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La transformación de la Intimidad.

Sexualidad, amor y erotismo en las


sociedades moderna. A. Giddens

Capítulo III
Amor romántico y otras formas de afectividad.
Según Bronislaw Malinvski y a raíz de sus investigaciones “el amor es una pasión
tanto para el melanesio como para el europeo, que atormenta la mente y el cuerpo (…)
que conduce a un escándalo o tragedia, que ilumina la vida y dilata el corazón que
reboza de gozo” Sin embargo, cotidianamente, el término pasión (amour passion)
conlleva a una relación directa entre el amor y la atracción sexual. Este se caracteriza
por que tiene lugar, preferentemente, fuera de la cotidianeidad y en donde existe una
gran implicación emocional, además de que conlleva un sin número de complicaciones
y rupturas en los esquemas y la normalidad de las partes que componen este tipo de
relación, presentando así sacrificios y satisfacciones. Este tipo de amor, debe ser
diferenciado del “amor romántico” que está relacionado directamente a concepciones
culturales e históricas.

MATRIMONIO, SEXUALIDAD Y AMOR ROMÁNTICO.


En la Europa premoderna, los matrimonios eran efectuados principalmente por
razones económicas y este no significa más que un mero contrato. En el caso de las
clases más bajas, este era un método de organización para el trabajo agrícola, lo que
imposibilitaba el desarrollo de una pasión sexual dentro del matrimonio, por lo tanto
para los hombres la posibilidad de conseguir satisfacer sus necesidades sexuales se
veía frecuentemente en la búsqueda de experiencias extramaritales.
En el caso de las mujeres, sólo en la aristocracia se les era permitida cierta libertad
sexual, ya que esta se concibe como sinónimo de poder y las mujeres con mayores
recursos frecuentemente eran liberadas de las exigencias reproductivas y del trabajo,
lo que les permitía desarrollar su vida sexual de manera independiente.
En diversas partes de Europa, la diferenciación entre la sexualidad vivida dentro del
matrimonio y el carácter apasionado-erótico de las relaciones extramaritales se
encontraba dentro de lo que podría llamarse normal en la aristocracia, incluso cuando
esta se guiaba por los patrones morales implantados por el cristianismo con respecto a
las relaciones amorosas. El surgimiento del amor romántico ocurre a partir del siglo
XVIII y asume estos mismos ideales cristianos además de incorporar ciertos
elementos del amour passion. Cabe señalar que el desarrollo del amor romántico
coincide con el surgimiento de la novela y que ambos constituyen una nueva forma de
literatura, el género narrativo.
Dado lo anteriormente señalado, se puede decir que el amor romántico no era algo
habitual ni mucho menos parte de la cotidianeidad. De esta manera, Weber lo describe
cómo una creación de la ética protestante. Ya que el amor generaría una ruptura en la
sexualidad, integrando a la “virtud” como una cualidad “especial” en el sujeto, tanto
para hombres y mujeres.
Por otra parte, la nueva concepción literaria mencionada anteriormente de
“novela/romance”, contribuye en el siglo XIX a producir cambios cotidianos en la vida
social. En este sentido, importante es destacar que la época moderna se desarrolla de
la mano del ascenso de la razón y esta por su parte, excluye a la emoción al estar
fuera de su alcance, por lo tanto, la vida emocional debe adaptarse a los cambios
cotidianos de la modernidad. Por ende, la novela pasa a ser mas que ficción al
concebirse como una manera psicológica de vivenciar aquello que no se podía
vivenciar en la realidad.

PAPELES DE LOS SEXOS Y EL AMOR.


La nueva concepción del amor romántico en el siglo XIX debe ser analizado y
comprendido, teniendo en cuenta un montón de cambios que afectaron a las mujeres
a fines del siglo XVIII tales como la creación del hogar, el cambio en las relaciones
padres e hijos y la “invención de la maternidad”, factores estrechamente relacionados
entre sí.
Con respecto a la relación padre-hijo, es necesario mencionar, la clásica severidad del
padre victoriano, sin embargo, el poder directo del patrimonio doméstico del varón se
veía debilitado hacia fines del s. XIX, quedando reducido al poder del sistema
productivo y económico. Así mismo, el dominio de las mujeres sobre la educación de
los hijos fue aumentando en tanto el número de integrantes de la familia era menor y
estos iban demandado más atención emocional a lo largo de sus vidas.
Es en este punto en donde se pasa al término “invención de la maternidad”, concebida
esta desde una construcción idealizada de la mujer/madre desarrollada a partir de la
modernidad. Nace así la imagen de “madre y esposa” como un modelo de mujer con
distintos roles y sentimientos. Se asocia en definitiva, a la maternidad con la
femineidad como características propias de toda mujer.
En relación a la concepción del “amor”, según la autora Francesca Cancian, antes del
s. XVIII este estaba relacionado directamente con el matrimonio y era un amor de
estricta camaradería en pro de generar el patrimonio o la hacienda rural. Era parte de
la creación del hogar que se desarrollaba a partir de la separación de roles y en donde
el amor quedaba plenamente en la esfera de la mujer y relacionado directamente a
este hogar. Para el hombre por otra parte, existían diversas disyuntivas entre el amor
romático y el amour passion en donde ambos se debían separar y quedar a cargo del
entorno doméstico y de la “querida” o prostituta respectivamente, quedando así al
descubierto el “cinismo masculino” hacia el amor romántico con esta división. Surge a
partir de esto también las relaciones de camaradería entre los hombres y las
relaciones de amistad entre mujeres, que se sostenían sobre una base de igualdad
social y personal, es decir dentro de la misma clase y en donde entre ellas encontraron
un “genuino confesionario” en relación a su entorno.

