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mariacorva@gmail.com
INTROITO
que nos permite afirmar: / «entiendo que esa realidad que estudio se
caracterizó por ...».
Los estudios histórico-mundanos se conjugan siempre en potencial. El
historiógrafo no es más que aquel que hace un relato; /un relato histórico/; una
narrativa histórica. Por tanto, al decir de Hegel, no existe historia res gestae
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sino historia rerum gestarum, existe historia tal como se dice que las cosas son
y no como realmente fueron. Su existencia como ser-en-sí se ha disuelto.
Al decir de San Agustín conocemos el presente de las cosas pasadas, el
presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras.
La historiografía es un relato de la preteridad, de lo que ha sido. Se
define como trama a veces irónica, a veces trágica, a veces como metonimia,
otras como metáfora, siempre como figura de retórica. Nada de pretensión de
objetividad, sino subjetividad hábilmente estructurada por el narrador.
¿Significa lo afirmado que la reconstrucción de la preteridad humana es
una boutade, una humorada?
Significa que debo aceptar que el discurso histórico es una aproximación
a algo que fue y que importa sí trazar el perfil del pensamiento crítico o a-
crítico, / aquel que emerge del fondo de las expresiones plásticas, de la
imagen, de esa expresión que luego será lenguaje; / imagen y lenguaje del que
somos hijos. En fin, que todo texto, toda palabra encierra entre sus paredes
materiales "una representación invisible y, por ello, imborrable" (FOUCAULT,
Palabras).
Si apuramos una hipótesis, nos basta copiar el título de una obra de
Juan Bautista Alberdi y aplicarla a la época trágica a la que aquí referimos: la
Monarquía es la mejor forma de gobierno para Sud-América.
¿Qué otra expresión sacral-política se puede encontrar si no es aquella
que responde al nombre de Monarquía? ¿Qué expresión fue más popular en
tanto argamasa de sentimientos y de solemnidad? Aquella que puesta en
movimiento sobre todo en las ceremonias de coronación o en funerales regios
supone la detención del tiempo cronométrico cuando e impera el éxtasis
temporal. La imaginación forjada en la niñez se activa, arquetipos primordiales
que se ignoran por ser tales producen un efecto de espejo. La imagen que
nuestra percepción visual construye evoca otra, más antigua, que potencia
nuestra conducta afectiva donde domina la fantasía y omnipotencia mágica
[BLEGER, 14 Y 276]. Vemos algo supremo, algo que no podría pueblo alguno
explicar, pues lo carismático es pathos, es emoción absoluta, conmoción de los
sentidos, es un vivir que se activa; se activan conductas dormidas,
abroqueladas por la positividad.
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regreso al tiempo del Inca que propone el mito de Incarri, no puede confundirse
con un deseo de restaurar el tiempo histórico. En una sociedad en la que
predomina la transmisión oral de la cultura, el presente refunde constantemente
el pasado y por tanto no pueden separarse el uno del otro. Así, para los
hablantes del quechua, los cuales conciben el milenio en términos de una
inversión simétrica del caos presente, el Inca es una categoría mítica del orden
cósmico. En tanto héroe mesiánico, Incarri no es un dios del presente, sino de
un pasado que es futuro. De esta forma, el Mesías es Incarri y el milenio
(contado en edades o soles) es el Pachacuti, cataclismo que viene a restaurar
el orden. Así como en la cosmovisión judeo-cristiana, la concepción de milenio
también se encontraba en la incaica. La presencia de elementos de la tradición
judeo-cristiana introducida en el ritual incaico funcionaba como un disfraz para
ocultar el verdadero trasfondo de la utopía andina. La máscara, el disfraz, ha
servido para mantener en la memoria lo que les fue arrebatado.
La máscara disfraza, oculta y recrea otra identidad. Cuando se la está
usando, hay una pérdida de la personalidad previa y se adquiere una nueva.
Esta simulación e invención de la identidad y de la personalidad, se exteriorizan
en el cambio de apariencia, en la pretensión de una falsa condición. Un
ejemplo de ocultamiento (como estrategia) es el Taki Onqoy, danza o puesta
teatral de la zona andina que posee muchos personajes con nombres
cristianos, de vírgenes y santos, lo cual lo mantuvo a salvo de las censuras
religiosas, pero lo que el trasfondo de éste quería plantear, era que al Dios
cristiano se le estaba terminando su periodo de incumbencia y les tocaba a las
huacas (sacralidades fundamentales, santuarios, ídolos, templos, entre otros)
el turno para recrear el mundo. Algo similar ocurre con este movimiento, que en
la superficie toma la forma foránea del milenarismo, pero que en su trasfondo
oculta una tradición de salvación, llamando al Pachacuti “juicio final” a Incarri
“Mesías” y a las edades o soles “Milenios”. Tal como en el Taki Onqoy, este
movimiento mesiánico oculta su trasfondo más sagrado para poder vehiculizar
su ideología en medio de una cosmovisión extraña. La gran expansión del
movimiento se debe precisamente a su difusión, pero jamás hubiera sido
posible sin un disfraz que pudiera ocultar su verdadero trasfondo.
