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Está claro que las técnicas no son para seguirlas al pie de la letra pero, hasta que te hagas con
ellas y las manejes a tu aire, necesitas saber lo más básico. Una de mis máximas es: para romper
las reglas, primero necesitas conocerlas a fondo.
También haremos algo de coaching para escritores, para motivarte, evitar bloqueos y que pue-
das organizar bien el tiempo que dedicas a escribir.
Cuando termines habrás dado un gran paso, pero antes de comenzar necesito adquirir un com-
promiso contigo: yo me comprometo a enseñarte conocimientos de gran valor, si tú te compro-
metes a llevar a la práctica lo que aprendas.
Al final de este eBook encontrarás un enlace que te conduce a la posibilidad de seguir apren-
diendo. Si crees que tomar esa decisión puede ser algo beneficioso para ti, no permitas que las
excusas se interpongan en tu camino.
IMPORTANTE: Por favor, ten en cuenta que este eBook es un material exclusivo para ti, por ha-
berte inscrito en alguna de mis listas.
Es totalmente gratuito, pero te pido que no lo distribuyas subiéndolo a ninguna página. Si deseas
compartirlo, tan solo tienes que dirigir a la gente a este enlace:
http://oficiodeescritor.com/
¡Gracias!
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© Alejandro Quintana Tomás, 2017
1. LA ESTRUCTURA CLÁSICA
El material de hoy es una introducción a la estructura narrativa clásica. Desde que el ser humano
se reúne alrededor de un fuego a contar historias, se cuentan así.
Pero recuerda que las normas se pueden romper... si es por el bien de la historia que cuentas y
el motivo es coherente y justificado.
Te recomiendo practicar primero lo clásico y estándar, para después jugar con otras opciones
fuera de lo aceptado como «correcto».
El inicio
Toda historia tiene un inicio. Tu historia debe iniciarse con el planteamiento. Sirve para situar
en el contexto, el espacio y el tiempo al lector. Dónde y en qué época se desarrolla la historia.
También necesitas presentar a tu personaje principal: quién es, a qué se dedica, qué pinta en tu
relato. Cuáles son sus deseos, sus objetivos, sus limitaciones y dificultades.
Una vez el lector esté situado en un contexto concreto —el antiguo Egipto, una colonia de marte
o una ciudad en la época contemporánea— y conozca al personaje principal —un asesino psicó-
pata, un policía del futuro, una violinista enamorada—, debe aparecer el conflicto: un hecho lo
cambia todo y pone del revés los esquemas del personaje principal. Es el detonante que va a
poner en marcha la historia: a partir de ese momento ya nada volverá a ser lo mismo.
En pocas palabras, con el planteamiento debes sentar las bases para desarrollar la acción. Y te
recomiendo hacerlo de forma que el lector se sienta impulsado a seguir leyendo, a que desee
saber más. Por ejemplo,
Pon a tus personajes en serias dificultades. Plantea al lector un reto auténtico y siembra la duda
en él: ¡sorpréndele!
Deben surgir las dudas. Cuando a un personaje le sucede algo que da la vuelta a sus esquemas
como un calcetín, tiene elección. El camino se bifurca ante él. ¿Seguir la vida de forma normal,
aceptar el suceso, resignarse? ¿O salir de lo conocido, lo estable, lo cómodo para poner las cosas
en su sitio? Sentir la llamada de la aventura, de la transformación, no siempre es plato de gusto.
En este punto se produce otro tipo de desencadenante. El personaje es empujado por algún
suceso más o por alguien. Por lo general es un amigo, un mentor, una pareja sentimental…
puede ser incluso un personaje casual, alguien que le dice una frase al protagonista y le hace
ponerse en marcha.
Una vez se traspasa este umbral ya no hay vuelta atrás: se abandona un mundo para penetrar
en la aventura, el peligro, la transformación.
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© Alejandro Quintana Tomás, 2017
El nudo
El desarrollo, nudo o núcleo de la historia es la parte en la que suceden los acontecimientos, ni
más ni menos. En ella tus personajes se desenvuelven, encuentran sus dificultades, triunfan y
fracasan, evolucionan… o involucionan.
