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E
l argumento que Pablo presenta en los primeros cinco capítulos
de Romanos es contundente. Declara que todos, tanto judíos
como gentiles, han pecado (Romanos 1:18-3: 20), y que por
gracia todos pueden ser justificados a través de la fe (ver Ro-
manos 3:21; 5:21). Demuestra de forma clara y fehaciente que la salva-
ción es un don gratuito de Dios. El asunto es que esta enseñanza origina-
ba serias dudas en las mentes de algunos.
1
Geoffrey W. Bromiley, ed., Theological Dictionary of the New Testament, abridged ed. (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1985), p. 92.
2
C. H. Dodd, The Epistle of Paul to the Romans (Londres: Fontana, 1959), p. 107.
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7. Cristo venció el pecado por todos (Romanos 6:1-23) 65
es nuestro señor o gobernante (versículo 14). Estamos «muertos al pecado
pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (versículo 11). Hay un cambio de
señorío en la vida del creyente. En la seguridad de la victoria obtenida pue-
de adquirir la confianza para luchar contra el pecado. Los cristianos no
avanzan por sus propias fuerzas, sino por las de Jesucristo, su nuevo Señor.
5
Emil Brunner, The Letter to the Romans (Cambridge: Lutterworth, 1959), p. 53
6
Ibíd.
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7. Cristo venció el pecado por todos (Romanos 6:1-23) 67
En Romanos 6: 16, Pablo inicia una discusión acerca de dos caminos
completamente diferentes, la cual lo lleva a la conclusión de que hay dos
destinos finales radicalmente opuestos en el versículo 23. Entre los versí-
culos 16 al 19 habla de dos esclavitudes (la del pecado y la de la justicia)
relacionadas con dos señores. Luego, en los versículos 20 y 22 continúa
hablando de dos libertades. Pablo menciona estos términos, refiriéndose a
que los pecadores son libres del dominio de la justicia (versículo 20, NV1)
y que los cristianos han sido liberados del pecado (versículo 22, NVI).
Todo esto tiene relación con lo que podríamos llamar la doctrina del
libre albedrío. No somos peones en manos de una fuerza que lo controla
todo, sino que tenemos la opción de elegir. Dios nos ha dado la libertad
de pecar si así lo deseamos, o la libertad de recorrer el camino de la santi-
dad. A través del don del Espíritu tenemos opciones genuinas.
Dios no obliga a nadie, pero tampoco nos protege de las consecuen-
cias de nuestras acciones. Como cristianos, tenemos la libertad de acos-
tamos en medio de una autopista en la hora pico, si así lo deseamos; pero
Dios no obrará un milagro para mantenemos a salvo. Vivimos en un uni-
verso moral en el que cada quien cosecha lo que siembra.
En los versículos 22 y 23, Pablo explica las ventajas que el cristiano
recibe al servir a Dios. La primera es la «santificación». Esta palabra en
Romanos 6 no solo significa haber sido apartados para un uso santo, sino
caminar cada vez más cerca de Dios, mientras por su gracia avanzamos
por el sendero de la santidad.
D. Martyn Lloyd-Jones captura el contraste que existe entre estas dos
libertades, al afirmar: «Al vivir esta vida de justicia y practicarla con
todas nuestras fuerzas y energías, y con todo nuestro tiempo [...], encon-
traremos que el proceso en el que nos encontrábamos, en el cual íbamos
de mal en peor y nos volvíamos cada vez más viles, está ahora totalmente
invertido. Somos cada vez más limpios, cada vez más puros, cada vez
más santos y cada vez más conformes a la imagen del Hijo de Dios». 7
«La vida eterna» es la segunda ventaja de ser «esclavos de Dios» (ver-
sículo 22). El versículo 23 trata este tema más ampliamente, así como el
destino de los que eligen permanecer bajo el señorío del pecado.
7
D. M. Lloyd-Jones, Romans: An Exposition of Chapter 6 (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1972), pp. 268-269.
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