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EL PENSAMIENTO DE CASIODORO Y SAN ISIDORO

CASIODORO.

 Vivió entre el 477 y el 565/570, aproximadamente, fue compañero y discípulo de


Boecio y, como su maestro, trabajó durante algún tiempo al servicio de Teodorico, rey
de los ostrogodos.
 Si Boecio es “el último romano”, Casiodoro es “el primer medieval” y aunque se
formó en el eclecticismo neoplatónico de su maestro, su mentalidad es ya de otro
mundo en formación, el de la cristiandad medieval.

 El escrito de Casiodoro que más influyó en la Edad Media fue su obra en dos libros
Instituciones de las letras divinas y seculares. Esta obra, que es un resumen de las
ciencias de la antigüedad, tanto religiosas como seculares, fue el modelo en el que se
forjó la enseñanza medieval, y fue también uno de los principales canales por los que
el Medioevo tuvo conocimiento de la antigüedad.

 En el libro primero presenta una exposición de los libros necesarios para la formación
del monje en el estudio de la sagrada escritura, como un especie de catálogo
bibliográfico

 En el libro segundo de sus Instituciones trató de las siete artes liberales,


o las tres ciencias del discurso o trívium: gramática, retórica y dialéctica.
o las cuatro ciencias reales o quadrívium: aritmética, geometría, música y
astronomía).

 Casiodoro no pretendía novedad u originalidad de pensamiento, sino más bien


ofrecer una sinopsis del saber que había extraído de otros escritores, y su libro sobre
dichas artes fue muy utilizado como libro de texto en la primera parte de la Edad
Media.

 En su tratado teológico De Anima, Casiodoro siguió a san Agustín y a Claudiano


Mamerto en sus pruebas de la espiritualidad del alma humana.

 El alma no puede ser una parte de Dios, puesto que es mudable y capaz de mal, pero
tampoco es material ni puede serlo, puesto que puede tener como objeto de
conocimiento lo que es espiritual, y sólo lo que es en sí mismo espiritual puede
conocer lo espiritual.
 Como espiritual, el alma está totalmente en todo el cuerpo y totalmente en cada parte
del mismo, es indivisible e inextensa; pero opera en una determinada parte del
cuerpo, por ejemplo, en un órgano sensitivo, unas veces con más intensidad y otras
con menos.

 Fue, por tanto, mucho más un «transmisor» que un pensador original.

SAN ISIDORO DE SEVILLA (559-636).

 Nace en Cartajena posiblemente entre los años 556 y 559 y muere alrededor de los 80
años en Sevilla en el 636.

 Según una leyenda hagiográfica, cuando Isidoro tenía apenas un mes de vida, un
enjambre de abejas invadió su cuna y cuando se fue, tras el susto de sus padres, dejó
en los labios del pequeño bebé una gota de miel, presagio de la dulzura de las
enseñanzas que Isidoro iba a impartir en la edad madura.

 La lectura de las obras de San Agustín y de San Gregorio Magno influyó


profundamente sobre su forma de pensar y de actuar, en particular el sentido de
solidaridad hacia los más pobres a quienes asistió y donóblimosnas durante toda su
vida.

 Al igual que Casiodoro llegó a ser más un «transmisor» que un pensador original. Así
la Filosofía de San Isidoro no contiene puntos de vista propiamente originales; pero
es el compendio más comprensivo, más razonado y más completo de la Filosofía
cristiana posible en aquella época

 Su obra más importante o enciclopedia, se llamó Originumseu Etymologiarum libri


(conocida como las Etimologías).

 En esa obra san Isidoro trata de las siete artes liberales, como también de un gran
número de hechos y teorías científicas o cuasi-científicas sobre temas de las
Escrituras, jurisprudencia, medicina, arquitectura, guerra, navegación, la geografía,
la historia y hasta los animales y los monstruos.
 Además de las Etimologías, los Libri tres sententiarum de san Isidoro (una colección de
tesis teológicas y morales tomadas de san Agustín y de san Gregorio Magno) fueron
también ampliamente utilizados.

