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Diseño activista por un mundo sostenible

Desde los años 1970 hasta la actualidad, la sostenibilidad se ha convertido


en un tema prioritario en la agenda de muchos diseñadores que proponen
otros modelos de desarrollo y bienestar.

Raquel Pelta Enero de 20

Como quiera que dedicamos nuestro primer número de


Monográfica a las actitudes de los diseñadores en materia de
medio ambiente, en este artículo me limitaré a proporcionar
algunas referencias básicas para quienes estén interesados en el
diseño activista relacionado con la sostenibilidad.

«El siglo XXI se ha iniciado con una mayor


conciencia medioambiental por parte de los
diseñadores.»
«El activismo en torno a la sostenibilidad ha
generado interesantes reflexiones sobre el papel del
diseño y los diseñadores.»
«Manzini y Jégou proponen que el papel del
diseñador no sólo sea el de crear productos sino,
también, el de plantear escenarios para la vida
cotidiana así como nuevas ideas de bienestar.»
Así, es necesario recordar que ya en el siglo XIX encontramos
posiciones como las de John Ruskin y William Morris y, en la
primera mitad del XX, actitudes como las de Buckminster
Fuller que se pueden considerar antecedentes del activismo
actual. Sin embargo, fue a partir de los años 1960 y 1970
cuando, en un contexto de inquietud por los riesgos de la
energía nuclear, los efectos de los pesticidas y la crisis del
petróleo, los diseñadores comenzaron a reflexionar sobre las
implicaciones que sus prácticas podían tener en el entorno. Un
libro clave de aquella etapa fue Design for the Real World,
publicado en 1971 por Victor Papanek, al que ya me he
referido en otros artículos.

Meses más tarde, en marzo de 1972, vio la luz el Informe del


Club de Roma, titulado Los límites del crecimiento, en el que se
afirmaba que si se mantenían las tendencias de crecimiento de
la población mundial, industrialización, contaminación,
producción de alimentos y agotamiento de recursos, el planeta
llegaría a los límites de su crecimiento en una centuria.

Roy Lichtenstein, cartel para la serie “Save Our Planet”, 1971.

Poco después de su publicación, los precios del petróleo y de


las materias primas se dispararon y los países occidentales se
hundieron en la crisis económica más grave y prolongada que
habían conocido desde la Segunda Guerra Mundial. Como
reacción, se fundaron un número importante de organizaciones
ecologistas, abundaron las teorías sobre el crecimiento cero y
algunos diseñadores defendieron que había que aprovechar la
radiación solar como fuente de energía, incrementar la
durabilidad de los productos y desarrollar nuevos métodos para
la recogida de residuos, reduciendo así el impacto
medioambiental al reutilizar las materias.

Buckminster Fuller, cartel “Save our cities”, serie “Save Our Planet”, 1971.

Estas inquietudes dieron lugar, también, a los primeros


ejemplos de diseño gráfico en pro de la ecología como, por
ejemplo, la serie de carteles «Save Our Planet», promovida por
la empresa Olivetti en 1971 que contó con la colaboración de
diversos artistas y diseñadores entre los que hay que mencionar
a Buckminster Fuller, Roy Lichtenstein y Georgia O’Keefe. No
podemos olvidarnos, tampoco, del cartel de Arnold Saks
«Critical Mass 74»», realizado para la convocatoria de un
encuentro nacional de ciudadanos promovido contra la energía
nuclear por Ralph Nader.

Sin embargo, los


implicados no fueron
muchos y hubo que
esperar hasta las
décadas de los 1980 y
1990 para encontrar un
mayor compromiso, que
coincide con algunos
cambios en la actitud de
los consumidores, las
investigaciones sobre el
efecto invernadero,
catástrofes como la
de Chernobyl (1986) y
la del petrolero Exxon
Valdez (1989), así como
una mayor presión
política de los partidos
Arnold Saks, cartel para la convocatoria de un “verdes” (el
encuentro nacional de ciudadanos contra la primer partido
energía nuclear, 1974. ecologista europeo se
fundó en 1973 en Gran
Bretaña y los alemanes Die Grünen –Los verdes- lograron, por
primera vez, representación en el Parlamento Federal alemán en
1983).

Ante ello, los diseñadores industriales más comprometidos


fueron pasando gradualmente del «diseño verde» al ecodiseño y
al diseño sostenible (véase el artículo «De verde a sostenible»,
Monográfica #01) y los gráficos respondieron a la llamada de
los grupos y movimientos ecologistas como es el caso, por
ejemplo, de los alemanes Gunter Rambow, Holger
Matthies y Manfred Butzmann quienes colaboraron con Die
Grünen o con la Grüne Liga (Liga Verde), realizando carteles
para sus campañas electorales. Pero no sólo eso. Su manera de
afrontar la temática medioambiental se hizo más radical pues
ésta se convirtió en un asunto político de primer orden. En
palabras de Liz McQuiston: “En los 1990, apareció una forma
nueva y urgente de ecologismo que trajo consigo mensajes,
métodos de protesta e imágenes descarados e inusuales.”