Se les presentan retos que a primera vista son imposibles de superar. Pon a tu protagonista en
verdaderos apuros, no escatimes en eso. Hazle vivir un auténtico calvario en el cual puede per-
der la vida, la razón, la capacidad de amar… en cada paso tu personaje aprende, avanza tanto
en la historia como en su evolución personal.
Conoce a una serie de personajes con los que interactúa, tanto ayudantes como antagonistas.
Se relaciona también con objetos. Es más, un objeto puede ser la meta a lograr para devolver el
equilibrio a su mundo: el anillo mágico, la espada sagrada, los documentos perdidos, la fotogra-
fía reveladora…
El relato puede dar un giro sorpresa en cualquier momento. De hecho, te recomiendo que bus-
ques estos puntos de ruptura para hacer la historia más adictiva si cabe.
La violinista enamorada, por ejemplo, descubre que el amado no es como esperaba. La historia
se transforma y lo que el lector creía que iba a ser la misión principal —conquistar al objeto de
su deseo—, tan sólo era la excusa para que la protagonista se diera cuenta de que idealiza a las
personas, que se enamora siempre del hombre equivocado. Entonces abandona su conquista y
se centra en solucionar sus problemas internos.
Sube la intensidad paulatinamente: a cada paso, a cada aprendizaje, se adquieren nuevas herra-
mientas para superar dificultades todavía más grandes.
El lector quiere ser sorprendido, engañado, quiere ser llevado por caminos tortuosos que
desembocan en lugares inesperados. Haz que situaciones previsibles den un giro de ciento
ochenta grados. Juega con la perspicacia del lector, anticípate a sus conclusiones, condúcele por
una situación cuyo desenlace pueda prever ¡y dale la vuelta! Da la información justa y necesaria,
ni más ni menos.
Si eres hábil manejando tus recursos —en la lección de mañana te mostraré algunos trucos—
mantendrás a tus lectores en vilo hasta el momento del clímax. Es un suceso donde todo con-
verge. Es el enfrentamiento con el enemigo, con la realidad, con los propios temores. El punto
culminante que decidirá el destino de los personajes. La hora de la verdad.
En este punto, necesitas llevar al lector a lo más alto. La derrota del héroe puede significar la
muerte de todo su mundo, la pérdida de la razón, la capacidad de amar para siempre. Tras la
resolución del conflicto final, la tensión baja y el lector siente las emociones desatadas con todo
su peso. Euforia por la victoria, alivio por salvar la vida, esperanza en el amor… es el momento
en el cual se decide el mejor final.
El desenlace
Porque, en ese momento, ya debes haber puesto todos los puntos sobre las íes: personajes bien
definidos, situaciones a punto de resolverse, conflictos bien planteados e intenciones claras de
los personajes. La resolución del clímax no debería ser el final del relato, tan sólo la resolución
de una situación límite: el principio del fin. Comienza a cerrar lo que aún esté abierto.
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No dejes cabos sueltos, cuidado con eso. Puedes dejar secretos sin revelar, misterios por desen-
trañar, pero deja buena constancia de ello y justifícalo.
Tus personajes han evolucionado a lo largo de la historia. Ya no son los mismos que en el plan-
teamiento. Resuelve sus conflictos de manera favorable. Hazles triunfar y haz su triunfo aplas-
tante. Porque es la hora del regreso a casa. El retorno al hogar. El protagonista debe volver
donde todo comenzó, exhibir su cambio y compartir su enseñanza. Devolver el objeto sagrado
al lugar que le corresponde.
Todo buen final, igual que todo buen inicio, debería dejar huella. Condensa en los últimos pá-
rrafos aquello que deseas decir bien clarito a tus lectores, pero sin caer en discursos ni moralejas.
Haz que las palabras finales de tu relato dejen un poso de alguna emoción en el lector. Que
cierre las tapas del libro y reflexione, aunque sea un minuto, sobre lo leído. Y que lo haga con
una punzada de melancolía, esperanza, tristeza, euforia, lo que prefieras.
Es fácil dejarse llevar por la impaciencia al atisbar la conclusión y atolondrarse. Mantén el tono
usado en el resto de la historia aunque tu ritmo suba de intensidad. Que el final llegue de manera
natural y coherente, como parte de un todo.
