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profunda crisis formal» y busca una nueva dirección para su poesía4 halla en su
relación amorosa con Zenobia y en los continuos cambios sentimentales que
esta provoca un amor concreto como fuente de inspiración:
Las mujeres vagas, idealizadas de Laberinto, por ejemplo («blancas mujeres
mudas», «mujeres fantasmas», «mujeres de ojos negros», «todo se contagia de
mujer»), ceden el paso a la elaboración de un amor sencillo.5
Así surge este libro, que logra un perfecto paralelismo con The House ofLife: A
Sonnet-Sequence de Dante Gabriel Rossetti, cuyos primeros versos cita el de
Moguer como lema inspirador:
A Sonnet is a moment's monument,
Memorial from the Soul's eternity
To one dead deathless hour.6
Juan Ramón imita este detalle estructural del libro de Rossetti abriendo el suyo
con un curioso paralelismo, el poema «Al soneto con mi alma». Le debió impre-
sionar la idea de escribir, cual Rossetti sobre Elisabeth Siddal, un libro de sone-
tos amorosos sobre su propia historia de amor con Zenobia Camprubí.
La forma del soneto, tal como la entendía Rossetti según estos versos, era
perfectamente apropiada para captar los sentimientos y emociones que vive el
poeta y cincelarlos en el bronce para la eternidad. El poeta Rossetti está recor-
dando claramente aquel verso de Horacio en que consideraba la poesía como un
monumento más duradero que el bronce o que una moneda («Exegi monumen-
tum aere perennius») cuando llama al soneto «a moment's monument» y des-
pués añade: «a sonnet is a coin». Alien W. Phillips entiende así estos versos de
Rossetti:
el soneto puede evocar e inmortalizar el fugaz instante que lo ha inspirado, aun-
que ese momento se haya perdido inevitablemente en el constante fluir del
tiempo. El soneto puede eternizar ese momento espiritual (SE, 12).
Avanzando en esta linea de pensamiento Juan Ramón Jiménez formula en el
soneto introductorio de su libro («Al soneto con mi alma») ideas en parte suge-
ridas en el libro de Rossetti pero, sobre todo, reflexiones propias y personales
sobre el sentido del soneto. Mientras Rossetti desarrolla la idea horaciana de que
la palabra poética es el material, bronce, marfil o ébano («Carve it in ivory or in
ebony»), donde quedarán grabados para siempre los sentimientos del alma como
monumento erigido a su memoria, el poeta de Moguer se dedica a prestar re-
pues de inventar variadas metáforas que expresen lo que son dos amantes se-
parados (dos «silencios», dos «miradas», dos «manos», dos «pechos»), no halla
expresión más profunda e intensa, que la de dos «almas», como playas burladas
por las olas de mares que se separan (CPW, 158). La palabra «soul» es un tér-
mino esencial y de los más repetidos a todo lo largo del libro.7
Pues bien, también Juan Ramón Jiménez emplea obsesivamente la palabra
«alma» como expresión de lo más bello, lo más hondo y más íntimo del indi-
viduo como sujeto de la expresión lírica. Todos los sonetos tratan de captar
estados de alma, del alma como fuente íntima de los sentimientos, la inteligen-
cia, el espíritu y las emociones. ¿Quién sabe si la expresión «paisajes del alma»
no viene también del verso antes citado («the sky and sea-line of her soul») de
Rossetti? En su interioridad se elabora la percepción subjetiva del exterior,
según Phillips:
La pretensión del escritor es ahora expresar la esencia de las cosas reflejadas y
recreadas en su alma. Se da cuenta del poder mágico y metafísico de las palabras;
busca la precisión; y desea llegar a una plena reconciliación del mundo exterior
con el interior (SE, 21).
El libro se abre con el epígrafe «Al soneto con mi alma» como si escogiera esta
forma métrica, al igual que Rossetti, para volcar en ella todo su interior. En el
poema «A mi alma» Juan Ramón se dirige a ella («andas alerta», «estás despier-
ta») como soporte de las más bellas actividades de la persona y como la aptitud
poética de percibir el misterio y las más nobles esencias de los objetos del uni-
verso:
Tu rosa será norma de las rosas,
tu oir de la armonía, de las lumbres
tu pensar, tu velar de las estrellas (SE, 108).
Juan Ramón invoca con insistencia la excelsitud y aspiraciones del alma (SE,
87, 94, 101, 107) y a ella asocia la quintaesencia del amor y de la vida: «y mi
boca / recoge, dulce, en tu exaltado beso / el alma innumerable de la vida» (SE,
102), que se puede considerar un claro eco del verso de Rossetti «And as she
kissed, her mouth became her soul» (CPW, 163). Los tres elementos «boca»,
«alma» y «beso», y la función absorbente de éste, coinciden en ambos textos.
