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“Me dicen que adelantándote a tus
verdugos, has levantado la mano
contra tı́ mismo. Ocho años des-
terrado, observando el ascenso del
enemigo, empujado finalmente a
una frontera incruzable, has cru-
zado, me dicen, otra que sı́ es cru-
zable.
Imperios se derrumban. Los jefes
de pandilla se pasean como hom-
bres de estado. Los pueblos se han
vuelto invisibles bajo sus arma-
mentos.
Ası́ el futuro está en tinieblas, y
débiles las fuerzas del bien. Tú
veı́as todo esto cuando destruı́ste
el cuerpo destinado a la tortura.”
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1. El problema: proceso histórico
La tarea fundamental del historiador no es conservar el pasado, sino com-
prender la época en la que él y sus congéneres viven, ya que cada periodo
de la historia mantiene una particularidad y una parcialidad que aporta e
integra a su vez una pieza en el rompe-cabezas de inmanencia en el sentido
semiótico de la historia como texto de textos y su trascendencia que reside
en la razón por la que avanza el proceso histórico del que no se percibe un
fin determinado. Además que la historia culmine en el presente nos obliga
a mirar como contemporáneos con un aire de importancia a la agentividad
con la que comprendemos y asimos el transcurrir del tiempo, por lo tanto
la importancia de contar con una simulteneidad de movimientos que evo-
can la circularidad se valida en el proceso histŕico de semiósis en la llamada
semiósfera1 cuyo entendimiento nos permite ir más allá, e imaginar las ex-
traordinarias consecuencias a las que están sujetas las diversas elecciones en
el desarrollo de estrategias y hacia donde podrı́an conducirnos2
La voluntad de poder y el deseo de redención, dos de los elementos fun-
damentales que permiten observar la consciencia que el individuo ha ido
perdiendo a lo largo de la historia a través de sus residuos en su consciencia
de sı́, y el desplazamiento al que se sujeta y en algunos casos se subordina
a poderes exteriores, dı́gase el poder del Estado, y que a su vez está siendo
desplazado en la actualidad por el poder corporativo creando una atmósfera
de entorpecimiento en el desarrollo de la sociedad, nos obstante de la historia
y la disociación de sus elementos componentes. Éstas propiedades asimétricas
que no son exclusivas de un sistema polı́tico en particular, crean un discur-
so movido por propio efecto de la voluntad de poder, cuya semiosis estética
involucra más la forma aventajándose sobre el contenido, obligando al espec-
tador a someterse a una sobredosis de imágenes e invitándole a la glotonerı́a.
En términos de Lotman, un semiólogo perteneciente a la escuela de Tartu en
Rusia, la dinámica en el sentido de la Historia es catalizada por estos tirones
y empujones, y a veces permanencias - muchas de las veces - que tienen que
ver con la voluntad de poder3 Éstas permanencias siempre son nutridas por
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La lógica disciplinaria que plantea Vyacheslav Vs. Ivanov, uno de los fundadores de la
semiótica de la cultura, esboza el papel crucial que tiene la semiósfera en la cultura y su
devenir en la Historia, de la siguiente manera: La tarea de la semiótica es la de describir la
semiósfera sin la cual la noosfera es inconcebible. La semiótica tiene que ayudarnos para
orientarnos dentro de la Historia, El esfuerzo conjunto de todos los que [...]
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Lotman llama a éstos, momentos pivotales, cuyo desarrollo simultáneo es crucial para
la explosión en cadena que plantea en términos culturales para el desarrollo del devenir
histórico.
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Éste fenómeno ha sido observado por las escuelas de historia de Alemania, cuyos
máximos exponentes son Buckhardt y Schoppenhauer, alumno éste último del primero, et.