Si Túpac Amaru logró impactar a sus seguidores fue precisamente
porque manejó un lenguaje simbólico que les era común y que contaba con
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Año 1815: crucial también para la política rioplatense luego de la caída del
director Alvear y particularmente del fortalecimiento del ideario sostenido por
Artigas y la construcción de su anfictionía en el Litoral.
Manuel Belgrano, luego de fracasada la misión diplomática que
intentaba construir un Reino Unido de las provincias del Plata, Chile y Perú,
regresó a Buenos Aires en noviembre de 1815 y acudió al Congreso reunido en
Tucumán, que tenía por misión declarar la independencia, dictar una
Constitución y definir la forma de gobierno.
Belgrano, en sesión secreta del 6 de julio de 1816 en dicho Congreso,
propondrá la coronación de un Inca para dar forma a la Monarquía americana.
Reitera en esa hora incierta una fórmula ya empleada por el venezolano
Francisco de Miranda en el siglo XVIII y ofrecida como solución al tema indiano
al ministro inglés William Pitt.
Proponía un gobierno incaico constitucional, algunas de cuyas
cláusulas eran: “El Poder Ejecutivo sería delegado a un Inca hereditario, con el
título de Emperador…La Alta Cámara compuesta de senadores o caciques
vitalicios, nombrados por el Inca, y la Cámara de los Comunes escogida, por
todos los ciudadanos del Imperio, había de tener atribuciones semejantes a la
del Parlamento Inglés…El Inca nombra a los ministros del Poder Judicial,
cuyos cargos son vitalicios [Además] dos censores, elegidos por el pueblo,
confirmados por el Emperador, y encargados de velar por las costumbres de
los senadores y de la juventud”.
Belgrano ofrece una opción para la patria americana, que (como apunta)
se encontraba envuelta en una anarquía continuada. Por otra parte, advierte
que ya en Europa la idea de republicarlo todo había mudado por la de
monarquizarlo todo, y que la Nación inglesa, que se ha elevado por la
conformación de una Monarquía temperada, inspiró a otros Estados como
Francia y Prusia a seguir sus pasos. La Monarquía de los incas, sostiene, es la
más indicada para hacer frente a la dramática situación, pues además contaría
con la adhesión de los pueblos del Interior. [ASAMBLEAS, 481-482].
Belgrano colocaba frente a los congresales dos opuestos simétricos:
republicarlo y monarquizarlo, en virtud de la nueva realidad política post-
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un sincretismo: se imponía el mito incaico del Sol y del Trueno. El Niño Jesús
era vestido con los atributos del Inca, era el Sol mismo, y a través de él se
invocaba a los emperadores incas como dioses.
Seguramente estuviera en lo cierto, ya que las creencias animistas
tradicionales habían imbuido verdaderos poderes, por ejemplo, al arte religioso.
Basta una muestra para comprobarlo: durante el levantamiento de 1780-1783
los rebeldes indígenas sistemáticamente ataron las manos de las imágenes de
Santiago en las iglesias rurales, para prevenir la intervención militar del temido
santo guerrero a favor de las fuerzas reales. [p 19].
La andanada del Obispo se reflejó en el empeño del intendente del
Cuzco, Benito de la Mata Linares, quien en 1785 bregó por abolir el cargo de
alférez real de los incas así como la institución de los Veinticuatro Electores
que lo escogen y al hacerlo deciden quién es el auténtico Inca o emperador, a
quién corresponden los atributos de su Real Persona. De hecho deseaba
poner punto final a la nobleza inca.
La Corona española no pudo sino reivindicar el carácter de nobleza
incaica. No hacerlo suponía violentar la significatividad tanto de la realeza
como de la nobleza que de ella nace. Puede contabilizarse el reconocimiento
de casi 500 incas nobles dentro del Imperio hispánico como equivalentes a la
nobleza de la Metrópolis: eran hidalgos.
