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Día Internacional de la Mujer: ¿Festejar o Reflexionar?

Violencia, discriminación y abuso de sus derechos fundamentales,


es lo que enmarca el Día Internacional de la Mujer en México. El 8
marzo de cada año sirve no para conmemorar los avances hechos
para proteger a la mitad de la población mexicana sino para resaltar
las terribles deficiencias aún existentes.

En materia de derechos Humanos, este año se consumó de uno de


los principales atropellos a las garantías individuales: más de 10
estados en el territorio nacional penalizaron el aborto. Con esta
decisión, basada en el hecho de proteger la vida desde la
concepción, el cuerpo de la mujer quedó confinado al uso de la
simple procreación y se convirtieron en parte de la guerra contra la
delincuencia del Gobierno Federal.

Así, la mujer pasó a ser un perseguido más de la justicia. Tal es el


caso de Yasuri Zac-Nicté Pool Mayorga, una joven maya del estado
de Quintana Roo, que al mover un ropero tuvo un aborto
involuntario, por lo cual fue procesada penalmente. Y es casi la
misma historia de Alejandra, de Baja California, que puede ser
condenada a 12 años por abortar; de Landy, en Tijuana y de otras
20 más en Guanajuato y de decenas en todo el país.

Y con la penalización vienen otros problemas: los más de 100 mil


abortos ilegales de los cuales mil terminan en la muerte de la
madre, según la OMS. Con lo anterior, México le falla a sus mujeres
al no otorgarles acceso a servicios de salud, un derecho humano al
que toda persona debe tener acceso.

De violencia hacia las mujeres, las cifras siguen siendo


escandalosas: 52 de cada 100 mujeres de 15 a 29 años de edad
declaró haber sido objeto de al menos un incidente de violencia
según datos del INEGI. Los principales agresores siguen siendo los
conyugues, y los hogares el escenario donde se ejecutan estos
actos.
Pero en los últimos años, la violencia por parte de miembros del
ejercito mexicano resaltan en el escena nacional. Y para muestra
sólo algunos casos.

La muerte de Ernestina Ascensio, de 73 años, indígena de la Sierra


de Zongolica, Veracruz , presuntamente violada y asesinada a
golpes por elementos del ejército; Inés Fernández Ortega, municipio
de Ayutla de los Libres, estado de Guerrero, fue violada por 11
soldados mientras preparaba la comida para su hijos; Valentina
Rosendo Cantú, de 17 años, miembro del grupo indígena tlapaneca,
que cuando lavaba su ropa en un rio fue golpeada y violada por dos
miembros del ejército… Ahora la violencia es institucional.
De lo anterior habría que sumarle, como cada año, los feminicidios
ocurridos en Ciudad Juárez. A pesar de que la Corte Interamericana
de Derechos Humanos exhortó al gobierno mexicano a indemnizar a
los deudos y pedir disculpas públicas en el caso del “Campo
Algodonero”, el Gobierno Federal no dio el debido perdón por su
ineficacia en cuestión de impartición de justicia. Y faltan muertes
por aclarar, asesinos y culpables aún no condenados.

Y se pueden enumerar más problemas, el mismo cáncer, que la


igual que el cervicouterino o el de mama, siguen afectando a
millones de mujeres mexicanas, como el acoso sexual y la
discriminación en el ámbito laboral. Sin embargo, el seguirlos
exhibiendo no significa que con esto se van a eliminar.

Hace falta más participación por parte de la sociedad para defender


y hacer valer los derechos de las mujeres. Las mujeres no son un
grupo minoritario sino más del 50 por ciento de la población.
Además son nuestras hermanas, colegas, madres, hijas,
compañeras y por lo tanto debemos alzar la voz cuando se ultrajan
sus derechos.

No es que sean vulnerables o débiles, sino que se vieron sometidas


en una sociedad machista que debe desaparecer por el bien de
todos no sólo de ellas. Seguir violando cuerpos y derechos de las
mujeres mexicanas, será lo mismo que lapidarlas hasta la muerte y
después, nos daremos cuenta que será demasiado tarde para
resarcir el daño.

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