LOS SAPOS SON BIEN SAPOS
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En algún lugar de la selva existía un
estanque con sus aguas tranquilas y lleno de
plantas que tenían hojas muy grandes. Algunas
crecían dentro del estanque, y sus hojas, y
flores sobresalían hacia la superficie, otras
flotaban dejándose llevar lentamente por las
débiles ondas que el viento producía.
Cada primavera miles de insectos se
reunían en el estanque para poner sus
huevecillos en las hojas de las plantas o en la
superficie del agua.
En la primavera pasada los insectos tuvieron
un compañero silencioso. Algo que parecía ser
un pez, pero que no lo era. Era de color negro y
tenía una cola extraña, pero, como casi
siempre estaba quieto, los insectos perdieron
el temor que al principio les causó y sin
prestarle mayor atención se dedicaron cada
uno a lo suyo.
Pero este año, cuando regresaron, se dieron
cuenta que el extraño pez ya no estaba en el
estanque, miraron curiosamente el fondo pero
no lo hallaron. De pronto se oyó una voz muy
ronca que les preguntó:
- Me buscan a mí?
Todos, sorprendidos, volvieron la mirada
hacia el lugar de donde provenía la voz, y
vieron a un ser verde, sin cola, muy grande,
con uno ojos enormes, y que no estaba en el
agua. Quedaron paralizados por la sorpresa,
entonces el intruso añadió:
- Yo soy el pez que están buscando, ahora he
crecido y soy adulto, y tengo esta nueva
apariencia.
Ante tal afirmación los insectos se fueron
tranquilizando y se acercaron con mucha
cautela para observarlo mejor.
El sapo estaba hambriento pero sabía que
si en ese momento sacaba la lengua y se
tragaba a un insecto los demás huirían,
entonces elaboró un plan.
- Hoy quiero hacer una fiesta para celebrar mi
transformación y están todos invitados,
habrá mucha comida.
Ese día, entre los insectos había cierto
nerviosismo, pero pensaron que si ese sujeto
verde cuando era acuático no les hizo nada
tampoco lo haría ahora. Además estaba la
invitación de ir a una fiesta con mucha comida.
El sapo lo había preparado todo, con hojas de
loto construyó una carpa, así como la de los
circos, le pidió a una luciérnaga que iluminara
el ambiente y los invitados fueron llegando.
La fiesta se inició. El sapo dio algunos saltos
acrobáticos y todos aplaudieron, luego se puso
a cantar y la euforia crecía cada vez más y más
hasta que sorpresivamente el sapo dio un salto
y cerró la entrada con una hoja muy pesada y
empezó a comerse a los incautos insectos. La
luciérnaga lo había contemplado todo y
suplicaba por su vida, pero el sapo le dijo:
- Si ya no hay fiesta, debemos apagar la luz.
Y de un lenguazo se comió a la luciérnaga.
- Mañana habrá otra fiesta con mucha comida
– pensó – y se fue a dormir.
Al día siguiente vendrían otros insectos.
No importa que apariencia tenga, el sapo en
algún momento comerá insectos. Solo es
cuestión de tiempo.
¿Qué es mejor, alejarse de los sapos o dejar de
ser insecto?
Gilbert Montalvo.