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CASIODORO.
El escrito de Casiodoro que más influyó en la Edad Media fue su obra en dos libros
Instituciones de las letras divinas y seculares. Esta obra, que es un resumen de las
ciencias de la antigüedad, tanto religiosas como seculares, fue el modelo en el que se
forjó la enseñanza medieval, y fue también uno de los principales canales por los que
el Medioevo tuvo conocimiento de la antigüedad.
En el libro primero presenta una exposición de los libros necesarios para la formación
del monje en el estudio de la sagrada escritura, como un especie de catálogo
bibliográfico
El alma no puede ser una parte de Dios, puesto que es mudable y capaz de mal, pero
tampoco es material ni puede serlo, puesto que puede tener como objeto de
conocimiento lo que es espiritual, y sólo lo que es en sí mismo espiritual puede
conocer lo espiritual.
Como espiritual, el alma está totalmente en todo el cuerpo y totalmente en cada parte
del mismo, es indivisible e inextensa; pero opera en una determinada parte del
cuerpo, por ejemplo, en un órgano sensitivo, unas veces con más intensidad y otras
con menos.
Nace en Cartajena posiblemente entre los años 556 y 559 y muere alrededor de los 80
años en Sevilla en el 636.
Según una leyenda hagiográfica, cuando Isidoro tenía apenas un mes de vida, un
enjambre de abejas invadió su cuna y cuando se fue, tras el susto de sus padres, dejó
en los labios del pequeño bebé una gota de miel, presagio de la dulzura de las
enseñanzas que Isidoro iba a impartir en la edad madura.
Al igual que Casiodoro llegó a ser más un «transmisor» que un pensador original. Así
la Filosofía de San Isidoro no contiene puntos de vista propiamente originales; pero
es el compendio más comprensivo, más razonado y más completo de la Filosofía
cristiana posible en aquella época
En esa obra san Isidoro trata de las siete artes liberales, como también de un gran
número de hechos y teorías científicas o cuasi-científicas sobre temas de las
Escrituras, jurisprudencia, medicina, arquitectura, guerra, navegación, la geografía,
la historia y hasta los animales y los monstruos.
Además de las Etimologías, los Libri tres sententiarum de san Isidoro (una colección de
tesis teológicas y morales tomadas de san Agustín y de san Gregorio Magno) fueron
también ampliamente utilizados.
Su tratado sobre los números, Liber Numerorum, que trata de los números que
aparecen en las Sagradas Escrituras, es, por lo general, fantasioso en extremo en los
significados místicos que asigna a los números.
c) Filosofía racional o lógica, que enseña el modo de buscar la verdad en los objetos
de las dos ciencias mencionadas.
Es en virtud de tal inmensidad que «llena el cielo y la tierra sin estar contenido o
circunscrito por ellos, y, siendo uno, está todo en todas partes (cum sit idem unus, ubique
tamen totus est), pero de una manera indivisible.» La inmensidad divina, añade, es de tal
naturaleza, que debemos concebir a Dios como dentro de todas las cosas, sin estar
encerrado en ellas; fuera de todas las cosas, pero no excluido de las mismas: ut intelligatur
eum (Deum) intra omnia, sed non inclusum; extra omnia, sed non exclusum.
3.º En Dios no hay presente, pasado ni futuro, y su eternidad contiene y precede todos los
tiempos. Esta eternidad es consecuencia lógica y necesaria de la inmutabilidad absoluta
de Dios, cuya substancia excluye toda mutación, y cuyos actos y determinaciones son
libres, sin dejar de ser eternas.
Cuando produce o crea en el tiempo alguna cosa, la mutación sólo tiene lugar en la cosa
producida, pero no en la voluntad inmutable y eterna de Dios.
4.º El hombre ocupa lugar eminente entre las criaturas: es el fin próximo y parcial de la
creación, y el ser que más se asemeja al Creador. Es un animal compuesto de alma y de
cuerpo viviente, dotado de razón, de libre albedrío, y capaz de vicios y virtudes.
Sin embargo, el alma racional no es lo que constituye al hombre, sino que, por el
contrario, el hombre es solamente el cuerpo que está formado de la tierra.
5.º El alma racional no es parte de la substancia divina, ni trae su origen de la materia, sino
que es incorpórea y espiritual, creada de la nada por Dios, e inmortal; pues aunque tiene
principio, no tiene fin, a diferencia de las almas de los brutos, las cuales, después de la
muerte, se disuelven y desaparecen juntamente con el cuerpo.
6.º Este mundo visible, compuesto de cielo, tierra, mares y estrellas, se llama mundo
porque está siempre en movimiento y porque sus elementos están sujetos a perpetuas
mutaciones o cambios de ser y de obrar.