El Proyecto de Monarquía incaica propuesto por Belgrano y aceptado
por muchos Congresales, sobre todo por aquellos del Alto Perú, del Perú y de
los pueblos del Virreinato cercanos a la cultura andina, tenía presente el efecto
que había producido en su momento la sublevación del Emperador Inca Túpac
Amaru II, cuya fuerza de convocatoria se asentaba, como anticipamos, en el
carácter mesiánico de ésta. Igualmente, no se desconocía que en el inca
convergían dos fuentes de legitimidad: la auténtica incaica, pero no en menor
grado la que provenía por concesión del monarca hispano. Vale decir, que en el
momento en que el colonizado pudiera recuperar el Trono, dominaría sobre sus
súbditos en virtud de su doble legitimidad.
Si el haber sido despojado del Marquesado de Oropesa produjo una
mirada esquiva hacia la justicia de Lima por parte de Túpac Amaru II, el hecho
mostraba la relevancia que éste tenía para el autoproclamado monarca incaico:
poseer el marquesado era propio del Inca Emperador.
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COROLARIO
Todos conocemos el final de la historia; una historia que tiene de valioso
el observar espejadamente, difuminado, el agitarse de un mito y también el
accidente histórico que las circunstancias proyectaron a un primer plano para
luego fracasar. Continuarían sí los intentos monárquicos hasta 1820 en Buenos
Aires y más allá de ese año en Perú, cuando García del Río y Paroissien,
enviados diplomáticos de San Martín, iniciaran un largo periplo por Europa en
busca de un príncipe que gobernara el Perú aunque sin respaldo alguno, pues
el gestor del plan había abandonado el Protectorado y partido rumbo a Europa.
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En un plano más elevado, la cultura popular religiosa sufrió un concentrado ataque en todo el
mundo hispánico. Los ministros reformistas, cuyo interés primordial era la seguridad del estado,
en particular dirigieron su mira a las procesiones públicas, desde las prosaicas procesiones del
rosario hasta las festividades más espectaculares como el Corpus Christi y la Semana Santa. Su
propósito era trasladar los actos religiosos públicos de las calles a los confines de las iglesias y
claustros y, con ellos, el latente peligro de violencia política. Se preveía que las procesiones más
grandes ―como la del Corpus Christi en el Cuzco ― continuarían, pero como meras sombras de
su antiguo esplendor. Como lo ha expresado un historiador, la corona temía que el “carnaval
suave” se convirtiera en el “carnaval salvaje” (Pereira Pereira 1988: 248-249). A esta reforma
religiosa se añadió el prejuicio borbónico contra las corporaciones religiosas en general, ya
fueran cofradías, hermandades o colegios electorales. Por lo tanto, el intento de abolir los
Veinticuatros tenía un punto de referencia más amplio. El colegio electoral, sin embargo, estaba
acostumbrado a (p. 19)
defender sus privilegios y prerrogativas. Desde 1598 había repelido con vehemencia sucesivos
intentos de infiltración por “indios particulares”. La contaminación ritual y la decadencia de la
nobleza inca hubiera conducido inexorablemente a la disolución final de tan comprometida
institución, la cual ya enfrentaba la erosión de sus filas merced a los efectos de la revisión del
sistema tributario.
De tal manera, los Veinticuatros estaban acostumbrados a los periódicos ataques contra su
integridad institucional, aunque la coyuntura de reforma de la época colonial tardía constituyó
una amenaza sin precedentes contra su existencia. Sin embargo, aun esta palidecía ante la
impertinencia del poco distinguido cacique de tres pueblos del Altiplano. Las pretensiones del
parvenu Túpac Amaru podían tener enormes consecuencias para los electores, quienes eran
reconocidos como dirigentes de la nobleza inca colonial, aunque sus poderes no se asemejaran
a su supuesta autoridad. Para ganarse el reconocimiento de la Corona como primus inter pares
entre todos los incas, y de esta manera convertirse por decreto oficial en su dirigente indiscutible,
Túpac Amaru no solo trató de infiltrarse en la nobleza, sino que trató de pasar completamente
por alto al colegio electoral. Mientras que existen pocas dudas de que era descendiente de incas,
no hay pruebas de que perteneciera a ninguna panaca o “casa”; de haber sido así, lo más
seguro es que hubiera tratado de lograr preeminencia a través del colegio electoral. De hecho,
aun antes de la rebelión su propia identidad multifacética se convirtió en una amenaza contra la
identidad individual y colectiva de los electores y, por consiguiente, contra la de todos los nobles
incas sobrevivientes de la ciudad y cercado del Cuzco. Por este motivo los Veinticuatros se
opusieron a la rebelión de Túpac Amaru, que en parte constituyó una respuesta individual al
ostracismo social al que lo habían llevado las elites indígena y criolla, las cuales, por lo menos en
público, desdeñaron sus pretensiones y su identidad multivalente ―una identidad que se vio
agobiada al extremo―.