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A la hora de avanzar por una historia, necesitas que siempre haya alguna pregunta abierta. Esto
provocará que el lector quiera conocer la respuesta. Pero no la des inmediatamente: demora la
resolución de lo que va pasando.
Lo siguiente te ayudará a comprender lo que te digo y a crear tensión para mantener a los lec-
tores pegados a lo que escribes:
Puedes pensar que esto solo sirve para historias de acción, policíacas o de espías, pero nada más
lejos de la realidad.
Suspense: en una escena, se sabe que el hombre la ha engañado con una compañera de su
trabajo. Pero ella no lo sabe, con lo cual el lector sufrirá por el personaje. ¿Lo averiguará? ¿Qué
hará cuando lo sepa? En las escenas donde la mujer está con su amado y cree sus falsas prome-
sas de amor ¿cómo crees que se sienten los lectores?
Secreto: la mujer recibe la visita de una mujer de su pasado y cenan juntas. Pasamos a otra
escena sin presenciar la conversación y cuando volvemos a la protagonista han pasado tres días.
Nuestro personaje reflexiona sobre las verdades que dijo su amiga durante la cena, pero no se
precisan. ¿Qué ocurrió en su pasado? ¿Cómo le afecta en el presente? Ten por seguro que el
lector se morderá las uñas, deseará saber de qué hablaron en esa cena y leer la historia hasta
que el secreto sea revelado.
Intriga: todos los miércoles, el amado desaparece. Nunca queda con ella, ni responde sus llama-
das. Él evade las respuestas cuando ella le pregunta. Siempre tiene una reunión importante, un
viaje de negocios… pero está claro que guarda un secreto. ¿Una amante? ¿Una afición de la que
se avergüenza, como cantar en un karaoke? El lector querrá acompañar a la mujer hasta que se
desvele la intriga.
Dosifica la información que les das a tus lectores. Respétales. Te diriges a personas inteligentes
capaces de comprender entre líneas. No se lo des todo mascado y deja que piensen por sí mis-
mos. Incluso muchas veces, un silencio dice más que mil palabras.
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Por ejemplo, cuando el aprendiz de herrero decide abandonar su aldea para ir a recuperar la
armadura sagrada que les han arrebatado, sabe que cuando cruce el río que nunca ha atrave-
sado no hay vuelta atrás. Más allá del río, está lo desconocido.
Antes de cruzar un umbral, siempre hay resistencia, porque los personajes sienten temor por lo
desconocido. Pero solo cruzándolo pueden hallar su destino… y lo saben.
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Pero voy a contarte cómo evitar los que me encuentro más a menudo por mi trabajo… y cómo
puedes evitarlos, claro. Empecemos:
Porque si de repente pasas a contar las cosas desde otro punto de vista o se sabe qué siente o
piensa otro personaje diferente... ¡ERROR!
Eso es algo que despista mucho al lector y hace que «se vea el artificio». Es como descubrirle el
truco a un mal mago: hace que nos salgamos del espectáculo.
Solo podemos saber lo que sienten y piensan otros personajes por sus reacciones. Un narrador
no puede saltar de los pensamientos y emociones de un personaje a otro, ni un personaje puede
saber qué siente o piensa otro personaje a no ser que este se lo diga o lo pueda ver por su
comportamiento.
Es decir...
Evita siempre que puedas decir cosas como «se sentía mal», «estaba alegre» o «tenía calor» y
di mejor «estaba pálido y le fallaban las piernas», «se reía por nada» o «sudaba y resoplaba a
cada paso».
Narrador omnisciente: lo sabe todo de todo el mundo, en cualquier época y lugar. Úsalo
siempre en 3ª Persona, a no ser que sea un Dios o alguien con súper poderes.
Narrador aquiescente: solo sabe lo que sabe el personaje desde el cual se focaliza la
historia o el punto de vista de un pasaje concreto. En 1ª Persona.
Narrador deficiente: sabe incluso menos de lo que saben los personajes. Para narrado-
res en 1ª Persona testigos, muy usados en policíaca y terror.
La manera más efectiva para hacer esta comunicación fluida y efectiva es que estos personajes
sean representaciones creíbles de personas, de forma que tanto emisor como receptor puedan
conectar.
