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Abrahán era diferente. Se destacaba por su fe en Dios, la cual fue haciéndose más y
más fuerte con el paso de los años. Tanto es así que el apóstol Pablo lo llamó por
inspiración divina “el padre de todos los que tienen fe” (lea Romanos
4:11). Veamos cómo llegó a desarrollar tanta confianza en Dios y de qué manera
podemos nosotros hacer lo mismo.
¿Quién le enseñó a Abrahán acerca de Jehová? Bueno, sabemos que había algunos
siervos fieles de Dios en aquellos días. Uno de ellos fue Sem. Aunque no era el
mayor de los tres hijos de Noé, la Biblia suele mencionarlo en primer lugar,
probablemente porque era un hombre de gran fe. * De hecho, tiempo después del
Diluvio, Noé se refirió a Jehová como “el Dios de Sem” (Gén. 9:26). Es obvio que
Sem sentía un profundo respeto por Jehová y la religión verdadera.
Sin duda, Abrahán sentía gran admiración por Sem. Y como este fiel anciano estuvo
vivo durante la mayor parte de la larga vida de Abrahán, es probable que fuera él
quien le habló de Jehová.
Una vez tomada la decisión, Abrahán y Sara ponen manos a la obra. ¡Hay tantos
preparativos que hacer! ¿Qué cosas van a llevarse a aquel paradero desconocido?
¿Cuáles van a dejar? Y lo que es más importante, ¿qué hay de la familia y los
sirvientes? El padre de Abrahán, Taré, ya está mayor. ¿Será buena idea que vaya?
Abrahán y Sara creen que sí, pues quieren cuidarlo hasta el fin de sus días. Y parece
ser que Taré —quien sin duda ha abandonado la idolatría— acepta gustoso
acompañarlos. De hecho, el relato lo menciona a él, como patriarca, sacando a su
familia de Ur. En cuanto a Lot, el sobrino de Abrahán, él también se les une en el
viaje (Gén. 11:31).
. Y también es posible que les predicara a los habitantes de la región (lea Génesis
12:7, 8). Lo cierto es que a Abrahán aún le esperaban grandes pruebas de fe.
Afortunadamente, nunca miró a las cosas que había dejado atrás, las comodidades
que había disfrutado en Ur. Más bien, se concentró en lo que tenía por delante.