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una apariencia netamente propagandı́stica, no obstante la historia se perci-
be como una cadena de hechos de fenómenos. S esto es cierto, una de las
cuestiones de éste ensayo deberı́a ser profundizar en lo que Kant explicarı́a
como la presentación de la historia en una sucesión de hechos fenoménicos,
y que por consiguiente, ésta está sujeta a las leyes naturales y relaciones que
se encuentran bajo la simple vista difusa de las apariencias y las formas.
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proporcional a su necesidad de aislarse, y ésta necesidad lo individualiza; por
lo que la capacidad de comunicación propio del ser humano contemporáneo
como actor histórico en sociedad se ve minada por los esfuerzos de un medio
propagandı́stico que lo subsume en el aislamiento y la miseria solipsista.
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apariencias polı́ticas en la actualidad no es trivial, ni se debe optar por to-
marlo a la ligera. Ahora bien, sı́ estamos de acuerdo con la “función narrativa
y la legitimación del saber” que considera Jean-Francois Lyotard como una
gran competencia herı́stica que tiene injerencia en las iteraciones de lo no-
narrativo (cf.: Lyotard, Jean-Fracois: 25.), entonces consideremos la idea por
un momento de diversos conglomerados de individuos con un método de des-
cripción categorizada de la realidad, y observemos que no solamente existirı́a
un conglomerado, sino muchos, y que ninguno de los métdos tendrı́a porque
regir a otro método de descripción categorizada, no obstante sucede que un
método de descripción categorizada está por encima de los demás (a esto lla-
mamos la narrativa del relato) y que, es además dirigido por una narrativa,
por lo que del conflicto surge algún tipo de tension recı́proca que permite un
tercer(os) punto(s) de vista; lo que es observable para una meta-disciplica
como es la semiótica. Que no os engañe la primera vista a éste dilema, lo
no-narrativo compite en un nivel de impredictibilidad de dimensiones titáni-
cas, y los niveles de entropı́a al que obedece el sistema de “conglomerados
de individuos” no sólo es lenguaje, sin embargo nuestra sociedad, cuyo rostro
humano ha dejado un enorme vacı́o del contenido, disolviéndose en su valor
de exposición7 , por lo que la positividad con la que ataca lo narrativo a lo
no-narrativo de los sistemas de conglomerados en la actualidad de la semiśfe-
ra, finge desarrollarse y envejecer, cuando más bien está apagando el devenir
de la Historia a través del propio lenguaje que le construyó.
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uno observando), a sı́ mismo se condena como un paso deseable por unos,
como repulsivo por otros dando cabida a los momentos pivotales genitivos,
por lo que no es muy claro distinguir entre los entramados de donde comien-
zan una u otra narrativa, no obstante el concepto de semiósfera nos permite
adherir a éstas narrativas de manera más articulada el sı́mbolo, como unidad
de cognición de lo incognoscible, y que permite acceder a una exégesis de los
varios métodos narrativos y de descripción categórica de los conglomerados
de individuos históricos al conformarse por un enorme volúmen semántico
que puede ser reducido a las dimensiones de una narrativa de mito. Ante
todos estos argumentos, Benjamin propone: “introducir una radical correc-
ción mesiánica al utopismo propio de la lógica socialista revolucionaria”, y
sacar al enano teológico de su escondite en la sociedad occidental. Es posible
entonces, dar un vuelco a la realidad más o menos consciente de que existe
una narrativa subyaciente al discurso de la historia, que éstos métodos de
conocimiento hegemónicos no son estáticos, sino al contrario, se encuentran
en una inevitable sucesión de explosiones que revolucionan el drama confor-
mado por todas las facciones de conglomerados individuales que participan
en el devenir histórico. Es posible, no obstante que éstas revoluciones generen
otra vez tales tensiones dramáticas que el género humano sea unificado co-
mo realidad histórica, aunque una actitud muy optimista hacia una tension
mesiánica es un paradigma, también digamos, escandaloso.
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6. Bibliografı́a
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estudio preliminar de Roberto Rodrı́guez Aramayo, Madrid, Tecnos.