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El Naufragio en la Pintura Romántica

Historia del Arte, Universidad de Oviedo, 2013


Raquel García Valerdiz

Breve análisis histórico-artístico de la temática del naufragio en la pintura romántica inglesa,


francesa y nórdica.
El Naufragio en la pintura romántica Raquel García Valerdiz

El romanticismo: El océano como sublime


El romanticismo es un movimiento cultural originado en Alemania con un carácter filosófico y
literario a finales del siglo XVIII que reacciona contra el espíritu racional de la Ilustración y el
clasicismo. Lo romántico presta atención a la individualización, a la percepción de los sentidos por
parte de cada ser humano y a los efectos del arte sobre la imaginación.

La visión del mar durante el romanticismo (ss. XVIII - XIX) es diferente a cómo se veía
anteriormente. Durante el siglo XVII “se trata de un mar cercano, apacible y domesticado, una
prolongación del campo, que agrada a la vista”1. Lo que aportará el siglo XVIII es
fundamentalmente una visión violenta, salvaje y grandiosa, que se relaciona con lo sublime. Los
empiristas británicos como Joseph Addison (Spectator, 1712) o Edmund Burke (Indagación
filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello, 1757) son los que se
internan en la teorización de lo sublime: “No placer, sino una especie de horror delicioso, una
especie de tranquilidad teñida de horror” (Not pleasure, but a sort of delightful horror, a sort of
tranquility tigned with terror). Lo sublime se asocia con la inmensidad y lo que no es abarcable por
la mente, por lo que se asocia el océano a ese “exquisito horror”. Este concepto lo contraponen a lo
bello, que proporciona un placer sosegado, que transmiten los paisajes campestres, por ejemplo.
Estas ideas las tomará Kant ya en Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime
(1764) “El aspecto de una cadena montañosa, cuyas cimas nevadas se elevan por encima de las
nubes, la descripción de un huracán […] nos producen un placer mezclado de espanto. Y la visión
de los prados salpicados de flores, de los valles donde serpentean riachuelos, donde pacen rebaños
[…] nos producen también sentimientos agradables, pero que son sólo alegres y risueños. Para ser
capaz de recibir con toda su fuerza la primera impresión, hay que poseer el sentimiento de lo
sublime, y para degustar bien la segunda, el sentimiento de lo bello” y en su Crítica del Juicio
(1791) “Peñas que se destacan audazmente y como una amenaza sobre un cielo en el que
borrascosas nubes se juntan y se acercan durante los relámpagos y los truenos, volcanes con todo su
poder devastador, huracanes a los que sigue la desolación, el inmenso océano en su furia (der
grenzlose Ozean in Empörung gesetzt), las cascadas de un río poderoso, etc., éstas son cosas que
reducen nuestro poder de resistir a algo insignificante en comparación con la fuerza que les es
propia. […] y llamamos a estos objetos sublimes porque elevan las fuerzas del alma por encima de
la media habitual.”

1 ROGER, A.; Breve tratado del paisaje. Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
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El Naufragio en la pintura romántica Raquel García Valerdiz

La pintura durante el siglo XIX mostrará un afán por representar los fenómenos de la naturaleza que
“sirve para excitar la sentimentalidad elegíaca y actúa como acicate para reflexiones pesimistas e
incluso escatológicas sobre la fugacidad de la vida humana”2. De aquí que el paisaje se configure
como un género autónomo en el arte. Los clásicos habían despreciado el paisaje como un género
inferior, pero el cambio que se produce en estos momentos supone, en primer lugar, pintar la
naturaleza por sí misma “y traducir un estado de ánimo íntimo haciendo que el artista transmita su
emoción al espectador”3. Ya desde la Antigüedad el viaje marítimo era una metáfora de la existencia
humana y durante el romanticismo este paisaje se vuelve trágico para reconocer la escisión entre la
Naturaleza y el hombre. El mar en su cólera, como apuntaba Kant, plantea la impotencia del sujeto
ante la realidad hostil. El naufragio se ve en este contexto como el fin del viaje humano, la muerte,
la fugacidad de la vida (tempus fugit) y el poder destructor que tiene la Naturaleza en el hombre.
Además, esta violencia destructiva del mar se vincula a la tradición mítica de la furia de Poseidón.
El naufragio aporta en el hombre un sentimiento de abandono y soledad que ya apuntaba Stendhal
(Rojo y negro, 1830) “[…] estaba solo, como una barca abandonada en medio del océano.” Lo
sublime no es en sí el mar tempestuoso o el navío que está naufragando, sino el “especial
sentimiento que es capaz de suscitar en quien es testigo desde la distancia física”4.

