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He aquí la novedad más importante de la nueva LMC, introducir en nuestra legislación, como causal de término
del matrimonio, el divorcio. El punto fue tan relevante en la discusión parlamentaria y para la opinión pública, que
la ley citada ha sido denominada vulgarmente como “Ley de divorcio”. Termina de esta forma la peculiar
acepción de divorcio que regía en la Ley de 1884, en cuya virtud, los divorciados continuaban casados, aunque
legalmente separados.
En esta unidad, nos referiremos a las dos primeras causales (muerte natural y muerte presunta), para estudiar
luego, en unidades distintas la nulidad y el divorcio.
Usualmente, la muerte de uno de los cónyuges da lugar a una comunidad hereditaria formada por los hijos y el
cónyuge sobreviviente o por el cónyuge sobreviviente y los ascendientes de grado más próximo del causante, si la
sucesión fuere totalmente intestada.
Si el cónyuge fallecido había otorgado testamento y dispuesto en él de las cuartas de libre disposición y/o de
mejoras, podrán integrar esta comunidad otras personas. Cabe tener presente aquí que la muerte puede ser
declarada por el juez, “Toda vez que la desaparición de una persona se hubiere producido en circunstancias tales
que la muerte pueda ser tenida como cierta” (art 95 del Código Civil). En otras palabras, se trata de la muerte
judicialmente comprobada, aunque el cadáver del fallecido no sea habido.
Del tenor de los artículos 42 y 43 LMC, se deduce que la disolución del matrimonio opera ipso iure, cuando,
declarada la muerte presunta, transcurren los plazos de uno, cinco y diez años, sin que sea necesario que se dicte el
decreto de posesión definitiva o que se dicte otra resolución judicial que declare la disolución del matrimonio. El
SRCeI, por ende, a solicitud del interesado, deberá practicar la pertinente sub-inscripción, dejando constancia que
terminó el matrimonio, si al presentar la solicitud, se prueba que han transcurrido los plazos legales. Al igual que
en la muerte de cualquiera de los cónyuges, la declaración de muerte presunta produce la disolución de la sociedad
conyugal (artículo 1764 Nº 2; artículo 84 CC, en las normas de la muerte presunta, estableciendo que se disolverá
la sociedad conyugal en virtud del decreto de posesión provisoria) y del régimen de participación en los
gananciales (artículo 1792-27 Nº 2 y artículo 84 CC), si los hubiere. De igual forma, usualmente, da lugar a una
comunidad hereditaria formada por los hijos y el cónyuge sobreviviente. El inciso final del artículo 43 LMC,
dispone que el posterior matrimonio que haya contraído el cónyuge del desaparecido con un tercero, conservará
su validez aun cuando llegare a probarse que el desaparecido murió realmente después de la fecha en que dicho
matrimonio se contrajo. Con ello, queda en claro que la revocación del decreto que declaró presuntivamente
muerta a una persona, por haber reaparecido el desaparecido o por acreditarse su muerte real, no deja sin efecto el
nuevo matrimonio que hubiere contraído quien creía ser viudo o viuda.