efectiva, siendo su contenido específico limitado al derecho de acceso a la jurisdicción, enunciado
en la fórmula latina de ius ut procedatur, excluyendo el derecho al pleno desarrollo del proceso
penal o del juicio, o a sentencia de fondo, o incluso a una sentencia condenatoria9, precisamente
porque la acción penal no tiene un contenido sustancial, sino puramente procesal o formal.

De este modo, la acción penal no contiene un “derecho subjetivo de castigar”, esto es, una
pretensión punitiva, sino más bien un mero derecho de acceso al proceso: el acusador accede al
proceso e insta ante el juez para que éste en nombre del Estado ejercite el ius puniendi10, como
directa consecuencia del reconocimiento de que en el ámbito jurídico-penal el único titular del
poder punitivo es el Estado-Juez (Principio de Exclusividad Estatal-Jurisdiccional del poder punitivo).

En consecuencia, el ejercicio de la acción penal por un acusador ya no se justifica como el medio


por el que se reconoce una pretensión a obtener el castigo de la infracción de la norma penal, antes
bien, la decisión de poner la acción penal (y la función acusadora) en manos de un sujeto procesal
distinto del juzgador se explica en la necesidad de obtener la imparcialidad del tribunal: de esta
manera queda (artificialmente) en situación de terciedad, igual como en el proceso civil ―actus
trium personarum― (Principio Acusatorio: nemo iudex sine actore).

Se puede apreciar que la Teoría Abstracta de la Acción que se presenta, en su justificación del
concepto de acción penal, esgrime como argumento la imparcialidad del juzgador y no una relación
jurídica-material entre acusador y acusado, nacida de la infracción de la norma objetiva. Para esta
posición la acción resulta ser entonces una consecuencia de la negación de la existencia de la
pretensión penal: si no hay una relación jurídico-material nacida del hecho entre acusador (público
o privado) y acusado, no hay un derecho subjetivo a pedir la condena del autor, es decir, no hay
pretensión punitiva.

8
Art. 19 N° 3 inciso primero de la Constitución Política de la República (en adelante CPR): “la igual protección de la ley en el
ejercicio de sus derechos”.
9
Alcance: la acción penal sólo sería manifestación del derecho a la tutela judicial efectiva cuando se trata del Acusador
Particular (Victima que deviene en Querellante) e incluso cuando se trata del Acusador Popular, pero no cuando el Acusador
es el Ministerio Público (en adelante MP) ya que en dicho caso no se trata de un derecho, sino de un poder-deber.
10
El ius puniendi (Derecho penal subjetivo), es decir, el poder del Estado para aplicar la norma penal objetiva, debe ser
concebido como potestad de castigar, no como derecho subjetivo público. Obviamente la norma objetiva protege un
interés, como es el bien jurídico protegido, pero el poder de castigar agota su interés o finalidad en la sola aplicación de la
norma. Además, los titulares exclusivos de la potestad punitiva son los órganos jurisdiccionales y no el acusador público: el
poder de juzgar es, sencillamente, la potestad de aplicar el derecho penal objetivo.
III] PRETENSION PROCESAL PENAL

Antes hemos explicado que la acción es definida como un derecho formal de acceso al proceso
jurisdiccional.

Junto a este concepto de acción cabe plantearse la necesidad de reconocer la existencia de la


pretensión en el proceso penal (que no de pretensión punitiva), de una pura pretensión procesal,
entendida como aquella petición concreta, fundada en unos hechos, de una consecuencia jurídica
(pretensión, petitum), que necesariamente ha de plantearse en el juicio penal.

Siguiendo la formulación abstracta de la acción penal, pero dentro de una teoría unitaria del
Derecho procesal, junto a la acción se ha de admitir la existencia de la pretensión procesal no sólo
para el proceso civil, sino también para el proceso penal11-12. En consecuencia, en relación al proceso
penal se reconoce la separación de la acción penal de la pretensión procesal penal, con naturalezas
jurídicas y contenidos bien diferenciados.

En tal sentido, MONTERO AROCA define a la pretensión como «una petición fundada que se dirige
a un órgano jurisdiccional (del Estado) frente a otra persona sobre un bien de la vida». La naturaleza
jurídica de la pretensión procesal es para el autor una “declaración de voluntad”, lo cual se revela
en la calidad de «petición fundada» que tiene. Llegados a este punto, aplicando dicho concepto de
pretensión procesal al proceso penal podemos decir que la pretensión procesal penal es la petición
fundada de que el interés social sea satisfecho mediante la aplicación del derecho penal objetivo13.

