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¿POR QUÉ ABRAHAM OBLIGÓ A SU ESPOSA A

COMETER ADULTERIO?

Propuesta indecente
Se cuenta que una vez, en cierto viaje que el patriarca hizo a Egipto con su esposa Sara, le
mintió al Faraón afirmando que ella era su hermana, y le permitió casarse con ella.
"En aquel tiempo hubo una gran hambre en el país (o sea, en la Tierra Prometida, donde Abraham
vivía), y entonces Abraham se fue a vivir a Egipto, porque la escasez de alimentos era muy grande en la
región. Y cuando ya estaban llegando a Egipto, le dijo a su esposa Sara: 'Mira, yo sé que eres una mujer
hermosa, y que en cuanto te vean los egipcios van a decir: 'Esta mujer es su esposa', y me matarán a mí, y a ti
te dejarán con vida para quedarse contigo. Por eso, diles por favor que eres mi hermana. Así, me irá bien a mí
por causa tuya, y me dejarán con vida gracias a ti'.
Efectivamente, cuando Abraham entró en Egipto vieron los egipcios que la mujer era muy bella; y al
verla los funcionarios del Faraón, le fueron a contar a él de la hermosura de la mujer. Entonces la llevaron al
palacio del Faraón. Y gracias a ella, el Faraón trató muy bien a Abraham. Le regaló ovejas, vacas, asnos,
esclavos, esclavas, asnas y camellos.
Pero Yahvé castigó al Faraón y a su familia con grandes plagas por lo que hizo con Sara, la mujer de
Abraham. Entonces el faraón mandó a llamar a Abraham y le dijo: `¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no
me avisaste que era tu mujer? Me dijiste que era tu hermana, y por eso yo la hice mi esposa. Ahora, ahí la
tienes. Tómala y vete'. Entonces el Faraón ordenó a unos cuantos hombres que hicieran salir a Abraham de
Egipto, junto con su esposa y todo lo que tenía" (Gn 12, 10-20).

Obsceno como su padre


El lector de la Biblia que tropieza con este episodio se queda muy sorprendido. ¿Cómo es
posible que el patriarca Abraham, nuestro padre en la fe y uno de los ejemplos de vida religiosa más
grandes que tiene la Biblia, haya cometido tal inmoralidad? ¿Podemos nosotros, los lectores
cristianos, admirar a semejante impostor?
Pero si uno no se desanima ante tamaño escándalo y sigue leyendo la historia de Abraham, su
asombro llegará al colmo. En efecto, más adelante dice la Biblia que en otro viaje que el patriarca
hizo, esta vez a la ciudad de Guerar, volvió a mentir y a entregar de nuevo a su esposa como mujer del
rey Abimelek (Gn 20, 1-18). ¿Tan poco le importaba a Abraham su mujer, que la ofrecía en cuanta
oportunidad se le presentaba? ¿Cómo podía humillarla de ese modo y tratarla cual si fuera un objeto
que se usa y se desecha?
Y tantos malos ejemplos de este hombre, tarde o temprano tenían que influir sobre su hijo. Por
eso no nos extraña descubrir que, poco después, Isaac aparece cometiendo la misma obscenidad que
su padre Abraham: en cierta ocasión presentó a su mujer Rebeca como si fuera su hermana, y se la
entregó como esposa al rey de Guerar (Gn 26, 1-11).

Valores que antes valían


¿Por qué la Biblia tolera que el patriarca Abraham, modelo de todos los creyentes, eximio
ejemplo de virtud religiosa y el más célebre antepasado del pueblo de Israel, haya mentido de un
modo tan desvergonzado y Dios ni siquiera se lo reproche? ¿Y cómo es posible que los Libros
Sagrados conserven estas tradiciones indecentes y tan poco edificantes, que escandalizan más que
aleccionan?
Para contestar a esas dos preguntas hay que tener en cuenta, ante todo, que muchas de las
cosas que hoy a nosotros nos resultan desagradables o escabrosas no producían el mismo efecto en
tiempos antiguos.
Por otra parte, sabemos que toda nación se siente orgullosa de sus antepasados, y que suele ser
muy cuidadosa con los recuerdos que guarda de ellos. Y si el pueblo de Israel, no obstante la
veneración que sintió siempre por Abraham e Isaac, conservó esas historias (¡y las menciona nada
menos que tres veces!), es porque ciertamente no debían de herir su sensibilidad.
Por lo tanto lo primero que debemos hacer, al encontrarnos con estos antiguos relatos bíblicos,
es no leerlos a partir de nuestra propia cultura y de nuestros valores, sino tratar de averiguar primero
qué significado tenían en aquella época, y por qué fueron luego conservados en la Biblia.

