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Fecha: 14/05/2018
“Mi libertad termina donde empieza la de los demás”. – Jean Paul Sartre.
Desde el comienzo de la esclavitud, alrededor del siglo XVI, nació el concepto de libertad. El
significado era simple, era libre quien no era esclavo. Con el paso del tiempo, la esclavitud se fue
aboliendo y, por consiguiente, esta noción fue cambiando. Hoy en día, casi no hay esclavos y
“Libertad” se ha trasladado a estatutos como los derechos humanos, donde expresan por ley la
libertad de expresión, derecho al voto y a la vida, entre otros.
A pesar de todas estas hipótesis, el común de los mortales vivimos ignorando la posibilidad de
ir más allá. Para nosotros, tenemos la libertad impuesta por la sociedad, por ejemplo la libertad
de realizar un sueño, de estudiar, crear bienestar común, etc. Pero, de igual manera, nos ha
cargado con otras limitaciones que están solo dentro de nuestra mente, como son: la forma de
vestirse, que comer, a quien amar, estereotipos de toda clase y otras más graves como la
subyugación de pueblos y mujeres en el medio oriente. Es más fácil vivir de esta manera, pues
en cierto modo, le da más sentido a nuestro día a día.
Al final, el hombre nunca será totalmente libre mientras piense en lo que debe hacer o no en
función de las normas impuestas por una sociedad. Ell ser humano es un ser social que no puede
simplemente liberarse del mundo que habita, de sus prejuicios y tradiciones, de
sentimentalismos que lo encadenan hasta el último de sus días. Tal vez, la muerte termine
siendo la liberación total, permitiéndonos llegar al clímax de nuestra existencia.