Con todo, en el proceso penal no cabe duda que la función jurisdiccional predominante sea la de
actuación del Derecho objetivo, aunque no se puede desconocer que el proceso es fruto de una
pretensión que podrá ser procesalmente satisfecha con el resultado del proceso, con independencia
de que el interés que hay tras la pretensión sea público y no corresponda al acusador pretensor.

11
Las primeras aportaciones en esta línea provienen de dos autores clásicos: CARNELUTTI y ROSENBERG. En España, por
un influjo inicial más o menos importante de la doctrina de estos autores, se han desarrollado proposiciones unitarias del
Derecho procesal, las principales contribuciones en este sentido son las que realizan GUASP DELGADO, FAIRÉN GUILLÉN y
MONTERO AROCA.
12
La Teoría Unitaria del Proceso sostiene un concepto de acción único -el mismo- tanto para el proceso civil como para el
penal, sobre la base de posturas abstractas de la acción, lo cual lleva aparejada una nítida diferenciación entre la acción
penal como derecho público subjetivo y la pretensión como acto y derecho concreto de petición (FAIRÉN) o como
declaración de voluntad (MONTERO)
13
Originalmente para Montero la pretensión procesal penal es «la petición fundada de que el interés social sea satisfecho
mediante la imposición de una pena», sin embargo, llegamos a postular una definición distinta siguiendo la opinión del
profesor Carlos del Rio Ferretti quien precisa que cuando se trata del proceso penal el interés jurídico no puede entenderse
referido a un derecho subjetivo punitivo de la comunidad a que el acusado sea condenado, sino lisa y llanamente a un
interés en la pura aplicación del Derecho penal objetivo, es decir, el interés jurídico de la comunidad en la vigencia de la
norma penal (ni a la comunidad ni al Estado se le reconoce otro interés), con independencia de la aplicación o no de penas
o medidas de seguridad, que no es más que el resultado de la aplicación de una u otra norma penal.
La afirmación de la existencia de la pretensión procesal en el ámbito penal es necesaria y útil:

1. Necesaria: en el proceso se debe deducir una petición completa que contemple el hecho
subsumido con una petición concreta de pena, y no una pura relación del hecho punible.

2. Es útil, porque la pretensión procesal (y la contrapretensión) pone de relieve con total


transparencia la amplitud que tiene el objeto de la contienda o del debate conformado por
todo su contenido, marcando la amplitud que ha de tener la garantía constitucional del
derecho a ser informado de la acusación (de la pretensión) y del derecho de defensa.
IV] OBJETO DEL PROCESO

La doctrina que se presenta mantiene que la pretensión procesal es el objeto del proceso, pero esa
afirmación general es matizada para el proceso penal, ya que subyace a la pretensión un interés público del
que no es titular el pretensor y del cual no puede disponer.

Por tal motivo hay que concluir que la pretensión procesal penal no constituye un referente
delimitador del objeto del proceso penal, habida cuenta justamente de que la relación jurídico-
material no se da entre el acusador (público o privado) y el acusado, sino entre el Estado-juez y el
acusado, siendo el juzgador el depositario del ius puniendi. Esto quiere decir que, pese a haber
acusador y que de él dependa la iniciación y sustanciación del proceso, sigue siendo el Estado-juez
el titular del ius puniendi: corresponde entonces a éste el poder de aplicación de la norma penal
objetiva, de suerte que la atribución de función acusadora a otro órgano no puede suponer el
reconocimiento de una pretensión punitiva.

Si la acción ejercitada por el acusador, antes que una pretensión es una exigencia del sistema para
preservar la imparcialidad del juzgador y si tiene su origen en la pura sospecha 14 de la posible
comisión de hechos que puedan constituir delito, se habrá de colegir que el objeto del proceso no
puede estar constituido por todo el contenido de la acusación, como si fuera una pretensión
punitiva, sino exclusivamente por aquella parte de su contenido que es fundamental para conseguir
la forma triádica que asegura la posición de imparcialidad del juez, que como se ha insinuado se
limita al contenido fáctico de la acusación: al hecho punible15.

