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14 Aristóteles sobre la Imaginación

Malcolm Schofield

Introducción

Todo hombre educado sabe que Aristóteles inventó la lógica. Sin embargo, no es tan
ampliamente conocido que él disputa con Platón la distinción de haber descubierto la
imaginación. Los hombres han imaginado cosas, tanto como ellos han argumentado correcta
e incorrectamente, antes del nacimiento de la Antigua Academia; pero fue Aristóteles quien
ofreció la primera descripción analítica extendida de la imaginación como una facultad
distinta del alma, y quien llamó primero la atención, no menos por las ambigüedades y
tensiones de su propia explicación de la materia, que por la dificultad de alcanzar una
adecuada comprensión filosófica de la imaginación. Yo no voy a intentar en este ensayo
hacer una inspección de todos los usos y pronunciamientos de Aristóteles sobre la phantasía.
Yo voy a limitarme a fijar los problemas fundamentales en las interpretaciones de su
discusión principal y oficial en DA III, 3. En ese capítulo se esconden la mayoría de los
placeres y puzles que el estudiante de los puntos de vista de Aristóteles sobre la imaginación
querrá saborear.
Se ha dudado acerca de si la phantasía de Aristóteles debe ser considerada del todo
como ‘imaginación’. Platón en el Teeteto (152a-c) y el Sofista (264a-b) introduce a la
phantasía dentro del discurso filosófico acerca de los estados mentales como el nombre
correspondiente al verbo phainesthai, ‘aparecer’; y su doctrina de que cualquier creencia que
un hombre forma a través de lo que él percibe con sus sentidos es una instancia de la
phantasía.
Ahora, una conexión clara con el verbo es preservada por Aristóteles cuando habla
de la phantasía en DA III, 3 y en otros lugares. Por tanto, ha sido notado que el rango de
‘apariencias’ que Aristóteles asigna a la facultad incluye casos que no son obviamente
instancias de imágenes mentales, sino parecen más bien ejemplos de experiencia sensorial
directa; y, de nuevo, que en su explicación causal de la phantasía Aristóteles admite que un
hombre puede tener phantasía de lo que él está percibiendo actualmente (428b25-30), aun
cuando (como Wittgenstein señaló) ‘mientras estoy mirando un objeto yo no puedo
imaginarlo’.
Algunos académicos han inferido, en consecuencia, que la phantasía es para
Aristóteles, al menos en algunos casos, una facultad comprehensiva por la que nosotros
aprehendemos generalmente presentaciones sensorias y cuasi-sensorias.
Así este enfoque de la phantasía es equiparado pro tanto –en la medida de lo posible–
con un enfoque de la actividad sensoria (o, más bien, pasividad) más típicamente asociado
con los fenomenalistas y escépticos; o también, que ha sucumbido a la concepción kantiana
de la temporalidad, de acuerdo con la cual ‘la sensación [i.e. la percepción-sensible] podría…
ser reducida al nivel de una afección meramente pasiva que debe ser interpretada por la
phantasía antes de que pueda suministrar cualquier información o fallar en suministrar
cualquier información sobre los objetos’ (Ross, 1923, 142).
Sus asociaciones kantianas pueden justificarse si continuamos denominando
phantasía a esta última interpretación de la ‘imaginación’. Pero es reconocido que admitir
semejante rol comprehensivo tanto para la phantasía como para dicha interpretación resulta
difícil de reconciliar con el tratamiento aristotélico de los sentidos en el libro II del De Anima.
Es ampliamente aceptado, aunque no universalmente ni por mí, que la designación oficial de
Aristóteles de phantasía in DA III, 3 como ‘aquello en virtud de lo cual nosotros decimos
que un phantasma ocurre en nosotros’ (428a1-2) implica que allí hay una facultad más
estrechamente pero más usualmente nombrada ‘imaginación’, a saber, una en virtud de la
cual nosotros podemos tener imágenes mentales.
Y nosotros encontramos que Ross, por ejemplo, retratando el punto de vista común
de Aristóteles acerca de la phantasía, tanto en De Anima como en Parva Naturalia, en
términos que traen a la mente el ‘sentido decadente’ de Hobbes y la ‘débil y lánguida
percepción’ de Hume: su esfera característica, desde la lectura de Ross, son las imágenes
mentales (Ross 1923, 143-4).
Una conclusión que uno puede extraer de esta aparentemente contradictoria evidencia
del significado de Aristóteles es resumida en el veredicto sombrío de Hamlyn (en 427b27):
‘Claramente hay poca consistencia aquí [sc. en DA III 3]’. Mi punto de vista es que la
incongruencia en la evidencia es en su mayoría meramente aparente. Porque es un poco
artificial dividir la obra de Aristóteles situando a la phantasía entre el conjunto de imágenes
mentales y la recepción de presentaciones sensibles o cuasi-sensibles.

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