El número de obras que desarrollan el tema del naufragio es ingente por lo que constituyen el
reflejo de la vigencia de las ideas anteriormente apuntadas. He querido dividir los ejemplos a través
de tres naciones que configuran características diferentes en sus obras pictóricas, aunque a modo
general, el dramatismo de las escenas es una constante en todos los naufragios pictóricos. En la gran
mayoría de las obras que voy a comentar se manifiesta también un gran contraste entre luz y
sombras. Esta característica la podemos relacionar con lo religioso. Durante el Romanticismo el
sentimiento religioso se intensifica, toda la Naturaleza se ve como obra divina y las ideas de la
creación del universo se manifiestan pictóricamente. Por esto, en la naturaleza desatada de una
tormenta marina, el cielo y el mar se oscurecen, y “es Dios quien manifiesta su poder”5 como luz en
el centro de las composiciones. Además, muchos de los naufragios pintados durante el siglo XIX
son obras inspiradas en sucesos reales, pero que no tratan de reproducir simplemente una naturaleza

2 GUILLÉN MARCOS, E.; Naufragios: Imágenes románticas de la desesperación. Ediciones Siruela, Madrid, 2004, p. 9
3 GRAS BALAGUER, M.; El romanticismo como espíritu de la modernidad, Montesinos, Barcelona, 1988, p. 112
4 GUILLÉN MARCOS, E.; Op. cit., p. 26
5 Ibid., p. 46
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turbulenta, sino de hacer sentir la intensidad de la naturaleza en el espectador, apelando a su


imaginación.

El naufragio en la pintura inglesa


El romanticismo aparece en Inglaterra por el choque con las ideas ilustradas, pero los representantes
no van a ser filósofos como en Alemania, sino que serán escritores, por lo que será un romanticismo
poético o lírico. Autores como William Wordsworth o Samuel Taylor Coleridge teorizarán acerca de
lo sublime. Estos dos poetas produjeron las Lyrical Ballads (1798), colección de poemas que
generalmente se considera como el inicio de la literatura romántica inglesa. Estos poemas influirán
decididamente sobre los pintores románticos y especialmente en J. M. W. Turner.

J. M. W. Turner (1775 - 1851)


Turner fue un asiduo lector de poemas de James Thomson, Mark Akenside, Lord Byron, W.
Wordsworth o Percy B. Shelley, entre otros, de los que tomó ciertos temas para sus obras. Además,
busca un efecto poético en el arte, un claro ut pictura poesis. Como romántico inglés, busca excitar
las emociones de la imaginación a través del color pues “deduce que la violencia destructora y
creadora de la naturaleza sólo podrá ser representada en su misma esencia si se dota a la pintura de
un nuevo espíritu formal y, en especial, de un nuevo tratamiento del color”6. Toda las ideas acerca
de lo sublime y lo pintoresco se plasman en su obra y convierte el paisaje en protagonista. Turner
recibió influencias muy diversas, como las marinas holandesas o el clasicista Poussin7, pero “al
parecer, fueron los cuadros de [Claude] Lorrain los que lo llevaron a descubrir la posibilidad de
plasmar la luz utilizando exclusivamente medios pictóricos.”8 La luminosidad de los colores, los
matices de tonos pastel, los efectos de la luz o el círculo del sol de sus cuadros, le conmovieron
decididamente. El auténtico elemento que pintará a lo largo de su dilatada vida fue el mar, en
cualquier estado de ánimo. Ya en 1796 realiza una tormenta marina, Pescadores en el mar
(Fishermen at Sea) [Fig. 1], que en cuanto a estilo formal nada tiene que ver con sus obras tardías.
Esta primera obra, el primer óleo expuesto en la Royal Academy de Londres, tiene una composición
horizontal clara, hay dramatismo en el primer plano y sosiego en el fondo, que no se corresponde
con una noche de tormenta. Vemos aquí un gran uso del claroscuro. En 1805 realiza Naufragio (The
Shipwreck) [Fig. 2] que anticipa las composiciones de sus obras de “luz y color”. Se observa ya una

