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En el capítulo 15 de Lucas, Jesús expresa de una forma bien hermosa los sentimientos de
Dios en lo tocante a la salvación y restauración. Mediante tres parábolas con un argumento
similar —la de la oveja perdida, la de la moneda perdida y la del hijo perdido— defiende
Su relación con los pecadores y reprueba la actitud de quienes lo criticaban y censuraban.
En este trabajo de investigación presentaré la primera: la parábola de la oveja perdida, en
Mateo 18:12-14 encontramos el pasaje paralelo a este que ahora estamos estudiando.
Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírlo, y los fariseos y los
escribas murmuraban, diciendo: «Este recibe a los pecadores y come con ellos».
En respuesta a las críticas de los fariseos y escribas, Jesús se defiende y explica Sus
acciones mediante tres parábolas, la primera de las cuales constituye una de las imágenes
verbales más conocidas de la Biblia:
¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Cuando la
encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y al llegar a casa reúne a sus amigos y
vecinos, y les dice: «Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había
perdido». Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente,
que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
La defensa de Jesús comienza con la pregunta: «¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien
ovejas…?» Como las parábolas no suelen contener muchos detalles, no se nos cuenta lo
que pasa con las otras noventa y nueve ovejas mientras el pastor sale a buscar la perdida.
Teniendo en cuenta que cien ovejas eran más de lo que podía pastorear un solo hombre,
cabe suponer que otro pastor se queda con el rebaño o lo lleva al redil. Es probable que
únicamente algunas ovejas fueran propiedad del pastor y que las demás fueran de parientes
o de vecinos de su aldea, pues por lo general una familia campesina judía de la época tenía
entre cinco y quince ovejas.
Las ovejas son animales gregarios; viven en rebaño, y cuando una se separa de él, se
desconcierta. Se acuesta, se niega a moverse y espera a que llegue el pastor. Al encontrar la
oveja, el pastor la recoge, se la echa a los hombros y la lleva a casa. Eso cuesta más de lo
que uno se imagina. Una oveja de tamaño medio pesa unos 34 kilos, y caminar una gran
distancia llevándola sobre los hombros sería difícil y pesado.
El pastor considera importante la oveja perdida, a pesar de no ser más que una entre cien.
Se perdió y había que encontrarla; y cuando la encuentra, el pastor se regocija. Lo siguiente
es cargarla laboriosamente hasta la casa y dejarla con el rebaño. Pero la parábola no termina
ahí. Parece que aquí la oveja encontrada se refiere a los publicanos arrepentidos; en cambio,
“los noventa y nueve justos” son una alusión irónica a los fariseos, que se consideraban
justos por la exactitud con que observaban los aspectos externos de la Ley. “Un pecador
arrepentido que comprende la gracia y misericordia de Dios le es siempre más agradable
que el fariseo orgulloso, criticón y despiadado, por muy correcta que sea su conducta
moral.” 1
Y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: «Gozaos conmigo, porque he
encontrado mi oveja que se había perdido».
El pueblo entero se alegra de que el pastor que buscaba solito la oveja regrese sano y salvo,
habiéndola encontrado ilesa. La expresión que se emplea en el texto griego para decir
«reúne a sus amigos y vecinos» se usa a veces para referirse a una invitación a un banquete.
Es posible que parte del regocijo de la gente consistiera en celebrar juntos la ocasión con
una comida. ¡El hallazgo y la recuperación de lo que estaba perdido es causa de alegría!
1
Hoff, P. (1990). Se Hizo Hombre: La fascinante historia del Dios Hombre como se relata en los
Evangelios Sinópticos (p. 196). Miami, FL: Editorial Vida.
Jesús termina la parábola con estas palabras:
Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por
noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
Jesús declara enfáticamente que Dios se alegra sobremanera cada vez que una persona
accede a la salvación. «Más gozo en el cielo» puede entenderse en el sentido de que «Dios
se alegra enormemente» cuando un pecador se arrepiente.
Probablemente esta parábola hizo pensar a los oyentes en el capítulo 34 de Ezequiel, que
habla de las ovejas que andan errantes por los montes sin nadie que las busque o pregunte
por ellas, y en el cual Dios asegura que las buscará y las reconocerá, las cuidará y pondrá
sobre ellas a un pastor del linaje del rey David. También debieron de acordarse de las
advertencias que lanzó Ezequiel contra los pastores que no cuidaban de las ovejas.
En respuesta a las críticas por el amoroso trato que dispensaba a los pecadores, Jesús contó
una parábola sobre el deseo de Dios de buscar a los perdidos y comprar su salvación o
recuperación, y sobre la alegría que siente Él cada vez que uno de ellos es hallado. Jesús
presentó una imagen verbal que muestra la manera de ser de Su Padre y el amor que siente
por todos los que necesitan salvación, sin importar quiénes sean ni la clase social a la que
pertenezcan. Queda de manifiesto que la actitud de los fariseos, que se quejaban de que Él
se relacionara con pecadores, es contraria a la naturaleza y personalidad de Dios. En vez de
ir a buscar las ovejas perdidas, los fariseos propugnaban separarse de los pecadores
perdidos.