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El tanzih que absuelve al Absoluto de

su absolutez
La teología negativa como antídoto del nihilismo
12/09/2011 - Autor: Henri Corbin - Fuente: Webislam

Cuando se dice teología afirmativa o catafática, se designa una teología que, al deliberar
sobre el concepto de Dios, afirma todos los atributos de esencia, de operación y de
perfección, que le parecen convenir al concepto de la divinidad.

Todo atributo humano está sublimado al final. Es lo que se llama la via eminentiae. Entre
tanto, esta vía no hace más que sublimar los atributos criaturales para conferirles la
divinidad. El monoteísmo está en peligro de sucumbir a la idolatría que él mismo denuncia
por otro lado. La teología negativa o apofática, para evitar radicalmente este peligro de
asimilación (tashbîh) de la divinidad a la criatura, niega todo atributo a la divinidad y no se
expresa al respecto más que en términos negativos: es el tanzîh, la via negationis. Es la vía
elegida por excelencia en el Islam chií, tanto por los Ismailíes, como por los chiítas
duodecimanos.

Pienso en el sermón pronunciado en Merv por el Octavo Imâm, ’Alî-Reza, y comentado


admirablemente por Qâzî Sa’îd Qommî; pienso en la Escuela de Rajab ’Alî Tabrîzî, en la
Escuela sheijí de Sheij Ahmad Ahsâ’î etc. En nuestra tradición occidental, es Jacob Bœhme
el que me parece el más representativo. Me referiré entonces esencialmente a él para
simplificar la explicación de lo que se trata.

Toda doctrina metafísica que intenta una explicación total del universo, se encuentra en la
necesidad de sacar algo de nada, o más bien de sacar todo de nada ya que el principio inicial
del que se origina el mundo y que debe explicarlo, no debe ser nada de lo que este mundo
contiene y simultáneamente, es necesario que este principio inicial posea todo lo que haga
falta para explicar al mismo tiempo el ser y la esencia del mundo y de lo que el contiene. No
puede ser el mismo el Ser ni una parte del Ser porque es justamente el Ser el que se trata de
explicar. Bajo este aspecto, es la negación del Ser; en relación a las cosas de este mundo y
del pensamiento, él es lo absolutamente indeterminado; este Absoluto es ninguno. Por otra
parte el debe guardar una relación con las cosas que se originan de él, es necesario que él
tenga una cierta similitud con las cosas de las cuales él es la fuente. Es necesario que este
principio sea a la vez “todo” y “nada”, como lo analizaba excelentemente el desaparecido
Alexandre Koyré. Es a partir de ahí que se constituyen las dos teologías: negativa (apofática)
y afirmativa (catafática), la via negationis (tanzîh) y la via eminentiae.

La doble Nada

Hay entonces inicialmente una doble nada, un doble nihil, y por tanto un doble aspecto del
nihilismo, uno de alguna manera positivo y el otro puramente negativo. Existe un nihil a quo
omnia fiunt
, la nada a partir de la cual todas las cosas suceden. Es la Nada del Absoluto divino superior
al ser y al pensamiento. Y existe un nihil a quo nihil fit, la nada de la que nada procede y
donde todo tiende a caer y a hundirse, una nada inferior al ser y al pensamiento. Cuando se
habla de nihilismo uno pierde de vista muy seguido la diferencia entre los dos nihil.

La tradición neoplatónica tanto en los griegos como en las tres ramas abrahámicas, dará
prioridad a la vía apofática, a subordinar la vía afirmativa, catafática, porque el Ser se
encuentra el mismo subordinado al Absoluto. Sin esta prioridad por lo apofático (de este nihil
del que todo procede), no hacemos más que acumular atributos criaturales sobre la divinidad
(del nihil del que nada procede). Así el monoteísmo perece en su triunfo, degenera en la
idolatría que el quisiera ferozmente evitar. Esa fue la suerte de las teologías afirmativas
cuando ellas se escindían y se aislaban de la fortaleza de la teología apofática. Sin embargo,
la teología negativa establece aquí un Absoluto que mantiene en el ser todo lo que hace al
ser, en el cual no se trata de ninguna manera de hacer entrar y hundirse todo (eso es el
nihilismo) sino que por el contrario, es necesario sacar todo.

En resumen, el monoteísmo exotérico comprende esta constitutividad del Ser que es único
como si fuera la unidad de la entidad. Ahora bien, la relación del ser a la entidad, del
Absoluto indeterminado al Dios personal, no va en el sentido de una nihilidad a terminar en
el Absoluto, tampoco de una multiplicidad de entidades a confundirse en la unidad del ser,
sino en el sentido mismo de la positividad de la que el Absoluto es el principio y la fuente.
Es en este sentido que las teosofías esotéricas en el Islam, por excelencia aquella de Ibn
’Arabî, han comprendido el celebre hadiz “Yo era un Tesoro oculto y quise ser conocido,
por eso creé el mundo, a fin de ser conocido”. El nihilismo que degrada el valor positivo del
Dios personal equivale a impedir al Tesoro oculto (al Absoluto indeterminado) manifestarse
determinándose, a impedir al ser de ser entidad en la pluralidad de entidades.