En tal sentido, MONTERO AROCA expresa que el objeto del proceso sólo se halla definido por el
hecho punible que se introduce por la parte acusadora cuando sostiene la acusación, es decir, el
objeto del proceso se halla conformado por el fundamento de la pretensión procesal penal16.

Que sólo el hecho punible de la acusación (el fundamento de la pretensión) constituya el objeto del
proceso, no quiere decir que la calificación jurídica y el petitum se conviertan en elementos
absolutamente irrelevantes. Al contrario, si se afirma la existencia de la pretensión procesal es
justamente para poner de relieve que ella sirve al proceso al darle un contenido preciso al objeto
que está más allá del objeto del proceso, y que es aquél que marca la amplitud con la cual se ha de
producir el debate contradictorio en el proceso, razón por la cual sostenemos que la pretensión
procesal conforma el denominado objeto del debate.

14
La sospecha se entiende como el hecho pre-procesal que motiva la interposición de la acción por parte del sujeto-actor.
15
Si se partiera del supuesto de que la acción penal se define como una pretensión, es decir, como un derecho a obtener
una sentencia que declare la responsabilidad penal y condena del acusado, tendremos que concordar que el objeto del
proceso se encuentra constituido no sólo por los hechos, sino también por la calificación jurídica concreta (dentro de la
causa petendi) y el petitum, lo cual será consecuencia de que el ejercicio de la acción no es más que la petición de tutela
respecto de un derecho del que es titular el actor. Obviamente, una concepción de este tipo arranca de un sustrato
privatista de la relación jurídico material, razón por la cual no se puede mantener su vigencia para el proceso penal.
16
La acusación es el acto de postulación por el cual se fija con precisión el objeto del proceso, es decir, el hecho atribuido
al acusado, además de la calificación jurídica del mismo (art. 341 CPP).
En síntesis, se distinguirían 2(dos) TIPOS DE OBJETOS:

1. OBJETO DEL PROCESO: estaría sólo conformado por el hecho punible (y por el
imputado-acusado), vendría a coincidir con el fundamento de la pretensión, los hechos, y
determinaría el contenido del principio acusatorio.

2. OBJETO DEL DEBATE: incluiría a la calificación jurídica y al petitum (de la


acusación, de la defensa y los introducidos por el juez), se vincularía con las exigencias de
respeto al derecho a ser informado de la acusación, al derecho de defensa y al principio de
contradicción.

Por otra parte, al igual que en la doctrina española, en chile se establece la concepción unitaria del
objeto del proceso definido por el hecho punible, con exclusión de la calificación jurídica y del
petitum, tanto para la determinación del deber de correlación de la sentencia 17 como para la
aplicación del principio del non bis in ídem que cobra vigor en la institución de la cosa juzgada penal18
(en su efecto excluyente).

• ELEMENTOS IDENTIFICADORES DEL OBJETO DEL PROCESO

La jurisprudencia y la doctrina chilena han sostenido mayoritariamente que el objeto


del proceso se define por el hecho punible imputado al acusado. Por ello dos serían los elementos
identificadores del objeto del proceso penal, primero, el hecho punible y, segundo, la persona a
quien se atribuye la ejecución o participación de ese hecho19.

En el CPP hay dos disposiciones relevantes con miras a delinear el objeto del
proceso: los arts. 1 y 341. Los dos contienen la clave del objeto del proceso en el
sistema procesal acusatorio.

1. El art. 341, inciso 1º, señala que la «sentencia condenatoria no podrá exceder el contenido de la
acusación. En consecuencia, no se podrá condenar por hechos o circunstancias no contenidas en
ella». Y añade y aclara en su inciso 2º lo tocante a los

17
AGÜERO HERRERA al respecto señala «la sentencia debe mantener la inmutabilidad del núcleo fáctico de la acusación,
pues esa sería la forma de satisfacer el deber de correlación, excluyendo la posibilidad de que se juzguen otros hechos
diferentes de los de la acusación».