Indudablemente, la identidad que los nobles incas proclamaban en público era atávica y,
en el mejor de los casos, representaba una cristalización del statu quo social de las primeras
décadas de la conquista; era anacrónica no solo porque revertía al pasado incaico, sino también
en relación con otros eventos de la Colonia, entre ellos la creciente importancia de la clase
económica como determinante de la estratificación colonial. Este criterio, más patente durante el
siglo XVIII, era a su vez un amago contra los preceptos sociales hispánicos de honor y
estamento. Frente a esta tendencia, los criterios de linaje y memoria histórica en los cuales se
apoyaba el reclamo de la nobleza inca para ocupar un lugar especial en la esfera pública, no
podían menos que verse afectados. Hasta cierto punto, la trayectoria de Túpac Amaru reflejó
estos cambios, pero si la nobleza inca de las ocho parroquias del Cuzco se refugió en el pasado
para justificar su identidad colectiva y su posición privilegiada, Túpac Amaru imaginaba por
entero una nueva comunidad. Su
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visión emanaba del mismo pasado dorado, pero se enfocaba hacia adelante, a un futuro
diferente controlado por los colonizados, quienes en lo sucesivo estarían en libertad de construir
un nuevo incario, más bien como los Nuevos Cuzcos que los otrora emperadores incas habían
comenzado a construir cuando los interrumpió la Conquista. La nobleza inca veía su futuro en
base al “futuro pasado”. Mientras Túpac Amaru buscaba una transformación, ellos se aferraban a
lo que quedaba de la gloria de sus antepasados. El intento de José Gabriel por traducir su
comunidad imaginada a la realidad socavó ―irónicamente, en vista de la aguerrida oposición de
los electores a su visión― la certeza de su posición social y de su acceso al ritual público y al
despliegue carnavalesco.
Un problema para los partidarios de la monarquía inca fue que Juan Bautista
Condorcanqui, el principal candidato a ocupar el trono, estaba preso en Ceuta
desde 1782. Otros miembros de la familia real fueron masacrados como
consecuencia de la derrota revolucionaria. Razón no les faltaba a los diputados
monárquicos que no sostenían la candidatura incaica. A pesar de que había otros
patriotas americanos que llevaban la sangre imperial: José Miguel, Juan José y
Luis Carrera –octavos nietos del Inca por su antepasada Barbola Coya Inca
esposa de Garci Díaz de Castro; José de Artigas –séptimo nieto del Inca, por
línea de Beatriz Túpac Yupanqui, mujer de Pedro Álvarez Holguín.
Otros descendientes de los emperadores del Perú eran: Valentín Gómez –
octavo nieto del Inca, por línea de Beatriz Túpac Yupanqui y Pedro Álvarez
Holguín. Sin embargo su condición de sacerdote le impedía tener descendencia.
Lamentablemente la idea no alcanzó a concretarse y según Adolfo Saldías,
únicamente el Sol –Inti de los antiguos soberanos quechuas quedó estampado en
la bandera de Belgrano.
BARBOLA COYA: Por una información levantada en 1621 teniendo por testigo a
Rodrigo de Salinas se sabe que era “legitima mujer” de Garci Diaz de Castro y “pariente
cercana de Rey Inca del Perú”, que en su casa de La Serena “había muchos indios
orejones del Perú, que acudían a casa de la dicha doña Barbola y la respetaban con gran
veneración de esta por señora”. El mismo testigo puntualizó que habiendo ido a visitar
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en Santiago a doña Beatriz Clara Coya, esposa del gobernador Martín Garcia Oñez de
Loyola esta le preguntó “si conocía a la dicha doña Barbola la Coya y si era viva”. El le
informó que había muerto, a los que la princesa dijo “que si fuera viva solo por verla
fuera a la dicha ciudad de La Serena porque la dicha doña Barbola Coya era de su
apellido y linaje”.
Otra testigo doña Isabel de Salazar dijo que doña Barbola era tenida en la ciudad de La
Serena por tia o prima de doña Beatriz, y otros afirmaron que era sobrina del rey Inca
del Peru, de real, alto y serenimo linaje lo cual era público y notorio en la dicha ciudad
así entre españoles como entre indios.