6 ARGULLOL, R.; La atracción del abismo: Un itinerario por el paisaje romántico. Destino, Barcelona, 1991, p. 81
7 HERRMANN, L.; Les Paysagistes Anglais. Fabbri, Milan, 1969, p. 10
8 BOCKEMÜHL, M.; Turner: El mundo de la luz y del color. Taschen, Köln, 1992, p. 12
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terrible confusión de direcciones contrapuestas que ocupan un espacio en forma de diamante y un


agitado rombo en medio de la composición. Hacia 1835 crea Incendio en el mar (Fire at Sea) [Fig.
3], donde toda la superficie se halla agitada por masas de mar y cuerpos que se entremezclan entre
un verdadero infierno. Este tipo de composición prevalece en El buque de esclavos (Slave ship) de
1839 [Fig. 4] donde vemos una influencia clara de ese sol y su reflejo en el mar de las obras de
Claude Lorrain. El mar agitado se halla manchado de la sangre de los cuerpos de los náufragos
devorados por las aves y los peces. Quizás el naufragio más interesante sea Tormenta de nieve9
(Snow Storm) de 1842 [Fig. 5], de composición agitada con grandes masas oscuras y claras donde
los colores pasan a un segundo plano. Las referencias al barco las hacen tan sólo un contorno
oscuro que va hacia abajo, así como el mástil ascendente en medio de la composición. La
composición se curva con un remolino, característico en la obra del pintor. El largo título de la obra
hace referencia a la intención de describir una experiencia vivida y no un fenómeno natural más o
menos dramático. El ímpetu de las olas, el torbellino de nieve y lluvia, en esencia las fuerzas
desencadenadas de la naturaleza nos llevan a las ideas románticas de lo sublime y por tanto al poder
destructivo que ejerce la Naturaleza en la vida del hombre, fugaz.

Richard Parkes Bonington (1802 - 1828)


Richard P. Bonington y John Constable fueron los pintores paisajistas románticos ingleses que
mayor éxito tuvieron en Francia, quizás por lo pintoresco y maravilloso que tienen sus paisajes.
Realizó numerosas marinas, especialmente en acuarela, gracias a que “gran parte de su vida la pasa
al borde del mar”10. Viajó por las costas del norte de Francia e incluso a lo largo del Sena, lo que
inspirará muchos temas de su obra pictórica. Conoció a Delacroix en París, con el que le unió una
gran amistad. Gracias a su gran estudio de la acuarela pudo realizar obras al aire libre y por
influencia de ésta, sus óleos tienen una pincelada fluida y fina. Su técnica naturalista influencia en
pintores posteriores, como algunos de la Escuela de Barbizon. Una de sus acuarelas con el tema del
naufragio, titulada Frente a la costa inglesa (At the English Coast) de 1825 [Fig. 6] no tiene tanto
dramatismo romántico como su óleo de Vista de la Costa de Normandía (Boats near the Shore of
Normandy) del mismo año [Fig. 7].

9 “Un vapor antes de entrar al puerto da señales en un paraje vadoso y avanza con sonda. El autor presenció la tormenta
durante la noche en que el Ariel partió de Harwich, 1842”
10 HERRMANN, L.; Op. cit., p. 18
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El naufragio en la pintura francesa: La Balsa de Medusa de Théodore Géricault (1791 - 1824)


Algunos cuadros de naufragios representan acontecimientos que han sido ocasionados por
circunstancias que denotan la existencia de un fondo maléfico presente en el hombre, afines a las
ideas de autores de la época, como Blake, que veían la presencia de lo diabólico en la naturaleza y
en el ser humano. Esta cara negativa del sujeto se plasmó también en La Balsa de Medusa (Le
Radeau de la Méduse), de 1818 [Fig. 8]. Representa un accidente real, una escena del naufragio de
la fragata de la marina francesa Méduse, que encalló frente a la costa de Mauritania el 5 de julio de
1816, en su travesía hacia Senegal. Los supervivientes debieron soportar el hambre, la
deshidratación, el canibalismo y la locura. El evento llegó a ser un escándalo internacional, en parte
porque sus causas fueron atribuidas a la incompetencia del capitán francés actuando bajo la
autoridad de la reciente y restaurada Monarquía francesa. El círculo de Carle Vernet, opuesto a la
política de la Restauración, apoyó la versión de los supervivientes. Théodore Géricault mantuvo
contacto con el taller de los Vernet y fue un gran amigo de Horace Vernet, nieto de Claude-Joseph
Vernet (1714 - 1789), el más célebre pintor de marinas de Francia del siglo XVIII [Fig. 9]. El
cuadro es por tanto un asunto de la historia contemporánea y tiene un trasfondo de interés político,
ya que sirve como pretexto para atacar al gobierno borbónico. Incluso “algunos personajes
representados son auténticos supervivientes de la catástrofe”11. Aunque la obra tiene un acento
académico y clásico con influencias de Rafael o Miguel Ángel, la idea expresada, que “toda la
humanidad es una balsa de hombres desesperados, rodeados de muertos y moribundos, unidos
únicamente por la esperanza”12 es puramente romántica, de tragedia y dramatismo. Como dice
Hugh Honour “en esta obra se aplican por primera vez el gran estilo y la escala heroica, reservados
hasta entonces para temas grandiosos y heroicos […], a la representación de los sufrimientos del
hombre corriente.”13. La composición general de la obra se envuelve con tonos sombríos y con una
luz tenebrosa, queriendo acompañar la tragedia. El mar furioso se presenta como una fuerza
diabólica que envuelve todo. Géricault no presenta un momento trágico sino lo más dramático del
suceso, cuando hay una posible esperanza que se aleja.