“A fin de ser conocido…”

Acabo de citar a Ibn ’Arabî, en el que la teosofía mística está basada sobre esta
diferenciación entre el Absoluto indeterminado e inconocible, el Absconditum, y el Rabb, el
señor personal, el Deus revelatus, el único del que el hombre puede hablar porque él es el
término correlativo. Pasa igual en la teosofía del Ismailismo, en la que el nombre de Allah
toca de hecho a la Primera Inteligencia del pléroma. Pensaremos aquí en la relación entre En-
Sôf y los diez Sephiroth, en Metatrón y el Querubín sobre el Trono en la gnosis judía, como
también en todos los grandes místicos protestantes: un Sébastien Franck, un Valentin Weigel
etc., ya que para todos ellos es sólo con respecto a nosotros, a la criatura, que la deidad
aparece como fuerza, poder, voluntad, acción, etc.

Lo Absolutamente indeterminado no se convierte en el Deus revelatus, determinado, que


exige la via positionis más que respecto a la criatura, en tanto que este Deus revelatus es el
creador. Es necesario entonces que para que el Absoluto salga de su absolutidad, coloque
una criatura personal de la que Él es personalmente su Dios, de tal suerte que el Dios
personal no es en absoluto la negatividad originaria que habíamos escuchado anteriormente
como la “primera muerte de Dios”. Por el contrario es el nacimiento divino, ocurrido en este
pasaje del Absoluto a la persona. Si uno pregunta porque hay esta salida, porque la elección
de esta correlación del Creador con el ser-creado, la mejor respuesta se encuentra aún en la
obra ejemplar de nuestro Jacob Bœhme: su inmensa obra, porque contiene el secreto de su
Búsqueda, es la respuesta personal a esta cuestión y no puede haber otra respuesta que no
sea personal.

Toda la teología de Bœhme es “un análisis de las condiciones de la posibilidad de la persona


absoluta”, es decir, absuelta de la indeterminación del absoluto original, del Absconditum
(decíamos anteriormente, el Absoluto estando absuelto de toda determinación, aún queda por
absolverle de esta indeterminación). El mérito de Koyré fue haber sido uno de los pocos en
captar este aspecto que diferencia a Bœhme de tantos de sus predecesores, evitándonos las
trampas –aspecto capital, ya que su caso ejemplar nos ayuda a percibir lo que pone en
cuestión el tema que yo propongo, y a través de este tema las condiciones de un diálogo-.

“Lo que Bœhme cree antes que toda doctrina, lo que él busca, es que toda su doctrina sea
destinada a justificar que Dios es un Ser personal, más aún, que Él es una persona, una
persona viva, consciente de ella misma, una persona activa, una persona perfecta”.
Señalemos bien las palabras: “lo que él busca”. El Dios personal no está representado
primitivamente. Él se encuentra al final de una Búsqueda (como la del Santo Grial). No hay
entonces ninguna confusión entre el Absoluto y el Dios personal, confusión que habría sido
empleada por el personalismo occidental y denunciada, ya lo hemos visto, como fuente del
nihilismo promotor de la “muerte de Dios”. Esta Búsqueda contrasta con dos nihilismos
simétricos: el de una teología afirmativa (catafática) erigiendo de entrada su dogma en
absoluto, más allá del cual nada habrá de buscarse y el de una teología negativa (apofática)
que no aspira más que a la indeterminación de lo Absoluto, y que perdería de vista que él es
el nihil a quo omnia procedunt (el Tesoro oculto del hadiz citado anteriormente). De una y
otra parte, tenemos una teología sin teofanía.

Un abismo sin fondo

Es a partir de ahí que se pueden discernir dos actitudes permanentes a lo largo de los siglos y
hasta nuestros días, tipificadas respectivamente en la doctrina mística del Maestro Eckhart
(siglo XIV) y en la teosofía mística de Jacob Bœhme (1575-1624). Observar estos dos casos
ejemplares es como deshacer las trampas del nihilismo. Tanto en uno como en otro Eckhart
y Bœhme existe, desde luego, el sentimiento profundo de la Divinidad mística como
Absoluto no determinado, inmóvil e inmutable en su eternidad. Solamente, a partir de ahí los
dos maestros divergen. Para Maestro Eckhart, la Deitas (Gottheit) trasciende el Dios
personal y él es el que hay que superar, porque él es correlativo del alma humana del mundo,
de la criatura. El Dios personal no es pues más que una etapa del camino de la mística,
porque este Dios personal esta afectado de limitación y de negatividad, de no-ser y de
devenir. “El se convierte y se reconvierte” (Er wird und entwird). El “alma eckhartiana”
busca liberarse para escapar de los límites del ser, del nihil de la finitud, de todo lo que la
pudiera atar; le es indispensable entonces escapar a ella misma para sumergirse en el abismo
de la divinidad, un Abgrund en el cual por esencia ella no alcanzará nunca el fondo (Grund).