Fue creado o sacado de la nada por la omnipotencia de Dios, en todas sus partes, inclusa la
materia que entra en su composición. Ni se debe imaginar por eso que Dios, al crear el
mundo, comenzó a querer o hacer algo de nuevo; porque aunque el mundo no existía antes
realmente, existía en la razón y en el consejo eterno de Dios.
El impulso comunicado a las ciencias por San Isidoro y sus escuelas fue tan enérgico,
tan universal y tan profundo, que no pudo ser ahogado por la invasión agarena. En medio
de la gran catástrofe, y después de ella, florecen todavía las escuelas cristianas que
representaron por siglos la tradición isidoriana. Isidoro de Beja, que dejó consignada en
su Chronicon la jornada infausta del Guadalete y sus consecuencias inmediatas, de las que
había sido testigo; Juan, Obispo de Sevilla, conocido por su correspondencia literaria
con Álvaro de Córdoba; Bracario, su antecesor, que había impugnado y rechazado la
doctrina de Orígenes acerca del alma (2), los Alvaros, Eulogios, Esperanideos de
Córdoba, Hatón, Obispo de Vich y maestro de Gerberto, demuestran la continuación del
1Ciudades en las que brillaron los Braulios, Ildefonsos, Tajones y Eulogios; en que Gerberto venía a estudiar los secretos
de las ciencias naturales, y que prepararon de lejos el camino para el advenimiento de San Raimundo de Peñafort, de
Lulio, de Raimundo Martín y de Pedro Hispano, con las decretales del primero, las notables obras filosóficas del
segundo, la no menos notable Pugio Fidei de Raimundo Martín, y las Summulae logicales del cuarto
movimiento literario isidoriano a través de las calamidades, resistencias y contradicciones
de la dominación musulmana.
Además del Trivium y del Quatrivium, que constituían la enseñanza general de las
escuelas públicas por aquel tiempo, en la escuela isidoriana se enseñaba hebreo, griego,
geografía, derecho, teología moral, historia y cosmografía, siendo muy de notar para
aquella época las nociones e ideas geográficas, filosóficas y cosmográficas que contiene el
libro que con el título De natura rerum escribió San Isidoro, sin contar las que se hallan en
las Etimologías.
La escuela y las obras de San Isidoro constituyen además una demostración práctica
e ineluctable de que la Europa cristiana no necesitó de los musulmanes para marchar por
los caminos de la civilización y de las ciencias, y que lo que éstos hicieron fue más bien
entorpecer y paralizar el impulso dado por el gran Arzobispo de Sevilla, propagado y
continuado por sus discípulos y sucesores.
Todavía es más infundada e inexacta la opinión de los que afirman que la Europa
cristiana debió a los árabes, y principalmente a Averroes, el conocimiento de los escritos
de Aristóteles. Los que tal dicen, seguramente no han leído las obras de San Isidoro,
porque, de haberlo hecho, no es posible que sustentaran semejante opinión, la cual,
después de todo, no es más que la reminiscencia de las iras y exageraciones
antiescolásticas de algunos escritores del Renacimiento, a la vez que el eco de las aficiones
averroísticas de otros.
Sin salir del tratado ya citado de las Etimologías, vese claramente por su contenido
que su autor conocía la mayor parte de las obras de Aristóteles, y que siglos antes que
naciera en Córdoba el famoso comentador aristotélico, se disputaba ya en Sevilla sobre la
substancia, la cualidad y demás predicamentos; sobre el silogismo y sus reglas; sobre
el Isagoge de Porfirio y los universales, y se comentaban los libros del Estagirita que tratan
del alma, de la moral, de la generación y corrupción, de la retórica y la política, y casi
todos los demás, si se exceptúan acaso los libros Metaphysicorum y la Historia animalium.
No podía suceder de otra manera, toda vez que entre los autores que cita y sigue paso a
paso en sus obras, y, sobre todo, en las cuestiones filosóficas, ocupa lugar preferente
Boecio, el cual, según se desprende de sus mismas palabras, tradujo y comentó la mayor
parte de las obras de Aristóteles.
Finalmente, cuando Isidoro murió en Sevilla, hacía ya cuatro años que Mahoma
había muerto en la Meca, el 7 de junio del 632. A la historia le ha gustado más veces jugar
con las coincidencias. Ésta es una de ellas, haciendo combinar dos muertes que simbolizan
y marcan el final y el principio de dos épocas: el final de la cultura romana occidental, y
con ello de la filosofía patrística, y el principio del Islam, que conservó, a beneficio de las
generaciones futuras, gran parte de la cultura y de la filosofía oriental griega,
especialmente a través de las obras de Euclides, de Hipócrates, y, sobre todo, de
Aristóteles.
Bibliografía
Copleston, F. Historia de la Filosofía. Tomo II
Forment, E. Historia de la filosofía. La Filosofía medieval.
Galvez, J. La filosofía medieval – La Patrística.
González, Z. Consultado en http://www.e-torredebabel.com/historia-filosofia-
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