Gunter Rambow, carteles para una campaña de Die Grünen, 1979.

Todo ello se ha desarrollado a lo largo de la década de 2000,


donde también hemos tenido catástrofes ecológicas como, por
ejemplo, en España el hundimiento del petrolero Prestige que
suscitó la protesta y denuncia de un buen número de
diseñadores o, más recientemente y a raíz del cambio climático,
campañas como la que Greenpeace llevó a cabo en 2009 en
Copenhague con motivo de la Cumbre celebrada en esta ciudad.
Greenpeace y tcktcktck.org, “Lo siento. Podríamos haber detenido un cambio
climático catastrófico… No lo hicimos”, valla de la campaña realizada con
motivo de la Cumbre de Copenhague 2009.

Y es que el siglo XXI se ha iniciado con una mayor conciencia


medioambiental y, aunque no se pueda decir que los activistas
del diseño sostenible sean legión, ya hay un buen número de
ellos empeñados en efectuar «un cambio de índole social o
política» que haga del mundo un lugar menos insostenible.

Asociaciones, redes e iniciativas particulares

Desde mediados de los años 1990, han ido surgiendo


asociaciones, redes informales y grupos de trabajo que ofrecen
información sobre diseño y cuestiones medioambientales. Entre
ellos pueden citarse algunas de las más activas como la
australiana EcoDesign Foundation y O2 Global Network, una
red internacional creada en 1988, que tiene como objetivos
«informar, inspirar y conectar a gente interesada en el diseño
sostenible» y se extiende por más de 84 países.

A lo largo de la década de 2000, la sostenibilidad ha sido,


también, protagonista de grandes eventos como la Trienal de
Milán de 2003, en la que se presentaron los resultados de una
serie de proyectos desarrollados por Ezio Manzini y François
Jégou, bajo el título de «Quotidiano Sostenibile ».
Cinco años más tarde, en 2008, tuvo lugar en Turín el
Congreso Changing the Change. Design Visions Proposals and
Tools. Con Ezio Manzini como coordinador científico, dicho
Congreso creó una Agenda de Investigación en Diseño que en
su declaración de principios recogía que la sostenibilidad debe
ser la meta de cualquier posible actividad de investigación.

Asimismo, encontramos iniciativas particulares como www.re-


nourish.com, una web creada por Eric Benson e Yvette
Perullo que se define como «una herramienta online que aboga
por la concienciación y la acción» dentro de la comunidad del
diseño y en relación con los sistemas sostenibles. Para ello,
ofrece una serie de materiales que pueden ayudar a tomar
mejores decisiones a los diseñadores gráficos, profesores y
estudiantes de diseño.

Por su parte, algunas asociaciones profesionales como la


estadounidense AIGA, han generado documentos –como el
titulado Print Design and Environmental Responsibility (2003)–
que pueden servir de guía para una mayor sostenibilidad, en
este caso, del diseño gráfico pero, sobre todo, para concienciar a
los diseñadores.

Pero el AIGA no se ha limitado únicamente a generar


publicaciones sino que ha creado su propio Centro para el
Diseño Sostenible (AIGA Center For Sustainable Design),
dedicado a proporcionar información a los diseñadores sobre
prácticas sostenibles.

Estrechamente vinculada al AIGA Center for Sustainable


Design, vio la luz –oficialmente– en octubre de 2009 la
comunidad virtual Living Principles for Design, un lugar para
«co-crear, compartir y mostrar las mejores prácticas,
herramientas, historias e ideas para un diseño sostenible y
socialmente responsable.»
Han aparecido, también, nuevas organizaciones como, por
ejemplo, The Designers Accord. Fundada en 2007 indica que es
una «coalición global de diseñadores, educadores,
investigadores, ingenieros, y líderes empresariales, trabajando
juntos para crear un impacto social y medioambiental positivo».
Actualmente representa a la comunidad creativa de 100 países y
de cada una de las disciplinas del diseño y es un foro donde se
comparten metodologías, recursos y experiencias en torno a los
temas sociales y medioambientales, siempre desde la
perspectiva del diseño. En su web se especifica que su visión es
la de integrar los principios del diseño sostenible en la práctica
y la producción y que su misión es la de servir de catalizador de
la innovación «a través de la comunidad creativa por la
construcción colectiva de nuestra inteligencia en torno a la
sostenibilidad».

Otra iniciativa a destacar es Design can Change que aborda


directamente la problemática del cambio climático, explica de
una manera sencilla sus causas y consecuencias e invita a los
diseñadores a implicarse en los medios y maneras para atajarlo.