Una ley de los pastores


Los historiadores bíblicos afirman que el patriarca Abraham vivió alrededor del año 1800 a.C.
Había nacido en Padán Aram, región que la Biblia llama Aram Naharáyim (Gn 24, 1-10), y que queda
al sur de la actual Turquía. Su padre se llamaba Téraj, y tenía dos hermanos menores, Najor y Haram
((in 11, 27).
Formaba parte de una familia de pastores, y por lo tanto su mundo era la cría de ganado menor
y el comercio de los productos que obtenía con sus rebaños de ovejas y cabras. Habitaba en las
estepas, buscando las tierras que pudieran ofrecerle cierta vegetación y algo de agua para sus
animales, y debía migrar constantemente de un lado a otro en procura de nuevos pastos.
Inspirado por Dios, en determinado momento de su vida Abraham y su familia emprendieron
un viaje al sur, hacia el país de Canaán (que luego se llamará Palestina), donde se estableció, vivió y
finalmente murió.

La "esposa-hermana"
Ahora bien, los arqueólogos han descubierto que entre las tribus que habitaban la región donde
vivía Abraham (o sea, en Padán Arám), existía una antigua costumbre llamada de la "esposa-
hermana". Según esta práctica, cuando un hombre se casaba podía en ciertos casos adoptar a su mujer
como hermana. O al revés, una mujer que fuera medio hermana de un hombre, podía convertirse en su
esposa. Entonces esta pasaba a adquirir automáticamente el doble estatuto de "esposa" y de
"hermana", y obtenía así mayores privilegios desde el punto de vista social, ya que se beneficiaba de
los dos roles que desempeñaba.
Este uso estaba en boga especialmente entre los miembros de la alta sociedad tribal, y que
alguien ostentara semejante condición era indicio de que pertenecía a un rango social superior.
Por lo tanto, presentar a la esposa de uno como su propia hermana, en aquellos lejanos tiempos
tenía un significado de nobleza y dignidad. Y Abraham pudo realmente hacerlo. Porque leemos en la
Biblia que, la segunda vez que la entregó como esposa de otro, él dice: "Ella es realmente hermana
mía. Es hija de mi padre, aunque no hija de mi madre; y yo la convertí en mi mujer" (Gn 20, 12).
O sea que Sara era medio hermana de Abraham; hija de Téraj, su padre, pero con otra esposa
distinta de la que lo engendró a él. Y entonces, gracias a estos nuevos estudios, podemos intuir que,
más que una mentira, detrás de este relato se escondía un elogio de la figura de Abraham.

La pesada cruz de ser mujer


Pero además de la costumbre de la "esposa-hermana" hay que tener en cuenta un segundo
elemento de la cultura de aquellos tiempos, y es que la mujer no gozaba de la misma dignidad y del
aprecio de los que goza hoy. Se la consideraba más bien una posesión del marido, un "objeto" o un
"bien" que le pertenecía, y del que él podía disponer con bastante libertad. Un ejemplo de esto lo
encontramos en la lista de los diez mandamientos dada por Moisés. Allí se lee: "No desearás la casa
de tu prójimo, ni su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu
prójimo" (Éx 20, 17).
Vemos así que la Biblia, al enumerar el conjunto de las pertenencias del hombre, coloca entre
éstas a la mujer, junto A los animales y a los esclavos. Por eso mismo un hombre podía también, sin
que fuera mal visto, tener varias esposas, Y« que estas servían para engrandecer su hacienda y su
patrimonio.
La relación matrimonial, pues, en aquellos tiempos distaba mucho de ser la expresión amorosa
y delicada que actualmente encontramos en los matrimonios de nuestra sociedad moderna. La Biblia
ofrece varios ejemplos de la poca estima que se tenía por la mujer, frente a otros valores considerados
como más importantes.

