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CON MÁS, CON MÁS, CON MÁS…

La experiencia nos enseña. La realidad nos muestra. Aunque a veces tendemos a considerar
que las extravagancias son solo una cualidad de la metáfora (Paul Ricoeur) o expresión
propia de lo metafórico, es decir, de aquello que no sucede en nuestra cotidianidad; pues,
no. En el día a día del ser humano ocurren cosas extravagantes y más. Por ejemplo, el que
mata a un ser humano, viola, extorsiona o se enriquece ilícitamente, sin ningún tipo de
resquemor; hasta nada más el que le falta el respeto a otro ser humano del modo que sea,
sin duda, en el fondo, no es más que la expresión de la tendencia humana a despreciar,
humillar, someter y ofender del modo que sea a quien se le considera inferior. Por esa
razón, el ser humano se aferra al poder, así sea éste político, económico, social, religioso o
del tipo que sea de poder; no voy a negar la dimensión específicamente humana y necesaria
de la acción política, pero, junto al poder religioso, han sido los que más dolor han causado
a la humanidad en todos los tiempos. Y a quienes se encumbran o escudan en estos poderes
poco les importa la vida de la gente o la dignidad del ser humano.
Los enemigos de la vida están donde menos lo esperamos. En definitiva, son aquellos que
se creen con más poder y todo lo demás. Entonces, no es una simple casualidad encontrarse
con personas que se consideran con más derechos, con más poder, con más autoridad, con
más dignidad, con más fuerza, con más humanidad, con más honor, con más grandeza,
porque sencillamente quieren ser los primeros o los más grandes; en este sentido, bajo estas
pretensiones se produce inevitablemente, una agresión irracional, bestial, contra la vida de
los demás y, por lo general, de aquellos que se encuentran indefensos, desprotegidos, los de
abajo, los del margen de las estructuras injustas, en suma, los más pobres y víctimas del
dolor humano. Esta agresión, de por sí, divide a las personas en dos categorías: por un lado,
los puros e intachables que se consideran con más, con más y más de todo; y por otro, están
los contaminados e impuros, a quienes se les considera los menos, menos y menos de todo;
es decir, menos derechos, dignidad, poder y un largo etcétera, o como diría, Eduardo
Galeano, los nadies.
Pues bien, aún a pesar de estos actos de enemistad y de odio, no falta quien sostenga que la
política es una actividad digna; por el momento, sin embargo, la política ha sido
secuestrada por la lógica del con más, con más, con más de todo. Los preceptos de una
política como actividad que sirva para una sana convivencia humana en la que se respete la
vida, no solo es urgente sino necesaria para devolverle la dignidad a la política; y una
política para la vida debe tener unos preceptos que sirvan para mitigar el sufrimiento
humano; no obstante, los políticos de hoy, no solo fruncen el ceño ante el tremendo dolor
ajeno sino que viven al margen de los más necesitados; por eso no podemos menos que
gritar que la política hoy por hoy ha dejado de tener sentido y no sirve más que para ser
hollada y pisoteada por los hombres igual que la sal que ya no da sabor a la comida.
No podemos callar y asistir perplejos ante una política del con mas que está haciendo
estragos en nuestra sociedad. A estas alturas de nuestra historia y en tiempos de pluralismo,
es necesaria una política que vehicule y gestione hechos de la más profunda humanidad,
pues, es el único camino para hacer del ser humano, verdaderamente, humano.
Pues quien se humaniza tiene la posibilidad de relacionarse con los demás sean quienes
sean, a través y con los sentimientos; por tanto, toda relación con el otro se transforma en
una relación de respeto y tolerancia, único sostén capaz de sedimentar una convivencia
fraterna entre seres humanos. En cambio, esa perversa lógica de la política actual, el con
más, con más, con más de todo, necesariamente, conduce a relaciones asimétricas basadas
en el poder, atentando contra la dignidad más honda del ser humano, la vida.

Iván Castro Aruzamen


Teólogo y filósofo

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