El diseñador como facilitador

El activismo en torno a la sostenibilidad ha generado, asimismo,


interesantes reflexiones sobre el papel del diseño y los
diseñadores. De entre las existentes me gustaría reseñar
brevemente la posición de Ezio Manzini y François Jégou.

Estos autores han vinculado la sostenibilidad con el crecimiento


urbano, poniendo de relieve que en unos cuantos decenios la
mayoría de la población del planeta vivirá en ciudades y que
gran parte de ellas está todavía por construirse. De ahí que la
manera de concebirlas determinará, a escala planetaria, el grado
de sostenibilidad o insostenibilidad de la sociedad del futuro. Su
propuesta es lo que llaman «la dimensión cotidiana de la
existencia», una denominación con dos significados
complementarios: «el mundo visto desde quien lo habita» y un
sistema socio-técnico sobre el que es posible operar con
«estrategias de intervención desde abajo», lo que quiere decir,
desde el ámbito local.

Asimismo, Manzini y Jégou han cuestionado la idea de


bienestar de los países industrializados: «Hoy sabemos que esta
hipótesis, eso es, la relación directa entre bienestar y consumo,
no siempre es verdadera. Sobre todo sabemos que la promesa de
bienestar que se propone no es sostenible. No puede, en otras
palabras, ser extendida por igual a todos los habitantes del
planeta», aseguran.

Para ellos es necesario que aparezcan otros modelos de


desarrollo y otras ideas de bienestar, partiendo de la base de que
éstas surgen de una determinada construcción social y se
forman con el tiempo.

Una de sus propuestas –en la que además ambos han sido


especialmente activos- es que el papel del diseñador no sólo sea
el de crear productos sino, también, el de plantear escenarios
para la vida cotidiana así como nuevas ideas de bienestar.
Diseñar es, de esta manera, contribuir a dar visibilidad a dichas
ideas al impulsar un proceso de diseño social, en el que los
diseñadores con las herramientas propias de su disciplina
pueden actuar como facilitadores.

Desde esta perspectiva, el activismo en diseño consistiría en


potenciar el trabajo de las «comunidades creativas» –como las
denominan Manzini y Jégou–, formas de auto-organización
social, a las que los diseñadores podrían apoyar aportando sus
competencias específicas para ayudarlas a construirse y a
mejorar su visibilidad, haciendo que los canales de
comunicación sean más fluidos al implementar plataformas que
faciliten la difusión e incrementen la efectividad de estas
comunidades.
Estas «comunidades creativas» son parte de un proceso de
transformación social más profundo en relación con el
desarrollo de una economía distribuida y participativa. Están
creando «empresas sociales difusas» cuyas iniciativas a nivel
local proporcionan inspiración a nuevos servicios colaborativos
y ofrecen a los diseñadores un nuevo rol que no sustituye al
tradicional pero que lo amplía al proponer nuevos campos de
actividad: «Tomando esta nueva dirección los diseñadores
tienen que ser capaces de colaborar con una variedad de
interlocutores, situándose a la delantera como expertos, por
ejemplo, especialistas en diseño, pero interactuando con ellos de
igual a igual. Generalizando, tienen que considerarse parte de
una malla compleja de nuevas redes de diseño: redes
emergentes, entretejidas de individuos, empresas,
organizaciones sin ánimo de lucro, instituciones globales y
locales que están empleando su creatividad y espíritu
emprendedor para dar algunos pasos concretos hacia la
sostenibilidad.»

Jégou y Manzini defienden, asimismo, que vivimos en una


sociedad en la que «todo el mundo diseña», en la que las
destrezas del diseño son, por necesidad, particularmente difusas
porque, de hecho, cada persona ha de diseñar y rediseñar su
negocio, vecindario, asociaciones o maneras de vivir. Para
ellos: «está apareciendo una nueva actividad del diseño, que
apunta a un nuevo, emergente y fascinante rol para los
diseñadores. Los diseñadores participativos tienen que aceptar
positivamente que ya no pueden aspirar más a un monopolio
sobre el diseño. Si se comprende bien, este cambio en el lugar
de los diseñadores en la sociedad no se reduce sino que, por el
contrario, se está ampliando.»

Como puede seguirse de estas palabras, ser activista en diseño


podría suponer, sobre todo, convertirse en catalizador y
orientador de las propuestas colectivas, un papel nada
despreciable en estos momentos de crisis que supone, además,
una transformación notable de lo que significa diseñar.

Para saber más:

Manzini, E., Jégou, F.: Quotidiano sostenibile. Scenario di vita urbana,


Milán, Edizioni Ambiente, 2003.
Manzini,E.: “Scenarios of sustainable ways of living. Local and global
visions”, 2004.
Papanek, V.: Design for the Real World. Human Ecology and Social Change,
Nueva York, Pantheon Books, 1971.
Papanek, V.: The Green Imperative. Ecology and Ethics in Design and
Architecture, Londres, Thames and Hudson, 1995.

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