 Su tratado sobre los números, Liber Numerorum, que trata de los números que
aparecen en las Sagradas Escrituras, es, por lo general, fantasioso en extremo en los
significados místicos que asigna a los números.

Aspectos principales de su obra y pensamiento

1.º La Filosofía es el conocimiento de las cosas divinas y humanas, unido al estudio y


cuidado de vivir rectamente. Divídese en tres partes, que son :

a) Filosofía natural o física, cuyo objeto es la investigación déla naturaleza y de sus


causas.
b) Filosofía moral, que trata de las costumbres o moralidad de los actos.

c) Filosofía racional o lógica, que enseña el modo de buscar la verdad en los objetos
de las dos ciencias mencionadas.

En la Filosofía se debe distinguir la parte científica o la ciencia, que es conocimiento


cierto de la cosa, y la opinión, o conocimiento incierto y meramente probable. Para que
haya verdadera ciencia, es preciso que la verdad sea conocida de una manera evidente y
cierta: scientia est cum res aliqua certa ratione percipitur.

2º Por medio de las cosas finitas y creadas, venimos en conocimiento de la existencia y de


los atributos de Dios, el cual es el Sumo Bien, y en el cual existen de una manera
substancial, a la vez que simplicísima, la belleza, la omnipotencia, la eternidad y la
inmensidad.

Es en virtud de tal inmensidad que «llena el cielo y la tierra sin estar contenido o
circunscrito por ellos, y, siendo uno, está todo en todas partes (cum sit idem unus, ubique
tamen totus est), pero de una manera indivisible.» La inmensidad divina, añade, es de tal
naturaleza, que debemos concebir a Dios como dentro de todas las cosas, sin estar
encerrado en ellas; fuera de todas las cosas, pero no excluido de las mismas: ut intelligatur
eum (Deum) intra omnia, sed non inclusum; extra omnia, sed non exclusum.

3.º En Dios no hay presente, pasado ni futuro, y su eternidad contiene y precede todos los
tiempos. Esta eternidad es consecuencia lógica y necesaria de la inmutabilidad absoluta
de Dios, cuya substancia excluye toda mutación, y cuyos actos y determinaciones son
libres, sin dejar de ser eternas.

Cuando produce o crea en el tiempo alguna cosa, la mutación sólo tiene lugar en la cosa
producida, pero no en la voluntad inmutable y eterna de Dios.

4.º El hombre ocupa lugar eminente entre las criaturas: es el fin próximo y parcial de la
creación, y el ser que más se asemeja al Creador. Es un animal compuesto de alma y de
cuerpo viviente, dotado de razón, de libre albedrío, y capaz de vicios y virtudes.

Sin embargo, el alma racional no es lo que constituye al hombre, sino que, por el
contrario, el hombre es solamente el cuerpo que está formado de la tierra.

Esta opinión de San Isidoro, si se la toma en sentido literal, es la antítesis de la


teoría platónica; pero probablemente sólo quiso dar a entender que la palabra homo trae
su origen etimológico de humus.

5.º El alma racional no es parte de la substancia divina, ni trae su origen de la materia, sino
que es incorpórea y espiritual, creada de la nada por Dios, e inmortal; pues aunque tiene
principio, no tiene fin, a diferencia de las almas de los brutos, las cuales, después de la
muerte, se disuelven y desaparecen juntamente con el cuerpo.

6.º Este mundo visible, compuesto de cielo, tierra, mares y estrellas, se llama mundo
porque está siempre en movimiento y porque sus elementos están sujetos a perpetuas
mutaciones o cambios de ser y de obrar.

Fue creado o sacado de la nada por la omnipotencia de Dios, en todas sus partes, inclusa la
materia que entra en su composición. Ni se debe imaginar por eso que Dios, al crear el
mundo, comenzó a querer o hacer algo de nuevo; porque aunque el mundo no existía antes
realmente, existía en la razón y en el consejo eterno de Dios.

