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LA FE DE LOS 4 AMIGOS

Marcos 2:1-12
INTRODUCCIÓN:
Mis amados, otra vez este es una de esas historias fascinantes que nos muestra el evangelista
Marcos. Su propósito al escribir este evangelio es presentarnos a Jesús como el Siervo de Dios y su
enfoque fue a los creyentes romanos.

Por otro lado, si Marcos fue el intérprete de Pedro, y si este milagro sucedió en su propia casa, nadie
mejor que él para presentarnos todo lo que pasó en su hogar. La pregunta de Jesús es el corazón
de todo lo que acá sucede.

Los hombres que traen al paralítico son los protagonistas principales de lo que Jesús va a hacer,
pues después de superar tantos obstáculos, presentaron este hombre delante del salvador y el
sanador. ¿Cuál es la pregunta controversial de este pasaje?

Es aquella donde Jesús reacciona contra los maestros de la ley después de decir al paralítico “Hijo,
tus pecados te son perdonados”. Ante esto los escribas acusaron a Jesús de blasfemo, diciendo que
solo Dios podía perdonar pecados. Pero Jesús, sin entrar a refutar sus ofensivas afirmaciones le
responde con la pregunta que todavía algunos se hacen: “¿Qué es más fácil decir?”.

Bueno, como el asunto tenía que ver con el perdonar y sanar, las dos cosas parecían imposibles.
Por un lado, si decían que era más fácil sanar un paralítico, ese milagro tenía que venir del cielo y el
único que podía hacer eso era Dios; si decían que era más fácil perdonar los pecados, ya ellos
habían dicho también que él único que podía hacer esto, era Dios.

Por lo tanto, estamos ante una de las preguntas más controversiales en el campo teológico que pone
a prueba la divinidad de Jesús. Si Jesús podía hacer ambas cosas, esta evidencia necesita de un
veredicto.

Si Jesús podía hacer las dos cosas, entonces quedaba confirmado que él era Dios. La boca de los
blasfemos sería cerrada. Veamos las implicaciones de esta pregunta.

I. LA PREGUNTA DE JESÚS SURGE POR LA FE DE LOS CUATRO AMIGOS


1. No poder acercarse a Jesús (vers. 4).
Aunque Jesús está siempre cerca, bien pudiera haber obstáculos que nos impiden llegar a él. Llegó
el día cuando cuatro hombres, llenos de un gran optimismo, entusiasmados con una gran esperanza
y persuadidos de una gran fe, se dispusieron llevar al hombre a Jesús. La noticia estaba en las calles.
Después de algunos días Jesús vino a Carpenaúm. Algunos piensan que aquella fue la última vez
que él vendría a la ciudad. Para aquellos hombres el tiempo de la salvación era urgente. Si no traían
al paralítico ahora no habría otro chance. De modo que frente a este reto un solo asunto dominaba
la determinación de estos cuatro amigos: traer el enfermo a Cristo.

Por un lado, ellos tendrían que convencer al paralítico lo cual no costaría mucho debido a su
condición. Pero no siempre esto es una tarea fácil. La gente no viene a Cristo como va a sus
diversiones. No todos los casos responden de la misma manera. Hay un mundo de excusas mientras
se habla del amor de Dios para cada vida. Usted puede invitar a alguien a alguna actividad social o
deportiva y acuden pronto, pero invítelos a venir a Cristo y notará cuántas excusas ponen.?

2. Hay una multitud de obstáculos (vers. 4).


¿Cuánta gente estaría apostada en la puerta oyendo del Maestro sus más inigualables enseñanzas?
Podemos imaginarnos el cuadro. Aquellos hombres cargaron por cierta distancia al enfermo, pero
ahora no pueden entrar. Es posible que al principio vinieran los momentos de desaliento y hasta de
frustración, pero ellos vencieron sus propios sentimientos de fracaso.