El amor romántico en sí, promueve a la intimidad. Sin embargo, es incompatible con la


lujuria y con la sexualidad terrenal, ya que implica una comunicación psíquica y
espiritual mucho más imponente. Este tipo de amor, puede concluir en tragedia, pero
también producir triunfo y conquista. Además, se proyecta en dos sentidos: ata e
idealiza al otro, y proyecta el curso de procesos futuros.
Si el ethos del amor romántico se entendiese simplemente como medio por el cual una
mujer encuentra al hombre “adecuado”, éste sería concebido de manera superficial.
Tanto en la literatura como en la cotidianeidad este proceso es parte de la creación de
una biografía narrativa mutua entre las partes que componen una relación. Sin
embargo, este tipo de amor se frustra al ser relacionado con el matrimonio y la
maternidad y por la idea de que el amor verdadero una vez encontrado es para
siempre, tal como es concebido el matrimonio. Generando que la congruencia entre el
amor romántico y la relación sexual se vea interrumpida. Como resultado se tiene la
desdicha del matrimonio y de las relaciones. Se considera sólo efectivo un matrimonio
cuando este se basa en la división del trabajo de los sexos, y donde el hombre debe
ser el sustento del hogar y la mujer encargada de la casa. No se tiene en cuenta la
importancia de la sexualidad femenina, lo que permite a los hombres mantener
distancia de la esfera de la intimidad dentro del matrimonio.

[Aquí hay un desfase en las páginas, de la 53 se salta a la 86 y la 53 es una página


suelta que no incluyo aquí porque es un párrafo en el aire y sólo confunde la lectura,
pero confíen en mi buen criterio de que he puesto lo importante en relación al texto…]

(Capítulo diferente, sin nombre)

LA NATURALEZA DE LA CODEPENDENCIA
El término “codependiente” surge dentro del contexto de las agrupaciones de
alcohólicos anónimos, donde los primeros grupos que trataban de dejar la adicción
ayudándose mutuamente, denominaron el alcoholismo como una debilidad de la
persona y que por esto era más fácil salir del tema con la ayuda de familiares y
amigos. Sin embargo, se comprobó que es difícil que los alcohólicos se recuperen en
tanto se mantiene dentro el mismo entorno y con las mismas relaciones en donde todo
permanece igual, lo que facilita la recaída del sujeto en cuestión.
En este mismo sentido, muchas veces las vidas de los familiares y amigos de los
adictos, dependen de las vidas de estos, por lo tanto también de su dependencia al
alcohol. En primera instancia, este hecho se denominó como “capacitador”
(compañero sexual o cónyuge del individuo que soporta su adicción). De esta forma, el
término “codependiente” reemplaza el término de capacitador, cuando se comprendió
que quienes más pueden sufrir, más que los mismos alcohólicos, son los que se
relacionan íntimamente con ellos.
El término presenta en su significado dos cosas: la alteración de una adicción en el
otro, que modifica y construye su conducta en torno a éste y la característica
interaccional de una determinada relación. Cabe destacar, que la codependencia más
que ser un tipo de relación tiene que ver con un tipo de personalidad. (“La
codependiente busca aprobación prácticamente de cada una de las personas con las
que entra en contacto” Jody Hayes)
La principal característica de una persona codependiente es que esta para sentirse
seguro necesita de otro u otros individuos para definir lo que esta persona desea. Por
otra parte, las relaciones codependientes son aquellas en las que una de las partes
queda ligada psicológicamente a la otra parte quien basa sus actos en torno a la
compulsividad. Una relación fijada, por otro lado, es una relación en la que esta misma
es objeto de adicción, en donde los sujetos necesitan de la misma para sentirse
seguros. En su forma mas positiva estas relaciones son las que se consolidan como
hábitos. Además presuponen habitualmente una separación de roles, cada una de las
peartes depende de una “alteridad” que proporciona la otra parte, pero ninguno es
capaz de reconocer ni asumir esta dependencia. En el caso femenino, la dependencia
compulsiva está asociada con un papel doméstico que se convierte en un fetiche,
relacionado con los quehaceres domésticos y la maternidad.
Las carácterísticas de los lazos adictivos son: 1) No permiten el control de la relación
entre el yo y el otro vital para una relación sana. 2) Sumerjen la identidad en el otro o
en rutinas fijadas. 3) evitan la apertura hacia el otro, condición previa de la intimidad.
4) tienden a preservar las desigualdades de papeles de los sexos y las prácticas
sexuales.
El primer paso dentro de las terapias para superar este problema es el reconocimiento,
a través de la reflexión, de que existe este tipo de relación afectiva, luego, está la
decisión de hacer algo al respecto. Esta primera reflexión, implica el reconocimiento de
la “opción”, que significa la evaluación de los límites, la ponderación de otras
oportunidades. Este momento se llama “autoconversación”. La reflexividad y
autoconversación son los elementos necesarios para emanciparse de la adicción, pero
no son los únicos.
Las relaciones adictivas impiden el reconocimiento de la identidad personal. De esta
manera, es codependiente quien según Kasl (autor/a nombrado/a sin mayor
antecedente xD) se percibe como” alguien cuya identidad personal está sin desarrollar
o permanece desconocida, y que mantiene una identidad personal, construida a base
de adhesiones dependientes de instancias externas”