De elogioso a vergonzoso
Con estas dos situaciones que hemos expuesto, podemos ahora responder a las preguntas que
hicimos al principio: por qué la Biblia no censura las actitudes inmorales de Abraham, y por qué quiso
conservar estos vergonzosos recuerdos.
Comencemos diciendo que, en un principio, este famoso relato no tenía ninguna connotación
inmoral. Al contrario, podemos imaginar que los hebreos contaban con orgullo una tradicional
leyenda, según la cual Abraham había sido un noble jeque, capaz de preciarse de su alto rango social
frente a los principales reyes de su época con su "esposa-hermana", hasta el punto de llegar a ofrecerla
para que formara parte del harén de ellos.
Pero con el paso del tiempo los israelitas fueron cambiando sus costumbres familiares y
modificando sus valores morales; y muchas de aquellas antiguas prácticas se abandonaron e incluso
fueron mal vistas (como, por ejemplo, el casarse con la propia hermana, que fue prohibido más tarde
en el Levítico 18, 6.9).
Por eso varios siglos después, cuando aparecieron los primeros historiadores de Israel y
quisieron poner por escrito la vida de Abraham, se planteó un grave problema: ¿qué hacer con este
episodio, en el que aparecía entregando a su propia esposa como mujer del Faraón? Ahora ya resultaba
irritante y engorroso para los israelitas.. Pero tampoco se lo podía eliminar, pues llevaba siglos
transmitiéndose en la tradición.
Entonces decidieron incluirlo en la historia de Abraham, pero modificándole su sentido, a fin
de que pudiera comunicar una enseñanza religiosa a los lectores.

Dios comprende los miedos


Y así, los relatores hicieron una nueva versión según la cual, cuando Abraham viaja a Egipto y
presenta a su esposa Sara como su hermana, no lo hace ya para jactarse de su elevado rango social,
sino por temor a que lo maten para robársela. La actitud de Abraham, pues, queda así justificada por al
difícil momento que le toca vivir, en un país extraño y hostil, y al que tuvo que viajar obligado por el
hambre.
Pero ese no fue el único cambio que los narradores realizaron. El segundo consistió en colocar
el relato (Gn 12, 10-20) a continuación de la vocación de Abraham (Gn 12, 1-3), en el que Dios le
revelaba que iba a tener una numerosa descendencia con su esposa. Y de ese modo, la entrega de Sara
al Faraón adquirió un dramatismo mucho mayor, ya que con su actitud, Abraham ponía en grave
peligro el cumplimiento de la promesa divina, pues se quedaba sin la mujer con la que debía
engendrar los hijos. Dios no está dispuesto a tolerar que fracasen sus planes, ni que se frustre el
incipiente proyecto que ha empezado con el asustadizo patriarca, y entonces interviene castigando al
Faraón para que devuelva a la mujer del extranjero, restableciendo así las condiciones para que sus
designios puedan continuar.
De este modo el antiguo relato del patriarca Abraham, que en un principio buscaba explicar la
importancia de su posición social, pasó a tener una lectura distinta en la nueva narración: ahora
pretendía enseñar que aun cuando el hombre, con sus miedos, negligencias o abandonos, parezca
poner en peligro el plan que Dios tiene para la humanidad, Dios velará siempre para que se cumpla y
llegue a buen término.
Pero el relato de Abraham es una denuncia contra los responsables de estos miedos. Contra los
poderosos de este mundo que, mediante el temor y la intimidación, buscan aprovecharse de los que
tienen hambre para despojarlos hasta de sus pertenencias más íntimas y queridas. Dios les advierte
quo ha tomado partido por los más pequeños. Y que sus planos no dejarán de cumplirse.
¿Cómo es posible que el patriarca Abraham, nuestro padre en la fe y uno de los
ejemplos de vida religiosa más grandes que tiene la Biblia, haya cometido tal
inmoralidad?

Presentar a la esposa de uno como su propia hermana, en aquellos lejanos tiempos


tenía un significado de nobleza y dignidad.

Contra los poderosos de este mundo que, mediante el temor y la intimidación,


buscan aprovecharse de los que tienen hambre para despojarlos hasta de sus
pertenencias más íntimas y queridas.

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