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Cristo venció el pecado por todos


(Romanos 6:1-23)

E
l argumento que Pablo presenta en los primeros cinco capítulos
de Romanos es contundente. Declara que todos, tanto judíos
como gentiles, han pecado (Romanos 1:18-3: 20), y que por
gracia todos pueden ser justificados a través de la fe (ver Ro-
manos 3:21; 5:21). Demuestra de forma clara y fehaciente que la salva-
ción es un don gratuito de Dios. El asunto es que esta enseñanza origina-
ba serias dudas en las mentes de algunos.

Primera pregunta (Romanos 6:1-14)


La primera pregunta aparece en Romanos 6:1: «¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde?». Si todo depende de Dios, si nuestras
obras no nos llevan a la justificación ni hacen que Dios nos la conceda,
¿qué importancia tiene entonces cómo vivamos?
Esta pregunta siempre sale a relucir cuando se enseña sobre la gratuita
gracia de Dios. Algunos preguntan con sinceridad, pues desean saber
cómo conducir mejor su vida; pero otros utilizan este argumento como
excusa para vivir una vida pecaminosa; y aun otro grupo teme que la
«gratuita gracia» los conduzca a una vida de anarquía.
La lógica de quienes estaban en contra de la enseñanza de Pablo sobre
la gracia y de los que estaban confundidos sobre el tema, era como sigue:
62  SALVACIÓN PARA «TODOS»: LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

1. Pablo afirmó en Romanos 5: 20 que la ley identifica el pecado, y


por ende, lo aumenta.
2. Más pecado significa más gracia.
3. Por lo tanto, sigamos pecando para que la gracia aumente y Dios
sea glorificado aún más, por su gracia cada vez más amplia (ver
Romanos 6:1; 3:8).
Tal razonamiento, por supuesto, invalidaría la teología de Pablo ante
los pensadores serios, y proporcionaría una excusa sólida para los que
buscan vivir de forma irresponsable y poco sincera.
Tanto para eliminar las dudas de sus detractores como para instruir a
los verdaderos creyentes, en Romanos 6:1 Pablo pregunta si una persona
debe continuar en el pecado para que la gracia aumente.
Su reacción a esta pregunta es sumamente enérgica: «¡De ninguna
manera!» (versículo 2). «¡Claro que no!» (DHH). «Por supuesto que no»
(NTV). «En ninguna manera» (JBS).
Independientemente de cómo haya sido traducido el texto griego, to-
das las versiones indican que Pablo estaba totalmente horrorizado ante la
idea de que un cristiano siguiera viviendo en el pecado. Utiliza, de hecho,
el lenguaje más fuerte de repudio existente en el Nuevo Testamento. La
frase expresa tanta indignación, que da a entender que la idea es absurda
e impensable.
El solo pensamiento de que el pecado pudiera de alguna manera ser
agradable a Dios o darle honra, horrorizó por completo al apóstol. Ni
siquiera se detiene a razonar en semejante barbaridad. En lugar de pre-
sentar un argumento en contra de ello, hace una pregunta retórica: «No-
sotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en
él?» (versículo 2, NVI).
La respuesta es obvia. Es imposible que quien ha muerto al pecado
continúe practicándolo como una forma de vida. Solo la lógica más tergi-
versada concluiría que una vida de pecado es el camino adecuado para un
cristiano.
Pablo lo ilustra en el versículo 3 a través de la experiencia del bautis-
mo, el cual proporciona la imagen perfecta para lo que desea mostrar.
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7. Cristo venció el pecado por todos (Romanos 6:1-23)  63
Bautizar no es una palabra difusa en la historia. Significa «sumergir en o
bajo algo», «zambullir», «hundir», «ahogarse». 1 Los escritores del mun-
do antiguo utilizaban esta palabra para describir barcos hundidos o per-
sonas que se ahogaban. Jesús utilizó el aspecto más violento de la palabra
cuando se refirió a su muerte como un bautismo (ver Marcos 10:38, Lu-
cas 12:50).
Pablo hace lo propio en Romanos 6, donde emplea el término para re-
ferirse a la muerte a un estilo de vida (versículo 4). En cierto sentido,
llegar a ser cristianos tiene tintes violentos. Nos convertimos a través del
bautismo en un símbolo de la muerte a las sendas antiguas. Ahora, Pablo
declara en Romanos 6:2-3 que si una persona ha muerto a sus antiguas
sendas, no tiene sentido afirmar que seguirá queriendo vivir de la misma
manera. Ningún cristiano auténtico desearía seguir viviendo una vida de
pecado.
Sin embargo, sabemos que la muerte no fue el final para Cristo, pues
él resucitó. Continuando con la metáfora del bautismo en el versículo 4,
Pablo dice: «A fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la glo-
ria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva».
El bautismo es el símbolo perfecto de la muerte a la vieja manera de
vivir y la resurrección a una nueva forma de vida. Después de todo, como
dice C. H. Dodd, el bautismo por «inmersión es una especie de entierro; y
emerger del agua es una especie de resurrección». 2
Antes de avanzar a los siguientes versículos, necesitamos saber qué
significa andar en nueva vida. La palabra andar es clave, no solo porque
expresa un proceso de comunión permanente con Dios, sino porque im-
plica direccionalidad, ya que todo el que anda tiene un objetivo. Así des-
cribe Pablo el comienzo de la vida cristiana, como el inicio de un nuevo
camino en el que es imposible no abandonar las sendas del pecado como
estilo de vida.