Sostenían ser descendientes de Juan Tito quien contrajo matrimonio con Gabriela de
Arce y procrearon a Manuela Túpac Amaru y Arce. Esta dama se casó con el criollo
Bernardo de Betancur y Hurtado de Arbieto, cuyos hijas protagonizaron un sonado
litigio reclamando el derecho a poseer el Marquesado de Santiago de Oropesa. Sin
embargo, es probable que este linaje descienda en realidad de Alonso Tito Atauchi, otro
nieto del emperador Huayna Cápac, puesto que José Gabriel Condorcanqui denominado
Tupac Amaru, alegó en la Audiencia de Lima (en 1777) que falsificaron documentos e
inclusive que arrancaron páginas de un libro bautismal para socavar la legítima posición
de los Condorcanqui-Tupac Amaru. Tema confuso y rebatible. Dicho proceso judicial
fue lamentable y produjo difamaciones mutuas entre las dos familias, por eso también se
afirma que Condorcanqui era un impostor. Las opiniones son diversas, según José
Antonio Del Busto no se demostró parentesco lineal alguno de los Betancur con los
Túpac Amaru (Del Busto Duthurburu, 1981).2
__________________________________
El diputado por Catamarca, Azevedo, dio principio la controversia el 12 de julio,
sosteniendo la forma “monárquica temperada en la dinastía de los Incas y sus
legítimos sucesores, designándose desde que las circunstancias lo permitiesen para
sede del gobierno la misma ciudad del Cuzco".
Esta moción fue apoyada en principio, pero se propone se debata más
explícitamente en sesiones futuras. Los días 15, 19, y 31 de julio y 5 y 6 de agosto
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discutieron los diputados Oro, Serrano, Pacheco, Castro Barros, Rivera, Loria,
Thames, Godoy Cruz, Malabia y Anchorena.
Los representantes que sostenían la monarquía inca eran: Azevedo, Pacheco,
Castro Barros, Rivera, Loria, Thames y Malabia. Afirma Pérez Guilhou que la
mayoría de ellos se adhiere a la forma monárquica temperada, sosteniendo unos la
candidatura del Inca y otros combatiéndola, sin especificar la posible casa
reinante.
_____________________
Respecto del diputado Anchorena sus opiniones sobre el proyecto incaico
diferirán treinta años después. En carta a su hermano del 12/VII/1816 le
manifiesta: “Recibo muchas expresiones de Belgrano que llegó a ésta hace días.
Ayer ha marchado Pueyrredón que debe verse con San Martín en Córdoba…Ya
sabrás que se acordó publicar nuestra independencia por medio de un manifiesto que
se ha encargado a Bustamante, Medrano y Serrano. Se trata de la forma de gobierno,
y está muy bien recibida en el Congreso y pueblo la monarquía constitucional,
restituyendo la casa de los Incas. Las tres ideas han sido sugeridas y agitadas por
Belgrano, y los que están impuestos de las relaciones exteriores las consideran muy
importantes. Lo que no tiene duda es que, si se realiza el pensamiento, todo el Perú se
conmueve, y la grandeza de Lima tomará partido en nuestra causa, libre ya de los
temotes que le infundía el atolondramiento democrático”.
_______________________________________
Los habitantes de Buenos Aires pudieron juzgar de lo apropiado del vocablo de
Anchorena, por trivial que sea la observación, en presencia de Juan Bautista Túpac
Amaru, descendiente del Inca, que llegó a Buenos Aires en el año de 1822, y quien
como una gota de agua a otra, era igual a cualquier gaucho de las campañas de
Santiago del Estero ribereños del Salado, donde se conservan todos los perfiles de esa
raza”.
Hay que recordar que el general Güemes en su proclama a sus compañeros de
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armas, reproducida por “El Censor”, el 12/IX/1816 decía entre otras cosas: “En
todos los ángulos de la tierra no se oye más voz que el grito unísono de la venganza y
exterminio de nuestros liberticidas. ¿Si estos son los sentimientos generales que nos
animan, con cuanta más razón lo serán cuando, restablecida muy en breve la
dinastía de los Incas, veamos sentado en el trono y antigua corte del Cuzco al
legítimo sucesor de la corona? Pelead, pues, guerreros intrépidos, animados de tan
santo principio; desplegad todo vuestro entusiasmo y virtuoso patriotismo, que la
provincia de Salta y su jefe vela incesantemente sobre vuestra existencia y
conservación”.
Un problema para los partidarios de la monarquía inca fue que Juan Bautista
Condorcanqui, el principal candidato a ocupar el trono, estaba preso en Ceuta
desde 1782. Otros miembros de la familia real fueron masacrados como
consecuencia de la derrota revolucionaria. Razón no les faltaba a los diputados
monárquicos que no sostenían la candidatura incaica. A pesar de que había otros
patriotas americanos que llevaban la sangre imperial: José Miguel, Juan José y
Luis Carrera –octavos nietos del Inca por su antepasada Barbola Coya Inca esposa
de Garci Díaz de Castro; José de Artigas –séptimo nieto del Inca, por línea de
Beatriz Túpac Yupanqui, mujer de Pedro Álvarez Holguín.