LA ADICCIÓN Y EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD


En toda relación adictiva, el yo queda sumergido en el otro, ya que esta es una fuente
de seguridad ontológica para el individuo. Para superar esto, en las fases iniciales se
trata de “dejar hacer” al otro.
Para el desarrollo de una relación sana, los límites toman una importancia clave, que
refuerzan la intimidad, ya que esta no significa el ser absorbido por el otro, sino el
reconocimiento de las características y de lo propio de cada uno. Además de esto,
debe existir un equilibrio de apertura, vulnerabilidad y confianza, estos elementos
inciden directamente si los límites personales se convierten en divisiones que
obstruyen más que fomentan la comunicación. Este equilibrio de poder, depende tanto
de la autonomía creciente de las mujeres, como de la sexualidad espontánea que se
ha de dar en la relación.

INTIMIDAD, PARENTESCO Y PATERNIDAD.


Cuando se habla de intimidad, si bien se habla del sexo y los papeles de cada sexo, el
término no se limita sólo a esto. Al igual que los roles sexuales, el parentesco cumple
un importante papel, que por momentos es visto como algo natural y dentro de los
derechos y obligaciones dentro de los lazos biológicos y matrimoniales. Sin embargo,
este tipo de relaciones de parentesco se han visto disminuidas a causa de las
instituciones modernas que han aislado a la familia nuclear de la cotidianeidad.
Previamente, las relaciones de parentesco eran consideradas una base firme de
confianza, en la actualidad, esta confianza debe ser negociada y ganada, por tanto, el
compromiso es algo personalizado, tal y como ocurre en las relaciones sexuales.
La autora Janet Finch, al analizar las relaciones actuales de parentesco, habla de un
proceso de “elaboración”. En donde esta se organiza en torno a un “compromiso
negociado”. En este sentido, es evidente que en las relaciones niño-adulto existe un
desequlibrio de poder para generar esta negociación. Por lo tanto, la relación pasa a
basarse en obligaciones sociales preestablecidas de tipo vinculantes para ambas
partes. Aunque en las relaciones modernas, esto deja de existir y las relaciones
basadas en “compromisos negociados” son habituales, sobre todo cuando existen
“padrastros” y familiares políticos.
En el caso específico de las mujeres/madres, es importante destacar que la creación
de la maternidad, generó una forma concreta de que esta debe desarrollar de forma
preestablecida una relación afectiva de peso con el hijo, que se haga cargo de sus
necesidades más básicas desde la infancia.