1
Geoffrey W. Bromiley, ed., Theological Dictionary of the New Testament, abridged ed. (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1985), p. 92.
2
C. H. Dodd, The Epistle of Paul to the Romans (Londres: Fontana, 1959), p. 107.

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64  SALVACIÓN PARA «TODOS»: LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

Antes de pasar a los versículos 12 al 14, debemos observar que hay


quienes se confunden con los pensamientos de los versículos 7 y 10,
que respectivamente enseñan que los cristianos son «liberados del peca-
do» y muertos al pecado (NVI). Algunos han interpretado estos concep-
tos como que el verdadero cristiano debe ser totalmente inmune al pe-
cado y sus atractivos.
Esto ignora por completo el hecho de que no fue así en la vida de Je-
sús. En su andar en la tierra, Jesús fue genuinamente tentado, se sintió
atraído a algunos aspectos de la tentación en el desierto, y su mente y su
cuerpo se resistieron al hecho de ir a la cruz. La experiencia humana
universal se identifica con la reacción de Cristo. Para decirlo sin rodeos:
los cristianos nacidos de nuevo aún sienten los deseos de la carne.
Si miramos el contexto de Romanos 6:7, 10, nos damos cuenta de
que el mensaje de Pablo no es que los cristianos son libres o que mueren
a sus impulsos pecaminosos; sino que ya no andan en las sendas del
pecado. El apóstol destaca su punto principal en Romanos 6:12, donde
señala que los cristianos no deben permitir que el pecado «reine» en sus
vidas. Una cosa es ser tentados, o incluso cometer pecado y arrepentirse
de él (ver 1 Juan 1:9), y otra muy diferente es ser esclavos del pecado
(Romanos 6:17). John Wesley comprendió lo que Pablo quiso expresar,
cuando escribió que el pecado «permanece, aunque no reina». 3
La segunda parte de Romanos 6:13 pasa el enfoque de aquello que los
cristianos no deben hacer, a lo que deberían hacer: rendirse «a Dios como
instrumentos de justicia». ¿Por qué? Porque el pecado ya no es su señor.
Ahora están bajo el señorío de la gracia en lugar de la ley condenatoria
(versículo 14). Aquí encontramos un interesante uso de la gracia. Por lo
general, definimos la palabra como «el favor inmerecido de Dios hacia
quienes no lo merecen», pero Pablo la presenta como «un poder» 4 que les
permite a los cristianos vencer.
En la cruz, la gracia obtuvo la victoria sobre el señorío del pecado,
cuando Cristo triunfó sobre Satanás. Gracias a esa victoria, el pecado ya no
3
John Wesley, The Works of John Wesley, 3a ed. (Peabody, MA: Hendrickson, 1984), 5:151.
4
James Montgomery Boice, Romans: The Reign of Grace (Romans 5-8), t. 2 (Grand Rapids, MI: Baker,
1992), p. 634

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7. Cristo venció el pecado por todos (Romanos 6:1-23)  65
es nuestro señor o gobernante (versículo 14). Estamos «muertos al pecado
pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (versículo 11). Hay un cambio de
señorío en la vida del creyente. En la seguridad de la victoria obtenida pue-
de adquirir la confianza para luchar contra el pecado. Los cristianos no
avanzan por sus propias fuerzas, sino por las de Jesucristo, su nuevo Señor.