7.º El origen del mal es el defecto o malicia de la voluntad; pues la naturaleza y la


voluntad, consideradas en sí mismas, son buenas, como lo son también todas las
substancias creadas; el mal, como tal y considerado en sí mismo, no es naturaleza o
esencia.
Influencia posterior

San Isidoro contribuyó eficazmente a la conservación y desenvolvimiento de las


ciencias humanas y eclesiásticas en la Península ibérica, a pesar de las dificultades de los
tiempos. Resultado y expresión de ese movimiento filosófico y científico, fueron las
escuelas de Sevilla, de Córdoba, de Zaragoza, de Toledo, de Vich y de otras iglesias 1.

Ya hemos indicado que el libro de las Etimologías es una especie de enciclopedia de


los conocimientos humanos en la época de su publicación. Pero la importancia de las
obras de San Isidoro, y especialmente la de sus Etimologías, más que en su mérito
intrínseco, —aunque muy notable, atendida la época— debe buscarse en la influencia
incontestable y eficaz que ejerció en toda España bajo el punto de vista filosófico y
literario.

Expresión y resumen probablemente de las lecciones orales pronunciadas por San


Isidoro en su grande escuela sevillana, las Etimologías representan la base y el punto de
partida del gran movimiento intelectual que colocó a la España del siglo VII por encima de
las demás naciones. Sobre el modelo de la escuela fundada y organizada en Sevilla
por San Isidoro, fundáronse, como hemos dicho, otras en Toledo, Zaragoza, Barcelona,
Braga, Córdoba, Vich y otras partes, y los nombres de Braulio y Tajón, obispos de
Zaragoza, de San Ildefonso y Julián, de Toledo, así como los de Idacio de
Barcelona, Conancio de Palencia, Fructuosode Braga, evidencian el influjo poderoso y
universal de la escuela isidoriana en toda la Península ibérica. Desde las costas orientales
hasta la desembocadura del Tajo, desde las montañas astúricas hasta las riberas del Betis,
aparecieron por todas partes escuelas clericales y monacales, o fundadas, o dirigidas por
los discípulos de San Isidoro. Expresión y resultado de este gran movimiento científico,
filosófico, religioso y literario, fueron, además de los nombres citados, los
famosos Concilios de Toledo, el no menos célebre Forum Judicum, primer ensayo de una
legislación racional y filosófica entre los pueblos bárbaros, el Collectaneum, o sea los cinco
libros Sententiarum de Tajón, primer ensayo teológico-escolástico, y los Pronósticos del
siglo futuro, en que San Julián trata y discute filosóficamente la espiritualidad e
inmortalidad del alma humana.

El impulso comunicado a las ciencias por San Isidoro y sus escuelas fue tan enérgico,
tan universal y tan profundo, que no pudo ser ahogado por la invasión agarena. En medio
de la gran catástrofe, y después de ella, florecen todavía las escuelas cristianas que
representaron por siglos la tradición isidoriana. Isidoro de Beja, que dejó consignada en
su Chronicon la jornada infausta del Guadalete y sus consecuencias inmediatas, de las que
había sido testigo; Juan, Obispo de Sevilla, conocido por su correspondencia literaria
con Álvaro de Córdoba; Bracario, su antecesor, que había impugnado y rechazado la
doctrina de Orígenes acerca del alma (2), los Alvaros, Eulogios, Esperanideos de
Córdoba, Hatón, Obispo de Vich y maestro de Gerberto, demuestran la continuación del

1Ciudades en las que brillaron los Braulios, Ildefonsos, Tajones y Eulogios; en que Gerberto venía a estudiar los secretos
de las ciencias naturales, y que prepararon de lejos el camino para el advenimiento de San Raimundo de Peñafort, de
Lulio, de Raimundo Martín y de Pedro Hispano, con las decretales del primero, las notables obras filosóficas del
segundo, la no menos notable Pugio Fidei de Raimundo Martín, y las Summulae logicales del cuarto
movimiento literario isidoriano a través de las calamidades, resistencias y contradicciones
de la dominación musulmana.