Por tanto, es necesario encontrar el equilibrio que permita al autor utilizar a sus personajes de
manera que representen simbólicamente las cualidades que desea expresar.
Pero sin caer en la caricatura. Insisto: los personajes deben ser creíbles. Y para ser creíble, un
personaje necesita tener virtudes y defectos.
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Vigila que, por querer hacer más humanos a tus personajes, el malo tenga una sola cualidad
bondadosa y el héroe un solo defecto.
Que el villano ame a sus hijos no lo hace bueno, igual que no hace más cercano al héroe que sea
un poco engreído. Esto sería lo mismo que pintar colmillos al cordero y disfrazar al lobo de oveja,
no me refiero a eso.
Mi consejo es que pienses bien cómo serán tus personajes y les conozcas a fondo. Puedes inspi-
rarte en personas que conozcas, verás que los malos no son tan malos y los buenos tampoco
son perfectos.
Cuando veas que estás cayendo en alguno de estos síntomas, corrige lo antes posible.
Todo lo que escribas debe ayudar al avance de la acción, describir personajes y sus relaciones o
lograr la inmersión del lector en la atmósfera de la novela.
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La mayoría de las veces, esto sucede porque no has identificado el eje narrativo. Vamos a ver
qué es y por qué es tan importante.
El eje narrativo
Es la sucesión lógica de acontecimientos que configuran una historia.
Imagínalo como una sólida cadena que necesita la cohesión de todos sus eslabones. Cualquier
aspecto de esta cadena principal de acción que sea alterado, modificará el relato y este ya no
será el mismo.
Por ejemplo: si Caperucita Roja, en lugar de ir por el atajo del bosque hubiera ido a casa de su
abuela por el camino principal, nunca se hubiera encontrado con el Lobo Feroz. Entonces ya no
sería el mismo relato.
Otros elementos secundarios pueden variar... ¡incluso podríamos hablar de Caperucita Verde!
Por tanto, la decisión de Caperucita de ir por el atajo es un núcleo de la historia. Que su caperuza
sea roja, verde o a rayas es circunstancial.
Si le das demasiada importancia a elementos que no la tienen, vas a confundir al lector. Piensa
que cualquier detalle dentro de una historia cumple su función, así que mide muy bien la infor-
mación que das y la relevancia que tiene para los hechos.
Cuando sabes esto, puedes equilibrar mucho mejor tu historia, porque sabes cuándo hacer una
escena con lujo de detalles y cuándo resumir lo que está pasando.
También necesitas conocer los resortes dramáticos de tus personajes, si quieres escribir algo
que el lector no pueda parar de leer. Enseguida comprenderás cómo influye esto en tu eje na-
rrativo.
Resortes dramáticos
Es todo aquello que provoca la implicación emocional del lector con los personajes y los hechos
que se cuentan.
¿Te has fijado alguna vez la cantidad de huérfanos que pueblan las historias?
Esto es porque un personaje criado sin padres provoca automáticamente el sentido de la com-
pasión, creando una empatía del lector hacia el personaje al instante.
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Y si haces coincidir algunas veces un resorte dramático con un núcleo de tu historia, la empatía
del lector por tus personajes y su implicación con la historia será muy alta.
Una escaleta es como un mapa de ruta para evitar bloquearte, meter a los personajes en situa-
ciones de las que ni tú sabes sacarles o terminar contando una historia muy diferente a la que
habías imaginado. Si además de esto haces fichas completas de personajes, para «verlos» y co-
nocerles a fondo, seguramente te será más difícil perder el hilo.
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Mi padre fue un hombre autoritario con mucho carisma. Era de esas personas que se imponían
sin querer. Y si no lo conseguía, se imponía queriendo.
Ese fue el motivo por el cual yo terminé, tras muchos años de sometimiento, estudiando cine-
matografía sin su aprobación. Él quería que yo fuera ¡notario!
El caso es que algunos años después descubrí que el cine no era lo mío: no me apasionaba lo
suficiente. Era solo una vía de escape que yo tomé huyendo de una realidad... que además no
era la mía, sino la de mi padre.