Solo Él tiene derecho a decir YO

La concepción y la actitud de Jacob Bœhme son otra cosa. El busca la liberación en la


afirmación del sí mismo, en la realización del Yo verdadero de su “idea” eterna (lo que
designa el concepto mismo de ‘ayn thâbita de Ibn ’Arabî y de todos aquellos que él inspira
en teosofía islámica).

Todo se encuentra a la inversa: no es el Dios personal el que es una etapa hacia la Deitas,
hacia el Absoluto indeterminado. Por el contrario, es este absoluto el que constituye una
etapa hacia la generación, el nacimiento eterno del Dios personal. Jacob Bœhme admite
también: “Er wird und entwird”, pero esto no significa para él el nihil nihilizante,
reduciendo a nada el Dios personal. Todo lo contrario, esto designa el nihil del Absoluto
diferenciándose de su aspiración a rebelarse, a determinarse (¡el Tesoro oculto!) en un sólo
Nunc aeternitatis (ewiges Un). Hay así una historia intradivina, pero no es una Historia en el
sentido ordinario de esta palabra, sino una Historia intemporal, eternamente terminada y
eternamente comenzada, simultánea y eternamente (simul tota) por completo bajo todas las
formas y en todas las etapas de su autogeneración como Dios personal. Éste Dios personal
“contiene en él mismo toda diferencia (…). Él está en movimiento y es el movimiento él
mismo”. La determinación que comprende la persona no es “originaria” aquí; ella ya no está
afectada por la nihilitud, ella es una conquista del y por el nihil de la indeterminación
original.

La forma personal del Ser es la más alta

Esto es lo que tenemos que aprovechar. Describiendo las condiciones que hacen posible la
persona absoluta como triunfo y conquista del nihil primordial (condiciones que forman toda
la estructura del organismo divino), Bœhme describe eo ipso “la ruta por la cual Dios pasó y
pasa eternamente para poder engendrarse y constituirse él mismo, las fases eternamente
sucesivas así como eternamente simultáneas de la vida divina: las etapas de su desarrollo
interior”. Ahora bien, esta historia eternamente intradivina de la generación eterna de Dios
personal es el arquetipo que ilustra a su vez el alma humana para acceder al rango de la
persona. La forma personal del ser es “la más alta porque ella realiza la revelación del sí, en
tanto que el ser no se realiza y no se manifiesta más que determinándose y manifestándose”.

Son estas mismas relaciones las que expresa el léxico de nuestros filósofos iraníes en
términos como zohûr (manifestación), tajallî ilâhî (teofanía), mazhar (forma teofánica),
tashajjus (individuación). Todo un programa de filosofía comparada al enunciar
simplemente estos términos. Consecuentemente, disponemos de la estrategia necesaria para
hacer frente al nihil a quo nihil fit, es decir al nihilismo a secas, el cual se presenta en la
actualidad bajo la forma laicizada de agnosticismo o de colectivismo totalitario. El
personalismo no es solamente la vocación del Occidente; no es solamente el mundo griego,
es también el mundo iranio y es también todo el mundo espiritual de las “religiones del
Libro”. El es el escudo contra todas las fuerzas negativas y nihilizantes néantissantes.
Investigar los orígenes y las causas de fallas y demisiones de este personalismo, nos
arrastraría demasiado lejos.

Realizar lo que hay de más profundo y más personal en el hombre

Yo cité el caso de nuestro Jacob Bœhme como el ejemplo de aquellos para quienes la meta
suprema de la búsqueda del hombre en este mundo, no es el Ens nullomodo determinatum
(aún si este “ser enteramente indeterminado” se presenta como el ideal del Asia tradicional).
Todo lo contrario, es el Ens determinatum omni modo (el ser enteramente determinado) la
meta de la Búsqueda. Más allá de esto, “ya no hay persona”. El diálogo no tendrá lugar más
que entre “sombras”. Es el mismo sentido del tema que propuse: de la teología negativa
como antídoto del nihilismo, porque dicha teología negativa autentifica el nacimiento eterno
de la persona. Justamente al realizar lo que hay de más profundo y más personal el hombre
cumple su función esencial que es la función teofánica: expresar a Dios, ser el théophore, el
porta-Dios, más no aniquilándose por fusión con la divinidad o en la colectividad que hay en
la laicización ilusoria, ni tampoco a través del abandono de lo que lo define como una
persona y lo coloca en el ser.

El contraste que nos pone en la disyuntiva se puede enunciar en dos formas latinas que
debemos al genio de Franz von Baader, gran intérprete de Bœhme: “A la tesis: Omnis
determinatio est negatio (toda determinación es negación, es la tesis que ve en el
personalismo la fuente del nihilismo), Bœhme opone implícitamente la creencia:
Omnis determinatio est positio (toda determinación es posición)”. En el contraste entre estas
dos posiciones de tesis recapitulamos todo lo que hemos intentado demostrar aquí. Ya sea
que nos hagamos cargo del presente o del futro, podemos enfrentar la pregunta: ¿Dónde esta
el nihilismo?

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