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10 de Junio

DÍA DE LA SOBERANÍA

La conmemoración de esta fecha de reafirmación de


derechos se inserta en el marco de las reclamaciones territoriales
no resueltas suscitadas, en el caso argentino, en el transcurso del
siglo XIX. Pero, al mismo tiempo y fundamentalmente, aparece
asociada en el vocabulario de los políticos vernáculos con el
concepto de soberanía, término del cual se abusa hasta el hartazgo.

En otras palabras, el empleo del vocablo soberanía para


referirse a la integridad territorial argentina resulta por mucho
exagerado y engañoso, habida cuenta de las precisiones que al
respecto reitera el Derecho constitucional, el cual, al definir
soberanía, nos dice que es "la no dependencia de un Estado con
respecto a otro".

Creemos oportuno este momento para reflexionar acerca del


significado íntimo de este vocablo. Lo afirmamos porque el cuerpo
social argentino viene exhibiendo desde hace décadas síntomas
alarmantes de escepticismo y desprejuicio ético, cuya profundización
pondría en peligro la unidad de la nación y la existencia misma del
Estado.

Enferma la nación, debilitada por la epidemia moral que la


acosa, SÍ ve peligrar su soberanía, porque replegada sobre sí misma,
temerosa de la verdad que ilumina el camino de los pueblos
racionales, reacciona instintivamente, en forma casi bárbara,
buscando agresores externos para justificar las derrotas íntimas y
ocultar así la debilidad de un cuerpo anémico que se arrastra
doliente, sin atreverse a aceptar el mal que lo corroe.

El respeto a la vida, la solidaridad como principio rector de la


conducta humana, he ahí lo que debe conquistar la sociedad
argentina para defender su soberanía, para que alcance su
verdadera dimensión en un proyecto de futuro.

Emplear el vocablo soberanía para defender derechos


histórico-jurídicos implica no sólo forzar el significado intrínseco que
el vocablo encierra, sino -lo que es más grave- ocultar la verdadera
extensión de nuestros males.

Por otra parte, si de derechos territoriales se habla, reivindi-


carlos con metodologías del siglo pasado resulta un anacronismo
histórico, que no tarda en pagarse a un costo difícilmente
imaginable.

Es de esperar que la epidemia pueda conjurarse para poder


comprender, por primera vez, en toda su latitud, el significado del
año 1982 y, a través de la serena reflexión, conscientes de las
jornadas macabras vividas, valorar sinceramente el sentido último de
la vida humana y, de allí en más, iniciar la tarea fundacional de la
nueva argentina.

10 de Junio
DÍA DE LA SOBERANÍA

La conmemoración de esta fecha de reafirmación de


derechos se inserta en el marco de las reclamaciones territoriales
no resueltas suscitadas, en el caso argentino, en el transcurso del
siglo XIX. Pero, al mismo tiempo y fundamentalmente, aparece
asociada en el vocabulario de los políticos vernáculos con el
concepto de soberanía, término del cual se abusa hasta el hartazgo.

En otras palabras, el empleo del vocablo soberanía para


referirse a la integridad territorial argentina resulta por mucho
exagerado y engañoso, habida cuenta de las precisiones que al
respecto reitera el Derecho constitucional, el cual, al definir
soberanía, nos dice que es "la no dependencia de un Estado con
respecto a otro".

Creemos oportuno este momento para reflexionar acerca del


significado íntimo de este vocablo. Lo afirmamos porque el cuerpo
social argentino viene exhibiendo desde hace décadas síntomas
alarmantes de escepticismo y desprejuicio ético, cuya profundización
pondría en peligro la unidad de la nación y la existencia misma del
Estado.

Enferma la nación, debilitada por la epidemia moral que la


acosa, SÍ ve peligrar su soberanía, porque replegada sobre sí misma,
temerosa de la verdad que ilumina el camino de los pueblos
racionales, reacciona instintivamente, en forma casi bárbara,
buscando agresores externos para justificar las derrotas íntimas y
ocultar así la debilidad de un cuerpo anémico que se arrastra
doliente, sin atreverse a aceptar el mal que lo corroe.

El respeto a la vida, la solidaridad como principio rector de la


conducta humana, he ahí lo que debe conquistar la sociedad
argentina para defender su soberanía, para que alcance su
verdadera dimensión en un proyecto de futuro.

Emplear el vocablo soberanía para defender derechos


histórico-jurídicos implica no sólo forzar el significado intrínseco que
el vocablo encierra, sino -lo que es más grave- ocultar la verdadera
extensión de nuestros males.

Por otra parte, si de derechos territoriales se habla, reivindi-


carlos con metodologías del siglo pasado resulta un anacronismo
histórico, que no tarda en pagarse a un costo difícilmente
imaginable.

Es de esperar que la epidemia pueda conjurarse para poder


comprender, por primera vez, en toda su latitud, el significado del
año 1982 y, a través de la serena reflexión, conscientes de las
jornadas macabras vividas, valorar sinceramente el sentido último de
la vida humana y, de allí en más, iniciar la tarea fundacional de la
nueva Argentina.

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