11 CLARK, K.; La rebelión romántica: El arte romántico frente al clásico. Alianza, Madrid, 1990, pp. 181 - 185
12 CLARK, K.; Op. cit., p. 182
13 HONOUR, H.; El Romanticismo. Alianza, Madrid, 1986, pp. 42 - 45
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El naufragio en la pintura alemana y nórdica


En Alemania y los países nórdicos aparece una presencia mucho más vibrante y obsesiva del
espíritu místico del protestantismo en el arte. En el mundo nórdico la representación de lo religioso
se puede formular a través del paisaje, por lo que encontramos un arte sentimental y panteísta,
donde toda la naturaleza es obra divina. Esta vía romántica está ligada a poetas y filósofos como
Fichte, Novalis y Schlegel, que tienden a converger las ideas de lo sublime y lo bello, pues en la
belleza está “comprendido ya lo sublime”, es unidad de infinito y finito. En las obras de estos
artistas se hace más patente la división entre hombre y naturaleza, pues suele haber algún testigo de
los naufragios que queda empequeñecido por la presencia del poder divino.

Johan Christian Clausen Dahl (1788 - 1857)


El interés por el océano que tiene este pintor noruego quizás se comprende mejor porque su padre
fue pescador. Llegó a ser académico en Dresde, Estocolmo, Berlín y Copenhague y fue gran amigo
de Friedrich. Este autor ocupa una posición central en la vida artística noruega, pues visitó las
costas de su país con frecuencia, realizando numerosos paisajes románticos y naturalistas. Su obra
El día después de una noche tempestuosa de 1819 [Fig. 10] nos relata el momento en el que la
Naturaleza ha aniquilado al hombre. Vemos un barco lanzado por el oleaje en medio de una
tormenta, con un cielo donde se abre un claro de luz que representa la luz divina. Un hombre
sentado al borde de un acantilado, quizás un superviviente, ve la catástrofe y se siente
empequeñecido ante la potencia inconmensurable de Dios.

Caspar David Friedrich (1774 - 1840)


Friedrich es el pintor más significativo del romanticismo alemán. A su juicio, el arte debía mediar
entre las dos obras de Dios, el hombre y la Naturaleza. Sus obras no son imágenes de la Naturaleza,
sino de una concepción panteísta de la misma. Concibe la Naturaleza como el lenguaje de Dios y
las figuras humanas que representa son ajenas a ese paisaje. Suelen aparecer de espaldas al
espectador, ocultando la cara y suelen estar ubicadas en el punto central del cuadro. Con este
recurso, el artista señala que el sentimiento, la auténtica humanización, se encuentra en la
Naturaleza. De esta manera logra una metáfora visual de la disolución del individuo en el todo
cósmico. Además, el espíritu que domina la obra de Friedrich es radicalmente romántico: abundan
las escenas a la luz de la luna, espacios gélidos, las noches, paisajes montañosos y agrestes, las
ruinas… Una de las obras más interesantes es El mar de hielo (El naufragio del Esperanza) de 1823
[Fig. 11]. El mar que deja de ser dinámico al congelarse también puede desatar una violenta fuerza
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destructiva y ser incluso más sublime que una tormenta impetuosa. La lenta agonía de la muerte que
provoca el hielo es “pálida, fría y silenciosa”14. Representa un accidente real fruto de la propia
experiencia del pintor ante el río Elba, donde un bloque de hielo fracturado, cuyos trozos ascienden
diagonalmente, dejan ver aprisionados los restos de un barco. Volvemos a ver la presencia divina a
través de la luz de las nubes en el centro de la composición. Es en esencia una alegoría de la
precariedad del destino humano. El hombre se siente desamparado en la soledad, una de las
carencias que excitan lo sublime según Burke, junto con el vacío y el silencio. Varios autores
apuntan además la estrecha relación de las obras de este pintor con el poeta alemán Novalis, sobre
todo por la búsqueda de lo religioso en la Naturaleza.