Dante Gabriel Rossetti, siguiendo en parte la tradición petrarquista, se siente
atraído por ciertas partes del cuerpo de ella que le fascinan y absorben su aten-
ción. En algunos sonetos logra un intenso erotismo evocándolas con no simu-
lada sensualidad. Así cuando celebra «la dulce oscuridad de su cabellera suelta
cayendo sobre tu rostro; sus dulces manos..., su sonrisa temblorosa..., el dulce
Resulta innecesario hacer un catálogo de citas ya que el vocablo «soul» domina la mayoría de los
sonetos de D. G. Rossetti. Como ejemplo podría verse en CPW, 117, 120-124, 128-131, 133,
144-146, 158, 161, 166, 173-175, 179, 191, 209, 214, 219.
508 JUAN CANO BALLESTA
8
«Sweet dimness of her loosened hair 's downfal / About thy face..., her sweet hands..., / Her
tremulous smiles; her glances sweet recall / Of love... / Her mouth 's culled sweetness by thy
kisses shed / On cheeks and neck and eyelids» (CPW 139).
9
«Hovers thy smile, and mingles with thy glance / That sweet voice like the last wave murmuring
there?» (CPW 151).
10
Hans Hinterhauser, Fin de siglo. Figuras y mitos, Madrid: Taurus, 1980, pág. 109.
LOS SONETOS ESPIRITUALES DE J. RAMÓN JIMÉNEZ 509
Amy L. Einshon, «Rubén Darío y Dante Gabriel Rossetti», Hispanófila, 80 (1984), pág. 76.
510 JUAN CANO BALLESTA
Juan Ramón adopta también los lirios blancos, que podrían proceder de The
Blessed Damozel, el cuadro que los pinta y el poema que describe a la doncella
llevando tres lirios en la mano («She had three lilies in her hand»), pero, como
indica Lily Litvak, este blanco tan insistente y ciertas flores blancas (jazmines,
rosas, azucenas, nardos) eran desde mucho antes símbolo de pureza y virgini-
dad.12 En «Dedicatoria a la mujer escogida» de Laberinto, tras la cita de Rosse-
tti, pinta el de Moguer un tipo especial de mujer descrita así por un crítico: «She
is dressed in the puré white of the soul. Having known suffering, she can share
in the poet's nostalgia but she is patently not of the mortal world».13
El carácter espiritual y puro del amor que asoma en los Sonetos espirituales
y su proximidad a la poesía de Dante Gabriel Rossetti se confirma al observar la
importancia que el poeta confía a «la voz» y el poder de fascinación y arrebato
que ésta ejerce sobre él:
¿De quién es esta voz? ¿Por dónde suena
la voz esta, celeste y argentina,
que transe, leve, con su hoja fina
el silencio de hierro de mi pena?
Dime, blancura azul de la azucena,
dime, luz de la estrella matutina,
dime, frescor del agua vespertina;
¿conocéis esta voz, sencilla y buena?
Voz que me hace volver los ojos, triste,
y alegre, a no sé qué cristal de gloria... (SE, 80).
Si bien la voz es a veces en la poesía de Rossetti un leve murmullo de ola
(«That sweet voice like the last wave murmuring there»), es también una fuerza
arrebatadora que hace sentir sus efectos en lo más profundo del alma de los
amantes. El poeta habla así de la amada:
...whose voice, attuned above
All modulation of the deep-bowered dove,
" Lily Litvak, España 1900. Modernismo, anarquismo y fin de siglo, Barcelona: Anthropos, 1990,
págs. 31-32, 23-24. El color blanco abunda en flores y vestidos de The Blessed Damozel: «But
a white rose of Mary's gift», «And the lilies lay as if asleep /along her bended arm», «Into the
fine cloth white like fíame» (CPW, I 1-6).
Jean Andrew, Spanish Reactions to the Anglo-Irish Literary Revival in the Early Twentieth
Century, Queenston, Ontario: The Edwin Mellen Press, 1991, pág. 14.
512 JUAN CANO BALLESTA
14
Ángel Crespo, Juan Ramón Jiménez y la pintura, San Juan de Puerto Rico: Edit. Universitaria,
1974, pág. 181.
Carmen Pérez Romero, Juan Ramón Jiménez y la poesía anglosajona. Universidad de Extre-
madura, 1992, pág. 180.
16
Bernardo Gicovate, Lapoesía de Juan Ramón Jiménez, Barcelona: Ariel, 1973, pág.133.
17
Así lo constata Alien W. Phillips: «Los Sonetos espirituales hacen ver al lector la dramática pa-
sión de eternidad que comenzaba a dominar de modo obsesionante el alma enamorada de Juan
Ramón» (SE, 44).