18
FONTECILLA RIQUELME al respecto señala «el concepto de identidad, del cual no podemos desprendernos, porque es de
la esencia de la institución de la cosa juzgada que tiene por objeto evitar la repetición procesal, de lo que es idéntico, sólo
puede surgir de la comparación del hecho y de la persona del procesado en el enfrentamiento de dos procesos».
19
Como derivación lógica de lo dicho, se ha excluido cualquier utilidad de la calificación jurídica y del petitum a efectos de
determinar la identidad del objeto del proceso. El argumento esencial radica en la idea de que corresponde al juez la
facultad de enjuiciamiento jurídico, como se expresa en las reglas del da mihi factum, dabo tibi ius y del iura novit curia. En
otras palabras, la identidad del objeto del proceso se ha de ceñir al hecho, ya que la naturaleza de la función jurisdiccional
implica la aplicación del Derecho penal al caso concreto, desprendiéndose de esto que debe ser el juzgador quien decida
cuál es la solución jurídica del supuesto fáctico sometido a su conocimiento, es decir, de calificar conforme a su criterio
jurídico-legal e imponer la pena que corresponda conforme a Derecho, sin verse limitado por la calificación jurídica y el
petitum de la acusación.
otros contenidos de la acusación en relación con los poderes de calificación jurídica del
juez, cuando agrega que el «tribunal podrá dar al hecho una calificación jurídica
distinta de aquella contenida en la acusación o apreciar la concurrencia de causales
modificatorias agravantes de la responsabilidad penal no incluidas en ella, siempre que
hubiere advertido a los intervinientes durante la audiencia». Por consiguiente, queda
claro que el concepto de objeto del proceso recogido en la Ley se define por el hecho
punible y que se excluye del mismo a la calificación jurídica, dejándola en manos del
tribunal en virtud de la facultad de la aplicación del Derecho -iura novit curia-, aunque
condicionada por el presupuesto de eficacia de sometimiento a contradicción de la tesis de
calificación del tribunal.

2. Por otra parte, perfectamente coincidente con el objeto del proceso del art. 341 es el
definido para la función excluyente o negativa de la cosa juzgada: principio del non bis in
idem (y la litis pendencia) señalado en el art. 1 inciso final, que lo consagra como la
proscripción del doble enjuiciamiento del mismo hecho, al declarar que «La persona
condenada, absuelta o sobreseída definitivamente por sentencia ejecutoriada, no podrá ser
sometida a un nuevo procedimiento penal por el mismo hecho ».
V] DE LA JURISDICCION: EL LLAMADO PRINCIPIO ACUSATORIO

• El proceso es jurisdiccional en la medida que se configura bajo el principio


acusatorio: separación de la función acusadora de la de enjuiciamiento.

Las reformas liberales a la justicia penal realizadas durante el siglo XIX en Europa continental
persiguen, entre otras modificaciones importantes, consagrar un proceso penal ante un juez
imparcial. En ese afán surge el principio acusatorio como la herramienta apropiada para conseguirlo,
en cuanto su aplicación vino a consagrar la separación de la función acusadora de la de
enjuiciamiento -no puede ser el mismo órgano el que acuse y decida sobre la acusación-20. Desde
aquella época se le ha atribuido al principio acusatorio la finalidad esencial de asegurar la
imparcialidad del órgano decisor mediante la obtención de la estructura tripartita semejante a la
del proceso civil. Es decir, de un proceso que se ventila entre dos partes contrapuestas frente a un
tercero imparcial, puesto en una situación de «terciedad» (heterotutela), cuya función es decidir el
litigio conforme a Derecho. De esa manera se consigue que el proceso se configure como un actus
trium personarum21.

En consecuencia, el principio acusatorio tiene su fundamento-fin en la necesidad de imparcialidad


del juzgador, imponiendo la necesidad de que un órgano ajeno al juez introduzca aquello que va a
ser objeto de la decisión, esto es, el objeto del proceso penal, para que el juez en una posición de
«terciedad» decida. 22

• Alcance: distinguir el principio acusatorio del sistema acusatorio.

El sistema acusatorio supone la vigencia de principios procesales y la aplicación de reglas


relativas tanto a la sustancia como a la configuración externa del proceso penal23. Precisamente se
puede llamar acusatorio a todo sistema procesal que concibe al juez como un sujeto
pasivo rígidamente separado de las partes y al juicio como una contienda entre iguales iniciada por
la acusación, a la que compete la carga de la prueba, enfrentada a la defensa en un juicio
contradictorio, oral y público y resuelta por el juez según su libre convicción.