Ellos no vieron la “multitud” para llegar a Cristo. ¿Cuál es la multitud que impide hoy que las personas
vengan a Cristo? Multitud de religiones, multitud de dogmas y preceptos, multitud de falsos maestros,
multitud de diversiones y placeres del mundo, multitud de malos testimonios, multitud de creyentes
indiferentes e insensibles, multitud de quejas y críticas de los mismos creyentes, multitud de vidas
que no son buena referencia de un cristianismo vivo y victorioso… y la lista seguiría siendo muy
larga.

El creyente y la iglesia debieran estar conscientes de esas “multitudes” que son obstáculos para que
otros vengan a Cristo y abrir más espacios hasta traer a los hombres a los pies del Maestro. Hay
serios obstáculos que impiden traer al hombre paralítico Cristo. Nuestra tarea es convencerlos para
llevarlos a Cristo.

II. LA PREGUNTA DE JESÚS REVELA EL GRAN PROBLEMA HUMANO


1. Los hombres necesitan primero oír la palabra (verss. 1-2).
Algunas versiones sugieren que la casa donde estaba Jesús hospedado era de Pedro. La compasión
de Jesús lo llevaba a encuentros personales o a encuentros con mucha gente. Lo mismo le era
encontrarse con un leproso a las afuera de la sinagoga o encontrarse con un paralítico en las
circunstancias que tenemos ahora.

Como lo hemos dicho, Jesús vino a liberar a los cautivos y oprimidos, sin embargo, su
responsabilidad siempre fue la de traer la palabra del Padre celestial. Si bien es cierto que la mayoría
de aquellas personas buscaban a Jesús para ser sanadas o recibir algún particular beneficio, Jesús
hace lo primero que tiene que hacer. No cabían en el lugar, pero Jesús les estaba predicando.

Un evangelio que no contempla primero la palabra de Dios está incompleto. Sabido es que los
hombres les interesa más la sanidad del cuerpo que la sanidad de su alma. Jesús nos ha dejado su
más grande legado en su ejemplo de atender las necesidades. Sin embargo, él sabe que no solo de
pan vivirá el hombre. La palabra de Dios es lo que da vida. El enfermo necesita oír primero que sus
pecados pueden ser perdonados.
2. El objetivo de los cuatro amigos (vers. 3).
Una de las cosas que sorprende en esta historia es el trabajo de los amigos del paralítico. No
sabemos quiénes eran. Quizá eran parte de su familia o simples vecinos que se compadecían de
aquella penosa condición. Nadie sabe cuánto tiempo tendría aquel hombre postrado en aquella
camilla.

A juzgar por las experiencias de otros casos, bien podemos decir que estamos en presencia de un
caso de postración desde nacimiento y por mucho tiempo. Ese hombre vivía, al igual que los
leprosos, sin la más mínima esperanza de caminar. Su más grande anhelo tuvo que ser este. Y este
también era el objetivo de los cuatro amigos. Seguramente ellos ya eran conocedores del poder
sanador del hombre de Galilea.

La noticia de la sanación del leproso corrió como pólvora. Ahora el objetivo es presentar este hombre
delante de Jesús. Solo que para llegar a él tienen que vencer varios escollos. Delante de ellos hay
una multitud que quieren lo mismo.

Su ingenio los llevó hacer algo insólito: abrir un hueco en el techo y bajar por allí al hombre enfermo.
Al final ellos lograron el objetivo de ponérselo a Jesús. Ellos esperaban que Jesús lo levantara.

3. Las palabras inesperadas del sanador (vers. 5).


Una de las declaraciones que estos hombres ya habían escuchado de Jesús era: “Quiero, se limpió”;
o “sal de él espíritu inmundo”; o “levántate y anda”. Eso era lo que estos hombres esperaban que
Jesús dijera.

Ellos hicieron el trabajo de poner al hombre delante de Jesús para que hiciera esto. Y Jesús admiró
su fe, su coraje, su osadía de romper el techo sin saber quién lo pagaría.

Pero cuando ellos esperaban que Jesús tomara la mano del paralítico y lo levantara, en lugar de
eso, dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¿Por qué Jesús dijo esto y no otra cosa? Porque el
problema de este hombre no era su parálisis, sino su culpa.

Era como decirle también: “Tú crees que tu principal problema es el no poder caminar, pero tu
necesidad más grande es mi gracia”, y si tienes la gracia, lo tienes todo.