En definitiva, tuve que cometer un día un acto de valor para darme cuenta de lo que NO era
para mí. Había tenido que enfrentarme a mi mayor temor —defraudar a mi padre— para perse-
guir una quimera que ni siquiera tenía una base auténtica, ¿te das cuenta?
Pero sí comprendí algo mucho más importante: aprendí que la vida te da las lecciones que ne-
cesitas aprender, no las que te gustaría recibir.
Y desde entonces, persigo sin descanso ni temor aquello en lo que creo, pues sé que siempre
hay un aprendizaje esperándome. Aunque fracase.
Por eso, muchas veces, ni siquiera nos atrevemos a iniciar el camino, a desafiar y enfrentar la
autoridad de nuestros propios miedos... es más sencillo seguir viviendo una vida insatisfactoria
y soñar con una mejor, que luchar por esos sueños.
Si cuando te digo cosas como «es posible vivir de la escritura, es posible publicar con una edito-
rial y tener éxito y reconocimiento», pero en ese momento tú piensas «Es demasiado difícil, no
soy tan buena para eso, yo no serviría, me puedo conformar con mucho menos»… ¡por supuesto
que te resultará imposible! Pero…
Esa es la gran diferencia: creer con fuerza que los sueños están ahí para ser realizados, no para
perseguirlos como forma de evasión. Por eso, como hoy, en la mayoría de mis cursos siempre
hay una parte importante dedicada a la motivación personal.
Estas son algunas de las excusas para no escribir, no formarse, no esforzarse en perseguir lo que
uno desea:
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El tiempo es escaso y las obligaciones, muchas. No se trata de tener tiempo, se trata de hacer
de la escritura una prioridad. ¿Es la escritura una prioridad en tu vida? Si la consideras algo esen-
cial en tu vida, ya verás cómo encuentras tiempo para escribir.
Existe la creencia de que escribir es sentarse a contar algo, pero es falso: escribir es solo la parte
visible de todo un estilo de vida que se da las 24 horas del día. Si vives de esta forma, siempre
tendrás algo interesante que contar.
Y más todavía si no conoces ni las técnicas narrativas, ni sabes cómo usar tu creatividad, ni co-
noces métodos para canalizarla y organizarte cuando escribas.
Cuando dominas ciertos recursos, la dificultad disminuye. Cuando tienes práctica, la dificultad
disminuye aún más. Pero escribir, en efecto, no es fácil. Y desde luego no es una excusa válida.
Bien, es posible que no lo tengas fácil o que en tu país el euro o el dólar sean caros... pero sabes
que cuando uno quiere algo, cuando lo quiere de verdad, hace lo necesario para conseguirlo.
¿Te he contado ya que trabajé tres años todos los fines de semana y festivos por la noche, para
costear unos estudios de cinematografía que «no me podía permitir»? Muchos lunes y muchos
viernes iba a clase sin haber dormido. En esos tres años solo hice 15 días de vacaciones.
Lo primero es lo primero: techo, comida y cierta estabilidad. Pero, aunque no tengas dinero,
tienes derecho a perseguir tus sueños como el que más. Puedes encontrar mucha información
gratuita por ahí: necesitarás algunos años de investigar por tu cuenta y entrar en la dinámica
prueba-error hasta dar con la fórmula correcta.
En conclusión...
Quítatelo de la cabeza: las justificaciones racionales son excusas para decirnos a nosotros mis-
mos que estamos mejor como estamos, que no merece la pena correr riesgos. Así evitamos el
fracaso cuando, en verdad, el fracaso es no intentarlo.
¿Te das cuenta, en realidad, de que no hay más enemigo que uno mismo?
Por eso, te invito a preguntarte ahora mismo: ¿qué excusas te pones tú para no hacer lo que hay
que hacer por alcanzar los sueños? Y más importante aún:
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Bien, pues hemos llegado al final del curso. Como te dije al principio, ahora puedes seguir apren-
diendo porque esto que has visto aquí es tan solo la punta del iceberg.
Ahora solo te pido una cosa, solo una: si crees que dar el siguiente paso es una buena decisión
para seguir aprendiendo, no dejes que las excusas se interpongan en tu camino.
Alejandro
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