Como se ve, el proceso acusatorio supone una gama de principios y reglas que sumadas dan por
resultado la configuración total del proceso. En tal sentido, el CPP establece un proceso penal

20
El principio acusatorio se materializa en diversas normas, pero las más elementales son aquellas que disponen que la
acción penal pública y la acusación pública hayan de ser interpuestas y sostenidas por el MP (arts. 53, 77 y 248 del NCPP y
art. 1 de la LOCMP).
21
Para ello se introdujo una parte «artificial» constituida por un órgano público que representa el interés estatal o social
en la aplicación del Derecho penal y que ha de instar su aplicación a los tribunales de justicia, dándose lo que se denomina
el desdoblamiento del Estado, que actúa, de una parte, como requirente (a través del Ministerio público) y, de otra, como
juzgador
22
El fundamento constitucional del principio acusatorio para el proceso penal, radica en el derecho a un proceso con todas
las garantías (art. 19 N° 3 inciso 6to CPR) que, a través del art. 5.2 CPR, conecta con el derecho a que la causa sea oída por
un tribunal imparcial, reconocido por el art. 14.1 PIDCP y art. 8.1 CADH.
23
Por ejemplo, se cuentan entre ellas, el principio de contradicción, la igualdad de armas entre las partes, la separación
de funciones de investigación y decisión, la proscripción de la reformatio in peius, y, también, el principio acusatorio.
acusatorio en el cual es al MP, luego de desarrollar la investigación preliminar, a quien corresponde
acusar (o solicitar el sobreseimiento). Esta es la fundamental diferencia con el sistema inquisitivo
del CPP1906 pues se logra separar la función de investigación y de acusación de las propiamente
jurisdiccionales. Es decir, ya no es el mismo juzgador el que ha de investigar, acusar y juzgar.

Pero lo anterior no se puede confundir con la vigencia del principio acusatorio, pues la
garantía de separación de juez y acusación es el más importante de todos los elementos
constitutivos del modelo teórico acusatorio, como presupuestos estructural y lógico de todos los
demás. Esta separación, requerida por el axioma nullum iudicium sine accusatione, es la base de las
garantías orgánicas en nuestro modelo. El contenido preciso del principio acusatorio comporta no
sólo la diferencia entre los sujetos que desarrollan funciones de enjuiciamiento y los que tienen
atribuidas las de postulación ―con la consiguiente calidad de espectadores pasivos y desinteresados
reservada a los primeros como consecuencia de la prohibición ne procedat ex officio―, sino
también, y sobre todo, el papel de parte ―en posición de paridad con la defensa― asignado al
órgano de la acusación, con la consiguiente falta de poder alguno sobre la persona del imputado.

• En concreto, el principio acusatorio impondría el cumplimiento de 3(tres) exigencias


básicas, todas referidas a la introducción y fijación del objeto del proceso.

1. «no puede atribuirse al juzgador poderes de dirección material del proceso que cuestionen
su imparcialidad»24.

2. «no puede haber juicio oral (o condena) si no hay acusación formulada por persona ajena al
tribunal sentenciador»25.

3. «que no puede condenarse ni por hechos distintos de los acusados ni a persona distinta de
la acusada»26.

En resumen, si es el acusador el que introduce los hechos al proceso (excluyendo al juez en esta
función) mediante la acusación, y por el mismo principio acusatorio se añade la exigencia de que no
hay juicio sin acusación, es lógico arribar a la tercera consecuencia del mismo principio consistente
en que la sentencia tiene que resolver sobre aquello que se le ha sometido en la acusación, no más
ni sobre otra cosa o persona (imputada).

24
Permite conocer de qué manera influyen los poderes oficiales del juez en un sistema acusatorio a la hora de determinar
o influir en el objeto del proceso.
25
Es una directa manifestación del principio acusatorio y tiene estrecha relación con la correlación y con la vinculación de
la sentencia a la calificación jurídica de la acusación.
26
Principio acusatorio como fundamento del deber de correlación de la sentencia en cuanto límite a la potestad de resolver.
La vigencia real de la separación de funciones (como requisito de imparcialidad) supuso que la introducción del objeto del
proceso por el acusador debía imponer sus límites objetivos (el hecho punible) y subjetivos (el acusado) al juzgador, el cual
debía de mantenerse dentro de sus márgenes en la sentencia.
VI] DEL PROCESO: EL PRINCIPIO DE CONTRADICCION

Se ha dicho con anterioridad que dentro del contenido de la garantía jurisdiccional esta la
exclusividad procesal consistente en que el Derecho penal no se puede aplicar si no es mediante el proceso
jurisdiccional. Es decir, la única forma de aplicación de la Ley penal es mediante el proceso sustanciado por el
juez establecido por la Ley, de modo que no puede haber una pena sin una previa acusación, la cual debe ser
enjuiciada en un proceso jurisdiccional.