Segunda pregunta (Romanos 6:15-23)


La declaración de Pablo en el versículo 14 de que los cristianos «no
están bajo la ley sino bajo la gracia», plantea una nueva pregunta que
debe ser contestada. A saber, «¿pecaremos porque no estamos bajo la ley,
sino bajo la gracia?» (versículo 15).
Emil Brunner señala que tan pronto como algunos oyen «"libres de la
ley", la carne pecaminosa respira la brisa de la mañana». Estas personas
ven en la gracia la oportunidad de desechar la ley y vivir como les plazca.
Por otra parte, Brunner afirma que «el fariseísmo legal se prepara para
llegar a conclusiones peligrosas de la doctrina de la gracia, con el fin de
destruirla». 5
Como resultado, los «hermanos hostiles» de la anarquía y el legalismo
andan siempre al acecho de la doctrina de la gracia. Ambos bandos, aun-
que con fines muy diferentes, gritan que «la libertad de la ley representa
un camino libre y abierto al pecado». Pablo confronta de frente a estos
hermanos hostiles en Romanos 6:15-23.
«¡Jamás!» o «¡De ninguna manera!», es la respuesta de Pablo a la
pretensión de que cualquiera podría usar la gracia como una excusa para
pecar. Al igual que en el versículo 2, se horroriza ante semejante pro-
puesta.
En el versículo 16, el apóstol amplía su astuta afirmación de que nadie
es realmente libre. Dios nos hizo para obedecer. El asunto es si seremos
obedientes al pecado o a la justicia; a los principios de Dios o a los de
Satanás. La libertad en abstracto es una ilusión.

5
Emil Brunner, The Letter to the Romans (Cambridge: Lutterworth, 1959), p. 53

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66  SALVACIÓN PARA «TODOS»: LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

De esta forma, la libertad de la ley no significa libertad absoluta. Y


para los cristianos, la libertad de la ley como una vía de salvación «no
significa libertad de Dios, sino libertad para Dios», 6 tal como lo señala
Brunner. La fe es una relación íntima con el Señor. Para Pablo, la obe-
diencia es el resultado natural de la fe. La expresión «obediencia de la fe»
resalta en toda la Epístola a los Romanos (ver Romanos 1:5; 16:26). Pa-
blo no puede concebir una fe genuina que no conduzca a la obediencia.
Pero en Romanos 6:16 lanza una declaración controversial, al afir-
mar que el ser humano se ofrece a sí mismo como esclavo del pecado o
de la justicia. En este contexto, Pablo habla del resultado al que nos
conducen los dos posibles caminos. El primero conduce a la muerte, así
que por lógica el segundo debería tener a la vida como objetivo. Pero no
es así. Más bien, dice que la obediencia a Dios conduce a la «justicia».
¡Un momento! ¿Se ha confundido el gran apóstol? Después de todo
su discurso acerca de la justificación por la fe, sin las obras de ley,
¿ahora dice que se puede alcanzar la justicia por la obediencia?
¡De ninguna manera! Lo que está afirmando es que la obediencia es
una parte importante de vivir bajo la gracia. La obediencia producto de
la gracia en el creyente conduce a la justicia, en el sentido de que el cre-
yente se siente motivado a agradar a Dios a través de una vida en armo-
nía con los principios de su reino.
Romanos 6:17 muestra a un Pablo emocionado y agradecido por lo
que Dios ha hecho por los cristianos de Roma: ellos ahora tienen un
nuevo Señor. El versículo también nos habla un poco acerca de su fe.
Una fe que ha respondido a la enseñanza apostólica y que los ha llevado
a «ser esclavos» de un nuevo Gobernante o Señor. Al igual que Jesús en
el Sermón del Monte, Pablo estaba absolutamente convencido de que
«ninguno puede servir a dos señores» (Mateo 6:24). Los cristianos de
Roma se habían dado cuenta de la infructuosidad de servir a su primer
señor (el pecado) y se habían ofrecido voluntariamente, al igual que
Pablo (ver Romanos 1:1, NTV), a convertirse en esclavos de Dios.