Otros descendientes de los emperadores del Perú eran: Valentín Gómez –
octavo nieto del Inca, por línea de Beatriz Túpac Yupanqui y Pedro Álvarez
Holguín. Sin embargo su condición de sacerdote le impedía tener descendencia.
Lamentablemente la idea no alcanzó a concretarse y según Adolfo Saldías,
únicamente el Sol –Inti de los antiguos soberanos quechuas quedó estampado en
la bandera de Belgrano.
18 AGOSTO 2015
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Entre los diputados, la casi totalidad se inclinaba por establecer una Monarquía
temperada, sosteniendo unos la candidatura del Inca y otros combatiéndola, sin
Esta moción fue apoyada en principio, pero se propone se debata más
explícitamente en sesiones futuras. Los días 15, 19, y 31 de julio y 5 y 6 de agosto
discutieron los diputados Oro, Serrano, Pacheco, Castro Barros, Rivera, Loria,
Thames, Godoy Cruz, Malabia y Anchorena. Los representantes que sostenían
la monarquía inca eran: Azevedo, Pacheco, Castro Barros, Rivera, Loria, Thames
y Malabia.
Desde la prensa periódica, sólo un editorial del periódico La Crónica Argentina, dirigido
por Pazos Silva, se oponía, particularmente, al proyecto incaico, basado en cuestiones
vinculadas a los enfrentamientos que seguramente se producirían impulsados por los
pretendientes al Trono, además por la complejidad y peligro de establecer una Regencia y,
fundamentalmente, porque se trataba seguramente de llevar a las altas gradas del Trono a un
individuo cubierto de harapos que mal hablaría de las bondades de una solución monárquica;
palabras que no diferían de aquellas que, en carta a su primo Juan Manuel de Rosas, escribiera
Tomás M. de Anchorena en diciembre de 1846, al hacer un retrato de la propuesta de Belgrano.
Bernardino Rivadavia, a raíz de las noticias que le remitió Belgrano sobre el
proyecto monárquico, le escribió a Pueyrredón expresándole su punto de vista al
respecto, y éste a su vez se lo retransmitió a San Martín en carta del 8/III/1817: “Ayer
he tenido comunicaciones de Rivadavia de 22 de febrero último en París. Dice que ha
sido recibida con extraordinario aprecio la noticia de que pensábamos declarar por
forma de gobierno la monarquía constitucional; pero que ha sido en proporción
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ridiculizada la idea de fijarnos en la dinastía de los Incas [...]”.
El Censor, periódico contemporáneo de La Crónica, cuyo editor era un emigrado español
de cepa liberal, Valdéz, elogió el Proyecto de Belgrano y dio cuenta de las adhesiones que
recibía, por parte de Güemes en el Interior y, en general, en todas las ciudades del norte del
Virreinato del Río de la Plata.
Hay que recordar que el general Güemes en su proclama a sus compañeros de
armas, reproducida por “El Censor”, el 12/IX/1816 decía entre otras cosas: “En
todos los ángulos de la tierra no se oye más voz que el grito unísono de la venganza y
exterminio de nuestros liberticidas. ¿Si estos son los sentimientos generales que nos
animan, con cuanta más razón lo serán cuando, restablecida muy en breve la
dinastía de los Incas, veamos sentado en el trono y antigua corte del Cuzco al
legítimo sucesor de la corona? Pelead, pues, guerreros intrépidos, animados de tan
santo principio; desplegad todo vuestro entusiasmo y virtuoso patriotismo, que la
provincia de Salta y su jefe vela incesantemente sobre vuestra existencia y
conservación”.
Las ventajas son geométricas, afirmaba San Martín y con esa voz que subrayó definió
de la manera más elocuente la propuesta de Manuel Belgrano. Señalaba, igualmente, que no se
echara manera de una Regencia de varias personas porque ello destruiría le grandeza del
proyecto, por otra parte, afirmaba, basta cambiar el nombre de "Director" y queda un monarca.
A fines de 1816 la candidatura inca fue reemplazada por la entronización de un
miembro de la familia portuguesa. Desde 1818 otros candidatos fueron el príncipe de
Luca y el duque de Orleáns.
Bernardino Rivadavia, a raíz de las noticias que le remitió Belgrano sobre el proyecto
monárquico, le escribió a Pueyrredón expresándole su punto de vista al respecto, y éste
a su vez se lo retransmitió a San Martín en carta del 8/III/1817: “Ayer he tenido
comunicaciones de Rivadavia de 22 de febrero último en París. Dice que ha sido
recibida con extraordinario aprecio la noticia de que pensábamos declarar por forma
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de gobierno la monarquía constitucional; pero que ha sido en proporción ridiculizada
la idea de fijarnos en la dinastía de los Incas. Discurre con juicio sobre esto, y me insta
para que apresure la declaración de la primera parte. Éste ha sido mi sentir, pero no
sé si los doctores pensarán de un modo igual”.