Además, se ha pretendido explicar que el principio acusatorio se justifica en la necesidad de


preservar la imparcialidad del juzgador y que ello se resuelve con el establecimiento en el proceso
penal de un sujeto procesal distinto del juzgador que introduzca los hechos al proceso a través de
la interposición de la acusación. Pero esto no es suficiente para tutelar en el proceso penal el debate
procesal, ya que para defenderse y contradecir plenamente es preciso ser informado de la acusación
en su totalidad, de todos aquellos elementos, no sólo los fácticos, sino también de los jurídicos,
tenidos en cuenta por el juzgador para adoptar su decisión, de modo que la única manera que éste
tiene de dictar sentencia de forma válida haciendo uso de los poderes de oficio, pasa por asegurar
previamente la máxima protección al derecho de defensa y contradicción sobre todo lo que influye
en su decisión

Se presenta aquí la exigencia de que el proceso penal se articule como un proceso de partes con
vigencia del debate contradictorio y con plenitud de posibilidades de defensa respecto de todos los
elementos fácticos y jurídicos relevantes para resolución del caso. Ello depende (y demanda) del
supuesto previo de la información de los actos procesales que conforman el objeto del proceso y
del debate27, ya que para poder defenderse y contradecir se requiere el conocimiento previo y
oportuno de aquello respecto de lo cual se realiza la defensa y la contradicción28.

La garantía de la defensa no sólo corresponde al acusado (en especial en su derecho a ser informado
de la acusación en términos amplios), sino también al acusador, al menos en el sentido de poder
contradecir en el proceso. De lo anterior, consecuentemente, se desprende que los actos de defensa
deben ser puestos en conocimiento del acusador, con el fin de que éste tenga una posterior
oportunidad de contradecir en toda su amplitud las alegaciones fácticas y jurídicas esgrimidas que
se tienen en cuenta en la formación de la decisión jurisdiccional

27
En estos temas es donde adquiere sentido tener clara la diferencia entre objeto del proceso y objeto del debate, y las
exigencias que impone cada uno. En resumen, reiteramos que el objeto del proceso está conformado por el hecho punible
imputado a un sujeto determinado, a diferencia del objeto del debate, que incluye, además del hecho punible imputado, a
la pretensión procesal penal, es decir, a la calificación de todos los elementos fácticos y el petitum.
28
En suma, la información previa de los actos procesales de parte (y los del juzgador) que conforman el objeto del debate,
y la existencia de una oportunidad real de defensa respecto de aquel contenido en su totalidad, constituye un presupuesto
de validez al que se debe someter el ejercicio de las potestades de resolución que posee el órgano jurisdiccional. Es decir,
actúa como una «condición» de validez de la sentencia. La sentencia no se ve limitada en su contenido como sí lo está al
hecho punible y al acusado de la acusación, pero sí está «condicionada» al previo debate contradictorio desarrollado con
amplias posibilidades de defensa respecto de todo el objeto del debate. Con todo, el derecho a ser informado de la
acusación, el derecho de defensa y el principio de contradicción no limitan los poderes del juzgador, sino más bien
condicionan su eficacia.
Entendemos que es difícil mantener que el acusador sea titular del derecho de defensa, ya que se
suele afirmar que el derecho de defensa corresponde al sujeto pasivo en el proceso, que posee un
derecho de resistencia frente a la acción entablada en su contra por el sujeto activo.

Sin embargo, en un sentido puramente procesal se puede hablar de garantía de la defensa


reconocida al acusador, la cual se traduciría en el reconocimiento legal de que en el proceso se
tutelan las posiciones de pretensión y de contrapretensión de la misma manera, con las mismas
oportunidades de formular sus propias alegaciones, de contradecir a la parte contraria y de realizar
todas las actuaciones procesales que favorezcan su situación de parte.

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