6
Ibíd.

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7. Cristo venció el pecado por todos (Romanos 6:1-23)  67
En Romanos 6: 16, Pablo inicia una discusión acerca de dos caminos
completamente diferentes, la cual lo lleva a la conclusión de que hay dos
destinos finales radicalmente opuestos en el versículo 23. Entre los versí-
culos 16 al 19 habla de dos esclavitudes (la del pecado y la de la justicia)
relacionadas con dos señores. Luego, en los versículos 20 y 22 continúa
hablando de dos libertades. Pablo menciona estos términos, refiriéndose a
que los pecadores son libres del dominio de la justicia (versículo 20, NV1)
y que los cristianos han sido liberados del pecado (versículo 22, NVI).
Todo esto tiene relación con lo que podríamos llamar la doctrina del
libre albedrío. No somos peones en manos de una fuerza que lo controla
todo, sino que tenemos la opción de elegir. Dios nos ha dado la libertad
de pecar si así lo deseamos, o la libertad de recorrer el camino de la santi-
dad. A través del don del Espíritu tenemos opciones genuinas.
Dios no obliga a nadie, pero tampoco nos protege de las consecuen-
cias de nuestras acciones. Como cristianos, tenemos la libertad de acos-
tamos en medio de una autopista en la hora pico, si así lo deseamos; pero
Dios no obrará un milagro para mantenemos a salvo. Vivimos en un uni-
verso moral en el que cada quien cosecha lo que siembra.
En los versículos 22 y 23, Pablo explica las ventajas que el cristiano
recibe al servir a Dios. La primera es la «santificación». Esta palabra en
Romanos 6 no solo significa haber sido apartados para un uso santo, sino
caminar cada vez más cerca de Dios, mientras por su gracia avanzamos
por el sendero de la santidad.
D. Martyn Lloyd-Jones captura el contraste que existe entre estas dos
libertades, al afirmar: «Al vivir esta vida de justicia y practicarla con
todas nuestras fuerzas y energías, y con todo nuestro tiempo [...], encon-
traremos que el proceso en el que nos encontrábamos, en el cual íbamos
de mal en peor y nos volvíamos cada vez más viles, está ahora totalmente
invertido. Somos cada vez más limpios, cada vez más puros, cada vez
más santos y cada vez más conformes a la imagen del Hijo de Dios». 7
«La vida eterna» es la segunda ventaja de ser «esclavos de Dios» (ver-
sículo 22). El versículo 23 trata este tema más ampliamente, así como el
destino de los que eligen permanecer bajo el señorío del pecado.

7
D. M. Lloyd-Jones, Romans: An Exposition of Chapter 6 (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1972), pp. 268-269.

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68  SALVACIÓN PARA «TODOS»: LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

«La paga del pecado es muerte». Esta es la declaración más terrible


hasta ahora. Sin embargo, el texto continúa diciendo que «la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro».
En Romanos 6, Pablo es claro en su explicación de que los dos sen-
deros, las dos esclavitudes y las dos libertades conducen a dos destinos
muy diferentes. Dios no es arbitrario. Todas las personas, según el cono-
cimiento que poseen (Romanos 1, 2), eligen la senda que desean recorrer
en la vida, pero cada camino tiene un destino definido. Cada elección y
cada acción en la vida nos lleva a un lugar. Y Dios, en su sabiduría y
grandeza, nos permite elegir individualmente.
Romanos 6 es un capítulo crucial en el discurso de Pablo, pues en él
enseña que aunque la salvación es un don gratuito, los que la reciben
aceptan el señorío de Cristo en su vida y viven una vida semejante a la
de él. Romanos 6 deja claro que en el reino de los cielos estarán aque-
llos que han asimilado de tal manera los grandes principios del carácter
de Dios, que se sentirán gozosos de estar con él durante toda la eterni-
dad. Dios no obliga a nadie a ser lo que no quiere. Las dos libertades
conducen a dos senderos y dos maestros y, finalmente, a dos destinos
muy distintos.

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