Las palabras inesperadas de Jesús ponen de manifiesto que el pecado es la causa de todos nuestros
dolores y enfermedades. Como la curación de una enfermedad es una figura del perdón, al curar al
paralítico, Cristo probó su poder para hacer ambas cosas a la vez: perdonar y sanar. Las dos eran
difíciles.

III. LA PREGUNTA DE JESÚS SUGIERE A UN SOLO RESPONSABLE


1. Esperando el milagro (vers. 5).
El objetivo se había cumplido. Aquellos hombres vencieron todas las dificultades y ahora está una
camilla con un minusválido delante del único que podía hacer algo por él. No tenemos muchos
detalles acerca de este paralítico. No se sabe si lo que le vino fue producto del pecado mismo, al
juzgar por las palabras del Señor que sus pecados fueran perdonados.

Hay cuatro mirones desde arriba y una multitud adentro y afuera expectantes de lo que Jesús podría
hacer. El resto del trabajo depende de él. Así que en esta escena Jesús va a pasar de la condición
de Maestro a la condición de Salvador y Dios. Aquella casa fue testigo de este hecho. Las primeras
palabras de Jesús pudieron confundir a la audiencia.

Los mirones que están en el techo esperarían que Jesús diera de una vez la orden de sanidad. Pero
no lo hizo. ¡Qué desilusión! Se concretó más bien en decir “tus pecados te son perdonados”. Sin
embargo, esas palabras son siempre el inicio del verdadero milagro divino. Jesucristo no sanará el
cuerpo si antes no sane el alma. Hoy día es al revés, porque la preocupación mayor es sanar el
cuerpo antes que el alma.

2. Sanando integralmente al postrado (verss. 9-11).


“¿Qué es más fácil decir?” fue la pregunta que intrigó a los oyentes. Note que Jesús no preguntó
“¿qué es más fácil hacer?”. Sanar al enfermo parecía ser lo más fácil, aunque levantar a un paralitico
era imposible. Muchos les gustan el ministerio de lo sensacional, y el sanar a los enfermos es uno
de ellos.

Pero perdonar pecados, siendo esto la raíz de todos los males y una tarea divina no es muy popular.
Así que Jesús hizo el trabajo completo. Hizo las dos cosas que solo Dios podía hacer: perdonar y
sanar. Y de esta manera, frente a la mirada atónita de los presentes, los cuatro hombres pudieron
ver que el hombre que vivió paralizado, ahora se ha levantado, y la cama que un día le llevaba, ahora
él lleva a su casa.

Ningún momento superó aquel en aquella casa. El gozo de todos tuvo que ser desbordante. A una
sola voz dijeron: “Nunca hemos visto tal cosa” (vers. 12).
Cuánto gozo produce la salvación de un perdido. Estos cuatro hombres representan a la iglesia. La
tarea de ella es traer a los “paralíticos” a los pies de Cristo. Hay gozo “cuando un pecador se
arrepiente”. ¿Tiene usted el gozo de traer otros a Cristo?

CONCLUSIÓN:

“Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos
se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa” (vers. 12).
Esta es la meta final de la salvación: que los hombres glorifiquen a Dios por la obra hecha en el
“paralítico”. Este es el gozo final del que evangeliza. La actuación de estos hombres nos muestra
cómo debiera darse la tarea en la evangelización.

Ellos nos revelan que si no hay compasión no hay interés por el perdido. Nos dicen que si no hay
unidad el perdido quedará tendido en su condición; los cuatro tomaron un lado de la cama y lo
levantaron. Nos dicen que aun cuando el camino al Señor esté impedido por una “multitud” de
obstáculos, hay que ser perseverantes y osados hasta llevar los hombres al Señor.

Y, sobre todo, ellos nos muestran que hay gozo en el cielo y en el corazón evangelizador, cuando
vemos a los hombres levantarse de su estado y glorificar al Señor por el cambio de sus vidas.

¿Soy parte de estos “cuatro amigos”? ¿Tengo un amor sincero por el que está “muerto en sus delitos
y pecados”?

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