► En el orden de lo jurídico-
político, la Monarquía es ese
Grial, allí se encuentra el
monarca pues, al decir del
deán Funes tomando las
palabras de Isaías, el Príncipe
es como una roca en forma de
Texado., donde el Vasallo
está a cubierto de las
tempestades y huracanes
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Como debió haber sido en el Incanato, La corona que usó el Rey Monarca en las ceremonias
oficiales o cuando aparecía en las fiestas del Inti Raymi por ejemplo, era una prenda
íntegramente trabajada en oro puro, el grabado trenzado simboliza la fortaleza de su Imperio que
coronaba su frente en cuatro hileras que encarnan a los cuatro suyos, en la frente se ubica una
representación de su Padre el Dios Sol, que ha sido elaborada finamente con el oro de más alta
pureza, las orejeras son doblemente reforzadas y finalmente en su rostro se trata de encarnar
una lluvia del precioso metal como símbolo de divinidad, muy pocas personas en el Incario, eran
capaces de mirar fijamente a la cara del Inca.
La corona del Rumi Ñahui, es por jerarquía de plata pura, el Comandante en Jefe de las huestes
del Inca, era su brazo derecho y ejecutor de las órdenes directas del soberano. Sin embargo, en
esta oportunidad se ha diseñado similar a la del Inca, para efectos de la fiesta patronal en honor
de “Santa Rosa de Chiquian”
Efrain Vasquez
La exposición del general abarcaba el siguiente temario:
1º) Que toda la revolución de América había perdido prestigio y toda posibilidad de
apoyo entre los poderes de Europa por “su declinación en el desorden y anarquía
continuada por tan dilatado tiempo”.
2º) “Que había acaecido una mutación completa de ideas en Europa en los
respectivo a forma de gobierno. Que como el espíritu general de las naciones, en años
anteriores, era republicarlo todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo”.
3º) Que “en su concepto la forma de gobierno más conveniente para estas provincias
sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los Incas por la justicia
que en sí envuelve la restitución de esta Casa tan inicuamente despojada del trono” y el
entusiasmo general con que sería acogida por los habitantes del interior.
Castro Barros dice que: “habiendo analizado las ventajas e inconvenientes de
un gobierno federal que había deseado para estas provincias, creyéndole el más a
propósito para su felicidad y progreso, en la actualidad, después de una seria
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reflexión sobre las circunstancias del país, la necesidad del orden y la unión, la
rápida ejecución de las providencias de la autoridad que preside la Nación, y otras
consideraciones, creía conveniente la monarquía temperada, que conciliando la
libertad de los ciudadanos y el goce de los derechos principales que se reclaman por
los hombres en todo país libre con la salvación del territorio en lo lamentable de la
presente crisis, traía envuelta en sí una medida convenientísima al mismo objeto”.
Respecto del diputado Anchorena sus opiniones sobre el proyecto incaico
diferirán treinta años después. En carta a su hermano del 12/VII/1816 le
manifiesta: “Recibo muchas expresiones de Belgrano que llegó a ésta hace días.
Ayer ha marchado Pueyrredón que debe verse con San Martín en Córdoba…Ya
sabrás que se acordó publicar nuestra independencia por medio de un manifiesto que
se ha encargado a Bustamante, Medrano y Serrano. Se trata de la forma de gobierno,
y está muy bien recibida en el Congreso y pueblo la monarquía constitucional,
restituyendo la casa de los Incas. Las tres ideas han sido sugeridas y agitadas por
Belgrano, y los que están impuestos de las relaciones exteriores las consideran muy
importantes. Lo que no tiene duda es que, si se realiza el pensamiento, todo el Perú se
conmueve, y la grandeza de Lima tomará partido en nuestra causa, libre ya de los
temotes que le infundía el atolondramiento democrático”.
Tres décadas más tarde, con un miraje distinto y despectivo respecto de la persona
del candidato nativo y de las provincias, el federal Anchorena en carta a Juan Manuel de
Rosas del año 1846, dirá: “Nadie se ocupaba del sistema republicano federal, porque
todas las provincias estaban en tal estado de atraso, de pobreza, de ignorancia y de
desunión entre sí, y todas juntas profesaban tal odio a Buenos Aires, que era como
hablar de una quimera discurrir sobre el establecimiento de un sistema federal…Los
diputados de Buenos Aires y algunos otros más nos quedamos atónitos, en lo ridículo y
extravagante de la idea de proclamar por rey a un vástago del Inca; idea que
entusiasmó a toda la cuicada, y una multitud considerable de provincianos congresales
y no congresales: monarca de la casta de los chocolotes, cuya persona, si existía,
probablemente tendríamos que sacarla borracha y cubierta de andrajos de alguna
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chichería”.