Además del Trivium y del Quatrivium, que constituían la enseñanza general de las
escuelas públicas por aquel tiempo, en la escuela isidoriana se enseñaba hebreo, griego,
geografía, derecho, teología moral, historia y cosmografía, siendo muy de notar para
aquella época las nociones e ideas geográficas, filosóficas y cosmográficas que contiene el
libro que con el título De natura rerum escribió San Isidoro, sin contar las que se hallan en
las Etimologías.

La escuela y las obras de San Isidoro constituyen además una demostración práctica
e ineluctable de que la Europa cristiana no necesitó de los musulmanes para marchar por
los caminos de la civilización y de las ciencias, y que lo que éstos hicieron fue más bien
entorpecer y paralizar el impulso dado por el gran Arzobispo de Sevilla, propagado y
continuado por sus discípulos y sucesores.

Todavía es más infundada e inexacta la opinión de los que afirman que la Europa
cristiana debió a los árabes, y principalmente a Averroes, el conocimiento de los escritos
de Aristóteles. Los que tal dicen, seguramente no han leído las obras de San Isidoro,
porque, de haberlo hecho, no es posible que sustentaran semejante opinión, la cual,
después de todo, no es más que la reminiscencia de las iras y exageraciones
antiescolásticas de algunos escritores del Renacimiento, a la vez que el eco de las aficiones
averroísticas de otros.

Sin salir del tratado ya citado de las Etimologías, vese claramente por su contenido
que su autor conocía la mayor parte de las obras de Aristóteles, y que siglos antes que
naciera en Córdoba el famoso comentador aristotélico, se disputaba ya en Sevilla sobre la
substancia, la cualidad y demás predicamentos; sobre el silogismo y sus reglas; sobre
el Isagoge de Porfirio y los universales, y se comentaban los libros del Estagirita que tratan
del alma, de la moral, de la generación y corrupción, de la retórica y la política, y casi
todos los demás, si se exceptúan acaso los libros Metaphysicorum y la Historia animalium.
No podía suceder de otra manera, toda vez que entre los autores que cita y sigue paso a
paso en sus obras, y, sobre todo, en las cuestiones filosóficas, ocupa lugar preferente
Boecio, el cual, según se desprende de sus mismas palabras, tradujo y comentó la mayor
parte de las obras de Aristóteles.

Si nuestro San Isidoro es el iniciador y el representante legítimo de un gran


movimiento literario en la Península española, es también el eslabón de la cadena que une
la concepción filosófico-patrística con la concepción filosófico-escolástica, que tan
extraordinarias señales de fecundidad había de dar, andando el tiempo.

Finalmente, cuando Isidoro murió en Sevilla, hacía ya cuatro años que Mahoma
había muerto en la Meca, el 7 de junio del 632. A la historia le ha gustado más veces jugar
con las coincidencias. Ésta es una de ellas, haciendo combinar dos muertes que simbolizan
y marcan el final y el principio de dos épocas: el final de la cultura romana occidental, y
con ello de la filosofía patrística, y el principio del Islam, que conservó, a beneficio de las
generaciones futuras, gran parte de la cultura y de la filosofía oriental griega,
especialmente a través de las obras de Euclides, de Hipócrates, y, sobre todo, de
Aristóteles.

Bibliografía
Copleston, F. Historia de la Filosofía. Tomo II
Forment, E. Historia de la filosofía. La Filosofía medieval.
Galvez, J. La filosofía medieval – La Patrística.
González, Z. Consultado en http://www.e-torredebabel.com/historia-filosofia-
gonzalez/sanisidorodesevilla-h-filosofia-g.htm

SEGUIR CON INTRODUCCION AL RENACIMIENTO CAROLINGIO (VIDEO)

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