PADRES E HIJOS.
En las terapias psicológicas de las relaciones fijadas o codependientes, siempre se
aconseja a los individuos que desarrollen lazos estrechos con otros, para de esta
manera “curar al niño que llevamos dentro”. Esto, debido a que muchas de estas
terapias comienzan por el psicoanálisis orientado a partir de la experiencia infantil de
los sujetos. De esta manera, el objetivo es recuperar el pasado, para así liberar las
experiencias infantiles reprimidas. Esta ruptura con el pasado, para llevarse a cabo,
requiere de un proceso previo de resentimiento y así hacerse efectivo. Esta re-vivencia
del dolor pasado, sirve para liberar aquellos hábitos que a la larga se van
transformando y concluyen en una adición en el presente. Llegar a resignarse a esa
apertura, a ese adiós, se logra sólo en las últimas fases del abandono de esa adicción,
cuando el dolor y la presión ya han sido tratados.
En el caso de las relaciones de hijos y padres, se habla en términos de “recuperación”,
como algo natural para superar la pérdida de una persona querida. En este sentido, la
infancia prepara al individuo para una vida más autónoma y participativa en el
posterior mundo de los adultos. Sin embargo, este tipo de relaciones, no es que deban
ser liberadas, así como la de las relaciones amorosas o de amistad, ya que estas no
se “desintegran” de la misma manera. Aunque si existen diversas excepciones en
donde si existe una ruptura total de la relación.

¿PADRES TÓXICOS?
Los padres tóxicos son denominados todos aquellos padres que tratan a sus hijos de
forma denigrante y poco digna, lo que afecta su identidad persona, sus memorias e
imágenes desde la infancia, lo que incide posteriormente en sus rasgos personales de
la adultez. De esta manera, este tipo de prades, en vez de promover un desarrollo
sano, coartan las libertados y aprendizajes del niño, pensando que lo que están
haciendo lo hacen por el propio bien de este. Esto perjudica considerablemente la
autoestima de los hijos y la frustración de los primeros indicios de independencia en
ellos.
Susan Forward, sostiene que existe una gran variedad de “padres tóxicos”. Existen
aquellos padres que simplemente son “emocionalmente inadecuados” y son quienes
de alguna u otra manera han “abdicado” de las responsabilidades para con sus hijos.
Por otra parte, están los padres controladores, quienes someten los sentimientos y
necesidades de sus hijos a las propias. Existen también otros tipos de parentalidades
mucho más brutales tales como: El Alcoholismo, en donde uno de los padres presenta
esta adicción y se pretende encubrir el hecho, lo que produce ciertos retrocesos en el
desarrollo personal del niño; Agresores Físicos y Verbales, muchos padres dicen o
hacen cosas que afectan a los hijos, sin embargo, muchas veces estos dichos o actos
se tratan de sarcasmos y ofensas que agreden psicológica y físicamente la autoestima
y bienestar de los hijos. Esta última generalmente se da en el caso de los padres que
creen que la disciplina física es el único medio necesario para imponer respeto y
autoridad. Finalmente, está la agresión sexual de los padres hacia los hijos. Este
hecho, es una realidad que se encuentra en diversas familias de todo tipo de clases
sociales. Comúnmente son los hombres quienes abusan de sus hijas, sin embargo,
existe un importante número de acoso sexual por parte de las madres a sus hijos.

La “valoración” de los hijos por parte de los padres, se llevó a cabo precisamente
cuando se vivió una reducción en el tamaño de la familia, y donde además se tomó la
idea de que estos debían obedecer y respetar a las personas mayores y mejores que
ellos. Todo esto, implantado en la sociedad por una doctrina machista basada en el
dominio del padre, quien ligaba al niño a un tradicionalismo basado en el pasado. La
autoridad se reforzaba mediante el castigo físico y era dogmática. No obstante, una
vez surgida la “creación de la maternidad”, surge también una nueva forma de
educación hacia los hijos, con mayor igualdad y autonomía. En la actualidad, las
relaciones entre padres e hijos se ven sostenidas por una transformación en los lazos
afectivos. Se ha pasado a vivir un proceso en el que se reevalúan los términos de la
relación, tratando a todas las partes como iguales.
De esta manera, el tema de los padres tóxicos, permite generan claramente una
conciencia de las relaciones que se dan dentro de los individuos y el proyecto reflexivo
del “yo”. Una forma de reforzar las relaciones y la identidad de los individuos es
declarar la independencia emocional de los padres para así poder reformar la narrativa
del yo y afirmar los derechos propios. Esto, debido a que existe una estrecha relación
entre la superación de adicciones y las experiencias de vida establecidas en etapas
anteriores. La falta de autoestima por otra parte, es en gran medida la consecuencia
de la incapacidad individua de relacionarse con otros adultos desde el punto de vista
emocional, como parte de las vivencias pasadas en las relaciones parentales. Por lo
tanto, aquellos individuos que tratan de alterar estas relaciones a través de revivir las
experiencias infantiles están reclamando sus derechos, ya que los niños no sólo deben
ser alimentados, vestidos y protegidos, sino también entendidos emocionalmente y
respetados. Y una liberación de la esfera personal no implica la desaparición de la
autoridad, sin embargo sí da paso a que se efectúen relaciones de autoridad que
pueden ser defendidas con ciertos principios y que no dañan la integridad física y
psicológica de los individuos.

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