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El laberinto ancestral de la nobleza inca empezó hace unos 500 años, cuando los
conquistadores españoles introdujeron una serie de medidas que se acentuaron
durante la Independencia. Estas medidas debilitaron las antiguas estructuras
sociales y de continuidad. Una de aquellas medidas fue la incorporación de la
nobleza indígena al sistema social y de linaje europeo.
Matrimonio real
Pérdida de privilegios
Hasta entonces los descendientes de las panacas reales recibían una serie de
prerrogativas de la corona española. Tras la rebelión de Túpac Amaru fueron
castigados. De nada sirvió que apoyaran a la corona ni su certeza de que el
futuro de su posición residía con el rey en Europa y no con un movimiento
independentista criollo. La corona española arremetió y decidió que la posición
de cacique dejaba de ser hereditaria. Así, se redujo considerablemente las
principales fuentes de ingreso económico de las familias. También se reprimió
varias de sus manifestaciones culturales, como el uso de trajes tradicionales en
las procesiones.
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Con las masas, el Inca iba a comunicarse usando un lenguaje simbólico, de raigambre
mesiánica. Ese lenguaje se manifestaba en el uso de instrumentos musicales
tradicionales, en el uso de banderas, insignias y vestimentas incaicas, así como del
apelativo Inca, que poseía implicancias mesiánicas (vinculadas al mito de Inkarrí), por
cuanto el Inca no se mostraba solamente como rey y soberano legítimo, sino también
como redentor, restaurador del mundo, salvador de los indios, esperándose de él un
comportamiento milagroso. Se le otorgaban rasgos divinos o prodigiosos.
Para la mayoría de los rebeldes peruanos, la fuente de sus creencias acerca del fin de la
dominación española estaba en la concepción que tenían del futuro, por la cual, el Inca
que regresa pone término a la dominación española y devuelve el orden al mundo.
Igualmente, la muerte del Inca implicaba una destrucción del orden, del principio
regente del mundo. La muerte de Túpac Amaru, al ser la muerte de un Inca, era la
muerte de un hombre que reunía la tierra, el cielo y los elementos; era la muerte del hijo
del sol.9
Al llegar los españoles a Perú, Inkarri fue apresado con engaños por "Españarri" ( a
su vez contracción de "España Rey", es decir el Rey de España, pero no solo él sino que
simbólicamente con él, la civilización occidental cristiana).
Españarri martirizó y dio muerte a Inkarri, y dispersó sus miembros por los cuatro
lados que conformaron el Tahuantinsuyo y enterró su cabeza en el Cusco. Sin embargo,
esta cabeza está viva y se está regenerando en secreto el cuerpo de Inkarri y cuando se
reconstituya el cuerpo , éste volverá, derrotará a los españoles y restaurará el
Tahuantinsuyo y el orden del mundo quebrado por la invasión española. Otras versiones
del mito, con matices cristianos evidentes, dicen que cuando regrese Inkarri será el fin
del mundo y el juicio final
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El mito de Inkarri: Segun las versiones Puquio (Ayacucho) Inkarri fue martirizado y
decapitado por los españoles, quienes enterraron su cabeza en el Cusco. Pero la cabeza
de Inkarri esta viva y le esta creciendo de nuevo el cuerpo debajo de la tierra.
"Cuando el cuerpo de Inkarri este completo, él volvera". Este movimiento
se difundio por Ayacucho, Ancash, Junin, cusco y estuvo relacionado a un mito el de
Inkarri, el Cristo (Dios) inca que resucitara, los pobladores andinos pensaron que esta
Inca era Tupac Amaru I, decapitado por el gobierno del Virrey Franciso de Toledo
(1570), y que algun dia resucitaria, y vino aquel dia: 4 de noviembre de 1780 en el
Cusco, los pobladores vieron a Jose Gabriel de condorcanqui (descendiente de los
ultimos incas de vilcabamba, su linaje provenia de Juana Pilco Huaco, hija de Tupac
Amaru I ) el Inkarri resucitado, le denominaron Tupac Amaru II.
aunque tambien, esta version se difundio en la ceja de selva central.
Aqui los aborigenes campas y aguarunas, por la predicación de los
curas agustinos, lo relacionaron con el nombre de Kesha Inca (el Inca
mesias), el sería el mismisimo Juan Santos Atahualpa, jefe de la
rebelion amazónica del siglo XVIII.
Uso adecuado de las fuentes documentales y de una amplia bibliografía que responde
ampliamente al tema motivo de análisis.