Iván Aivazovsky (1817 - 1900)


Este pintor ruso académico formado en San Petersburgo se especializó en marinas. En 1841
comenzó un viaje de cinco años que le llevaría por distintos países, entre ellos Italia, España,
Francia y Reino Unido y conoció a J. M. W. Turner. Su obra La novena ola de 1850 [Fig.12] deja ya
atrás la escisión entre luz y oscuridad de los naufragios románticos precedentes. Por su contacto con
Turner introduce gran cromatismo. Ahora el color ya ha triunfado definitivamente. De 1876 es su
Naufragio [Fig. 13], donde “investiga las posibilidades de la representación de los estados
atmosféricos durante una tempestad”15. Es frecuente en sus obras que alguien observe desde la
distancia la catástrofe. El placer de contemplar un naufragio desde esa distancia determina el goce
estético y hace posible la conexión con lo sublime. Aivazovsky solía aplicar capas de color
consiguiendo un efecto de transparencia muy lumínica que hace sobrecogedoras sus marinas.

Conclusiones
Los naufragios, uno de los temas más representados durante el Romanticismo, no se pueden
entender sin la relación que existía en ese periodo entre la reflexión teórica, la representación
plástica y la creación literaria. Como dijo Charles Baudelaire, “El romanticismo no se halla ni en la
elección de los temas ni en su verdad exacta, sino en el modo de sentir.”16. Un modo de sentir que
se caracterizaba por la imaginación, el colorido y un espíritu poético que impregnó decididamente
el arte y especialmente el paisaje pictórico.

14 ARGULLOL, R.; Op. cit., p. 77


15 GUILLÉN MARCOS, E.; Op. cit., p. 90
16 BAUDELAIRE, CH.; Le Salon de 1846
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Bibliografía
ARGAN, G. C.; El pasado en el presente: el revival en las artes plásticas, la arquitectura, el cine y
el teatro. Gustavo Gili, Barcelona, 1977.
ARGULLOL, R.; La atracción del abismo: Un itinerario por el paisaje romántico, Destino,
Barcelona, 1991
BOCKEMÜHL, M.; Turner: El mundo de la luz y del color, Taschen, Köln, 1992
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CLARK, K.; La rebelión romántica: El arte romántico frente al clásico, Alianza, Madrid, 1990
CLARK, K.; El arte del paisaje, Seix Barral, Barcelona, 1971
COLERIDGE, S. T.; La rima del viejo marinero, Bosh, Barcelona, 1983
D’ANGELO P.; La estética del romanticismo, Visor, Madrid, 1999
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1988
GUILLÉN MARCOS, E.; Naufragios: Imágenes románticas de la desesperación, Ediciones Siruela,
Madrid, 2004
HERRMANN, L.; Les Paysagistes Anglais, Fabbri, Milan, 1969
HONOUR, H.; El Romanticismo, Alianza, Madrid, 1986
MIGUEL-PUEYO, C.; El color del Romanticismo: En busca de un arte total, Peter Lang, Nueva York,
2009
PRECKLER, A. M.; Historia del arte universal de los siglos XIX y XX, Editorial Complutense,
Madrid, 2003
ROGER, A.; Breve tratado del paisaje, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007
ROSENBLUM, R. Y JANSON H. W.; El arte del siglo XIX, Akal, Madrid, 1984

Museo del Louvre www.louvre.fr


Museo Thyssen-Bornemisza www.museothyssen.org
Tate Modern www.tate.org.uk
Biografía y obras de Charles Baudelaire baudelaire.litteratura.com

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Apéndice gráfico

Figura 1 - Pescadores en el mar (Fishermen at Sea), J. M. W. Turner, 1796

Figura 2 - Naufragio (The Shipwreck), J. M. W. Turner, 1805

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Figura 3 - Incendio en el mar (Fire at Sea), J. M. W. Turner, 1835

Figura 4 - El buque de esclavos (Slave ship), J. M. W. Turner, 1839

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Figura 5 - Tormenta de nieve (Snow Storm), J. M. W. Turner, 1842

Figura 6 - Frente a la costa inglesa (At the English Coast), Richard Parkes Bonington, 1825

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Figura 7 - Vista de la Costa de Normandía (Boats near the Shore of Normandy),


Richard Parkes Bonington, 1825

Figura 8 - La Balsa de la Medusa (Le Radeau de la Méduse), Théodore Géricault, 1818

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Figura 9 - Naufragio, Claude-Joseph Vernet, 1772

Figura 10 - El día después de una noche tempestuosa, Johann Christian C. Dahl, 1819

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El Naufragio en la pintura romántica Raquel García Valerdiz

Figura 11 - El mar de hielo (El naufragio del Esperanza), Caspar David Friedrich, 1823

Figura 12 - La novena ola, Iván Aivazovsky, 1850

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Figura 13 - Naufragio, Iván Aivazovsky, 1876

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